El Derecho Electoral Como Disciplina Autónoma
El Derecho Electoral Como Disciplina Autónoma
El Derecho Electoral Como Disciplina Autónoma
Se habla de la autonomía del Derecho Electoral porque el mismo tiene sus propias reglas
jurídicas, integradas por disposiciones constitucionales y legislativas, así como los tratados
internacionales sobre la materia, reglamentos y resoluciones […] se considera autónomo el
Derecho Electoral porque posee sus propios principios, entre los que se encuentran: el
democrático, el de conservación del acto electoral, el de preclusión, el de calendarización,
entre otros, y es autónomo porque cuenta con fórmulas específicas que se emplean para la
asignación de los escaños en los órganos legislativos”.
El Derecho como ciencia se mantiene en constante evolución. Ya lo señaló con bastante razón
Eduardo J. Couture en su conocido decálogo del abogado, al sentenciar que “el Derecho se
transforma constantemente” y que quien no siga sus pasos “será cada día menos Abogado”. El
ritmo al que el Derecho se transforma o evoluciona lo determina la sociedad que el mismo está
llamado a regular.
Hoy día somos partícipes de cambios sustanciales que han experimentado distintas áreas del
Derecho, como el Derecho Constitucional, el Derecho Procesal Constitucional, el Derecho
Administrativo y el Derecho Electoral.
Con respecto al Derecho Electoral, Álvarez (1991, pp. 9-37) sostiene que en sus orígenes era
estudiado como parte del Derecho Constitucional, es decir, que en ocasión del desarrollo de la
asignatura de Derecho Constitucional se tocaban quizás tangencialmente determinados asuntos
relativos al Derecho Electoral. Asimismo, Nohlen y Sabsay (2007) plantean que se llegó a ubicar
dentro del Derecho Administrativo o, eventualmente, se incluía dentro del campo de otras ramas
del Derecho Público. Como consecuencia de ello, dicha disciplina se veía relegada en su estudio
y eran pocos los que se sentían atraídos por la misma.
En la actualidad, en cambio, se hace referencia al Derecho Electoral como una disciplina
autónoma, con independencia e identidad propia, que ha roto aquella barrera y que se abre
espacio a pasos constantes pero firmes. En este sentido, Ruiz (2010) sostiene que en el ámbito
del Derecho se habla de autonomía de determinada ciencia jurídica cuando esta se ocupa de un
orden jurídico especial, con objeto, reglas, principios, técnicas y herramientas metodológicas
particulares.
De manera que se habla de la autonomía del Derecho Electoral porque el mismo tiene sus
propias reglas jurídicas, integradas por disposiciones constitucionales y legislativas, así como los
tratados internacionales sobre la materia, reglamentos y resoluciones; porque, además, su objeto
de estudio e investigación lo constituye el orden jurídico relativo al sufragio –activo y pasivo– de
las instituciones electorales, de los procedimientos y procesos electorales; se considera autónomo
el Derecho Electoral porque posee sus propios principios, entre los que se encuentran: el
democrático, el de conservación del acto electoral, el de preclusión, el de calendarización, entre
otros, y es autónomo porque cuenta con fórmulas específicas que se
emplean para la asignación de los escaños en los órganos legislativos.
Con relación al principio de conservación del acto electoral, el Tribunal Supremo de Elecciones
de Costa Rica, en su sentencia 907-1997, sostuvo:
[…] que el mismo postula que en tanto no se constaten infracciones legales graves que puedan
producir la nulidad de las elecciones, los organismos electorales o jurisdiccionales, en su caso,
no deberán decretar la nulidad del acto electoral, puesto que un vicio en el proceso electoral que
no sea de terminante para variar el resultado de una elección, tampoco comporta la nulidad de la
elección, si no altera el resultado final, por lo que la declaratoria de nulidad de un acto no implica
necesariamente la de las etapas posteriores ni la de los actos sucesivos del proceso electoral, a
condición de que la nulidad decretada no implique un falseamiento de la voluntad popular.
El principio de preclusión procura dar certeza y carácter definitivo a los actos del proceso
electoral, de manera que los mismos deban ser atacados oportunamente, so pena de incurrir en la
inadmisibilidad de la demanda o acción. Al respecto, Hernández (2016, pp. 256) plantea que los
procesos políticos-electorales se desarrollan agotándose una sucesión de fases previamente
calendarizadas, por lo que las etapas ya consumadas no pueden retrotraerse, al entenderse como
aceptado todo acto consumado durante dicha etapa y que no fuera impugnado oportunamente.
Asimismo, el Tribunal Constitucional dominicano, en sentencia TC/0074/16, ha sostenido que
conforme al principio de preclusión “el derecho a impugnar sólo se puede ejercer, y por una sola
vez, dentro del plazo establecido por la normativa aplicable. Concluido el plazo sin haber sido
ejercido el derecho de impugnación, este se extingue, lo que trae como consecuencia la firmeza
del acto o resolución reclamados, de donde deriva el carácter de inimpugnable, ya sea a través
del medio que no fue agotado oportunamente o mediante cualquier otro proceso impugnativo”.
De su lado, respecto al principio de calendarización, el Tribunal Supremo de Elecciones de Costa
Rica, en sentencia 0080-E-2002, ha sostenido que:
[…] el mismo exige el cumplimiento de una serie de actos en determinados plazos, realizados en
forma progresiva, cada uno de los cuales está ligado al otro de tal manera que es la consecuencia
del acto que lo precede y el presupuesto del que lo sigue. De ahí que los partidos políticos,
actores fundamentales en el proceso electoral, deben adecuar y ajustar el desarrollo normal de
sus actividades a este cronograma electoral; caso contrario podrían enfrentar las consecuencias
por su incumplimiento, siendo la peor de ellas la no participación en el proceso electoral.
Los principios previamente señalados demuestran, a su vez, que el Derecho Electoral es una
rama independiente y que, por ello, se constituye en una disciplina autónoma.
En ese mismo sentido, Pérez (2006, p. 295) sostiene que el Derecho Electoral es una disciplina
autónoma porque: a) en materia legislativa cuenta con sus propias disposiciones; b) en lo
científico o doctrinal se pueden citar especialistas que aportan sus puntos de vista respecto a
diversos aspectos del campo del Derecho Electoral; c) en lo institucional cuenta con instituciones
específicas para desempeñar la función electoral; d) en lo terminológico existen vocablos propios
de cada especialidad, que han requerido su propia definición y tratamiento, por ejemplo, voto
activo y pasivo, distrito electoral, escrutinio y cómputo, y muchos más; e) en el aspecto docente,
en muchísimas instituciones de enseñanza superior, tanto oficiales como particulares, se imparte
desde hace tiempo, en disciplinas, especialidades y maestrías, la materia propia del Derecho
Electoral, por lo que ya tiene presencia en créditos académicos y en la obtención de grados
universitarios
Para Galván (1993) la autonomía del Derecho Electoral viene dada en razón de que:
[…] existe legislación especializada –criterio legislativo–; porque se han instituido tribunales
electorales especializados –criterio jurisdiccional–; porque, aun cuando escasa todavía, existe
literatura jurídica especializada en la materia –criterio científico–, y porque en las instituciones
educativas donde se imparte la profesión jurídica, existen asignaturas especializadas sobre el
tema. Finalmente, porque el derecho electoral ha estructurado su propio lenguaje científico; el
significado de las voces usadas no puede buscarse con éxito en los diccionarios de consulta
ordinaria, sino únicamente en los especializados en esta rama del conocimiento
(pp. 678-679).