Módulo 1. Algunas Nociones Teóricas Sobre Sexo y Cultura.

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MÓDULO 1. ALGUNAS NOCIONES TEÓRICAS SOBRE SEXO Y CULTURA.

1. Concepto de sexualidad.

La sexualidad es una dimensión fundamental del ser humano porque es necesaria para
identificar al ser humano como tal, ya que está íntimamente relacionada con la
afectividad, la capacidad de amar y la aptitud para relacionarse con los demás.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la sexualidad humana se


define como “Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca
el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la
reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos,
fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones
interpersonales”.

Cuando se habla de sexualidad hay que adentrarse en las relaciones interpersonales, en


los sentimientos más íntimos de unas y otras y ver sus efectos en el desarrollo y
autodesarrollo del ser humano. Es una realidad de por sí valiosa por el hecho de
pertenecer a la intimidad de lo humano, pero que influye en la calidad de vida de ambos
géneros, de la familia.

Conceptos básicos sobre sexualidad humana.

La sexualidad humana engloba una serie de condiciones culturales, sociales,


anatómicas, fisiológicas, emocionales, afectas y de conducta, relacionadas con el sexo,
género, identidades, orientaciones, que caracterizan de manera decisiva al ser humano
en todas las fases de su desarrollo.

- Sexo: Se refiere al conjunto de características biológicas que definen el espectro de


humanos como hembras y machos.

- Sexualidad: Es una capacidad que conforma a cada ser humano y que permite sentir,
vibrar y comunicarnos a través del propio cuerpo. Es algo que forma parte de lo que
somos desde el mismo momento en el que nacemos y que permanece en nuestras vidas
hasta que morimos.

- Género: Es la suma de valores, actitudes, papeles, prácticas o características culturales


basadas en el sexo. Tal como ha existido de manera histórica, el género refleja y
perpetúa las relaciones particulares de poder entre hombres y mujeres.

- Identidad de género: Define el grado en que cada persona se identifica como


masculino o femenino o alguna combinación de ambos. Es el marco de referencia
interno, construido a través del tiempo, que permite a los individuos organizar un
autoconcepto y a comportarse socialmente en relación a la percepción de su propio sexo
y género.

- Orientación sexual: Es la organización específica del erotismo y/o el vínculo


emocional de un individuo en relación al género de la pareja involucrada en la actividad
sexual.

- Erotismo: Es la capacidad humana de experimentar las respuestas subjetivas que


evocan los fenómenos físicos percibidos como deseo sexual, excitación sexual y
orgasmo, y que por lo general se identifican con el placer sexual.

- Vínculo afectivo: Es la capacidad humana de establecer lazos con otros seres humanos
que se construyen y mantienen mediante las emociones.

- Actividad sexual: Es una experiencia conductual de la sexualidad personal donde el


componente erótico de la sexualidad es el más evidente.

- Salud sexual: Es la experiencia del proceso permanente de consecución de bienestar


físico, psicológico y sociocultural relacionado con la sexualidad.

Dimensiones de la sexualidad humana.

- Biológica: Es el deseo humano de la procreación, y la respuesta sexual influenciados


por la anatomía sexual.
- Psicológica: Ideas sobre lo que está bien o mal en cuanto al sexo, personalidad,
convicciones, temperamento y decisiones en las relaciones sexuales. La identidad y la
orientación sexual.

- Social: Juegan un papel fundamental la familia, los amigos y la educación recibida.


Las distintas sociedades poseen modelos distintos de entender y vivir la sexualidad.

- Ética legal: Se refiere a lo que es o no es legal; al aprendizaje de valores y a lo que es


bueno o malo.

Comportamientos sexuales responsables.

Se expresa en los planos personales, interpersonales y comunitarios. La persona que


practica un comportamiento sexual responsable se caracteriza por vivir la sexualidad
con autonomía, madurez, honestidad, respeto, consentimiento, protección, búsqueda de
placer y bienestar.

Como unidad personal sexuada, la vivencia humana de la sexualidad también ha de


conducirse por las facultades superiores que dignifican al ser humano; es decir, aunque
éste cuente con el sustrato biológico natural, no son sólo los instintos quienes les guían,
sino una libertad inteligente que es capaz de elegir el bien, y actuar con amor.

2. Sexo, Sexualidad y Erotismo.

Para entender bien la sexualidad y todos los conceptos que engloba, debemos empezar
por diferenciar los conceptos “sexo”, “sexualidad” y “erotismo”.

La palabra sexo hace referencia al género, ya sea femenino o masculino. Es un asunto


biológico. Esta palabra viene del latin “sexus”, que significa división, que indica
divisiones fisiológicas. El hecho de ser macho o hembra. Es el conjunto de
características anatómico-fisiológicas que colocan a la persona en un lugar necesario
para la reproducción.
La sexualidad, por su parte, es un complejo universo de símbolos, conductas,
sentimientos, expresiones, ideas realizadas en base a la realidad biológica que es el
sexo. La sexualidad es una realidad biológica, psicológica y social que abarca a la
persona en su totalidad.

La sexualidad humana es una realidad multidimensional, donde están presentes aspectos


biológicos, psicológicos, socioculturales y espirituales. Interrelacionándose y
expresándose en lo reproductivo, erótico, afectivo, genérico y relacional. La sexualidad
humana es la capacidad de establecer contacto íntimo y profundo con otro ser humano.
De tal manera que la capacidad para tener experiencias sexuales satisfactorias es una
capacidad para la intimidad y el encuentro con el otro.

El erotismo es el conjunto de estímulos sensoriales que exaltan e incentivan el acto


sexual. Es el arte de la insinuación amorosa mediante actitudes, juegos, la exhibición de
zonas eróticas del cuerpo o la proximidad física sugestiva.

La palabra erotismo deriva del dios griego del amor Eros, que personifica los deseos
sexuales.

El erotismo genera la necesidad de sentir y de dar sentido con el objetivo de provocar


sensaciones placenteras, haciendo de la unión sexual un acto exclusivamente humano.

Se relaciona con las experiencias que ha tenido cada uno, porque no depende solamente
del estímulo externo sino también de la imaginación.

En la actualidad, el erotismo se aprovecha en todos los medios visuales para atraer la


atención del público como un instrumento con fines comerciales, para incrementar las
ventas de algunos productos.

3. Desarrollo evolutivo de la sexualidad.

La sexualidad tiene un importante papel en el desarrollo de una vida plena y


gratificante, no se puede separar el derecho al placer del derecho a la vida. Sin embargo,
esta visión positiva de la sexualidad es algo reciente. Por múltiples razones (religiosas,
políticas, morales, etc.), a lo largo de la historia de la humanidad la sexualidad y el
disfrute del propio cuerpo han sido reprimidos, juzgados o prohibidos, lo que ha
conllevado, por un lado, que la sexualidad sea una de las dimensiones humanas menos
comprendidas y por otro, que en lugar de como una fuente de placer y gratificación, la
sexualidad se haya vivido en muchos casos como algo vergonzoso, que había que
ocultar y de lo que no se podía hablar, mucho menos en público.

En el caso concreto de la sociedad española, con la recuperación de las libertades, la


sexualidad dejó de ser un tabú y, poco a poco, fue aceptada como algo “normal”. Hoy
en día la educación sexual está presente en la escuela y la sociedad mantiene, al menos
en teoría, una postura bien abierta ante la sexualidad. Sin embargo, esto no significa que
nuestra sociedad favorezca una vivencia positiva de la sexualidad, más bien al contrario.
Como en el resto de las sociedades de nuestro entorno, estamos en medio de una
saturación de estímulos sexuales: la publicidad, las películas y series televisivas, etc.,
que nos “venden” sexo a todas horas y utilizan el sexo como reclamo comercial. Al
mismo tiempo se nos presenta una visión de las relaciones sexuales en las que el
número de compañeros y compañeras sexuales es signo de éxito o de poder personal, y
la frecuencia y la intensidad de las relaciones están sobredimensionadas. Todo ello
contribuye a crear una imagen distorsionada de la sexualidad.

Durante siglos se ha considerado que la perpetuación de la especie era el único objetivo


de la vida sexual. Sin embargo, la sexualidad se puede disfrutar a lo largo de toda la
vida, mientras que la reproducción es algo limitado que se reduce a un periodo de
tiempo: el periodo fértil. Pero en la actualidad, también se les ha concedido la
importancia que realmente tienen a las otras dos funciones de la sexualidad humana, que
son esenciales en todas las etapas de la vida: la faceta racional (expresión del afecto y la
comunicación entre las personas) y la faceta recreativa (espacio lúdico, de juego y
diversión).

También, con mucha frecuencia, la sexualidad se identifica con las relaciones sexuales,
cuando la sexualidad es algo mucho más amplio que tiene que ver con nuestra
personalidad y nuestra manera de comportarnos, con la salud, con la opinión que
tengamos de nosotras y nosotros mismos, con nuestra forma de entender las relaciones
humanas, etc. Se piensa en la sexualidad como algo que se practica y cuya calidad
depende de las habilidades, técnicas y posturas que se conozcan, pero la sexualidad es
algo que se siente y se vive.
Otra idea muy extendida y estrecha de la sexualidad es la de que el comportamiento
sexual depende, casi en exclusiva, de los instintos, de lo biológico, cuando en realidad
los factores sociales tienen un peso muy importante. El papel de la sexualidad y de las
relaciones sexuales varía de una cultura a otra. Cada sociedad ha establecido sus formas
de conducta, códigos de comunicación y esquemas de pensamiento sobre la sexualidad;
y de igual forma cada sociedad define su propio concepto de masculino y femenino, su
modelo de hombre y de mujer y cómo han de ser las relaciones entre unos y otros.

A lo largo de la socialización, las personas que incorporan las normas y valores de su


sociedad respecto a la sexualidad aprenden, en la mayoría de los casos, a expresar su
sexualidad de una forma socialmente aceptada. Este aprendizaje no es el mismo para los
varones que para las mujeres; chicos y chicas van a recibir informaciones y mensajes
distintos sobre cómo han de ser sus comportamientos, expectativas, valores y
aspiraciones en todas las facetas de su vida y también respecto a su sexualidad.

Una evolución continua.

A nivel individual, cada persona evoluciona sexualmente a lo largo de toda su vida. El


desarrollo de la sexualidad no es algo aislado, está estrechamente relacionado con el
desarrollo afectivo, intelectual y físico; forma parte del desarrollo personal.

Con frecuencia se piensa que la evolución sexual se completa en la adolescencia y que


la vida sexual se mantiene durante la juventud y el periodo adulto. Esta idea no tiene
ninguna justificación porque la vida sexual no acaba nunca. Es cierto que en cada etapa
de la vida las manifestaciones y formas de expresión de la sexualidad son diferentes, por
múltiples factores: biológicos, endocrinos, psicológicos, sociales; pero los intereses y
comportamientos sexuales siempre están ahí.

En el curso de la evolución sexual tiene lugar la orientación del deseo, que suele ocurrir
durante la adolescencia. La persona define y pone en claro qué personas u objetos con
los que le resultan atractivos sexualmente y hacia los que dirigir su deseo sexual. Las
orientaciones sexuales son:

- Autoerotismo: La persona alcanza el placer y la satisfacción sexual estimulándose a sí


misma, mediante caricias o fantasías. La expresión más habitual del autoerotismo es la
masturbación. Durante mucho tiempo, la masturbación se ha identificado con los
varones y se han mantenido todo tipo de creencias infundadas acerca de sus peligros
(ceguera, debilidad física y mental, esterilidad, etc.). Sin embargo, la masturbación es
un hecho saludable que puede resultar gratificante a lo largo de toda la vida, no sólo en
la infancia y adolescencia, y tanto para los hombres como para las mujeres.

- Homosexualidad: La persona se siente atraída y obtiene gratificación sexual con otras


personas de su mismo sexo. Hace sólo muy pocos años que la homosexualidad dejó de
ser considerada como una enfermedad o una perversión y todavía muchas personas
homosexuales son objeto de rechazo y de desconsideración social. No hay ninguna
razón que justifique este tipo de reacciones.

- Heterosexualidad: La persona se siente atraída y obtiene una gratificación sexual a


través de relaciones con personas de otro sexo. En nuestras normas culturales la
heterosexualidad forma parte del modelo que la sociedad nos presenta, y al que
supuestamente debemos ajustarnos. Sin embargo, la heterosexualidad es sólo una de las
posibles opciones, ni mejor ni peor.

- Bisexualidad: La persona se siente atraída y obtiene una gratificación sexual a través


de relaciones con personas de su mismo u otro sexo indistintamente.

Es importante tener en cuenta que mantener una determinada orientación no significa


que automáticamente las conductas sexuales estén en la misma dirección. Una persona
puede mantener un comportamiento sexual que no se corresponde con su orientación.

Todas las orientaciones sexuales pueden ser igualmente satisfactorias y saludables, la


calve no está en la orientación en sí misma si no en cómo se vive. Si cada uno de
nosotros y nosotras es un mundo, la sexualidad es un universo y cada persona desarrolla
su forma de comportarse y vive su sexualidad de una manera propia e intransferible. En
este caso, como en otros muchos, las generalizaciones sirven de muy poco porque la
manera de vivir la sexualidad depende directamente de la forma en que cada persona se
viva a sí misma. Pero no se puede vivir positivamente la sexualidad si no se vive de
forma positiva el hecho de ser uno o una misma y para ello es necesario tener cubiertas
otras necesidades fundamentales como la seguridad afectiva, querer y sentirse querido,
sentirse útil, tener seguridad de la propia valía, encontrar un sentido a la propia
existencia, etc.
En conjunto, una vivencia positiva y sana de la sexualidad necesita de:

- Sentirse bien y a gusto con uno mismo: Tanto en lo que se refiere al propio cuerpo,
con independencia de si se acerca a los modelos de belleza que se nos imponen, como a
la propia forma de ser y de estar en el mundo. La aceptación y valoración personal no
tienen nada que ver con los éxitos o los logros materiales conseguidos, son sentimientos
más profundos que tenemos que cultivar por el simple hecho de ser nosotros y nosotras.

- Aceptar el hecho de ser hombre o mujer: Encontrar las formas de expresión y


realización personal que resulten más positivas y satisfactorias, sin imponernos ni
aceptar las limitaciones marcadas por los estereotipos de lo masculino y lo femenino.

- Adquirir un sentido lúdico de la sexualidad: Entendiéndola como una forma de


relación y comunicación compartida, en la que cada persona debe reivindicar sus
propios gustos y formas de expresión y respetar los de las demás personas.

La adolescencia: una etapa intensa y complicada.

La adolescencia es un periodo muy importante en la evolución sexual y por ello merece


la pena abordarla con algo más de detenimiento. En la adolescencia, el organismo
alcanza a nivel biológico y fisiológico su madurez sexual, y uno y otro sexo se
diferencian completamente. Desde un punto de vista psicológico y social, la persona
seguirá madurando sexualmente a lo largo de toda su vida, ya que la madurez no es algo
que se alcance de un día para otro, sino que se moldea a lo largo de un proceso, en el
que cada persona va conociéndose mejor a sí misma y define lo que le resulta
satisfactorio y gratificante sexualmente.

La adolescencia comienza en la pubertad y es el paso de la infancia a la vida adulta. El


periodo adolescente no tiene una duración exacta. En general, se acepta que el inicio de
la adolescencia está señalado por los cambios anatómicos y fisiológicos que se
producen en el organismo y que pueden ser progresivos u ocurrir de golpe. En las
chicas, los primeros cambios suelen aparecer sobre los 10-11 años y en los chicos entre
los 12-13 años; la primera menstruación en las chicas y la primera eyaculación en los
chicos son las dos manifestaciones que más claramente se asocian con el final de la
infancia, pero el organismo comenzó a cambiar tiempo atrás. El final de la adolescencia
está determinado, sobre todo, por factores sociales; se considera que un o una
adolescente deja de serlo cuando es reconocido y admitido como miembro adulto de su
comunidad. En la sociedad actual los factores socioeconómicos están retrasando la
entrada al mundo adulto: los estudios se alargan, hay dificultades para encontrar un
trabajo, se retrasa la independencia económica, etc.

El organismo no es lo único que cambia en la adolescencia. Junto con el desarrollo


fisiológico, tienen lugar el desarrollo afectivo e intelectual. Desde un punto de vista
afectivo, se experimentan “nuevos” sentimientos, la amistad ocupa un papel
preponderante, es la época de las amistades “del alma”, del amigo o la amiga íntima con
quien se comparte todo. Y también suele aparecer eso que se ha llamado el primer amor.
Se trata de una de las vivencias más significativas de la adolescencia, de una
experiencia completamente nueva que se vive con especial intensidad y que suele
invadir toda la vida cotidiana: los estudios, otras relaciones amistosas, etc.
Intelectualmente, los y las adolescentes adquieren nuevas capacidades: de abstraer, don
de razonamiento que les van a permitir analizar las distintas cuestiones, suyas y de su
entorno y elegir sus propias alternativas.

Desde el punto de vista psicológico, la adolescencia supone una auténtica revolución


que se expresa, sobre todo, en la búsqueda de la propia identidad. La idea de sí mismo
se hace mucho más amplia, más abstracta: las cosas ya no son tan sencillas como en la
infancia y el o la adolescente tiene que reorganizar su propia identidad, volver a poner
las cosas en su sitio. ¿Quién soy yo? Es una pregunta a la que tiene que dar respuesta
desde todos los puntos de vista: los valores, las ideas y creencias, las expectativas para
el futuro y también la identidad sexual.

El deseo sexual aparece, de una forma clara, después de la pubertad. El o la adolescente


se encuentra con vivencias, sentimientos, deseos y conductas sexuales que son toda una
novedad. Siente necesidades específicamente sexuales consigo mismo y con otras
personas de su mismo o de distinto sexo. Y poco a poco va definiendo su propia
orientación sexual, sus gustos y preferencias.

Todas estas transformaciones no se viven de forma ordenada, todo lo contrario. Si hay


una palabra que casi siempre define la adolescencia es: confusión. Todo se cuestiona,
nada se hace porque sí, no se tiene muy claro lo que se quiere pero se quiere con todas
las fuerzas. El propio cuerpo puede ser amigo pero también un feroz enemigo, la
comparación con los amigos y amigas es algo habitual, los defectos propios se ven con
un cristal de aumento y casi nadie está contento con lo que tiene, a lo que se añaden las
exigencias de la moda que nos impone unos criterios de “belleza” artificiales en los que
el aspecto físico se valora muy por encima del resto de las cualidades personales. Esto
es algo que, por razones sociales, afecta de una manera especial a las chicas, pero cada
vez más los chicos están recibiendo, sobre todo a través de la publicidad, modelos de
cuerpos perfecto.

Los y las adolescentes se encuentran entre dos presiones. Por un lado, la presión de sus
propios cambios y por otro lado, la presión de las exigencias de su entorno social que no
siempre responde de la forma más adecuada porque las personas adultas se han olvidado
de lo difícil que resulta ser un o una adolescente.

Lógicamente, la familia es el espacio que más acusa los cambios y transformaciones de


la adolescencia. En esta etapa, la comunicación y el diálogo entre el o la adolescente y
sus padres son especialmente necesarios, pero también muy complicados. Las relaciones
familiares se deterioran; el chico o la chica necesitan hablar con sus padres de sus
inquietudes e intereses, pero siente, o teme, que no le comprendan. Por su parte, los
padres y madres tampoco lo tienen fácil, no siempre saben qué hacer, tienen sus propias
dudas y el cariño suele llevarles a “exagerar” los riesgos en los que los hijos e hijas
pueden verse. Todo esto hace que la convivencia cotidiana se haga, en ocasiones,
francamente difícil.

Y mucho de lo que no se encuentra en la familia se busca en la pandilla, en el grupo de


iguales. La pandilla es uno de los puntos de apoyo más importantes en la adolescencia.
Un espacio privilegiado para ser una o uno mismo, buscar y afirmar la propia
personalidad, expresar los afectos y los sentimientos. Los y las adolescentes se sienten
parte del grupo con el que comparten un lenguaje, unas normas, una forma de pensar y
de comportarse distintos a los de la familia, y esto les proporciona seguridad y
confianza.

A veces, la convivencia entre los miembros del grupo de iguales proporciona la ocasión
de las primeras relaciones sexuales. Casi siempre, estas primeras relaciones tienen la
intención de explorar y descubrir facetas que hasta el momento son desconocidas. Los
chicos y las chicas llegan a la adolescencia con los papeles y modelos que les atribuye la
sociedad y que han incorporado a lo largo de su socialización. Nuestra sociedad
mantiene, todavía, un sistema de valores diferente para unos y otros y esto hace que las
primeras experiencias sexuales se vivan de forma distinta. Pero ambos viven esa
complicada mezcla de sensaciones y sentimientos que van desde la emoción de
descubrirse a sí mismo y a la otra persona, hasta la inseguridad o el miedo a no gustar o
no saber, y todo ello aderezado por los sentimientos que cada uno y cada una ponga en
juego en la relación. Junto a estas cuestiones personales conviene no olvidar que, con
mucha frecuencia, las condiciones en las que tienen lugar las relaciones sexuales
durante la adolescencia no son las mejores. Los y las adolescentes casi nunca disponen
de espacios adecuados donde poder estar tranquilamente y esto supone que, en muchos
casos, las relaciones se desarrollen en lugares que obligan a la precipitación, con lo que
no se disfruta realmente del momento.

Las primeras relaciones sexuales mantenidas durante la adolescencia no tienen por qué
incluir el coito. La vivencia de esas primeras relaciones va a depender, en buena parte,
de la evolución sexual previa de cada adolescente: cómo haya vivido la sexualidad en su
familia, la educación sexual que haya recibido en la escuela, cómo se acepte a sí mismo
o a sí misma. En la medida en que la sexualidad se haya vivido de forma positiva, estas
primeras relaciones serán más gratificantes.

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