Intelectualismo y Apriorismo

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3.

El intelectualismo

El racionalismo y el empirismo son antagónicos. Pero donde existen antagonistas


no faltan, por lo regular, intentos de mediar entre ellos. Uno de estos intentos de
mediación entre el racionalismo y el empirismo es aquella dirección epistemológica
que puede denominarse intelectualismo. Mientras el racionalismo considera el
pensamiento como la fuente y la base del conocimiento y el empirismo la 32
experiencia, el intelectualismo es de opinión que ambos factores tienen parte en la
producción del conocimiento. El intelectualismo sostiene con el racionalismo que
hay juicios lógicamente necesarios y universalmente válidos, y no sólo sobre los
objetos ideales ‐esto lo admiten también los principales representantes del
empirismo‐, sino también sobre los objetos reales.

Pero mientras que el racionalismo consideraba los elementos de estos juicios, los
conceptos, como un patrimonio a priori de nuestra razón, el intelectualismo la deriva
de la experiencia. Como dice, su nombre (intelligere, de intus legere = leer en el
interior), la conciencia cognoscente lee, según él, en la experiencia, saca sus
conceptos de la experiencia. Su axioma fundamental es la frase ya citada: nihil est
in intellectu quod prius non fuerit in sensu.

Es cierto que también el empirismo ha invocado repetidamente este axioma. Mas


para él significa algo completamente distinto. El empirismo quiere decir con él que,
en el intelecto, en el pensamiento, no hay contenido nada distinto de los datos de la
experiencia, nada nuevo. Pero el intelectualismo afirma justamente lo contrario.
Además de las representaciones intuitivas sensibles hay, según él, los conceptos,
Estos, en cuanto contenidos de conciencia no intuitivos, son esencialmente distintos
de aquéllas, pero están en una relación genética con ellas, supuesto que se
obtienen de los contenidos de la experiencia. De este modo, la experiencia y el
pensamiento forman juntamente la base del conocimiento humano. Este punto de
vista epistemológico ha sido desenvuelto ya en la Antigüedad. Su fundador es
Aristóteles.

El racionalismo y el empirismo llegan, en cierto modo, a una síntesis en él. Como


discípulo de Platón, Aristóteles se halla bajo la influencia del racionalismo; como
naturalista de raza, se inclina, por el contrario, al empirismo. De esta suerte, se sintió
fatalmente impulsado a intentar una síntesis del racionalismo y el empirismo, que
llevó a cabo del siguiente modo. Siguiendo su tendencia empirista, coloca el mundo
platónico de las ideas dentro de la realidad empírica.

Las ideas ya no forman un mundo que flota libremente; ya no se encuentran por


encima, sino dentro de las cosas concretas. Las ideas son las formas esenciales de
las cosas. Representan el núcleo esencial y racional de la cosa, núcleo que las
propiedades empíricas rodean como una envoltura. Partiendo de este supuesto
metafísico, trata Aristóteles de resolver el problema del conocimiento. Si las Ideas
se hallan sumidas en las cosas empíricas, ya no tiene razón de ser una
contemplación pre terrena de aquéllas, en el sentido de Platón. La experiencia
alcanza, en cambio, una importancia fundamental. Se convierte en la base de todo
el conocimiento. Por medio de los sentidos obtenemos imágenes perceptivas de los
objetos concretos. En estas imágenes sensibles se halla contenida la esencia
general, la idea de la cosa. Sólo es menester extraerla.

Esto tiene lugar por la obra de una facultad especial de la razón humana, el noûç
poihticóç, el entendimiento real o agente. Aristóteles dice de él que "obra como la
luz". Ilumina, hace transparentes en cierto modo las imágenes sensibles, de suerte
que alumbra en el fondo de ellas la esencia general, la idea de la cosa.
Esta es recibida por el noûç paÌhticóç, el entendimiento posible o pasivo, y así queda
realizado el conocimiento. Esta teoría ha sido desarrollada en la Edad Media por
Santo Tomás de Aquino. La tesis fundamental de éste dice: cognitio intellectus nostri
tota derivantur a sensu. Empezamos recibiendo de las cosas concretas imágenes
sensibles, especies sensibles.

El intellectus agens extrae de ellas las imágenes esenciales generales, las especies
inteligibles. El intellectus possibilis recibe en sí éstas y juzga así sobre las cosas.
De los conceptos esenciales así formados se obtienen luego, por medio de otras
operaciones del pensamiento, los conceptos supremos y más generales, como los
que están contenidos en las leyes lógicas del pensamiento (por ejemplo, los
conceptos de ser y de no ser, que figuran en el principio de contradicción). También
los principios supremos del conocimiento radican, pues, en último 33 término, en la
experiencia, pues representan relaciones que existen entre conceptos procedentes
de la experiencia. Santo Tomás declara, por ende, siguiendo a Aristóteles: Cognitio
principiorum provenit nobis ex sensu.

4. El apriorismo

La historia de la filosofía presenta un segundo intento de mediación entre el


racionalismo y el empirismo: el apriorismo. También éste considera la experiencia y
el pensamiento como fuentes del conocimiento. Pero el apriorismo define la relación
entre la experiencia y el pensamiento en un sentido directamente opuesto al
intelectualismo.

Como ya dice el nombre de apriorismo, nuestro conocimiento presenta, en sentir de


esta dirección, elementos a priori, independientes de la experiencia. Esta era
también la opinión del racionalismo. Pero mientras éste consideraba los factores a
priori como contenidos, como conceptos perfectos, para el apriorismo estos factores
son de naturaleza formal.

No son contenidos sino formas del conocimiento. Estas formas reciben su contenido
de la experiencia, y en esto el apriorismo se separa del racionalismo y se acerca al
empirismo. Los factores a priori semejan en cierto sentido recipientes vacíos, que la
experiencia llena con contenidos concretos. El principio del apriorismo dice: "Los
conceptos sin las intuiciones son vacíos, las intuiciones sin los conceptos son
ciegas".
Este principio parece coincidir a primera vista con el axioma fundamental del
intelectualismo aristotélico‐escolástico. Y en efecto, ambos concuerdan en admitir
un factor racional y un factor empírico en el conocimiento humano. Mas por otra
parte definen la relación mutua de ambos factores en un sentido totalmente distinto.
El intelectualismo deriva el factor racional del empírico: todos los conceptos
proceden, según él, de la experiencia.

El apriorismo rechaza del modo más resuelto semejante derivación. El factor a priori
no procede, según él, de la experiencia, sino del pensamiento, de la razón. Ésta
imprime en cierto modo las formas a priori a la materia empírica y constituye de esta
suerte los objetos del conocimiento. En el apriorismo, el pensamiento no se conduce
receptiva y pasivamente frente a la experiencia, como en el intelectualismo, sino
espontánea y activamente. El fundador de este apriorismo es Kant. Toda su filosofía
está dominada por la tendencia a mediar entre el racionalismo de Leibniz y Wolff y
el empirismo de Locke y Hume. Así lo hace, declarando que la materia del
conocimiento procede de la experiencia y que la forma procede del pensamiento.
Con la materia se significan las sensaciones. Estas carecen de toda regla y orden,
representan un puro caos.
Nuestro pensamiento crea el orden en este caos, enlazando unos con otros y
poniendo en conexión los contenidos de las sensaciones. Esto se verifica mediante
las formas de la intuición y del pensamiento. Las formas de la intuición son el
espacio y el tiempo. La conciencia cognoscente empieza introduciendo el orden en
el tumulto de las sensaciones, ordenándolas en el espacio y en el tiempo, en una
yuxtaposición y en una sucesión. Introduce luego una nueva conexión entre los
contenidos de la percepción con ayuda de las formas del pensamiento, que son
doce, según Kant. Enlaza, por ejemplo, dos contenidos de la percepción mediante
la forma intelectual (categoría) de la causalidad, considerando el uno como causa,
el otro como efecto, y estableciendo así entre ellos una conexión causal. De este
modo edifica la conciencia cognoscente el mundo de sus objetos. Como se ha visto,
toma los sillares de la experiencia.

Pero el modo y manera de erigir el edificio, la estructura entera de la construcción,


está determinada por las leyes inmanentes al pensamiento, por las formas y las
funciones a priori de la conciencia. 34 Si ponemos el intelectualismo y el apriorismo
en relación con las dos posiciones antagónicas entre las cuales quieren mediar,
descubriremos en seguida que el intelectualismo se acerca al empirismo; el
apriorismo, por el contrario, al racionalismo.

El intelectualismo deriva los conceptos de la experiencia, mientras que el apriorismo


rechaza esta derivación y refiere el factor racional, no a la experiencia, sino a la
razón.

5. Crítica y posición propia

Para completar las observaciones críticas hechas al exponer el racionalismo y el


empirismo, tomando en principio una posición frente a ambas direcciones,
habremos de separar rigurosamente el problema psicológico y el problema lógico.
Empecemos fijando la vista en el primero y considerando el racionalismo y el
empirismo como dos respuestas a la cuestión del origen psicológico del
conocimiento humano.

Ambos resultan entonces falsos. El empirismo, que deriva de la experiencia el


contenido total del conocimiento y que sólo conoce, por tanto, contenidos de
conciencia intuitivos, está refutado por los resultados de la moderna psicología del
pensamiento. Ésta ha demostrado, en efecto, que además de los contenidos de
conciencia intuitivos y sensibles hay otros no intuitivos, intelectuales. Ha probado
que los contenidos del pensamiento, los conceptos, son algo específicamente
distinto de las percepciones y las representaciones, son una clase especial de
contenidos de conciencia. Ha demostrado, además, que ya en las más simples
percepciones hay contenido un pensamiento; que, por tanto, no sólo la experiencia,
sino también el pensamiento, tiene parte en su producción. Con esto queda refutado
el empirismo (psicológicamente entendido). Pero tampoco el racionalismo resiste a
la psicología.

Esta no sabe nada de conceptos innatos, ni menos de conceptos dimanantes de


fuentes trascendentes. La psicología demuestra, por el contrario, que la formación
de nuestros conceptos está influida por la experiencia; que, por ende, en la génesis
de nuestros conceptos tienen parte, no sólo el pensamiento, sino también la
experiencia.

Por eso cuando el racionalismo lo deriva todo del pensamiento y el empirismo todo
de la experiencia, es menester acudir a los resultados de la psicología, que ha
demostrado que el conocimiento humano es un cruce de contenidos de conciencia
intuitivos y no intuitivos, un producto del factor racional y el factor empírico. Si
consideramos ahora el racionalismo y el empirismo desde el punto de vista del
problema lógico y vemos en ellos dos soluciones a la cuestión de la validez del
conocimiento humano, llegamos a un resultado semejante. Tampoco ahora
podremos dar la razón al racionalismo ni al empirismo. Debemos hacer, por el
contrario, una distinción entre el conocimiento propio de las ciencias ideales y el
propio de las ciencias reales. Ya la historia de ambas posiciones nos conduce a esta
distinción. Vimos, en efecto, que los racionalistas procedían las más veces de la
matemática, una ciencia ideal; los empiristas, por el contrario, de las ciencias
naturales, ciencias reales. Unos y otros tendrían también completa razón si limitasen
sus teorías epistemológicas a aquella esfera del conocimiento que tienen a la vista.

Cuando el racionalismo enseña que nuestro conocimiento tiene la base de su


validez en la razón, que la validez de nuestros juicios se funda en el pensamiento,
lo que enseña es absolutamente exacto, tratándose de las ciencias ideales.

Cuando consideramos, por ejemplo, una proposición lógica (verbigracia, el principio


de contradicción) o matemática (verbigracia, la proposición "el todo es mayor que la
parte"), no necesitamos preguntar nada a la experiencia para conocer su verdad.
Basta comprobar entre sí los conceptos contenidos en ellas, para ver con evidencia
la verdad de estas proposiciones. Estas proposiciones son, 35 pues, válidas con
completa independencia de la experiencia, o a priori, como dice la expresión técnica.
Leibniz las llama vérités de raison; verdades de razón. La cosa resulta muy distinta
en la esfera de las ciencias reales, de las ciencias de la naturaleza y del espíritu.

Dentro de esta esfera es válida, en efecto, la tesis del empirismo; nuestro


conocimiento descansa en la experiencia, nuestros juicios tienen en la experiencia
la base de su validez. Tomemos, por ejemplo, el juicio "el agua hierve a cien grados",
o el juicio "Kant nació el año 1724". El pensamiento puro no puede decir nada sobre
si estos juicios son o no verdaderos. Estos juicios descansan sobre la experiencia.
No son válidos a priori, sino a posteriori. Son, para hablar con Leibniz, vérités de
fait, verdades de hecho. Si consideramos, por último, las dos posiciones
intermedias, habremos de juzgar que se ajustan a los hechos psicológicos.

Éstos muestran, como hemos visto, que en la producción del conocimiento tienen
parte tanto la experiencia como la razón. Pero ésta es justamente la doctrina del
intelectualismo y del apriorismo. Nuestro conocimiento tiene, según ambas, un
factor racional y un factor empírico. Más difícil es tomar posición frente a ambas
teorías desde el punto de vista del problema lógico. Las dos son en este punto de
opinión que no sólo hay juicios de rigurosa necesidad lógica y validez universal
sobre los objetos ideales, sino también sobre los reales.

En esto van de acuerdo con el racionalismo. Pero el fundamento es en ambos casos


completamente distinto. El racionalismo necesita apoyar la validez real de los juicios
referentes a objetos reales, admitiendo una especie de armonía prestablecida entre
las ideas innatas o dimanantes de lo trascendente y la realidad.

El intelectualismo logra resolver este problema más fácilmente, dado que pone la
realidad empírica en íntima relación genética con la conciencia cognoscente,
haciendo que los conceptos se obtengan del material empírico. Sin embargo,
también el intelectualismo hace en este punto una hipótesis metafísica, que consiste
en suponer que la realidad presenta una estructura racional; que en todo caso hay
escondido en cierto modo un núcleo esencial y racional, núcleo que en el acto del
conocimiento transmigra, por decirlo así, a la conciencia.
Añádase otra hipótesis metafísica, que reside en la teoría del intellectus agens. Este
último es una construcción metafísica, determinada por el esquema de la potencia
y el acto, que domina toda la metafísica aristotélico‐tomista; pero esta construcción
no tiene apoyo alguno en los datos psicológicos del conocimiento.

El apriorismo evita ambos escollos. Ni hace aquella suposición metafísico‐


cosmológica, ni realiza esta construcción metafísico‐psicológica. Pero con esto no
se ha probado aún que su teoría sea exacta. A esta cuestión sólo podrá responderse
cuando esté resuelto el verdadero problema central de la teoría del conocimiento,
el problema de la esencia del conocimiento. Sin embargo, podemos dar ya al
apriorismo la razón en el sentido de que también el conocimiento propio de las
ciencias reales presenta factores a priori.
No se trata de proposiciones lógicamente necesarias, como las que podríamos
señalar en la lógica y la matemática; pero sí de supuestos muy generales, que
constituyen la base de todo conocimiento científico. A priori no significa en este caso
lo que es lógicamente necesario; sino tan sólo aquello que hace posible la
experiencia, esto es, el conocimiento de la realidad empírica o el conocimiento
propio de las ciencias reales. Uno de estos supuestos generales de todo
conocimiento propio de las ciencias reales es, por ejemplo, el principio de
causalidad.

Este principio dice que todo proceso tiene una causa. Sólo haciendo este supuesto
podemos llegar a obtener conocimiento en la esfera de las ciencias reales. Nos sería
imposible, por ejemplo, establecer leyes generales en la ciencia de la naturaleza, si
no supusiéramos que en la naturaleza reinan la regularidad, el orden y la conexión.
Nos encontramos aquí con una "condición de la experiencia posible", para hablar
con Kant

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