Añaños
Añaños
Añaños
Nombre:
FAMILIA AÑAÑOS.
Padres:
Eduardo Añaños y Mirtha Jeri.
Eduardo y Mirta Añaños (padres) tenían una pequeña chacra en la ladera oriental de los
Andes, en el interior de Ayacucho, el empobrecido departamento donde nació Sendero
Luminoso -la región peruana que más sufrió en muertos y desaparecidos y en daños
materiales los años del terror-, que fue asaltada y devastada por un destacamento
revolucionario. La pareja y sus hijos escaparon, ilesos, pero, en vez de huir hacia la
costa como hicieron decenas de millares de familias campesinas y de clase media, se
refugiaron en su pequeña vivienda de la ciudad de Ayacucho, dispuestos a sobrevivir
con el sudor de su frente.
¿Cómo ganarse la vida en esa tierra asolada por el terrorismo y el contra-terrorismo que
de ser pobre pasó en los años ochenta a miserable, con millares de desocupados y
marginales mendigando por las calles? Los Añaños estudiaron el entorno y advirtieron
que, debido a las acciones terroristas, los ayacuchanos se habían quedado sin bebidas
gaseosas. Los camiones de Coca-Cola y Pepsi-Cola, provenientes de Lima, que subían
por la carretera central eran continuamente atacados por los senderistas o por
delincuentes comunes que se hacían pasar por guerrilleros, y, hartas de las pérdidas que
ello les significaba, las respectivas compañías cesaron los envíos o los espaciaron de tal
manera que las bebidas que llegaban resultaron insuficientes para cubrir la demanda
local. Uno de los cinco hijos de Eduardo y Mirta Añaños, Jorge, ingeniero agrónomo,
elaboró la fórmula de una nueva bebida. La familia hipotecó la vivienda, se prestó
dinero aquí y allá, y reunió 30 mil dólares. Con esa suma fundó Kola Real en 1988 y
comenzó a fabricar gaseosas en el patio de su casa, que embotellaba ella misma en
botellas variopintas y que la misma familia etiquetaba.
Quince años después, los analistas de Wall Street calculan que esa empresa familiar,
nacida en tan precarias condiciones, tiene ingresos anuales que superan los 300 millones
de dólares, y que su competencia, en el Perú, Ecuador, Venezuela y México, está
creando serios problemas a los gigantes norteamericanos de la Coca-Cola y la Pepsi-
Cola, a los que la agresiva irrupción de la gaseosa peruana en esos cuatro países -y,
sobre todo, en México, el segundo país consumidor de bebidas no alcohólicas en el
mundo después de los Estados Unidos- ha comenzado a encogerles los mercados de
manera dramática, obligándolos a reducir precios y a multiplicar las campañas
publicitarias. En Perú, Kola Real tiene casi el 20% del consumo; en Venezuela, el 14%,
y en México, donde los Añaños entraron apenas el año pasado instalando una planta
ultramoderna en las afueras de Puebla, el 4%.
¿Cuál ha sido el secreto del éxito de esta emprendedora familia? La calidad del producto
ante todo, me imagino. (Personalmente, detesto el gusto dulcete y la efervescencia de
todas las gaseosas del mundo, pero cuando la Kola Real se ponga a mi alcance la
probaré, qué remedio). También, la sagacidad con que estudió las condiciones del
mercado y se adaptó a él, ofreciendo, primero a los empobrecidos ayacuchanos y luego
a los peruanos, ecuatorianos, venezolanos y mexicanos golpeados por la recesión, una
gaseosa más económica que las otras y en envases más abundantes. Para poder ofrecer
el producto a precios tan atractivos, Kola Real reduce drásticamente sus gastos
generales, gastando lo mínimo en publicidad, adoptando un régimen de extremada
austeridad en sus locales -la joya de la corona que es la fábrica de Puebla luce como un
espartano convento- y montando sus propias redes de distribución en vez de ceder ésta a
concesionarios.
No va a ser fácil. Los periodistas de The Wall Street Journal han entrevistado a tiendas
y almacenes de la capital mexicana y comprobado que la Coca-Cola se ha movilizado
enérgicamente ofreciendo gangas e incentivos a muchos de sus clientes para que retiren
la Big Cola de sus vitrinas y se provean exclusivamente de su bebida, política por la que
la empresa mereció el año pasado una severa reprimenda de la Comisión Federal de
México que regula la limpieza de la competencia. ¿Terminará derrotando el David
peruano de las gaseosas al Goliat estadounidense o acabará éste por absorber a su
insolente competidor poniendo sobre la mesa una suma vertiginosa de 500 millones o
un billón de dólares?
Para la moraleja de esta historia no importa nada como termine la saga de los Añaños.
Lo importante de ella es cómo empezó y hasta dónde ha llegado. Que una familia
humilde yprácticamente sin otros recursos que su ingenio y su voluntad de trabajar haya
encontrado en un mercado tan saturado como el de las gaseosas un nicho donde colarse
y desarrollarse y prosperar de la fantástica manera en que lo ha hecho, sólo muestra algo
que muchos sabíamos, pero que todavía muchos más ignoran o se empeñan en América
Latina, por prejuicios ideológicos, en negar: que en un mercado abierto a la
competencia siempre hay sitio para las empresas dotadas de un espíritu verdaderamente
emprendedor y un olfato certero para detectar las necesidades de los consumidores. Y
que es, por lo tanto, una flagrante mentira que las grandes trasnacionales estrangulen a
las pequeñas empresas e instalen siempre, a la corta y a la larga, el monopolio. (Esto
sólo ocurre cuando los gobiernos corruptos o ineptos lo permiten). Y cómo el éxito de
un empresario que gana puntos sobre sus competidores favorece al conjunto de la
sociedad reduciendo los precios y obligando a aquellos a mejorar la calidad del
producto y los servicios para no perder clientes o ser expulsados del mercado.
¿Cuántos puestos de trabajo ha creado Kola Real hasta ahora en los cuatro países donde
opera? Varios cientos, sin duda, e, indirectamente, muchos más, y, a la vez que creaba
empleo y riqueza, ha inyectado una corriente dinámica de creatividad en un ramo de la
economía que parecía adormecido en los brazos de los dos grandes gigantes que se
repartían a los bebedores de gaseosas. La que representan los Añaños es una cara del
capitalismo que en América Latina prácticamente es desconocida o negada: su cara
popular, sus raíces humildes, el de esos campesinos expulsados de sus tierras por la
guerra o la sequía o los tinterillos, y de los obreros que perdieron sus salarios porque las
fábricas quebraron o se quemaron o las saquearon, y debieron inventarse un trabajo para
poder comer, y, del mismo modo que lo hizo esa familia ayacuchana, abrieron talleres,
tiendas, artesanías, comercios, fábricas, enfrentándose a los abrumadores obstáculos que
la burocracia, el mercantilismo, y la desconfianza, cuando no el odio de los Estados
hacia la empresa privada y el mercado han puesto en el camino de los desvalidos
latinoamericanos que no tienen padrinos y quieren, en vez de ser parásitos del
Presupuesto, trabajar por cuenta propia.
Es verdad que no muchos tienen el éxito de los Añaños. Pero muchos más lo tendrían si
en América Latina hubiera una política que, en vez de desalentar y hostilizar, alentara la
iniciativa individual y celebrara el éxito de una empresa, de un empresario, como un
logro del conjunto de la sociedad, como un beneficio de toda la ciudadanía, en vez de
recibirlo con desconfianza, rencor y envidia. Es verdad que en América Latina muchas
veces el éxito empresarial no resulta del talento y el esfuerzo sino del privilegio, de las
corruptelas entre gobiernos y empresarios que terminan pagando los desamparados
consumidores, pero eso ocurre, en gran parte, por el miedo cerval hacia el mercado,
hacia la libre competencia, por los tentáculos que el Estado proyecta por todos los
resquicios de la vida económica, asfixiándola y corrompiéndola. Ahora que, aquí y allá,
el populismo de ingrata memoria y trágicas credenciales comienza a rebrotar una vez
más en tierras latinoamericanas -Venezuela a la cabeza del error-, vale la pena divulgar
por el continente la historia de la familia Añaños, como una vívida recordación de lo
que podría ser América Latina, si, como esos valientes ayacuchanos, se lo propusiera.
Historia
Presencia internacional
Kola Real tiene ahora presencia en muchos países de América Latina,
expandiéndose a Ecuador, Venezuela, México, Costa Rica, Panamá, Guatemala,
Honduras, República Dominicana y Colombia. Se debe en parte a que no trabajan
con el sistema normal de franquicias, sino que son los hermanos los que en
conjunto se "autofranquician" realizando proyectos de apertura de instalaciones
propias.7
Kola Real es una de las marcas más populares de Ajegroup, uno de los
innovadores más grandes en el sector de la bebida del mercado latinoamericano,
la compañía ha crecido y se ha ampliado no solamente en Perú, sino también en
Ecuador, Venezuela, México, Costa Rica, Chile, República Dominicana y
Guatemala, y siempre manteniendo su misma regla de oro “calidad al precio
justo”, el porqué de su bajo costo, se debe en parte a que no trabajan con el
sistema normal de franquicias, sino que son los hermanos los que en conjunto
realizan los proyectos de apertura de instalaciones propias, recortando muchos
gastos generados por una tercerización del producto.
Era una mañana de 1980 y Jorge Añaños caminaba rumbo a una clase por la
Facultad de Ingeniería Química de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. En
el trayecto notó que una chica miraba impaciente por la ventana de un salón. Era
Tania Alcázar y examinaba desesperadamente la hora porque había llegado tarde
a una de sus clases y estaba calculando el momento preciso para entrar sin que se
percaten de su demora. Jorge le preguntó la hora (típico cortejo). Desde ahí
comenzaron a hablar y al poco tiempo se hicieron enamorados.
NACE UN GIGANTE
En 1986, se reunieron en la casa de los Añaños- Jerí para tomar una decisión
importante: comenzar una empresa familiar en el rubro de las bebidas. Doña
Tania venía de una familia de negocios, con propiedades e inversiones en la zona,
por lo cual tenía visión e intuición especiales para ello. La caracterizaban,
además, su temple y su personalidad aguerrida, que contrastan equilibradamente
con lo reflexivo y reservado que es don Jorge. Luego, en otra reunión doña Mirtha
propuso el icónico nombre Kola Real.
Pero aun así decidieron permanecer en Ayacucho y, en 1988, tras dos años de
conversaciones y planeamiento del negocio, los esposos Añaños-Jerí y el
matrimonio Añaños-Alcázar montaron su primera planta de gaseosas en la casa de
Huamanga de don Eduardo y doña Mirtha (específicamente en el patio). Con el
aporte de US$7 mil conseguidos de la venta de un tractor, un préstamo del Banco
Industrial de US$23 mil para el cual se puso en garantía la casa también del
patriarca y las utilidades generadas por el negocio de distribución de cervezas de
don Jorge, en 1988 adquirieron su primera máquina de embotellado, a la que
llamaron Atahualpa. La capacidad de producción era de 48 cajas por día. Como
envase utilizaron las mismas botellas de cerveza que siguieron distribuyendo
hasta finales de los noventa. La primera botella de Kola Real vio la luz el 23 de
junio de ese año con una etiqueta de colores naranja y amarillo y el nombre de la
marca en letras verdes estridentes. El sabor escogido fue el naranja, para lo cual
participaron los hermanos Añaños-Jerí y la familia Añaños-Alcázar.
Comenzó así la aventura de Kola Real en Ayacucho. Con cinco sabores (cola,
naranja, fresa, limón y cola amarilla) llegaron a tener hasta 11 distintos. ¿Por qué
tantos? Una de las premisas más importantes del negocio, que la mantienen hasta
ahora, es adaptarse a los gustos y las costumbres de los mercados en los cuales
incursionan mediante una nutrida y diversificada cartera de productos que les
permita enfrentar a las corporaciones de bebidas que dominan el globo. Incluso
ofrecían sabores que ni siquiera sabían si gustarían. Por ejemplo, ¿puede usted
imaginarse bebiendo una gaseosa de papaya? Pues ese sabor es hoy en día una
sensación entre nuestros vecinos chilenos, e Industrias San Miguel lo sabe muy
bien tras haberse atrevido a lanzar al mercado la Kola Real con ese sabor. Un
éxito.
En 1993, ISM empezó sus operaciones en un local alquilado de una fábrica antigua
en Huaura, al norte de Lima. En 1998, inauguró una nueva planta. Y tras las
presiones de Backus, que consideraba indebido el uso de sus botellas de cerveza
para envasar las gaseosas, la familia (las dos empresas) decidió crear su propia
botella de vidrio. El problema y el costo que significó este cambio terminó
creando una oportunidad para los Añaños, pues sus nuevos envases transmitieron
la imagen de un producto de mayor calidad.
Pero la prueba más dura que tuvieron que pasar los Añaños (tanto ISM como AJE)
fue la estrategia de destruir Kola Real en cien días, lanzada en 1999 por la
competencia. Bajaron sus precios y quitaban todo el material publicitario de los
Añaños en los puntos de ventas, según recuerdan. Finalmente pudieron superar
muy bien este ataque basándose en su relación con los distribuidores mayoristas,
quienes eran en su mayoría también inmigrantes y se sintieron identificados
emocionalmente con la situación que enfrentaba la familia.
Lo que hoy se conoce como el Grupo AJE terminó teniendo una expansión más
acelerada que ISM, una historia que amerita un libro en sí mismo. Según explica
el hermano mayor y líder de ISM, la empresa de sus cinco hermanos contó con la
ventaja de ingresar siempre a regiones del Perú que contaban con beneficios
tributarios, lo que les permitió gozar de mayor liquidez y ser más agresivos en su
expansión.
Muchos años antes, mientras ISM se expandía por el sur del Perú, la familia
Añaños-Alcázar también empezaba a crecer, y para finales de los ochenta ya
habían nacido sus cuatro hijos: Arturo (35), las gemelas Cintya y Katy (27) y Hans
(25). Ellos crecieron rodeados de las bebidas, las embotelladoras, los camiones,
el negocio. Hans recuerda claramente cómo desde muy niño él y sus hermanos
tenían una fuerte relación con la empresa: “A eso de los ocho o nueve años,
normalmente en las vacaciones, nos quedábamos y papá nos daba una propina si
ayudábamos en la fábrica. El mismo hecho de convivir, de que la casa estuviese
dentro de la empresa ya te hacía familiarizarte, agarrarle el gusto. Yo me la
pasaba haciendo preguntas a la gente que trabajaba ahí, para aprender”. Su
hermano mayor, Arturo, ya había viajado a Lima para estudiar (vivía en la casa de
sus abuelos maternos), mientras Hans y sus hermanas aún estaban en el colegio.
Recuerdan con claridad episodios en que llevaban a sus compañeros de clases a la
fábrica familiar los días que había pruebas de sabor, para mejorar las bebidas o
sacar nuevas. Los compañeritos estaban fascinados. Había gaseosas gratis para
todos. Festín infantil.
Hans recuerda los viajes al extranjero que hacía con su madre, su padre y sus
hermanos, cuando iban a visitar los supermercados para internarse en la sección
de bebidas. Allí todos observaban y analizaban cuidadosamente los modelos de
botellas, formas, tamaños, materiales, y probaban distintos sabores. Había que
estar en constante proceso de innovación. Jorge Añaños y Tania Alcázar lo tenían
muy claro, y así se lo transmitían a sus hijos: “Podemos mejorar algunas cosas,
para eso hay que probar. Puede haber cosas buenas en otros lugares que no
conocemos aún”.
Siempre hay que innovar. Así es como ellos crecen. La meta más ambiciosa es
estar presente en los cinco continentes para el 2021.