Calaveras y Corridos
Calaveras y Corridos
Calaveras y Corridos
DEBERÍA SER.
Al comenzar el último tercio del siglo XIX, no era raro escuchar por las
calles el pregón con falsete de los periodiqueros que anunciaban y ofrecían
a los cuatro vientos: ¡Las calaveritas, lleve sus calaveritas! Esos gritos
anunciaban a los transeúntes la venta de impresos en los cuales se
mostraban versos en los que los protagonistas de la vida pública eran a
todas luces criticados, ridiculizados o alabados en algunos casos.
La tradición de estos versos no tiene, de manera concreta, un punto
de arranque en la historia. A decir de Luis Rubluo 2, la referencia más
antigua la podemos ver en una crónica que el periodista Guillermo Prieto,
liberal y literato de los más reconocidos por demás, escribe en las páginas
de El siglo XIX el 28 de octubre de 1878 y que lleva por título “Muertos y
panteones”.
En esta crónica, Prieto hace mención de las costumbres observadas
durante las festividades del Día de Muertos, dichas actividades incluían la
realización de “serenatas” o “responsos” que tenían un carácter fúnebre.
Esto es, una composición en el que la muerte era uno de los personajes
principales. Dice Prieto:
Era muy frecuente que amantes desdeñados o matrimonios mal avenidos,
cohechasen a monigotes y cantantes para que proclamaran en su responso
el nombre del petimetre veleidoso o de la querida infiel y entonces, si el
1
Moneda de ínfimo valor.
2
“El origen de las calaveras literarias”, Revista de revistas, número 4482,
noviembre de 1999.
aludido o alguno de sus deudos era de brío y alentaba coraje, sacudía
trancazos que era una gloria a los búhos, y aquellos gritos, y aquella
zambra, y aquellas lágrimas calientes y genuinas, eran como quien dice el
complemento y la gloria del día.3
Es a partir de estas “serenatas fúnebres” que las intenciones y los objetos
evolucionan hasta llegar a lo que hoy conocemos como calaveras. De tal
manera, se comenzaron a elaborar textos literarios en los que se
ridiculizaba y se hacía una crítica a los personajes de la vida pública, con
una predilección especial, por supuesto, por los políticos.
De estas primeras “calaveras”, Prieto rescata dos ejemplos, una
cuarteta y una quintilla. En la primera se presenta un diálogo:
—Comadre pelona,
me alegro de verte.
—No andemos con chanzas,
que yo soy la muerte.
Y una quintilla en la que se muestra la inutilidad de resistirse a la misión
y el empeño de la muerte:
Andando de vagamundo
me encontré una calavera,
y le dije en lo profundo:
A mí lo mismo me pega
más que sea del otro mundo.
Sin embargo, el auge de las calaveras se va a dar entre la última década
del siglo XIX y la primera del XX con el trabajo realizado, sobre todo, por el
impresor y literato don Antonio Vanegas Arroyo y por el grabador José
Guadalupe Posada. Posada y su Catrina ilustraron de inmejorable manera
las calaveras de Vanegas Arroy, tal como la siguiente, escrita en honor del
presidente de la república Don Porfirio Díaz y saludando su salida del
poder.
Al señor General Porfirio Díaz.
Se acabó su omnipotencia
3
Prieto citado por Rubluo, op. cit.
y por ser un gran majadero,
la Parca sin más clemencia
se lo llevó al cementerio
dejando a Pancho Madero
que ahora es el mero mero,
y le dice al señor Díaz:
por andar de peleonero
ahora tienes las patas frías.
A partir de este momento, la producción de estas manifestaciones de lo
popular en la literatura encuentran un desarrollo que llega hasta nuestros
días. Y es en estos días que la función y la forma de las calaveras ha sido
desvirtuada. Por doquier vemos, en la mayoría de las publicaciones que
forman nuestro mundito editorial, periódico sobre todo, calaveras de todos
colores y sabores. En la mayoría de los casos, los personajes o temas a los
que se hace alusión aparecen solamente para reforzar o confirmar la
naturaleza o la función económico—publicitaria que tales publicaciones
presentan. Esta interminable relación de composiciones, muchas veces
lamentables, nos urge a establecer ciertos parámetros a fin de que la
elaboración de estas calaveras sigan ciertas pautas.
Es por eso, entre otras razones, que aquí presentamos el siguiente
decálogo a seguir para la elaboración de estos poemas populares.