Apuntes Ayudantía 05-06

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Apuntes Ayudantía 05 de junio

(Hegel y Kant)
Razón pre-moderna, o razón sustancial: Somos racionales en la medida de que captemos el
orden en que la naturaleza opera. Así, la razón o el intelecto debe ver la esencia de lo-que -es. Por lo
tanto, se es racional en la medida en que me adecúe (ad-equatio; ecuación; igualdad).

El ver de manera racional conlleva actuar de manera racional, lo que permite el gobierno de cada
uno de los sujetos.

Razón moderna, o razón subjetiva: Parte reconociendo a un yo puro y autoconsciente.

El pensamiento toma conciencia de la mediación de la subjetividad con el mundo: el orden que se


pensaba constitutivo pasa a proyectarse y condicionarse por un sujeto.

La subjetividad es entendida, ahora, como un principio activo de ordenamiento, el cual es


capaz de desarrollar una actividad conceptual libre (no confundir con desarrollo de una
perspectiva personal, esto atenta contra el universalismo). Aquellos conceptos son vistos como
reglas vinculantes cuando la subjetividad las reconoce como libres, es decir que reconozcan su
carácter autónomo (de sí para sí).

El orden natural debíamos capturar bajo la razón sustancial ya no es tal. Ahora, este se nos
aparece cuando se ejerce la autonomía como libre subjetividad conceptualizadora
(síntesis kantiana, entendimiento legislado frene a la razón).

La subjetividad, como podemos ver, es el fundamento, ella sólo se conoce a sí misma, y debe
dar cuenta de la naturaleza y de la libertad.

No se relaciona con el mundo como cosa-en-sí, sino que como objeto, aquello que se nos pone en
frente, que se nos da: como fenómeno, no como nóumeno. Por lo tanto, la realidad (objeto)
debe corresponder con el intelecto (razón). Este ajuste es la Verdad, lo que la razón
representa del objeto, la satisfacción de las condiciones últimas que exige el intelecto.

El sujeto es racional en tanto puede operar libremente bajo normas y hacerse cargo de estas:
condicionalidad recíproca entre libertad y normatividad.

I. Kant – La Paz Perpetua


Kant define la filosofía -en CRP- como “la ciencia de la relación de todos los
conocimientos con los fines esenciales de la razón humana”, también como “el amor que
experimenta el ser racional por los fines supremos de la razón humana”. Estos fines
supremos de la razón son los constituyentes del sistema de la cultura.
Así, la razón es disponer de medios indirectos, oblicuos. La cultura es astucia, rodeo. Y la
cultura tiene fines, fines que son propios de la razón. “Sólo de los fines culturales de
la razón se puede decir que sean absolutamente últimos” (Deleuze, Filosofía Crítica de
Kant, p. 12). La razón no sólo sirve para realizar los fines de la naturaleza, tal como lo
hacen los animales, el mundo de la necesidad. Lo libre es contrario a lo necesario, el
sujeto se determina por la idea de libertad, autonomía.
Los fines supremos (Ser, Bien, Valor, Verdad, Libertad) no son solamente fines de la
razón, sino que, al postularlos, la razón no hace otra cosa que postularse a sí
misma. En los fines de la razón, ésta se toma a sí misma como fin, por lo tanto, hay
intereses de la razón, pero la razón es el único juez de sus propios intereses. Estos fines
(nóumenos) no son del interés del juicio ni de la experiencia.
“La razón como juez de la razón”, principio esencial del método trascendental. Este se
propone determinar la verdadera naturaleza de los intereses o de los fines de la razón y los
medios para realizar esos intereses.
“Toda representación está en relación con algo distinto de ella”: objeto y sujeto.
Tres tipos de relación, o facultades del espíritu:
1. Facultad de conocer: la representación puede referirse al objeto desde la
concordancia o conformidad. Cuando la facultad de conocer encuentra en sí misma su ley
(autonomía, su forma superior, cuando se encuentra a sí misma), legisla sobre los objetos
del conocimiento, el mundo sensible, los fenómenos.
2. Facultad de desear: la representación se relaciona con el objeto desde la causalidad.
Esta supone una representación que determine la voluntad. Alcanza su forma superior
cuando la representación deje de ser una representación del objeto (del mundo sensible).
Es necesario que sea la representación de una forma pura.
En la ley moral, la razón determina por sí misma la voluntad, por lo tanto, hay un interés
de la razón que corresponde a la facultad superior de desear (su forma autónoma):
el interés práctico. Estos intereses prácticos constituyen un sistema jerarquizado de los
fines del ser racional. Aquí, la razón experimenta un interés legítimo y natural por las
cosas-en-sí. “La sombra del más elevado se proyecta sobre el otro”. ¿Cuál es ese interés
más elevado? La libertad.
La razón no está determinada por representaciones de objetos sensibles (fenómenos),
sino por la representación de una forma pura, la facultad de desear era capaz de una
forma superior: la de una legislación universal. “La ley moral nos ordena
pensar la máxima de nuestra voluntad como principio de una legislación
universal”. “Una acción cuya máxima pueda pensarse sin contradicción como ley
universal, es por lo menos una acción que se conforma a la moral. En este sentido, lo
universal es un absoluto lógico.”
“La forma de una legislación universal es inherente a la razón.” La razón es la facultad que
legisla a la facultad de desear, y la facultad de desear, al encontrar su determinación
en sí misma (no en un objeto) se le llama voluntad autónoma.
¿Cuál es la naturaleza de una voluntad suficientemente determinada por la simple forma
de la ley de sí misma? Una naturaleza libre, la voluntad libre.
¿Cuál es la ley capaz de determinar una voluntad libre en tanto tal? Una ley moral, en
tanto que forma pura de una legislación universal.
Únicamente a través de la ley moral nos sabemos libres. En la autonomía de la voluntad
encontramos una síntesis a priori que otorga al concepto de libertad una realidad objetiva.
3. Facultad de sentir placer o dolor: representación se relaciona con el objeto en la
medida en que se produce un efecto, intensificando su fuerza vital u obstaculizándola; el
sentimiento de placer y dolor.
Paz Perpetua: 1er artículo – tres principios de la constitución republicana (libertad,
legislación común/dependencia, igualdad). 2do artículo – diferencia entre E° de pueblos
y federación de pueblos; p. 24 – razón, deber, federación, libertad del Estado para sí
mismo.
G. W. F. Hegel– Fenomenología del Espíritu: Autoconciencia e Independencia
y sujeción de la autoconciencia: señorío y servidumbre.
Espíritu subjetivo, objetivo, absoluto
Espíritu objetivo se puede definir como el pensamiento y voluntad del hombre que construye por
sí mismo la realidad que lo circunda. “La voluntad, para no permanecer abstracta, debe darse un
objeto sobre la cual ejerza su poder”: Las cosas, los objetos externos.

Las voluntades tienden a confrontarse con otras voluntades y la lucha por hacerse reconocer. El
Derecho obliga a estas voluntades en conflicto a atenerse a una ley común de respeto. El problema
es que la autoconciencia se siente más libre en la medida en que el principio de sus actos se
encuentre en sí mismo, y no en una autoridad externa que le dictamine cómo tiene que actuar. La
ley moral, así, proviene desde la buena voluntad autónoma.

El Bien como guía interna de la acción individual de las voluntades se enfrenta al Derecho como
deber externo, sintetizándose en la eticidad o vida ética. Bajo este término, Hegel designa la
totalidad de las instituciones en las que la conciencia individual construye un mundo objetivo, según
sus principios de bien y validez universal. Estas instituciones son: la familia, la sociedad, el Estado.

En la familia, hombre y mujer se obligan libremente en una vida común. Su síntesis son los hijos, los
cuales se separan para crear nuevas familias. Así se forman las comunidades. El que trabaja para la
familia también debe hacerlo para su comunidad, debido a las diversas problemáticas que surgen en
ella. He aquí la universalización del trabajo, no sólo se encarga de su familia, sino que también de su
comunidad. “Así, el espíritu que es astuto, se vale de los instintos y pasiones de los individuos para
alcanzar sus fines universales del conservación (familia) y bien común (sociedad).

El problema es que la sociedad civil siempre está en peligro de disgregarse, debido a los conflictos
de intereses que se presentan entre individuos, por lo tanto, la síntesis que surge del conflicto
dentro de la sociedad es el Estado; expresión concreta de una libertad universal, dueña del mundo
externo. Es gracias al Estado que el mundo externo ha regresado a ser espíritu. Es en el Estado en
que el espíritu alcanza su máxima forma, como forma universal. Este Estado, para Hegel, es la
monarquía constitucional (Giannini), la cual representa un individuo espiritual superior que
armoniza los intereses de los individuos. El Estado es un universal concreto. “Nada reina sobre el
Estado, salvo el Espíritu universal, sujeto de la Historia.”

Espíritu Absoluto es la mayor altura que puede alcanzar el espíritu, la mayor profundidad en el
conocimiento de sí: su completo regreso a la esencia, a través de la superación de todos los
conflictos, de todas las contradicciones. El idealismo alemán cumple con el regreso del Espíritu
sobre sí mismo.

Método dialéctico:
El fin de la filosofía hegeliana es construir un sistema integral que comprenda y explique la totalidad
del universo. Basado en las primeras afirmaciones de la dialéctica en Heráclito: (1) todo está en
continuo proceso de cambio y (2) este cambio consiste en la armonía de los contrarios. Así, la
dialéctica se nos presenta como el despliegue mismo del Espíritu, su devenir hacia la total identidad
consigo mismo.

Como método, es el único capaz de “descubrir lo absoluto en los conflictos de lo relativo”, sin
mantener de manera artificiosa, por un lado a lo Absoluto, Dios, como inaccesibles, y por otro a la
Naturaleza, a la Historia, como procesos sin salida a una Verdad.
“La verdad de un proceso sólo puede tenerse al fin del camino” (aspecto teleológico de Hegel), este
es el proceso de la verdad. Es la realidad o el conocimiento negando ser la totalidad. El espíritu
tiende a sobrepasar ese momento de finitud, no se reconoce nunca como acabado, como completo.

Aquí el momento dialéctico: la antítesis -la negación de la finitud-, en contraposición a la tesis -la
realidad-. La tensión entre ambas, su no-reconocer su completitud en dicha lucha deviene en una
síntesis que los envuelve para empezar un conflicto nuevo, pero más rico y complejo. Así en
dirección hacia la totalidad del despliegue del Ser.

Autoconciencia
Es la reflexión, que desde el ser del mundo sensible percibido, es esencialmente el retorno desde el
ser otro. Ese ser otro es el mundo humano. La autoconciencia es, primero, en sí, y luego, para sí:

La conciencia es el “en sí”, el “yo” contenido de la relación y la relación misma; es el mismo contra
otro, a su vez que sobrepasando a este otro, el cual también para él es sólo él mismo. La actividad
del yo, es concebir: unir lo universal a lo particular. Hacer que lo particular sea transformado hasta
que se adecue o sea forme al concepto, al pensamiento. El concepto es, por lo tanto, lo universal y lo
particular. Lo particular es sólo la manifestación sensible del concepto; lo universal sólo tiene
existencia sensible (verdadera), en cuanto existe como manifestación del concepto.

La racionalidad está en la unidad entre el concepto y la realidad sensible.

Ser para sí, significa que la conciencia no acaba hasta que se reconoce a sí misma, por lo tanto, la
autoconciencia consiste en ser indeterminada, infinita. Sin el ser otro (mundo humano), no hay
autoconciencia.

Mundo humano
Para Hegel, la realidad sensible no está adecuada a la existencia humana, por lo tanto, esta debe ser
transformada para adecuársela a él. Sólo transformándola se vuelve un ser humano como tal. Así es
como el mundo natural deja de serlo y se vuelve mundo humano: un mundo transformada por la
actividad humana. Esta actividad siempre es la de individuos singulares que persiguen fines
particulares, los cuales producen instituciones y leyes universales, las costumbres, la religión, el
arte, las instituciones políticas, etc., a través de las cuales el Espíritu Absoluto se despliega.

Relación señor-siervo
Conciencia y autoconciencia son momentos esenciales del despliegue del Espíritu/Ser, al
comienzo son desiguales y opuestos, y su reflexión en la unidad no se ha logrado aún. Por
lo tanto, aparecen como dos figuras contrapuestas.
Una es la conciencia independiente, su esencia es ser para sí: el Señor. Esta
conciencia es mediación consigo a través de otra conciencia, es un ser para sí sólo por
medio de otro. Se relaciona con el siervo de forma mediata, como objeto de la apetencia,
como una cosa como tal; pero también se relaciona con la conciencia para la que la
coseidad es lo esencial.
La otra es conciencia dependiente, su esencia es el ser para otro: el Siervo. Se
muestra como dependiente ya que haya su independencia en la coseidad, en ser
sujeto de la apetencia. Como autoconciencia en general, se relaciona de un modo
negativo con la cosa, la naturaleza, y la supera. La naturaleza es algo independiente
de él, no puede destruirla, por lo tanto, pero sí puede limitarse a transformarla.
Señor  Siervo  Cosa/Naturaleza.
Esto provoca que el Señor se una a la dependencia de la cosa y sólo la goza, no la trabaja
como el Siervo. Así es como su ser es reconocido por medio de la conciencia del Siervo.
El Siervo aparece como la dependencia con respecto a una determinada existencia (la del
Señor), pero no puede señorear ni a la naturaleza, pues se limita a transformarla, ni al
Señor, ya que es sólo un medio para gozar la cosa. Así es como se da el momento del
reconocimiento de la autoconciencia.
El Señor celebra la primera afirmación de sí mismo: goza de su triunfo sobre el otro
(Siervo) y saca ventaja de su trabajo. Es autónomo y dependiente. Pero esta relación se va
invirtiendo, ya que el Siervo, al transformar el mundo, también se va transformando a sí
mismo, y comienza a tomar conciencia de su propio valor, frente a la degradación del
Señor. El Señor se muestra que vive del trabajo ajeno, por lo cual se vuelve dependiente del
siervo.

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