Discusiones XIII Ignorancia Deliberada y PDF
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Ignorancia deliberada
y Derecho Penal
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índice
S e c c i ó n I: D i s c u s i ó n
Presentación
1
Vid. Robinson, P. “Principios distributivos del derecho penal”, Barcelona:
6 Marcial Pons, pp. 54 - 55.
Mejor No saber: Sobre la doctrina de la ignorancia deliberada...
8
Sección I
Discusión
Mejor no saber
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 11 a 38
Mejor no saber
Sobre la doctrina de la ignorancia
deliberada en Derecho penal
1
Robbins, JCLC, 81 (1990), p. 196; Marcus, YLJ, 102 (1993), pp. 2233-2234;
y Edwards, MLR, 17 (1954), p. 298 ss. Una perspectiva sobre los orígenes y
el desarrollo de esta doctrina en Ragués i Vallès, La ignorancia, capítulo 2.
2
Cita tomada de Robbins, JCLC, 81 (1990), p. 196, que aporta las referencias
originales. 13
Ramon Ragués i Vallès
3
174 U.S. 728 (1899), p. 735. Sobre este caso Robbins, JCLC, 81 (1990),
Discusiones xiii
La condena del jurado fue recurrida por Jewell, cuya defensa cues-
tionó la legalidad de esta instrucción. Sin embargo, en su posterior re-
solución el Tribunal de Apelaciones confirmaría la condena partiendo
de la equiparación que contiene la sección 2.02.7 del Model Penal Code
entre conocimiento cierto de un determinado hecho y conciencia de
la alta probabilidad de su concurrencia. Según la Sala, quien es cons-
ciente de la alta probabilidad de la existencia de un hecho y no hace lo
necesario para confirmar su sospecha merece el mismo tratamiento que
quien tiene plena certeza sobre tal extremo. Para justificar su decisión el
Tribunal invocó, entre otras, la idea de que “la ignorancia deliberada y
el conocimiento positivo presentan un mismo grado de culpabilidad”6.
Con todo, y precisamente a raíz de la publicación del Model Penal
Code –un texto no legislativo pero que ha servido de pauta para la
reforma de muchos códigos penales estadounidenses– en la discusión
académica de las últimas décadas se viene cuestionando de manera
creciente la actual vigencia de la willful blindness, que no fue incluida
expresamente entre las formas de imputación subjetiva que aparecen
Discusiones xiii
6
Robbins, JCLC, 81 (1990), p. 205 y Husak/Callender, WLR, 29 (1994), p.
35. 15
Ramon Ragués i Vallès
7
Sobre el sistema de imputación subjetiva previsto en el Código Penal
Discusiones xiii
10
En tal sentido los argumentos ya expuestos en Ragués i Vallès, La ignoran-
cia, p. 101 ss.
11
Al respecto Frisch, Vorsatz, p. 381 ss, entre otros, ha puesto en evidencia
cómo, especialmente en relación con las circunstancias típicas preexistentes,
la jurisprudencia suele conformarse con que el sujeto se represente la posibi-
lidad de su concurrencia, sin que la voluntad desempeñe papel alguno. 17
Ramon Ragués i Vallès
12
Desde hace varias décadas el Tribunal Supremo se decanta en numerosas
resoluciones por el concepto de dolo eventual defendido por las “llamadas
teorías de la aceptación”. En tal sentido, cfr., por todas, la STS de 10-10-
20 2006 (ponente Berdugo y Gómez de la Torre).
Mejor no saber
13
Jakobs, en Estudios, p. 378. 25
Ramon Ragués i Vallès
14
El primer término se utiliza en Jakobs “Sobre el tratamiento de los defectos
volitivos y de los defectos cognitivos”, en Estudios, pp. 128-146; el segundo
en Id., Derecho penal, pp. 313-314.
15
Jakobs, en Estudios, p. 138.
16
Jakobs, en Estudios, p. 139. Ver también Id., Derecho penal, pp. 313-314:
“el límite del dolo se determina, al menos en un lugar, rígidamente según
Discusiones xiii
19
Para una visión panorámica acerca de esta cuestión cfr. Ragués i Vallès, El
dolo, pp. 32-42.
20
Entre los autores que comparten este punto de vista cabe destacar a Luzón
Peña, Curso, p. 331; Mir Puig, El Derecho penal, pp. 69-70 y 103; o Frisch,
Vorsatz, p. 100. 27
Ramon Ragués i Vallès
21
Por otra parte, como afirma Feijoo Sánchez, CPC, 65 (1998), p. 314: “desde
el punto de vista del Derecho penal como un mero instrumento maximi-
Discusiones xiii
23
Este planteamiento aparece expuesto, con diversos matrices, en nume-
rosos trabajos de Jakobs, entre los que cabe mencionar Derecho penal, p.
313; Id., Sociedad, norma y persona, p. 27 ss; y su obra recopilatoria Estudios
de Derecho penal, pp. 135-137 y 140-141; p. 116-117; y pp. 371-372 y 378
Discusiones xiii
25
Para una fundamentación de este planteamiento desde el punto de vista
de la teoría de las normas cfr. Silva Sánchez, en Modernas tendencias, p. 56
ss. La posibilidad de que la prevención general positiva y negativa se ofrez-
can como fundamentos simultáneos de la pena se admite por autores como
Gimbernat Ordeig, prólogo a Alcácer Guirao, Lesión, p. 16. La evolución
en tiempos recientes de cierta parte de la doctrina española “desde una pers-
pectiva intimidatoria de la prevención general hacia otro tipo de perspectiva
Discusiones xiii
gundo término, la pena debe intentar provocar, asimismo, el fracaso del in-
fractor ante la colectividad, lo que exige consecuencias más severas fren-
te a quien ha realizado su propósito destructor del interés protegido
(dolo directo de primer grado) y, por tanto, ha alcanzado su objetivo,
que ante quien simplemente ha dañado dicho interés como un efecto
colateral de su comportamiento (dolo eventual o imprudencia)27. En
este segundo caso existe además, como señala Jakobs, el riesgo de que
el sujeto o sus intereses acaben viéndose dañados por su propio com-
portamiento (poena naturalis), lo que reduce o incluso puede eliminar
la necesidad de provocar con la pena forense el fracaso del delincuen-
te. Por el contrario, tal necesidad subsiste plenamente cuando el éxito
del sujeto pasaba precisamente por la destrucción del interés tutelado.
Partiendo de estas premisas cabe plantearse cuál debe ser el trata-
miento de los casos de representación del riesgo en los que no concurre
intención de menoscabar el interés protegido. Desde un punto de vista
expresivo, tanto en los casos de mero conocimiento como de descono-
cimiento se advierte una indiferencia hacia el valor lesionado: en el pri-
mer supuesto porque el sujeto no desiste de sus planes pese a ser cons-
ciente de que estos entrañan un riesgo de lesión; y en el segundo porque
el interés lesionado importa tan poco al sujeto que este ni tan siquiera
se da cuenta de que lo pone en peligro. Con todo, entre ambas situacio-
nes existe una distinción que radica en el hecho de que mientras en el
caso del conocimiento la indiferencia tiene como referente concreto el
objeto de protección, en el caso de desconocimiento tal indiferencia se
manifiesta, de manera más difusa, respecto de todos aquellos intereses
28
32 Luban, GLR, 87 (1999), p. 968.
Mejor no saber
29
Expone sólidas razones para cuestionar la equiparación entre las conse-
cuencias de todas las formas de dolo Molina Fernández, en Rodríguez
Discusiones xiii
Bibliografía
Alcácer Guirao, Rafael, ¿Lesión de bien jurídico o lesión de deber?
Apuntes sobre el concepto material de delito, Barcelona, 2003.
Charlow, Robin, “Wilful Ignorance and Criminal Culpability”, Texas
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Feijoo Sánchez, Bernardo, “La distinción entre dolo e imprudencia
en los delitos de resultado lesivo. Sobre la normativización del
dolo”, Cuadernos de Política Criminal, 65 (1998), pp. 269-364.
Feijoo Sánchez, Bernardo, Retribución y prevención general. Un estudio sobre
la teoría de la pena y las funciones del Derecho penal, Montevideo, 2007.
Frisch, Wolfgang, Vorsatz und Risiko, Colonia, Berlín, Bonn,
Múnich, 1983.
Hassemer, Winfried, “Los elementos característicos del dolo”, trad.
M.M. Díaz Pita, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1990,
p. 909 ss.
Husak, Douglas N. / Callender, Craig A., “Wilful Ignorance,
Knowledge, and the ‘Equal Culpability’ Thesis: a Study of the
Deeper Significance of the Principle of Legality”, Wisconsin Law
Review, 29 (1994), pp. 29-69.
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Jakobs, Günther, Derecho penal. Parte general. Fundamentos y teoría
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Jakobs, Günther, Sociedad, norma y persona en una teoría de un Derecho penal
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Jakobs, Günther, trad. Suárez González, Peñaranda Ramos y Cancio
Meliá, Estudios de Derecho penal, Madrid, 1997.
Discusiones xiii
Discusiones xiii
37
Comentario a Mejor no saber
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 39-66
Puede compararse este artículo con el art. 14 del código penal español:
1
40 La traducción es mía.
Comentario a Mejor no saber
2
La traducción es mía.
3
La traducción es mía. 41
Alberto Puppo
4
Y confirmado por los tribunales penales internacionales ad hoc quienes, apo-
yándose en la jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos
(ambas jurisdicciones siendo caracterizadas por el encuentro de jueces de las
dos tradiciones), han desarrollado un concepto elástico de legalidad, enten-
dida como previsibilidad, y no como estricta legalidad. Sobre este aspecto
reenvío a Garibian, S., Le crime contre l’humanité au regard des principes
fondateurs de l’Etat moderne. Naissance et consécration d’un concept,
Schultless-Lgdj- Bruylant, Ginebra, París, Bruselas, 2009, pp. 321 y ss.
5
Véase las decisiones reportadas en la primera sección del capitulo IV, dedi-
cada a La doctrina del Tribunal Supremo Español.
6
Como lo recuerda el autor, concluyendo su reconstrucción de la jurispru-
dencia española: “en algunas resoluciones la propia Sala Segunda ocasional-
mente ha mostrado reticencias "e incluso auténtico rechazo- ante esta nueva
Discusiones xiii
7
En fin, sería sin embargo ingenuo pensar que no exista ninguna diferencia,
incluso en ámbito procesal. Aún así tal diferencia es más de grado que de
Discusiones xiii
10
174 U.S. 728 (1899), p. 735. 47
Alberto Puppo
11
STS de 2-2-2009, énfasis añadido. En el párrafo que sigue se retoma la mis-
48 ma idea, pero insistiendo sobre la gravedad de la indiferencia.
Comentario a Mejor no saber
p6: q es malo
Discusiones xiii
12
Sentencia de 10-12-2000. 53
Alberto Puppo
nero tenía una relación con el trafico de drogas, siendo que no tenemos
acceso a su mente, lo que significa es que, en aquel momento, con o sin
sospecha inicial, su decisión de actuar como actuó fue la conclusión de
un razonamiento entre cuyas premisas está la proposición según la cual
el dinero no provenía del trafico de drogas. El sujeto acepta la proposi-
ción como yo en el ejemplo acepto que la ropa no esta tendida afuera.
Pero esta aceptación no se basa en razones epistémicas.
13
Por ejemplo J. Cohen y M. Bratman. Para una reconstrucción del debate
(y la relativa bibliografía) sobre las nociones de creencia y aceptación y
Discusiones xiii
probable que un hipotético juez creería sin más a su relato. Este últi-
mo caso es un caso de creencia pública falsa o, dicho de otra forma, de
mentira pública. Sin embargo, tal mentira sería fácilmente creída por
la mayoría de los oyentes, simplemente porque, como dirían algunos
teóricos de la verdad, es narrativamente coherente con otras proposi-
ciones verdaderas (no fue secuestrada, la pasó muy bien etc.).
Todo este largo ejemplo sirve, en mi opinión, para destacar una
forma de retroactividad penal, por así decirlo, epistémica, de la cual
la imputación subjetiva por ignorancia deliberada es manifiestamente
un caso.
Comentario al artículo
de Ramón Ragués1
Luís Greco*
*
Privatdozenty Dr. Jur., Universidad de Ludwig Maximilian, Munich, Alemania.
1
Traducción de María Valentina Risso 67
Luís Greco
2
Cf. por todos Altenhain, Nomos Kommentar zum Strafgesetzbuch, 4ª. ed. Beck,
Munique, 2013, § 259 nm. 60.
3
Suponiendo aquí que se acepta la distinción clásica entre las tres formas de
Discusiones xiii
5
Al menos desde nuestra perspectiva, que reconoce el dolo eventual. Dejo
abierta la discusión si el término “knowing”, usado por los tipos penales
en cuestión, exige una forma calificada de dolo, como el dolo directo de
70 segundo grado.
Comentario al artículo de Ramón Ragués
nido significativo del hecho, actos practicados a plena luz del día
presentarían mayor contenido de injusto que los actos practicados
en secreto. El llamado “crimen perfecto”, que nadie descubre, ni si-
quiera existiría. Revelar un delito sería más grave que cometerlo. La
razón por la cual el derecho prohíbe y castiga comportamientos no
puede estar, pues, en lo que ellos comunican respecto de la vigencia
de una norma y sí en el peligro que esos comportamientos represen-
tan para la subsistencia de un bien7.
Desde esta perspectiva, que no es la de Ragués, pero que me parece
la más adecuada8, queda bastante clara la diferencia entre dolo e ig-
norancia deliberada. Quien actúa dolosamente, esto es, al menos con
conocimiento de un riesgo, controla el riesgo inherente a su actuar,
dispone de un cierto dominio que no está presente en quien no tiene
ese conocimiento9: el conocimiento permite al autor adaptarse a nue-
vas circunstancias, reaccionar ante lo inesperado. Esto le da un control
sobre la realización del tipo que otorga al ordenamiento dos razones
para dirigir sus atenciones a tal comportamiento. En primer lugar, se
trata de un comportamiento más peligroso, no para la vigencia de la
norma y sí para la subsistencia de un bien; un legislador interesado en
proteger bienes jurídico tendrá, pues, una razón de bien común, esto es
consecuencialista para emplear sus escasos recursos preventivos –genera-
les principalmente en el sentido de reprimir la práctica de ese compor-
tamiento. En segundo lugar, cada quien es particularmente responsa-
ble de aquello que domina, porque esto tiene una íntima relación con
su libertad, y existe como un principio fundamental, moral y jurídico,
que correlaciona libertad y responsabilidad. De este modo, existe una
razón no de bien común sino de respeto o deontológica en el sentido de
una imputación más severa de quien actúa con conocimiento.
Discusiones xiii
7
Esa crítica en Greco, Wider die jüngere Relativierung der Unterscheidung
von Unrecht un Schuld, in: GA 2009, p. 636 e ss., 642 e s.
8
Cf. Greco, Lebendiges und Totes in Feuerbachs Straftheorie, Berlin,
Duncker & Humblot, 2009, p. 304 e ss.
9
Argumento formulado en Greco, Dolo sin voluntad, en: Silva Dias e otros
(coords.), Liber Amicorum de José de Sousa e Brito, Coimbra, Almedina,
72 2009, p. 885 e ss., p. 891 e s.
Comentario al artículo de Ramón Ragués
de e-mail tendría, aún así, que ser castigado por la tentativa. Ya eso pare-
ce un contra sentido. Piénsese también en el caso americano, United
10
Me refiero a Peralta, Motivos reprochables, Marcial Pons, Madrid etc., 2012,
74 p. 121 e ss.
Comentario al artículo de Ramón Ragués
11
Suponiendo, obviamente, la existencia de tipos penales correspondientes y de
la punibilidad de la tentativa.
12
Sin embargo el problema subsiste, porque el fiscal tendría, en verdad, discre-
cionalidad para acusar por todas esas tentativas o para usarlas como moneda de
cambio para constreñir al imputado a una declaración de culpabilidad. 75
Luís Greco
13
Los fundamentos más profundos de la no punibilidad de la tentativa culpo-
sa quedarán para otra oportunidad.
14
Suponiendo que el ordenamiento castigue el daño culposo, lo que en gene-
76 ral no sucede.
Comentario al artículo de Ramón Ragués
Discusiones xiii
15
Como hace, por ejemplo, Pérez Barberá, El dolo eventual, Buenos Aires,
Hammurabi, 2011, p. 50 e ss. –sin éxito, en mi opinión. 77
¿Mejor no saber? Algunas consideraciones sobre la atribución ...
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 79-100
¿Mejor no saber?
Algunas consideraciones sobre la atribución de
responsabilidad penal en caso de ignorancia
I. Introducción
La discusión sobre la atribución de responsabilidad por casos de
ignorancia deliberada ha cobrado relevancia teórica y práctica en los
últimos años1. El excelente artículo de Ramon Ragués muestra, de
forma clara y directa, cuáles son los problemas centrales, y el diferen-
te tratamiento que esta figura recibe en los ámbitos del common law
y del derecho continental2. En su trabajo, Ragués analiza la tensión
entre, por un lado, la exigencia de conocimiento como un elemento
básico para la atribución de responsabilidad penal a título de dolo
y, por otro lado, la pretensión de resolver como dolososlos casos de
1
Por ejemplo, véase: Husak, Douglas y Callender Craig, ‘WilfuI Ignorance,
Knowledge, and the ‘Equal Culpability’ Thesis: A Study of the Deeper
Significance of the Principle of Legality’, Wis.L.Rev, 1994, 29, pp. 29-69;
Luban, David, ‘Contrived Ignorance’, Georgetown Law Review, 87, pp.
957-980; Peels, Rick, ‘Ignorance is Lack of True Believe: A Rejoinder to Le
Discusiones xiii
3
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, Discusiones, Nº XIII, UNS, 2013,
Discusiones, pp. 11-12
4
Sin embargo, estoy en desacuerdo sobre algunas de las ideas que expone sobre
el tema en su libro La ignorancia deliberada en Derecho penal que no trataré
aquí. Para ello véase: Manrique, María Laura, ‘Ignorancia deliberada y respon-
80 sabilidad penal’, Isonomía, ITAM, México, en prensa.
¿Mejor no saber? Algunas consideraciones sobre la atribución ...
5
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., p 18.
6
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., p 18.
7
Por ejemplo, Bustos Ramírez sostiene que el dolo eventual merece un re-
proche menor que otras formas de dolo Bustos Ramírez, ‘Política Criminal
y Dolo Eventual’, Revista Jurídica de Catalunya, 1984, pp. 29-48. Al res-
pecto, véase también Manrique, María Laura, Acción, dolo eventual y do-
ble efecto, Marcial Pons, Barcelona, 2012. 81
María Laura Manrique
Esta es una reformulación de un ejemplo tomado de Díaz Pita, María del Mar,
8
9
Por esa razón, han surgido algunas estrategias para castigar dichas situaciones.
Discusiones xiii
Algunas sentencias del Tribunal Supremo español son un ejemplo de esta estrate-
gia. Ellos se apropian de la figura norteamericana del willful blindness para poder
reprochar en esas situaciones. Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit. p. 19 y ss.
10
Jakobs ha mantenido estas ideas en numerosos lugares. Véase, por ejemplo,
Jakobs, Günther, Derecho Penal –Parte General, Madrid, Marcial Pons, 1995,
p. 314; Jakobs, Günther, Dogmática del Derecho penal y la configuración nor-
mativa de la sociedad, Civitas, Madrid, 2004, p. 189. 83
María Laura Manrique
11
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., p. 26.
12
Jakobs, Estudios de Derecho Penal, Madrid, Civitas, 1997, p. 378. También
en página 138; Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., pp. 12-13. La tesis
de que no hay razones para tratar el error de tipo y el error de prohibición
de diferente manera no es extraña, al menos en el ámbito de la filosofía
moral. Así autores como Anscombe o Zimmerman sostienen, con diferente
terminología y esquemas conceptuales, esta misma idea. Véase, Anscombe,
G.E.M, ‘Two kinds of error’, The Journal of Philosophy, Vol. 60, Nº14,
1963, Symposium: Human Action pp. 393-401; Zimmerman, Michael
‘Moral Responsibility and Ignorance’ Ethics, 107, 1997, pp. 410-426. Una
reconstrucción de este otro ámbito de discusión serviría para advertir que
aun cuando se concediese que ambos errores deben ser equiparados, no se
seguiría que ellos tengan que ser resueltos del modo menos benigno para el
agente. Todavía se podría sostener que en ambos casos debe exonerarse al
agente. Por ejemplo, véase Zimmerman, Michael, ‘Moral Responsibility and
Ignorance’, op.cit., p. 425.
13
Quien en un primer momento estableció la diferencia entre dolo eventual e
imprudencia basado en la indiferencia fue Engisch, Untersuchungen über
Vorsatzund und Fahrlässigkeit im Strafrecht, Berlín, 1930, pp. 186 y ss.
(Cita extraída de Puppe, Ingeborg, La distinción entre dolo e imprudencia,
Discusiones xiii
de su trabajo siguen siendo los mismos. Por esa razón asumo que las tesis que
Discusiones xiii
20
Sigo en este punto a la conocida reconstrucción de Gardner. Al respecto, véa-
Discusiones xiii
se, Gardner, John, Ofensas y defensas –Ensayos selectos sobre filosofía del
derecho penal–, Marcial Pons, Barcelona, 2012, pp. 197-219. Véase también
Dworkin, Ronald, Sovereign Virtue: the Theory and Practice of Equality,
Harvard University Press, 2000, p. 287.
21
Platts, Mark, Ser responsable –Exploraciones filosóficas-, Instituto de
Investigaciones Filosóficas (UNAM), México, 2012, pp. 21 y ss.
22
Por supuesto, ello no quiere decir que una explicación de nuestra conducta en 87
María Laura Manrique
Hay malas y buenas razones. Gardner, John, Ofensas y defensas, ‘El sello de la
responsabilidad’, op.cit., pp. 197-202.
23
En general, el derecho penal limita las razones por las cuales uno puede obtener
con éxito una justificación o una excusa. Sin embargo, este no es el tema aquí. Lo
que quiero resaltar es el valor de tener la posibilidad de esgrimir razones y explicar
por qué realizamos determinada conducta. Para un desarrollo de estas ideas, véase:
88 Gardner, John, Ofensas y defensas, ‘Justificaciones y razones’, op.cit., pp. 125-135.
¿Mejor no saber? Algunas consideraciones sobre la atribución ...
Al igual que Ragués, creo que los motivos son relevantes para la
atribución de responsabilidad. La plausibilidad de este enfoque queda
de manifiesto en situaciones en las que el agente cuenta con una legí-
tima razón para la ignorancia. Por ejemplo, supongamos que a un in-
dividuo X le exigen transportar una maleta y lo amenazan con dañar
seriamente a su familia en caso de que la abriese. ¿No sería plausible
sostener que X no debe ser castigado? En este caso, X desconoce el
contenido de la maleta y sus sospechas acerca del eventual contenido
ilícito que transporta son insuficientes para atribuirle responsabilidad
ya que la amenaza grave y probable que enfrenta constituye una de-
fensa (excusa, justificación, etc.) jurídicamente admisible. En otras
palabras, sus motivos –el propósito de evitar un grave daño a su fami-
lia– ofrecen razones legítimas para evitar la responsabilidad. A su vez,
si los motivos son determinantes para excluir la responsabilidad, no
habría que descartar que, en algunas situaciones, ellos sean también
relevantes para disminuir el reproche.
Creo que esta relevancia de los motivos implica un desafío para
las concepciones epistémicas del dolo (i.e, dolo = conocimiento), que
Ragués ha suscripto en otros trabajos. Por ejemplo, una década atrás,
el sostenía que:
a los motivos del agente. No estoy afirmando que Ragués haya pasado
por alto este problema. Por el contrario, es parte central de su trabajo,
27
Ragués, Ramón, El dolo y su prueba en el proceso penal, op.cit., p. 249.
Discusiones xiii
28
Creo que es un error entender que el dolo se conforma solo con elementos
epistémicos y no con elementos epistémicos y volitivos como tradicionalmente
se lo consideraba, sin embargo esto no es relevante para el punto que pretendo
señalar aquí. Para una defensa de ello véase, Manrique, María Laura, Acción,
dolo eventual y doble efecto, op.cit., pp. 107-136.
29
Gardner, John, Ofensas y defensas, op.cit., pp. 113 y ss.; en el mismo sentido
92 Peralta, José M., Motivos reprochables, Marcial Pons, Barcelona, 2012, p. 199.
¿Mejor no saber? Algunas consideraciones sobre la atribución ...
31
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., p.34.
32
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., p. 33.
94 33
Ragués, Ramon, ‘Mejor no saber’, op.cit., p.33.
¿Mejor no saber? Algunas consideraciones sobre la atribución ...
1. Las normas son expresadas por los textos promulgados por la auto-
ridad. Dado que los textos son motivacionalmente inertes, es conve-
niente asumir que las normas son el significado de los textos legales.
2. El significado de los textos legales depende del modo en que el
legislador haya usado las palabras de la ley.
3. El legislador puede usar las palabras de la ley de dos maneras di-
ferentes (e incompatibles). O bien, usa esas palabras en su sentido
ordinario, o bien, se aparta del uso ordinario.
4. En general, el legislador usa las palabras que emplea en la formu-
lación de sus normas porque ellas tienen ya un determinado signi-
ficado en la comunidad. Pero, en caso de apartarse del uso ordi-
nario del lenguaje, el legislador tiene que indicar cuál es el sentido
específico de sus palabras. En ese caso, es usual que el legislador
imponga mediante definiciones legales (i.e, definiciones estipulati-
vas como las del término ‘violencia’ en el art. 77 del CP Argentino,
que incluye al uso de medios hipnóticos y narcóticos) el significa-
do específico que le ha atribuido a sus palabras.
5. El hecho de que el legislador introduzca una definición no es to-
Discusiones xiii
lencia’ sería el hecho de que hubiese establecido diferentes sanciones para los
delitos cometidos con violencia y aquellos realizados mediante el uso de me-
dios hipnóticos o narcóticos. Véase, Alchourrón C. y Bulygin, E., ‘Definiciones
96 y normas’, op.cit., pp. 440-454.
¿Mejor no saber? Algunas consideraciones sobre la atribución ...
No creo que estas sean razones para afirmar que el dolo es solo
conocimiento pero sí es una razón para entender que el conocimiento
forma parte del dolo. Incluso si el legislador no ha definido expresa-
mente el dolo, en códigos como el español o el argentino, existe de
hecho la figura del error. Una consecuencia de lo que dijo el legislador
es que si el agente posee una creencia equivocada o, incluso, no posee
una creencia x en relación a cierto comportamiento no se puede atri-
buir responsabilidad a título de dolo. Por esa razón, incluso aunque
haya razones morales para reprochar de la forma más grave en casos
de ignorancia deliberada, los códigos penales que poseen la figura del
error (aunque no hayan definido el dolo) establecen un límite para el
reproche de esas conductas.
Finalmente, una dogmática penal que asume el valor del principio
Discusiones xiii
Ragués, Ramon, ‘Consideraciones sobre la prueba del dolo’, op.cit., pp. 15-16.
36
IV. Balance
El trabajo de Ramon Ragués es interesante, claro y novedoso.
Como señalé al comienzo, muchos de sus argumentos y tesis, e.g., la
insuficiencia de las categorías de dolo e imprudencia, son especial-
mente apropiados. Sin embargo, en este artículo he destacado algunos
problemas y desafíos que aún están pendientes. En especial, he seña-
lado que:
- La ignorancia deliberada en ningún caso puede asimilarse a la
estructura del dolo eventual.
- Utilizar la noción de indiferencia para justificar el reproche del
modo más grave en los casos de ignorancia deliberada es ineficiente
e injustificado. Es ineficiente porque tanto en los casos de dolo como
imprudencia el sujeto puede actuar de manera indiferente. Está in-
justificado porque utilizar la noción de indiferencia para justificar el
mayor reproche genera una brecha entre la noción de agente, la expli-
cación de la acción y la atribución de responsabilidad.
- Para que Ragués pueda dar cabida a la noción de motivos para
Discusiones xiii
Bibliografía
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Gardner, John, Ofensas y defensas–Ensayos selectos sobre filosofía del dere-
Discusiones xiii
100
Mejor no saber….más. Sobre la doctrina de la ceguera ...
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 101-138
Mejor no saber….más
Sobre la doctrina de la ceguera
provocada ante los hechos en Derecho Penal
Bernardo Feijoo Sánchez
Observaciones a los tres primeros apartados del trabajo del Prof. Ragués.
1
101
Bernardo Feijoo Sánchez
2
No acierto a concluir si esto coincide con la perspectiva del el Prof. Ragués
cuando considera que lo que podría explicar el tratamiento diferenciado del
dolo eventual y la imprudencia es que “mientras en el caso del conocimiento la
indiferencia tiene como referente concreto el objeto de protección, en el caso
del desconocimiento tal indiferencia se manifiesta, de manera más difusa, res-
pecto de todos aquellos intereses susceptibles de ser lesionados”.
Este aspecto no es tenido suficientemente en cuenta por MANRIQUE PEREZ,
Acción, dolo eventual y doble efecto, Madrid y otras, 2012, pp. 85, 129 s., 135,
272 ss. y passim que pretende “unir el dolo eventual a las formas de los delitos
imprudentes”, de tal manera que considera que “las consecuencias previstas no
forman parte de las razones por las que el agente actúa, no generan compromi-
sos prácticos específicos y su relevancia está paradigmáticamente asociada al
reproche por imprudencia” y que el que trata el dolo eventual igual que el dolo
directo “debe asumir que los delitos cometidos con imprudencia consciente
tienen que ser reprochados de la misma manera que las conductas abarcadas
por el dolo eventual, ya que la estructura conceptual en ambos casos es idén-
tica, i. e. responsabilidad por las consecuencias previstas”. En la imprudencia
consciente no se puede hablar, sin embargo, de consecuencias previstas de la
acción, sino que el autor a lo sumo conoce que está realizando algo que estadís-
Discusiones xiii
3
La distinción entre dolo e imprudencia en los delitos de resultado lesivo. Sobre
la normativización del dolo, Cuadernos de Política Criminal 1998, pp. 269 ss.
(El dolo eventual, Universidad Externado de Colombia, 2004); Derecho Penal
de la empresa e imputación objetiva, Madrid, 2007, pp. 85 ss.
4
Sigo opinando, como ya sostuve en CPC 98 –nota 3–, p. 355, que “una correc-
ta construcción de la imputación a título de dolo puede resolver casi todos los
casos de «ceguera ante los hechos provocados». 103
Bernardo Feijoo Sánchez
5
Recomiendo una breve entrevista que se hace en el programa “Salvados” de
la cadena de televisión española la Sexta, localizable por internet, de 24 de
noviembre de 2013, en el que se entrevista a un parado que se anuncia como
testaferro en internet y que confiesa que siempre se sabe que se está participan-
do en algo ilegal, con independencia de que se tengan mayores o menores datos
del hecho en el que se está participando.
Es enormemente discutible, por ello, la siguiente afirmación de la STS 34/2007,
de 1 de febrero, en relación al testaferro que actúa en un negocio de compra-
venta simulado a sabiendas: “la participación en un negocio simulado, en prin-
cipio, no es por sí un hecho típico ni penalmente relevante, salvo el caso del
251.3. En realidad se lo puede considerar un acto neutral desde el punto de
vista penal. La doctrina reciente estima que estos actos son comportamientos
cotidianos, socialmente adecuados, que por regla general no son típicos. Tal
es el caso del que aparece como adquirente de un inmueble en un contrato de
compraventa”. Lo que es socialmente adecuado es comprar un inmueble, por
lo que es cierto que si un tercero orienta la compraventa en un sentido delictivo
es algo irrelevante para la responsabilidad del otro interviniente. Por ejemplo,
alguien realmente compra un terreno a precio de mercado sabiendo que el que
lo vende quiere alzarse con el dinero en efectivo en perjuicio de sus acreedores
o que el que se lo vende a precio de mercado se dedica al narcotráfico. Pero no
se puede decir lo mismo cuando alguien aparece falsamente como titular de
un inmueble para ocultar a su verdadero titular. En ese caso el testaferro ya no
puede decir que solo el tercero, pero no él mismo, están orientando su compor-
tamiento en un sentido fraudulento o de ocultación y que se le está haciendo
Discusiones xiii
ticipación delictiva, Barcelona, 2009, especialmente pp. 209 ss. que, en lo que
interesa al tema que nos ocupa, parte del problema de la participación en aten-
tados terroristas como los del 11-S en Nueva York y el 11-M en Madrid sin un
conocimiento detallado de los planes de los terroristas. 105
Bernardo Feijoo Sánchez
8
RAGUES I VALLÈS, La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Barcelona,
2007, pp. 159 ss.
Discusiones xiii
9
Tiene razón la STS 797/2006, de 20 de julio (Ponente Enrique Bacigalupo) al
señalar que las expresiones “ignorancia deliberada” o “ignorancia intencional”
no son idiomática ni conceptualmente correctas y que existe contradictio in ter-
minis. Ese es un problema de una mala traducción. Pero ello no debe desviarnos
de la cuestión material. La teoría es conceptualmente coherente, la cuestión
es si es asumible para fundamentar una condena por el injusto más grave que
conoce nuestro ordenamiento, que es el doloso. 107
Bernardo Feijoo Sánchez
Son cada vez más abundantes las SSTS que parten de que cabe constatar la
10
necesidades que haya que resolver mediante una leal cooperación en-
tre doctrina y jurisprudencia, pero, en la actualidad, más que resolver
problemas, se los lleva zafiamente por en medio y, en la mayoría de
las ocasiones, en perjuicio del reo. Alejandro Magno cortó el nudo de
Gordio con su espada alegando de forma tramposa que tanto monta
cortar como desatar, pero los Tribunales de un Estado de Derecho
deberían ser más sutiles en la fundamentación de sus sentencias con-
denatorias. Si solo se tratara de una teoría que llega a conclusiones
correctas en sus resultados en casos en los que materialmente existe
un dolo eventual, o bien de un mero añadido retórico, tampoco habría
que perder mucho tiempo debatiendo sobre este “elemento extraño”
en nuestro cuerpo doctrinal. Pero no se trata solo de que sea un cuerpo
extraño que aporta más confusión que claridad en nuestros sistemas
jurídicos, generando unas enormes dosis de inseguridad en la aplica-
ción del Derecho, sino que su introducción en nuestros sistemas jurí-
dicos encierra peligros que se concretan en consecuencias indeseables
entre a las que a mí me preocupan las siguientes:
Se trata de una doctrina que castiga con la pena del delito doloso saltándose
las exigencias legales para tal modalidad delictiva
11
Para el Derecho alemán ROXIN, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Band I, 4ª
ed., Munich, 2006, 12/34.
12
SSTS 359/2008, de 19 de junio; 446/2008, de 9 de julio; 464/2008, de 2 de
julio; 440/2011, de 25 de mayo; 1044/2011, de 25 de mayo; 157/2012, de
110 7 de marzo; 821/2012, de 31 de octubre.
Mejor no saber….más. Sobre la doctrina de la ceguera ...
13
SSTC 68/1998, de 30 de marzo; 171/2000, de 26 de junio; 137/2002, de 3
de junio; 267/2005, de 24 de octubre; 177/2007, de 4 de junio; 91/2009, de
20 de abril; STS 474/2013, de 24 de mayo, con una amplia y completa ex-
posición de la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre 111
Bernardo Feijoo Sánchez
las exigencia de prueba de los elementos subjetivos y fácticos del dolo para
112 desvirtuar el derecho a la presunción de inocencia.
Mejor no saber….más. Sobre la doctrina de la ceguera ...
116
Mejor no saber….más. Sobre la doctrina de la ceguera ...
Die Grundlagen und die Zurechnungslehre, 2ª ed., Berlín, 1991, 8/5 ss., con nota
9; Über die Behandlung von Wollensfehlern und von Wissensfehlern, Zeitschrift
für die gesamte Strafrechtswissenschaft 101 (1989), p. 532; El principio de cul-
pabilidad, Anuario de Derecho Penal 1992, pp. 1058 s.; Sociedad, norma y
persona en una teoría de un Derecho penal funcional, Madrid, 1996, pp. 55 ss.;
Discusiones xiii
tanto menos merecedora de pena, esta última. Cfr. ZStW 114, p. 589, nota 11.
Debido a ello intenta recuperar la antigua tradición escolástica del dolus indi-
rectus entre conocimiento e imprudencia (ZStW 114, pp. 584 ss.; Dolus malus,
InDret Penal 4/2009, pp. 5, 18 s.).
16
Ya había adelantado tales planteamientos, al igual que otros muchos de la mis-
ma obra, en Person, Subjekt, Bürger. Zur Legitimation von Strafe, Berlín, 2004,
pp. 85 s. 119
Bernardo Feijoo Sánchez
Representativo JAKOBS, InDret Penal 2009 (nota 15), que deja claro en p. 5 que
18
20
La imprudencia en el Código Penal de 1995 (cuestiones de lege data y de lege
ferenda), Cuadernos de Política Criminal 1997, pp. 352 ss.; CPC 98 –nota 3–,
pp. 353 s. 123
Bernardo Feijoo Sánchez
su origen en JAKOBS (La normativización –nota 15–, pp. 81 ss. y ZStW 114
Discusiones xiii
–nota 15–, pp. 593 ss.). Según este autor la pena en la imprudencia (no dirigi-
da) es menor porque la poena naturalis hace de alternativa funcional parcial
de la poena naturalis. Ya seguía los argumentos de JAKOBS para justificar
normativamente la diferencia punitiva entre dolo e imprudencia en RAGUES I
VALLES, El dolo y su prueba en el proceso penal, Barcelona, 1999, pp. 41 ss.,
166 s.
129
Bernardo Feijoo Sánchez
FEIJOO SANCHEZ, CPC 98 –nota 3–, pp. 358 ss. De acuerdo HAVA GARCIA,
24
25
Las teorías más psicológicas siempre han tenido problemas graves para armoni-
Discusiones xiii
tiene el tipo ante los ojos. El dolo eventual es dolo porque el autor con
dolo eventual infringe la misma prohibición o mandato que el que ac-
túa con dolo directo. La mayor o menor intensidad de sus voliciones
con respecto al hecho típico es un aspecto secundario. Lo decisivo a
efectos de imputación es lo que expresa intersubjetivamente, no sus
fines o intenciones27. No encuentro un tercer lugar intermedio para la
27
En sentido contrario, MANRIQUE PEREZ, (nota 2), pp. 105, 121, 229, 242 ss.,
265 ss. y passim. Esta autora pretende desde la filosofía moral defender un dife-
rente tratamiento jurídico-penal de la intención y de la previsión de consecuen-
cias identificando dolo e intención en la medida en la que considera que existe
una diferencia moral entre intentar y prever, a pesar de que reconoce que plantea-
mientos como el mío se corresponden con “la actitud dominante en la dogmática
contemporánea” (p. 115). Cuando me critica que “una versión normativizadora
del dolo tendría que mostrar por qué razón no podemos limitar el dolo a las in-
tenciones efectivas del agente” la respuesta es sencilla: porque el sistema jurídico
no lo hace (por ello a veces existen tipos que exigen expresamente dolo directo y
excluyen el dolo eventual). Mencionando un ejemplo suyo, en el fútbol no solo
está prohibido tocar intencionalmente el balón con la mano (pp. 121 s.). El que
salta en el área con los brazos abiertos de espaldas o de lado para evitar un tiro o
un centro tocando el balón con la mano comete penalty aunque esa no fuera su
intención. Es la norma y no la intención del jugador las que establece lo que se
puede y no se puede hacer y ello se hace para facilitar el desarrollo del juego y
en función de las necesidades del mismo. La identificación de los supuestos en
los que se debe pitar penalty o en los que los hechos delictivos se deben castigar
de forma más grave no depende de lo que quiera el agente, sino de la atribución
de sentido por parte de la sociedad a través de sistemas especializados como el
sistema jurídico. Lo decisivo en Derecho no es la razón por la que actúa el sujeto
(que podría afectar a una disminución de la culpabilidad en todo caso), de tal
manera que solo haya dolo cuando sus razones son totalmente delictivas, sino que
las normas son razones para actuar u omitir.
La perspectiva de racionalidad subjetiva de MANRIQUE hace tiempo que fue
abandonada por la doctrina jurídico-penal con buenas razones y ni siquiera los
Discusiones xiii
28
Por ejemplo, SACHER, (nota 15), pp. 180, 246 s. y passim, en la línea del
concepto tipológico de dolo de su maestro SCHÜNEMANN que pondera feno-
menológicamente los contrapesos del elemento intelectual y del elemento voli-
tivo entendido como ánimo de enemistad hacia el bien jurídico (Temas actuales
–nota 15–, pp. 106 ss.; Chengchi Law Review 94 –nota 15–, pp. 266 ss.) asume
el dolo eventual en los supuestos en los que solo existe la representación de la
posibilidad de la realización del tipo acompañada con una indefinida posición
Discusiones xiii
de indiferencia frente al bien jurídico por parte del autor. De esta manera se
corre el peligro de extender muchísimo el alcance del dolo y de abrir las com-
puertas al arbitrio judicial en la línea de la doctrina jurisprudencial española de
la “ignorancia deliberada”.
29
En contra de esta teoría, FEIJOO SANCHEZ, CPC 98, p. 296, nota 67, con
abundantes referencias a las críticas recibidas por esta variante de la “teoría del
consentimiento” propuesta por ENGISCH. 135
Bernardo Feijoo Sánchez
30
Derecho Penal y neurociencias. ¿Una relación tormentosa?, InDret Penal
2/2011, pp. 5 s.
31
Sobre este tema FEIJOO SANCHEZ, La imprudencia en el Código Penal de
1995 (cuestiones de lege data y de lege ferenda), CPC 97, pp. 347 ss., especial-
mente en contra de las tesis de SCHÜNEMANN.
32
De hecho todo lo dicho vale solo para la “ceguera antes los hechos”. En la
Discusiones xiii
de mayo (de todas ellas ponente Alberto Jorge Barreiro), en una línea que inició
la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de abril de 1992 sobre el envenena-
miento masivo con aceite de colza manipulado. 137
A modo de contrarréplica: la ignorancia deliberada y su difícil encaje ...
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 139-166
A modo de contrarréplica:
la ignorancia deliberada y su difícil encaje en la teoría
dominante de la imputación subjetiva
Ramon Ragués i Vallès
I. Introducción
Antes de dar respuesta a los cuatro trabajos que preceden a estas
páginas de réplica final debo expresar mi sincera gratitud a los queri-
dos colegas María Laura Manrique, Bernardo Feijoo, Luis Greco y Alberto
Puppo por sus interesantes observaciones y propuestas, así como tam-
bién por sus objeciones y críticas. Que estos cuatro admirados acadé-
micos hayan dedicado su valioso tiempo a reflexionar y escribir sobre
mi trabajo representa un inmenso honor. Mi gratitud también a los
editores, por invitarme a participar en una publicación con un formato
tan sumamente adecuado para la discusión científica. Aunque en los
ambientes académicos los debates son algo habitual, el tempo de la
discusión rara vez es el adecuado: en los seminarios las preguntas y las
respuestas suelen formularse sin la reflexión y la precisión necesarias;
y en la literatura los comentarios a menudo no llegan hasta que otro
colega escribe sobre el mismo tema, lo que muchas veces no sucede
hasta años más tarde, cuando el destinatario de las observaciones ya
anda interesado en otros asuntos. Discusiones hace posible replicar con
proximidad temporal y, al mismo tiempo, con la precisión y reflexión
Discusiones xiii
1
También Pérez Barberá, El dolo eventual, Buenos Aires, 2011, p. 799 (nota
387) coincide en que “si hay completa falta de representación no es imagi-
140 nable una deliberación para ignorar”.
A modo de contrarréplica: la ignorancia deliberada y su difícil encaje ...
2
Se coincide en este punto, aunque con matices, con Alberto Puppo cuando
señala (III.A) que “si no conozco los hechos a los cuales el derecho penal
imputa consecuencias penales, no puedo decidir ignorarlos para evitar tales
consecuencias”. En determinadas situaciones de desconocimiento provoca-
do la representación de la que parte el sujeto no supone un conocimiento en
Discusiones xiii
4
Se partirá aquí de la premisa según la cual desatender con dolo requeri-
Discusiones xiii
5
Un resumen de las críticas que, a mi juicio, merece la doctrina de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo en Ragués i Vallès, La ignorancia deliberada,
Barcelona, 2007, p. 210.
6
Ver en tal sentido mi reciente trabajo “La doctrina de la ignorancia deliberada
y su aplicación al Derecho penal económico-empresarial”, en Silva Sánchez
/ Miró Llinares (dirs.), La teoría del delito en la práctica penal económica,
144 Madrid, 2013, pp. 289-319.
A modo de contrarréplica: la ignorancia deliberada y su difícil encaje ...
7
De dolo eventual, cabe matizar, de acuerdo con el concepto de esta figura
Discusiones xiii
que defienden las teorías que consideran que concurre esta modalidad de
dolo cuando el sujeto obra pese al conocimiento del riesgo de realización
del tipo. Ciertamente, las premisas de las que se parte supra cambian si se
acoge la perspectiva –no precisamente minoritaria- de que, además del ele-
mento de representación, el dolo eventual requiere un componente de na-
turaleza volitiva (o pseudovolitiva), como el “aceptar”, “conformarse” o
“resignarse” con la producción del resultado lesivo. 145
Ramon Ragués i Vallès
8
En tal sentido se coincide con Pérez Barberá, El dolo eventual, p. 799 (nota
387) cuando señala este autor que “si hay ‘algo’ de representación pero solo
de conductas típicas indeterminadas, entonces es correcto que no se impute
dolo”. Ciertamente tal coincidencia no pasa de este punto, pues este autor
(ibídem) no admite que las razones que han impulsado al sujeto a no profun-
dizar en su representación puedan convertir en doloso aquello que no lo es
atendiendo al mero elemento cognitivo.
Discusiones xiii
9
En tal sentido resulta interesante la diferenciación que realiza Alberto Puppo
(II) entre sospechar, creer o aceptar. Puede discutirse si para considerar con-
currente el elemento cognitivo del dolo el conocimiento del sujeto debe
situarse más bien en el terreno de las creencias o de la aceptación. Pero en
cualquier caso la mera sospecha, entendida como un conocimiento “espon-
táneo e incontrolado” parece que no debería bastar para el dolo de acuerdo
146 con los planteamientos más extendidos.
A modo de contrarréplica: la ignorancia deliberada y su difícil encaje ...
147
Ramon Ragués i Vallès
10
Joshi Jubert, La doctrina de la “actio libera in causa” en Derecho penal,
Barcelona, 1992, p. 87. El ejemplo que menciona esta autora (ibidem, pp.
83-84) es el de un ingeniero encargado de seguridad de la maquinaria de
una industria que omite reparar el defecto técnico de una máquina que ha
advertido pero que prefiere olvidar para dedicarse a otras cosas.
Discusiones xiii
11
Alcácer Guirao, Actio libera in causa dolosa e imprudente, Barcelona, 2004, p. 21.
12
Alcácer Guirao, Actio libera, p. 22. Según este autor (ibidem, p. 23) “lo que
caracteriza a la figura de la alic es esencialmente la particular estructura de
que se compone” y, por tanto, “no habría, prima facie, obstáculos teóricos
para acomodar esa estructura a cualquiera de las formas de exención de la
responsabilidad penal, pudiendo admitirse una concepción amplia de la alic
como expresión de un grupo de casos con una común estructura”. 149
Ramon Ragués i Vallès
I.4. Conclusión
En resumen: si bien coincido con los autores citados en que gran
parte de los supuestos que suelen tratarse por los tribunales españoles
en el marco de la doctrina de la ignorancia deliberada son en realidad
de dolo eventual, siguen presentándose casos –los de ignorancia deli-
berada en sentido estricto– para los que la doctrina tradicional sobre
el tipo subjetivo no parece tener una solución adecuada y su equi-
paración al dolo solo es posible con una flexibilización extrema de
los elementos que integran esta figura o la disociación temporal entre
tipo objetivo y subjetivo, con todos los riesgos que ello comporta de
desbordamiento del ámbito de lo doloso. Por tal motivo, la vía que
parece más adecuada pasa por buscar un tratamiento específico para
estas situaciones, lo que obliga a retomar la pregunta de con qué con-
diciones las situaciones de ignorancia deliberada merecen ser tratadas
como supuestos de dolo.
dejando de lado estos casos poco o nada frecuentes, lo que suele suce-
der en la práctica es que el delincuente doloso, a diferencia del impru-
dente, se abre camino con la realización efectiva de una determinada
planificación vital entendida en sentido amplio, es decir, como mayor
probabilidad de consecución tanto de los propósitos estrictamente tí-
picos (como la producción del resultado en los tipos que lo requieran)
como extratípicos (obtención de impunidad, por ejemplo). Quien sabe
lo que hace tiene mayores probabilidades de realizar sus propósitos
que quien obra sin saber lo que está haciendo y es lógico que exista
una mayor riesgo de actos de imitación del primero que del segundo.
2. Otra crítica a considerar es la que formula Feijoo (I.3.) acerca del po-
sible “versarismo” de la teoría de la ignorancia deliberada. Desde
su punto de vista, según esta teoría una vez tomada la decisión de
no profundizar en ciertas sospechas, se imputaría subjetivamente al
individuo cualquier resultado lesivo que pudiera llegar a producirse
en el plano objetivo. Se trata de una crítica a tener muy en cuenta
si bien –conviene advertirlo– puede extenderse también al concepto
hiperflexible de dolo eventual alternativo que el propio autor defiende
en páginas anteriores. En tal sentido es evidente que la actitud que
muestra frente al interés lesionado quien sabe –o sospecha de manera
fundada y concreta que lo está lesionando– es distinta que la de quien
prefiere inhibirse y no llegar a conocer siquiera el interés que puede
llegar a lesionar aun en la conciencia de que se acción u omisión es
potencialmente lesiva para diversos intereses. Por volver al ejemplo
del testaferro, la actitud ante el patrimonio ajeno que muestra con su
Discusiones xiii
3. Por último, conviene dar una breve respuesta a una objeción planteada
Discusiones xiii
dolo, en rigor en el caso Jewell (el sujeto que transportó drogas a tra-
vés de la frontera mexicana) el acusado debería ser castigado por tan-
tas tentativas como objetos ilícitos pudo imaginar estar transportando.
Sin embargo, éste no es un problema exclusivo de la teoría de la ig-
norancia deliberada, sino de la teoría del dolo eventual en general:
el mismo problema se plantea en el caso del sujeto que recibe una
maleta para que la transporte a cambio de dinero y se representa el
riesgo de que pueda contener drogas, dinero, armas o tal vez porno-
grafía infantil. Si finalmente resulta que la maleta contiene solamente
libros ¿deberá condenarse al sujeto por cuatro tentativas inidóneas con
dolo eventual de los correspondientes delitos? No cabe duda de que la
cuestión de si debe castigarse la tentativa (inidónea) con dolo eventual
es especialmente espinosa y que las dudas que plantea esta cuestión se
extienden también a la ignorancia deliberada si se admite la equipara-
ción de otras figuras. En todo caso, la solución al problema no parece
que deba consistir en rechazar la equiparación en algunos casos la
equiparación entre ambas, sino que pasa por otras vías que permitan,
en general, superar el problema de la tentativa en casos que no son
de dolo directo, como la exigencia de intención para que la tentativa
sea punible o, de lege ferenda, la previsión de un sistema de numerus
clausus para la punición de modalidades intentadas en las que falte el
propósito específico de consumar.
13
En tal sentido, tajante, Jakobs, “Indiferencia como dolo indirecto”, trad.
C. Pérez del Valle, en López Barja de Quiroga / Zugaldía Espinar
(coords.), Dogmática y ley penal. Libro homenaje a Enrique Bacigalupo, tomo
I, Madrid-Barcelona, 2004, p. 349: “¡Es tan obvio que no todo descono-
162 cimiento es un error!”.
A modo de contrarréplica: la ignorancia deliberada y su difícil encaje ...
14
La doctrina es muy estricta con la prohibición de la analogía in malam partem
cuando supone la ampliación de la prohibición más allá de los límites grama-
ticales del tipo penal, pero parece ser en cambio más tolerante con aquellas
reducciones teleológicas que suponen la limitación del alcance de una determi-
nada causa de exención de responsabilidad penal, como puede ser, por ejem-
plo, la legítima defensa –a la que se aplican sin base legal alguna en algunos
países las llamadas “restricciones ético-sociales”– o el desistimiento volunta-
rio, en el que mayoritariamente se interpreta que la voluntariedad debe negarse
cuando concurren determinadas motivaciones aun cuando el sujeto haya teni-
do la posibilidad física de consumar el delito. Cfr. al respecto Silva Sánchez,
“Sobre la ‘interpretación’ teleológica en Derecho Penal”, en Díaz y García-
Conlledo / García Amado (coords.), Estudios de Filosofía del Derecho Penal,
Discusiones xiii
2006, pp. 378-379, quien pone de manifiesto cómo, sin un criterio claro, el
Tribunal Supremo español acude a las reducciones teleológicas en unos casos
–además de los casos citados supra, por ejemplo, en la atenuante de confe-
sión- y, sin embargo las rechaza en otros. En la doctrina alemana, sin ir más
lejos, Roxin, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Vol. I: „Grundlagen Der Aufbau der
Verbrechenslehre“, 4.ª ed., Múnich, 2006., § 5 n.º marg. 42 y § 15 n.º marg. 52,
señala tajantemente que el límite del tenor literal no rige en absoluto en las cau- 163
Ramon Ragués i Vallès
sino porque cabe discutir incluso que tengan cabida en el tenor literal
de la expresión “error” los casos de quienes buscan permanecer en
el desconocimiento. ¿Realmente el sujeto del reiterado ejemplo del
correo electrónico puede alegar en su descargo “no me di cuenta” o
“me equivoqué” cuando se le pregunté por qué no respondió el reque-
rimiento judicial recibido?
V. Consideraciones finales
más justo sin renunciar a tal tarea por el hecho de que en un determinado
momento y lugar el Derecho vigente parezca acoger una solución distin-
ta. Las piezas que no encajan en el sistema –como sucede con algunos
casos de ignorancia deliberada– no deben ser vistas con incomodidad,
sino como una señal de aviso de que muy posiblemente algunas de las
premisas en las que dicho sistema se ha basado tradicionalmente merecen
ser repensadas.
Discusiones xiii
165
Sección II
Discusiones:
Cortes
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 169-210
Recepción 11/06/13.
Aceptación: 06/10/2013
Introducción
De las normas de salvamento marítimo (“¡Niños y mujeres pri-
mero!”) a los slogans humanistas más difundidos (“los niños son el
futuro”) existe una conciencia cultural que da una cierta preeminen-
Discusiones xiii
cia a los intereses de los menores sobre los del resto de los actores
sociales. Sea porque su vulnerabilidad obliga a mayores cuidados, por
la promesa que su vida encierra o por la inocencia que se predica
*
Investigador CONICET/Flacso Argentina, Profesor en la Maestría de
Magistratura Judicial de la Universidad Austral. 169
Valentín Thury Cornejo
1
Cf. Madeleine GreyBullard: “Child Labor Prohibitions Are Universal,
Binding, and Obligatory Law: The Evolving State of Customary
International Law Concerning the Unempowered Child Laborer”, Houston
Journal of International Law Vol. 24 (2001-2002), pp. 139ss.
2
Vid. por ejemplo, el art. 28.1.a) de la Convención sobre los Derechos del
Niño, que obliga a los Estados firmantes a “implantar la enseñanza prima-
170 ria obligatoria y gratuita para todos”.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
3
He desarrollado este argumento en Valentín Thury Cornejo: “La “nueva”
Corte Suprema y sus estrategias de legitimación”, El Derecho - Suplemento de
Derecho Constitucional, 20 de febrero de 2008, pp. 15 y sigs.
4
Cf. Robert A. Ferguson: “The Judicial Opinion as Literary Genre”, Yale
Journal of Law & Humanities, Vol. 2, N. 1 (1990).
5
Cf., por ejemplo, John P. Roche: “Judicial Self-Restraint”, The American
Political Science Review Vol. 49, No. 3 (Sep., 1955), pp. 762-772. 171
Valentín Thury Cornejo
172
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
6
“Artículo 12. 1) Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en con-
diciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión li-
bremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente
Discusiones xiii
en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño.
2) Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado
en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea
directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado,
en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional”.
7
Comité de los Derechos del Niño: Observación General Nro 12: El derecho del
niño a ser escuchado, 51º Período de Sesiones, Ginebra, 25 de mayo a 12 de ju- 173
Valentín Thury Cornejo
nio de 2009. Esta idea del Interés Superior del Niño como un derecho proce-
sal se halla desarrollada en Jean Zermatten: “The Best Interests of the Child
Principle: Literal Analysis and Function”, International Journal of Children’s
174 Rights vol. 18 (2010), p. 485.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
8
Cf. Robert Alexy: Teoría de los derechos fundamentales, Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1993, pp. 86 y sigs.
Discusiones xiii
9
Cf. Mónica Gonzalez Contró: Derechos Humanos de los Niños: Una propuesta
de fundamentación, México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2008, p. 404. Asimismo, otros autores resaltan el hecho de que los resul-
tados de cualquier interpretación son indeterminados, o sea, no podemos
saber ex ante cómo impactará la decisión en el futuro del niño (cf. David
Archard & Marit Skivenes: “Balancing a Child’s BestInterests and a Child’s
Views”, International Journal of Children’s Rights vol. 17 (2009), p. 8) 175
Valentín Thury Cornejo
10
Javier Garrido Alvarez: “El interés superior del niño y el razonamiento
jurídico”, Problema. Anuario de Filosofía y Teoría del Derecho –Universidad
176 Nacional Autónoma de México– Nro 7 (2013), p. 123.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
del Niño, que ayuda a resolver los eventuales conflictos entre dere-
chos así como brinda una directiva concreta a las autoridades para
la formulación de políticas públicas11. Diego Freedman sigue la línea
de Cillero pero restringe la preeminencia interpretativa que otorga el
interés superior del niño a lo que llama el “núcleo duro” de derechos
del menor, compuesto por “el derecho a vida, a la nacionalidad y a la
identidad, a la libertad de pensamiento y de conciencia, a la salud, a
la educación, a un nivel de vida adecuado, a realizar las actividades
propias de su edad (recreativas, culturales, etc.) y las garantías propias
del derecho penal y del procesal penal”12.
Identificar el interés del menor en la situación concreta en que el
derecho que le corresponde debe ser determinado –v.gr.: en la fijación
de la tenencia o en un proceso de adopción– supone, en el sistema de
la Convención, su participación directa. El art. 12 establece el derecho
del niño a ser escuchado. Ahora bien, ¿qué sucede cuando ello no es
posible, por ejemplo, porque se trata de un menor sin la madurez ne-
cesaria –v.gr: un bebé o un niño menor a dos años? En estos casos, la
voluntad real del menor no puede ser considerada de forma efectiva.
Entonces, ¿debe estarse a lo que sería su voluntad presunta, en con-
diciones hipotéticas?13 Igualmente, ¿debe considerarse su situación
actual o los efectos de la decisión en el mediano largo plazo? ¿Cómo
considerar la naturaleza progresiva del desarrollo del menor?14. Estas
preguntas, a las que pueden sumarse muchas más, dan cuenta de la
11
Miguel Cillero Bruñol: “El interés superior del niño en el marco de la
Convención Internacional sobre los derechos del niño”en Emilio García
Méndez & MaryBeloff (comps.):Infancia, ley y democracia en América Latina.
Análisis crítico del panorama legislativo en el marco de la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño (1990-1998), Colombia: Ed. Temis/Depalma,
Colombia, 1998, pp. 72 ss.
Discusiones xiii
12
Diego Freedman: “Funciones normativas del interés superior del niño”,
Jura Gentium. Rivista di filosofia del diritto internazionale e della política globale,
Vol. 2 (2005),p. 116.
13
Cf. Paul Smeyers: “Child Rearing in the ‘‘Risk’’ Society: On The
DiscourseOf Rights and the ‘‘Best Interests Of A Child’’, Educational
Theory Vol. 60 Number 3 (2010), p. 277.
14
Art. 5, Convención de los Derechos del Niño. 177
Valentín Thury Cornejo
15
Por ejemplo, “Recurso de hecho por la Defensora Oficial de MSM en la con-
tienda que sus padres estaban teniendo por su tenencia”, CSJN, sentencia del
26 de junio de 2012. Al respecto, vid. Rodolfo G. Jáuregui: “La CSJN y un
fallo que deja dudas a propósito de la intervención del abogado del niño”,
Revista de Derecho de Familia y de las Personas, Noviembre 2012, pp. 271/291. 179
Valentín Thury Cornejo
16
“N.N. o U.,V.s/protección y guarda de personas”, sentencia del 12 de junio
180 de 2012 (en adelante, U.V.).
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
17
U.V., cons. 11. 181
Valentín Thury Cornejo
concluir con la cita de la parte final de ese artículo: “Las niñas, niños y
adolescentes tienen derecho a la atención integral de su salud, a recibir
la asistencia médica necesaria y a acceder en igualdad de oportunida-
des a los servicios y acciones de prevención, promoción, información,
182
protección, diagnóstico precoz, tratamiento oportuno y recuperación
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
18
Que dentro de dicho marco, esta Corte Suprema ha sostenido que la atención
principal al interés superior del niño apunta a dos finalidades básicas, cuales
son la de constituirse en pauta de decisión ante un conflicto de intereses, y
la de ser un criterio para la intervención institucional destinada a proteger al
menor. El principio pues, proporciona un parámetro objetivo que permite
Discusiones xiii
19
STJ CABA: “Alba Quintana, Pablo c/ GCBA y otros s/ amparo (art. 14
CCABA) s/ recurso de inconstitucionalidad concedido”, 12 de mayo de
2010, Expte. n° 6754/09.
20
STJ CABA: “Quisberth Castro, Sonia Yolanda c/ GCBA s/ amparo (art.
14 CCABA) s/ recurso de inconstitucionalidad concedido”, 12 de julio de
2010, Expte. nº 6769/09.
21
184 Alfonso Santiago (h) e Isabel Zorraquín: “La tutela del derecho a la vivien-
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
25
Dirá, en este sentido, que “el alcance que el a quo otorgó al derecho cons-
titucional a la vivienda digna y la validez del programa de subsidios de la
Ciudad ya no podrán ser discutidos ante la Cámara…” por lo que el grava-
186 men, a pesar de tratarse de una medida cautelar, es irreparable.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
26
Q. C., cons. 12, voto de mayoría.
27
Q. C., cons. 13, voto de mayoría. 187
Valentín Thury Cornejo
terés del niño que la Convención sobre los Derechos del Niño
impone a toda autoridad pública en los asuntos concernientes
a ellos, que no es admisible que pueda resultar notoriamente
dejado de lado por la demandada”28.
28
188 Q. C., cons. 15, voto de mayoría.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
29
Enumera el considerando 3 del caso F.A.L. al hacer el resumen de los antece-
dentes: “… Convención sobre los Derechos del Niño, Preámbulo: “El niño...
necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal,
tanto antes como después del nacimiento”, artículo 1º: “Para los efectos de
la presente Convención, se entiende por niño todo ser humano menor de
dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable,
Discusiones xiii
haya alcanzado antes la mayoría de edad”, y artículo 6º: “Los Estados Partes
reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida”.
30
Puede consultarse una detallada crítica respecto de la concesión del recur-
so en Alberto F. Garay: “Aborto, recurso extraordinario y alcance de una
decisión”, Jurisprudencia Argentina– Suplemento de Jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación 2012–II, pp. 62 y sigs.
31
F.A.L., cons. 5. 189
Valentín Thury Cornejo
32
F.A.L., cons. 8.
33
Ampliar esta crítica en Valentín Thury Cornejo: “Atajos constitucionales, o la
paradoja de saltarse vallas para derribarlas”, Jurisprudencia Argentina- Suplemento
de Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación 2012-II, pp. 89 y sigs.
34
190 F.A.L., cons. 17.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
35
F.A.L., cons. 13 in fine.
36
Art. 3.1. Convención sobre los Derechos del Niño.
37
F.A.L., voto de Argibay, cons. 13. 191
Valentín Thury Cornejo
María Inés Martínez del Sel vivió una vida signada por las trage-
dias. Viuda joven por un accidente en parapente de su marido, uno de
los herederos de la farmacéutica Roemmers, años después tiene un
accidente en avión cruzando el Río de la Plata del que se salva mila-
grosamente para seis meses después morir en un accidente de tránsito,
volviendo de Mundo Marino por la ruta 11. Corría el año 2006 y
apenas unos días antes del accidente fatal, había aceptado la guarda
preadoptiva de A. a quien había tenido consigo desde fines del 2003.
Muerta María Inés, ¿qué pasará con A.? Esta es la pregunta que se
hace la Defensora de Menores de Gualeguaychú –donde tramitaba la
Discusiones xiii
38
Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Entre Ríos, Sala II en lo
Civil y Comercial: “M. DEL S., R. y otra”, 31 de agosto de 2010.
39
CSJN, “M. d. S., R. y otra s/ ordinario s/nulidad de sentencia e impugna-
ción declaratoria de herederos”, 26 de septiembre de 2012. 193
Valentín Thury Cornejo
las funciones del juez que una discusión jurídica sobre las normas en
juego. Dicho en otras palabras: ¿el juez debe ser creativo y trascender
las normas concretas en su búsqueda del interés superior del niño? O,
por el contrario, ¿debe atenerse a ellas y considerarlas como aprecia-
ciones generales de ese interés superior? En la primera versión, el juez
194
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
40
Dictamen del 24 de abril de 2012.
41
Son los únicos firmantes de la sentencia, ya que Argibay, Petracchi y
Zaffaroni no participan de la misma.
42
“M. d. S., R.”, considerando 15.
43
Conforme art. 311 Cód. Civil. 195
Valentín Thury Cornejo
44
196 Art. 321 inc i) del Cód. Civ., agregado por la ley 24479.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
45
Corte Interamericana de Derechos Humanos: “Caso Forneron e Hija vs.
Argentina”, sentencia de 27 de Abril de 2012 (Fondo, Reparaciones y
Discusiones xiii
Costas).
46
Cf. CIADH: “Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile”, Sentencia del
26 de septiembre de 2006, Serie C, Nro. 154.
47
“Este Tribunal considera que la observancia de las disposiciones legales y la
diligencia en los procedimientos judiciales son elementos fundamentales para
proteger el interés superior del niño. Por otra parte, no puede invocarse el
interés superior del niño para legitimar la inobservancia de requisitos legales, 197
Valentín Thury Cornejo
III.b.iv. Conclusión
salta estos obstáculos, optando por la versión del interés superior del
niño que más poder les otorga a los jueces, opción que, en el marco de
49
“M. d. S., R.”, considerando 16.
50
200 “M. d. S., R.”, considerando 17.
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
51
En términos retóricos, podríamos afirmar que la Corte Suprema hace jugar
al principio como un “God-term”, o sea, una palabra que tiene un signifi-
cado impreciso pero una potencia retórica que legitima las decisiones to-
Discusiones xiii
56
Kevin T. McGuire: “The Institutionalization of the U.S. Supreme Court”,
Political Analysis Vol. 12 Nro. 2 (2004), pp. 128-142.
57
McGuire, ob. cit. en nota 81, p. 131.
58
Cf. “F.A.L.”, desarrollado supra en 3. a. iii) Autonomía individual vs 203
Valentín Thury Cornejo
62
Dice Lorenzetti en una parte del discurso que “por eso hicimos las audien-
Discusiones xiii
que estar todos de acuerdo para que la sociedad sea viable…”. Así, la
Corte Suprema se entiende a sí misma y se presenta ante el resto de los
poderes como “garante supremo de los derechos humanos”.
63
Esta reticencia al enfrentamiento directo, utilizando a menudo términos
vagos en sus pronunciamientos, es propio de tribunales sin un resguardo de
legitimidad sólido (cf. Jeffrey K. Staton & Georg Vanberg: “The Value of
Vagueness: Delegation, Defiance, and Judicial Opinions”, American Journal
of Political Science, Vol. 52, No. 3 (Jul., 2008), pp. 515)
64
206 Ello depende entre otras cuestiones de los cambios estructurales en el de-
En el nombre del niño. El interés superior del menor en la construcción ...
66
Esto explica en el caso de EE.UU. la existencia de una legitimidad estable
Discusiones xiii
67
Son paradigmáticos, en este sentido, los casos en los que Corte Suprema re-
Discusiones xiii
68
Cf. en este sentido, Valentín Thury Cornejo: “¿Escuchar al menor o solo
oírlo?”, en el blog jurídico Todo sobre la Corte (http://todosobrelacorte.
210 com/2013/05/31/escuchar-al-menor-o-solo-oirlo/).
Sección III
Discusiones:
Libros
Acerca de los presupuestos metateóricos de “Las pretensiones normativas ...
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 213-230
Recepción: 20/9/2013
Aceptación: 28/10/2013
*
Universidad Nacional de Córdoba. 213
Lucila Fernández Alle
Gaido, P., Las pretensiones normativas del derecho: un análisis de las concep-
1
216 ciones de Robert Alexy y Joseph Raz, Madrid, Marcial Pons, 2011, p. 27.
Acerca de los presupuestos metateóricos de “Las pretensiones normativas ...
Gaido, ob. cit, p. 56-57, Alexy diferencia entre cuatro tipos de necesidad, a saber,
5
que puede variar. Una necesidad es absoluta, por el contrario, cuando los límites
de lo necesario son fijados por un esquema conceptual o práctica social, que es
inmune a la revisión (…) Una necesidad es conceptual cuando depende de las
convenciones lingüísticas de una determinada práctica, dentro de las cuales están
incluidas, en el presente contexto, las reglas constitutivas de los respectivos actos
lingüísticos (…). Por último, cuando una necesidad es normativa lo necesario
está vinculado con los valores subyacentes a la práctica jurídica”. 219
Lucila Fernández Alle
que determinan la extensión del concepto. Esos criterios describen cómo deben
ser los hechos para ser considerados como, por ejemplo, un contrato”7.
“The Criterial Model holds that corresponding to each concept there is some 221
Lucila Fernández Alle
determine a concept’s extension. The criteria describe how the facts must be for
something to count as, say, a contract”.
8
Stavropoulos, ob. cit, pp. 4-6: “The chief problem the Semantic Assumption
creates for legal theory is that disagreement cannot be adequately represented.
If concepts’ content is determined by shared criteria, then lawyers cannot
genuinely disagree over whether something is, say, a contract. To disagree is to
222 cease employing shared criteria”.
Acerca de los presupuestos metateóricos de “Las pretensiones normativas ...
Putnam H., “Meaning and reference”, en Meaning and reference, ed. por Moore
9
A.W., Oxford University Press, 1993, pp. 150-161, p. 153, “…the necessary
and sufficient condition for being wáter is bearing the relation ‘same’ with the
stuff in the glass; but this is the necessary and sufficient condition only if the
empirical presupposition is satisfied”. 223
Lucila Fernández Alle
como un cuerpo colectivo; pero ese cuerpo colectivo divide su ‘trabajo’ en cono-
cer y emplear estas diversas partes del significado de ‘oro’”10.
Las principales ideas, entonces, planteadas desde esta concep-
ción son las siguientes: “…la extensión de un término no está fijada
por un concepto que el hablante individual tiene en su mente, y esto es
verdadero tanto por el hecho de que la extensión es, en general, determinada
socialmente –existe una división del trabajo lingüístico tal como existe una
del trabajo ‘real’–, como por el hecho de que la extensión es determinada,
en parte, indexicalmente. La extensión de nuestros términos depende de la
naturaleza que efectivamente tienen las cosas en particular que constituyen
paradigmas, y esta naturaleza real no es, en general, completamente cono-
cida para el hablante”11.
Hay dos cuestiones sobre esta teoría que me interesa resaltar, acla-
rando que un análisis exhaustivo de la misma excede los límites de
este trabajo; a saber, la posibilidad de relacionar los conceptos con el
contexto de la comunidad que los utiliza y la cuestión de la división
lingüística del trabajo. En lo que sigue, procuraré relacionar estas dos
cuestiones con algunas de las conclusiones sobre la teoría del derecho
de Raz y de Alexy, presentes en el libro discutido.
La refutación de la idea de que los conceptos están determinados
por las convenciones acerca de sus propiedades definitorias, como
decíamos, se relaciona con la crítica a la imposibilidad de dar cuenta
desde el Modelo Criterial, del desacuerdo y del error en el derecho.
10
Putnam, ob. cit, p. 155: “The features that are generally thought to be present
in connection with a general name –necessary and sufficient conditions for
membership in the extension, ways of recognizing whether something is in
the extension, etc., are all present in the linguistic community considered as
a collective body; but that collective body divides the ‘labour’ of knowing and
employing these various parts of the ‘meaning’ of ‘gold’”.
Discusiones xiii
11
Putnam, p. 161: “We have now seen that the extension of a term is not fixed
by a concept that the individual speaker has in his head, and this is true both
because the extension is, in general, determined socially –there is division of
linguistic labour as much as of ‘real’ labour– and because extension is, in part,
determined indexically. The extension of our terms depends upon the actual
nature of the particular thins that serve as paradigms, and this actual nature is
224 not, in general, fully known to the speaker”.
Acerca de los presupuestos metateóricos de “Las pretensiones normativas ...
Existe una alternativa a este problema desde las mismas teorías con-
vencionalistas en la que nos detendremos luego. Por el momento,
basta reiterar que la crítica al Modelo Criterial consiste en que si la
intensión determina la extensión y no hay acuerdo acerca de la in-
tensión, la extensión, en consecuencia, no es la misma para las dos
partes entre las que se plantea el supuesto desacuerdo que, por ende,
es superficial o no genuino. En cambio, cuando es el caso que dos
personas comparten sus pensamientos acerca de dos objetos distin-
tos, sus pensamientos son por ello mismo distintos y el elemento que
permite identificar esa diferencia se encuentra en algo externo; es-
pecíficamente, en el contexto12. La idea que Putnam refuerza sobre
este punto es que este factor, que se encuentra en el contexto, puede
ser desconocido –aunque es cognoscible– por el sujeto y la conse-
cuencia de su enfoque es, como señala Stavropoulos, el contraste
entre competencia –entendida como la habilidad para pensar con un
concepto– y habilidad para discriminar su extensión y su conclusión
es que esta última no está conectada con la primera del modo en que
el Modelo Criterial indica13.
Esta distinción entre competencia y habilidad para determinar la
extensión de un concepto nos lleva al otro punto fundamental en la
teoría de Putnam, y que denomina División del Trabajo Lingüística.
Conforme a esta idea, existe una diferencia entre subgrupos que, den-
tro de una única comunidad lingüística y por razones no lingüísticas,
o bien adquieren el término correspondiente a un objeto, o bien los
métodos para reconocer si ese objeto es o no el referido por el concep-
to tomado en cuenta.
A partir de esta División del Trabajo Lingüística, el autor formula
su Hipótesis de la Universalidad del Trabajo Lingüístico, en los si-
guientes términos: “Toda comunidad lingüística ejemplifica el tipo de di-
visión de trabajo lingüístico recién descripta; esto es, posee al menos algunos
Discusiones xiii
términos cuyo ‘criterio’ asociado es conocido solo por un subgrupo de los ha-
blantes que adquieren esos términos, y cuyo uso por parte del resto de los ha-
14
Putnam, ob. cit, p. 156: “HYPOTHESIS OF THE UNVERSALITY OF THE
DIVISION OF LINGUISTIC LABOUR: Every linguistic community exemplifies
the sort of division of linguistic labour just described; that is, it possesses at least
Discusiones xiii
some terms whose associated ‘criteria’ are known only to a subset of the speakers
who acquire the terms, and whose use by the other speakers depends upon a
structured co-operation between them and the speakers in the relevant subsets”.
15
Gaido incluso señala que, desde la concepción de Raz, cabe también distinguir
el manejo acabado del concepto de su articulación –mínima o acabada–, de
modo tal que aun quienes tienen un conocimiento acabado pueden incurrir en
226 errores. Cfr. Gaido, ob. cit, p. 52.
Acerca de los presupuestos metateóricos de “Las pretensiones normativas ...
Discusiones xiii
229
Sección IV
Balance de una
discusión
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
ISSN 1515-7326, nº 13, 2|2013, pp. 233-264
Recepción: 3/7/2013
Aceptación: 1/10/2013
decisión judicial1. Hasta entonces, o hasta muy poco antes, esos proble-
mas no ocupaban un lugar central en la agenda de los juristas ni en la
de los teóricos del derecho, al menos no en sus aristas epistemológicas2.
Posiblemente las razones de esa marginalización hayan de buscar-
se en concepciones del proceso judicial como procedimiento al cual, o
bien le es indiferente tanto la verdad de los enunciados fácticos cuanto
su justificación; o bien, aunque no siéndole indiferente la verdad de
ellos, no ha de preocuparle especialmente su justificación como ver-
daderos, dado que se trataría de una cuestión externa, ya resuelta al
momento de la decisión3.
Frente a estas concepciones, el enfático intento por dilucidar las
cuestiones epistemológicas concernientes a la decisión judicial apa-
rece a menudo ligado a ideologías especialmente preocupadas por la
verdad de los enunciados fácticos en ellas contenidos conjugada con
una visión más o menos optimista sobre la racionalidad epistémica
como medio para la maximización del logro de ese fin, pero con una
especial conciencia acerca de ciertas particularidades propias del ám-
bito jurídico4. Esta es la orientación de Discusiones 3, al momento
de cuya aparición había comenzado algo tímidamente a proliferar, y
1
Andrés Ibáñez, Perfecto, “Sobre prueba y proceso penal”, Discusiones, 3,
2003, p. 56. En adelante simplemente ‘Andrés Ibáñez’. Esta omisión, por lo
demás, en principio no habría sido tan grave en la cultura jurídica anglosajona
(cfr. Anderson, Terence, William Twining & David A. Schum, Analysis of
evidence, New York, Cambridge University Press, 2005 [1991]).
2 El discurso de los procesalistas, se ha limitado en general a proporcionar
una serie de distinciones relativas al término ‘prueba’ (i.e. elemento,
objeto, procedimiento, medio, sujeto) y a describir o prescribir cuestiones
concernientes a los distintos sistemas de valoración actuales o históricos,
pero en general sin profundizar demasiado en sus implicancias epistémicas
(cfr. por todos, Briseño Sierra, Humberto, Derecho procesal, México,
Discusiones xiii
9 Esto último (i.e. el paso de las premisas a la conclusión por modus ponens)
constituye la llamada ‘justificación interna’ de la decisión judicial. Cfr.,
por todos, Wróblewski, Jerzy, “Il modello teorico dell’applicazione della
legge”, Rivista internazionale di Filosofia del Diritto, 46, 1967.
10
Por todos, Guastini, Riccardo, Interpretare e argomentare, Milano, Giuffrè,
2011, en especial cap. IV.
11
236 Taruffoa, p. 15.
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
12
La «traducción al lenguaje jurídico» (Wróblewski, Jerzy, “Il modello teorico
dell’applicazione della legge”, Rivista internazionale di Filosofia del Diritto, 46,
1967, p. 18). Sobre esta clase de problemas, por todos, Ferrua, Paolo, Il
giudizio penale: fatto e valore giuridico, en A.A.V.V., La prova nel dibattimento
penale, Torino, G. Giappichelli, 317-410, 2007, González Lagier, Daniel,
Quaestio facti: ensayos sobre prueba, causalidad y acción, Lima-Bogotá, Palestra-
Temis, 2005, González Lagier, Daniel, “Hechos y conceptos”, Dialnet:
Discusiones xiii
14
Taruffoa, p 26.
15
Taruffo, Michele, La semplice verità: il giudice e la costruzione dei fatti, Bari,
Laterza, 2009, p. 109. El sistema adversarial ha sido definido como aquel en
el cual el proceso está bajo el control de la partes y el órgano decisor resta
esencialmente pasivo (Damaška, Mirjan R., Il Diritto delle prove alla deriva,
238 Bologna, il Mulino, 2003, p. 109).
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
16
Taruffoa, p 27.
17
Taruffoa, p 28.
18
Taruffoa, p. 29. También Taruffo, Michele, La semplice verità: il giudice e la
costruzione dei fatti, Bari, Laterza, 2009, p. 117-118.
19
Taruffoa, p. 29.
20
Taruffoa, p. 30. 239
Diego Dei Vecchi
21
Así interpretan Bouzat&Cantaro la postura de Taruffo, en el sentido
«... de que solo constituye una decisión judicial justa aquella que se
funda en premisas fácticas verdaderas...» (Bouzat&Cantaro, p. 70). Esta
interpretación encuentra sustento en algunas afirmaciones de Taruffo,
por ejemplo: si el hecho «no se ha producido “en la realidad” no se puede
aplicar la norma y, si se aplica, es suficiente para calificar como injusta la
sentencia» (Taruffoa, p. 39).
22
Son varios los pasajes donde la posición del autor se torna ambigua, por
ejemplo: «... un enunciado fáctico es verdadero si está confirmado por
pruebas y es falso si las pruebas disponibles confirman su falsedad; y no está
probado si en el proceso no se adquirieron pruebas suficientes para demostrar
Discusiones xiii
23
Bouzat&Cantaro, p. 69. Caracciolo, Ricardo A., Justificación normativa
y pertenencia, en Caracciolo, Ricardo A., El derecho desde la filosofía:
ensayos, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 37-69,
2009, p. 43.
24
Caracciolo, Ricardo, El problema de los hechos en la justificación de la sentencia,
Universidad Nacional del Sur, 2000. 241
Diego Dei Vecchi
25
Sánchez Brígido, Rodrigo & Hugo Oscar Seleme, “Justificación sin
verdad”, Analisi e diritto 2001, 2002, p. 292.
26
Véanse además las citas en nota 22.
27
Taruffo, Michele, Consideraciones sobre prueba y motivación, en Taruffo,
Michele, Perfecto Andrés Ibáñez & Alfonso Candau Pérez,
242 Consideraciones sobre la prueba judicial, Madrid, Fundación Coloquio
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
29
Se habla, en este sentido, de la verdad como ideal regulativo y de relación
teleológica entre prueba y verdad: por todos, Ferrer Beltrán, Jordi, La
valoración racional de la prueba, Madrid, Marcial Pons, 2007, p. 29-30.
30
Taruffo, Michele, Consideraciones sobre prueba y motivación, en Michele
Taruffo, Perfecto Andrés Ibáñez & Alfonso Candau Pérez,
Consideraciones sobre la prueba judicial, Madrid, Fundación Coloquio
Jurídico Europeo, 17-46, 2010, p. 25. 243
Diego Dei Vecchi
31
Si bien no puede aquí abordarse la cuestión en detalle, suele darse gran
importancia al rol que el ordenamiento procesal reserva al juzgador como
indicador de su preocupación por la determinación de la verdad de los
enunciados fácticos. Para Taruffo un juez ‘árbitro’ sin poderes probatorios
(como el del procedimiento adversarial) lleva a un proceso donde ‘gana el
más fuerte’ sin ser relevante si el enunciado fáctico sobre el que se decide
es verdadero o no. Frente a él, un juez con un rol de ‘gobierno del proceso’
y poder probatorio autónomo, sería garante de la ‘correcta aplicación de la
ley’ lo que propendería a enunciados verdaderos (Taruffob, p. 34-35). Parte
de la objeción de Bouzat&Cantaro apunta a esta visión que está en clara
contradicción con la de aquellos que entienden al contradictorio entre dos
iguales frente a un tercero neutral precisamente como garantía epistemológica
(por todos, Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón: teoría del garantismo penal,
Madrid, Trotta, 2005, p. 152 y Redondo, María Cristina, “Argumentación
auténtica y argumentación estratégica”, Revista Brasileira de Filosofia, 238 1,
2012, p. 39, nota 17). Estas dos posturas llevan a los procesalistas a muy
diversas conclusiones en temas como el de las ‘cargas dinámicas de la prueba’,
las ‘medidas para mejor proveer’, etc. Parte de esta discusión puede verse en
Vargas, Abraham Luis, “Cargas probatorias dinámicas, sus perfiles actuales
y algunas respuestas para sus críticos”, Activismo y garantismo procesal: Ediciones
de la Academia Nacional de Derecho y Cs. Sociales de Córdoba, XL 7, 2009.
32
De allí también que sea sospechosa la pretendida conexión necesaria entre
Discusiones xiii
Por lo que queda, asumiendo que son desde algún punto de vista
injustas las normas individuales dictadas en base a enunciados fácticos
falsos, será entonces inevitable reconocer que el derecho otorga ‘de-
finitividad’ (y que considera acaso justificadas) a decisiones (acto y
norma) injustas33. Exactamente del mismo modo, el derecho nunca se
ha visto impedido de otorgar definitividad y considerar jurídicamente
justificadas decisiones (acto y norma) que pueden afirmarse como
injustas aun cuando basadas en premisas fácticas verdaderas. Esto es
así toda vez que lo injusto sean las normas jurídicas correctamente
aplicadas. En cualquiera de los casos, no encuentro nada paradójico
en afirmar que el derecho fue, es, o podrá ser injusto.
miento y persuasión
Taruffo traía a colación dos concepciones contrapuestas de la
prueba judicial: prueba como conocimiento y prueba como persuasión34.
Marina Gascón Abellán apuntaba especialmente a este fragmento,
conectando cada una de esas concepciones con ciertas posturas epis-
temológicas: (a) objetivista crítica (identificada con la prueba como
conocimiento)35; (b) constructivista (identificada con la prueba como
persuasión)36; y (c) cognoscitivista acrítica37.
34
También, Taruffo, Michele, Consideraciones sobre prueba y motivación, en
Michele Taruffo, Perfecto Andrés Ibáñez & Alfonso Candau Pérez,
Consideraciones sobre la prueba judicial, Madrid, Fundación Coloquio
Jurídico Europeo, 17-46, 2010, p. 30.
35
Lo que implicaría asumir que hay ‘hechos externos’ susceptibles de ser
conocidos, que las pruebas son instrumentos para ello y que, en cualquier
caso, el conocimiento es falible (Gascón Abellán, p. 44 y Taruffoa, p. 32).
36
Aquí se «entiende que la objetividad del conocimiento deriva de nuestros
esquemas de pensamiento y juicios de valor, es decir, la verdad de los
enunciados está muy vinculada al contexto» (Gascón Abellán, p. 45).
37
El cual «entiende que el fin (un fin instrumental) del proceso es averiguar
la verdad de las aserciones litigiosas (en el sentido de su correspondencia
con los hechos que describen), pero, al concebir la prueba judicial como un
proceso guiado por reglas más o menos seguras, confía en la posibilidad
de obtener resultados incuestionables» (Gascón Abellán, p. 47). Estas
Discusiones xiii
Procesal Penal: Fundamentos, 1, Buenos Aires, del Puerto, 2004, p. 445 y sgts.).
Más recientemente Taruffo mostraba a la íntima convicción en dos facetas
diversas, una pervertida por irracional y otra conducente a y coincidente
con la aplicación de las ‘reglas de la razón’ (Taruffo, Michele, La semplice
verità: il giudice e la costruzione dei fatti, Bari, Laterza, 2009, p. 161). Ver
también Engel, Christoph, “A behavioral perspective on a conflict between
248 american and continental european law”, Vermont Law Review, 33, 2009.
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
47
Cfr. Taruffoa, p. 35.
48
Taruffoa, p. 34. 249
Diego Dei Vecchi
49
A esto apuntaban especialmente Gascón Abellán y Taruffob, p. 82.
50
Andrés Ibañez, p. 59. Véase también Andrés Ibáñez, Perfecto, “Acerca
de la motivación de los hechos en la sentencia penal”, Doxa: cuadernos de
filosofía del derecho, 12, 1992.
Discusiones xiii
51
Por ejemplo, en relación al art. 8, 2, h del Pacto de San José de Costa Rica
se ha dicho que «[i]ndependientemente de la denominación que se le dé al
recurso existente para recurrir un fallo, lo importante es que dicho recurso
garantice un examen integral de la decisión recurrida” (CIDH, Herrera
Ulloa vs. Costa Rica, 2/7/2004, párrafo 165).
52
Aludiendo, por ejemplo, a la naturaleza jurídica del recurso (e.g. de casación)
250 como excluyente de la revisión de la justificación de enunciados fácticos.
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
53
Pienso en aquellas interpretaciones que atribuyen significado a ciertas
disposiciones que regulan, por ejemplo, el recurso de casación, sobre la
base de que la intención del legislador histórico habría sido la de excluir del
control en alzada a las ‘cuestiones sobre hechos’.
54
Obstáculo que afectaría a todo recurso de aquellos a que los procesalistas
califican como ‘de efecto devolutivo’.
55
«Por eso decimos que los enunciados de inmediación son auténticos
enunciados “últimos”, pues “antes” de ellos no hay otros enunciados
sino directamente una percepción sensorial» (Pérez Barberá, Gabriel,
Discusiones xiii
57
Andrés Ibañez, p. 59-60. En el mismo sentido Andrés Ibáñez, Perfecto,
“Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal”, Doxa:
cuadernos de filosofía del derecho, 12, 1992, p. 297-299. La Corte Suprema de
Justicia de la Nación se enfrentó a esta cuestión en varias ocasiones, por
todos véase “Casal, Matias E., y otros s/ robo simple en grado de tentativa”
(causa N° 1681, del 20/09/2005).
Discusiones xiii
58
Véase, Pérez Barberá, Gabriel & Hernán Bouvier, “Casación, lógica y
valoración de la prueba: Un análisis de la argumetación sobre los hechos en
las sentencias de los tribunales casatorios”, Pensamiento Penal y Criminológico:
revista de Derecho Penal integrado, 9, 2004, p. 187. La ‘magnificación de lo que
es producto de la inmediación’ se basa también en la sospechosa distinción
entre prueba directa y prueba indirecta que por razones de extensión no
252 puede ser aquí abordada.
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
59
Ferrer Beltrán, Jordi & Daniel González Lagier, “Introducción”,
Discusiones, 3, 2003, p. 8.
60
Ibid., p. 9.
61
La expresión ‘estándares de prueba’ aparece, sin embargo, recién al final
del número: Taruffob, p. 93. Recientemente se ha planteado una especie de
paralelismo entre estándares de prueba (pretendidamente anglosajones) y
sistemas de valoración (pretendidamente latinos): Lluch, Xavier Abel, “La
Discusiones xiii
dosis de prueba: entre el common law y el civil law”, Doxa: Cuadernos de Filosofía
del Derecho, 35, 2012. Creo, por el contrario, que todo sistema de valoración
requiere de un criterio de suficiencia (i.e. estándar) y que todo estándar
supone un sistema de valoración. No puedo ocuparme de esto aquí, aunque
parte de las razones que sustentan esa posición quedarán expuestas en §3.1.
62
Por todos, Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón: teoría del garantismo penal,
Madrid, Trotta, 2005, p. 53. 253
Diego Dei Vecchi
63
Por todos, Cohen, L. Jonathan, Introduzione alla Filosofia dell’induzione
e della probabilità, Milano, Giuffrè, 1998 [1989]. El que la probabilidad sea
matemáticamente calculable significa que le son aplicables las reglas de: (i)
complementariedad para la negación (i.e. la conjunción de la probabilidad de
una proposición y su negación suman siempre 1), y (ii) multiplicación para la
conjunción (i.e. la probabilidad de que dos proposiciones sean verdaderas es
Discusiones xiii
68
Cohen, Jonathan L., “Twelve Questions about Keynes’s Concept of
Weight”, British Journal for the Philosophy of Science, 37, 1985. Esta noción
parece estar subyacente muchas veces en los conceptos de razonabilidad,
verosimilitud, confirmabilidad, credibilidad, fiabilidad o plausibilidad muchas
veces utilizados al referir a la justificación de la premisa fáctica de la
decisión judicial (cfr. por ejemplo, Asencio Mellado, José María, Prueba
prohibida y prueba preconstituida, Madrid, Trivium, 1989, p. 16, Ferrajoli,
Luigi, Derecho y razón: teoría del garantismo penal, Madrid, Trotta, 2005, p.
120, González Lagier, Daniel, Quaestio facti: ensayos sobre prueba, causalidad
y acción, Lima-Bogotá, Palestra-Temis, 2005, p. 66, 72).
69
Ferrer Beltrán, Jordi, La valoración racional de la prueba, Madrid, Marcial
Pons, 2007, p. 122.
70
Por todos, Harman, Gilbert H., “The inference to the Best Explanation”,
The Philosophical Review, 74, 1965.
71
Canale, Damiano, Il ragionamento giuridico, en Pino, Giorgio, Aldo
Schiavello & Vittorio Villa, Filosofia del diritto. Introduzione critica al
pensiero giuridico e al diritto positivo (Estratto), Torino, Giappichelli, 195-
Discusiones xiii
230, 2013, p. 225, Pardo, Michael S. & Ronald J. Allen, “Juridical proof
and the best explanation”, Law and Philosophy, 27 3, 2008, Pardo, Michael
S., Estándares de prueba y teoría de la prueba, en Cármen (ed.) Vázquez,
Estándares de prueba y prueba científica, Madrid - Barcelona - Buenos
Aires - Sao Paulo, Marcial Pons, 99-118, 2013.
72
Bayón Mohino, Juan Carlos, “Epistemología, moral y prueba de los hechos:
256 hacia un enfoque no benthamiano”, Analisi e diritto 2008, 2009, p. 24.
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
73
Ibid., p. . Las expresiones «sensibilidad mínima» y «más que mínima» son
Discusiones xiii
del autor.
74
Además de esta regla, usualmente se derivan de la presunción de
inocencia una regla ‘de tratamiento’ del imputado como inocente y otra de
‘producción de la prueba’ (carga –o más precisamente ‘responsabilidad’–
de la acusación). Cfr. Fernández López, Mercedes, Prueba y presunción de
inocencia, Madrid, Iustel, 2005, p. 139, Paulesu, Pier Paolo, La presunzione
di non colpevolezza dell’imputato, 30, Torino, G. Giappichelli, 2009, p. 10. 257
Diego Dei Vecchi
reo y/o con la conocida como prueba más allá de toda duda razonable75.
En cualquier caso, se trataría de una preferencia de las absoluciones a
culpables por sobre las condenas a inocentes76.
Sin embargo, el recurso a estos enunciados y reglas se ha mostrado
recientemente como infructuoso77. Esto así porque de la proscripción
de condena ante la duda o la duda razonable, nada se sigue respecto al
criterio de suficiencia, al menos no si se rechazan los criterios probato-
rios meramente internos, i.e. a la ‘mera persuasión’. En efecto, en este
último sentido, la duda excluye, por definición, creencia, convicción
y (mera) persuasión; pero dado que ni la presencia ni la ausencia de
esos estados subjetivos podría determinar que un enunciado fáctico en
el ámbito judicial esté probado, la presencia o no de dudas (así entendi-
das) tampoco proporciona criterio alguno.
Decía recientemente Ferrer Beltrán que ‘duda’ puede aquí enten-
derse en al menos tres sentidos: (i) como estado psicológico excluyen-
te de los otros estados antes referidos; (ii) como imposibilidad racional
de certeza y (iii) como contrario a suficientemente probado. Dado que
(i) conduce a los problemas aludidos al hablar de prueba como mera
persuasión y que (ii) conduciría a que ningún enunciado fáctico pueda
considerarse probado jamás (dado que esas dudas son insoslayables
ante razonamiento aproximativos), entonces solo resta (iii). Pero en-
tonces, la ‘ausencia de duda’ es función del estándar de prueba (y no
75
Así Andrés Ibañez, p. 61, Taruffob, p. 92. Estos aspectos ‘probatorios’ de la
presunción de inocencia, se dice, son prioritarios en el common law respecto
a la ‘regla de trato’ (cfr. Batia, Giovanna & Alessandro Pizzo, “La tutela
dell’ imputato - Saggio storico - concettuale”, Diritto.it, 2011).
76
Naturalmente, ‘culpable’ e ‘inocente’ aquí son utilizados en sentido ‘material’
sin presuponer ‘declaración de culpabilidad’ (cfr. Laudan, Larry, “The
Presumption of Innocence: Material or Probatory?”, Legal Theory, 11, 2005).
Discusiones xiii
77
Larry Laudan, ha ido criticando con creciente fervor la ‘razonabilidad’ del
beyond a rasonable doubt en varios sentidos, entre ellos, incluida la valoración
subyacente antes mencionada (en especial Laudan, Larry, “Is reasonable
doubt reasonable?”, Legal Theory, 9, 2003, p. 331). Ver también, Allen,
Ronald J. & Larry Laudan, “Deadly dilemmas”, Texas Tech Law Revew,
41, 2008, Laudan, Larry & Ronald J. Allen, “Deadly Dilemmas II: Bail
258 and crime”, Chicago Kent Law Review, 85, 2010.
Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
78
Ferrer Beltrán, Jordi, Una concepción minimalista y garantista de la presunción
Discusiones xiii
81
En este orden de ideas, Allen, Ronald J., Los estándares de prueba y los
límites del análisis jurídico, en Vázquez, Cármen (ed.), Estándares de prueba
y prueba científica, Madrid - Barcelona - Buenos Aires - Sao Paulo, Marcial
Pons, 41-64, 2013, p. 56-57.
Discusiones xiii
82
Stein, Alex, Foundations of evidence law, Oxford - New York, Oxford
University Press, 2005, p. 119. Ciertamente, no se sigue de esto que esas
valoraciones no puedan apoyarse en razones, razones prácticas, claro está.
83
Distintas propuestas en esta orientación, y con diversos matices, en Bayón
Mohino, Juan Carlos, “Epistemología, moral y prueba de los hechos: hacia un
enfoque no benthamiano”, Analisi e diritto 2008, 2009, Stein, Alex, Foundations
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Tres discusiones acerca de la relación entre prueba y verdad
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Gascón Abellán, M., “Concepciones de la prueba. Observación a
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Envío y evaluación
Todo artículo o propuesta de discusión debe ser enviado al Director
y/o la Secretaria de Redacción
268
Discusiones xiii
Kelsen, H., Teoría Pura del Derecho, México D.F., Porrúa, 1979
Garzón Valdés, E., “Los deberes positivos generales y su funda-
mentación”, DOXA, 3, 1986
Discusiones xiii
269
Se terminó de imprimir en el mes de diciembre de 2013
en A3 Servicios Gráficos, Bahía Blanca, Argentina.
Se imprimieron 200 ejemplares