2019psicologiacritica PDF
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David Pavón-Cuéllar
Editorial Itaca
Psicología crítica. Definición, antecedentes,
historia y actualidad,
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unidad (v. g., Dafermos et al., 2013; Teo, 2014; Parker, 2015a).
El segundo, de tipo sistemático, es el que ordena lo visitado se-
gún la trama lógica de lo que se argumenta, lo que se acomoda
mejor con textos de un solo autor (v. g., Tuffin, 2004; Parker,
2007). El tercer método, mixto, combina los dos anteriores, por
lo general empezando por el primero, el más expositivo, para
terminar por el segundo, el más argumentativo (v. g., Parker,
1999a; Hepburn, 2003; Gough, McFadden y McDonald, 2013;
Teo, 2015). La última forma de proceder, la menos ambiciosa y
la más común en obras colectivas, es la muestral o selectiva, la
que sólo incluye algunas corrientes o temáticas, las toma como
una selección o como una muestra más o menos representativa
y hace abstracción de todo lo demás (v. g., Fox y Prilleltensky,
1997; Romero y Álvaro, 2006; Ovejero y Ramos, 2011; Rodrí-
guez, 2016).
Los cuatro métodos que se han empleado tienen sin duda
ciertas deficiencias, pero son los más viables y los menos proble-
máticos. No es por casualidad que hayan sido los elegidos hasta
ahora. Si aquí no se procederá de la misma forma será simple-
mente porque no se desea repetir lo que ya se ha hecho de ma-
nera inmejorable y porque se tiene la convicción de que hay que
aventurarse por otros caminos. Es tan sólo por esto por lo que se
optará por una ruta histórico-narrativa que no tiene preceden-
tes, quizás con la excepción de un texto clásico de Thomas Teo
(2005), el cual, sin embargo, está más centrado en la crítica de la
psicología que en la psicología crítica propiamente dicha.
El camino que aquí se tomará, bastante arriesgado aunque
sin duda prometedor, explora los grandes momentos y las gran-
des tradiciones, orientaciones y posiciones de la psicología críti-
ca. Explorarlas exigirá examinarlas por separado pero también
compararlas y mostrar sus parentescos y relaciones recíprocas.
Un problema es que tales tradiciones, orientaciones y posicio-
nes se emparentan y relacionan de maneras demasiado com-
plejas. Otro problema es que sus discursos parecen a veces
incomparables y hasta inconmensurables entre sí. Un tercer
problema es que la existencia distinta de algunas de ellas re-
sulta discutible. El cuarto problema es que dejan mucho en su
exterior. Y hay otros problemas, desde luego, pero ninguno tan
grave como para comprometer el valor de lo que aquí se ofrece.
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¿Qué se ofrece exactamente en las siguientes páginas? Des-
pués de reflexionarse acerca de lo que es la psicología crítica, se
reconstruye una historia de sus antecedentes en los dos campos
de la especulación filosófica y de la discusión política. Se pre-
sentan seguidamente algunos de los principales aportes de Lev
Vygotsky y Georges Politzer, a quienes aquí se considera los
fundadores de la psicología crítica, y de sus continuadores, en-
tre los años veinte y los ochenta del siglo xx, en el movimiento
freudomarxista, en la herencia de la Escuela de Fráncfort y en
la corriente psicológica radical. Tras examinarse la huella del
althusserianismo en críticos de la psicología como michel Pê-
cheux, Didier Deleule, Carlos Sastre y Néstor Braunstein y sus
colaboradores, se abordan tres grandes paradigmas de la psico-
logía crítica y de la crítica de la psicología en el último cuarto
del siglo xx: el foucaultiano de Richard Rose y otros autores,
mayoritariamente británicos; el de la escuela de Holzkamp, en
el ámbito alemán, y el posmoderno social-crítico socioconstruc-
cionista, relativista y discursivo o colectivo, de Kenneth Gergen
y otros psicólogos sociales situados mayoritariamente en países
de habla inglesa y en Cataluña y México.
El recorrido histórico termina con una valoración de la crisis
del posmodernismo, crisis patente entre finales del siglo xx y
principios del siglo xxi, y con una consideración de las dos alter-
nativas realistas críticas juzgadas más importantes para el si-
glo xxi: por un lado, en una trinchera latinoamericana, la psico-
logía de la liberación y la psicología social comunitaria; por otro
lado, en el ámbito británico, la psicología crítica de Ian Parker.
En seguida, en un balance de la actualidad, se consideran las
grandes orientaciones teóricas actuales en las que desembocan
las tradiciones revisadas en el recorrido histórico. Por último,
para mostrar la vigencia de la politización de la psicología crí-
tica, se revisan brevemente algunas de sus principales posicio-
nes antisistémicas: las anticapitalistas, las antirracistas, las
anticoloniales, las antipatriarcales y las antinormativas.
El presente libro se ha elaborado a partir de notas persona-
les que el autor ha utilizado entre 2012 y 2018 para conferen-
cias y cursos en diversas instituciones universitarias en México
y en otros países, y especialmente para la impartición regular
de la clase de “Psicología social crítica” en la Facultad de Psico-
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aprende, sino que “es el hombre el que hace todo esto por medio
de su alma” (Aristóteles, -350: 47).
El cuestionamiento aristotélico de la psicología platónica es-
tuvo en el centro de las discusiones en torno a la concepción del
alma durante más de mil años, desde la Antigüedad hasta la
Edad Moderna, pasando por la Edad Media. Estas discusiones
tan sólo tomaron direcciones totalmente nuevas después del
Renacimiento, en los siglos xvii y xviii. Tenemos entonces el mo-
mento de auge de una crítica filosófica moderna de la psicología
en la que se rompía con los cánones de las polémicas medieva-
les y en la que sobresalieron grandes pensadores como Spinoza,
Locke, Leibniz y especialmente Kant. Revisemos brevemente
sus principales posiciones.
Spinoza y Locke desarrollaron sus respectivos análisis de
las condiciones del pensamiento psicológico al tomar sus dis-
tancias con respecto a la filosofía dualista e innatista propuesta
por Descartes. Primero, en una interesante reactualización y
reformulación de la divergencia entre las perspectivas platóni-
ca y aristotélica, el dualismo cartesiano por el que se distinguía
tajantemente la sustancia corporal “extensa” y la sustancia
anímica “pensante” (Descartes, 1641: 77-79) fue desafiado por
el monismo spinozista, en el que se aceptaba una sola sustancia
y en el que “la mente” era una “idea” o expresión del “cuerpo”
y “nada más”, volatilizándose así la sustancialidad propia del
objeto de la psicología (Spinoza, 1677: 83-84).1 En seguida, el
innatismo cartesiano, la creencia en las ideas innatas en el psi-
quismo, fue duramente impugnado en el empirismo de Locke,
para quien todas las ideas provenían de la experiencia y no
había nada que el alma “trajera al mundo con ella”, lo que hacía
que el psiquismo se vaciara de un contenido propio como el que
suele tener actualmente para muchos psicólogos (Locke, 1689:
23-37). Este empirismo fue a su vez rebatido por Leibniz, quien
empleó argumentos que resuenan hoy en día con el psicoaná-
lisis y que siguen siendo válidos para cuestionar la psicología
empírica dominante en la actualidad, como aquellos con los que
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David Pavón Cuéllar ha traducido al español todas las citas literales pro-
venientes de fuentes consultadas y referenciadas en otras lenguas.
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intenta demostrarse que la percepción presupone siempre una
estructura, que lo “imperceptible” constituye lo “perceptible” y
que el pensamiento puede pasar desapercibido al transcurrir
“sin que tengamos conciencia de él” (Leibniz, 1704: 121-129).
Tanto Leibniz como Locke y Spinoza ofrecieron objeciones
que aún deberían preocupar a los psicólogos pues les mues-
tran que el objeto de sus teorías y de sus prácticas podría ca-
recer de sustancia (Spinoza), estar vacío de sí mismo (Locke)
o ser completamente diferente de lo que se piensa (Leibniz).
Tales posibilidades arrojan serias dudas acerca del psiquismo
y de su pretendido estudio psicológico. Nuestra psicología se
encuentra en aprietos aun peores al contacto de la crítica mi-
nuciosa y sistemática de Kant, la cual, en el último cuarto del
siglo xviii, impugnó las dos formas de saber psicológico de su
época tal como habían sido identificadas por Christian Wolff,
la filosófica racional y la científica empírica, en las que descu-
brimos operaciones fundamentales que todavía subyacen a las
reflexiones e investigaciones de los psicólogos.
La psicología racional, según Kant, incurriría en “paralogis-
mos”, razonamientos “falsos en su forma”, por los que el “su-
jeto trascendental” del pensamiento, que no puede objetivarse
de ningún modo, caería en la ilusión de verse como un “alma”
o como un psiquismo, es decir como un “objeto” caracterizado
como objetivamente sustancial, simple, personal e ideal (Kant,
1781: 278-320). Esta ilusoria objetivación de lo inobjetivable
continúa dándole su objeto a la psicología y sigue permitiendo a
los psicólogos atribuirle al sujeto características objetivas como
la hiperactividad, la inteligencia, la asertividad, la extrover-
sión o la impulsividad.
El único fundamento de la ilusión de objetividad suele ha-
llarse actualmente en las investigaciones de la segunda psi-
cología criticada por Kant, la empírica, la cual, si no está en
condiciones de fundamentar nada es por lo mismo por lo que
no puede ser una “ciencia del alma” y ni siquiera una “teoría
psicológica experimental”: porque sus observaciones no pueden
separarse y “conservarse separadas”, porque “no es posible so-
meter a otro sujeto pensante a experimentos que convengan a
mis fines” y porque “la observación misma altera y desfigura ya
el objeto observado” (Kant, 1786: 12-13). Sobra decir que tales
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Kritische Psychologie.
La psicología en detrimento de la crítica
Posmodernismo tardío.
Lo corporal-afectivo sin lo mundano-estructural
Comunitarios y liberacionistas.
De lo contemplativo a lo comprometido
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Un detalle crucial que suele pasarse por alto entre los psicólo-
gos críticos anticapitalistas, con la notable excepción de quienes
adhieren a la psicología de la liberación, es que el sistema capi-
talista y sus medios psicológicos, aunque se hayan generalizado
y globalizado, no son en su origen y en su historia ni cultural ni
racialmente neutros. El capitalismo y su psicología, en efecto,
han sido originariamente blancos y euroamericanos, occidenta-
les y septentrionales, y su desarrollo y expansión resultan in-
disociables de una larga historia de racismo y colonialismo. De
ahí la pertinencia y la relevancia de los enfoques antirracistas
y anti-colonialistas en la psicología crítica.
Los psicólogos críticos antirracistas se asignarán faenas
como las de cuestionar la normalización de la blancura en la
sociedad y en la psicología, problematizar teorías psicológicas
en las que se mantiene la significación de la raza y considerar
posibilidades psicosociales para perturbar expresiones racistas
(Howarth y Hook, 2005). El antecedente de esta opción críti-
ca es la investigación psicológica del racismo, la cual, después
de más de medio siglo de avances en la psicología tradicional,
tuvo algunas de sus mejores expresiones en el campo discursivo
de la psicología social crítica (v. g., Wetherell y Potter, 1992).
Tanto la perspectiva discursiva como la socioconstruccionista
pasaron después a ocuparse críticamente de la psicología y se
mostraron efectivas al impugnar visiones positivistas que re-
producen el ocultamiento de la construcción social de la raza (v.
g., Ahmed, 2008).
Además de que no proporciona un respaldo real para un posi-
cionamiento como el antirracista, el posmodernismo discursivo
y socioconstruccionista no deja de resultar limitado en el alcan-
ce de su consideración de la realidad. Sus límites serán explíci-
tamente criticados y tentativamente superados en al menos dos
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Así como una psicología no es crítica tan sólo por ser decolonial
o poscolonial, así también requiere de algo más que una sensi-
bilidad femenina o feminista para que su carácter crítico esté
fuera de cualquier discusión. De ahí que podamos discutir que
obras ya clásicas de psicología de la mujer como las de Jean
Baker Miller (1976) y Carol Gilligan (1982) sean descritas como
trabajos de psicología crítica. Esta descripción es discutible
porque no hay en ellas un cuestionamiento ni de la psicología
como tal ni tan siquiera de sus presupuestos epistemológicos
empiristas y positivistas.
Las mencionadas aproximaciones convencionalmente psico-
lógicas a la feminidad y al feminismo deberían ser más bien
objeto de cuestionamiento por parte de la psicología crítica. Es
lo que han sido para Erica Burman (1998) quien las cuestiona
porque se alían con la ciencia psicológica y con sus tendencias
instrumentalistas, controladoras, manipuladoras, ahistóricas,
esencialistas y aislantes de la cuestión femenina. Tales tenden-
cias justifican sobradamente que Burman, lo mismo que Sue
Wilkinson (1991) y que Celia Kitzinger y Rachel Perkins (1993),
observe una profunda incompatibilidad entre el feminismo y
una psicología que se ha desarrollado en estrecha complicidad
con el sistema patriarcal. Es precisamente en el espacio de esta
incompatibilidad en donde habrá de situarse la acción antipa-
triarcal de la psicología crítica feminista (Wilkinson, 1997).
Las psicólogas críticas feministas nos descubren diversos vi-
cios, errores y sesgos de la psicología en los que alcanzamos a
barruntar la huella del patriarcado. Wilkinson (1991) denuncia
que el saber científico psicológico excluye a las mujeres, distor-
siona su experiencia, juzga esta experiencia de acuerdo a nor-
mas y pautas masculinas, comprende a la mujer sólo como ca-
tegoría unitaria y en comparación con el hombre y confunde lo
masculino con lo neutral y objetivo. Kitzinger y Perkins (1993)
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