Compendio de La Iglesia Catolica (Sacramentos)

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COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Los Sacramentos
1113-1131

1113 Toda la vida litú rgica de la Iglesia gira en torno el Sacrificio


Eucarístico y los sacramentos. Hay en la Iglesia siete sacramentos:
Bautismo, Confirmació n, o Crismació n, Eucaristía, Penitencia, Unció n de
los enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio. En este artículo se trata de
lo que es comú n a los siete sacramentos de la Iglesia desde el punto de
vista doctrinal.

I. Sacramentos de Cristo

1114 <<Adheridos a la doctrina de las Santas Escrituras, a las tradiciones


apostó licas […] y al sentimiento uná nime de los Padres>>, profesamos
que <<los sacramentos de la nueva ley […] fueron todos instituidos por
nuestro Señ or Jesucristo>>.

1115 Las palabras y acciones de Jesú s durante su vida oculta y su


ministerio pú blico eran ya salvíficas. Anticipaban la fuerza de su misterio
pascual. Anunciaban y preparaban aquello que É l daría a la Iglesia cuando
todo tuviese su cumplimiento. Los misterios de la vida de Cristo son los
fundamentos de lo que en adelante, por los misterios de su Iglesia, Cristo
dispensa en los sacramentos, porque <<lo […] que era visible en nuestro
Salvador ha pasado a sus misterios>>.

1116 Los sacramentos, como <<fuerzas que brotan>> del Cuerpo de


Cristo siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo. Que
actú a en su Cuerpo que es la Iglesia, son <<las obras maestras de Dios>>
en la nueva y eterna Alianza.
II. Sacramentos de la Iglesia

1117 Por el Espíritu que la conduce <<a la verdad completa>> (Jn 16,13),
la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro recibido de Cristo y precisó su
<<dispensació n>> , tal como lo hizo con el canon de las Sagradas
Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora de los
misterios de Dios. Así, la Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos que
entre sus celebraciones litú rgicas hay siete que son, en el sentido propio
del término, sacramentos instituidos por el Señ or.

1118 Los sacramentos son de <<de la Iglesia>> en el doble sentido de que


existen <<por ella>> y <<para ella>>. Existen <<por la Iglesia>> porque
ella es el sacramento de la acció n de Cristo que actú a en ella gracias a la
misió n del Espíritu Santo. Y existen <<ara la Iglesia>>, porque ellos son
<<sacramentos […] que constituyen la Iglesia>>, ya que manifiestan y
comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la
comunió n del Dios de amor, uno en tres Personas.

1119 Formando con Cristo-Cabeza <<como ú nica […] persona mística>>,


la Iglesia actú a en los sacramentos como <<comunidad sacerdotal>>,
<<orgá nicamente estructurada>>: gracias al Bautismo y la Confirmació n,
el pueblo sacerdotal se hace apto para celebrar la liturgia; por otra parte,
algunos fieles <<que han recibido el sacramento del Orden está n
instituidos en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia con la
palabra y la gracia de Dios>>.

1120 El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial está al servicio del


sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien
actú a por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia. La misió n de salvació n
confiada por el Padre a su Hijo encarnado es confiada a los Apó stoles y
por ello a sus sucesores: reciben el Espíritu de Jesú s para actuar en su
nombre y en su persona. Así, el ministro ordenado es el vínculo
sacramental que une la acció n litú rgica a lo que dijeron y realizaron los
Apó stoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento
de los sacramentos.
1121 Los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmació n y del Orden
Sacerdotal confieren, ademá s de la gracia, un carácter sacramental o
<<sello>> por el cual el cristiano participa del sacerdocio de Cristo y
forma parte de la Iglesia segú n estados y funciones diversos. Esta
configuració n con Cristo y la Iglesia, realizada por el Espíritu, es indeleble;
permanece para siempre en el cristiano como disposició n positiva para la
gracia, como promesa y garantía de la protecció n divina y como vocació n
al culto divino y al servicio de la Iglesia. Por tanto, estos sacramentos no
pueden ser reiterados.

III. Sacramentos de la fe

1122 Cristo envió a sus Apó stoles para que, <<en su Nombre,
proclamasen a todas las naciones la conversió n para el perdó n de los
pecados>> (Lc 24,47). <<Haced discípulos de todas las naciones,
bautizá ndolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo>>
(Mt 28,19). La misió n de bautizar, por tanto la misió n sacramental, está
implicada en la misió n de evangelizar, porque el sacramento es preparado
por la palabra de Dios y por la fe que es consentimiento a esta palabra.

 <<El pueblo de Dios se reú ne, sobre todo, por la palabra de Dios vivo […]
Necesita la predicació n de la palabra para el ministerio mismo de los
sacramentos. En efecto, son sacramentos de la fe que nace y se alimenta de la
Palabra>>.

1123 << Los sacramentos está n ordenados a la santificació n de los


hombres, a la edificació n del Cuerpo de Cristo y en definitiva, a dar culto a
Dios, pero, como signos, también tiene un fin instructivo. No só lo suponen
la fe, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y
acciones; por eso se llaman sacramentos de la fe>>.

1124 La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a


adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa le fe
recibida de los apó stoles, de ahí el antiguo adagio: Lex orandi, lex credendi
(o: Legem credendi lex statuat supplicandi). <<La ley de la oració n
determine la ley de la fe>>, segú n Prospero de Aquitania (siglo V). la ley
de la oració n es la ley de la fe. la Iglesia cree como ora. La liturgia es un
elemento constitutivo de la tradició n santa y viva.

1125 Por eso ningú n rito sacramental puede ser modificado o


manipulado a voluntad del ministro o de la comunidad. Incluso la
suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio,
sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al
misterio de la liturgia.

1126 Por otra parte, puesto que los sacramentos expresan y desarrollan
la comunió n de fe en la Iglesia, la lex orandi es uno de los criterios
esenciales del diá logo que intenta restaurar la unidad de los cristianos.

IV Sacramentos de la salvación

1127 Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia


que significan. Son eficaces porque en ellos actú a Cristo mismo; É l es
quien bautiza, É l quien actú a en sus sacramentos con el fin de comunicar
la gracia que el sacramento significa. El Padre escucha siempre la oració n
de la Iglesia de su Hijo que, en la epíclesis de cada sacramento, expresa su
fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que
toca, así el Espiritu Santo transforma en vida divina lo que se somete a su
poder.

1128 Tal es el sentido de la siguiente afirmació n de la Iglesia: los


sacramentos obran ex opere operato (segú n las palabras mismas del
concilio: <<por el hecho mismo de que la acció n es realizada>>), es decir
en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas. De
ahí se sigue <<el sacramento no actú a en virtud de la justicia del hombre
que lo da o que lo recibe, sino por el poder de Dios>>. En consecuencia,
siempre que un sacramento es celebrado conforme a la intenció n de la
Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actú a en él y por él,
independientemente de la santidad personal del ministro. Sin embargo,
los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del
que los recibe.
1129 La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la
Nueva Alianza son necesarios para la salvació n. La <<gracia
sacramental>> es la gracia del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de
cada sacramento. El Espíritu cura y transforma a los que lo reciben
conformá ndolos con el Hijo de Dios. El fruto de la vida sacramental
consiste en que el Espíritu de adopció n deifica a los fieles uniéndolos
vitalmente al Hijo ú nico, el salvador.

V. Sacramentos de la vida eterna

1130 La Iglesia celebra el Misterio de su Señ or <<hasta que el venga>> y


<<Dios sea todo en todos>> (1Co 11,26; 15,28). Desde la era apostó lica, la
liturgia es atraída hacia su término por el gemido del Espíritu en la
Iglesia: ¡Marana tha! (1Co 16,22). La liturgia participa así en el deseo de
Jesú s: <<Con ansia he deseado comer esta pascua con vosotros […] hasta
que halle su cumplimiento en el Reino de Dios>> (Lc 22, 15-16). En los
sacramentos de Cristo, la Iglesia recibe ya las arras de su herencia,
participa ya en la vida eterna, aunque <<aguardando la feliz esperanza y
la manifestació n de la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo>>
(Tt 2,13). <<El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! […] ¡Ven Señ or Jesú s!>>
(Ap 22,17.20).

 Santo Tomas resume así las diferentes dimensiones del signo sacramental:
<<Unde Sacramentum est signum rememorativum eius quod praecessit, scilicet
passionis Christi; et demonstrativum eius quod in nobis efficitur per Christi
passionem, scilicet gratiae; et prognosticum, id est, praenuntiativum future
gloriae>> (<<Por eso el sacramento es un signo que rememora lo que sucedió ,
es decir, la pasió n de Cristo; es un signo que demuestra lo que se realiza en
nosotros en virtud de la pasió n de Cristo, es decir, la gracia; y es un signo que
anticipa, es decir, que preanuncia la gloria venidera>>).

Resumen

1131 Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por


Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida
divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados
significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en
quienes los reciben con las disposiciones requeridas.
COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA

Sacramento del Bautismo


1213-1216 1276-1277

1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, en el


pó rtico de la vida en el espíritu (<<vitae spiritualis ianua>>) y la puerta
que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos libres
del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de
Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misió n:
Baptismus est Sacramentum regenerationis per aquam in verbo (<<El
Bautismo es el sacramento de la regeneració n por el agua con la
palabra>>).

I. El nombre de este sacramento

1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razó n del


cará cter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en
griego) significa <<sumergir>>, <<introducir dentro del agua>>; la
<<inmersió n>> en el agua simboliza el acto de sepultar al catecú meno en
la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrecció n con É l como
<<nueva criatura>> (2Co 5,17; Ga 6,15).

1215 Este sacramento es llamado también <<baño de regeneración y de


renovación del Espíritu Santo>> (Tt 3,5), porque significa y realiza ese
nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual <<nadie puede entrar en el
Reino de Dios>> (Jn 3,5)

1216 <<Este bañ o es llamado iluminación porque quienes reciben esta


enseñ anza (catequética) su espíritu es iluminado >>. Habiendo recibido
en el Bautismo al Verbo, <<la luz verdadera que ilumina a todo hombre>>
(Jn 1,9), el bautizado <<tras haber sido iluminado>>, se convierte en
<<hijo de la luz>>, y en <<luz>> él mismo (Ef 5,8):
El Bautismo <<es el má s bello y magnifico de los dones de Dios […] lo llamamos
don, gracia, unció n, iluminació n, vestidura de incorruptibilidad, bañ o de
regeneració n, sello y todo lo má s precioso que hay. Don porque es conferido a
los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo,
porque el pecado es sepultado en el agua; unció n, porque es sagrado y real
(tales son los ungidos); iluminació n, porque es luz resplandeciente; vestidura,
porque cubre nuestra vergü enza; bañ o, porque lava; sello, porque nos guarda y
es el signo de la soberanía de Dios.

1276 <<id pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el


nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar
todo lo que yo os he mandado>> (Mt 28,19-20).

1277 El Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según


la voluntad del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia
misma, a la que introduce el Bautismo.

COMENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA

Sacramento de la Confirmación
1285-1288 1315

1285 Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmació n


constituye el conjunto de los <<sacramentos de la iniciació n cristiana>>,
cuya unidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles
que la recepció n de este sacramento es necesaria para la plenitud de la
gracia bautismal. En efecto, a los bautizados <<el sacramento de la
Confirmació n los une má s íntimamente a la Iglesia y los enriquece con
una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma quedan obligados
aú n má s, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe
con sus palabras y obras>>.

I. La Confirmación en la Economía de la salvación

1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu


del Señ or reposaría sobre el Mesías esperado para realizar su misió n
salvífica. El descenso del Espíritu Santo sobre Jesú s en su Bautismo por
Juan fue el signo de que É l era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de
Dios. Habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y
toda su misió n se realizan en una comunió n total con el Espíritu Santo
que el Padre le da <<sin medida>> (Jn 3,34)

1287 ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer


ú nicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo
mesiánico. En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusió n del
Espíritu, promesa que realizo primero el día de Pascua y luego, de manera
má s manifiesta, el día de Pentecostés. Llenos del Espíritu Santo, loa
Apó stoles comienzan a proclamar <<las maravillas de Dios>> (Hch 2,11)
y Pedro declara que esta efusió n del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiá nicos. Los que creyeron en la predicació n apostó lica y se hicieron
bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo.

1288 <<Desde […] aquel tiempo, los Apó stoles, en cumplimiento de la


voluntad de Cristo, comunicaban a los neó fitos, mediante la imposició n de
las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a completar la gracia del
Bautismo. Esto explica porque en la carta a los hebreos se recuerda, entre
los primeros elementos de la formació n cristiana, la doctrina del
Bautismo y de la imposició n de las manos. Es esta imposició n de las
manos la que ha sido con toda razó n considerada por la tradició n cató lica
como el primitivo origen del sacramento de la Confirmació n, el cual
perpetú a, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés.

Resumen

1315 <<Al enterarse los Apó stoles que estaban en Jerusalén de que
Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo;
pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; ú nicamente
habían sido bautizados en el nombre del Señ or Jesú s. Entonces les
imponían las manos y recibían el Espíritu Santo>> (Hch 8,14-17)
COMPENDIO DE LA IGLESIA CATOLICA

Sacramento de la Eucaristía
1322-1323 1409

1322 La Sagrada Eucaristía culmina la iniciació n cristiana. Los que han


sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y
configurados má s profundo con Cristo por la Confirmació n, participan por
medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del
Señ or.

1323 <<Nuestro Salvador, en la ú ltima cena, la noche en que fue


entregado, instituyo el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre
para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y
confiar así a su esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y
resurrecció n, sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y
se nos da una prenda de la gloria futura>>.

1409 La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la


obra de salvació n realizada por Cristo, la muerte y resurrecció n de Cristo,
obra que se hace presente por la acció n litú rgica.

COMPENDIO DE LA IGLESIA CATOLICA

Sacramento del Perdón


1422-1426 1485-1486

1422 <<Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la


misericordia de Dios el perdó n de los pecados cometidos en contra de É l y
al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus
pecados. Ella les mueve a conversió n con su amor, su ejemplo y sus
oraciones.
I. El Nombre de este sacramento

1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza


sacramentalmente la llamada de Jesú s a la conversió n, la vuelta al Padre
del que el hombre se había alejado por el pecado.

Se le denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso


personal y eclesial de conversió n, de arrepentimiento y de reparació n
por parte del cristiano pecador.

1424 Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaració n o


manifestació n, la confesió n de los pecados ante el sacerdote, es un
elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este
sacramento es también una <<confesió n>>, reconocimiento y alabanza de
la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolució n


sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente <<el perdó n […] y la
paz>>.

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el


amor de Dios que reconcilia: <<Dejaos reconciliar con Dios>> (2co 5,20).
El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la
llamada del señ or: <<Ve primero a reconciliarte con tu hermano>> (Mt
5,24).

II. Por qué un sacramento de Reconciliación después del Bautismo

1425 <<Habéis sido lavados […], habéis sido santificados, […] habéis sido
justificados en el nombre del Señ or Jesucristo y por el Espiritu de nuestro
Dios>> (1co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios
que se nos hace en los sacramentos de la iniciació n cristiana para
comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel que
<<se ha revestido de Cristo>>. Ero el apó stol san Juan dice también: <<Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañ amos y la verdad no está en
nosotros>> (1Jn 1,8). Y el Señ or mismo nos enseñ ó a orar: <<perdona
nuestras ofensas>> (Lc 11,4), uniendo el perdó n mutuo de nuestras
ofensas al perdó n que Dios concederá a nuestros pecados.

1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo el don


del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como
alimento nos han hecho <<santos e inmaculados ante él>> (Ef 1,4), como
la Iglesia misma, esposa de Cristo, es <<santa e inmaculada ante É l (Ef
5,27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciació n cristiana no
suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la
inclinació n al pecado que la tradició n llama concupiscencia y que
permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el
combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios. Esta lucha es
de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el señ or
no cesa de llamarnos.

Resumen

1485 En la tarde de Pascua, el Señ or Jesú s se mostró a sus Apó stoles y les
dijo: <<Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengá is, les quedan retenidos>>
(Jn 20,22-23)

1486 El perdó n de los pecados cometidos después del Bautismo es


concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la
conversió n, de la confesió n, de la penitencia o de la reconciliació n.

COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA

Sacramento de la Unción de los enfermos


1499-1501 1514-1520 1524-1527

1499 <<Con la sagrada unció n de los enfermos y con la oració n de los


presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señ or
sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a
unirse libremente a la pasió n y muerte de Cristo; contribuir, así, al bien
del Pueblo de Dios>>.
I. Fundamentos de este sacramento en la economía de la salvación

La enfermedad en la Vida Humana

1500 La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los


problemas má s graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el
hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda
enfermedad puede hacernos entrever la muerte.

1501 La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí


mismo, a veces incluso a la desesperació n y a la rebelió n contra Dios.
Puede hacer a la persona má s madura, ayudarla a discernir en su vida o lo
que no es esencial para volverse hacia lo que es. Con mucha frecuencia, la
enfermedad empuja a una bú squeda de Dios, un retorno a É l.

1513 La constitució n apostó lica Sacrum Unctionem infirmorum del 30 de


noviembre de 1972, de conformidad con el Concilio Vaticano II, estableció
que, en adelante, en el rito romano se observara lo que sigue.
 <<El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los gravemente
enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva
debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas, y
pronunciando una sola vez estas palabras :per istam sanctam Unctionem et
suam piisiman misericordiam adiuvet te Dominus gratia Spiritus Sancti ut a
peccatis liberatum te salvet atque propitius allevet (“Por esta santa unción, y por
su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo,
para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu
enfermedad)>>.

II. Quién recibe y quién administra este sacramento

En Caso de Grave Enfermedad…

1514 La unció n de los enfermos <<no es un sacramento solo para


aquellos que está n a punto de morir. Por eso, se considera tiempo
oportuno para recibir cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte
por enfermedad o vejez>>.
1515 Si un enfermo que recibió la unció n recupera la salud, puede en
caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el
curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la
enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unció n de los enfermos
antes de una operació n importante. Y esto mismo puede aplicarse a las
personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan.

<<…Llame a los Presbíteros de la Iglesia>>

1516 Só lo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son ministros de la


Unció n de enfermos. Es deber de los pastores instruir a los fieles sobre los
beneficios de este sacramento. Los fieles deben animar a los enfermos a
llamar al sacerdote para recibir este sacramento. Y los enfermos se
preparen para recibirlo en buenas disposiciones , con la ayuda de su
pastor y de toda la comunidad eclesial a la cual se invita a acompañ ar muy
especialmente a los enfermos con sus oraciones y sus atenciones
fraternas.

III. La celebración del sacramento

1517 Como en todos los sacramentos, la Unció n de los enfermos se


celebra de forma litú rgica y comunitaria, que tiene lugar en familia, en el
hospital o en la Iglesia, para un solo enfermo o para un grupo de
enfermos. Es muy conveniente que se celebre dentro de la Eucaristía,
memorial de la Pascua del Señ or. Si las circunstancias lo permiten, la
celebració n del sacramento puede ir precedida del sacramento de la
Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía. En cuanto
sacramento de la Pascua de Cristo, la Eucaristía debería ser siempre el
ultimo sacramento de la peregrinació n terrenal, el <<Viatico>> ara el
<<paso>> a la vida eterna.

1518 Palabra y sacramento forman un todo inseparable. La Liturgia de la


Palabra, precedida de un acto de penitencia, abre la celebració n, las
palabras de Cristo y el testimonio de los Apó stoles suscitan la fe del
enfermo y de la comunidad para pedir al Señ or la fuerza de su Espíritu.
1519 La celebració n del sacramento comprende principalmente estos
elementos: <<los presbíteros de la Iglesia>> imponen –en silencio- las
manos a los enfermos; oran por los enfermos en la fe de la Iglesia; es la
epíclesis propia de este sacramento; luego ungen al enfermo con ó leo
bendecido, si es posible, por el obispo. Estas accione litú rgicas indican la
gracia que este sacramento confiere a los enfermos.

IV. Efectos de la celebración de este sacramento

1520 Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este


sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de á nimo para vencer las
dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de
la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza
y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno,
especialmente tentació n de desaliento y de angustia ante la muerte. Esta
asistencia del Señ or por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al
enfermo a la curació n del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la
voluntad de Dios. Ademá s <<si hubiera cometido pecados, le será n
perdonados>> (St 5,15).

V. El, viatico, ultimo sacramento del cristiano

1524 A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, ademá s de la
Unció n de los enfermos, la Eucaristía como viatico. Recibida en este
momento del paso hacia el Padre, la Comunió n del Cuerpo y la Sangre de
Cristo tiene una significació n y una importancia particulares. Es semilla
de vida eterna y poder de resurrecció n, segú n las palabras del Señ or: <<El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré
el ú ltimo día>> (Jn 6,54). Puesto que es sacramento de Cristo muerto y
resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la
vida, de este mundo al Padre.

1525 Así, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmació n y de la


Eucaristía constituyen una unidad llamada <<los sacramentos de la
iniciació n cristiana>>, se puede decir que la penitencia, la Santa Unció n y
la Eucaristía, en cuanto viatico, constituyen, cuando la vida cristiana toca
a su fin, <<los sacramentos que preparan para entrar en la Patria>> o los
sacramentos que cierran la peregrinació n.

Resumen

1526 ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la


Iglesia, que oren sobre él y le unjan con oleo en el nombre del Señor. Y la
oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si
hubiera cometido pecados, le serán perdonados>> (St 5,14-15).

1527 El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una
gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al
estado de enfermedad grave o de vejez.

Compendio del Catecismo de la Iglesia

Sacramento del Orden


1536-1538 1548 1577-1578 1590-1591

1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misió n confiada por


Cristo a sus Apó stoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los
tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostó lico. Comprende
tre grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. [Sobre la
institució n y la misió n del ministerio apostó lico por Cristo ya se ha
tratado en los 874-876. Aquí só lo se trata de la realidad sacramental
mediante la que se transmite este ministerio].

I El nombre de este sacramento

1537 La palabra Orden designaba, en la antigü edad romana, cuerpos


constituidos en sentido civil, sobre todo el cuerpo de los que gobiernan.
Ordinatio designa la integració n en un ordo. En la Iglesia hay cuerpos
constituidos que la tradició n, no sin fundamento en la Sagrada Escritura,
llama desde los tiempos antiguos con el nombre de taxeis (en griego), de
ordines (en latín): así la liturgia habla del ordo episcoporum, del ordo
Presbyterorum, del ordo diaconorum. También reciben este nombre de
ordo otros grupos: los catecú menos, las vírgenes, los esposos, las viudas…
1538 La integració n en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacia por un
rito llamado Ordinatio, acto religioso y litú rgico que era una consagració n,
una bendició n o un sacramento. Hoy la palabra Ordinatio está reservada
al acto sacramental que incorpora al orden de los obispos, de los
presbíteros y de los diá conos y que va má s allá de una simple elección,
designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere un
don del Espíritu Santo que permite ejercer un <<poder sagrado>> (sacra
potestas) que solo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La
ordenació n también es llamada consecratio porque es un <<poner
aparte>> y un <<investir>> por Cristo mismo para su Iglesia. La
<<imposició n de manos>> del obispo, con la oració n consecratoria,
constituye el signo visible de esta consagració n.

In Persona Christi Capitis…

1548 En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien


está presente en su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su
rebañ o, Sumo Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es
sacramento del Orden, actú a, in persona Christi Capitis:
 <<El ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdote, Cristo Jesús. Si,
ciertamente, aquel es asimilado al Sumo Sacerdote, por la consagración
sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo a
quien representa (virtute ac persona Ipsius Christi)>>.
<< Christus est fons totius sacerdotti: nam sacerdos legalis erat figura Ipsius,
secerdos autem novae legis in persona Ipsius operator>> (Cristo es la Fuente de
todo sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley era figura de Él, y el
sacerdote de la nueva ley actúa en representación suya).

VI. Quien puede recibir este sacramento

1577 <<Só lo el varó n (vir) bautizado recibe vá lidamente la sagrada


ordenació n>>. El Señ or Jesú s eligió a hombres (viri) para formar el
colegio de los doce Apó stoles, y los Apó stoles hicieron lo mismo cuando
eligieron a sus colaboradores que les sucederían en su tarea. El colegio de
los obispos, con quienes los presbíteros está n unidos en el sacerdocio,
hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los doce.
La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisió n del Señ or. Esta es la
razó n por la que las mujeres no reciben la ordenació n.

1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto,


nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por
Dios. Quien cree reconocer de la llamada de Dios al ministerio ordenado,
debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que
corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este
sacramento. Como toda gracia, el sacramento solo puede ser recibido
como un don inmerecido.

Resumen

1590 San Pablo dice a su discípulo Timoteo: <<Te recomiendo que reavives
el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos>>
(2Tm 1,6), y <<si alguno aspira al cargo de obispo, desea una noble
función>> (1Tm 3,1). A Tito decía: <<el motivo de haberte dejado en Creta,
fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras
presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené>> (Tt 1,5).

1591 La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el Bautismo, todos los


fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama
<<sacerdocio común de los fieles>>. A partir de este sacerdocio y al servicio
del mismo existe otra participación en la misión de Cristo: la del ministro
conferido por el sacramento del orden, cuya tarea es servir en nombre y en
representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.

Compendio del Catecismo de la Iglesia

Sacramento del Matrimonio


1601-1605 1614-1616 1625-1628

1601 <<La alianza matrimonial, por la que el varó n y la mujer


constituyen entre si un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma
índole natural al bien de los có nyuges y a la generació n y educació n de la
prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señ or a la dignidad de sacramento
entre bautizados>>.
I. El matrimonio en el plan de Dios

1602 La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creació n del hombre


y de la mujer a imagen y semejanza de Dios y se cierra con la visió n de las
<<Bodas del Cordero>> (Ap 19,9). De extremo a otro la Escritura habla de
matrimonio y de su <<misterio>>, de su institució n y del sentido que Dios
le dio, de su origen y de su fin, de su realizaciones diversas a lo largo de la
historia de la salvació n, de sus dificultades nacidas del pecado y de su
renovació n <<en el Señ or>> (1Co 7,39), todo ello en la perspectiva de la
Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia.

El Matrimonio en el Orden de la Creación

1603 <<La íntima comunidad de vida y amor conyugal, está fundada por
el Creador y provista por leyes propias. […] El mismo Dios […] es el autor
del matrimonio>>. La vocació n al matrimonio se inscribe en la naturaleza
misma del hombre y de la mujer, segú n salieron de la mano del Creador.
El matrimonio no es una institució n puramente humana a pesar de las
numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las
diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas
diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes.
A pesar de que la dignidad de esta institució n no se trasluzca siempre con
la misma claridad existe en todas las culturas un cierto sentido de la
grandeza de la unió n matrimonial. <<La salvació n de la persona y de la
sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad
de la comunidad conyugal y familiar>>.

1604 Dios ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor,


vocació n fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue
creado a imagen y semejanza de Dios. Que es Amor. (1Jn 4,8.16)
Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se
convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al
hombre. Este amor es bueno, muy bueno a los ojos del Creador. Y este
amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la
obra comú n del cuidado de la creació n. <<Y los bendijo Dios y les dijo:
“Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”>> (Gen 1,28)
1605 La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron
creados el uno para el otro: <<No es bueno que el hombre esté solo>>
(Gen 2,18). La mujer, <<carne de su carne>>, su igual, la creatura má s
semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como un <<auxilio>>,
representando así a Dios que es nuestro <<auxilio>>. <<Por eso deja el
hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y hacen una sola
carne>> (Gen 2,24). Que esto significa una unió n indefectible de sus dos
vidas, el Señ or mismo lo demuestra recordando cual fue <<en el
principio>>, el plan creador: <<De manera que ya no son dos sino una
sola carne>> (Mt 19,6).

1614 En su predicació n, enseñ o Jesú s sin ambigü edad el sentido original


de la unió n del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al
comienzo: la autoridad, dada or Moisés, de repudiar a la propia mujer era
una concesió n a la dureza del corazó n; la unió n matrimonial del hombre y
la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció : <<Lo que Dios unió que
no lo separe el hombre>> (Mt 19,6).

1615 Está insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo


matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia
irrealizable. sin embargo, Jesú s no impuso a los esposos una carga
imposible de llevar y demasiado pesada, má s pesada que la ley de Moisés.
Viniendo para restablecer el orden inicial de la creació n perturbado por el
pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensió n
nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos,
tomando sobre sí sus cruces, los esposos podrá n <<comprender>> el
sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta
gracia del matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de
toda vida cristiana.

1616 Es lo que el apó stol Pablo da a entender diciendo: <<Maridos amad


a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó así mismo
por ella, para santificarla>> (Ef 5,25-26), y añ adiendo en seguida: <<”Por
eso dejara el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los
dos se hará n una sola carne”. Gran misterio es éste, lo digo respecto a
Cristo y a la Iglesia>> (Ef 5,31-32).
El consentimiento matrimonial

1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una


mujer bautizados, libres para contraer matrimonio y que expresan
libremente su consentimiento. <<Ser libre>> quiere decir.

 No obrar por coacció n.


 No estar impedido por una ley natural o eclesiá stica.

1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los


esposos como el elemento indispensable <<que hace el matrimonio>>. Si
el consentimiento falta, no hay matrimonio.

1627 El consentimiento consiste en <<un acto humano por el cual los


esposos se dan y se reciben mutuamente>>: <<Yo te recibo como
esposa>> - <<Yo te recibo como esposo>>. Este consentimiento que une a
los esposos entre sí encuentra su plenitud en el hecho de que los dos
<<vienen a ser una sola carne>>.

1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de


los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo. Ningú n
poder humano puede remplazar este consentimiento. Si esta libertad
falta, el matrimonio es invá lido.

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