Romaticismo y Eco
Romaticismo y Eco
Romaticismo y Eco
PRESENTADO POR:
FILOSOFÍA I
PRESENTADO A:
DIÓCESIS DE PEREIRA
LA BADEA: DOSQUEBRADAS
2018
EL ROMANTICISMO Y EL NOMBRE DE LA ROSA
Medioevo y ficción.
Otro de los elementos medievales rescatados por el romanticismo son las ficciones.
Abundaban en aquella época. Historias y visiones de fantasmas, brujas, creaturas extrañas
etc. eran parte del común de las creencias de las personas. “El nombre de la rosa” está
lleno de episodios como éste, aunque en su mayoría resultan siendo supersticiones de Adso,
erradicadas después por la audacia de Guillermo. Sin embargo todos estos episodios dejan
entrever la fuerte creencia en cosas que hoy catalogarían como anormales o supersticiosas.
Soto (2007) hablando de esto cita un pasaje de “Gerold”. Dice: “no estamos solos, los
espíritus de otras sombras muertas, demonios, educadores, amigos, enemigos, imágenes,
deformaciones… actúan sobre nosotros” (p.21) Con base en este pasaje quisiera citar
ahora un fragmento de “el nombre de la rosa” dónde Berengario tiene una experiencia
bastante particular con el ya difunto Adelmo.
Al estar Guillermo investigando sobre la muerte de Adelmo –el primer monje muerto-
interroga a Berengario, preguntándole si lo había visto antes de morir. El siguiente pasaje es
la respuesta:
“… lo vi en el cementerio. Caminaba entre las tumbas, espectro entre espectros. Me
bastó verle para darme cuenta de que ya no formaba parte de los vivos, su rostro era
2
Aunque en los maitines del día sexto se habla de un ensayo de los cantos para la misa de la solemnidad de
la Natividad del Señor.
3
Comunidad monástica, fruto de la reforma benedictina.
el de un cadáver, sus ojos contemplaban el castigo eterno. Por supuesto sólo la
mañana siguiente, cuando supe que estaba muerto, comprendí que me había topado
con un fantasma” (Prima del segundo día.)
Berengario estaba convencido de que era una visón, aunque al principio –afirmó- que se
trataba de una visión, dejó entrever que para él este acontecimiento fue una realidad.
Quisiera citar un fragmento más:
… ¡Oh Señor, con que voz de ultratumba me habló! -“Estoy condenado”, eso dijo:
“este que ves aquí es uno que vuelve al infierno y que al infierno debe regresar”. -Y
yo le pregunté a gritos: “¡Adelmo! ¿De veras vienes del infierno?¿Cómo son las
penas del infierno” […] –“las penas del infierno son infinitamente más grandes de
lo que nuestra lengua es capaz de percibir” (Prima del segundo día)
Los fragmentos anteriores son un claro ejemplo que muestra cómo las creencias en
fantasmas, las visiones y todo este tipo de fantasías que se desarrollaban con auge en la
edad media influían en la vida de las personas. Después de todo se llega a saber que
Berengario tuvo una especie de superstición inconsciente, fruto de su “no muy virtuoso
proceder”, que luego Guillermo esclarecería. Lo que llama la atención y es importante en
éste punto, es la actitud que toma Berengario con respecto a los hechos que narra. Estaba
sumamente aterrado, porque no se apunta a una explicación lógica de momento, sino que es
verdad –para él- lo que ve. Sin embargo no es este el único ejemplo, el libro tiene varias
partes que hablan sobre fantasmas, el infierno, la ira de Dios, cosas bastante comunes en la
edad media, y con las que los monjes, y enfáticamente Adso, parece estar obsesionado.
Creo que si había algo que moviera la mente y el corazón de las personas a actuar de
determinadas maneras –características del medievalismo- era la creencia en una vida feliz y
duradera para aquellos que en su vida fueron buenos y se preocuparon por agradar a Dios, y
una eternidad desdichada y dolorosa, tormentosa y angustiosa para aquellos pecadores
infames que se apartaban del camino de Dios y de la Iglesia. El mundo se dividía entre
buenos y malos, pecadores y santos, hombres rectos y herejes, el cielo y el infierno. En la
actualidad, la realidad de muchos creyentes católicos, no está alejada de esto, cuantas
personas del hoy viven obsesionadas o atormentadas por el infierno, las visiones, los
fantasmas, la ira de Dios. Lo que conduce a pensar que tal vez no estemos tan lejos, de
cierta manera, de una conducta y un pensamiento religioso medievalista, y no por ser
“retrógradas” como dicen algunos “iluminados”, sino por no saber creer en un Dios
diferente, un Dios que no tiene ira, que no castiga ni juzga según las faltas de cada uno.
Aún hoy –igual que en aquella época- a algunas personas las mueve más el temor a Dios,
que el amor de Éste mismo… el mismo Adso es un claro ejemplo.
El nombre de la rosa.
Una de las figuras más destacadas de la edad media fueron los caballeros, los reyes, los
señores. Todos luchaban por gloria, prestigio, conocimiento y/o honor. Sin embargo todos
tenían, por decirlo así, una debilidad: una dama. Al menos la mayoría de los hombres tenían
guardada en su corazón la imagen de su “Dulcinea”. Esta imagen proviene de los libros,
donde describen una mujer perfecta, una mujer llena de virtudes, por la cual los caballeros
estaban dispuestos a dar su vida. Dice Le Goff (2007) que
los autores medievales inventaron y elevaron a la excelsitud a mujeres que
descollaban por su belleza y su virtud, mujeres ideales, y sus lectores creyeron a
veces-¡muy pocas veces!- que tras esos relatos se encontraban mujeres reales que
eran la encarnación de las verdaderas damas. En las historias que contaban, cada
caballero tenía su dama, aunque… en pocas veces era su esposa (Le Goff, 2007.
p.34)
Esta visión de la mujer, como una dama perfecta, llena de virtudes y, para el caballero en
particular, la más bella de todas. Relacionando todo esto con el libro de Eco, no estaba
Adso de Melk, -monje y no caballero- alejado de esta realidad. Incluso un joven religioso
soñó alguna vez con una dama, con una mujer que cautivó sus sentidos, y porque no, su
corazón.
Adso –narrador del nombre de la rosa- conoce a una mujer una noche en la cocina de la
abadía, allí, por una confusión, mantiene relaciones sexuales con ésta. Según Adso, era la
primera vez que experimentaba dichas pasiones… la primera y la última vez.
Lo que concierne a este escrito es lo que pasó después de dicho episodio. Adso veía a esta
mujer en su pensamiento a cada momento, en cada circunstancia, hasta en los momentos de
oración la tenía presente en su recuerdo. Es la característica del caballero que está dispuesto
a dejar todo por su damisela, y aunque Adso se ha entregado a Dios, quedó encantado por
esta mujer.
…pensaba en la muchacha. Mi carne había olvidado el placer, intenso, pecaminoso
y fugaz (esa cosa vil) que me había deparado la unión con ella, pero mi alma no
había olvidado su rostro, y ese recuerdo no acaba de parecerle perverso, sino que
más bien la hacía palpitar como si en aquel rostro resplandeciese toda la dulzura de
la creación. […] Podría tratar de escribir que, todavía preso en las redes del pecado,
deseaba, pecaminosamente, verla aparecer en cualquier momento, y casi espiaba el
trabajo de los obreros por si, de la esquina de una choza o de la oscuridad de un
establo, surgía la figura que me había seducido. (Tercia del cuarto día)
Los románticos se extasiaban con este tipo de relatos, como un hombre profundamente
enamorado componía poemas, se perdía en pensamientos, casi entraba en un éxtasis al
pensar en aquella dama; rescatan al mismo tiempo el amor que puede llegar a sentir una
persona por otra, es toda una mescla del pensamiento y el sentimiento medieval y
romántico. Pero como dice Le Goff, las mujeres en la edad media pocas veces fueron
damas en verdad. En el caso de Adso sabemos que esto aplica, ya que aquella mujer de la
cual se enamoró, se vendía a los otros monjes –como Remigio el cillerero- por dinero o
comida. Sin embargo Adso poco se fijaba en eso. Estaba cautivado por la dama, aunque
como, según Le Goff, era normal en aquella época, no era su esposa… y estaba lejos de
serlo. Después de varios acontecimientos, la mujer es considerada bruja y condenada a
muerte por la inquisición. Pero Adso, aún en su vejez, no la olvidaba, no olvidaba su
imagen, su rostro y el cuerpo que lo inducía “al pecado”. Más sin embargo sólo se podía
valer de los recuerdos de la imagen de esta mujer, ya que después de ser condenada a
muerte Adso escribe:
Sin ningún pudor estallé en sollozos, y corrí a refugiarme en mi celda. Pasé toda la
noche mordiendo el jergón y gimiendo impotente, porque ni siquiera me estaba
permitido lamentarme –como había leído en las novelas de caballería que compartía
con mis compañeros en Melk- invocando el nombre de mi amada. Del único amor
terrenal de mi vida no sabía, si supe jamás, el nombre (Completas del quinto día)
Este pasaje siempre deja algo para pensar, tal vez el nombre de la mujer sea el nombre de la
rosa, ese nombre que el joven monje nunca pudo conocer, y que hasta su muerte llevo su
intriga.
Medioevo y Ciencia
Soto citando a Chateaubriand dice que éste rescata también el aporte científico y los
avances que hace ésta época a la humanidad y a la historia. No se citará un fragmento
específico del nombre de la rosa, pero unas figuras a destacar son Guillermo y Severino. En
definitiva todos los monjes eran hombres de ciencia, pues dedicaban su vida al estudio y la
oración, la mayoría sabían varios idiomas y eran expertos en algún tema. La figura de
Severino es tal vez, desde el punto de vista científico, la que más llama la atención. Es todo
un experto en medicina, el herbolaria y algunas otras cosas. En varias escenas deja ver el
conocimiento que tiene, aunque Guillermo no se queda atrás, ambos son doctos. Pero
Severino con su experiencia y años en el laboratorio ha desarrollado técnicas, medicinas,
curaciones, infusiones, sabe cómo curar varios males y ha estudiado como contrarrestar
varios venenos. El punto no es resaltar las virtudes de éste monje, sino la de mostrar que en
la edad feudal también se dio espacio a la ciencia, no todo se hacía o se solucionaba con
oraciones u hogueras. También hubo avances en la medicina, la ciencia, las leyes jurídicas
y los procesos de investigación –aunque a veces bastante parcializados-. No solamente la
ilustración cuenta con investigaciones, pesadores, y avances. La edad media también aporta
todo esto. Santos como San Agustín, Santo Tomas, San Buenaventura son ejemplos del
desarrollo del pensamiento filosófico de aquella época.
La filosofía no sería lo que es hoy sin la edad media y el pensamiento cristiano 4 y sin temor
a error, la ciencia y lo que a ella incumbe tampoco sería igual.
4
Frase tomada de una de las clases de filosofía medieval (Seminario mayor de Peréira)
En conclusión, la edad media es un periodo –como lo dirían los románticos- para rescatar,
no para desmeritar. No es una época oscura, “el verdadero oscurantismo es la ilustración y
su desprecio al cristianismo y sus grandes realizaciones” (Soto, 2007, p.20). Es de admirar
la postura que adopta el romanticismo con respecto al medioevo aportando esta visión que
enriquece la historia, la cultura, la religión, el pensamiento, la política, la trascendencia, los
valores, la dignidad humana. Una época que cambia el rumbo de la historia en su forma de
entender la vida, las emociones, los sentimientos, el amor, el espíritu… la realidad.
“Proclamar que las luces es la cima de la historia no es sino vanidad” (Soto, 2007, p.21); no
son los únicos que piensan, no son los únicos que aportan, también lo anterior a ellos hace
parte de la historia, de los aportes y los avances.
Los sentimientos no son algo negativo, no solamente la razón y la ciencia importan, lo
interior, lo inescrutable y muchas veces poco entendible del hombre también cuenta: sus
sentimientos, su amor, sus pasiones, su corazón… El medioevo rescatado por el
romanticismo también es eso, no despreciar lo que por naturaleza está inscrito en el corazón
del hombre, incluso el deseo insaciable de Dios de una persona que se enamora
profundamente de él.
Como se puede deducir, el Medioevo es un momento digno de la historia humana y
vale la pena estudiarlo, volver a él, no para despreciarlo sino para aprender que todo
momento de la histórico es un signo que da qué pensar y tiene, en medio de sus
escombros, destellos y chispas de divinidad y humanidad (Soto, 2007, p.21)
Bibliografía
Eco U. (1983) El nombre de la rosa. Barcelona: España. Editorial Lumen.
Le Goff J. (2007) La edad media explica a los jóvenes. Barcelona: España. Editorial Paidós
Soto G. (2007) Filosofía medieval. Bogotá: Colombia. Editorial San Pablo.