Intelectualismo y Apriorismo
Intelectualismo y Apriorismo
Intelectualismo y Apriorismo
El intelectualismo
Pero mientras que el racionalismo consideraba los elementos de estos juicios, los
conceptos, como un patrimonio a priori de nuestra razón, el intelectualismo la deriva
de la experiencia. Como dice, su nombre (intelligere, de intus legere = leer en el
interior), la conciencia cognoscente lee, según él, en la experiencia, saca sus
conceptos de la experiencia. Su axioma fundamental es la frase ya citada: nihil est
in intellectu quod prius non fuerit in sensu.
Esto tiene lugar por la obra de una facultad especial de la razón humana, el noûç
poihticóç, el entendimiento real o agente. Aristóteles dice de él que "obra como la
luz". Ilumina, hace transparentes en cierto modo las imágenes sensibles, de suerte
que alumbra en el fondo de ellas la esencia general, la idea de la cosa.
Esta es recibida por el noûç paÌhticóç, el entendimiento posible o pasivo, y así queda
realizado el conocimiento. Esta teoría ha sido desarrollada en la Edad Media por
Santo Tomás de Aquino. La tesis fundamental de éste dice: cognitio intellectus nostri
tota derivantur a sensu. Empezamos recibiendo de las cosas concretas imágenes
sensibles, especies sensibles.
El intellectus agens extrae de ellas las imágenes esenciales generales, las especies
inteligibles. El intellectus possibilis recibe en sí éstas y juzga así sobre las cosas.
De los conceptos esenciales así formados se obtienen luego, por medio de otras
operaciones del pensamiento, los conceptos supremos y más generales, como los
que están contenidos en las leyes lógicas del pensamiento (por ejemplo, los
conceptos de ser y de no ser, que figuran en el principio de contradicción). También
los principios supremos del conocimiento radican, pues, en último 33 término, en la
experiencia, pues representan relaciones que existen entre conceptos procedentes
de la experiencia. Santo Tomás declara, por ende, siguiendo a Aristóteles: Cognitio
principiorum provenit nobis ex sensu.
4. El apriorismo
No son contenidos sino formas del conocimiento. Estas formas reciben su contenido
de la experiencia, y en esto el apriorismo se separa del racionalismo y se acerca al
empirismo. Los factores a priori semejan en cierto sentido recipientes vacíos, que la
experiencia llena con contenidos concretos. El principio del apriorismo dice: "Los
conceptos sin las intuiciones son vacíos, las intuiciones sin los conceptos son
ciegas".
Este principio parece coincidir a primera vista con el axioma fundamental del
intelectualismo aristotélico‐escolástico. Y en efecto, ambos concuerdan en admitir
un factor racional y un factor empírico en el conocimiento humano. Mas por otra
parte definen la relación mutua de ambos factores en un sentido totalmente distinto.
El intelectualismo deriva el factor racional del empírico: todos los conceptos
proceden, según él, de la experiencia.
El apriorismo rechaza del modo más resuelto semejante derivación. El factor a priori
no procede, según él, de la experiencia, sino del pensamiento, de la razón. Ésta
imprime en cierto modo las formas a priori a la materia empírica y constituye de esta
suerte los objetos del conocimiento. En el apriorismo, el pensamiento no se conduce
receptiva y pasivamente frente a la experiencia, como en el intelectualismo, sino
espontánea y activamente. El fundador de este apriorismo es Kant. Toda su filosofía
está dominada por la tendencia a mediar entre el racionalismo de Leibniz y Wolff y
el empirismo de Locke y Hume. Así lo hace, declarando que la materia del
conocimiento procede de la experiencia y que la forma procede del pensamiento.
Con la materia se significan las sensaciones. Estas carecen de toda regla y orden,
representan un puro caos.
Nuestro pensamiento crea el orden en este caos, enlazando unos con otros y
poniendo en conexión los contenidos de las sensaciones. Esto se verifica mediante
las formas de la intuición y del pensamiento. Las formas de la intuición son el
espacio y el tiempo. La conciencia cognoscente empieza introduciendo el orden en
el tumulto de las sensaciones, ordenándolas en el espacio y en el tiempo, en una
yuxtaposición y en una sucesión. Introduce luego una nueva conexión entre los
contenidos de la percepción con ayuda de las formas del pensamiento, que son
doce, según Kant. Enlaza, por ejemplo, dos contenidos de la percepción mediante
la forma intelectual (categoría) de la causalidad, considerando el uno como causa,
el otro como efecto, y estableciendo así entre ellos una conexión causal. De este
modo edifica la conciencia cognoscente el mundo de sus objetos. Como se ha visto,
toma los sillares de la experiencia.
Por eso cuando el racionalismo lo deriva todo del pensamiento y el empirismo todo
de la experiencia, es menester acudir a los resultados de la psicología, que ha
demostrado que el conocimiento humano es un cruce de contenidos de conciencia
intuitivos y no intuitivos, un producto del factor racional y el factor empírico. Si
consideramos ahora el racionalismo y el empirismo desde el punto de vista del
problema lógico y vemos en ellos dos soluciones a la cuestión de la validez del
conocimiento humano, llegamos a un resultado semejante. Tampoco ahora
podremos dar la razón al racionalismo ni al empirismo. Debemos hacer, por el
contrario, una distinción entre el conocimiento propio de las ciencias ideales y el
propio de las ciencias reales. Ya la historia de ambas posiciones nos conduce a esta
distinción. Vimos, en efecto, que los racionalistas procedían las más veces de la
matemática, una ciencia ideal; los empiristas, por el contrario, de las ciencias
naturales, ciencias reales. Unos y otros tendrían también completa razón si limitasen
sus teorías epistemológicas a aquella esfera del conocimiento que tienen a la vista.
Éstos muestran, como hemos visto, que en la producción del conocimiento tienen
parte tanto la experiencia como la razón. Pero ésta es justamente la doctrina del
intelectualismo y del apriorismo. Nuestro conocimiento tiene, según ambas, un
factor racional y un factor empírico. Más difícil es tomar posición frente a ambas
teorías desde el punto de vista del problema lógico. Las dos son en este punto de
opinión que no sólo hay juicios de rigurosa necesidad lógica y validez universal
sobre los objetos ideales, sino también sobre los reales.
El intelectualismo logra resolver este problema más fácilmente, dado que pone la
realidad empírica en íntima relación genética con la conciencia cognoscente,
haciendo que los conceptos se obtengan del material empírico. Sin embargo,
también el intelectualismo hace en este punto una hipótesis metafísica, que consiste
en suponer que la realidad presenta una estructura racional; que en todo caso hay
escondido en cierto modo un núcleo esencial y racional, núcleo que en el acto del
conocimiento transmigra, por decirlo así, a la conciencia.
Añádase otra hipótesis metafísica, que reside en la teoría del intellectus agens. Este
último es una construcción metafísica, determinada por el esquema de la potencia
y el acto, que domina toda la metafísica aristotélico‐tomista; pero esta construcción
no tiene apoyo alguno en los datos psicológicos del conocimiento.
Este principio dice que todo proceso tiene una causa. Sólo haciendo este supuesto
podemos llegar a obtener conocimiento en la esfera de las ciencias reales. Nos sería
imposible, por ejemplo, establecer leyes generales en la ciencia de la naturaleza, si
no supusiéramos que en la naturaleza reinan la regularidad, el orden y la conexión.
Nos encontramos aquí con una "condición de la experiencia posible", para hablar
con Kant