Romaticismo y Eco

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

LA EDAD MEDIA EN LA CONCEPCIÓN HERMENÉUTICA DEL ROMANTICISMO

“EL NOMBRE DE LA ROSA”

PRESENTADO POR:

JUAN ANTONIO MONTOYA RAMÍMREZ

FILOSOFÍA I

PRESENTADO A:

GABRIEL DARIO GÓMEZ FRACO

SEMINARIO CONCILIAR INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

DIÓCESIS DE PEREIRA

LA BADEA: DOSQUEBRADAS

2018
EL ROMANTICISMO Y EL NOMBRE DE LA ROSA

El romanticismo fue una corriente literaria, filosófica y artística de la historia que se


empeñó en rescatar y exponer de manera positiva los elementos de la edad media, tanto en
la cultura como en la religión, las historias, la manera de percibir la realidad, el estilo de
vida etc. Mientras otras corrientes filosóficas y culturales se enfocaban en asumir el
medioevo como sinónimo de oscuridad e ignorancia, -como en el caso de la Ilustración o en
el pensamiento particular de Nietzsche-, los románticos se empeñaban en rescatar los
elementos característicos de la época. El propósito de este escrito es, precisamente, el de
unir los elementos de la Edad Media según el Romanticismo con algunos pasajes de la
novela “el nombre de la rosa” de Umberto Eco, mostrando con algunos pasajes de dicho
libro varios elementos propios del medievalismo.
El Romanticismo fue inicialmente un movimiento literario que surgió a finales del siglo
XVIII y a principios del siglo XIX en Alemania. Con el tiempo pasó de ser una corriente
solamente literaria y pasó también a abarcar la cultura y las artes en general. El
Romanticismo nace como un movimiento revolucionario contra la Ilustración. Se nota
evidentemente que ambas posturas están en total desacuerdo, apuntan a cosas diferentes y
de manera diferente. Y es que mientras los ideales de la ilustración se enfocaban solo en la
razón, el romanticismo le da un realce a los sentimientos y la interioridad –como buenos
medievalistas-. Ambas corrientes se fundamentan en aspectos diferentes, el pasaje continuo
lo sustenta:
…mientras la ilustración se entusiasmaba con Grecia y Roma, los románticos se
extasían con la Edad Media, con la religión, con las catedrales góticas, con lo
infinito, lo sublime, lo fantástico, lo caballeresco. Navegan en el alma misma y en
su ensimismamiento y alteración (Soto, 2007, p.19)
Mientras los ilustrados piensan en toda la sabiduría y la razón aportada por la antigua
filosofía y cultura greco-romana, los románticos se enfocan en rescatar la interioridad y la
realidad personal – muchas veces desde los sentimientos- más que la razón en la misma
historia humana.
Haciendo a un lado la comparación entre Ilustración y Romanticismo – ya que no es el
objetivo del ensayo- quisiera traer a colación algunos elementos del medioevo rescatados
por los románticos que darán las pautas para hacer la respectiva analogía con algunos
fragmentos de “el nombre de la rosa”.
El romanticismo rescata de la Edad Media varios puntos, algunos ya mencionados en el
pasaje de Soto citado anteriormente. Sin embargo hay elementos más puntuales que
también son de vital importancia para este trabajo, como el cristianismo en general.
El cristianismo es parte vital del Medioevo, pues en sí, esta época estuvo marcada
fuertemente por la religión, destacando la particular relación del hombre con Dios, la
Iglesia como el centro tanto de la ciudad, de la cristiandad y la vida del hombre. Gran parte
de la vida del hombre en aquella época giraba en torno a Dios, la Iglesia y la moral. Estos
aspectos anteriores se destacan con brillantes en la obra de Eco. Es de rescatar, como ya lo
mencionó Soto, que en el Medioevo abundaban las cosas relacionadas con la fantasía, lo
sublime, lo caballeresco, la religión… tocados casi en su totalidad por Eco en su novela. Y
como no rescatar la fuerte formación académica y filosófica de los religiosos y clérigos de
aquella época; el protagonista del libro, Guillermo de Baskerville, es una prueba de lo
mencionado. Sin más preámbulo, a continuación se dará la interpretación hermenéutica
desde el romanticismo de algunos pasajes de “El nombre de la rosa”.

El Medioevo, el cristianismo y sus obras.


Soto mencionando a Chateaubriand dice:
…en sus reflexiones hace una apología al cristianismo, sus bellezas, sus
construcciones artísticas y musicales, sus fiestas, sus monasterios, sus
evangelizadores, sus órdenes de caballería, sus poetas, su moral, sus dogmas, su
culto, su inspiración a volar por los senderos de la mística, sus misterios, sus
servicios sociales, su humanismo, su contribución a las ciencias… (Soto, 2007,
p.20)
Lo anterior, son algunas de las partes más recalcadas del Medioevo rescatada por el
Romanticismo.
Uno de los principales elementos de la Edad Media rescatados por el Romanticismo fueron
las construcciones religiosas: catedrales, monasterios y templos. En una época marcada
fuertemente por la religión, específicamente el cristianismo, el lugar de culto y encuentro
con Dios era primordial. Pero más específicamente – para relacionar directamente con la
novela- los monasterios tenían una particular resonancia en la vida espiritual de las
personas aunque allí sólo pudieran estar, en su mayoría, religiosos y clérigos. Es un lugar
tan destacado que no sólo se utiliza para el culto y la vida espiritual, sino para estudios,
debates y reuniones, como se observa con claridad en libro de Eco. Y es lo que quisiera
destacar en esta parte. Toda la historia narrada por Eco, transcurre en una Abadía
benedictina, donde el personaje protagonista es un monje franciscano –orden nueva en el
contexto del libro- y su narrador, Adso de Melk, novicio benedictino. Desde el punto de
vista de la hermenéutica romancista es todo un tema a tratar y a destacar, el hecho de que
todo trascurra en un “ambiente cristiano”- al menos en su parte exterior-. A pesar de que el
libro no trata explícitamente de un tema cristiano o teológico, si se desarrolla en dicho
ambiente. El hecho de que el libro se divida en horas canónicas 1 indica esta fuerte
influencia cristiana y religiosa en la novela. Pero esta parte se centra más que todo en
rescatar los lugares sagrados como centro de la Edad Media, y en una Abadía Benedictina
no podría faltar un templo, bastante particular en el caso de la Abadía del libro. Varios
sucesos importantes transcurren mientras los personajes están en el templo rezando el oficio
divino: la desaparición de Berengario (Segundo día, noche), el descubrimiento del pasadizo
1
Horas específicas para realizar el oficio divino – obligación para los benedictinos y franciscanos.
secreto que lleva al scriptorum y al refectorium (Completas del según día). Incluso
acontecen algunas cosas fuera el oficio, como cuando Adso contempla la pintura del
Apocalipsis que se encuentra en un costado del templo (Sexta del primer día), o las
conversaciones que tiene Guillermo con su viejo amigo Ubertino da Casale. (Sexta del
primer día). De modo semejante ocurren otras cosas relacionadas con la arquitectura y el
arte cristiano. Todo lo anterior es algo indispensable en la época medieval, hablando del
aporte arquitectónico y artístico que aportó la Iglesia a la humanidad desde entonces,
incluso en la parte musical. En “El nombre de la rosa” no se habla de música como tal2, sin
embargo el hecho de que el oficio divino se desarrolle en una Abadía benedictina implica
que todos los salmos y responsorios de la liturgia sean cantados siempre, por lo que la
liturgia, su preservación y cuidado se refiere de inmediato –desde que San Benito fundó la
orden- a los benedictinos, siendo la liturgia y su expresión, el mayor carisma de esta
comunidad monacal. Los miembros actuales de las órdenes benedictinas como: los
benedictinos, los trapenses3 y los miembros del instituto de liturgia de San Anselmo son la
herencia viviente de esta tradición de siglos.
Son muchos los aportes que el cristianismo aportó desde el ámbito artístico a la historia, a
pesar de la conducta –algunas veces- “poco virtuosa” de los miembros de la Iglesia en
aquella época. Sin embargo siguiendo un viejo lema, es mejor apreciar lo positivo que lo
negativo.

Medioevo y ficción.
Otro de los elementos medievales rescatados por el romanticismo son las ficciones.
Abundaban en aquella época. Historias y visiones de fantasmas, brujas, creaturas extrañas
etc. eran parte del común de las creencias de las personas. “El nombre de la rosa” está
lleno de episodios como éste, aunque en su mayoría resultan siendo supersticiones de Adso,
erradicadas después por la audacia de Guillermo. Sin embargo todos estos episodios dejan
entrever la fuerte creencia en cosas que hoy catalogarían como anormales o supersticiosas.
Soto (2007) hablando de esto cita un pasaje de “Gerold”. Dice: “no estamos solos, los
espíritus de otras sombras muertas, demonios, educadores, amigos, enemigos, imágenes,
deformaciones… actúan sobre nosotros” (p.21) Con base en este pasaje quisiera citar
ahora un fragmento de “el nombre de la rosa” dónde Berengario tiene una experiencia
bastante particular con el ya difunto Adelmo.
Al estar Guillermo investigando sobre la muerte de Adelmo –el primer monje muerto-
interroga a Berengario, preguntándole si lo había visto antes de morir. El siguiente pasaje es
la respuesta:
“… lo vi en el cementerio. Caminaba entre las tumbas, espectro entre espectros. Me
bastó verle para darme cuenta de que ya no formaba parte de los vivos, su rostro era
2
Aunque en los maitines del día sexto se habla de un ensayo de los cantos para la misa de la solemnidad de
la Natividad del Señor.
3
Comunidad monástica, fruto de la reforma benedictina.
el de un cadáver, sus ojos contemplaban el castigo eterno. Por supuesto sólo la
mañana siguiente, cuando supe que estaba muerto, comprendí que me había topado
con un fantasma” (Prima del segundo día.)
Berengario estaba convencido de que era una visón, aunque al principio –afirmó- que se
trataba de una visión, dejó entrever que para él este acontecimiento fue una realidad.
Quisiera citar un fragmento más:
… ¡Oh Señor, con que voz de ultratumba me habló! -“Estoy condenado”, eso dijo:
“este que ves aquí es uno que vuelve al infierno y que al infierno debe regresar”. -Y
yo le pregunté a gritos: “¡Adelmo! ¿De veras vienes del infierno?¿Cómo son las
penas del infierno” […] –“las penas del infierno son infinitamente más grandes de
lo que nuestra lengua es capaz de percibir” (Prima del segundo día)
Los fragmentos anteriores son un claro ejemplo que muestra cómo las creencias en
fantasmas, las visiones y todo este tipo de fantasías que se desarrollaban con auge en la
edad media influían en la vida de las personas. Después de todo se llega a saber que
Berengario tuvo una especie de superstición inconsciente, fruto de su “no muy virtuoso
proceder”, que luego Guillermo esclarecería. Lo que llama la atención y es importante en
éste punto, es la actitud que toma Berengario con respecto a los hechos que narra. Estaba
sumamente aterrado, porque no se apunta a una explicación lógica de momento, sino que es
verdad –para él- lo que ve. Sin embargo no es este el único ejemplo, el libro tiene varias
partes que hablan sobre fantasmas, el infierno, la ira de Dios, cosas bastante comunes en la
edad media, y con las que los monjes, y enfáticamente Adso, parece estar obsesionado.
Creo que si había algo que moviera la mente y el corazón de las personas a actuar de
determinadas maneras –características del medievalismo- era la creencia en una vida feliz y
duradera para aquellos que en su vida fueron buenos y se preocuparon por agradar a Dios, y
una eternidad desdichada y dolorosa, tormentosa y angustiosa para aquellos pecadores
infames que se apartaban del camino de Dios y de la Iglesia. El mundo se dividía entre
buenos y malos, pecadores y santos, hombres rectos y herejes, el cielo y el infierno. En la
actualidad, la realidad de muchos creyentes católicos, no está alejada de esto, cuantas
personas del hoy viven obsesionadas o atormentadas por el infierno, las visiones, los
fantasmas, la ira de Dios. Lo que conduce a pensar que tal vez no estemos tan lejos, de
cierta manera, de una conducta y un pensamiento religioso medievalista, y no por ser
“retrógradas” como dicen algunos “iluminados”, sino por no saber creer en un Dios
diferente, un Dios que no tiene ira, que no castiga ni juzga según las faltas de cada uno.
Aún hoy –igual que en aquella época- a algunas personas las mueve más el temor a Dios,
que el amor de Éste mismo… el mismo Adso es un claro ejemplo.

El nombre de la rosa.
Una de las figuras más destacadas de la edad media fueron los caballeros, los reyes, los
señores. Todos luchaban por gloria, prestigio, conocimiento y/o honor. Sin embargo todos
tenían, por decirlo así, una debilidad: una dama. Al menos la mayoría de los hombres tenían
guardada en su corazón la imagen de su “Dulcinea”. Esta imagen proviene de los libros,
donde describen una mujer perfecta, una mujer llena de virtudes, por la cual los caballeros
estaban dispuestos a dar su vida. Dice Le Goff (2007) que
los autores medievales inventaron y elevaron a la excelsitud a mujeres que
descollaban por su belleza y su virtud, mujeres ideales, y sus lectores creyeron a
veces-¡muy pocas veces!- que tras esos relatos se encontraban mujeres reales que
eran la encarnación de las verdaderas damas. En las historias que contaban, cada
caballero tenía su dama, aunque… en pocas veces era su esposa (Le Goff, 2007.
p.34)
Esta visión de la mujer, como una dama perfecta, llena de virtudes y, para el caballero en
particular, la más bella de todas. Relacionando todo esto con el libro de Eco, no estaba
Adso de Melk, -monje y no caballero- alejado de esta realidad. Incluso un joven religioso
soñó alguna vez con una dama, con una mujer que cautivó sus sentidos, y porque no, su
corazón.
Adso –narrador del nombre de la rosa- conoce a una mujer una noche en la cocina de la
abadía, allí, por una confusión, mantiene relaciones sexuales con ésta. Según Adso, era la
primera vez que experimentaba dichas pasiones… la primera y la última vez.
Lo que concierne a este escrito es lo que pasó después de dicho episodio. Adso veía a esta
mujer en su pensamiento a cada momento, en cada circunstancia, hasta en los momentos de
oración la tenía presente en su recuerdo. Es la característica del caballero que está dispuesto
a dejar todo por su damisela, y aunque Adso se ha entregado a Dios, quedó encantado por
esta mujer.
…pensaba en la muchacha. Mi carne había olvidado el placer, intenso, pecaminoso
y fugaz (esa cosa vil) que me había deparado la unión con ella, pero mi alma no
había olvidado su rostro, y ese recuerdo no acaba de parecerle perverso, sino que
más bien la hacía palpitar como si en aquel rostro resplandeciese toda la dulzura de
la creación. […] Podría tratar de escribir que, todavía preso en las redes del pecado,
deseaba, pecaminosamente, verla aparecer en cualquier momento, y casi espiaba el
trabajo de los obreros por si, de la esquina de una choza o de la oscuridad de un
establo, surgía la figura que me había seducido. (Tercia del cuarto día)
Los románticos se extasiaban con este tipo de relatos, como un hombre profundamente
enamorado componía poemas, se perdía en pensamientos, casi entraba en un éxtasis al
pensar en aquella dama; rescatan al mismo tiempo el amor que puede llegar a sentir una
persona por otra, es toda una mescla del pensamiento y el sentimiento medieval y
romántico. Pero como dice Le Goff, las mujeres en la edad media pocas veces fueron
damas en verdad. En el caso de Adso sabemos que esto aplica, ya que aquella mujer de la
cual se enamoró, se vendía a los otros monjes –como Remigio el cillerero- por dinero o
comida. Sin embargo Adso poco se fijaba en eso. Estaba cautivado por la dama, aunque
como, según Le Goff, era normal en aquella época, no era su esposa… y estaba lejos de
serlo. Después de varios acontecimientos, la mujer es considerada bruja y condenada a
muerte por la inquisición. Pero Adso, aún en su vejez, no la olvidaba, no olvidaba su
imagen, su rostro y el cuerpo que lo inducía “al pecado”. Más sin embargo sólo se podía
valer de los recuerdos de la imagen de esta mujer, ya que después de ser condenada a
muerte Adso escribe:
Sin ningún pudor estallé en sollozos, y corrí a refugiarme en mi celda. Pasé toda la
noche mordiendo el jergón y gimiendo impotente, porque ni siquiera me estaba
permitido lamentarme –como había leído en las novelas de caballería que compartía
con mis compañeros en Melk- invocando el nombre de mi amada. Del único amor
terrenal de mi vida no sabía, si supe jamás, el nombre (Completas del quinto día)
Este pasaje siempre deja algo para pensar, tal vez el nombre de la mujer sea el nombre de la
rosa, ese nombre que el joven monje nunca pudo conocer, y que hasta su muerte llevo su
intriga.

Medioevo y Ciencia
Soto citando a Chateaubriand dice que éste rescata también el aporte científico y los
avances que hace ésta época a la humanidad y a la historia. No se citará un fragmento
específico del nombre de la rosa, pero unas figuras a destacar son Guillermo y Severino. En
definitiva todos los monjes eran hombres de ciencia, pues dedicaban su vida al estudio y la
oración, la mayoría sabían varios idiomas y eran expertos en algún tema. La figura de
Severino es tal vez, desde el punto de vista científico, la que más llama la atención. Es todo
un experto en medicina, el herbolaria y algunas otras cosas. En varias escenas deja ver el
conocimiento que tiene, aunque Guillermo no se queda atrás, ambos son doctos. Pero
Severino con su experiencia y años en el laboratorio ha desarrollado técnicas, medicinas,
curaciones, infusiones, sabe cómo curar varios males y ha estudiado como contrarrestar
varios venenos. El punto no es resaltar las virtudes de éste monje, sino la de mostrar que en
la edad feudal también se dio espacio a la ciencia, no todo se hacía o se solucionaba con
oraciones u hogueras. También hubo avances en la medicina, la ciencia, las leyes jurídicas
y los procesos de investigación –aunque a veces bastante parcializados-. No solamente la
ilustración cuenta con investigaciones, pesadores, y avances. La edad media también aporta
todo esto. Santos como San Agustín, Santo Tomas, San Buenaventura son ejemplos del
desarrollo del pensamiento filosófico de aquella época.
La filosofía no sería lo que es hoy sin la edad media y el pensamiento cristiano 4 y sin temor
a error, la ciencia y lo que a ella incumbe tampoco sería igual.

4
Frase tomada de una de las clases de filosofía medieval (Seminario mayor de Peréira)
En conclusión, la edad media es un periodo –como lo dirían los románticos- para rescatar,
no para desmeritar. No es una época oscura, “el verdadero oscurantismo es la ilustración y
su desprecio al cristianismo y sus grandes realizaciones” (Soto, 2007, p.20). Es de admirar
la postura que adopta el romanticismo con respecto al medioevo aportando esta visión que
enriquece la historia, la cultura, la religión, el pensamiento, la política, la trascendencia, los
valores, la dignidad humana. Una época que cambia el rumbo de la historia en su forma de
entender la vida, las emociones, los sentimientos, el amor, el espíritu… la realidad.
“Proclamar que las luces es la cima de la historia no es sino vanidad” (Soto, 2007, p.21); no
son los únicos que piensan, no son los únicos que aportan, también lo anterior a ellos hace
parte de la historia, de los aportes y los avances.
Los sentimientos no son algo negativo, no solamente la razón y la ciencia importan, lo
interior, lo inescrutable y muchas veces poco entendible del hombre también cuenta: sus
sentimientos, su amor, sus pasiones, su corazón… El medioevo rescatado por el
romanticismo también es eso, no despreciar lo que por naturaleza está inscrito en el corazón
del hombre, incluso el deseo insaciable de Dios de una persona que se enamora
profundamente de él.
Como se puede deducir, el Medioevo es un momento digno de la historia humana y
vale la pena estudiarlo, volver a él, no para despreciarlo sino para aprender que todo
momento de la histórico es un signo que da qué pensar y tiene, en medio de sus
escombros, destellos y chispas de divinidad y humanidad (Soto, 2007, p.21)
Bibliografía
Eco U. (1983) El nombre de la rosa. Barcelona: España. Editorial Lumen.
Le Goff J. (2007) La edad media explica a los jóvenes. Barcelona: España. Editorial Paidós
Soto G. (2007) Filosofía medieval. Bogotá: Colombia. Editorial San Pablo.

También podría gustarte