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LA RELACIÓN TEORÍA-PRÁCTICA EN EL SERVICIO SOCIAL: desafíos para


la superación de la fragmentación positivista y post-moderna

Carlos Montaño∗

El presente texto no pretende ser uno más sobre “métodos de


intervención” en la práctica profesional, separando la teoría de la práctica –o
reduciendo la primera a un conocimiento “instrumental-operativo”–, e incluso
segmentando la realidad social en “áreas de actuación (supuestamente)
independientes”, desconsiderando los fundamentos de la “cuestión social” al
tratar apenas de sus manifestaciones como “problemáticas” específicas.

Pensar la práctica profesional, por lo tanto, exige pensar las


concepciones de práctica y de teoría, y la relación entre ambas. Por su turno,
pensar la relación Teoría-Práctica en el Servicio Social, supone primeramente
algunas consideraciones sobre el desarrollo teórico de la profesión en relación
a las Ciencias Sociales, y su vinculación genética con las segmentadoras
racionalidades positivista y post-moderna.

1. El Servicio Social en el contexto de las Ciencias Sociales particulares –


la racionalidad que funda al Servicio Social

1.1- La necesaria imposición/aceptación de la “cultura oficial” como forma


de consolidar el sistema hegemónico

Como ya observaron Marx y Engels, la hegemonía de la clase


capitalista (particularmente en la era de los monopolios) se mantiene no
apenas con la coerción, sino que precisa de cierto grado de aceptación
general (Weber), de consenso (Gramsci). Así, la ideología, los valores y
normas burgueses deben ser incorporados por el conjunto de la población
1
como “cultura oficial” , lo que obliga a la clase hegemónica a dos artificios: la

∗ Doctor en Servicio Social (por la Universidad Federal de Rio de Janeiro – UFRJ);


Asistente Social graduado en Uruguay (UdeLAR). Profesor Adjunto e investigador en la UFRJ.
Profesor visitante y conferencista en diversos países latino-americanos. Autor de varios
artículos y libros, entre ellos: “La naturaleza del Servicio Social” (São Paulo, Cortez, 1998);
“Tercer Sector y Cuestión Social” (São Paulo, Cortez, 2006). Coordinador de la Biblioteca
Latinoamericana de Servicio Social (Cortez – con 13 volúmenes publicados). Actual miembro
de la Dirección Ejecutiva de ALAEITS (2006-2008) y de ABEPSS (2008-2010). Ponencia
presentada en el XIX Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. El Trabajo
Social en la coyuntura latinoamericana: desafíos para su formación, articulación y
acción profesional. Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Guayaquil, Ecuador. 4-8 de
octubre 2009.
1. Como manifiestan Marx y Engels en la Ideología Alemana, “las ideas (Gedanken)
de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, esto es, la clase que es la
fuerza material dominante es al mismo tiempo su fuerza espiritual dominante. La clase que
tiene a su disposición los medios de producción materiales tiene al mismo tiempo los medios
de producción espiritual, lo que hace que a ellas sean sometidas, al mismo tiempo y
promedialmente, las ideas de aquellos a los cuales les faltan los medios de producción
2

“naturalización” y el ocultamiento (e incluso fetichización) de aquellos. Los


valores y normas “naturalizados” y fetichizados, son entonces
deshistoricizados (véase por ejemplo, las consideraciones de Netto, 1997: 55
y ss.; también Lessa, 1996); en ese sentido, son vistos como naturales e
incomprensibles o indescifrables, por lo tanto, inmutables. La forma de hacer
eso es desarrollando un tipo de racionalidad que sea al mismo tiempo
segmentadora y manipuladora de la realidad; esta racionalidad, sobre moldes
formal-abstractos, es hegemonizada por el positivismo.

Como expresa Lukács, al analizar las leyes que rigen el sistema


capitalista, “esa ‘ley’ (...) tendrá que ser [por un lado] una ley de las
‘contingencias’ que reaccionan recíprocamente y no la de una organización
realmente racional. Por otro lado, este sistema de leyes no apenas debe
imponerse a los individuos: nunca podrá tampoco ser susceptible de un
conocimiento integral y adecuado, porque el conocimiento integral de la
totalidad aseguraría al sujeto de ese conocimiento una tal posición de
monopolio que tanto bastaría para suprimir la economía capitalista” (Lukács,
1974: 117).

1.2- El positivismo como racionalidad hegemónica en los moldes formal-


abstractos

De esta forma el positivismo se presenta como la racionalidad


hegemónica de la cultura “oficial” del mundo occidental, dada su funcionalidad
con el orden burgués.

espiritual. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones
materiales dominantes concebidas como ideas; por lo tanto, la expresión de las relaciones que
tornan una clase en la clase dominante; por lo tanto, las ideas de su dominación. Los
individuos que constituyen la clase dominante poseen, entre otras cosas, también conciencia,
y por esto, piensan; en la medida que dominan como clase y determinan todo el ámbito de una
época histórica, es evidente que lo hagan en toda su extensión, y consecuentemente, entre
otras cosas, también dominen como pensadores, como productores de ideas; que regulen la
producción y distribución de ideas de su tiempo y que sus ideas sean, por eso mismo, las
ideas dominantes de la época” (Marx y Engels, 1977: 72).
En la tradición marxista, Lefebvre también trata de esta cuestión: “En la medida en que
no existe sociedad basada en la pura violencia, es la ideología que obtiene el consentimiento
de los oprimidos, de los explotados. La ideología los representa de manera tal que les arranca,
además de la riqueza material, la aceptación e incluso la adhesión espiritual” (Lefebvre, in
Iamamoto, 1997: 125 – nota de pie de página n° 115).
Tematizado por Iamamoto, “el control social y la difusión de la ideología dominante
constituyen recursos esenciales, complementando otras maneras de presión social apoyadas
en la violencia, para la obtención de consenso social. (...) La ideología dominante es un medio
de obtención del consentimiento de los dominados y oprimidos socialmente, adaptándolos al
orden vigente” (ibídem.); siendo que para la autora, “el modo capitalista de reproducir y el de
pensar son inseparables, y ambos se expresan en el cotidiano de la vida social” (ídem.: 126).
Para Martins, “el modo capitalista de producción (...) es también un modo capitalista de
pensar (...). En cuanto modo de producción de ideas, marca tanto el sentido común como el
conocimiento científico (...). No se refiere estrictamente al modo como piensa el capitalista,
sino al modo de pensar necesario a la reproducción del capitalismo, a la reelaboración de sus
bases de sustentación ideológicas y sociales” (Martins, in Martinelli, 1997: 70).
3

En una verdadera duplicidad de segmentación, dos principios,


inhibidores de cualquier posibilidad de transformación estructural del sistema,
forman parte de la racionalidad positivista:

a) La segmentación de la realidad en esferas autonomizadas: la


económica (como siendo el campo de las relaciones entre actores que ocupan
lugares diferentes en el proceso productivo; sin clases, ni luchas de clases, ni
intereses contrapuestos -despolitizando este espacio, convirtiendo la
economía política en “economía vulgar”, casi identificable a la contabilidad, a
la ingeniería industrial y a la administración)-; la política (como siendo el
espacio de las luchas de intereses, pero que, por ser deseconomizados
-retirada la conexión económica, de las clases, con relación a esos intereses-,
ellas son entendidas como estando operadas en la órbita del Estado, y no de
la producción, y entre actores sociales y/o partidos políticos, y no clases
sociales; son los movimientos sociales extra-clases y la lucha parlamentaria
del sistema democrático que institucionaliza, descaracteriza y controla
-minimiza y normaliza- los conflictos); y la social (como siendo la interacción
entre individuos en su espacio cotidiano, despolitizado y deseconomizado; el
“hecho social” durkhemiano). De esta forma se opera una verdadera
deshistoricización de lo social: el “sistema” no puede más ser alterado en su
totalidad; la revolución y la transformación desaparecen como opción o
posibilidad histórica; sólo es posible alterar, controlar o manipular “variables”,
“disfunciones”, “partes” del todo, permaneciendo el sistema en su “natural
equilibrio”.

b) Por otro lado, la separación entre conocimiento y acción, entre saber


y hacer, entre teoría y práctica. Para esto se crean disciplinas “científicas” y
disciplinas “técnicas”. Unas conocen pero no actúan; las otras actúan en
función del conocimiento ajeno. El conocimiento crítico, en esta perspectiva,
se disloca de las posibilidades de intervención transformadora; la acción
práctica interventiva se aísla de cualquier posibilidad crítica de conocimiento.
La praxis se reduce a práctica cotidiana, inmediata; la teoría se agota en
abstracciones y generalizaciones.

De esta manera, la forma de conocimiento producido sobre esta historia


“naturalizada” de la sociedad debe ser fragmentaria y fenoménica: surgen y se
desarrollan las “ciencias sociales particulares” como disciplinas que reparten
entre sí el conocimiento (parcial y fenoménico) de los “retazos de realidad”, y
la intervención (manipulación) “correctiva” de variables de estas fracciones de
la realidad (o “realidades”).

1.3- El surgimiento de las ciencias sociales particulares como


segmentación del conocimiento de la realidad

Así, a partir de los estudios de Lukács (1992), sabemos que el origen


de las “ciencias sociales particulares”, a partir de los acontecimientos de
1830-48, se funda como producto de la racionalidad burguesa (hegemonizada
por el positivismo), segmentadora de la realidad y desarticuladora de la acción
humana de conocer e intervenir.
4

En tal sentido, “el nacimiento de la sociología como disciplina


independiente hace que el tratamiento del problema de la sociedad deje de
lado su base económica; la supuesta independencia entre las cuestiones
sociales y las cuestiones económicas constituye el punto de partida
metodológico de la sociología” (Lukács, 1992:132).

De esta forma, las crisis generadas por la disolución de la escuela


ricardiana y del socialismo utópico “ponen fin a la economía burguesa en el
sentido de los clásicos, o sea, en el sentido de ciencia fundamental para el
conocimiento de la sociedad. Por un lado, nace la economía burguesa vulgar
(...); por otro lado, nace la sociología en cuanto ciencia del espíritu
desvinculada de la economía” (ídem.: 132) y así nacen otras “ciencias sociales
particulares” y “disciplinas técnicas”. Para Lukács, la sociología,

“surge como ciencia autónoma porque los ideólogos


burgueses pretenden estudiar las leyes y la historia del
desarrollo social separándolas de la economía. La
tendencia objetivamente apologética de esta orientación
no deja lugar a dudas. Después del surgimiento de la
economía marxista, sería imposible ignorar la lucha de
clases como hecho fundamental del desarrollo social,
siempre que las relaciones sociales sean estudiadas a
partir de la economía. Para huir de esta necesidad, surgió
la sociología como ciencia autónoma; cuanto más ella
elaboró su método, más formalista se tornó, más
substituyó la investigación de las reales conexiones
causales en la vida social por análisis formalistas y vacíos
razonamientos analógicos. (...) Así, como la sociología
debería constituir una ‘ciencia normativa’, sin contenido
histórico y económico, del mismo modo la Historia debería
limitarse a la exposición de la ‘unicidad’ del decurso
histórico, sin llevar en consideración las leyes de la vida
social” (Lukács, 1992: 123).

Como consecuencia, según este contundente teórico húngaro, “al


burgués medio, su actividad profesional le parece ser un pequeño engranaje
en una enorme maquinaria de cuyo funcionamiento general no puede tener la
mínima idea” (ídem.: 125).

1.4- La génesis del Servicio Social dentro del contexto monopolista y de la


racionalidad burguesa (positivista)

Entre estas actividades profesionales, a partir de la doble segmentación


positivista, que forman parte de un “engranaje indescifrable”, se encuentra
evidentemente la del Servicio Social; como profesión situada en el área socio-
psicológica (área aislada y autonomizada de las restantes esferas de la
realidad, y por lo tanto fuera de cualquier perspectiva de totalidad) y dirigida a
la acción, a la práctica, a la intervención inmediata (desconectada, en su
5

origen, del conocimiento crítico y veraz de la realidad que fundamente su


accionar); donde “la sociedad aparece como un místico y oscuro poder, cuya
objetividad fatalista y deshumanizada se contrapone, amenazadora e
incomprendida, al individuo” (ibídem.), por lo tanto, sin posibilidad de
comprensión y transformación.

El Servicio Social tiene, por lo tanto, su génesis en aquel contexto


histórico (de consolidación del capitalismo monopolista; ver Netto, 1997) y en
esta perspectiva y racionalidad (positivista: doblemente segmentadora y
2
manipuladora de esos segmentos de la realidad) .
3
Es así que la búsqueda de la especialización del Servicio Social es
emprendida a partir de una perspectiva de pulverización y segmentación de la
realidad en “cuestiones sociales” o “problemáticas” (ver Iamamoto, 1997: 73-
85 y Netto, 1997: 7-24) y de una diversificación compartimentada de los
estudios y respuestas a estos problemas particulares (ver Netto, 1992: 136).
Efectivamente, vinculada al orden burgués -especialmente a lo que Lukács
denomina de “decadencia ideológica de la burguesía”, que se instaura
fundamentalmente a partir de 1848, “frente a la disolución del hegelianismo”,
en el momento en que la clase burguesa pierde su carácter crítico-
4
revolucionario frente a las luchas proletarias (Lukács, 1992: 109 y ss.)-, surge

2. “La filiación teórica del Servicio Social – dice Netto – es indesmentible: viene
precisamente en el proceso de consolidación de las ciencias sociales [particulares]” (1997:
147); Netto entiende que la perspectiva que pretende una teoría y un método de Servicio
Social está ligada “a la concepción positivista (...) de suponer que puedo cortar un fenómeno
de la realidad, abstraerlo, estudiarlo en si y luego remitirlo, reenviarlo a la totalidad social”
(1993: 54).
En concordancia, Iamamoto entiende que “el Servicio Social nace y se desarrolla en la
órbita de ese universo teórico [de la “tradición conservadora del pensamiento europeo del
siglo XIX]. Pasa de la influencia del pensamiento conservador europeo, franco-belga, en sus
orígenes, para la sociología conservadora norteamericana, a partir de los años ’40” (1997:
169).
También Ammann concluye que “a lo largo del proceso de construcción del
conocimiento predominó históricamente la tendencia que postula la definición apriorística de
un objeto exclusivo para cada ramo de las ciencias. Fundada en el corte positivista que
separa los que piensan de los que actúan, los que producen conocimiento de los que aplican
esos conocimientos, tal tendencia respondía a intereses sociales y relaciones de poder
reforzadores de la división social del trabajo en el seno de la sociedad. De tal postura – que
separa ciencia y técnica, disciplinas que producen de disciplinas que aplican el conocimiento –
derivó la clasificación de las áreas, siendo el Servicio Social caracterizado como disciplina de
aplicación. Entonces, en su proceso de institucionalización éste está marcado por el
pragmatismo e impedido de pensar los fenómenos sociales sobre los cuales interviene ...”
(Ammann, 1984: 144).
3. Vale la pena señalar que “Marx y Engels consideraban la especialización como
limitadora y perjudicial a todos los trabajadores, tanto intelectuales como manuales” (in
Bottomore, 1988: 194).
4. La decadencia ideológica de la burguesía, dice Lukács, “tiene inicio cuando la
burguesía domina el poder político y la lucha de clases entre ella y el proletariado se coloca en
el centro del escenario histórico. Esta lucha de clases, dice Marx, ‘significó el doblar de las
campanas por la ciencia económica burguesa. Ahora no se trata de saber si éste o aquel
teorema es verdadero, sino si es útil o perjudicial para el capital” (Lukács, 1992: 110). Para
Coutinho, “la distinción actual entre varias ciencias sociales particulares, cada una
constituyendo una ‘especialidad’ dotada de un pretendido objeto propio (...), surge en el
momento en que se da ese eclipse de la reflexión totalizante [e historicizante] sobre lo social.
6

un tipo de racionalidad que, procurando la mistificación de la realidad, crea


5
una imagen fetichizada y pulverizada de ésta . El conocimiento segmentado
de la realidad condiciona la segmentación de las respuestas y lleva a cambios
parciales de la misma. Así, la segmentación de la realidad en “cuestiones
sociales” propicia que éstas sean tratadas a través de instrumentos parciales y
compartimentados: las políticas sociales segmentadas y sectoriales.

En este sentido, siguiendo a Guerra, “esta forma de concebir y explicar


los procesos sociales, peculiar al ‘racionalismo burgués moderno’, puesta en
las/por las políticas sociales, repercute en la intervención profesional de los
asistentes sociales, ya que éstas se constituyen en la base material sobre la
cual el profesional se mueve, y al mismo tiempo, atribuyen contornos,
prescripciones y ordenamientos a la intervención profesional” (2007: 128).

De esta manera: a) si la racionalidad burguesa segmenta la realidad,


“recortándola” según especializaciones correspondientes a las varias
“perspectivas” o puntos de vista de cada profesión particular –la perspectiva
“económica”, la “sociológica”, la “política”, y también la del servicio social–; b)
si las políticas sociales surgen como mediaciones político-ideológicas entre el
Estado –hegemonizado por la clase burguesa y constituido por esta
racionalidad–, y la población cadenciada; y c) si el Servicio Social aparece
como una profesión instrumental al proyecto político de la burguesía y
vinculada a la ejecución terminal de estas políticas sociales
compartimentadas -constituyendo estas últimas la “base de sustentación
funcional-laboral” (ver Montaño, 1997) de este profesional–; entonces se
puede concluir que el propio Servicio Social tiene tanto su génesis como su
desarrollo íntimamente imbricados en esta racionalidad formal y pulverizadora
de la realidad, asumiendo como “natural” la compartimentación de disciplinas
y profesiones, el divorcio entre conocimiento y acción, la segmentación de

Y ese eclipse tiene lugar (...) en el momento en que la burguesía deja de ser una clase
revolucionaria” (Coutinho, 2000: 175).
5. Siguiendo la crítica de Marx y Engels, Lukács entiende que “antes de 1848, Guizot
es uno de aquellos notables historiadores franceses que descubrieron científicamente la
función de la lucha de clases en la historia del origen de la sociedad burguesa. Después de
1848, Guizot pretende demostrar a cualquier precio que el mantenimiento de la monarquía de
julio es un imperativo de la razón histórica y que 1848 fue solamente un gran equívoco (...).
Así, bajo la influencia de la revolución de 1848, uno de los fundadores de la ciencia histórica
moderna se transformó en un apologista mistificador” (Lukács, 1992: 112). Según el autor,
frente a las agitaciones proletarias, “ahora también huyen los ideólogos de la burguesía,
prefiriendo inventar los más vulgares e insípidos misticismos en lugar de encarar de frente la
lucha de clases entre burguesía y proletariado, de comprender científicamente las causas y la
esencia de esta lucha. Metodológicamente, esa transformación en la orientación se manifiesta
en el hecho de que (...) los teóricos evitan cada vez más entrar en contacto directamente con
la propia realidad, poniendo, al contrario, en el centro de sus consideraciones, las disputas
formales y verbales con las doctrinas precedentes” (ibídem.). Para Coutinho, “esta rígida
división científica del trabajo (...) estimula la emergencia de un pensamiento fragmentario,
favorable a los intereses particulares de la burguesía”, concluyendo que “el nacimiento de las
‘ciencias sociales’ es uno de los momentos constitutivos de la actual ideología burguesa” que
tiende a aceptar la realidad social “como un agregado de ‘datos’ insuperables” (Coutinho,
1994: 96).
7

6
respuestas a micro-realidades supuestamente “independientes” ,
pertenecientes éstas a una globalidad que a los profesionales les parece
incomprensible, y que establece fronteras rígidas entre las diferentes
profesiones que no pueden ser traspasadas, salvo en pretensiones inter-
disciplinarias.

Así, se consolida la estructura que primeramente separa profesiones


científicas de profesiones técnicas (propuesta claramente positivista de la
división del trabajo; ver Comte, 1988: 22 y Durkheim, 1983: 4 y ss.) y que, en
segundo lugar, divide el trabajo en profesiones particulares e independientes,
con “perspectivas” puntuales (y “específicas”) sobre objetos parciales (sobre
particularidades del todo real concreto), creando “campos de saber
7
especializados” que no consiguen aprehender la totalidad real .

1.5- La infructífera búsqueda de la superación del “divorcio” (positivista)


teoría/práctica en el Servicio Social reconceptualizado.

Esta segmentación (divorcio teoría/práctica), por veces (como en su


génesis, aunque persistiendo aún) está marcada por la reproducción de la
separación profesional, muy al gusto del positivismo, entre el que conoce, el
“cientista” (sociólogo, economista etc.), y el que actúa, el “técnico”, el
profesional de campo (asistente social, educador etc., vistos como agentes
“de la práctica”).

Sin embargo, fundamentalmente a partir de la Reconceptualización,


buscando superar tal segmentación, no obstante ésta es renovada, pero ahora
marcada por la incorporación de la producción de conocimiento en la práctica
profesional, aunque identificando la supuesta “teoría específica” del Servicio
Social a un “conocer para actuar” (diferenciada de la “teoría pura” de los
“cientistas”); donde la Teoría Específica (“del Servicio Social”) se reduce a la
mera Sistematización de la Práctica o a un Diagnóstico Social, es decir, a un
conocimiento intrumental/situacional para la acción.

En el primer caso, claramente se excluye la investigación social, la


elaboración teórica, de la actividad “específica” del Servicio Social; éste sería
apenas un profesional “de la práctica”, mientras la investigación
correspondería apenas a los “cientistas”. En el segundo caso, se incorpora la
investigación al proceso metodológico de intervención (de todo) profesional del
Servicio Social, pero reduciéndola a la mera sistematización y/o diagnóstico;
como si sólo tuviera sentido la relación inmediata, directa, entre el conocer y el

6. Según Netto, “la división social (y técnica) del trabajo, en el plano intelectual, fue
sustentada en la especialización y la positividad fue erguida como criterio empírico último para
la prueba de la ‘cientificidad’; la totalidad social concreta fue subsumida en la vaga noción de
‘todo’, con las ‘partes’ en él integrándose funcionalmente; el objeto de las ciencias sociales
pasó a ser ‘construido’ no en función de su objetividad concreta, sino en la división social (e
intelectual) del trabajo; el método (frecuentemente reducido a pauta de operaciones técnicas)
se divorció de la teoría” (Netto, 1997: 146).
7. Para la crítica de esta “división especializada” del trabajo, además del ya indicado,
ver los estudios de Lukács sobre “la decadencia ideológica” y “el nacimiento de la sociología”,
Lukács, 1992: 109 y ss. y 132 y ss.
8

actuar, el conocer para actuar. En el primer caso, el conocimiento teórico es


excluido, eliminado; en el segundo, éste es reducido a conocimiento operativo,
instrumental, situacional. En definitiva, en el primer caso, se separa la
profesión que investiga/conoce (la “profesión científica”) de la que actúa (la
“profesión técnica”); en el segundo caso, manteniéndose aún la separación
entre disciplinas “científicas” y “técnicas”, se atribuye a una y otra modalidades
y tipos diferentes de investigación: a la “profesión científica”, una “teoría-pura”;
a la “profesión técnica”, una “teoría-aplicada”.

De esta forma, el conocimiento teórico crítico es desgarrado de las


posibilidades de intervención; la acción práctica interventiva se aísla de
cualquier posibilidad crítica de conocimiento. La praxis se reduce a práctica
cotidiana, inmediata; la teoría social se agota en abstracciones; y la teoría
“específica” del Servicio Social se reduce a conocimiento operativo. La
segmentación positivista entre conocimiento y acción es reproducida sobre
nuevos ropajes.

2. Una propuesta de ruptura con la racionalidad positivista – la elaboración


teórica y la práctica críticas en el Servicio Social

A estas alturas, parece conveniente y necesario realizar algunas


precisiones, con el fin de diferenciar conceptos frecuentemente identificados
en el debate profesional:

Primeramente, es imprescindible distinguir la producción del uso del


conocimiento científico (teórico). Pude decirse que hace parte necesaria y
fundante de la acción profesional, cualquiera que ella sea, el “uso” del
conocimiento teórico acumulado. Sea en el trabajo académico, político-
institucional, o interventivo, todo profesional debe hacer uso del conocimiento
teórico; sin éste, el profesional sí desarrollará una tarea intuitiva, voluntarista,
sustentada en el sentido común. No obstante, la “producción” de conocimiento
teórico no es algo que necesariamente deba estar presente en todo
profesional o en toda actividad profesional. Se puede usar conocimiento
teórico para la acción profesional, sin elaborarlo o producir ninguna nueva
8
teoría –y esto no desmerece el rigor de tal acción. En ciertas formas de
inserción, o en ciertos contextos, el asistente social no precisa (y/o no tiene
posibilidades de) elaborar, crear, producir conocimiento teórico nuevo. Por el
contrario, valiéndose del conocimiento teórico acumulado, del diagnóstico
situacional, y de otras informaciones, puede desarrollar una intervención
consciente, científicamente orientada, sin (necesariamente) elaborar una sola
propuesta teórica original.

En segundo lugar, es necesario reconocer la existencia de formas


distintas de “conocimiento”: instrumental, operativo, situacional, religioso,

8 Véase el caso de un médico clínico (que valiéndose de conocimiento teórico


acumulado, de conocimiento circunstancial y de síntomas del paciente produce un
conocimiento operativo, el diagnóstico, para el tratamiento de la enfermedad … sin producir en
absoluto nuevos conocimientos teóricos), o de un arquitecto que realiza una planta de un
edificio.
9

artístico, intuitivo, del sentido común o “conocimiento popular”. El


conocimiento teórico es apenas UNA forma de conocimiento, y por lo tanto, no
puede identificarse conocimiento (en general) con “conocimiento teórico” o
“teoría” (en particular). No puede; pero comúnmente así se procede. Es que,
producto de vicios positivistas (incluso en perspectivas pretendidamente
dialécticas) en nuestra profesión (sobre esto ver Quiroga, in Borgianni y
Montaño, 2000:121 ss), como el conocido Método BH, de Leila Lima y
colaboradores (Lima, 1993: 11 ss) o la propuesta de modelo de intervención
en la realidad de Boris Lima (Lima, 1986: 147 ss), se atribuye
(equivocadamente) el mismo carácter dialéctico tanto a la producción del
conocimiento teórico como a la intervención profesional (sobre esto, ver
Montaño, 1998: 147 ss). Identificando muchas veces el “conocimiento teórico”
con la racionalización, la percepción, la reflexión sobre la realidad, y esta
9
como “la teoría específica” de la profesión; como si todo lo que “pensamos”
constituyese un “momento teórico”, por lo tanto, “teoría”. Así, en un proceso
interventivo en la realidad, es imprescindible el “uso” de conocimiento teórico,
para “elaborar” y “producir” conocimientos situacional (diagnóstico),
instrumental, operativo (absolutamente necesario para la programación, la
determinación estrategias y de técnicas para la acción); no siendo necesario o
imprescindible (y en muchos casos, no siendo posible) la “producción” de
conocimiento teórico. Por su turno, en la actividad investigativa (científica o
académica), para “producir” conocimiento teórico, resulta muchas veces
necesario el “uso” de conocimientos empíricos (sistematizaciones de
prácticas, por ejemplo), no necesariamente “elaborados” por el mismo
10
profesional.

En tercer lugar, entendemos también necesario caracterizar las


11
diferencias existentes –distintas mediaciones, posibilidades, condiciones,
relaciones- entre la actividad teórica y la acción práctica directa (sea política o
sea la intervención práctico-institucional del profesional) en la realidad. Es
posible que en el “debate teórico” podamos desarrollar una radicalidad y una
crítica sustantivas, sin concesiones a quienes opinen diferente, manteniendo
las convicciones y los puntos de vista intocados; es probable que el
“conocimiento teórico” pueda desarrollarse con claridad dialéctica, alcanzando
los fundamentos que explican las manifestaciones de la realidad en que
vivimos. No obstante, transferir esta modalidad, propia de la producción
científica, para la acción práctica directa resulta una temeridad y un enorme
equívoco. Por un lado, la acción política requiere de alianzas, de acuerdos, de
negociaciones, que dependen de correlaciones de fuerza, posibilidades y
límites, por lo tanto, de tácticas y estrategias, de dar “un paso adelante y dos

9 Como ya expresamos (ver Montaño, 1998: 106 ss), no existe una “teoría
específica”, propia de nuestra profesión, sino elaboraciones teóricas que hacen parte del
conocimiento general sobre la sociedad.
10 Sobre producción de “conocimiento teórico”, “teórico” y teoría dialéctica ver:
Lefebvre (1070, 1975), Kosik (1989), Sánchez Vázquez (1990), Konder (2003), Pereira
(2003).
11 Sin confundir las mediaciones existentes en la realidad social, con el uso frecuente
y problemático (retornaremos a esto) de “mediación” como “intermediación” (en el sentido de
resolución de conflictos) del profesional con determinados actores en conflicto. Sobre esto ver
Pontes (2003).
10

atrás”, como la clásica formulación de Lenin. Por otro lado, la intervención


profesional institucional (o “práctica de campo”) también presenta
mediaciones diferentes de la producción teórica: objetivos institucionales
específicos, relaciones contractuales de empleo, de jerarquías institucionales,
correlación de fuerzas y alianzas con otros actores institucionales, así como el
papel de los usuarios, la existencia (o no) de recursos suficientes, el tipo de
políticas sociales desarrolladas por la institución en donde trabaja, demandas
realizadas por los contratantes del profesional, y demandas (o necesidades)
de los usuarios, nivel de urgencia de estas demandas, etc. En síntesis, la
dialéctica, en tanto un método de conocimiento, se agota en el plano de la
razón, del intelecto, no pudiendo trasladarse sin innumeras mediaciones al
12
plano de la acción práctica. Lo contrario identificaría teleología (proyecto)
con resultado empírico, idea con realidad; caeríamos en un idealismo
13
hegeliano. No es lo mismo “pensar” la realidad (inclusive cuando se
produzca un conocimiento teórico, científico) que “actuar” sobre ella; por lo
tanto no se puede imaginar que el resultado de la elaboración científica (la
teoría, o el conocimiento teórico) sea idéntico al producto de la acción práctica
14
(sea ella práctica política, o intervención profesional).

Con estas puntualizaciones podemos ahora tratar de la necesidad de


romper con los vicios positivistas, reactualizados hoy bajo otros ropajes (neo-
positivismo, funcionalismo, teoría de sistemas, o incluso post-modernidad,
etc.). Así, como ya afirmamos, la racionalidad positivista, doblemente
segmentadora, tiene los siguientes efectos encubiertos: a) escamotear la
realidad estructural y brindar una imagen naturalizada de la realidad social
para generar una “cultura oficial” que derive en aceptación sistémica o en
conflictos puntuales que no alteren el sistema; b) la deshistoricización de la
realidad social; c) la fragmentación del conocimiento y de las respuestas, que
alteran variables apenas en el nivel de las realidades singulares, de la
cotidianidad.

Esta racionalidad formal-abstracta, que conforma el substrato ideo-


cultural del surgimiento de las ciencias sociales particulares, y del Servicio
Social, ha sido constantemente repuesto (sobre nuevas formas
“modernizadas”, neo-positivistas, post-modernas y neo-conservadoras) por
nuestra profesión. El debate sobre la “especificidad” profesional; la perspectiva
de “práctica (profesional, inmediata) como fuente (directa) de la teoría (para la
acción)”; la desconsideración de todo análisis teórico que no parta de la

12 Para Mandel, existen tres niveles de la dialéctica, en cuanto “lógica del


movimiento”: a) la dialéctica de la naturaleza, b) la dialéctica de la historia, c) la dialéctica del
conocimiento (1978: 237).
13 Como Marx resalta, “el modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la
que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia” (in
Marx y Engels, 1975: 373).
14 Comúnmente se suele pedir “coherencia” entre lo que se piensa y como se actúa.
Sin embargo, nuevamente, las mediaciones, condiciones, capacidades y posibilidades del acto
de pensar son muy, pero muy diferentes de aquellas que inciden en la práctica (política,
institucional, profesional, etc.): el infierno no puede estar “plagado de buenas intenciones”,
pues éstas muchas veces se topan con condicionantes difíciles de superar a corto plazo.
11

práctica inmediata; la relación subordinada con los “cientistas”; la


desconsideración de un conocimiento a partir de una “perspectiva de
totalidad”, y su substitución por una “perspectiva inter-disciplinaria”; la
reducción del conocimiento teórico a la mera sistematización de la práctica
singular y del diagnóstico situacional; la exigencia homogénea de toda
intervención profesional encuadrada en un método a priori; todo esto
contribuye a una (auto)reproducción de la racionalidad positivista en nuestra
profesión. (sobre esto ver Montaño, 1998 y Montaño in Borgianni y Montaño,
2000).

Para superar esta limitada racionalidad, por parte del profesional, sea
en el campo teórico como práctico, resulta imprescindible:

1) Romper con cualquier perspectiva parcializada de la realidad, tales como


en la racionalidad positivista, o incluso (en la actualidad) en el pensamiento
post-moderno.

Estas perspectivas particulares (consideradas “específicas”) significan,


como ya fue mencionado, la especialización profesional como substitutiva de
la calificación universal, la compartimentación y pulverización de los campos
de conocimiento, la separación de ciencia y técnica (lo que se traduce, para el
Servicio Social, en subalternidad funcional, distanciamiento de la realidad
global, pérdida de criticidad e incapacidad de dar respuestas substantivas a
las realidades complejas).

En realidad, la perspectiva a adoptar por parte del profesional (en el


conocimiento y en la intervención), para poder tener una práctica crítica, debe
ser dada por el propio objeto (a conocer y/o intervenir), considerado como
totalidad, procurando aprehender la realidad concreta en su complejidad y
totalidad, no segmentando o “recortando” artificialmente el objeto en diversas
“perspectivas”, o en varias sub-áreas, o incluso en distintos niveles de la
realidad social; por lo tanto, una perspectiva definida a partir del objeto, a
posteriori, y no a partir de una determinada profesión, a priori.

2) Superar la exigencia de articulación inmediata entre teoría y práctica

Comúnmente se afirma que la Práctica es el punto de partida de la


Teoría. En realidad, el “procedimiento previo y necesario a la reflexión teórica”
(Netto, 1989: 141), lo que se constituye en punto de partida del conocimiento,
no es la sistematización de la práctica (individual, personal, local, inmediata),
sino la “sistematización de datos” (cuantitativos y cualitativos, y no
necesariamente extraídos de la propia actividad práctica del investigador).
Estos pueden ser empíricos y provenir de la práctica, o teóricos, estadísticos
etc., y provenir del conocimiento acumulado. Pensar la práctica (específica,
singular) como fuente (inmediata y directa) de teoría, impide “dislocarse” de lo
factual, lo singular, y superarlo. En este caso se reduce y se subordina la
teoría a la práctica, se “pragmatiza” la teoría. Se verifica una concepción
pragmática de la teoría.
12

Esta concepción entiende el “conocimiento teórico” reducido a un saber


instrumental y/o un diagnóstico de situación. Así, pensar la teoría como
derivación directa de la práctica localizada implica caer en un pragmatismo,
en un utilitarismo: sólo es verdadero lo que es aplicable y útil a esta práctica
singular. Pensar también la práctica (específica y singular) como objetivo
directo de la teoría, elimina cualquier teoría y toda investigación que no tenga,
en la práctica inminente, inmediata, su intencionalidad directa. Pensar la
práctica (específica y singular) como criterio de verdad, implicaría la
inexistencia de toda teoría que no fuera apenas un “conocimiento
instrumental”, aplicable empíricamente.

En realidad, la práctica no es la fuente y objetivo (inmediatos) de la


teoría, en una relación pragmática, utilitarista. La práctica es el fundamento,
finalidad y criterio de verdad de la teoría. Pero no aquella “práctica” y aquella
“teoría” específicas, individuales, singulares, sino la práctica social histórica, y
la teoría (social). La relación teoría/práctica, ni caracteriza un “casamiento”, ni
un “divorcio”, sino una “unión libre”.

Así, como afirma Sánchez Vázquez, cuando se habla de la práctica


como “fundamento” y “finalidad” de la teoría, se debe entender:

“a) que no se trata de una relación directa e inmediata, ya


que una teoría puede surgir — y eso es bastante
frecuente en la historia de la ciencia — para satisfacer
directa e inmediatamente exigencias teóricas, esto es,
para resolver dificultades o contradicciones de otra
teoría;
b) que, por lo tanto, sólo en última instancia y como
parte de un proceso histórico-social — no a través de
segmento de la práctica —, la teoría corresponde a
necesidades prácticas y tiene su fuente en la práctica”
(Sánchez Vázquez, 1990: 233-234).

3) Romper con los moldes rígidos, metodologistas y aprioristas, que


redundan en la exigencia homogénea para todos los profesionales de un
mismo comportamiento metodológico, seguido por todos y cada uno en su
totalidad.

Así, no todo asistente social tiene que producir conocimiento teórico (o


15
científico) , particularmente cuando éste se desempeña en el área
interventiva. De la misma manera, no todo profesional debe extraer de su
práctica, singular e inmediata, los datos necesarios para sus reflexiones
teóricas. Asimismo, no todos los profesionales tienen que cumplir la totalidad
de una supuesta pauta metodológica (ni ésta debe ser preestablecida) para
poder desempeñarse profesionalmente. La heterogeneidad de funciones,

15. Claramente diferenciado del conocimiento situacional (el Diagnóstico Social, la


Sistematización de la Práctica), necesario para una intervención directa en la realidad.
13

inserciones y desempeños laborales, la integración de diferentes tareas, la


cooperación, pueden y deben ocurrir al interior de la profesión.

El asistente social “de campo”, en si, no tiene por qué ser subalterno del
“académico”, y vice-versa; así como el conocimiento situacional (para
intervenir) no es menos importante que el conocimiento teórico, y vice-versa.
Estos lo son apenas cuando se reproduce el “divorcio” positivista entre teoría y
16
práctica, y cuando la forma de “resolverlo” (su “casamiento” forzado) deriva
en la atribución de una supuesta “teoría propia” del Servicio Social,
considerándola como la sistematización y el diagnóstico de su práctica
inmediata, y perdiendo así la perspectiva de totalidad de la realidad. Cada uno,
conocimiento teórico y situacional, tiene funciones y espacios propios de
producción, y responden a necesidades diferentes. En el ámbito interventivo,
la producción de conocimiento teórico (científico) casi que no es posible ni
17
necesaria; en esta actividad es fundamental la apropiación de la teoría,
como recurso tendencial explicativo de los procesos sociales, y la elaboración
de conocimiento situacional (del diagnóstico situacional y de las técnicas de
18
intervención). Esto es, si el profesional de campo no produce teoría, pero,
usando críticamente los conocimientos teóricos ya acumulados para iluminar
la estructura y dinámica del fenómeno con el cual se enfrenta, en una
perspectiva de totalidad, articulada a fenómenos más amplios y complejos,
elabora un conocimiento situacional (diagnóstico) para intervenir crítica y
efectivamente en los procesos, entonces esta actividad no es subordinada o
subalterna a la actividad “científica”, sino que se nutre de ella: ambas se
comportan como complementarias, siendo éstas, igualmente importantes.

Solamente cuando se reproduce la separación (positivista) entre teoría


(para los “cientistas”) y práctica (para los “técnicos”), o cuando se exige de
todo asistente social la elaboración teórica (como supuesta forma de “resolver”
tal divorcio), lo que deriva en la utópica idea de una “teoría propia del Servicio
Social”, es que el asistente social de campo aparece claramente subordinado
al “cientista”.

4) Superar el horizonte de interpretación de la realidad que se agota en las


micro-experiencias locales.

Derivado de un fuerte conservadurismo, así como del actual modo de


pensar post-moderno, la práctica profesional (orientada en tales perspectivas),
al insertarse fundamentalmente en espacios locales, en general incorpora un
fuerte apelo a las micro-experiencias, singulares y localizadas. No habría (o no

16. En realidad, la relación entre teoría y práctica no debe ser un forzado


“casamiento”, ni esta lleva a un lamentado “divorcio”, sino que constituye una flexible “relación
libre y abierta”.
17. Noten que no estamos afirmando que el conocimiento teórico no sea necesario en
la actividad interventiva (muy por el contrario, este es fundamental), sino que la producción de
este no lo es.
18. Como es el caso, p. ej., de un médico clínico que, valiéndose de su experiencia,
recurriendo al conocimiento teórico acumulado y al conocimiento de procesos epidémicos, e
investigando los síntomas del paciente, elabora un diagnóstico (no elabora teoría) a partir del
cual realiza el tratamiento.
14

se consideran) estructura social, relaciones entre clases, cuestiones


universales. Se consideran sí, apenas espacios comunitarios locales,
relaciones inter-personales, cuestiones singulares.

• El horizonte de intervención es identificado al horizonte de análisis.

En este caso, el espacio (local, micro, singular) de inserción directa del


profesional conforma, determina y agota su horizonte de análisis social.

Si el profesional interviene en la realidad local y allí puede generar


“cambios”, aunque sin “poder” transformar la estructura social o realidades de
mayor dimensión y complejidad social, entonces, parecería desnecesario el
estudio y consideración de estas realidades. Este pensamiento deriva en el
profesional (joven, o tradicional) que entiende que el conocimiento “macro-
teórico” incorporado en la academia es desnecesario y lejano a las realidades
“micro” donde se desempeña efectivamente el profesional de campo: “la teoría
de la academia está distante de la realidad donde trabajo”; concepción hoy
fuertemente reproducida por el pensamiento post-moderno. Igualmente funda
la idea de que la “teoría crítica” (marxista) sirve para estudiar las estructuras
sociales macro, pero para comprender o intervenir en las realidades micro,
donde sí se inserta el asistente social, aquella debe ser substituida por
“teorías operativas” (como la fenomenología, la teoría sistémica, etc.);
concepción fuertemente ecléctica, que dispone y usa de diferentes
perspectivas teórico-metodológicas según sus necesidades operativas.

Así, resulta imprescindible, en primer lugar, comprender las realidades,


por más “micro”, locales o singulares que ellas sean, como fenómenos
insertos en estructuras sociales y realidades de mayor nivel de complejidad y
universalidad, siendo entonces determinados por éstas, así como
determinantes en alguna medida de las mismas. En tal sentido, además de
explicitar las conexiones entre la realidad local y la estructura y dinámica
macro-sociales, se torna necesario saturar el conocimiento del contexto
singular de las mediaciones y particularidades existentes.

La mediación (que no debe ser entendida como “intermediación” de


situaciones de conflicto) constituye, por lo tanto, una necesidad imperiosa
para superar la inmediaticidad alienante. Según Pontes, para Lukács, la
mediación se refiere al conjunto de particularidades que relaciona
dialécticamente lo universal y lo singular (Pontes, 2003: 210). Lo cotidiano
constituye así, un campo de mediaciones, que no obstante no le aparecen al
sujeto de forma directa, sino que se le ocultan. Es preciso, por lo tanto,
“superar el plano de la inmediaticidad (de la apariencia) en búsqueda de la
esencia”, lo que exige “construir intelectualmente mediaciones para reconstruir
el propio movimiento del objeto” (ídem: 41). Para Pontes, “la captura por la
razón de los sistemas de mediaciones (ocultos bajo los hechos sociales)
permite, por medio de aproximaciones sucesivas, ir negándose a la
facticidad/inmediaticidad, y develar las fuerzas y procesos que determinan la
15

génesis (el nacimiento) y el modo de ser (el funcionamiento) de los complejos


19
y fenómenos que existen en una determinada sociedad” (2003: 210).

Así, el camino que va de lo abstracto a lo concreto, partiendo del


concreto real, surge como la verdadera posibilidad de superar la visión caótica
de la totalidad, de hechos aislados, supuestamente auto-explicados, tal como
se le presentan de forma inmediata, directa, al sujeto, para una comprensión
mediatizada, que aprehenda la dialéctica de la relación entre lo universal y lo
singular, entre las leyes tendenciales y las situaciones con las que se enfrenta
diariamente.

• La desconsideración de la función social de la profesión en el sistema


o su identificación con las acciones y tareas inmediatas.

En idéntico sentido, si el Servicio Social no puede “transformar” con su


acción los determinantes macro-estructurales, no puede eliminar la
explotación, las contradicciones entre capital y trabajo, entonces (para las
corrientes tradicionales y conservadoras de la profesión, así como post-
modernas) debería desconsiderarse el análisis crítico del papel que la
profesión tiene en tal estructura. Si el Servicio Social no determina la
estructura, entonces la estructura no determinaría el Servicio Social, parecen
afirmar estos autores. Algo así como: “si la profesión no puede alterar la
realidad macro, no nos debemos preocupar con ella”. El Servicio Social no
tendría entonces un papel en la estructura social, sino papeles (“roles”)
localizados, éstos reducidos a sus funciones, tareas y actividades cotidianas.
Para estos autores, las actividades cotidianas de los profesionales
determinarían su función social.

No obstante, sin pretender que la intervención del asistente social


pudiera alterar las relaciones macro-estructurales, es en el espacio entre las
clases, entre los intereses de clases y sectores sociales, que se inserta el
profesional (no como mediador entre ellas, claro), teniendo por lo tanto un
papel (ético-político) en tales relaciones. El hecho de que la intervención
profesional se desarrolle en torno de manifestaciones de la “cuestión social”
(desempleo, desnutrición, violencia doméstica, hambre, falta de acceso a
determinados bienes o servicios, etc.), en un ámbito local, y sin poder alterar
sus fundamentos (explotación, luchas de clases, etc.), no desmiente que el
Servicio Social tenga un papel en la estructura social (eminentemente
funcional a la reproducción del sistema y del estatus-quo, y
contradictoriamente el eventual refuerzo/fragilización de derechos y conquistas
sociales).

19 Pontes ejemplifica de la siguiente forma: “Cuando un problema de un grupo pequeño


de personas (incluso de un único individuo) [...] es comprendido como perteneciendo a muchos
otros [...], entonces, aquella situación única que se presentaba en el plano de la singularidad
como problema individual-familiar, se mediatiza. Esa mediación se da a través de las
determinaciones históricas, las leyes sociales y se particulariza por las determinaciones
históricas, adquiriendo concreción en el proceso de aproximaciones sucesivas, en el
entrecruzamiento de las complejidades sociales que componen la realidad” (2003: 216-7).
16

5) Superar el agotamiento de las respuestas profesionales en situaciones


emergentes e inmediatas y el consecuente rechazo por estrategias y
proyectos de largo alcance.

En consonancia con lo anterior, el conservadurismo, tradicional y post-


moderno, de la profesión no apenas rechaza el conocimiento de lo universal al
concentrarse exclusivamente en lo local, sino que descarta también el
accionar de mediano y largo plazo al agotar sus energías en lo inmediato.

• El horizonte de largo-plazo descartado por las demandas de corto-


plazo.

Al partir de la idea de que la realidad que interesa al asistente social es


apenas aquella que cerca su práctica profesional directa, se rechazan las
acciones de largo plazo, en detrimento de la intervención inmediata, con
impactos directos; así, por ejemplo, se privilegian las concepciones de “poder
local”, del “empoderamiento”, de las “identidades particulares”, de las “auto-
imágenes”, rechazando las teorías universales (aún más, aquellas críticas de
la sociedad capitalista -especialmente la teoría marxista), de la estructura
social, de la sociedad de clases, de las relaciones entre clases (explotación,
dominación, luchas de clases). Comúnmente, en esta concepción el asistente
social asume un papel de “mediador” de conflictos, como si éste se resolviera
comportamentalmente y por la acción del profesional.

En tal sentido, la dinámica de las demandas emergentes e inmediatas


parece colocar al asistente social en una calesita de respuestas inmediatas.
La reproducción de esta relación demanda-emergente / respuesta-inmediata,
lleva al profesional (y a la profesión como un todo) a una lógica pragmática,
20
movido por la “pre-ocupación”. Esto es, la ocupación responde a
necesidades singulares e inmediatas, dentro de un mundo dado y
21
aparentemente inmutable, naturalizado, perpetuado. Tiene una práctica
apenas reproductora, sin crear nada nuevo, por lo tanto, sin transformar. Así,

“en la perspectiva de la ‘preocupación’, el mundo


objetivo y sensiblemente práctico se disolvió, se
transformó en mundo de los significados trazados
por la subjetividad humana. Es un mundo estático,
en el que la manipulación, el ocuparse y el
utilitarismo, representan el movimiento del individuo

20 Según Kosik, en el contexto del capital, el hombre en su alienada vida cotidiana es


tomado por la “preocupación” (ver Kosik, 1989: 63). Para él, la “preocupación” es el aspecto
fenoménico, alienado, de la praxis del individuo (ídem: 64). Se estaría así sustituyendo la
categoría de trabajo por la de ocupación (ídem: 63), y por lo tanto, la actividad creadora por la
mera reproducción. En la vida cotidiana (desde que sea alienada, como lo es en el contexto
capitalista), más que trabajar, nos “ocupamos” de las cosas que requieren respuesta directa e
inmediata. De acuerdo con este autor, “el pasaje del ‘trabajo’ para la ‘preocupación’ refleja, de
manera mistificada, el proceso de fetichización de las relaciones humanas, [...] donde el
mundo humano se manifiesta a la conciencia diaria [...] como un mundo ya hecho” (ibídem).
21 Para Kosik, “el ocuparse es el comportamiento práctico del hombre en el mundo ya
hecho y dado; es manejo y manipulación de los aparatos en el mundo, pero no es creación del
mundo humano” (Kosik, 1989: 64).
17

presa de la solicitud, en una realidad ya hecha y


acabada, cuya génesis está oculta” (Kosik, 1989:
66).

Con esto, el asistente social tradicional apenas opera, manipula los


instrumentos, los aparatos, aunque sin siquiera conocer la estructura y su
dinámica, ni la realidad más allá de la fenomeneidad, de la
pseudoconcreticidad. Tiene un conocimiento instrumental, operativo, no
crítico, ni fundamental. Así, en realidad, él es quien es instrumentalizado,
manipulado, refuncionalizado, para la reproducción del sistema que no conoce
y considera como dado, estructuralmente inalterable.

El asistente social tradicional o el post-moderno (y el implícito proyecto


conservador) tiende a comportarse de esta manera, “ocupándose” en
actividades dentro de un sistema considerado como ya dado e inmutable.
Tiende a “preocuparse” y a actuar de forma inmediata sin crítica, sin buscar la
transformación, sólo algunos cambios inmediatos, localizados, que respondan
a sus carencias directas; actúa de modo desarticulado, inmediato, directo, en
los “problemas” singulares, en una realidad des-totalizada, deseconomizada,
despolitizada, inmutable, sin historia. Este agente deja de ser sujeto, pasa a
materializarse en un sistema supra-histórico. Ya no se hace (ni se piensa en)
la Historia, sino apenas en historias, singulares y cotidianas.

Aquí subyace un desdoblamiento de aquel conservadurismo: el corto-


plazo, lo local y singular y lo inmediato, hipotecando y dejando en segundo
plano cualquier estrategia que tenga un horizonte de largo-alcance, universal y
mediato. El conservadurismo aquí asume el nuevo ropaje post-moderno.

Articular el corto y el largo plazo, los objetivos alcanzables “ahora” con


las finalidades de mayor alcance, se torna imprescindible, inclusive para la
acción profesional, aún aquella desarrollada en espacios de “emergencia
social”. Según Mészáros (2003: 122, subrayado nuestro),

“enfatizar la importancia de una perspectiva de largo plazo no


significa que ignoremos el ‘aquí y ahora’. Por el contrario, el
motivo por el cual debemos interesarnos por un horizonte
mucho más amplio que el habitual es para poder
conceptualizar de manera realista una transición para un orden
social diferente a partir de las determinaciones del presente. La
perspectiva de largo plazo es necesaria porque la meta real de
la transformación solo puede establecerse dentro de tales
horizontes. Además, sin identificar la meta adecuada,
seguramente sería como viajar sin brújula y, por lo tanto, las
personas envueltas podrían desviarse fácilmente de sus
objetivos vitales. Por otro lado, la comprensión de las
determinaciones objetivas y subjetivas del ‘aquí y ahora’ es
igualmente importante. Pues la tarea de instituir los cambios
necesarios se define ya en el presente, en el sentido de que al
menos comience a realizarse ‘exactamente aquí y ahora’ (a
pesar de ser de manera modesta, pero con plena conciencia de
18

las limitaciones existentes y de las dificultades para sostener la


jornada en su horizonte temporal más distante) o no llegaremos
a parte alguna (…) La verdad es que no se podrá conseguir
nada si nos quedamos esperando las condiciones favorables y
el momento adecuado.
Las personas que abogan por un gran cambio estructural
deben estar siempre concientes de las limitaciones que
tendrán que enfrentar. Al mismo tiempo, deben estar atentas
para evitar que el peso de tales limitaciones se congele y se
transforme en la fuerza paralizante (…)”.

En este sentido, dotar a la práctica profesional (que se desarrolla en la


cotidianidad), de conciencia humano-genérica, desalineada, es tarea
fundamental para romper la instrumentalización que de esta práctica hace el
capitalista. Así, el tránsito de las necesidades inmediatas para lo humano-
genérico, ciertamente no puede prescindir de las formas de mediación ya
consideraras, presentes en la praxis social y política.

En idéntico sentido, resulta fundamental saturar de mediaciones la


práctica profesional, rompiendo la relación inmediata, utilitarista o activista,
entre hecho/percepción/respuesta, permitiendo el entendimiento de la vida
cotidiana como instancia particular que articula las situaciones singulares con
la totalidad social. De esta forma, de acuerdo con Kosik, “para que el hombre
pueda descubrir la verdad de la cotidianeidad alienada, debe conseguir
desligarse de ella, liberarla de la familiaridad, ejercer sobre ella una ‘violencia’”
(1989: 78).

6) Pensar el Servicio Social, las políticas sociales, el Estado y la sociedad


civil, así como los fenómenos singulares que enfrenta en la práctica de
campo, a partir de la dinámica social, según una perspectiva de totalidad.

Se debe buscar el fundamento de la profesión y el significado social de


su práctica en las políticas sociales. Por su vez, debemos comprender las
políticas sociales como instrumentos históricamente datados de intervención
social, particularmente bajo la responsabilidad estatal. Asimismo, precisamos
pensar el Estado y la sociedad civil como esferas producidas y condicionadas
por la dinámica social, mediadas por las luchas de clases, por las relaciones
de producción capitalistas, no como esferas autónomas. Así, recurrir a la
crítica de la Economía Política como medio para estudiar la realidad social, en
el capitalismo monopolista, bajo el comando de la financerización y el
proyecto neoliberal, particularmente en nuestros países dependientes.

7) Politizar la práctica profesional, en sus diferentes espacios de actuación.

Politizar la práctica profesional, no significa la “partidarización” o


identificación con “militancia” que en muchos casos se atribuye al papel
profesional, pero también procura superar la “despolitización”, apatía o actitud
19

resignada, tan fuertes en el accionar de los asistentes sociales. Esta


politización de la práctica profesional resulta, considerando las discusiones
anteriores, por lo menos de cuatro aspectos:

a. Politizar la práctica profesional significa, primeramente, desvelar,


explicitar, descubrir, las contradicciones de intereses, las tensiones
(manifiestas o latentes, explícitas o implícitas), existentes entre los
sujetos/actores de las realidades donde interviene el profesional. Explicitar las
contradicciones, no encubrirlas, es tarea fundamental de una práctica
profesional que asume un compromiso ético-político con los sectores más
desfavorecidos de las relaciones existentes en la realidad. El profesional de
Trabajo Social se inserta en el contexto de las contradicciones de intereses
entre clases y sectores sociales; pero eso no debe convertirlo en “mediador”
de conflictos. Más que intermediar conflictos, el trabajador social debe
explicitar los intereses contradictorios que están presentes, para que los
actores en juego, en función de determinadas correlaciones de fuerza, los
enfrenten y/o resuelvan. Prácticamente, con excepciones en general en el
campo familiar, los conflictos no pueden ser resueltos por la acción de un
actor externo como el asistente social, pues esta acción tiende a contribuir
más para esconder los intereses en juego que para resolverlos, tendiendo a
favorecer el sector más poderoso de la relación.

b. En segundo lugar, politizar la práctica profesional significa, explicitar


las diferencias de intereses (transformadas en distintas demandas al
profesional) entre la institución contratante del Trabajador Social
(generalmente ligadas directa o indirectamente al capital) y los sujetos
atendidos por las acciones que desarrolla el profesional. Consideramos la
existencia de intereses y objetivos distintos entre institución y usuarios, y por lo
tanto, de demandas diferentes (a pesar de que casi nunca de forma explícita o
conciente) al profesional de Servicio Social (sobre esto, ver Montaño, 2007: 54
ss). Las políticas sociales no son mediaciones entre el sujeto portador de
necesidades y el profesional de Trabajo Social, sino mediaciones entre estos
sujetos y las instituciones que responden a tales necesidades/demandas, en
donde se inserta el profesional; o indirectamente, mediaciones entre clases
sociales.

c. Politizar la práctica profesional significa, en tercer lugar, desarrollar la


capacidad de establecer conexiones entre la realidad “micro” (singular) en las
cuales el profesional interviene, y la realidad “macro” (estructura y dinámica
social) en la cual se inserta y que la condiciona y determina parcialmente;
entre el corto, mediano y largo alcance de la acción profesional. La clara
comprensión de categorías universales –plusvalía, explotación, imperialismo,
segregación, mercancía, valor-trabajo, antagonismo de clases, desigualdad,
pobreza, etc.–, y como ellas inciden en la realidad en la que se está
22
desempeñando el profesional.

22 Afirma Engels: “… Según la concepción materialista de la historia, el factor que en


última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni
Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor
20

d. Finalmente, politizar la práctica profesional remite a la clara


comprensión, explícita, de la eventual diversidad de intereses, expectativas,
objetivos, concepciones, del profesional (de Servicio Social) en relación a la
institución en donde trabaja. Si es verdad que (superando el voluntarismo o
mesianismo) las opciones, voluntades, concepciones del profesional no
determinan el sentido social de su práctica (pues son mucho más fuertes los
condicionantes histórico-sociales), también es verdad (superando una visión
23
fatalista) que ellos no son absolutamente irrelevantes. El profesional y sus
opciones, orientaciones, concepciones, perspectivas teórico-metodológicas,
sin determinarla totalmente, no obstante sí tienden a dar un “perfil” a su
práctica profesional: cómo el profesional se posiciona frente a los demás
actores institucionales, y a los sujetos envueltos en su acción profesional,
cómo concibe la pobreza, la relación entre los actores en cuestión, qué
24
pretende con su acción, a corto, mediano y largo plazo, etc. Politizar,
entonces la práctica profesional (en el corto plazo), significa, en este caso,
orientar la acción hacia un horizonte (en el largo plazo) de emancipación
humana, de una sociedad sin explotados, sin desigualdad social, sin
discriminación, de realización plena de la libertad, la democracia, la justicia
social. Y en este sentido (a mediano plazo), dirigir la acción profesional a la
defensa de las Políticas Sociales universales, constitutivas de derecho de
ciudadanía, y deber del Estado, a la consolidación y ampliación de los
derechos civiles, políticos, sociales y económicos, de los derechos laborales,
de la igualdad de genero, de razas.

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económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta,
absurda” (in Marx y Engels 1975a: 520).
23 Sobre el “fatalismo” y el “voluntarismo” o “mesianismo” en la profesión, ver
Iamamoto (1997: 183 ss).
24 Según menciona Mandel, el peso de las ‘ideas’ es “tanto mayor cuando esas ideas
no son más que la expresión, en el plano ideológico, de intereses, sea de conservación
social, sea de revolución social, intereses que se ligan en definitiva con posiciones de clases
antagónicas” (1978: 240).
21

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