Licona Etnografia Otros Cercanos
Licona Etnografia Otros Cercanos
Licona Etnografia Otros Cercanos
Resumen
El objetivo de este texto es analizar las diversas formas de implicación que el et-
nógrafo establece en la investigación antropológica en y de las metrópolis con-
temporáneas como ruptura del canon etnográfico en la antropología, el cual ha
sufrido modificaciones a la luz de novedosos postulados epistemológicos y ex-
pansión de los etnógrafos que estudian ciudades en donde ellos habitan
Abstract
The goal of this text is to analyze the various forms of involvement that the eth-
nographer sets in the anthropological research in and of the contemporary me-
tropolis as the rupture of the canon in the ethnographic anthropology, which
has undergone changes in the light of novel epistemological postulates and ex-
pansion of the ethnographers who study cities where they live.
Presentación
El objetivo de este texto es analizar las diversas formas de implicación que el et-
nógrafo establece en la investigación antropológica en y de las metrópolis con-
temporáneas como ruptura del canon etnográfico en la antropología, el cual ha
sufrido modificaciones a la luz de novedosos postulados epistemológicos y ex-
pansión de los etnógrafos que estudian ciudades en donde ellos habitan. Para
la mejor comprensión del texto se ha dividido en tres partes. La primera trata
de explicar el canon antropológico y cómo éste llegó a los primeros etnógra-
fos urbanos; la segunda introduce la importancia de la teoría de la implicación
para comprender las nacientes figuras etnográficas que se observan en la in-
vestigación antropológica en la ciudad y finalmente se presentan algunas con-
sideraciones finales.
1
Profesor-Investigador de la Maestría en Antropología Social (BUAP).
2
“Entonces el Capitán empezó a hablar con el rey por medio de un intérprete para atraerlo a la fe de Jesucristo y le dijo
que si quería ser un buen cristiano, como le había dicho el día anterior, habría que quemar todos los ídolos de su país,
y en su lugar poner una cruz, y que cada uno le rindiese culto todos los días, de rodillas y las manos unidas hacia
el cielo…El Capitán tomó de la mano del rey y se pasearon por la tarima y cuando llegó el momento de bautizarlo,
le dijo que quería llamarle don Carlos como se llamaba el Emperador, su señor. Y al príncipe le puso el nombre de
Cristóbal y a los demás les dejó escoger su nombre. Así, antes de la misa fueron bautizados cincuenta hombres…
Aquel día bautizamos a ochocientas personas, tanto hombres como mujeres y niños…Y durante ocho días, fueron
bautizados todos los que vivían en esa isla y en otras y quemamos un pueblo que no quería obedecer ni al rey ni a
nosotros…allí pusimos la cruz porque esos pueblos eran paganos”. Pigafetta. Relato del primer viaje alrededor del
mundo realizado por Magallanes (Taillemite, 1990, p. 176).
3
Robert H. Lowie dice de Boas: “él fue quien elevó el trabajo de campo a un nivel enteramente nuevo, al insistir en
que la técnica del etnográfo debe estar a la altura de la del investigador de las civilizaciones china, griega o islámica.
Esto implica cierto conocimiento del idioma aborigen, para el cual ni el uso del pidgin English ni la traducción de
un intérprete es substituto adecuado: “…debemos insistir en que es indispensable dominar el idioma respectivo para
llegar a un conocimiento exacto y profundo de la cultura, ya que una gran parte de la información pertinente sólo
se puede obtener escuchando las conversaciones de los nativos y tomando parte de su vida diaria, por lo que todos
esos datos quedarán enteramente fuera del alcance de aquel investigador que no domine el idioma” (Lowie, 1985).
ESTUDIO 67
viviendo en el poblado sin otra ocupación que no sea observar la vida indígena, se
presencia una y otra vez el desenvolvimiento cotidiano, las ceremonias y las tran-
sacciones, se tienen ejemplos de las creencias tal y como son vividas en realidad y
el cúmulo de vivencias de la auténtica vida indígena rellena pronto el esqueleto de
las reconstrucciones abstractas (Malinowski, 2000, p. 35).
Sin embargo, hay que decir que la construcción del etnógrafo como obser-
vador participante en su vertiente clásica se sustentó en la idea de la experien-
cia cultural encerrada territorialmente, propio de la investigación social de gran
parte del siglo XX. De hecho, mucha de la teoría sociológica de la modernidad
temprana discurre sobre la acción social localizada en un espacio como sinónimo
de lugar, como la sede física de ésta (Olvera, 2009). Dice Margarita Olvera que
cuando Max Weber describe al Estado lo hace subrayando el ejercicio del poder
monopólico legítimo de la fuerza física que sustenta, en un territorio determina-
do (2009). Al respecto Francisco Cruces afirma que toda esta etnografía supuso
la organización local de la cultura y utiliza la metáfora de isla cultural para expli-
car esta práctica etnográfica, al respecto dice: “la isla designa un espacio cultu-
ralmente homogéneo y holísticamente abarcable por el observador: un territorio
bien demarcado, apropiado por un grupo humano netamente definido, integra-
do simbólicamente y discontinuo con respecto a cualquier otra isla adyacente”
(Cruces, 1997, pp. 46-47). Así se prefiguró y hegemonizó la figura de etnógrafo in-
sular realista durante muchos años, así fuimos formados muchos antropólogos.
La Antropología, las ciencias, se orientaron hasta ahora, sobre todo, para la inves-
tigación del hombre primitivo. No obstante, el hombre civilizado es también un
interesante objeto de estudio, cuya vida es tanto para la observación como para la
investigación es de fácil acceso. Vida y cultura de la ciudad son más diversas, refi-
nadas, complejas, pero los motivos fundamentales son en ambos casos los mismos.
Los métodos de la observación que etnólogos como Boas y Lowie han desarrolla-
do en la investigación de la vida y las costumbres de los indios norteamericanos, se
podrían utilizar para investigar las necesidades, las creencias, las prácticas sociales
y en general las formas de vida en “la pequeña Italia” (Little Italy) o en el Lower
North Side, o bien para caracterizar las refinadas formas de vida de los habitantes
de Greenwich Village o del vecindario en torno a la Washignton Square en New
York (Imilan, 2007, p. 39).
4
Hannerz señala que el mundo ha cambiado, las escenas cotidianas han cambiado, que nos encontramos en una
época de conexiones transnacionales en donde las personas cruzan fronteras, se intercambian significados que afectan
a la cultura, por lo que sugiere enfocar el mundo desde el punto de vista de las interacciones y los sistemas de redes
(Hannerz, 1998).
Una vez, el Etnógrafo Solitario se marchó al ocaso en busca de “su nativo”. Después
de pasar una serie de pruebas encontró al objeto de su búsqueda en una tierra le-
jana. Ahí, sufrió su rito de paso, resistiendo el sumo juicio de “la investigación de
campo”. Después de recopilar “los datos”, el Etnógrafo Solitario regresó a casa y
escribió una historia “verdadera” de “la cultura” . . . el Etnógrafo Solitario descri-
bió a los colonizados como miembros de una cultura armoniosa, homogénea inter-
namente e inalterable . . . (Rosaldo, 1989, p. 39).
5
El interpretativismo es un paradigma que difiere del paradigma positivista, principalmente al decir que la realidad
social no debe ser explicada, sino comprendida, y para ello tiene un rol central el investigador en la comprensión de
los significados que le otorgan los actores sociales a sus prácticas y fenómenos sociales (Batthyány y Cabrera, 2011).
ESTUDIO 71
6
En una ocasión escribí: “ El mito del trabajo de campo me persiguió todo el tiempo, siempre soñé con estancias
largar en comunidades, pero debo confesar, no con los indígenas, sino, en ese entonces, gitanos, chicanos, migrantes,
pescadores, obreros, basureros, alcohólicos, merolicos, prostitutas. El libro La Cultura de la Pobreza (Oscar Lewis) me
orilló a “estar allí”, a experimentar lo mismo en una vecindad. Así decidí emprender una aventura, logré instalarme en
una vivienda de vecindad y despojarme de aquel mito. Observé la vida de barrio y de vecindad durante 10 meses, la
calle y sus marihuanos, los borrachos, las broncas, las redadas. Me sentí iniciado en la investigación urbana en 1985.
Fácilmente fui aceptado porque mi condición social no es muy distante a los de los habitantes del barrio, lo único que
me separaba era mi educación universitaria, que para una comunidad que está acostumbrada a que algunos de sus
miembros ingresen a la universidad, no es raro. Otro elemento que me permitió ser aceptado fue que mi casa paterna
no estaba lejos de la vecindad, conocían mi origen y el lugar de donde provenía. Así, iba y venía indistintamente,
de hecho nunca me desligué del ambiente universitario y familiar, era como vivir en la vecindad momentos cortos
y otros largos, en los acontecimientos significativos nunca faltaba. No sé si desde los cánones malinowskianos se
traté verdaderamente de una estancia de campo, lo que si es cierto es que “estuve allí” y fue determinante para mi
formación como antropólogo urbano, fue cuando dudé por primera vez, de Oscar Lewis. Allí observé atentamente
la fiesta de la Virgen de Guadalupe, los xv años, los cumpleaños y las festividades en las viviendas, así como las
comidas y bailes en el patio de vecindad. Todo fue moldeando mi interés por la vida urbana y mi mirada se fue
agudizando. Pero también me di cuenta que el “estar allí” no era todo, el trasladarse a una comunidad no te hace
antropólogo, sólo te da prestigio” (Licona, 2003, p. 19).
7
Santiago Morcillo, “¿Ir de putas? Reflexiones en torno a las dimensiones sexuadas de la investigación. En Kula, No.
3, octubre 2010, pp. 7-13.
ESTUDIO 73
En este mismo tenor, pero desde la Antropología del Cuerpo Ana Sabrina
Mora propone al cuerpo no solo como objeto de investigación sino como herra-
mienta y sujeto de conocimiento, proporcionarle al cuerpo del investigador(a)
un papel actuante, como una estructura estructurante (Mora, 2009). Desde su
propia experiencia corporal, reflexiona sobre el puerperio y plantea el concepto
de embodiment, como la condición existencial en la que se asienta la cultura y el
sujeto, como punto de partida metodológico, más que como objeto de estudio
(Mora, 2009). Entonces la autora propone explorar el conocimiento corporeiza-
do y las descripciones fenomenológicas para el análisis socio antropológico so-
bre el cuerpo. Dice: “mi parto, mi puerperio como vía de acceso al conocimiento
de todas aquellas prácticas que a partir del cuerpo repercuten en la subjetivi-
dad…tomo como base empírica el caso de mi propia experiencia del puerperio
y considero que esta produce conocimiento” (Mora, 2009, p. 12).
Con estas figuras etnográficas se específica con claridad lo variado y mul-
tidisciplinario del papel que juega el etnógrafo entre los diversos escenarios y
sujetos que investiga en las metrópolis, la forma de implicarse y su reflexividad
8
Hacerse inteligible, supone construir un sitio propio en el lugar que investigas porque ésta no tiene un lugar para el
antropólogo. “El gran reto que tiene ante sí el antropólogo al iniciar su trabajo de campo no es otro que el de hacerse
un sitio inteligible para la comunidad en la que se desenvuelve” (Mairal, 2000, p. 180).
Reflexiones finales
Evidentemente la sociedad, la ciudad ya no existe como la presentó la teoría so-
ciológica en la modernidad temprana porque las sociedades de la modernidad
tardía son producto de una mixtura entre tradiciones culturales y conexiones
culturales, tal como lo señalamos líneas arriba. Quizá los conceptos, ente otros,
que hoy mejor comprenden las recientes modulaciones del espacio, el tiempo
y los procesos socioculturales sean los de Desanclaje (Giddens), Desterritoriali-
zación/Reterritorialización (Ortiz), glocal (Roberson) y sociedad líquida (Bauman).
Entonces, si las sociedades contemporáneas y sus metrópolis han cambiado, las
preguntas que hacemos junto con otros antropólogos son: ¿Sirven los procedi-
mientos teórico metodológicos, que la antropología diseñó y legitimó en la mo-
dernidad temprana, para estudiar sociedades de la modernidad tardía? ¿Sirven
los procedimientos de la antropología que fueron diseñados para el estudio de
comunidades cerradas, “primitivas”, autocontenidas, para estudiar las postme-
trópolis que presentan múltiples escalas de hibridación en todas las dimensio-
nes de la vida social? ¿Cómo esclarecer los nuevos mundos urbanos desde la
etnografía? ¿Cómo narrar la ciudad contemporánea?, se pregunta Néstor Gar-
cía Canclini. Para Marc Auge (1996) los métodos utilizados para estudiar a los
“arcaicos” no son diferentes para el estudio de las sociedades modernas; sirven
porque la etnografía urbana es ante todo antropología. Sin embargo, hoy la
práctica etnográfica urbana no es una versión fiel de la etnografía clásica (Imi-
lan, 2007) porque la distancia con el “otro” lejano se ha ido reduciendo y en las
ciudades el “otro” es cercano o semejante (Auge, 1996). Entonces como afirma
Miguel Ángel Aguilar “el problema no es tanto de inadecuación entre método
y objeto, sino de cómo reformular de manera creativa el canon etnográfico para
así poder ubicar entornos, prácticas y sujetos en contextos atravesados por múl-
tiples mediaciones” (Aguilar; 2006, p. 1). Novedades etnográficas que exploren
nuevas estrategias epistemológicas y narrativas.
Sin pretender dar respuesta a todas las interrogantes planteadas líneas arri-
ba, subrayo que pensar la figura de observación participante a partir de la teoría
de la implicación y desde la hermenéutica experimenta un giro y distanciamien-
to del canon antropológico, porque para la hermenéutica el acto de conocer no
es distinto del objeto conocido, no hay separación entre sujeto y objeto y por-
que la relación epistemológica convencional se transforma en sujeto-sujeto. El
investigador y la realidad investigada pertenecen al mismo universo históri-
co-cultural; entonces, la construcción de la etnografía, en primer lugar, se sus-
tenta en que lo otro no es ajeno a mí porque el etnógrafo y el “informante” son
contemporáneos; y segundo, porque el conocimiento etnográfico inicia su pro-
ceso de construcción en la experiencia e implicación del etnógrafo en el cam-
po de estudio, posibilitando múltiples figuras de etnógrafos que estudian las
metrópolis. Así se ensancha la discusión epistemológica sobre el estudio de los
“otros próximos”.
ESTUDIO 75
R E F E R E N C I A S