El Lado Oscuro de Los Cuentos de Los Hermanos Grimm PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 13

9

El lado oscuro de los Cuentos


de los Hermanos Grimm
Dr. Miguel Salmerón Infante
Profesor de Estética y Teoría de las Artes
Universidad Autónoma de Madrid

Resumen
En 2012 alcanzamos el bicentenario de la primera edición de
los Kinder- und Hausmärchen (KHM, Cuentos de la infancia y
del hogar) de los Hermanos Grimm, producto de una labor et-
nográfica y fabuladora minuciosa y encomiable. Con motivo de
ello nos proponemos llevar a cabo un análisis de lo oscuro (tal
vez lo que empezando por lo sublime culmina en lo feo), en
un limitado repertorio de estos Cuentos (los KHM4, 8, 15 y 50)
sirviéndonos de las categorías ofrecidas por Sigmund Freud en
su famoso artículo de 1919 “Das Umheimliche” (Lo siniestro).

En su artículo, Freud, sirviéndose entre otras fuentes del Dic-


cionario Alemán de los propios Hermanos Grimm, apunta la
contigüidad semántica de lo heimlich, lo acogedor, lo familiar,
amable, íntimo y lo umheimlich, inhóspito, inhabitable, ajeno,
siniestro. Los cuentos de los Grimm: acopio del acervo tradicio-
nal, y sismógrafo de fantasías, son heimlich y umheimlich a la
vez.

No es fácil encontrar biografías que encarnen figuras más respeta-


bles que las de los hermanos Grimm. Jacob, el jurista, el mitólogo,
el etnógrafo, Wilhelm, el fabulador, el compilador de leyendas, el
poeta. Ambos lingüistas, para muchos los fundadores de la Ger-
manística. Ambos profundamente patriotas, defensores de una
constitución liberal para su país, hasta el punto de que fueron
depurados de la Universidad de Göttingen por ello, ambos pró-
ceres de la unidad nacional. Por otra parte, su trabajo meticulo-
so, infatigable y en equipo también proyecta de ellos una imagen
llena de motivos para convertirlos en modelo de identificación de
cualquier intelectual que se precie o aspire a preciarse. Hermann
Grimm, hijo de Wilhelm, escribió unos recuerdos acerca de su tío

Gustave Doré
Ilustración para el cuento de Caperucita Roja
(1883)
10

y de su padre que bien podrían constituir por sí mismos una au-


téntica hagiografía: responsables, políticamente comprometidos,
religiosos…

Los Cuentos de la infancia y del hogar de los Grimm, cuya primera publi-
cación data de 1812, y cuya edición definitiva está fechada en 1859, han
de entenderse como una de las partes de un gran proyecto vital en el
que se incluye el grueso de su obra. En ese proyecto se encuadran Las le-
yendas alemanas (1816-1818), Las Deutsche Rechtsalterthümer (las Formas
antiguas del Derecho Alemán publicadas en 1828), La gramática alemana
(1819-1837), La mitología alemana (1835) y el Diccionario alemán (cuyo pri-
mer volumen data de 1854, y fue culminado, muy posteriormente a la
muerte de los Grimm, en 1960). Para describir este proyecto son muy
significativas estas palabras: “aspiraban a reunir todo aquello que fuera
símbolo del espíritu alemán”1.

Sin embargo, a nadie se le oculta que, en muy numerosas ocasiones, los


cuentos narran acciones no especialmente ejemplares y describen per-
sonajes no especialmente admirables. Vamos a encarar ese asunto, ese
lado oscuro de una realidad, prima facie, brillante. Puede ser que el pue-
blo, no necesariamente el alemán, sino cualquier pueblo y cualquiera de
los sujetos que lo componen en relación con el sujeto colectivo, no sea
tan sano, ni tan encomiable como quiere verse a sí mismo. Tal vez, para
verse a sí mismo encomiable, ha de diferenciar despectivamente al otro
y a lo otro, en la configuración ideal de su identidad2. Probablemente no
ignoraban esto los Grimm cuando en el prólogo a Las leyendas alemanas,
diferenciaban la leyenda y el cuento, haciendo, eso sí, una distinción
previa de ambos con respecto a la historia. Parafraseando a Aristóteles
podríamos decir que la historia es lo que pasó y el cuento y la leyenda
lo que puede pasar3. E incluso cuento y leyenda discurren en un ámbito
de lo que puede pasar, de lo posible, exclusivamente sostenido por lo
ficticio, pues tanto en leyenda como en cuento se mezcla lo verosímil e
inverosímil. Por otra parte, cuento y leyenda tienen destinatarios dife-
rentes. Mientras que el pueblo cree (y ha de creer) en la verdad de las
leyendas, los niños creen en la verdad de los cuentos. La leyenda es una
ficción ejemplar y necesaria, el cuento es una ficción, libre4 y ¿necesaria?

1.  Grimm, Hermann, “Los hermanos Grimm” en Grimm, Jacob y Wilhelm, Cuentos
de niños y del hogar, Introducción Hermann Grimm, Traducción de María Antonia
Seijo Castroviejo, Madrid, Anaya, 1985, p. 17 [Todas las traducciones que aparecen en
este artículo proceden de esta versión].
2.  Claro ejemplo es el KHM110, Der Jude im Dorn (El judío en el espino), en el que
durante un proceso legal, para defenderse un judío dice que dio al protagonista una
bolsa de oro desinteresadamente, el juez repone, que así (desinteresadamente) no actúa
nunca un judío. Es decir, sin atenerse a hecho alguno, el representante de la justicia
toma como fundamento de derecho de su dictamen un prejuicio racial.
3.  Muy específicamente en Poética, Capítulo IX, 1451a-1451b.
4.  Brüder Grimm (Hg.), Deutsche Sagen, Frankfurt, Deutscher Klassiker Verlag, 1994, pp. 11-12.
11

Incluso retrotraigamos, un punto la pregunta: el cuento es una fic-


ción ¿libre?, ¿necesaria? Desde luego no es necesaria en cuanto con-
veniente ejemplaridad para mantener al pueblo saludable tal y como
proponen los Grimm con su referencia a la leyenda. Por otra parte en
nuestro intento de semblanza de lo que es el cuento, coronado por dos
preguntas parece haber una contradictio in terminis: ¿no es lo necesario
lo sometido a un determinismo y libre lo que se sustrae a la determi-
nación? En ese caso también cabría una reformulación de la presencia
de lo libre en los Cuentos de los Grimm y en el cuento en general. En el
cuento hay un libre vuelo de la fantasía, pero ese vuelo está suscitado
por una motivación, sobre la que recae la sospecha de determinismo
tan pronto como empezamos a observar repeticiones y recurrencias
en su estructura, repeticiones y recurrencias tan tenaces que más allá
de lo transnacional son, incluso, transculturales. Eso justifica estudios
de estas estructuras tan detallados y reveladores como los de Vladi-
mir Propp, quien creía que podría al modo de su admirado Goethe
hacer una morfología del cuento como aquél la había delineado con
las plantas y los animales5.

Y ¿qué es lo necesario en el cuento si, precisamente y en contra de


la lectura superficial que se hiciera de él, su ejemplaridad no lo es?
Entendemos que lo necesario en el cuento es su no ejemplaridad. Esa
no ejemplaridad tendría dos modalidades. La primera sería (y antes
aludimos a ella) la ejemplaridad malsana, vejatoria y cruel, esa que
diferencia lo propio de lo ajeno, lo idéntico de lo distinto. La segunda
sería la no ejemplaridad en sí, esa que muestra la truculencia y lo vio-
lento sirviéndose de su presentación oblicua y velada al ser portada
por el malvado, o el antagonista del relato.

¿Y esa no ejemplaridad, que función tiene? Diferenciadora y catártica.


Diferenciadora, porque distingue al bueno del malo, en el fondo al
propio y al ajeno. Catártica, porque permite exteriorizar la madrastra,
la bruja o el enano malvado, saltarín o no, que hay dentro de nosotros.

En 1919, Sigmund Freud publica un opúsculo que, teniendo como


base de análisis o banco de pruebas el cuento “El hombre de la arena”
de E.T.A. Hoffmann, se ha convertido en un clásico de la reflexión
estética psicoanalítica, y en un punto de referencia inexcusable para
abordar ese ámbito de lo oscuro que estamos tratando. Ese opúsculo
recibió el título de “Das Umheimliche”, y ha sido habitualmente tra-
ducido al español como “Lo siniestro”.

El escrito de Freud comienza señalando que el psicoanálisis trata raras


veces cuestiones estéticas. Y acto seguido afina notablemente, cuando
dice que al tratarlas lo hace no atendiendo a lo bello, sino considerando

5.  Propp creía incluso en encontrar el protocuento, como Goethe decía haber encontrado la
protoplanta. Cf. Propp, Vladimir, Morfología del cuento, Tres Cantos, Akal, 2009, p. 121.
12

a la estética “ciencia de las cualidades de nuestra sensibilidad”6. Acto


seguido, se considera uno de los sentimientos habitualmente descui-
dados y/o ignorados por la estética, lo siniestro. Sentimiento que, sin
embargo, sí tiene un valor apreciable como objeto de estudio para el
psicoanálisis, que ha de ir su núcleo y discernir “en lo angustioso, algo
que además es siniestro”7.

Para iniciar su estudio, Freud se sirve de la lexicografía. Al fin y al cabo


el diccionario es el poso histórico del uso de la lengua, y el uso de la len-
gua está íntimamente relacionado con el sentir de sus hablantes. De su
primera aproximación al diccionario, Freud registra que “umheimlich”
es el antónimo de “heimlich” y de “heimisch” (íntimo, secreto y fami-
liar, hogareño, doméstico), lo cual llevaría a concluir que lo siniestro
causa espanto, “porque no es conocido o familiar”8.

Sin embargo en el opúsculo freudiano, líneas arriba, ha aflorado una


afirmación clave para acceder al núcleo de esa “angustia que, además,
es siniestra”. Lo siniestro es “lo espantoso que afecta las cosas conoci-
das y familiares desde tiempo atrás”9. En esta definición se ofrece los
dos rasgos de lo siniestro: a) privación de lo conocido y familiar y b)
remisión a un pretérito ancestral.

Por una parte, tal y como puede extraerse de los diccionarios, lo si-
niestro asusta por no ser conocido o familiar. Pero esa espantosa no
familiaridad, se hace perceptible y notoria para el sujeto porque la fa-
miliaridad queda interrumpida o quebrada por la irrupción de aque-
llo que, por inesperado, es siniestro. No se da lo umheimlich, si no se
ha dado previamente lo heimlich. Lo siniestro es sentido si se produce
como una privación de algo que anteriormente se poseía. Lo siniestro
sólo alcanza a ser siniestro, sólo alcanza su ser, si da lugar a un desequi-
librio de un estado de cosas previamente caracterizado por el equilibrio,
el de la normalidad, el de la familiaridad.

Por otra parte, Freud mienta “un tiempo atrás”, y nos remite a lo ances-
tral. Es decir, hay una suerte de familiaridad filogenética y una suerte
de miedo que ha roto esta continuidad, en sucesivos estratos de la con-
ciencia colectiva. Hay pues familiaridades ancestrales y formaciones de
lo siniestro igualmente ancestrales, dicho de otro modo, miedos ances-
trales.

No es por casualidad, pues que los Grimm llamaron a su compilación


Kinder- und Hausmärchen (Cuentos de la infancia y el hogar). En ese

6.  Freud, Sigmund, “Lo siniestro” (1919), en Hoffmann, E.T.A., El hombre de arena. Pre-
cedido de lo siniestro por Sigmund Freud, Palma de Mallorca, José J. Olañeta Editor, 2001.
7.  Ídem, p. 9.
8.  Ídem, p. 12.
9.  Ídem, p. 12.
13

rótulo quedan impresos los dos rasgos de lo siniestro (das Umheimliche)


que operan en contradicción dialéctica con lo conocido (das Heimliche).
A) El hogar es lo conscientemente familiar que queda interrumpido o
amenazado por la irrupción de lo siniestro. B) La infancia es lo ancestral,
lo que remite a “un tiempo atrás” y alude a lo pretérito ontogenético, la
infancia de cada sujeto en particular, como a lo pretérito filogenético, el
pasado de la comunidad, ya sea este el pasado del pueblo o de la propia
especie.

Tampoco es por casualidad que una de las fuentes de las que se sirve
Freud es el propio Diccionario Alemán (1854-1960) de los Hermanos
Grimm. Freud reproduce fielmente, en el opúsculo que estamos tra-
tando, la entrada “heimlich”. En ella se distingue un itinerario marcada-
mente perceptible de “lo conocido” a “lo desconocido”, el cual queda
de manifiesto en la novena acepción.

9. El sentido de escondido, peligroso, oculto, que se expresa en


la referencia precedente, se destaca aún más, de modo que HE-
IMLICH acaba por aceptar la significación que habitualmente
tiene UMHEIMLICH: “Me siento a veces como un hombre que
pasea por la noche y cree en fantasmas: todo rincón le parece
heimlich (siniestro) y lúgubre. (Klinger, Teatro, III, 298)”10.

A esto Freud apostilla que heimlich es una voz cuya acepción “evolucio-
na hacia la ambivalencia hasta que termina por coincidir con la de su
antítesis umheimlich”11.

El opúsculo de 1919, se centra acto seguido en el segundo aspecto de


lo siniestro, lo ancestral. Aspecto este sin duda muy relevante para el
psicoanálisis porque remite inevitablemente al inconsciente. En su pri-
mer acercamiento a la cuestión, Freud señala que uno de los más ha-
bituales motivos de espanto, esa angustia que es, además, siniestra, es
que lo inanimado cobre vida12. Esa modalidad de lo siniestro aparece
con la muñeca Olimpia (ente ambiguo, tal vez muñeca autómata, tal
vez ser animado y humanizado). Olimpia es uno de los personajes del
cuento de E.T.A. Hoffmann comentado específicamente en el artículo
de Freud, “El hombre de la arena”.

Sin embargo el núcleo siniestro del cuento es el propio arenero, ese


hombre que estaba presente en las narraciones que le referían a Na-
taniel, el protagonista cuando era niño. Un hombre que venía a ver a
los niños que no dormían, les arrojaba arena a los ojos, que los hacían
saltar de sus órbitas y luego se los arrancaba13.

10.  Cit., en ídem, p. 18.


11.  Ídem, p. 18.
12.  Cf., ídem, p. 18.
13.  Ídem, p. 19.
14

Freud asocia el miedo al arenero, que es miedo a perder la vista, al


miedo edípico. Recordemos que Edipo tras su transgresión genital,
por la que cohabita con su madre después de haber matado a su
padre, se arranca los ojos. De ese modo queda ancestralmente ligado
el miedo a quedar cegado con el miedo a la castración14.

Con todo, lo que le interesa a Freud de la figura del arenero es la


dimensión infantil del miedo que produce. De tal modo, lo que inme-
diatamente hace el patrón del psicoanálisis es ubicar también en lo
infancia, la modalidad anteriormente mencionada de lo siniestro, la
simbolizada por la muñeca Olimpia: que lo inanimado cobre vida15.

Y, acto seguido, asistimos al magistral giro que imprime Freud a su


argumentación. Los niños no distinguen en sus primeros años lo ani-
mado de lo inanimado y es frecuente que hablen con sus muñecos.
De este modo, aquello que para el adulto es motivo de horror (umhe-
imlich), que lo inanimado se anime, es para el niño algo deseable y
acostumbrado (heimlich)16. Así, en este caso, “la fuente de lo siniestro
no se encontraría en una angustia infantil, sino en un deseo”17.

En unos parámetros análogos a los de la antropología evolucionista


de Morgan y Tylor, Freud nos viene a decir que en el fondo del ser
humano late una creencia animista. Filogenéticamente, en épocas pri-
mitivas, el ser humano fue animista, y ontogenética e individualmen-
te, todo infante es animista. En su dimensión consciente lo siniestro
procede de una irrupción de lo inesperado que quiebra lo familiar,
acostumbrado y diurnamente propio. En su dimensión lo siniestro
procede de lo familiar (la creencia animista que todos tenemos) repri-
mido18.

Como hombres civilizados asumimos una visión del mundo racio-


nalizada y dominada por la ciencia, pero hay un fondo animista en
nuestro ser, que la civilización ha de reprimir, y a ello se opone el
fenómeno aliviador de lo siniestro. En palabras de Freud: “hemos su-
perado esas maneras de pensar [nuestras creencias animistas]; pero no
nos sentimos muy seguros de nuestras nuevas concepciones”19.

Haciendo acopio de los motivos que Freud considera suscitadores de


lo siniestro, diremos que estos son seis. Y en todos ellos el complejo
(con su aparejado miedo) y el deseo van de la mano. El vínculo que
los une es la represión.

14.  Ídem, pp. 19-22.


15.  Ídem, p. 22.
16.  Cf. Ídem, p. 23.
17.  Ídem, p. 23.
18.  Ídem, p. 31
19.  Ídem, p. 32.
15

En primer lugar: la animación de lo inanimado, conscientemente si-


niestra, encierra inconscientemente el deseo de retorno a la época ani-
mista20.

En segundo lugar la pérdida de ojos es equivalente al miedo a la cas-


tración. Es conscientemente siniestra, pero inconscientemente abriga el
deseo de castigo por la edípica maduración21.

En tercer lugar el fenómeno del revenant o el doble es conscientemen-


te siniestro, pero inconscientemente aventa el deseo de inmortalidad y
con ello de duplicación y multiplicación genital22.

En cuarto lugar el impulso de repetición, el que las realidades se re-


pitan dándonos la impresión de que nuestros haceres con inútiles, es
conscientemente siniestro y suscitador de impotencia, sin embargo es-
conde el inconsciente deseo de fracaso, como pago por la distorsiones
que produce y nos produce la maduración23.

En quinto lugar ser enterrado es conscientemente siniestro, pero lleva


consigo el deseo inconsciente de retorno al vientre materno24.

Finalmente Freud se refiere al miedo al aspecto viscoso y meduseo de


los genitales femeninos sin darnos al respecto mayor explicación25.

Volveremos sobre estos motivos de miedo en el análisis de los Cuentos


de los Grimm al que ahora procederemos sin embargo, digamos algo
sobre el opúsculo de Freud antes de abandonarlo.

Como seres humanos adultos no aceptamos el mundo de los cuentos


con sus trastrueques de tiempo y lugar, con sus duplicaciones y desdo-
blamientos de personas e individualidades, con la borrosidad de fron-
teras entre vigilia y sueño y entre vida y muerte. Sin embargo como
los niños que fuimos, las figuras de los cuentos nunca se extinguen del
todo y siempre reaparecen. Al mismo tiempo, como los adultos que
queremos llegar a ser, quisiéramos suprimir esas figuras para siempre.
Es por eso que los complejos (aparejados a los temores) y los deseos
aparecen frecuentemente ligados y en simultaneidad26.

Los Cuentos de los Hermanos Grimm, compilación de narraciones que


recupera el acervo del pueblo, nos muestran como muy pocos docu-

20.  Ídem, pp. 18.


21.  Ídem, pp. 19-22.
22.  Ídem, p. 24.
23.  Ídem, pp. 25-26.
24.  Ídem, p. 28.
25.  Ídem, p. 29.
26.  Ídem, p. 33.
16

mentos la dialéctica de repulsión y atracción que ejerce sobre el ser hu-


mano eso que aquí llamamos oscuro y que Freud, tal vez con más pro-
piedad, llamara siniestro.

Lo oscuro atrae, aun cuando sepamos que es fuente de amenaza. Como


ejemplificación, sirvámonos del KHM27 número 8, “El extraño músico”
(“Der wunderliche Spielmann”). En él un violinista decide tocar mú-
sica a modo de reclamo para buscar un camarada. Las palabras que se
dice a sí mismo, cuando toma la resolución, presentan un notable eco
genésico de las palabras que pronuncia Jehová para buscarle una com-
pañera a Adán28. “Mir wird hier im Walde Zeit und Weile Lang, ich will
einen guten Gesellen herbeiholen” (El tiempo se me hace muy largo en
este bosque, voy a buscarme un camarada)29. Se siente atraído un lobo,
que quiere aprender música. Al músico no le convence este compañero
y lo deja aprisionado en el hueco de un roble, colocando sobre sus patas
delanteras una piedra para bloqueárselas. Luego el violinista atrae a
un zorro, y, por no sentirse satisfecho con esta compañía, lo deja con
las dos patas delanteras atadas a la rama izquierda y derecha de un
nogal30. Pasa lo mismo con una liebre, a la que deja inmovilizada, des-
pués de haberle atado un cordel a su cuello y haberla obligado a saltar
veinte veces alrededor de un tronco de un álamo al que ha sido atado el
otro extremo del cordel31. Posteriormente el lobo se libera gracias a sus
poderosas mandíbulas de su prisión y desata a los otros dos animales
de sus ligaduras. Tanto el zorro como la liebre deciden secundar al lobo
en su resolución de vengarse. Pero previamente el violín había atraído
a un leñador que lo salva de la venganza amenazando a los animales
con su hacha. El músico prodigioso o mágico, sigue su camino32.

El aspecto más a tener en cuenta en el KHM8 es el de la temeridad como


instancia formativa. El protagonista aprende lo que es el miedo a través
de la temeridad. El músico sólo encuentra compañeros indeseables con
su violín y sin embargo sigue tocando.

Por otra parte un aspecto recurrente en los cuentos que sin duda
aparece en el KHM8 es el de la supresión de lo otro, para que pre-
valezca lo propio. El violinista acaba marginando al animal 33 y yén-
dose con un congénere por compañero (suprime lo umheimlich y se

27.  La sigla KHM, significa Kinder- und Hausmärchen, Cuentos de la infancia y del ho-
gar, y el número que sigue a esa sigla el de orden de la edición definitiva de los Cuentos
de los Grimm en 1859.
28.  “No es bueno que el hombre este sólo”, Génesis, 2,18.
29.  Grimm, Brüder, Kinder- und Hausmärchen, edición de Hans-Jörg Uther, München,
Eugen Diederichs Verlag, 1997, p. 48.
30.  Ídem, p. 49.
31.  Ídem, p. 50.
32.  Ídem, p. 50.
33.  El maltrato de animales es frecuente en los Cuentos de los Grimm.
17

Gustave Doré
Ilustración para el cuento de Caperucita Roja
(1883)

queda con lo heimlich), tal y como proclama con estas sentencio-


sas palabras: “Endlich kommt doch der rechte Geselle, denn einen
Menschen suchte ich und keine wilden Tiere” (Por fin aparece el
compañero apropiado, pues yo buscaba a un hombre y no animales
salvajes)34.

En el KHM8 se ve la continuidad existente entre la atracción del abis-


mo y el acercamiento a éste para lograr un acomodo en lo propio, lo
acostumbrado, lo familiar. Se va a lo siniestro (umheimlich) para acce-
der a lo amable (heimlich)35.

Se busca el miedo, y de ello es documento, el KHM8. ¿Por qué? ¿Tal


vez como un rito de iniciación? A eso parece apuntar un momento del
KHM15, el conocídismo relato de Hänsel y Gretel. Los dos hermanos

34.  Ídem, p. 50.


35.  Esta idea de que lo familiar y lo siniestro son ámbitos de la realidad contiguos está
magistralmente presentado en el relato de Henry James The Turn of the Screw (La vuelta
de tuerca), publicado en 1898. Según se haga girar la tuerca hacia un lado u otro esta-
mos en una u otra región de la realidad.
18

ya han sido dos veces abandonados por sus padres36 en el bosque. De


la primera se han salvado gracias a los guijarros depositados por el
muchacho en el camino, de la segunda no, porque las aves se comie-
ron las migas de pan que el chico fue dejando. Perdidos siguen a un
hermoso pajarillo blanco al que han visto cantando en una rama hasta
que se posa en el tejado de una casa hecha de dulces.

Als es mittag war, sahen sie ein schönes schneeweisses Vöglein auf
einem Ast sitzen, das sang so schön daβ sie stehenblieben, um ihm
zuhörten. Und als er fertig war, schwang er seine Flügel und flog vor
ihnen her, und sie gingen ihn nach, bis sie zu einem Häuschen gelang-
ten auf dessen Dach es sich setzte, und als sie ganz nah hereinkamen,
so sahen sie, daβ das Häuslein aus Brot gebaut war und mit Kuchen
gedeckt; aber die Fenster waren von hellem Zucker. “Da wollen wir
uns dranmachen”, sprach Hänsel…37

El pájaro podría interpretarse como un signo de fatalidad, pues ha lle-


vado a los hermanos a la casa de la bruja que los aprisionará, y cebará
a Hänsel para intentar comérselo. Sin embargo, el relato y el papel del
pajarillo pueden interpretarse bajo una fórmula diferente, a saber: allí
donde está el peligro, está la oportunidad. El pájaro pone a los herma-
nos ante la prueba de madurez definitiva, aquella, ante la que tal vez
sucumban, pero de la que salen sin duda vencedores.

Esa noción del rito iniciático como prueba de coraje se da de un


modo recurrente en los Kinder- und Hausmärchen con la figura del
pretendiente. El pretendiente ha de estar a la altura de la dama a
la que aspira y en consecuencia debe demostrar su valor. Uno de
las muestras más características de este motivo se nos ofrece en
el KHM50, Dornröschen (Rosa silvestre, mundialmente conocido
como La bella durmiente). La bella princesa adormecida indefini-
damente por haberse pinchado con el huso de una rueca, está ro-
deada por un seto de espinas. Y lo que habitualmente se deja sin
referir en este cuento es un truculento detalle. A saber, al príncipe
a la postre salvador, le ha contado, su abuelo (pues, al fin y al cabo
la Bella estará durmiendo cien años) la suerte que corrieron sus
predecesores:

36.  A partir de la quinta edición de los Cuentos de 1843, el padre de Hänsel y Gretel
siguió siendo su padre, pero la madre se convirtió en la madrastra, tal y como refiere
Uther, Hans-Jörg, Handbuch zu den Kinder- und Hausmärchen der Brüder Grimm, Berlin,
Walter de Gruyter, 2008, p. 34.
37.  [Pero al mediodía vieron a un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, que estaba
posado en una rama, cantando de forma tan hermosa que se detuvieron y le escucha-
ron. Y cuando terminó batió sus alas y voló ante ellos; los niños le siguieron hasta que
llegaron a una pequeña casa, en cuyo tejado se posó el pajarillo, y cuando se acercaron a
ella vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de pastel y las ventanas eran de
azúcar. –Manos a la obra-dijo Hänsel…] Brüder Grimm, op.cit., pp. 81-82.
19

Es wuβte auch von seinem Groβvater, daβ schon viele Königssöhne


gekommen wären und versucht hätten, durch die Dornenhecke zu
dringen, aber sie wären darin hängengeblieben und eines träurigen
Todes gestorben38.

Con todo, el príncipe demuestra su valor y su valía. “Ich fürchte


mich nicht, ich will hinaus und das schöne Dornröschen sehen”39.

Se busca el miedo, porque de lo siniestro surge lo familiar, porque a


través de lo siniestro se accede a lo familiar y porque lo siniestro y
lo familiar están indisoluble e inconscientemente unidos. Pero ¿qué
produce miedo? A eso intenta contestar el KHM4, Märchen von
einem, der auszog, das Fürchten zu lernen (Cuento del que fue a
aprender lo que era el miedo).

La narración comienza presentándonos a dos hermanos. El mayor


listo y el pequeño tonto y una carga para su padre. Algo que le llama
la atención al pequeño es cómo su hermano siente miedo cuando le
encargan que vaya a buscar algo por la noche, o cuando le cuentan
historias terroríficas. Él sin embargo, no siente miedo. Así, cuando
su padre le dice que ha de aprender algo para ganarse la vida, el
muchacho le contesta que quiere aprender lo que es el miedo. A ello
el padre repone que es conveniente que aprenda lo que es el miedo
pero no se ganará la vida40.

Un sacristán amigo de la familia se lo lleva para que aprenda qué es


el miedo. Se hace pasar por fantasma en el campanario y sólo consi-
gue que el joven tonto lo empuje escaleras abajo41.

La desventurada peripecia del sacristán hace que el padre pierda la


paciencia y conmine a su hijo a marcharse de casa con el mandato
de no decir a nadie de dónde viene para no ponerlo en vergüenza.
El padre también le da treinta táleros para que pueda sobrevivir. El
muchacho a partir de ese momento utilizará los treinta táleros para
incentivar a sus sucesivos instructores en el arte del miedo42.

38.  [Él sabía también por su abuelo que habían venido muchos hijos de reyes y habían
intentado atravesar el seto de espinas, pero que se habían quedado allí prendidos y
habían tenido un triste final], Ídem, p. 239.
39.  [No tengo miedo, yo quiero entrar y ver a la Bella Durmiente], Ídem, p. 239.
40.  Quiere aprenderlo como si fuera un oficio, lo cual habilita la sutil asociación de
que la cultura es miedo. Consiste en aprender a tener miedo de aquello que nos aleja o
separa de nuestro nicho cultural. Así pueden entenderse estas palabras del protagonista
del cuento “Mir grüselt´s nicht: das wird wohl eine Kunst sein, von der ich auch nichts
verstehe” [No me da miedo. El miedo debe ser sin duda un arte del que yo tampoco
entiendo nada], Brüder Grimm, Op.cit., p. 22.
41.  Ídem, p. 23.
42.  Ídem, p. 24.
20

En la siguiente peripecia en busca del miedo el muchacho permanece


junto a siete ahorcados una noche. Le dan tan poco miedo, que los des-
cuelga, los pone a calentarse al fuego y los vuelve a colgar. Entiende
una falta de delicadeza el mutismo de los muertos con los que intenta
entablar conversación43.

El muchacho llega más tarde a un reino cuyo monarca promete la mano


de su hija a quien sea capaz de pasar tres noches velando en un castillo
encantado. El rey le deja llevarse consigo tres cosas, él elige el fuego, un
torno y un banco de tallador y un cuchillo44.

En la primera noche, el joven es visitado por dos gatos parlantes que


quieren jugar a las cartas con él. Con el pretexto de cortarles las uñas,
los deja atornillados al banco, los mata y los arroja al agua, otros es-
píritus animales igualmente aniquilados a cuchilladas o hechos huir.
Cansado se acuesta en una cama y esta empieza a moverse por todo el
castillo. Él se baja, de ella, arroja mantas y cojines y tira la cama escalera
abajo45.

La segunda noche es sin duda la más excitante. Le visita un hombre


demediado y luego unido, que quiere ocupar el sitio en el banco del
joven y es expulsado. Después vienen más hombres demediados y se
ponen a jugar a los bolos utilizando de bolos las piernas y las cabezas
como pelotas. El muchacho pide jugar, le dicen que sólo si apuesta di-
nero. Aunque pierde algo frente a sus experimentados contrincantes,
se divirtió46.

En la tercera noche seis hombres traen un cadáver en un ataúd. Es el


de un primo del muchacho que recientemente ha muerto. El mucha-
cho reaviva el frío cadáver con el calor del fuego, pero el propósito del
primo reavivado es estrangularlo, por eso el joven lo vuelve a colocar
en el ataúd, cierra éste y se lo confía a sus seis portadores47. Y como
segunda visita de la noche recibe la de un viejo que quiere asustarlo
con su descomunal fuerza. Sin embargo, apresada al viejo dejándoles
prendida su barba a un yunque. El viejo que inmovilizado recibe un
golpe tras otro le promete grandes riquezas si deja de golpearlo. De las
riquezas que le da el viejo, el muchacho hace tres partes iguales: una
para los pobres, otra para el rey y la otra se la queda él48.

Por su valor se casa con la hija del rey, sin embargo se lamenta de que
sigue sin saber qué es el miedo. La camarera de la reina se postula para

43.  Ídem, pp. 25-26.


44.  Ídem, pp. 27-28.
45.  Ídem, p. 29.
46.  Ídem, p. 30.
47.  Ídem, p. 31.
48.  Ídem, pp. 31-32.
21

ayudar a su ama a darle miedo a su señor. Llena un cubo de gobios y la


reina deja caer el contenido del cubo sobre él por la noche cuando está
durmiendo y después de destaparlo, entonces siente miedo49.

Si releemos el KHM4 a la luz del opúsculo de Freud sobre lo siniestro,


vemos todos los elementos que el padre del psicoanálisis considera sus-
citadores de terror. La sobreanimación del animal o la cama animada,
como temor y deseo del animismo originario. Los muertos y revenants
como temor y deseo a la multiplicación genital, los seres demediados
como temor y deseo de la castración. E incluso los peces del fin del rela-
to como el miedo insuperable del hombre a lo viscoso y meduseo de los
genitales femeninos. En este sentido no sería casual que el gozoso en-
cuentro del miedo por el joven sea acompañado de una proclamación
de amor a su mujer: “Ach, was grüselt mir. Was grüselt mir!, liebe Frau!
Nun weiβ ich, was Grüseln ist” [¡Ay, qué miedo, querida esposa! Bien,
por fin sé qué es tener miedo].

En todo caso sí que está claro que superar el miedo consiste en hacer
consciente lo que se está afrontando (hacer heimlich lo umheimlich) y que
el último momento, en el que ya por fin el joven siente miedo es en el
que desde el sueño, la conciencia no puede ser debidamente activada.

Y la otra interpretación, ya mencionada y no excluyente respecto a las


dos anteriores, es la de la oposición entre rito de paso y cultura. Para ac-
ceder al ámbito cultural, las sociedades introducen pruebas como apar-
tamientos, sacramentos, peregrinaciones, mutilaciones rituales como la
circuncisión, etc. El rito de paso consiste en una prueba de coraje, más
o menos efectiva, más o menos ritualizada. Esta prueba consiste en no
tener miedo, para adquirir la conciencia de aquello de lo que se debe
tener miedo.

Superada la prueba, se transita de la naturaleza a la cultura, se alcanza


el estado cultural.

49.  Ídem, p. 32.

También podría gustarte