Lecciones de Derecho Internacional Público
Lecciones de Derecho Internacional Público
Lecciones de Derecho Internacional Público
LECCIONES DE
manuales
José Juste Ruiz
Libros de texto para todas las Mireya Castillo Daudí
especialidades de Derecho, Valentín Bou Franch
Criminología, Economía y Sociología.
universitaria española.
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manuales
Lecciones
de derecho
internacional
público
2ª edición
Valencia, 2011
Copyright ® 2011
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maqueta: pmc Media
Lección 1
El medio social internacional
Lección 2
La estructura de la Comunidad Internacional
Lección 3
El Derecho Internacional como Ordenamiento
Jurídico
B) Comitas gentium................................................................................................ 62
C) Moral internacional........................................................................................... 64
D) Derecho imperfecto............................................................................................ 65
II. La afirmación de la juridicidad del Derecho Internacional. 66
A) Posibilidad del Derecho internacional.............................................................. 66
B) Realidad del Derecho internacional.................................................................. 67
C) Peculiaridad del Derecho internacional............................................................ 70
III. Delimitación, denominación y definición del Derecho Inter-
nacional.............................................................................................................. 71
A) Los criterios de delimitación............................................................................. 71
B) Las denominaciones usuales............................................................................. 73
1. Derecho internacional.................................................................................. 73
2. Derecho de gentes......................................................................................... 73
3. Derecho transnacional................................................................................. 74
C) La definición del Derecho internacional........................................................... 76
Lección 4
Caracteres del Ordenamiento Jurídico Internacional
Parte Segunda
La creación del Derecho Internacional
Lección 5
Las fuentes del Derecho Internacional
Lección 6
Los Tratados Internacionales
Parte Tercera
Los sujetos del Derecho Internacional
Lección 7
La personalidad Internacional
Lección 8
El Estado como sujeto del Derecho Internacional
Lección 9
Los Órganos estatales de las relaciones
internacionales
Lección 10
La organización de las Naciones Unidas (ONU)
Parte Cuarta
La regulación internacional de las competencias del
Estado
Lección 11
Las competencias del Estado sobre el territorio
Lección 12
Las competencias del Estado sobre los espacios
marinos y sobre el espacio aéreo
Lección 13
Competencias de los Estados sobre otros espacios de
interés internacional
Lección 14
Las competencias del Estado sobre las personas
Lección 15
La protección internacional de los derechos humanos
Lección 16
La protección internacional del medio ambiente
Parte Quinta
La aplicación del Derecho Internacional
Lección 17
La aplicación del Derecho Internacional en el
Derecho Interno
Lección 18
La responsabilidad internacional
Lección 19
Los mecanismos para asegurar la aplicación del
Derecho Internacional
Lección 20
El arreglo pacífico de controversias
internacionales: los medios de solución políticos
Lección 21
El arreglo pacífico de controversias
internacionales: los medios de solución
jurisdiccional
Lección 22
El mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales
1
MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción al Derecho internacional público, 7ª edición. Madrid
(Atlas), 1979, p. 9.
2
«Les sujets de droit international investis d’une compétence gouvernementale ou administra-
tive font des actes juridiques dont l’effet se produit non pas dans les milieux nationaux dont
ils dépendent, mais dans le milieu juridique international au sein duquel ils exercent leurs
fonctions... Il en résulte, pour les gouvernements et agents nationaux qui deviennent ainsi
gouvernements et agents internationaux, un dédoublement fonctionnel caractéristique des
relations intersociales...» SCELLE, G. Précis de droit des gens, Paris (Sirey), 1932, t. I, p. 43.
24 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3
“Sólo cabe estudiar el Derecho en el marco de la sociedad en la que actúa. Cuando estudiamos
el Derecho (español) podemos dar por supuesto ese contexto, ya que el marco en el que opera
este Derecho resulta familiar para el lector en su vida cotidiana. La cuestión resulta más
compleja con respecto al Derecho internacional, ya que éste, al ocuparse principalmente de re-
laciones entre Estados, trata de problemas muy alejados de nuestras diarias preocupaciones”.
AKEHURST, M. Introducción al Derecho Internacional, 1ª edición, traducida por MEDINA
ORTEGA, M. Madrid (Alianza Universidad), 1973, p. 11.
4
Entre los nuevos Estados nacionales firmantes de los tratados de Westfalia figuraban el Reino
de España, Portugal, Francia, Inglaterra, Suecia, Holanda...
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 25
5
El Tratado de Versalles también creó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuya
“Constitución” se contiene en la parte XII.
26 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
ria por Japón en 1931, a la guerra entre Italia y Abisinia entre 1934 y 1935, a la
anexión de la región checa de los Sudetes por Alemania en 1939 y a la invasión
soviética de Finlandia en el mismo año. Por otra parte, la Sociedad de Naciones,
aunque llegó a contar en algún momento con 54 Estados miembros, no tuvo
nunca una composición verdaderamente universal. Estados Unidos, cuyo pre-
sidente Wilson había sido el gran inspirador de la creación de la Organización,
nunca llegó a ser miembro de la SDN por no autorizarlo el Senado. El ingreso
de Alemania quedó anulado con la llegada de Hitler al poder en 1933, Japón se
retiró de la SDN ese mismo año, Italia lo hizo en 1936 y la URSS fue expulsada
en 1939 por la invasión de Finlandia, acelerando el declive de la Organización
que no pudo evitar el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.
Pese a su colapso prematuro y su legado relativamente escaso, la SDN ha
proporcionado un modelo institucional que más tarde inspiraría a otras organi-
zaciones, con un cuerpo de funcionarios internacionales independientes de sus
gobiernos a partir del cual la función pública internacional va a desarrollarse
de manera decisiva6.
6
Ver: DÍEZ de VELASCO, M. Las organizaciones internacionales, 15ª edición, Madrid (Tecnos)
2008, p. 41.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 27
7
Las doctrina de la coexistencia pacífica se aleja de la ortodoxia comunista expresada en algu-
nos textos de LENIN donde parecía sentarse la tesis de la “inevitabilidad de la guerra” entre
los bloques capitalista y socialista: “Nosotros no vivimos solamente en un Estado sino en un
sistema de Estados y la existencia de la República Soviética al lado de Estados imperialistas
es impensable durante un largo período. Al fin y al cabo uno u otro debe prevalecer. Y antes de
que este fin sea logrado es inevitable un cierto número de terribles conflictos entre la Repú-
blica Soviética y los Estados burgueses” Citado por TUNKIN, G. Coexistence pacifique et droit
international, en Droit international contemporain. Moscú (Editions du Progrés) 1972, p. 8.
8
La historia de las negociaciones de esta resolución ha sido examinada por SAHOVIC, M. “Co-
dification des principes de droit international des relations amicales et de la coopération entre
les Etats”, RCADI 1972 —III— vol. 137 pp. 243-310; su valor jurídico y contenido substantivo
28 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2625 por la Asamblea General significó, con toda probabilidad, la asunción por
parte de las Naciones Unidas de los principios de la coexistencia pacífica9 que,
recuperando su primitiva sintonía con la tradición afroasiática, con el apoyo a
ultranza de los países socialistas y con la aceptación occidental, adquirieron
finalmente una vigencia universal. Tal como los proclama expresamente la reso-
lución 2625, estos principios son:
“El principio de que los Estados, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de re-
currir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia
política de cualquier Estado o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las
Naciones Unidas”.
“El principio de que los Estados arreglarán sus controversias internacionales por medios
pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacional
ni la justicia”.
“El principio relativo a la obligación de no intervenir en los asuntos que son de la juris-
dicción interna de los Estados de conformidad con la Carta”.
“La obligación de los Estados de cooperar entre sí, de conformidad con la Carta”.
“El principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos”.
“El principio de la igualdad soberana de los Estados”.
“El principio de que los Estados cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por
ellos de conformidad con la Carta”.
ha sido estudiado por ARANGIO-RUIZ, G. “The Normative Role of the General Assambly of
the United Nations and the Declaration of Principles of Friendly Relations with an Appendix
on the Concept of International Law and the Theory of International Organisation”, Ibíd., pp.
319-471.
9
Es significativo al respecto, el título de la obra de la profesora PÉREZ VERA, E. Naciones
Unidas y los principios de la coexistencia pacífica. Madrid (Tecnos), 1973, que constituye, en
realidad, un estudio de la resolución 2625.
10
FUENTES, J. La línea de la distensión. Madrid (M. Huertas) 1980.
11
Tratado USA-URSS sobre la limitación de sistema antibalísticos de 26 de mayo de 1972 y su
Protocolo de 3 de julio de 1974 (conocidos como “Tratados ABM”).
12
CORTESE, G. y PANINI, R. “De la doctrine Halstein a la Ostpolitik”, RGDIP, pp. 124-144.
COLARD, D. “Le traité fondamental du 21 décembre 1972 entre la RFA y la RDA”, RGDIP
1973 pp. 444-447. BETTATI, M. “L’Admission des deux Allemagnes à l’ONU”, AFDI, 1973, pp.
221-232.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 29
13
El texto en su versión castellana puede verse en Revista de Política Internacional, 1976, nº
147, pp. 263 y ss. El conjunto documental de la conferencia para la Seguridad y Cooperación
en Europa está recogido por VALSALICE, L. “I documenti della CSCE”, Affari Esteri, nº VII,
1975.
14
NINCIC. D. “Les implications générales juridiques et historiques de la Déclaration d’Helsinki”,
RCADI 1977 —I— vol. 154 pp. 405-412; GHEBALY, V. Y. “Les principes figurant à l’Acte final
de la Conférence sur la sécurité européenne dans la perspective des Nations Unies”, AFDI,
1975 pp. 73-127; PREVOST, J. F. “Observations sur la nature juridique de l’Acte final de la
Conférence sur la sécurité et la coopération en Europe”, AFDI, 1973. pp. 125-153.
15
El proceso iniciado en Helsinki se prosiguió a través de una “reunión principal de continuidad”
celebrada en Belgrado (del 4 de octubre de 1977 al 9 de marzo de 1978). Ver: Mc WHINNEY,
E. “International Law Antinomies of an Era of Transition”. Estudios de Derecho internacional,
Homenaje al Profesor MIAJA de la MUELA, Madrid (Tecnos) 1979, t. I, pp. 403-406.
30 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
16
El fracaso de las conversaciones SALT II, tras el rechazo del Senado de los Estados Unidos de
la ratificación del Acuerdo CARTER-BREZNEV, celebrado en Viena el 18 de junio de 1980, y la
ulterior congelación del mismo decretada por la administración REAGAN marcaron efectiva-
mente un momento bajo de la distensión.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 31
17
BEDJAOUI, M. “Non-alignement et droit international”. RCADI, 1976 —III— vol. 151. pp.
380-381.
18
BOUTROS GHALI, B. Le mouvement afro-asiatique. Paris (PUF) 1969.
19
SAHOVIC, M. “L’institutionnalisation des non alignés”, AFDI, 1977, pp. 187-196. El movimien-
to de países no alineados ha celebrado ya quince Conferencias de Jefes de Estado o de Gobier-
no, desde la fundacional de Belgrado en 1961 hasta la última en Sharm El Sheikh (Egipto) en
2009.
32 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
20
Esta progresión expansiva del no alineamiento llevó incluso a otros Estados, no siempre reves-
tidos de las condiciones necesarias para una integración de pleno derecho, a participar en las
reuniones del movimiento a título de países invitados u observadores. Pues, como ha señalado
BEDJAOUI: “Es que en verdad, el no alineamiento... se ha convertido desde su creación, y lo
será más todavía probablemente en el futuro, en una opción que seduce progresivamente a un
número creciente de países. Prueba de sus méritos, cuando no de su seducción, es que ha po-
dido atraer..., aunque sea en calidad de Estados invitados, a países como Australia, Finlandia
o Suecia, pertenecientes a una clientela distinta de la del explotado Tercer Mundo en el que el
movimiento se nutre tradicionalmente. Hoy en día el no alineamiento está en vías de seducir
todavía a otros países, tan diferentes como Rumanía, Austria o Portugal que han solicitado y
obtenido participar en las reuniones regulares en calidad de invitados u observadores”. BED-
JAOUI, M. “Non alignement...” cit. pp. 361-362.
21
MORODO, R. “Cumbre de los “no alineados”: algunas razones para acudir a Nueva Delhi”, El
País, de 1 de febrero de 1982.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 33
22
MIAJA de la MUELA, A. “Principios y reglas fundamentales del nuevo orden económico inter-
nacional”. IHLADI, Undécimo Congreso, Madrid (Secretaría General IHLADI) 1976.
23
Ver: FANON, F. Les damnés de la terre. Paris (Maspero) 1961. MOUSSA, P. Les Nations prolé-
taires. Paris (PUF) 3ª edición 1963.
24
Junto al propio Preámbulo, y a algunas disposiciones aisladas del dispositivo, cabe resaltar
en este punto el contenido del artículo 55 de la Carta. Ver: COLARD, D. “Vers l’établissement
d’un nouvel ordre économique international”. La Documentation Française, Notes et Etudes
Documentaires nº 4412-4413-4414. París, 23 de septiembre de 1977.
34 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
25
Sobre este tema Ver: MIAJA de la MUELA, A. El derecho de los pueblos a sus riquezas y recur-
sos naturales. Lección inaugural del curso 1967-68 (Universidad de Valencia) 1967.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 35
1973. Con ello, los Estados en desarrollo tomaron conciencia de la fuerza que la
posesión de numerosos recursos naturales, imprescindibles para el mundo desa-
rrollado, podía proporcionarles en la lucha por el establecimiento del anhelado
“nuevo orden económico internacional”.
Como resultado de esta nueva situación, las Naciones Unidas concedieron
una inusitada prioridad a los problemas del desarrollo que dominaron la vida de
la Organización a lo largo del año 1974. La Asamblea General, en la que los Es-
tados en vías de desarrollo podían imponer con facilidad sus opiniones mediante
el juego de su “mayoría automática”, se convirtió en el eje de la acción jurídica
en la materia, convocándose incluso una reunión extraordinaria dedicada al es-
tudio de los problemas relativos a las “materias primas y el desarrollo” que tuvo
lugar entre el 9 de abril y el 2 de mayo de 1974 en la sede de Nueva York. A lo
largo de esta sesión extraordinaria se adoptaron por consenso dos resoluciones
de especial interés que constituyen las primeras piedras (piedras de escándalo,
también, para algunos) de las renovadas reivindicaciones de los países en de-
sarrollo: la resolución 3201 (S-VI) de 1 de mayo de 1974 titulada “Declaración
sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional” y la reso-
lución 3202 (S-VI) y titulada “Programa de acción sobre el establecimiento de un
nuevo orden económico internacional”26. En la primera de ellas, junto a la con-
dena más o menos agria del orden antiguo, se establecen los principios básicos
sobre los que debe asentarse la transformación que se desea instaurar, entre los
que destacan, en su párrafo 4:
c) La plena... participación... de todos los países en la solución de los problemas econó-
micos mundiales... prestando especial atención a la adopción de medidas especiales en favor
de los países en desarrollo menos adelantados...
e) La plena soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos naturales y todas sus
actividades económicas (poseyendo) incluso el derecho de nacionalización o transferencia
de la propiedad a sus nacionales, siendo este derecho una expresión de la plena soberanía
permanente del Estado.
g) La reglamentación y supervisión de las actividades de las empresas transnacionales...
26
Aunque el “programa de acción” contenido en la resolución 3202 (S-VI), de 1 de mayo de 1974,
hable de la adopción de “medidas urgentes y eficaces” que habrá que “ejecutar dentro de plazos
prescritos”, los diversos capítulos de la resolución se limitan a una simple evocación genérica
(y desde luego no vinculante jurídicamente, ni sometida a una reglamentación detallada) de
las líneas de actuación que se deberían seguir en las materias que son objeto de sus diversas
secciones: I. Problemas fundamentales de materias primas y productos primarios en su rela-
ción con el comercio internacional y el desarrollo; II. Sistema monetario internacional y finan-
ciación del crecimiento económico de los países en desarrollo; III. Industrialización; IV. Trans-
misión de tecnología; V. Reglamentación y fiscalización de las actividades de las empresas
transnacionales; VI. Carta de Derechos y Deberes económicos de los Estados; VII. Promoción
de la cooperación entre los países en desarrollo; VIII. Asistencia para el ejercicio de la sobe-
ranía permanente de los Estados sobre los recursos naturales; IX. Fortalecimiento del papel
del sistema de la Naciones Unidas en la esfera de la cooperación económica internacional; y X.
Programa especial”.
36 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
j) El establecimiento de relaciones justas y equitativas entre los precios (de las exporta-
ciones y las importaciones de los países en desarrollo) con el fin de lograr un mejoramiento
continuo en su insatisfactoria relación de intercambio...
n) El trato preferencial y sin reciprocidad a los países en desarrollo, siempre que sea
factible...
p) La facilitación a los países en desarrollo del acceso a los adelantos de la ciencia y la
tecnología...
27
Los diversos artículos de la Carta tuvieron que ser aprobados en votación individualizada an-
tes de pasar a la aprobación de la Carta en su conjunto. Ver: sobre este punto: CASTAÑEDA,
J. “La Charte des Droits et Devoirs Economiques des Etats; note sur le procédé d’élaboration”,
AFDI 1979, pp. 31-56.
28
Votaron en contra: EEUU, Gran Bretaña, República Federal de Alemania, Bélgica, Dinamarca
y Luxemburgo. Se abstuvieron: Japón, Canadá, Francia, Italia, Holanda, Irlanda, Austria, Es-
paña, Noruega e Israel.
29
Aunque el valor jurídico de esta resolución haya sido repetidamente cuestionado desde las filas
de la ortodoxia tradicional, lo cierto es que la “Carta” se convirtió progresivamente en punto de
referencia obligado de cuantas querellas —políticas, pero también jurídicas— se suscitaron en
los años siguientes, relativas a las cuestiones del nuevo orden económico internacional. Sobre
el valor jurídico de la Carta ver, en particular, VIRALLY, M. “La Charte des Droits et Devoirs
Economiques des Etats. Notes de lecture”, AFDI 1974 pp. 57-78; FEUER, G. “La Charte des
Droits et Devoirs Economiques des Etats”, RGDIP 1975.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 37
b) Acontecimientos posteriores
La adopción de las resoluciones anteriores por la Asamblea General marcó
un profundo cisma entre los países desarrollados y los países en desarrollo en el
seno de la ONU, que luego se extendió a otros foros internacionales30. Para tra-
tar de ponerle remedio se inició el llamado “diálogo Norte-Sur”31 cuyos orígenes
hay que situarlos en la resolución 3362 (S-VII) de 16 de septiembre de 1975 ti-
tulada “Desarrollo y cooperación económica internacional”. El diálogo Norte-Sur
se prosiguió a través de una serie de Conferencias internacionales entre las que
destaca la “Conferencia sobre la Cooperación Económica Internacional” (París
del 20 de mayo al 2 de junio de 1977), la Conferencia sobre los países “menos
avanzados” (París del 1 al 13 de septiembre de 1981) y la cumbre económica de
Cancún (22 y 23 de octubre de 1981)32.
Por lo demás, el rechazo manifestado por la administración estadounidense
del presidente Reagan al Convenio de las Naciones Unidas sobre el Derecho
del Mar de 10 de diciembre de 1982, secundado por los principales países de-
sarrollados que se oponían sobre todo al sistema de explotación de los recursos
de la zona de fondos marinos como “patrimonio común de la Humanidad”, sig-
nificó un golpe mortal para las esperanzas de los países en desarrollo y para
las perspectivas del nuevo orden económico internacional. Los acontecimientos
30
El enfrentamiento dialéctico sobre el nuevo orden económico internacional se prosiguió con la
misma apasionada energía, aunque con virulencia variable, en los diversos foros internacio-
nales donde se debatieron los diferentes aspectos del tema: Naciones Unidas, Organizaciones
especializadas, UNCTAD, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar... con-
virtiéndose de este modo en un foco permanente de discusión. Por lo demás, aunque el arma
petrolera continuara asestando importantes golpes a una economía occidental que atravesaba
una época de crisis, los efectos negativos del aumento de los precios de los crudos comenzaron
a sentirse, todavía con mayor intensidad, sobre el conjunto de los países del Tercer mundo y
en particular sobre los denominados “Estados menos desarrollados” que terminaron así, como
tantas veces, siendo las víctimas de sus propias armas.
31
Sobre el diálogo Norte-Sur existe ya una abundante bibliografía, que ha sido recogida en el
AFDI, 1977 pp. 1274 y sigs. Vide también: CATANI, S. “Il “nuovo” dialogo Nord-Sud”, La Co-
munita internazionale, vol. XXXV 1980 (1) pp. 12-18.
32
Los 17 jefes de Estado y los 5 Ministros de Asuntos Exteriores allí reunidos adoptaron una
Declaración en la que los puntos más sobresalientes consistían en afirmar su voluntad de
elaborar un programa internacional para erradicar el hambre en el mundo en el año 2000 y
“(confirmar) la conveniencia de apoyar en las Naciones Unidas, con carácter urgente, un con-
senso para comenzar las negociaciones globales sobre una base mutuamente acordada y en
circunstancias que ofrecen la perspectiva de un progreso significativo, teniendo en cuenta la
urgencia del tema”. Cf. La Vanguardia, Barcelona 25 octubre 1981, p. 5.
38 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
33
Mac LEAN, R. G. “Legal Aspects of the External Debt”, RCADI. 1989, II, vol. 214, pp. 31-126.
34
Ver BERMEJO GARCÍA, R. y DOUGAN BEACA, J. D. “El derecho al desarrollo. Un derecho de
contenido variable”. Anuario de Derecho Internacional, vol. VIII, 19985, pp. 211.249.
35
VELLAS, F. Les échanges Sud-Sud, Paris (Ed. Economica) 1987.
36
BRANDT W. et alterum. Nord-Sud: un programme de survie. Paris (Gallimard) 1980. Vide
también el segundo informe BRANDT: Common Crisis: North-South Cooperation for World
Recovery, Londres (Pan Books) 1983.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 39
37
Todo empezó en la Unión Soviética con la substitución de los últimos representantes de la
gerontocracia comunista por un nuevo Secretario General del PCUS, Mijail GORVACHEV
que inició un proceso de reforma basado en la reestructuración de la economía que había de
cambiar la historia: GORVACHEV, M. Perestroika, Madrid (Editorial B) 1990. Ver: también:
QUIGLEY, J. “Perestroika and International Law”, AJIL, 1988, vol. 82, nº 4, pp. 788 y ss.
38
Sobre el acuerdo para la retirada de los misiles nucleares de alcance medio (INF) celebrado
en diciembre de 1988 Ver: JUSTE RUIZ, J. “Aspectos jurídicos del Convenio de desarme USA-
URSS”, Tiempo de paz, núm. 10, pp. 29-43.
39
Vide MARIÑO MENÉNDEZ, F. “La ‘Carta de París para una Nueva Europa’”, RIE 1991, pp.
153-176.
40
Por el acuerdo de Minsk los representantes de las tres antiguas repúblicas de Rusia, Bieloru-
sia y Ucrania decidieron constituir una Comunidad de Estados Independientes que reempla-
zara a la Unión Soviética. Por el Acuerdo de Alma Ata, once de las 15 Repúblicas que consti-
tuían la URSS se integraron en la CEI y decidieron que Rusia se convirtiera en el sucesor de
la URSS en la ONU, incluso como miembro permanente del Consejo de Seguridad. Quedaron
40 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
desde el principio fuera de la CEI las Repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) que no
firmaron el acuerdo de Alma Ata. También quedó fuera Georgia, que luego se integró en 1993 y,
finalmente, se retiró en agosto de 2008. Turkezistán que era miembro originario pasó a Estado
asociado en el año 2008.
41
La resolución 678 del CS, de 29 de noviembre de 1990, que autorizó a los Estados Miembros
a emplear “todos los medios necesarios” contra Irak fue adoptada por 12 votos a favor, con la
abstención de China y el voto en contra de Cuba y Yemen.
42
ONU, Doc. S/23500 de 31 de enero de 1992.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 41
Ante esta triste situación ¿cabe todavía esperar una revitalización de las
Naciones Unidas, asentadas cada vez más sólidamente en la promoción de valo-
res democráticos, el desarrollo de todos los países, la protección de los Derechos
43
Es lo que han hecho para justificar la intervención armada en Kosovo el 24 de marzo de 1999,
en violación de la Carta de las Naciones Unidas. Ver: ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, P.
“Kosovo: todo por el Derecho Internacional pero sin el Derecho Internacional” MERIDIANO
CERI, agosto 1999, pp. 4-8.
44
Ver: HERRERO de la FUENTE, A. “Las causas de la crisis”, en Reflexiones tras un año de cri-
sis, Valladolid 1996, pp. 18-23.
45
JUSTE RUIZ, J. “El nuevo orden internacional: el principio del desarrollo sostenible tras la
Conferencia de Río-92”, en BALLESTEROS et al. (Coordinadores) Justicia, solidaridad, paz.
Estudios en homenaje al Profesor José María Rojo Sanz. Vol. 2. Valencia 1995, p. 651.
42 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
46
“Un concepto más amplio de libertad: desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos”.
Informe del Secretario General de las Naciones Unidas. Doc. A/59/2005, 21 de marzo de 2005.
Lección 2
La estructura de la Comunidad
Internacional
1
Es lo que el profesor MESA denomina la “ecología” de las relaciones internacionales. MESA
GARRIDO, R. Teoría y práctica de relaciones internacionales, Madrid (Taurus), 1977, pp. 175-
218.
2
Ver: MERLE, M. Les acteurs dans les relations internationales, París (Ed. Economica) 1986, pp.
43-67.
3
MORGENTHAU, H. J., “From Great Powers to Superpowers” en International Politics 1919-
1969, The Aberystwyth Papers, Edited by Brian Porter, London (Oxford University Press) 1972,
pp. 129-139.
4
El desenlace de la crisis de Suez en 1956, cuando la acción de las dos superpotencias paralizó
la intervención franco-británica (e israelí) en la zona, demostró de una vez por todas la invia-
bilidad de una actuación independiente, incluso de los Estados con armamento nuclear, en
contra de la voluntad conjunta de los dos supergrandes. Ver: HOLBRAAD, C. Superpowers and
International Conflict. Great Britain (Mc Millan Press) 1978.
44 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
5
Ver: SUR, S. “Sur quelques tribulations de l’État dans la societé interationale”, RGDIP, 1993,
p. 882.
6
Tras la segunda guerra mundial, el mundo se configuró de acuerdo con un nuevo modelo es-
tructural cuyo elemento central fue la Organización de las Naciones Unidas.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 45
de 750.000 empleados, esta firma emplea una mano de obra superior a la población de
Luxemburgo. La cifra de negocios de Ford supera el PNB de Dinamarca, la de IBM o Chrysler
es equivalente al PNB de Corea del Sur o de Filipinas. Los activos líquidos de la Standard Oil
(ESSO) superan el valor de las reservas de oro de los Estados Unidos. La flota petrolera de
esta firma es superior en tonelaje a la de Grecia. Y estos ejemplos podrían multiplicarse. El
movimiento, lejos de disminuir, parece por el contrario acelerarse. Según ciertas previsiones,
300 empresas multinacionales controlarán el 70% de la producción industrial de los países
no socialistas a partir de 1985”7.
7
CARREAU, D.; JUILLARD, P.; FLORY, Th. Droit international économique. París (LGDJ) 1978
p. 43. Ver, sobre este tema FERNÁNDEZ TOMÁS, A. El control de las empresas multinaciona-
les. Madrid (Tecnos) 1982.
8
MERLE, M. Op. cit., pp. 4-14.
9
MESA GARRIDO, Roberto. “Los sujetos y actores de la sociedad internacional globalizada.
Una reflexión”, en Los nuevos escenarios internacionales y europeos del Derecho y la Seguri-
dad, Colección Escuela Diplomática, Nº 7, Madrid 2003, págs. 23-34.
10
GARCÍA SEGURA, C.; VILARIÑO PINTOS, E. Comunidad internacional y sociedad interna-
cional después del 11 de septiembre de 2001, Guernika (UPV) 2005.
11
TOENNIES, Gemeinschaft und Gesellschaft. Existe una traducción española con el título de
Comunidad y Sociedad, Buenos Aires, 1947. La aplicabilidad de estas categorías dogmáticas
46 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
pormenorizada de los diversos elementos apuntados por los autores como rasgos
definitorios de una y otra noción; recordemos únicamente que la sociedad cons-
tituye un modelo menos integrado, creado artificialmente sobre la base de una
vinculación jurídica, mientras que la comunidad expresa un grado mucho más
acabado de integración por cuanto traduce la existencia de una unión natural
entre seres ligados por vínculos éticos y en la que predominan los valores de la
solidaridad.
La elección de uno u otro de estos modelos dogmáticos para definir la rea-
lidad de las relaciones internacionales contemporáneas nos confronta cierta-
mente a una operación extremadamente difícil. La verdad es que las ideas de
“sociedad” y “comunidad” expresan en el fondo una antinomia que está presente
en el hombre mismo y que se traduce en una tensión constante entre el antago-
nismo y la solidaridad con sus semejantes. Esta misma antinomia se expresa a
nivel colectivo por una paralela tensión en la realidad internacional, en la que
las rivalidades entre los Estados no excluyen la manifestación episódica de au-
ténticos impulsos de cooperación y solidaridad. Por otra parte, si las diferencias
entre los sujetos constituyen el obstáculo mayor para la consecución del ideal
comunitario, es claro que este objetivo se mostrará más próximo en aquellos
ámbitos más reducidos donde las afinidades y la homogeneidad política permi-
ten abordar la creación de una estructura más integrada como es el caso de la
Unión Europea.
Con todo, incluso en los reductos más integrados, los elementos societarios y
comunitarios aparecen inevitablemente interpenetrados, de modo que la solida-
ridad se establece sin que desaparezcan los antagonismos y que las divergencias
siempre persistentes no impiden la marcha progresiva hacia la consecución de
un propósito común. Puede afirmarse, pues, recordando las ideas del profesor
MIAJA DE LA MUELA, que lo societario se desarrolla sobre un fondo comuni-
tario y, a su vez, la comunidad se alcanza a través de un proceso de depuración
de la sociedad12.
Así las cosas, y ante la imposibilidad de pronunciarse tajantemente entre dos
estructuras cuyos elementos se encuentran en realidad profundamente inter-
penetrados, quizás la mejor opción sea la apuntada por el profesor Charles de
VISSCHER, consistente en considerar la idea de una comunidad internacional
como el enunciado de una aspiración a la que se pretende llegar:
“La comunidad internacional es un orden en potencia en el espíritu de los hombres, pero
no corresponde a un orden efectivamente establecido”... “La idea de una comunidad interna-
cional pertenece a la categoría de esas grandes intuiciones, de esas “ideas civilizadoras” que,
pese a ser lentas en su acción y a hallarse sujetas a eclipses, no dejan de constituir fuerzas
positivas, generadoras de transformaciones políticas y sociales”13.
13
DE VISSCHER; Ch. Teorías y realidades en Derecho internacional público, Barcelona (Bosch)
1962, pp. 106-107.
14
MOSLER, H. “The International Society as a Legal Community”. RCADI, 1974 —IV— vol. 140
pp. 1-30.
15
SCHWARZEMBERGER, G. Power Politics, Londres (Stevens) 1941. Existe una traducción cas-
tellana con el título de La política del poder, México (Fondo de Cultura Económica) 1960, a la
que van referidas las citas del texto, Aunque la paternidad de esta construcción se atribuye
comúnmente al profesor SCHWARZEMBERGER la verdad es que se trata de un plantea-
miento más generalizado que, con matices diferenciales, está presente también en la obra de
autores tales como GIULIANO, LANDHEER, KRYLOV, LEGAZ, REUTER, FRIEDMANN ó
CARRILLO SALCEDO (Ver: CARRILLO SALCEDO, J. A. Soberanía del Estado y Derecho
Internacional, 2ª edición. Madrid (Tecnos) 1976, pp. 15-19).
48 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Esta misma idea parece haber servido veladamente de substrato a los plan-
teamientos originales del profesor Myres S. Mc DOUGAL, fundados en la pre-
sencia de un “orden público mundial” (world public order) que el Derecho in-
16
SCHWARZEMBERGER, G. Op. cit., pp. 176 y ss. Con todo, la conciencia moral y jurídica de
la comunidad internacional parece haber evolucionado positivamente en este punto. Así, va-
rios de los ejemplos característicos de la ley del poder, que SCHWARZEMBERGER señalaba
como vigentes en la época en que el libro fue escrito (año 1941) parecen haber perdido ya hoy
“la respetabilidad y la sanción del derecho”. Tal es el caso de “la dignidad y el status legal de
la guerra”, de “la validez de los tratados impuestos por la coacción” y de “la legitimidad de la
expansión imperialista de las naciones occidentales sobre los llamados territorios nullius”, que
corresponden a situaciones que carecen ya de toda legitimación jurídica en el Derecho interna-
cional contemporáneo.
17
LEGAZ LACAMBRA, L. “La sociedad internacional como realidad sociológica”, Escuela de
Funcionarios Internacionales, Cursos y Conferencias, t. I, 1955-56, pp. 478-479.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 49
18
Mc. DOUGAL, M. “International Law, Power and Policy: A Contemporary Conception”. RCADI
1953 —I— vol. 82, pp. 137-259. Vide también: MEDINA ORTEGA, M. “Una nueva concepción
del Derecho internacional: el sociologismo de Myres S. Mc Dougal”, REDI, 1961, pp. 517-533;
“Mc Dougal, Tunkin y el Derecho internacional de la coexistencia pacífica”, Anuario IHLADI,
nº 4, 1973, pp. 155-176.
19
SCHWARZEMBERGER, G. Op. cit., p. 179.
20
VIRALLY, M. “Le principe de réciprocité dans le Droit international contemporain”, RCADI,
1977 —II— vol. 122, pp. 1-105; DECAUX, E. La réciprocité en Droit international, Paris (LGDJ)
1980.
21
JENKS, W. “Interdependence as the Basic Concept of International Law”. Mélanges Rolin,
Paris (Pédone) 1964, pp. 147-156.
50 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
otros muchos que continúan haciendo patente su afirmación de que “los tra-
tados sobre la base de reciprocidad siguen haciendo llevadera, cuando menos,
la vida normal en un mundo de Estados soberanos”22. Las relaciones de co-
operación, articuladas por medio de acuerdos en beneficio mutuo, están hoy
efectivamente en la base de las actuaciones de los Estados en las esferas de la
colaboración económica, científica y técnica, que se perciben como objetivos de
interés común.
La función del acuerdo, como manifestación primigenia de la idea de reci-
procidad, y el correspondiente papel del tratado como instrumento formal de
expresión del mismo, alcanza así en Derecho internacional una significación
particularmente destacada. En efecto, cada tratado internacional, aisladamente
considerado, constituye la fuente de derechos y obligaciones particulares para
las partes que lo han suscrito. Pero considerados en una escala macroscópica
(que es en definitiva la de la realidad), el conjunto de estos tratados configura un
entramado normativo global que constituye la expresión principal del Derecho
internacional vigente en un momento histórico determinado.
En tal sentido puede decirse con razón que la “ley de la reciprocidad” consti-
tuye seguramente el soporte fundamental del Derecho internacional en el mun-
do contemporáneo.
22
SCHWARZEMBERGER, G. Op. cit., p. 182.
23
Ibíd, p. 182.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 51
hay que ver en tales actuaciones únicamente la expresión de una cierta solida-
ridad benévola, sino también, como escribió el profesor DIEZ DE VELASCO, la
traducción de una verdadera necesidad de cooperación:
“Determinados problemas solo pueden ser resueltos a escala mundial. Baste señalar el
candente problema de la conservación del medio humano... el aumento de la población
mundial, la distribución de los recursos de la tierra y del mar y la contaminación de la atmós-
fera y de las aguas...”24.
24
DÍEZ DE VELASCO, M. Instituciones... cit., t, I. p. 62.
25
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et al., Curso de Derecho internacional público, 3ª edición revisada,
Madrid (Thomson Civitas), 2003, p. 85.
26
En esta línea cabría situar a los representantes del llamado “realismo político americano”,
como KENNAN, G. F. y MORGENTHAU, M. J. Politics among Nations, Nueva York 1960.
52 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“A lo largo de su historia, el desarrollo del Derecho internacional ha sido influido por las
exigencias de la vida internacional”27.
Sobre estas bases, algunos autores han podido incluso hablar de la existencia
de unos “principios estructurales” del Derecho internacional, que constituyen
de alguna manera la inevitable traducción jurídica de la realidad esencial de la
comunidad internacional. “Existen ciertas reglas estructurales que son la base
en que se sustenta cualquier ordenación”, escribía el profesor MIAJA DE LA
MUELA, dando cuenta de las ideas expuestas por autores tales como QUADRI,
SERENI y AGO con relación al ordenamiento internacional28. En realidad, en el
pensamiento de estos juristas, no parece tratarse tanto de afirmar la existencia
de auténticos “principios” o “reglas” de carácter formal, cuanto de poner de re-
lieve la existencia de una inevitable correlación entre los rasgos estructurales
básicos del medio social internacional y la conformación substantiva del orde-
namiento que en él rige. Se trata, en definitiva, con matices distintos, de la tesis
que nosotros suscribimos según la cual la estructura empírica de la comunidad
internacional condiciona indefectible la configuración ontológica del Derecho
que en ella rige.
Veamos cuales son las transformaciones estructurales más relevantes que
se han producido en la esfera internacional en nuestros días y cómo éstas han
afectado a la evolución del Derecho internacional.
27
TIJ, Réparation des dommages subis au service des Nations Unies, Avis consultatif, 11 avril
1949, CIJ Recueil, 1949, p. 178.
28
MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción... cit., p. 21.
29
Ésta es la terminología empleada por DUPUY, R. J. Le droit international, 3ª ed. Paris (PUF)
1969, p. 21.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 53
La existencia de esta doble estructura social —de estas dos sociedades inter-
nacionales— continúa respondiendo básicamente a la realidad de las cosas en
el momento presente. Sin embargo, conviene poner de relieve algunos puntos de
30
SCELLE, G. Précis de droit des gens, Paris (Sirey), 1932, t. I, p. 43.
31
MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción... cit. p. 20.
32
DUPUY, R. J. Op. cit. pp. 6-7.
54 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
33
Este punto había sido ya subrayado por DUPUY, R. J.: “...en realidad, estas dos sociedades,
como las ciudades de San Agustín, permanecen interpenetradas: la segunda está lejos de subs-
tituir a la primera, los mismos Estados pertenecen a una y otra”. Op. cit. p. 21.
34
MEDINA ORTEGA, M. “La Carta de las Naciones Unidas como Derecho Internacional gene-
ral”, REDI, 1971, 1,2, pp. 31-67.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 55
35
DUPUY, R. J. Op. cit., pp. 5-6.
36
JUSTE RUIZ, J. “Las obligaciones “erga omnes” en Derecho internacional público”, Estudios de
Derecho internacional, Homenaje al profesor Miaja de la Muela, Madrid (Tecnos) 1979, vol. I,
pp. 219-233.
37
“El avance del mundo hacia una dimensión planetaria ¿obligará a los Estados a unirse en el
seno de una Organización cuya complejidad irá en aumento? Puede pensarse así. Pero las na-
ciones no se disolverán “como un grano de sal en el mar”, la diferencia se mantendrá en el seno
mismo de la unión, so pena de que el mundo presente un día la uniformidad del desierto. En
realidad, la dialéctica de lo singular y de lo colectivo permanece en el fenómeno relacional que
es irreductible. La organización no lo ha podido integrar hasta ahora más que de modo parcial:
ella misma se presenta “como cautiva” en esa sociedad de yuxtaposición a la que se trata, sin
embargo de unificar” DUPUY, R. J. Le droit international... cit., p. 121.
56 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
38
BEDJAOUI, M. “Non alignement...” cit., p. 348.
39
TUNKIN, G. Curso de Derecho Internacional público. Moscú (Editorial Progreso) 1980 t. I. p.
62.
40
FALK, R. “The New States and International Legal Order”. RCADI vol. 118, pp. 1-103. SAHO-
VIC, M. “L’infuence des Etats nuveaux sur la conception du droit international”. AFDI, 1969
pp. 30-49. Societé Française de Droit International, Colloque d’Aix-en-Provence. Pays en voie
de développement et transformation du droit international, Paris (Pédone) 1974. MESA GA-
RRIDO, R. “Los nuevos Estados ante el Derecho internacional público”. Homenaje a MIAJA...
cit., t. I, pp. 235-250.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 57
41
Ver una referencia a la aportación de los Países del Tercer Mundo en: MIAJA de la MUELA, A.
Ensayo de delimitación del Derecho internacional económico. Valencia (Secretario de Publica-
ciones de la Universidad), 1971, pp. 22-23.
42
PASTOR RIDRUEJO, J. A. Curso de Derecho Internacional público y Organizaciones interna-
cionales, Madrid (Tecnos) 9ª ed. 2003, p. 61.
43
GARCÍA SEGURA, C.; RODRIGO HERNÁNDEZ, A. La seguridad comprometida. Desafíos,
amenazas y conflictos armados. Madrid (Tecnos) 2008.
58 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
44
JIMÉNEZ PIERNAS, C. Introducción al Derecho internacional público. Práctica española. Ma-
drid (Tecnos) 2009, p. 38.
45
RODRÍGUEZ CARRIÓN, A. J. El derecho internacional en el umbral del siglo XXI, Universi-
dad de Málaga, 1999, p. 74.
46
GARCÍA SEGURA, C.; RODRIGO HERNÁNDEZ, A. El imperio inviable. El orden interna-
cional tras el conflicto de Irak. Madrid (Tecnos) 2004. También, de los mismos autores, Los
límites del proyecto imperial. Estados Unidos y el orden internacional en el siglo XXI. Madrid
(Catarata) 2008.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 59
47
RIQUELME CORTADO, R. Derecho internacional. Entre un orden global y fragmentado. Ma-
drid (Editorial Biblioteca Nueva) 2005. SALINAS ALCEGA, S./ TIRADO ROBLES, C. Adap-
tabilidad y fragmentación del Derecho internacional: la crisis de la sectorialización. Zaragoza
(RIEE) 1999.
48
El propio René Jean DUPUY dio una visión más esperanzada en: La clôture du système inter-
national. La cité terrestre, Paris (PUF) 1989.
Lección 3
El Derecho Internacional como
Ordenamiento Jurídico
1
WALZ, G. A. Wesen des Wolkerrechts und Kritic der Volkerrechtsleugner, Stuttgart, 1930. La
traducción castellana, con un estudio preliminar del profesor TRUYOL SERRA, fue publicada
en Madrid en 1943.
2
SCHWARZEMBERGER, G. The Frontiers of International Law. London (Stevens) 1972, p. 20.
3
TRUYOL Y SERRA, A. Fundamentos de Derecho internacional público. Madrid (Tecnos) 4ª ed.
1977, p. 39.
4
“Apenas ofrece hoy otro interés que el retrospectivo conocer las ideas de los “Volkerrechtsleug-
ner”, a los que en estos momentos ningún internacionalista solvente sigue...” MIAJA DE LA
MUELA, A. Introducción al Derecho internacional público. Madrid (Tecnos) 7ª ed. 1979 p. 40.
62 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
A) Política de fuerza
Una primera orientación ve en el Derecho internacional únicamente el ex-
ponente de una “política de fuerza” que es en sí misma incompatible con una
consideración verdaderamente jurídica del fenómeno en cuestión:
“La actitud más radical, ha escrito a este respecto el profesor TRUYOL SERRA, es la de
aquellos autores que niegan toda normativa internacional y ven en el llamado Derecho inter-
nacional la simple expresión ideal de la constelación de fuerzas de la política internacional
(SPINOZA, LASSON, GUMPLOWICZ, LUDSTEDT, OLIVECRONA, NIEMEYER, CORBETT,
MORGENTHAU, ARON)”5.
B) Comitas gentium
Otros negadores del carácter jurídico del Derecho internacional, vieron en
éste un simple repertorio de reglas sin más peso que el de la Comitas Gentium o
“cortesía internacional” (AUSTIN); una suerte de uso o práctica diplomática sin
5
TRUYOL SERRA, A. Fundamentos... cit., pp. 40-41.
6
La ley del más fuerte no deja de ser, sin embargo, ley: dura lex sed lex. El profesor MIAJA
de la MUELA lo explicaba así “En la misma vida interna la violencia ejerce efectos paralelos
a sus consecuencias en las relaciones entre los Estados; tal ocurre en el caso de la revolu-
ción triunfante, y hasta la dirección política de los Estados democráticos por el partido o
partidos triunfantes en unas elecciones supone el efecto de la victoria, alcanzada en una
lucha incruenta, de que los vencidos tengan que someterse a las leyes de los vencedores”.
Introduction... cit., p. 24. Ver también GIRAUD, E. “Le droit positif; ses rapports avec la
philosophie et la politique”, donde afirma netamente que: “Le droit représente une politique
qui a réussi”. Hommage d’une génération de juristes au Président Basdevant, Paris (Pedone)
1960 p. 234.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 63
7
Entre los ejemplos de actuaciones reprobables desde el plano de los usos sociales internaciona-
les, pero que no conculcan regla jurídico-internacional alguna, podría citarse el caso de Krust-
chev golpeando con su zapato en el escaño de la Asamblea General de las Naciones Unidas en
1960; el desplante del Presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero que permaneció sentado al
paso de la bandera de los EEUU en el desfile de la victoria de 12 de octubre de 2003; la afirma-
ción del Presidente venezolano Chávez en el año 2006 de que “aquí huele a azufre”, al ocupar el
estrado en la Asamblea General de la ONU tras el Presidente Bush, a quien describió reitera-
damente como “el diablo”; el “porqué no te callas” dirigido por el Rey Juan Carlos en la Cumbre
Iberoamericana de 2007 al propio Presidente Chávez que afirmaba ininterrumpidamente que
el ex-Presidente del Gobierno español Aznar “es un fascista”...
8
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., p. 25.
9
“Solo hay un medio de distinguir el Derecho internacional de las reglas no jurídicas aplicables
a las relaciones internacionales, y éste consiste en preguntar ¿Consideran los Estados esta
regla particular como una norma de Derecho Internacional, o no la consideran?”. AKEHURST,
M. Introducción al Derecho internacional, versión española y notas de Manuel Medina Ortega.
Madrid (Alianza Editorial) 1979, p. 15.
10
TUNKIN, G. “International Law and other Social Norms Functioning within the International
System”, Contemporary Problems of International Law. Essays in Honnour of Georg Scwarz-
emberger, Londres 1988, pp. 282 y ss.
64 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
C) Moral internacional
Cierto eco mantiene todavía la opinión que ve en el Derecho internacional un
conjunto de normas de carácter moral, que expresan un imperativo de naturale-
za ética pero no una verdadera obligación jurídica11.
También aquí se hace difícil establecer una frontera definida entre moral y
derecho, sobre todo en ciertas zonas tangenciales, pues se trata de conceptos que
se encuentran necesariamente interpenetrados12. No vamos a insistir en este
momento en el fundamento moral del Derecho internacional que ha sido subra-
yado con particular énfasis, desde una perspectiva filosófica, por la doctrina del
Derecho natural. Pero si conviene señalar, en cualquier caso, que más allá de
los juicios morales referidos a la conducta de los Estados13, las propias normas
del Derecho internacional presentan en numerosas ocasiones un incuestionable
componente ético. Así, desde la vieja doctrina de la “guerra justa” hasta la inno-
vadora noción de “crimen internacional”, pasando por la protección internacio-
nal de los derechos humanos o el Derecho humanitario bélico, numerosas reglas
e instituciones históricas y actuales llevan la impronta de esa “moralización del
Derecho” de la que habla el profesor REUTER14.
Más todavía, la moral que gravita como un imperativo axiológico del propio
Derecho de Gentes ha alcanzado en ocasiones una traducción jurídico-positiva
en ciertos textos convencionales. Así, el artículo 227 del Tratado de Versalles
hablaba de la “ofensa suprema contra la Moral internacional y la santidad de los
tratados” por parte del emperador alemán Guillermo II, como determinante de
las responsabilidades jurídicas que se le pretendía exigir. En época más recien-
te, la vinculación entre las normas morales y las reglas del Derecho internacio-
nal ha sido subrayada también por la jurisprudencia de la Corte Internacional
de Justicia, en especial al referirse en varios asuntos a las “consideraciones ele-
mentales de humanidad” cuyo valor jurídico se sustenta en una base moral uni-
versalmente compartida15. De un modo más explícito, en su opinión consultiva
relativa a las reservas al Convenio sobre el genocidio de 1951, la Corte afirmó
que:
“Los orígenes del Convenio muestran la intención de las Naciones Unidas de condenar
y reprimir el genocidio como “un crimen de Derecho de Gentes”... que es contrario a la vez
11
La consideración del Derecho internacional como un repertorio de preceptos sin más valor que
el puramente moral estaba ya presente en las obras de Hobbes: Elements of Law Natural and
Politic, 1640; Elementa philosophica de cive 1642; Leviathan 1651.
12
RODRÍGUEZ PANIAGUA, J. M. “La diferenciación de moral y Derecho”. en Filosofía y Dere-
cho. Estudios en honor del profesor Corts Grau, Valencia (Universidad) 1977, t. I, pp. 363-372.
13
POLITIS, N. La morale internationale. Neuchàtel (Ed. de la Baconnière) 1943.
14
REUTER, P. La Convention de Vienne sur le Droit des traités, Paris (Colin) 1970, pp. 22-24.
15
Ver: DUPUY, P. M. “Les ‘considérations élémentaires d’humanité’ dans la jurisprudence de la
Cour Internationale de Justice», Mélanges en l’honneur de Jean Valticos, Droit et Justice. Paris
(Pedone) 1999, pp. 117-130.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 65
a la ley moral y al espíritu y a los fines de las Naciones Unidas... El Convenio ha sido ma-
nifiestamente adoptado con un objetivo puramente humano y civilizador... ya que trata de
confirmar y sancionar los mas elementales principios de moral”16.
Si aceptamos pues, con DÍEZ de VELASCO, que “lo que realmente diferencia
(los) dos órdenes normativos de la moral y el derecho es el diferente grado de
sanción, y más exactamente, por lo que al Ordenamiento internacional se refie-
re, la responsabilidad internacional que la violación del Derecho internacional
público origina”17, obtendremos, sin duda, las conclusiones que se imponen. El
Derecho internacional ofrece un componente moral que inspira el conjunto de su
normativa y que se traduce en el contenido concreto de numerosas de sus reglas
positivas. Pero deducir de ello que este ordenamiento enuncia únicamente una
especie de repertorio de consejos morales, desprovistos de exigencia y responsa-
bilidad jurídica, significa desconocer la realidad misma de las cosas en el actual
momento internacional.
D) Derecho imperfecto
Otros autores han reconocido el carácter verdaderamente jurídico del orde-
namiento internacional, pero han calificado a éste como un Derecho imperfecto
o, de un modo más evasivo, como constitutivo de una normativa sui generis18.
En muchos de estos casos, lo que en realidad se encubre bajo el reproche de
“primitivismo” es la falta de correspondencia con el modelo del Derecho estatal,
considerado de alguna manera como el paradigma de un Derecho “mejor” y más
“perfecto”. Se trata, en este punto, de un error de enfoque que ya hemos criticado
que lleva a una inadecuada extrapolación de lo estructuralmente diferente con
lo cualitativamente inferior. Establecer sobre la base de esta mera diferencia
estructural un paralelo juicio de valor constituye un error de planteamiento
que ya fue denunciado con brillantez por el profesor VIRALLY19. Nosotros no
insistiremos ahora en este punto: bástenos decir que, al igual que en los casos
de reducción del Derecho internacional a la fuerza, a la comitas gentium o a la
moral, se trata del desenfoque de unos datos que, en su enunciación categórica,
no corresponden ya a la realidad.
16
Opinión consultiva de 28 de mayo de 1951, CIJ. Recueil, 1951, p. 23.
17
DÍEZ DE VELASCO, M. Instituciones de Derecho internacional público, Madrid (Tecnos) t. I,
8ª ed. 1988, p. 58.
18
Ver una lista de tales autores en: TRUYOL SERRA, A. Fundamentos... cit., pp. 43-47. Éste fue
también el pensamiento de ORTEGA y GASSET, J. La rebelión de las masas. Epílogo para
ingleses, 12ª ed. Madrid, 1951, pp. 162-163.
19
VIRALLY, M. Sur la prétendue “primitivité” du droit international. Memoires publiés par la
Faculté de Droit de Genève, vol. nº 27, pp. 210-213.
66 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
20
CHAUMONT, Ch. “Cours général de Droit international public”. RCADI 1970 —I—, vol. 129,
pp. 349. Ver también: CHAUMONT, Ch. “Recherche du contenu irreductible du concept de
souveraineté internationale de l’Etat”, Melanges Basdevant... cit. pp. 114-151.
21
La tensión irreductible entre soberanía y Derecho internacional constituye la “gran aporía”
de la que hablaba el profesor RUILOBA SANTANA. Pero la contradicción entre soberanía y
Derecho internacional es más aparente que real porque, como ha escrito HAMARSKJOLD, D.:
“The truest safeguard of sovereignty in an interdependent world is... an effective international
Law”, en International Law in a Changing World, N. Y. (Oceana) 1963, pp. 24-25. Cf. FALK,
R. “The Scope of State Sovereignty versus the Requirements of World Order”, The Yearbook of
World Affairs, 1973, pp. 7-24.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 67
“Creo que lo esencial estriba en tomar conciencia de una realidad básica y de un hecho
indiscutible: la soberanía del Estado... Pero el Estado soberano no vive aislado, sino inmerso
en una pluralidad, el sistema de Estados, y más correctamente aún en un grupo social más
amplio y complejo, la sociedad internacional, que no se reduce a la interestatal. Se establece
así una dinámica y una tensión entre lo individual y lo colectivo, cada uno de estos planos
con sus exigencias propias y distintas, contribuyendo ambos a explicar la situación actual del
Derecho internacional...”22.
22
CARRILLO SALCEDO, J. Soberanía del Estado y Derecho internacional. Madrid (Tecnos) 2ª
ed. 1976. p. 17.
23
WOLF, F. “Nécessité croissante des normes internationales”, Le droit international à l’heure de
sa codification. Etudes en l’honneur de Roberto Ago, Milano (Giuffrè) 1987, vol. I, pp. 553-564.
24
MORIN, J. I. “Droit et souveraineté à l’aube du XXIe. siècle”, Canadian YIL, XXV, 1987, pp. 47
y ss.
25
MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción... cit., p. 28.
26
AKEHURST, M. Op. cit. p. 13.
27
TUNKIN explicó así el impacto de “las ideas jurídicas internacionales de la Gran Revolución
socialista de Octubre”: “Después de la victoria de la Revolución de Octubre, por vez primera
surgió en la palestra internacional un Estado que lanzó la gran consigna de la paz y aplicó
nuevos principios en las relaciones entre los pueblos y entre los países. Rechazamos todas las
cláusulas de bandidaje y de violencia, pero aceptamos con satisfacción y no podemos rechazar
68 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
las cláusulas que establezcan relaciones de buena vecindad y acuerdos económicos, dijo V. I.
Lenin. Muchos autores burgueses acusaron y acusan al Estado soviético de que en el primer
período de su existencia se negó a reconocer, en general, el Derecho internacional vigente
entonces, causando de este modo gran perjuicio al mismo. Mas es todo lo contrario. El mérito
histórico del Estado socialista soviético estriba precisamente en su repudio de las normas
e instituciones jurídicas internacionales reaccionarias (como, por ejemplo, las colonias y los
protectorados, los tratados desiguales, la intervención, etc.) y en que emprendió la lucha por
abolirlas, por erigir las relaciones internacionales sobre los cimientos de normas jurídicas
democráticas orientadas a robustecer la paz y la cooperación entre los Estados y por instaurar
en el Derecho internacional nuevos principios y reglas, de contenido progresista”. TUNKIN, G.
Curso de Derecho internacional. Moscú (Editorial Progreso) 1979, Libro I, pp. 48-49.
28
El propio MAO escribió al respecto: “Nosotros debemos unirnos a los pueblos de los países
imperialistas y esforzarnos por obtener la coexistencia pacífica con estos países, comerciar con
ellos y evitar toda posibilidad de guerra”. Essai philosophique sur la juste solution des contra-
dictions au sein du peuple. Chapitre XII, in fine.
29
El Irán revolucionario mostró un innegable deseo de continuidad en el plano internacional
manteniendo su representación en las Naciones Unidas y en las restantes organizaciones y
conferencias internacionales y mostró una actitud prudencial en materia económica, no proce-
diendo a las temidas nacionalizaciones masivas de las propiedades de las compañías extranje-
ras concesionarias de yacimientos petroleros. Incluso en el asunto de los rehenes americanos
—donde el gobierno iraní se situaba en abierta violación del Derecho internacional— la carta
enviada al Tribunal para exponer las razones por las que se afirmaba su incompetencia, co-
menzaba con palabras de respetuosa deferencia a esta alta instancia judicial: “Tout d’abord, le
Gouvernement de la Republique islamique de l’Iran tiens à exprimer le respect qu’il voue à la
Cour internationale de Justice et à ses distingués membres pour l’oeuvre par eux accomplie
dans la recherche de solutions justes et équitables aux conflicts juridiques entre Etats”. CIJ.
Recueil 1979, pp. 10-11.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 69
“He recibido una carta, invitándome a dar esta Conferencia, cuando yo me encontraba
en Buenos Aires, gracias a los acuerdos realizados a través de la Unión Postal Universal. He
telegrafiado mi conformidad gracias a las facilidades obtenidas por las reglas de la Unión In-
ternacional de Comunicaciones. Después he atravesado tres continentes, gracias a los servi-
cios aéreos hechos posibles por las reglas y acuerdos de la Organización de la Aviación Civil
Internacional y de la Organización Meteorológica Mundial. Fui dispensado de una posible
cuarentena porque yo tenía un certificado de la Organización Mundial de la Salud. Si me
encuentro ahora aquí ello ha sido posible gracias a siete Organizaciones internacionales”30.
30
JENKS, W. “Law, Freedom and Welfare in Action for Peace” en International Law in a Chan-
ging World, New York (Oceana) 1963, p. 6.
31
FRIED, J. H. “How Efficient is International Law?”, en Essays in Honour of Leo Gross. Cam-
bridge, Mass. (Schenkman), 1968, p. 130.
32
El profesor AKEHURST ilustra así su afirmación: “los Estados suelen aceptar el carácter ju-
rídico del Derecho internacional y, lo que es aún más importante, suelen ajustarse a él. Es
cierto que el Derecho internacional resulta a veces infringido con total impunidad, pero lo
mismo ocurre con todo sistema jurídico... Las violaciones del Derecho internacional no son
más frecuentes que las de cualquier ordenamiento jurídico, pero se suele creer que se infringe
de modo constante. Creo que existen dos explicaciones para esta impresión generalizada. En
primer lugar, sólo las infracciones del Derecho merecen la atención de los periódicos. Consti-
tuye noticia la comisión de un robo o un asesinato, o el ataque de un Estado a otro Estado,
pero no se informa del cumplimiento de la ley, que se da por supuesto... (L)a mayor parte de
la gente no tiene... experiencia... en los asuntos internacionales y piensa en consecuencia,
que las infracciones del Derecho internacional que se recogen (en los periódicos) son típicas y
no excepcionales. En segundo lugar, suele pensarse que la simple existencia de una disputa
internacional prueba que al menos uno de los Estados ha infringido el Derecho. Ahora bien:
70 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
34
Los gobiernos en cuestión habían emitido en 1895 y 1903-1907 sendos empréstitos, suscritos
principalmente por personas privadas de nacionalidad francesa. Llegado el momento del ven-
cimiento, los gobiernos serbio y brasileño alegaron que estos “contratos” estaban regidos por
el Derecho interno francés, cuyo orden público prohibía el pago en “francos oro”, por lo que
pretendían satisfacer la devolución del préstamo y sus intereses mediante el pago en los (fuer-
temente devaluados) “francos papel”. Por el contrario, los suscriptores franceses, por los que
tomó fait et cause el Gobierno de su país, rechazaban tal interpretación, subrayando el carácter
internacional de los “contratos” de referencia y exigiendo el pago en “francos oro”. La cuestión
planteada ante el Tribunal exigía la previa ubicación de la relación jurídica considerada en
el seno de uno u otro de los ordenamientos susceptibles de regularla: si era de aplicación el
Derecho interno francés, podía pensarse que bastaría con el pago en “francos papel”, como
pretendían los Gobiernos involucrados; pero si la relación jurídica se situaba en el marco del
Derecho internacional (público), probablemente sería exigible el pago en “francos oro”. CPJI.
Affaire concernant le paiement de divers emprunts serbes émis en France. Affaire relative au
paiement, en or, des emprunts fédéraux brésiliens émis en France. Sentencias de 12 de julio de
1929 (números 14 y 15). Serie A. Num. 20/21.
35
CPJI. Ibíd., pp. 40-41.
72 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
36
Ver: AGUILAR NAVARRO, M. Ensayo de delimitación del Derecho internacional económico,
Madrid (Sección de Publicaciones de la Facultad de Derecho) 1972, pp. 22-23.
37
LOWENFELD, A. “Public Law in the International Arena: Conflict of Laws, International Law
and Some Suggestions for their Interaction”, RCADI 1979 —II— vol. 163, pp. 311-436.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 73
1. Derecho internacional
La denominación Derecho internacional, es hoy la más usual y generalizada,
y se corresponde plenamente con el objetivo originario y secular de este ordena-
miento jurídico que era fundamentalmente la regulación de las relaciones entre
los Estados. Sin embargo, como ha recordado el profesor MIAJA de la MUELA,
la terminología “derecho internacional”:
“fue importada de Inglaterra, donde por primera vez, al parecer, fue utilizada la denomi-
nación International Law por Jeremías BENTHAM. Nada de extraño tiene, si pensamos que
Nation, en inglés, significa Estado, y no el grupo racial, religioso o lingüístico, modelado por
la Geografía y por la Historia, al que nosotros, españoles, franceses o italianos, calificamos
de Nación”39.
2. Derecho de gentes
Una denominación alternativa, de rancio abolengo, que todavía hoy se em-
plea con profusión, es la de “Derecho de Gentes”.
38
Ver: REUTER, P. “Quelques réflexions sur le vocabulaire du droit international”, Melanges
offerts a Monsieur le Doyen Louis TROTABAS, Paris (LGDJ) 1970, pp. 423-425.
39
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., p. 36.
40
ZICCARDI, P. Op. cit., p. 388.
74 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
La expresión tiene sus orígenes en el viejo “ius gentium” que comenzó siendo
aquella parte del derecho interno romano que regía las relaciones de los ciu-
dadanos (cives) con los extranjeros o de éstos entre sí (y que era aplicado con
mayor flexibilidad por el praetor peregrinus)41, para pasar a convertirse progre-
sivamente en una suerte de derecho común de ámbito universal. Con la desapa-
rición del imperio romano, el término “ius gentium” pierde progresivamente su
significación primigenia y adquiere nuevas acepciones, entre la que destaca la
del ius inter gentes del que hablaron nuestros clásicos. La expresión “Derecho de
Gentes” se consolidó así a lo largo de la historia como una denominación alter-
nativa para nuestro ordenamiento. Retomada en los países de lengua alemana,
la expresión Völkerrecht (literalmente, Derecho de los pueblos) pasó más tarde
al francés, a lo largo del siglo XVII con el título de droit des gens en la obra de
autores tales como VATTEL y MARTENS, y se generalizó luego en todas las
latitudes: Law of Nations, Derecho de gentes, droit des gens, diritto delle genti,
direito das gentes, dret de gents...42.
Con todo, como dice VERDROSS, esta denominación alternativa ha perdura-
do a través del tiempo por hallarse muy arraigada y por ser “más rica en reso-
nancias emocionales”43. En especial, en el caso del profesor Georges SCELLE, la
preferencia por la expresión “droit des gens” fue objeto de una elección meditada
que respondía a los planteamientos personalistas y universalistas del autor. El
pensamiento Scelliano reencuentra así de alguna manera la línea que habían
adoptado en su día nuestros clásicos, relanzando la expresión Droit des gens so-
bre todo para poner el acento en el individuo, tantas veces ignorado, y que cons-
tituye la célula primaria y principal de toda organización social y jurídica, tanto
interna como internacional. Como ha dicho el profesor MIAJA de la MUELA,
“seguramente el pensamiento de SCELLE iba mucho más allá de las realidades
de 1932, y aún de las de hoy, pero en él existe algo actual: la preocupación por
los valores esenciales humanos...”44.
3. Derecho transnacional
De entre las diversas denominaciones utilizadas hay una que ha conocido
en los últimos años un auge considerable en algunas latitudes y cuyas implica-
41
RUILOBA SANTANA, E. “Conflicto de Leyes y “ius gentium” en el mundo jurídico romano
(Visión retrospectiva desde la problemática permanente del Derecho internacional privado)”,
Estudios jurídicos en homenaje al profesor Santa Cruz Teijeiro. Valencia (Secretaría de Publi-
caciones de la Universidad) 1974, t. I, pp. 325-352.
42
TRUYOL SERRA, A. Fundamentos... cit., pp. 20-21.
43
VERDROSS, A. Derecho internacional público, traducción de la 5ª edición alemana con adicio-
nes y bibliografías complementarias realizadas por TRUYOL SERRA, A. con la colaboración
de MEDINA ORTEGA, M. Madrid (Aguilar) 1976, p. 3.
44
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., pp. 37-38.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 75
45
Aparentemente la expresión “transnacional” había sido usada ya por Aristide BRIAND para
describir sus proyectos de una Europa unida: PRELOT, M. et alterum Les institutions interna-
tionales et transnationales, Paris (PUF) 1951, prefacio.
46
JESSUP, Ph. Transnational Law, New Haven (Yale U. Press) 1956. p. 2.
47
Ibíd, p. 3.
48
La referencia al Transnational Law parece haber adquirido ya carta de naturaleza en los me-
dios académicos de los países anglo-sajones, dando título a numerosas obras científicas e inclu-
so a la publicación de revistas especializadas en esta materia. Son particularmente interesan-
tes, a este respecto, las consideraciones del profesor Rigaux sobre la naturaleza de la “relación
transnacional” y del correspondiente “derecho transnacional” que la regula. Ver: RIGAUX, F.
“Pour un autre ordre international”. Cours de l’Institut des Hautes Etudes Internationales
1979-80. Droit Economique 2, Paris (Pedone), 1979, p. 29; también RIGAUX, F. Droit public et
droit privé dans les relations internationales, Paris (Pedone) 1977, pp. 398-444.
76 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
49
Así, en la doctrina española, DÍEZ de VELASCO, M. Ibíd., p. 55: “Entendemos (por Derecho
internacional) al conjunto de normas que, agrupados en un sistema, forman el Ordenamiento
jurídico de la Comunidad internacional”; GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et al. Curso... cit., p. 10
“conjunto de principios y normas que constituyen el ordenamiento jurídico de la Comunidad
internacional en la era de la coexistencia de sistemas estatales distintos por su contenido eco-
nómico, político y social”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 77
1
La idea de las normas “estructurales” ha sido sustentada con matices diversos por distintos
autores. SERENI, las identificaba como “quelli che in un determinato momento storico si re-
collegano alle particolare caractteristiche constituzionali della communitá e dell’ordenamento
internazionale, che ne determinano la structura e le dimensioni...” Diritto internazionale, I
Milán, 1956, p. 112.
2
De VISSCHER, Ch. Les effectivités du droit international public. Paris (Pédone) 1967.
3
MIAJA de la MUELA, A. Introducción al Derecho internacional público. Madrid (Tecnos) 7ª ed.
1979, p. 70. Vide del mismo autor: El principio de efectividad en Derecho internacional, Valla-
dolid (Gráficas Andrés Martín), 1958.
80 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1. Función constitutiva
La función constitutiva de la efectividad consiste en consolidar definitiva-
mente determinadas situaciones fácticas cuya regularidad jurídica inicial po-
dría estimarse dudosa; en estos caso, se recurre a este principio “para encontrar
la justificación de un orden establecido”4.
El principio de efectividad muestra aquí su faz conservadora, ya que aparece
como una “garantía de orden y estabilidad, dando valor jurídico a los efectos
consolidadores del tiempo... para justificar el orden establecido”5. El profesor
MIAJA señaló varios ejemplos de esta función constitutiva de la efectividad: a)
Existe un Estado para el Derecho internacional, cuando una autoridad ejerce un
poder efectivo sobre unas personas y un territorio; b) Se considera existente un
Gobierno, cuando efectivamente impera sobre el territorio y la población de su
Estado; c) Un Estado extiende su autoridad sobre un territorio hasta entonces
nullius, si sus órganos ejercen en él autoridad efectiva; d) El Derecho de guerra
se aplica en virtud, no de la declaración de guerra, sino de las hostilidades efec-
tivas; e) Un bloqueo, en la guerra marítima, es admitido por el Derecho inter-
nacional cuando es efectivo”6. La Corte Internacional de Justicia, en su opinión
consultiva sobre Namibia de 1971, señaló también que “es la autoridad efectiva
sobre un territorio, y no la soberanía o la legitimidad del título, la que constituye
el fundamento de la responsabilidad del Estado con respecto a actos que afectan
a otros Estados”7.
En estos y en otros supuestos análogos se puede apreciar la función creadora
de la efectividad, al conferir a una situación que inicialmente contaba solo con el
respaldo de su propia realidad, el apoyo y la sanción legitimadora del Derecho8.
El principio de efectividad desempeña, así, una primera función constitutiva,
operando la consolidación definitiva en el plano jurídico de las situaciones cuya
misma existencia y continuidad les hace acreedores de una legitimación y un
asentamiento irrevocable en el plano del derecho.
4
De VISSCHER, Ch. op. cit., p. 13.
5
CARRILLO SALCEDO, J. A. Soberanía del Estado y Derecho internacional, 2ª edición. Madrid
(Tecnos), 1976, p. 227.
6
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., p. 71.
7
CIJ. Conséquences juridiques pour les Etats de la présence continue de l’Afrique du Sud en
Namibie (Sud-Ouest Africain) nonobstant la Résolution 276 (1970) du Conseil de Sécurité.
Avis consultatif. Recueil 1971, p. 54.
8
TOUSCOZ, J. Le principe d’’effectivité dans l’ordre international, Paris (LGDJ) 1964, pp. 11 y
ss.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 81
2. Función modificativa
El principio de efectividad desempeña también una “función modificativa”,
en cuanto actúa como factor de consolidación de las transformaciones interveni-
das en el Derecho vigente.
Esta función revisionista del principio de efectividad, como factor de transfor-
mación de la realidad social, constituye el substrato jurídico sustentador de la
mayoría de las transformaciones que se han producido en el actual Derecho in-
ternacional9. El proceso de “creación revolucionaria del Derecho internacional”10
estuvo durante largo tiempo al servicio de los países más poderosos que pudie-
ron utilizarlo en su favor, como muestra, por ejemplo, el proceso de consolida-
ción jurídica de las reivindicaciones contenidas en la conocida “Declaración” del
Presidente americano TRUMAN en 1945, relativa a la extensión de las compe-
tencias soberanas de los Estados Unidos sobre la plataforma continental y las
pesquerías adyacentes. Por ello no es sorprendente que los “nuevos Estados”
surgidos de la descolonización intentaran también transformar en su favor las
reglas del Derecho internacional, haciendo jugar la efectividad en apoyo de sus
reivindicaciones innovadoras, tales como la igualdad soberana de los Estados, el
derecho de los pueblos a la autodeterminación, la soberanía sobre los recursos
naturales o ciertas modificaciones del comercio mundial11.
El proceso de transformación jurídica que se realiza a impulsos de la efectivi-
dad, tiene así su prolongación natural en la formación de nuevas reglas de De-
recho internacional que, en asociación con el proceso consuetudinario, consiguen
introducir mutaciones importantes en la normativa internacional vigente12. El
fenómeno jurídico de que se trata puede ser observado con cierta claridad en el
proceso de consolidación de la nueva “zona económica exclusiva” de 200 millas
que, apoyándose en una fuerte y mayoritaria efectividad en los años 70 del pa-
sado siglo, terminó por adquirir carta de naturaleza en el actual Derecho del
Mar13.
9
El principio de efectividad resuelve de este modo lo que la profesora CHEMILLIER-GEN-
DREAU denomina una “contradicción consecutiva”; la que se produce entre una regla jurídica
preexistente que intenta mantener su vigencia y una situación fáctica nueva que pretende
alcanzar el respaldo del Derecho. CHEMILLIER-GENDREAU, M. “A propos de l’effectivité
dans l’ordre international”, Rev. Belge de D. I. 1975, pp. 39-42.
10
KUNZ, J. L. “Revolutionary Creation of Norms in International Law”, AJIL, 1947, pp. 119-
126.
11
CHEMILLIER-GENDREAU, M. “A propos de l’effectivité...” cit., pp. 43.
12
Así la costumbre internacional, fuente normativa particularmente flexible y evolutiva, ha per-
dido progresivamente su condición de “coutume sage” para adoptar la forma de una verdadera
“coutume sauvage” transformadora del Derecho en vigor. Vide DUPUY, R. J. “Coutume sage et
coutume sauvage”, en Melanges offerts a Charles Rousseau, Paris, 1974, pp. 75-87.
13
En efecto, la reivindicación inicialmente revolucionaria de algunos países hispanoamericanos,
extendida luego progresivamente a otros continentes y adoptada finalmente incluso por las
potencias marítimas —refractarias, en principio, a su reconocimiento—, ha pasado a integrar
82 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3. Función adjudicativa
La efectividad desempeña también una tercera función jurídica particular-
mente relevante que podríamos denominar función adjudicativa y que el profe-
sor MIAJA de la MUELA describió en los términos siguientes:
“La efectividad desempeña otros papeles perfectamente normales en Derecho internacio-
nal, tales como el de servir de criterio para la solución de ciertos conflictos de intereses entre
Estados que han realizado aisladamente determinados actos lícitos...”14.
el actual corpus iuris maritimi. La “zona económica exclusiva” se ha incorporado así al Dere-
cho internacional contemporáneo sobre la base de su consolidación efectiva, con anterioridad
a su consagración definitiva en el Convenio de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar
de 1982.
14
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., p. 155.
15
TOUSCOZ, J. Op. cit. p. 155.
16
Cf. Asunto Cannevaro, Tribunal de Arbitraje, Sentencia de 3 de mayo de 1912, Reports of Inter-
national Arbitral Awards, vol. XI, pp. 705 y ss.; asunto Strumsky-Mergé, Comisión de concilia-
ción italo-norteamericano, junio de 1955, texto en Rivista de Diritto Internazionale, 1956, pp.
77 y ss. Vide también Asunto Flegenheimer, Comisión de Conciliación italo-americana, texto
en Annuaire Suisse de Droit International, 1962, pp. 155 y ss.
17
CIJ. Recueil 1955, pp. 23, 26.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 83
A la luz de lo expuesto queda pues bien claro el importante papel que desem-
peña el principio de efectividad en Derecho internacional en una triple vertiente:
como factor de consolidación jurídica de situaciones o títulos establecidos en el
plano de los hechos, como elemento de transformación que sedimenta los proce-
sos de modificación del Derecho vigente y como criterio para la solución jurídica
de conflictos de intereses motivados por la existencia de títulos competitivos.
Nos movemos pues, en este punto, entre dos condicionantes igualmente com-
pulsivos: por un lado, la nuda efectividad no puede sanar una situación estable-
18
CIJ. Recueil 1986, pp. 586-587, pár. 63.
19
CARRILLO SALCEDO, J. A. Soberanía... cit., pp. 225-227.
84 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
cida en violación del Derecho; por otro lado, el Derecho no puede ignorar indefi-
nidamente una situación que se perpetúa en el plano de los hechos, adquiriendo
una consolidación efectiva.
20
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., p. 73.
21
MIAJA de la MUELA, A. El principio de efectividad en Derecho internacional. Valladolid (Grá-
ficas Andrés Martín), 1958, pp. 75-76.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 85
22
CIJ. Conséquences juridiques... cit., Recueil 1971, p. 54.
86 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
23
JUSTE RUIZ, J. “Las obligaciones erga omnes en Derecho internacional público”, Estudios
jurídicos en homenaje al profesor MIAJA de la MUELA. Madrid (Tecnos), 1980, t. I, pp. 220-
221.
24
CIJ. Recueil 1971, p. 56.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 87
25
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D., SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L. I. y SÁEZ DE SANTAMARÍA, M. P.
Curso de Derecho internacional público. Oviedo (Universidad) 1983, vol. I, p. 892. Vide también
JONES, R. G. “Damnosa hereditas? The Consensual Basis of International Law”, en Essays in
honour of R. P. Wilson, Durham, N. C., 1970, pp. 148 y ss.
26
Con matices diversos esta idea está presente en la obra de autores tales como KAUFMAN, de
LOUTER, HELLER, STRUPP, WALZ, LAUTERPACHT, ROUSSEAU, DUPUY, etc.
27
Como afirmara la Corte Permanente de Justicia Internacional en su conocido dictum en la
Sentencia del “Lotus” de 7 de septiembre de 1927: “El Derecho internacional rige las relaciones
entre Estados independientes. Las reglas de Derecho que vinculan a los Estados proceden,
pues, de la voluntad de éstos, voluntad manifestada en convenciones o en usos que se aceptan
generalmente como consagradores de principios de Derecho y establecidos con el fin de regu-
lar la coexistencia de estas comunidades independientes o con el objeto de la prosecución de
fines comunes. Las limitaciones a la independencia de los Estados, por tanto, no se presumen”.
CPJI, Serie A, núm. 9, p. 18.
88 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
28
REUTER, P. La Convention de Vienne sur le Droit des Traités. Paris (Colin) 1970, pp. 15-16.
29
D’AMATO, A. “The Concept of Special Custom in International Law”. AJIL, 1969, vol. 63, pp.
216 y ss.
30
Ver: CIJ. Affaire du droit d’asile (Colombie c. Pérou) Arrêt du 20 Novembre 1950. CIJ. Recueil
1950, pp. 277-278. La misma doctrina jurisprudencial se recoge en: CIJ. Affaire relative aux
droits des ressortissants des Etats-Unis d’Amérique au Maroc, Arrêt du 27 aôut 1952. CIJ Re-
cueil 1952, pp. 200, 219, 220. CIJ Affaire du droit de passage sur territoire indien (fond). Arrêt
du 12 avril 1960. CIJ Recueil 1960, p. 39.
31
JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA, E. “La costumbre como fuente del Derecho internacional”, en Ho-
menaje al profesor MIAJA de la MUELA... cit., t. I, p. 397.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 89
32
Cf. CIJ Affaire des Essais Nucléaires, Australie c. France; Nouvelle Zélande c. France. Arrêts
du 20 décembre 1974, CIJ, Recueil 1974, pp. 267 y ss. Ver la nota de JUSTE RUIZ, J. en REDI,
1976, pp. 447-461.
33
TRIEPEL, M. Völkerrecht und Landesrecht, Leipzig 1899, Reinpresión Meisenjeim, 1958, pp.
83-84 (Traducción de CASANOVAS y de la ROSA, O. Prácticas de Derecho internacional públi-
co, 3ª ed. Madrid (Tecnos), 1981, p. 27.
90 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
suponer que dicho pacto pueda producirse tácitamente ya que, según el famoso
dictum jurisprudencial “las limitaciones a la independencia de los Estados... no
se presumen”34.
Esta perspectiva de análisis, que ahogaba la posibilidad real de un Derecho
internacional general verdaderamente desarrollado, ha dominado durante largo
tiempo la doctrina internacionalista, pero puede considerarse ya definitivamen-
te superada. En efecto, siguiendo las enseñanzas de la autorizada jurispruden-
cia de la CIJ, puede hoy afirmarse que el Derecho internacional ha superado los
límites del voluntarismo radical, y que su carácter eminentemente “consensua-
lista” no impide en modo alguno la existencia de reglas universales, basadas en
el consensus de los Estados35.
La posibilidad de despliegue de una eficacia normativa universal o erga om-
nes se manifiesta así, en primer lugar, en el caso de ciertos tratados interna-
cionales que pueden obligar a todos los Estados. En efecto, aunque el principio
jurisprudencial pacta tertii neque nocet neque prosunt (recogido en los arts. 34
a 37 del Convenio de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 23 de mayo de
1969) continúe siendo la regla básica en la materia, no parece posible excluir la
existencia eventual de ciertas estipulaciones convencionales que lleguen a po-
seer alcance jurídico universal36. El profesor CARRILLO SALCEDO ha afirma-
do así la existencia de estos tratados de alcance universal, señalando una serie
de ejemplos de los mismos:
“Existen sin duda tratados cuyo alcance jurídico va más allá del círculo de Estados par-
tes en los mismos... muchos de ellos de carácter abierto, universal y expresiones jurídicas
de tentativas de alcanzar objetivos propuestos por la comunidad internacional organizada.
Pero en todo caso, desde un punto de vista estrictamente jurídico, lo fundamental estriba en
distinguir entre tratados normativos generales y tratados que establecen regímenes objetivos;
ambos tipos de convenios pueden implicar derogaciones del principio del efecto relativo de
los tratados; los primeros, si sus normas llegan a ser reconocidas y aceptadas por la comuni-
dad internacional de Estados en su conjunto o expresan objetivos a alcanzar propuestos por
la comunidad internacional organizada en su conjunto; los segundos porque, como antes in-
diqué, los terceros Estados tienen el deber de respetar las situaciones convencionales válidas
que no les afectan jurídicamente”37.
34
Affaire du “Lotus”, CPJI, Serie A, Núm. 9, p. 19.
35
Cf. CARRILLO SALCEDO, J. A. “Aspectos doctrinales del problema de la universalidad del
Derecho de Gentes”, REDI, 1964, pp. 3-15; JUSTE RUIZ, J. “Las obligaciones “erga omnes”...
cit., pp. 220 y ss.; SUY, E. “Rôle et signification du consensus dans l’élaboration du droit inter-
national”, Etudes en l’honneur de Roberto Ago... cit., Milano (Giuffré) 1987, pp. 521-542.
36
REUTER, P. Introduction... cit., pp. 101 y ss.; CAHIER, Ph. “Le problème des effets des traités
à l’égard des Etats tiers”. RCADI, 1974 —III— vol. 143, pp. 589-763.
37
Ibid., pp. 239-240. El autor cita como ejemplos: “el Tratado de Estado Austríaco, de 1955; el
Tratado de no militarización y libertad de investigación en la Antártida, de 1959; el Tratado
de prohibición de experiencias termonucleares subterráneas, de 1962; el Tratado de desnu-
clearización de América Latina, recogido luego en la Resolución 2.286 (XXII) de la Asamblea
General de las Naciones Unidas; el Tratado de no proliferación de armas nucleares, de 1968; el
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 91
2. Tránsito a la universalidad
En segundo lugar, la superación de una consideración estrictamente particu-
larista del consentimiento y la aparición de la idea del consensus de los Estados
ha propiciado el tránsito a la universalidad de las normas internacionales.
La concepción tradicional, dominada por un voluntarismo extremo y un “re-
lativismo jurídico sin límites”, ha ido perdiendo su vigencia a medida que los
Estados han tomado conciencia de sus intereses comunes para emprender de-
42
CARRILLO SALCEDO, J. A. Soberanía del Estado... cit., 2ª ed. 1976, pp. 209-210.
43
REUTER, P. Droit international public. Paris (PUF) 5ª ed. 1976, p. 17.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 93
44
REUTER, P. “Principes de Droit international public”. RCADI, 1961, II, t. 103, p. 428, 440.
45
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. Curso... cit., pp. 93-94. El autor cita como ejemplo la formación y
consolidación del nuevo espacio marino denominado “zona económica exclusiva”.
46
United Nations Conference on International Organization, Documents, vol. VI, p. 730.
47
Ver: BROWNLIE, I. “The United nations as a Form of Government in International Organiza-
tion”, Essays in honour of J. Mc Mahon, London, New York, Toronto, 1974, pp. 26-36.
48
KELSEN, H. The Law of the United Nations, London, 1951, pp. 106-110.
49
Pues, como apunta VIRALLY, M. “(La Charte des Nations Unies) a acquis une situation abso-
lument unique et est devenue véritablement la Charte de la communauté internationale tout
entière. Même les Etats qui n’y ont pas formellement souscrit ne sauraient être tenus pour
libres de violer les principes qu’elle a posés en vue d’assurer la survie de cette communauté”.
L’Organisation mondiale, Paris, 1972, p. 326, Vide también MIAJA de la MUELA, A. Aporta-
ción de la sentencia de la Corte de La Haya en el caso Barcelona Traction (5 de febrero de 1970)
a la jurisprudencia internacional (Gráficas Andrés Martín), Valladolid, 1970, p. 75.
50
JENKS, W. El Derecho común de la humanidad, traducción de M. T. RAMÍREZ DE ARELLA-
NO, Revisión, índices y notas de Manuel Medina, Madrid (Tecnos) 1968.
94 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
cuanto tal— obliga por igual a todos los Estados y se impone imperativamente
a su voluntad.
51
JENKS, W. “The Will of the World Community as the Basis of Obligation in International
Law”, en Hommage d’une generation de juristes au président Basdevant, Paris (Pedone) 1960,
pp. 280-290. Vide también, a este respecto QUADRI, R. “Le fondement du caractère obligatoire
du droit international public”. RCADI 1952 —I— vol. 80, pp. 579-638, especialmente pp. 626-
630; SCHARTER, O. “Towards a Theory of International Obligation”, en The Effectiveness of
International Decisions. New York (Sijthoff-Oceana) 1971, pp. 9-31; RUILOBA SANTANA; E.
Nueva Enciclopedia Jurídica (Seix) voz: obligación.
52
El profesor AGO, en un ensayo publicado en 1956, hablaba ya a este respecto de la necesidad
de superar los viejos planteamientos del voluntarismo formalista para reconocer la existencia
de una suerte de Derecho internacional de formación espontánea, respaldado por “una fuerza
histórica suficiente”. AGO, R. “Derecho positivo y Derecho internacional”, REDI, 1956, p. 614.
53
VITORIA, F. Relecciones. Edición del Padre Getino, t. II, p. 207.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 95
54
MIAJA de la MUELA, A. “El Derecho “totius orbis” en el pensamiento de Francisco de Vitoria”,
REDI, 1965, pp. 341-364, especialmente p. 363.
55
La teoría general del Derecho ha elaborado una distinción secular entre las normas de carác-
ter “dispositivo” (ius dispositivum), que admiten pacto en contrario, y las normas de carácter
“imperativo” (ius cogens), que no admiten pacto en contrario. En el orden interno, el ejemplo
prototípico de las normas imperativas son las leyes de naturaleza penal, aunque también otras
normas pueden incluir disposiciones de carácter imperativo o de “derecho necesario”.
56
La Comunidad internacional en su conjunto, aparece así dotada de un cierto poder normativo
originario que se expresa por la vía del “consensus general de los Estados respecto a ciertos
valores jurídicos esenciales en el ordenamiento internacional”. GONZÁLEZ CAMPOS, J. D.
Curso... cit., vol. I, p. 58.
57
La necesidad de admitir la existencia de ciertas normas de ius cogens en el plano interna-
cional fue evocada por diversos autores clásicos entre los que figuran los más destacados re-
presentantes de la Escuela española clásica del Derecho internacional (VITORIA, de SOTO,
MENCHACA, SUÁREZ) a los que siguieron también en este punto con matices diversos, otros
autores (BODINO, GENTILE, GROCIO). Ver: GOSALBO BONO, R. Análisis crítico del ius
cogens en Derecho internacional público. Tesis dostoral. Valencia, 1977, pp. 110-136.
96 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1. Imperatividad
La idea de imperatividad implica que las normas dotadas de esta caracterís-
tica poseen una eficacia obligatoria reforzada que las hace insusceptibles de ser
descartadas por sus destinatarios. Son normas respecto de las cuales los Esta-
dos no pueden exceptuarse en modo alguno59.
La imperatividad de las normas de ius cogens se concreta, en primer lugar,
en la inadmisibilidad de todo acuerdo en contrario que, caso de producirse, sería
jurídicamente nulo. Pero la imperatividad de las normas de ius cogens va, con
58
FERRER SÁNCHIS, P. A. “Los conceptos “ius cogens” y “ius dispositivum” y la labor de la Co-
misión de Derecho internacional”, REDI, 1968, p. 765.
59
Anuario CDI, 1966, vol. II, p. 27.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 97
todo, más lejos que la mera producción de la nulidad de todo acuerdo en contra-
rio. En efecto, la característica esencial de la norma imperativa es la de no admi-
tir jurídicamente ninguna excepción, derogación o exclusión de sus exigencias;
y ello no sólo por vía del acuerdo o pacto en contrario sino también por medio de
cualquier “acto” contradictorio con aquella.
Como dijo el profesor MIAJA, imperatividad significa que la vigencia de las
normas de esta naturaleza no “puede ser descartada por los obligados a cum-
plirlas”, lo que implica no solamente que cualquier acto contrario a lo dispuesto
en las mismas puede quedar jurídicamente teñido de nulidad, sino también la
imposibilidad, mientras estén en vigor, de sustraerse a ellas sus destinatarios
de una manera válida60.
2. Generalidad
Una segunda característica de las normas de ius cogens es la de su generali-
dad, es decir, en los propios términos del artículo 53 del Convenio de Viena, la de
estar integrado por normas imperativas “de Derecho internacional general”.
La “generalidad” que caracteriza al ius cogens internacional no implica su
identificación con todo el Derecho internacional común o general, sino que sig-
nifica únicamente que las normas imperativas constituyen una “categoría parti-
cular en el contexto de las normas generales de Derecho internacional”61. Puede
sentarse así una primera conclusión: todas las normas de ius cogens pertenecen
al Derecho internacional general, pero no todas las normas de Derecho interna-
cional general son necesariamente de ius cogens.
Por otra parte, la generalidad que caracteriza al ius cogens se presenta de
modo algo diferente cuando se la analiza con relación a la génesis de la norma
imperativa que cuando se hace con respecto a la proyección de su eficacia vin-
culante. La génesis de las normas imperativas del Derecho internacional no
requiere la unanimidad formal de todos y cada uno de los miembros de la Comu-
nidad internacional62; basta con que se haya formado respecto de su vigencia un
60
MIAJA de la MUELA, A. “Ius cogens...” cit., p. 1122; p. 1131.
61
MIAJA de la MUELA, A. “Ius cogens...” cit., p. 1127.
62
Existe en este punto un testimonio particular importante pues proviene del propio Mustapha
Kamil YASSEEN, Presidente del Comité de redacción, que había introducido las palabras “co-
munidad internacional en su conjunto” durante los trabajos de la Conferencia de Viena. Según
las afirmaciones a que hacemos referencia, lo que se trata de destacar es que no se exige que
una norma sea aceptada y reconocida como imperativa por la unanimidad de los Estados:
“Basta con una amplia mayoría, lo que significa que si un Estado rehúsa aisladamente aceptar
el carácter imperativo de una regla o si este Estado es sostenido por un pequeño número de
Estados, ello no puede afectar a la aceptación y al reconocimiento del carácter imperativo de
esta regla por la Comunidad internacional en su conjunto”. Doc. A/CONF. 39/C. 1/ST. 80, pp.
3-4.
98 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3. Mutabilidad
Un examen apresurado del significado del ius cogens ha conducido a algunos
autores a una cierta magnificación de sus características que les ha llevado a
definirlo como un derecho inmutable.
Tal afirmación resulta, sin embargo, errónea ya que el carácter dinámico y
evolutivo del ius cogens implica que las normas que lo integran no son inmu-
tables sino por el contrario mutables63. La lógica misma del ius cogens implica,
bien mirado, que el mismo consenso mayoritario de los miembros de la Comu-
nidad internacional que dio nacimiento a la norma imperativa pueda, mediante
su transformación a través del tiempo, producir la modificación de la misma e
incluso su desaparición o su substitución por otra diferente. La cuestión parece
haber quedado expresamente zanjada por el propio texto de los artículos corres-
pondientes del Convenio de Viena; el artículo 53 consagra ya formalmente la
mutabilidad de las normas de ius cogens al afirmar in fine que éstas: “puede(n)
ser modificadas por una norma ulterior de Derecho internacional general que
tenga el mismo carácter”.
Por ello cabe afirmar que el ius cogens, pese ser un Derecho en cierto modo
“superior”, no es en modo alguno inmutable, inmodificable o inderogable, sino
que comparte con las demás normas el carácter evolutivo y dinámico que es
propio del ordenamiento internacional.
4. Jerarquía
Otro rasgo característico del ius cogens internacional es el de su especial
jerarquía en el marco del ordenamiento jurídico internacional, por cuanto su
existencia misma traduce un interés esencial de la Comunidad que la norma
63
“(E)s necesario precaverse de una confusión muy frecuente entre los internacionalistas, entre
la norma de ius cogens y la insusceptible de derogación... Eius est tollere, cuius est condere.”
MIAJA de la MUELA, A. “Ius cogens...” cit., p. 1127.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 99
5. Jurisdiccionabilidad
Una última característica que distingue a las normas imperativas de Dere-
cho internacional (ius cogens) es la de su jurisdiccionabilidad.
En su virtud, las controversias relativas a la nulidad de los tratados contra-
rios a una norma de ius cogens pueden ser sometidas, mediante una demanda o
“solicitud escrita” de la parte interesada, a un medio de arreglo jurisdiccional: el
arbitraje o la decisión de la CIJ. La querella respecto de los medios de “control”
de la aplicación de las normas de ius cogens, y en particular la instauración de
64
MACDONALD, R. “Fundamental Norms in Contemporary International Law”, Canadian YIL,
XXV, 1987, pp. 115 y ss.
65
MIAJA de la MUELA, A. “Ius cogens”... cit., pp. 1129-1130.
66
“La noción de ius cogens internacional —que el Convenio de Viena sobre el Derecho de los tra-
tados ha recogido, pero no ha creado—, viene a introducir un nuevo elemento estructural en
el medio colectivo en el que los Estados viven y desarrollan su actividad y en su ordenamiento
jurídico, el Derecho internacional”. CARRILLO SALCEDO, J. A. Soberanía... cit., pp. 258-274.
100 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
67
Los países del grupo occidental, menos proclives a la consagración de la idea del ius cogens,
hicieron depender su “visto bueno” de la instauración de un mecanismo obligatorio de solución
de controversias que ofreciera las suficientes garantías: en concreto, el establecimiento de una
instancia jurisdiccional obligatoria. Los países del Este, y más todavía los países del Tercer
mundo no veían con buenos ojos la instauración de un sistema de jurisdicción obligatoria que
pusiera la aplicación de las normas de ius cogens bajo el control de la CIJ que, con razón o sin
ella, no les merecía la suficiente confianza. Ver: DUPUY, R. J. “Codification et règlement des
différends. Les débats de Vienne sur les procédures de règlement”. AFDI, 1969, pp. 70-91.
68
Doc. A/CONF. 39/L. 47/Rev. 1.
69
El artículo 66 del Convenio de Viena constituye ya en sí mismo, para los Estados partes, una
“cláusula compromisoria” expresiva de la aceptación de la competencia de la Corte en los tér-
minos fijados. Así lo ha afirmado el profesor DUPUY: “En cualquier caso, por lo que respecta a
la regla del (Convenio de) Viena parece claro que ésta reconoce el derecho de citación directo.
Tal era en efecto la intención de los autores del proyecto propuesto in extremis a la Conferen-
cia y tal era asimismo la convicción de las más altas personalidades que dirigieron y animaron
dicha propuesta. Por la generalidad misma de sus términos (el propio artículo del Convenio)
justifica esta interpretación...” DUPUY, R. J. “Codification... cit.”, p. 88.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 101
70
Anuario CDI, 1966, vol. II, p. 271.
102 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
71
Anuario CDI, 1976, vol. II, segunda parte, p. 91-94.
72
CIJ. Recueil 1970, p. 33.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 103
I. ASPECTOS GENERALES
La expresión “fuentes del Derecho” es ambigua. En su acepción vulgar hace
referencia al lugar de donde surge el Derecho. En sentido material, la expresión
se refiere a los hechos o procesos sociales que determinan la aparición de las
reglas jurídicas, cuestión estudiada por la sociología del Derecho. En sentido
filosófico, las fuentes del Derecho evocan la causa última del Derecho, objeto de
reflexión de la filosofía jurídica. Por último, las fuentes del Derecho en sentido
formal o propio son los actos o procedimientos jurídicos a los que un determina-
do ordenamiento vincula la producción de reglas jurídicas. En este sentido, las
fuentes del Derecho internacional que van a ser objeto de la presente lección son
los procesos de creación de las reglas del Derecho internacional.
1
Una visión crítica de este planteamiento tradicional en: SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L. I. “La
apoteosis del consentimiento: de la noción de fuentes a los procesos de creación de derechos y
108 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Por lo tanto, los conflictos que puedan suscitarse en caso de colisión entre
normas resultantes de fuentes diversas deben resolverse atendiendo a la natu-
raleza de las normas en cuestión (por ejemplo, si una de ellas tiene carácter de
ius cogens prevalecerá sobre cualquier otra norma que no tenga dicho carácter)
o recurriendo a los criterios técnicos generalmente aplicados en estos casos (por
ejemplo, lex specialis derogat generalis, lex posterior derogat prius etc.).
2
RODRÍGUEZ CARRIÓN, A. J. Lecciones de Derecho internacional público, 5ª edición, Madrid
(Tecnos) 2002, pág. 162.
110 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3
CIJ. Recueil 1974, p. 267.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 111
4
CIJ. Recueil 1969, pars. 27-30.
112 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
5
Plateau continental (Jamahiriya arabe libyenne/ Malte), arrêt CIJ Recueil 1985, p. 13.
6
Ibid.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 115
“...la Corte no piensa que para que una regla esté consuetudinariamente establecida, la
práctica correspondiente deba ser rigurosamente conforme con tal regla. Le parece suficiente
para deducir la existencia de reglas consuetudinarias que los Estados conformen a ella su
conducta de una manera general y que traten ellos mismos los comportamientos no confor-
mes a la regla como violaciones de ella y no como manifestaciones del reconocimiento de
una regla nueva”7.
7
Activités militaires et paramilitaires au Nicaragua et contre celui-ci (Nicaragua c. Etats-Unis
d’Amérique), fond, arrêt, CIJ Recueil 1986, p. 14.
8
North Sea Continental Shelf Cases, ICJ Reports 1969, p. 24.
9
Así lo ha afirmado la CIJ en la sentencia de 27 de junio de 1986, asunto de las actividades mi-
litares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América): “La
Corte debe asegurarse de que en el Derecho internacional consuetudinario existe una opinio
iuris relativa al valor obligatorio de tal abstención. Con las debidas cautelas, esta opinio iuris
puede deducirse, inter alia, de las actitudes de... los Estados...” Activités militaires et parami-
litaires au Nicaragua... cit. p. 14.
116 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“...la opinio iuris de los Estados se prueba por vía de inducción partiendo de una práctica
suficientemente extensa y convincente y no por vía de deducción partiendo de ideas conce-
bidas a priori”10.
10
Délimitation de la frontière maritime dans la région du golfe du Maine, arrêt, CIJ Recueil
1984, p. 246.
11
De VISSCHER, P. “Cours Général de Droit International Public”, RCADI, 1972, II, vol. 136, p.
65.
12
DUPUY, R. J. “Coutume sage et coutume sauvage”, Mélanges Rousseau, Paris (Pedone) 1974,
pp. 75-87.
13
Ver, por ejemplo: Activités militaires et paramilitaires au Nicaragua... cit., pár. 199.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 117
tumbre cristalice y se haga obligatoria para él (es el caso del Estado “objetor
persistente”). Así lo reconoció ya la CIJ en su sentencia en el asunto de las pes-
querías anglo-noruegas de 1950:
“De todas formas, la regla de las 10 millas aparece como inoponible a Noruega, que se
ha opuesto siempre a su aplicación en la costa noruega”.
14
North Sea Continental Shelf Judgement, ICJ Reports 1969, p. 3.
15
Affaire colombo-péruvienne relative au droit d’asile, Arrêt du 20 novembre 1950: CIJ Recueil
1950, p. 266.
118 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“Aunque esa costumbre existiera solamente entre algunos Estados de América latina, no
podría ser invocada contra Perú que, lejos de haberse adherido a la misma en virtud de su
comportamiento, por el contrario, la ha rechazado...”16.
D) La interacción tratado-costumbre
La práctica internacional muestra con claridad que las diversas fuentes for-
males del Derecho internacional interactúan constantemente entre sí dando lu-
gar a procesos de sinergia normativa. En el asunto de la plataforma continental
del Mar del Norte de 1969, la CIJ examinó con detalle la posible interacción en-
tre el tratado y la costumbre en el proceso de formación de la misma. El profesor
Jiménez de Arréchaga ha resumido la esencia de las afirmaciones de la Corte
del modo siguiente:
“(La Corte) ha reconocido que el derecho consuetudinario no se desarrolla con indepen-
dencia de los tratados (pudiendo) operar en tres formas distintas: el texto de la convención
puede enunciar una norma consuetudinaria existente con anterioridad; puede cristalizar una
norma que está en vías de formación, in statu nascendi, o por último, la disposición de lege
ferenda de un tratado o la propuesta de una conferencia pueden llegar a ser el punto de par-
tida de la práctica estatal posterior y, siguiendo el curso debido, consolidarse en una norma
consuetudinaria.”18
16
Affaire colombo-péruvienne..., cit., p. 266.
17
Affaire du droit de passage sur territoire indien (fond), Arrêt du 12 avril 1960, CIJ Recueil
1960, p. 6.
18
JIMÉNEZ de ARÉCHAGA, E. Homenaje a Miaja, Madrid (Tecnos) 1989, vol. I, p. 378.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 119
19
“Reserves à la Convention sur le génocide, Avis consultatif: CIJ Recueil 1951, p. 15.
20
Laudo de 20 de diciembre de 1896, asunto Fabiani (apud Ch. ROUSSEAU: Principes généraux
du droit international public, Paris (Pedone) 19944, pp. 916-917.
21
MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción al Derecho internacional público, 3ª ed., Madrid (At-
las) 1960, p. 111.
120 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
22
Conséquences juridiques pour les Etats de la présence continue de l’Afrique du Sud en Namibie
(Sud-Ouest africain) nonobstant la résolution 276 (1970) du Conseil de Sécurité, avis consulta-
tif, CIJ Recueil 1971, p. 16).
23
CPJI, Série A, n. 10, pp. 16-17.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 121
A) La jurisprudencia internacional
El conjunto de las decisiones judiciales de los Tribunales internacionales in-
tegra la jurisprudencia internacional.
Esta jurisprudencia se ha venido elaborando a lo largo de los tiempos por
el conjunto de tribunales arbitrales y judiciales a los que los sujetos del Dere-
cho internacional han recurrido para resolver sus controversias jurídicas. Los
tribunales internacionales, como órganos encargados de aplicar e interpretar
las reglas de Derecho internacional, contribuyen así poderosamente a definir
estas normas y a precisar su sentido en los diversos supuestos concretos. Así,
aunque cada sentencia tenga únicamente fuerza obligatoria de cosa juzgada
para el caso concreto y entre las partes en el litigio, las afirmaciones contenidas
en los pronunciamientos judiciales y arbitrales constituyen un elemento im-
portantísimo para la determinación de la existencia y alcance de las reglas del
Derecho internacional. Incluso los pronunciamientos contenidos en las “opinio-
nes consultivas” que pueden emitir algunos tribunales internacionales (como la
CIJ) forman parte de la jurisprudencia y constituyen un medio auxiliar para la
determinación de las reglas del Derecho internacional.
En tanto en cuanto los diversos Tribunales internacionales son cuerpos de
magistrados independientes y altamente cualificados, su jurisprudencia cons-
tituye una valiosa aportación al corpus del Derecho internacional que ha con-
tribuido, cada una en su contexto, a la evolución del mismo. La jurisprudencia
internacional, en cuanto enuncia el Derecho existente, tiene pues un valor fun-
damental, aunque los jueces no pueden crear normas de Derecho actuando a
modo de legislador internacional. Así ha sido subrayado por la CIJ, en su dicta-
men de 8 de julio de 1996, en el asunto relativo a la licitud de la amenaza o el
uso de armas nucleares:
“La Corte no puede legislar... su misión es la de cumplir con su función judicial normal
de determinar la existencia o la inexistencia de principios y de reglas jurídicas... la Corte...
enuncia el Derecho existente pero no legisla. Esto es así aún cuando, al enunciar y aplicar el
Derecho, deba necesariamente determinar su alcance y tener en cuenta su evolución”24.
B) La doctrina
La doctrina de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones
es la llamada “doctrina científica”, que puede ser individual o colectiva.
La doctrina científica individual es la obra de los estudiosos del Derecho in-
ternacional a quienes se puede acudir para conocer la existencia e interpre-
24
Licéité de la menace ou de l’emploi d’armes nucléaires, avis consultatif, CIJ Recueil 1996, p.
226.
122 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
25
Tales como la Harvard Law Schol, el Institut de Droit Internacional o la Internacional Law
Association. Ciertas instituciones no gubernamentales, como el Comité Internacional de la
Cruz Roja, han contribuido poderosamente a la obra de codificación en sectores especializados,
como el Derecho internacional humanitario.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 123
26
El programa de trabajo de 1949 contenía 25 temas de los que la Comisión nunca ha tratado 4
(reconocimiento de Estados y de Gobiernos, competencia sobre crímenes cometidos fuera del
territorio, trato a los extranjeros y derecho de asilo).
27
Convenio sobre mar territorial y zona contigua; Convenio sobre la plataforma continental;
Convenio sobre el alta mar; y Convenio sobre pesca y conservación de los recursos vivos del
mar.
28
Convención sobre relaciones diplomáticas (1961) y Convención sobre relaciones consulares
(1963). Mas tarde se elaboraron la Convención sobre misiones especiales (1969), la Convención
sobre prevención y castigo de los crímenes contra personas internacionalmente protegidas,
incluidos los agentes diplomáticos (1973) y el proyecto de artículos sobre correo diplomático y
valija diplomática no acompañada por el correo diplomático (1989).
29
Convención sobre el Derecho de los Tratados (1969) y Convención sobre Derecho de los trata-
dos celebrados entre Estados y OI o entre OI (1986).
30
Convención sobre la sucesión de Estados en materia de tratados (1978), Convención sobre la
sucesión de Estados en materias de bienes, archivos y deudas (1983) y Proyecto de artículos so-
bre la nacionalidad de las personas naturales en relación con la sucesión de Estados (1999).
31
Por ejemplo: el Proyecto de código de crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad de
1996 (que fue parcialmente recuperado por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacio-
nal de 1998); el Proyecto de artículos sobre los usos de los cursos de agua para fines distintos
de la navegación de 1997; el Proyecto de artículos sobre prevención del daño transfronterizo
resultante de actividades peligrosas de 2001.
126 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
A) Concepto de tratado
Un tratado internacional es un acuerdo de voluntades entre sujetos del De-
recho internacional, regido por éste ordenamiento y destinado a producir efectos
jurídicos, cualquiera que sea su denominación. No son pues tratados en sentido
propio los acuerdos celebrados por los sujetos del Derecho internacional con
otros sujetos que no pertenecen a este ordenamiento (por ejemplo, los acuerdos
entre Estados y particulares o State’s Contracts), ni los celebrados entre orga-
nismos o entes infraestatales (como los concluidos por algunas Comunidades
Autónomas españolas con sus homólogas extranjeras). Tampoco son tratados en
sentido propio ciertos compromisos internacionales que se consideran no vin-
culantes jurídicamente, tales como los llamados acuerdos no normativos o “po-
líticos” celebrados entre Estados o los “acuerdos entre caballeros” (Gentlemen’s
Agreements) concluidos por sus representantes oficiales que se respetan sólo por
consideración a la palabra dada. En cambio, un tratado internacional puede te-
ner cualquier forma (puede ser incluso un acuerdo verbal) y designarse de muy
diversos modos: Acta, Acuerdo, Arreglo, Carta, Canje de Notas, Constitución,
Convención, Convenio, Declaración, Estatuto, Memorandum, Modus Vivendi,
Pacto, Protocolo... Ni el nombre ni la forma hace la cosa; lo importante es que
el acto tenga una naturaleza convencional y un contenido normativo, siendo la
denominación irrelevante a efectos de su calificación jurídica.
El tratado es la fuente por excelencia del Derecho internacional; es el proce-
dimiento principal de creación de normas jurídicas internacionales, tanto por la
peculiar estructura de la sociedad internacional1 como por el carácter eminente-
1
Como ya hemos visto, en la sociedad internacional relacional, ante la inexistencia de un le-
gislador que elabore las normas, los propios Estados asumen la función de creación de las
128 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
mente consensualista del Derecho internacional2. Además, los sujetos del Derecho
internacional encuentran en este instrumento convencional las ventajas de la
seguridad que proporciona el celebrarse generalmente por escrito, junto con la
flexibilidad que permite su régimen jurídico, basado en la voluntad de las partes.
ro, y sus “protocolos” ulteriores, que son en realidad convenios más detallados
mediante los que se desarrolla la regulación prevista en el tratado marco.
En la actualidad, el formato típico de los tratados presenta normalmente tres
partes diferenciadas: a) el preámbulo, en el que se detallan los fundamentos y
objetivos del acuerdo celebrado; b) el dispositivo o articulado, en el que se con-
tienen las obligaciones y derechos de las Partes; y c) los anexos o apéndices, de
carácter administrativo o técnico. La lógica de esta separación, radica en esta-
blecer mecanismos de enmienda y revisión que permita utilizar procedimientos
acelerados para actualizar los anexos sin necesidad de modificar el dispositivo
del convenio.
3
BOE de 13 de junio de 1980.
4
Ver texto en: C. GUTIÉRREZ ESPADA y A. L. CALVO CARAVACA: Textos de Derecho Interna-
cional Público, Madrid (Tecnos) 1986, pp. 64-88.
130 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
crita por los Estados miembros de la comunidad internacional, por lo que cabe
afirmar que sus disposiciones son generalmente reconocidas como la expresión
del derecho vigente en la materia.
Por el hecho de situarse en un contexto esencialmente “contractual”, la regu-
lación jurídica de los tratados internacionales establecida en la Convención de
Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969 gira en torno a la autonomía de
la voluntad de los Estados, con algunas limitaciones.
5
Ver: el comentario del artículo correspondiente realizado por la CDI en: Anuario de la CDI,
1966, vol. II., pp. 210-211.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 131
artículo, que indicaba que “los Estados miembros de una unión federal podrán
tener capacidad para celebrar tratados si esta capacidad está admitida por la
Constitución federal” fue finalmente eliminado6. En principio, pues, el Convenio
de Viena solo reconoce capacidad para celebrar tratados (ius tractandi o treaty
making power) a los Estados que tienen la condición de tales de acuerdo con el
Derecho internacional.
La celebración del tratado se lleva a cabo por la persona o personas que re-
presentan al Estado, lo que normalmente se acredita en virtud de los “plenos po-
deres”, es decir, mediante un documento que emana de la autoridad competente
de un Estado y por el que se designa a una o varias personas para representar
al Estado para ejecutar cualquier acto con respecto a un tratado (art. 2.1.c).
Se considera que una persona representa a su Estado para la negociación,
la adopción o la autenticación del texto de un tratado, o para manifestar el
consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado, si presenta el corres-
pondiente instrumento de plenos poderes o si se deduce de las circunstancias
que la intención de los Estados interesados ha sido considerar a esa persona
representante del Estado y prescindir de los plenos poderes. Además, hay de-
terminados casos en que se considera que una persona representa a su Estado,
en virtud de sus funciones, y sin tener que presentar un instrumento de plenos
poderes. Así, los Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de relaciones
exteriores representan a su Estado para la ejecución de todos los actos relativos
a la celebración de un tratado. Los jefes de misión diplomática representan a su
Estado para la adopción del texto de un tratado entre el Estado acreditante y
el Estado en el cual se encuentran acreditados. Los representantes acreditados
ante una conferencia internacional, una organización internacional o uno de sus
órganos, representan a su Estado para la adopción del texto de un tratado en tal
conferencia, organización u órgano (art. 7).
Cuando los actos relativos a la celebración de un tratado hayan sido realiza-
dos por una persona que no pueda considerarse autorizada a representar con
tal fin a un Estado, dichos actos no surtirán efectos jurídicos a menos que sean
ulteriormente confirmados por ese Estado (art. 8)7.
6
Ver: Anuario de la CDI, 1966, vol. II., pp. 210-211.
7
Esta disposición deberá ponerse en relación con el artículo 46 de la Convención, que se refiere
a los supuestos en los que el consentimiento del Estado en obligarse por un tratado haya sido
manifestado en violación de una norma de su Derecho interno concerniente a la “competencia
para celebrar tratados”.
132 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
8
Como ha explicado el comentario de la Comisión de Derecho Internacional, la autenticación
del texto del tratado es necesaria para que los Estados que han participado en la negociación
sepan, de modo definitivo, antes de decidir si van a ser partes o no en el tratado, cuál es el
contenido inalterable del mismo. Anuario de la CDI, 1966, vol. II. p. 214.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 133
9
La propia Convención de Viena declara expresamente que los términos empleados en la misma
se entenderán sin perjuicio del empleo de esos términos o del sentido que se les pueda dar en
el Derecho interno de cualquier Estado (art. 2.2).
10
Esta obligación es consecuencia del principio de buena fe que exige la coherencia del compor-
tamiento. No obstante, como los tratados a veces tardan mucho tiempo en entrar en vigor o
nunca llegan a estar vigentes, es necesario fijar un límite temporal a aquella obligación.
11
P. REUTER: Introduction..., cit., p. 132.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 135
12
En los tratados bilaterales la reserva no resulta técnicamente posible, simplemente significa
la reapertura de las negociaciones, una vez que ya habían concluido.
13
Anuario de la Comisión de Derecho Internacional 1966, vol. II, p. 226.
136 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
las relaciones entre el Estado que formula una reserva y el Estado que la acepta,
las disposiciones del tratado a las que se refiere la reserva quedan modificadas
en la medida determinada por la misma (art. 2.1). En las relaciones entre el Es-
tado que formula una reserva y el Estado que la objeta, pero sin negarse a que
el tratado entre en vigor entre ambos, las disposiciones a las que se refiere la
reserva no se aplicarán entre ellos en la medida determinada por la reserva (art.
21.3). En las relaciones entre el Estado que formula una reserva y el Estado que
la objeta, expresando además inequívocamente su intención de que el tratado
no entre en vigor entre ellos, la relación convencional no se establecerá en abso-
luto (art. 20.4 b). Las relaciones entre los demás Estados partes en el tratado no
quedarán modificadas entre sí (art. 21.2).
14
Hay que esperar, pues, pacientemente que la manifestación del consentimiento de cada Esta-
do venga a sumarse a la de los demás, como si se tratara de las piezas de un puzle. Cuando
concurra el número necesario de esas manifestaciones del consentimiento, las reglas conven-
cionales laboriosamente preparadas, elaboradas, adoptadas y autenticadas se convertirán en
reglas jurídicas para los Estados que las hayan aceptado. R. AGO: “Nouvelles réflexions sur la
codification du droit international”, Revue générale de droit international public, 1988, p. 557.
15
Por ejemplo: la propia Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 23 de mayo
de 1969 entró en vigor el 13 de junio de 1980; la Convención de las Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 entró en vigor el 14 de febrero de 1997.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 137
plazos requeridos por los procedimientos internos de cada Estado para manifes-
tar su consentimiento en obligarse y las exigencias de celeridad en la aplicación
de aquellos tratados que requieren actuaciones urgentes. El artículo 25 de la
convención de Viena dispone así que:
1. Un tratado o una parte de él se aplicarán provisionalmente antes de su entrada en
vigor:
a) si el propio tratado así lo dispone; o
b) si los Estados negociadores han convenido en ello de otro modo.
2. La aplicación provisional de un tratado o una parte de él respecto del Estado terminará
si éste notifica a los Estados entre los cuales el tratado se aplica provisionalmente su intención
de no llegar a ser parte en el mismo, a menos que el tratado disponga o los Estados negocia-
dores hayan convenido otra cosa al respecto.
das prevalecen sobre cualquier otro tratado, tal como establece el artículo 103
de la propia Carta; 2) cuando un tratado se declare subordinado a otro tratado
anterior o posterior, las disposiciones de este último (tratado principal) prevale-
cerán; 3) cuando todas las partes en un tratado anterior sean también partes en
el tratado posterior, el tratado anterior solamente se aplicará en la medida en
que sus disposiciones resulten compatibles con el tratado posterior; 4) cuando
las partes en el tratado anterior no sean todas partes en el tratado posterior las
relaciones mutuas entre las partes se regirán por el tratado (anterior o poste-
rior) en el que las mismas coincidan (principio del máximo común vínculo).
16
Anuario de la Comisión de Derecho Internacional 1966, vol. II, p. 241.
17
“Tercer Estado” es un Estado que no es parte en el tratado (art. 2.1.h).
18
Este caso pone de manifiesto la distinción entre el tratado como norma y el tratado como acto
jurídico, que ya se ha apuntado: la norma resulta aplicable a otro u otros Estados sin que aquél
o éstos sean partes en el acto jurídico.
140 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
lidad que les hace aplicables a todos los Estados. Tal sucede, por ejemplo, en el
caso de la Carta de las Naciones Unidas cuyo artículo 2.6 afirma que “la Or-
ganización hará que los Estados que no son Miembros de las Naciones Unidas
actúen de conformidad con (los) Principios (de la misma) en la medida que sea
necesaria para mantener la paz y la seguridad internacionales”.
19
En relación con esta causa de nulidad, que regula el artículo 46 de la Convención: aunque la
Convención de Viena regula exclusivamente los aspectos internacionales de los tratados, en lo
relativo a la competencia para la celebración de los tratados resulta prácticamente imposible
la separación absoluta entre el Derecho internacional y el Derecho interno (REUTER, P. La
Convention..., cit., p. 11).
142 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
sin adoptar decisiones de fondo que, caso de plantearse, deben ser señaladas a
la atención de las partes.
Los tratados, después de su entrada en vigor, se transmitirán por el depo-
sitario a la Secretaría de las Naciones Unidas para su registro o archivo e ins-
cripción, según el caso, y para su publicación (Art. 80). Desgraciadamente, esta
obligación no se expresa de un modo muy firme en la Convención de Viena, por
lo que no todos los tratados son debidamente publicados en el registro de trata-
dos de la ONU.
20
BOE de 8 de abril de 1972.
144 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
21
El TC ha afirmado que pertenecen al ámbito de las relaciones exteriores materia tales como
“tratados, paz y guerra, reconocimiento de Estados, representación exterior, responsabilidad
internacional, etcétera”. Sentencia 153/1989, de 5 de octubre de 1989.
22
TC. Sentencia 137/1989 de 20 de julio, fundamentos jurídicos 4 y 5 (BOE de 10 de agosto de
1989).
23
Cataluña (art. 27.4 Ley Orgánica 4/1979, de 18 de diciembre de Estatuto de Autonomía de
Cataluña) (BOE de 22 de diciembre de 1979); Galicia (arts. 7.2 y 35.3 Ley Orgánica 1/81, de 6
de abril de Estatuto de Autonomía para Galicia) (BOE de 28 de abril de 1981); Andalucía (art.
23.3 y 72.5 Ley Orgánica 6/1981, de 30 de diciembre de Estatuto de Autonomía para Andalu-
cía) (BOE de 11 de enero de 1982); Asturias (art. 8 Ley Orgánica 7/1981, de 30 de diciembre
de Estatuto de Autonomía para Asturias) (BOE de 11 de enero de 1982); Cantabria (art. 6
Ley Orgánica 8/1981, de 30 de diciembre de Estatuto de Autonomía para Cantabria) (BOE de
11 de enero de 1982); Aragón (art. 40.1 Ley Orgánica 8/1982, de 10 de agosto de Estatuto de
Autonomía de Aragón) (BOE de 16 de agosto de 1982); Castilla-La Mancha (arts. 7 y 40.3 Ley
Orgánica 9/1982, de 10 de agosto de Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha) (BOE de
16 de agosto de 1982); Extremadura (art. 3.3 Ley Orgánica 1/1983, de 25 de febrero de Estatu-
to de Autonomía de Extremadura (BOE de 6 de febrero de 1983); Islas Baleares (art. 8.2 Ley
Orgánica 2/1983, de 25 de febrero de Estatuto de Autonomía para las Islas Baleares) (BOE de
1 de marzo de 1983, y Castilla-León (art. 6 Ley Orgánica 4/1983, de 25 de febrero de Estatuto
de Autonomía de Castilla-León) (BOE de 2 de marzo de 1983).
24
País Vasco (art. 20.5 Ley Orgánica 3/1979, de 18 de diciembre, de Estatuto de Autonomía para
el País Vasco) (BOE de 22 de diciembre de 1979); Cataluña (art. 27.5 Ley Orgánica 4/1979, de
18 de diciembre de Estatuto de Autonomía de Cataluña) (BOE de 22 de diciembre de 1979);
Andalucía (art. 23.1 Ley Orgánica 6/1981, de 30 de diciembre de Estatuto de Autonomía para
Andalucía) (BOE de 11 de enero de 1982); Asturias (art. 34.3 Ley Orgánica 7/1981, de 30 de
diciembre de Estatuto de Autonomía para Asturias) (BOE de 11 de enero de 1982); Murcia
(art. 12.2 Ley Orgánica 4/1982, de 9 de junio de Estatuto de Autonomía para la región de
Murcia (BOE de 19 de junio de 1982); Canarias (art. 37.1 Ley Orgánica 10/1982, de 10 de
agosto de Estatuto de Autonomía de Canarias (BOE de 16 de agosto de 1982); Navarra (art. 68
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 145
en español, sin perjuicio de que otras lenguas puedan ser también auténticas y
que debe designarse al Estado español con la denominación de “España” o “Rei-
no de España”, con exclusión de cualquier otra expresión26.
26
Circulares del Ministerio de Asuntos Exteriores de 28 de noviembre 1977 y de 8 de octubre de
1984, respectivamente.
27
TC: Auto de 11 de abril de 1991.
28
Estas disposiciones no respetan la deseable coherencia lingüística: el artículo 63.2 utiliza la
expresión “manifestar el consentimiento del Estado”; el artículo 93 menciona la “celebración de
tratados”; el artículo 94.1 se sirve de los términos “prestación del consentimiento”; el artículo
94.2 menciona la “conclusión” de tratados y el artículo 95 vuelve a referirse a la “celebración
de tratados”. Sin embargo, todas ellas se refieren al mismo acto jurídico: la prestación del con-
sentimiento del Estado español en obligarse por un tratado.
29
El artículo 63.2 dispone: “Al Rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para
obligarse por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 147
previa mediante ley orgánica, cuya aprobación exige mayoría absoluta del Con-
greso (art. 81 de la Constitución). Los tratados a los que se refiere este artícu-
lo han sido precisados por el Consejo de Estado, que, en su dictamen número
43.647 de 27 de agosto de 198130, ha afirmado que los tratados contemplados
en el mismo son los tratados relativos a la incorporación a las organizaciones
internacionales “que pudieran tener sobre una materia que en la Constitución
aparece como estatal, una capacidad de decisión directa, en el sentido de que,
sin necesidad de mediación estatal, se imponga automáticamente la voluntad de
la Organización”. Ejemplos paradigmáticos de tratados a los que se refiere este
artículo son el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas de 12 de junio
de 1985 (BOE de 1 de enero de 1986) y sus ulteriores modificaciones31.
30
Ver REMIRO BROTONS, A. y otros: Derecho Internacional, Madrid (McGraw-Hill) 1997, p.
231.
31
A saber: el Acta Única Europea de 27 de enero de 1986 (BOE de 2 de diciembre de 1986), el
Tratado de la Unión Europea de 7 de febrero de 1992 (BOE de 13 de enero de 1994), el Tratado
de Ámsterdam de 2 de octubre de 1997 (BOE de 7 de mayo de 1999), y el Tratado de Niza de
26 de febrero de 2001 (BOE de 1 de febrero de 2003), etc.
32
La parte de esta disposición que se refiere al caso de desacuerdo entre las Cámaras resulta de
imposible aplicación en relación con el texto de un tratado internacional, negociado, adoptado
148 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
34
Ibíd., p. 243.
35
BOE de 28 de agosto de 1992.
150 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
en obligarse por todo tratado, con el fin de que asesore al Gobierno acerca de si
debe o no pedir autorización a las Cortes Generales. El dictamen de la Comisión
Permanente del Consejo de Estado es preceptivo, pero no es vinculante para el
Gobierno aunque éste, en la práctica, no se separa de la calificación del órgano
consultivo. La Comisión Permanente del Consejo de Estado ha sentado la doc-
trina de la consulta obligatoria de todos los instrumentos internacionales a los
efectos de determinar si su conclusión precisa o no autorización de las Cortes36.
En la práctica, es pues la Comisión en cuestión quien procede inicialmente a
la calificación de la naturaleza del tratado, siendo su dictamen generalmente
seguido por el Gobierno.
Con todo, el Gobierno dispone de un gran margen de libertad en lo que res-
pecta a la expresión del consentimiento del Estado español por un tratado. En
efecto, aunque no desee apartarse de la calificación realizada por el Consejo
de Estado, el Gobierno puede decidir si va a continuar con el procedimiento de
aprobación parlamentaria, en el caso de que el dictamen del Consejo de Estado
indique que es necesaria la autorización de las Cortes Generales, o desistir en
su empeño. Además, en última instancia, al Gobierno le queda todavía la com-
petencia residual de vincularse o no internacionalmente por un tratado cuya
celebración haya sido ya autorizada por las Cortes en la forma prevista por el
artículo 93 o por el 94.1, simplemente no comunicando al depositario el corres-
pondiente instrumento de ratificación, aceptación o aprobación.
36
Ibíd., p. 227.
Parte Tercera
Los sujetos del Derecho
Internacional
Lección 7
La personalidad internacional
1
Conviene señalar en este punto que las construcciones de origen civilista relativas a la perso-
nalidad jurídica, ya de por sí excesivamente elaboradas, no son susceptibles de transponerse
tal cual y sin ninguna adaptación al plano del Derecho internacional. En particular, la tradi-
cional distinción entre la “capacidad jurídica” general o capacidad de tenencia y la “capacidad
de obrar” o de ejercicio, no parece tener excesivo sentido en un ordenamiento como el interna-
cional, donde no es la ley la que determina quienes son los destinatarios del mismo, sino que
son los propios sujetos los que, al actuar jurídicamente, ponen de manifiesto su personalidad.
154 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
ción fue el jurista italiano Ago, al que habían de unirse más tarde prestigiosos
representantes de la escuela francesa tales como Reuter y Dupuy. Desde este
planteamiento la personalidad internacional no pertenecía al mundo de las ca-
tegorías jurídico-formales o “legales”, sino que derivaría de las realidades cons-
tatables en el plano sociológico, en el plano de las relaciones internacionales. La
síntesis entre estas dos corrientes de pensamiento puede quizás efectuarse so-
bre la base de las acotaciones del profesor Miaja de la Muela, para quién la úni-
ca regla atributiva de la personalidad internacional (si se quiere mantener esa
tesis) es la que se concreta en el llamado principio de efectividad. Es, en efecto, el
principio de efectividad el que establece el tránsito de lo fáctico a lo jurídico y el
que en última instancia determina que los entes efectivamente actuantes en el
ordenamiento internacional (que de facto desplieguen actividades que sean ob-
jeto de un cierto reconocimiento) reciban la consideración de personas o sujetos
del orden jurídico de que se trata. Por recurrir a un símil castizo, podría decirse
que en Derecho internacional la velocidad se demuestra andando o, si se quiere,
que la personalidad se muestra actuando.
Esta línea de pensamiento empírica o existencialista impone una cierta re-
consideración de los rígidos esquemas dogmáticos relativos a la personalidad,
imperantes en el campo del Derecho interno. Como ha señalado acertadamente
el profesor Reuter, en el plano internacional la personalidad no obedece a un
modelo o esquema único, sino que es susceptible de diversos niveles en su ma-
nifestación. No se trata de un modelo de confección, sino de un traje cortado a
medida; no existe una sola modalidad de personalidad sino diversos grados de
desarrollo de la misma. ¿Cuándo se puede pues afirmar que un ente actuante en
las relaciones internacionales ha adquirido una proyección suficiente para ser
considerado sujeto del ordenamiento? El profesor Reuter señala a este respecto
una especie de esquema mínimo por debajo del cual la existencia de persona-
lidad internacional parece difícil de afirmar; así, en la opinión del citado autor,
para que un ente actuante en las relaciones internacionales pueda ser conside-
rado como poseedor de personalidad internacional debe hacer desplegado una
gama de actividades que se concreten al menos en estos tres frentes:
– Ejercicio de la facultad de legación (ius comunicationis), es decir, manteni-
miento efectivo de relaciones oficiales con otros Estados u Organizaciones
internacionales.
– Ejercicio de la capacidad para celebrar tratados (ius tractandi) y, en ge-
neral, capacidad para participar en el proceso de creación de normas de
Derecho internacional.
– Capacidad para responder de los actos ilícitos eventualmente cometidos y
de poner en cusa la responsabilidad de otros sujetos de Derecho interna-
cional: es decir, capacidad para ser sujeto activo y pasivo de la responsabi-
lidad internacional.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 155
A) El Estado
El Estado es el sujeto primario del Derecho internacional y ocupa un lugar
central en el seno de este ordenamiento, ya que sobre él pivotan la mayoría de
las normas que rigen las relaciones internacionales.
Tan es así que, para algunas concepciones doctrinales, el Estado ha sido y
es el único sujeto del Derecho internacional. Esta concepción exclusivista, que
ignora en todo caso que antes de ser un Derecho interestatal el Derecho interna-
cional fue un Derecho intergrupal (entre grupos políticos aún no constituidos en
la forma de Estados), fue seguida por las corrientes positivistas, especialmente
a partir de la obra de Triepel a finales el siglo XIX. Sin embargo, con el paso del
tiempo, la reducción de la condición de posible sujeto del Derecho internacional
a la figura del Estado se mostró excesivamente dogmática y estrecha frente a la
evolución de la vida internacional. Como resumiera Miaja de la Muela:
“el Estado es el sujeto de las relaciones internacionales por excelencia, el destinatario
normal de las reglas del Derecho de Gentes o la persona internacional con plenitud de capaci-
dad, lo que es exacto, pero no resuelve el problema de si, además de los Estados, existen otros
entes a los que se pueda atribuir la condición de personas ante el Derecho internacional”2.
2
Miaja de la Muela, A. Introducción... cit., p. 257.
156 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3
La doctrina de las competencias implícitas había sido profusamente utilizada por el Tribunal
Supremo de los EEUU (en especial por el Juez Marshall) para afirmar las competencias de la
Unión frente a los Estados miembros de la misma.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 157
Para alcanzar tales fines es indispensable que la Organización posea la personalidad inter-
nacional”.
“Mientras que el Estado posee en su totalidad los derechos y deberes internacionales
reconocidos por el Derecho internacional, los derechos y deberes de una entidad como la
Organización dependen de sus objetivos y de sus funciones, enunciadas expresa o implíci-
tamente por su Carta constitutiva y desarrolladas por la práctica. Las funciones de la Organi-
zación... no podrían ser efectivamente realizadas si requirieran una acción conjunta de 50 ó
más Ministerios de Asuntos Exteriores...”
“En consecuencia, la Corte llega a la conclusión de que la Organización es una persona
internacional. Esto no equivale a afirmar que la Organización sea un Estado, lo que no es
ciertamente, o que su personalidad jurídica, sus derechos y sus deberes, sean los mismos que
los de un Estado. Todavía menos quiere esto decir que la Organización sea un “super-Estado”
cualquiera que sea el sentido de esta expresión... esto significa que la Organización es un
sujeto de Derecho internacional, que tiene capacidad para ser titular de derechos y deberes
internacionales y que tiene capacidad para valerse de estos derechos por vía de reclamación
internacional”.
4
Recordando el tríptico propuesto por el profesor Reuter es significativo constatar que las Orga-
nizaciones internacionales responden en gran medida a las exigencias requeridas; por lo que
158 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
hace a la capacidad de comunicación, ésta se ha desarrollado de tal manera que la propia ONU
ha auspiciado la adopción de un Convenio sobre la representación de los Estados en sus rela-
ciones con las Organizaciones internacionales de carácter universal, adoptado en Viena el 14
de marzo de 1975; por lo que se refiere a la capacidad para celebrar tratados, en 1986 se adoptó
un Convenio sobre los tratados celebrados entre Estados y Organizaciones internacionales o
entre dos o más Organizaciones internacionales, que aún no ha entrado en vigor; la cuestión de
la responsabilidad de las Organizaciones internacionales parece también decantarse progre-
sivamente en un sentido afirmativo, puesto que después de que la CIJ afirmara la capacidad
de responsabilidad activa de la Organización en el dictamen antes examinado, algunos textos
internacionales como el Convenio de las Naciones Unidas relativo a los principios que deben
regir las actividades de los Estados en la exploración del espacio extra-atmosférico incluye un
artículo 13 a cuya luz, si estas actividades son desarrolladas por una Organización internacio-
nal, ésta podría eventualmente constituirse en responsable de los daños que pudieran derivar-
se de esta exploración del espacio extra atmosférico en perjuicio de otros Estados (capacidad
de responsabilidad pasiva).
5
No se trata aquí de aplicar un criterio preestablecido y unívoco sino que se trata de rastrear
en la túpida red de las relaciones internacionales las huellas efectivas de los sujetos en ellas
actuantes y que han evidenciado a través de la práctica un ámbito suficientemente relevante
de actividades y han merecido unas dosis suficientemente significativas de reconocimiento.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 159
6
Italia/Venezuela, ONU, Recueil des Sentences Arbitrales, Vol. X, págs. 555-561.
7
Banco de Bilbao v. Sancha and Rey, 17, III 1938. Anual Digest and Reports of Public Interna-
tional Law Cases, 1938-40, pp. 75 y ss.
8
Government of the Republic of Spain v. S. S. Arantzazu Mendi, 23, II, 1939. AJIL, 1939, pp. 583
y ss.
9
El reconocimiento de beligerancia es una práctica que tiene sus orígenes en las primeras dé-
cadas del siglo XIX. El Instituto de Derecho Internacional, en su reunión de Neuchatel de 8
de septiembre de 1900, adoptó un Reglamento en el que se afirmaba que los Estados podían
formular un reconocimiento de beligerancia (sin violar el principio de no intervención en los
asuntos internos del Estado afectado) cuando los insurgentes a) ejercen posesión efectiva so-
bre una parte del territorio; b) sus autoridades ejercen de hecho la jurisdicción en ese territorio
y c) sus tropas poseen una organización y conducen la lucha según las leyes y costumbres de
la guerra. Ver BARBERIS, J. op. cit., p. 124.
160 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1. Los pueblos
La cuestión tiene su base positiva en la utilización del término “pueblo” en
numerosos textos internacionales que consideran a este grupo humano como
poseedor de ciertos derechos reconocidos por el ordenamiento internacional. La
propia Carta de las N.U. abrió brecha en esta dirección al encabezar su Preám-
bulo con las palabras: “Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas...” Más
tarde, otros textos internacionales insistieron en situar a los “pueblos” como
titulares de los derechos en ellos enunciados, principalmente en el marco de la
protección de los derechos humanos de carácter colectivo, del derecho de autode-
terminación de los pueblos y del derecho de los pueblos a sus recursos y riquezas
naturales. Así, el art. 21, párrafo 3 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos de 1948 afirma que “la voluntad del pueblo es la base de la autoridad
del poder público”. El art. 1 del Pacto internacional sobre Derechos civiles y po-
líticos y el art. 1 del Pacto internacional sobre Derechos económicos, sociales y
culturales de 1966 proclaman el derecho de autodeterminación de los pueblos.
Sin embargo, los textos internacionales exigen conciliar el derecho de los pue-
blos a la libre determinación con el respecto de la unidad nacional e integridad
territorial de los Estados, pudiéndose en consecuencia establecer las siguientes
precisiones.
10
RUILOBA SANTANA, E. Una nueva categoría en el panorama internacional: el concepto de
pueblo. Homenaje a Miaja, Madrid (Fenos), 1979, pp. 303-336.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 161
11
IGLESIAS BUHIGUES, J. L. “La prohibición general del recurso a la fuerza y las resoluciones
descolonizadoras de la Asamblea General de las Naciones Unidas”, REDI, vol. XXIV, nº 1-2,
1971, pp. 173-206.
12
CIJ. Conformité au droit international de la déclaration unilatérale d’indépendance relative
au Kosovo, avis consultatif de 22 juillet 2010.
162 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
c) Derechos económicos
En el ámbito económico algunos textos internacionales han contemplado
también a los “pueblos” como titulares de los derechos que en ellos se proclaman.
La Resolución 1803 (XVII) de la AG de 14 de diciembre de 1962 sobre “soberanía
permanente sobre los recursos naturales”, afirma en su artículo 1 que:
“El derecho de los pueblos y de las naciones a la soberanía permanente sobre sus rique-
zas y recursos naturales debe ejercerse en interés del desarrollo nacional y del bienestar del
pueblo del respectivo Estado”.
Esta profusa (y a veces confusa) utilización del concepto de pueblo, como titu-
lar de ciertos derechos reconocidos por el ordenamiento internacional, se explica
fundamentalmente atendiendo a una doble consideración. Desde un perspectiva
histórica, la referencia a la categoría de “pueblo” se imponía necesariamente
en todos aquellos supuestos en que dicha colectividad no se había constituido
todavía de la forma de Estado, como era el caso de los pueblos coloniales o so-
metidos a dominación extranjera (autodeterminación de los pueblos coloniales;
derecho a sus recursos naturales...) Desde una perspectiva más actual, el sus-
13
A. G. Resolución 3201 (S-VI) de 1 de mayo de 1974, titulada “Declaración sobre el estableci-
miento de un nuevo orden económico internacional” y 3202 de 1 de mayo de 1974, titulada
“Programa de acción sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 163
14
La Fundación Lelio Basso para el Derecho y la Liberación de los Pueblos (una organización no
gubernamental sin carácter oficial) promovió la adopción de una “Declaración Universal de los
Derechos de los Pueblos” suscrita en Argel el 4 de julio de 1976. A raíz de esta Declaración se
constituyó también un Tribunal de los Derechos de los pueblos, que ha desplegado una cierta
actividad aunque sus “sentencias” poseen un valor puramente político.
15
El profesor RUILOBA evoca al respecto la crisis del Estado nacional que se manifiesta en
movimientos centrífugos en el orden interno y en la aparición de una tendencia a la Organi-
zación internacional que, saltándose al escalón intermedio del Estado, vincule directamente a
los entes territoriales o regionales. En su opinión, los pueblos tienen capacidad jurídica (son
titulares de derechos) pero carecen de la capacidad de obrar, que posibilita el ejercicio de esos
derechos. Desde la perspectiva empírica e inductiva que aquí hemos adoptado, ello es tanto
como afirmar que los pueblos no tienen todavía hoy personalidad internacional.
16
A. G. Resolución 2918 (XXVII) de 14 de noviembre de 1972; Resolución 3113 (XXIX).
164 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
17
Ver: BARBERIS, J. op. cit., pp. 125-148, espec. 134, 137 y 148.
18
En este sentido, el Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos inter-
nacionalmente ilícitos, adoptado por la Comisión de Derecho Internacional en 2001, reconoce
a un movimiento insurreccional la capacidad de cometer actos ilícitos susceptibles de serle
imputados a título propio —es decir la capacidad para ser titular de responsabilidad interna-
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 165
1. La Iglesia católica
La situación internacional de la Iglesia católica es bastante compleja, no so-
lamente por su peculiar condición a la vez espiritual y temporal sino también
por su estructura una y trina, en la que confluyen la propia Iglesia, la Santa
Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano.
El origen del poder temporal de la Iglesia se sitúa en el momento de la caída
del Imperio de Occidente (siglo V), al convertirse el Papa en la única autoridad
residual en Roma tras el saqueo de la ciudad por los bárbaros. El poder temporal
de “los Estados Pontificios” se mantuvo durante varios siglos, superando incluso
varias guerras, y llegando hasta una época relativamente reciente. Sin embargo,
al producirse la unidad italiana, Pío IX se vio obligado a ceder ante las tropas
del Rey Víctor Manuel, que procedieron a la toma de Roma el 20 de septiembre
de 1870. La incorporación de los territorios pontificios a Italia fue ratificada
mayoritariamente por el pueblo italiano en un plebiscito el 20 de octubre de ese
mismo año.
Tras la desaparición del Estado Pontificio, los poderes de la Iglesia quedaron
establecidos por una Ley italiana de 13 de mayo de 1871, llamada Ley de ga-
rantías. Los Papas nunca admitieron formalmente el régimen establecido por
la Ley de garantías por considerar que, privada la iglesia de un territorio, las
competencias que se reconocían eran de naturaleza meramente simbólica. Con
todo, además del disfrute de los palacios del Vaticano y Letrán y de la Villa de
Castel Gandolfo, la Ley de garantías reconocía a la Iglesia ciertas competencias
temporales que ésta ejerció plenamente, entre las que se cuentan la capacidad
de mantener relaciones diplomáticas y la capacidad de celebrar acuerdos inter-
nacionales con los Estados (concordatos).
La actual situación internacional de la Iglesia tiene su base en los Acuerdos
de Letrán de 11 de febrero de 1929 entre la Santa Sede y el Reino de Italia,
gobernado por Mussolini, mediante los que se ponía fin a una ya larga tiran-
tez entre las dos potencias (conocida con el nombre de “cuestión romana”). Los
cional— en los supuestos en que logre establecer su gobierno sobre todo o parte del territorio
del Estado. Ver: AG, Res. 56/83 de 12 diciembre 2001, Anexo, art. 10.
166 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
19
En la práctica, el Estado de la Ciudad del Vaticano se ha mantenido desde entonces estricta-
mente neutral en las controversias internacionales (y en particular en la IIª Guerra Mundial).
20
Hay que reconocer que el Estado de la Ciudad del Vaticano constituye una entidad estatal
bastante peculiar: tiene sólo 44 hectáreas de superficie, alrededor de 1.000 habitantes, una
nacionalidad sui generis y una soberanía territorial que se asemeja más a la mera propiedad.
El propio Papa Pablo VI, durante su visita a la ONU en octubre de 1969 expresó con sibilina
ambigüedad el estado de cosas actual al recabar para la Iglesia “(nada) más que una minús-
cula y simbólica soberanía temporal, el mínimo necesario para ser libre de ejercer su misión
espiritual (con independencia) de toda soberanía de este mundo”.
21
La Santa Sede había acreditado 31 Nuncios con rango de embajador en 1962.
22
OIEA, ACNUR.
23
ONU, UNESCO, FAO, OMS, CIME.
24
Texto respectivamente en BOE nº 230, de 24 de septiembre de 1976 y BOE nº 300, de de 15 de
diciembre de 1979. La Santa Sede ha celebrado también Concordatos con Alemania en 1933,
sustituido por el de 26 de febrero de 1965, con Austria en 1962, así como un modus vivendi con
Túnez en 1964...
25
Con 76 en el año 1975.
26
OIEA, UPU, UIT, OMPI, UNIDROIT.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 167
27
Sobre todo con Italia, a fin de resolver cuestiones relativas al servicio postal, servicio telegrá-
fico y telefónico, radio, aduana, moneda, servicio militar, circulación de automotores y ferroca-
rriles... Ver BARBERIS, J. Op cit., p. 103.
28
Convenio de las N. U. sobre la apatrídia, Convenio sobre el estatuto de los refugiados de 1951
(firmado el 28 febrero de 1956); Convenio sobre el espacio de 1967, Convenio de Viena sobre el
Derecho de los tratados de 1969, Convenio de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de
1982...
29
Ver: MÓNACO, R. “Observazioni sulla condizione giuridica internazionale dell’Ordine di Mal-
ta”; Rivista di Diritto Internazionale, 1981, pp. 25-26.
168 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
tas prerrogativas que la Orden posee en virtud del Derecho internacional”30. Hoy
en día, la Orden de Malta mantiene embajadas y legaciones ante casi cuarenta
Estados de Europa, África, Asia y América latina31 y está acreditada ante varias
Organizaciones internacionales (Consejo de Europa, UNESCO, OMS, ACNUR,
CINI, Cruz Roja). Los representantes de la soberana Orden de Malta gozan de
privilegios e inmunidades diplomáticas y la Orden establece pasaportes que han
sido admitidos incluso por Estados que no han reconocido formalmente a esta
institución. Asimismo la soberana Orden de Malta ha celebrado algunos trata-
dos relativos al desarrollo de su acción hospitalaria y asistencial, entre los que
pueden señalarse los celebrados con Grecia en 1823, con San Marino en 1935,
con Camerún en 1961, con Somalia en 1961 y con Gabón en 1962.
En definitiva, la soberana Orden de Malta ejerce ciertas competencias en el
plano internacional y ha sido objeto de un cierto reconocimiento por parte de al-
gunos Estados. Con todo, la Orden aparece hoy en gran medida como un anacro-
nismo histórico; la época en que esta institución tuvo una cierta base territorial
debe considerarse definitivamente superada y si hoy la Orden goza de un cierto
reconocimiento ello es en base a su relevante pasado, así como a la función asis-
tencial y de beneficencia que pretende cumplir en el momento presente.
30
Ver: De FISHER, B. “L’ordre souveraim de Malte”, RCADI, 1979 —II—, vol. 163, p. 30.
31
Entre ellos, España, Austria, San Marino, Santa Sede, Argentina, Brasil, Bolivia, Haiti, Fran-
cia, República Federal Alemana, Bélgica, Suiza, Monaco...
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 169
32
Ver: BARBERIS, J. op. cit., pp. 167 y ss.
170 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
33
Así BARBERIS afirma que “además de las funciones atribuidas por las Convenciones de 1949
y los Protocolos de 1977 (relativos al Derecho humanitario bélico) y de la posibilidad de actuar
como potencia protectora o como sustituto de ella, desempeña otras actividades en el plano
internacional: suscribe tratados, goza de inmunidad de jurisdicción, en determinada medida
ejerce la protección de sus funcionarios, cumple funciones análogas a las consulares. Todo ello
muestra que el Comité Internacional de la Cruz Roja es destinatario de derechos y deberes en
el ámbito del Derecho de gentes, o sea que es un sujeto de Derecho internacional”, op. cit., p.
157.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 171
C) ¿La humanidad?
La posibilidad de considerar a la humanidad como sujeto de Derecho (Le-
gaz) ha iniciado su andadura sobre una base positiva a partir de ciertos textos
internacionales que han reconocido a dicha colectividad una cierta dimensión
jurídica.
Así, siguiendo la Resolución 1962 (XVIII) de la Asamblea General de la ONU,
de 13 de diciembre de 1963, titulada “Declaración sobre los principios jurídicos
que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del
espacio extra-atmosférico”, el Tratado del mismo nombre (comúnmente llamado
“tratado del espacio”) de 27 de enero de 196737 afirmó en su art. 1 que “la explo-
ración y utilización del espacio ultraterreste... incumbe a toda la humanidad”.
34
Las condiciones específicas se establecieron en la Resolución 1296 (XLIV) del ECOSOC, de 23
de mayo de 1968.
35
El Instituto de Derecho Internacional, en una resolución adoptada en 1950 en su reunión de
Bath, elaboró un proyecto de convenio estableciendo un modelo de estatuto de las ONGs que
debía ser reconocido en el Derecho interno de los diversos Estados. El Consejo de Europa ha
elaborado también un Convenio europeo sobre el reconocimiento de la personalidad jurídica de
las organizaciones no gubernamentales, adoptado el 24 de abril de 1968.
36
Con su habitual clarividencia, el profesor MIAJA de la MUELA, lo dijo ya en su día: las orga-
nizaciones no creadas por un pacto entre Estados carecen de la condición de sujetos del Dere-
cho internacional, lo que, de ninguna manera, significa minimizar el papel sociológico que, en
cuanto grupos de presión, pueden desempeñar fuera de los límites del Estado en que nacieron”.
Introducción al Derecho internacional público, Madrid (Atlas) 7ª ed. 1979, p. 264.
37
En vigor desde el 10 de octubre del mismo año.
172 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
38
En vigor desde el 14 de octubre de 1994. La Parte XI del Convenio relativa a la Zona ha sido
enmendada para facilitar la aceptación universal del régimen establecido, pero el principio
mismo del “patrimonio común de la humanidad” no ha sido modificado.
39
Como se recordará, la sentencia de la CIJ, dictada el 5 de febrero de 1970 en el asunto de la
Barcelona Traction, afirmó la existencia de obligaciones de los Estados “frente a la comunidad
internacional en su conjunto” (obligaciones erga omnes) tales como las relativas a la prohibi-
ción de los actos de agresión y genocidio y los que afectan a los Derechos fundamentales de la
persona humana, inclusive la protección contra la práctica de la esclavitud y la discriminación
racial”. Por su parte, la Declaración de Río de Janeiro de 1992 sobre “Medio Ambiente y Desa-
rrollo” afirma que el derecho al desarrollo debe ejercerse en forma que responda a las necesi-
dades de desarrollo y ambientales “de las generaciones presentes y futuras”. Pero, en el actual
estadio de evolución del ordenamiento internacional, ni la Comunidad internacional ni las
generaciones futuras pueden considerarse como poseedoras de personalidad internacional.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 173
de los aún no nacidos se reconocen así como una exigencia de la equidad inter-
generacional, a la que habrán de atender los sujetos del Derecho internacional,
ampliando el alcance de sus deberes frente a la humanidad.
40
VERDROSS, A.
174 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
41
Sin embargo, el Tribunal de Justicia Centroamericano, creado por el Convenio de 20 de diciem-
bre de 1907 entre las cinco Repúblicas de América Central, admitía el acceso de los individuos
y conoció de hecho cinco reclamaciones individuales durante el período de su existencia. (Quid
Corte Americana de Derechos humanos?).
42
El régimen inicial del Convenio, que preveía la posibilidad de plantear un recurso individual
ante la Comisión Europea de Derechos Humanos (art. 25 y ss.), la cual a su vez podía llevar el
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 175
asunto ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (art. 48) ha sido substituido hoy por un
sistema de recurso directo, tras la fusión de ambos órganos en el nuevo Tribunal permanente
en virtud de las enmiendas introducidas por el Protocolo 11 de 11 de mayo de 1994.
43
Este artículo reproduce sin modificación el texto del artículo 15 del Convenio de Ginebra de 29
de abril de 1958 sobre el alta mar.
176 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
44
Por ejemplo, el Convenio de 9 de diciembre de 1948 sobre la prevención y represión del crimen
de genocidio, reitera la responsabilidad de las personas (art. IV) que hayan cometido tal delito
de Derecho de gentes (art. I) y prevé la posibilidad de que el mismo sea eventualmente sancio-
nado por un tribunal penal internacional cuya creación se prevé (art. VI) pero que tampoco ha
sido creado todavía.
45
Establecido en virtud de las resoluciones 808 y 827 del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas, aprobadas los días 22 de febrero y 25 de mayo de 1993.
46
Establecido en virtud de la resolución 955 del Consejo de Seguridad, de 8 de noviembre de
1994.
47
El texto del Estatuto de la CPI fue sometido a voto público a solicitud de los EEUU, siendo
aprobado por 120 votos a favor, 7 en contra (entre los que se cuentan Rusia, China, India y los
Estados Unidos) y 21 abstenciones, y se recoge en el Doc. A/CONF.183/9, de 17 de julio de 1998.
El Estatuto de la CPI entró en vigor el 2 de julio de 2002 y cuenta ya con 100 Estados Partes.
Lección 8
El Estado como sujeto del Derecho
Internacional
1
Ver: MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción al Derecho internacional público, 6ª ed., Madrid
(Atlas) 1974, p. 317.
2
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et al., op. cit., p. 422.
178 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3
ONU. Asamblea General, resolución 181 (II) de 1947.
4
La República de Chipre fue creada por los Acuerdos de Zurich-Londres de 11 de febrero de
1959 Ver: TENEKIDES, G. “La condition internationale de la République de Chypre”, Annuai-
re français de droit international, 1960, pp. 128-168.
5
La disolución de la Unión Soviética dio lugar al nacimiento de quince nuevos Estados: Arme-
nia, Azerbaiyán, Belarús, Estonia, Georgia, Letonia, Lituania, Kazajstán, Kirguistán, Molda-
via, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania, y Uzbekistán. Ver: BHOTE, M. y SCHMIDT,
Ch. “Sur quelques questions de succession posées par la dissolution de l’URSS et celle de la
Yugoslavie”, Revue Générale de droit international public, 1992, pp. 811-841.
6
Durante el período de transición estuvo administrado por las Naciones Unidas, en el contexto
de una operación para el mantenimiento de la paz. El Consejo de Seguridad, en virtud de la
resolución 1272 (1999) de 25 de octubre de 1999, estableció un régimen transitorio de admi-
nistración, llamado UNTAET (United Nations Transitional Administration in East Timor),
que tuvo a su cargo la entera responsabilidad de la administración del territorio y ejerció el
poder legislativo, el poder ejecutivo y la administración de justicia, en estrecha colaboración y
consulta con el pueblo de Timor (Ver: http://www.un.org/peace/etimor/UntaetB.htm).
7
Ver: SUR, S. “Sur quelques tribulations de l’État dans la société internationale”, Revue généra-
le de droit international public 1993, p. 882.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 179
1. El territorio
El Estado es un ente de base territorial, en el sentido de que es el único sujeto
del Derecho internacional que dispone de territorio.
El territorio es el soporte del Estado, su base física, sobre la que se asienta la
población del mismo, y sobre la que éste ejerce su soberanía. El territorio del Es-
tado comprende el espacio terrestre, es decir, el suelo, el subsuelo, los ríos y los
lagos, así como determinados espacios marinos: las aguas interiores y el mar te-
rritorial; el territorio del Estado incluye, por último, el espacio aéreo nacional.
Al Derecho internacional le resultan indiferentes las dimensiones del terri-
torio: las islas Seychelles, con un territorio de 280 kilómetros cuadrados son
un Estado, como la República Popular China, cuyo territorio tiene 9.596.961
kilómetros cuadrados de superficie. Los llamados Estados exiguos o micro-Esta-
dos (Andorra, Liechtenstein, San Marino, la Ciudad del Vaticano, Nauru...) han
planteado en el pasado algunas dudas respecto de su capacidad para cumplir
plenamente sus obligaciones internacionales. Hoy en día, han sido admitidos de
forma generalizada como miembros de la ONU, lo que deja clara su condición
estatal a pesar de su escasa superficie y población.
El territorio del Estado está delimitado por las fronteras, aunque no es abso-
lutamente necesario que éstas estén establecidas con certeza en todos sus pun-
tos. Hay muchos Estados que han mantenido o que todavía mantienen disputas
territoriales con sus vecinos; actualmente, por ejemplo, la Corte Internacional
de Justicia (CIJ) conoce de diversos asuntos relativos a controversias de natura-
leza territorial9. Asimismo, el territorio del Estado puede sufrir modificaciones
sin que por ello desaparezca su identidad.
8
Asunto Deustche Continental Gas-Gesellschaft/Estado polaco. Tribunal arbitral mixto germa-
no-polaco. Sentencia de 1 de agosto de 1929. Recueil TAM, IX, pp. 336-348.
9
Asunto de la delimitación marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein (Qatar
c. Bahrein); asunto de la frontera terrestre y marítima entre Camerún y Nigeria (Camerún c.
180 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2. La población
La población es la comunidad humana establecida sobre el territorio de un
Estado10; normalmente, las personas que integran esa comunidad están vin-
culadas políticamente al Estado por la nacionalidad, pero esta condición no se
da necesariamente en todos los casos. Puede, por lo tanto, considerarse que la
población del Estado incluye tanto los nacionales como las demás personas (ex-
tranjeros) que habitan en su territorio.
Con todo, la competencia personal del Estado se ejerce principalmente sobre
sus nacionales, tanto si son personas físicas como jurídicas. Además, el Estado
ejerce competencia sobre los buques que enarbolan su pabellón y sobre las ae-
ronaves matriculadas en su territorio, así como sobre los ingenios lanzados al
espacio ultraterrestre. Por último, el Estado puede ejercer ciertas competencias
sobre las personas físicas o jurídicas de su nacionalidad más allá de sus fronte-
ras; en estos casos, las competencias sobre sus nacionales deben conciliarse con
los poderes del Estado en cuyo territorio éstos se encuentran, lo que no siempre
resulta fácil.
3. La organización político-jurídica
Este elemento consiste en la existencia de una estructura gubernamental
y administrativa que hagan posible el ejercicio de las funciones estatales en el
orden interno y en el orden internacional. También implica que el Estado posea
un ordenamiento jurídico capaz de establecer los derechos y obligaciones de los
ciudadanos y de la propia Administración y de asegurar eficazmente el ejercicio
de los mismos.
Sin embargo, la estructura organizativa del Estado debe presentar una confi-
guración mínima para que éste sea reconocido como tal. La organización política
y su ejercicio ad intra y ad extra debe ser efectiva y garantizar el cumplimiento
de las funciones propias del Estado. Este dato ha sido puesto de manifiesto in-
sistentemente por la jurisprudencia internacional (asunto de las Islas Aaland
en 192012, asunto del Sahara Occidental en 1975). Asimismo, la Carta de las Na-
ciones Unidas afirma en su artículo 4 que para ser miembro de la Organización
hace falta ser un Estado “capacitado para cumplir” las obligaciones consignadas
en la misma. Y la doctrina ha subrayado que la existencia de un Estado requie-
re:
“una organización institucional y efectiva a través de la cual puedan llevarse a cabo
las funciones de autoridad pública en su territorio y sobre la población estatal; el gobierno
debe garantizar, incluso, los mecanismos orgánicos necesarias para entrar en relación con
otros Estados y con los demás sujetos del ordenamiento internacional... cuando se afirma
que el Estado no existe sin gobierno, quiere significarse que debe disponer de los órganos
necesarios para ejercer la función legislativa, ejecutiva, judicial, que asegura el control de su
economía, la seguridad nacional y demás servicios públicos frente a otros Estados y respecto
de otras fuerzas sociales internas. Pero, al mismo tiempo, es capaz de asegurar la estabilidad
de las relaciones internacionales ante los restantes Estados”13.
11
Sahara occidental, avis consultatif, CIJ Recueil 1975, p. 12.
12
En este asunto, el Comité de Juristas nombrados por el Consejo de la Sociedad de Naciones
declaró que resultaba difícil determinar la existencia de Finlandia como Estado soberano “con
anterioridad a la creación de una organización política estable ni con anterioridad a que las
autoridades públicas se hayan consolidado suficientemente como para imponerse en los mis-
mas sobre todo el territorio del Estado sin la ayuda de tropas extranjeras”.
13
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et al, op. cit., pp. 427-428.
182 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Todo Estado tiene el derecho inalienable a elegir su sistema político, económico, social
y cultural sin injerencia de ninguna forma por parte de ningún Estado.
Hoy en día, con el auge del consenso universal sobre la protección de los de-
rechos humanos, la democracia política y el Estado de Derecho, estos criterios
están cambiando. Los textos internacionales insisten cada vez con mayor con-
tundencia sobre la necesidad de que los Estados posean gobiernos que represen-
ten la voluntad popular, aunque seguramente no pueda afirmarse todavía que
el carácter democrático del Gobierno constituya una condición de existencia del
Estado.
También se insiste hoy cada vez más en la idea de “gobernanza”. La buena
gobernanza implica una acción eficaz del Gobierno y de la administración del
Estado, niveles reducidos de corrupción gubernamental y social y una cierta
dosis de democracia en el funcionamiento de las instituciones políticas. Cuando
estas exigencias descienden por debajo del umbral mínimo, tiende a hablarse
de la existencia de Estados fallidos (Somalia, Haití)14. En casos extremos, la
carencia de un Gobierno real sobre el territorio y la población puede entrañar
la desaparición del Estado, como sucediera históricamente en los supuestos de
debellatio.
14
Ver REMIRO BROTÓNS, A. et al., Derecho internacional público, pp. 1066-1075.
15
Nations Unies: Recueil des sentences arbitrales, vol. II, p. 829.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 183
16
UN. RIAA, vol. II, p. 839.
184 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
CPJI, Serie B. Nº 4. Recueil des Avis Consultatifs, Publications de la Cour de Justice Interna-
18
cuyo ejercicio no haya sido sometido a una restricción específica aceptada por el
Estado o derivada de una obligación internacional.
El ejercicio de las competencias del Estado tiene un carácter autónomo, pu-
diendo ser ejercidas por éste de modo libre y discrecional. El artículo 2.7 de la
Carta de la ONU ha reconocido la existencia de competencias que pertenecen
esencialmente a la jurisdicción interna del Estado y con respecto a cuyo ejercicio
la Organización se abstendrá en principio de intervenir:
Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los
asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los
Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente
Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas
en el Capítulo VII.
Las competencias del Estado tienen una doble dimensión, a saber: una di-
mensión interna o nacional y una dimensión externa o internacional. En su
dimensión interna, las competencias del Estado incluyen la facultad de legislar
para la totalidad de su territorio, el ejercicio de la competencia jurisdiccional
por sus tribunales de justicia y el monopolio del poder coactivo dentro de ese
ámbito. Además, el Derecho internacional moderno pone énfasis en el contenido
económico de la soberanía, pues la independencia estatal sería puramente ilu-
soria sin el control de sus propios recursos económicos. De ahí la afirmación del
principio de soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos naturales,
reconocido por la Asamblea General de la ONU en su resolución 1803 (XVII) de
14 de diciembre de 1962 y reafirmado en el artículo 2.1, de la Carta de derechos
y deberes económicos de los Estados [AG. resolución 3281 (XXIX) de 12 de di-
ciembre de 1974]. Por consiguiente, el Derecho internacional actual reconoce al
Estado competencia exclusiva para el aprovechamiento de sus propios recursos
según sus propias políticas de desarrollo19.
En su dimensión externa, las competencias del Estado implican la libertad
para conducir sus relaciones internacionales de un modo independiente y sin
someterse a otras exigencias que las derivadas del propio Derecho internacio-
nal20.
19
Declaración de Río sobre el medio ambiente y el desarrollo, de 12 de agosto de 1992 (Principio
2).
20
Activités militaires et paramilitaires au Nicaragua (Nicaragua c. Etats Unis d’Amérique), fond,
arrêt, CIJ Recueil 1986, párrafo 205.
186 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Además, las competencias del Estado quedan limitadas en su ejercicio por las
reglas del Derecho internacional que resulten aplicables en cada caso concreto.
Así, por ejemplo, el Estado no podrá ejercer válidamente una competencia a la
que hubiera renunciado mediante la celebración de un tratado. Como señaló la
CPJI en su sentencia relativa al asunto del navío Wimbledon en 1923, frente a
la alegación de Alemania de que el Tratado de Versalles no podía haberle priva-
do de sus derechos de soberanía con respecto a los buques que navegaban por el
canal de Kiel:
“La Corte no considera que la celebración de un tratado, mediante el cual un Estado se
compromete a realizar —o abstenerse de realizar— un acto determinado, sea un abandono
de su soberanía... El derecho de celebrar acuerdos internacionales es un atributo de la sobe-
ranía estatal”22.
21
CPJI. Serie A, Nº 10, pp. 18-19.
22
CPJI, Serie A, nº 1, p. 25. Asimismo, la CPJI, en su opinión consultiva de 7 de febrero de 1923,
relativa al asunto de los decretos de nacionalidad de Túnez y Marruecos, reconoció que el De-
recho internacional confiere competencia a los Estados para regular las cuestiones relativas a
la nacionalidad de la población asentada en el territorio, pero cabe que en ese punto los Esta-
dos hayan asumido obligaciones convencionales que limiten el ejercicio de dicha competencia
(CPJI, Serie B. Nº 4).
23
Serie B. Nº 4. Recueil des Avis Consultatifs, Publications de la Cour de Justice Internationale,
Leiden (Sijthoff) 1923.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 187
24
Activités militaires et paramilitaires au Nicaragua (Nicaragua c. Etats Unis d’Amérique), fond,
arrêt, CIJ Recueil 1986, párrafo 205.
188 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1. Igualdad soberana
La soberanía tiene como consecuencia necesaria la igualdad soberana de los
Estados, principio fundamental del Derecho internacional recogido por el artí-
culo 2.1 de la Carta:
La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miem-
bros.
25
AG, resolución 2625 (XXV) de 24 de octubre de 1970, Declaración sobre los principios de De-
recho internacional referentes a las relaciones de amistad y cooperación entre los Estados de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
26
Ver: la sentencia de la CIJ de 27 de junio de 1986: Activités militaires... cit., párrafo 203.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 189
27
Affaire du détroit de Corfou, Arrêt du 9 avril 1949: CIJ Recueil 1949, p. 35.
28
El principio de referencia es también el objeto de la resolución 36/103, de la AG de la ONU, de
20 de enero de 1982, Declaración sobre la inadmisibilidad de la intervención en los asuntos
internos de los Estados.
190 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
29
Activités militaires et paramilitaires... cit., párrafo 205.
30
RODRÍGUEZ CARRIÓN, A. op. cit., p. 81.
31
A/RES/60/1, de 16 de septiembre de 2005. Documento Final de la Cumbre Mundial 2005, párs.
137-139.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 191
32
En la sesión de Bruselas (1936), el Instituto de Derecho Internacional adoptó resoluciones so-
bre el reconocimiento de nuevos Estados y Gobiernos (Ver: texto en: CASANOVAS Y LA ROSA,
O. Casos y textos de Derecho Internacional público, 4ª ed., Madrid (Tecnos) 1984, pp. 158-160.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 193
33
En esta Declaración común, la Comunidad Europea y sus Estados Miembros fijaron las líneas
directrices del reconocimiento de nuevos Estados en Europa oriental y en la Unión Soviética.
La Comunidad y sus Estados Miembros afirmaban su voluntad de reconocer a los nuevos Es-
tados que se constituyeran sobre bases democráticas, que aceptaran las obligaciones interna-
cionales pertinentes, y que se hubieran comprometido de buena fe en un proceso pacífico y ne-
gociado (Ver: Bulletin des Communautés Européennes. Commission, 1991-12, pp. 127-129; Ver:
también: J. CHARPENTIER: “Les déclarations des douze sur la reconnaissance des nouveaux
Etats”, Revue générale de droit international public, 1992, pp. 343-355).
34
Ver: Carta de las Naciones Unidas, art. 2.4 y resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General,
de 24 de octubre de 1970.
194 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
35
Según el dictamen de la Comisión de las Comunidades Europeas sobre la solicitud de adhesión
de la República de Chipre (Boletín de las Comunidades Europeas, suplemento 5/93, p. 11), en
esa zona existe una fuerza militar turca de 30.000 militares y entre 45.000 y 50.000 colonos
turcos.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 195
36
Ver: Informe de la Comisión a la Asamblea General, Documento A/9610/REVer:1, Informe de
la Comisión de Derecho Internacional sobre la labor realizada en su 26º período de sesiones 6
de mayo-26 de junio de 1974, Anuario de la Comisión de Derecho Internacional, 1974, vol. II,
Primera Parte, p. 167.
37
Ver: artículo 2 del Convenio sobre la Sucesión de Estados en Materia de Tratados de 23 de
agosto de 1978 y artículo 2 del Convenio sobre la Sucesión de Estados en Materia de Bienes,
Archivos y Deudas de Estado de 8 de abril de 1983.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 197
sin embargo, ha tenido escaso éxito, seguramente porque tiene más de desarro-
llo progresivo del Derecho internacional en la materia que de codificación de la
práctica internacional. La Convención sobre la sucesión de Estados en materia
de tratados entró en vigor el 6 de noviembre de 1996, pero únicamente vincula
a diecisiete Estados. La Convención sobre la sucesión de Estados en materia de
bienes, archivos y deudas de Estado de 8 de abril de 1983 no está en vigor, ni es
previsible que llegue a estarlo a corto plazo38. La CDI ha adoptado un Proyecto
de artículos sobre la nacionalidad de las personas naturales en relación con la
sucesión de Estados (resolución 55/153 de la Asamblea General de 12 de diciem-
bre de 2000) que no ha entrado en vigor.
En la reciente práctica internacional hay un número considerable de casos de
sucesión de Estados: 1) Sucesión de la República Democrática Alemana por la
República Federal Alemana, el 3 de octubre de 199039; 2) Sucesión de Yugoslavia
por Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, y Serbia y Montene-
gro, a lo largo del año 199140; 3) Sucesión de la Unión Soviética por Lituania, en
marzo de 1990, por Estonia y por Letonia en agosto de 199141; por Belarús y por
Ucrania en diciembre de 199142; por Armenia, Azerbaiyán, Kazajstán, Kirguis-
tán, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, en diciembre de 199143;
por Rusia, en diciembre de 199144, y por Georgia, en diciembre de 199145; 4) Su-
cesión de Checoslovaquia por la República Checa y por Eslovaquia el 31 de di-
ciembre de 199246; 5) Sucesión de Indonesia por Timor Oriental, el 30 de agosto
de 1999; 6) Sucesión de Portugal por China respecto de Macao, el 20 de diciem-
bre de 199947; 7) Sucesión de Estados Unidos por Panamá respecto del canal de
38
Según el artículo 50 del Convenio, éste entrará en vigor “el trigésimo día a partir de la fecha en
que haya sido depositado el decimoquinto instrumento de ratificación o de adhesión” y, hasta
el mes de diciembre de 1999, sólo cinco Estados se han vinculado por el mismo.
39
La reunificación alemana se produjo por el Tratado de 12 de setiembre de 1990 (Ver: “Chroni-
que des faits internationaux”, Revue générale de droit international public, 1991, pp. 127-128.
40
La sucesión de Yugoslavia por estos Estados se produjo por la vía de hecho (Ver: “Raccolta di
Documenti Ufficiali sulla Crisi Jugoslava”, La Communità Internazionale, 1992, pp. 89-122).
41
La sucesión de la Unión Soviética por estos tres Estados se produjo en virtud de declaraciones
unilaterales de independencia (Ver: J. SALMON: “Reconnaissance d’Etats”, Revue belge de
droit international, 1992, pp. 226-228).
42
La sucesión de la Unión Soviética por estos Estados se produjo en virtud de los Acuerdos de
Minsk de 8 de diciembre de 1991 (Ver: Ibíd., p. 228).
43
La sucesión de la Unión Soviética por estos Estados se produjo en virtud de los Acuerdos de
Alma Ata de 21 de diciembre de 1991 (Ver: Ibíd.).
44
La sucesión de la Unión Soviética por Rusia se produjo por consenso, el 24 de diciembre de
1991 (Ver: Ibíd., p. 231).
45
La sucesión de la Unión Soviética por Georgia se produjo por la vía de hecho (Ver: Ibíd., pp.
230-231).
46
La sucesión de Checoslovaquia por estos dos Estados se produjo en virtud del acuerdo consti-
tucional de 20 de junio de 1992 (Ver: “Chronique des faits internationaux”, Revue générale de
droit international public, 1992, pp. 903-904).
47
Ver: http://www.chinanews.org/.
198 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
48
Ver: http://www.pancanal.com.
49
Ver: CIJ. Opinión consultiva de 22 de julio de 2010 (http://www.icj-cij.org).
50
Ver, por ejemplo, el Convenio de Retrocesión de Ifni a Marruecos, celebrado por este país y
España el 4 de enero de 1969 (BOE de 5 de junio de 1969).
Lección 9
Los Órganos Estatales de las relaciones
internacionales
I. ASPECTOS GENERALES
Los Estados no viven aislados sino que entablan relaciones con otros sujetos
del Derecho internacional. Estas relaciones internacionales son diversas y con-
sisten, por ejemplo, en la realización de visitas de Estado para tratar asuntos de
interés común, en la negociación y celebración de tratados, en el establecimiento
y mantenimiento de relaciones diplomáticas y consulares (diplomacia tradicio-
nal), en el envío de misiones especiales (la llamada diplomacia ad hoc), en la
participación en Conferencias internacionales y en la asistencia a las sesiones
de los órganos de las Organizaciones internacionales (la llamada diplomacia
multilateral), etc. La vocación relacional de los Estados ha aumentado con el
paso del tiempo, haciéndose particularmente necesaria en el mundo actual mar-
cado por los rasgos de una creciente interdependencia y globalización. Así, la
Corte Internacional de Justicia (CIJ), en su sentencia de 24 de mayo de 1980,
relativa al asunto del personal diplomático y consular de los Estados Unidos en
Teherán1, pudo ya afirmar que el régimen de las relaciones diplomáticas cons-
tituye un:
“...edificio jurídico construido por la humanidad a lo largo de los siglos y cuya salvaguar-
dia es esencial para la seguridad y el bienestar de una Comunidad internacional tan compleja
como la actual...”.
Las relaciones internacionales del Estado están a cargo de los órganos a los
que el Derecho interno atribuye tales competencias, asignándoles la represen-
tación del Estado en el plano internacional y la actuación en su nombre y por su
cuenta (principio de autoorganización del Estado). Pero como estos órganos de-
sarrollan su actividad en el marco internacional, poseen un estatuto de Derecho
internacional y gozan de un régimen de inviolabilidad, privilegios e inmunida-
des funcionales reconocidos por este ordenamiento. Conviene subrayar desde el
comienzo que tales inmunidades y privilegios no tienen carácter personal sino
funcional, ya que se conceden no en beneficio de las personas, sino con el fin de
garantizar el desempeño eficaz de sus funciones en calidad de representantes
de los Estados.
1
Personnel diplomatique et consulaire des États Unis à Téhéran, arrêt, CIJ Recueil 1980, p.
3.
200 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2
BOE de 24 de enero de 1968.
3
BOE de 6 de marzo de 1970.
4
BOE de 7 de febrero de 1986.
5
BOE de 18 de mayo de 1987. Este Decreto contiene disposiciones expresas sobre las misiones
diplomáticas, las representaciones permanentes y delegaciones, las oficinas consulares y otras
instituciones y servicios del Estado en el exterior.
6
BOE de 15 de abril de 1997. La Ley dedica su Capítulo III a la Administración del Estado en
el exterior, enunciando los órganos que integran sus funciones.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 201
7
Así, por ejemplo, el artículo 1º.1 de la Convención sobre la prevención y el castigo de delitos
contra personas especialmente protegidas, inclusive los agentes diplomáticos de 14 de diciem-
bre de 1973 (BOE de 7 de febrero de 1986) dispone que se entiende por “persona internacional-
mente protegida”, “un jefe de Estado... cuando, de conformidad con la constitución respectiva,
cumpla las funciones de Jefe de Estado...”.
8
Ver: CASANOVAS Y LA ROSA, O. Casos y textos... cit., p. 132-133.
202 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
La práctica internacional reconoce así la capacidad del Jefe del Estado, del
Jefe del Gobierno y del Ministro de relaciones exteriores para actuar en nombre y
por cuenta del Estado. Esta capacidad se reconoce además de un modo pleno, no
pudiéndose alegar las restricciones establecidas por el Derecho interno a no ser
que afecten a una norma fundamental del mismo y sean manifiestas10. Cada Es-
tado deberá pues preocuparse de que quienes en virtud de sus funciones actúen
en su nombre y por su cuenta se mantengan dentro de los límites marcados por
su sistema constitucional y legislativo, ya que incluso los actos que estas personas
realicen fuera de sus competencias (ultra vires) pueden resultarle oponibles.
9
Ver: Essais nucléaires (Australie c. France), arrêt... cit.
10
Así se deduce de lo dispuesto en el art. 46 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
tratados de 1969.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 203
La doctrina sentada por la Corte en esta sentencia afirma así el carácter ab-
soluto de la inmunidad penal de los Ministros de Asuntos Exteriores en activo
y sólo reconoce que esta inmunidad pueda dejar de aplicarse en tres supuestos
concretos: cuando sea juzgado por los tribunales internos de su propio Estado
según su Derecho interno; cuando su propio Estado haya decidido retirarle la in-
munidad; y cuando sea imputado ante determinados Tribunales Penales Inter-
nacionales, cuando éstos sean competentes14. Además la sentencia afirma que:
11
En particular, los Estados Partes se obligan a calificar como delitos en su legislación interna
determinadas conductas tipificadas en la Convención (art. 2º), así como a hacer lo necesario
para instituir su jurisdicción sobre tales delitos (art. 3º), y a cooperar en la prevención de tales
delitos (art. 4º).
12
Ver.: Código penal, Tit. XXIV, Delitos contra la comunidad internacional, Cap. I. Delitos contra
el Derecho de Gentes, Arts. 606 y 607.
13
REMIRO BROTONS, A. El caso Pinochet. Los límites de la impunidad, Madrid (Biblioteca
Nueva Política Exterior) 1999.
14
La sentencia menciona expresamente al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yu-
goslavia, al Tribunal Penal Internacional para Ruanda, y a la Corte Penal Internacional y
204 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Por su parte el Jefe (Presidente) del Gobierno es quien dirige la acción del
Gobierno (art. 98 de la Constitución) que a su vez es el órgano de dirección de la
política exterior del Estado (art. 97 de la Constitución). Nuestro sistema cons-
titucional y legislativo reconoce así la competencia del Presidente del Gobierno
en la conducción de las relaciones exteriores del Estado, pues en su calidad de
director del órgano del poder ejecutivo constituye una pieza maestra del sistema
para definir y ejecutar toda la política exterior española.
recuerda que el art. 27, pár. 2, de su Estatuto afirma que “las inmunidades y las normas de
procedimiento especiales que conlleve el cargo oficial de una persona, con arreglo al Derecho
interno o al Derecho internacional, no obstarán para que la Corte ejerza su competencia sobre
ella”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 205
15
La CIJ, en su auto de 15 de diciembre de 1979, relativo al asunto del personal diplomático
y consular de Estados Unido en Teherán, subrayó como “a lo largo de la historia, naciones
de todas las creencias y de todas las culturas han observado obligaciones recíprocas al res-
pecto” (Personnel diplomatique... Recueil 1979... cit., párrafo 38). La CIJ, en su auto de 15 de
diciembre de 1979 relativo al asunto del personal diplomático y consular de Estados Unidos
en Teherán afirmó respecto de la misma: “la institución de la diplomacia, con los privilegios
e inmunidades que a ella se vinculan ha resistido la prueba de los siglos y ha probado ser
un instrumento esencial de cooperación eficaz en la Comunidad internacional, que permite
a los Estados, a pesar de las diferencias de sus sistemas constitucionales y sociales, llegar a
comprenderse mutuamente y a resolver sus diferencias por medios pacíficos”. Personnel di-
plomatique et consulaire des États Unis à Téhéran, mesures conservatoires, ordonnance du 15
décembre 1979, CIJ Recueil 1979, p. 7.
206 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
16
179 Estados son Partes en la Convención, que entró en vigor el 24 de abril de 1964. España se
adhirió al Convenio el 21 de noviembre de 1967 (BOE de 24 de enero de 1968).
17
Ver: Personnel diplomatique et consulaire... Recueil 1979 cit., párrafo 41.
18
Ver: Personnel diplomatique et consulaire... Recueil 1980 cit., párrafo 91.
19
El carácter voluntario del mantenimiento de relaciones diplomáticas ha sido subrayado tam-
bién por la CIJ en su auto de 15 de diciembre de 1979 relativo al asunto del personal diplomá-
tico y consular de Estados Unidos en Teherán (Ibíd., párrafo 41).
20
Sobre este punto, que ha dado lugar a muchos problemas en la práctica, el art. 11 de la Conven-
ción señala que “a falta de acuerdo explícito... el Estado receptor podrá exigir que ese número
esté dentro de los límites de lo que considere que es razonable y normal, según las circunstan-
cias de ese Estado y las necesidades de la misión de que se trate”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 207
21
Ver: Recueil 1979... cit., párrafo 38.
208 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
22
Por “locales de la misión”, se entiende los edificios o las partes de los edificios, sea cual fuere su
propietario, utilizados para las finalidades de la misión, incluyendo la residencia del jefe de la
misión, así como el terreno destinado al servicio de esos edificios o de partes de ellos (art. 1.i).
23
Artículo 30.1.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 209
24
Por “miembros del personal diplomático” se entiende los miembros del personal de la misión
que posean la calidad de diplomático (art. 1.d).
25
Por “agente diplomático”, se entiende el jefe de la misión o un miembro del personal diplomá-
tico de la misión (art. 1.e).
210 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
cuanto a los servicios prestados al Estado acreditante (art. 33), las relativas a
los impuestos y gravámenes personales o reales, nacionales, regionales o muni-
cipales, con determinadas excepciones (art. 34), así como de toda prestación per-
sonal (art. 35). El agente diplomático no ejercerá en el Estado receptor ninguna
actividad profesional o comercial en provecho propio (art. 42).
Los miembros del personal administrativo y técnico26 siempre que no sean
nacionales del Estado receptor ni tengan en él su residencia permanente, gozan
también de similar inviolabilidad, privilegios e inmunidades, aunque estas últi-
mas no se extenderán a los actos realizados fuera del desempeño de sus funcio-
nes (art. 37.2). Los miembros del personal de servicio de la misión27 que no sean
nacionales del Estado receptor ni tengan en él su residencia permanente gozan
de privilegios e inmunidades más reducidos (art. 37.3).
Las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar
las leyes y reglamentos del Estado receptor (lo que se entiende que incluye las
normas de circulación y el pago de las multas) y están obligadas a no inmiscuir-
se en los asuntos internos de ese Estado (art. 41.1). Además, el Estado receptor
podrá, en cualquier momento y sin tener que exponer los motivos de su decisión,
declarar persona non grata a cualquier miembro del personal diplomático o de-
clarar que cualquier otro miembro del personal de la misión no es aceptable,
en cuyo caso el Estado acreditante retirará a dicha persona o pondrá fin a sus
funciones (art. 9). El Estado acreditante puede renunciar a la inmunidad de
jurisdicción de sus agentes diplomáticos, siempre que la renuncia se haga de
forma expresa (art. 32).
26
Por “miembros del personal administrativo y técnico” se entiende los miembros del personal de
la misión empleados en el servicio administrativo y técnico de la misión (art. 1.f).
27
Por “miembros del personal de servicio” se entiende los miembros del personal de la misión
empleados en el servicio doméstico de la misión (art. 1.g).
28
Ver: Informe de la Comisión a la Asamblea General. Documentos A/6709 y REVer:1/CORR.2,
Informe de la Comisión de Derecho Internacional sobre la labor realizada en su 19º periodo
de sesiones, 8 de mayo-14 de julio de 1967, Anuario de la Comisión de Derecho Internacional
1967, vol. II, p. 358, párrafo 8.
29
Ver: DOCUMENTO A/CN.4/166. Informe sobre las misiones especiales, por Milan Bartos, Re-
lator Especial, Anuario de la Comisión de Derecho Internacional 1974, vol. II, p. 68.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 211
30
La Convención entró en vigor el 21 de junio de 1985 y vincula a treinta y un Estados. Aunque
el preámbulo de este Convenio afirma que “en todo tiempo se ha otorgado un trato particular
a las misiones especiales”, no se puede afirmar que existan costumbres jurídicas arraigadas
que tengan carácter de normas universales de Derecho. Ver: Informe sobre las misiones espe-
ciales... cit. Anuario de la Comisión de Derecho Internacional 1964, vol. II, pp. 74-77.
212 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
la misión especial. Unos31 y otros32 son similares a los aplicables a las misiones
diplomáticas y al personal diplomático y se detallan con precisión en la Conven-
ción sobre Misiones Especiales.
31
El Estado receptor dará a la misión especial las facilidades necesarias para el desempeño de
sus funciones (art. 22). Los locales de la misión y el alojamiento particular de los representan-
tes del Estado que envía en la misión especial, así como el de los miembros del personal diplo-
mático de ésta son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos
sin el consentimiento del jefe de la misión especial. El Estado receptor tiene la obligación de
adoptar todas las medidas adecuadas para proteger los locales de la misión especial contra to-
da intrusión o daño. Los locales de la misión especial, su mobiliario y demás bienes que sirvan
para el funcionamiento de la misión especial no podrán ser objeto de ningún registro, requisa,
embargo o medida de ejecución (art. 25). Los archivos y documentos de la misión especial son
siempre inviolables (art. 26).
32
Cuando la misión especial esté encabezada por el Jefe del Estado que envía, éste gozará de las
facilidades, privilegios e inmunidades reconocidos por el Derecho internacional a los Jefes de
Estado en visita oficial (art. 21.1). El Jefe del Gobierno, el Ministro de relaciones exteriores y
“demás personalidades de rango elevado”, cuando participen en una misión especial del Esta-
do que envía gozarán de las facilidades y de los privilegios e inmunidades reconocidos por el
Derecho internacional (art. 21.2). Los representantes del Estado que envía en la Misión espe-
cial, así como los miembros del personal diplomático de ésta gozan de inviolabilidad personal:
no pueden ser objeto de ninguna forma de detención ni arresto. El Estado receptor le tratará
con el debido respeto y adoptará todas las medidas adecuadas para impedir cualquier atentado
contra su persona, su libertad o su dignidad (art. 29). Los representantes del Estado que envía
en la misión especial, así como los miembros del personal diplomático de ésta gozan de inmu-
nidad de jurisdicción penal del Estado receptor. Gozan también de inmunidad de jurisdicción
civil y administrativa, con determinadas excepciones; los representantes del Estado que envía
en la misión especial, así como los miembros del personal diplomático de ésta no podrán ser
objeto de ninguna medida de ejecución, salvo determinadas excepciones y con tal de que no su-
fra menoscabo la inviolabilidad de su persona o de su alojamiento (art. 31). Los representantes
del Estado que envía en la misión especial, así como los miembros del personal diplomático de
ésta están exentos de las disposiciones de seguridad social, en cuanto a los servicios prestados
al Estado acreditante (art. 32); asimismo, están exentos de todos los impuestos y gravámenes
personales o reales, nacionales, regionales o municipales, con determinadas excepciones (art.
34), así como de toda prestación personal (art. 34). Ahora bien, los representantes del Estado
que envía en la misión especial, así como los miembros del personal diplomático de ésta que
sean nacionales del Estado receptor o tengan en él residencia permanente sólo gozarán de
inmunidad de jurisdicción e inviolabilidad por los actos oficiales realizados en el desempeño
de sus funciones, excepto en la medida en que el Estado receptor conceda otros privilegios e
inmunidades (art. 40). Los miembros del personal administrativo y técnico, que no tengan
la nacionalidad del Estado receptor ni tengan en él su residencia permanente, gozarán de
inviolabilidad personal y del alojamiento particular; de inmunidad de la jurisdicción penal del
Estado receptor y de inmunidad de jurisdicción civil y administrativa de aquel Estado, que
no se extenderá a los actos realizados fuera del desempeño de sus funciones. Asimismo, están
exentos de la legislación de seguridad social, en cuanto a los servicios prestados al Estado
que envía, de impuestos y gravámenes y de prestaciones personales (art. 36). Los miembros
del personal de servicio de la misión especial, que no sean nacionales del Estado receptor ni
tengan en él su residencia permanente, gozarán de inmunidad por los actos realizados en el
desempeño de sus funciones, así como de determinadas exenciones de impuestos y gravámenes
(art. 37). Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos
privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. Tam-
bién están obligadas a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado (art. 47).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 213
33
Ver: Relaciones entre los Estados y las Organizaciones intergubernamentales. Documentos
A/CN.4/195 Y ADD.1. Segundo Informe sobre las relaciones entre los Estados y las Organi-
zaciones intergubernamentales, por A. El-Erian; Relator Especial, Anuario de la Comisión de
Derecho Internacional 1967, vol. II, p. 143-144.
34
Ver: el preámbulo de la Convención sobre la representación de los Estados en sus Relaciones
con las Organizaciones Internacionales de carácter universal de 14 de marzo de 1975.
35
Las Organizaciones internacionales para poder desempeñar sus funciones establecen su sede
en el territorio de un Estado huésped, en virtud de los llamados Acuerdos de sede que otorgan
una serie de privilegios e inmunidades a las Organizaciones internacionales, a los funcionarios
de éstas y a los representantes de los Estados miembros de las mismas. Por otra parte, ade-
más de sus sedes, en virtud de acuerdos internacionales, algunas Organizaciones establecen
centros y oficinas regionales en Estados miembros e incluso no miembros, que igualmente les
reconocen inmunidades y privilegios.
214 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
36
Para que se aplique la Convención es necesario que sea aceptada por el Estado huésped de la
Organización y que, después de la entrada en vigor de la Convención, el órgano competente de
la Organización internacional decida aplicar las disposiciones pertinentes de la Convención
(art. 2). Por “Estado huésped” se entiende el Estado en cuyo territorio: a) la Organización tiene
su sede o una oficina, o b) se celebre la reunión del órgano o una Conferencia (art. 1.15).
37
Ver, por ejemplo, la Convención sobre Prerrogativas e Inmunidades de las Naciones Unidas de
13 de febrero de 1946 (BOE de 17 de octubre de 1974). La Convención entró en vigor el 31 de
julio de 1974.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 215
38
La Convención, que entró en vigor el 19 de marzo de 1967, vincula a 163 Estados. http://www.
un.org/Depts/Treaty/final/ts2/newfiles/part_boo/iii_boo/iii_6html.
39
Ver: Personnel diplomatique et consulaire... Recueil 1979... cit., párrafo 41.
40
Ver: Personnel diplomatique et consulaire... Recueil 1980 cit., párrafo 91.
41
El carácter voluntario del mantenimiento de relaciones consulares ha sido subrayado por la
CIJ, en su auto de 15 de diciembre de 1979 relativo al asunto del personal diplomático y con-
sular de Estados Unidos en Teherán (Recueil 1979... cit.., párrafo 41).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 217
42
Por “oficina consular” se entiende todo consulado general, consulado, viceconsulado o agencia
consular (art. 1.a).
43
La CIJ, en su auto de 15 de diciembre de 1979, relativo al asunto del personal diplomático y
consular, consideró que los privilegios e inmunidades de los funcionarios y empleados consu-
lares así como la inviolabilidad de los locales y archivos consulares “son principios de Derecho
internacional profundamente enraizados”. Personnel diplomatique... Recueil 1979... cit., párra-
fo 40.
44
Los miembros de la Oficina consular son los funcionarios y empleados consulares y los miem-
bros del personal de servicio (art. 1.g). Los miembros del personal de servicio son las personas
empleadas en el servicio doméstico de una oficina consular (art. 1.f).
218 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
45
El Estado receptor concederá todas las facilidades para el ejercicio de las funciones de la Ofi-
cina consular, en particular, deberá facilitar la adquisición en su territorio, por el Estado que
envía, de los locales necesarios para la Oficina consular, o ayudarle a obtenerlos de alguna otra
manera (art. 30). Los locales consulares son inviolables; las autoridades del Estado que envía
no podrán penetrar en la parte de los locales consulares que se utilice exclusivamente para
el trabajo de la Oficina consular, salvo con el consentimiento del Jefe de la Oficina consular o
del Jefe de la misión diplomática del Estado que envía. El Estado receptor tiene la obligación
de adoptar todas las medidas apropiadas para proteger los locales consulares contra toda in-
trusión o daño. Los locales consulares, sus muebles y los medios de transporte no podrán ser
objeto de ninguna requisa, por razones de defensa nacional o utilidad pública (art. 31). Los
locales consulares y la residencia del jefe de la Oficina consular de los que sea propietario o
inquilino el Estado que envía, estarán exentos de todos lo impuestos y gravámenes nacionales,
regionales y locales, con determinadas excepciones (art. 32). Los locales consulares no serán
utilizados de manera incompatible con el ejercicio de las funciones consulares (art. 55.2). Los
archivos y documentos consulares son siempre inviolables dondequiera que se encuentren
(art. 33). La valija consular no podrá ser abierta ni retenida (art. 35.3).
Los funcionarios consulares de carrera y los demás miembros de la oficina consular gozan de
las siguientes facilidades, inmunidades y privilegios: el Estado receptor debe tratarlos con
deferencia y adoptar todas las medidas adecuadas para evitar cualquier atentado contra su
persona, su libertad o su dignidad (art. 40). Los funcionarios consulares gozan de inviolabili-
dad personal en el sentido de que no podrán ser detenidos o puestos en prisión preventiva sino
cuando se trate de un delito grave y por decisión de la autoridad judicial competente (art. 41).
Los funcionarios consulares y los empleados consulares no estarán sometidos a la jurisdicción
de las autoridades judiciales y administrativas del Estado receptor por los actos ejecutados en
el ejercicio de las funciones consulares, con determinadas excepciones (art. 43). Los funciona-
rios y empleados consulares están exentos de la inscripción de extranjeros, del permiso de resi-
dencia, y del permiso de trabajo y del régimen de seguridad social, en cuanto a los servicios que
presten al Estado que envía (arts. 46, 47 y 48). Asimismo, están exentos de todos los impuestos
y gravámenes personales o reales, nacionales, regionales y municipales, con determinadas ex-
cepciones, así como de toda prestación personal (art. 52). Todas las personas que gocen de esos
privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor (art.
55).
46
Las oficinas consulares regidas por funcionarios consulares honorarios, gozan de una situación
similar a las regidas por funcionarios consulares de carrera, salvo que no se les aplica formal-
mente las disposiciones relativas a la inviolabilidad de las mismas, a las exenciones fiscales y
a la inviolabilidad de los archivos y documentos (art. 58). El Estado receptor tiene la obligación
de adoptar todas las medidas apropiadas para proteger los locales consulares contra toda in-
trusión o daño (art. 59). Los locales consulares no serán utilizados de manera incompatible con
el ejercicio de las funciones consulares (art. 55.2).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 219
Los funcionarios consulares honorarios gozan de la misma inmunidad de jurisdicción que los
funcionarios consulares de carrera, están exentos de la inscripción de extranjeros y del permi-
so de residencia y de todos los impuestos y gravámenes sobre las retribuciones y emolumentos
que perciban del Estado que envía como consecuencia del ejercicio de funciones consulares
(art. 58). El Estado receptor tiene la obligación de concederles la protección que puedan nece-
sitar por razón de su carácter oficial (art. 64). Todas las personas que gocen de esos privilegios
e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor (art. 55.1).
Lección 10
La Organización de las Naciones Unidas
(ONU)
noviembre de 1990. Sobre la ONU, véanse CARRILLO SALCEDO, J. A., “Las Naciones Unidas
ante la década de los noventa”, Cursos de Derecho Internacional de Vitoria-Gasteiz, 1990, pp.
15-58; FERNÁNDEZ DE CASADEVANTE ROMANÍ, C.; QUEL, F. J. (coords.), Las Naciones
Unidas y el Derecho Internacional, Barcelona (Ariel), 1997; MEDINA, M., La Organización de
las Naciones Unidas. Su estructura y funciones, 2ª ed., Madrid (Tecnos), 1974.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 223
contenida en la resolución 748 (1992); y considerando que, de acuerdo con el artículo 103
de la Carta, las obligaciones de las Partes a este respecto prevalecen sobre sus obligaciones
conforme a cualquier otro acuerdo internacional, incluida la Convención de Montreal”2.
2
ICJ Reports, 1992, p. 16, pár. 39; p. 126, pár. 42.
224 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Cabe recordar que hay determinados ámbitos en los que la Carta atribuye a
la ONU la responsabilidad primordial en determinadas materias, como el man-
tenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Cuando en tales materias
algún Miembro de la ONU ha prescindido de lo dispuesto en la Carta, la CIJ no
ha dejado de recordarle quién es el órgano principal de la ONU competente en
las mismas. Así sucedió con los bombardeos aéreos del territorio de la República
Federal de Yugoslavia (Serbia y Montenegro) por diez Estados miembros de la
OTAN durante la crisis de Kosovo. En su Providencia de 2 de junio de 1999 so-
bre la solicitud de medidas provisionales en el asunto relativo a la legalidad del
empleo de la fuerza (Yugoslavia c. España), la CIJ:
“Considerando que cuando una controversia da lugar a una amenaza a la paz, quebran-
tamiento de la paz o acto de agresión, el CS tiene responsabilidades especiales conforme al
Capítulo VII de la Carta”4.
3
ICJ Reports, 1949, pp. 178-179.
4
ICJ Reports, 1999, p. 773, pár. 39.
226 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Por otro lado, los nuevos Principios que se recogen en esta resolución son: la
obligación de los Estados de cooperar entre sí, de conformidad con la Carta; y
el Principio de igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos.
En consecuencia, quedan como Principios exclusivos de la Carta: el Principio de
que los Miembros prestarán a la ONU toda clase de ayuda en cualquier acción
que ejerza de conformidad con la Carta; y el Principio de la autoridad de la ONU
sobre los Estados no miembros, en la medida que sea necesaria para mantener
la paz y la seguridad internacionales.
Debe señalarse, además, que a diferencia del artículo 2 de la Carta, la reso-
lución 2625 (XXV) dota de contenido material a cada uno de los siete Principios
incorporados en esta Declaración.
Sobre el valor jurídico de la Declaración de Principios, cabe señalar que la
CIJ, en su sentencia sobre el fondo de 27 de junio de 1986, en el asunto de las ac-
tividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados
Unidos de América) sostuvo que los contenidos del Principio de la prohibición
PÉREZ VERA, E., Naciones Unidas y los Principios de la Coexistencia pacífica, Madrid (Tec-
5
nos), 1973, 169 págs.; REMIRO BROTONS, A., Derecho internacional público. 1. Principios
fundamentales, Madrid (Tecnos), 1982, 341 págs.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 227
6
ICJ Reports 1986, pp. 101-103, párs. 191-193.
7
ICJ Reports 2010, pár. 80.
228 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
8
ICJ Reports 1948, pp. 62-63.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 229
9
Ibíd., p. 65.
230 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
respectivas de los dos órganos cuya acción combinada se requiere antes de que la admisión
pueda ser efectuada; en otras palabras, la recomendación del CS es la condición previa a la
decisión de la AG por la que se efectúa la admisión”10.
10
ICJ Reports 1950, pp. 7-8.
11
La lista de Miembros de la ONU puede consultarse en: «http://www.un.org/es/members».
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 231
A) La Asamblea General
La AG es el órgano plenario de la ONU, al estar integrada por todos sus
Miembros que se hacen representar por un máximo de cinco personas, aunque
cada Miembro sólo disponga de un voto (arts. 9 y 18.1). En este sentido, es el ór-
gano principal más igualitario y democrático de la ONU, a pesar de las grandes
diferencias fácticas que caracterizan a los Miembros.
Como órgano plenario, la AG no funciona de manera permanente. En sesión
plenaria la AG se reúne sólo una vez al año en el período ordinario de sesiones,
coincidiendo el inicio de sus trabajos generalmente con el tercer martes del mes
232 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
12
La Primera Comisión (Desarme y Seguridad Internacional) se ocupa exclusivamente de cues-
tiones del desarme y otras cuestiones relacionadas con la seguridad internacional; la Segunda
Comisión (Asuntos Económicos y Financieros) se encarga exclusivamente de cuestiones eco-
nómicas; la Tercera Comisión (Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales) atiende exclu-
sivamente de cuestiones sociales y humanitarias; la Cuarta Comisión (Política Especial y de
Descolonización) trata una variedad de asuntos políticos que no son abordados por la Primera
Comisión y también se ocupa de la descolonización; la Quinta Comisión (Asuntos Adminis-
trativos y Presupuestarios) se ocupa exclusivamente de los aspectos administrativos y presu-
puestarios de la ONU; y la Sexta Comisión (Jurídica) se encarga exclusivamente de cuestiones
jurídicas internacionales.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 233
CS, a los miembros del ECOSOC y del CAF (art. 18), a los jueces de la CIJ (art.
4 del Estatuto de la CIJ) y al Secretario General (SG) (art. 97); y establecer los
órganos subsidiarios que estime necesarios para el desempeño de sus funciones
(art. 22)13.
Para la adopción de resoluciones por la AG, la Carta sólo contempla el
procedimiento de la votación mayoritaria entre los Miembros de la ONU. En las
“cuestiones importantes”, el procedimiento consiste en “el voto de una mayoría
de dos tercios de los Miembros presentes y votantes”. Se consideran “cuestiones
importantes”: a) las recomendaciones relativas al mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales; b) la elección de los miembros no permanentes del
CS, de los miembros del ECOSOC, de los miembros del CAF; c) la admisión de
nuevos Miembros a las Naciones Unidas, la suspensión de los derechos y pri-
vilegios de los Miembros, así como la expulsión de Miembros; d) las cuestiones
relativas al funcionamiento del régimen de administración fiduciaria; y e) las
cuestiones presupuestarias (art. 18.2). Respecto de las “otras cuestiones”, inclu-
so la determinación de categorías adicionales de cuestiones que deban resolver-
se por mayoría de dos tercios, el procedimiento para la adopción de resoluciones
es la mayoría de los miembros presentes y votantes (art. 18.3). Aunque no está
previsto en la Carta, cada vez resulta más frecuente en la práctica de la ONU
que las resoluciones de la AG se aprueben por consenso, es decir que, tras las
deliberaciones pertinentes, el Presidente de la AG puede proponer que una reso-
lución se apruebe sin someterla a votación. Si ningún Miembro se opone a ello,
el proyecto de resolución queda definitivamente aprobado.
Pese a las competencias tan amplias que se conceden a la AG, ha de seña-
larse que la mayor parte de las resoluciones que adopta la AG contienen reco-
mendaciones no vinculantes, por sí mismas, para los Estados Miembros. Sólo
en materias relativas a la condición de Miembro de la ONU; a la aprobación
del presupuesto ordinario y, en su caso, extraordinario de la Organización; a la
determinación de las cuotas que sufragará cada Miembro de la ONU; a la apro-
bación de su Reglamento de régimen interno; a la elección de su Presidente y de
los miembros de los demás órganos principales de la ONU, la AG puede adoptar
resoluciones que contengan decisiones obligatorias.
B) El Consejo de Seguridad
El CS es un órgano principal de la ONU de composición restringida. En
la actualidad está compuesto por quince miembros, contando cada uno con un
representante, que podrá ser un miembro de su Gobierno o un representan-
te especialmente designado. Cinco son miembros permanentes del CS: China,
13
Los órganos subsidiarios creados por la AG pueden consultarse en la dirección: «http://www.
un.org/es/aboutun/structure».
234 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
14
España ha sido miembro del CS en los años 1969-1970, 1981-1982, 1993-1994 y 2003-2004.
15
La Sede principal de la ONU está en Nueva York.
16
ICJ Reports 1962, p. 163.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 235
ción de los jueces de la CIJ (art. 4 del Estatuto de la CIJ) y del SG (art. 97); en
la convocatoria de la Conferencia General de Revisión de la Carta (art. 109);...
Entre las competencias exclusivas del CS destacan la de hacer recomendaciones
o dictar medidas para garantizar la ejecución de una sentencia de la CIJ (art.
94.2); y la de establecer los órganos subsidiarios que estime necesarios para el
desempeño de sus funciones (art. 29)17.
Al igual que sucede con la AG, para la adopción de resoluciones por el
CS la Carta sólo contempla el procedimiento de la votación mayoritaria entre
los miembros del CS, teniendo cada miembro un único voto. Las reglas de la
votación varían según se trate de “cuestiones de procedimiento”, o de cuestiones
de fondo (“todas las demás cuestiones”). Las decisiones sobre “cuestiones de pro-
cedimiento” se adoptan con el voto afirmativo de cualesquiera nueve miembros
del CS (art. 27.2). Para “todas las demás cuestiones”, se exige el voto afirmativo
de nueve miembros del CS, incluidos “los votos afirmativos de todos los miem-
bros permanentes” (art. 27.3). Ello significa que en las cuestiones de fondo cada
miembro permanente del CS dispone de un derecho de veto. Hasta el final de la
“guerra fría”, los miembros permanentes ejercieron su derecho de veto de mane-
ra casi generalizada, lo que impidió que el CS pudiera cumplir su responsabili-
dad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales. La práctica
de la ONU ha flexibilizado esta posibilidad, pues se entiende que la abstención
o la ausencia en la votación de un miembro permanente no equivale al ejercicio
del veto: para vetar, hay que votar expresamente en contra. La Carta intentó
limitar el abuso del veto, al disponer que el miembro del CS que fuera parte en
una controversia se abstendrá de votar. Pero el hecho de que este mandato se
refiera explícitamente al Capítulo VI de la Carta (“Arreglo pacífico de controver-
sias”) y no al VII (“Acción en casos de amenazas a la paz, quebrantamientos de
la paz o actos de agresión”), ha determinado que esta disposición apenas se haya
aplicado en la práctica.
Aunque no está previsto en la Carta, desde el fin de la “guerra fría” el CS con
cierta frecuencia adopta sus resoluciones por el método del consenso. Tras de-
batir una cuestión en el seno del CS, su Presidente (actuando en esta condición
y no como representante de un Estado Miembro en el CS) resume el debate y
extrae las conclusiones, manifestando que ellas reflejan la voluntad del CS en su
conjunto. Si ningún miembro del CS plantea objeciones a las mismas, se entien-
den definitivamente adoptadas sin necesidad de recurrir a la votación.
Las resoluciones del CS pueden contener recomendaciones o decisiones. És-
tas últimas son vinculantes para todos los Miembros de la ONU, aunque no
sean miembros del CS o aunque no hayan votado a favor de las mismas, toda
vez que:
17
Los órganos subsidiarios creados por el CS pueden consultarse en la dirección: «http://www.
un.org/es/aboutun/structure».
236 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“Los Miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar y cumplir las decisiones del
CS de acuerdo con esta Carta” (art. 25).
18
Los órganos subsidiarios creados por el ECOSOC pueden consultarse en la dirección: «http://
www.un.org/es/aboutun/structure».
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 237
19
El ECOSOC llevó a cabo su primer “Examen Ministerial Anual” los días 3 y 4 de julio de 2007,
centrándose en la erradicación de la pobreza extrema y del hambre.
20
El Primer Foro sobre Cooperación para el Desarrollo se celebró en la Sede de la ONU, los días
30 de junio y 1 de julio de 2008.
238 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
F) La Secretaría
La Secretaría es el último órgano principal de la ONU. Su funcionamiento es
permanente y está compuesta por el SG y por el personal que requiera la ONU.
El SG es el más alto funcionario administrativo de la ONU y es nombrado por
la AG a recomendación del CS (art. 97). La duración de su mandato no está pre-
vista en la Carta, por lo que la AG y el CS se pusieron de acuerdo en que sería
designado por un período renovable de cinco años. El personal de la Secretaría
es nombrado por el SG de acuerdo con las reglas establecidas por la AG. En su
nombramiento son criterios determinantes la necesidad de asegurar el más alto
grado de eficiencia, competencia e integridad, así como el garantizar que entre
su personal haya la más amplia representación geográfica posible (art. 101).
21
Al ECOSOC, al CAF y al Comité Interino de la AG.
22
De los 19 organismos especializados de la ONU que se mencionan en el último epígrafe de esta
lección, los únicos que no están autorizados para solicitar opiniones consultivas de la CIJ son:
la Unión Postal Universal (UPU); el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas
a Inversiones (CIADI); el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA); y la
Organización Mundial del Turismo (OMT).
23
Es el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). El Acuerdo sobre las relaciones
entre las Naciones Unidas y el OIEA fue aprobado por la AG el 14 de noviembre de 1957, día
de su entrada en vigor. El artículo X de este Acuerdo faculta al OIEA a solicitar opiniones
consultivas a la CIJ.
240 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
A) La reforma de la Carta
La reforma de la Carta está regulada en su artículo 108, que dispone lo si-
guiente:
“Las reformas a la presente Carta entrarán en vigor para todos los Miembros de las Na-
ciones Unidas cuando hayan sido adoptadas por el voto de las dos terceras partes de los
miembros de la AG y ratificadas, de conformidad con sus respectivos procedimientos cons-
titucionales, por las dos terceras partes de los Miembros de las Naciones Unidas, incluyendo
a todos los miembros permanentes del CS”.
PONS, X.; OLESTI, A.; TORROJA, H., “La reforma de la Carta de las Naciones Unidas. Infor-
24
25
ICJ Reports 1971, pp. 21-22, pár. 22.
244 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
materias de carácter económico, social, cultural, educativo, sanitario, y otras conexas, serán
vinculados con la Organización de acuerdo con las disposiciones del artículo 63.
2. Tales organismos especializados así vinculados con la Organización se denominarán
en adelante «los organismos especializados»”.
26
GONZÁLEZ GARCÍA, I., Naciones Unidas y la coordinación para el desarrollo, Madrid (Dy-
kinson), 2005, 363 págs.
27
Destacan el Comité del Programa y de la Coordinación, creado en 1960 por el ECOSOC y que
desde 1966 también es órgano subsidiario de la AG; la Junta de Coordinación de los Jefes
Ejecutivos del sistema de las Naciones Unidas, creado en 1946 por el ECOSOC; y la Comisión
Consultiva en Asuntos Administrativos y de Presupuesto, creada en 1966 por la AG.
28
Éste es el caso del OIEA; de la Organización Mundial del Comercio (OMC); de la Autoridad
Internacional de los Fondos Marinos (AIFM); y de la Corte Penal Internacional (CPI).
Parte Cuarta
La regulación
internacional de las
competencias del Estado
Lección 11
Las competencias del Estado sobre el
territorio
I. ASPECTOS GENERALES
En el Derecho internacional el territorio del Estado tiene una importancia
primordial ya que constituye uno de los elementos esenciales para su existencia,
que no puede concebirse sin un soporte físico. Actualmente la práctica totalidad
de los territorios habitables del planeta se encuentran sometidos a la soberanía
de los Estados que ejercen sobre ellos su competencia territorial. Sin embargo
no debe olvidarse que existen también otros espacios que se encuentran fuera
de los límites de la soberanía de los Estados, es decir, en zonas situadas más allá
de la jurisdicción nacional.
El territorio ha sido definido como el ámbito espacial en el que el Estado
ejerce sus competencias, es decir, como el soporte material de la soberanía es-
tatal. Las concepciones relativas a la naturaleza del territorio se han sucedido
a lo largo del tiempo con arreglo a diversas construcciones doctrinales. Entre
estas cabe señalar, la teoría del territorio-sujeto (Hauriou, Jellinek), en cuya
virtud el territorio sería la expresión del propio “cuerpo” del Estado; la teoría del
territorio-objeto (Oppenheim, Lauterpacht) según la cual el territorio constituye
el marco físico o material sobre el que se ejerce el poder estatal; la teoría de las
competencias (Kelsen, Verdross, Basdevant), que considera al territorio como
una porción de la superficie terrestre en la cual resulta aplicable y ejecutivo el
sistema jurídico del Estado; y otras teorías con mayor o menor predicamento.
Ninguna de estas doctrinas parece totalmente satisfactoria considerada aisla-
damente, por no dar cumplida explicación de la compleja realidad que caracteri-
za al territorio estatal. En efecto, como ya hemos visto, bajo el término territorio
se incluyen una serie de elementos físicos diversos; la tierra firme, con el suelo
y el subsuelo, los ríos y lagos situados dentro de las fronteras, algunos espacios
marinos (aguas interiores, mar territorial y plataforma continental), y el espacio
aéreo nacional.
El territorio del Estado posee unos caracteres generales que han sido resumi-
dos por la doctrina del modo siguiente. En primer lugar, el territorio del Estado
debe ser estable y resultar vinculado a la población que lo ocupa de un modo
permanente. El territorio del Estado debe estar delimitado mediante el traza-
do de las fronteras que sirven para acotar el espacio en las que éste ejerce sus
funciones y desarrolla sus competencias. Asimismo, el territorio debe presentar
una cierta continuidad geográfica, pero ello no impide que puedan existir te-
rritorios separados por distancias geográficas más o menos considerables (caso
de las Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla) o territorios estatales repartidos en
250 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
distintas regiones del planeta (por ejemplo, los territorios franceses de ultramar
—TOM— en América, África y Oceanía).
En último termino, la soberanía territorial requiere la efectividad del ejercicio
de las funciones estatales sobre un territorio determinado pero esta exigencia
aparece matizada por la incidencia de la relatividad que le permite adaptarse
a una gran diversidad de situaciones apreciadas sobre la base de las circuns-
tancias del caso concreto. Además, hay que tener en cuenta que el territorio del
Estado no mantiene una situación estática a lo largo del tiempo sino que está
sometido a vicisitudes y cambios que pueden transformar sus perfiles. En este
sentido adquiere un papel importante el elemento de notoriedad, es decir, el he-
cho de que las transformaciones eventualmente sobrevenidas tengan un reflejo
efectivo en el ejercicio de las competencias del Estado sobre el territorio y que
ello sea perceptible para los demás Estados.
La competencia territorial implica el ejercicio de las funciones de Estado de
un modo exclusivo y pleno en un ámbito geográfico determinado y conlleva una
serie de derechos inherentes. En tal sentido, conviene recordar que la inviolabi-
lidad e integridad territorial de los Estados constituye un principio estructural
del Derecho internacional contemporáneo, de modo que la composición territo-
rial de un Estado sólo puede modificarse por medio de acuerdos voluntarios, sin
intervención de la amenaza o del uso de la fuerza armada. Pero la competencia
territorial conlleva también ciertos deberes, sintetizados en el principio del “uso
no perjudicial del territorio” que fue afirmado con carácter general por la CIJ en
el asunto del Estrecho de Corfú en 1949:
”Los Estados... tienen la obligación de no permitir a sabiendas que se utilice su territorio
para la realización de actos contrarios a los derechos de otros Estados”1.
1
ICJ. Reports, 1949, p. 22.
2
La sentencia arbitral relativa a la fundición de Trail de 1941, que enfrentó a los Estados Uni-
dos con Canadá por las emisiones de humos contaminantes provenientes de éste país, afirmó
que: “Ningún Estado tiene el derecho de utilizar o permitir la utilización de su territorio de tal
manera que se causen perjuicios por contaminación en el territorio de otro Estado o en las pro-
piedades de las personas que en él habitan, cuando del caso se derivan consecuencias graves y
el perjuicio está clara y convincentemente demostrado.” RIAA, vol. III, p. 1965.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 251
3
CIJ Recueil, 1975, p. 39.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 253
4
Asunto de la Isla Clipperton (Francia-México), Sentencia de 28 de enero de 1931. RIAA, vol. XI,
p. 110. Pese a la rotundidad de éstas afirmaciones, en el caso de autos, dado que la isla consti-
tuía un territorio inhabitado y relativamente remoto, el árbitro consideró que el desembarco
de algunos hombres el 20 de noviembre de 1858 constituía una toma de posesión suficiente
para consolidar la ocupación por parte de Francia.
5
CIJ, Recueil, 1953, pp. 67 y ss.
254 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3. Accesión territorial
La accesión se produce cuando nuevas masas terrestres vienen a incorpo-
rarse al territorio de un Estado bien de modo natural (en virtud de procesos
geológicos, como el aluvión, la formación de deltas en los ríos o la aparición de
nuevas islas) o bien de modo artificial (en virtud de la obra del hombre, como en
el caso de en los polders holandeses). La soberanía sobre estas masas terrestres
se adquiere de facto por el Estado soberano del territorio principal, en aplicación
del principio según el cual lo accesorio sigue a lo principal (accesorium sequitur
principale) y sin necesidad de proclamación alguna.
Obviamente, en razón de su propia naturaleza, la accesión constituye un tí-
tulo jurídico de importancia menor en cuanto procedimiento para la adquisición
de la soberanía territorial. Sin embargo, es un procedimiento que mantiene una
presencia continuada en la práctica, a pesar de su importancia relativamente
marginal. Un caso de esta naturaleza que beneficia a España y a Marruecos es
la lengua de arena que se ha consolidado entre el Peñón de Vélez de la Gomera y
la costa continental africana, cuya soberanía hay que entender que corresponde
por partes iguales a los dos Estados.
4. ¿Proximidad geográfica?
En ocasiones se ha evocado la proximidad geográfica como un título de ad-
quisición del territorio, pretensión que se ha articulado jurídicamente sobre la
base de las teorías de la “contigüidad” (adyacencia geográfica) o “continuidad”
(prolongación natural del territorio).
Aunque el argumento de la proximidad geográfica tiene un innegable im-
pacto emocional, su recepción en el Derecho internacional ha sido en la prác-
tica muy escasa en lo que se refiere a la adquisición de territorios. Sí se ha
utilizado este criterio para fundamentar la extensión de la soberanía o juris-
6
Sentencia de 9 octubre 1989 (primera fase), p. 71, par 239. Accesible en: pca-cpa.org.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 255
dicción de los Estados ribereños sobre los espacios marinos adyacentes o sobre
el espacio aéreo. Pero, en lo que se refiere a la adquisición de la soberanía
territorial, su incidencia se ha limitado a operar como un elemento de relativi-
zación de las exigencias de la efectividad en ciertos casos (zonas de hinterland
en los territorios coloniales africanos) y a su utilización como un argumento
subsidiario en ciertos conflictos territoriales (Sahara Occidental, Malvinas).
Más allá de esto, la contigüidad geográfica constituye a lo más una “doctrina
diplomática” (Pellet) sin reconocimiento efectivo en materia de adquisición del
territorio. Como ya dijera el árbitro Max Huber en la sentencia de la Isla de
Palmas en 1928:
“El título de contigüidad, entendido como fundamento de la soberanía territorial, carece
de base en Derecho internacional”7
1. Cesión
La cesión ha sido definida como la renuncia a la soberanía sobre un territorio
por parte de un Estado en favor de otro que la acepta. Constituye una forma de
adquisición de la soberanía territorial de la que han existido diversos ejemplos
en el pasado y que mantiene todavía hoy formalmente su vigencia.
La historia señala diversos casos de cesión de territorios mediante acuerdos
de diversos tipos, tales como tratados de paz, tratados sucesorios y acuerdos de
cesión a título gratuito u oneroso. De los primeros, existen numerosos ejemplos
en la práctica histórica europea, algunos de ida y vuelta, como la cesión de Alsa-
7
RIAA/RSA, Island of Palmas case (Netherlands, USA), 4 Aprl 1928, Vol. II, p. 869.
256 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2. Conquista
La conquista tuvo gran importancia como medio de adquisición de la sobera-
nía territorial en el Derecho internacional clásico, puesto que en aquel tiempo
la guerra estaba permitida como medio de solución de las controversias interna-
cionales. La Corte Permanente de Justicia Internacional, en su sentencia de 5
de abril de 1933 relativo al asunto de Groenlandia Oriental, reconoció la validez
de este título al afirmar que:
“la conquista no actúa como una causa de pérdida de soberanía mas que cuando hay una
guerra entre dos Estados y, como consecuencia de la derrota de uno de ellos, la soberanía
sobre el territorio pasa del Estado vencido al Estado vencedor”9
8
CPJI, Serie A, nº 7, p. 30.
9
CPJI, Serie A/B, nº 53, p. 47.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 257
3. Prescripción adquisitiva
Entre los modos derivativos de adquisición de la soberanía territorial se evo-
ca también la prescripción adquisitiva (usucapión), es decir, la adquisición de
la soberanía mediante el ejercicio efectivo de funciones estatales durante cierto
tiempo sobre un territorio perteneciente con anterioridad a otro Estado que ya
no ejerce sus competencias sobre el mismo.
Aunque se trata de un título teóricamente admisible, lo cierto es que su im-
portancia ha sido escasa en la práctica y su reconocimiento jurisprudencial muy
ocasional. Además, este título de adquisición es siempre problemático, por la
inexistencia de un plazo determinado para el perfeccionamiento del título ad-
quisitivo y buena parte de la doctrina niega que tenga un carácter verdade-
ramente autónomo. En todo caso, la eficacia de este título requiere la falta de
protesta o aquiescencia por parte del anterior Estado soberano, la efectividad en
el ejercicio de las funciones de gobierno sobre el territorio por parte del Estado
que pretende adquirirlo y el transcurso de un lapso de tiempo suficiente.
La figura de la prescripción adquisitiva aparece involucrada en la contro-
versia hispano-británica sobre el istmo que separa la ciudad, puerto y peñón de
Gibraltar del resto de la península ibérica. El istmo no figuraba entre los terri-
torios cedidos por España a Inglaterra en virtud del Tratado de Utrecht de 13
de julio de 1713, pero fue objeto de ocupación ulterior por los británicos frente
a la protesta reiterada de España. Aunque la ocupación británica del istmo de
Gibraltar es prolongada y efectiva, España niega haber prestado su aquiescen-
cia a tal ocupación, impidiendo así la adquisición del territorio en disputa por
prescripción.
258 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
10
En contra: REMIRO BROTONS, A. et alterum, Derecho Internacional público, 2ª ed., Valencia,
Tirant lo Blanch, 2007, pp. 495-496. Un caso particular, dentro de esta última concepción, es el
relativo a la doctrina brasileña del “uti possidetis de facto”. En virtud de este planteamiento,
Brasil habría adquirido todos los territorios pertenecientes a Portugal de acuerdo con los tra-
tados internacionales suscritos con España, con las modificaciones resultantes de la ocupación
efectiva de algunos territorios efectuada por el Brasil ulteriormente. La doctrina brasileña del
uti possidetis de facto no ha recibido una consagración firme en el Derecho internacional.
11
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et alterum (2008), p. 612. Ver passim: SÁNCHEZ RODRÍGUEZ,
L. I. «L’uti possidetis et les effectivités dans les contentieux territoriaux et frontaliers», Recueil
des Cours de l’Académie de Droit International, t. 263 (1997), pp. 149 a 381.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 259
D) Conflictos territoriales
Las controversias territoriales constituyen uno de los capítulos más nutridos
del contencioso internacional. Hoy en día siguen planteándose de un modo bas-
tante generalizado entre los Estados, existiendo en la actualidad más de 60 con-
flictos en curso relativos a disputas sobre soberanía territorial. En la mayoría de
los casos, estos conflictos acaban siendo sometidos a arreglo judicial o arbitral, lo
que ha dado lugar a una extensa y compleja jurisprudencia en la materia.
Como ya hemos dicho, muchas de estas controversias tienen que ser conside-
radas en el contexto de situaciones históricas pasadas para evaluar la validez de
los títulos de adquisición del territorio en disputa. Esto plantea difíciles cuestio-
nes de derecho intertemporal que ya fueron detectadas por la sentencia arbitral
relativa al asunto de la isla de Palmas, de 4 de abril de 1928:
un acto jurídico debe ser apreciado a la luz del derecho de la época, y no a la luz del
derecho en vigor en el momento en el que surge o debe solucionarse una controversia rela-
tiva a dicho acto12.
12
Texto en RGDIP, 1935, p. 172.
260 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
13
BASTID, S. “Les problèmes territoriaux dans la jurisprudence de la Cour internationale de
Justice”, RCADI, 1862, t. 107, p. 446.
14
CIJJ. Recueil 1986, p. 563.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 261
Estados, no cabe duda de que las mismas adquieren una importancia primordial
para éstos y que su estabilidad constituye un factor importante en el desarrollo
pacífico de las relaciones internacionales. Y no es tampoco de extrañar que las
controversias fronterizas hayan sido objeto de una jurisprudencia internacional
bastante nutrida durante el último siglo y medio y que en la actualidad sigan
existiendo numerosas manifestaciones de conflictos fronterizos abiertos o laten-
tes.
El instrumento principal para el establecimiento de fronteras es el tratado
fronterizo. La Corte internacional de Justicia ha puesto de relieve la importan-
cia que revisten los tratados fronterizos, subrayando que en ocasiones la fron-
tera establecida pervive por encima del tratado mismo que la estableció. En el
asunto de la controversia fronteriza Libia/Chad, la CIJ afirmó así que:
una frontera establecida por un tratado adquiere así una permanencia que el tratado
mismo no necesariamente conoce. Un tratado puede dejar de estar en vigor sin que la conti-
nuidad de la frontera se vea afectada. En este caso, las partes no han ejercido su facultad de
terminar el tratado, pero se ejercite o no la opción, la frontera permanece15.
15
CIJ Recueil, 1994, p. 37.
262 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
16
BOE de 16 de octubre de 1990.
17
Ver: ÁLVAREZ de EULATE, M. “La Comunidad de Trabajo de los Pirineos en el contexto Eu-
ropeo de cooperación transfronteriza” REDI., 1984-2, pp. 469 y ss.
18
A este respecto, conviene observar que, de acuerdo con el Real Decreto 1317/1997, de 1 de
agosto, la producción de efectos en España de los “convenios” de cooperación transfronteriza
suscritos por Comunidades Autónomas y entidades locales con sus homólogas extranjeras al
amparo de los tratados internacionales está condicionada a su comunicación, previa a la firma,
a la Administración General del Estado (BOE de 29 de agosto de 1997).
264 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
A) Condominio
El condominio supone el ejercicio de competencias estatales concurrentes
o conjuntas sobre un ámbito espacial concreto, rompiéndose la característica
general de exclusividad propia de las competencias territoriales. El condomi-
nio ha sido definido como el “estatuto de un territorio respecto al cual el goce
y el ejercicio de las competencias reconocidas a los Estados por el derecho de
gentes pertenece a una comunidad internacional parcial caracterizada por la
igualdad jurídica y funcional de los Estados que la componen, ejerciendo sus
competencias por medio de órganos internacionales particulares, mediatos o
inmediatos”20. En algunos casos, la doctrina acude a la idea de cosoberanía para
explicar la naturaleza del condominio, aunque la referencia es equívoca porque
ninguno de los Estados es auténtico soberano del territorio, ya que no existen
competencias plenas y exclusivas, sino competencias territoriales concurrentes
y compartidas.
Aunque los condominios históricos de tipo colonial han perdido vigencia y
se han extinguido con el paso del tiempo, en la actualidad todavía subsisten
19
En teoría, el régimen de Protectorado afectaba únicamente a las relaciones exteriores del
Estado protegido que quedaban en manos del Estado protector. Pero, en la práctica, el Estado
protector intervenía también a menudo en la administración interna del protectorado y ejercía
competencias territoriales más o menos amplias según los casos.
20
CORET, A, Le condominium, Paris (LGDJ) 1960.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 265
B) La ocupación bélica
En ocasiones, como consecuencia de un conflicto armado, se producen situa-
ciones de ocupación militar del territorio de un Estado por fuerzas armadas de
otro u otros Estados. Tal es el caso, por ejemplo, de los territorios palestino ocu-
pados por Israel, de la ocupación del Norte de Chipre por Turquía desde 1974,
de la ocupación de Kuwait por Irak en 1990 y de la ocupación del propio Irak
por las llamadas “fuerzas de la coalición”, actuando bajo el mando unificado de
la Autoridad Provisional de la Coalición, a partir de mayo de 2003.
En principio, la ocupación militar del territorio de otro Estado en violación
de las disposiciones de la Carta de la ONU constituye un acto ilícito de acuerdo
con el Derecho internacional; la resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General
afirma categóricamente que
“El territorio de un Estado no será objeto de ocupación militar derivada del uso de la
fuerza en contravención de las disposiciones de la Carta”.
Con todo, la ocupación militar es una situación de hecho sobre la que se pro-
yecta el principio de efectividad, y que produce consecuencias jurídicas según
el Derecho internacional durante el tiempo que dura la misma. El territorio de
un Estado se considera ocupado cuando se encuentra de hecho colocado bajo
la autoridad de un ejército extranjero, habiendo pasado la autoridad del poder
legal a manos del Estado ocupante. La simple declaración de la ocupación del
21
CIJ, Recueil, 1992, pp. 598-616.
266 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
22
V. Affaire de Casablanca, Recueil des sentences arbitrales, vol. XI, p. 128.
23
En el Derecho Internacional Humanitario, la ocupación militar está regulada por la Conven-
ción II de La Haya de 29 de julio de 1889, relativa a las leyes y usos de la guerra terrestre y el
Reglamento Anejo (arts. 42 a 56), por el Convenio IV de La Haya de 18 de octubre de 1907, así
como por el Convenio IV de 1949 y el Protocolo I de 1977.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 267
24
Ver supra, lección 4, p. 77.
25
Según el artículo 4 del Convenio IV de Ginebra, las “personas protegidas” son “las personas
que en un momento cualquiera y de cualquier manera que sea, se encontraren, en caso... de
ocupación, en poder de una potencia ocupante de la cual no sean súbditas”. Sin embargo, los
súbditos de un Estado que no sea parte en el Convenio no están protegidos por él. En conse-
cuencia puede afirmarse que la filosofía que inspira los Convenios de Ginebra no es la protec-
ción de los derechos humanos que, por definición, se reconocen a todos los seres humanos, sino
sólo la protección de determinadas categorías de personas.
26
El Convenio IV de Ginebra establece que las disposiciones relativas a la ocupación militar se
aplican desde el comienzo de la ocupación armada y dejan de aplicarse un año después del
cese de las operaciones militares. Sin embargo, el propio Convenio IV añade que la potencia
ocupante sigue obligada por determinadas disposiciones mientras dure la ocupación, en la
medida en que siga ejerciendo funciones gubernamentales en el territorio de que se trate (art.
6 del Convenio IV de Ginebra de 1949) Estas obligaciones están contenidas en los siguientes
artículos del Convenio IV de Ginebra: 1 a 22, 27, 29 a 34, 47, 49, 51, 52, 53, 59, 61, 77 y 143.
268 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
tiene soberanía como a aquéllos sobre los que ese Estado ejerce una jurisdicción
territorial”. Asimismo, basándose en la interpretación del artículo 2 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos que hace el Comité de Derechos
Humanos, la opinión consultiva afirma:
“La Corte señala que, si bien la jurisdicción de los Estados es primordialmente territorial,
en ocasiones puede ejercerse fuera del territorio nacional. Teniendo en cuenta el objeto y el
fin del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, parece lógico pensar que, aunque
así sea, los Estados que son parte en el Pacto están obligados a cumplir sus disposiciones”27.
27
CIJ, Recueil 2004, par. 112 y par. 109.
28
Sentencias de 23 de marzo de 1995, asunto Loizidou c. Turquía (excepciones preliminares), de
18 de diciembre de 1996, asunto Loizidou c. Turquía (fondo), y de 10 de mayo de 2001, asunto
Chipre c. Turquía. La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos puede con-
sultarse en Internet: http://hudoc.echr.coe.int.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 269
Con todo, aunque los elementos más estridentes de la relación entre las par-
tes han sido mitigados progresivamente, el texto actualmente vigente establece
la obligación para España de conceder a los Estados Unidos el uso de las insta-
laciones de apoyo (IDA), situadas en las bases aéreas de Zaragoza y Morón, en la
base naval de Rota, en los establecimientos de comunicaciones de Estaca de Ba-
res, Humosa, Inogués, Menorca y Sóller y el destacamento de Torrejón. También
establece la obligación de otorgar las autorizaciones de uso (ADU) contempladas
en los Capítulos II y III del convenio en el territorio, mar territorial y espacio
aéreo españoles. La presencia de las fuerzas armadas norteamericanas en suelo
español no supone la integración de las mismas con las tropas españolas, puesto
que las autoridades militares de los Estados Unidos poseen exclusivamente el
mando de sus fuerzas en territorio español. Tampoco se trata de un acuerdo de
defensa mutua, que obligue a las partes a la adopción de medidas en caso de una
agresión exterior, ya que el artículo 12.1 dispone que
”En caso de amenaza o ataque exterior contra cualquiera de las dos Partes... el momento
y modo de utilización de los apoyos a que se refiere el los capítulos II y III de este Convenio
serán objeto de consultas urgentes entre ambos Gobiernos y se determinarán por mutuo
acuerdo, sin perjuicio del derecho inherente de cada parte a la directa e inmediata legitima
defensa.”
29
Convenio de 26 de septiembre de 1953, Convenio de 6 de agosto de 1970, Convenio de 24 de
enero de 1976, Convenio de 2 de julio de 1982 y Convenio de 1 de diciembre de 1988.
30
En vigor desde el 4 de mayo de 1989. BOE de 6 de mayo de 1989.
31
BOE de 21 de febrero de 2003.
270 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
D) Territorios coloniales
El descubrimiento de América en 1492 supuso el inició una etapa de expan-
sión colonial de los Estados europeos en el resto del mundo. Tras la conquista e
incorporación de los territorios americanos a las coronas de España y Portugal
otros países siguieron su ejemplo. El Acta General de Berlín de 1885 organizó la
colonización del continente africano sobre la base de dos reglas básicas: notifica-
ción y ocupación efectiva. Durante el siglo XX otros territorios situados en Asia
y Oceanía fueron sometidos a dominación colonial, tarea en la que se involucra-
ron todas las grandes potencias, incluidos los Estados Unidos de América que
tomaron posesión de las Filipinas y de la isla de Guam tras su victoria militar
sobre España en la guerra de Cuba de 1898. Es importante destacar que, para
el Derecho internacional de la época, los territorios coloniales constituían una
parte integrante del territorio del Estado colonizador con la misma condición
jurídica que el propio territorio metropolitano.
Al final de la Primera Guerra Mundial comenzaron a hacerse oír las prime-
ras voces contrarias a la colonización y se pensó que, en todo caso, debía ponerse
fin a las colonias que habían pertenecido a Alemania y al imperio otomano tras
su derrota bélica. A tal efecto, se estableció el régimen llamado de los mandatos
cuyas bases se establecieron en el artículo 22 del Pacto de la Sociedad de Na-
ciones:
1.– Los principios siguientes se aplican a las colonias y territorios que, a raíz de la guerra,
han cesado de hallarse bajo la soberanía de los Estados que los gobernaban anteriormente
y que son habitados por pueblos aun incapaces de regirse por sí mismos en las condiciones
particularmente difíciles del mundo moderno. El bienestar y desarrollo de esos pueblos cons-
tituye una misión sagrada de civilización, y conviene incluir en el presente pacto garantías
para el cumplimiento de esta misión.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 271
2.– El mejor método para realizar prácticamente este principio consiste en confiar la tu-
tela de esos pueblos a las naciones adelantadas que, gracias a sus recursos, su experiencia o
su posición geográfica, están en mejores condiciones para asumir esta responsabilidad y que
consienten en aceptarla. Ellas ejercerán esta tutela en calidad de mandatarios y en nombre
de la sociedad.
3.– El carácter del mandato debe diferir según el grado de desarrollo del pueblo, la situa-
ción geográfica del territorio, sus condiciones económicas y cualquiera otra circunstancia
análoga.
4.– Ciertas comunidades que antes pertenecían al Imperio Otomano, han alcanzado tal
grado de desarrollo que su existencia como naciones independientes puede ser reconocida
provisoriamente a condición de que los consejos y la ayuda de un mandatario guíen su
administración hasta el momento en que ellas sean capaces de manejarse solas. Los deseos
de esas comunidades deben ser tomados en especial consideración para la elección del
mandatario.
5.– El grado de desarrollo en que se encuentran otros pueblos, especialmente los del
África Central, exige que el mandatario asuma la administración del territorio en condiciones
que, con la prohibición de abusos tales como la trata de esclavos, el tráfico de armas y de
alcohol, garanticen la libertad de conciencia y de religión sin otras limitaciones que las que
puede imponer el mantenimiento del orden público y de las buenas costumbres, y la prohi-
bición de establecer fortificaciones o bases militares o navales y de dar instrucción militar
a los indígenas para otros fines que los de policía o defensa del territorio, y que aseguren
igualmente a los otros miembros de la sociedad, condiciones de igualdad para el intercambio
y el comercio.
6.– Existen, por fin, territorios tales como el Sudoeste Africano y ciertas islas del Pacífico
Austral, que debido a su escasa población, a su superficie reducida, a su alejamiento de los
centros de civilización, a su contigüidad geográfica con el territorio del mandatario, o a otras
circunstancias; no podrían ser mejor administrados que bajo las leyes del mandatario, como
parte integrante de su territorio, bajo reserva de las garantías previstas más arriba en interés
de la población indígena.
7.– En todos los casos, el mandatario deberá presentar al consejo un informe anual con-
cerniente a los territorios a su cargo.
8.– Si el grado de autoridad, de contralor o de administración a ejercerse por el manda-
tario no hubiera sido objeto de una convención anterior entre los miembros de la sociedad,
el consejo se pronunciará expresamente sobre el particular.
9.– Se constituirá una comisión permanente encargada de recibir y examinar los informes
anuales de los mandatarios y de dar al consejo su opinión sobre todas las cuestiones relativas
a la ejecución de los mandatos.
Los mandatos a los que se refiere el párrafo 4 del artículo transcrito se de-
nominaron de tipo A, mientras que los contemplados en los párrafos 5 y 6 se
denominaron respectivamente mandatos B y C. El régimen de mandatos expe-
rimentó diversas vicisitudes y no pocos problemas a lo largo de su existencia,
pero puede considerarse que en conjunto constituyó una experiencia exitosa.
Los territorios bajo mandato tipo A accedieron en su totalidad a la independen-
cia en plazos más o menos largos: Irak, bajo mandato británico, en 1930, Siria y
Líbano, bajo mandato francés, en 1946 y Transjordania y Palestina, bajo man-
dato británico, en 1948, momento en el que se desencadenó la primera Guerra
árabe-israelí.
272 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
E) Administración internacional
Se habla de administración internacional cuando una organización interna-
cional ejerce temporalmente las prerrogativas del poder sobre un territorio con
objeto de proteger a la población, contribuir al mantenimiento de la paz y la
seguridad o procurar la reconstrucción nacional, en países con problemas graves
de gobernabilidad.
La Sociedad de Naciones ejerció labores de esta naturaleza en el territorio
del Sarre (1919-1935), en la ciudad libre de Dantzig (1919-1939) y en la ciudad
y el distrito colombiano de Leticia (1933-1934). La Organización de las Naciones
Unidas ha desarrollado tareas de administración internacional en el territorio
de Trieste (1947-1954), en el Congo (1960-1964), en Irían occidental (1962-1963)
y en la ciudad de Jerusalén. En el contexto de las operaciones de la ONU pa-
ra el mantenimiento de la paz se han desarrollado también algunas misiones
que incluyen funciones de supervisión del Gobierno local (Bosnia-Herzegovina,
Camboya33), funciones de asesoría y asistencia a las autoridades del Estado
(Afganistán34) y otras misiones diversas cuyos mandatos se especifican en las
resoluciones correspondientes del Consejo de Seguridad.
Sin embargo, la administración internacional de territorios en sentido propio
es aquella que tiene un carácter global y supone la asunción del conjunto de las
tareas de gobierno por una Organización internacional. Una administración in-
ternacional que resultó exitosa fue la establecida por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas por la resolución 1292 (1999) del 25 octubre 1999 al comenzar
el proceso de transición a la independencia del territorio de Timor oriental. En
su virtud, la Administración de Transición de las Naciones Unidas para Timor
Oriental (ATNUTO) ejerció la responsabilidad general de la administración de
este territorio, con facultades legislativas, ejecutivas y de administración de jus-
32
En 1945, cuando se fundó la Organización de Naciones Unidas, existían más de 80 territo-
rios no autónomos bajo régimen colonial, en los que vivían 750 millones de personas, lo que
representaba una tercera parte de la población mundial. En 2010, de acuerdo con la lista
elaborada por el Comité Especial de Descolonización (conocido también como Comité de los
24) establecido por la Asamblea General en 1961, aún existen 16 territorios no autónomos a
ser descolonizados: Anguila, Bermudas, Gibraltar, Guam, Islas Caimán, Islas Malvinas, Islas
Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Montserrat,
Nueva Caledonia, Pitcairn, Sahara Occidental, Samoa Americana, Santa Helena y Tokelau.
También se encuentra sometido a consideración por el Comité de Descolonización el caso del
territorio Estado libre asociado de Puerto Rico.
33
CS. Resolución 745 (1992) de 22 de febrero.
34
CS. Resolución 1401 (2002) de 28 de marzo.
274 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
35
CIJ. Conformité au droit international de la déclaration unilatérale d’indépendance relative
au Kosovo, avis consultatif de 22 juillet 2010, p. 43, par. 122.
Lección 12
Las competencias del Estado sobre los
espacios marinos y sobre el espacio aéreo
1
BOE de 24 de diciembre de 1971. La Convención entró en vigor el 10 de setiembre de 1961.
2
BOE de 24 de diciembre de 1971. La Convención entró en vigor el 10 de junio de 1964.
3
BOE de 27 de diciembre de 1971. La Convención entró en vigor el 30 de septiembre de 1962.
4
BOE de 27 de diciembre de 1971. La Convención entró en vigor el 20 de marzo de 1966.
276 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
5
La Convención se negoció mediante la técnica del package deal o “negociación en bloque” lo
que explica la larga duración del proceso. La idea del package deal está recogida en el Regla-
mento de la IIIª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar que adoptó la
Convención, el cual declara: “Teniendo presente que los problemas del espacio oceánico están
estrechamente relacionados entre sí y deben considerarse como un todo, y la conveniencia de
adoptar una Convención sobre el Derecho del Mar que logre la máxima aceptación posible... La
Conferencia debe hacer todos los esfuerzos posibles para que los acuerdos sobre los asuntos de
fondo se tomen por consenso, y dichos asuntos no deberán someterse a votación hasta tanto no
se hayan agotado todos los esfuerzos por llegar a un consenso” (citado por PASTOR RIDRUE-
JO, J. A. Curso de Derecho internacional público., 7ª ed., Madrid (Tecnos) 1999, p. 338.
6
La resolución afirma que “el Acuerdo y la Parte XI serán interpretados y aplicados en forma
conjunta como un sólo instrumento”, de tal manera que el consentimiento en obligarse por la
Convención constituye, además, consentimiento en obligarse por el Acuerdo, y que no es posi-
ble vincularse por el Acuerdo, sin vincularse igualmente por la Convención (Ver: División de
Asuntos Oceánicos y del Derecho del Mar, Oficina de Asuntos Legales: Boletín del Derecho del
Mar, número extraordinario IV, 16 de noviembre de 1994, p. 10). Por otra parte, la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre las Poblaciones de Peces Transzonales y Altamente Migratorias
adoptó la Convención para la Aplicación de las Disposiciones de la Convención de las Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar relativas a las Poblaciones de Peces Transzonales y Altamen-
te Migratorias el 4 de agosto de 1995.
7
España se vinculó por la CNUDM, con inclusión del Acuerdo relativo a la aplicación de la Parte
XI (BOE de 13 de febrero de 1997).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 277
“1. Esta Convención prevalecerá, en las relaciones entre los Estados Partes, sobre las
Convenciones de Ginebra sobre el Derecho del Mar de 29 de abril de 1958.
2. Esta Convención no modificará los derechos ni las obligaciones dimanantes de otros
acuerdos compatibles con ella y que no afecten al disfrute de los derechos ni al cumplimien-
to de las obligaciones que a los demás Estados correspondan en virtud de la Convención”.
1. Líneas de base
La “línea de base” es el concepto jurídico fundamental para la determinación
de los espacios marinos, ya que establece el trazado a partir del cual debe fijarse
la extensión de los mismos. La CNUDM distingue entre línea de base normal,
líneas de base rectas y, en el caso de los Estados archipelágicos, líneas de base
archipelágicas.
La línea de base normal (que se contempla especialmente con relación al
mar territorial) es la línea de bajamar a lo largo de la costa, “tal como aparece
marcada mediante el signo apropiado en cartas a gran escala reconocidas ofi-
cialmente por el Estado ribereño” (art. 5). Sin embargo, en los casos en que la
costa tenga profundas aberturas y escotaduras o en los que haya una franja de
islas a lo largo de la costa situada en su proximidad inmediata, puede adoptar-
se como método para trazar la línea de base desde la que a de medirse el mar
territorial, el de líneas de base rectas que unan los puntos apropiados (art. 7.1).
La CNUDM establece reglas particulares para el trazado de las líneas de base
278 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
en las desembocaduras de los ríos (art. 9), en las bahías (art. 10), en los puertos
y radas (arts. 11 y 12) y respecto de elevaciones en bajamar (art. 13). El Estado
ribereño podrá determinar las líneas de base combinando cualesquiera de los
métodos establecidos por la CNUDM, según las circunstancias (art. 14). Los
Estados archipelágicos podrán trazar líneas de base archipelágicas rectas que
unan los puntos extremos de las islas y los arrecifes emergentes mas alejados
del archipiélago, bajo determinadas condiciones (art. 47.1). Dentro de sus aguas
archipelágicas, el Estado archipelágico podrá trazar líneas de cierre para la de-
limitación de sus aguas interiores (art. 50). Las líneas de base así determinadas
deben figurar en cartas a escala o en listas de coordenadas geográficas de pun-
tos a las que el Estado ribereño debe dar la debida publicidad, depositando un
ejemplar en poder del Secretario General (SG) de la ONU (art. 16 y 47.8 y 9).
España adoptó el Decreto 627/1976 de 5 de marzo de 1976 sobre trazado
de líneas de base rectas, modificado por el actualmente vigente Real Decreto
2510/1977, de 5 de agosto de 1977, que establece éstas en todo el territorio pe-
ninsular e insular, con excepción de Gibraltar y de los territorios de soberanía
española en el norte de África. La Ley 10/1977 de 4 de enero de 1977 sobre el
mar territorial, aunque afirma en su artículo 2 que el límite interior del mar
territorial viene determinado por la línea de bajamar escorada, confirma en su
disposición transitoria la vigencia de las líneas de base rectas establecidas por
los decretos de 1976 y 1977 antes citados. Por último, la Ley 15/1978, de 20 de fe-
brero de 1978, sobre Zona Económica afirma que “en el caso de los archipiélagos,
el límite exterior de la zona económica se medirá a partir de las líneas de base
rectas que una los puntos extremos de las islas e islotes que respectivamente los
componen, de manera que el perímetro resultante siga la configuración general
de cada archipiélago.” Sin embargo, ésta previsión, que supondría un trazado
impropio de líneas de base archipelágicas, permanece incumplida al no haberse
adoptado hasta hoy las disposiciones necesarias para su aplicación.
2. Aguas interiores
Las aguas interiores son las aguas situadas en el interior de la línea de base
del mar territorial (art. 8.1). Se trata pues de las aguas marinas que quedan del
lado de la tierra firme una vez trazadas por el Estado ribereño las líneas de base
a lo largo de sus costas.
El régimen jurídico de las aguas interiores es el de soberanía del Estado ribe-
reño8, tal como establece expresamente el artículo 2.1 de la CNUDM:
8
La Corte Internacional de Justicia (CIJ), en su sentencia de 27 de junio de 1986, en el asunto
sobre las actividades militares y paramilitares de Estados Unidos en y contra Nicaragua (Ni-
caragua c. Estados Unidos), afirmó: “El concepto jurídico fundamental de la soberanía de los
Estados en Derecho internacional consuetudinario, consagrado especialmente en el artículo 2,
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 279
“La soberanía del Estado ribereño se extiende mas allá de su territorio y de sus aguas
interiores...”.
El Estado ribereño ejerce sobre sus aguas interiores la totalidad de las com-
petencias que integran su soberanía, por lo que sus poderes son equivalentes a
los que despliega sobre el territorio. El Estado ribereño ni siquiera está obligado
a permitir el paso inocente de buques extranjeros a través de sus aguas interio-
res, salvo cuando el trazado de líneas de base rectas encierre aguas que ante-
riormente no se consideraban como tales (art. 8.2). El Estado ribereño tiene, por
lo tanto, derecho a regular de modo discrecional el acceso de buques extranjeros
a sus aguas interiores y a sus puertos (art. 25.2)9.
3. Aguas archipelágicas
El artículo 46 de la CNUDM consagra la nueva figura del Estado archipelá-
gico, afirmando que:
“Para los efectos de esta Convención:
a) Por «Estado archipelágico» se entiende un Estado constituido totalmente por uno o
varios archipiélagos y que podrá incluir otras islas;
b) Por «archipiélago» se entiende un grupo de islas, incluidas partes de islas, las aguas
que las conectan y otros elementos naturales, que estén tan estrechamente relacionados en-
tre sí que tales islas, aguas y elementos naturales formen una entidad geográfica, económica
y política intrínseca o que históricamente hayan sido considerados como tal”.
Debe observarse que esta definición excluye a los Estados mixtos, es decir,
aquéllos cuyo territorio tiene una parte continental y otra parte archipelágica.
Tal es el caso de España, que posee los archipiélagos balear y canario pero que,
al tener también una parte continental, no constituye un Estado archipelágico
a los efectos de la CNUDM.
El Estado archipelágico puede establecer sus espacios marinos a partir de
las “líneas de base archipelágicas”, cuyo trazado se regula en el artículo 47. Este
artículo establece tres condiciones básicas para el establecimiento de las líneas
de base archipelágicas: que la relación entre la superficie marina y la superficie
terrestre sea entre 1 a 1 y 9 a 1; que la longitud de cada línea de base no exceda
de 100 millas marinas (aunque hasta un 3% de las mismas podrán exceder de
esa longitud, hasta un máximo de 125 millas); y que el trazado de las líneas de
base incluya las principales islas y no se desvíe apreciablemente de la configu-
ración general del archipiélago.
parágrafo 1, de la Carta de las Naciones Unidas, se extiende a las aguas interiores y al mar
territorial de todo Estado”. ICJ Reports, 1986, p. 111, pár. 212.
9
Ibíd., p. 111, pár. 213.
280 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
4. Mar territorial
El mar territorial es la franja de mar adyacente al territorio o a las aguas
interiores del Estado ribereño (art. 2.1). Todo Estado tiene derecho a establecer
la anchura de su mar territorial hasta un límite que no exceda de 12 millas
marinas medidas desde la línea de base determinadas de conformidad con la
CNUDM (art. 3). En el caso de los Estados archipelágicos, la anchura del mar
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 281
territorial se medirá a partir de las líneas de base archipelágicas (art. 48). Los
límites de mar territorial deben figurar en cartas a escala o en listas de coor-
denadas geográficas de puntos. El Estado ribereño debe darles la debida publi-
cidad y depositar un ejemplar de cada una de ellas en poder del SG de la ONU
(arts. 16 y 48.8 y 9).
a) Régimen general
El artículo 2 de la CNUDM establece el régimen jurídico del mar territorial,
que se extiende al espacio aéreo sobre el mismo así como a su lecho y su subsue-
lo, afirmando en particular que:
“La soberanía del Estado ribereño se extiende... (al) mar territorial”.
Así, los buques de todos los Estados tienen derecho a navegar por el mar te-
rritorial con el fin de atravesarlo, sin penetrar en las aguas interiores, o dirigirse
a las aguas interiores o salir de ellas. El paso inocente por el mar territorial debe
ser rápido e ininterrumpido, aunque comprende la detención y el fondeo en la
medida que constituyan incidentes normales de la navegación o sean impuestos
por fuerza mayor, dificultad grave o auxilio a personas, buques o aeronaves en
peligro (art. 18). El paso es inocente mientras no sea perjudicial para la paz, el
buen orden o la seguridad del Estado ribereño y debe efectuarse con arreglo a
la CNUDM y otras normas de Derecho internacional (art. 19.1); durante el paso
inocente los buques extranjeros no pueden realizar ninguna de las actividades
10
La CIJ ha afirmado: “El concepto jurídico fundamental de la soberanía de los Estados, con-
sagrado especialmente en el artículo 2, parágrafo 1 de la Carta de las Naciones Unidas, se
extiende... al mar territorial de todo Estado... la Convención de Ginebra de 1958 sobre el mar
territorial, precisa que la soberanía del Estado ribereño se extiende al mar territorial y al
espacio aéreo situado sobre éste, lo que también hace la Convención sobre el Derecho del Mar
adoptada el 10 de diciembre de 1982. Para la CIJ, no hay duda de que estas normas convencio-
nales corresponden a convicciones que, desde hace mucho tiempo, están bien establecidas en
el Derecho internacional consuetudinario”. Ibíd., p. 111, pár. 212.
11
Ibíd., pp. 111-112, pár. 214. BOU FRANCH, V., La navegación por el mar territorial, incluidos
los estrechos internacionales y las aguas archipelágicas, en tiempos de paz, Madrid (Colegio de
Oficiales de la Marina Mercante Española), 1994, pp. 1-305.
282 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
12
Tal como ha subrayado la CIJ en su sentencia de 12 de octubre de 1984, en el asunto de la
delimitación marítima en la región del golfo del Maine (Canadá/Estados Unidos de América):
“tanto el Derecho internacional convencional como el Derecho internacional consuetudinario
coinciden en reconocer que el criterio prioritario respecto de cualquier otro en materia de de-
limitación marítima, tanto si se refiere al mar territorial como a la plataforma continental o
a la zona económica exclusiva, es el tratar por todos los medios que la delimitación se efectúe
por acuerdo entre las partes interesadas, respetando el Derecho internacional. El recurso a la
delimitación por vía arbitral o judicial, en última instancia, no es más que un sucedáneo del
arreglo directo y amigable entre las partes”. ICJ Reports, 1984, p. 266, pár. 22.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 283
5. Zona contigua
La zona así denominada es “una zona contigua al mar territorial” (art. 33.1),
la cual no podrá extenderse mas allá de 24 millas marinas contadas desde las
líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial (art.
33.2). La extensión de la zona contigua está en función de la anchura del mar
territorial, ya que podrá tener una mayor extensión en el caso de que el Estado
ribereño decida establecer un mar territorial que tenga una anchura inferior a
doce millas marinas.
El origen histórico de esta figura se remonta a la época en que, dada la li-
mitada extensión del mar territorial (3 millas), ciertos Estados consideraron
necesario ejercer jurisdicción en una zona contigua a éste para reprimir las in-
fracciones a las leyes cometidas por buques extranjeros cerca de sus costas (por
ejemplo, para combatir el contrabando de alcohol). La Convención de Ginebra
de 1958 sobre Mar Territorial y Zona Contigua reconoció esta noción en su artí-
culo 24, que adquirió así carta de naturaleza en el Derecho del Mar. La CNUDM
establece que en la zona contigua el Estado puede tomar las “medidas de fisca-
lización” necesarias para prevenir y sancionar las infracciones de sus leyes y
reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios que se cometan en
su territorio o en su mar territorial (art. 33.1). El Estado ribereño podrá también
fiscalizar el tráfico de los objetos arqueológicos o históricos removidos de la zona
contigua sin su autorización, conforme a lo previsto en el artículo 303.
En cualquier caso, puede afirmarse que se trata de un zona por así decir “im-
propia” (ya que, en realidad, las aguas de la zona contigua forman parte bien de
la zona económica exclusiva o bien del alta mar) sobre la cual el Estado ribereño
puede únicamente ejercer ciertas competencias especializadas para su mejor
protección frente a ciertas infracciones.
El Estado que establece una zona económica exclusiva de hasta 200 millas
de extensión a partir de las líneas de base adquiere con ello derechos de sobe-
ranía en todo lo que se refiere al aprovechamiento de los recursos naturales de
la misma, tanto vivos (recursos biológicos o pesqueros), como no vivos (recursos
minerales del lecho y del subsuelo, como los yacimientos de hidrocarburos) así
como, en general, sobre cualesquiera actividades relacionadas con la utilización
económica de la misma.
Por lo que se refiere al aprovechamiento de los recursos pesqueros, el artículo
62.2 establece que el Estado ribereño determinará su capacidad de capturar los
recursos vivos de la zona económica exclusiva y, cuando él mismo no tenga capa-
cidad para exportar toda la captura permisible, dará acceso a otros Estados al
excedente de la misma, mediante acuerdos u otros arreglos, teniendo especial-
13
Los derechos relativos al lecho y al subsuelo del mar se ejercerán de conformidad con las dis-
posiciones relativas a la plataforma continental (art. 56.3).
286 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
mente en cuenta los derechos de los Estados sin litoral o en situación económica
desventajosa. En esta parte de la CNUDM se establecen disposiciones particu-
lares para determinadas poblaciones de peces (especies transzonales, especies
altamente migratorias, mamíferos marinos, poblaciones anádromas, especies
catádromas y especies sedentarias).
En la zona económica exclusiva, el Estado ribereño posee también el derecho
exclusivo de construir, así como de autorizar y reglamentar la construcción de
islas artificiales, instalaciones o estructuras para finalidades económicas (art.
60). En general, puede decirse que todas las actividades relativas a la utiliza-
ción económica de la zona (recursos vivos y no vivos, producción de energía, islas
artificiales, instalaciones y otras estructuras, investigación científica marina y
protección y preservación del medio marino) corresponden con carácter exclusi-
vo al Estado ribereño.
7. Plataforma continental
La CNUDM define la plataforma continental, en el artículo 76.1, de la forma
siguiente:
“La plataforma continental de un Estado ribereño comprende el lecho y el subsuelo de
las áreas submarinas que se extienden mas allá de su mar territorial y a todo lo largo de la
prolongación natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental, o bien
hasta una distancia de 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las
cuales se mide la anchura del mar territorial, en los casos en que el borde exterior del margen
continental no llegue a esa distancia”.
se mide la anchura del mar territorial o de 100 millas marinas contadas desde
la línea isobática de 2.500 metros, que es una línea que une profundidades de
2.500 metros (art. 76.5).
Las líneas del límite exterior de la plataforma continental se indicarán en
cartas a escala o listas de coordenadas geográficas para precisar su ubicación.
El Estado ribereño debe darles la debida publicidad y depositar un ejemplar de
cada una de ellas en poder del SG de la ONU (art. 84).
El Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre la plataforma continen-
tal a los efectos de su exploración y de la explotación de sus recursos naturales
(art. 77.1). Estos recursos naturales son los recursos minerales y otros recursos
no vivos del lecho del mar y su subsuelo, así como los organismos vivos perte-
necientes a especies sedentarias (art. 77.4). Los derechos del Estado ribereño
sobre la plataforma continental son exclusivos e inmanentes. Son exclusivos en
el sentido de que si el Estado ribereño no explora la plataforma continental o no
explota los recursos naturales de ésta, nadie podrá hacerlo sin expreso consenti-
miento de dicho Estado (art. 77.2); y son inmanentes porque son independientes
de su ocupación real o ficticia, así como de toda declaración expresa (art. 77.3).
Como la plataforma continental sólo comprende el lecho y el subsuelo de las
correspondientes áreas submarinas, los derechos del Estado ribereño sobre la
misma no afectan a la condición jurídica de las aguas suprayacentes. (art. 78.1)
que, según el caso, pueden ser aguas de la zona contigua, de la zona económica
exclusiva o aguas del alta mar. El ejercicio de los derechos del Estado ribereño
sobre la plataforma continental no deberá afectar a la navegación ni a otros
derechos y libertades de los demás Estados, previstos en la Convención (art.
78.2), como el derecho a tender cables y tuberías submarinos en la plataforma
continental de conformidad con el artículo 79.
Por lo que respecta a la delimitación de la plataforma continental, el artículo
83 de la CNUDM dispone que:
“La delimitación de la plataforma continental entre Estados con costas adyacentes o si-
tuadas frente a frente se efectuará por acuerdo entre ellos sobre la base del derecho interna-
cional, a que se hace referencia en el artículo 38 del Estatuto de la CIJ, con el fin de llegar a
una solución equitativa”.
1. Alta mar
Teniendo en cuenta la tendencia a la expansión de las competencias del Es-
tado al conjunto del mar, el alta mar aparece como un espacio residual, que se
define por exclusión, tal como pone de manifiesto la definición del alta mar que
hace la CNUDM en su artículo 86:
“Las disposiciones de esta Parte se aplican a todas las partes del mar no incluidas en la
zona económica exclusiva, en el mar territorial o en las aguas interiores de un Estado, ni en
las aguas archipelágicas de un Estado archipelágico...”.
El alta mar debe ser utilizada exclusivamente con fines pacíficos (art. 88) y
las reivindicaciones de soberanía sobre el alta mar son ilegítimas (art. 89).
La CNUDM regula detalladamente el derecho de navegación, es decir, el
derecho de todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, a que los buques
que enarbolan su pabellón naveguen en alta mar (art. 90). Los buques posee-
rán la nacionalidad del Estado cuyo pabellón estén autorizados a enarbolar,
aunque “ha de existir una relación autentica entre el Estado y el buque” (art.
290 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
91.1)14. Salvo en los casos excepcionales previstos de modo expreso en los tra-
tados internacionales o en la CNUDM, los buques estarán sometidos en alta
mar a la jurisdicción exclusiva del Estado de pabellón (art. 92). Sin embargo,
todo Estado deberá ejercer de manera efectiva su jurisdicción y control sobre
los buques que enarbolen su pabellón, en particular en las cuestiones admi-
nistrativas, técnicas y sociales enumeradas en el artículo 94. Los buques de
guerra en alta mar gozan de completa inmunidad de jurisdicción respecto de
cualquier otro Estado que no sea el de su pabellón (art. 95).
La CNUDM regula las excepciones a la jurisdicción exclusiva del Estado del
pabellón sobre los buques mercantes que naveguen en alta mar, permitiendo la
visita o el apresamiento de los mismos por los buques de guerra o aeronaves mi-
litares (u otros buques debidamente autorizados, que sean identificables como
buques o aeronaves al servicio de un gobierno) del Estado habilitado a tal efecto
en cada caso. Estas excepciones son las siguientes:
a) El derecho de visita (art. 110.1.a) y el derecho a apresar en alta mar un
buque o aeronave pirata15 o un buque o aeronave capturado como conse-
cuencia de actos de piratería que esté en poder de piratas, y detener a las
personas e incautarse de los bienes que se encuentren a bordo (art. 105).
Estos derechos corresponden a los buques de guerra o aeronaves militares
u otros buques o aeronaves de todo Estado, debidamente autorizados, que
sean identificables como buques al servicio de un gobierno (arts. 107 y
110.5).
b) El derecho de visita (art. 110.1 c) y el derecho a apresar a un buque que
efectúe transmisiones no autorizadas de radio o televisión desde el alta mar
dirigidas al público en general en violación de los reglamentos internacio-
nales, apresar a las personas que realizan las transmisiones no autoriza-
das y confiscar el equipo emisor (art. 109.4). Estos derechos corresponden
a los buques de guerra o aeronaves militares u otros buques, debidamente
autorizados, que sean identificables como buques o aeronaves al servicio de
un gobierno [art. 110.1.c) y 5] de cualquier Estado en que puedan recibirse
las transmisiones, o de cualquier Estado cuyos servicios autorizados de ra-
diocomunicación sufran interferencias [art. 109.2 y 3.d) y e].
c) El derecho de persecución (hot pursuit) y apresamiento en alta mar de un
buque extranjero, cuando las autoridades competentes del Estado ribe-
14
La inexistencia de reglas de Derecho internacional que precisen el contenido concreto de esta
exigencia hace que los Estados dispongan de un amplio margen de discrecionalidad en la con-
figuración de las disposiciones nacionales relativas al abanderamiento de buques; esto ha dado
lugar a los llamados “pabellones de complacencia”, concedidos por un Estado sin que exista un
verdadero vinculo substancial entre él y el buque.
15
Se consideran buques o aeronaves piratas los destinados por las personas bajo cuyo mando
efectivo se encuentran a cometer cualquiera de los actos de piratería definidos por la Conven-
ción (arts. 101 a 103).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 291
reño tengan motivos fundados para creer, según el caso, que el buque ha
cometido una infracción de leyes y reglamentos de ese Estado, o que ha
violado los derechos para cuya protección fue creada la zona en la que se
haya cometido la infracción, o que ha cometido infracciones de las leyes
y reglamentos que sean aplicables al espacio marino de que se trate. La
persecución habrá de empezar mientras el buque o una de sus lanchas se
encuentre en las aguas interiores, en las aguas archipelágicas, en el mar
territorial, en la zona contigua, en la zona económica exclusiva o en las
aguas suprayacentes a la plataforma continental del Estado perseguidor,
y sólo podrá continuar fuera del espacio marino en cuestión a condición de
no haberse interrumpido (art. 111). El derecho de persecución sólo podrá
ser ejercido por buques de guerra o aeronaves militares o por otros buques
o aeronaves debidamente autorizados del Estado ribereño (art. 111.5).
d) El derecho de visita de un buque extranjero (pero no el de apresar el bu-
que o su tripulación), cuando haya motivo razonable para sospechar que
un buque i) se dedica a la trata de esclavos16, ii) no tiene nacionalidad o
iii) tiene en realidad la misma nacionalidad del buque de guerra, aunque
enarbole pabellón extranjero o se niegue a izar su pabellón. Estos dere-
chos corresponden a los buques de guerra o aeronaves militares u otros
buques debidamente autorizados, que sean identificables como buques o
aeronaves al servicio de un gobierno, de cualquier Estado [art. 110.1.b), d),
e) y 5].
La represión del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas no
constituye una excepción a la regla general de la competencia exclusiva del Es-
tado del pabellón y, “salvo casos excepcionales previstos de modo expreso en los
tratados internacionales”, sólo puede ser reprimido por los buques del Estado
del pabellón del buque, el cual podrá solicitar la cooperación de otros Estados
para poner fin a tal tráfico (art. 108). El 20 de diciembre de 1989 se adoptó en
Viena el Convenio de las Naciones Unidas de lucha contra el tráfico de drogas y
sustancias sicotrópicas que introduce algunas medidas cooperativas para la vi-
gilancia y represión de éstas prácticas; este Convenio fue ratificado por España
el 13 de agosto de 199017. El 23 de marzo de 1990, España e Italia firmaron el
Tratado para la represión del tráfico ilícito de droga en el mar18, en cuya virtud
se reconocen mutuamente el derecho de intervención mas allá del mar territo-
rial sobre los buques que enarbolen el pabellón del otro Estado, en el caso de sos-
pecha fundada de realización de alguno de los hechos previstos en el Tratado.
16
En el caso de los buques que se dedican al transporte de esclavos, el profesor Scovazzi sugiere
que los oficiales del Estado que efectúa la visita favorezcan la fuga de los esclavos, que reco-
bran la libertad por el solo hecho de refugiarse a bordo de otro buque (art. 99). SCOVAZZI, T.;
BOU FRANCH, V., Elementos de Derecho internacional del mar, Madrid (Tecnos) 1995, p. 55.
17
BOE de 10 de noviembre de 1990.
18
BOE de 6 de mayo de 1994.
292 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2. La Zona
Por “Zona” se entiende los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de
los límites de la jurisdicción nacional (art. 1.1.1). La determinación precisa de la
Zona dependerá pues de la extensión del límite exterior de la plataforma conti-
nental de los Estados ribereños. Para ello resultan de gran relevancia las copias
19
Por ejemplo: el Convenio sobre la futura cooperación multilateral en las pesquerías del At-
lántico nordeste (Ottawa 24 de octubre de 1998), el Convenio sobre la conservación de los
recursos vivos marinos antárticos (Canberra, 20 de mayo de 1980), o el Convenio relativo a la
cooperación pesquera entre Estados africanos ribereños del océano Atlántico (Dakar, 5 de julio
de 1991), entre otros.
20
JUSTE RUIZ, J. “La Sentencia del TIJ en el asunto de la competencia en materia de pesque-
rías España/Canadá) de 4 de diciembre de 1998 ¿Ocasión frustrada o punto de inflexión?”,
Revista Española de Derecho Internacional, 51 (1999) pp. 141-154.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 293
de las cartas a escala o listas de coordenadas geográficas que los Estados están
obligados a entregar al SG, de conformidad con lo dispuesto en la CNUDM.
La CNUDM establece que la Zona y sus recursos son “patrimonio común de
la humanidad” (art. 136). Ningún Estado podrá reivindicar o ejercer soberanía
o derechos soberanos sobre la Zona o sus recursos, y ningún Estado o persona
natural o jurídica podrá apropiarse de parte alguna de la Zona o sus recursos21.
No se reconocerán tal reivindicación o ejercicio de soberanía o de derechos sobe-
ranos ni tal apropiación (art. 137). Las actividades de exploración y explotación
de los recursos de la Zona se realizarán en beneficio de toda la humanidad,
prestando consideración especial a los intereses y necesidades de los Estados en
desarrollo (art. 140). La Zona debe utilizarse exclusivamente con fines pacíficos
(art. 141).
En nombre de la humanidad actúa la Autoridad Internacional de los Fondos
Marinos (arts. 1.1.2), 137.2 y 156 a 191). La Autoridad es la Organización inter-
nacional por medio de la cual los Estados organizarán y controlarán las activi-
dades de exploración y explotación de los recursos en la Zona (art. 157). Todos
los Estados Partes en la Convención son ipso facto miembros de la Autoridad
(art. 156.2), la cual se basa en el principio de la igualdad soberana de todos sus
miembros (art. 157.3).
La CNUDM estableció en su Parte XI un régimen complejo, innovador y equi-
tativo, de aprovechamiento de los recursos en la Zona, que toma especialmente
en cuenta los intereses de los países en desarrollo. Sin embargo, los países de-
sarrollados, que debían proporcionar los recursos económicos y la tecnología ne-
cesaria para la exploración y explotación de los recursos de la Zona, no estaban
dispuestos a vincularse por la CNUDM, precisamente por su rechazo a la Parte
XI. Por esta razón, fue necesario negociar un nuevo Acuerdo relativo a esta par-
te de la Convención, que resultara aceptable para todos los Estados. Como ya
hemos visto, el “Acuerdo relativo a la Aplicación de la Parte XI de la CNUDM de
10 de diciembre de 1982” fue adoptado mediante la resolución 48/623 de la AG
de la ONU, de 28 de julio de 1994, y entró en vigor el 28 de julio de 199622.
El Acuerdo relativo a la Parte XI enmienda, sin reconocerlo formalmente,
algunos aspectos del régimen relativo a la Zona y sus recursos: el sistema de
exploración y explotación de los recursos de la Zona. Las disposiciones de este
Acuerdo y de la Parte XI de la Convención deben ser interpretadas y aplicadas
en forma conjunta como un solo instrumento. Y en caso de discrepancia entre
este Acuerdo y la Parte XI, prevalecerán las disposiciones del Acuerdo (art. 2 del
Acuerdo).
21
La Zona contiene recursos minerales, sólidos, líquidos y gaseosos, en particular, nódulos poli-
metálicos, ricos en cobalto, cobre, manganeso y níquel.
22
El Acuerdo se aplicó provisionalmente desde el 16 de noviembre de 1994, fecha de la entrada
en vigor de la CNUDM.
294 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
23
Sentencia de la CIJ de 27 de junio de 1986, en el asunto sobre las actividades militares y
paramilitares de Estados Unidos en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos), ICJ
Reports, 1986, p. 111, pár. 212.
24
La Convención de Chicago entró en vigor el 7 de abril de 1947. BOE de 29 de diciembre de
1969.
25
A los fines de la Convención de Chicago de 1944, se consideran como territorio de un Estado “la
extensión terrestre y las aguas territoriales adyacentes a éste que estén bajo la soberanía... de
dicho Estado” (art. 2º). La CNUDM afirma, por su parte, que la soberanía del Estado ribereño
“se extiende al espacio aéreo sobre el mar territorial” (art. 2.2) y el artículo 49.4 reconoce la
soberanía del Estado archipelágico sobre el espacio aéreo de las aguas archipelágicas.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 295
26
La Convención de Chicago vincula hoy a más de ciento treinta Estados. LOWENFELD, A. F.
Aviation Law. Cases and Materials (Documents Supplement), 2ª ed., Nueva York (Matthew
Bender), 1981, pp. 362-365.
27
Ver los artículos 43 a 63 de la Convención de Chicago de 1944.
296 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
también el privilegio, con sujeción a las disposiciones del artículo 728, de embarcar o desem-
barcar pasajeros, carga o correo, sin perjuicio del derecho del Estado donde tenga lugar el
embarque o desembarque a imponer las reglamentaciones, condiciones o restricciones que
considere convenientes”.
Así las cosas, las aeronaves extranjeras gozan de las dos primeras libertades
(sobrevuelo y escala técnica), pero no de las otras tres (las libertades comercia-
les o de tráfico), que solo pueden establecerse mediante acuerdos bilaterales
de tráfico aéreo. Sin embargo, sobre el modelo del acuerdo celebrado entre los
Estados Unidos y el Reino Unido el 11 de febrero de 1946 (Acuerdo llamado Ber-
mudas I), se han celebrado un numero creciente de acuerdos que han propiciado
un desarrollo espectacular de la aviación comercial internacional. El estableci-
miento de los servicios aéreos internacionales regulares se efectúa así en virtud
de acuerdos bilaterales, llamados “Acuerdos de línea”, de los que actualmente
existen más de once mil29.
28
En virtud de esta disposición, cada Estado contratante se reserva el cabotaje, y tiene derecho
a negar a las aeronaves de los demás Estados contratantes el permiso de embarcar en su te-
rritorio pasajeros, correo o carga para transportarlos mediante remuneración o alquiler, con
destino a otro punto situado en su territorio.
29
JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA, E., El Derecho Internacional Contemporáneo, Madrid (Tecnos)
1980, p. 237.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 297
económica exclusiva y el artículo 87.1 dispone que la libertad del alta mar com-
prende la libertad de sobrevuelo30.
30
La libertad de sobrevuelo en la zona contigua se deduce de lo dispuesto en el artículo 33 de la
Convención a sensu contrario. La libertad de sobrevuelo de la Antártida se deduce del régimen
jurídico aplicable a la misma, en particular de lo dispuesto en el artículo 6 del Tratado Antár-
tico de 1 de diciembre de 1959 (BOE de 26 de junio de 1992).
31
BOE de 25 de diciembre de 1969.
32
BOE de 15 de enero de 1973.
33
BOE de 10 de enero de 1974.
Lección 13
Competencias de los Estados sobre otros
espacios de interés internacional
Algunos espacios sobre los que los Estados ejercen sus competencias presen-
tan un interés internacional y requieren una cooperación más intensa entre
los Estados que tienen un interés en su utilización y gestión. Es el caso de las
denominadas vías de agua internacionales, es decir los ríos y lagos internacio-
nales y los canales internacionales, que atraviesan el territorio de los Estados
cuyo curso comparten. Pero es también el caso de ciertos espacios que presentan
un interés colectivo para el conjunto de la Comunidad internacional, como los
espacios polares y el espacio ultraterrestre. Unos y otros serán examinados se-
paradamente a continuación.
A) Aspectos generales
Las vías de agua internacionales plantean problemas complejos derivados
de su doble dimensión: territorial (o nacional) y extraterritorial (o colectiva).
En efecto, las vías de agua internacionales están situadas en el territorio de
los Estados que atraviesan o delimitan, lo que les confiere una cierta atracción
territorial, pero sirven a fines que afectan a la colectividad de Estados ribereños
o, en muchos casos, incluso a terceros Estados.
En el Derecho internacional tradicional, los cursos de agua internacionales
han conocido un régimen marcado por la libertad de uso y la exigencia de coope-
ración, aunque limitado a un uso preferente y en muchas ocasiones exclusivo: la
navegación. Pese a sus limitaciones inherentes, el régimen fluvial internacional
se articuló en torno al principio de “comunidad de intereses”, proclamado por la
300 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Con el paso del tiempo, los problemas relativos a los cursos de agua inter-
nacionales ampliaron considerablemente su espectro debido a la aparición de
nuevos usos, como los agrícolas e industriales, que han dificultado su regulación.
En este contexto se ha planteado el insidioso problema de los desvíos o trasvases
de caudal, que constituye una cuestión pendiente del moderno derecho fluvial
internacional. El tribunal arbitral que resolvió la controversia entre España
y Francia en el asunto relativo al lago Lanós, afirmó en su sentencia de 16
de noviembre de 1957 que los Estados interesados tenían la obligación de en-
tablar negociaciones antes de emprender actuaciones susceptibles de resultar
perjudiciales para la otra Parte del curso de agua. Más tarde se abrió camino el
concepto de “recurso natural compartido”, aplicado por la CIJ en la sentencia de
25 de septiembre de 1997 relativa al Proyecto de Gavcikovo-Nagymaros en el río
Danubio (Hungría c. Eslovaquia) y en la sentencia de 20 de abril de 2010 en el
asunto de las fabricas de celulosa sobre el río Uruguay (Argentina c. Uruguay).
La Comisión de Derecho Internacional (CDI) de las Naciones Unidas ha ela-
borado una Convención sobre el Derecho de los usos de los cursos de agua inter-
nacionales para fines distintos de la navegación, adoptada en Nueva York el 21
de mayo de 19772, que está todavía lejos de alcanzar el numero de 35 ratificacio-
nes necesarias para su entrada en vigor. En el ámbito europeo se ha adoptado el
Convenio sobre la protección y utilización de los cursos de agua transfronterizos
1
CPJI, Série A, nº 23, p. 27.
2
La Convención fue adoptada por la Asamblea General (AG) de la ONU mediante la resolución
51/229 de 21 de mayo de 1997 y abierta a la firma el mismo día. Votaron a favor de la adopción
del texto 103 Estados, votaron en contra tres (Burundi, China y Turquía) y se abstuvieron 27
(Andorra, Argentina, Azerbaiyán, Bélgica, Bolivia, Bulgaria, Colombia, Cuba, Ecuador, Egipto,
Etiopía, Francia, Ghana, Guatemala, India, Israel, Malí, Mónaco, Mongolia, Pakistán, Panamá,
Paraguay, Perú, Ruanda, España, Tanzania y Uzbekistán.). Para un análisis de la Convención
ver: CASTILLO DAUDÍ, M., “La protección y preservación...”. op. cit., pp. 115-158. CAFLISH,
L., “La Convention du 21 mai 1997 sur l’utilisation des tours d’eau internationaux à des fins
autres que la navigation”, Annuaire Français de Droit International, 1997, pp. 751-798.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 301
3
El Convenio de Helsinki vincula a la Comunidad Europea y a más de treinta Estados de toda
Europa, entre los que se cuenta España desde el 16 de mayo de 2000 (BOE nº 81, de 4 de abril
de 2000).
4
JUSTE RUIZ, J.; BOU FRANCH, V., “El caso de las plantas de celulosa sobre el Río Uruguay:
sentencia de la Corte Internacional de Justicia de 20 de abril de 2010”, Revista electrónica de
estudios internacionales, 2011, pp. 1-31.
5
BARBERIS, J., Los recursos naturales compartidos entre Estados y el Derecho internacional,
Madrid (Tecnos) 1979, p. 16 nota 1 y 2.
302 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
6
Convention and Statute on the Regime of Navigable Waterways of International Concern,
Barcelona, 20 April 1921. Texto en: League of Nations. Treaty Series, Vol. VII., p. 37.
7
IDI, Annuaire de l’Institut de Droit International, Paris (Pédone) 1911, p. 365.
8
Convention Relating to the Development of Hydraulic Power Affecting More than One State
and Protocol of Signature, Geneva 9 December 1923. Texto en: League of Nations. Treaty Se-
ries, Vol. XXXVI, p. 77.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 303
9
Este concepto más amplio, que comprende el conjunto del área geográfica en la que se sitúan
todas las fuentes superficiales y subterráneas que proveen de aguas a un río principal, fue
el adoptado por la International Law Association en las llamadas “Reglas de Helsinki” sobre
el uso de las aguas de los ríos internacionales de 1966: ILA, Report of the Fifty-Second Con-
ference, Helsinki, 1996, art. II, pp. 484-485. La CDI recogió inicialmente en sus trabajos el
concepto de cuenca hidrográfica pero, ante las objeciones presentadas por algunos Estados
(Brasil, Ecuador, España), acabó por adoptar la definición más restringida de “curso de agua
internacional” que figura actualmente en el art. 2 de la Convención.
10
Es el caso del Convenio para la protección del medio marino del Atlántico Noreste de 1992
(Convenio OSPAR) cuyo artículo 2, 1 a) afirma que las Partes tienen la obligación de prevenir
y “eliminar” la contaminación. Asimismo, el Convenio para la protección del medio marino y
304 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
diligencia para prevenir los daños de contaminación a otros Estados del curso de
agua y adoptar las medidas que sean necesarias para proteger el medio marino
en donde el río desemboca.
La Parte IV de la Convención contiene otras disposiciones relativas a las
“medidas de gestión”, destinadas a promover la ordenación del curso de agua
(art. 24), la regulación de su caudal (art. 25) y el mantenimiento y protección de
las instalaciones (art. 26).
A) El Ártico
El Ártico es una cuenca marítima helada que se extiende al norte del círculo
polar ártico, situado en el paralelo 66° 30’ de latitud Norte. Se trata de una zona
de gran importancia estratégica así como particularmente frágil desde el punto
de vista ambiental, en cuyo subsuelo parecen existir importantes yacimientos
de hidrocarburos.
En principio, los Estados árticos (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia,
Noruega, Federación Rusa, Suecia y Estados Unidos) poseen soberanía sobre
sus territorios y sobre los espacios marinos correspondientes en el área de que
se trata, siendo el resto de la zona parte del alta mar y de la zona internacional
de fondos marinos. Sin embargo, los Estados de la región han pretendido ex-
tender sus competencias territoriales sobre el espacio ártico con justificaciones
diversas entre las que destaca la teoría de los sectores triangulares. Esta teoría
fue formulada por el senador canadiense Pascal Poirier el 19 de febrero de 1907
y ulteriormente aplicada por la URSS que, mediante una Ley de 15 de abril de
1926, declaró como parte de su territorio “todas las tierras e islas, descubiertas
o por descubrir” situadas en el sector correspondiente del Océano Glacial Ártico.
En la práctica, las reivindicaciones territoriales en el Ártico se han ido resol-
viendo con arreglo a las normas comunes del Derecho internacional relativas a
la adquisición de la soberanía territorial, sin que la teoría de los sectores haya
recibido aplicación en las decisiones judiciales pronunciadas (sentencia de la
CPJI sobre Groenlandia Oriental de 3 de abril de 1933; sentencia de la CIJ
relativa a la delimitación marítima entre Groenlandia y la isla de Jean Mayen
de 14 de junio de 1993...). Por lo que respecta a los espacios marinos, se aplica
también el régimen común aunque el Ártico se ha visto reconocer un régimen
particular en lo que respecta a la protección y preservación ambiental, que ha
quedado reflejado en el artículo 234 de la Convención de Naciones Unidas sobre
el Derecho del Mar. Este artículo ha venido a consagrar las reivindicaciones pro-
teccionistas reiteradas por parte del Canadá que había establecido en 1970 una
legislación nacional al respecto, la Arctic Waters Protection Act, que restringía
la navegación de petroleros en las zonas heladas situadas hasta 200 millas de
sus costas.
Mediante la Declaración de Ottawa de 19 septiembre 1996, los ocho Estados
árticos crearon el Consejo Ártico como un foro intergubernamental de alto nivel
encargado de promover la cooperación entre sí, con la participación de las comu-
nidades indígenas, en asuntos de interés común, especialmente los vinculados
al desarrollo sostenible y la protección ambiental. Mediante la Declaración de
Ilulissat (Groenlandia) de 28 mayo 2008, los países ribereños del Océano Glacial
Ártico han confirmado que los problemas relativos a las actividades marítimas
deben resolverse mediante la aplicación de las reglas pertinentes del Derecho
del Mar, sin que se requiera establecer un régimen jurídico especial.
306 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
B) La Antártida
1. Aspectos generales
La Antártida es una estructura continental, de una superficie de 11.900.000
km2, cubierta de hielo y rodeada de un cinturón marino formado por la conjun-
ción de los océanos Atlántico, Indico y Pacífico11. Está situada al Sur de los 60º
de latitud Sur.
La Antártida es rica en recursos naturales tanto biológicos como minerales12.
Las extremas condiciones meteorológicas reinantes13, que han mantenido un
medio ambiente prácticamente virgen, hacen de ella un inmenso laboratorio na-
tural, de extraordinario valor para la investigación científica. También posee un
valor estratégico que ha interesado especialmente a los Estados con intereses
militares en la región.
Las costas de la Antártida han sido objeto de numerosas exploraciones desde
el siglo XVIII. En la primera mitad del siglo XIX la caza de ballenas y de focas
se convirtió en la actividad económica preponderante, hasta tal punto que casi
se provocó su total extinción. A finales de ese mismo siglo dieron comienzo las
expediciones científicas hacia el interior del continente. El 14 de diciembre de
1911, el noruego Roald Amundsen llegó al Polo Sur.
A partir de 1908, Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, No-
ruega y Reino Unido, que habían establecido bases en la Antártida, empezaron
a reclamar derechos de soberanía territorial sobre determinadas partes de la
misma, invocando diversos títulos14. Otros Estados, tales como Bélgica, Estados
Unidos y la Unión Soviética, que también habían desempeñado un importante
11
La superficie total del área antártica, que incluye todas las islas y las barreras de hielo, es de
13.661.000 km2 (los datos relevantes relacionados con la Antártida pueden consultarse en:
http://www.scar.org/Antartic).
12
El riguroso clima hace que la flora antártica sea muy pobre y se limite a algunos musgos y
líquenes. La fauna, sin embargo, es muy rica: krill (pequeño crustáceo muy rico en proteínas),
salmones, ballenas, focas y, sobre todo aves, especialmente el pingüino. Entre los recursos mi-
nerales se encuentran los siguientes: cobalto, estaño, hierro, molibdeno, oro, plata, titanio, torio
y uranio, y, en la plataforma continental, se han encontrado rastros de hidrocarburos. Además,
los hielos antárticos contienen el 80% de las reservas mundiales de agua dulce (v.: http://www.
pnra.it.ANTARTIDE/HTML).
13
La temperatura media oscila entre los -25ºC, en el verano austral, y los -55ºC en invierno, con
vientos constantes superiores a los 100 kms/hora.
14
Estos títulos eran, por ejemplo: el descubrimiento (Reino Unido); descubrimiento y posesión
(Noruega); ocupación (Francia); ocupación (Australia)... CASARINI, M. P., “Activities in An-
tarctica Before the Conclusion of the Antarctic Treaty”, International Law for Antarctica, 2ª
ed., La Haya/Londres/Boston (Kluwer) 1996, pp. 628-681). La parte de la Antártida que no es
objeto de reclamaciones territoriales representa sólo el 15% de la superficie total. Las recla-
maciones territoriales de algunos Estados se solapan: tal es el caso de las reclamaciones del
Reino Unido, Argentina y Chile; otros Estados se reconocen mutuamente sus reclamaciones
territoriales: tal es el caso de Australia, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 307
BERMEJO, R., L’Antarctique et ses ressources minérales: le nouveau cadre juridique, París
(Presses Universitaires de France) 1990, pp. 1-2.
15
VAN DER ESSEN, A., “The Origin of the Antarctic System”, International Law for Antarctica
cit., pp. 17-29.
16
Ibíd., p. 2.
17
El ICSU es una organización no gubernamental, fundada en 1931, con el objeto de armonizar
internacionalmente las actividades de los científicos especialistas en ciencias naturales (sobre
el ICSU v.: http://www.icsu.org.).
18
Esta decisión del ICSU no obligaba a los Estados que, sin embargo, la respetaron. El ICSU pro-
cedió a la creación de un comité especial, el Scientific Committee on Antartic Research (SCAR),
encargado de coordinar la investigación científica que iba a llevarse a cabo en la Antártida en
ese período (VAN DER ESSEN, A., “The Origin...”, cit.). Sobre el SCAR v. http://www.scar.org.
308 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
da, Noruega y Reino Unido. Y, por otra parte, los Estados que habían realizado
actividades científicas en la Antártida, en el contexto del AGI, es decir, África
del Sur, Bélgica, Estados Unidos, Japón y la Unión Soviética. Todos ellos par-
ticiparon en la Conferencia que negoció el Tratado, que se celebró durante los
meses de octubre y noviembre de 1959, y en la adopción del texto del Tratado
Antártico, que tuvo lugar el 1 de diciembre de 195919.
El Tratado Antártico ha sido completado por otras medidas y convenios
complementarios que desarrollan sus disposiciones, a saber: el Convenio sobre
la Conservación de Focas en el Antártico de 1 de junio de 197220; la Conven-
ción sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos de 20 de
mayo de 198021; el Convenio sobre la regulación de las actividades relativas a
los recursos minerales de la Antártida de 2 de junio de 198822, y el Protocolo
al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente de 4 de octubre de
199123.
El conjunto de estos convenios internacionales y de las medidas adoptadas
para su aplicación que estén en vigor, se designan con el nombre de “Sistema
del Tratado Antártico”24. El Tratado Antártico es el instrumento fundamental
del sistema, y los propósitos y principios del mismo constituyen sus elementos
nucleares y poseen una proyección general, aunque no se exige formalmente que
se sea Parte en el Tratado antártico para poder suscribir los otros convenios del
sistema25.
19
El Tratado Antártico entró en vigor el 25 de junio de 1961. España se convirtió en Parte el 31
de marzo de 1982 (BOE de 26 de junio de 1982).
20
Texto en: CEOTMA-CIFCA: Calidad de vida, Medio Ambiente y Ordenación del Territorio.
Textos internacionales, Madrid (Gráficas Coculsa) 1982, vol. III, pp. 215-221.
21
La Convención entró en vigor el 7 de abril de 1982. España se convirtió en Parte el 9 de mayo
de 1984 (BOE de 25 de mayo de 1985).
22
Texto en International Legal Materials, 1988, pp. 859-900. El Convenio no está en vigor.
23
El Protocolo entró en vigor en general y para España el 14 de enero de 1998 (BOE de 18 de
febrero de 1998).
24
Esta expresión aparece en los artículos 2.1 y 10.1 del Convenio sobre la regulación de las
actividades relativas a los recursos minerales de la Antártida de 2 de junio de 1988, y ha sido
consagrada por el artículo 1(e) del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio
Ambiente. Según esta disposición, la expresión “Sistema del Tratado Antártico” significa el
Tratado Antártico, las medidas en vigor según ese Tratado, sus instrumentos internacionales
asociados separados en vigor y las medidas en vigor según esos instrumentos”. Al conjunto de
acuerdos internacionales relativos a la Antártida hay que añadir el Convenio internacional
sobre la regulación de la caza de la ballena de 2 de diciembre de 1946, enmendado por el Proto-
colo del Convenio internacional sobre la regulación de la caza de la ballena de 19 de noviembre
de 1956, que, sin embargo, no forman parte propiamente del “Sistema del Tratado Antártico”
(textos del Convenio y del Protocolo en: http://www. tufts.edu/fletcher/multi/texts/BH200.txt).
25
El artículo III y IV.1 de la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos establece
que las Partes en la misma estarán vinculadas por determinadas obligaciones contenidas en
el Tratado antártico “sean o no Partes” en dicho tratado.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 309
2. El Tratado Antártico
El régimen jurídico básico de la Antártida está contenido en las disposiciones
del Tratado Antártico de 1 de diciembre de 1959.
26
La Convergencia Antártica es una zona situada alrededor del continente antártico, entre los
56-58º de latitud Sur, que forma un frente de separación natural en el que las frías aguas su-
perficiales de la Antártida se precipitan bajo las aguas subantárticas mas cálidas. CASARINI,
M. P., “Activities...”, cit., pp. 628-681.
27
BOU FRANCH, V., Régimen jurídico de la Antártida. Sus relaciones con las zonas marítimas
del Océano Austral, Valencia (Servicio de publicaciones de la Universidad de Valencia, 1996,
436 pp.
310 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
28
La relación de los Estados Partes puede consultarse en: http://www.pnra.it/ANTARTIDE/HT-
ML_it/Antartide/trattato.html.
29
Esta expresión, habitualmente utilizada en la práctica, se define en el artículo V.3 de la Con-
vención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos.
30
El artículo IX señala que los representantes de las Partes (consultivas) se reunirán, a inter-
valos y en lugares apropiados, “con el fin de intercambiar informaciones, consultarse mutua-
mente sobre asuntos de interés común relacionados con la Antártida y formular, considerar y
recomendar a sus Gobiernos medidas para promover los principios y objetivos del Tratado”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 311
observación aérea sobre todas y cada una de las regiones de la Antártida (art.
VII) y la necesidad de contar con su consentimiento unánime para la enmienda
y modificación del Tratado (art. XII) y para la adhesión de nuevos miembros
(art. XIII.1).
Los demás instrumentos convencionales del Sistema del Tratado Antártico
reconocen también la condición especial de las “Partes Consultivas del Trata-
do Antártico”, consagrando así el “doble estándar” de las Partes en tales trata-
dos31.
Por ejemplo, el artículo 25.2 del Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente.
31
312 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Por ejemplo, el artículo IV.2 de la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Ma-
33
rinos, y el artículo 9 del Convenio sobre la regulación de las actividades relativas a los recursos
minerales.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 313
34
Los observadores serán nacionales de la Parte que los designa y sus nombres deben ser comu-
nicados a cada una de las demás Partes que tienen derecho a designar observadores. Tanto los
observadores como los miembros del personal acompañante estarán sometidos sólo a la juris-
dicción de la Parte de la que sean nacionales, en lo referente a las acciones u omisiones que
tengan lugar mientras se encuentren en la Antártida para ejercer sus funciones. Esta regla se
aplica también a los investigadores y al personal que les acompaña (art. VIII.1).
35
El Tratado entró en vigor el 23 de junio de 1961.
314 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
claration by Contracting Parties on the 30th Anniversary of the Entry into Force
of the Antarctic Treaty36, reafirmando los objetivos del Tratado, declarándose
orgullosas de los resultados conseguidos durante esos treinta años, y afirmando
su determinación de mantener y fortalecer el Tratado y de proteger el medio
ambiente antártico, tal como ponía de manifiesto la reciente adopción del Proto-
colo sobre Protección del Medio Ambiente Antártico.
El Tratado Antártico goza, pues, de muy buena salud y su vigencia temporal
ha sido mantenida por tiempo indeterminado.
36
Texto de la Declaración en: Environmental Policy and Law, 21/5/ (1991), pp. 259-260.
37
BOU FRANCH, V., “La conservación de los recursos vivos marinos antárticos en la Convención
de Canberra de 1980”. En: Estudios en recuerdo de la profesora Sylvia Romeu Alfaro, Valencia
(Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valencia), 1989, pp. 155-168.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 315
II.1), a cuyo fin se formulan una serie de principios de conservación (art. II, 2).
El Convenio establece una Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos
Marinos Antárticos (art. VII) con capacidad para formular, adoptar y revisar
medidas de conservación que serán obligatorias para todos los miembros de la
Comisión que no hayan comunicado en un plazo de noventa días desde su noti-
ficación que no pueden aceptarla total o parcialmente (opting out) (art. IX). El
Convenio prevé también un sistema de observación e inspección bastante inno-
vador con el fin de asegurar el cumplimiento de sus disposiciones (art. XXIV).
38
BERMEJO, R., L’Antarctique..., cit., pp. 75 y ss.
39
Ibíd., p. 77.
316 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
40
Sobre los orígenes y la negociación del Protocolo, véase BERMEJO GARCÍA, R.; BOU FRANCH,
V., “La celebración del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente:
Orígenes y Negociaciones”, Anuario de Derecho Internacional, 1993, pp. 155-211. Sobre su con-
tenido, BERMEJO GARCÍA, R.; BOU FRANCH, V., “El Protocolo al Tratado Antártico sobre
protección del medio ambiente: algunas reflexiones”, Anuario de Derecho Internacional, 1994,
pp. 325-334.
41
Los cuatro anexos del Protocolo se refieren respectivamente a la evaluación del impacto sobre
el medio ambiente (Anexo 1), a la conservación de la fauna y flora antárticas (Anexo II), a la
eliminación y tratamiento de residuos (Anexo III) y a la prevención de la contaminación ma-
rina (Anexo IV). El 17 de octubre del mismo año se añadió un quinto anexo sobre áreas prote-
gidas. Posteriormente se iniciaron trabajos para la elaboración de nuevos anexos en materia
de responsabilidad por daños causados en la realización de actividades en la Antártida y en
materia de turismo.
42
Esta prohibición puede terminar en cualquier momento, por acuerdo unánime de las Partes
Consultivas, o bien, si así se decide en el seno de una conferencia internacional que puede ce-
lebrase, con el fin de revisar el Protocolo, después de transcurridos cincuenta años, desde de la
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 317
“Cualquier actividad relacionada con los recursos minerales, salvo la investigación cien-
tífica, está prohibida”.
Así pues, hay que subrayar que el acuerdo de los Estados ha hecho posible
que un inmenso continente haya sido sustraído al contencioso de la soberanía
territorial y sea una reserva natural, dedicada a la paz y a la ciencia.
fecha de la entrada en vigor del Protocolo, si así lo solicita cualquiera de las Partes Consultivas
del Tratado Antártico (art. 25.1).
43
Los satélites emplazados en órbita fija están situados en un punto del espacio, de tal modo que
los lugares subyacentes de la superficie terrestre, que se mueven por efecto de la rotación de la
Tierra, pasan por debajo del satélite artificial.
44
La órbita geoestacionaria, que es la más favorable para los satélites artificiales, está situada
encima del ecuador, a una distancia aproximada de 36.000 kilómetros de la Tierra. Los saté-
lites artificiales que están emplazados en ella se mueven en sincronía con la rotación de la
Tierra, de modo que permanecen inmóviles respecto a los lugares subyacentes en la superficie
terrestre. PASTOR RIDRUEJO, J. A., Curso..., cit., p. 429).
318 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
45
A tal efecto se han sugerido diversas teorías basadas ya sea en criterios científicos (límite exte-
rior de la atmósfera o del campo gravitatorio terrestre), en criterios funcionales (aptitud para
la navegación de las aeronaves que vuelan por reacción contra el viento) o en criterios zonales
(fijación de un límite convencional de separación en una altura determinada, por ejemplo, a los
15.000 mts). Sin embargo, ninguno de estos criterios resulta plenamente satisfactorio, por lo
que hay que reconocer que la fijación precisa del límite inferior del espacio ultraterrestre está
aún por determinar.
46
JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA, E., El Derecho..., cit., p. 299.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 319
47
Este tratado, conocido por el nombre de “Tratado del Espacio” entró en vigor el 10 de octubre
de 1967. BOE de 4 de febrero de 1969.
48
JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA, E. El Derecho..., cit., pp. 299-300. Varios autores han señalado que
el Derecho del espacio es un área particularmente proclive a la aparición de reglas consuetu-
dinarias formadas en un plazo de tiempo muy breve. Así lo afirmó, por ejemplo, BIN CHENG,
evocando la figura de la “costumbre instantánea” (instant custom) o, mas tarde, René Jean
DUPUY, con sus consideraciones sobre la “costumbre irregular” (coutume sauvage).
49
Estas resoluciones pueden consultarse en: http://www.un.or.at/OOSA/treat/treat.html.
50
Este tratado es conocido por el nombre de “Tratado de Salvamento” (http://www.un.or.at/
OOSA/treat/treat.html). El Acuerdo entró en vigor el 3 de diciembre de 1968. (http://www.
tufts.edu/departments/fletcher/multi/texts/BH523.txt).
51
Este tratado es conocido por el nombre de “Tratado de Responsabilidad”. El Tratado entró en
vigor el 1 de septiembre de 1972. BOE de 2 de mayo de 1980.
52
Este tratado es conocido por el nombre de “Tratado de Registro”. El Tratado entró en vigor el
15 de setiembre de 1976. BOE de 29 de enero de 1979.
53
Este tratado es conocido por el nombre de “Tratado de la Luna”. El Acuerdo entró en vigor el
11 de julio de 1984 (http://www.tufts.edu/departments/fletcher/multi/texts/BH766.txt).
320 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
54
LACHS, M., “Freedoms of the Air-The Way to the Outer Space”, Air and Space Law: De Lege
Ferenda. Essays in Honour of Henri A. Wassenbergh, Dordrecht/Boston/London (Nijhoff) 1992,
pp. 241-245.
55
El Tratado de la Luna se aplica “a otros cuerpos celestes del sistema solar distintos de la Tie-
rra” (art. 1.1); las referencias a la Luna incluyen “las órbitas alrededor de ésta u otras trayec-
torias hacia ella o alrededor de ella” (art. 1.2).
56
Precisamente por esta razón, “deben tenerse en cuenta los intereses de las generaciones pre-
sentes y venideras” (art. 4.1 del Tratado de la Luna).
57
Con determinadas excepciones, las disposiciones del Tratado de la Luna se aplican también a
cualquiera de estas organizaciones internacionales, siempre que tal organización declare que
acepta los derechos y las obligaciones estipulados en el Acuerdo y que la mayoría de los Esta-
dos miembros de la Organización sean Partes en el Tratado del Espacio y en el Tratado de la
Luna (art. 16 del Tratado de la Luna).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 321
nizaciones internacionales a las que se aplica, ya que sólo ellos tienen derecho
a recoger y extraer de la Luna muestras de sus minerales y otras sustancias,
para utilizarlas con fines científicos y “para apoyo de sus misiones” (art. 6.1 y 2
del Tratado de la Luna).
c) No apropiación ni soberanía. El espacio ultraterrestre, incluidos la Luna y
otros cuerpos celestes, no pueden ser objeto de apropiación nacional mediante
reivindicación de soberanía, por medio del uso o la ocupación, ni de ninguna
otra manera (Tratado del Espacio art. II y Acuerdo sobre la Luna art. 11.2). Este
último acuerdo añade que ni la superficie ni el subsuelo de la Luna o de otros
cuerpos celestes, ni ninguna de sus partes o recursos naturales, podrán ser obje-
to de propiedad sin perjuicio, por lo que se refiera a los recursos naturales, de lo
que se disponga en el régimen internacional para su explotación (art. 11.3).
Hasta la fecha no se ha producido ninguna reclamación de soberanía sobre
el espacio ni sobre los cuerpos celestes, ni siquiera por parte de los Estados
que han llegado a la Luna (Estados Unidos en 1969 y la URSS en 1979). Sí ha
habido, sin embargo, reivindicaciones estatales sobre la órbita geoestacionaria
situada encima del Ecuador a una distancia de 36.000 km. En 1976, mediante la
declaración de Bogotá, 6 Estados ecuatoriales (Colombia, Congo, Ecuador, Indo-
nesia, Kenia, Uganda y Zaire) proclamaron su soberanía sobre los segmentos de
la órbita situados sobre sus respectivos territorios. Estas reivindicación nunca
han sido aceptadas ni reconocidas en el plano internacional y los países ecua-
toriales han moderado su posición reclamando ahora únicamente un régimen
especial para la órbita que les garantice ciertos derechos preferentes.
d) Uso pacífico. Las actividades espaciales deberán realizarse con fines pacífi-
cos, de acuerdo con los principios de la Carta de las Naciones Unidas, “en interés
del mantenimiento de la paz” (Tratado del espacio, art. III)58. En consecuencia,
se prohíbe recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, así como a cualquier otro
acto hostil o a la amenaza de esos actos en la Luna. Se prohíbe también utilizar
la Luna para cometer tales actos o para hacer tales amenazas respecto a la Tie-
rra, a la Luna, a naves espaciales, a tripulaciones de naves espaciales o a objetos
espaciales artificiales. Sin embargo, el artículo IV del Tratado del Espacio, que
desarrolla este principio, permite establecer una diferencia entre las exigencias
del principio de uso pacífico en el espacio, por un lado, y en la Luna y los otros
cuerpos celestes, por otro lado.
58
Las actividades de exploración y utilización del espacio ultraterrestre que realicen los Estados
Partes y las Organizaciones internacionales, así como todas las actividades que desarrollen en
la Luna, se realizarán de conformidad con el Derecho internacional, en especial la Carta de las
Naciones Unidas y teniendo en cuenta la Declaración sobre los principios de Derecho interna-
cional referentes a las relaciones de amistad y cooperación entre los Estados de conformidad
con la Carta de las Naciones Unidas, aprobada por la AG el 24 de octubre de 1970 (art. III del
Tratado del Espacio y art. 2 del Tratado de la Luna). En particular, aquéllos deben guiarse por
el principio de la cooperación y asistencia mutuas (art. IX del Tratado del Espacio y art. 4.2 del
Tratado de la Luna).
322 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
59
Esos Estados y esas Organizaciones internacionales deben informar al Secretario General
(SG) de la ONU de las medidas que estén adoptando al respecto (art. 7.1 del Tratado de la
Luna). Asimismo deben notificarle por anticipado, en la mayor medida posible, todos los em-
plazamientos que hagan de materiales radioactivos en la Luna y los fines de dichos empla-
zamientos (art. 7.2 del Tratado de la Luna). La utilización de plantas nucleares en el espacio
ultraterrestre está regulada por la resolución 47/68 de la AG, de 14 de diciembre de 1992,
titulada “Principios pertinentes a la utilización de fuentes de energía nuclear en el espacio
ultraterrestre”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 323
60
Artículo 10.1 del Tratado de la Luna.
324 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
los astronautas hagan tal aterrizaje serán devueltos sin demora al Estado de
registro de su nave espacial (art. V del Tratado del Espacio).
Precisamente para regular el salvamento y la devolución de astronautas se
adoptó el Acuerdo sobre el Salvamento y la Devolución de Astronautas y de la
restitución de objetos lanzados al espacio ultraterrestre de 22 de abril de 1968.
En virtud de este Acuerdo, todo Estado Parte que descubra que la tripulación
de una nave espacial ha sufrido un accidente, se encuentra en situación de peli-
gro o ha realizado un aterrizaje forzoso o involuntario en un territorio colocado
bajo su jurisdicción61, en alta mar o en cualquier otro lugar no colocado bajo la
jurisdicción de ningún Estado62, inmediatamente lo notificará a la autoridad de
lanzamiento, o lo hará público por todos los medios apropiados de comunicación
de que disponga, y al SG de la ONU, el cual debe difundir sin tardanza la noticia
(art. 1).
Si, debido a accidente, peligro o aterrizaje forzoso o involuntario, la tripula-
ción de una nave espacial desciende en un territorio colocado bajo jurisdicción
de un Estado Parte, o ha sido hallada en alta mar o en cualquier otro lugar no
colocado bajo la jurisdicción de ningún Estado, será devuelta con seguridad y sin
demora a la autoridad de lanzamiento (art. 4).
61
En este caso, el Estado Parte debe adoptar inmediatamente todas las medidas posibles para
salvar a la tripulación y prestarle toda la ayuda necesaria (art. 2).
62
En cualquiera de estos casos, los Estados Partes que se hallen en condiciones de hacerlo pres-
tarán asistencia en las operaciones de búsqueda y salvamento de la tripulación, a fin de lograr
su rápido salvamento (art. 3).
63
Artículo 1.d) del Convenio de Responsabilidad y artículo I.b) del Convenio de Registro.
64
Por “Estado de lanzamiento” se entenderá: i) un Estado que lance o promueva el lanzamiento
de un objeto espacial; ii) un Estado desde cuyo territorio o desde cuyas instalaciones se lance
un objeto espacial (art. I.a).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 325
65
Once Estados, entre ellos España, y una Organización internacional, la Agencia Espacial Eu-
ropea, han notificado al SG la creación de los respectivos registros (v.: http://www.un.or.at/
OOSA/treat/reg/infidx.html).
66
Esos datos son: a) nombre del Estado o de los Estados de lanzamiento; b) número de registro
del objeto espacial o una designación apropiada del mismo; c) fecha y territorio o lugar de lan-
zamiento; d) parámetros orbitales básicos; y e) función general del objeto espacial (art. IV.1).
67
Este Registro fue establecido el 16 de noviembre de 1976 (http://www.un.or.at/OOSA/treat/reg/
infidx.html).
68
Se entiende por “autoridad de lanzamiento” el Estado de lanzamiento, y, bajo determinadas
condiciones, una Organización internacional que fuese responsable del lanzamiento (art. 6).
69
Sobre este incidente, véase COURTEIX, S., “Questions d’actualité en matière de droit de
l’espace”, Annuaire français de droit international, 1978, pp. 890-919.
326 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1. Telecomunicaciones
Uno de los principales usos del espacio ultraterrestre es el emplazamiento de
satélites de telecomunicaciones destinados principalmente a prestar servicios
de comunicación telegráfica, telefónica, y televisiva. Para que este tipo de acti-
vidades se desarrollen debidamente es necesario reglamentar el uso de las ban-
das de frecuencia utilizadas por los satélites de telecomunicaciones, así como la
fijación de posiciones en la órbita geoestacionaria.
Desde 1959 la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) ha dado
respuesta a estos problemas aplicando las reglas codificadas en el Convenio in-
ternacional de las telecomunicaciones a las actividades espaciales y reservando
una porción del espectro de frecuencias para este tipo de emisiones. El régimen
establecido por la UIT, inicialmente fundado en el principio de prioridad en el
tiempo, ha evolucionado ulteriormente hacia la aplicación del principio de ac-
ceso equitativo de los Estados tanto a las frecuencias como a la órbita de los
satélites geoestacionarios, lo que exigió la modificación a tal fin del Convenio
internacional de telecomunicaciones en 1973.
En materia de telecomunicaciones espaciales hay que subrayar el desarrollo
de la cooperación internacional, motivado en gran medida por la necesidad de
aunar esfuerzos en vista de la dificultades tecnológicas y financieras que plan-
tea la construcción y el emplazamiento de los satélites. La primera organización
establecida a estos efectos fue la Organización Internacional de Telecomunica-
70
Los gastos realizados para dar cumplimiento a las obligaciones de rescatar y restituir un objeto
espacial o sus partes componentes estarán a cargo de la autoridad de lanzamiento (art. 5.5).
71
Según este Tratado, la Parte Contratante que tenga motivos para creer que un objeto espacial
o partes componentes del mismo, descubiertos en territorio bajo su jurisdicción, o recuperados
por ella en otro lugar, son de naturaleza peligrosa o nociva, podrá notificarlo a la autoridad
de lanzamiento, la que deberá adoptar inmediatamente medidas eficaces, bajo la dirección y
control de dicha Parte Contratante, para eliminar el posible peligro de daños (art. 5.4).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 327
72
BOE de 17 de marzo de 1973.
73
BOE de 9 de agosto de 1979.
74
Texto en FOUILLOUX. G.; KILANI, S.; WEISHAUPT, G., Recueil de textes relatifs au droit
international de l’air et de l’espace, Gardanne (Imprimerie Esmenjaud) 1983, vol. II, pp. 453-
514.
75
Ibíd., pp. 655-671.
76
Ibíd., pp. 672-734.
328 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3. Teleobservación y teledetección
La utilización de satélites permite también observar las actividades huma-
nas y los fenómenos naturales así como el estado de los recursos naturales del
planeta. Las principales cuestiones que estas técnicas suscitan se refieren a la
notificación al Estado observado, al acceso de éste a la información obtenida y a
la divulgación de los datos referentes al Estado observado. Al margen de otras
posibles utilizaciones non sanctas, su licitud ha sido impugnada sobre todo evo-
cando el principio de soberanía territorial de los Estados y el principio de sobe-
ranía permanente sobre los recursos naturales.
En virtud de estas consideraciones, diversos Estados invocaron que las ope-
raciones de teledetección y teleobservación debían quedar sometidas al consen-
timiento previo del Estado observado. El 4 de diciembre de 1986 la AG de la
ONU adoptó la resolución 41/65 sobre los principios relativos a la teledetección
77
Votaron a favor de la resolución 37/92 107 Estados (la mayoría de los Estados en desarrollo y
los Estados socialistas), en contra 13 (la mayoría de los Miembros de la UE, Estados Unidos e
Israel) y se abstuvieron 13 Estados.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 329
78
Ambos tratados afirman también que las actividades espaciales de las entidades no guberna-
mentales deben ser autorizadas y fiscalizadas constantemente por el Estado Parte pertinente
(art. VI del Tratado del Espacio y art. 14, 2 del Acuerdo de la Luna). Cuando se trate de activi-
dades que realiza en el espacio ultraterrestre una Organización internacional, la responsabili-
dad corresponderá a esa Organización internacional y a los Estados Partes en el Tratado que
pertenecen a ella (art. VI del Tratado del Espacio).
79
Se entenderá por Estado de lanzamiento: i) un Estado que lance o promueva el lanzamiento
de un objeto espacial; ii) un Estado desde cuyo territorio o desde cuyas instalaciones se lance
un objeto espacial (art. 1.c). El término “lanzamiento” denotará también todo intento de lanza-
miento (art. 1.c).
80
Para que el Convenio de Responsabilidad sea aplicable a una Organización internacional de
este tipo, ésta debe declarar que acepta los derechos y obligaciones previstos en este Convenio,
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 331
y, además, una mayoría de sus Estados miembros deben ser Partes en este Convenio y en el
Tratado del Espacio (art. 22.1). Si una de tales Organizaciones internacionales es responsable
de daños en virtud del Tratado de Responsabilidad, esa Organización y sus miembros que sean
Estados Partes en este Convenio serán mancomunada y solidariamente responsables (art.
22.3).
81
El sujeto responsable sólo quedará exento de esta responsabilidad en la medida en que de-
muestre que los daños son total o parcialmente resultado de negligencia grave o de un acto u
omisión cometido con la intención de causar daños por parte de un Estado demandante o de
personas físicas o jurídicas a quienes este último Estado represente (art. 6.1). No se concederá
exención alguna en los casos en que los daños sean resultado de actividades desarrolladas por
un Estado o por una Organización a la que le sea aplicable el Convenio, en las que no se respe-
te el Derecho internacional, incluso la Carta de las Naciones Unidas y el Tratado del Espacio
(art. 6.2).
82
Se entenderá por “daño” la pérdida de vidas humanas, las lesiones corporales u otros perjuicios
a la salud, así como la pérdida de bienes o los perjuicios causados a bienes de Estados o de
personas físicas o morales, o de Organizaciones internacionales (art. 1.a).
332 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
83
Canadá-Unión Soviética: Protocolo sobre la Reclamación Canadiense por daños causados por
el “Cosmos 954”.
Lección 14
Las competencias del Estado sobre
las personas
I. ASPECTOS GENERALES
La soberanía del Estado puede analizarse jurídicamente como un conjunto
de competencias que se ejercen en función de sus elementos constitutivos: te-
rritorio, población y organización político-jurídica. Vamos a examinar ahora las
competencias del Estado sobre las personas o, como se denomina generalmente,
la “competencia personal del Estado”.
El estudio de las competencias sobre las personas presenta un enfoque am-
plio ya que éstas se ejercen sobre la población del Estado en su conjunto, esto es
sobre sus nacionales pero también sobre los extranjeros que se encuentran en su
territorio. Además el ejercicio de la competencia personal sobre los nacionales
afecta tanto a las personas físicas como a las personas jurídicas (sociedades) y
se extiende también a los buques que enarbolan su pabellón, así como a las ae-
ronaves matriculadas y a los objetos espaciales registrados en su territorio. La
competencia personal del Estado se mantiene incluso cuando sus nacionales se
encuentran en el extranjero, en cuyo caso el ejercicio de la competencia personal
del Estado sobre sus nacionales debe conciliarse con el ejercicio de las competen-
cias territoriales del Estado donde éstos se encuentran.
Los aspectos concretos del régimen de la nacionalidad y la extranjería, ma-
terias que pertenecen esencialmente al ámbito de la competencia legislativa
nacional, se estudian con detalle en la disciplina Derecho internacional privado.
Aquí nos limitaremos, por tanto, a examinar los aspectos generales que afectan
al ejercicio de la competencia personal de los Estados en el marco del Derecho
internacional público.
A) Personas físicas
La nacionalidad fue definida por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en
su sentencia de 6 de abril de 1955, relativa al asunto Nottebohm (Liechtenstein
c. Guatemala) en los términos siguientes:
334 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1
ICJ Reports, 1955, p. 23.
2
CPJI Serie B, núm. 4. p. 24.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 335
B) Personas jurídicas
La competencia personal del Estado se extiende, igualmente, a las personas
jurídicas (sociedades). Para la determinación de su nacionalidad se han utiliza-
do diversos criterios, pero en la práctica contemporánea el criterio comúnmente
aceptado es el del lugar de constitución de la entidad, que coincide generalmen-
te con el del domicilio social. Así lo ha afirmado la Corte internacional de Justi-
cia en su sentencia de 5 de febrero de 1970, relativa al asunto de la Barcelona
Traction, Light and Power Company (Bélgica c. España):
“Cuando se trata de establecer un nexo entre una sociedad y tal o cual Estado a los fines
de la protección diplomática, el Derecho internacional se basa, si bien sólo en medida limi-
tada, en una analogía con las normas que rigen la nacionalidad de los individuos. La norma
tradicional atribuye el derecho a ejercer la protección diplomática de una sociedad al Estado
bajo cuyas leyes se ha constituido y en cuyo territorio tiene su sede. Estos dos criterios han
sido confirmados por una larga práctica y por muchos instrumentos internacionales”3.
3
ICJ Reports, 1970, p. 3.
336 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“asegurar un respeto más eficaz por los Estados del pabellón de sus obligaciones, y no
establece criterios susceptibles de ser invocados por otros Estados para impugnar la validez
de la matriculación de un buque en un Estado del pabellón”4.
A) Concepto y caracteres
La protección diplomática es una institución internacional de formación con-
suetudinaria cuyos elementos han sido precisados por la jurisprudencia inter-
nacional. La protección diplomática fue definida por la CPJI en su sentencia de
30 de agosto de 1924, en el asunto de las concesiones Mavrommatis en Palestina
(Grecia c. Reino Unido), en los términos siguientes:
“Un principio elemental de Derecho internacional faculta al Estado para proteger a sus
nacionales lesionados por actos contrarios al Derecho internacional cometidos por otro
Estado y respecto de los cuales no haya podido obtener satisfacción por las vías internas
ordinarias. Al asumir la reclamación de uno de los suyos, al iniciar en su favor la acción
diplomática o la acción judicial internacional, dicho Estado, en realidad, ejercita su propio
derecho, el derecho que tiene a que sea respetado en la persona de sus súbditos el Derecho
internacional...”6.
4
Asunto M/V Saiga (Nº 2).
5
En el laudo de 4 de abril de 1928, relativo al asunto de la isla de Palmas, el árbitro Max Huber
subrayó que la soberanía territorial tenía como corolario el deber de proteger en el territorio
los derechos de otros Estados, en particular, los derechos que todo Estado puede hacer valer en
favor de sus nacionales en dicho territorio.
6
CPJI série A, nº 2, p. 11.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 337
En el punto de partida debe haber, pues, un acto o una omisión ilícitos que cons-
tituya una violación de las obligaciones del Estado relativas a los extranjeros.
Estas obligaciones son correlativas a los derechos que los otros Estados tienen,
en virtud del Derecho internacional, en lo que respecta al trato que debe darse
a sus nacionales.
El ejercicio de la protección diplomática se sitúa en el plano del Derecho in-
ternacional, que ha desarrollado reglas bastante precisas en la materia. Estas
reglas se basan en dos principios fundamentales: que la protección diplomática
constituye una relación de Estado a Estado y que su ejercicio supone hacer valer
un derecho propio del Estado y no del particular afectado.
En primer lugar, la reclamación del Estado para exigir la protección diplo-
mática genera una relación de Estado a Estado, que se sitúa en el plano de las
relaciones regidas por el Derecho internacional. Su ejercicio se hace efectivo
mediante “la acción diplomática o la acción judicial”, es decir, recurriendo a “los
métodos habituales reconocidos por el Derecho internacional destinados al es-
tablecimiento, la presentación y el arreglo de las reclamaciones. Entre estos
métodos se pueden mencionar la protesta, la investigación, la negociación y la
sumisión del asunto a un tribunal arbitral o a la Corte”7.
En segundo lugar, el ejercicio de la protección diplomática constituye un de-
recho propio del Estado y no del particular afectado. Como ya dijera en 1924
la CPJI en el asunto de las concesiones Mavrommatis en Palestina, al ejercer
la protección diplomática, el Estado “en realidad ejercita su propio derecho, el
derecho que tiene a que sea respetado en la persona de sus súbditos el Derecho
internacional”8. Ello implica que, desde la perspectiva del Derecho internacio-
nal, el Estado lesionado puede decidir discrecionalmente si ejerce o no la protec-
ción diplomática a favor del particular afectado. Este aspecto de la protección
diplomática ha sido desarrollado con claridad por la CIJ, en su sentencia de 5
de febrero de 1970, relativa al asunto de la Barcelona Traction, Light and Power
Company:
“La Corte recuerda que, dentro de los límites fijados por el Derecho internacional, un
Estado puede ejercer su protección diplomática por los medios y en la medida en que estime
apropiados, ya que es su derecho el que alega. Si las personas físicas o morales por cuenta de
las cuales actúa estiman que sus derechos no están suficientemente protegidos, se encuen-
tran sin recursos en Derecho internacional... El legislador nacional puede imponer al Estado
la obligación de proteger a sus ciudadanos en el extranjero. Puede igualmente conceder a
los ciudadanos el derecho de exigir que esa obligación sea respetada... Pero todas esas cues-
tiones son de la competencia del Derecho interno y no modifican la situación en el plano
internacional.
7
CIJ, opinión consultiva sobre la reparación de los daños sufridos al servicio de las Naciones
Unidas, ICJ Reports, 1959, p. 174.
8
CPJI serie A, nº 2, p. 11.
338 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
El Estado debe ser considerado como el único juez facultado para decidir si concederá
su protección, en qué medida lo hará y cuándo le pondrá fin. Posee a este respecto un poder
discrecional... el Estado goza de una total libertad de acción... los titulares de los derechos no
están obligados a ejercerlos. A veces sucede que no se ejerce ningún recurso aunque se haya
lesionado un derecho. Afirmar que en tales casos se crea un vacío sería asimilar un derecho
a una obligación”9.
9
ICJ Reports, 1970, p. 3.
10
Ibíd.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 339
1. Nacionalidad de la reclamación
Por lo que se refiere a la nacionalidad de la reclamación, la jurisprudencia in-
ternacional ha afirmado que “salvo que haya acuerdos particulares, sólo el vínculo
de la nacionalidad atribuye al Estado el derecho de protección diplomática”11.
La nacionalidad, cuando es invocada por el Estado que la ha conferido como
título para ejercer la protección diplomática, debe presentar determinados ca-
racteres tales como la efectividad, la continuidad y la exclusividad. Ante todo,
la nacionalidad debe aparecer como una vinculación efectiva entre el Estado
que ejerce la protección diplomática y su nacional, de tal forma que pueda ser
considerada como “la expresión jurídica exacta de un fenómeno social de vincu-
lación”. Tal como subrayaba CIJ en su sentencia relativa al asunto Nottebohm:
“la nacionalidad conferida por un Estado no le otorga un título para ejercer la protección
frente a otro Estado más que si esta concesión representa la traducción, en términos jurídicos,
de la vinculación entre el individuo considerado y el Estado que le ha hecho su nacional”12.
11
CPJI, sentencia de 28 de febrero de 1939 en el asunto del ferrocarril de Panevezys-Saldutiskis
(Estonia c. Lituania), CPJI, Serie A/B, núm. 76 (1939), pp. 16-17.
12
ICJ Reports, 1955, p. 23.
340 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“Así se creó un vínculo estrecho y permanente que se ha reforzado más aún con el trans-
curso de más de medio siglo. Dicho vínculo no se ha debilitado en absoluto por el hecho
de que la sociedad ejerciera desde sus comienzos actividades mercantiles fuera del Canadá,
pues tal era su objeto declarado. Las relaciones entre la Barcelona Traction y el Canadá son
pues múltiples...”13.
13
ICJ Reports, 1970, párs. 70-71.
14
Ésta fue la decisión adoptada por la sentencia arbitral de 1912 en el asunto Canevaro (Italia
c. Perú), confirmada por la Convención de La Haya sobre ciertas cuestiones relativas a los con-
flictos de leyes en materia de nacionalidad de 1930 (art. 4).
15
En efecto, como la protección diplomática de los ciudadanos europeos no nacionales no es po-
sible sin el asentimiento del Estado contra el que se dirige la reclamación, el propio tratado
de Maastricht preveía la necesidad de entablar “las negociaciones internacionales requeridas
para garantizar dicha protección” (Tratado CE, art. 8 C).
16
Por ejemplo: el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales de 4 de noviembre de 1950 (art. 35) (BOE de 10 de octubre de 1979; el Pacto
internacional de derechos civiles y políticos de 16 de diciembre de 1966 (art. 41.1.c) (BOE de
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 341
30 de abril de 1977); el Protocolo Facultativo del Pacto internacional de derechos civiles y po-
líticos de 16 de diciembre de 1966 (art. 5) (BOE de 2 de abril de 1985), y el Protocolo nº 11 del
Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales de
4 de noviembre de 1950, relativo a la reestructuración del mecanismo de control establecido
por el Convenio (art. 35) (BOE de 26 de junio de 1998).
17
ONU, Recueil des sentences arbitrales, vol. XII, p. 83.
18
Sentencia de la CIJ de 21 de marzo de 1959 en el asunto Interhandel (Suiza c. Estados Unidos
de América), ICJ Reports, 1959, p. 6.
19
CIJ, sentencia de 20 de julio de 1989 en el asunto Ellettronica Sicula S.p.A. (ELSI) (Estados
Unidos de América c. Italia), ICJ Reports, 1989, p. 15.
20
Laudo de 6 de marzo de 1956 en el asunto Ambatielos (Grecia c. Reino Unido). ONU: Recueil
des sentences arbitrales, vol. XII, p. 83.
21
Artículo 41.1.c) del Pacto internacional de derechos civiles y políticos de 16 de diciembre de
1966, y artículo 5 del Protocolo Facultativo del Pacto internacional de derechos civiles y políti-
cos de 16 de diciembre de 1966.
342 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3. ¿Manos limpias?
Algunos autores (BIN CHENG, FITZMAURICE, ROUSSEAU, SCHACHTER)
han mantenido que, además de las dos condiciones que acaban de ser analiza-
das, la admisibilidad de la reclamación en ejercicio de la protección diplomática
dependería de un tercer requisito: la conducta correcta del particular perjudica-
do. Esta concepción es una manifestación de la llamada doctrina de “las manos
limpias” (clean hands), en cuya virtud, si el daño causado al particular deriva
de la propia conducta de éste y, además, existe un nexo causal entre la conducta
incorrecta y el daño sufrido, no es admisible el ejercicio de la protección diplo-
mática.
La doctrina internacional pone de manifiesto una cierta confusión entre dos
concepciones de las “manos limpias”: la que acaba de ser expuesta, que se plan-
tea en el contexto de la protección diplomática, y la que, en ocasiones, se ha
invocado en relación con la responsabilidad internacional del Estado, según la
cual, la parte que reclama justicia debe tener las manos limpias. Sea cual fuere
el alcance de esta condición en el marco de la responsabilidad de los Estados,
es claro que se sitúa en un contexto distinto ya que el que debe tener las manos
limpias es el Estado mismo y no el particular perjudicado22.
Por otra parte, la práctica diplomática tampoco es muy clara en lo que respec-
ta a la supuesta condición de las manos limpias de la persona protegida, que no
se ha aplicado expresamente en ningún caso aunque, en ocasiones, ha aparecido
como una manifestación del principio general de que nadie puede beneficiarse
de sus propias faltas23.
La CIJ, por su parte, en su sentencia de 5 de febrero de 1970, en el asunto de
la Barcelona Traction, Light and Power Company, también parece rechazar la
tesis de las manos limpias en el pasaje siguiente:
“Por una parte, se ha mantenido que las autoridades administrativas y judiciales españo-
las han cometido actos ilícitos y que estos actos engendran la responsabilidad internacional
de España. Por otra parte, se ha afirmado que, en el desarrollo de sus actividades, la Bar-
celona Traction y sus filiales han violado la ley española y han perjudicado a la economía
española. Aún suponiendo que aquellos hechos y éstos hubieran sido probados, los últimos
no podrían legitimar a los primeros en ningún caso”24.
22
Véase, por ejemplo, la opinión disidente del juez SCHWEBEL adjunta a la sentencia de la CIJ
de 27 de junio de 1986, en el asunto de las actividades militares y paramilitares en y contra
Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos), ICJ Reports, 1986, p. 249.
23
Véase SALMON, J. “Des mains propres comme condition de recevabilité des réclamations in-
ternationales”, Annuaire Français de droit international, 1964, pp. 225-266.
24
ICJ Reports, 1970, p. 3.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 343
1. La protección consular
La llamada protección consular hace referencia a una de las funciones que
incumben a las Oficinas consulares, de conformidad con lo dispuesto en el Con-
venio sobre Relaciones Consulares de 24 de abril de 196325: a saber, la protección
de los intereses de los nacionales del Estado que envía (art. 5.a), así como la
prestación de ayuda y asistencia a los mismos en el Estado receptor (art. 5.e).
La “protección consular” se realiza mediante la presentación de una recla-
mación ante las autoridades locales en favor del nacional afectado por una in-
fracción, pero se distingue de la “protección diplomática” en sentido propio por
tres rasgos principales. En primer lugar, la protección consular puede ejercerse
aunque no exista una violación del Derecho internacional por parte del Estado
territorial, bastando con que haya una violación de su Derecho interno; en se-
gundo lugar, la reclamación se realiza por el Jefe de la Oficina Consular y no se
presenta ante el Gobierno del Estado territorial sino ante al órgano que cometió
la violación; y, en tercer lugar, no se requiere el agotamiento previo de los recur-
sos internos por parte del particular afectado26.
La protección consular se distingue de la mera “asistencia consular” para
cuyo ejercicio no se requiere que haya una violación del Derecho internacional o
interno por las autoridades del Estado receptor, sino que responde únicamente a
una situación de dificultad, necesidad o desgracia del nacional a quien se presta
asistencia.
25
BOE de 6 de marzo de 1970.
26
En realidad, como ha señalado Pastor Ridruejo, la protección consular es coetánea a la acción
que los particulares deben intentar, mediante el ejercicio de los recursos internos, existiendo
una cierta complementariedad entre el ejercicio de la protección consular y la acción de los
particulares en defensa de sus derechos. PASTOR RIDRUEJO, J. A., Curso... cit., p. 273.
344 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2. La protección funcional
A la luz de las consideraciones formuladas por la CIJ en su opinión consul-
tiva de 11 de abril de 1949, relativa a la reparación de los daños sufridos al
servicio de las Naciones Unidas27, se puede afirmar que la protección funcional
es el derecho que tiene una Organización internacional a presentar una recla-
mación para proteger a sus agentes que, en cumplimiento de su misión, hayan
sido lesionados por actos contrarios al Derecho internacional cometidos por un
Estado. Al presentar una reclamación de reparación en favor de sus agentes, di-
cha Organización invoca su propio derecho, el derecho a que sean respetadas las
obligaciones internacionales que afectan a sus agentes. El presupuesto o la base
de la protección funcional es el hecho de que un Estado haya cometido actos
contrarios al Derecho internacional, que hayan lesionado a los agentes de una
Organización internacional en el ejercicio de sus funciones. Debe haber, pues,
un acto o una omisión ilícitos que constituyan una violación de las obligaciones
asumidas por el Estado para con la Organización. La base de la protección diplo-
mática y la base de la protección funcional son, pues, diferentes ya que la acción
ejercida por la Organización no se funda en la nacionalidad de la víctima sino
en su calidad de agente de la Organización.
27
ICJ Reports, 1949. pp.
28
Tribunal Supremo (Sala 4ª), sentencia de 29 de diciembre de 1986. Ver comentario en Revista
Española de Derecho Internacional, 1988, vol. X, pp. 175-176.
29
Real Decreto 1881/1996 de 2 de agosto de Estructura Orgánica Básica del Ministerio de Asun-
tos Exteriores (BOE de 6 de agosto de 1996).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 345
30
Ley Orgánica 3/1980 de 22 de abril del Consejo de Estado. BOE de 25 de abril de 1980.
31
Aranzadi, Repertorio de Jurisprudencia 1987, nº 516.
32
El Tribunal Supremo (Sala 3ª), en su sentencia de 16 de noviembre de 1974, afirmó que: “(...)
la decisión que en este punto adoptara el Gobierno tendría el carácter de acto no susceptible
de ser recurrido, netamente comprendido en la norma excluyente del art. 2.b) de la Ley de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa, y sin otro medio posible restaurador, en su caso, que
el de la indemnización a tenor de lo dispuesto en el mismo artículo y en el artículo 40,1 de la
Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado”. Aranzadi, Repertorio de Jurispru-
dencia 1974, nº 4510.
33
BOE de 14 de julio de 1998. En efecto, en su Exposición de motivos, esta Ley expone que: “La
Ley parte del principio de sometimiento pleno de los poderes públicos al ordenamiento jurí-
dico, verdadera cláusula regia del Estado de Derecho. Semejante principio es incompatible
con el reconocimiento de cualquier categoría genérica de actos de autoridad —llámense actos
políticos, de Gobierno, o de dirección política— excluida per se del control jurisdiccional. Sería
ciertamente un contrasentido que una Ley que pretende adecuar el régimen legal de la Juris-
dicción Contencioso-Administrativa a la letra y al espíritu de la Constitución, llevase a cabo la
introducción de toda una esfera de actuación gubernamental inmune al derecho...”.
346 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
34
Sentencia de 18 de junio de 1999 de la Audiencia Nacional (Sala de lo contencioso-administra-
tivo), Actualidad Administrativa, nº 44, 1999, nº 837.
35
Ver supra, nota 32.
36
Tribunal Constitucional (Pleno) Sentencia nº 140/1995 de 28 de septiembre, FJ 10.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 347
respecto a los acuerdos de compensación global celebrados por España con Ma-
rruecos en 197937, con Cuba en 198638 y con Portugal en 2002.
Con todo, como ha señalado con acierto el profesor Remiro Brotóns, no cabe
suponer que el Estado español “se convierta en una especie de responsable sub-
sidiario de los incumplimientos protagonizados por otros Estados”39. Su respon-
sabilidad patrimonial solo se dará cuando exista una conexión causal entre el
daño irrogado al particular por un Estado extranjero y la actuación de la Admi-
nistración española en el ejercicio de la protección diplomática y concurran las
condiciones previstas por los artículos 139 y siguientes de la Ley 30/1992 de 26
de noviembre de régimen jurídico de las Administraciones públicas y del proce-
dimiento administrativo común40.
A) Régimen de la extranjería
Por regla general, el título de un Estado para el ejercicio de competencias so-
bre los extranjeros deriva del hecho de que éstos se encuentren en su territorio.
Por eso, en realidad, el ejercicio de la competencia personal sobre los mismos
resulta esencialmente una consecuencia de la soberanía territorial. En tal senti-
do, el derecho de extranjería pertenece esencialmente a la esfera de competencia
doméstica del Estado y tiene por consiguiente una dimensión predominante-
mente interna.
No obstante, el régimen de la extranjería ha experimentado en los últimos
años un fuerte proceso de internacionalización, derivado de la creciente regla-
mentación internacional en la materia (principalmente a través de tratados de
paz y amistad, de comercio, de establecimiento o de protección de inversiones)
así como de la incidencia de las normas internacionales relativas a la protec-
ción de los derechos humanos. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha
recordado así que los Estados tienen, “en virtud de un principio de Derecho
37
Sentencia del Tribunal Supremo de 17 de febrero de 1998 (desestimatoria).
38
Sentencia de la Audiencia Nacional de 18 junio 1999, sentencias del Tribunal Supremo de 10
y 12 de diciembre de 2003 y 19 de febrero y 30 de junio de 2004 (desestimatorias).
39
REMIRO BROTÓNS, A. et alterum, Derecho internacional. Curso general, Valencia (Tirant lo
Blanch), 2010, p. 4.
40
BOE de 27 de noviembre de 1992, modificada por la Ley 4/1999, de 13 de enero (BOE de 14 de
enero de 1999).
348 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
41
ICJ Reports, 1970, p. 6.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 349
42
Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi, 1982, nº 5410.
350 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
43
Ver las decisiones de la Comisión General de Reclamaciones Estados Unidos-Méjico en el caso
Neer (RSA, vol. IV, p. 61) y en el caso Roberts (RSA, vol. IV, p. 80).
44
Artículo 4: “1. En situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y cuya
existencia haya sido proclamada oficialmente, los Estados Partes en el presente Pacto po-
drán adoptar disposiciones que, en la medida estrictamente limitada a las exigencias de la
situación, suspendan las obligaciones contraídas en virtud de este Pacto, siempre que tales
disposiciones no sean incompatibles con las demás obligaciones que les impone el Derecho
internacional y no entrañen discriminación alguna fundada únicamente en motivos de raza,
color, sexo, idioma, religión y origen social. 2. La disposición precedente no autoriza suspensión
alguna de los artículos 6, 7, 8 (párrafos 1 y 2), 11, 15, 16 y 18...”.
45
Los Estados Partes en el Convenio Europeo “reconocen a toda persona dependiente de su
jurisdicción” los derechos y libertades definidos en el Convenio (art. 1), algunos de los cuales
no pueden derogarse en ningún caso por su carácter fundamental. Conforme al artículo 15.
titulado “Derogación en caso de estado de urgencia”: “1. En caso de guerra o de otro peligro
público que amenace la vida de la nación, cualquier Alta Parte Contratante podrá tomar medi-
das que deroguen las obligaciones previstas en el presente Convenio en la medida estricta en
que lo exija la situación, y supuesto que tales medidas no estén en contradicción con las otras
obligaciones que dimanan del Derecho internacional. 2. La disposición precedente no autoriza
ninguna derogación al artículo 2, salvo para el caso de muertes resultantes de actos lícitos de
guerra, y a los artículos 3, 4 (párrafo 1) y 7...”. Tales derechos son: el derecho a la vida (art. 2),
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 351
1. Asilo territorial
El asilo territorial, que se concede a las personas que sufren persecución por
motivos políticos o ideológicos, se presta en el territorio del Estado receptor, y
constituye por tanto una facultad inherente al ejercicio de la soberanía47.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1940
establece en su artículo 14 que:
“1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho buscar asilo y a disfrutar de él
en cualquier país
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por
delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas”.
48
MARIÑO MENÉNDEZ, F., “Los derechos de los extranjeros en el Derecho internacional”, en:
F. Mariño Menéndez y otros, Derecho de extranjería, asilo y refugio, Madrid (Ministerio de
Asuntos Sociales), 1996, p. 117.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 353
49
PONTE IGLESIAS, M. T., Conflictos armados, refugiados y desplazados internos en el Derecho
internacional actual, Santiago (Tórculo Edicións), 2000, pp. 121-233.
50
El artículo 1.2 de esta Convención afirma que “El término refugiado se aplica igualmente a
toda persona que por razón de una agresión, una ocupación exterior, una dominación extranje-
ra, un acontecimiento que lesiona gravemente el orden público en una parte o en la totalidad
de su país de origen o del país cuya nacionalidad ostente, se ve obligada a abandonar su re-
sidencia habitual para buscar refugio en otro país, fuera de su país de origen o del país cuya
nacionalidad tiene.”
51
MARIÑO MENÉNDEZ, F., op. cit., p. 513.
Lección 15
La protección internacional de los
derechos humanos
I. ASPECTOS GENERALES
Los derechos humanos son aquellos atributos esenciales de las personas que
son inherentes a su naturaleza y dignidad.
Las competencias del Estado sobre las personas, nacionales o extranjeros,
están limitadas por reglas de Derecho internacional relativas a los derechos
humanos. En virtud de estas reglas, el Estado está obligado a reconocer a todo
ser humano el conjunto de derechos y libertades fundamentales que integran
el contenido del estándar mínimo internacional. El estado actual del Derecho
internacional en esta materia es el resultado de una evolución en la que ha sido
determinante la obra de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El Derecho internacional clásico, no protegía los derechos de los seres hu-
manos en cuanto tales; únicamente se ocupaba, en su caso, de los derechos de
los extranjeros, por lo que ésta condición resultaba decisiva en este contexto. El
trato que el Estado diera a sus nacionales formaba parte del contenido de su ju-
risdicción interna o exclusiva, de su competencia nacional o discrecional, insus-
ceptible de control internacional. Por el contrario, el trato que un Estado diera
a los extranjeros era objeto de diferente consideración por el Derecho interna-
cional, ya que el Estado nacional de éstos podía ejercer en su favor la protección
diplomática, en caso de violación de sus derechos por el Estado territorial.
Esta situación ha cambiado radicalmente tras la Segunda Guerra Mundial,
al tomarse conciencia de dos datos importantes. En primer lugar, que en muchas
ocasiones es el propio Estado el primer y más importante violador de los dere-
chos humanos, como ha demostrado la experiencia de los regímenes autoritarios
en numerosos países. En segundo lugar, que existe una relación innegable entre
el respeto de los derechos humanos dentro de los Estados y el mantenimiento
de la paz en la comunidad internacional. Así, la protección de los derechos hu-
manos se ha convertido progresivamente en un objetivo prioritario del Derecho
internacional contemporáneo1.
1
Sobre la protección internacional de los derechos humanos en general, véanse BOU FRANCH,
V.; CASTILLO DAUDÍ, M., Curso de Derecho Internacional de los Derechos Humanos, 2ª ed.,
Valencia (Tiran lo Blanch), 2010, 428 pp.; FERNÁNDEZ DE CASADEVANTE ROMANÍ, C.
(coord.), Derecho Internacional de los Derechos Humanos, 3ª ed., Paracuellos de Jarama (Di-
lex), 2007.
356 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2
ECOSOC, resoluciones 5 (I) de 16 de febrero de 1946 y 9 (II) y 12 (II) de 21 de junio de 1946.
3
AG, resolución 48/141, de 20 de diciembre de 1993.
4
AG, resolución 60/251, de 15 de marzo de 2006.
5
CARRILLO SALCEDO, J. A., Soberanía de los Estados y Derechos Humanos en el Derecho
Internacional Contemporáneo, Madrid (Tecnos), 1995.
6
La Declaración recibió 48 votos a favor, ninguno en contra y 8 abstenciones (la URSS y otros
Estados socialistas, Arabia Saudita y África del Sur).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 359
reconocen a todos los seres humanos (art. 1), es decir, “a toda persona sin distin-
ción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición” (art. 2.1).
Los derechos reconocidos son los siguientes: derecho a la vida a la libertad
y a la seguridad; prohibición de la esclavitud, de la servidumbre; prohibición
de la tortura y de las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes; dere-
cho al reconocimiento de la personalidad jurídica del ser humano; derecho a la
igualdad ante la ley; derecho al recurso efectivo ante los tribunales nacionales y
derecho a un juicio justo; derecho a la presunción de inocencia y al principio de
legalidad; derecho al respeto de la vida privada y familiar; derecho a la libertad
de circulación de personas; derecho al asilo en caso de persecución; derecho a
una nacionalidad; derecho al matrimonio; derecho a la propiedad; derecho a la
libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; derecho a la libertad de
opinión y de expresión; derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífi-
cas; derecho a participar en el gobierno del país del que se es nacional; derecho
a la seguridad social y a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y
culturales indispensables a la dignidad humana; derecho al trabajo y a la pro-
tección contra el desempleo; derecho a igual salario por trabajo igual; derecho
a una remuneración equitativa; derecho de sindicación; derecho al descanso y a
vacaciones periódicas pagadas; derecho a un nivel de vida adecuado; derecho a
la educación; derecho a tomar parte en la vida cultural de la comunidad; dere-
cho a la protección de los derechos de autor; y derecho al establecimiento de un
orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en
la Declaración se hagan plenamente efectivos.
La Declaración Universal, en cuanto resolución de la AG, no es formalmente
obligatoria para los Estados miembros ni establece ningún mecanismo jurídico
para asegurar la realización efectiva de los derechos enunciados. Sin embargo,
cualquiera que sea su valor jurídico, puede afirmarse con Truyol Serra que la
Declaración es “indudablemente la expresión de la conciencia jurídica de la Hu-
manidad, representada en la ONU y, como tal, fuente de un «derecho superior»,
un higher law cuyos principios no pueden desconocer sus miembros”7. En la
práctica, la Declaración ha servido de pauta superior de inspiración y criterio de
interpretación para los órganos internos o internacionales8 llamados a configu-
rar el Derecho internacional positivo de los derechos humanos.
7
TRUYOL SERRA, A., Los derechos humanos, 2ª ed., Madrid (Tecnos) 1977, p. 31.
8
Así, por ejemplo, la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, de 27 de junio de
1981, afirma expresamente en su artículo 60 que la Comisión Africana de Derechos Humanos
y de los Pueblos, que es el órgano de control del cumplimiento de las obligaciones asumidas por
los Estados partes, debe inspirarse en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
360 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
9
El Pacto entró en vigor el 3 de enero de 1976 y vincula a 142 Estados, entre ellos España (BOE
de 30 de abril de 1977).
10
El Pacto entró en vigor el 23 de marzo de 1976 y vincula a 144 Estados, entre ellos España
(BOE de 30 de abril de 1977).
11
Los “territorios no autónomos” se contemplan en el Capítulo XI de la Carta y los sometidos al
“régimen internacional de administración fiduciaria” en el Capítulo XII.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 361
Los derechos que reconoce el Pacto son: el derecho de toda persona a trabajar,
a gozar de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias, a fundar sindica-
tos y a afiliarse al de su elección, a la seguridad social, a un nivel de vida adecua-
do, al disfrute del mas alto nivel posible de salud física y mental, a la educación
y a participar en la vida cultural.
El control del cumplimiento de las obligaciones asumidas por los Estados con
respecto a los derechos económicos, sociales y culturales ha sido hasta hoy poco
exigente. El procedimiento establecido en el Pacto consiste en el compromiso
que asumen los Estados Partes de presentar informes sobre las medidas que
hayan adoptado y los progresos realizados, con el fin de asegurar el respeto de
los derechos reconocidos en el mismo (reporting system). Tales informes serán
presentados al Secretario General (SG) de la ONU, que los transmitirá al ECO-
SOC para que los examine (art. 16), función que el ECOSOC realiza por medio
de un Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales, compuesto por 18
personas independientes12. El ECOSOC podrá a su vez trasmitir estos informes
a la Comisión de Derechos Humanos (reemplazada hoy por el Consejo de De-
rechos Humanos) y a otros órganos de la ONU y Organismos especializados y
podrá también presentar a la AG informes periódicos que contengan “recomen-
daciones de carácter general” (art. 21). Aunque estas recomendaciones no son
obligatorias para los Estados afectados, el informe presentado por el ECOSOC
a la AG es de carácter público y, como señala el profesor Pastor Ridruejo, “en
esta publicidad, y en la presión moral y política que ella puede generar, reside
la eficacia del sistema”13.
En el año 2008 se ha adoptado un Protocolo facultativo del Pacto internacio-
nal de derechos económicos, sociales y culturales cuya finalidad es permitir la
presentación de denuncias estatales e individuales ante el Comité de derechos
económicos, sociales y culturales por las violaciones cometidas por los Estados
PASTOR RIDRUEJO, J. A., Curso..., cit., 10ª ed., Madrid (Tecnos), 2006, p. 205.
13
362 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
que suscriban el Protocolo14. El Comité utilizara sus buenos oficios para propi-
ciar una solución amigable y, si ésta no se logra, hará llegar a las partes intere-
sadas su dictamen, sus recomendaciones y las observaciones que estime perti-
nentes, que no son jurídicamente obligatorias. En los casos de violaciones graves
o sistemáticas, el Comité podrá llevar a cabo una investigación con respecto a
los Estados que hayan reconocido esta competencia mediante una declaración
adicional. Una vez finalizada la investigación, y tras consultar con el Estado
parte interesado, el Comité podrá tomar la decisión de incluir un resumen de los
resultados de la misma en su informe anual. Los Estados partes se comprome-
ten a facilitar el acceso a la información sobre los dictámenes y recomendaciones
del Comité.
14
Resolución de la AG 63/117, de 10 de diciembre de 2008.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 363
15
España ha aceptado a partir 17 de abril 1985 la competencia del Comité en virtud del artículo
41 del Pacto, es decir, para los casos de reclamaciones procedentes de otros Estados que hayan
hecho la misma declaración (BOE de 17 de abril de 1985).
364 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
16
El Protocolo entró en vigor el 23 de marzo de 1976 y vincula a 95 Estados, entre ellos España
(BOE de 2 de abril de 1985. Corrección de errores en el BOE de 4 de mayo de 1985).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 365
17
Establecido por la resolución 1503/XLVIII, de 27 de mayo de 1970.
18
Establecido por la resolución 1235/XLII, de 6 de junio de 1967, ulteriormente modificada por
la resolución 2000/3, de 16 de junio de 2000.
366 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
19
España ingresó en el Consejo de Europa en 1977, tras la transición a la democracia. Ver: BOE
de 1 de marzo de 1978.
20
El Convenio entró en vigor el 3 de septiembre de 1953. España lo ratificó el 4 de octubre de
1979 (BOE de 10 de octubre de 1979).
21
El Protocolo entró en vigor el 1 de noviembre de 1998. (Ver: BOE de 26 de junio de 1998).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 367
control del cumplimiento de las obligaciones asumidas por los Estados y de ga-
rantía de los derechos reconocidos: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
(TEDH). Éste es el elemento más característico del Convenio, que establece
un auténtico sistema de garantía judicial de los derechos humanos mediante
un Tribunal competente para conocer no solo de asuntos entre Estados Partes,
sino también de las comunicaciones (denuncias) individuales, presentadas por
las personas físicas o jurídicas contra el Estado que ha lesionado sus dere-
chos.
En efecto, por un lado, todo Estado Parte puede someter al TEDH cualquier
incumplimiento de lo dispuesto en el Convenio y sus Protocolos que, a su juicio,
pueda ser imputado a otro Estado Parte. Por otro lado, el TEDH puede conocer
de una demanda presentada por cualquier persona física, organización no gu-
bernamental o grupo de particulares que se considere víctima de una violación
por un Estado Parte, de los derechos reconocidos en el Convenio o sus Protocolos.
El TEDH esta formado por un número de jueces igual al de los Estados partes
en el Convenio (actualmente 43), pudiendo actuar en Comités de tres jueces,
en Salas de siete jueces o, eventualmente, en una Gran Sala de 17 jueces. El
procedimiento ante el TEDH se inicia con una fase de admisibilidad, en la que
se verifica si los hechos denunciados constituyen prima facie una vulneración
de los derechos y libertades reconocidos en el Convenio y sus Protocolos y en la
que, en el caso de las demandas individuales, se verifica también si el recurren-
te ha agotado las vías de recurso internas y si la demanda reúne los requisitos
formales previstos en el artículo 35 del Convenio. Si la demanda se declara in-
admisible, el asunto es archivado.
Las demandas admitidas a trámite pasan por una segunda fase de examen
contradictorio y, eventualmente, de arreglo amistoso. Si se produce este acuerdo,
el TEDH dicta una resolución con un breve resumen de los hechos y de la solu-
ción que han acordado las partes (arts. 38 y 39 del Convenio). Si no se logra el
acuerdo amistoso, el procedimiento continúa hasta terminar con una sentencia
motivada del TEDH en la que éste declara si ha habido o no violación de los
derechos reconocidos por el Convenio y sus Protocolos. Las sentencias del Tri-
bunal, que son definitivas y obligatorias, se transmiten al Comité de Ministros
del Consejo de Europa, quien “velará por su ejecución”. La sentencia deberá ser
cumplida por el Estado condenado de acuerdo con los procedimientos previstos
en su legislación interna, lo que debe conducir normalmente a la revisión del
acto causante de la vulneración (según la recomendación de 19 de enero de 2000
del Comité de Ministros). En los casos en los que el derecho interno del Estado
sólo permita de forma imperfecta reparar las consecuencias de la medida cau-
sante de la vulneración, la sentencia del TEDH fijará una indemnización ade-
cuada a la parte lesionada (art. 41).
368 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
22
La mayoría de los Estados partes del Consejo de Europa han ratificado también la Carta So-
cial Europea. España lo hizo el 6 de mayo de 1980 (BOE de 26 de junio de 1980).
23
Éstos son concretamente los artículos: 1 (derecho al trabajo), 5 (derecho de libertad sindical), 6
(derecho de negociación colectiva), 12 (derecho a la seguridad social), 13 (derecho a asistencia
social y médica), 16 (derecho a protección social jurídica y económica de la familia) y 19 (dere-
chos de los trabajadores emigrantes y de sus familias).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 369
24
Sentencia de 11 de noviembre de 1969 (asunto 26/69, Stauder), pár. 7.
25
Sentencia de 17 de diciembre de 1970 (asunto 11/70, Internationnale handelsgesellschaft), pár.
4.
26
Sentencia de 14 de mayo de 1974 (asunto 4/73, Nold), pár. 13.
370 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
27
Sentencia de 3 de septiembre de 2008 (asuntos acumulados C-402 /05 P y C-415/05 P, Kadi y
Al Barakaat International Foundation), párs. 285 y 304.
28
Se incluyeron disposiciones relativas a los derechos humanos en el Acta Única Europea de
1986, en el Tratado de Maastrich o Tratado de la Unión Europea de 7 de febrero de 1992, en el
Tratado de Ámsterdam de 2 de octubre de 1997, en el Tratado de Niza de 26 de febrero de 2001,
y en el fallido Tratado por el que se instituye una Constitución para Europa de 29 de octubre
de 2004.
29
DOCE C 364, de 18 de diciembre de 2000.
30
En su versión original de 2000 el Preámbulo de la Carta reafirmaba “los derechos reconocidos
especialmente por las tradiciones constitucionales y las obligaciones internacionales comunes
de los Estados miembros..., el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos
y las Libertades Fundamentales, las Cartas Sociales adoptadas por la Comunidad y por el
Consejo de Europa, así como por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunida-
des Europeas y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 371
31
Ver: MANGAS MARTÍN, A. (ed.), Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea:
comentario artículo por artículo, Bilbao (Fundación BBVA) 2008.
32
Los valores enunciados en el artículo 2 se aplican también a la acción exterior de la Unión
(art. 21 TUE), a saber, a la Política Exterior y de Seguridad Común, a la Cooperación para el
Desarrollo, a la Cooperación económica, financiera y técnica con terceros países, y a la Ayuda
Humanitaria.
372 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
33
La Convención entró en vigor el 18 de julio de 1978.
34
Este Protocolo entró en vigor el 28 de agosto de1991.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 373
Banjul35. En ella, los Estados africanos pretenden dar acogida a las tradiciones
propias de su continente y reflejar su concepción particular de los derechos hu-
manos objeto de protección. En junio de 1998, los Estados miembros de la OUA
adoptaron un Protocolo por el que se prevé el establecimiento de Tribunal afri-
cano de derechos humanos y de los pueblos (aún no en vigor).
Los Estados Partes de la Carta africana reconocen, por una parte, derechos hu-
manos (o de las personas) y, por otra, derechos de los pueblos. Los Estados Partes
declaran que reconocen los derechos, deberes y libertades enunciados en la Carta,
pero no asumen una obligación de resultado ni tampoco un compromiso inmedia-
tamente exigible. Por el contrario, los Estados Partes parecen comprometerse úni-
camente a adoptar medidas legislativas o de otro tipo para aplicar tales derechos,
deberes y libertades; se trata, pues, de una obligación de comportamiento.
Los derechos humanos que se reconocen a “toda persona” son: la igualdad ante
la ley, el derecho a la vida y a la integridad personal, el derecho al reconocimiento
de la personalidad jurídica, la prohibición de la esclavitud, de la tortura y de las
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el derecho a la libertad y a la se-
guridad, el derecho a un proceso equitativo, la libertad de conciencia y de religión;
el derecho a recibir información y a la libertad de opinión; el derecho a la libertad
de asociación y de reunión, el derecho a la libertad de circulación y de residencia
en el interior de un Estado, el derecho de asilo, la prohibición de las expulsiones
arbitrarias o masivas de extranjeros, el derecho a participar en el gobierno del
país del que se es nacional, el derecho a la propiedad, el derecho al trabajo y de-
recho a igual salario por trabajo igual, el derecho a la salud, el derecho a la edu-
cación, el derecho a participar en la vida cultural de la comunidad, y el derecho
de las personas mayores y de los disminuidos a especiales medidas de protección.
Una peculiaridad de la Carta Africana o Carta de Banjul es que también enuncia
deberes del individuo para con su familia, la sociedad, el Estado, otras comunida-
des legalmente reconocidas y para con la comunidad internacional.
En cuanto a los derechos de los pueblos, la Carta africana no define qué debe
entenderse por “pueblo” pero, según el Preámbulo, puede afirmarse que se trata
de los pueblos que luchan por su independencia y su dignidad contra el colonia-
lismo, el neocolonialismo, el apartheid, el sionismo, el desmantelamiento de las
bases militares extranjeras agresivas, así como contra cualquier forma de discri-
minación, en especial, las basadas en la raza, la etnia, el color, el sexo, la lengua,
la religión o la opinión política. Los derechos de los pueblos reconocidos en la
Carta son: la igualdad de derechos y la dignidad de todos los pueblos, el derecho
a la existencia y a la libre determinación, el derecho a liberarse de la dominación
extranjera ya sea política, económica o cultural, el derecho a disponer de sus
riquezas y recursos naturales y el derecho a recuperarlos en caso de expolio, así
como el derecho a obtener una compensación adecuada, el derecho al desarrollo
35
La Carta Africana entró en vigor el 21 de octubre de 1986.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 375
económico, social y cultural así como el derecho a disfrutar del patrimonio común
de la humanidad, el derecho a la paz y a la seguridad nacional e internacional, y
derecho a un medio ambiente satisfactorio y global, favorable al desarrollo.
La Carta establece un órgano de control del cumplimiento de las obligaciones
asumidas: la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos. Una de
las funciones de la Comisión Africana es garantizar la protección de los derechos
humanos y de los pueblos en las condiciones fijadas por la Carta. La Comisión
Africana es competente para recibir comunicaciones de los Estados partes de la
Carta, en el caso de que tengan razones fundadas para creer que otro Estado
Parte ha violado las disposiciones de aquélla. Asimismo, la Comisión Africana es
también competente para recibir “otras comunicaciones” relativas a los derechos
humanos y de los pueblos, distintas de las que pueden presentar los Estados, sin
que la Carta precise quién puede presentarlas. En todo caso, las comunicaciones
que sean presentadas ante la Comisión Africana sólo darán lugar a la emisión
de un informe no vinculante que será presentado a la Reunión de Jefes de Esta-
do y de Gobierno, única instancia que podría adoptar decisiones obligatorias en
esta materia. Se trata pues de un sistema de control en cuyo vértice se encuen-
tra un órgano político, la Reunión de Jefes de Estado y de Gobierno.
Para mejorar esta situación, se ha adoptado el Protocolo de junio de 1998,
aún no en vigor, por el que se crea el Tribunal Africano de Derechos Humanos y
de los Pueblos, compuesto por once jueces, elegidos por la Conferencia de Jefes
de Estado y de Gobierno de la OUA. Aunque está previsto que el Tribunal Afri-
cano puede interpretar no sólo la Carta africana y el Protocolo, sino también
cualquier otro instrumento sobre derechos humanos ratificado por los Estados
africanos, su competencia para conocer demandas individuales o de organiza-
ciones no gubernamentales es facultativa, pues debe haber sido previamente
aceptada por el Estado parte mediante una declaración en la que se reconozca
la competencia del Tribunal Africano en estos casos.
Hay que subrayar que, pese a la generosidad con que se reconocen los dere-
chos humanos, en términos cuantitativos, en África, el estado del respeto de los
mismos dista mucho de ser satisfactorio. La explicación de esa aparente parado-
ja radica, en gran medida, en la extrema pobreza de gran parte de la población
y en las desigualdades sociales que se perpetúan.
37
Opinión consultiva de la CIJ de 9 de julio de 2004 sobre las consecuencias jurídicas de la cons-
trucción de un muro en el territorio palestino ocupado, ICJ Reports, 2004, pár. 162.
38
Publicado en Gaceta de Madrid de 2 de agosto de 1865.
39
BOE de 23 de agosto de 1952.
40
BOE, de 26 de agosto de 1952.
41
BOE, de 5 de septiembre de 1952.
42
BOE de 2 de septiembre de 1952.
43
Los dos Protocolos Adicionales se publicaron en el BOE de 26 de julio de 1989, con corrección
de errores en el BOE de 7 de octubre de 1989, y en el BOE de 9 de octubre de 1989.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 377
políticos tenía por objeto proteger los derechos humanos en tiempo de paz, pero
no en caso de conflicto armado44.
La CIJ volvió a abordar esta cuestión con un carácter más general en su
opinión consultiva de 9 de julio de 2004 sobre las consecuencias jurídicas de la
construcción de un muro en territorio palestino ocupado. En esta ocasión, afirmó
lo siguiente:
“Más en general, la Corte considera que la protección que ofrecen los convenios y con-
venciones de derechos humanos no cesa en caso de conflicto armado, salvo en caso de
que se apliquen disposiciones de suspensión como las que figuran en el artículo 4 del Pacto
internacional de derechos civiles y políticos. En cuanto a la relación entre el Derecho in-
ternacional humanitario y el Derecho de los derechos humanos, pueden presentarse tres
situaciones: algunos derechos pueden estar contemplados exclusivamente en el Derecho
internacional humanitario, otros pueden estar contemplados exclusivamente en el Derecho
de los derechos humanos, y otros pueden estar contemplados en ambas ramas del Derecho
internacional. Para responder a la cuestión que se le ha planteado, la Corte tendrá que tomar
en consideración ambas ramas del Derecho internacional, es decir, el Derecho de los dere-
chos humanos y, como lex specialis, el Derecho internacional humanitario”45.
44
La argumentación de la CIJ fue la siguiente:
“La protección prevista en el Pacto internacional de derechos civiles y políticos no cesa en tiem-
pos de guerra, excepto cuando se aplica el artículo 4 del Pacto, según el cual algunas disposicio-
nes pueden ser suspendidas cuando se da una situación de emergencia nacional. Sin embargo,
el respeto del derecho a la vida no es una de esas disposiciones. En principio, el derecho a no
ser privado de la vida arbitrariamente se aplica también en tiempo de hostilidades. Ahora
bien, para determinar si la privación de la vida es arbitraria hay que referirse a la lex specialis
aplicable, a saber, el Derecho aplicable en caso de conflicto armado, que tiene por objeto regir
las situaciones de hostilidades”. ICJ Reports 1996 (I), p. 240, pár. 25.
45
ICJ Reports, 2004, pár. 106.
378 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
46
Ibíd., pár. 95.
47
PICTET, J. S. (ed.), The Geneva Conventions of 12 August 1949. Commentary. IV Geneva Con-
vention relative to the protection of civilian persons in time of war, Ginebra (ICRC), 1958 (1ª
reimpresión en 1994), 660 pp.
48
Los Protocolos de 1977 son, además, la mejor muestra de una tendencia constatable en el De-
recho internacional humanitario, pues si en sus orígenes todo el Derecho internacional de los
conflictos armados se limitaba a las situaciones de beligerancia entre Estados (los denomina-
dos “conflictos armados internacionales”), a partir del bombardeo aéreo de la ciudad de Barce-
lona durante la Guerra Civil española, la Sociedad de las Naciones (SDN) comenzó a extender
tímidamente, y en menor medida, este sector normativo a las situaciones de insurgencia (los
denominados “conflictos armados internos”). Véase la resolución, de la Asamblea de la SDN,
sobre la Guerra Civil española y la Guerra Chino-Japonesa, de 30 de septiembre de 1938.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 379
49
ABI-SAAB, G., “Wars of National Liberation in the Geneva Conventions and Protocols”, RCA-
DI, 165, 1979, pp. 353-445; MANGAS MARTÍN, A., “La calificación de las guerras de liberación
nacional como conflictos armados internacionales. Consecuencias para el Derecho Internacio-
nal Humanitario”, ADI, 1990-1991, pp. 11 y ss.
50
Las personas protegidas en los cuatro Convenios de Ginebra son: “las personas que no partici-
pen directamente en las hostilidades, incluso los miembros de las fuerzas armadas que hayan
depuesto las armas y las personas que hayan quedado fuera de combate por enfermedad, he-
rida, detención o por cualquier otra causa” (art. 3.1 común a los cuatro Convenios). Sobre las
personas protegidas por los Convenios de Ginebra y sus Protocolos, MERON, T., “The Humani-
zation of humanitarian Law”, American Journal of International Law, 94, 2000, pp. 260-263.
51
Convenio I, art. 50; Convenio II, art. 51. Los Convenios III y IV contienen disposiciones simila-
res.
380 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
52
El Protocolo II no se aplica a las situaciones de tensiones internas y de disturbios interiores,
tales como los motines, los actos esporádicos y aislados de violencia y otros análogos, que no
son “conflictos armados” (art. 1.2).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 381
1) Las personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los miem-
bros de las fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y las personas puestas fuera de
combate por enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa, serán, en todas las
circunstancias, tratadas con humanidad, sin distinción alguna de índole desfavorable basada
en la raza, el color, la religión o la creencia, el sexo, el nacimiento o la fortuna o cualquier
otro criterio análogo.
A este respecto, se prohíben, en cualquier tiempo y lugar, por lo que atañe a las personas
arriba mencionadas:
a) los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en
todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios;
b) la toma de rehenes;
c) los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y de-
gradantes;
d) las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legítimamen-
te constituido, con garantías judiciales reconocidas como indispensables por los pueblos
civilizados.
2) Los heridos y los enfermos serán recogidos y asistidos...”.
53
Las personas protegidas en el Protocolo II son todas “las personas que no participen directa-
mente en las hostilidades o que hayan dejado de participar en ellas, estén o no privadas de
libertad” (art. 4.1).
382 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
54
Véase “Analysis of the Punishments Applicable to International Crimes (War Crimes, Crimes
Against Humanity an Genocide) in Domestic Law and Practice”, en Revue internationale de la
Croix Rouge, 2008, nº 870, disponible en: «http://www.icrc.org».
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 383
55
CASTILLO DAUDÍ, M.; SALINAS ALCEGA, S., Responsabilidad penal del individuo ante los
tribunales internacionales, Valencia (Tirant lo Blanch), 2007, 238 pp.
56
Acuerdo de Londres de 8 de agosto de 1945 sobre el Proceso y Castigo de los Grandes Crimina-
les de Guerra del Eje Europeo y el Estatuto del Tribunal Militar Internacional. Texto disponi-
ble en «http:/www./icrc.org».
57
Carta del Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente, de 19 de enero de 1946, en-
mendada el 26 de abril de 1946. Texto disponible en: «http://www.yale.edu/lawweb/avalon/
imtfech.htm».
58
Resolución 827 (1993) del CS, de 25 de mayo de 1993.
59
Resolución 955 (1994) del CS, de 8 de noviembre de 1994.
60
BOE de 5 de octubre de 2000 y de 27 de mayo de 2002.
61
Estos “Paneles especiales” fueron creados por la Administración de Transición de las Naciones
Unidas en Timor Oriental (UNTAET) en 1999, de conformidad con lo dispuesto en la resolu-
ción 1272 (1999) del CS de 25 de octubre de 1999. Texto en «http://www.un.org/peace/etimor/
docs/9931277E.htm».
62
Acuerdo entre las Naciones Unidas y Sierra Leona sobre el Establecimiento de un Tribunal
Especial para Sierra Leona, de 16 de enero de 2002. Texto disponible en: «http://www.sc-sl.
org».
63
Acuerdo celebrado entre las Naciones Unidas y el Gobierno Real de Camboya para juzgar por
el Derecho de Camboya los crímenes cometidos durante el período de la República Democráti-
ca de Kampuchea de 6 de junio de 2003. Texto disponible en: «http://www.cambodia.gov.kh/krt/
pdfs/Agreement».
384 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
64
BOLLO AROCENA, M. D., Derecho internacional penal. Estudio de los crímenes internacio-
nales y de las técnicas para su represión, Bilbao (Servicio editorial de la Universidad del País
Vasco), 2004, p. 42. MERON, T., “Criminalization of Internal Atrocities”, American Journal of
International Law, 89, 1995, pp. 554-577.
Lección 16
La protección internacional
del medio ambiente
I. ASPECTOS GENERALES
La protección del medio ambiente constituye actualmente una de las mayo-
res preocupaciones de las personas, de los Estados y de la propia Comunidad
Internacional1. En su sentencia de 25 de septiembre de 1997, en el asunto re-
lativo al Proyecto Gabcikovo-Nagymaros (Hungría c. Eslovenia), la Corte Inter-
nacional de Justicia (CIJ) subrayó “la gran importancia que concede al respeto
del medio ambiente, no solamente para los Estados sino para el conjunto de la
humanidad”2.
1
HARDGROVE, J. L. (ed.) Law, Institutions and the Global Environment, New York, Leiden
(Oceana, Sijthoff), 1972, p. 98. Ver también BIRNIE, P. W.; BOYLE, A. E., International Law
and the Environment, Oxford (Clarendon Press), 1992. p. 83.
2
ICJ Reports, 1997, pár. 53.
3
ICJ Reports, 1996, pár. 29.
386 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
4
HARDIN, G., “The Tragedy of the Commons”, Science, 162 (1968 nº 3860), pp. 1243 y ss.;
CROWE, “The Tragedy of the Commons Revisited”, Science, 166 (1969 nº 3909) pp. 1103 y ss.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 387
pre que se trate de consecuencias graves, y el perjuicio sea demostrado por pruebas claras
y convincentes”5.
5
ONU, RIAA, vol. III, p. 1965.
6
La importancia de este tipo de contaminación determinó, por ejemplo, la adopción del Conve-
nio de Ginebra de 13 de noviembre de 1979 sobre contaminación atmosférica transfronteriza
a gran distancia.
7
Como en el caso del transporte marítimo de substancias peligrosas (mareas negras), los verti-
dos marinos de desechos, los movimientos transfronterizos de desechos peligrosos o la ubica-
ción de las instalaciones contaminantes o peligrosas en países que se presentan como “paraí-
sos de la contaminación”. Las consecuencias trágicas que ello puede llegar a tener en caso de
accidente quedaron patentes en el suceso de Bophal (India) en 1984, que se saldó con más de
2.000 muertos por intoxicación de gas.
8
KISS, A. Ch., “L’état du droit de l’environnement en 1981: problèmes et solutions”, JDI (1981)
pp. 509 y ss.
388 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
9
Por ello, los tratados y acuerdos internacionales, que constituyen el instrumento más común
de actuación en el terreno ambiental, ofrecen generalmente una fisonomía más cercana al
modelo del “tratado ley”, que establece una reglamentación uniforme, que al del “tratado con-
trato”, que organiza un intercambio mutuo de prestaciones entre las Partes contratantes.
10
Como ha señalado el profesor Kiss, “en una sociedad internacional no institucionalizada la
reciprocidad constituye una garantía esencial del respeto a la palabra dada, gracias al auto-
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 389
matismo de la sanción que dicha reciprocidad comporta automáticamente”. KISS, A. Ch., Droit
international de l’environnement, París (Pedone), 1989, p. 19.
11
Se trata de satisfacer los intereses comunes de los Estados en la protección del patrimonio
ecológico mundial, objetivo que se configura a su vez como un interés colectivo de la Comuni-
dad internacional en su conjunto. Ello nos conduce necesariamente, como ha escrito E. Brown
Weiss, a una redefinición de la idea de interés nacional en el marco del Derecho internacio-
nal ambiental: “The traditional definition of national interest, based on the underlying as-
sumption that one state’s national interest conflicts with that of other states, is increasingly
irrelevant. Environmental protection is not a zero-sum game”. BROWN WEISS, E., “Global
Environmental Change and International Law: The Introductory Framework”, en: E. Brown
Weiss (ed.) Environmental Change and International Law, Tokyo (United Nations University
Press), 1992, p. 14.
12
ORREGO VICUÑA, F., “State Responsibility, Liability, and Remedial Measures under Inter-
national Law: New Criteria for Environmental Protection”, en: E. Brown Weiss (ed.), Envi-
ronmental Change and International Law, Tokyo (United Nations University Press), 1992, p.
158.
13
Así, bajo los auspicios de la Organización Marítima Internacional (OMI) se celebró el Convenio
de Bruselas de 29 de noviembre de 1969 sobre intervención en alta mar en casos de accidentes
que causen una contaminación por hidrocarburos, el Convenio de Bruselas de 29 de noviembre
de 1969 sobre responsabilidad civil nacida de daños de contaminación por hidrocarburos y
390 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
18
Entre los instrumentos de naturaleza declarativa puede destacarse la Carta de derechos y de-
beres económicos de los Estados de 12 de diciembre de 1974 [resolución de la AG 3281 (XXIX)]
(art. 30); los Principios de conducta en el ámbito del medio ambiente en materia de conser-
vación y utilización armoniosa de los recursos naturales compartidos por dos o más Estados,
aprobados por el Consejo de Administración del PNUMA en 1978 (UNEP, Governing Council,
Decision 6/14, 19 May 1978 and Decision 6/16 of 18 May 1978) y, sobre todo, la Carta Mundial
de la Naturaleza, adoptada mediante resolución de la AG el 28 de octubre de 1982.
19
BRUNDTLAND, G. H., et al., Nuestro futuro común, Comisión mundial sobre Medio Ambiente
y Desarrollo, 1987. La versión inglesa del informe Brundtland ha sido publicada por: World
Commission on Environment and Development, Our Common Future, Londres (Oxford Uni-
versity Press), 1987.
20
AG, resolución 44/228 de 22 de diciembre de 1989. Doc. A/44/746/Add. 7.
21
La declaración sobre bosques da total prioridad a las políticas nacionales de desarrollo sobre
las necesarias medidas de protección de las riquezas boscosas, siempre que éstas impliquen
restricciones en la explotación y en el comercio. Dada la importancia y la dimensión global
del problema, habría que esperar que este tímido texto constituya solamente un paso inicial
392 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
futuro y debe configurarse como un proceso inclusivo (sic) en el que han de inter-
venir todos los grandes grupos y gobiernos que han participado en la histórica
Cumbre de Johannesburgo.
El Plan de Aplicación de las Decisiones de la Cumbre Mundial sobre el Desa-
rrollo Sostenible se centra en diez actuaciones concretas concernientes a temas
prioritarios insistiendo en la necesidad de fortalecer los medios de ejecución y el
marco institucional para el desarrollo sostenible23.
23
Estos 10 temas son: la erradicación de la pobreza, la modificación de las modalidades insos-
tenibles de consumo y producción, la protección y gestión de la base de recursos naturales del
desarrollo económico y social, el desarrollo sostenible en un mundo en vías de globalización, la
salud y el desarrollo sostenible, el desarrollo sostenible de los pequeños Estados insulares en
desarrollo, el desarrollo sostenible para África, y otras iniciativas regionales.
24
ICJ Reports, 1997, pár. 140.
25
El fenómeno del soft law constituye una de las modalidades del proceso normativo internacio-
nal que se ha consolidado progresivamente, sobre todo en algunos sectores particulares como
el del Derecho internacional del medio ambiente. Ver: DUPUY, P. M., “Soft Law and the Inter-
national Law of the Environment”, Michigan Journal of International Law, 12 (1991, nº 2), pp.
420-435.
394 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
26
En 1981, el profesor Kiss, evaluaba ya en más de 300 los tratados multilaterales existentes en
la materia (ver KISS, “L’état...”, cit, p. 523.
27
A. Ch. Kiss abogó ya hace tiempo por la elaboración de “une convention générale [accompag-
née] d’un certain nombre de dispositions en précisant la mise en œuvre, à l’instar des Pactes
des Nations Unies relatifs aux droits de l’homme”. KISS, A. Ch., “Nouvelles tendances en
droit international de l’environnement”, GYIL, 32 (1989), p. 258. Esta vieja aspiración de un
convenio internacional de alcance general tiene ya hoy una respuesta oficiosa; en efecto, con
ocasión del Congreso de las Naciones Unidas sobre el Derecho Internacional de 1995, la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), en cooperación con el Consejo
Internacional de Derecho Ambiental (ICEL), presentaron el texto del Draft Covenant on Envi-
ronment and Developement, que constituye un depurado modelo doctrinal de un instrumento
convencional omnicompresivo, relativo al medio ambiente y al desarrollo. IUCN, Draft Inter-
national Covenant on Environment and Development, Environmental Policy and Law. Paper
Nº 31, 1995.
28
PAOLILLO, op. cit., p. 367.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 395
Por otra parte, debe observarse que el rigor jurídico-formal de los tratados am-
bientales se ha visto frecuentemente contrapesado por una particular vaguedad
de su contenido material. Los compromisos jurídicos en ellos establecidos son
a veces formulados en términos poco contundentes, viéndose a menudo acom-
pañados de matizaciones reduccionistas y de prescripciones condicionales o, en
ocasiones, abiertamente potestativas29.
Una segunda característica de los tratados ambientales es la tendencia a la
institucionalización, es decir, a la implantación de mecanismos institucionales
para su aplicación. La gran mayoría de los convenios ambientales han estable-
cido órganos de aplicación institucionalizados, entre los que destaca la “Confe-
rencia de las Partes” (COP), que se reúne periódicamente para adoptar las me-
didas de aplicación necesarias. A ello se une, generalmente, la existencia de una
pequeña Secretaría y, en algunos casos, el establecimiento de otros organismos
institucionales encargados de funciones de naturaleza diversa, generalmente de
carácter científico, jurídico, o, más raramente, de supervisión.
Otro rasgo característico de los convenios ambientales es su tendencia a divi-
dir el texto en dos bloques o cuerpos separados; por una parte, las disposiciones
substantivas destinadas a mantener una cierta permanencia y, por otra parte,
las disposiciones técnicas generalmente denominadas “anexos”, que suelen es-
tar sometidos a procedimientos de enmienda o modificación más fáciles30. En
29
Las fórmulas escapatorias aparecen sobre todo en los artículos relativos a las obligaciones
de las partes donde es usual el recurso a los tiempos verbales condicionales (“deberían”, en
lugar de “deberán”) así como a las expresiones relativizadoras como “en casos apropiados”,
“en la medida de lo posible”, “en cuanto sea factible”, “siempre que sea conveniente”, “si no
producen costes excesivos”, etc. Esta situación se ha producido sobre todo en el caso de los
convenios abiertos a una amplia participación, en los que el precio a pagar para su conclusión
y aceptación ha sido frecuentemente el de una particular indeterminación de las obligacio-
nes estipuladas. Asimismo, las transacciones políticamente necesarias o convenientes, que se
manifiestan durante el proceso negociador, reducen a menudo el resultado final a una suerte
de mínimo común denominador convencional. Un exponente paradigmático de esta situación,
citado a menudo como ejemplo del minimalismo de los compromisos jurídicos en los textos de
los tratados ambientales, es el Convenio de Ginebra de 13 de noviembre de 1979 sobre conta-
minación atmosférica transfronteriza a gran distancia, cuyo artículo 2 afirma que las Partes
Contratantes “se esforzarán por limitar y, en la medida de lo posible, reducir gradualmente e
impedir la contaminación atmosférica”, incluida la contaminación atmosférica transfronteriza
a gran distancia.
30
Éste es, justamente, otro de los rasgos característicos de los convenios ambientales, a saber, su
especial tendencia a establecer procedimientos de enmienda y modificación particularmente
simplificados, especialmente en el caso de los anexos o apéndices, para permitir su rápida
adaptación a las nuevas exigencias y necesidades de las situaciones cambiantes. Este rasgo
típico, expresión del carácter evolutivo de los convenios sobre medio ambiente, ha sido tam-
bién puesto de relieve por Kiss que subraya la existencia de procedimientos aligerados para
su modificación. Aunque las fórmulas procesales utilizadas varían en los diferentes casos, es
habitual el recurso a la técnica denominada de la aceptación tácita o “no objeción”, en cuya
virtud las enmiendas adoptadas por una mayoría de Partes entran en vigor y se convierten en
obligatorias para todos aquellos Estados Partes que, en un plazo de tiempo fijado, no hayan
396 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
todo caso, hay que subrayar que las disposiciones de cada convenio y las de sus
anexos forman igualmente parte del texto del tratado y son también igualmente
vinculantes para las Partes31. La separación formal en dos series de disposi-
ciones no tiene por objeto subordinar o reducir el contenido obligatorio de los
anexos técnicos, sino hacer posible su adaptación a los cambios que puedan so-
brevenir, mediante procedimientos aligerados de enmienda o modificación.
Otro de los elementos característicos de los convenios ambientales es lo que
puede denominarse la continuidad del proceso normativo, es decir, la técnica
consistente en la elaboración de un convenio-marco que será completado por su-
cesivos acuerdos que lo desarrollan, normalmente denominados “protocolos”. En
efecto, cuando existe un problema ambiental que requiere una acción normativa
internacional, pero no se dan todavía las condiciones o la voluntad política ne-
cesarias para adoptar compromisos definitivos, se tiende a establecer al menos
un marco convencional de cooperación, el convenio de base o convenio-marco, al
que seguirán en su momento los protocolos específicos necesarios para dotar de
contenido concreto a sus prescripciones. Esta técnica ha sido empleada inicial-
mente con notable éxito en los convenios sobre protección del medio marino, de
la que es un ejemplo paradigmático la Convención de Barcelona de 1976 para
la protección del Mar Mediterráneo contra la contaminación, completada hasta
hoy por siete protocolos adicionales.
Otra técnica innovadora cada día más utilizada es la consistente en relativi-
zar los compromisos establecidos en los instrumentos convencionales, que no se
formulan en términos absolutos, sino por referencia a calendarios de aplicación
diferenciados32. La última etapa en esta evolución viene marcada por lo que
podríamos llamar la “asimetría convencional”, técnica consistente en la diversi-
ficación de las obligaciones y derechos de las partes según el respectivo grado de
desarrollo económico y científico. Esta técnica, basada en el establecimiento de
incentivos para determinados Estados, derogaciones particulares, obligaciones
diferenciadas, períodos de gracia, regionalización, etc., ha tenido también su
campo de aplicación preferente en la protección del medio ambiente atmosféri-
co33.
Una última característica de los convenios internacionales en materia de
medio ambiente es su creciente complejidad, que los convierte cada vez más
en instrumentos de difícil lectura y comprensión. Esta complejidad resulta en
parte de causas, por así decir, naturales ya que los instrumentos convencionales
manifestado formalmente su objeción a aceptar la enmienda de que se trata. Ver: KISS, A. Ch.,
“L’état...”, cit., p. 529.
31
Artículo 31.2 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969.
32
KISS, A. Ch., “Nouvelles tendances en droit international de l’environnement”, GYIL, 32, 1989,
p. 260.
33
CARON, D., “La protection de la couche d’ozone stratosphérique et la structure de l’activité
normative internationale en matière d’environnement, AFDI, pp. 722-724.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 397
tienen que regular a menudo materias que son, de suyo, complicadas en razón
de sus dimensiones científicas y técnicas o de sus connotaciones económicas
y financieras. Pero, en otras ocasiones, los convenios sobre medio ambiente se
complican para acomodar los intereses contrapuestos de los diversos Estados
negociadores, que solamente se pueden conciliar al precio de una redacción eva-
siva, por no decir directamente ambigua34.
34
Un ejemplo verdaderamente extremo en este sentido es el artículo 3, apartado 3 del Anexo
II del Convenio OSPAR de 1992 para la protección del medio marino en el Atlántico Noreste,
redactado para acoger las exigencias franco-británicas para exceptuarse de la obligación de no
verter desechos radiactivos en el mar, y cuyo entendimiento requiere altas dosis de concentra-
ción por parte del lector.
35
“Customary law lacks flexibility and the capability to react quickly to the changes that inces-
santly occur in the social, economic and scientific contexts where environmental problems ari-
se. Those changes require the continuous and rapid adaptation of the rule, something difficult
to obtain from customary law”. PAOLILLO, op. cit., p. 359.
398 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
36
Así, el Programa de acción adoptado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Humano, Estocolmo 1972 (vide, Informe... cit., Doc. A/CONF. 48/14, Rev. 1) y el Programa 21,
adoptado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Río
de Janeiro 1992. También en el marco regional se han adoptado programas dignos de mención
tales como, por ejemplo, los seis Programas de acción adoptados por la Comunidad Europea en
materia de medio ambiente.
37
Por ejemplo: “Principios de conducta en el campo del medio ambiente para orientar a los Esta-
dos en la conservación y utilización armoniosa de los recursos naturales, compartidos por dos
o más Estados”. UNEP/ IG/2 (ILM. 1978, p. 1091).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 399
1. Mecanismos convencionales
La mayoría de los convenios internacionales relativos a la protección del me-
dio ambiente dejan a las reuniones de las partes la tarea de verificar el cumpli-
miento de los compromisos y de adoptar las medidas necesarias para su facili-
tación. En este marco se utilizan los llamados “procedimientos informativos”,
entre los que el más común es el llamado sistema de informes (reporting system)
que los Estados deben presentar periódicamente a la Conferencia de las Partes.
Pese a que la redacción de estos informes nacionales queda exclusivamente en
manos de cada Estado Parte, y aunque el nivel de diligencia en el cumplimiento
del deber de informar no siempre sea ejemplar, no hay que minimizar el efecto
positivo que este mecanismo opera sobre el cumplimiento de sus compromisos
ambientales por parte de los Estados. En efecto, como dijo en su día el profesor
Kiss:
“El control se realiza generalmente en base a los informes que remiten periódicamente
los Estados... cuya eficacia es mucho mayor de lo que se podría suponer. En efecto... aunque
los informes emitidos... pueden adornar la situación, el mero hecho de deberlos redactar
ejerce sobre los Estados una cierta presión”38.
38
KISS, A. Ch., “L’état...”, cit, p. 531.
400 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2. Solución de controversias
En principio, la solución de controversias en materia ambiental pasa necesa-
riamente por la aplicación de los principios generales del Derecho internacional
que rigen en este campo: a saber, obligación de los Estados de resolver sus con-
troversias exclusivamente por medios pacíficos y libertad de elección del medio
de solución determinado de común acuerdo.
En cumplimiento de esta obligación general, los Estados han concluido
numerosos tratados en los que las disposiciones substantivas establecidas se
acompañan de disposiciones específicas para la solución pacífica de las contro-
versias que pudieren suscitarse. En general, se contempla la posibilidad del
arreglo jurisdiccional (judicial o arbitral) ya sea con carácter exclusivo o, más
generalmente, en combinación con otras posibilidades opcionales y siempre con
carácter voluntario39. La Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del
Mar (CNUDM) de 1982 contempla la posibilidad de configurar un arbitraje es-
pecializado, mediante tribunales compuestos por expertos con conocimientos
particulares en materia ambiental40. La misma tendencia a la especialización se
ha manifestado en el seno de la Corte Permanente de Arbitraje, que mantiene
una lista de expertos en Derecho internacional ambiental.
Los procedimientos de solución contemplados en los convenios internacio-
nales han tenido una aplicación relativamente limitada, aunque ya comienza a
haber una jurisprudencia relevante en la materia. Esta situación se explica no
39
BILDER, R. B., “The Settlement of Disputes in the Field of the International Law of the En-
vironment”. RCADI, 144 (1975-I) pp. 139-239, especialmente pp. 149-151; KISS, A. Ch., “Le
règlement des différends dans les conventions multilatérales relatives à la protection de
l’environnement”, ADI Colloque, 1982, Le règlement des différends sur les nouvelles ressources
naturelles, pp. 119-130.
40
El artículo 287 de la CNUDM prevé así, inter alia, la posibilidad de los Estados de elegir “un
tribunal arbitral especial, constituido de conformidad con el Anexo VIII para una o varías de
las categorías de controversias que en él se especifican”, entre las que se encuentran las rela-
tivas a la protección y preservación del medio marino. El establecimiento y mantenimiento de
la lista de expertos en esta materia corresponderá al PNUMA, con arreglo a las previsiones del
Anexo VIII a tal efecto (Ver: arts. 2 y ss. del Anexo VIII de la CNUDM).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 401
41
Ibíd., p. 121.
402 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
42
El Principio 18 de la Declaración de Río ha afirmado a este respecto que: “Los Estados deberán
notificar inmediatamente a otros Estados de los desastres naturales u otras situaciones de
emergencia que puedan producir efectos nocivos súbitos en el medio ambiente de esos Esta-
dos. La Comunidad internacional deberá hacer todo lo posible para ayudar a los Estados que
resulten afectados.” Un precedente de ello son los convenios adoptados, bajo los auspicios del
Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), tras el accidente de Chernobil de 26
de abril de 1989, sobre “pronta notificación de accidentes nucleares” y sobre “asistencia en caso
de accidente nuclear o emergencia radiológica”, ambos adoptados el 15 de agosto de 1986.
43
ONU, RIAA, vol. III, p. 1965.
44
ICJ Reports, 1949, p. 22.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 403
45
ONU, RIAA, vol. XII, p. 285.
46
CIJ, orden de protección provisional de 22 de junio de 1973 en el asunto de las pruebas nu-
cleares, ICJ Reports, 1973, p. 99 y sentencia de 20 de diciembre de 1974, ICJ Reports, 1974,
pp. 253. Ver: DUPUY, P. M., “L’affaire des essais nucléaires français et le contentieux de la
responsabilité internationale publique”, GYIL, 20 (1977), pp. 375-405.
47
CIJ. Demande d’examen de la situation au titre du paragraphe 63 de l’arrêt rendu par la Cour
le 290 décembre 1974 dans l’affaire des essais nucléaires (Nouvelle-Zélande c. France), ICJ
Reports, 1995, p. 228. Ver: SANDS, Ph., “L’affaire des essais nucléaires II (Nouvelle-Zélande c.
France): contribution de l’instance au droit international de l’environnement”, RGDIP (1997-
2), pp. 447-474.
48
JUSTE RUIZ, J.; BOU FRANCH, V., “El caso de las plantas de celulosa sobre el Río Uruguay:
sentencia de la Corte Internacional de Justicia de 20 de abril de 2010”, Revista electrónica de
estudios internacionales, 2011, pp. 1-31.
49
El Principio 21 de la Declaración de Estocolmo afirma especialmente que los Estados tienen
“la obligación de asegurar que las actividades que se lleven a cabo dentro de su jurisdicción
o bajo su control no perjudiquen al medio de otros Estados o de zonas situadas fuera de toda
jurisdicción nacional”.
50
Entre las dificultades que suscita la aplicación de este principio cabe señalar la definición del
daño ambiental, la determinación del estándar de diligencia aplicable, la delimitación de las
consecuencias de la violación cometida y la extensión de la eventual reparación. Ver: SANDS,
Ph., op. cit., p. 191.
404 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
51
Ésta es la función que cumplen los llamados eco-estándares, que delimitan el alcance de la
conducta que resulta jurídicamente exigible en relación con sectores o actividades determina-
das, dotando así de concreción al principio de prevención del daño ambiental transfronterizo.
Ver: SCHACHTER, O., International Law in Theory and in Practice, La Haya (Martinus Ni-
jhoff Publishers), 1991, pp. 368-369.
52
En el asunto del Proyecto Gabcykovo-Nagimaros, Hungría sostenía que Eslovaquia había vio-
lado la obligación general de cooperar de buena fe y más concretamente los deberes de negociar
de buena fe para evitar la disputa, el deber de notificar oportunamente los planes relativos a
actividades que pueden conllevar interferencias o riesgos significativos y el deber de entablar
consultas de buena fe para llegar a una solución equitativa de la situación. ICJ Reports, 1997,
pár. 140 y ss.
53
ICJ Reports, 1996. p. 242, pár. 29.
54
NACIONES UNIDAS, Informe de la CDI, 53º período de sesiones (23 de abril a 1º de junio y 2
de julio a 10 de agosto de 2001). Asamblea General, Documentos Oficiales del 56º período de
sesiones Suplemento Nº 10 (A/56/10), p. 423.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 405
55
El Proyecto de artículos sobre la responsabilidad internacional de los Estados, elaborado por
la CDI de la ONU en 1996 incluyó en el artículo 19 una referencia concreta al crimen interna-
cional que “resulta de una violación por un Estado de una obligación internacional tan esencial
para la salvaguardia de intereses fundamentales de la Comunidad internacional que su viola-
ción está reconocida como crimen por esa Comunidad en su conjunto”; el texto añadía que un
crimen internacional podía resultar en particular “de una violación grave de una obligación
internacional de importancia esencial para la salvaguardia y la protección del medio humano,
como las que prohíben la contaminación masiva de la atmósfera o de los mares” (art. 19.3,d).
Ver: Anuario CDI, 1996, II, 2ª Parte, p. 141.
56
Texto aprobado por la CDI en segunda lectura en sus 53º período de sesiones (2001). La AG
tomó nota del Proyecto en su resolución 56/83, de 12 de diciembre de 2001.
57
Tras examinar el Proyecto de artículos sobre prevención del daño transfronterizo resultante
de actividades peligrosas aprobado por la CDI en el año 2001, la AG le pidió que continuara su
examen de los aspectos del tema relacionados con la responsabilidad, lo que llevó a la adopción
de los “Principios sobre la asignación de la pérdida en caso de daño transfronterizo resultante
de actividades peligrosas”, del que la AG tomó nota en su resolución 61/36, de 4 de diciembre
2006.
406 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
La lectura de este texto es bastante aclaratoria de los caminos por los que
discurren los esfuerzos en la materia: preferencia por los mecanismos de la res-
ponsabilidad civil, orientación “victimista” y compromisos genéricos de desarro-
llo ulterior de los aspectos relativos a la responsabilidad de los Estados que, pe-
se a las llamadas a una acción “expedita y más decidida”, no dejan de relegarse
ad calendas graecas.
58
La CIJ, en su sentencia de 25 de septiembre de 1997, relativa al asunto del Proyecto Gavcyko-
vo-Nagimaros, ha aportado un respaldo jurisprudencial a la aplicación de este principio, al
afirmar que: “La conciencia de que el medio ambiente es vulnerable y el reconocimiento de
que hay que evaluar continuamente los riesgos ecológicos se ha afirmado cada vez más...”. ICJ
Reports, 1997, pár. 112.
59
Ver passim SCOVAZZI, T., “Sul principio precauzionale nel diritto internazionale dell’ambiente”,
Rivista di diritto internazionale, LXXV. (1992, nº 3), pp. 699-715; HEY, E., “The Precautionary
Concept in Environmental Policy and Law: Institutionalising Caution”, Georgia Int’l. Envtl.
L. Rev., 4 (1992) p. 303; HOHMANN, H., Precautionary Legal Duties and Principles of Modern
International Environmental Law, Londres (Graham & Trotman), 1994.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 407
tergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación
del medio ambiente”.
60
SANDS, Ph., op. cit., p. 213.
61
SMETS, H., “Le principe pollueur payeur, un principe économique érigé en principe de droit de
l’environnement?”, RGDIP, 1993, pp. 339-364.
62
Recommandation sur les principes directeurs relatifs aux aspects économiques des politiques
de l’environnement sur le plan international C(72)128 OCDE, 1972. Texto en inglés en ILM,
14 (1975) p. 236.
63
Recommandation sur la mise en œuvre du principe pollueur-payeur C(74)223, OCDE 1974.
Texto en inglés en ILM, 14 (1975) p. 236.
64
Recommendation on the Application of the Polluter-Pays Principle to Accidental Pollution
C(89)88 (Final) OECD 1989, publicado en ILM, 28 1320.
408 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
65
SANDS, Ph., op. cit., p. 213.
66
Doc. ECE/CEP/INFORMAL/1999/1, de 15 de enero de 1999.
67
En la ciencia económica, la noción de desarrollo sostenible marca el tránsito hacia la denomi-
nada “economía ambiental” (environmental economics) y busca integrar la externalidades am-
bientales en el proceso de decisión económico mediante un enfoque que, según un economista
del Banco Mundial, puede definirse como: “...un enfoque que permitirá una mejoría continuada
de la actual calidad de vida, con una menor intensidad en el uso de los recursos, dejando así a
las generaciones futuras un volumen mantenido o incluso aumentado de recursos naturales y
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 409
El nuevo paradigma del desarrollo sostenible ha puesto fin a varios mitos que
habían enturbiado la comprensión de los verdaderos límites que impone la pre-
servación del ecosistema planetario para las generaciones presentes y futuras:
70
Ver passim GOODLAND, R.; DALY, H; EL SRAFY, S.; VON DROSTE, B. (eds.), Environmen-
tally Sustainable Economic Development: Building on Brundtland, Belgium (UNESCO), 2nd.
ed., 1992. Existe una versión en español titulada Medio ambiente y desarrollo sostenible. Más
allá del Informe Brundtland, Madrid: Trotta, 1997.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 411
71
ICJ Reports, 1997, pár. 140.
72
SINGH, N., “Right to Environment and Sustainable Development as a Principle of Internatio-
nal Law”, Studia Diplomatica, 1988, nº 1, pp. 45-61.
73
HANDL, G., “Environmental Security and Global Change”, Yearbook of International Environ-
mental Law, 1, p. 25.
Parte Quinta
La aplicación del
Derecho Internacional
Lección 17
La aplicación del Derecho Internacional en
el Derecho Interno
1
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, Artículo 26: “Pacta sunt servan-
da. Todo tratado en vigor obliga a las Partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe”.
416 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
La práctica muestra, pese a todo, que las relaciones entre el Derecho inter-
nacional y los ordenamientos internos plantean en ocasiones complejas cues-
tiones, por lo que el profesor VIRALLY pudo decir que este tema constituía un
“pont aux ânes”2. Las dificultades principales se plantean en los casos en los que
las normas internacionales deben aplicarse en el ordenamiento estatal por los
órganos administrativos y judiciales internos ya que éstos no siempre están fa-
miliarizados o son proclives a aplicar normas pertenecientes a un ordenamiento
jurídico distinto del habitual. En este contexto, hay que tomar en cuenta varios
elementos que pueden ayudar a comprender mejor la situación. En primer lu-
gar, resulta más factible la aplicación de las normas contenidas en los tratados
que las pertenecientes al Derecho internacional general o consuetudinario, que
es un derecho no escrito, de más difícil prueba y aplicación en lo que respecta a
las situaciones que afectan a los particulares. En segundo lugar, la aplicación
directa de las normas internacionales por las administraciones y tribunales in-
ternos solamente resulta posible en los casos de normas internacionales comple-
tas y acabadas, que no requieren desarrollo legislativo o administrativo alguno
para su plena operatividad (normas llamadas “self executing”). Estas normas
internacionales son, en realidad, poco habituales, por lo que en la mayoría de los
casos los operadores jurídicos internos se ven compelidos a esperar a que se pro-
duzcan los desarrollos legislativos pertinentes en el Derecho nacional. Por últi-
mo, los operadores jurídicos nacionales experimentan mayores dificultades para
aplicar las normas internacionales en el orden interno cuando éstas afectan a
sectores próximos al núcleo duro de la soberanía estatal, tales como el Derecho
constitucional, el Derecho penal e incluso el Derecho Administrativo.
Con estos planteamientos, el tema puede estudiarse examinando sucesiva-
mente tres aspectos distintos: los procesos de remisión mutua entre el Derecho
internacional y el Derecho interno; los modos en los que el Derecho interno
integra y hace suyas las normas del Derecho internacional y las situaciones de
conflicto que se producen en caso de disparidad entre la norma de Derecho inter-
nacional y la norma de Derecho interno aplicables en un caso dado.
2
Expresión familiar francesa que designa un obstáculo aparente que, en realidad, no lo es. Ver:
Virally, M. “Sur un pont-aux-ânes: les rapports entre droit international et droits internes”,
Mélanges H. Rolin, Paris, Pedone, 1964, p. 488 et s.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 417
3
El Art. 101 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 define
el delito de piratería mientras que el art. 105 indica que “los Tribunales del Estado que haya
efectuado el apresamiento podrán decidir las penas que deban imponerse...”.
4
En la Constitución española de 6 de diciembre de 1978 hay varias disposiciones que ilustran
esta afirmación: el art. 10.2 (“tratados y acuerdos internacionales”), el art. 39.4 (“acuerdos in-
ternacionales”), el art. 63.1 (“embajadores y representantes diplomáticos”), el art. 63.2 (“mani-
festar el consentimiento del Estado en obligarse internacionalmente por medio de tratados”),
el art. 93 (“celebración de tratados”, “organización o institución internacional”, “resoluciones...
de los organismos internacionales”), etc.
418 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución
reconoce, se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por
España.
En la misma línea se sitúan otras leyes españolas que se remiten a las nor-
mas internacionales para determinar el alcance de sus disposiciones. Tal es el
caso, por ejemplo, de la disposición contenida en el artículo 21 de la Ley Orgáni-
ca 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial5:
1. Los Juzgados y Tribunales españoles conocerán de los juicios que se susciten en terri-
torio español entre españoles, entre extranjeros y entre españoles y extranjeros, con arreglo
a lo establecido en la presente Ley y en los tratados y convenios internacionales en los que
España sea parte.
2. Se exceptúan los supuestos de inmunidad de jurisdicción y de ejecución establecidos
por las normas de Derecho Internacional Público.
5
BOE de 2 de julio de 1985 (reformada por la Ley Orgánica 16/1994, de 8 de noviembre (BOE
de 9 de noviembre de 1994), por la Ley Orgánica13/2007, de 19 de noviembre y por la Ley Or-
gánica 1/2009 de 13 de noviembre).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 419
A) Planteamiento doctrinal
El planteamiento doctrinal de las relaciones entre el ordenamiento jurídico
internacional y los ordenamientos internos puede simplificarse en dos grandes
teorías, la dualista y la monista, las cuales han influido en las Constituciones
estatales6.
Los principales representantes de la doctrina dualista son el alemán H.
TRIEPPEL y el italiano D. ANZILOTTI. Para el dualismo, el Derecho interna-
cional y el interno son sistemas jurídicos esencialmente diferentes por razón de
las fuentes jurídicas, del contenido de las normas, de las relaciones reguladas y
de los destinatarios de las normas. La consecuencia práctica del dualismo es la
imposibilidad de que las normas internacionales sean aplicadas en el ordena-
miento interno a menos que sean transformadas en normas internas mediante
una fuente del Derecho interno. De tal manera la doctrina dualista considera
que los órganos del Estado no aplican nunca las reglas de Derecho internacional
en cuanto tales, sino las normas internas que reproducen su contenido. Esta
concepción parece implicar que las normas nacionales priman sobre las del De-
recho internacional.
Para la doctrina monista, cuyo representante principal es H. KELSEN, el
ordenamiento jurídico forma un sistema unitario, comprensivo del ordenamien-
to internacional y de los internos, en el que cada una de las normas jurídicas
emana de una norma superior que le sirve de fundamento de validez. Así se es-
calonan las normas hasta llegar a la cúspide de la pirámide kelseniana en la que
se encuentra la norma fundamental o grundnorm (pacta sunt servanda), que
garantiza la unidad del ordenamiento jurídico. Para la corriente principal de
las teorías monistas, el Derecho internacional constituye un sistema universal
que se sitúa por encima de los Derechos internos, por lo que se afirma su prima-
cía7. Sin embargo, alguna corriente minoritaria del monismo (caso del francés
Decenière-Ferrandière) ha afirmado la primacía del Derecho interno, lo que en
6
Ver un resumen de estas teorías en: MIAJA DE LA MUELA, A. Introducción al Derecho Inter-
nacional Público, 7ª ed., Madrid (Atlas) 1979, pp. 232-238.
7
Se parte así de la premisa de que el Derecho internacional es el que reconoce competencias a
los Estados para crear reglas jurídicas; una huella de este planteamiento podría verse en el
art. 15.8 del Pacto de la Sociedad de Naciones que se refería a las cuestiones que “el Derecho
internacional deja a la competencia exclusiva” de los Estados.
420 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
término lógicos resulta poco coherente aunque sus huellas aparecen ocasional-
mente en algunos razonamientos judiciales. En cualquier caso, el corolario prin-
cipal del monismo es que las normas internacionales pueden ser aplicadas en
el ordenamiento interno en cuanto tales, sin necesidad de transformación en
reglas internas mediante una fuente del Derecho interno.
Las teorías dualistas y monistas, con sus diversas variantes, han polarizado
durante largo tiempo las opiniones doctrinales y han tenido una acogida más o
menos clara en los regímenes constitucionales de diversos países.
8
Artículo 10: “El ordenamiento jurídico italiano se conforma a las reglas de Derecho internacio-
nal generalmente reconocidas”.
9
Artículo 25. “Las normas generales del Derecho internacional público forman parte integrante
del Derecho federal. Priman sobre las leyes y originan directamente derechos y obligaciones
para los habitantes el territorio federal...”
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 421
10
Constitución portuguesa, Art. 8. “Derecho internacional. 1. Las normas y principios de Derecho
internacional general o común forman parte integrante del Derecho portugués... “
11
Aunque la Constitución italiana no contiene una disposición expresa al respecto, en la prácti-
ca se exige una “ordine di esecuzione”, es decir, un acto legislativo interno que confiere plena
ejecución al tratado e incorpora el texto íntegro del mismo. Ver: GIULIANO, M.-SCOVAZZI,
T.-TREVES, T. Diritto ineternazionale. Parte Generale, Milano (Giuffrè) 1991, pp. 578 y s.
422 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
12
La Constitución republicana de 1931 disponía así en su artículo 7 que, “el Estado español aca-
ta las normas universales de derecho internacional, incorporándolas a su derecho positivo”.
13
El preámbulo de la Constitución proclama efectivamente “la voluntad de España de colaborar
en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pue-
blos de la Tierra.”
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 423
14
Ver: DIEZ DE VELASCO, M. Instituciones de Derecho Internacional Público, 17ª ed., Madrid
(Tecnos) 2009, p. 247.
15
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et al., op. cit., 4ª ed revisada (Thomson-Civitas) 2008, p. 327.
16
Así, por ejemplo, en su Sentencia de 1/10/2007, el TS (Sala de lo Penal) afirmó que “las normas
de Derecho Internacional Penal, fundamentalmente consuetudinarias, que se refieren a los
delitos contra al núcleo central de los Derechos Humanos esenciales... (no son directamente
aplicables) siendo necesaria una previa transposición operada según el derecho interno, a me-
424 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
nos en aquellos sistemas que, como el español, no contemplan a eficacia directa de las normas
internacionales” (FJ, 6º, par. 3 y 6).
17
JIMÉNEZ PIERNAS, C. Introducción al Derecho Internacional Público. Práctica española.
Madrid (Tecnos), 2009, p. 152.
18
Debe recordarse, a este respecto, que el artículo 34 del Decreto 81/1972, de 24 de marzo, con-
templada la publicación periódica de tratados internacionales en los que sea parte España por
el Ministerio de Asuntos Exteriores, previsión que facilita su conocimiento general.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 425
”frente a la antigua doctrina dominante entre los internacionalistas clásicos, que soste-
nían el criterio de que los tratados y convenios internacionales no eran en sí mismos fuente
creadora de derecho interno, sino una regla solamente vinculante entre los Estados signata-
rios que para dotarla de fuerza de obligar respecto de sus ciudadanos necesitaba del acto
jurídico interno adecuado (Ley, Real Decreto, etc.), la práctica de las más intensas y coordi-
nadas relaciones internacionales y la consagración plena de organizaciones supranacionales
ha llevado a ese reconocimiento de la aplicación en los Estados signatarios como derecho
interno, una vez cumplidas las formalidades previstas para formar parte del ordenamiento
jurídico interno de cada uno de los Estados firmantes, sin necesidad de que se produzca nin-
guna otra disposición legislativa por parte de estos confirmadora o desarrolladora de lo que
ya pasa a ser derecho interno”.
Hay que entender, por lo tanto, que las normas contenidas en los tratados se
incorporan automáticamente a nuestro ordenamiento y reciben aplicación plena
desde su publicación, sin que deba cumplirse en este caso un periodo adicional
de vacatio legis.
La publicidad de las normas es una exigencia garantizada por el artículo 9. 3
de la Constitución, y en el caso de los tratados su publicación se efectúa median-
te una Orden ministerial remitida al BOE por la Secretaría General Técnica del
Ministerio de Asuntos Exteriores. De acuerdo con el Decreto 801/1972 (arts. 28
a 34) la publicación en el BOE ha de ser “íntegra”, es decir, debe incluir el texto
completo del tratado y de todos los instrumentos convencionales anejos (proto-
colos, declaraciones, reservas, etc.)19. La publicación del tratado es, pues, deter-
minante para su integración en el ordenamiento español, lo que no significa que
en la práctica las actuaciones relativas a la publicación se cumplan siempre con
la diligencia que sería de desear, habiéndose producido en algunos casos desfa-
ses clamorosos20. En los supuestos en los que un tratado internacional no haya
sido debidamente publicado en el BOE, la situación que se crea puede resolverse
con arreglo a los siguientes criterios. En el plano interno, la falta de publicación
hace que el tratado no sea oponible a los particulares, en el sentido de que no
crea obligaciones a su cargo que sean exigibles por el Estado21. En cambio, cabe
19
La publicación debería también incluir, si los hubiere, los instrumentos mediante los cuales
se ha autorizado la conclusión del tratado, ya sea mediante Ley Orgánica (Art. 93 de la Cons-
titución) o mediante simple autorización parlamentaria (Art. 94, 1 de la Constitución). La
publicación debe ser también continuada, es decir, debe incluir cualquier variación subjetiva,
temporal, espacial o material relativa al tratado y que pueda influir en su aplicación (adhesio-
nes, denuncias, reservas y declaraciones de los Estados contratantes relativas a la suspensión
o enmienda de un tratado, etc.) Ver: REMIRO BROTÓNS, A. “La aplicación de los tratados
internacionales en el Derecho español”, La Ley (Madrid), nº 572, pp. 1-3.
20
A título de ejemplo, se puede citar el Tratado de la Unión Europea, celebrado en Maastricht
el 9 de diciembre de 1991, que entró en vigor para todos los Estados miembros de las Comuni-
dades Europeas el 1 de noviembre de 1993, y que fue publicado en España en el BOE de 13 de
enero de 1994.
21
Como explica JIMÉNEZ PIERNAS “la Administración española y los órganos jurisdiccionales
no pueden aplicar a un particular un tratado internacional que no ha sido publicado en el BOE
ya que de lo contrario se estaría vulnerando el principio de publicidad de las normas prevista
426 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
23
Ver: Orden del Ministerio de Economía y Hacienda de 4 de agosto de 1990 por la que se some-
ten a autorización determinadas transacciones financieras con Kuwait (BOE de 6 de agosto
de 1990); Orden del Ministerio de Economía y Hacienda de 6 de agosto de 1990 por la que se
someten a autorización determinadas transacciones financieras entre España e Irak (BOE de
7 de agosto de 1990), y Orden de 10 de agosto de 1990 por la que se modifica el régimen comer-
cial aplicable a las exportaciones de productos alimenticios destinadas a Irak o Kuwait (BOE
de 17 de agosto de 1990).
24
Consejo de Estado, Dictamen nº 984/93/927/93, de 9 de septiembre de 1993.
428 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
De acuerdo con esta doctrina, la resolución 827 del Consejo de Seguridad fue
publicada en el BOE de 24 de noviembre de 1993 “a efectos de su incorporación
al ordenamiento jurídico español”. Sin embargo, para dar efecto en nuestro or-
denamiento a las disposiciones de aquella resolución que no fueran suscepti-
bles de aplicación directa (not self executing), España promulgó la Ley Orgánica
15/1994, de 1 de junio, para la cooperación con el Tribunal Internacional para el
enjuiciamiento de los presuntos responsables de violaciones graves del Derecho
Internacional humanitario cometidas en el territorio de la ex Yugoslavia (BOE
de 2 de junio de 1994). El mismo procedimiento se ha seguido en relación la
Resolución 955 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de 8 de no-
viembre de 1994, por la que se creó un Tribunal internacional para el enjuicia-
miento de los responsables de genocidio y otras graves violaciones del Derecho
Internacional humanitario cometidas en el territorio de Ruanda, así como de los
ciudadanos de Ruanda responsables de violaciones de esta misma naturaleza
cometidas en el territorio de Estados vecinos, que fue publicada en el BOE de
24 de mayo de 1995. Para dar efecto a las disposiciones not self executing de
aquella resolución, España promulgó la Ley Orgánica 4/1998, de 1 de julio para
la Cooperación con el Tribunal internacional para Ruanda (BOE de 2 de julio de
1998). También se ha publicado en España la Resolución 1329 (2000) del Conse-
jo de Seguridad por la que se enmiendan los Estatutos de estos Tribunales (BOE
de 15 de marzo de 2001) y la Resolución 1373 (2001) del Consejo de Seguridad
sobre medidas para combatir el terrorismo. Posteriormente, la práctica de la
incorporación automática de las disposiciones obligatorias contenidas en los ac-
tos normativos de ciertos organismos internacionales mediante su publicación
directa en el Boletín Oficial del Estado parece haberse generalizado. Así ha su-
cedido, por ejemplo, en el caso de las decisiones adoptadas por la Comisión del
Convenio OSPAR para la protección del medio marino del Atlántico Nordeste
de 1992, incorporadas al Derecho interno español mediante su publicación en el
BOE de 9 de junio de 2000.
Por último, debe considerarse separadamente el caso particular de los actos
de contenido obligatorio adoptados por las Instituciones de la Unión Europea,
que reciben un tratamiento específico en virtud de lo previsto en el artículo 93
de la Constitución española. Como pusiera de manifiesto la sentencia del Tribu-
nal Constitucional 28/1991, 14 de febrero:
”al amparo (del artículo 93 de la Constitución), la Ley orgánica 10/1985, de 2 de agosto,
autorizó la ratificación del Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas...
De acuerdo con el Acta relativa a las condiciones de adhesión, adjunta al Tratado, desde el
momento de tal adhesión, las disposiciones de los tratados originarios y los actos adoptados
por las instituciones comunitarias anteriores a la adhesión obligan al Estado español y son en
él aplicables... En resumidas cuentas, a partir de la fecha de su adhesión, el Reino de España
se halla vinculado al derecho de las comunidades europeas, originario y derivado, el cual
—por decirlo con palabras del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas— constitu-
ye un ordenamiento jurídico propio, integrado en el sistema jurídico de los Estados miembros
y que se impone a sus jurisdicciones.”
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 429
25
REMIRO, A. et alterum, Derecho Internacional, 2ª ed., Valencia (Tirant lo Blanch), 2007, p.
396.
430 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Así pues, desde el punto de vista del Derecho internacional, las normas in-
ternacionales tanto consuetudinarias como convencionales prevalecen sobre las
normas o prácticas internas en caso de conflicto entre ambas. Sin embargo, de
acuerdo con el Derecho interno, tales normas o prácticas pueden seguir siendo
plenamente válidas y susceptibles de aplicación por los órganos internos. El Es-
tado no puede ser jurídicamente obligado a modificarlas, pero su mantenimiento
puede constituir un hecho internacionalmente ilícito y dar lugar a su responsa-
bilidad internacional.
26
Applicabilité de l’obligation d’arbitrage en vertu de la section 21 de l’accord du 26 juin 1947
relatif au siège de l’Organisation des Nations Unies, avis consultatif, CIJ Recueil 1988, p. 12.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 431
27
Incluso en el periodo franquista la prioridad de las normas internacionales fue recogida, por
ejemplo, en el dictamen del Consejo de Estado de 25 de septiembre de 1958 y en la sentencia
del Tribunal Supremo (Sala 4ª) de 27 de febrero de unos 1970.
28
Así, tanto si se utiliza el criterio tradicional de la jerarquía (preferido por numerosos inter-
nacionalistas), como el criterio basado en el principio de la competencia (preferido por los
administrativistas, encabezados por García de Enterría), como el criterio de la identidad del
procedimiento legislativo (preferido por algunos constitucionalistas, como I. de Otto), todos los
itinerarios conducen a la misma conclusión afirmativa de la prevalencia del derecho interna-
cional convencional sobre el derecho interno.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 433
Además, hay que observar que la posibilidad de un choque frontal entre nor-
mas internacionales y disposiciones constitucionales se presentará muy rara-
mente en la práctica ya que nuestra Constitución prevé en su Artículo 95 que la
celebración de tratados que contengan estipulaciones contrarias a la Constitu-
ción exige la previa revisión constitucional, pudiendo el Gobierno o cualquiera
de las Cámaras requerir al Tribunal Constitucional para que declare si existe o
no esa contradicción (normalmente, previo dictamen del Consejo de Estado). Así
se hizo, efectivamente, con ocasión de la autorización de la ratificación del Tra-
tado de Maastricht de 1992, caso en el que el Tribunal Constitucional determinó
que hacía falta la revisión previa del Artículo 13 de la Constitución para añadir
el derecho de sufragio “pasivo” de los ciudadanos europeos en las elecciones mu-
nicipales, autonómicas y europeas (Declaración 1/1992 de 1 de julio). También
se requirió la intervención del Tribunal Constitucional para determinar si el
fallido Tratado por el que se establece una Constitución para Europa requería
la previa revisión constitucional, a lo que respondió negativamente en su Decla-
ración 1/2004 de 13 de diciembre.
Ello no obstante, la doctrina pone de relieve que la cuestión de la infraconsti-
tucionalidad de los tratados puede seguir planteándose como consecuencia de la
existencia de controles de constitucionalidad a posteriori que se aplican también
29
Ver: Boletín de Jurisprudencia Constitucional, 47, marzo de 1985, pp. 226-233.
30
Ver texto en ibíd., 174, octubre de 1995, pp. 65-79.
434 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
31
El profesor REMIRO señala que cualquier persona física o jurídica puede también interponer
un recurso de amparo en virtud del artículo 53, 2 de la Constitución cuando estime que las
disposiciones de un tratado internacional vulneran sus derechos fundamentales, recursos que
son relativamente numerosos en la práctica aunque ninguno ha prosperado hasta la fecha. op.
cit., p. 399.
Lección 18
La responsabilidad internacional
I. ASPECTOS GENERALES
Todos los ordenamientos jurídicos establecen normas y procedimientos re-
lativos a la responsabilidad que se produce cuando se comete una violación de
reglas u obligaciones y/o se genera un daño injustificado a terceros. También el
Derecho internacional posee un sistema de responsabilidad que responde a las
características particulares de este ordenamiento1 y que posee un carácter hí-
brido, ya que en él confluyen los elementos relativos a la sanción de la violación
(elemento penal o sancionatorio) y a la reparación del daño (elemento civil o
resarcitorio). Aunque la responsabilidad internacional tiene un carácter multi-
facético, uno de sus rasgos principales consiste en constituir un medio para ase-
gurar la aplicación de las normas internacionales, mediante el restablecimiento
de la legalidad violada y la reparación de los perjuicios causados.
1
En tal sentido se ha subrayado que las normas en la materia “adolecen del carácter descentra-
lizado, inorgánico e incierto propio del Derecho de una sociedad escasamente institucionaliza-
da”. REMIRO, A. et al., Derecho internacional público, Madrid (MacGraw-Hill) 1997, p. 409.
2
CPJI, fond, arrêt nº 13, 1928, CPJI, Serie A, nº 17, p. 29.
436 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3
CPJI., Serie A/B nº 74, p. 28.
4
CPJI, Serie A, nº 2, p. 12.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 437
5
Anuario CDI 1976, II, 2ª Parte, p. 94. Vide PEDAUYE. A., “Los crímenes de los Estados”, REDI
1978-79, pp. 24-38.
440 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Proyecto CDI. art. 4.2. En aplicación del principio de “autoorganización” del Estado tendrán
8
la consideración de “órganos” las personas o entidades a las que el derecho interno del Estado
asigne tal condición...
442 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
9
El proyecto de la CDI no afirma directamente el principio de no atribución al Estado de los
actos de los particulares, pero el mismo se deduce con claridad del contexto de las disposiciones
en la materia.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 443
del Estado iraní, ello no significaba que Irán quedase exonerado de toda res-
ponsabilidad a propósito de los ataques perpetrados por estos, ya que su propio
comportamiento:
“era incompatible con sus obligaciones internacionales, pues en virtud de diversas dispo-
siciones de los Convenios de Viena de 1961 y 1963 (sobre relaciones diplomáticas y sobre
relaciones consulares), Irán tenía, en tanto de Estado receptor, la obligación formal de tomar
las medidas apropiadas para proteger la embajada y los consulados de los Estados Unidos,
su personal, sus archivos, sus medios de comunicación y la libertad de movimientos de los
miembros de su personal”10.
La propia sentencia indicó que si bien la toma de los locales había sido ini-
cialmente obra de los estudiantes desvinculados del gobierno iraní, la falta de
acción de las autoridades iraníes para forzarles o persuadirles de evacuarlos y
liberar a los rehenes constituía una violación de sus obligaciones internaciona-
les por parte del propio Estado:
”esta política ha tenido por efecto de transformar radicalmente la naturaleza jurídica de la
situación creada por la ocupación de la embajada y la detención de miembros del personal
diplomático y consular como rehenes. La aprobación dada a estos hechos por el Ayatollah
Jomeini y otros órganos del Estado de Irán, junto con la decisión de perpetuarlos, convirtie-
ron la ocupación permanente de la embajada y la retención persistente de los rehenes en
actos de ese Estado. Los militantes se convirtieron así en agentes del Estado de Irán, por cuyos
actos el propio Estado era internacionalmente responsable”11.
Este caso muestra como los comportamientos de los particulares pueden lle-
gar a ser atribuibles al Estado mismo no solamente cuando los hechos se produ-
cen bajo el control del propio Estado12 o en ausencia o en defecto de las autori-
dades oficiales13, sino también en la medida en que el Estado reconoce y adopta
ese comportamiento como propio (art. 11).
10
CIJ Recueil 1980, p. 30, par. 61.
11
Ibíd., p. 35, par. 74.
12
Proyecto CDI, art. 8.
13
Proyecto CDI, art. 9.
444 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
ilícito (art. 18)14. Por su parte, el artículo 47 se refiere al caso en el que exista
una “pluralidad de Estados responsables”, supuesto en el que se podrá invocar
la responsabilidad de cada uno de ellos en relación con ese hecho, aunque el
Estado lesionado no está autorizado a percibir una indemnización superior al
daño sufrido.
Estas disposiciones sientan las bases sobre las que hay que examinar los
casos de auxilio, participación o coautoría de los Estados en la comisión de he-
chos internacionalmente ilícitos, pero las reglas establecidas distan mucho de
resolver las múltiples y complejas cuestiones concretas que en estos supuestos
pueden suscitarse.
14
En el Proyecto de la CDI, todos estos casos resultan algo extemporáneos, en particular en el
caso de la coacción de un Estado sobre otro, supuesto que encontraría una ubicación sistemá-
tica más apropiada en el capítulo relativo a las causas excluyentes de la ilicitud.
15
CPJI, Série A/B, Phosphates du Maroc, arrêt du 14 juin 1938, p. 22.
16
El proyecto de la CDI indica que la obligación violada debe estar vigente para el Estado en el
momento en que se produce el hecho (art. 13), estableciendo previsiones específicas para los
supuestos de “extensión en el tiempo de la violación de una obligación internacional” (art. 14)
y para la “violación consistente en un hecho compuesto” (art. 15).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 445
17
Antonio REMIRO ha señalado así que “no da lugar a responsabilidad internacional el incum-
plimiento de compromisos asumidos por otro Estado en virtud de un acuerdo no normativo,
puesto que las obligaciones derivadas del mismo son de naturaleza política; ni de los contratos
de Estado celebrados con particulares extranjeros... También debe desecharse del campo teó-
rico de la responsabilidad internacional la lesión de los intereses de un tercer Estado, como
admitiera la CIJ en el asunto de la Barcelona Traction (1970), pues sólo un derecho lesionado
hace nacer la responsabilidad del infractor”. REMIRO, A. et al., op. cit., p. 427.
18
Todas estas variantes de obligaciones internacionales se contemplaban en el proyecto de la
CDI de 1996. En particular, el art. 23 se refería al caso de “violación de una obligación interna-
cional de prevenir un acontecimiento dado” afirmando al respecto que “sólo habrá violación de
esa obligación si el Estado, mediante el comportamiento observado, no logra ese resultado”.
19
La Corte Internacional de Justicia, en su sentencia de 5 de febrero de 1970 relativa al asunto
de la Barcelona Traction, estableció ya una clara distinción entre las obligaciones interna-
cionales, afirmando que: “En particular, debe establecerse una distinción esencial entre las
obligaciones de los Estados hacia la comunidad internacional en su conjunto y las que nacen
frente a otro Estado en el marco de la protección diplomática. Por su propia naturaleza, las
primeras conciernen a todos los Estados. Vista la importancia de los derechos en causa, todos
los Estados pueden considerarse como titulares de un interés jurídico a que esos derechos sean
protegidos; las obligaciones de que se trata son obligaciones erga omnes”. Estas obligaciones
derivan por ejemplo, en el derecho internacional contemporáneo, de la puesta fuera de la ley de
los actos de agresión y de genocidio así como de los principios y reglas relativos a los derechos
fundamentales de la persona humana, incluida la protección contra la práctica de la esclavitud
y la discriminación racial. Ciertos derechos de protección correspondientes se han incorporado
al derecho internacional general... y otros son establecidos por instrumentos internacionales
de carácter universal o casi universal.” CIJ Recueil, 1970, p. 23, par. 33 y 34.
446 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
La exclusión del daño como elemento constitutivo del hecho ilícito generador
de la responsabilidad internacional del Estado, no debe llevarnos sin embargo a
minimizar la importancia que la existencia de un perjuicio efectivo puede llegar
a presentar en diversos supuestos concretos. Por una parte, la existencia de un
20
Por ejemplo: FERNÁNDEZ de CASADEVANTE ROMANÍ, C. Derecho Internacional Público,
Madrid (Editorial Silex) 2003, pp. 79-94.
21
REMIRO, A. et al., op. cit., pp. 414-415.
22
Informe de la CDI sobre su XXVº período de sesiones, pp. 186-187.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 447
Cabe señalar también que el daño o perjuicio sufrido presenta cierta relevan-
cia con respecto a la determinación del Estado lesionado. En efecto, aunque Es-
tado lesionado es aquel cuyo derecho subjetivo o interés jurídico ha sido violado,
el hecho de haber sido particularmente “afectado” constituye un elemento deter-
minante para su consideración como tal en el caso de violación de obligaciones
que tutelan intereses colectivos de un grupo de Estados o de la comunidad in-
ternacional en su conjunto. En estos casos, el artículo 42 del Proyecto de la CDI
considera únicamente como Estado “lesionado” a aquel a quien la violación de
una obligación colectiva “afecta especialmente” o cuya “situación” modifica radi-
calmente con respecto al ulterior cumplimiento de dicha obligación.
Por último, fuera ya del marco de la responsabilidad de los Estados por acto
ilícito, la existencia efectiva de un daño o perjuicio constituye la razón, causa ju-
rídica u origen de la eventual responsabilidad correspondiente a las actividades
ultrapeligrosas. La propia Comisión de Derecho Internacional de las Naciones
Unidas ha definido esta modalidad de responsabilidad con la denominación de
“responsabilidad por las consecuencias perjudiciales de actos no prohibidos por
el derecho internacional”.
23
DIEZ de VELASCO, M. op. cit., p. 686.
24
REMIRO, A. op. cit., p. 415.
448 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
la responsabilidad del Estado, sino que actúa sobre la raíz, eliminando directa-
mente la ilicitud del comportamiento estatal25. El proyecto de la CDI señala que
las circunstancia excluyentes de la ilicitud no se aplican en el caso de obligacio-
nes dimanantes de una norma imperativa de derecho internacional general (art.
26), ya que las normas de ius cogens no admiten derogación alguna. Asimismo,
la invocación del una circunstancia excluyente de la ilicitud deja al margen la
cuestión de la posible indemnización de cualquier pérdida efectiva causada por
el comportamiento de que se trata (art. 27). No parece haber un acuerdo doctri-
nal unánime sobre el número, identidad y denominación de las circunstancias
excluyentes de la ilicitud del comportamiento del Estado, por lo que nos limita-
remos aquí a examinar las recogidas finalmente en el proyecto de artículos de
la CDI de 200126.
1. Consentimiento
Por lo que respecta al “consentimiento”, el artículo 20 del proyecto de la CDI
afirma que “el consentimiento válido del Estado a la comisión por otro Estado de
un hecho determinado excluye la ilicitud de tal hecho en relación con el primer
Estado en la medida en que el hecho permanece dentro de los límites de dicho
consentimiento”.
La exclusión del carácter ilícito de un comportamiento que ha sido consen-
tido por el Estado lesionado resulta un principio problemático por el carácter
altamente político de las situaciones en las que ésta circunstancia se aplica nor-
malmente. Por ello se ha exigido tradicionalmente que dicho consentimiento sea
efectivo (es decir real), auténtico (es decir manifestado por un órgano guberna-
mental competente), válido (es decir no viciado por causas tales como el error, el
dolo, la corrupción o la coacción) y que haya sido expresado con anterioridad a la
comisión del hecho cuya ilicitud excluye. Además el consentimiento solamente
tendrá la facultad de excluir la ilicitud en la medida en que el hecho del Estado
se mantenga dentro de los límites del consentimiento otorgado, cuestión que
habrá de interpretarse de un modo restrictivo a la hora de fijar el alcance real
del consentimiento prestado por el Estado lesionado.
Por último, es claro que el consentimiento del Estado no podrá constituir una
circunstancia excluyente de la ilicitud cuando suponga la violación de una nor-
ma imperativa de Derecho internacional general, que por definición no admite
consentimiento en contrario.
25
REMIRO, A. op. cit., p. 432.
26
A saber: el consentimiento válido del Estado lesionado (art. 20), las medidas lícitas de legítima
defensa tomadas de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas (art. 21), las contrame-
didas en respuesta a un hecho internacionalmente ilícito tomadas de acuerdo con lo dispuesto
en el capítulo II de la tercera parte del proyecto (art. 22) y los casos de fuerza mayor (art. 23),
peligro extremo (art. 24) y estado de necesidad (art. 25).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 449
2. Legítima defensa
El artículo 21 del proyecto de la CDI se refiere a la legítima defensa afirman-
do que “la ilicitud del hecho en el Estado quede excluida si ese hecho constituye
una medida lícita de legítima defensa, de conformidad con la Carta de las Na-
ciones Unidas”.
La legítima defensa actúa así como una circunstancia excluyente de la ilici-
tud cuando ha sido ejercida de una forma “lícita” de conformidad con la Carta
de la ONU (que se refiere a esta noción en su art. 51). El proyecto de la CDI no
ha descendido a precisar en qué consiste el ejercicio “lícito” del derecho de legí-
tima defensa por dos razones principales. Por una parte, porque se trata de una
institución compleja y controvertida, cuyo análisis hubiera reabierto debates
interminables con pocas expectativas de concluir en un acuerdo. Por otra parte,
porque se trata de una figura perteneciente al ámbito de las reglas primarias,
cuyo tratamiento no debería reabrirse en el contexto de la codificación de las re-
glas secundarias relativas a la responsabilidad internacional de los Estados. Por
eso la Comisión de Derecho Internacional decidió formular de manera genérica
esta circunstancia excluyente de la ilicitud, sin profundizar en su indefinición,
ni en la determinación de sus condiciones y límites de aplicación y sin precisar
su conexión con el sistema de seguridad colectiva de las Naciones Unidas
3. Contramedidas
El artículo 22 del proyecto de la CDI se refiere a las “contramedidas en razón
de un hecho internacionalmente ilícito”, afirmando al respecto que “la ilicitud
del hecho del Estado que no esté en conformidad con una obligación internacio-
nal suya para con otro Estado quedará excluida en el caso y en la medida en
que ese hecho constituya una contramedida tomada contra ese otro Estado de
acuerdo con lo dispuesto en el capítulo II de la tercera parte”.
27
Se ha eliminado así la referencia separada al caso fortuito, consistente en un acontecimiento
exterior imprevisible, que había recibido un tratamiento autónomo en el proyecto de la CDI
450 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
de 1996 (art. 31, 2) por considerar que no se diferencia suficientemente del supuesto de fuerza
mayor.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 451
28
CIJ Recueil 1980, p. 42, par. 90.
452 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
29
El proyecto aprobado provisionalmente en 2000 mantenía la obligación adicional de pagar
“daños y perjuicios que reflejen la gravedad de la violación” (art. 51, 2). El proyecto final adop-
tado en 2001 eliminó la referencia a los “daños y perjuicios” con lo que, como ha escrito GU-
TIÉRREZ ESPADA, “el Estado responsable de una violación grave de normas imperativas no
asume ninguna consecuencia adicional directa que al hacer más gravosa su responsabilidad
refleje lo ignominioso de su comportamiento”, lo que en opinión de este autor, no resulta “co-
herente ni razonable”. “¿Quo vadis responsabilidad? (del crimen internacional a la violación
grave de normas imperativas. CEBDI, vol. V, 2001, p. 461.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 453
30
En estos casos, un Estado “distinto del Estado lesionado” sería aquel al que la violación de
la obligación colectiva no le afecte especialmente ni modifique radicalmente su situación con
respecto al cumplimiento de ésta.
454 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
que debe limitarse a reclamar “la cesación del hecho ilícito y las seguridades y
garantías de la repetición” y “el cumplimiento de la reparación” pero no en be-
neficio propio sino solo “en interés del Estado lesionado o de los beneficiarios de
la obligación violada”.
2. Condiciones de procedimiento
La invocación de la responsabilidad del Estado está sometida a condiciones
de procedimiento relativamente severas que incluyen el deber de notificar la
reclamación al Estado responsable (art. 43) y, en su caso, el cumplimiento de
los requisitos propios del ejercicio de la protección diplomática (art. 44). Resulta
también necesario que no haya habido una renuncia previa al derecho a invocar
la responsabilidad (art. 45), dándose un trato particular a los casos en los que
existe una pluralidad de Estados lesionados (art. 46) o de Estados responsables
(art. 47).
4. Arreglo de controversias
Un aspecto importante en la invocación de la responsabilidad del Estado, es
es el de los medios de solución para el caso de que se produzca una controversia
como resultado de la reclamación presentada. El proyecto de la Comisión de
Derecho Internacional, que había contemplado la posibilidad de establecer el
recurso obligatorio a medios de solución jurisdiccional, ha terminado finalmente
por omitir toda referencia concreta al arreglo de controversias. Puede afirmarse
por lo tanto que, más allá de los procedimientos que puedan resultar aplicables
en virtud de las reglas generales del Derecho internacional en materia de solu-
ción de controversias, no existe hoy en día un que mecanismo obligatorio de so-
lución judicial o arbitral aplicable a las controversias que se susciten en materia
de responsabilidad internacional de los Estados.
A) Fundamento y caracteres
La responsabilidad de los Estados por actos “no prohibidos por el Derecho in-
ternacional” no tiene lógicamente su fundamento en la noción de acto ilícito sino
en la necesidad o conveniencia de reparar los perjuicios resultantes de ciertas
actividades. En general, este tipo de responsabilidad se vincula a las llamadas
actividades “ultra-peligrosas”, aunque puede llegar a darse también en otros
supuestos no vinculados a la idea de peligrosidad31. La terminología en la ma-
teria es particularmente variada, lo que da idea de las dificultades inherentes a
esta noción; en particular, la doctrina anglo-sajona denomina a esta figura “in-
ternational liability”, terminología que no tiene correspondencia en las lenguas
romances32.
La aparición de este tipo de responsabilidad internacional responde esen-
cialmente a la consideración del carácter particularmente peligroso de deter-
minadas actividades33, cuyas eventuales consecuencias dañosas pueden causar
perjuicios considerables a terceros. La idea que la fundamenta es que la peli-
grosidad inherente a ciertas actividades, que se sitúan en el límite de lo que el
hombre domina y es capaz de controlar, debe llevar aparejada el establecimien-
to de una garantía extraordinaria, que asegure la reparación de los daños even-
tuales que tales actividades puedan producir cuando estos perjuicios afectan
a otros Estados o a zonas situadas más allá de la jurisdicción nacional (daños
transfronterizos). Los riesgos así creados34 resultan típicamente de la aplica-
ción de tecnologías avanzadas que afectan, por ejemplo, a las actividades espa-
ciales, al uso de la energía nuclear, al transporte masivo de hidrocarburos, o a
la producción y utilización de organismos genéticamente modificados (trans-
31
Así, por ejemplo, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 afir-
ma en su artículo 106, titulado “Responsabilidad por apresamiento sin motivo suficiente” que:
“Cuando un buque o una aeronave sea apresado por sospechas de piratería sin motivos sufi-
cientes, el Estado que lo haya apresado será responsable ante el Estado de la nacionalidad del
buque o de la aeronave de todo perjuicio o daño causado por la captura.” Otras disposiciones
similares relativas a la responsabilidad por daños se encuentran en los artículos 31, 42, 235 y
304 de la CNUDM.
32
La doctrina jurídica anglosajona suele reservar la expresión liability para este tipo de respon-
sabilidad, distinguiéndola así de la auténtica responsibility por violación de una obligación. En
general, la terminología comúnmente utilizada para referirse a este tipo de responsabilidad
se muestra tan diversificada como poco asentada, lo cual no deja de ser un mal síntoma. Así,
la responsabilidad internacional de que se trata aparece denominada con nombres muy va-
riados: liability, responsabilidad causal, responsabilidad por riesgo, responsabilidad sin culpa,
responsabilidad por daños, responsabilidad objetiva, responsabilidad estricta, responsabilidad
absoluta...
33
JENKS. W, “Liability for Ultra-Hazardous Activities in International Law”, RCADI, 1966, I,
Vol. 177, pp. 105-200. KELSON. “State Responsability and the Abnormally Dangereous Activi-
ty”, 13 Harvard LJ. 1972, pp. 197 y ss.
34
CAHIER, P. R., “Le problème de la responsabilité pour risque en droit international” en IHEI.
Les relations internationales dans un monde en mutation, Genève, 1977, pp. 432 y ss.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 457
génicos). Las actividades de que se trata son generalmente realizadas por los
particulares en el marco de actividades industriales o comerciales, pero las con-
secuencias de las mismas pueden tener efectos transfronterizos catastróficos
que afectan especialmente a la salud humana y al medio ambiente35. Por ello se
considera que los Estados que autorizan o controlan estas actividades peligro-
sas deben asumir un compromiso de reparar los perjuicios resultantes. Quien
se adentre en estos terrenos difíciles, que entrañan peligros excepcionales de
producir daños transfronterizos, debe hacerlo a su propio riesgo, asumiendo de
antemano el compromiso de reparar cualesquiera daños que pudieran resultar
de su actuación. Bajo consideraciones de prevención y garantía subyace aquí
un principio de justicia y equidad: ningún Estado debe pagar los daños deriva-
dos de riesgos extraordinarios creados por otro Estado en su propio interés. Se
tiende así a establecer un equilibrio compensatorio entre los intereses contra-
puestos de quienes quieren realizar actividades peligrosas, y quienes buscan
una garantía frente a sus eventuales consecuencias perjudiciales. El punto de
equilibrio entre estos intereses contradictorios tiende así a situarse en el es-
tablecimiento de un régimen más estricto de responsabilidad, que obligue al
Estado a reparar, en cualquier caso, los daños transfronterizos derivados de
tales actividades.
Los perfiles jurídicos básicos que caracterizan a la figura de la responsabi-
lidad de los Estados por las consecuencias perjudiciales de actos no prohibidos
son los siguientes. En primer lugar, esta responsabilidad responde a un efecto
de mera causalidad material, debiendo existir únicamente una relación demos-
trable entre el comportamiento atribuible al Estado y el resultado transfronte-
rizo dañoso. Por otro lado, su carácter “absoluto” excluye substancialmente la
toma en consideración de eventuales causas de exoneración; producido el daño
transfronterizo, el Estado causante debe responder. El daño resultante tiene
que presentar un alcance transfronterizo, concepto que incluye no solamente
los daños causados a otros Estados sino también los que afectan a “zonas situa-
das fuera de su jurisdicción” (global commons), cuya preservación interesa por
igual a todos los Estados. Finalmente, el fundamento teórico y jurídico de esta
institución se centra, como su propia denominación indica, no ya en la idea de la
responsabilidad por la violación de una obligación internacional, sino en el sim-
ple establecimiento de una garantía jurídica de reparación de los posibles daños
resultantes de ciertas actividades no prohibidas, pero peligrosas.
35
La figura de la responsabilidad por las consecuencias perjudiciales de actos no prohibidos
tiene una cierta vocación a aplicarse especialmente en el campo del Derecho internacional del
medio ambiente. Cf. TORRES UGENA. N., “Responsabilidad internacional y contaminación
del medio ambiente”. Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de
Madrid, núm. 68, 1983, pp. 109-142.
458 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
36
Cf. Settlement of Japanese Claims for Personal and Properties Damages Resulting from Nu-
clear Tests in the Marshal Islands in 1954. 4 enero 1975. 1. TIAS nº 3160. Cf. NANDA, V, “The
Establishement of International Standards for Transnational Enviromental Injury”, 60 Iowa
Law Review, 1975, pp. 1089-1125.
37
Este tipo de responsabilidad internacional objetiva ha sido configurado en diversos tratados
relativos a las actividades aeronáuticas, del uso de la energía nuclear (Convenio sobre res-
ponsabilidad civil en materia de energía nuclear, París 29 de julio de 1950; Convenio sobre
responsabilidad de los explotadores de navíos nucleares, Bruselas 25 de mayo 1962; Convenio
sobre responsabilidad civil por daños nucleares, Viena 21 de mayo de 1963; Convenio sobre
responsabilidad civil en la esfera del transporte marítimo de substancias nucleares, Bruselas,
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 459
El caso del accidente del satélite Cosmos 954 soviético en 1979, que produjo
la caída de residuos radiactivos sobre la Tierra, principalmente en Canadá, da
muestras de las reticencias que suscita la aplicación de un régimen de respon-
sabilidad objetiva, incluso cuando puede estar basado en un convenio vigente.
En efecto, el Gobierno de la URSS aceptó la reclamación canadiense y pagó 2,5
millones de dólares como indemnización, pero se negó a que en el acuerdo final
celebrado entre ambos Estados se hiciera mención expresa de su “responsabili-
dad” por los daños causados.
En conclusión, hay que decir que la gran mayoría de la doctrina sostiene
que la responsabilidad de los Estados por los daños transfronterizos resultantes
de actividades peligrosas no pertenece al Derecho internacional general sino
que solo se da cuando está prevista por un régimen convencional específico. Los
Estados también son reacios a admitir este tipo de responsabilidad, que puede
llevarles a pagar indemnizaciones muy costosas, y ello sucede especialmente
en el caso de los Estados desarrollados que utilizan ampliamente las nuevas
tecnologías y pueden resultar sujetos a reparar en caso de accidente. Por eso, el
régimen de la responsabilidad por las consecuencias perjudiciales de actos no
39
DUPUY, P. M., La responsabilité.. cit., 209-210: “Le problème ici posé n’est pas de savoir où
la responsabilité internationale objective trouve à l’heure actuelle sa source. On a en effet
démontré que celle ci n’était, que conventionnelle. La convention sur les dommages causés par
les objets spatiaux en offre á ce jour le seul type vraiment accompli. Il n’y a pas, dans le droit
international positif, de principe coutumier, ou de principe général du droit, affirmant ce type
de responsabilité, pour les activités comportant des risques exceptionnels ou pour dommages
à l’environnement”.
40
El profesor P. M. DUPUY ha llegado a poner en duda el planteamiento mismo de la cuestión
por parte de la CDI: “La Commission de Droit international se trouve bien embarrasée qui se
trouve aujourd’hui saisie d’un problème juridiquement mal posé !... La question n’est en effet
pas à rendre du coté du fondement de la responsabilité mais de celui des modalités pratiques
de la réparation. On a confondu une question théorique et un problème pratique...”. DUPUY,
P. M., “La réparation…” cit., p. 436.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 461
I. ASPECTOS GENERALES
Al examinar los problemas que suscita la aplicación del Derecho internacional
debe tenerse en cuenta que se trata de un ordenamiento jurídico esencialmente
descentralizado en el que no existe un poder judicial con competencia obliga-
toria para determinar los casos de violación de las normas ni una autoridad
supranacional encargada de asegurar su cumplimiento de modo coactivo. En
estas circunstancias, los Estados poseen un amplio margen de apreciación de las
situaciones jurídicas que les afectan y, consiguientemente, un margen también
amplio de actuación para aplicar medidas de autoprotección o autotutela en el
caso de que consideren que otros Estados han violado sus derechos e intereses
legítimos. En tiempos pasados este poder de autoprotección incluía el recurso a
la guerra en caso necesario, pero en la sociedad internacional contemporánea el
recurso a la fuerza armada está prohibido en los términos previstos en la Carta
de las Naciones Unidas (Artículo 2, 4). Hoy en día, las normas internacionales
se aplican normalmente de modo espontáneo pero, en los casos excepcionales en
los que esto no sucede, se suscitan dificultades para asegurar el cumplimiento
de las normas por parte de los Estados que las han violado.
1
Así sucede en el Derecho interno: “Si la gente se abstiene de cometer asesinatos, esta absten-
ción no es generalmente imputable al miedo al castigo, sino a la educación que hace impensa-
ble el asesinato; el hábito, conciencia, moralidad, afecto o tolerancia juegan un papel mucho
más importante que las sanciones mismas. Las sanciones solo son eficaces si los infractores
constituyen una pequeña minoría; de no ocurrir tal cosa las sanciones resultan impotentes
para conseguir la observancia del Derecho...” AKEHURST, M. Introducción al Derecho Interna-
cional, 1ª edición, traducida por MEDINA ORTEGA, M. Madrid (Alianza Universidad), 1973,
p. 19.
464 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
”El miedo a las sanciones poco tiene que ver con (la obediencia de los Estados a las nor-
mas). Existen otros factores inherentes a la naturaleza misma del Derecho internacional y de
la sociedad internacional que inducen a los Estados a cumplir el Derecho internacional”2.
Por ello, diversos autores han señalado que “en la inmensa mayoría de los
casos, el Derecho internacional se aplica de un modo absolutamente natural”3
ya que la simple convicción de “la obligatoriedad de las normas es, en muchos
casos, suficiente para su cumplimiento efectivo”4. Este cumplimiento espontá-
neo no resulta de una convicción idealista en la bondad de las normas, sino de la
apreciación realista de que el cumplimiento del Derecho internacional favorece
en definitiva los intereses a largo plazo de los propios Estados5. Así lo ha subra-
yado, muy convincentemente, DEUTSCH:
”La razón principal de la aplicación del Derecho internacional no deriva de su imposi-
ción por una autoridad internacional o supranacional, ni por la acción conjunta de varios
gobiernos, sino del alto coste que supone su incumplimiento. Del mismo modo que el riesgo
de un posible accidente puede contribuir más que el temor a la multa para conseguir que
los conductores respeten la luz roja en los cruces de carretera, el probable riesgo de incerti-
dumbre, aislamiento y disputa permanente en las relaciones exteriores de un Estado puede
bastar para que sus gobernantes observen la mayor parte del tiempo la mayoría de las reglas
del Derecho internacional”6.
2
Ibíd., Entre estos factores destaca el autor los siguientes: 1. (Paradójicamente) la falta de un
órgano legislativo; 2. El carácter fundamentalmente consuetudinario del Derecho internacio-
nal; 3. El hecho de que los Estados sean escasos en número, lo que les fuerza a mantener una
“reputación de ajustarse al Derecho” como único medio de evitar el aislamiento del resto del
mundo —imposible de soportar a largo plazo—.
3
FRIEDMAN, W. De l’efficacité des institutions internationales, traduc do y adapta do porc Si-
mone DREYFUS. Paris (Colin) 1970, p. 27.
4
MIAJA de la MUELA, A. Introducción... cit., p. 29.
5
Así lo afirmó el antiguo Secretario de la ONU Dag Hammarskjold: “The strengthening of In-
ternational Law, is consequently in the long-term interest of states... Since the life of state is
measured in centuries and their activities are mainfold, statesman have every reason to take
a long-rage objective view”. HAMMARSKJOLD, D. “Liberty and Law in International Law”, en
International Law in a Changing World, New York (Oceana) 1963, pp. 24-25.
6
DEUTSCH, K. W. “The Probability of International Law”, Essays in honnour of Leo GROSS,
Cambridge, Mass. (Schenkman) 1968, p. 71.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 465
7
Como ha explicado Jean Salmon: «Le problème des sanctions en droit international fait l’objet
de discussions aussi traditionnelles que vaines; les uns n’ayant jamais pu parvenir à convain-
cre les autres”». SALMON, J. «La régle de droit international public», en La régle de Droit,
Etudes publiés par Ch. PERELMAN. Bruxelles (Bruylant) 1971, p. 207.
8
Un ejemplo clásico en esta materia es el planteado por el asunto Nottebhom. La naturalización
apresurada concedida por Liechtenstein a este ciudadano originariamente alemán (sin que
existiera una “vinculación efectiva” con el Principado) no podía ser declarada nula, porque
la atribución de la nacionalidad constituye en principio un acto que pertenece al domaine
reservé del Estado que la otorga, pero su eficacia frente a terceros Estados queda condicionada
a la regularidad de su concesión a la luz del Derecho internacional. En tales condiciones, la
Corte Internacional de Justicia determinó que la naturalización concedida a Nottebhom por
Liechtenstein no era oponible a Guatemala, país que cuestionaba su regularidad, de modo que
Liechtenstein no podía ejercer la protección diplomática del ciudadano en cuestión frente a
Guatemala. CIJ. Affaire Nottebhom. Sentence du 6 avril 1955 Recueil 1955, pp. 21-26.
9
La institución del “no reconocimiento” implica que un Estado rechaza la aceptación de una
situación de hecho, que en su opinión no se ha constituido regularmente a la luz del Derecho
internacional. Un ejemplo clásico podría ser la denominada doctrina “Stimson” por la que el
mencionado Secretario de Estado de los Estados Unidos declaró el 7 de enero de 1932 que su
país no reconocería las situaciones impuestas por la fuerza o en violación de los tratados in-
ternacionales. En aplicación de este mismo principio la Sociedad de Naciones rehusó en 1934
reconocer la creación del denominado “Estado fantasma” de Manchukuo por parte del Japón y,
más tarde, la anexión de Etiopía por parte de Italia (1936-1941). Durante la II guerra mundial,
los aliados aplicaron generalmente la doctrina del no reconocimiento frente a las anexiones
realizadas en violación del Derecho internacional por las potencias del Eje.
10
Como lo ha subrayado el profesor SALMON: “La responsabilidad internacional desempeña un
papel considerable en las relaciones internacionales y es ejercitada de un modo mucho más
466 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
frecuente de lo que podría pensarse, si se tiene en cuenta que las cancillerías suelen ser muy
discretas en estas cuestiones”. SALMON, J. Op. cit., p. 212.
11
Aunque en épocas pasadas las medidas de autotutela no excluían el recurso a la coacción física
en su forma más contundente: la guerra, la evolución del Derecho internacional ha llevado a
la progresiva proscripción de la fuerza armada en todas sus manifestaciones, por lo que las
medidas de autotutela de los propios derechos no incluyen hoy la posibilidad de recurrir al uso
de la fuerza contra el Estado infractor.
12
El profesor Remiro advierte, con razón, que “de manera impropia Estados y grupos de Es-
tados... se sirven frecuentemente de esta terminología —sanción— para dar lustre a meras
retorsiones o, lo que es más grave, para legitimar en Derecho internacional acciones que son
simplemente hechos ilícitos... Que un Estado califique sus medidas de presión como sanciones
no añade un ápice más de legitimidad a las mismas”. REMIRO BROTÓNS, A. et alterum, De-
recho internacional. Curso general. Valencia (Tirant lo Blanch) 2010, p. 446.
13
La Ley Helms-Burton impone sanciones económicas e incluso penales a quienes adquieran
bienes nacionalizados por el Gobierno revolucionario cubano que hubieran pertenecido origi-
nariamente a ciudadanos o empresas estadounidenses.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 467
A) Medidas de retorsión
Las medidas de retorsión consisten en el “ejercicio riguroso de un derecho
como medio para constreñir a otro Estado” a poner fin a una situación perjudi-
cial14. Su aplicación implica la realización por un Estado de actos perjudiciales o
inamistosos, pero lícitos desde el punto de vista del Derecho internacional, para
responder a actos similares realizados con anterioridad por otro Estado. Las me-
didas de retorsión, se caracterizan por el hecho de que su aplicación no supone
la vulneración de ninguna obligación jurídica por parte el Estado que las aplica.
Su objeto es, en general, suprimir o restringir facilidades o beneficios concedidos
a otro Estado para que éste modifique una conducta que el Estado que recurre a
la retorsión estima perjudicial. Se trata pues de medidas de presión que pueden
resultar inamistosas o lesivas pero que se mantienen dentro del ejercicio estric-
to de los derechos del Estado que las aplica.
Las medidas de retorsión que los Estados suelen utilizar se plantean gene-
ralmente en el plano de las relaciones diplomáticas y consisten en el enfria-
miento, la congelación o la ruptura de las relaciones diplomáticas o la expulsión
de miembros del personal diplomático o consular (declarándolos como persona
“non grata” o “no aceptable”). En otros casos, las medidas de retorsión consisten
14
BASDEVANT, J. Dictionnaire de la terminologie du droit international, pp. 543.
468 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
15
Por ejemplo: ruptura de ciertos Estados con Francia a raíz de la explosión de una bomba ató-
mica en el Sahara en 1950, ruptura de los Estados árabes con Francia e Inglaterra con ocasión
del asunto de Suez en 1956...).
16
La legalidad de ésta congelación es más dudosa y ha suscitado opiniones divergentes: RGDIP,
1980, pp. 876-894. Ver también EDWARS, R. W. “Extraterritorial Application of the US Iranian
Assets Control Regulations”, AJIL 1981, pp. 870-900.
17
La Corte internacional de Justicia afirmó en su sentencia de 24 de mayo de 1980 la responsa-
bilidad internacional del Estado iraní (CIJ. Recueil 1980, pp. 45-46, par. 95). Ulteriormente, los
llamados “acuerdos de Argel” establecieron una Comisión internacional encargado de determi-
nar el importe de las reparaciones debidas. Ver: AUDIT, B. “Les “accords” d’Alger du 19 janvier
1981 tendant au règlement des différends entre les Etats Unis et l’Iran”, Journal de D. I. 1981,
pp. 713-787.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 469
B) Represalias y contramedidas
En los casos en que las medidas de retorsión se estiman insuficientes, los Es-
tados recurren a la aplicación de represalias o contramedidas, que consisten en
“actos contrarios en sí mismos al Derecho internacional por los que un Estado
responde frente a (los actos) contrarios al Derecho internacional cometidos con-
tra él por otro Estado, a fin de constreñir a este último a cesar en su actividad
perjudicial y reparar el daño causado”19.
La jurisprudencia arbitral introdujo progresivamente ciertas condiciones al
uso de las represalias, indicando que éstas no son admisibles a falta de “un mo-
tivo suficiente, de una advertencia previa y de una proporción admisible entre
la ofensa allegada y las represalias ejercidas”20 y que “las represalias solo son
admisibles contra el Estado provocador” de modo que el Estado que las emplee
deberá esforzarse siempre por evitar o limitar en todo lo posible que éstas afec-
ten a los nacionales de un Estado tercero21. Con el paso del tiempo, el término
“represalias” ha perdido el favor de los medios jurídicos que han tendido a cir-
cunscribir su empleo al ámbito del Derecho de los conflictos armados (represalias
bélicas), siendo progresivamente substituido por el nuevo concepto más genérico
de “contramedidas”22. La noción de contramedidas fue consagrada expresamente
por la sentencia arbitral de 1978 relativa al asunto de interpretación del acuerdo
aéreo entre Francia y Estados Unidos de 27 de marzo de 1946 al declarar que:
”en el estado actual del Derecho internacional general... cada Estado aprecia por sí mis-
mo su situación jurídica respecto a los otros Estados. En presencia de una situación que
comporta en su opinión la violación de una obligación internacional por otro Estado, éste
tiene derecho, bajo reserva de las reglas generales del Derecho internacional relativas al uso
la fuerza, a hacer respetar sus derechos por medio de contramedidas”23.
18
Por ejemplo, en 1998 la Comunidad Europea y sus Estados miembros decidieron congelar los
fondos en el extranjero y acordaron la prohibición inmediata de vuelos a Serbia y Montenegro
en respuesta a la crisis humanitaria existente en Kosovo, causada por las violaciones graves
y masivas de los derechos humanos por parte del ejército y la policía serbios. Algunos autores
describen estas actuaciones como medidas de retorsión mientras otros las consideran como
contramedidas.
19
BASDEVANT, J. Dictionnaire... cit., p. 529.
20
Asuntos de “Naulilaa” (1928), RSA, Vol. II, p. 1028.
21
Asunto del “Cysne” (1930), RSA, Vol. II, p. 1057.
22
ZOLLER, E. Peacetime Unilateral Remedies: an Analysis of Countermeasures, New York
(Transnational Publishers Inc.) 1984.
23
RSA, Vol. II, p. 443. par. 81.
470 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
24
En la práctica diplomática, se cita como un ejemplo de contramedidas la ley de 1986 por la que
los Estados Unidos suspendieron todos los derechos de aterrizaje de South African Airways
en territorio americano en contradicción con lo dispuesto en el acuerdo de aviación concertado
en 1947 entre Estados Unidos y Sudáfrica. Tales medidas, que en si mismas constituían una
violación del tratado de navegación aérea, se justificaron como una respuesta lícita dirigida a
poner fin al sistema de discriminación racial impuesto por el gobierno sudafricano (apartheid).
JIMÉNEZ PIERNAS, C. Introducción al Derecho internacional público. Práctica española. Ma-
drid (Tecnos) 2009, p. 467.
25
Ver: Proyecto de artículos de la CDI sobre “Responsabilidad del Estado por hechos internacio-
nalmente ilícitos”, recogido en A/RES/56/83, de 12 de diciembre de 2001.
26
CIJ Recueil 1986, p. 127, par 249.
27
CIJ Recueil 1997, pp. 52, par. 69-106.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 471
28
MÓNACO, R. “Del coordinamento al controllo nell’ordinamento internazionale”, Études en
l’honneur de Roberto Ago... cit., Milano (Giuffré) 1987, vol. I, pp. 355-372. GARZÓN CLARIA-
NA, G. “El control internacional. Contribución al estudio de los controles jurídicos”. REDI, vol.
XXXV, 1983, pp. 109 y ss.
29
Algunas Organizaciones internacionales poseen también sus propios mecanismos para deter-
minar los casos de incumplimiento y proveer a remediarlos por lo cauces procesales pertinen-
tes. Es el caso, por ejemplo, de la Organización Mundial del Comercio y de la Unión Europea
que poseen sistemas para garantizar la aplicación de las normas que incluyen el recurso obli-
gatorio a una instancia judicial.
472 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
30
TREVES, T. et alterum (Eds). Non-Compliance Procedures and Mechanisms and the Effective-
ness of International Environmental Agreeements. The Hague (TMC Asser Press) 2009.
31
SALMON, J. XXX, p. 210.
32
CIJ: Consequences juridiques pour les Etats de la présence continue de l’Afrique du Sud en
Namibie (Sud-Ouest Africain) nonobstant la Résolution 276 (1970) du Conseil de Sécurité.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 473
38
Ver. RUZIE, D. Organisations internationales et sanctions internationales, Paris, 1971; DOXEY,
M. P. Economic Sanctions and International Enforcement, Oxford 1971; PÉREZ VERA, E. “As-
pectos jurídicos de las sanciones económicas internacionales”. Anuario de Estudios Sociales
y Jurídicos, Granada, vol. III, 1974, pp. 207-247; COMBACAU, J. Le pouvoir de sanction de
l’ONU (Etude théorique de la coercition militaire). Paris, 1974.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 475
1995 y 1998), Libia (1992 y 1993), Liberia (1992 y 2001), Somalia (1992 y 2001),
Haití (1993), Sudán (1996), Sierra Leona (1997 y 2000), Afganistán (1999, 2000
y 2001) y Libia (2011)39.
El uso reiterado de estas medidas de sanción por parte del Consejo de Se-
guridad ha puesto de relieve varios problemas que han sido subrayados por la
doctrina. Por una parte, se han ampliado los supuestos contemplados en el Ca-
pítulo VII de la Carta, dando al Consejo de Seguridad un amplio margen para
definir los casos en los que estimaba necesario recurrir a las medidas coercitivas
contra un Estado. Por otra parte, las medidas coercitivas adoptadas por el CS
han perseguido finalidades y objetivos muy diferentes, tales como proteger a la
población en un conflicto armado y facilitarle ayuda humanitaria (conflicto de
los Balcanes 1992-1998), garantizar la eficacia de las operaciones para el man-
tenimiento de la paz o ciertas medidas de embargo y bloqueo (Somalia 1992),
asegurar el respeto al resultado del referéndum de libre determinación (Timor
Oriental 1999) y, sobre todo, la lucha contra el terrorismo internacional tras los
atentados del 11 de septiembre de 2001 (Resolución 1368 (2001) de 12 de sep-
tiembre. En la práctica reciente se ha producido también una creciente confu-
sión entre las medidas coercitivas en sentido propio, adoptadas por el Consejo de
Seguridad a título de sanción, y las llamadas “operaciones para el mantenimien-
to de la paz”, que consisten en el despliegue de fuerzas de las Naciones Unidas
(los cascos azules) para realizar misiones de policía con el consentimiento de los
Estados en cuyo territorio actúan.
La proliferación de casos de aplicación del capítulo VII de la Carta ha puesto
de relieve algunas deficiencias del sistema. Con respecto a las medidas coer-
citivas de carácter militar se ha cuestionado la falta de control del Consejo de
Seguridad sobre el desarrollo de las acciones militares por parte de los Estados
autorizados a emplear “todos los medios necesarios” (eufemismo utilizado para
referirse al uso de la fuerza armada). También se ha puesto de relieve que las
medidas coercitivas adoptadas por el Consejo de Seguridad suponen a menudo
efectos negativos para terceros Estados, sin que las previsiones del artículo 50
39
Hay que subrayar que la intervención de los países de la OTAN en Kosovo en 1999, sin la au-
torización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no constituyó propiamente una
medida coercitiva de la Organización sino una acción unilateral de los Estados implicados.
Lo mismo cabe decir de la intervención militar de los Estados Unidos en Afganistán en 1992,
como reacción contra los atentados terroristas de 11 S en ejercicio de la legítima defensa, y de
la subsiguiente intervención militar de una coalición liderada por dicho país en el marco de la
operación “libertad duradera” cuya autorización por parte del Consejo de Seguridad en la Re-
solución 1368 (2001) de 12 de septiembre y siguientes no es explícita. Asimismo, la mayoría de
la doctrina estima que la intervención armada en Irak, iniciada por las “fuerzas de la coalición”
lideradas por los Estados Unidos el 20 de marzo de 2003, carecía de la necesaria autorización
del Consejo de Seguridad dada la ambigüedad de la Resolución 1441 (2002). La intervención
en Libia en 2011, sobre la base de las resoluciones del CS 1970 (2011) de 26 de febrero de 2011
y 1973 (2011) de 17 de marzo 2011, sí que está expresamente autorizada aunque solo para los
fines y con los límites previstos en las mismas.
476 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
de la Carta, que establece que los Estados que confronten problemas económi-
cos especiales originados por la ejecución de dichas medidas tendrán el derecho
de consultar al Consejo de Seguridad acerca de la solución de esos problemas,
hayan resultado efectivas. Por último, las sanciones económicas y militares pro-
ducen en ocasiones consecuencias indeseables sobre el conjunto de la población
civil del Estado afectado por lo que se ha sugerido el uso de otras alternativas
más selectivas y eficaces (“sanciones inteligentes” o smart sanctions) que en la
práctica no están resultando fáciles de diseñar y aplicar.
Las medidas coercitivas, previstas en el Capítulo VII de la Carta de las Na-
ciones Unidas, constituyen, con todas sus deficiencias, una forma instituciona-
lizada de sanción coactiva que la Organización puede utilizar eventualmente
contra el Estado que haya violado el Derecho internacional poniendo con ello en
peligro el mantenimiento de la paz.
40
NOSSAL, K. R. “International Sanctions as International Punishement”, International Orga-
nization, vol. 43, 2, 1989, pp. 301 y ss.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 477
41
Anuario CDI, 1976, vol. II, segunda parte, p. 94.
42
CARDONA LLORENS, J. “La responsabilidad internacional por violación grave de obligacio-
nes esenciales para la salvaguardia de intereses fundamentales de la Comunidad internacio-
nal en su conjunto (El “crimen internacional”)”, Anuario D. I., VIII-1985, pp. 265-336.
43
Ver: CASTILLO DAUDÍ, M./ SALINAS ALCEGA, S. Responsabilidad internacional del indivi-
duo ante los Tribunales internacionales, Valencia (Tirant lo Blanch) 2007.
44
Los artículos 227 a 229 del Tratado de Versalles de 18 de junio de 1919, que puso fin a la pri-
mera guerra mundial, contemplaron el enjuiciamiento del emperador Guillermo II acusado de
“ofensa suprema contra la moral internacional y la santidad de los tratados” por un Tribunal
internacional. Sin embargo, tras rehusar los Países Bajos la entrega del Emperador el juicio
contra éste nunca llegó a celebrase.
478 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
45
Por lo que hace a los crímenes cometidos en Europa, los “cuatro grandes” instituyeron, median-
te el acuerdo de Londres de 8 de agosto de 1945 el Tribunal militar internacional de Nürem-
berg. En cuanto a los crímenes cometidos en extremo oriente, una proclamación paralela de las
cuatro grandes potencias de 19 de enero de 1946 constituyó el llamado “International Military
Tribunal for the Far East”. Cf. LOMBOIS, C. Droit penal international, Paris (Dalloz) 2. ed.
1979, pp. 136 y ss.
46
Resolución 827 (1993) de 25 de mayo (BOE de 24 de noviembre de 1993; p. A. 3154).
47
Resolución 995 (1994) de 8 de noviembre (BOE de 24 de mayo de 1994; p. A. 1527).
Lección 20
El arreglo pacífico de controversias
internacionales: los medios de solución
políticos
I. ASPECTOS GENERALES
En las relaciones internacionales se producen a menudo crisis o situaciones
conflictivas que involucran a los sujetos en presencia, Estados y Organizaciones
internacionales. Estas situaciones conflictivas pueden examinarse desde una
perspectiva genérica, es decir, como causas que generan una desestabilización
de las relaciones internacionales que puede comprometer el mantenimiento de
la paz y la seguridad internacionales, sin que haya un conflicto definido entre
partes determinadas; desde esta perspectiva se habla de “tensiones”, “alarmas”,
“conflictos”, “crisis” etc. Pero estas situaciones conflictivas pueden examinarse
también desde una perspectiva más concreta que se plantea cuando partes de-
terminadas se enfrentan entre sí por existir entre ellas una divergencia que ha
alcanzado un punto crítico. Se habla entonces propiamente de “controversias”
internacionales (en inglés: international disputes; en francés: différends inter-
nationaux) y se plantea el problema de su solución pacífica.
A) La noción de controversia
La Corte Permanente de Justicia Internacional en su sentencia de 26 de mar-
zo de 1925, relativa al asunto de las concesiones Mavrommatis en Palestina
(Grecia c. Reino Unido), afirmó que
“una controversia es un desacuerdo sobre un punto de Derecho o de hecho, una contra-
dicción, una oposición de tesis jurídicas o de intereses entre dos personas”1.
1
Concessions Mavrommatis en Palestine, arrêt nº2, 1924, CPJI série A nº 2, p. 11.
2
Interprétation des traités de paix, Avis consultatif: CIJ Recueil 1950, p. 13.
480 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
controversia exista, ya que, como ha dicho también la CIJ, para que exista una
controversia hay que demostrar que la reclamación de una parte se enfrenta a
la oposición manifiesta de la otra parte3. La existencia o no de una verdadera
controversia entre Estados ha sido discutida en numerosas ocasiones en sede ju-
dicial como una “excepción preliminar” ya que su inexistencia podría constituir
una barrera al ejercicio de la competencia arbitral o judicial sobre el asunto4.
Tradicionalmente, la doctrina distingue entre controversias jurídicas y con-
troversias no jurídicas o políticas. Las controversias jurídicas serían las que
el artículo 36.2 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia califica de
“controversias de orden jurídico”, es decir, las controversias que versen sobre: a)
la interpretación de un tratado; b) cualquier cuestión de Derecho internacional;
c) la existencia de todo hecho que, si fuere establecido, constituiría violación de
una obligación internacional; d) la naturaleza o extensión de la reparación que
ha de hacerse por el quebrantamiento de una obligación internacional. En este
mismo sentido, la Corte Internacional de Justicia se ha referido a las controver-
sias de orden jurídico, afirmando que son aquellas que resultan susceptibles de
solución “por aplicación de principios y reglas de Derecho internacional”5. La
idea subyacente a esta calificación consiste en la suposición de que las contro-
versias de orden jurídico deberían resolverse por medios de carácter jurisdiccio-
nal, es decir, mediante el recurso al arbitraje o al arreglo judicial.
Las controversias no jurídicas (o políticas) serían las controversias distintas
a las que se acaban de enumerar, es decir, aquellas que no son susceptibles de
ser resueltas por aplicación del Derecho internacional. Sería el caso, por ejemplo,
de las controversias en las que lo que se pretende es un cambio en el Derecho
vigente o en el que las partes consideran que sus intereses no son susceptibles
de ser adecuadamente protegidos teniendo en cuenta únicamente las normas
jurídicas existentes. En estos supuestos la controversia debería tender a resol-
verse mediante el recurso a medios de arreglo políticos tales como la negociación
diplomática, los buenos oficios, la mediación etc...
Sin embargo, la distinción entre controversias jurídicas y no jurídicas o polí-
ticas es esencialmente relativa, al igual que lo es la supuesta vocación objetiva
de una controversia a ser resuelta por medios de un tipo u otro. Lo decisivo es
3
Affaires du Sud-Ouest africain (Éthiopie c. Afrique du Sud; Libéria c. Afrique du Sud), Excep-
tions préliminaires, Arrêt du 21 décembre 1962, CIJ Recueil 1962, p. 328.
4
Entre los casos recientes en los que la alegación de la inexistencia de una controversia se ha
planteado ante la Corte Internacional de Justicia, el profesor Remiro señala los siguientes:
delimitación marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein, 1994, 1995; Timor
oriental, 1995; genocidio en Bosnia, 1996; plataformas petrolíferas, 2003; licitud del empleo
de la fuerza, 2004; determinados bienes, Liechtenstein contra Alemania, 2005; controversia
territorial y marítima, Nicaragua contra Colombia, 2007. REMIRO BROTÓNS, A. et alterum,
Derecho internacional. Curso general. Valencia (Tirant lo Blanch) 2010, p. 603.
5
Actions armées frontalières et transfrontalières (Nicaragua c. Honduras), Compétence de la
Cour et Recevabilité de la requête. Arrêt du 20 décembre 1988, CIJ Recueil, 1988, p. 26.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 481
6
La Corte permanente de Justicia internacional afirmó en el asunto de los derechos de las
minorías en Alta Silesia (escuelas minoritarias) que “no existe controversia que los Estados
facultados para comparecer ante la Corte no puedan someterle”. CPJI, Serie A, núm. 15, p. 22.
La Corte internacional de Justicia ha afirmado en el asunto relativo a las acciones armadas
fronterizas y transfronterizas (Nicaragua c. Honduras) que: “La Corte no ignora que toda con-
troversia jurídica planteada ante ella puede presentar aspectos políticos. Pero en tanto que
órgano judicial debe limitarse solamente a determinar... si la controversia que le es sometida
es de orden jurídico, es decir, si es susceptible de ser resuelta por aplicación de los principios y
reglas del derecho internacional” Asunto relativo a las acciones armadas fronterizas y trans-
fronterizas (Nicaragua c. Honduras), competencia y admisibilidad, CIJ, Recueil 1988, p. 91.
7
Publicado en Gaceta de Madrid de 20 de junio de 1913.
8
El texto del Pacto de la Sociedad de Naciones puede consultarse en L. GARCÍA ARIAS: Corpus
Iuris Gentium, Zaragoza (Octavio y Felez) 1968, pp. 13-20.
9
REMIRO BROTÓNS, A. et al., op. cit., p. 604.
482 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
10
Ver texto en: J. D. GONZÁLEZ CAMPOS y otros: Materiales de Prácticas de Derecho Interna-
cional Público, 2ª de., Madrid (Tecnos) 1992, pp. 819-824.
11
Ibíd., pp. 1009-1012.
12
Ver texto en: J. PUEYO LOSA y Mª T. PONTE IGLESIAS: Derecho Internacional Público, Or-
ganización Internacional, Unión Europea, Santiago de Compostela (Tórculo Edicións), 1998,
pp. 247-250.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 483
13
Activités militaires et paramilitaires au Nicaragua et contre celui-ci (Nicaragua c. Etats-Unis
d’Amérique, fond, arrêt, CIJ Recueil 1986, p. 14.
14
Plateau continental de la mer Egée, mesures conservatoires, ordonnance du 11 septembre 1976,
CIJ Recueil 1976, p. 13.
15
REMIRO, A. op. cit., p. 605.
484 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Estados, así como los demás principios y reglas de Derecho internacional ge-
neralmente reconocidos” (Declaración de Manila). Además, las partes en una
controversia tienen el deber, en caso de que no se logre una solución por uno de
los medios pacíficos mencionados, “de seguir tratando de arreglar la controver-
sia por otros medios pacíficos acordados por ellas” (Resolución 2625 (XXV). Por
último, “ni la existencia de una controversia ni el fracaso de un procedimiento
de arreglo pacífico de una controversia autorizan a las partes en ella a recurrir
a la amenaza o al uso de la fuerza” (Declaración de Manila). De esta forma se
destaca la interrelación entre el principio de arreglo pacífico de controversias y
el de prohibición del recurso a la fuerza.
16
CPJI, Serie B, nº 5 (1923).
17
Ver texto en: http://www.ici-cij/cijwww/cdocket/cec/cecjudgement.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 485
buenos oficios. Los Estados son libres de decidir el medio de solución a aplicar
en un caso dado, pudiendo elegir cualquiera de los enumerados en los textos
anteriores, combinarlos a su arbitrio o acordar cualquier otro medio pacífico li-
bremente diseñado por ellos. Lo único que resulta imperativo es que el medio de
solución elegido sea pacífico y que su aplicación haya sido establecida mediante
el acuerdo libremente consentido de las partes.
El consentimiento de las partes en la controversia con respecto a su solución
mediante un procedimiento determinado resulta en todo caso imprescindible,
en aplicación del principio de libertad de elección. Pero debe tenerse en cuenta
que la elección de un medio de solución pacífica puede producirse bien una vez
que la controversia ha cristalizado (elección ex post) o bien puede haber sido
establecido con anterioridad mediante cualquier medio expresivo del consenti-
miento de las partes al efecto (elección ex ante). Esta última situación se produce
habitualmente mediante la celebración de tratados generales de arreglo pacífico
o de acuerdos regionales o bilaterales, que establecen la obligación de recurrir
a medios pacíficos determinados en caso de controversia. Obviamente, ambos
modos de expresar el acuerdo de las partes sobre el medio de solución pacífica
elegido son igualmente válidos y obligatorios para ellas18.
18
Sin embargo, incluso en estos supuestos, el acuerdo de las partes continuará siendo necesario
para el desarrollo del procedimiento elegido (por ejemplo, para la determinación de la persona
a quien se encargan los buenos oficios o la mediación, para fijar la composición y el procedi-
miento de las comisiones de encuesta o conciliación, para la elección de los árbitros etc.).
19
PASTOR RIDRUEJO, J. A. Curso de Derecho Internacional Público y Organizaciones interna-
cionales, 7ª ed., Madrid (Tecnos) 1999, p. 573.
486 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
20
PASTOR RIDRUEJO cita como ejemplo la remisión de la causa a un órgano político de una
organización internacional para que emita un dictamen, o la sumisión de una controversia a
un grupo de expertos; Ibíd.
21
REMIRO BROTÓNS, A. op. cit., p. 606.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 487
A) La negociación diplomática
La negociación es la esencia de la diplomacia, y así se habla de las “negocia-
ciones diplomáticas” que se desarrollan habitualmente entre los Estados. Pero
en el contexto del arreglo pacífico de las controversias, la negociación tiene un
sentido técnico y designa un medio flexible de arreglo de diferencias en el que el
arreglo se intenta directamente por las partes interesadas, sin la intervención
de un tercero. Es, pues, un procedimiento de autocomposición o autosolución,
a diferencia de los demás medios de arreglo políticos en los que interviene un
tercero y constituyen, por lo tanto, procedimientos de heterocomposición o hete-
rosolución. Por su discreción, flexibilidad, inmediatez y capacidad de aplicarse
a cualquier tipo de controversia internacional, las negociaciones diplomáticas
constituyen el principal instrumento de solución de las controversias interna-
cionales, lo que ha permitido a la Corte Internacional de Justicia afirmar que
“no hay necesidad de insistir en el carácter fundamental de este método de arre-
glo” (Plataforma continental del Mar del Norte, 1969)
La Declaración de Manila subraya que, cuando los Estados recurren a las
negociaciones directas, deben comportarse de tal forma que la negociación tenga
sentido, de manera que sea posible llegar rápidamente a un arreglo aceptable
para las partes. Este aspecto esencial de la negociación, constituye una manifes-
tación de la exigencia de buena fe; en su virtud, “existe una obligación de acep-
tar de buena fe todas las entrevistas y los contactos que, mediante una amplia
confrontación de intereses y una buena voluntad recíproca, pongan a las partes
en las mejores condiciones...”22. Esta obligación de comportamiento fue puesta
de manifiesto por la Corte Internacional de Justicia en sus sentencias de 20 de
febrero de 1969, relativas a los asuntos de la Plataforma continental del mar
del Norte:
“...no se trata simplemente de proceder a una negociación formal... las partes tienen la
obligación de comportarse de tal manera que la negociación tenga sentido, lo que no ocurre
cuando una de ellas insiste en su propia posición sin plantearse ninguna modificación de la
misma”23.
22
Laudo de 16 de noviembre de 1957: asunto del lago Lanós (partes: España, Francia) (ONU:
Recueil des sentences arbitrales, vol. XII, p. 308).
23
Plateau continental de la mer du Nord, arrêt, CIJ Recueil 1969, p. 47.
488 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
24
Así lo afirma el artículo 6 del Convenio para el arreglo pacífico de los conflictos internacionales
de 18 de octubre de 1907: “los buenos oficios y la mediación... tienen exclusivamente el carácter
de consejo y nunca fuerza obligatoria”.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 489
de buenos oficios para apaciguar las controversias que afectan a sus Miembros.
A título de ejemplo, puede citarse los buenos oficios de Francia en la última fase
del conflicto entre Vietnam del Norte y los Estados Unidos que sentó las bases
para la celebración de los tratados de paz de París de 1973. También cabe citar
los buenos oficios del Rey de España en la controversia entre Uruguay y Argen-
tina a raíz de la construcción de dos plantas de celulosa en la ribera uruguaya
del rio Uruguay. A través de sus buenos oficios, el monarca español favoreció el
restablecimiento del diálogo bilateral entre las partes para buscar una solución
a la controversia, como quedó plasmado en la Declaración de Madrid suscrita
por ambos Estados el 20 abril 2007.
La mediación no siempre se distingue claramente de los buenos oficios, por-
que entre uno y otro medio de arreglo pacífico sólo hay una diferencia de grado.
La mediación consiste en la acción de un tercero (Estado, Organización Interna-
cional, personalidad de reconocida autoridad) para conciliar las reclamaciones
de las partes en conflicto, asumiendo mayor protagonismo que en los buenos
oficios.
Según el Convenio para el arreglo pacífico de los conflictos internacionales de
18 de octubre de 1907, el papel del mediador consiste en:
“conciliar las pretensiones opuestas y en apaciguar los resentimientos que puedan haber-
se producido entre los Estados en conflicto” (artículo 4).
25
Ver: Oficina de Asuntos Jurídicos-División de Codificación: Manual sobre el arreglo pacífico de
controversias entre Estados, Nueva York (Naciones Unidas), 1992, p. 42.
26
Artículo 6 del Convenio para el arreglo pacífico de los conflictos internacionales de 18 de octu-
bre de 1907.
490 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Oriente próximo (compuesto por la ONU, la UE, Estados Unidos y Rusia) que
diseñó la “hoja de ruta” para la paz en 2003. También puede reseñarse en este
sentido la intervención del Secretario de Estado de los Estados Unidos Colin
Powell en el incidente hispano-marroquí del islote de Perejil en el año 2002, pese
a que el Estado español no reconoce que éste actuara en funciones de auténtico
mediador.
C) La investigación
La investigación es un término intercambiable por el de “encuesta” (traduc-
ción impropia del francés “enquête”) o “determinación de los hechos” (en inglés
“fact finding”) y consiste en la intervención de un tercero para facilitar la solu-
ción del litigio cuando la controversia internacional resulta de una divergencia
de apreciación sobre puntos de hecho. Una característica de este medio de solu-
ción es que el tercero interviniente no suele ser una persona o ente individual
sino un órgano colectivo: la comisión internacional de investigación.
El procedimiento de investigación de los hechos fue concebido por la Conven-
ción de La Haya de 1899 y se aplicó con éxito en el incidente del Dogger Bank
(1894-1895), provocado por el ataque de una escuadra rusa a pesqueros británi-
cos a los que se confundió con torpederos japoneses. Más tarde, la Convención de
La Haya de 1907 desarrolló y precisó las reglas propias de este procedimiento
(artículos 19 a 36). El procedimiento de investigación se generalizó en el mar-
co de los denominados tratados Bryan, celebrados entre 1913 y 1914 por los
Estados Unidos con una treintena de Estados europeos y latino-americanos,
que imponían la sumisión a comisiones permanentes de investigación de todas
las controversias que surgieran entre las partes. Los tratados Bryan, que toda-
vía están vigentes y se emplean de tanto en tanto, eliminaron las restricciones
contenidas en los convenios de La Haya de 1899 y 1907, que sólo permitían el
recurso al procedimiento de investigación en las controversias que no afectaran
“al honor y los intereses vitales de los Estados”.
La investigación consiste, pues, en la intervención de una comisión de veri-
ficación, que se constituye con el acuerdo de las partes en la controversia, con
objeto de esclarecer las cuestiones de hecho por medio de un examen imparcial
y concienzudo. Para facilitar la configuración de la composición de la comisión
de investigación, que debe hacerse de común acuerdo las partes, los convenios
internacionales que prevén el recurso a este modo de solución suelen contener
listas de expertos propuestos a tal fin. Al tratarse de un medio más técnico
y complejo, las partes suelen regular con cierto detalle el procedimiento a se-
guir por la comisión, que deberá proceder al examen contradictorio de los datos
presentados a fin de establecer una determinación imparcial de los hechos. En
consecuencia, las partes deben facilitar a la comisión todos los medios y darle
todas las facilidades necesarias para el conocimiento completo de los hechos;
además, la comisión puede solicitar de las partes en la controversia las explica-
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 491
D) La conciliación
La conciliación consiste en la intervención de un tercero, la comisión de con-
ciliación, que se constituye con el acuerdo de las partes, con objeto de dilucidar
las cuestiones en litigio, señalando a la atención de las partes todas las medidas
que puedan facilitar una solución amistosa de la controversia y haciéndoles pro-
puestas con tal fin.
El procedimiento de conciliación no fue contemplado expresamente en los
Convenios de La Haya de 1899 y 1907 pero se desarrolló en la época de la So-
ciedad de Naciones incluyéndose en más de 200 tratados de arreglo pacífico,
multilaterales y bilaterales, concertados en el periodo de entreguerras. El mo-
delo fue consagrado en el Acta General para el arreglo pacífico de controversias
internacionales de 1928, luego revisada por las Naciones Unidas en 1949, que lo
definía del modo siguiente:
“La tarea de la Comisión de conciliación consistirá en dilucidar las cuestiones objeto de
controversia, acopiar con este fin de información necesaria mediante investigaciones o por
otros medios, y procurar que las partes lleguen a un acuerdo. Una vez examinado el caso,
puede informar a las partes de los términos de arreglo que le parecen apropiados y establecer
el periodo dentro del cual las partes han de adoptar una decisión con mi (Artículo 15, 1).
27
En el seno de las Organizaciones internacionales, en especial de las Naciones Unidas, resulta
también especialmente útil el empleo de la investigación con objeto de lograr el cabal conoci-
miento de los hechos relevantes de toda situación o controversia susceptible de poner en peli-
gro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Ver: Resolución 46/59 de 9 de
diciembre de 1991 de la Asamblea General, Declaración sobre determinación de los hechos por
las Naciones Unidas en el ámbito del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
(A/RES/46/59, Annex, 17 January 1992).
492 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
28
Ver: J. P. COT y A. PELLET (directores): La Charte des Nations Unies, Paris-Bruselas (Econo-
mica-Bruylant) 1985, pp. 811-812.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 493
1. Iniciativa
La actuación del Consejo de Seguridad puede iniciarse a iniciativa propia (ex
oficio), pudiendo así “investigar toda controversia o todas situación susceptibles
de conducir a fricción internacional o dar origen a una controversia” (artículo
34)
El Consejo de Seguridad también puede actuar a petición tanto de un Estado
Miembro de la Organización como de un Estado que no sea Miembro. En efecto,
en virtud del principio de libre elección de medios, todo Miembro de las Naciones
Unidas podrá llevar “cualquier controversia” o cualquier “situación” susceptible
29
Cf. Documents de la Conférence des Nations Unies sur l’Organisation Internationale, San Fran-
cisco, 1945, t. VI Commission I, Dispositions Générales, Londres-Nueva York (United Nations
Conference on International Organization) vol. 6, p. 473.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 495
2. Modalidades
La actuación del Consejo de Seguridad para el arreglo pacífico de las contro-
versias o situaciones puede presentar diversas modalidades. En primer lugar, el
Consejo de Seguridad, a iniciativa propia, puede “investigar” toda controversia
o toda situación susceptibles de conducir a fricción internacional o dar origen
a una controversia, a fin de determinar si la prolongación de tal controversia
o situación puede poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales (artículo 34).
En segundo lugar, el Consejo de Seguridad puede “instar” a las partes a arre-
glar la controversia o situación por medios pacíficos, dejándoles en libertad de
elegir los medios de que se trata (Artículo 33,2). En tercer lugar, si por cual-
quier razón esta invitación no prospera, el Consejo de Seguridad puede pasar
a una acción más directa pudiendo “recomendar los procedimientos o métodos
de ajuste que sean apropiados”, tomando en consideración todo procedimiento
que las partes hayan adoptado y tomando también en consideración que las con-
troversias de orden jurídico, por regla general, deben ser sometidas a la Corte
internacional de Justicia (Artículo 36). En Cuarto lugar, si el Consejo de Segu-
496 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
30
Oficina de Asuntos Jurídicos-División de Codificación: Manual sobre el arreglo pacífico de con-
troversias... cit. p. 135.
498 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
o a una misión de investigación, a las zonas donde existe una controversia o una
situación. E incluso, si fuera necesario, el Secretario General debería plantearse
la posibilidad de adoptar las medidas apropiadas.
Con todo, hay que destacar que las posibilidades del papel que puede desem-
peñar el Secretario General en el arreglo pacífico de controversias solo pueden
ser eficaces sobre la base de la interacción con el Consejo de Seguridad y de la
Asamblea General, y a condición de que goce del pleno apoyo de los Estados31.
31
Ibíd., p. 139.
Lección 21
El arreglo pacífico de controversias
internacionales: los medios de solución
jurisdiccional
I. ASPECTOS GENERALES
Los medios de solución de las controversias internacionales de carácter juris-
diccional son el arbitraje y el arreglo judicial. Se denominan medios de arreglo
jurisdiccional porque la solución de la controversia se encomienda a un tercero
imparcial, el árbitro o el juez, que ejerce su jurisdicción (juris dictio) emitiendo
una decisión obligatoria basada en el Derecho.
Los medios de solución jurisdiccionales, como los medios de arreglo políticos,
se basan en la voluntad de las partes, ya que las controversias internacionales
no pueden ser sometidas al arbitraje o al arreglo judicial sin su consentimiento.
Este consentimiento puede ser anterior o posterior al nacimiento de la contro-
versia, pero es en todo caso necesario para que el órgano arbitral o judicial
pueda ejercer su jurisdicción sobre las partes en la misma. La impronta de la
voluntad de las partes, derivada del principio de libertad de elección que domina
el arreglo pacífico de controversias, no se limita únicamente a la sumisión a los
medios de solución jurisdiccional sino que afecta también al desarrollo ulterior
de los mismos. El carácter moldeable de la institución es particularmente nota-
ble en el caso del arbitraje, que se acomoda fácilmente al diseño que los Estados
que lo establecen quieran configurar.
A diferencia de lo que ocurre en los medios de arreglo políticos, en los medios
de arreglo jurisdiccionales, la solución establecida por el árbitro o por el juez
estará basada en la aplicación de las normas del Derecho internacional (salvo
que las partes decidan solicitar una decisión ex aequo et bono) y la solución
de la controversia, contenida en la decisión del órgano arbitral o judicial, será
obligatoria para las partes. Por esta razón, se dice que tanto el arbitraje como el
arreglo judicial son métodos “obligatorios” de solución de controversias. Ello no
significa, sin embargo, que los sujetos del Derecho internacional deban acudir
a estos medios de solución obligatoriamente (ya que el recurso a los mismos
es voluntario y requiere el acuerdo de las partes) sino que, si se recurre a ellos
voluntariamente, se acepta también necesariamente que la decisión final del
árbitro o juez tendrá carácter obligatorio para las partes.
En apariencia, los medios de arreglo jurisdiccionales parecen apropiados pa-
ra la solución de controversias jurídicas. Así lo reconoce, respecto del arbitraje,
el Convenio para el arreglo pacífico de los conflictos internacionales de 18 de
octubre de 1907, al afirmar que “En las cuestiones de orden jurídico y en primer
500 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1
Ver texto en: Annuaire Européen, vol. V, 1959, pp. 345-362.
2
Así lo ha reconocido la propia CIJ, en el asunto relativo a las acciones armadas fronterizas y
transfronterizas (Nicaragua contra Honduras), cuando afirma “no ignorar que toda controver-
sia jurídica llevada ante él puede presentar aspectos políticos...” Actions armées frontalières et
transfrontalières (Nicaragua c. Honduras), Compétence de la Cour et recevabilité de la requête.
Arrêt du 20 décembre 1988, Recueil 1988, p. 26.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 501
B) Concepto y clases
El Convenio de La Haya para el arreglo pacífico de los conflictos internacio-
nales de 18 de octubre de 1907 afirmó que:
“el objeto del arbitraje internacional es arreglar los litigios entre los Estados mediante
jueces por ellos elegidos y sobre la base de respeto al Derecho”.
sobre el mismo tema... fue adoptado por la Corte Permanente de Justicia Internacional en su
opinión consultiva de 21 de noviembre de 1925... fue reafirmado en el trabajo de la Comi-
sión de derecho internacional, que reservó el caso en el que las partes hayan decidido que
la decisión solicitada pueda ser adoptada ex aequo el bono...
4
Ver: CIJ, Applicabilité de l’obligation d’arbitrage en vertu de la section 21 de l’accord du 26 juin
1947 relatif au siège de l’Organisation des Nations Unies, avis consultatif, CIJ Recueil 1988, p.
12).
5
Otro ejemplo reciente de esta misma naturaleza es el Tribunal arbitral especial de reclama-
ciones Irán-Estados Unidos, establecido por los Acuerdos de Argel de 19 de enero de 1981, que
contempla la posibilidad de entender de reclamaciones presentadas por ciudadanos de cada
uno de los dos Estados contra el otro.
6
Ver: DUPUY, P. M. Droit international public, 3ª ed., Paris (Dalloz), 1995, pp. 415-416, y A.
REMIRO BROTÓNS y otros: Derecho internacional, cit. pp. 856-857.
7
Francia y Greenpeace recurrieron al arbitraje para resolver la controversia derivada del sa-
botaje del buque Rainbow Warrior, hundido en el puerto de Auckland (Nueva Zelanda). El
acuerdo de arbitraje se celebró en diciembre de 1985, en Nueva York, a instancias de Nueva
Zelanda y bajo los auspicios del Secretario General de las Naciones Unidas. El tribunal arbi-
tral se constituyó en Ginebra en 1986 y condenó a Francia a pagar una elevada indemnización.
Ver: Revue général de droit international public 1986, p. 996 y 1094, y 1987, p. 623.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 503
C) Recurso al arbitraje
La existencia de los tribunales arbitrales se basa exclusivamente en la vo-
luntad de las partes, de modo que el fundamento del arbitraje se encuentra en
el acuerdo de las partes en la controversia. Como afirmó la Corte internacional
de Justicia en el asunto Ambatielos:
”constituye un principio bien establecido en Derecho internacional y aceptado por su
jurisprudencia así como por la de permanente de Justicia internacional, que un Estado no
está obligado a someter sus controversias al arbitraje sin su consentimiento”8.
8
Asunto Ambatielos (Fondo) CIJ. Recueil 1953, p. 19.
9
El Acta fue adoptada por la Asamblea de la Sociedad de Naciones el 26 de septiembre de 1928
y revisada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 28 de abril de 1949. Ver texto
del Acta en GARCÍA ARIAS, L. Corpus Iuris... cit., pp. 648 y s.
10
BOE de 18 de febrero de 1998.
504 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
11
Naturalmente, en los casos de arbitrajes encomendados a personalidades como un Jefe de Es-
tado o el Papa, lo usual es que éste designe a su vez una comisión, formada por especialistas,
que redacta un informe técnico sobre cuya base el árbitro elegido pronuncia la sentencia.
12
En realidad, en La Haya está la “Oficina internacional” (International Bureau), creada por
el Convenio de 1907, que sirve de “Escribanía” o Secretaría del Tribunal (art. 43). La Oficina
Internacional está dirigida por el “Consejo de Administración Permanente”, compuesto de los
representantes diplomáticos de las “Potencias signatarias” acreditadas en La Haya y del Mi-
nistro “de Negocios Extranjeros” de los Países Bajos (art. 49).
13
Debe tratarse de personas “de reconocida competencia en cuestiones de Derecho internacional,
que gocen de la mas alta consideración moral y se hallen dispuestas a aceptar las funciones de
árbitro”, nombradas por “las Potencias signatarias”
14
Cuando las “Potencias signatarias” deseen dirigirse al Tribunal Permanente para el arreglo de
una controversia surgida entre ellas, procederán a la elección de los árbitros de la lista general
de miembros del Tribunal. En cuanto se forma el Tribunal, las Partes notifican a la Oficina su
decisión de dirigirse al Tribunal, el texto de su compromiso y los nombres de los árbitros. La
Oficina puede poner sus locales y su organización a disposición de las Partes para el funciona-
miento de la jurisdicción especial de arbitraje (arts. 45, 46 y 47).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 505
15
Este principio está firmemente establecido en el Derecho internacional común, ha sido recono-
cido en diversos instrumentos internacionales y ha sido también afirmado expresamente por
la jurisprudencia internacional (ver: “Affaire Nottebohm (exception préliminaire), Arrêt du 18
novembre 1953: CIJ Recueil 1953, p. 111”).
16
El Convenio de La Haya de arreglo pacífico de diferencias de 1907 estipula la aplicación ge-
nérica de “el Derecho” o de las “reglas de Derecho” (arts. 37 y 73); el “Pacto de Bogotá” de 1948
guarda silencio en cuanto al Derecho aplicable; el Protocolo al Tratado Antártico de 1991 se
refiere a las “normas y principios de Derecho internacional aplicables” (art. 10 d).
17
El Acuerdo de 3 de agosto de 1935 entre Estados Unidos y Canadá, relativo a la Fundición de
Trail, ordenó al Tribunal arbitral que aplicara “el derecho y la práctica seguida en la materia
en los Estados Unidos de América” (Ibíd., vol. III, p. 1908). En ocasiones, los compromisos
arbitrales se refieren a “los principios del derecho y de la equidad”. Tal es el caso del Acuerdo
de 30 de junio de 1921 entre Estados Unidos y Noruega relativo a las reclamaciones de los
Armadores Noruegos (ONU: Recueil des sentences arbitrales, vol. I, p. 310).
506 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
3. Sentencia arbitral
La sentencia arbitral es obligatoria para las partes en litigio, es definitiva y
debe recibir inmediata ejecución.
La sentencia arbitral, también llamada laudo, se adopta por el voto del ár-
bitro único o de la mayoría de los miembros del Tribunal. En cualquier caso,
los árbitros pueden emitir “opiniones individuales” o “declaraciones”, así como
“opiniones disidentes” en las que manifiestan su disconformidad con el fallo de
la sentencia. Las opiniones individuales o declaraciones personales de los jue-
ces que han votado a favor de la sentencia no modifican en ningún caso el voto
propiamente dicho, como se ha puesto de manifiesto en el asunto de la sentencia
arbitral de 31 de julio de 1989 (Camerún c. Guinea-Bissau).
La sentencia arbitral es obligatoria porque, como afirma el artículo 37 del
Convenio de 1907, el acuerdo de arbitraje implica el compromiso de someterse
de buena fe a la sentencia arbitral. La sentencia es, pues, obligatoria para las
partes y posee autoridad de cosa juzgada; esta autoridad de cosa juzgada es re-
lativa pues su obligatoriedad se limita a las partes en el arbitraje y respecto de
la cuestión decidida en el mismo.
La sentencia resuelve la controversia de modo definitivo, sin que exista la po-
sibilidad de ulterior recurso de apelación ante otra instancia arbitral o judicial.
Sí cabe, sin embargo, la posibilidad de interponer recursos de interpretación,
reforma o revisión ante el propio Tribunal que ha dictado la sentencia arbitral,
pero ello sólo puede hacerse con el previo consentimiento de las partes19. En el
recurso de interpretación, los árbitros que dictaron la sentencia pueden precisar
la misma, aclarando uno o varios extremos o rectificando un error material, pero
no pueden alterar ni el razonamiento ni el fallo emitido. En el recurso de revi-
sión, que se podrá plantear cuando se conozca un hecho nuevo que si se hubiere
conocido antes habría llevado al Tribunal a juzgar de manera diferente, se abre,
en cambio, la posibilidad de volver a considerar lo decidido en la sentencia y
modificar el razonamiento y el fallo.
La nulidad de la sentencia arbitral puede plantearse por varias causas o
motivos: a saber, cuando el acuerdo arbitral esté afectado por una de las causas
18
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et. al., op. cit., p. 856.
19
Como afirmara la Corte Permanente de Justicia Internacional “si el consentimiento de las
partes no existe, el árbitro no está calificado para interpretar su sentencia.” CPJI, Asunto
Jaworzina, Serie B, núm. 8.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 507
20
Ver: DUPUY, P. M. Droit international... cit., p. 415.
508 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
cionó entre 1908 y 1917 y dictó diez sentencias. La primera jurisdicción interna-
cional de ámbito universal fue la Corte Permanente de Justicia internacional,
prevista por el artículo 14 del Pacto de la Sociedad de Naciones y cuyo estatuto
fue adoptado mediante un protocolo separado que entró en vigor en 1921, siendo
revisado en 1936. La labor de la Corte Permanente de Justicia Internacional
fue muy importante hasta que dejó de funcionar al iniciarse la segunda guerra
mundial, siendo formalmente disuelta en 1946. Entre 1922 y 1940, la Corte
Permanente se ocupó de 66 asuntos, dictando 27 dictámenes consultivos y 32
sentencias. La sucesora de la Corte Permanente de Justicia internacional es la
actual Corte internacional de Justicia, cuyo régimen estudiaremos más deteni-
damente en otros epígrafes de esta lección. La desaparición de la Corte perma-
nente y su substitución por la actual Corte no ha constituido una ruptura radi-
cal, ya que sus respectivos estatutos tienen un contenido casi idéntico; además,
la competencia atribuida a la Corte Permanente se extendió automáticamente
en beneficio de actual y las instalaciones, archivos servicios y bienes de aquélla
se traspasaron también a la nueva jurisdicción.
Actualmente, existen diversos tribunales internacionales de ámbito univer-
sal o regional, con competencias en materia de arreglo pacífico de controversias.
Son tribunales internacionales de ámbito universal, el Tribunal Internacional
de Justicia21 y el Tribunal Internacional del Derecho del Mar22. Son tribunales
internacionales de ámbito regional: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos23,
21
El Tribunal Internacional de Justicia fue creado por la Carta de las Naciones Unidas de 25 de
abril de 1945 (BOE de 16 de noviembre de 1990); su Estatuto forma parte de la Carta de la
ONU. El Tribunal Internacional de Justicia es el único tribunal internacional con competen-
cias generales y será estudiado seguidamente.
22
El Tribunal Internacional del Derecho del Mar ha sido creado por el Convenio de las Nacio-
nes Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 (art. 287). El Tribunal es
competente para conocer de las controversias relativas a la interpretación o la aplicación del
Convenio de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar que se le sometan por las partes en
la controversia, si éstas lo han aceptado así al firmar o ratificar el Convenio de las Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar o al adherirse a él o en cualquier momento posterior, me-
diante una declaración escrita (art. 287). El Tribunal también será competente para conocer
de las controversias relativas a la interpretación o la aplicación de un acuerdo internacional
“concerniente a los fines” del Convenio de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que se le
sometan conforme a ese acuerdo (art. 288).
23
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha sido creado por el Convenio para la protec-
ción de los derechos humanos y de las libertades fundamentales de 4 de noviembre de 1950
(BOE de 10 de octubre de 1979) y modificado por el Protocolo 11 al Convenio Europeo para la
Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales relativo a la Rees-
tructuración de los Mecanismo de control establecidos en el Convenio de 11 de mayo de 1994
(BOE de 26 de junio de 1998) y por el Protocolo 14 al Convenio Europeo para la Protección de
los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales por el que se Modifica el Sistema
de Control Establecido por el Convenio, de 13 de mayo de 2004 (BOE de 28 de mayo de 2010).
Además de las competencias que le atribuyen el Convenio y los Protocolos, El Tribunal es com-
petente para conocer “asuntos entre Estados” (art. 33). El Tribunal es competente en virtud
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 509
del consentimiento otorgado por cada Estado al vincularse por el Convenio y los Protocolos, sin
necesidad de compromiso.
24
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea es una Institución cuya misión es garantizar
el respeto del Derecho en la interpretación y en la aplicación de los Tratados. Ver: MANGAS
MARTÍN, A. y LIÑÁN NOGUERAS, D. J. Instituciones y Derecho de la Unión Europea, 6ª ed.,
Madrid (Tecnos) 2010, pp. 437-440.
25
El Tribunal Europeo sobre Inmunidad de los Estados ha sido creado por el Protocolo Adicional
al Convenio Europeo sobre Inmunidad de los Estados de 16 de mayo de 1972. El Tribunal es
competente para conocer las controversias que puedan surgir entre dos o varios Estados par-
tes en el Protocolo, relativas a la interpretación o a la aplicación del Convenio Europeo sobre
Inmunidad de los Estados, que le sean sometidas mediante demanda presentada por una de
las partes en la controversia o en virtud de un compromiso (art. 2 del Protocolo). El Tribunal
también será competente para conocer de las controversias que puedan surgir entre dos o
varios Estados partes en el Convenio Europeo sobre Inmunidad de los Estados, relativas a la
interpretación o a la aplicación del mismo, que le sean sometidas en virtud de un compromiso,
aunque aquellos Estados o alguno ellos no sean partes en el Protocolo (art. 3 del Protocolo).
Ver texto en: Revue trimestrielle de droit européen 1973, pp. 313-328. En junio de 2011, este
Protocolo estaba en vigor entre los siguientes Estados: Alemania, Austria, Bélgica, Chipre,
Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Suiza.
26
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sido creada por el Convenio Americano de
Derechos Humanos de 22 de noviembre de 1969. tiene competencia para conocer de los casos
relativos a la interpretación y la aplicación de las disposiciones de la Convención Americana
de 1969, que le sean sometidos, siempre que los Estados partes en el caso hayan reconocido o
reconozcan dicha competencia (art. 62).
27
El Tribunal fue creado por el Tratado que crea el Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartage-
na de 28 de mayo de 1979 y modificado por el Tratado de Creación del Tribunal de Justicia de
la Comunidad Andina de 10 de mayo de 1996.
28
Hay muchos tratados que contienen cláusulas de este tipo; tal es el caso, por ejemplo, del artí-
culo 66 a) del Convenio sobre el Derecho de los Tratados de 23 de mayo de 1969.
29
Ver.: Manual sobre el arreglo... cit., p. 73. Entre esos “otros medios” en cuya virtud los Estados
pueden aceptar la competencia de los tribunales internacionales está, por ejemplo, la llamada
510 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
1. Organización de la Corte
La Corte internacional de Justicia está compuesta por quince miembros, sin
que dos de ellos puedan ser de la misma nacionalidad (art. 10, 3 del Estatuto).
Los jueces son elegidos por un periodo de nueve años31 de entre personas que
gocen de alta consideración moral y que reúnan las condiciones requeridas para
el ejercicio de las mas altas funciones judiciales en sus respectivos países, o que
sean jurisconsultos de reconocida competencia en materia de Derecho interna-
cional (arts. 2 y 3 del Estatuto). En el conjunto de los magistrados de la Corte
deben estar representadas “las grandes civilizaciones y los principales sistemas
jurídicos del mundo” (art. 9 del Estatuto). En la práctica, desde 1946 esta dis-
“cláusula facultativa de jurisdicción obligatoria” del artículo 36.2 del Estatuto del Tribunal
Internacional de Justicia, que se estudiará seguidamente.
30
“Affaire Nottebohm (exception preliminaire)... cit. p. 111.
31
Los miembros de la CIJ son elegidos, en votación simultánea e independiente, por la Asamblea
General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de una nómina de candidatos pro-
puestos por los grupos nacionales del Tribunal Permanente de Arbitraje (art. 5 del Estatuto).
Para resultar elegido, un candidato debe haber obtenido la mayoría absoluta de votos en la
Asamblea General y en el Consejo de Seguridad, sin que opere en este caso el llamado derecho
de “veto” de los miembros permanentes (art. 10 del Estatuto).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 511
32
(J. P. COT y A. PELLET (dir.): La Charte des Nations Unies cit., p. 1247).
33
Antes de asumir las obligaciones del cargo, cada miembro de la Corte debe declarar solemne-
mente, en sesión pública, que ejercerá sus funciones con toda imparcialidad y conciencia (art.
20 del Estatuto).
512 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
2. Competencia contenciosa
La competencia contenciosa, cuyo objeto es el arreglo de controversias de
orden jurídico entre Estados, constituye la función esencial de la Corte. Así lo
afirma categóricamente el artículo 38.1 del Estatuto al enunciar que su función
es “decidir conforme al Derecho internacional las controversias que le sean so-
metidas...”.
34
El Reglamento de la CIJ, adoptado el 14 de abril de 1978, contempla la posibilidad de que las
Salas se constituyan a solicitud de y con el acuerdo de las partes en la controversia. En este
caso, el Presidente de la CIJ “indagará la opinión” de cada una de las partes en lo relativo a
la composición de la Sala e informará a la CIJ al respecto., una vez que haya fijado, con el
asentimiento de las partes, el número de sus miembros que compondrán la Sala, procederá a
su elección por votación secreta (art. 17 del Reglamento).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 513
esta condición ipso facto (art. 93.1 de la Carta). Un Estado que no sea miembro
de las Naciones Unidas podrá llegar a ser parte en el Estatuto de acuerdo con
las condiciones que determine en cada caso la Asamblea General a recomen-
dación del Consejo de Seguridad (art. 93.3 de la Carta). En la práctica, esas
condiciones han sido siempre las que se fijaron, en su día, para Suiza, que fue el
primer Estado no miembro que invocó la disposición del artículo 93.2 de la Car-
ta: 1) aceptación del Estatuto de la Corte; 2) aceptación de las obligaciones que
el artículo 94 de la Carta establece para los Estados miembros; y 3) compromiso
de contribuir a los gastos de la Corte, en la proporción fijada por la Asamblea
General, tras consultar con el Estado en cuestión35.
El Estatuto dispone que la Corte está también abierta a “otros Estados” (art.
35.2), es decir, a Estados que no sean partes en el Estatuto, ni miembros de la
Organización (art. 35.3 del Estatuto). Las condiciones bajo las cuales la Corte
estará abierta a tales Estados debían ser fijadas por el Consejo de Seguridad
que el 15 de octubre de 1946 adoptó la Resolución 9 (1946) en la que estableció
las condiciones siguientes: 1) el Estado en cuestión debe depositar ante la Secre-
taría de la Corte una declaración de aceptación de la jurisdicción de la Corte, de
conformidad con las disposiciones de la Carta, del Estatuto y del Reglamento de
la Corte, y del compromiso de cumplir de buena fe las decisiones de la Corte, así
como las obligaciones que el artículo 94 de la Carta establece para los Estados
miembros de la ONU; 2) de conformidad con lo dispuesto en el artículo 35.3 del
Estatuto, los Estados no miembros de Naciones Unidas, que no contribuyan a
los gastos de la Corte, y que sean partes en un asunto deben contribuir a los
gastos de la Corte, con la cantidad fijada por ésta.
Actualmente, estas disposiciones carecen de especial transcendencia prácti-
ca, por el carácter prácticamente universal de la ONU, cuyos 192 Estados miem-
bros son ipso facto partes en el Estatuto de la CIJ.
35
COT, J. P. y PELLET, A.: La Charte... cit, pp. 1257-1267.
514 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
pio Tribunal ha afirmado “no ignorar que toda controversia jurídica llevada ante
él puede presentar aspectos políticos...”36. La jurisprudencia de la Corte pone de
manifiesto que la cuestión de precisar si un conflicto entra o no en la categoría
de “conflictos jurídicos” puede constituir en sí misma una controversia que debe
decidir la Corte37.
La Corte debe decidir “conforme al Derecho internacional” (art. 38.1 del Es-
tatuto), aunque tiene también la facultad de decidir un litigio ex aequo et bono,
si las partes así lo convienen (art. 38.2). Según dispone el artículo 38.1, cuando
la Corte decide conforme al Derecho internacional debe aplicar:
a. las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas
expresamente reconocidas por los Estados litigantes;
b. la costumbre internacional como prueba de una practica generalmente aceptada como
derecho;
c. los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas.
d. Las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las
distintas naciones, como medios auxiliares para la determinación de las reglas de Derecho,
sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 59.
36
Actions armées frontalières et transfrontalières (Nicaragua c. Honduras), Compétence de la
Cour et Recevabilité de la requête. Arrêt du 20 décembre 1988, p. 26.
37
Ver: Activités militaires et paramilitaires au Nicaragua et contre celui-ci... arrêt... CIJ Recueil
1986... cit.
38
Sobre esta noción ver: asunto de la Elettronica Sicula S.p.A. (ELSI), arrêt, CIJ Recueil 1989, p.
15.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 515
39
Ver: Affaire relative à l’application de la convention pour la prévention et la répression du crime
de génocide (Bosnie-Herzégovine c. Yugoslavie) (exceptions préliminaires), arrêt du 11 juillet
1996.
40
Timor oriental (Portugal c. Australie), arrêt, CIJ Recueil 1995, p. 90. En este mismo asunto, el
Tribunal cita toda su jurisprudencia anterior en relación con ese mismo principio.
516 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
controversias entre las partes o bien mediante una cláusula específica de arre-
glo judicial incluida en un tratado concreto, en la que se contemple la sumisión
a la Corte de las controversias relativas a la interpretación y aplicación del
mismo (clausula compromisoria). Muchos tratados vigentes incluyen disposi-
ciones y cláusulas de esta naturaleza41, por ejemplo, el Tratado Interamericano
de Solución Pacífica de Controversias (“Pacto de Bogotá”) de 30 de abril de 1948
(art. XXXI), el Convenio Europeo sobre el Arreglo Pacífico de Controversias In-
ternacionales de 29 de abril de 1957 (art. 38), la Convención de Viena sobre el
Derecho de los tratados de 23 de mayo de 1969 (art. 66.a), y la Convención de
las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 (art.
287.1.b).
3) La llamada “cláusula facultativa de jurisdicción obligatoria” está descrita
en el apartado 2 del artículo 36 del Estatuto:
“Los Estados partes en el presente Estatuto podrán declarar en cualquier momento que
reconocen como obligatoria ipso facto y sin convenio especial respecto a cualquier otro Es-
tado que acepte la misma obligación, la jurisdicción de en todas las controversias de orden
jurídico...”
41
En su Informe presentado al 65º período de sesiones de la Asamblea General, 1 de agosto 2009
a 31 de julio 2010, la CIJ indica que alrededor de 300 convenios multilaterales o bilaterales
incluyen disposiciones relativas a su competencia (ver: Informe de la Corte Internacional de
Justicia 1 de agosto de 2009 a 31 de julio de 2010, Naciones Unidas, Nueva York, 2010.
42
Ver Affaire de la compétence en matière de pechêries (Espagne c. Canada), arrêt du décembre
1998 (compétence de la Cour) (v. texto en: http://www.icj-cij.org/cijwww/cdocket/cec/cecjudge-
ment).
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 517
43
CIJ, Recueil 1984, p. 418.
44
Varias de estas restricciones se incluyen también a la declaración formulada por España (BOE
de 16 de noviembre de 1990).
45
Esta reserva automática, cuya validez podría cuestionarse y cuya nulidad podría afectar tanto
a la reserva misma como a la propia declaración en la que ésta se inserta, presenta en todo ca-
so la contrapartida de poder ser utilizada a la recíproca, como hiciera Noruega contra Francia
en el asunto de los empréstitos noruegos de 1957. Por ello, los Estados que la han formulado
con el paso del tiempo la han retirado (caso de Estados Unidos y Francia). En estos momentos
solamente cinco Estados mantienen a la reserva automática en sus declaraciones (México,
Liberia, Sudán, Malawi y Filipinas).
46
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. et al. op. cit., p. 871.
518 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Estado. Así ocurrió, por ejemplo, en el asunto del estrecho de Corfú (Reino Unido
c. Albania)47 y en el asunto Haya de la Torre (Colombia c. Perú)48.
3. Competencia consultiva
La Corte, en cuanto órgano judicial principal de la Organización, dispone
también de competencia consultiva. En su virtud la Corte “podrá emitir opinio-
nes consultivas respecto de cualquier cuestión jurídica, a solicitud de cualquier
organismo autorizado para ello por la Carta de las Naciones Unidas, o de acuer-
do con las disposiciones de la misma” (art. 65.1 del Estatuto). El artículo 96 de
la Carta precisa el alcance esta disposición:
“1. La Asamblea General o el Consejo de Seguridad podrán solicitar de que emita una
opinión consultiva sobre cualquier cuestión jurídica.
2. Los otros órganos de las Naciones Unidas y los organismos especializados que en
cualquier momento sean autorizados para ello por la Asamblea General podrán igualmente
solicitar de opiniones consultivas sobre cuestiones jurídicas que surjan en la esfera de sus
actividades”.
47
Al ser demandada ante la CIJ por el Reino Unido, Albania, que no había aceptado la com-
petencia de la Corte, manifestó su disposición a comparecer ante el Tribunal y designó a su
agente. La Corte afirmó al respecto que ello implicaba la aceptación de su competencia y que
“ni el Estatuto ni el Reglamento requieren que ese consentimiento se exprese en una forma
determinada” (ver: “Affaire du détroit de Corfou, Ordonnance du 31 juillet 1947: CIJ Recueil
1947-1948, p. 27).
48
En su sentencia de 13 de junio de 1951, la Corte describió la conducta de las partes, funda-
mento de su competencia: “En el presente asunto, las Partes han aceptado la competencia del
Tribunal. Ellas han discutido a fondo todas las cuestiones sometidas a él y no se han opuesto a
una decisión sobre el fondo. Esta actitud de las partes es suficiente para fundamentar la com-
petencia del Tribunal” (v.: “Affaire Haya de la Torre, Arrêt du 13 juin 1951: CIJ Recueil 1951,
p. 71”).
49
Ver: Licéité de la menace ou de l’emploi d’armes nucléaires, avis consultatif, CIJ Recueil 1996,
p. 226.
50
Ver: Sahara occidental, avis consultatif, CIJ Recueil 1975, p. 12.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 519
51
Los organismos especializados autorizados para solicitar opiniones consultivas son: la Orga-
nización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización de las Naciones Unidas para la Cien-
cia y la Cultura (UNESCO), la Organización para la Aviación Civil Internacional (OACI), la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial (BIRD), la Sociedad Financiera
Internacional o Corporación Financiera Internacional (SFI o CFI), la Asociación Internacional
para el Desarrollo o Asociación Internacional de Fomento (AID o AIF), el Fondo Monetario
Internacional (FMI), la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la Organización
Meteorológica Mundial (OMM), la Organización Marítima Internacional (OMI), la Organiza-
ción Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrí-
cola (FIDA) y la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI).
La Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) está también autorizada. Ver: http://
www.icj-cij.org/jurisdiction/index.
52
Ver Sahara occidental, avis consultatif... cit.
520 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
c) Competencia de la Corte
Antes de proceder a emitir una opinión consultiva, la Corte debe examinar
si tiene competencia para hacerlo, de acuerdo con lo previsto en el artículo 65.1
de su Estatuto, precisado por el artículo 96.2 de la Carta55. La Corte debe pues
cerciorarse de la cuestión planteada tiene un carácter jurídico, que el organis-
mo solicitante está debidamente autorizado para solicitar el dictamen y que la
cuestión planteada ha surgido dentro de la esfera de actividades del organismo
solicitante.
La competencia consultiva de la Corte es facultativa en el sentido de que,
una vez que ésta ha establecido su propia competencia, su Estatuto le confiere
el poder discrecional de decidir si debe o no emitir la opinión consultiva que le
ha sido solicitada, como la propia Corte ha indicado en diversas ocasiones56. Sin
embargo, la Corte, “consciente de sus responsabilidades en cuanto órgano judi-
cial principal de las Naciones Unidas”, siempre ha considerado que, en principio,
no debe negarse a emitir una opinión consultiva, y que sólo “razones decisivas”
podrían llevarle a no emitirlo. De hecho, la Corte jamás se ha negado a emitir
una opinión consultiva57.
La jurisprudencia de la Corte pone de manifiesto que los principios jurídicos
que aplica en el ámbito de su función consultiva son básicamente los mismos
que aplica en el ámbito de su función judicial58.
53
Ver Licéité de l’utilisation des armes nucléaires... cit.
54
Ver: Licéité de l’utilisation des armes nucléaires par un Etat dans un conflit armé, avis consul-
tatif, CIJ Recueil 1996, p. 66.
55
Ibíd.
56
Ver: Licéité de la menace ou de l’emploi d’armes nucléaires, avis consultatif, CIJ Recueil 1996,
p. 266.
57
Ibíd. En el asunto relativo a la Licitud de la utilización de armas nucleares por un Estado en
caso de conflicto armado, la Corte se abstuvo de emitir la opinión consultiva solicitada por la
Organización Mundial de la Salud, porque consideró que la petición de dictamen no se refería
a una cuestión jurídica surgida “dentro de la esfera de sus actividades”, tal como dispone el
artículo 96.2 de la Carta. En consecuencia, la Corte estimó que carecía de competencia (ver:
Licéité de l’utilisation des armes nucléaires par un Etat... cit.).
58
Ver: P. M. DUPUY: Droit international... cit., p. 426.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 521
a) El procedimiento contencioso
El procedimiento contencioso puede iniciarse, según el caso, conjuntamente
por las partes, mediante notificación del compromiso, o unilateralmente por la
parte demandante, mediante solicitud escrita dirigida al Secretario de la Corte.
En ambos casos se indicarán el objeto de la controversia y las partes (art. 40 del
Estatuto).
Cuando el procedimiento sea incoado mediante la notificación de un com-
promiso, ésta deberá ir acompañada del original del compromiso o de una copia
certificada del mismo. La notificación indicará asimismo, si ello no aparece de
forma patente en el compromiso, el objeto preciso de la controversia (art. 39 del
Reglamento).
Cuando el procedimiento sea incoado unilateralmente mediante solicitud es-
crita, ésta debe indicar los fundamentos de derecho en que se basa el demandan-
te para considerar competente a la Corte, la naturaleza precisa de lo demandado
y contendrá una exposición sucinta de los hechos y fundamentos en que se basa
la demanda (art. 38 del Reglamento). En diversos asuntos una de las partes
se ha abstenido de comparecer. Así ocurrió, por ejemplo, en los asuntos de las
pruebas nucleares (Australia c. Francia59 y Nueva Zelanda c. Francia60), en los
que Francia se abstuvo de comparecer, y en el asunto del personal diplomático y
consular de Estados Unidos en Teherán (Estados Unidos c. Irán)61, en el que Irán
se abstuvo de comparecer. El Estatuto dispone que, cuando una de las partes no
comparezca ante o se abstenga de defender su caso, la otra parte podrá pedir al
Tribunal que decida en su favor. Antes de dictar su decisión debe asegurarse no
solo de que tiene competencia sino también de que la demanda está bien funda-
da (art. 53).
59
Ver: Essais nucléaires (Australie c. France), arrêt du 20 décembre 1974, CIJ Recueil 1974, p.
253).
60
Ver: Essais nucléaires (Nouvelle Zélande c. France), arrêt du 20 décembre 1974, CIJ Recueil
1974, p. 457.
61
Ver: Personnel diplomatique et consulaire des Etats Unis à Téhéran, arrêt, CIJ Recueil 1980, p.
3.
522 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Durante el proceso, las partes están representadas ante la Corte por agentes;
además pueden tener consejeros y abogados; todos ellos gozan de privilegios e
inmunidades.
El procedimiento tiene dos fases, una escrita y otra oral y está dominado por
el principio fundamental de la rigurosa igualdad de las partes. La fase escrita
comprende la comunicación, a la Corte y a las partes, por conducto del Secreta-
rio, de memorias, contra-memorias y, si fuera necesario, de réplicas y dúplicas,
así como de todo documento en apoyo de las mismas. La fase oral consiste en
las vistas ante la Corte, en las que los agentes, los abogados y consejeros de las
partes fundamentan el caso, pudiendo presentar también testigos o peritos. Las
vistas son dirigidas por el Presidente y son públicas, salvo que la Corte disponga
lo contrario, o que las partes pidan que no se admita al público. Cuando las par-
tes hayan completado la presentación de su caso, conforme a lo dispuesto por la
Corte, el Presidente declara terminada la vista y la Corte se retira a deliberar.
Las deliberaciones se celebran en privado y permanecen secretas. Las decisio-
nes de la Corte se toman por mayoría de votos de los magistrados presentes. En
caso de empate, decide el voto del Presidente.
De acuerdo con lo previsto en el artículo 41 del Estatuto, la Corte tendrá
facultad para indicar las medidas provisionales que deban tomarse para res-
guardar los derechos de cada uno de las partes; estas medidas provisionales
son obligatorias para las partes62. El procedimiento contencioso termina con el
fallo o sentencia, que debe ser motivado. El fallo debe mencionar el nombre de
los magistrados que han tomado parte en él, y será firmado por el Presidente
y el Secretario. Si el fallo no expresa en todo o en parte la opinión unánime de
los magistrados, cualquiera de éstos tiene derecho a que se agregue al mismo
su opinión disidente. El fallo será leído en sesión pública después de notificarse
a los agentes.
La sentencia es obligatoria para las partes en litigio y respecto del caso
que ha sido decidido, es decir que goza de la llamada autoridad relativa de la
cosa juzgada (art. 59 del Estatuto). En virtud de la Carta, cada miembro de
las Naciones Unidas se compromete a cumplir la decisión de la Corte en todo
litigio en que sea parte. Si una de las partes en un litigio dejare de cumplir
las obligaciones que le imponga una sentencia de la Corte, la otra parte podrá
recurrir al Consejo de Seguridad, el cual podrá, si lo cree necesario, hacer reco-
mendaciones o dictar medidas con el objeto de que se lleve a efecto la ejecución
del fallo (art. 94 de la Carta). Este artículo nunca se ha aplicado. En la práctica,
los Estados suelen dar cumplimiento a las sentencias de la Corte63, aunque lo
62
Ver: Certaines Activités Menées par le Nicaragua dans la Région Frontalière (Costa Rica c.
Nicaragua). Demande en Indication de Mesures Conservatoires. Ordonnace du 8 mars 2011.
63
Islandia no dio cumplimiento a la sentencia de la Corte de 25 de julio de 1974, en el asunto de
la competencia en materia de pesquerías (Compétence en matière de pêcheries (Royaume Uni c.
Islande), fond, arrêt, CIJ Recueil 1974, p. 3), pero la evolución posterior del Derecho del Mar,
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 523
hagan con retraso, con dificultades, o por razones ajenas a las indicadas en la
sentencia64.
La sentencia es definitiva e inapelable. Ello no impide que cualquiera de las
partes pueda presentar ante la Corte un recurso de interpretación, en caso de
desacuerdo sobre el sentido o alcance del fallo (art. 60 del Estatuto), o de revi-
sión, en caso de descubrimiento de un hecho de tal naturaleza que pueda ser
factor decisivo y que, al pronunciarse la sentencia, fuera desconocido de la Corte
y de la parte que pide la revisión (art. 61 del Estatuto).
Cada parte debe sufragar sus propias costas, salvo que la Corte disponga otra
cosa.
b) El procedimiento consultivo
El procedimiento consultivo se inicia con la presentación de una solicitud
escrita por el órgano u organismo autorizado. La solicitud escrita debe formular
en términos precisos la cuestión respecto de la cual se haga la consulta. La soli-
citud debe ir acompañada de todos los documentos que puedan arrojar luz sobre
la cuestión (art. 65 del Estatuto).
Tan pronto como se reciba la solicitud escrita, el Secretario la notificará a
todos los Estados que tengan derecho a comparecer ante la Corte. Ésta puede
recibir exposiciones escritas u oír exposiciones orales, en audiencia pública, de
tales Estados y de toda Organización internacional que, a juicio de la Corte, pue-
dan suministrar alguna información relativa a la cuestión objeto de la solicitud
de dictamen. En el ejercicio de sus funciones consultivas, la Corte se guiará por
las disposiciones del Estatuto que rijan en materia contenciosa, en la medida en
que la propia Corte las considere aplicables (art. 68 del Estatuto).
El procedimiento consultivo termina con la opinión consultiva o dictamen. La
Corte pronuncia sus opiniones consultivas en audiencia pública, previa notifica-
ción al Secretario General de las Naciones Unidas y a los representantes de los
Miembros de las Naciones Unidas, de los otros Estados y de las Organizaciones
internacionales directamente interesados.
La opinión consultiva no tiene efectos obligatorios65.
Transcurridos más de cincuenta años desde la creación de la Corte, se puede
afirmar que, en actualidad, ésta desempeña de forma creciente un papel central
que ya se vislumbraba durante el procedimiento ante la Corte, vino a legitimar las tesis que
Islandia había mantenido a lo largo del proceso.
64
Irán dio cumplimiento a la sentencia de la Corte de 24 de mayo de 1980, gracias a la celebra-
ción de los “Acuerdos” de Argel de 19 de enero de 1981 (v. B. AUDIT: “Les “Accords” d’Alger du
19 janvier 1981 tendant au règlement des différends entre les Etats Unis et l’Iran”, Journal de
Droit International, 1981, pp. 713-787).
65
Ver: Sahara occidental, avis consultatif... cit.
524 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
66
Ver: http://www.icj-cij.org/docket/index.
Lección 22
El mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales
A) La consagración de la norma
En 1902, Italia, Alemania y Reino Unido ejercieron represalias armadas, blo-
queos marítimos y bombardearon diversos puertos de Venezuela por su retraso
en el pago de sus deudas. Para evitar situaciones similares, la segunda Confe-
rencia de la Paz (La Haya, 1907) adoptó la Convención sobre la prohibición del
uso de la fuerza para el cobro de deudas contractuales1. Esta Convención fue el
primer paso importante hacia la prohibición del uso de la fuerza en las relacio-
nes internacionales, al establecer la obligación de no recurrir a la fuerza contra
un país deudor, salvo en el caso de que éste no aceptase la solución del conflicto
mediante el arbitraje internacional.
Tras la conclusión de la Primera Guerra Mundial se creó, con la finalidad de
reducir el riesgo de futuros conflictos armados, una Organización internacional
“para fomentar la cooperación entre las naciones y para garantizar la paz y la
seguridad” (Preámbulo, pár. 1). Fue la Sociedad de las Naciones (SDN), esta-
blecida mediante el Pacto aprobado por la Conferencia de la Paz el 28 de abril
de 1919 e incluido como Parte I del Tratado de Paz firmado por las potencias
vencedoras con Alemania (Versalles, 1919), Austria (Saint-Germain-en-Laye,
1919), Bulgaria (Neuilly-sur-Seine, 1919) y Hungría (Trianon, 1920). El Pacto
no prohibió a los Estados Miembros el recurso a la guerra, pero lo subordinó a
unos procedimientos previos de arreglo pacífico que, en el peor de los casos, re-
trasaban el recurso a la guerra:
1
Conocida como Convención Drago-Porter, en recuerdo del argentino Luís María Drago y del
estadounidense Horacio Porter que hicieron posible su adopción.
526 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
“Todos los Miembros de la Sociedad convienen en que si surge entre ellos algún des-
acuerdo capaz de ocasionar una ruptura, lo someterán al procedimiento de arbitraje o arre-
glo judicial, o al examen del Consejo. Convienen además, en que en ningún caso deberán
recurrir a la guerra antes de que haya transcurrido un plazo de tres meses después de la
sentencia de los árbitros o de la decisión judicial o del dictamen del Consejo” (art. 12).
2
RAPPARD, “Vues rétrospectives sur la Société des Nations”, Recueil des cours de l’Académie de
droit international de La Haye, 1947, núm. 2, pp. 117 y ss.
3
Conocido como Pacto Briand-Kellogg, en recuerdo del político francés Aristides Briand y del
Secretario de Estado de los Estados Unidos Frank B. Kellogg que hicieron posible su adop-
ción.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 527
y principal de la ONU (art. 1.1), aunque no el único. Para lograrlo, la Carta pro-
híbe a los Estados Miembros con carácter general el uso de la fuerza:
“Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de
recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia
política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de
las Naciones Unidas” (art. 2.4).
4
ICJ Reports, 1986, p. 100, pár. 188. La CIJ igualmente señaló que ambos tipos de norma, con-
vencional y consuetudinaria, no tienen idéntico contenido. La prohibición del uso de la fuerza
como norma consuetudinaria internacional no está condicionada por las disposiciones de la
Carta relativas a la seguridad colectiva, ni por los medios y contingentes que los Estados de-
berán poner a disposición del CS en virtud del artículo 43 de la Carta.
5
ICJ Reports, 1986, p. 100, pár. 190. Véase CHARNEY, “Customary International Law in the
Nicaragua Case Judgment on the Merits”, Harvard International Law Journal, 1988, pp. 16 y
ss.
6
ICJ Reports, 1986, pp. 92-97, párs. 172-182.
528 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
B) El contenido de la norma
El artículo 2.4 de la Carta prohíbe tanto el uso como la amenaza del uso de
la fuerza armada en las relaciones internacionales, siempre que esa fuerza se
dirija contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado, o sea de cualquier forma incompatible con los Propósitos de la ONU.
El contenido del principio establecido en el artículo 2.4 de la Carta ha sido
desarrollado por la AG en su resolución 2625 (XXV), de 24 de octubre de 1970,
antes citada, a la que la CIJ ha considerado en varias ocasiones que refleja el
Derecho internacional consuetudinario9. En el asunto sobre las actividades mi-
litares y paramilitares de Estados Unidos en y contra Nicaragua, la CIJ afirmó
que entre los contenidos de este principio previstos en la resolución 2625 (XXV),
resulta necesario distinguir entre “las formas más graves del uso de la fuerza”
7
Anuario de la CDI, 1966, vol. II, p. 271.
8
La Carta preveía una tercera excepción, al establecer que no “impedía cualquier acción ejer-
cida o autorizada como resultado de la Segunda Guerra Mundial con respecto a un Estado
enemigo” (art. 107). Debe tenerse en cuenta que, al adoptarse la Carta, la guerra todavía con-
tinuaba con el Japón. El hecho de que años después ingresaran como Miembros de la ONU los
“Estados enemigos” durante esa contienda, significa que desde entonces se les considera como
“Estados amantes de la paz”, quedando derogada por obsoleta la disposición del artículo 107.
9
Asunto de las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports, 1986,
pp. 101-103, párs. 191-193; y opinión consultiva de 22 de julio de 2010 sobre la conformidad
con el Derecho Internacional de la declaración unilateral de independencia de Kosovo, ICJ
Reports, 2010, pár. 80.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 529
10
ICJ Reports, 1986, p. 101, pár. 191.
11
ICJ Reports, 1986, pp. 103-104, pár. 195.
12
ICJ Reports, 2005, p. 227, pár. 165.
530 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
13
No obstante, “en opinión de la Corte, mientras que armar y entrenar a los contras puede cierta-
mente considerarse que implican la amenaza o el uso de la fuerza contra Nicaragua, no ocurre
necesariamente lo mismo respecto a todas las formas de ayuda prestadas por el Gobierno de
los Estados Unidos. En concreto, la Corte considera que el simple envío de fondos a los contras,
aunque constituya sin ninguna duda un acto de intervención en los asuntos internos de Nica-
ragua (...) no equivale en sí mismo a un uso de la fuerza”. ICJ Reports, 1986, p. 119, pár. 228.
14
ICJ Reports, 1986, p. 101, pár. 191.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 531
medidas de gestión y de conservación [de los recursos pesqueros] conforme a una interpre-
tación «natural y razonable» de este concepto”15.
Párs. 155 y 156. El texto de esta sentencia está disponible en la dirección de Internet: «http://
16
www.itlos.org».
532 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
17
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, p. 102, pár. 193.
18
ICJ Reports, 1997, p. 263, pár. 96.
19
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, p. 94, pár. 176.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 533
B) Requisitos y condiciones
La licitud del uso de la fuerza basado en la legítima defensa dependerá de
que se cumplan diversos requisitos y condiciones. Algunos de ellos son inma-
nentes al concepto mismo de la legítima defensa, mientras que otros derivan del
artículo 51 de la Carta21. En cualquier caso, la cuestión de si se cumplen o no
estos requisitos y condiciones no depende exclusivamente del juicio subjetivo del
Estado que invoca la legítima defensa como justificación de su uso de la fuerza,
sino que pueden ser valorados y controlados por la CIJ22. Es más, en el asunto
relativo a las plataformas petroleras, a la pretensión de Estados Unidos consis-
tente en que los Estados debían tener un “margen de discreción” en la aplicación
de medidas de fuerza para proteger sus intereses de seguridad esenciales, la CIJ
respondió que los requisitos y condiciones que rigen la aplicación de medidas de
fuerza en ejercicio del derecho de legítima defensa son estrictos y objetivos, no
permitiendo ningún “margen de discreción” en su aplicación23. Sólo cuando se
cumplen todos los requisitos y condiciones, resulta lícito el uso de la fuerza como
medida adoptada en legítima defensa. Como afirmó la CIJ en el único asunto en
el que ha apreciado la licitud de la legítima defensa:
“A la vista de la conclusión de que Uganda participó en una operación militar ilegal
contra la República Democrática del Congo (RDC), la Corte considera que la RDC estaba
legitimada para utilizar la fuerza para repeler los ataques de Uganda. (...) Se desprende que
cualquier acción militar seguida por la RDC contra Uganda durante este período no podría
considerarse ilegal, dado que estaría justificada como una acción adoptada en legítima de-
fensa conforme al artículo 51 de la Carta de la ONU”24.
20
Ibíd., ICJ Reports, 1986, p. 102, pár. 193.
21
Opinión consultiva sobre la legalidad de la amenaza o empleo de las armas nucleares, ICJ
Reports, 1997, p. 244, pár. 40.
22
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, p. 141, pár. 282; y sentencia de 6 de noviembre de 2003 en el asunto relativo a las pla-
taformas petroleras (República Islámica de Irán c. Estados Unidos de América), ICJ Reports,
2003, p. 183, pár. 43.
23
ICJ Reports, 2003, p. 196, pár. 73.
24
Asunto de las actividades armadas en el territorio del Congo, ICJ Reports, 2005, pp. 222-223,
párs. 146-147.
534 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Carta). La CIJ ha calificado a este requisito como “condición sine qua non exigi-
da para el ejercicio del derecho de legítima defensa”. Si este requisito no se ha
producido, las medidas de fuerza adoptadas por el Estado que invoca la legítima
defensa no serían lícitas aún cuando se cumplieran estrictamente el resto de las
condiciones del ejercicio del derecho de la legítima defensa. Si, sin embargo, esas
otras condiciones no se hubieran respetado, ello podría constituir una causa
adicional de ilicitud25.
Ser la víctima de un “ataque armado” no es lo mismo que sufrir un “uso de
la fuerza” realizado por otro Estado. Como la CIJ tuvo ocasión de repetir en el
asunto relativo a las plataformas petroleras:
“Por lo tanto, para establecer que estaba legalmente justificado el atacar a las plataformas
iraníes en ejercicio del derecho de legítima defensa individual, los Estados Unidos deben
demostrar que se habían producido ataques en su contra de los que Irán era el responsable; y
que esos ataques eran de una naturaleza tal como para ser calificados de «ataques armados»
conforme al significado de esta expresión en el artículo 51 de la Carta de la ONU y como se
entiende en el derecho consuetudinario sobre el uso de la fuerza. Como la Corte observó en
el asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, resulta
necesario distinguir entre «las formas más graves del uso de la fuerza (aquéllas que constitu-
yen un ataque armado) de otras formas menos graves» (ICJ Reports, 1986, p. 101, pár. 191),
dado que «en el caso de la legítima defensa individual, el ejercicio de este derecho está
condicionado a que el Estado interesado haya sido víctima de un ataque armado» (ibíd., p.
103, pár. 195)”26.
25
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, pp. 122-123, pár. 237.
26
ICJ Reports, 2003, pp. 186-187, pár. 51.
27
Ibíd., pp. 191-192, pár. 64.
28
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, p. 103, pár. 194; y asunto de las actividades armadas en el territorio del Congo, ICJ Re-
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 535
Para ello, otros medios están disponibles para el Estado en cuestión, incluyendo, en concre-
to, el recurso al CS”33.
El Estado que haya sido víctima de un ataque armado tiene derecho a defen-
derse recurriendo a la legítima defensa individual o colectiva. En la legí-
tima defensa colectiva resulta evidente que corresponde al Estado que ha sido
víctima de un ataque armado valorar y declarar que así ha ocurrido. No existe
ninguna norma en el Derecho internacional que permita a otro Estado ejercer
el derecho de legítima defensa colectiva fundándose en su propia valoración de
la situación34. Además, tampoco en el Derecho internacional existe norma algu-
na que permita el ejercicio de la legítima defensa colectiva en ausencia de una
solicitud por parte del Estado que se considere a sí mismo víctima de un ataque
armado. La CIJ llegó a la conclusión de que el requisito de la solicitud del Es-
tado que ha sido víctima del pretendido ataque se acumula al requisito de que
dicho Estado haya declarado que él mismo ha sido atacado35.
Si se cumplen estos requisitos, el Estado que haya sido víctima de un ataque
armado tiene derecho a solicitar a cualquier Estado o Estados que le ayuden
en el uso de la fuerza como respuesta de legítima defensa frente a ese ataque
armado. No obstante, desde hace varios siglos es frecuente que los Estados ce-
lebren tratados bilaterales de asistencia recíproca en caso de ataque armado,
en los que se garantiza que una de las partes acudirá en legítima defensa de
la otra parte si esta última resulta atacada. Más recientes y menos frecuentes
en la práctica son los casos de tratados multilaterales en los que se contiene tal
previsión (Tratado interamericano de asistencia recíproca de 1947, Tratado de
la Organización del Atlántico Norte [OTAN] de 1949, Tratado de la Unión Eu-
ropea desde 2007,...). A título de ejemplo, cabe citar el artículo 5 del Tratado de
la OTAN:
“Las Partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas,
acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra
todas ellas y en consecuencia acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en
ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el artículo
51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes así atacadas, adoptando
seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue
necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada para restablecer y mantener la seguridad
en la región del Atlántico Norte”.
33
ICJ Reports, 2005, pp. 223-224, pár. 148.
34
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, pp. 103-104, pár. 195.
35
Ibíd., ICJ Reports, 1986, p. 105, pár. 199 y p. 120, pár. 232; y asunto relativo a las plataformas
petroleras, ICJ Reports, 2003, pp. 186-187, pár. 51.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 537
36
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, p. 94, pár. 176 y p. 103, pár. 194; opinión consultiva sobre la legalidad de la amenaza o
empleo de las armas nucleares, ICJ Reports, 1997, p. 245, pár. 41; asunto relativo a las platafor-
mas petroleras, ICJ Reports, 2003, p. 183, pár. 43, pp. 196-197, pár. 74 y p. 198, pár. 76; y asunto
de las actividades armadas en el territorio del Congo, ICJ Reports, 2005, p. 223, pár. 147.
37
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, pp. 122-123, pár. 237.
38
Ibíd., ICJ Reports, 1986, p. 141, pár. 282; y asunto relativo a las plataformas petroleras, ICJ
Reports, 2003, p. 183, pár. 43.
39
Ibíd., ICJ Reports, 2003, pp. 186-187, pár. 51 y pp. 196-198, párs. 74-76; y asunto de las activi-
dades armadas en el territorio del Congo, ICJ Reports, 2005, p. 223, pár. 147.
538 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
40
Asunto relativo a las plataformas petroleras, ICJ Reports, 2003, p. 198-199, pár. 77; y asunto de
las actividades armadas en el territorio del Congo, ICJ Reports, 2005, p. 222, pár. 143.
41
Opinión consultiva sobre la legalidad de la amenaza o empleo de las armas nucleares, ICJ
Reports, 1997, p. 245, pár. 44.
42
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), ICJ Reports, 1986, p. 105, pár. 200.
43
Asunto de las actividades armadas en el territorio del Congo, ICJ Reports, 2005, p. 222, pár.
145.
44
Asunto relativo a las actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ICJ Reports,
1986, pp. 121-122, pár. 235.
45
Ibíd., ICJ Reports, 1986, p. 120, pár. 232.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 539
46
Este derecho de legítima defensa fue confirmado por la resolución 1373 (2001), aprobada por
el CS el 28 de septiembre de 2001. Véanse GONZÁLEZ VEGA, J. A., “Los atentados del 11
de septiembre, la operación «Libertad duradera» y el derecho de legítima defensa”, Revista
Española de Derecho Internacional, 2001, pp. 247-271; REMIRO BROTÓNS, A., “Terrorismo,
mantenimiento de la paz y nuevo orden”, Revista Española de Derecho Internacional, 2001, pp.
125-172.
540 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
47
Opinión consultiva sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el terri-
torio palestino ocupado, ICJ Reports, 2004, p. 194, pár. 139.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 541
48
Asunto de las actividades armadas en el territorio del Congo, ICJ Reports, 2005, p. 268, pár.
304.
49
Vide, entre otros: ABELLÁN HONRUBIA, V., “La ampliación del concepto de mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas:
fundamento jurídico y discrecionalidad política”. En: Hacia un nuevo orden internacional y
europeo. Homenaje al profesor M. Díez de Velasco, Madrid, 1993, pp. 3 y ss.; FERNÁNDEZ DE
CASADEVANTE ROMANÍ, C., “El poder y el Derecho en las Naciones Unidas: la discrecio-
nalidad del Consejo de Seguridad”. En: C. Fernández de Casadevante; F. J. Quel (eds.), Las
Naciones Unidas y el Derecho Internacional, Barcelona, 1997, pp. 40 y ss.; RUBIO PÉREZ, E.
M., El sistema de seguridad colectiva de las Naciones Unidas, Murcia, 1999¸ BOU FRANCH,
V., “Acción e inacción del Consejo de Seguridad en el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales”. En: C. E. Febres Fajardo (coord.), El Derecho Internacional en tiempos de
globalización. Libro homenaje a D. Carlos Febres Poveda, Universidad de los Andes (Mérida),
2006, pp. 151-226.
542 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
Durante los años que duró el enfrentamiento bipolar conocido como la “gue-
rra fría”, fue muy frecuente el ejercicio del derecho de veto en la aplicación del
mecanismo de seguridad colectiva. El resultado fue que evidentes supuestos de
amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión, no fueron
calificados como tales por el CS. Por ejemplo, la invasión y anexión del Tíbet por
China, la guerra de Vietnam, la invasión y ocupación de Afganistán por la Unión
Soviética en 1979; la invasión de Granada por Estados Unidos en 1983; etc. El
final de la “guerra fría” y el consiguiente acercamiento de las superpotencias
permitieron que el recurso al ejercicio del derecho de veto por parte de los miem-
bros permanentes del CS se atenuase. La invasión y anexión de Kuwait por Irak
en 199050 marcó el inicio de una nueva etapa, en la que el CS ha aumentado
cuantitativa y cualitativamente las medidas adoptadas en casos de amenazas a
la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión.
La práctica del CS a su vez ha determinado una ampliación del concepto de
paz y seguridad internacionales, que ya no se limita a evitar el uso de la fuerza
en las relaciones entre Estados. En 1992, el Informe titulado “Un Programa
de Paz”, elaborado por el entonces Secretario General de la ONU, Butros Ga-
li, clasificaba las medidas que debía adoptar la ONU en relación con la paz y
la seguridad internacionales en medidas de prevención de conflictos, estableci-
miento de la paz, mantenimiento de la paz, imposición de la paz y consolidación
de la paz. Este enfoque desborda al Capítulo VII de la Carta, pues las primeras
medidas se deben dar en el marco del Capítulo VI, dedicado al arreglo pacífico
de controversias, mientras que la consolidación de la paz sólo será posible si
las medidas adoptadas aplicando el Capítulo VII han tenido éxito. Como conse-
cuencia de la Cumbre Mundial 2005, se creó la Comisión de Consolidación de
la Paz [resolución 1645 (2005) del CS y resolución 60/180 de la AG], un nuevo
órgano de la ONU que, tras el fin de un conflicto armado, pretende lograr la re-
cuperación económica, social e institucional del Estado que lo ha padecido, con
la finalidad de evitar la reaparición del conflicto51. No obstante, el núcleo central
de medidas en materia de mantenimiento de la paz y seguridad internaciona-
les sigue estando en el Capítulo VII de la Carta. Cabe incluso observar que el
Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 establece la responsabilidad de
proteger a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración
étnica y los crímenes de lesa humanidad. Para ello, los Estados se mostraron
decididos tanto a recurrir a medios pacíficos, como a:
“adoptar medidas colectivas, de manera oportuna y decisiva, por conducto del CS, de
conformidad con la Carta, incluido su Capítulo VII (...) si se demuestra que los medios pa-
50
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L. I., “La invasión de Kuwait por Irak y la acción del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas”, Cursos de Derecho Internacional de Vitoria-Gasteiz, 1991,
pp. 15 y ss.
51
MARZÁ BATALER, M. J., Medidas para una transición múltiple: la gestión internacional pos-
conflicto, 2011, Valencia, Tesis Doctoral, 777 pp.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 543
Durante los años de la “guerra fría”, la práctica relativa a la aplicación del ar-
tículo 41 se limitó a los únicos casos de las sanciones adoptadas en relación con
Rodesia del Sur en 1966 [prohibición de importaciones y exportaciones y otras
medidas, según las resoluciones 232 (1966) y 253 (1968)]; y con Sudáfrica en
1977 [embargo a la venta de armas y material militar, según la resolución 418
(1977)], a causa de sus políticas de discriminación racial. Tras el fin de la “gue-
rra fría”, las medidas adoptadas conforme al artículo 41 de la Carta han tenido
un desarrollo espectacular. A veces, las medidas de embargo a la venta de armas
y material militar han afectado a un Estado o a un movimiento insurreccional
responsable de incumplimientos concretos. En otros casos, las medidas, consis-
tentes sobre todo en la prohibición de suministrar armas o materiales milita-
res, han tenido el objetivo de prevenir la continuación o el agravamiento de un
conflicto, sin que se precisara cuál de las partes era la responsable. Este tipo de
medidas se adoptaron contra Irak [resolución 661 (1990)], Somalia [resolución
773 (1992)], República Federativa de Yugoslavia (Serbia y Montenegro) [resolu-
ción 757 (1992)], Liberia [resolución 788 (1992)], etc. Las medidas de embargo
también pueden tener como destinatarios a los movimientos insurreccionales,
como sucedió con la prohibición de venta o suministro de material militar a la
UNITA (Uniao Nacional para a Independência Total de Angola) [resolución 864
(1993)] o, en el caso de Sierra Leona, a los dirigentes de la ex Junta Militar y al
Frente Revolucionario Unido [resolución 1171 (1998)].
En la práctica del CS se encuentran igualmente varios ejemplos de medidas
atípicas, no expresamente previstas en ningún artículo de la Carta, pero adop-
tadas por el CS actuando en el marco del Capítulo VII de la Carta. Entre estas
medidas se incluyen decisiones que tienen objetivos muy heterogéneos. En oca-
siones, se ha tratado de medidas de carácter político, como el restablecimiento
de un gobierno legítimamente electo [en Haití, con la resolución 841 (1993); en
Sierra Leona, con la 1132 (1997); etc.]52. Otras veces, el CS ha adoptado medi-
das cuasi judiciales, como la creación de los tribunales internacionales penales
para la antigua Yugoslavia y para Ruanda y la creación del Tribunal Especial
para el Líbano; la exigencia de sometimiento a juicio de individuos acusados de
graves actos de terrorismo o la remisión de situaciones a la CPI [la situación en
Darfur (Sudán) y la situación en Libia, mediante las resoluciones 1593 (2005) y
1970 (2011)]. El CS también ha adoptado medidas cuasi legislativas, obligando
a los Miembros de la ONU tanto a adoptar leyes nacionales tipificando y cas-
tigando los actos de terrorismo [resolución 1373 (2001)], como a introducir en
su legislación nacional medidas relativas al control de armamentos y la lucha
52
ESCUDERO ESPINOSA, “¿Hacia una intervención armada en favor de la democracia? El pre-
cedente de Haití”, Anuario de Derecho Internacional, 1996, pp. 297 y ss.; REMIRO BROTÓNS,
A., “No intervención versus injerencia humanitaria y principio democrático”, Anuaro Argenti-
no de Derecho Internacional, 1996-1997, pp. 105 y ss.
548 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
53
International Legal Materials, 1996, p. 45.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 549
ilegal y de su anexión por parte de otro Estado. Con la resolución 678 (1990), el
CS autorizó “a los Estados Miembros que cooperan con el Gobierno de Kuwait
para que, a menos que el Irak cumpla plenamente para el 15 de enero de 1991
o antes las resoluciones que anteceden (...), utilicen todos los medios necesarios
para hacer valer y llevar a la práctica la resolución 660 (1990) y todas las reso-
luciones pertinentes que las siguieron y para restablecer la paz y la seguridad
internacionales en la región”. Las operaciones militares llevadas a cabo por di-
versos Miembros de la ONU se extendieron hasta el 6 de abril de 1991, fecha
en la que el Irak aceptó cumplir las resoluciones del CS y, en concreto, la 687
(1991), en la que el CS le impuso estrictas condiciones de paz.
En algunos casos, las acciones que implican el uso de la fuerza armada han
tenido como único fin el garantizar el cumplimiento de las medidas económicas
previamente decididas por el CS relativas al embargo comercial o al suminis-
tro de armas. Así, por ejemplo, en la resolución 665 (1990), el CS gravemente
alarmado por los intentos de Irak de romper el embargo comercial a la venta de
petróleo que previamente le había impuesto, instó, con una redacción muy pon-
derada, “a los Estados Miembros que cooperan con el Gobierno de Kuwait que
están desplegando fuerzas marítimas en la región a que utilicen las medidas
proporcionadas a las circunstancias concretas que sean necesarias bajo la auto-
ridad del CS para detener a todo el transporte marítimo que entre y salga a fin
de inspeccionar y verificar sus cargamentos y destinos y asegurar la aplicación
estricta de las disposiciones relativas al transporte marítimo establecidas en la
resolución 661 (1990)”. El CS utilizó fórmulas similares para imponer el bloque
marítimo, terrestre o aéreo en las resoluciones 787 (1992), relativa a Yugoslavia;
875 (1993), concerniente al embargo contra Haití; 1973 (2011) sobre Libia; etc.
En otros casos, las acciones que implican el uso de la fuerza se cualificaron
con un objetivo preciso, como el garantizar, en una situación de guerra civil y ca-
restía, la efectiva distribución a sus destinatarios de la ayuda suministrada a tí-
tulo humanitario [por ejemplo, con la resolución 794 (1992), el CS autorizó a los
Miembros de la ONU a emplear “todos los medios necesarios a fin de establecer
cuanto antes un ambiente seguro para las operaciones de socorro humanitario
en Somalia”; con la 770 (1992), el CS instó a los Estados a adoptar “todas las me-
didas necesarias” para facilitar el suministro de asistencia humanitaria a Sara-
jevo y a todas las demás partes de Bosnia-Herzegovina en que fuera necesario;
etc.]; el restaurar a la legítima autoridad política [con la resolución 940 (1994),
el CS autorizó a los Estados Miembros para que constituyeran “una fuerza mul-
tinacional bajo mando y control unificados y, dentro de ese marco, para que re-
curran a todos los medios necesarios a fin de facilitar la partida de Haití de los
dirigentes militares (...), el pronto regreso del Presidente legítimamente elegido
y el restablecimiento de las autoridades legítimas del Gobierno de Haití”]; evi-
tar la continuación de un genocidio [el CS autorizó mediante la resolución 929
(1994) a los Miembros de la ONU a ejecutar una operación dirigida a proteger a
las personas en peligro y a utilizar “todos los medios necesarios” para alcanzar
550 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
54
Así, por ejemplo, en Somalia, mediante la resolución 494 (1992); en Ruanda, mediante la 929
(1994); en Albania, mediante la 1101 (1997); en la República Centroafricana, mediante la 1125
(1997); en Timor oriental, mediante la 1264 (1999); en Afganistán, mediante la 1386 (2001);
en la RDC, mediante la 1484 (2003); en Liberia, mediante la 1497 (2003); en Irak, mediante la
1511 (2003); en Haití, mediante la 1529 (2004); etc.
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 553
55
CARDONA LLORENS, J., “Las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Uni-
das: ¿hacia una revisión de sus principios fundamentales?”, Cursos Euromediterráneos Banca-
ja de Derecho Internacional, 6, 2002, pp. 759 y ss.; VACAS FERNÁNDEZ, F., Las operaciones de
mantenimiento de la paz de Naciones Unidas y el principio de no intervención, Valencia (Tirant
lo blanch), 2003.
554 JOSÉ JUSTE RUIZ, MIREYA CASTILLO DAUDÍ y VALENTÍN BOU FRANCH
56
ICJ Reports, 1962, p. 172.
57
Ibíd., p. 171.
58
Véase la dirección de Internet: «http://www.un.org/spanish/Depts/dpko/dpko/dpko.shtml».
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 555
Una vez concluida la “guerra fría”, se constata en la práctica que a los com-
ponentes militares de las OMP únicamente se les sigue autorizando a usar la
fuerza armada en legítima defensa, si bien el CS, actuando en el marco del Ca-
pítulo VII, ha extendido esta autorización también a la legítima defensa de los
componentes civiles de las diversas OMP, así como a la defensa de su mandato.
En la mayoría de los casos, la autorización de uso de la fuerza se ha realizado
en el marco de operaciones mixtas de mantenimiento de la paz (peace-keeping) y
de imposición de la paz (peace-enforcement), es decir, operaciones para el mante-
nimiento de la paz autorizadas a hacer uso de la fuerza cuando tal uso se consi-
dere necesario para dar cumplimiento a su mandato. A título ilustrativo, puede
señalarse que se han dado autorizaciones para “utilizar todos los medios nece-
sarios, en la medida de sus posibilidades y dentro de sus zonas de despliegue”
para proteger al personal, los servicios, las instalaciones y el equipo de la OMP;
para proteger a la población civil que esté bajo amenaza inminente de violencia
física, con arreglo a sus posibilidades y sin perjuicio de los esfuerzos que lleve a
cabo el Gobierno del Estado donde se despliegan; para prevenir los intentos de
LECCIONES DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 557
frenar o boicotear los procesos de paz; o para ayudar a las autoridades naciona-
les a mantener el orden público59.
59
Resoluciones 1270 (1999) para la Misión de las Naciones Unidas en Sierra Leona (UNAMSIL);
1272 (1999) para la Administración de Transición de las Naciones Unidas para Timor Oriental
(UNTAET); 1291 (2000) para la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática
del Congo (MONUC); 1509 (2003) respecto de la Misión de las Naciones Unidas en Liberia
(UNMIL); 1528 (2004) para la Operación de las Naciones Unidas en Costa de Marfil (ONUCI);
1545 (2004) para la Operación de las Naciones Unidas en Burundi (ONUB); 1590 (2005) para
la Misión de las Naciones Unidas en el Sudán (UNMIS); etc.