Buenos Aires o Bairro PDF
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GOBIERNO DE LA CIUDAD
DE BUENOS AIRES
Jefe de Gobierno
Dr. Aníbal Ibarra
Vicejefe de Gobierno
Lic. Jorge Telerman
Secretario de Cultura
Dr. Gustavo López
ISBN: 987-21092-1-4
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Dirección editorial:
Liliana Barela
Supervisión de edición:
Lidia González
Corrección:
Rosa De Luca
Marcela Barsamian
Florencia Panichelli
Diseño editorial:
Jorge Mallo
Fabio Ares
Ilustraciones:
Horacio J. Spinetto
Administración:
Graciela Kessler
Luis Kirzman
Graciela Porcel
Buenos Aires
El libro del Barrio
Teorías y Definiciones
Los textos que forman esta obra enfocan la historia urbana, la historia
oral, los imaginarios literarios, los cambios tecnológicos y de
infraestructura, la inmigración y los movimientos sociales urbanos,
como diferentes lentes que convergen para configurar una hipótesis de
lo que es el barrio.
Este libro trata de responder a algunas preguntas sobre el barrio y,
como suele suceder, mientras trata de contestarlas, puede que formule
otras nuevas.
11
El barrio en el recuerdo
Liliana Barela
Presentación
Liliana Barela
Historiadora. Directora del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Fundadora del Programa
de Historia Oral del Instituto Histórico e investigadora del Programa de Historia Oral de la UBA.
Directora de la Revista Voces Recobradas. Ha sido vocal y presidente de la Comisión Nacional de
Museos, Monumentos y Lugares Históricos; Directora Nacional de Patrimonio, Museos y Artes de
la Nación; Subsecretaria de Acción Cultural del Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires.
12 Buenos Aires El libro del Barrio
Las teorías
Para introducirlo en el tema del barrio construido por las memorias, creímos
necesario revisar y precisar algunas teorías acerca de la conceptuación del
ba-rrio y lo barrial, para ubicar luego la relación con los recuerdos y las
fechas en que esos recuerdos se recrean, en el barrio que recuerda. Y dado
que consideramos que las variables fundamentales están dadas por el
territorio y el sentimiento, vale perfilar algunos planos que permitan
visualizar modalidades barriales y límites definitorios. Del trabajo sobre
estos testimonios pudimos alcanzar algunas formulaciones que pueden
calificarse de aproximaciones teóricas válidas y comprobables en los
recorridos históricos y literarios que, por fortuna, no son escasos.
En este recorrido veremos intentos de crear instrumentos de organización
administrativa de la ciudad y ello tendrá reflejo y consecuencias gráficas en el
plano, en los planos. Allí aparecerán nombres que luego desaparecen, fantasmas
de representaciones y nombres concretos que indican lugares precisos que sirven
para describir actividades.
Estas denominaciones aluden a las más variadas clasificaciones y tienen en los
planos sus mejores registros.
Otra posibilidad de conceptualización la recoge la literatura que en general
define al barrio en términos de oposición al centro. Este concepto aparecerá en
la literatura del siglo XX. En las crónicas del siglo XIX se observa una
denominación de barrios futuros (Barracas, Flores, Belgrano, Boca) pero se los
ubica fuera de la ciudad.
“En las Barracas los mendigos no se limitan a pedir como en la ciudad los
sábados”.1 Para comprender mejor estas reflexiones consultar el trabajo de
Rodolfo Giunta en este mismo libro.
El tango describirá a los barrios con la nostalgia de algo perdido, o sea que
El barrio en el recuerdo Liliana Barela 13
Pero esa tercera generación de barrios que presiona fuerte desde fines de los 90
por hacerse escuchar y que refleja barrios nuevos o villas que se transforman en
barrio o simplemente villas que son barrios, reclaman un nombre en el plano
con la fuerza que les da su historia, sus luchas. Estas nuevas-viejas demandas
son las mismas que aquellas de los gringos, sólo que tienen un componente
poblacional diferente (provincianos, inmigrantes de países limítrofes) y otros
estigmas discriminatorios que pueden llevarnos a una guetización de la ciudad.
Esta nueva generación es la que nos aporta la reflexión de Sabugo.
Por tanto, la idea que aquí manejamos es la de un itinerario del concepto de
barrio en construcción entre los vecinos, el plano y el contexto histórico en que
este se produce y que registra las tensiones entre representación gráfico-
administrativa y vida cotidiana.
En la primera generación de Sabugo está el barrio patricio que es la ciudad
misma, el resto es el afuera. En cambio en las dos generaciones siguientes estaría
el barrio gringo de los inmigrantes ultramarinos y los migrantes internos, los
inmigrantes de los países limítrofes, y también los excluidos por el proceso de
la desindustrialización que llevó a la desocupación, la pauperización y
marginalidad de varios sectores sociales.
Para llegar a los sectores que marcan en la geografía de la ciudad los límites y
los nombres de los barrios actuales, utilizaré el recurso de los planos. Éstos
constituyen el entrecruzamiento cultural de medios técnicos, elecciones gráficas
estéticas y representaciones e imaginarios múltiples.
Por ello y por la dificultad permanente entre la percepción de los límites oficiales
que tienen los entrevistados y los nombres de los barrios en los que viven se opta por el
recorrido histórico de las divisiones de la ciudad a través de sus principales planos.
El libro clásico que reúne los planos anteriores a 1887 es el de A. Taullard.7
Aquí los datos más destacados se refieren a la división parroquial de 1769 (San
Nicolás, Socorro, Concepción, Monserrat, Piedad y Catedral).
En 1794 Martín Boneo, que era intendente de Policía, pidió subdividir la ciudad
en barrios-cuarteles, que a la vez se componían de diferentes números de
manzanas.
El barrio en el recuerdo Liliana Barela 15
Hasta 1769 la única parroquia era Catedral (cuyo territorio comprendía: Areco,
Arrecifes, Hermana, Arroyos, la Costa, Matanza y La Magdalena hasta la Villa
de Luján). Había una serie de subparroquias que permitían la administración
(San Francisco, San Nicolás y Concepción). Ese año se elevan de categoría San
Nicolás y Concepción y aparecen nuevas parroquias: Piedad y Socorro. En 1813
se incorpora San Telmo; en 1823: Catedral se divide en Norte y Sur; en 1830: Del
Pilar y San Miguel; en 1833: Balvanera; en 1869 se crean Santa Lucía y San
Cristóbal, posteriormente se incorporan San Juan Evangelista y San Carlos.
En 1887 se incorporan las parroquias de Flores y Belgrano. Estos datos revelan
que la primera nomenclatura general de las zonas de la ciudad son las parroquias.
Pero su incorporación acompañará el lento crecimiento de la ciudad. Otro dato
interesante es la división que aparece con la creación del Registro Civil en 1884:
división 1º: Catedral Norte y Sur y Monserrat; 2º: San Miguel, San Nicolás y
Socorro; 3º: Pilar y Piedad; 4º: Balvanera; 5º: San Cristóbal; 6º: Concepción;
7º: San Telmo; 8º: San Juan Evangelista y Santa Lucía; 9º: San José de Flores;
10º: Belgrano.
Estas denominaciones son administrativas: áreas, parroquias, secciones,
cuarteles, pueblos, plazas. Todas son designaciones territoriales, pero aun los
límites no se reflejan en el plano. Los nombres registrados en estas divisiones
corresponderían a la primera generación de barrios, según Sabugo.
En el Censo de 1887 también se hace mención a plazas que se ubican fuera del
municipio: Flores, Floresta, Belgrano, Saavedra, etc.
Estos nombres son aquellos que luego llevarían los barrios allí ubicados, pero
todavía se encuentran fuera de la ciudad. Esto vendría a completar las referencias
de las crónicas de mediados del sigo XIX a las que hacíamos mención
anteriormente. El censo señala las divisiones administrativas diferentes y no
coincidentes con las divisiones policiales, registro civil, escolar, electoral. Los
planos correspondientes no indican los límites de estas divisiones.
En el plano de 1887, los barrios aparecen mencionados como pueblos: Saavedra,
Núñez, Catalinas; luego se destacan zonas sin denominación de pueblos: Villa
Mazzini, Villa Ortúzar Villa Santa Rita, Floresta, Flores, Belgrano, Villa Alvear,
San Carlos, Almagro, Barracas y la Boca.
En el Censo de 1904 figuran las 20 circunscripciones que corresponden a la
Ley Electoral y Registro Civil.
16 Buenos Aires El libro del Barrio
En el plano de 1912 hay zonas sin límites con denominaciones que luego
adoptarían o no la división oficial de barrios: Villa Riachuelo, Villa Lugano,
Villa Chicago, Liniers, Villa Versalles, Villa Real, Villa Devoto, Villa del Parque,
Floresta, Vélez Sarsfield, Flores, Villa Santa Rita, Villa Mitre, Villa Sáenz Peña,
Caballito, Villa Centenario, Villa Crespo, Villa Malcom, Villa Alvear, Almagro,
Once, Nueva Pompeya, Corrales, Barracas, Boca, Constitución, Recoleta, Retiro,
Palermo, Belgrano, Villa Ortúzar, Chacarita, Villa Modelo, Villa General
Urquiza, Coghlan, Villa Mazzini, Núñez, Saavedra.
Destacados en el plano aparecen los nombres de Barracas, Boca, Belgrano,
Palermo y Flores.
En el plano de 1916 están resaltadas las áreas verdes y otra vez aparecen nombres
sin límites: Belgrano, Núñez, etc.
No es nuestra intención realizar un relevamiento completo de los planos; sólo
quisimos mostrar algunos y señalar la falta de demarcación de los barrios.
Podemos entonces concluir que los límites que se precisaban eran los que servían
para los registros civiles, educativos, electorales, policiales, o sea, los que
utilizaba la administración.
Los planos posteriores mantienen la misma situación hasta que en 1930 se crea
la Dirección de Catastro, que recién en 1937 realizaría el registro
aerofotogramétrico. A partir de esto se realizarían planos de la ciudad cada diez
años, disposición que se cumplió a medias.
En el Plan Regulador de 1960 se dice: “Los barrios se formaron por
circunscripciones ajenas a un proceso de planeamiento, siendo necesario fijar
nuevas divisiones urbanas –sectores y zonas– de acuerdo con fundamentos
sociológicos y morfológicos que determinarán la división de la ciudad en áreas
de planeamiento. En la ciudad se han detectado 44 barrios aproximadamente
coincidentes con la nomenclatura oficial”.8
En otro lugar reitera: “De este modo se han detectado 44 centros de diversas
categorías (aparte del centro urbano)”. Se alude a “la ciudad construida en ba-
rrios como elementos formativos de la misma”.9-10 Obsérvese que se habla de la
ciudad “construida” en barrios y no “dividida” en barrios. Para los planificadores,
la ciudad está dividida en sectores ya que es la necesidad de planificar la que
obliga a la división, pero en cambio los elementos constitutivos no mencionan
límites precisos.
El barrio en el recuerdo Liliana Barela 17
Históricos, las que aun reconociendo otros nombres y otros límites históricos,
terminarán adoptando esta división, uniendo el componente territorial al
histórico y al simbólico. Estas acciones se fueron completando a lo largo
del tiempo. En la actualidad casi todos los barrios tienen su Junta, su día y
su emblema.
Esta desinteligencia entre los barrios, sus nombres, sus límites y la memoria e
idea de pertenencia de los vecinos traerá consecuencias en la reconstrucción de
los recuerdos.
Aída: Barrio es cuando una vive y conoce a la gente de al lado y tiene una
amistad. Cuando yo vivía, por ejemplo, en Méndez de Andes y Neuquén, ¡eso
era un barrio! Porque mi hijo que estaba educado de una cierta manera, pero
al lado estaban todos los chicos, esos muy modestos, pero se hicieron amigos y
bueno, venían a mi casa y era todo un barrio.
Rosa: El barrio es como una comunidad, la relación con el de al lado, con el
que vive enfrente. Eran todas viviendas familiares. Mi hija mayor se relacionaba
con las chicas de viviendas vecinas. Había una feria barrial, íbamos todos a la
misma iglesia, había cines que han desaparecido. Ése era todo un barrio.
24 Buenos Aires El libro del Barrio
Raúl: Yo, para mí, donde hay avenidas, donde hay mucho tráfico, no hay ba-
rrio. Hay gente de paso. Hay avenida, hay mucho comercio, no hay barrio. Los
barrios más cerrados, donde no hay avenidas, son otra cosa.
Para otros, son los aromas los que señalan y diferencian al barrio.
Rosa: Es como una comunidad, la relación con el de al lado, con el que vive
enfrente.
Aída: Como cuando yo vivía en Tres Arroyos, que yo era chica, comíamos
choclos sentados en la vereda, por ejemplo, con toda la gente del barrio, pero
ahora ¿qué barrio? Ahora es sólo una ubicación geográfica.
Cuando mi hijo tenía 8 o 9 años, yo era conocida por fulana de acá, fulana de
allá y uno salía y hablaba con éste y con aquél.
Ahora no. Yo considero que vivir acá en la ciudad no es vivir en un barrio.
Rosa: No en las colmenas que vivimos ahora...
(PAMI, Agencia Nº 5, 2001).
Ofelia: Pero vos vas a hacer un trámite... por ejemplo yo te hablo del caso mío.
Yo vivo en Pichincha y Riobamba. Me dicen (por un trámite) la vereda suya
pertenece a Congreso así que usted tiene que ir a Callao (risas).
Fernando: Hace poco, un hecho policial. Le robaron a una pobre mujer la
cartera, un arrebatador, en Pichincha y Riobamba. Enfrente, en Pasteur y
Riobamba, había una casilla policial, que le dan la pistola y la radio pero no
saben nada, y una chica apareció y corrió al arrebatador por la calle y después
26 Buenos Aires El libro del Barrio
se fue a quejar, porque la policía estaba mirando, como miraba yo, miraba ella
y entonces le preguntó, le fue a decir: “¿No me viste?”. No porque pertenece a
la 7ª y esta parte pertenece a la 5ª.
(PAMI, Agencia Nº 5, 2001).
Amelia: La gente de la avenida Sáenz, para este lado hay una amistad, nos
conocemos; para el otro lado, es raro que se conozcan.
Ángel: Pompeya era mucho más pituco que Puente Alsina!!! Yendo de Puente
Alsina hacia Capital, iba para Capital mirando las vidrieras, conversando,
dando la vuelta hasta Sáenz, pasando por la pizzería “La Blanqueada”... yo
tenía un amigo con el que salíamos a buscar novias en Pompeya porque eran
distintas y cuando veíamos dos chicas juntas, mi amigo embalaba y se les ponía
a hablar, le decían: “Retírese sinvergüenza”, y yo me quedaba. Éste les decía:
“Escúcheme, usted está equivocada, yo tengo buenas intenciones”. Y tanto le
hacía el verso que ganaba. Eso era Pompeya.
Adelina: Nosotros teníamos en la parte más cerca del río una parte que le
decíamos “el pueblito”. Nosotros teníamos asfalto y ellos tenían de tierra.
Nosotros decíamos: “Ahí vienen los del pueblito”. Después mi hija cuando fue
a la escuela se hizo amiga de los hijos de los del pueblito, yo los odiaba. Todos
pibes muy buenos, mirá, lo que son las vueltas de la vida. En vez de ser amiga
de los chicos del barrio se hizo amiga de los del pueblito.
Héctor: El otro pueblito era porque había un zanjón muy grande que era el
desaguadero que iba al río y había un puente, los del otro lado del puente eran
los del otro pueblito.
Héctor: Para venir a rellenar acá, con cenizas de la quema, pasaba una zorrita,
El barrio en el recuerdo Liliana Barela 27
que era una máquina chica que arrastraba 10 o 15 vagonetas. Pasaba por acá,
por una vía angostita, cruzaba avenida Sáenz e iba a rellenar por allá, por
Villa Soldati. Con el tiempo, las calles verticales a Alcorta, que eran todas de
barro, las empezaron a rellenar y se hacía una humareda que no se veían las
casas.
Muchas veces la casa, primer cobijo, primer lugar en el mundo, marca el deslinde
entre lo público y lo privado, el adentro y el afuera.
Pierre Mayol se refiere a la casa como el espacio privado, lugar del cuerpo,
lugar de la vida. Aquí la usanza permite que uno se dedique a hacer nada… el
lugar más privado y querido, en el que uno se regocija al regresar a la noche
después del trabajo, al entrar de nuevo después de las vacaciones, al salir del
hospital.21
Para nuestros vecinos describir la casa fue un modo de incorporar nuevamente
el barrio en sus relatos. A veces el barrio es definido como la prolongación de
la casa. Y los vínculos vecinales definen el barrio del recuerdo y en ellos aparecen
las fiestas. Las fiestas son la referencia clara del espacio compartido donde se
entrecruzan lo público y lo privado.
Eran fiestas muy sanas, muy de la familia. Las velas se ponían sin tener en
cuenta el color político que se tenía o qué religión.
Así que yo la vela la dejaba porque era una misión que me habían dado mis
padres. Después a las 12 de la noche la gente se acercaba y se prendían las
velas.
Elsa: El barrio era lindo porque nos sentábamos todos en la puerta de casa de
Olga y pasaban los muchachos y se sentaban, conversaban algo de a dónde
íbamos a bailar... tendríamos 15, 16 años...
Después nos juntábamos en los casamientos, que se hacían en las casas. Íbamos
a los casamientos y nos encontrábamos.
Ester: Los sábados, días de casamientos, nos apiñábamos en el atrio de la iglesia
para “ligar” las monedas que tiraba el “padrino pelado”. Tampoco me olvido
de los festejos de San Pedro y San Pablo. Todo el barrio participaba de la
fogata, donde llevábamos los que estuviesen en desuso, papeles, maderas,
trapos, para alimentar el fuego.
María: No sé si se acuerdan cuando llegaban las fiestas como las de Navidad...
cada vecino traía algo y uno, como no quería ser menos que los demás, entonces
hacía una torta o si no dos botellas de sidra... y cuando daban justo las 12:00,
primero estaban con la familia, y después salían e iban de casa en casa
saludando a todos. Después si alguno tenía música, en el barrio, en la calle se
cantaba.
María: Yo me acuerdo cuando vine a vivir acá, hace unos 50 años, estaban
todos los vecinos en la vereda tomando mate. Ahora no se ve a nadie. Estamos
todos encerrados detrás de las rejas.
Raúl: Otra cosa importante, por lo menos para mí, es que se perdió totalmente
la barra de la esquina. Uno llegaba del trabajo, se pegaba un baño y se iba
para la esquina y sabía que alguien había. Eso se perdió totalmente, pero no
en mi barrio, en todos los barrios.
En mi barrio las industrias no están más, había una industria textil muy grande.
El barrio en el recuerdo Liliana Barela 29
Como vemos aquí aparece el barrio peligroso, las construcciones que producen
rupturas en la solidaridad existente, en síntesis describen la irrupción de los otros.
Es en este momento, cuando desde fines de los 90 comenzaríamos a trabajar en
otro registro de barrios. No hablaríamos de la etapa inicial sino de la que tuvo
lugar la formación de otros barrios conectados con el crecimiento industrial de
fines de la década del 40, que se empezaron a construir durante el peronismo y
que subsisten durante el proceso de desindustrialización (1970-1990).
Esto nos llevó a trabajar con una población diferente. Al principio nuestro trabajo
parecía circunscribirse al trabajo en villas, pero ciertas experiencias novedosas
(Abasto, Bajo Flores, etc.) nos mostraron nuevos componentes de población
con motivaciones renovadas de construir un futuro mejor para sus hijos y
sufriendo una discriminación casi previsible.
En la memoria de los vecinos de la primera etapa (casi siempre hijos de
inmigrantes europeos) no se registraron casos de discriminación sufrida por
ellos mismos. Esto pudo ser porque la situación inicial fue superada o porque el
progreso y movilidad social ya se habían realizado cuando comenzamos las
entrevistas o bien porque prevalecía un mismo origen migratorio.
En esta última experiencia la discriminación la sufren “aquí y ahora”, y el futuro
y la movilidad social están cada vez más alejados de sus imaginarios. La
presencia de tipos heterogéneos de pobladores compiten en la elaboración de
pautas comunes.
Aun cuando tenemos ya suficientes testimonios creemos que en futuras
publicaciones podremos elaborar nuevas conclusiones.
En principio podemos afirmar que nuestro trabajo en villas y barrios
autoconstruidos reformula el tema del territorio. Aquí, como en muchos barrios
inundables, todo era bañado. Es esta situación marginal primera la que los obliga
a organizarse. El bañado hay que rellenarlo y la tierra la trae el habitante. Por
tanto, se cambia el concepto de propiedad de la tierra. A esto hay que agregarle
que la mayoría de los habitantes de estos lugares procede de culturas con fuerte
El barrio en el recuerdo Liliana Barela 31
Conclusión
hacerlo. De este modo no hay futuro simbólico posible. Con lo cual aquella
“motivación “ de los barrios del 40 y de las Villas del 50 y 60 ha desaparecido.
Por otro lado si bien hablamos de multiculturalismo, diversidad cultural, respeto
por el diferente, derechos humanos para todos, no nos atrevemos a pronunciarnos
sobre la contracara: discriminación, estigma, exclusión.
Desde el discurso hay una urgencia por decir “nosotros” pero ya nadie alcanza
a saber de qué estamos hablando.
Al final de este trabajo sentimos que esta situación está recién comenzando.
Estas reflexiones exceden la lectura histórica. Hemos transitado por la historia
de lo simbólico y por el mundo de lo privado y lo público. Aparecen muchas
preguntas sin respuesta y nuevas preguntas nos interrogan. Esta exposición
intenta ser una aproximación a la idea del barrio construida por vecinos que
trabajaron con el recuerdo de sus vidas transcurridas en barrios nuestros. Creemos
que con estos primeros aportes podremos re-escribir la historia de la ciudad y
sus barrios, que muchos vecinos están esperando. Los ojos de muchos vecinos
están esperando.
En este nuevo camino no sólo podremos elaborar discursos diferentes, sino que
debemos modificar las prácticas. Para ello la reflexión sobre los cambios del
tiempo presente será la herramienta eficaz. Tal vez la primera y posible
diferenciación ya no sea entre derechas e izquierdas, sino entre quienes aceptan
como natural la existencia natural de los pobres y quienes no la aceptamos. Con
esta diferencia esencial podremos replantear el barrio, la ciudad y el mundo.
Citas bibliográficas
1
Giunta, Rodolfo, “Revolución industrial y barrio”, en Buenos Aires. El libro del Barrio,
Buenos Aires, Instituto Histórico, 2004.
2
Scobie, James, Buenos Aires. Del Centro a los barrios. 1870-1910, Buenos Aires,
Solar-Hachette, 1977.
3
Gorelik, Adrián, La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos
Aires 1887-1936, Buenos Aires, Universidad de Quilmes, 1998, pp. 273-275.
4
Romero, L. A.; Gutiérrez, L., Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en
34 Buenos Aires El libro del Barrio
hecho cultural y la función social”, en Revista Voces Recobradas Nº 14, Buenos Aires,
Instituto Histórico, diciembre de 2002.
21
Mayol, Pierre, “Habitar”, en De Certeau, Michel, op. cit., p.149.
22
Tomarchio, Clelia, “Barrio Charrúa”, en Cronista Mayor de Buenos Aires, Nº 39,
agosto de 2003.
23
Cronista Mayor de Buenos Aires: “El trabajo”, PAMI, 2000; “Un lugar para vivir”,
PAMI, 2001; “Mi mundo, mi barrio”, PAMI, 2002; “Ojalá te enamores”, PAMI, 2003.
24
Ver: González, Lidia; Paredes, Daniel, “Las villas miseria de Buenos Aires: la
construcción del espacio barrial”, en Revista Voces Recobradas Nº 14, Buenos Aires,
Instituto Histórico, diciembre de 2002.
Tomarchio, Clelia; Bordegaray, Dora, “Las villas porteñas de espacios comunitarios a
guettos”, en Revista Voces Recobradas Nº 16, Buenos Aires, Instituto Histórico,
diciembre de 2003.
Barela, Liliana; González, Lidia, “Barrio Ramón Carrillo”, en VI Encuentro Internacional
de Historia Oral, octubre de 2003.
Tomarchio, Clelia, “Barrio Charrúa”, en Cronista Mayor de Buenos Aires, Nº 39, agosto
de 2003.
Vignolo, Gabriel, “En INTA la historia la escribimos entre todos”, en Cronista Mayor
de Buenos Aires, Nº 9, octubre de 1999 y Nº 20, noviembre de 2000.
Bordegaray, Dora, “Villa 20”, en Cronista Mayor de Buenos Aires, Nº 34, octubre 2002.
Tomarchio, Clelia, “Villa 1-11-14. Cincuenta años de historia”, en Cronista Mayor de
Buenos Aires, Nº 33, agosto 2002.
¿Qué es un barrio al fin de cuentas? Pues algún
potrero donde comíamos finucho o pateábamos la
pelota y la vieja nos llamaba a comer. Es el lugar
de nacimiento donde aún vive la madre y donde
se come (...)
Rodolfo Kusch
37
Introducción
Mario Sabugo
Profesor regular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo en la Facultad de Arquitectura, Diseño
y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires. Profesor de posgrado en la FADU y FLACSO.
Miembro de la Sociedad Central de Arquitectos, Buenos Aires. Académico de Número de la Academia
Nacional del Tango.
38 Buenos Aires El libro del Barrio
Léxico y etimología
El barrio en la historia
al barrio.11 Entre ellas no cabe excluir a la propia parroquia, núcleo del barrio
colonial, pero también institución reclamada en los nuevos barrios.12
Por otra parte, si en la generación colonial, apenas pueden encontrarse
típicamente dos delimitaciones territoriales (parroquias en cuanto al impulso
autónomo y alcaldías en cuanto al impulso administrativo), en la metrópolis
del siglo XX las delimitaciones administrativas se multiplican, con polígonos
no coincidentes, para determinar circunscripciones electorales, distritos
escolares, policiales, judiciales, hospitalarios, etcétera (plano del Departamento
de Obras Públicas, 1916; Difrieri, 1981b: 197-203). Son, precisamente,
productos múltiples del impulso administrativo que, por su propia divergencia
y especialización, no pueden dar lugar a desarrollos institucionales autónomos.
Este florecimiento de los barrios en su segunda generación es descripto,
registrado e incluso reinventado a través de diversas manifestaciones culturales.
Un “primer espectador de los barrios pobres” (como lo califica Jorge Luis
Borges, 1930) resulta Evaristo Carriego, que publica sus Misas herejes en 1908
(Molinos, 1997). Lo mismo se expresa en las historiografías locales, el
cancionero del tango, el teatro y el periodismo.
vecindario podía ser, en las zonas densamente edificadas, sólo una cuadra,
mientras que en las zonas más alejadas, de edificación más dispersa, podía
incluir más de diez cuadras (...) Sólo ocasionalmente, como por ejemplo, en
una zona alejada, podía determinarse el límite preciso del vecindario. Sin
embargo, sus habitantes eran conscientes del pequeño mundo del vecindario y
del ámbito todavía más pequeño y definido de la cuadra” (ídem: 259).
El mismo Scobie con Aurora Ravina de Luzzi (1983: 182) vuelve sobre el tema
declarando que “el término barrio resiste una definición precisa, principalmente
porque involucra una actitud mental tanto como un área geográfica. Para nuestro
propósito, el barrio se refiere a la pequeña o inmediata vecindad formada por
una o más ‘cuadras’, pero sin seguir un modelo fijo. Constituye claramente una
subunidad del suburbio, aunque escritores y políticos a menudo utilizan barrio
como sinónimo de suburbio”.
Sobre “suburbio”, dice que: “(...) después de 1910 la unidad más amplia del
suburbio –generalmente un pequeño pueblo con su propia plaza y foco
central– se convirtió en el eslabón a través del cual muchos porteños
se identificaban con esta monstruosa expansión urbana” (ídem: 187).
Una lectura que reorganice todos estos textos de Scobie permitiría
concluir que para este autor: (a) la unidad más elemental es la “cuadra”;
(b) un conjunto más o menos extenso de cuadras, según la densidad
edilicia, configura un “barrio” o “vecindario”; (c) un conjunto de
barrios o vecindarios configura un “suburbio” (en su terminología);
(d) que el “suburbio” se caracteriza por disponer de una plaza y foco
central; (e) la vinculación y contacto social se verifican a nivel de la
“cuadra” y del “barrio-vecindario”. 14
Con acento en la historia social y cultural, Leandro Gutiérrez y Luis
Alberto Romero (1995: 11) se enfocan no exactamente en el concepto
de barrio, sino en las “sociedades barriales”: “Entre las dos guerras
mundiales, esta identidad trabajadora y contestataria fue disolviéndose,
y progresivamente se constituyó otra, que hemos caracterizado como
popular, conformista y reformista (...) en el caso de Buenos Aires, la
reconstrucción de identidades se operó en el marco de las nuevas
sociedades barriales, producto de la expansión edilicia y del traslado
hacia las sucesivas periferias urbanas de aquellos trabajadores que,
El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo 47
Definiciones y problemas:
Urbanismo
Para esbozar el estado de la cuestión en torno a la idea de barrio en Buenos
Aires se requiere distinguir algunas grandes corrientes argumentales e
ideológicas.16
En primer término, hay una serie de estudios dedicados a los aspectos
propiamente físicos de los barrios, caracterizándolos como fragmentos
territoriales urbanos cuyos aspectos decisivos serían, entre otros, su posición
geográfica, topografía, usos y funciones, infraestructura, morfología edilicia,
etcétera. Se trata de productos propios de las disciplinas arquitectónicas,
patrimoniales, urbanísticas, geográficas y ambientales, cuya debilidad es la
minimización de las configuraciones culturales de las áreas abordadas.
Así, una reciente nota de Tony Díaz (2001) expresa una visión del barrio
entendido no más que como un cierto tipo de tejido urbano: “Buenos Aires
tiene tal vez el catálogo más amplio de variaciones y alternativas de un mismo
tipo de tejido urbano (...) Lo mejor de estas variaciones son los barrios que
conservan una, dos o tres plantas, buenos árboles y aceras anchas, como se
pueden encontrar en algunas áreas de Belgrano, Flores y Villa Devoto, por
ejemplo (...) Son una experiencia urbana única y habría que protegerlos”.
Un diccionario de urbanismo define así el objeto: “barrio (...) Agrupamiento
social espontáneo que ocupa un sector determinado y diferenciado de la ciudad
y cuyos integrantes –individuos y grupos menores– mantienen entre sí contactos
frecuentes y personales. El elemento básico que lo constituye es la vivienda
estable. Estrechamente vinculadas a ella se encuentran dos manifestaciones de
carácter social: la escuela primaria y el comercio diario (...)” (Petroni; Kratz,
1966); definición llamativa en esta disciplina ya que parte del aspecto social.
La Oficina del Plan Regulador (MCBA-OPR, 1968: 115) declara que “el examen
de los límites barriales, según son percibidos por diferentes Asociaciones de
Fomento de la Capital, y de acuerdo con los resultados de una encuesta realizada
El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo 49
entre las mismas, demuestra que los límites barriales cubren casi toda el área de
la ciudad en forma tal que es posible una clasificación de barrios. De la encuesta
surge que los habitantes tienen una percepción definida de las formaciones
barriales y que las limitan con precisión. Como resultado de este trabajo pudieron
delimitarse 44 barrios, que son los mismos que los de la nomenclatura oficial,
pero que no se integran en ningún género de grupos mayores definidos,
notándose en cambio ciertas dependencias funcionales que se examinarán en
otro capítulo”.
Horacio Torres, en un estudio para el actual Plan Urbano Ambiental (1999:
43), dice que “los barrios, en tanto unidades territoriales, hacen referencia
fuertemente a factores histórico-tradicionales y a la percepción de sus habitantes.
Las estadísticas municipales y algunas de otras fuentes utilizan estas unidades.
Esta visión de la ciudad a partir de su división en barrios (justificable porque su
significación es mayor en términos políticos y de representación que la de
unidades puramente estadísticas) debe ser sin embargo matizadas por
consideraciones relativas a su homogeneidad interna”.
Como se advierte, en estas aproximaciones urbanísticas parece aceptarse la
carga perceptiva, política e identitaria de los barrios, pero a la vez se objeta su
heterogeneidad social, edilicia y/o funcional, lo que conduce a la elección de
otras “áreas de planeamiento”. En los textos del reciente Modelo Territorial del
Plan Urbano Ambiental (2000) directamente no se halla el término barrio.
Normativa urbana
El texto vigente del Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos
Aires (Ley 449, 2000) contiene acepciones diversas del término barrio, siempre
dentro de un sentido geográfico, denominando distritos o subdistritos de
planeamiento, sin adoptar una significación unívoca. Por ejemplo, dentro del
distrito U3 se distinguen “(...) los siguientes barrios: Barrios Tellier-Liniers
(...) Barrio Nazca (...) Barrio Varela-Bonorino, Barrio Emilio Mitre, Barrio
Segurola, Barrio Versailles”. En otros casos, algunos barrios son caracterizados
como áreas de protección histórica. Así, el APH 16 involucra el barrio La Colonia
(Cachi, Diógenes Taborda, José Cortejarena, Andrés Ferreyra), y la APH 24 el
barrio Los Andes (Guzmán, Concepción Arenal, Rodney y Leiva).
La oscilación terminológica no es exclusiva de las ordenanzas. Las
50 Buenos Aires El libro del Barrio
Estudios histórico-culturales
Por otra cuerda corren las investigaciones orientadas a los aspectos humanos
de los barrios, focalizadas en las expresiones culturales e institucionales de las
comunidades urbanas, con relativa independencia de sus escenarios físicos.
Así, se han producido significativos resultados desde los estudios demográficos,
sociológicos e histórico-culturales. Simétricamente, esta vertiente corre el riesgo
de dejar en segundo plano la incidencia específica de las dimensiones físicas y
ambientales. Algunos trabajos de este conjunto se han mencionado más arriba
a propósito de las “sociedades barriales”.
Aquí caben las historiografías urbanas locales, últimamente apoyadas con
técnicas de historia oral, de fuerte relación con las actividades de las Juntas
Históricas de los barrios. Su más importante colección son los Cuadernos de
Buenos Aires, si bien existen otras series significativas, alguna prensa local y
algunos minuciosos trabajos de recopilación (Cutolo, 1996). En este campo
son registrados los fenómenos físicos y culturales, pero derivan más de un
proceso de acumulación y yuxtaposición que de una metodología de integración
de ambos grupos de fenómenos. Es lo que Gorelik (op. cit.: 274) califica como
“bibliografía barrial memorialista”, de la que tiene la gentileza de eximirnos.
Tal vez la aproximación de mayor alcance se halle en el trabajo de Ariel Gravano
(1995: 258), que presenta “contextos de formulación” apropiados para la
construcción de una “teoría del barrio”. Para ello propone tomar en cuenta “(...)
en principio, al barrio como: 1) espacio de la reproducción social material; 2)
referente de identidades sociales distintivas; 3) representación simbólica dentro
de la vida urbana”.
El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo 51
Barrio y tango
Difícilmente se pueda sobrestimar la carga imaginaria aportada a la idea de
“barrio” por el cancionero popular, y por el tango en particular.17 El tango
distingue al barrio como contrafigura del centro, ante todo éticamente, porque
frente a la inocencia del barrio, el centro corrompe: “(...) te conquistaron con
plata/ y al trote viniste al centro/ algo tenías adentro/ que te hizo meter la pata”
(Enrique Maroni y Luis Cassaravilla Sierra, “Tortazos”, 1929). El centro es
materialista, competitivo, el barrio tiene “(...) el alma inquieta de un gorrión
sentimental” (Le Pera y Battistella, “Melodía de arrabal”, 1932), “Los cien
barrios porteños” (presentación de Alberto Castillo, por Carlos A. Petit, 1945)
están “(...) metidos en mi corazón”.
El barrio en el tango es reiteradamente paisajístico: “(...) viejo barrio de mi
ensueño, / el de ranchitos iguales” (Navarrine, “Barrio reo”, 1927); “Un pedazo
de barrio, / allá en Pompeya, / durmiéndose al costado, / del terraplén” (Manzi,
“Barrio de tango”, 1942); “Decime / si conocés la armonía / la dulce policromía
/ de las tardes de arrabal” (Celedonio Flores, “Muchacho”, 1924).
Con frecuencia, el barrio es irrecuperablemente pasado, paraíso perdido: “Me
da pena verte/ hoy, barrio de Flores (...) Mi barrio no es éste, cambió de lugar”
(Enrique Gaudino, “San José de Flores”, 1935); “(...) ¿dónde estará mi arrabal?”
(Cátulo Castillo, “Tinta roja”, 1941); “Mi barrio fue mi gente que no está / las
cosas que ya nunca volverán (...)” (Eladia Blázquez, “El corazón mirando al
sur”, 1975).
¿Es inseparable del imaginario del barrio esta percepción reiteradamente
nostálgica, aquello que “ya no queda”? En tal caso ¿cómo podrían prosperar
determinadas recreaciones de sus formas físicas o institucionales sobre un soporte
imaginario renuente u hostil a las novedades?
El barrio sentimental
En esta parte presentamos algunas decisivas aportaciones del ensayo, la crónica,
la narrativa, la poesía.18 Borges (1930: 130) se ocupa del término mismo de
52 Buenos Aires El libro del Barrio
Notas
1
Investigamos la cuestión de los barrios porteños en el proyecto Ubacyt AA21 (2000)
“Los barrios: configuración histórica, institucional y urbana”, con Rafael Iglesia, Rodolfo
Giunta, Rita Molinos e Ileana Versace; y en el Ubacyt A009 (2001, dir. Roberto Doberti)
“Formas espaciales, lógicas significativas y técnicas de producción”. Asimismo, desde
2000, en el Curso Superior de Historia y Crítica de Arquitectura y Urbanismo (CEHCAU),
posgrado de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA) dictamos el Módulo
“Barrios de Buenos Aires: configuración histórica, institucional, urbana y ambiental”.
2
Postulaciones vinculadas con la “Declaración de San Juan y Boedo” (AA.VV., 1983).
3
Tradicional formulación del tema en Fustel de Coulanges (1864), actualizada en obras
recientes de Morse (1975) o Eggers-Lan (1987).
4
Se emplea este tipo de indicadores en Sabugo (1999).
5
La voz “comuna” (latín communis), lo mismo que “ayuntamiento” (latín jungere, juntar),
se refiere a lo gregario o comunitario. “Municipio” (latín municipium, compuesto de
munere –oficio, tarea, y capere– tomar) se vincula con la recaudación impositiva
(Corominas, 1991).
6
Con el mismo sentido, la milonga de Borges (1965): “(...) un balazo lo tumbó / en
Thames y Triunvirato; / se mudó a un barrio vecino: / el de la Quinta del Ñato”.
7
Regio, o más precisamente regio urbis, se traduce como “barrio de una ciudad”, vicus
como “barrio de una ciudad”, pero también como “calle” y como “aldea, lugar, pueblo”
(Spes). De aquella regio parece provenir el actual rione (pl. rioni) romano.
8
El promedio sería de 2138 personas por barrio o cuartel.
60 Buenos Aires El libro del Barrio
9
Posteriormente, la Curia tiende a adecuar sus dispositivos a la extensión y densificación
urbana. De tal manera, en la actualidad las parroquias porteñas son más de 170.
10
Sobre inmigración y barrio, véanse anteriores trabajos de Rita Molinos (1999, 2000)
y su texto en este mismo volumen.
11
Sobre los clubes de fútbol y el rol de las canchas en la ciudad, véase Sabugo (1984).
12
Caso típico es la reclamación en San Cristóbal al Sur, posteriormente barrio de Parque
Patricios, que obtiene la parroquia en 1907 y la edificación del templo en 1925. Pero su
dedicación a San Antonio de Padua evidencia en la nomenclatura la nueva distancia
entre barrio y parroquia (Llanes, 1974).
13
Título original en inglés: Buenos Aires. Plaza to suburb, traducido como Buenos
Aires. Del centro a los barrios.
14
El matiz singular de la idea de “suburbio” en contexto norteamericano se evidencia en
pensadores como Lewis Mumford, que si bien toma nota de la concepción de “barrio”
parisino según Chombart de Lauwe, está dominado por la experiencia del suburbio
yanqui, relativamente ajeno a lo urbano propiamente dicho, sea por hallarse en extramuros,
sea por su desentendimiento institucional. Así lo expresa al reconocer que “(...) el
primitivo suburbio romántico (...) [se trataba] también de una evasión de la
responsabilidad cívica y de la previsión municipal” (Mumford, 1961: 652).
15
En el contexto de esta época, en este trabajo véase Anexo II: “Los ‘barrios-república’
de Soiza Reilly”.
16
Vasto y ordenado relevamiento de los enfoques disciplinarios que convergerían en
una “teoría del barrio” en Gravano (1995).
17
Para esta parte se extrajeron las letras de Romano (1994) y Russo (2000).
18
Véase en este mismo volumen el texto de Rafael Iglesia, “Dos miradas barriales:
Borges, Martínez Estrada”.
19
Borges se refiere aquí exclusivamente a los términos empleados en los títulos. Revisando
por nuestra cuenta esos dos textos completos de Carriego, se advierte que en el primero
usa 10 veces “barrio” y 5 “suburbio”, en el segundo 6 veces “barrio” y ninguna “suburbio”.
20
La idea del barrio como sitio de regreso se relaciona, pasando a otro contexto cultural,
con las indicaciones de Pierre Mayol (1999) para quien el barrio es un “dispositivo
práctico” que vincula el espacio íntimo de la vivienda con la ciudad y, por extensión, el
El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo 61
mundo.
21
Los autores citan las proposiciones del grupo Buenos Aires Viva en cuanto a asumir
“(...) un punto de partida real, los barrios actuales”.
22
Curioso intríngulis en torno al imaginario de centro y barrio es desatado, a mediados
de 1971, por el estreno, en el cine Ópera, de la película “La valija”, dirigida por Enrique
Carreras y protagonizada por Luis Sandrini. Luego de un semana de exhibición, estalla
un escándalo apenas se descubre que no se ha proyectado el mismo final en el centro que
en los barrios. “La valija” relata la vida de un matrimonio cuya rutina es interrumpida
por el adulterio de la esposa. Ante el engaño, el marido hace la valija y se va de la casa
para nunca regresar. Este es el final serio, dramático, para los que van al Ópera; en los
cines de barrios, suburbios e interior, cuando Sandrini ya está haciendo la valija, de
improviso despierta y descubre aliviado que su mujer es fiel y todo ha sido una mala
pesadilla. El productor Atilio Mentasti reconoce que, de los dos finales, “el primero es
más auténtico; el dolor no desaparece así nomás; hay que dejar pasar un tiempo. El otro
final está adecuado a la gente de barrio, que no tiene servicio doméstico y sale a divertirse”.
El episodio demuestra que en aquella ciudad de 1971 todavía hay una diversidad cultural
que se corresponde geográficamente con la distinción centro-barrios (Sabugo, 2002).
Bibliografía
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El barrio, al fin de cuentas Mario Sabugo 63
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66 Buenos Aires El libro del Barrio
Anexo I Mario Sabugo 67
Anexo I
En busca del barrio ático
ciudades por separado, y de esa forma la entendían los griegos, de forma que
perdían de hecho su identidad”.
La cuestión del sinoiquismo prefigura una discusión permanente: si la ciudad
se forma por agregación de barrios, o si los barrios derivan de una subdivisión
de aquella; como si nos refiriéramos, por ejemplo, al papel de nuestros Flores y
Belgrano, municipios anexados y reducidos a barrios luego de 1880. Y se opone
a la explicación del sinoiquismo el argumento aristotélico acerca de la parte
que no puede preceder al todo orgánico que la contiene.
Evidencias de sectorización urbana asimilables a alguna especie de “barrio ático”
aparecen en el relato de Pausanias (15) cuando afirma que El Pireo “era un
demo desde antiguo”, aunque no siempre un puerto. Lavedan (133) grafica El
Pireo permitiendo ver algunos sectores como Munichia, Asty y Akté; pero no
hay datos para relacionar esos sitios con la idea de barrio o de demo.
En la propia Atenas, Pausanias (21) se refiere al Cerámico, zona de alfareros, la
que rodea al ágora clásica, organizada en tiempos solonianos. Pero no califica
esta zona como un demo (Poete, 206; Miravet, 6).
De origen arqueológico (Miravet, 4) es la caracterización de la acrópolis
ateniense como un centro primeramente palacial, y posteriormente religioso,
mientras que “(...) en los pequeños valles que separan las colinas alrededor de
la acrópolis, los hallazgos de tumbas son testimonio de la existencia de pequeñas
comunidades que vivían dispersas por el territorio”, podríamos aquí vislumbrar
un posible antecedente de los demos urbanos en tal “ciudad baja”.
A nivel regional, Pausanias (98, 101, 103, 113) menciona diversos demos del
Ática: “Prospalta, Prasias, Céfale, Lampiras, Flía, Pótamos, Mirrinunte, Atmonia,
Acarnas y Halinunte. Además Braurón, Ramnunte, Némesis, Laciadas y
Maratón”.
Fuera del campo ático, Morini y Lavedan han reconocido barrios (quartieri) en
otras ciudades helénicas como Siracusa, Delos y Turi, aunque tampoco los
mencionan como demos.
Diversos autores, antiguos y modernos, reconociendo a Hipodamo de Mileto
como planificador y estudioso de la política y la sociedad, señalan que sus
planteos urbanos no son novedosos por su geometría sino por su división zonal
conforme a las distintas clases de habitantes (guerreros, labradores, artesanos)
y el tipo de tenencia de la tierra (sagrada, pública o privada). Así lo refiere
Anexo I Mario Sabugo 71
Aristóteles (La Política, 98). ¿Pero no hay allí una incómoda contradicción con
los propósitos de Clístenes y los reformadores populares? Si para ellos se trataba
de que las nuevas tribus mezclaran las poblaciones, los territorios y las
actividades de la ciudad, ¿no procedía entonces Hipodamo de modo reaccionario,
reinstalando heterogeneidades urbanas en una polis que no reconocía otras
identidades que la paternidad y el domicilio?
Cabe entrever en resumen que un hipotético barrio ático puede acercarse a los
que diversas fuentes mencionan como demo, pero se hace necesario entender
que tal demo ha sido una forma distrital tanto urbana como rural, cuyos
antecedentes se remontan a la aldea micénica y las naucrarias. Otro término
cercano, que cabe asimismo tener en cuenta, es kómai (Eggers Lan), aunque
mucho menos frecuente en los textos consultados.
En cuanto a lo territorial, encontramos muy escasas referencias acerca de las
delimitaciones geográficas de los demo, las que articuladas con sus rasgos
institucionales, nos hubieran permitido demostrar en los mismos nuestra
hipotética estructura de lo “ciudadano” y lo “urbano” como doble cara de la
idea de “barrio”.
Y en fin, si por ésta u otras vías de estudio pudiéramos justificar definitivamente
la traducción de “demo” como “barrio”, entonces podríamos interpretar la
“democracia” también como “gobierno de los barrios”.
Nota
1
Puesto que lo más preciso es hacer corresponder la institución de la polis ateniense no
con la estricta geografía de la urbe (asty) sino con todo el territorio de la región ática.
Bibliografía
Madrid, 1981.
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1984.
Anexo I Mario Sabugo 73
74 Buenos Aires El libro del Barrio
Anexo II Mario Sabugo 75
Anexo II
Los “barrios-república” de Soiza Reilly
II. En todas las notas se presentan algunas descripciones físicas, aunque con
diversos enfoques. Hay descripciones ambientales, en un sentido sensorial y
paisajístico. En la Boca, “(...) las palabras, los olores, los sabores, las visiones,
los roces, todo, en fin, os produce la sensación pictórica, panorámica, superfi-
cial, de encontrarnos en Génova (...) El paisaje, con sus transatlánticos, con sus
Anexo II Mario Sabugo 77
edificios, con sus avenidas, con sus callejones, con sus puentes, es un paisaje
auténtico de Génova”; la descripción contribuye a la tesis del “alma genovesa”
del barrio.
Soiza suele introducir referencias urbanísticas específicas, demográficas y
geográficas. Menciona los “cien mil habitantes” en “cien manzanas” de Nueva
Pompeya, y similares datos en la Boca, Versailles, Boedo, Nueva Chicago y
Lugano. Excepcionalmente, se refiere a los límites territoriales (en San Telmo).
En Boedo, la descripción se convierte en diagnóstico, ya sea denunciando que
es “el único barrio porteño que carece de plazas y de jardines públicos”, o bien
al inventariar los equipamientos que contabiliza en su centro: “En el espacio de
seis cuadras, en ambas aceras, he contado sesenta y ocho cafés, despachos de
bebidas, lecherías, bares automáticos, ‘pizzerías’, confiterías, ‘trattorias’,
Munich... sin incluir nueve cinematógrafos, ‘kermesses’, variedades y un teatro
(...)”.3
Hay frecuentes descripciones que ahora llamaríamos patrimoniales,
identificando diversos tipos de edificios, no tanto por su valor artístico, sino
por su vinculación testimonial a la historia local. Así se describen las
características grandes casas señoriales de Belgrano, las de personajes como
Cuitiño en Boedo o Martina Céspedes en San Telmo, quintas villacrespenses y
casas de candombe en Monserrat.
VII. Soiza Reilly suele proveer alguna cita o referencia bibliográfica; se reitera
en general la mención de Wilde, Manuel Bilbao y Pastor Obligado. Otros
solamente se mencionan en algún contexto local: Paul Groussac (“Los que
pasaban”) y Felipe Yofre (“El congreso de Belgrano”); Del Barco Centenera es
citado a cuento de los pecados de Pedro de Mendoza; Enrique de Udaondo
como historiador del templo del Pilar; un poema de Vacarezza es reproducido
en el texto villacrespense.
IX. Un recurso final de las notas reside en las fotos que acompañan al texto,
ilustrando las informaciones escritas, con retratos de los abundantes personajes
barriales o de ciertos edificios. Se tornan todavía más valiosas cuando
documentan vistas panorámicas de los centros barriales y cuando sus epígrafes
adicionan información al texto principal.
Se puede concluir que Soiza se propone: (a) establecer el “alma” del barrio,
apoyándose en informaciones históricas, simbolismos, imágenes y episodios;
(b) evidenciar la diferencia entre las identidades barriales, cuyo emblema es la
adjetivación de los títulos; (c) constituir una visión épica o “milagrosa” del
desarrollo urbano de Buenos Aires, evidenciada por el valor de la tierra y
protagonizada por los rematadores. Son menos consistentes sus referencias a
las actividades e instituciones, y las descripciones propiamente urbanas recaen
en la cuestión del “alma” por medio de los objetos patrimoniales.
Notas
1
Sobre el periodismo de la época, véase Saítta (2000). Para una categorización de estos
mensajes periodísticos en el marco de las formas culturales vinculadas a las emergentes
“sociedades barriales”, véase Gutiérrez; Romero (1995).
2
N° 1670. La República Romántica de Flores; N° 1671. La República de Boedo; N°
1672. La República Genovesa de la Boca; N° 1673. La República de Villa Crespo; N°
1674. La República aristocrática del Pilar; N° 1675. La República española de Monserrat;
N° 1676. La República Milagrosa de Nueva Pompeya; N° 1677. La República del Amor:
San Telmo; N° 1678. La República del Músculo: Nueva Chicago; N° 1679. La República
Mágica: Versailles; N° 1683. La República pintoresca de Belgrano; N° 1684. La
República de los aviadores: Villa Lugano; N° 1686. La República trágica y mística de
San Miguel; N° 1689. Palermo. República de los guapos y de la tiranía.
3
Una glosa más amplia del texto sobre Boedo en Sabugo (2002).
4
Tabulando esos cálculos resultan las siguientes duraciones: Boedo, 90; Flores, 50;
Nueva Chicago, 30; Monserrat, 200; Nueva Pompeya, 40; Villa Lugano, 30; Pilar, 50
años.
82 Buenos Aires El libro del Barrio
5
Ante algunos discursos textuales puede sospecharse que sean “invenciones” al modo
de los antiguos historiadores como Tucídides.
Bibliografía
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Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Nueva historia
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Anexo II Mario Sabugo 83
Si lo comparás con otro barrio, nada que ver, yo,
donde vivía... era todo tranquilo, todo familiar.
Fragmento de historia de vida anónima, Antón y
Tomarchio, 1995: 52.
85
del concepto de “la gran ciudad” heterogénea,1 se enuncian desde una de sus
partes, la del orden, coherente y abstracta, y denuncian, por contraste y
contraposición, la ciudad simultánea del desorden, es decir, del caos, de lo que
aún carece de sentido y quizás continúe así.
Los textos que soportan estas construcciones sólo se hacen narrativos a fines de
la década, aunque siguió predominando en ellos la intención expositiva y la
reflexión que conduce de la experiencia puntual a lo abstracto atemporal. Todas
enfatizan la incuestionable existencia del referente, pero no son pocas las que
manifiestan una aguda conciencia de que la realidad, en el universo de las
creaciones contemporáneas, ha dejado de ser vista como algo trascendente a la
lengua y al lenguaje (Pezzoni, 1986: 99).
Estos textos pueden recurrir a neologismos y a lenguajes no hegemónicos, pero
también indagan ciertas palabras –calle, esquina y notoriamente barrio– que
forman parte de la cultura, de la memoria no hereditaria de una colectividad,
soportada y básicamente organizada en la lengua (Huber; Guérin, 1999: 347-
348). Incorporarse a la lengua y formar parte de sus hablantes es adquirir un
universo conceptual, que funciona como un conjunto de modelos analíticos
pero que, sobre todo, posibilita al hablante su integración a la producción de
sentidos; con esos sentidos básicos, de manera muy consciente en algunos casos
y predominantemente intuitiva en otros, los textos de las construcciones iniciales
del imaginario urbano porteño (Huber; Guérin, 2000: 11-12) elaboran el
entramado básico de una construcción autónoma destinada a investir de sentido
y, por lo tanto, de densidad temporal, el universo sensible en que consiste su
espacio vital.
Los poemas genéticos de Carriego (1908-1913), la primera poética urbana de
Borges (1923-1929) y la construcción barrial incluida en la especie lírica del
tango canción, a partir de su aceptado origen en 1917, constituyen los ejemplos
a los que se aplica este método de interpretación.
El antiguo vicus
En la España de fines del siglo XV, las palabras significativas de los conceptos
urbanos originarios de Roma y, de manera consecuente, los conceptos mismos
que referían, habían sido profundamente transformados, pero no totalmente
Orígenes hispánicos y primeras construcciones del barrio... Miguel Alberto Guérin 87
documentarse barrio, del árabe barr, “afueras”, con referencia general a las
aldeas que quedaron sometidas a las poblaciones, pero permanecieron
físicamente separadas (COR 1954-1957).
Este uso pasó a América y fue particularmente difundido en los orígenes del
proceso de fundación y establecimiento de ciudades, que constituía la estrategia
de dominación imperial española. A mediados del siglo XVI, en México, se
hablaba de “la ciudad de Suchimilco y sus barrios y sujetos”, y también de la
integración a un pueblo de barrios antes físicamente discretos: “este pueblo
está algo derramado porque está poblado a barrios” (Boyd-Bowman 1971).
Pero ya desde mediados del siglo XIII, “barrio” también se refería a una
homogeneidad cultural distinta e identificable, a un gueto, estuviese o no
separada físicamente del resto de la población; las casas habitadas por los judíos
estaban en sus barrios.2 Casi a fines del siglo XV, en vísperas de la finalización
de la reconquista, las prohibiciones que reforzaban la situación de gueto se
extendieron a los moros y se hicieron más precisas; los barrios donde estaban
sus moradas tenían límites, dentro de los cuales estaban las plazas de sus
mercados, que les eran exclusivos y excluyentes de la relación comercial con
los cristianos.3
En América, la política de reunir la totalidad de los españoles en las ciudades
fundadas para constituir el imperio, con el objeto de mantenerlos alejados de
los indígenas que les estaban encomendados, gestó de manera natural la situación
de gueto indígena, sometido a la jurisdicción de agrupamientos urbanos o
preurbanos, a los que se adecuaba el concepto y la denominación de barrio.
En Nueva Granada, a mediados del siglo XVI se consideraba barrio a las
viviendas indígenas (bohíos) bajo la jurisdicción de un español;4 poco después,
en México, los barrios, sometidos a las villas o ciudades, agrupaban las viviendas
indígenas, cuyos hombres, bajo la dirección de sus principales (calpules) y de
sus representantes de la autoridad municipal (tequitlatos), que les repartían el
trabajo, realizaban las tareas necesarias para cumplir con el tributo.5
Los guetos judíos o moros, por ser producto de una segregación impuesta desde
su exterior, generaron fuertes lazos internos de solidaridad, basados en la
necesidad de resistir, y resultaron claramente identificables, pero poco dicen
sobre la funcionalidad generalizada del barrio en el mundo urbano. Por el
contrario, el Vocabulario de Alfonso de Palencia, primer diccionario del español
Orígenes hispánicos y primeras construcciones del barrio... Miguel Alberto Guérin 89
generando similitudes con sus cercanos y diferencias con los que están reunidos
más lejos. La preocupación para develar las motivaciones para estar agrupados
resultaba necesaria y constituye una evidencia de la modernidad.
La respuesta a esta pregunta, que incorporó el bachiller castellano Alfonso de
la Torre a su Visión deleitable de la filosofía y artes liberales, compuesta en
1440,6 forma parte de concepciones conocidas, de manera directa o indirecta,
por Palencia y por Nebrija, y puede contribuir a explicar tanto la precisa
organización de uno, como la sintética precisión lingüística del otro.
Este análisis del barrio mantiene la espacialidad pero la analiza desde sujetos
distintos; los “hombres” son sustituidos por las “casas”, el individuo queda
incluido en la entidad familiar. La definición de barrio, vicus como “muchas
casas juntas”, establece un concepto de mayor extensión, aplicable por igual a
cada uno de los conjuntos de la tripartición urbanos, suburbanos y hombres de
aldea.
No se forma parte de un barrio por casualidad de nacimiento sino en razón de
que la “congregación” resultante de la “casa” y el “barrio” es “necesaria” y
“natural” a la “vida”. La congregación surge del “amor” de los padres hacia los
hijos y de que los hijos no se quieren alejar de sus padres ni tampoco del “lugar”
donde nacieron, que, para ellos, es también un padre “naturalmente”, porque
como el biológico, da origen y nutre.
Tanto padres como hijos reciben “influencia” del barrio que, a su vez, adquiere
“complexión”, constitución, fortaleza, porque el barrio crece con el agregado
de casas. Se trata de una expansión de doble calidad, es cuantitativa y también
temporal; el barrio se expande en el espacio y perdura en el tiempo más que sus
“habitadores”, los “vecinos”.7
Centrarse en las casas, atender a las relaciones de paternidad y filiación, presentar
la congregación como una necesidad de la vida biológica y cultural, son
evidencias de que en el análisis del vicus y los “vecinos”, incluido en esta
enciclopedia de la modernidad, perduran algunos rasgos esenciales del
imaginario de la organización social documentado en las viejas culturas
indoeuropeas.
Independientemente de su nombre, el barrio de la ciudad contemporánea
constituye la manifestación necesaria de una estructura sociocultural de larga
duración, que debe diferenciarse de sus construcciones ideales, poéticas o
Orígenes hispánicos y primeras construcciones del barrio... Miguel Alberto Guérin 91
artistas que publicaba en Martín Fierro, tenía una mala imagen de Buenos Aires.
Para Fernando Fader la ciudad era irrecuperable, ya que el crecimiento físico
había sepultado la naturaleza con las “piedras de las casas”, cuyos techos
ocultaban “las nubes blancas”; afirmación que negaba de manera irreparable la
vertical simbólica de la ciudad, la relación de su habitante con lo alto, con lo
eterno.
Héctor Castillo, más enfático y festivo, coincide con otros martinfierristas en
que la ciudad es “imbécil y triste”, “es un destierro”, porque en ella “no se
puede vivir”; pero introduce un componente nuevo, el devenir degradante, que
convirtió “el hogar”, “las maravillosas veladas” del pasado, en un paraíso perdido
(1924), ya utilizado por Contursi.
La causa de estas afirmaciones es la progresiva diversidad de la ciudad social,
provocada por la migración masiva y por ciertos enriquecimientos, que dejaba
a los martinfierristas sin un presente firmemente ligado a un pasado reconocido
como propio: predominaban los “gallegos, en la calle y los bailes”, había una
invasión de “rufianes y de rastas”, de “viejas prostitutas francesas” y “ladrones”
(Castillo, 1924: 6).
Borges eliminó de su poesía todos los aspectos de la ciudad que le resultaban
negativos, porque su poética no incorporaba la fealdad o lo efímero,15 y por no
recaer en la nostalgia de lo perdido, que, además de oponerse a su deseo de
permanencia, ya había sido apropiada por la construcción urbana de la especie
literaria del tango canción.
En 1929, cuando Borges finalizaba su construcción poética de Buenos Aires,
resultaba insoslayable la incorporación de los barrios porteños a lo efímero del
permanente cambio. Entonces, para no restarle eternidad a su construcción,
aceptó que el barrio, que “alguna vez era una amistad”, ya no lo era, porque los
“balconcitos” ya no enfrentaban a los porteños con el “cielo”, y ubicó la evidencia
física de la inalterable perduración del orden vertical de Buenos Aires, en “hechos
distanciados”, en “cosas incomunicadas, perdidas, como lo están siempre las
cosas” (“Barrio Norte”, Borges, 1995: 87-88).
Para Borges, Buenos Aires no tenía historia, la juzgaba “tan eterna como el
agua y el aire”, y los barrios, la garantía de esa continuidad en tanto una forma
de resistencia frente a los cambios indeseables, que ya no consistían, como al
comienzo de su creación, en particulares experiencias y perspectivas de la ciudad
98 Buenos Aires El libro del Barrio
El barrio de tangos
Antes de que Borges hubiese completado su poética del barrio (1929) y de que
hubiese publicado su Evaristo Carriego (1930), la especie lírica del tango
canción había reconocido de manera explícita su deuda con el poeta y lo había
hecho con referencia a un aspecto que ya se ha señalado como central en su
construcción: la música que le confiere identidad y homogeneidad.
En 1925, Homero Manzi comparó el viejo ciego que toca tangos en su viejo
violín, con “un verso del loco Carriego” (“Viejo ciego”, Romano, 1995: 87-
88), y poco después, Celedonio Flores imaginó a la musa de los arrabales cuando
sale a ver cómo “se torna alegre la cara del cielo” al oír las “canciones viejas”
de “el buen organito que mentó Carriego” (“La musa mistonga”, Romano, 1995:
97-98). En ambas composiciones, “tango”, “canciones viejas”, “payadores”,
convocan la emoción de las “las almas simples” del “arrabal”.
Este reconocimiento evidencia un cambio central en la temática del tango, que
surge de ligar la organización de Contursi a la poesía de Carriego. En “Mi
noche triste” (Romano, 1995: 30-32), Contursi indaga los sentimientos de la
“enfermedad de amor” –un tópico que se remonta a la literatura griega clásica–
desencadenada por el sorpresivo e inexplicable abandono –“amuro”– de la mujer
–“la percanta”. El escenario del abandono pertenece al espacio íntimo –el “bulín”
de los dos, que deviene en “cotorro” del hombre abandonado–; la solitaria queja
que el abandonado dirige a la mujer ausente corresponde a un espacio
semipúblico, un almacén o una cantina, donde el hombre se emborracha
intentando curarse de su enfermedad de amor, intentando olvidarse.
Esta composición, por indagar una relación interpersonal, no recurre a la
construcción barrial, pero instala el devenir y, sobre todo, el devenir descendente;
el abandono, el “amuro” de la “percanta”, divide el tiempo en un reciente pasado
paradisíaco, presidido por la alegría del amor, el del “bulín”, y un presente
negativo, el del “cotorro abandonado”, dominado por el dolor del “alma” y del
“corazón”, que se intuye irreversible (Guérin, 2000: 275-277).
“Mi noche triste” arraiga su discurso en una sociedad urbana mayoritariamente
Orígenes hispánicos y primeras construcciones del barrio... Miguel Alberto Guérin 99
Notas
1
Una de las primeras construcciones de la gran ciudad del mundo contemporáneo se
remonta a comienzos del siglo XIX y se alimenta de las experiencias de las grandes
ciudades europeas del momento; corresponde al poema autobiográfico The prelude (1805)
de William Wordsworth (1770-1850): “Cuán a menudo, en las calles ajetreadas, he
estado avanzando con la multitud, y a mí mismo me dije: ‘El rostro de cada uno que
encuentro es un misterio’.” (libro VII).
2
“Otrosí defendemos que, el día del viernes santo, ningund judio no sea osado de salir
fuera de su casa ni de su barrio, mas estén y [allí] encerrados fasta el sábato en la mañana,
et si contra esto facen, decimos que, del daño que los hombres ficiesen et de la desohnra,
no deuen haber ninguna emienda” (Alfonso X, 1491).
3
“Ningunos nin algunos judíos nin moros, non tengan, en sus barrios o límites o moradas,
plaças nin mercados para vender nin comprar cosas algunas de comer o de beber a
cristianos o a cristianas” (Díaz de Montalvo 1484: 235 v.).
4
“Francisco (...) tiene juridición sobre otros ocho bohíos que están poblados de indios
casados, en su barrio, y no más” (Boyd-Bowman, 1971).
5
“La estancia de Texopa, en tres barrios, tiene 64 indios casados, 15 viudos (...) 7
solteros (...)”; “presentaron los calpules e tequitatos de los barrios y estancias sujetas a
esta dicha Villa” (Boyd-Bowman, 1971).
6
Enciclopedia científica de la modernidad española, inspirada en las Etimologías de San
Isidoro, en cuya parte final, en la que se define el barrio, la Razón muestra al
Entendimiento el fin del hombre, sus modos de vivir y su vida social.
7
“Agora digamos de la generación del barrio, la cual es necesaria et natural a la vida así
como la casa. E esto es por tres razones. La primera es por el amorío que tienen los
padres a los fijos, que tanto los aman que los quieren tener de cerca. E los fijos no se
quieren arredrar de sus padres ni del lugar donde nascieron, el cual lugar también es
padre naturalmente, ca del un padre recibe hombre la generación et el nudrimiento. Del
Orígenes hispánicos y primeras construcciones del barrio... Miguel Alberto Guérin 101
otro la influencia e la complixión. Pues luego, naturalmente, los fijos que nascen farán
casas cercanas a sus padres et los fijos de aquellos, otras, fasta que sean muchas casas
junctas, o cual es llamado barrio o vicco, et los habitadores se llaman vicinos et aun es
necesaria aquesta tal congregación o habitación por la necesidad de la vida” (La Torre
1485, fol. 62 v.).
8
Tango compuesto en 1905 por Enrique Saborido (1878-1941) en el Bar Ronchetti, de
Reconquista y Lavalle, del que el compositor fue pianista desde 1904 (Chá, 1980,
Apéndices 1 y 3).
9
La orquesta de Vicente Grego grabó para el sello Columbia en 1911 (Chá, 1980,
Apéndice 2).
10
“Don Juan, el taita del barrio” (Romano, 1995: 21-22).
11
Taita. Voz infantil “con que el niño llama al padre” (Cov.), resultado del temprano
cruce entre la voz latina tata (Gaffiot) y la vasca aita (Cor.); se documenta en España
desde el siglo XV y en América desde mediados del siglo XVI (“tayta, padre de niños”
–Domingo de Santo Tomás–).
12
A comienzos del siglo XX, se consideraba un argentinismo el uso de taita con la
acepción de “Gaucho guapo, cuyo valor es reconocido por todos en el pago” (Segovia,
1911: 455).
13
Silverio Manco –o quizás Alfredo Gobbi– compuso, en 1907, “El taita”, que comienza:
“Soy el taita de Barracas”.
14
Charles Baudelaire (1821-1867), quizás el primer poeta de la ciudad, creó la imagen
del poeta flâneur (Tanner, 2002: 86), a la que también recurrieron los martifierristas,
notoriamente Francisco López Merino (1904-1928), un entrañable amigo de Borges, en
“Calle solitaria” (López Merino, 1924).
15
En 1909, el Manifiesto Futurista incorporó la ciudad como tema preminente de la
literatura y la pintura modernas (Tanner, 2002: 86).
16
“¿Dónde estará mi garçonier de lata?” (R. L. Cayol, “Viejo rincón”).
Bibliografía
José María Cantilo4 en una de las Editoriales del Semanario El Correo del
Domingo intentó definir qué era Buenos Aires. Mediante una sentencia fuerte
sostuvo que era una “ciudad grande” (donde “grande” estaría más ligado a la
jerarquía alcanzada que al tamaño) para contraponerse al concepto de “gran
pueblo”, argumentando irónicamente que su decisión se basaba en el hecho de
que se podría pensar que estaba haciendo alusión a las virtudes (“gran”) de sus
habitantes (“pueblo”).
Caracterizó a Buenos Aires por su “vida moderna”, que fue definida en dos
aspectos: uno sensitivo “me refiero a ese vértigo que suele subir a la cabeza y
produce emociones que no dejan pensar en mañana” y otro abstracto “eso solo
pasa en las ciudades grandes, especialmente allí donde se vive según el modelo
francés o más bien parisiense” [CD, t. I, Nº 24, 12/Jun/1864, 370 (Bruno, “La
Semana”)].5
Este modelo “parisiense”, en tanto imagen utilizada como si fuera un figurín de
la moda indumentaria, seguramente provino de diferentes fuentes, desde la
literatura francesa que empezaba a rendir cuenta de los profundos cambios físicos
y sociales que se estaban operando desde hacía unas décadas en París,6 hasta
relatos, orales y escritos, de “viajeros” en ambos sentidos (los que venían de
Europa y aquellos que viajaban sobre todo a París). Resulta evidente que algunos
sectores sociales de Buenos Aires disponían de nuevos parámetros para poder
“mirar” la profunda aceleración –“ese vértigo”– que parecía caracterizar a los
fenómenos urbanos de la época, dónde lo “nuevo” estaba esencialmente ligado
a la velocidad. Stephen Kern (1983, 128) en el capítulo “Speed”, analizó toda
una gama de repercusiones, favorables o detractoras, que tuvieron aquellas
Revolución industrial y barrio Rodolfo Giunta 109
Prefiguración de barrios
Las familias se van al campo (...) Irse al campo, quiere decir en suma irse a
Flores, a San Fernando, a Belgrano. Esto es como no salir de Buenos Aires.
En esos pueblitos etiqueteros se vive como aquí, con las mismísimas
exigencias que tanto incomodan en verano. Eso pues no es irse al campo.
A lo mas es mudar de barrio.
[CD, t. I, Nº 48, 27/Nov/1864, 754-755 (Bruno, “La Semana”)]
Notas
1
Por pedido del Obispo Manuel Antonio de la Torre se logró (real cédula del 8 de julio
de 1769) la creación de seis parroquias: San Nicolás, Socorro, Concepción, Monserrat,
116 Buenos Aires El libro del Barrio
La Piedad y La Catedral.
2
En tiempos del Virrey Vértiz, y a los fines de llevar a cabo un empadronamiento
ordenado por el Rey, se realizó una división en 6 cuarteles (1778). En 1790 la Real
Audiencia, presidida por el Virrey Arredondo acordó dividir la ciudad en cuatro cuarteles
nombrando alcaldes. Rápidamente se notó la insuficiencia de dicha división, por lo cual
el Capitán Martin Boneo –Intendente de Policía– solicitó al Cabildo la subdivisión de la
ciudad en 20 barrios, designándose un alcalde para cada uno de ellos.
3
En el Libro Segundo “Gobierno de la Ciudad”; Título Sexto “Comunas”; artículos 127 al 131.
4
José María Cantilo (1816-1872). Fue químico y boticario, y estando exiliado en
Montevideo se vinculó al periodismo. De regreso a Buenos Aires fundó varios periódicos
como El Siglo, El Correo del Domingo y La Verdad. Desempeñó diversos cargos públicos
(diputado en varias ocasiones y Secretario de Gobierno en otras) destacándose, a los
fines del trabajo, el haber sido el primer Secretario de la Municipalidad de Buenos Aires
(1856-1859).
5
Cita abreviada de: Correo del Domingo, tomo I, número 24, de fecha 12 de Junio de
1864, página 370, en el editorial “La Semana” firmado por Bruno (seudónimo de José
María Cantilo).
6
El doctor Juan María Gutiérrez en su artículo “Estadística bibliográfica de Buenos
Aires correspondiente al año de 1863” (La Revista de Buenos Aires, Tomo I) señaló:
“Hemos deseado obtener noticias sobre el número de libros extranjeros que se consumen
entre nosotros; pero no hemos obtenido resultados satisfactorios (...) Como hasta ahora
los libros no pagaban derechos al pasar por la Aduana, no han quedado consignados en
los registros sino muy pocos hechos relativos a nuestro propósito” (p. 279).
7
“Si no nos vamos a vivir a otra parte, en esta ciudad corremos riesgo de morir
impensadamente. Los jinetes andan a escape, los carruajes disparan, los cargadores llenan
las veredas con bultos encima, los albañiles no dejan paso por ellas ni á los enfermos; en
la Bolsa hay una caballada, en las galerías del Cabildo grupos densos de gente afanada
por ganar pleitos; por el muelle no se puede pasar, porque los changadores asaltan a la
gente a fuerza de quererlas servir, los trenes de los caminos de fierro se obstruyen de
pasajeros, en los hospitales no caben los enfermos! (...) Tanto estrépito, tanto atropello,
tanto gentío en las calles, tanto organillo, tanta casa que se hace ó que se rehace, tanto
aguador con campanilla, tantos gritos, tanto mendigo, tanto vestido de cola, tanta máquina,
es para desear huir mil leguas de aquí. Prefiero el Paraguay con su solemne silencio, sus
patriarcales costumbres, sus trajes que no siguen los figurines, sus sombreros y la linterna
Revolución industrial y barrio Rodolfo Giunta 117
en la mano, que esta babilonia, este infierno en que se ha convertido Buenos Aires.
Probablemente me embarco en el primer vapor para la Asuncion” [CD, t. I, Nº 45, 6/
Nov/64, 706-7 (Bruno, “La Semana”)]. Argumentando posteriormente que “el aumento
de la población condensada en la ciudad, ha producido la ventaja de que ya no haya
donde vivir con el espacio que la hijiene requiere, y que los mendigos superabunden, y
que centenares de muchachos entonen desde que Dios amanece los cánticos de lotería, y
que otro centenar de arpistas, organistas con y sin monos ocupen las calles de sol á sol,
dueños de la ciudad toda la noche si el negocio se presenta; y que haya barrios centrales
que darian un capítulo á los Misterios de Paris y la yapa, barrios donde estan en escena
constante hombres y mujeres de todos los paises del mundo, porque la inmigración que
llega no es solamente de industriales sino que trae tambien su parte de industriosos en
ramos de que no se ocupan los tratados de economía política, aunque suelen figurar en
los cuadros estadísticos para señalar el grado de progreso de un pueblo, en sus hospitales
y cárceles” [CD, t. II, Nº 60, 19/Feb/1865, 113-115 (Bruno, “La Semana”)].
8
“En fin, yo, que había conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, sémi-
tendero, sémicurial y sémi-aldea (...)”.
9
“El otro día no he podido ménos de detenerme un momento a gozar de la vista que
ofrece una hermosa casa de la calle Cangallo [actual Presidente Juan Domingo Perón],
entre Esmeralda y Suipacha, con su jardín y los frondosos arbustos del fondo. Estas
bellezas no se encuentran sino en casas muy contadas del centro. El negocio hace estrecho
todo; pronto se alquilará á tanto la pulgada de casa. Hay propietarios que piden un ojo
de la cara por una vara de habitación. Está visto que dentro de muy poco tiempo las
casas habitables, cómodas, modernas, elegantes, y con espacio para jardin, estarán en la
parte que antes se llamaba suburbios y que se va convirtiendo en villas” [CD, t. I, Nº 11,
13/Mar/1864, 162 (Bruno, “La Semana”)].
10
Según el Censo Nacional de 1869 la ciudad de Buenos Aires contaba con 171.404
habitantes. Con una extensión de 2504 cuadras, presentaba un total de 19.309 viviendas
clasificadas en: 86,38% de Azotea; 1,19% de Teja; 7,83% de Madera y 4,53% de Paja.
El 88,7% de las viviendas era de una planta; el 10,3% de 2 plantas y el 0,9% de tres
plantas.
11
Estas apreciaciones son muy similares a las vertidas por Wilfredo Latham (1867):
“Buenos Aires es una ciudad hermosa y grande (...) Es sorprendente el aumento de la
extensión de la ciudad en estos últimos años; y el número de magníficas casas en ellos
edificadas, de las cuales muchas merecen el nombre de palacios”.
118 Buenos Aires El libro del Barrio
12
“Hay pocas ciudades que han progresado tanto como Buenos Aires en los últimos
diez años. En 1859 teníamos seis millas de ferrocarril; hoy en día tenemos 200 millas,
en las líneas del Norte, del Sur, del Oeste y de la Ensenada. En 1859 había sólo una línea
de barcos a vapor oceánicos; ahora hay siete líneas desde Inglaterra, Francia, Bélgica,
Italia y los Estados Unidos. En 1859 había sólo dos bancos, hoy hay cuatro. En 1859
la circulación de periódicos era de 3.000 por día; ésta ahora llega a 20.000. En 1859 la
población era de 100.000, sólo la mitad de estimación actual. En 1859 no había una sola
compañía de acciones ni una oficina de seguros inglesas en el país; hoy sería difícil
numerarlas. En 1859 el número de inmigrantes era 4.700; ahora los [returns] muestran
30.000 per annum. En 1859 el negocio de la Oficina de Correos comprendía 400.000
cartas y papeles; hoy en día es casi 4.000.000. En 1859 los [revenues] de la Aduana eran
alrededor de £200.000; ahora exceden los £2.000.000 esterlinas. El mismo crecimiento
se observa en todas las ramas de la industria o de empresas” [Mulhall M.G. (y) E.T.,
1869].
13
“Morón que ha resucitado al toque de los rieles del camino de fierro, y que es un
pueblo puesto a la moderna...” [CD, t. I, Nº 43, 23/Oct/1864, 674-5 (Bruno, “La
Semana”)].
14
“La huella de la red ferroviaria en la traza urbana de Buenos Aires constituyó un
elemento de singular impacto, tanto por las formas de acceso como por las improntas
edilicias, playas de maniobras, galpones, etc. La primera estación del ferrocarril estuvo
ubicada frente al Parque de Artillería (en el actual emplazamiento del Teatro Colón),
pero la más importante fue la Estación Central que servía de terminal a los trenes del
norte y el sur y que estaba en el bajo sobre la calle Cangallo [actual Presidente Juan
Domingo Perón], próxima a la Plaza de Mayo” (Gutiérrez, 1990).
15
“Hace muy poco tiempo que ciertas mujeres nerviosas daban una prueba de mucho
valor al pasar el puente del primer camino de fierro, en medio de exclamaciones que
mostraban sus impresiones nuevas. Pero hoy muy pocas personas ha de haber que no
hayan viajado en el ferro” [CD, t. III, Nº 108, 21/Ene/1866, 50-53 (Bruno “La Semana”)].
16
“Oyese el silbato; el tren se pone en camino. Pasa el bosque de sauces de la ribera,
pasa la Recoleta del opuesto lado, pasa Palermo en ruinas, y el tren sigue, sigue
imperturbable, describiendo curvas suaves, llevando consigo trescientas ó cuatrocientas
personas entregadas á la dirección del maquinista; y sigue, sigue hasta detenerse en
Belgrano, el pueblo improvisado que surgió al impulso progresista de la época, y es hoy
un Eden, un punto de reunión donde la belleza, la elegancia y la moda tienen sus
Revolución industrial y barrio Rodolfo Giunta 119
con una rama del ferrocarril en el viejo buen estilo (...)” (Burton, 1870: 146).
21
“Tierra adentro de la Boca están Las Barracas, los ‘negocios’ (para mercaderías para
las casas), al norte y al sur; un poblado de alrededor del doble de tamaño de su vecino;
y un conjunto de graneros y patios, presididos por una iglesia de dos torres (...) El una
vez encantador arroyo está sucio con barro y menudencias y hay un terrible perfume a
sebo y carne líquida, mezclado con la esencia de huesos calcinados. La población es
evidentemente vasca y se requieren alambrados de hierro, como en Egipto, para repeler
a las moscas, que rondan por las calles en miríadas. Hay comercio en Las Barracas,
vemos una posada con una inscripción rusa y los mendigos no se limitan, como en la
ciudad, a los sábados (...)” (Burton, 1870: 147).
22
La viviendas eran precarias: “Una gran parte de las casas de madera de la Boca han
desaparecido consumidas por las llamas de un incendio. El gobierno de la provincia
movido de un sentimiento recomendable, ha acudido á aliviar las necesidades de algunas
familias que mas han sufrido” [CD, t. III, Nº 151, 18/Nov/1866, 302-303 (s/f., “Crónica”)].
23
“Al fin alcanzamos los dias mas deliciosos del año, los de otoño. En estos dias es
cuando mas notable se hace el clima de este pais. Si hubiera quien nos librase de la tierra
que nos envuelve el menor soplo de viento, y quien nos exonerase del ambiente del
Riachuelo y de los escapes de gas y de las exhalaciones de los mercados, seria esta
ciudad un paraiso, aun cuando siga sin paseos públicos y sin otras ventajas de la
civilizacion, de que tanto carecemos, aguas corrientes inclusive” [CD, t. IV, Nº 167, 10/
Mar/1867, 180-1 (s/f., “Crónica”)].
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-Rickard, (Mayor) Francisco Ignacio, Amining journey across the great Andes; with
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122 Buenos Aires El libro del Barrio
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-Vicuña Mackenna, Benjamín, La Argentina en el año 1855, Buenos Aires, edición de
la Revista Americana de Buenos Aires, 1936.
Revolución industrial y barrio Rodolfo Giunta 123
125
Borges urbanista1
Rafael E. J. Iglesia
Profesor Consulto de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos
Aires. Director de la Carrera de Especialización en Historia y Crítica de la Arquitectura y el Urbanismo
(Escuela de Posgrado, FADU, UBA). Autor de numerosos trabajos y publicaciones en revistas
especializadas. Miembro de la Sociedad Central de Arquitectos, Buenos Aires.
126 Buenos Aires El libro del Barrio
No niega la calidad misma del espacio vivido urbano, su relación con nuestra
vivencia:
“Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
Me han deparado los comunes casos
De toda suerte humana; aquí mis pasos
Urden su incalculable laberinto”.
La ciudad borgeana es deambulatoria, hodológica. El poeta pasea por ella
y la contempla apasionadamente sin arrebatos. Tan íntimo es su espacio,
que no ve en él lo que vería un guía turístico: plazas, monumentos, mercados
y avenidas. No están aquí los barrios de casitas y calles entremezcladas
con la pampa de Fervor de Buenos Aires, que en 1964 son ya cosa del
pasado. Vuelve, al fin, a la ciudad de su infancia, aquella que rememora en
1977, titulándola “Buenos Aires, 1899”, la fecha de su nacimiento.
“El aljibe (...)
Sobre el patio la vaga astronomía
Del niño.
El húmedo zaguán. La vieja casa”.
Otras cosas ve el poeta (y nos las hace ver a nosotros). Detrás de los
colectivos y los autos, de los carteles publicitarios, de la prisa y la soledad
de los que pasan,
“Aquí la tarde cenicienta espera
El fruto que le debe la mañana (...)”.
Volviendo a la visión psicoanalítica, el poeta redescubre su destino en este
espacio.
“Aquí mi sombra en la no menos vana
Sombra final se perderá, ligera”.
Elías Canetti plantea una duda: ¿estas estetizaciones no ocultan o suplantan
el encuentro directo con la muerte? Y, por lo tanto, no pueden revelar nada
cierto. En tal caso, Borges estetiza una ciudad en la que no quiere ver (ni
padecer) la barbarie de la modernización.
Vuelta al origen, satisfacción del deseo inalcanzable. La ciudad es así totalmente
maternal. De allí ese extraño afecto:
“No nos une el amor sino el espanto;
Será por eso que la quiero tanto”.
132 Buenos Aires El libro del Barrio
Aplicando este rasero a Fervor de Buenos Aires (1923), hago una primera
constatación: faltan referencias a territorios y sitios por entonces muy
frecuentados en la literatura (desde la periodística a la tanguera), como el centro
de la ciudad (para bien o para mal), las grandes avenidas –Callao, Santa Fe, de
Mayo– y la Plaza de Mayo. Tampoco aparecen los elementos de la
modernización urbana: automóviles, tranvías, subterráneos. Ni los grandes
monumentos: el teatro Colón, el Congreso Nacional. En 1969, en el prólogo ad
hoc, reconocerá: “En aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales y la
desdicha; ahora, las mañanas, el centro y la serenidad”.
En 1923, la de Borges es una urbe íntima, de recorridos peatonales. El momento
preferido es la tarde. En 108 frases, la palabra aparece 21 veces, superada sólo
por “calles” (23 veces), aventajando a “noche” (15 veces). Esta cercanía ya
indica los horarios de Borges. Su ciudad y los patios se viven de la tardecita en
adelante. Hay atardeceres y ponientes (seis veces mencionados) sobre y al final
de las calles. Las tardes pueden ser serenas, sazonadas, bienhechoras, sutiles,
claras y graves. Nichos de una imagen querida. De plata o mutiladas. La luz
menguante, que cansa los colores, es compañera de la sombra creciente. El
poniente exalta a las calles, tiraniza el camino, le duele a la tarde al mutilarla.
Son
“Silenciosas batallas del ocaso
en arrabales últimos,
siempre antiguas derrotas de una guerra del cielo (...)”.
Después de la tarde, la noche, furtiva y felina. Que puede ser universal, grandiosa
y viva. La noche y los árboles nos llevan a la sombra (nueve veces citada); que
puede ser benigna, cóncava o apacible. La ciudad borgeana es notablemente
vespertina y nocturna. Estas tardes y noches son vividas en territorios barriales,
casi familiares sino fuera por la soledad (cinco veces citada y que puede ser
“poblada”) que acompaña los pasos del poeta. No llegaremos, en la poesía de
Borges, a la noche del centro, la noche cantada por el tango y admirada por los
visitantes extranjeros. El amanecer es horrible, amenazante.
Armando Silva (1992) dijo, hablando de los imaginarios urbanos: “Territorio
fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el
recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten referenciarlo como
un lugar que aquel nombró con ciertos límites geográficos y simbólicos. Nombrar
134 Buenos Aires El libro del Barrio
omnipresente. Siete veces dice “colores” (trémulos, blandos, pobres). Hay seis
menciones a “árboles”, a cosas (heridas) y a espacio (pródigo). Cinco veces
evoca al campo, y muy cerca a la tierra (viva, mojada), las paredes y paredones,
al mármol (eterno), y a los pájaros (dormidos, últimos). Cuatro veces nombra a
la espada, a los espejos, las estrellas (vacilantes, desparramadas), a las velas, a
las hojas y a la luna (nueva y frágil), la muerte, el mundo y los zaguanes. Tres
veces reconoce caminos, al mar (más que al ancho río que abraza a Buenos
Aires, al que no nombra). Dos veces escribe aljibe (secreto), arena, mate curado,
caoba, desierto, reja río, sol (último), temporal (unánime, aborrecible), farol
(amarillo), hombres, luces (dispersas), mano, muchedumbre y espectador
(único). Luego siguen, con modestas citas unitarias, referencias al reino ve-
getal: acacias, álamos, enredadera, parra, flor, bosque, pastito (precario), palmera,
hiedra, rama, jacarandás, jazmín, madreselva (olorosos), sauzal, selva; todo
una constelación que se demora más en lo natural que lo artificial. El segundo
reino, el animal, no tiene tanto protagonismo: sangre, pie, carne (charra), cabeza
de vaca, nido, paloma (ya mencioné a los pájaros). Lo natural se extiende hasta
el tercer reino y los fenómenos meteorológicos: universo, horizonte, agua,
primavera, cerros, piedras, brisa, remolinos, llanura, lluvia, médanos, sierras
(ásperas), costa, médanos, leña. Restan las cosas hechas por el hombre: asfalto,
piano, candelabro, hogueras, balaustradas, balcones (cerrados), bancos,
candelabros, cencerros, relojes, lámpara, libro, cornisas, dintel, naipes, trofeo,
encrucijadas, esfinge, oro, bandera, llaves. Quedan los elementos simbólicos:
Dios, un Arcángel. Y los hombres: ocho veces habló de almas. Habló de
hombres, y (dos veces) de muchedumbre. Dijo: yo, Tú, niñas, árabes, godos,
hebreos sajones (no hay gringos o tanos, criollos o españoles), ciegos (dos veces),
y una vez mencionó a pobres, mendigo, Walt Withman, Berkeley, Schopenhauer.
El análisis
Este trabajo, basado en Radiografía de la pampa y La cabeza de Goliat6, es una
interpretación entre muchas posibles, entre la “pluralidad de interpretaciones”
de las que habla Raymond Aron y cuyos límites ha estudiado Umberto Eco.
No iré mucho más allá del discurso. Incursiono muy poco en un análisis de
Dos miradas barriales: Borges, Martínez Estrada Rafael E. J. Iglesia 137
casita, lucecita, calle en que nací, estrellas, ladrillo, esquina, buzón, fondín,
luna, malevos, malvón, balcón, paredón, calesita. A los que sigue el patio,
fiestas en los patios, guitarra, versos, cantar, proletario, perfume de diosma,
orégano y clavel, parra fulera, viola dominguera, compadre, encargado,
moza de veinte años, flor. Taita compadrón mata a otro “lunfardo” por la
mina, tango, bailongo, churrascas.
De allí un enfrentamiento: “(...) el barrio contra la city, el barrio contra la
ciudad, campo contra ciudad (...)” (Martínez Estrada, 1933: 246).
El barrio aparece como el centro territorial del orden cercano: lo cotidiano,
familiar, vivible y controlable. Opuesto al “centro” de la ciudad, centro a
su vez, del orden lejano, abstracto, dominante, inhabitable.
Cada barrio tiene su olor y su luz vespertina.“Dentro de los barrios hay
diferentes climas mucho más reducidos, por grupos de casas y por casas
individuales (...)” (Martínez Estrada, 1940: 195).
Hay barrios ricos y barrios pobres (como ya señalé, el centro no es indicado
como barrio).
Una primera observación nace de la solidaridad ciudadana. En los barrios
ricos, tan mencionados por los visitantes extranjeros, no le interesan sus
edificios, sino el comportamiento de los habitantes: “Los habitantes de las
otras casas que tienen a la calle la comodidad y la pared, no levantan siquiera
los visillos para ver qué ocurre (...) Penetramos por las calles de la Boca y
estamos en otro país” (ídem: 70).
El norte es nuevo y el sur antiguo. El barrio norte es la Polis alta de los
templos.
“El ocio señorial es la característica del norte, donde las magníficas
mansiones que prosiguen su dominio latifundario salen hospitalariamente
con sus alamedas al encuentro del transeúnte, según la vieja y noble
costumbre española” (ídem: 86).
No hay antagonismo entre norte y sur, más bien convivencia de pobres con
ricos. Sí hay antagonismo entre este y oeste. El oeste es llano y pampa, el
este es de agua y de inmigrantes.
Al igual que Carriego, Arlt y Borges, su atención enfoca los barrios más
modestos.
“Los barrios pobres están en comunicación con la gente que transita: nada
140 Buenos Aires El libro del Barrio
Rápida conclusión
todos los males ocultos en una lejana génesis. Buenos Aires es una máquina
de lucro, como puerto expoliador del interior del país, como mercado
inmobiliario. No es una máquina de asociación organizada para mejorar
los destinos de sus habitantes.
Notas
1
Entre 1983 y 1985 escribí una serie de artículos (“La ciudad y sus sitios”) en la Sección
Arquitectura del diario Clarín, de Buenos Aires. Así inicié mis indagaciones sobre la
Buenos Aires de Borges. Unos años después, por indicación madrileña de Antonio
Fernández Alba, supe del que creo es, hasta hoy, el único trabajo publicado sobre el
tema: Borges y la arquitectura (1989). Es una inteligente tesis doctoral de la argentina
Cristina Grau. Tiene muchas similitudes con el mío, pero se diferencia que trata sobre
todo el espacio imaginado por Borges y sólo dedica un capítulo a la Buenos Aires vivida
por el escritor.
2
“Centro” (1950), en Alberti (1979: 75).
3
“Canto confidencial a Buenos Aires” (1964), en Salas (1968).
4
Rossler (1944).
5
Ezequiel Martínez Estrada (1895-1864) Nació en San José de la Esquina, provincia de
Santa Fe. Publicó su primer libro de poemas en 1918. Desde 1933, a partir de Radiografía
de la pampa, escribió numerosos ensayos. También escribió para teatro y publicó obras
de ficción.
6
Radiografía de la pampa se publicó en 1933 y La cabeza de Goliat en 1940. Aquí uso
la ediciónes de Losada, 1953 y de la Editorial Nova, Buenos Aires, 1957, respectivamente.
7
Territorio es el espacio vivido identificado en función de su situación cultural, (en el
caso de los animales, en un sistema ecológico). Ejemplos: casa, calle, barrio, ciudad. El
habitar territoriza al espacio, el “ser en” lo califica y podemos considerarlo como un
conjunto coherente de sitios (Iglesia).
8
“Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio...”, dice Alfredo Le Pera en “Golondrinas”
(1934).
9
Francisco García Jiménez: “Barrio pobre”; Luis César Amadori: “Madreselva”; Alfredo
Le Pera: “Arrabal amargo”, “El carrillón de la Merced”, “Melodía del arrabal”, “Mi
Dos miradas barriales: Borges, Martínez Estrada Rafael E. J. Iglesia 143
Buenos Aires querido”, “Volver”; Cátulo Castillo: “Tinta Roja”; Enrique Cadícamo:
“Vieja recova”, “La casita de mis viejos”, “Niebla del Riachuelo”; Enrique Santos
Gaudino: “Barrio de Flores”.
10
Francisco García Jiménez: “Barrio pobre”; Luis César Amadori: “Madreselva”; Alfredo
Le Pera: “Arrabal amargo”; Cátulo Castillo: “Tinta Roja”; “Música de calesita”; Homero
Manzi: “Triste paica”.
-Alberti, Rafael, Poemas de Punta del Este, Buenos Aires en tinta china, Barcelona,
Seix Barral, 1979.
-Augé, Marc, Los no lugares, Barcelona, Gedisa, 1993.
-Bachelard, Gastón, La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica,
1975.
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-Canetti, Elías, La provincia del hombre, Barcelona, Taurus, 1982.
-Casullo, Nicolás, “Investigaciones culturales y pensamiento crítico”, en Sociedad, N°
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-Grau, Cristina, Borges y la arquitectura, Madrid, Cátedra, 1989.
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144 Buenos Aires El libro del Barrio
Inmigrantes aldeanos,
moradores urbanos
Rita Molinos
Presentación
Rita Molinos
Arquitecta. Profesora Adjunta de Historia de la Arquitectura I a III, FADU, UBA. Profesora Invitada
de la New School University, Graduate Studies, NY. Investigadora del Instituto de Arte Americano e
Investigaciones Estéticas “Mario Buschiazzo”, FADU, UBA. Autora de diversas publicaciones, entre
ellas: Victorio Meano. La vida, la obra, la fama (en col. con Mario Sabugo, 2004).
148 Buenos Aires El libro del Barrio
“Una calle de Buenos Aires en 1900: un puesto de zapatero catalán, una mercería
francesa, en una obra, albañiles italianos, en la vereda vendedores ambulantes
Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos Rita Molinos 151
sirios, al fondo, una iglesia rusa. Europa se dio cita a orillas del Río de la Plata.
Todos los inmigrantes venidos a la Argentina a buscar fortuna, o más
simplemente para no morirse de hambre, desembarcaron en Buenos Aires y allí
permanecieron varias semanas o meses antes de llegar al interior. Muchos se
quedaron en Buenos Aires definitivamente (...)”.12
En esta cita de Bourdé encontramos una “instantánea imaginaria”, un collage
en el que reconocemos fragmentos ubicados en barrios distintos: la iglesia rusa
de la calle Brasil o los vendedores ambulantes sirios del Bajo no son fácilmente
trasladables al resto de los barrios reales.
Bourdé se pregunta: “¿Conservan los inmigrantes, al instalarse en Buenos Aires,
las actitudes sociales de sus países de origen o las abandonan desde la primera
generación?”. En busca de respuesta, comenta de inmediato la dificultad de su
estudio. Sobre la distribución en el espacio urbano, se interroga también sobre
si habría un homogéneo grado de cohesión de los grupos nacionales, y de ser
así, en qué medida elegirían una comunidad, un barrio u otro para instalarse y si aparecían
ghettos nacionales. Su respuesta, de modo general se dirige sobre datos de fuentes censales,
en donde no han contemplado unidades de origen menores, ni siquiera de escala regional
dentro de los “grupos nacionales”. El grupo nacional de los italianos, engloba a
contingentes con poca cultura en común previa a la experiencia de emigrados
transatlánticos. En Sull´Oceano (1889) Edmundo De Amicis ilustra sobre la
experiencia vital entre la identidad de italianos percibida por primera vez a bordo
y rumbo a América y la multiplicidad de las pequeñas patrias de origen. Así, en el
trayecto mismo del barco, sucede el aprendizaje de la lengua común, el italiano, idioma
de cuyo olvido dependerá en buena medida el éxito futuro.
Los propietarios de bienes inmuebles en los censos de 1887, 1895, 1909,
registrados por circunscripción, están graficados 13 como proporción de
propietarios por grupo nacional sobre el total de la población. Los gráficos
sirven como índices de concentración.
Para 1895 el censo de las propiedades parece indicar la concentración de
propietarios argentinos en Flores y para 1909 en Flores y Palermo, ya no el
centro de la ciudad. Desde los 90 y hasta el Centenario, los criollos argentinos
dejan de entender el centro como zona residencial. Las que fueron sus casas
tradicionales ahora albergan otros destinos y se reconvierten los barrios centrales
de la ciudad.
152 Buenos Aires El libro del Barrio
Los argentinos hijos de inmigrantes se reparten por toda la ciudad porque viven
con sus padres extranjeros. En cambio, la concentración en localizaciones al
norte parece indicar preferencias por parte de ingleses y alemanes, al sur y
sudoeste los españoles, etc.
“A comienzos del siglo XX, el espacio urbano se reorganiza y especializa, se
descompone en un mosaico de barrios nacionales”.14 La idea de Bourdé del
espacio urbano como mosaico sería una interpretación de una realidad de
compleja descripción... pero continúa: “Los criollos se aíslan en Flores y
Palermo, los italianos en la Boca y en las ‘Villas’ de la periferia, los ingleses y
los alemanes en Belgrano y en el centro, los españoles cerca de la estación
Constitución, los franceses alrededor de Plaza San Martín, los sirio-libaneses
cerca del puerto y los judíos rusos cerca de la estación Once”. El aislamiento a
modo de ghetto no es verificable para otros autores.15
Aislamiento y mosaico son términos contradictorios. Por la vía de la tendencia
a la aislación, agrega Bourdé: “Cada comunidad tiende a concentrarse en un
barrio para preservar su modo de vida, su lengua y sus tradiciones. Cada
comunidad se distingue por su estructura, por edades, por la importancia variable
de los hombres o las mujeres, de los jóvenes o los ancianos. Cada comunidad
mantiene sus costumbres matrimoniales y practica, en distintos grados, el control
de la natalidad. La sociedad urbana se organiza en micro-sociedades
nacionales”.16
Sin embargo, deja pendiente una línea de desarrollo posible a partir del planteo
de pérdida de la continuidad de cierre microsocial para la segunda generación.
Su desarrollo indicaría una sucesión y tal vez una periodización.
Tres etapas menciona Bourdé para los italianos. Una, boquense, a partir de una
fundación como pueblo de pescadores inmigrantes en el siglo XIX, luego, otra,
caracterizada por Balvanera (1870-1880, por fuera de los límites de la ciudad)
y la más tardía, por el 1900, la de los barrios de construcción más reciente, más
alejados del centro: Almagro, Caballito, Chacarita, Villa Devoto, Villa Mazzini,
Villa Lugano. Si, como dice, “la introducción italiana, la más densa, sigue los
ritmos de urbanización”, no se trata entonces de migraciones urbanas, sino de
Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos Rita Molinos 153
Espacios y mapas
imagen del frente del Hogar Miñorano soñado, y esa viñeta prefigura los
rasgos de la fachada –reformas mediante– de la actual casa en Floresta.
Notas
1
Ley del 19 de octubre de 1876.
2
Jorge Ochoa de Eguileor y Eduardo Valdés (1991: 153-202), reúne una descripción de
hoteles de inmigrantes.
3
Francis Korn (1999: 103-104).
4
Renato Cavallaro (1985).
5
Romolo Gandolfo (1999).
6
Guy Bourdé (1977: 45-59).
7
“La curva de la emigración muestra dos prolongadas fases de expansión cortadas por la
crisis del 90 y sus secuelas temporales. En la segunda de las fases, la Argentina recibió
en este período, como indicamos precedentemente, un aluvión inmigratorio inferior al
de los Estados Unidos pero superior al de Canadá y Brasil” (Devoto, 2003: 247).
8
El paralelo con NY en el modelo de crecimiento poblacional no es extensivo, sin
embargo, a las estrategias de grupos migratorios (Baily, 1998: 57-65). También en Devoto
(2003: 249), “la conclusión a que se puede llegar es el destino argentino entre los migrantes
del Mediterráneo parece haber sido preferido por grupos con un horizonte de migración
de más largo plazo, que podían priorizar el tener mejores empleos y vivir en una sociedad
que para ellos era menos discriminatoria y/o con menor distancia lingüística, mientras
que Estados Unidos (o Cuba) eran escogidos en mayor número por personas que
desarrollaban muchas veces tareas adventicias, esperaban retornar pronto (...)”.
9
177.787 sin anexar Flores y Belgrano, fuera del término municipal. Bourdé calcula
entonces sobre esa base en un 1358% el crecimiento en esos 67 años.
10
Una vez y media mayor que la nacional entre 1869 y 1914, luego en el nivel medio de
la región litoral en su conjunto (Bourdé, 1977: 143).
162 Buenos Aires El libro del Barrio
11
Fernando Devoto (2003: 248).
12
Guy Bourdé (op. cit.: 121).
13
Guy Bourdé (ídem: 172, Gráfico XVIII, Distribución por barrio de los grupos
nacionales).
14
Guy Bourdé (ídem: 174).
15
Francis Korn (1974).
16
Guy Bourdé (op. cit.: 175).
17
James Scobie (1977: 257), “Los extranjeros parecen haberse concentrado principalmente
en las zonas céntricas, con notable porcentaje de españoles en los distritos 12,13 y 14,
franceses en los distritos 14 y 20, judíos rusos en los distritos 9 y 11, e italianos en los
distritos 4 y 10”.
18
James Scobie (ídem: 257).
19
James Scobie (ídem: 265-266).
20
Emigración gallega a Buenos Aires para este período (en Molinos, 2000: 5-8).
21
Samuel Baily (1982: 493).
22
Samuel Baily, Samuel (1985, 43).
23
Romolo Gandolfo (op. cit.: 73).
24
Armando Silva. Para este autor, la ciudad “(...) es un escenario del lenguaje, de
evocaciones y sueños, de imágenes, de variadas escrituras (...) un objeto opaco y polimorfo
y los escenarios urbanos (...) [son] lugares de constitución de lo simbólico”. El territorio
“fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del
antepasado y la evocación del futuro (...) límites geográficos y simbólicos. Nombrar el
territorio es asumirlo en una extensión lingüística e imaginaria; en tanto que recorrerlo,
pisándolo, marcándolo en una u otra forma, es darle entidad física que se conjuga (...)
entidad fundamental del microcosmos y la macrovisión (...) desde mi interior psicológico
o los interiores sociales de mi territorio, hacia el mundo como resto (...)”.
25
Referencias al ámbito territorial de la actuación de las sociedades de instrucción gallegas
según 1 parroquia, aldea o lugar, partido judicial, provincia, 2 ó más feligresías y 2 ó
más concejos y la distribución territorial de las sociedades microterritoriales en América,
Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos Rita Molinos 163
35
Miñor, Año 1, Nº 1, marzo 1934.
36
Molinos, R.; Versace, I. (2000), Gráfico 2. Asociaciones gallegas, sedes fundacionales.
37
Ídem, Gráfico 3: Asociaciones gallegas, sedes en los 40; Gráfico 4: Asociaciones
gallegas con fundación anterior a 1930, sedes fundacionales; Gráfico 5: Asociaciones
gallegas con fundación anterior a 1930, sedes actuales.
38
Se discute también sobre los montos disponibles para los alquileres y resulta evidente
que no hay holgura en caja a pesar del aporte de la reciente revista, los 50$ que ha
pagado el Sr. Lemos por un artículo acerca de su Playa América. Equivale este monto a
casi la mitad de un alquiler de una casa chica de tres o cuatro habitaciones en el centro.
39
Ver Gráfico 6: Círculo Social Valle Miñor, sedes y locales festivos. Gráfico 7: Sedes,
cuadro resumen.
40
En 1934, el 53,5% de los socios nuevos tiene domicilio en esquinas (sobre 31 casos).
En el 35, el 42% (25), en el 38, 48% (32) en el 41, el 45,6% (110). La distribución es
dispersa en la totalidad de la ciudad.
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Inmigrantes aldeanos, moradores urbanos Rita Molinos 165
Ilustraciones
Horacio J. Spinetto
Horacio J. Spinetto
Arquitecto U.B.A. Técnico Nacional Superior en Museología Histórica, Escuela Nacional de
Museología. Artista Plástico. Colaborador permanente de la revista Todo es Historia y de Summa +.
Índice
El barrio en el recuerdo
Liliana Barela 11
Ilustraciones
Horacio J. Spinetto 169
Esta obra se terminó de imprimir en el mes de junio de 2004 en Cilincop S.A.
4 Las calles de Buenos Aires Sus nombres desde la fundación hasta nuestros días