El Suicidio

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EL SUICIDIO

La ideación suicida, o los pensamientos de acabar con la propia vida, pueden variar en
severidad en función de la concreción de los planes de suicidio y de la voluntad de llevarlos a
cabo. Así, la ideación suicida puede expresarse como pensamientos momentáneos respecto a
la falta de sentido o de valor de la vida o breves pensamientos de muerte, o llegar a implicar
planes concretos y permanentes para matarse y una preocupación obsesiva con la idea de
suicidarse, de manera que puede oscilar entre presentaciones agudas y crónicas (Diekstra y
Garnefski, 1995; Goldney et al., 1989). La ideación suicida puede ser parte de un estado de
ánimo deprimido a la vez que un modo de enfrentarse activamente con ese estado de ánimo o
de intentar escapar del mismo.

La ideación suicida es más frecuente que los intentos de suicidio o los suicidios consumados
(Kessler et al., 2005). Los datos sobre prevalencia de ideación suicida son muy variables. Entre
los diferentes estudios realizados desde los años 70, se ha encontrado una prevalencia vital
entre un 2% y un 18% (Kessler et al., 1999; Weissman etal., 1999).

CONCEPTO

Las definiciones del suicidio pueden ser tantas como autores e investigadores puede haber
sobre el tema. Etimológicamente se compone de los términos latinos sui, que significa “uno
mismo”, y cidium, que se refiere a caéder, y se traduce como “matar”, es decir, el acto del
individuo encaminado a la autodestrucción intencional (Coronado, et al., 2004; Manrique,
2000).

Suicidio es el acto de matarse en forma voluntaria y en él intervienen tanto los pensamientos


suicidas (ideación suicida) como el acto suicida en sí. En el suicida se detectan: a) los actos
fatales o suicidio consumado; b) los intentos de suicidio altamente letales aunque fallidos, con
intención y planeación del suicidio; y c) los intentos de baja letalidad, generalmente asociados
a una situación psicosocial crítica.

IDEACIÓN SUICIDA

Se define ideación suicida como aquellos pensamientos intrusivos y repetitivos sobre la muerte
autoinfringida, sobre las formas deseadas de morir y sobre los objetos, circunstancias y
condiciones en que se propone morir (Eguiluz, 2003; Garrison, Lewinsohn, Marsteller,
Langhinrichsen, & Laan, 1991).

Se considera éste el primer paso para el intento y el suicidio consumado. Ha sido estudiado
menos que el intento de suicidio o el suicidio consumado, y se ha relacionado con síntomas o
trastornos depresivos y otros trastornos mentales, entre ellos dependencia de sustancias
(Centers for Disease Control, 1995; González, García, Medina, & Sánchez, 1998).

EL SUICIDIO COMO PROCESO

El segundo modelo explicativo del fenómeno suicida lo enfoca como un proceso (92). Se basa
en las características rasgo-estado de la personalidad del sujeto y su interacción con el medio
ambiente. El proceso suicida se inicia en el momento en que comienzan los pensamientos
sobre cómo quitarse la vida, pasa por la realización de los primeros intentos suicidas, con un
incremento gradual de la letalidad del intento, hasta lograrlo; es decir, la suicidalidad, que
comprende las ideas y deseos suicidas o ideación suicida, las conductas suicidas sin resultado
de muerte o intentos suicidas y los suicidios consumados (92). Así se estalece una secuencia
progresiva. Es posible que ocurran manifestaciones previas con actitudes de escape, venganza,
altruismo o búsqueda de riesgos (32, 58). Por otro lado, se han descrito tres características
dependientes de rasgo (92): a) pensamientos de derrota, en otras palabras, una tendencia a
percibirse como perdedor cuando se enfrentan situaciones estresantes de tipo psicosocial; b)
percepciones de "imposibilidad de escapatoria", asociadas a alteraciones de memoria
autobiográfica y déficit para resolver problemas; y c) percepción de "imposibilidad de rescate",
es decir, desesperanza, el abandono de los intentos por responder a situaciones estresantes al
carecer de control sobre ellas (65, 84).

EXPLICACIONES PSICOLÓGICAS

La personalidad del sujeto suicida es una con problemas de salud mental en tanto que no
posee un adecuado nivel de expresión de sus capacidades, intereses y cualidades acordes con
los valores sociales de referencia en su entorno (Quintanilla, Valadez, Valencia, & González,
2005). Algunos estudios señalan como rasgos de personalidad predominantes en los suicidas:
agresividad, irritabilidad, baja tolerancia a la frustración, aislamiento social, desesperanza e
impotencia, un concepto pobre de sí mismos y escasa capacidad para resolver problemas,
resentimiento y necesidad de control externo (Shafi, Corrigan, Whitingill, & Derrick, 1985). En
sujetos vulnerables, algunas experiencias pueden ser vistas como catastróficas y desencadenar
el proceso suicida, especialmente cuando existe dependencia de alcohol y de otras drogas
(Murphy, Wetzel, Robins, & Mcevoy, 1992), antecedentes de abusos físicos o sexuales en la
infancia (Molnar, Berkman, & Buka, 2001), de aislamiento social (Joiner, Brown, & Wingate,
2005), de enfermedades somáticas dolorosas o discapacitantes y, particularmente, de
trastornos como la depresión o la esquizofrenia (Joiner, et al., 2005; Mann, 1998; Mann,
Bortinger, Oquendo, & Currier, 2005; Maris, 2002).

La depresión es una entidad que, aun aceptando las lagunas en la identificación de su


fisiopatología (Gómez, et al., 2004; Duman, Heninger, & Nestler, 1997), constituye un predictor
de suicidio (Joiner, et al., 2005). Existe una estrecha relación entre los trastornos afectivos y la
propensión a causarse daño a sí mismo deliberadamente (Skegg, 2005), aparentemente con el
objetivo de encontrar algún alivio al aniquilarse o escapar (Boergers, Spirito, & Donaldson,
2000). El deprimido se caracteriza por sus expectativas negativas sobre el futuro (Beck,
Weissman, Lester, & Trecler, 1974) y por una sensación de dificultad extrema para alcanzar las
metas propuestas, es decir, por su desesperanza (Melges & Bowlby, 1969). Así, está ausente la
motivación para dar una respuesta adecuada a lo cotidiano y concurren déficits cognoscitivos
que interfieren con un nuevo aprendizaje por el abatimiento motriz y emocional, acompañado
de ansiedad. Por ello, la desesperanza se correlaciona positivamente con la ideación suicida y
se le considera un factor clave en la relación entre la depresión y el suicidio (Beck, 1963;
Chioqueta & Stiles, 2003).

Adicionalmente, quien intenta o logra suicidarse pasa por un estado de ansiedad en el


momento del acto (Khan, Leventhal, Khan, & Brown, 2002), las personas que sufren de
ansiedad tienen un riesgo mayor de cometer suicidio en comparación con la población general
(Bartels, Coakley, Oxman, & Constantino, 2002). Es irrelevante el tipo de ansiedad, lo
importante es que suele concurrir con depresión mayor (Joiner, et al., 2005).

EXPLICACIONES PSICOANALÍTICAS

El modelo psicoanalítico postula que la depresión se debe a la pérdida real o imaginaria del ser
o del objeto amado, dando como respuesta comportamientos de agresividad, rabia y culpa.
También describe que los cuadros depresivos y la conducta suicida se hallan estrechamente
relacionados (Adrianzén, 1998). Esta última se divide en tres categorías: a) la ideación suicida,
que va desde ideas relacionadas conque no vale la pena vivir hasta planes bien definidos de
autoeliminación; b) el intento suicida (parasuicidio), que hace referencia a las conductas que
se realizan y cuya finalidad es la autoeliminación sin éxito alguno, y c) el suicidio que se refiere
a la muerte como resultado directo o indirecto de una acción cometida por el niño con pleno
conocimiento del resultado (Palacios, Barrera, Ordóñez, & Peña, 2007).

En el suicidio, la agresión se dirige hacia la propia persona y hacia afuera como en el caso del
homicidio. Se trata de un acto humano de cesación auto-infligida, intencional. La persona,
incapaz de dominar una situación percibida como insoportable y convencida de que no existe
salida, planea y ejecuta una auto-lesión fatal. En este tipo de comportamiento, vida y muerte
se encuentran, se complementan y hasta se contradicen porque su camino es el de la
ambigüedad: el acto se reviste de odio y amor, de coraje y cobardía, de temor y audacia
(Dubugras & Guevara, 2007).

En el texto “Más allá del principio del placer” (Freud, 1920/1920d), se busca explicar el
conflicto humano a partir de la tensión entre Eros y Thanatos. Eros es la pulsión que conduce a
la vida y Thanatos la que conduce a la muerte. Es necesario que haya equilibrio entre ambas
para que el suicidio no ocurra por el predominio de la pulsión de muerte.

Garma (1960) entiende el suicidio como producto de la relación entre dos factores: el
ambiente desfavorable y la constitución emocional del individuo, y hace énfasis en la
depresión resultante del duelo y de la melancolía, el papel del objeto perdido, la deformación
masoquista de la personalidad y la internalización de las agresiones del ambiente. De la
síntesis de esos factores, según él, podría emerger una personalidad autodestructiva
(Dubugras & Guevara, 2007).

Dentro del análisis psicoanalítico, el comportamiento social del suicida está asociado a la falta
de elaboración de conflictos no resueltos que se unen a sucesos o experiencias relacionadas
con la estructura de personalidad y situaciones estresantes. Tiene que ver con una intención
de descarga de una emoción reprimida o con su dirección consciente, la cual busca destruir o
culpar de su muerte a otra persona o imaginario social (Freud, 1917/1975b). Freud vincula el
suicidio de los adolescentes a los traumas que encuentran en la vida. Luego que la escuela se
vuelve el sustituto de la familia y que la escuela puede convertirse en el subrogado de tales
traumas, en lugar de ser una instancia que les instigue al disfrute de la vida y les brinde apoyo,
en la edad en la que las condiciones que genera su desarrollo, los compele a soltar o por lo
menos a relajar, los lazos familiares (Freud, 1910/1975a).

En el suicida el superyó se comporta como un déspota caprichoso que utiliza la pulsión de


muerte para ensañarse en el yo, en esa inmisericorde furia arrastra todo el sadismo y lo torna
masoquismo, para transformarse en “un puro cultivo de la pulsión de muerte” que exige al
sujeto el sacrificio de su vida. Es el mecanismo que hace recaer sobre sí mismo la
destructividad dirigida hacia un semejante amado que ha causado una herida narcisista en el
sujeto. La acción hacia ese objeto queda subrogada en esa introversión avasalladora, en su
retorno sobre el yo, y todo esto pasa de manera silenciosa (Freud, 1923/1975c, p.53).

El mecanismo psíquico del suicidio en la neurosis consiste en que el sujeto ha vuelto sobre sí
mismo el impulso de matar a otro, contra el que está prohibido la agresión. Matar a los padres
o a la persona amada sería el modelo de esa circunstancia. Al ser inconfesable el odio al objeto
amado, la pulsión de muerte se vuelca sobre el sujeto, como a u t o r r e p r o c h e , a u t o d e
s va l o r i z a c i ó n y autodestrucción (Freud, 1923/1975c).
Para el psicoanálisis, la tentativa de suicidio no es una simulación; es una acción que corona
una crisis de manera significativa. Aparece luego de una decepción amorosa y, en contra-
agresión, retorna sobre el sujeto la agresión contra el padre o el objeto perdido, acompañado
por un desplome de la situación sobre los datos simbólicos que el sujeto tiene aún, por eso la
tentativa de suicidio contiene una dimensión simbólica dirigida a otro (Ramírez, 1998).

En resumen, para Freud, el suicidio sería el resultante de la pulsión entre Eros y Thanatos, con
predominio final para este último. Para Jung, el suicidio destruía la armonía entre el consciente
y el inconsciente derivado de impulsos agresivos reprimidos. Para Menninger era el resultado
de una rabia homicida dirigida contra uno mismo, como un homicidio invertido. También es
considerado como un mecanismo de autocastigo, derivado de la culpa (Vega et al., 2002).

PREVENCIÓN

Con personas suicidas, el tratamiento farmacológico debe ser la primera elección (Doggrell,
2005). En tal caso, los antidepresivos del grupo de los inhibidores selectivos de la recaptura de
serotonina, son un recurso terapéutico en el que los beneficios superan ampliamente a los
riesgos (Rossi, Barraco, & Donda, 2004), tomando en cuenta que usándolos en combinación
con la psicoterapia se logran beneficios superiores a los producidos sólo con tratamiento
farmacológico (Isacsson, 2002; March, Silva, Petrycki & Curry, 2004; Wong, Besag, Santosh &
Murray, 2004). Por otra parte, en un estudio realizado en la ciudad de Medellín en el año 2005,
se constató que entre los factores preventivos del suicidio están: la práctica religiosa, tener
hijos y una buena red de apoyo social (Palacio, et al., 2005). Entre las recomendaciones
preventivas del suicidio (Goldney, 2005), se destaca la necesidad de educar a los médicos y
psicólogos para la detección oportuna del problema y para hacer uso adecuado de los
antidepresivos, además de adiestrar a los conserjes de escuelas y talleres, ya que son ellos
quienes mejor pueden identificar cambios en las actitudes. Desde luego, se debe restringir el
acceso a medios e instrumentos usados en el suicidio y no dejar de lado el uso de los medios
electrónicos con fines educativos (Mann, Apter, Bertolote, & Beautrais, 2005). En esta
dirección, es importante que la familia enseñe a los niños a respetar los límites, asimilar y
sobreponerse a las frustraciones, a socializar la agresividad percibida o recibida y a desarrollar
su inteligencia emocional y no sólo cognitiva, para formar personalidades resistentes, activas y
seguras ante los obstáculos y placeres de la vida, a partir de que estructuren sentidos de vida
con relativa independencia de las coyunturas sociales (Guibert, 2002). Se debe trabajar en la
creación de condiciones psicosociales que generen participación de la mayoría de los actores
sociales en la promoción de la salud, crear una atmósfera socio-psicológica positiva al aumento
y mantenimiento de las conductas saludables y a la disminución de las no saludables, y
promover la adopción de estilos de vivir que generen salud en el individuo, a partir de que en
su comportamiento y actitud esté presente el componente de la búsqueda activa, es decir, una
actividad orientada a cambiar la situación o la actitud hacia ella de acuerdo con el propósito
que la persona se trace (Guibert, 2002).

CONCLUSIÓN

El fenómeno del suicidio debe considerarse como un trastorno biológico que puede ser
desencadenado por situaciones medioambientales. Sus bases biológicas se están aclarando. El
suicida potencial es una persona con un sufrimiento intenso y siempre es un paciente grave
para quien, por su desesperanza, las expectativas del futuro no superan un presente doloroso.
Luego entonces, para la prevención de este fenómeno es necesario identificar a la población
vulnerable. Es importante destacar la necesidad de sensibilizar a padres, maestros y médicos
familiares sobre la vital importancia de detectar tempranamente los factores de riesgo del
suicidio, por ejemplo, ansiedad, depresión o abuso de drogas, para poder establecer un
diagnóstico y un tratamiento correcto y oportuno.

El suicidio es una de las principales causas de muerte a nivel internacional y en Cuba. La


identificación precoz de los factores de riesgo y el fortalecimiento de los factores protectores
tienen repercusiones positivas en las estrategias de su prevención.

BIBLIOGRAFÍA

 Duman, R., Heninger, G., & Nestler, E. (1997). A molecular and cellular theory of
depression. Archives of General Psychiatry, 54, 597-606.
 González, C., García, G., Medina, M., & Sánchez M. (1998). Indicadores psicosociales
predictores d e ideación suicida en dos generaciones de estudiantes universitarios.
Salud Mental, 21, 1-9.
 Freud, S. (1975c). El yo y el ello. (J. L. Etcheverry, trad.). En J. Strachey (Comp.), Obras
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original publicado en 1923).
 Freud, S. (1975d). Más allá del principio del placer. (J. L. Etcheverry, trad.). En J.
Strachey (Comp.), Obras completas. (Vol. 18). (5ª reimpresión). Buenos Aires,
Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1920).

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