Carlos Montaño PDF
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Carlos Montaño∗
espiritual. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones
materiales dominantes concebidas como ideas; por lo tanto, la expresión de las relaciones que
tornan una clase en la clase dominante; por lo tanto, las ideas de su dominación. Los
individuos que constituyen la clase dominante poseen, entre otras cosas, también conciencia,
y por esto, piensan; en la medida que dominan como clase y determinan todo el ámbito de una
época histórica, es evidente que lo hagan en toda su extensión, y consecuentemente, entre
otras cosas, también dominen como pensadores, como productores de ideas; que regulen la
producción y distribución de ideas de su tiempo y que sus ideas sean, por eso mismo, las
ideas dominantes de la época” (Marx y Engels, 1977: 72).
En la tradición marxista, Lefebvre también trata de esta cuestión: “En la medida en que
no existe sociedad basada en la pura violencia, es la ideología que obtiene el consentimiento
de los oprimidos, de los explotados. La ideología los representa de manera tal que les arranca,
además de la riqueza material, la aceptación e incluso la adhesión espiritual” (Lefebvre, in
Iamamoto, 1997: 125 – nota de pie de página n° 115).
Tematizado por Iamamoto, “el control social y la difusión de la ideología dominante
constituyen recursos esenciales, complementando otras maneras de presión social apoyadas
en la violencia, para la obtención de consenso social. (...) La ideología dominante es un medio
de obtención del consentimiento de los dominados y oprimidos socialmente, adaptándolos al
orden vigente” (ibídem.); siendo que para la autora, “el modo capitalista de reproducir y el de
pensar son inseparables, y ambos se expresan en el cotidiano de la vida social” (ídem.: 126).
Para Martins, “el modo capitalista de producción (...) es también un modo capitalista de
pensar (...). En cuanto modo de producción de ideas, marca tanto el sentido común como el
conocimiento científico (...). No se refiere estrictamente al modo como piensa el capitalista,
sino al modo de pensar necesario a la reproducción del capitalismo, a la reelaboración de sus
bases de sustentación ideológicas y sociales” (Martins, in Martinelli, 1997: 70).
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2. “La filiación teórica del Servicio Social – dice Netto – es indesmentible: viene
precisamente en el proceso de consolidación de las ciencias sociales [particulares]” (1997:
147); Netto entiende que la perspectiva que pretende una teoría y un método de Servicio
Social está ligada “a la concepción positivista (...) de suponer que puedo cortar un fenómeno
de la realidad, abstraerlo, estudiarlo en si y luego remitirlo, reenviarlo a la totalidad social”
(1993: 54).
En concordancia, Iamamoto entiende que “el Servicio Social nace y se desarrolla en la
órbita de ese universo teórico [de la “tradición conservadora del pensamiento europeo del
siglo XIX]. Pasa de la influencia del pensamiento conservador europeo, franco-belga, en sus
orígenes, para la sociología conservadora norteamericana, a partir de los años ’40” (1997:
169).
También Ammann concluye que “a lo largo del proceso de construcción del
conocimiento predominó históricamente la tendencia que postula la definición apriorística de
un objeto exclusivo para cada ramo de las ciencias. Fundada en el corte positivista que
separa los que piensan de los que actúan, los que producen conocimiento de los que aplican
esos conocimientos, tal tendencia respondía a intereses sociales y relaciones de poder
reforzadores de la división social del trabajo en el seno de la sociedad. De tal postura – que
separa ciencia y técnica, disciplinas que producen de disciplinas que aplican el conocimiento –
derivó la clasificación de las áreas, siendo el Servicio Social caracterizado como disciplina de
aplicación. Entonces, en su proceso de institucionalización éste está marcado por el
pragmatismo e impedido de pensar los fenómenos sociales sobre los cuales interviene ...”
(Ammann, 1984: 144).
3. Vale la pena señalar que “Marx y Engels consideraban la especialización como
limitadora y perjudicial a todos los trabajadores, tanto intelectuales como manuales” (in
Bottomore, 1988: 194).
4. La decadencia ideológica de la burguesía, dice Lukács, “tiene inicio cuando la
burguesía domina el poder político y la lucha de clases entre ella y el proletariado se coloca en
el centro del escenario histórico. Esta lucha de clases, dice Marx, ‘significó el doblar de las
campanas por la ciencia económica burguesa. Ahora no se trata de saber si éste o aquel
teorema es verdadero, sino si es útil o perjudicial para el capital” (Lukács, 1992: 110). Para
Coutinho, “la distinción actual entre varias ciencias sociales particulares, cada una
constituyendo una ‘especialidad’ dotada de un pretendido objeto propio (...), surge en el
momento en que se da ese eclipse de la reflexión totalizante [e historicizante] sobre lo social.
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Y ese eclipse tiene lugar (...) en el momento en que la burguesía deja de ser una clase
revolucionaria” (Coutinho, 2000: 175).
5. Siguiendo la crítica de Marx y Engels, Lukács entiende que “antes de 1848, Guizot
es uno de aquellos notables historiadores franceses que descubrieron científicamente la
función de la lucha de clases en la historia del origen de la sociedad burguesa. Después de
1848, Guizot pretende demostrar a cualquier precio que el mantenimiento de la monarquía de
julio es un imperativo de la razón histórica y que 1848 fue solamente un gran equívoco (...).
Así, bajo la influencia de la revolución de 1848, uno de los fundadores de la ciencia histórica
moderna se transformó en un apologista mistificador” (Lukács, 1992: 112). Según el autor,
frente a las agitaciones proletarias, “ahora también huyen los ideólogos de la burguesía,
prefiriendo inventar los más vulgares e insípidos misticismos en lugar de encarar de frente la
lucha de clases entre burguesía y proletariado, de comprender científicamente las causas y la
esencia de esta lucha. Metodológicamente, esa transformación en la orientación se manifiesta
en el hecho de que (...) los teóricos evitan cada vez más entrar en contacto directamente con
la propia realidad, poniendo, al contrario, en el centro de sus consideraciones, las disputas
formales y verbales con las doctrinas precedentes” (ibídem.). Para Coutinho, “esta rígida
división científica del trabajo (...) estimula la emergencia de un pensamiento fragmentario,
favorable a los intereses particulares de la burguesía”, concluyendo que “el nacimiento de las
‘ciencias sociales’ es uno de los momentos constitutivos de la actual ideología burguesa” que
tiende a aceptar la realidad social “como un agregado de ‘datos’ insuperables” (Coutinho,
1994: 96).
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respuestas a micro-realidades supuestamente “independientes” ,
pertenecientes éstas a una globalidad que a los profesionales les parece
incomprensible, y que establece fronteras rígidas entre las diferentes
profesiones que no pueden ser traspasadas, salvo en pretensiones inter-
disciplinarias.
6. Según Netto, “la división social (y técnica) del trabajo, en el plano intelectual, fue
sustentada en la especialización y la positividad fue erguida como criterio empírico último para
la prueba de la ‘cientificidad’; la totalidad social concreta fue subsumida en la vaga noción de
‘todo’, con las ‘partes’ en él integrándose funcionalmente; el objeto de las ciencias sociales
pasó a ser ‘construido’ no en función de su objetividad concreta, sino en la división social (e
intelectual) del trabajo; el método (frecuentemente reducido a pauta de operaciones técnicas)
se divorció de la teoría” (Netto, 1997: 146).
7. Para la crítica de esta “división especializada” del trabajo, además del ya indicado,
ver los estudios de Lukács sobre “la decadencia ideológica” y “el nacimiento de la sociología”,
Lukács, 1992: 109 y ss. y 132 y ss.
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9 Como ya expresamos (ver Montaño, 1998: 106 ss), no existe una “teoría
específica”, propia de nuestra profesión, sino elaboraciones teóricas que hacen parte del
conocimiento general sobre la sociedad.
10 Sobre producción de “conocimiento teórico”, “teórico” y teoría dialéctica ver:
Lefebvre (1070, 1975), Kosik (1989), Sánchez Vázquez (1990), Konder (2003), Pereira
(2003).
11 Sin confundir las mediaciones existentes en la realidad social, con el uso frecuente
y problemático (retornaremos a esto) de “mediación” como “intermediación” (en el sentido de
resolución de conflictos) del profesional con determinados actores en conflicto. Sobre esto ver
Pontes (2003).
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Para superar esta limitada racionalidad, por parte del profesional, sea
en el campo teórico como práctico, resulta imprescindible:
El asistente social “de campo”, en si, no tiene por qué ser subalterno del
“académico”, y vice-versa; así como el conocimiento situacional (para
intervenir) no es menos importante que el conocimiento teórico, y vice-versa.
Estos lo son apenas cuando se reproduce el “divorcio” positivista entre teoría y
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práctica, y cuando la forma de “resolverlo” (su “casamiento” forzado) deriva
en la atribución de una supuesta “teoría propia” del Servicio Social,
considerándola como la sistematización y el diagnóstico de su práctica
inmediata, y perdiendo así la perspectiva de totalidad de la realidad. Cada uno,
conocimiento teórico y situacional, tiene funciones y espacios propios de
producción, y responden a necesidades diferentes. En el ámbito interventivo,
la producción de conocimiento teórico (científico) casi que no es posible ni
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necesaria; en esta actividad es fundamental la apropiación de la teoría,
como recurso tendencial explicativo de los procesos sociales, y la elaboración
de conocimiento situacional (del diagnóstico situacional y de las técnicas de
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intervención). Esto es, si el profesional de campo no produce teoría, pero,
usando críticamente los conocimientos teóricos ya acumulados para iluminar
la estructura y dinámica del fenómeno con el cual se enfrenta, en una
perspectiva de totalidad, articulada a fenómenos más amplios y complejos,
elabora un conocimiento situacional (diagnóstico) para intervenir crítica y
efectivamente en los procesos, entonces esta actividad no es subordinada o
subalterna a la actividad “científica”, sino que se nutre de ella: ambas se
comportan como complementarias, siendo éstas, igualmente importantes.
Referencias Bibliográficas
económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta,
absurda” (in Marx y Engels 1975a: 520).
23 Sobre el “fatalismo” y el “voluntarismo” o “mesianismo” en la profesión, ver
Iamamoto (1997: 183 ss).
24 Según menciona Mandel, el peso de las ‘ideas’ es “tanto mayor cuando esas ideas
no son más que la expresión, en el plano ideológico, de intereses, sea de conservación
social, sea de revolución social, intereses que se ligan en definitiva con posiciones de clases
antagónicas” (1978: 240).
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