MARTES
MARTES
MARTES
MARTES:
Presentación
Las organizaciones buscan generalmente alcanzar el éxito de los proyectos bajo criterios
económicos, pero esto no debe verse desde una óptica negativa, sino al contrario. Pero
también es necesario tener en mente que la gestión de proyectos debe enmarcarse en valores
éticos. Hola, soy Clara Vega, y en este curso veremos como la dirección de proyectos necesita
construir su propio marco de normas éticas trabajando con la cultura de tu empresa durante
cada fase del proyecto. Haremos un recorrido para conocer los beneficios de
gestionar éticamente cada fase de la gestión de un proyecto y profundizaremos en los cuatro
valores esenciales en la dirección de proyectos: la responsabilidad, el respeto, la
imparcialidad y la honestidad. No podemos pasar por alto que la mayoría de directores
o directoras de proyecto se enfrentarán siempre a situaciones éticas difíciles durante todo el
ciclo del proyecto, y por eso veremos algunos ejemplos de cómo afrontarlas. El éxito en
general como jefes de proyecto puede depender de la capacidad para identificar y gestionar
eficazmente las cuestiones éticas. ¿Empezamos?
Ética, moral, reglas, normas, valores son términos con los que convivimos de forma creciente y
trasversal y que usamos de forma indistinta. Los valores son cualidades, virtudes
o características de una persona que se consideran típicamente positivas o de gran
importancia para el grupo social. Por ejemplo, la libertad, la tolerancia, el respeto, la
solidaridad, la amistad o la honestidad. ¿Y qué es la ética? Es un término más completo, más
interno, más profundo, más enraizado con cada persona diría yo. El vocablo "ética" proviene
de la palabra griega "ethos" que originariamente significaba "morada", lugar donde se vive, y
que terminó por indicar el conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el
comportamiento humano en una comunidad. cada uno de nosotros somos capaces de
distinguir qué cosas son buenas o malas, o si alguien es respetable o corrupto, leal o injusto
gracias precisamente a la ética, que es la que expresa, orienta, propone la valoración moral de
las personas, de las acciones o de las situaciones. Y, por lo tanto, la ética guiará nuestro
comportamiento sobre todo ante determinadas situaciones en las que necesitemos una pauta
de cómo se debe actuar. Podríamos decir que esta disciplina tiene como objetivo decidir de
forma sensata y racional qué constituye un acto, correcto o incorrecto independientemente de
la cultura en la que se enmarque. ¿Y cuándo nace esta necesidad? Nace como respuesta a los
estudios y reflexiones sobre el comportamiento humano en la época dorada de Grecia y sus
grandes pensadores. Una de las primeras manifestaciones del uso de este término la
encontramos en la conocida obra de Platón: 'La República', que define la ética como la
capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los medios que
dispone para alcanzarlo. En el siglo XVII, filósofos como el francés Descartes recuperarían las
ideas de los maestros griegos y contribuirían de forma clave a la concepción de la ética como la
consideramos en la actualidad. La ética busca principios absolutos o
universales independientes de la cultura particular, de cada grupo o región. Esto me parece
importante porque vivimos en un mundo globalizado y desarrollamos proyectos en cualquier
lugar del mundo. En resumen, podríamos decir que la ética tiene la pretensión de ser
universal, es decir, poder ser aplicada en cualquier contexto desde un uso lógico del
pensamiento y no desde la obediencia ciega. Por otro lado, la ética se subdivide en varias
ramas, pero en este curso nos ocuparemos de la ética relacionada con el mundo profesional, la
ética profesional muy trabajada y documentada y que suele aparecer recogida en los códigos
deontológicos o códigos éticos que regulan las actividades profesionales como veremos más
adelante. Incorporar las normas éticas en la toma de decisiones dentro del marco de la ética
profesional no siempre es sencillo. Os recomiendo leer "el dilema del tranvía", que es un
conocido experimento mental que nos hace reflexionar sobre las decisiones correctas o
incorrectas. Está encuadrado dentro de la premisa de que la mejor opción es la que maximiza
la utilidad. Es un texto bastante ameno e interesante, os lo recomiendo. Para entender la
complejidad de determinadas decisiones se me ocurre un ejemplo muy actual que viene de la
mano de la nueva tecnología que permite la conducción automática en los coches. Como
sabéis, están programados para aumentar la seguridad y evitar accidentes, pero en
determinadas situaciones las decisiones no son fáciles. Por ejemplo, ¿cuál es la decisión ética
correcta en el siguiente caso de alto riesgo? En un cruce, un vehículo con cinco personas
se salta un semáforo en rojo y se interpone en la vía de otro vehículo, concretamente un
vehículo de conducción automática que no puede frenar a tiempo y debe escoger si seguir
recto y matar a las cinco personas o desviarse y colisionar contra un muro matando solo al
propietario del vehículo automático. Somos los programadores de ese vehículo, ¿cuál es la
decisión correcta? Sobre este mismo dilema se puede complicar más aún. Por culpa del asfalto
mojado el vehículo de conducción automática resbala y se dirige hacia un precipicio. En esa
situación el vehículo automático puede seguir recto y matar a su propietario o desviarse y
empujar a otro vehículo hacia el precipicio matando al otro conductor que no tiene ninguna
responsabilidad. En este último caso, el dilema se plantea como: ¿a quién debería salvar como
prioridad el vehículo automático: al propietario o al otro conductor? No es fácil dar con la
decisión correcta. Afortunadamente nuestras decisiones en la mayoría de los proyectos no
serán tan complejas. Por último, las leyes. Son normas establecidas por una autoridad
superior que obligan y/o prohíben. En muchas ocasiones la ley se ha basado en principios
éticos, pero en otras hace caso omiso a las cuestiones de la ética. Por ejemplo, no es ético
participar en la elección de un trabajador si uno de los aspirantes es nuestro hijo, pero es
completamente legal. A priori, ninguna persona puede ser obligada por el estado o por otras
personas a cumplir las normas éticas ni sufrir ningún castigo, sanción o penalización por la
desobediencia de las normas éticas. Sin embargo, como muchos ya estaréis comprobando en
vuestro ámbito laboral, en los códigos de ética profesional sí es habitual recoger una serie
de principios y reglas de cumplimiento obligatorio. En cualquier caso, las directrices éticas
son comportamientos que generalmente esperamos los unos de los otros.
¿Qué debemos entender por ética profesional? El conjunto de normas y principios por los que
debemos regirnos todos los profesionales. El objetivo que pretende es concienciar de esa
gran responsabilidad en el ámbito laboral y en la ejecución de esta profesión. Aunque la ética
profesional utiliza los valores universales del ser humano, como no puede ser de otra
manera, se centra en su aplicación en el entorno laboral. ¿Por qué su importancia? En primer
lugar, en la mayoría de las profesiones –ingeniería, medicina, economía, educación, entre
otras–, además de la formación académica necesaria para desarrollar sus profesiones, es de
vital importancia la aplicación de comportamientos éticos porque en muchas ocasiones de
forma indirecta estará en juego algo tan preciado como es la vida o la seguridad, y en otros, el
simple uso de recursos y el bienestar presente y futuro de las personas. Parece suficiente
responsabilidad, ¿verdad? En segundo lugar, las decisiones éticas en todas las organizaciones
provocan grandes impactos en el seno del propio negocio y en la sociedad en general. De
hecho, en las escuelas de negocio se ha pasado de enseñar únicamente a explotar beneficios
económicos a una preparación en la que tengan que enfrentarse a situaciones éticas
conflictivas. Esta importancia que damos a la ética revalorizará el posterior ejercicio de nuestra
profesión. Y, en tercer lugar, podemos decir que la ética es saludable para los proyectos. De
hecho, las actividades que se realizan sin apego a la ética profesional se traducen en altos
costes, pérdida de reputación y bajada de rendimiento, mientras que los proyectos realizados
respetando un código de ética concluyen con una mayor satisfacción del equipo, una mayor
fidelización del cliente y una mayor productividad. Las empresas ven aumentado su prestigio y
los directores del proyecto gozan del reconocimiento de sus trabajadores, proveedores,
clientes y de la sociedad en general. Por ilustrarlo con un ejemplo muy típico sobre el impacto
y la importancia de la ética, mencionaré el accidente del transbordador espacial
Challenger. Algunos recordamos aquel martes 28 de enero de 1986 cuando se desintegró
73 segundos después de su lanzamiento. ¿Por qué se produjo? Según investigaciones
posteriores, la desintegración del transbordador comenzó después de algo tan simple como el
fallo durante el despegue de una junta tórica en uno de sus cohetes aceleradores. El fallo de la
junta tórica causó la apertura de una brecha y la consiguiente explosión. Lamentablemente, y
esto es lo relevante, ya se había advertido del riesgo o del comportamiento que podía tener
esa pieza debido al frío, creo recordar que a través de un PowerPoint que pasó
desapercibido por instancias superiores. Bien, se utiliza el accidente del Challenger como un
ejemplo de los problemas que puede causar la falta de claridad a la hora de presentar
información. El argumento es que si los ingenieros que lo detectaron hubieran presentado de
manera más clara los datos que tenían sobre la relación entre las temperaturas y el efecto en
las juntas de los cohetes, quizá habrían logrado influir en los administradores de la NASA para
que cancelaran el lanzamiento y evitaran la catástrofe posterior. Ejemplos menos
espectaculares pero con incidencia importante tenemos a diario. La ética no solo cuestiona el
uso de células madre, la clonación y otros temas estrella. ¿Cuántos productos de uso
cotidiano, como juguetes, han sido fabricados y seguirán siéndolo con pinturas nocivas?, ¿o
combustibles que perjudican los motores?, ¿o emisiones y vertidos contaminantes?, ¿o
despilfarro de recursos? Ahora bien, ¿cómo es posible que un profesional aplique estas
consideraciones si carece de estos valores? ¿Es posible no asumir como propios estos
principios y aplicarlos en tu trabajo como si de un método se tratase? Reflexiona. No te doy
ninguna respuesta. La pregunta que a veces me formulan: ¿cómo me afecta a mí esto de la
ética? Los directores de proyectos dirigimos grupos de personas y necesitan ser guiadas y
además inspiradas. Muy difícilmente podremos liderar un equipo de trabajo si tenemos
carencias éticas en nuestra conducta. En cuarto lugar, la ética va ligada a la demanda
social. Hoy más que nunca las empresas están compitiendo entre sí por tener prácticas
medioambientales seguras y las que mejor las desarrollen por seguro tendrán respaldo de los
consumidores. ¿Le compraría usted un juguete a su hijo a sabiendas de que el fabricante tiene
reputación de utilizar pinturas nocivas?, ¿o estarías dispuesto a invertir en una empresa que
miente en la composición de sus productos?, ¿trabajarías en una empresa que defrauda en el
pago de impuestos? Estos temas exceden la simple consideración del cumplimiento o no de
leyes y normas. No hablamos solo de delitos o sobornos, hablamos de desarrollo
sostenible, transparencia, responsabilidad social que obligan a modificar el fin clásico de las
empresas que solamente consistía en dar mayor beneficio y aumentar la rentabilidad de sus
acciones. En quinto lugar, el mercado actual está más globalizado que nunca. Empresas de
Madrid compran y hacen negocios con empresas en Taiwan, las de Chile con Japón, es decir,
culturas completamente dispares que están condenadas a entenderse, a coexistir, a
confiar. Confiar en un mundo globalizado es poner en práctica la ética del negocio y desechar
lo contrario: el engaño y el fraude. Fraudes contables, acciones y decisiones empresariales que
perjudican a personas, sociedades y al medioambiente generan a quienes resultan afectados, y
en la opinión pública en general, un rechazo y una pérdida de negocio. En el contexto del
director de proyectos, quiero resaltar la necesidad de implementar la integridad y la
responsabilidad ética que llevará al éxito tanto al proyecto como a la organización. ¿Consideras
ahora algo más importante que conocer y profundizar en los principios éticos para dirigir tu
proyecto bajo este paraguas? Sabes que te ayudará a conseguir la confianza de todas las
partes y mejorar tu proyecto.
¿Cómo se traslada a la ética a nuestro proyecto? Esa es una buena pregunta. En primer lugar
las organizaciones deben crear sin excepción un código de ética propio, una especie de
manual de conducta que fije las normas con el objetivo de regular el comportamiento de las
personas dentro de la empresa u organización. El código ético es la recopilación de normas
que se consideran convenientes en un determinado contexto o para una
determinada empresa. Probablemente el más antiguo es el Código de Hammurabi, que data
del año 1720 antes de Cristo y fue creado por el rey de Babilonia que lleva precisamente ese
nombre. Ya entonces en la antigua Mesopotamia se regulaba la responsabilidad
profesional. Las leyes establecían castigos equivalentes al daño causado, el famoso ojo por
ojo. Y relacionándolo a la responsabilidad profesional encontramos ejemplos como el castigo
que debía sufrir el arquitecto cuyas construcciones se derrumbaban. La ley 229 dice que si un
arquitecto hizo una casa y no la hizo sólida, y si la casa que hizo se derrumbó y ha hecho morir
al propietario de la casa, el arquitecto será muerto. Recuerdo que estas leyes regían hace 40
siglos. Suavizándolo y salvando las distancias, podríamos decir que constituye una
manifestación del principio de reciprocidad, el conocido "quid pro quo" o el actual "do ut
des". En la actualidad, toda organización que se precie cuenta con su propio código de
conducta y prácticas responsables. Con ello pretenden establecer los principios básicos
de comportamiento de todos sus empleados y directivos destacando los valores que los
diferencian como elemento básico de su cultura empresarial. A nivel supraempresarial, estos
códigos pueden ser manifestados de modo explícito, como sucede con los
códigos deontológicos de diferentes profesiones; muy conocidos, por ejemplo, los códigos
deontológicos de médicos, abogados o periodistas. En segundo lugar, en la actualidad
se afirma que la sociedad civil se ha proyectizado. El mundo ya no trabaja por
objetivos, trabaja por proyectos. La gestión de proyectos es una disciplina que está reconocida
como una profesión en el mundo entero. En este sentido, en los últimos años se
ha evolucionado y trabajado para buscar algo más que completar un proyecto de acuerdo a la
conocida triple restricción: tiempo, coste y alcance. Necesitamos algo más, necesitamos
normas éticas específicas que orienten la gestión de proyectos. Los principios éticos son el
alma de la gestión de proyectos, y son varias las organizaciones de profesionales que se
han centrado en elaborar estos códigos de conductas y entre los más importantes tenemos la
Asociación internacional para la dirección de proyectos, o IPMA, por sus siglas en inglés. Es una
organización con base en Suiza dedicada al desarrollo y promoción de la dirección de
proyectos. Está organizada como una federación internacional de más de 55 asociaciones
nacionales de dirección y gestión de proyectos. Su nuevo código ético y de conducta
profesional compromete a actuar con ética a todos sus miembros. El instituto de gestión de
proyectos Project Management Institute probablemente es la más prestigiosa asociación que
apoya la profesión de gestión de proyectos en todo el mundo y también ha publicado un
código de ética para la comunidad vinculada a la gestión de proyectos para ayudar a tomar
decisiones éticas. El Código de ética y conducta profesional es la guía más conocida a nivel
global; de origen americano, por lo que goza una gran implantación especialmente importante
en América y países con influencia anglosajona. Este código incluye las obligaciones de
responsabilidad, respeto, equidad y honestidad que debemos cumplir los profesionales de la
gestión de proyectos. A lo largo del curso, nos basaremos en estos cuatro valores como la
referencia del comportamiento ético en los proyectos. En tercer lugar, implementaremos los
valores en nuestro proyecto. Nos apoyamos en estos códigos porque constituyen un marco
de seguridad que nos ayuda a mantener un clima de tranquilidad. El propósito que recoge el
Project Management Institute dice textualmente "infundir confianza en el ámbito de la
dirección de proyectos y ayudar a las personas a ser mejores profesionales". Si eres nuevo en
la gestión de proyectos, será un marco de seguridad y de respeto que te generará tranquilidad
y confianza. Ten presente que un código también actúa como inhibidor de las malas prácticas
que todos conocemos, porque se nos habrán planteado en diferentes momentos del proyecto,
como luego veremos. Por otro lado, su carácter explícito y público evita la subjetividad y la
interpretación en la que se escudan algunos actores para saltarse estas normas. Ahora ya no
hay excusas. De este modo, todo el mundo sabe que se considera como bueno y aquello que
no lo es. Como profesionales relacionados con la gestión de proyectos, con independencia de
pertenecer o no a cualquiera de estas asociaciones o comunidades, mi consejo es conocer y
poner en práctica las directrices que nos brindan los códigos de conducta para tomar
decisiones éticamente correctas.
Los "project managers" tenemos ante nosotros muchas oportunidades para hacer frente a las
decisiones éticas. Como hemos dicho, dirigimos grupos de personas que necesitan ser guiadas
y además inspiradas, somos su referencia, por lo que no tenemos excusa. Te recuerdo los
cuatro pilares en los que fundamenta el comportamiento ético el Project Management
Institute. Los cuatro valores son responsabilidad, respeto, equidad y honestidad. Para
empezar, voy a compartir la definición por cada uno de estos valores que hace el propio PMI y
que en los próximos vídeos trataremos en profundidad. La responsabilidad es el primer valor y
se define así: por responsabilidad se hace referencia a nuestra obligación de hacernos cargos
de las decisiones que tomamos y de las que no tomamos, de las medidas que tomamos y de
las que no, y de las consecuencias que resultan. En la gestión de proyecto se toman decisiones
constantemente, muchas acertadas y otras equivocadas, pero en ambos casos son nuestras
decisiones y por tanto nuestros los resultados que provoquen, sean positivos o
negativos. Aceptar un error es el punto de partida para ser capaz de poner todos los medios a
nuestro alcance que permitan modificar la situación lo antes posible. Quiero destacar que
también son nuestros los resultados de las decisiones que no tomamos. Es un valor con un
espectro muy amplio. Piensa que cualquier acción, excepto respirar y alguna más, el resto
llevan implícitas una decisión previa. El segundo valor es el respeto. Se define como nuestro
deber de demostrar consideración por nosotros mismos, los demás y los recursos que nos
fueron confiados. Estos últimos puede incluir personas, dinero, reputación, seguridad de
otras personas y recursos naturales o medioambientales. Un ambiente de respeto genera
confianza y excelencia en el desempeño al fomentar la cooperación mutua. El tercer valor es la
equidad, la imparcialidad, que se define o se refiere a nuestro deber de tomar decisiones y
actuar de manera imparcial y objetiva. Nuestra conducta no debe presentar intereses
personales en conflicto ni prejuicios ni favoritismos. Quizá es el valor al que más expuestos
estamos debido a los permanentes conflictos de intereses a los que nos enfrentamos y que
será uno de los mayores retos. Por ejemplo, en el proceso de compras o adquisiciones, ya sea
de materiales o de recursos humanos, es posible que no seamos objetivos especialmente
si tenemos algún tipo de relación personal con el proveedor, el trabajador o con el colaborador
con el que debamos iniciar la relación comercial, y esto puede comprometer la objetividad de
nuestra decisión. Y, por último, el cuarto valor es la honestidad. ¿Qué es la
honestidad? Nuestro deber de comprender la verdad y actuar con sinceridad tanto en cuanto a
nuestras comunicaciones como a nuestra conducta, es decir, ser sinceros, no ocultar
información aunque sean malas noticias o resultados negativos, y desde luego no
buscar culpables ajenos. Además yo añadiría que nos debemos asegurar de que el interlocutor
ha entendido nuestro mensaje en lugar de dar por supuesto que así es. Esto es un error
frecuente. Pensamos que la persona que nos escucha tiene la misma información previa que
nosotros y eso nos hace ser escuetos, debemos dar la información completa para evitar
errores o interpretaciones parciales porque, recuerda, una verdad a medias es una mentira
completa y debemos evitar la obsesiva búsqueda del culpable en lugar de remediar el error e
intentar que no vuelva a producirse. No seamos el Adán que culpabiliza a Eva de morder la
manzana. Debemos reforzar nuestro compromiso y actuar con honestidad y
responsabilidad. Ya hemos descrito los cuatro pilares en los que basa el Project Management
Institute su código ético que sirve de referencia y debe iluminar nuestra conducta y la de
nuestro equipo. En los siguientes vídeos, ampliaremos las definiciones de estos valores y
pondremos ejemplos que nos hagan reconocer actitudes y cómo mejorarlas, con un objetivo
muy egoísta: obtener éxito en nuestro proyecto y ser mejores profesionales.
Me hago una pregunta con frecuencia: ¿Respeto las buenas costumbres, los principios que
digo tener y los bienes ajenos? No pretendo hacer un "checklist" de viaje para comprobar
que no me olvido de nada, sino asegurarme de que lo practico en mi actividad personal y
profesional de forma cotidiana. Nuestro equipo y nuestro proyecto son el reflejo de nuestra
conducta. Se trata en primer lugar de promover el respeto en el equipo. Un gran reto, sin
duda, pero vale la pena esforzarse en conseguir un equipo sin conflictos, que se lleve bien,
porque ¿sabéis cuál es la consecuencia más inmediata?: que la productividad
aumenta. Conseguir un ambiente de respeto genera confianza y es beneficioso para cada uno,
pero especialmente para el proyecto. En segundo lugar, como directora de proyectos, hay dos
tipos de recursos que considero esenciales: los difíciles de obtener y los imposibles de
recuperar. Entre los primeros está el talento, la capacidad nuestra y de nuestro equipo, y entre
los segundos, el tiempo, el recurso más irrecuperable: hacer esperar a alguien, planificar mal
una reunión, convocar a compañeros que no necesitan estar allí o saturar con información a
todo el equipo. Conozco algunos compañeros que cada vez que envían un "mail" ponen en
copia a personas que nada tienen que ver con el asunto, pero que pierden tiempo leyendo
esos "mails" y decidiendo si deben o no contestar o en qué medida les afecta ese asunto. Otras
veces, para tomar una decisión necesitamos la opinión de algún miembro del equipo, pero nos
extralimitamos pidiendo que opinen personas que prácticamente desconocen el asunto. Les
hacemos perder tiempo y concentración porque ellos se informan, molestan a otros
miembros del equipo y todos perdemos; eso es impagable. La información es como el agua,
valiosísima, pero necesita un cauce y una medida porque de lo contrario se convierte en
dañina y puede destruir en lugar de ayudar. Ayúdales a no perder tiempo ni concentración en
sus tareas. En tercer lugar, sé generoso y pondera la necesidad de usar los recursos desde el
punto de vista del interés general de la empresa. No lo veas solo desde el interés de nuestro
proyecto. A veces surge ese conflicto de intereses en el que priorizamos nuestro proyecto sin
considerar el perjuicio que podemos ocasionar a otros proyectos que se están desarrollando
de forma solapada dentro de la empresa. Por ejemplo, el uso exclusivo de una máquina que
podríamos compartir con otro proyecto y obtendríamos un ahorro considerable con el
solo inconveniente de hacer un calendario previo de necesidades de uso. Desde el prisma del
código del Project Management Institute, el respeto promueve negociar de buena fe, no
ejercitar nuestro poder para beneficiarnos personalmente a expensas de otras personas, no
actuar de forma abusiva y respetar el "copyright" o derechos de propiedad. Y aspiramos a una
conducta de respeto hacia los demás, hacia sus costumbres, sus normas y formas de hacer las
cosas, y si no afectan al proyecto ni son antiéticas, respetarlas completamente. No siempre
vamos a estar de acuerdo en todo, pero en esas ocasiones debemos escuchar el punto de vista
de los demás con actitud calmada abierta y comprensiva, sin prejuicios, sin actitud
agresiva. Todo lo contrario: tratando de comprenderlos. La norma indica textualmente: "Nos
acercamos a aquellas personas directamente", es decir, trataremos de resolver el conflicto o
desacuerdo. Esto puede parecer de sentido común y realmente lo es, solo en momentos de
excesiva presión puede resultar más difícil, por eso es esencial mantener una actitud calmada y
serena, y con espíritu cordial. Cuando la situación sea difícil, pongámonos en la situación
contraria, en la situación del otro: intentemos comprenderlo y esperar a tener toda la
información. De estas disposiciones se deriva que evitaremos involucrarnos en habladurías, así
como formular comentarios negativos con el propósito de perjudicar la reputación de otra
persona. Nuestro comportamiento ha de ser ejemplar y profesional, incluso y especialmente
cuando el resto no actúa de esta manera. Haz el mayor esfuerzo para cuidar a tu equipo. Trata
de mantener buena sintonía y un ambiente alejado de estrés y tensión. Procura que solo se
concentren en completar las tareas del proyecto. Como decía al inicio, conseguir el equipo
dispuesto e incondicional para trabajar contigo y con tu proyecto tiene una ventaja, ¿la
recuerdas?: el éxito del proyecto.
Si comienzo una frase diciendo "No es justo que", ¿de cuántas formas podríamos
terminarla? Cientos, miles. Es una frase que escuchamos desde un compañero, un político, un
profesor, incluso un niño. Cualquier edad, cualquier clase, cualquier cultura tiene
capacidad para emitir esa carencia, la falta de justicia. Ese valor, la equidad, la imparcialidad en
los proyectos es fundamental y tiene que ver con nuestro deber de tomar decisiones y actuar
de manera imparcial y objetiva y, por tanto, justa. Nuestra conducta debe estar libre de
egoísmos, prejuicios y favoritismos. La imparcialidad y la justicia en las decisiones son las
virtudes que posiblemente más legitiman a un director de proyecto. Es fundamental que nos
comportemos de manera justa y que nuestro equipo tenga la seguridad de que
nuestra prioridad está en actuar así, de manera justa. En primer lugar, en muchas
ocasiones nos encontraremos ante un conflicto de intereses, que no es otra cosa que una
situación en la que nuestra elección puede no ser imparcial por estar afectado por algún
interés particular y podría poner en riesgo la imparcialidad de la decisión. Por ejemplo,
tenemos que elegir entre varios proveedores y uno de ellos es un familiar, o la selección de
personal en la que participa un amigo o excompañero o cualquier relación personal. En estos
casos debemos abstenernos de participar en el proceso de elección. Aunque no sea conocida
la relación, siempre que nos encontremos en una situación en la que surja la más mínima
sospecha que albergue la posibilidad de influir en la elección final debemos apartarnos. Lo
primero será ponerlo en conocimiento de nuestro jefe o cliente, que sepan de esa relación
y en todo caso que sean ellos, el jefe o el cliente, quienes nos autoricen a participar en el
proceso. Esto evita que posteriormente se conozca la relación y se pueda considerar que
omitimos información para favorecer un interés personal. Una actitud relajada puede acabar
en corrupción, y nada más lejos de los objetivos éticos de la dirección de proyectos. Al
contrario, se requiere una actitud proactiva, de anticipación. Especial cuidado cuando
desarrollemos el proyecto en países con un sentido menos avanzado de la justicia o con
culturas más cerradas que funcionan más relajadas e incluso el soborno es admitido como
práctica habitual. Por suerte, se trabaja mucho en este foco y se están consiguiendo grandes
avances. Os pongo un ejemplo para dejar este punto de vista más claro. En Inditex, que
comercializa una de las marcas más conocidas en textil, Zara, todos los que colaboramos con
esta empresa recibimos un comunicado señalando que ningún empleado podrá ofrecer,
conceder, solicitar o aceptar regalos a o de una persona física o jurídica con la que Inditex
mantenga relaciones. Explícito y meridianamente claro. En segundo lugar, la igualdad de
oportunidades. Esto, que nos parece una norma muy evidente, en determinados países queda
mucho recorrido y por ello quiero reseñar la importancia que conlleva la no discriminación por
cuestiones de sexo, discapacidad, nacionalidad, raza o cualquier otra. Actitudes que, por
supuesto, están prohibidas y son incompatibles. Evidentemente, cualquier tipo de norma o
reglamento la aplicaremos a todos, sin favoritismo, sin ningún tipo de prejuicio. En tercer
lugar, el reparto de la carga de trabajo. No es justo que asuma más carga de trabajo el que
más dispuesto está y mejor trabaja, el trabajador que nunca dice no por respuesta. Esto va en
detrimento de sus intereses y en favor de otros miembros del equipo que, lejos de ofrecerse,
se esconden y pasan desapercibidos y por tanto nunca se encuentran con trabajo
adicional. Debemos prestar atención y equilibrar ese reparto. Es una razón de equidad, de
justicia. En uno de los proyectos que superviso ocurre esto. Uno de los trabajadores tiene
habilidades, destreza y predisposición, está saturado. Casi no llega a tiempo de realizar sus
tareas porque está resolviendo asuntos propios de otros compañeros. Por el contrario, otros
miembros del equipo disponen de periodos ociosos porque consiguen eludir tareas con una
gran facilidad. Resuelve ese desequilibrio. Eso es injusto. Por último, transparencia en las
decisiones y ofrecer información igualitaria a quienes tengan derecho a estar
informados. Estos estándares lanzan al "project manager" a intentar conseguir o aspirar a ser
transparentes en el proceso de toma de decisiones y a revisar sistemáticamente nuestra
imparcialidad, nuestra objetividad y corregirlos un poquito si alguna vez no hemos conseguido
serlo. Para facilitar actuar de manera objetiva, debemos cerrar las válvulas de escape, es decir,
disminuir lo máximo posible los procedimientos o actividades donde existe el riesgo o
sospecha de parcialidad o interés. Cuando estamos bajo tanta presión, sé que es fácil sentirse
frustrado con la gente, por lo que se espera de nosotros que en esos momentos lideremos el
proyecto, y nada mejor que apoyar y facilitar sus tareas. Os sugiero que, con tranquilidad,
busquemos respuesta a algunas preguntas. ¿Estoy pidiendo a mi equipo cosas que yo mismo
no haría? ¿Doy toda la información y ofrezco mis conocimientos o experiencias? ¿Soy
transparente con mi cliente y con mi equipo? ¿Me dejo influir por cuestiones subjetivas? ¿Soy
equitativo en el reparto de trabajo que me asigno respecto del que delego en mi equipo?
La honestidad se define como el deber de comprender la verdad y actuar con sinceridad tanto
en nuestras comunicaciones como en nuestra conducta. Considero la honestidad el valor más
imprescindible para relacionarnos con los demás porque está vinculado a la verdad y a la
transparencia. No solo es un valor que debemos ejercer, sino también es un valor que
debemos exigir a nuestro equipo. En primer lugar, será ocuparnos de que esta obligación es
asumida por todo el equipo de trabajo. En segundo lugar, mostrar conformidad entre lo que
decimos y lo que hacemos. En tercer lugar, estamos obligados a mantener comunicaciones
claras, ciertas, evitando utilizar medias verdades ni tergiversar, porque solo
conseguiremos que la gente se equivoque. Es un deber del equipo del proyecto mantener la
información actualizada y proveer datos fidedignos. Sería deseable que el formato en el que
deben presentar la información quede establecido al inicio, así como el tipo de datos que
requerimos y el nivel de detalle de estos informes. Esto nos permitirá mejorar la
comunicación, asunto clave en la relación con las partes interesadas: clientes, patrocinador,
equipo de trabajo o nuestro jefe. Compartir información genera confianza, pero, claro, la
fidelidad de la información implica no solo que es correcta y precisa, sino también que esté
completa; una verdad a medias ya hemos dicho que era una mentira completa. En este
sentido, vale la pena remarcar la importancia de la constancia: debemos mantener esta
actitud durante toda la vida del proyecto, generando confianza a nuestro alrededor. En cuarto
lugar, y como consecuencia del punto anterior, queda evidenciado que no se puede omitir
intencionadamente, pero tampoco retrasar la información porque eso es faltar a la verdad, y
peor aún, generar confusión. Aunque podamos temer que la información que vamos
a compartir no va a ser del agrado del que la recibe –por ejemplo, comunicar que el proyecto
se va a retrasar–, pero ocultar la información trae peores consecuencias: la pérdida de
confianza. A veces caemos en el error de pensar que vamos a resolver el problema y, por
tanto, no será necesario comunicar ni informar del retraso actual. La realidad nos ha
demostrado que tarde o temprano los problemas afloran y se descubren, y recuperar la
confianza perdida es un trabajo muy, muy complejo que repercutirá en el proyecto. Se trata,
por tanto, de informar del riesgo o de la eventualidad; eso sí, aportando la o las posibles
soluciones. No pretendemos pasar del problema, no se trata de eso, se trata de informar, de
mantener una comunicación fluida en la que todas las partes se sientan realmente
implicadas. Si el cliente es conocedor del proyecto y está informado de su evolución, podrá
valorar el esfuerzo que hacemos para conseguir cada objetivo. Y en caso de problemas, su
receptividad y el grado de comprensión serán más altos. Por tanto, compartir el estado real del
proyecto y tratar de solucionar los problemas conjuntamente crea una confianza y una sinergia
que facilitan la gestión y la comunicación abierta de todos los asuntos, positivos y
negativos. Estas prácticas refuerzan nuestro compromiso de actuar con honestidad y
responsabilidad. Y en quinto y último lugar, la honestidad queda reflejada en la buena fe, es
decir, el equipo se compromete en algo porque tiene la confianza de que puede
cumplirlo. Esto es independiente de que en el camino surjan inconvenientes no previstos que
harán que el compromiso no pueda llevarse a cabo en los términos en los que fue
acordado. En ese caso, se informa sin dilación. Pero para evitar malos entendidos, la
honestidad es el compromiso de cumplir lo acordado, que también debe ser un objetivo
honesto. Porque, en caso contrario, podría parecer que la honestidad es únicamente decir la
verdad. Hay un ejemplo que se utiliza para explicar esta idea, es algo extremo pero muy
claro. Imaginemos que un asesino le dice a su víctima que la va a matar y efectivamente la
mata. El asesino ha actuado con total sinceridad, ya que ha cumplido su palabra, pero desde
luego su acto no es nada honesto. Volviendo a nuestro proyecto, es cierto que los
riesgos existen y pocos proyectos acaban según lo planificado, por lo que en la honestidad está
implícito no prometer resultados que no son realistas y que es imposible cumplir. A veces la
presión de los clientes nos hace decir "Sí" cuando deberíamos decir "No"; palabra maravillosa
cuando los clientes son caprichosos y los añadidos al proyecto comienzan a aparecer. Los
directores nos comprometemos a cumplir todo lo acordado, pero ni más ni menos, y no
tendremos miedo ni reparo en explicar las razones por las cuales no puede dar cumplimiento a
esos suplementos. Es interesante invitarles a conocer la planificación del proyecto. Como
resultado de esa participación, las expectativas del cliente o del jefe disminuyen o pueden ser
negociadas en otras condiciones que permitan incorporar las mejoras pero a cambio de
contrapartidas: tiempo, dinero o ambas cosas. La conclusión de esta discusión es que el
ejercicio de la honestidad permitirá el desarrollo de la credibilidad y la confianza mutua entre
el equipo y las partes reduciendo los conflictos personales en el proyecto.