Capella, Juan Ramón (1996) - Los Ciudadanos Siervos

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CONTENIDO

COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS


Sede Derecho

PreselllaÓ()1l
9

El tiempo del «progreso» 13


La acción en el laberinto 33
La vuelta a la Naturaleza 45

Primera edición: 1993 TI

Segunda edición: 1993


Tercera edición revisada: 2005 Límites de la democratización capitalista 63
Transformaciones del Estado contemp0r;Íneo 89
© Editorial Trotta, SA, 2005 Una visita al concepto de soberanía 111
Ferraz, 55. 28008 Madrid Los ciudadanos siervos
Teléfono: 91 543 03 61
129
Fax: 91 543 14 88
E-moil: [email protected]
http://www.trotta.es III
© Juan Ramón Capella, 2005 Leer el Manifiesto comunista hoy 149
Otra manera de hacer política 197
Diseño
Lo «orgánico» y lo «instituciona1» en la acción colectiva emancipa-
Joaquín Gallego toria
215
ISBN: 84-8164-803-5
íllllice
Depósito Legal: M-41.377 -2005 225

Impresión
Marla Impresión, S.L.

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LOS CIUDADANOS SIERVOS

El concepto de «ciudadano» tiene un creciente cu;ícter ambiguo y


problel11;ítico. Tal yUjJjJic, sin duda «ciudadano», prolonga desl11edi-
lhmente la jornada de trabajo sindicalmellle acordada -pues la em-
presa, el Dios nuevo, todo lo ve-o Tal campesino, «ciudadano» con
libertad de expresiÓn, oculta sus convicciones al servidor pÚblico que
ha de darlc subvenciones, o «peonadas». Tal «ciudadano» contribu-
yente evade ingresos al fisco del gobierno que ha votado, sin rubor.
Tal «ciulhdano» robado <dodeja estap): no denuncia el pequeilo robo
aute la inutilidad de h policía. Tal «ciudadano» objetor de cOllciencia
se ve insultado, despreciado, en la picota, convertido en sospechoso
pÚblico por las autoridades. T;ll «ciudalbno» queda despedido del tra-
bajo en su edad madura, en paro y sin subsidio pero con derechos
sociales que le garantizan trabajo o subsidio. Tal «ciudadana» agredida
sufre en solitario su tragedia: ¿qué más van a hacer los policías, los
jueces, los periodistas? Tal «ciudadano» en edad de leva forzosa se ve
impljcado en una guerra que legalmente no existe, en la que su país no
participa. Tal «ciudadano» cuyo objeto de deseo sexual o cuya lengua
no es el mayoritario aparenta normalizarse para no ser discriminado.
Tales «ciudadanas» ven su voluntad de abortar fiscalizada por ojos im-
personales graduados en superior competencia ... moral. Tal «ciudada-
no» es condenado a tantos años y un sida. Tal «ciudadana» se hace
esterilizar por temor a perder su empleo! . Tal «ciudadano» anciano

lo Vid. El País, 1 de junio de 1992. Miles dc ciudadanas alcmanas dc la antigua


IU)1\ se hacen estcrilizar para obtcner empleo () para no pcrderlo cn1a nueva Alcmania
IIltilicada.

129
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III!I

'11

111

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LOS CIUDADANOS SIERVOS


1.1
LOS CIUDADANOS SIERVOS

to: de un discurso «civil». ¿«Ciudadano» contrapuesto a «campesi-


aguarda durante años el reconocimiento de una pensiÓn, de una obli- no»? El lenguaje de la revoluciÓn inglesa de 1668 es casi crematístico:
gaciÓn del Estado, la revisiÓn de un juicio ... a la hora de distribuir derechos políticos se habla de freeholders
Pero hay más:
(propietarios y arrendatarios de por vida), leaseholders (meros arren-
Hordas de ciudadanos celebran un triunfo deportivo: alaridos y
datarios), copyholders (enfiteutas), «padres de familia» y ... «habitan-
bocinazos no se detienen ante los hospitales donde partidarios del mismo
tes». Un mosaico sin pretensión universalista2• Pero el citoyen es ya
equipo están muriendo. Muchedumbres de ciudadanos entran en tran-
otra cosa. Procede de la RepÚblica de Ginebra, de un ciudadano de
ces garantizados, rítmicamente programados y a veces pÚblicamente Ginebra -naturalmente, J.-J. Rousseau-, de la obsesión de la Revo-
subvencionados, con dos guitarras multiplicadas a millones de decibe-
lios. Las «audiencias» de ciudadanos se disparan cuanto más burdo y luciÓn francesa por citar a la antigua Roma -y a los orgullosos
ciudadanos romanos-o El citoyen va aux armes, toma la Bastilla,
hortera es el programa de la televisiún. Entran a saco en los hipermer-
instaura el Régimen Republicano de los derechos iguales. ¿Libertad?
cados para llevarse todos clmismo p,adget, la misma ropa comercial- dgualdad? ¿Fraternidad?
mente distinu, eso sí, de la comprada la vez anterior. Todos los ciuda-
Llanos han visto las fotos, reproducidas billones de veces, de los mismos Los ciudadanos fueron los habitantes de las ciudades; de los bourgs,
idola: un hombre musculado fuera de toda medida, una mujer medio pero ya no (súlo) los bourp,eois. También los desharrapados. Los
desnuda y de gestos obscenos fuera de tOlla medida: ambos cotidiani- burgueses -que pagaban impuestos- eran cn el Antiguo Régimen un
loados, normalizados por tanto. Millones de ciudaLbnos disfrutan el tercer estamento, aliado de la nobleza y el clero. Cuando lIegú la hora
de su dominio también en el ámbito político, esta clase hubo de
IJrivilegio de llaves de paso personalizadas: tarjetas de crédito, de club,
de hipermercado, «individuales». Multitudes inmensas de ciudadanos renunciar a ejercerlo manifiesta, declaradamente (como la aristocra-
consumen drogas cuyo tI'Mico denuncia su diario favorito. El cual se cia feudal). No había luchado sola. Los desharrapados -como cn
alarma por el «fracaso escolar» de los futuros ciudadanos, que abren 1647 los levellers- querían igualdad. Consiguieron (pero súlo los
con televisor y mÚsica de moda el libro de texto. Los ciudadanos se varones) la ciudadanía: igualdad de derechos. Una democracia de
integran en los anuncios publicitarios de las ropas que visten, de los representantes. La burguesía no tenía asignado formalmente un lugar
motores que les transportan. Se extasían con los espectáculos de Esta- privilegiado en el sistema político, una cuota especial de poder como
do: fJanis et circenses, con «mando a distancia» ... garantía de que el Estado era ahora suyo. Su dominio había de pasar,
Los ciudadanos no deciden ya las políticas que presiden su vida. por tanto, a través de la re/Jresentación.
El valor o pérdida de valor de sus ahorros, las condiciones en que Las revoluciones que hoy llamamos burguesas no fueron motines:
serán tratados como ancianos o las que reunirá su lecho de muerte, sus protestas por el pan, o por diezmos y alcabalas; tampoco fueron la
ingresos, el alcance de sus pensiones de jubilaciÓn, la viabilidad de las igualdad anabaptista o levcller. Muy complicada y generalizadamente,
empresas en las que trabajan, la calidad de los servicios de la ciudad completaron un cambio originado en una zona de la vida social al
que habitan, el funcionamiento del correo, las comunicaciones y los parecer distinta de la estatal: en la vida cotidiana, en el hacer para
transportes estatalcs, la cnseñanza quc reciben sus hijos, los impuestos vivir. De ahí que hayan sido vistas como un desarrollo orgánico. Dos-
que soportan y su destino ... Todo ello es producto de decisiones en cientos o trescientos años que contemplan, en Europa, el surgimiento
las que no cuentan, sobre las que no pesan, adoptadas por poderes de nuevos ricos que ya no dependen sÓlo, como los antiguos, de la
inasequibles y a menudo inubicables. Que golpean con la inevitabili- sangre que derraman en sus guerras, de sus calculados matrimonios,
dad de una fuerza de la Naturaleza. y los ciudadanos votan. Pero su del cereal arrancado al campesino: también -los vicios no se dejan sin
voto no detcrmina ningÚn «programa de gobierno». (Determina si necesidad, y en las nuevas vidas burguesas hubo de todo- del ingenio
acaso, cuando el estado de ánimo colectivo se condensa periódica- comercial e industrial, de un modo de explotaciÓn diferente que per-
mente en rechazo, que uno de los cquipos o clanes de profesionales de mitía considerar propietario al explotado (pues algo tenía que vender).
la política quede en minoría, apaciente su turno de vacas flacas, se Si en la vida civil la riqueza o la pobreza no parecen depender ya del
desgarre y recomponga en la o!Josición.)

El «ciudadano» del relato político (como el «camarada», como ('1 2. Vid. B. S. TlIrncr, Citizenship and ea/Jita/i5m, Allen & Unwin, London, 1986,
y.J. M. l'.:1rl1.1I"I, (:i¡i:I'ld,i/" ()x(ord Univcrsity l'rcss, 1988, cspec. cap. 3.
«caballero», como el «burgués») viene de un ámbito discursivo di;;! in
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LOS CIUDADANOS SIERVOS LOS CIUDADANOS SIERVOS

nacimiento aristocrático (por mucho que dependan en genera] del na- multitud: convicciones acerca de cómo el mundo es, cómo son los que
cimiento), ¿por qué ha de depender entonces del nacimiento aristocrá- están a] otro lado y qué se puede esperar de ellos; y, en consecuencia,
tico la vida política? ¿Por qué ha de ser el Estado de uno o de varios valores (o virtudes) de solidaridad y de ayuda, capacidad de resisten-
estamentos? La idea se concreta en el gobierno de leyes: un sistema cia, un tejido de comunicaciÓn; un universo entero de sobreentendi-
político en el cual, al obedecer a la ley, uno no haga más que obedecerse dos que permitía a las gentes hacer frente a ]a adversidad social y
a sí mismo en las condiciones que impone la vida en sociedad. soportarla; y combatirla, también, para modificarla. Los vínculos de
La idea se concreta ell las cahezas. Quienes iban a ser ciudadanos la necesidad ponen en común, también ellos, los problemas de cada
uno.
tenían opinión. La «opiniÓn pública» -lo ha mostrado el mejor Ha-
bermas3- no nace de la nada: arraiga en u n debate que precisÓ la El Estado, aséptico, dice entretanto ser «anÓnimo». Que no go-
creaciÓn lenta y costosa de lugares de encuentro entre personas, la biernan los hombres sino las leyes, hechas por los reprcsentcliltcs de
apertura de canales de comunicaciÓn cavados no en la tierra sino en todos, del!Jllcblo soberano.
la vida de cada día; la difusi(lll de informaciÓn impresa con tipos alinea- «Todos» es la palabra (pero también lo demás contiene elementos
dos a mano uno junto a otro, transportada en carruajes tirados por míticos); ese «todos» de la igualdad capitalista moderna -qne, por
bestias. Y la opinión corría riesgos. El pensamiento -como hoy en los otra parte, no coincide, ya se ha dicho, con toda la poblaciÓn- es la
ejércitos- era sospechoso en t()lbs partes. L1 «opiniÓn pública» no clave del mito de la ciudadanía. Para poder verse como ciudadano en
constituía un tÓpico distribuido por la industria publicitaria. Sin duda el espejo m:igico del relato político contemporáneo cada persona ha
la «opiniÓn» no era comÚn: esto es, igual, e igualmente informada, de realiz:1r dos notables series de operaciones: una de despojamiento y
igualmente distribuida (el cultivo de bs capacidades intelectuales, la otra de revesti miento.
cultura en sentido chico, nunca ha dejado de ser un privilegio; la Ha de prescindir -primero- de su sexo, de su cultura o su na-
opinirJn, por lo demás, no era sÓlo n:1rrativa: era tambiénmtÍsica -La ciÓn, de su r:1za, de su condici(m social, ete.: así, angélicamente despo-
flaula mágica ... - y pintura). Pero, pese a la desigualdad, la opinión jada, es s(>!oun portador de una (contable) opiniÓn política individual.
condujo a la acción!Jr(>!)iamcntc !)()lítica. Los descamisados -quedó Y así se puede suponer que cada uno de los demás ciudadanos-:ingeles
claro- no querían Dios ni Amo: eso era también opinión pÚblica. es sólo otro portador de una (contable) opinión política individual. Un
Ciudadanos, pues. La soberanía reside en el pueblo. El «pueblo» hombre, un voto. Qui vote regnc.
·11
no es, claro está, la poblaciÓn. La gente que compone la población Pero el manto discursivo de la ciudadanía, que reviste cada uno
11;

tiene nación, sexo, religi(m, familia y vecinos, propiedades o compa- de los seres humanos «llamados» a ello, está hecho de dercchos. Yel
ñeros de trabajo -y raza, aunque pocos lo saben atÍn-: tiene víncu- ciudadano reviste -en segundo lugar- la serie de los derechos de
;[
los. Vínculos tradicionalcs. Traídos por la historia o impuestos por la <<libertad»: los derechos a la libertad de conciencia; a la libertad de
necesidad. Con sus cÓdigos: que abren la puerta a los parientes, que expresión, de reuniÓn, de asociación: el derecho al voto; e] derecho a
.1' ayudan al necesitado y cobijan al perseguido. Los vínculos -si se ]a libertad de movimiento, de residencia, de comunicación; el dere-
1111111
observan con distancia- muestran agrupaciones particulares de seres cho a la inviolabilidad del domicilio; el derecho a no ser detenido
humanos: permanentes, como las familiares y locales; o repetidas y sino en el caso y las formas que fijen las leyes ...
puntuales, como los encuentros entre mujeres, en mitad de su trabajo (El manto, inconstÍtil, crecerá: libertad de manifestación, derecho
doméstico. Los vínculos tradicionales est:1n predispuestos para anu- a la libre asociación sindical, derecho de huelga; derecho a no ser dis-
darse por el lenguaje mismo, por las costumbres grupales. Sobreviven criminado por razón de sexo, raza, lengua, preferencias sexuales; de-
a las generaciones. Son el lugar de ]os particu]arismos. Y, de otr:l rechos «socia]es» [al trabajo, a la vivienda, a la salud, ¡al descanso!. ..]).
parte, también crea vínculos la necesidad: en e] trastornado nacimien- No queda más remedio, impaciente lector, que dedicar unos mi-
to del mundo contemporáneo se originaron ]os vínculos dc clasc de los IlutoS a] examen de este precioso don, los derechos. Los derechos
trahajadorcs, ]0 que Thompson ha llamado la economía moral de 1:1 igu:¡/es. Parecen entes claros, sólidos, geométricos. La gente ha lucha-
do y ha sufrido por conseguirlos y sufre aún por defenderlos. O,
3. J. Habcrmas, Hisloria y crítica de la opinión pÚblíca, trad. cast. dc 1\.1 h,lIl1' Illt'jor, ha luchado y ha sufrido por lo que en el relato político del
ncch, G. Gili, Barcelona, 1981.
, "lli¡,rlisl/1o se trastroca en derechos: en realidad ha luchado por la
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I.U
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LOS CIUDADANOS SIERVOS


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LOS CIUDADANOS SIERVOS

En principio, el relato aguanta bien. Aunque la «garantía)} del Es-


democratización política, contra la opresión y la desigualdad, para tado no sea segura ni automática: es, como se ha dicho, jurídica. Lo
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poder expresarse sin ser perseguida, para poner sus fuerzas en comÚn cual significa que la «protecciÓn» del derecho violado no es ni mucho
con otros; y para tener el pan asegurado, para no estar al arbitrio de menos inmediata: primero hay que convencer al Estado de que se «tie-
los poderosos (los, al mismo tiempo, exquisitos) ... y ha conseguido ne)}, efectivamente, un derecho; luego, persuadirle de que alguien de-
derechos. Que no son exactamente aquello por lo que luchaban: no es terminado (ya veces tal determinaciÓn no es fácil: por ejemplo, ¿quién
10 mismo tener derecho al trabajo que tener un puesto de trabajo ... Lo ha sido el prevaricador, el estafador ... ?) ha faltado a su deber, lo que
primero no supone lo segundo. Veamos por qué. exige Ull procedimiento complicado, llO siempre barato, no siempre
En términos modernos, suele decirse que si alguien tiene un dere- fácil, nunca inmediato, ante los calmosos tribunales o los indiferentes
cho, entonces a ese derecho le corresponde un deber. Buena idea. funcionarios, para que finalmente el Estado tome una decisión. ¡Ten-
Aunque un poco confusa: ¿no hablan, los poderhabientes, de que gas !Jlei!os y los ganes! La cosa no termina aún: falta todavía que el
todos tenemos (d derecho Y el deber del trabajo)}, «el derecho y el Estado lleve su decisión a la práctica, esto es, ejerza la coerción sobre
deber de defender a la patria» ... ? Parece como si, al montarnos sobre quien ÍncumpliÓ su deber y se repare el desaguisado. El relato, sí, aguanta
un derecho, nos cargáramos también con un deber: como si derecho y bien, para la vida privada, para las relaciones entre los particulares ...
deber coincidieran ambos en el mismo sujeto que los posee (sujeto que Pero no son los «particulares» quienes de momento interesan, sino
se va tan contento con su derecho pensando que, como deberes ya los «ciudadanos». Hay que volver a empezar: ¿qué ocurre cuando se
tenía ... ). Pero no es así, o, al menos, 110 es directamente así. tiene no ya un derecho privado sino un derecho !)(}!ítico? Dicho en
En el mundo moderno -hay que repetir!o-, afirmar con sentido otras p;dabras: ¿quién tiene el deber «correspondiente» a un derecho de
que alguien tiene un derecho implica afirmar que alguien distinto de él libertad? Obviamente, los «derechos de libertad» son generales, y en
tiene un deIJer. Un deber de hacer o de no hacer, o de respetar lo que principio todos los ciudadanos tienen el deber de respetarlos. De modo
haga quien tiene el derecho. Así, tener alguien un «derecho de propie- que si alguno de ellos no respeta, por ejemplo, el derecho de huelga o
dad» sobre, pongamos, su vivienda (o sea, tener dos cosas, vivienda Y la inviolabilidad de las comunicaciones de alguien, éste, perjudicado,
el derecho de propiedad sobre ella: dos cosas de las que se puede dis- puede proceder como se ha visto antes. Pero esto no basta. Hay algo
poner por separado) implica el deIJer de cada uno de los demiís de m~ls. Ya que, por ejemplo, a los «derechos de libertad» no se puede
respetar lo que haga el propietario en el iímbito definido por el dere- renunciar, como, digamos, al derecho de propiedad (o sea, es curioso:
cho. Por eso cada uno de los demás tiene el deIJer de respetar ese ~11l1- no se puede salir de este discurso, ¿se trata de estupendos derechos
bito. O bien, tener alguien un «derecho de crédito)} sobre un deudor impuestos?). Habrá que ver en qué consiste, pues, la diferencia ...
determinado implica que ese deudor tiene un deIJer respecto de él: La diferencia consiste en que a los «derechos de libertad» les
pagar el crédito. De modo que a todo derecho le corresponden, efecti- corresponde, además, un deber del Estado. Es sobre todo el Estado
vamente, deberes: de cada uno de los demiís, si el derecho es general e quien tiene el deber de respetar tales derechos. El relato pasa por el
indeterminado; o el deber de una persona, o de varias, pero concreta y campesino que, en medio de la noche de ventisca, puede negarse a
determinadamente, si el derecho es específico. Deberes ajenos: de otro abrir la puerta de su choza aunque llame el mismísimo rey de Inglate-
o de otros, o bien de los demás. rra; o se evoca el cuento, tranquilizador, de la madrugada, el timbrazo
Pero ¿cuiíl es la naturaleza de estos deberes? Pues no se trata, y el lechero ...
naturalmente, de deberes morales (el relato político-jurídico del capi- Bienaventurados sean los deberes del Estado. (Que no hay que
talismo puede pasarse sin la moral). Son deberes jurídicos: lo cual confundir con los deberes de los funcionarios del Estado: estos últimos
significa que, en caso de incumplimiento del deber, quien tiene el deberes los tienen los funcionarios u otros servidores pÚblicos con el
derecho «correspondiente)} estií legitimado para exigir jurídicamente Estado, y no difieren prácticamente en nada de lo visto al principio.)
la intervención ... del Estado. La coerción del Estado sobre quien no Esos benditos deberes del Estado, ¿de qué naturaleza son? No son, por
cumple con su deber «garantiza)} el derecho, lo sostiene. Nada de
deberes morales, claro está; deberes jurídicos, sólo jurídicos4•
"sll'llsamente en mi libro Fruta prohibida. Una aproximación histórico-teorética al
l's/lIdio del derecho y det estado, Trotta, Madrid, 32001.
4. El análisis de los conceptos jurídicos de "derecho» Y de "deber» Sl' rl':di¡;¡ Ill.ís

1').')

•••
114
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LOS CIUDADANOS SIERVOS
LOS CIUDADANOS SIERVOS

supuesto, deberes morales (hay cierta discusiÓn teológica en la Acade- «derechos de libertad», o fundamentales, etc.- reclamadas por algu-
mia, en los conventos del día, sobre los deberes morales del Estado; na o algunas de las fuerzas políticas reales, que llegan a constitucio-
pero la historia del siglo xx basta para mostrar, categÓricamente, que nalizarse. Pero el combate político prosigue, las fuerzas de los diferen-
los Estados no tienen deberes morales, no están atados por algo si-
tes poderes reales cambian (y también su «correlación», como es
quiera parecido a eso). ¿Deberes jurídicos del Estado? ¿Deberes, por obvio), y, con ello, cambia o puede cambiar el alcance de lo pactado,
decir\o así, constitucionales? '/usto de esto estamos hablando: hay que
la decisiÓIl sobre el alcance de los deberes de! Estado -por tanto, el
averiguar qué es lo que sostielle los deberes constitucionales del Esta- alcance o significado real de los «derechos de libertad»-. Adem;is, en
do, esos deberes que garantizan los «derechos de libertad». ¿Lo que se situaciones «excepcionales», las fuerzas con capacidad de decidir pue-
los impone al Esh7do es un mecanismo jurídico? Obviamente, no. (Los
den alterar las mismísimas «reglas de juego» e imponer otras comple-
mecanismos jurídicos, constitucionales, pueden si acaso proteger frente tamente distintas!', tirando por la borda si les conviene los «derechos
a l/IliI violaci(JIl de algÚn «derecho de libertad»: pero no son ellos los de libertad». Los fr(¡giles «derechos de libertad» de la época moderna
que imponen o mantienen los «derechos de libertad), en la constitu- se basan, pues, en la convención de respetar los «derechos de liber-
ciÓn política.) No puede ser. ta(1)>.DejJenden, ¡mes, de quienes convienen.
1111,

La pregunta, formulada en toda su extensiÓn, es la siguiente: ¿de Volvamos a los «ciudadanos». De un lado, sin cualidades: sin
11
qué n;¡turaleza es el deber del Estado de cumplir sus «deberes constitu- sexo, sin nación, sin raz;¡, sin cultura propia, etc.; de otro, con «dere-
'! cion;¡les»? O, abreviadamente: ¿Cllál es la naturaleza de los de/Jeres del chos iguales» cuyo contenido y cuyo alcance dependen en el fondo de
Estado? Y la respuesta es sencilla. la correlaciÓn de fuerzas políticas. De otro -no se ha dicho aÚn: es lo
"
Los deberes del Estado que garantizan los derechos de libertad (y
no dicho del relato político-, con diferentes y desiguales deberes.
los «sociales», ctc.) de los ciudadanos son ... de naturaleza fiolítica.
Aquí las aguas se vuelven turbias. Se objetar~i que la desigualdad de
O, dicho de otro modo: la existencia de derechos de libertad no
deberes no puede predicarse de los «ciudadanos»; si acaso, de las
está jurídicamente garantizada porque la constituciÓn que los procla- personas: de las personas vistas sin el manto de la ciudadanía. y tal
ma no est;i jurídicamente garantiz;1da\. Los famosos deheres del Esta- vez, desde dentro del relato político del capital, haya que concedcrlo.
do están impuestos, pura y simplemente, por una correlaciÓIl de fuer- Pero como sigue: que hay personas cargadas de deberes que tienen
zas de naturaleza !JOlílica. como ciudadanos «iguales derechos» que personas relativamente exen-
y aunque aÚn nos falte ver qué es eso exactamente -esto es: falta tas de debere<;. O, en otras palabras, que la «igualdad de derechos» no
aÚn ver qué hay por debajo de la correlacÚJIl de fuerzas que impone al implica la igualdad de deberes.
Estado el deber de respetar los derechos de libertad que constituyen a La frágil libertad moderna no implica igualdad de deberes.
su vez el manto de la ciudadanía-, se puede hacer ya un peque-
ño excurso: se puede comprender por qué los Estados, de una parte, Un ciudadano, un voto. De lo que nacen los rejJresentantes. La
pueden, como cuestiÓn de hecho, descargarse de ese deber y liquidar «soberanía», que reside en el «pueblo», en los «ciudadanos», pasa me-
los derechos de libertad, o bien excluir de ellos no al «pueblo» pero sí
diante el voto igual a la congregación de los representantes, al Parla-
a una parte de la poblaciÓIl, o estrechar e! ámbito de los comporta- mento: este «poder del Estado» es quien establece las leyes del «gobier-
mientos reales protegidos por tales derechos: todo eso depende de la no de leyes», cuya obediencia es para el ciudadano obedecerse a sí
correlaciÓn de fuerzas políticas.
mismo ... Podrán, pues, gobernantes y representantes, hijos legítimos
y por «correlación de fuerzas políticas» hay que entender, simple- sólo de las leyes, apuntar con la vara a los ciudadanos díscolos que
111 mente, los diferentes poderes reales con pretensiones políticas exis-
protestan por las leyes ... en la calle: no es en la calle, sino en la urna,
11
tentes tal como aparecen en la «situación actual>, de la pugna entre
donde hay que reclamar. La urna, hic Rhodus, hic saltus. La urna, pues
ellos. Esa pugna da lugar a acuerdos periódicos sobre das reglas de el voto es igual.
juego», a pactos constitucionales que suelen contener cláusulas -los

6. Esto no puede resultarJcs cxtrafío a los espafíolcs: es lo que hizo Franco; l1i a
5. Tal es lo que esencialmente comprendieron y dijeron, cada uno a su 111;1I1CL1, los chilenos: lo hizo Pinochet; ni a los franceses: 10 hizo Pétail1; ni a los griegos: lo
Schmitt y Kelsen. I,ic"il'roll sus «coroneles» ... Tampoco a los rusos: lo ha hecho Yeltsin, etcétera.

lj (,
a 137
LOS CIUDADANOS SIERVOS
LOS CIUDADANOS SIERVOS

Lo cual significa: al convertimos en «ciudadanos», cada uno de


nosotros es sólo un centro de «imputación» (que diría Kelsen; algo así en parte por la necesidad natural de sobrevivir, pero también, en parte
como un lugar geométrico de referencia) de «derechos de libertad»; -justamente la que les obliga no ya a trabajar, sino a trabajar como
asalariados-, por coerciones «históricas»: son las que les han hecho
nada importan la raza, el sexo, la cultura, la riqueza, la pobreza ...
reales, ni nuestras distintas cargas de deberes, que nos harían vemos aparecer en el mundo desprovistos de medios de producción, Cal"entes
como somos, o sea, diferentes: como «ciudadanos» somos iguales. Y de medios de vida, las mismas que han hecho de los empresarios los
gracias a esta igualdad nuestro voto es igual: se dice que pesa o influye titulares estatal mente protegidos de medios de producción y de vida ...
lo mismo el del gitano que el del payo, el del banquero que el del Y se dice quc el poder de los empresarios sobre los trabajadores es
¡JUramente económico. Tal es la doctrina social del capital. Obviamcn-
jubilado ... Y, efcctivamcntc, los votos cucntan igual.
te dudosa: para empezar, ya en el despojamiento de los asalariados de
Pcro que supongamos que nuestras dcsigualdades no cucntan 1'0-
medios de producción y dc vida h:1I1intervenido históricamente facto-
líticamcntc cs probablementc dcmasiado pcdir. ¿Podemos, honrada-
res políticos, coerciones políticas abundantemente documentadas?
mentc, suponcr quc csas desigualdades carccen dc traducciÓn política
El ¡Joder cmpresarial «puramcnte económico» ticnc aparcntemente
alguna? ¿Podcmos crccr quc la intervcnciÓn política como «ciudada-
nos» basta para dctcrminar la voluntad estatal? ¿Quc la intervenciÓn por contenido la dirección de la jJroducción. Lo cual sÓlo en aparien-
cia se limita a una «autoridad técnico-productiva», a una autoridad
política dc las pcrsonas cn su calidad no ya dc «ciudadanos» sino de
financicros, de cspadones, dc titularcs dc intercses, encucntra en las legitimada por el capital arriesgado en el proyecto productivo y cuyo
contenido se limitaría a disponer acerca de los medios para ese fin. El
urnas una frontcra infranqueable? ¿Que sÓlo canalizan su voluntad
poder «econÓmico» va bastante m:1Slejos: sus decisiones son determi-
política a través dc las urnas? No parcce haber buenas razoncs para tal
crcencla. nantes en todo lo quc conduce al establecimiento del nivel de los
salarios y también del contenido dcl cquivalcnte de los salarios mis-
El relato político dcl capit:llismo ponc cl supucsto dc quc todo el
mos -lo que se pucde comprar con ellos, que es consecuencia de las
poder político cs pÚblico; que cl «podcr privado» (irrclevantc para la
decisiones empresarialcs de producciÓn-o El poder «económico» em-
dogmática política) est:í si :lC1SOencapsulado en una csfcra propia: cs
presarial cs absoluto en los ccntros de trabajo (dondc no hay «dcrccho
«poder econÓmico», «poder cultural», ete., que perteneccn al ámbito
de libertad» que valga: no hay libertad de exprcsión, ninguna dccisión
privado y permanecen en él. Es éste cl supuesto afectado. El «poder
privado» no queda cncapsulado por las urnas. productiva quc votar, ete.): ese poder selecciona a los trabajadores, les
El poder político dc los «ciudadanos» es pÚblico, consiste en seÚala las ocupaciones y ritmos específicos sin indagar preferencias,
decidir su voto, cs igual, y sc ejcrce en las urnas. El poder político de establece las sanciones y las promociones, decide los despidos (pasada
las personas cs privado, desigual, y sc cjercc fuera de las urnas por la etapa concurrencial del capital, en la etapa «organizada» de éste,
procedimientos indetermi nados. puede pactarse cierta corresponsabilización sindical en algunas de
esas decisiones, las más drásticas para los afectados). Mediante su
«poder económico» el empresariado se apropia en exclusiva del saber
2En qué consiste, de dónde procede, este poder político privado?
Dar respucsta a esta pregunta cxige hablar en general del poder. científico, y cultural en general, que surge del proceso productivo en
Un asunto que no se toca conceptualmente -con la importante ex- su conjunto. (El resultado de ello, ya visible en los tiempos de Fergu-
son y de Marx, es la separación rígida de los lados material e intelec-
cepciÓn de Marx- al menos desde Hobbes. Y que por tanto sólo se
puede discutir aquí en términos plausibles y modestos. tual de la producción: los trabajadores operan materialmente proce-
Una exp licación de las relaciones de poder entre seres humanos sos productivos cuya racionalidad interna -cuya «ciencia»- ignoran.)
ha de tomar en consideración muchos factores: tantos que la aproxi- El poder «económico» resulta ser, así, cuando menos, «económico-
cultural».
mación «sistémica», «lógica», es menos fecunda qne la histórica. Lo
que se ha llamado (demasiado estrechamente) «poder económico», El lado «cultural» del poder «económico» se difunde y conserva
Illediante las redes sociales de la estructura de clases. El saber científi-


por ejemplo, del empresario capitalista de la etapa concurrencial so
bre «sus» asalariados, se explica ya en términos tanto naturales COIIlO
históricos: los asalariados se ven empujados a entrar en tal cOlldici(')(1 7. Vid. E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra, trad. cast.
Barcelona, 1989 .
.1,. 1'. (;1':111, Críticl,

1.1 R
1.19
LOS CIUDADANOS SIERVOS
LOS CIUDADANOS SIERVOS

co y técnico necesario para la producción, y el saber socio-organiza ti-


luchado generaciones de personas, aparecen ante las consciencias de
vo concomitante, son atributos de los miembros de los sectores socia-
les próximos al empresariado. Son principalmente personas próximas todos como auroleadas, como consagradas jurídicamente, como hege-
mónicas. Justificar su violación o su restricción exigircí, pues, un es-
al empresariado -próximas socialmente (por lo comÚn incluso fami-
fuerzo (discursivo) especial por parte de quien atente contra ellas: tal
liarmente) e «idealmente», identificadas con él respecto de la concep-
ción del «orden sociaJ,,- las que obtienen los medios de cultura es, en realidad, su delgada Coraza. Pero que al mismo tiempo facilita
I

separados de los productores. El empresariado llega a contar, así, con que las gentes insistan en la legitimidad y la justicia de sus pretensio-
II nes cuando éstas aparecen como el contenido de un derecho de ciuda-
danía.
«poder organizativo socia],> (a veces se ha dicho que dominó la so-
ciedad antes de dominar el Estado): con capacidad de incidencia en el
gobierno local, en los centros de enseñanza superior, en el alto funcio- (En realidad, para denegar esas pretensiones legítimas, el poder ha
de recurrir, de un modo o de otro, a la doctrina del «estado de
nariado ... Tal poder, en una pieza económico-cultural-organizativo,
excepción»: una doctrina que, llevada al límite, exige la <<legitimaciÓn
11,

es, efectivalllente, poder político fJrivado.


Otros sectores sociales pueden llega r a dotarse de un poder de «mítica» -no democrática- del poder mismo; «legitimación» aÚn
dudosa, ésta, en sociedades como las actuales: no tanto porque sea
11
idéntica naturaleza: por ejemplo, la aculllulaci(¡n de sacrificios, de
I
cljas de resistencia, de activid:ld gratuita y voluntaria, de experiencia imposible imponer en elbs un mito antidemocr;Ítico -cabe imponer-
irl!
acumulada en los partidos y sindicatos de los trabajadores cristaliza el lo nwdiante b colonizacÚln industrial de bs consciencias- sino por
¡)()der ¡)()lítico ¡Jrivado de éstos (el capitalismo «organizado» lratar;í, la autonomía de que puede llegar a gozar un poder así <degitim:ldo»
respecto del empresariado mismo.)
11I1 publiciLindolo, de controlar ese poder y de minar su base: la aporla-
Con raz(¡n han defendido los ciudadanos sus «derechos de liber-
citJll de (Tab;\jo voluntario y desinteresado). En el sistema capitalista,
tad»: como garantías materiales no son gran cosa, pero sí son eficaces
1111 sin embargo, el Único ¡JOderpolítico ¡nivLldo que surge espont:ínea y
naturalmente es el del elllpresariado. como Iegitimadores de la acción de bs personas que aspiran a vivir en
libertad.
Los diversos poderes políticos privados configuran -vuelta a la
Aunque los «derechos de libertad», o «de ciudadanía», tienen una
«ciudadanía»- el voto; pero -vuelta a bs personas- no se agotan
en el voto. Los representantes y lo que procede de ellos formalmente a segunda cara: legitiman también la contenciÓn' del proceso de de-
través de las leyes -el gobierno, sus «cargos de con fianza», todo el mocratizaciÓn en su fase representativa. Legitiman (hacen creíble) el
11'11
funcionariado estatal, local, etc.-, «emanados» de la «soberanía po- dogma de que la intcrvenciÓn política de las gentes ha de limitarse al
pu br», están expuestos al hurac;Ín del poder político fJrivado que se voto. Velan los ojos ante el¡}()derpolítico ¡Jrivado. Legitiman también,
pues, al poder realmente existcnte.
ejerce directamente sobre ellos.
Ilil

La noc!on de «ciudadano» se vuelve por cllo ambigua: como En tanto que fuente de poder (no ya de legitimaciÓn), la nociÓn de
«ciudadano» es otra cosa, completamente distinta. VeÚmoslo.
fuente de legitimidad y como fuente de poder tiene dos caras, como
Jano. Como cuestión histórica, cada uno de los «derechos» de la «ciuda-
Como fuente de legitimidad: el «ciudadano», con su manto de danía» ha sido arrancado al poder estatal. O, dicho por su reverso,
«derechos», está dotado, pues, de pretensiones legítimas. Merece la cada uno de los deberes que corresponden a los derechos de libertad le
pena detenerse en esto, lo mejor del concepto de ciudadanía. Aunque han sido im/Juestos al Estado. Para llegar a imponer uno cualquiera de
el programa de comportamientos estatales definido en los catálogos ellos, por ejemplo el «derecho de huelga», las personas _y, muy
de derechos propios de la ciudadanía sea tan equívoco como se ha importante: en este contexto es necesario hablar de personas e impo-
visto antes, ello no impide que, incluso en el discurso político del sible hablar de «ciudadanos», pues el «derecho» y el «deber» corres-
capitalismo, los «derechos» aparezcan como expectativas legítimas de pondientes no existen «aÚn», ya que se trata, justamente, de imponer-
los ciudadanos: expectativas de comportamiento de los demás y del los- han tenido primero que realizar huelgas (a las que no tenían
propio poder estatal dotadas de fundamentación discursiva y de razo- derecho), organizarse para ello, juntar fuerzas, empleadas, propo-
nabilidad pÚblicas, ante todos. Tales expectativas, por las que 11;\11 nerse colectivamente ver reconocido el «derecho de huelga» ... : en una
p;1I;1bra, las gentes han tenido que reunir fJoder (social y político) para

140

a 141
LOS CIUDADANOS SIERVOS LOS CIUDADANOS SIERVOS

alterar la correlación de fuerzas preexistente. El «derecho de libertad» der ser ciudadanos para tener «derechos de libertad», esto es, exigir
es fruto del acopio de poder de las personas, de sus agrupamientos. un régimen político legitimado por los derechos. La proyección de
Pero tan pronto como el objetivo de uno de estos agrupamientos estas personas se construía -no con votos- a partir de los vínculos
se convierte en un «derecho» -esto es: en parte del programa de sociales: con la ayuda mutua que no se puede comprar, con ideales
I1
deberes estatales-, y queda constitucional izado o juridificado, el comunitarios que los funcionarios qua funcionarios no pueden servir.
/JOder que lo ha impuesto está dc más segÚn el discurso político del Se pudo imponer así programas enteros de «derechos sociales»; se
I capital: son las instituciones del Estado, y no los agrupamientos
personas, los encargados de «velar por el derecho». La consecución
de pudo romper la limitación sexista del voto masculino ... Cada vez más
votantes: segÚn el teorema de Kant, la rC/Jresentación debía ser cada
del «derecho», que era el objetivo unificador del agrupamiento y de vez más fuerteS; más avanzado el proceso de democratización.
la fuerza sociales, quita sentido (en el interior de ese discurso) al De hecho, el proceso fue bien distinto: hizo al Estado JIlis fuerte
agrupamiento mismo y a su poder. Y, como está en la experiencia de quc antes, con poderes de intervención ampliados; también fortaleció
tantas gentes, el agrupamiento y su poder tienden de hecho a disol- al poder ejecutivo del Estado -e! encargado de la intervención-
verse: ¿no es el Estado quien garantiza el «derecho de libertad» respecto de la instancia representativa, el parlamento9• Y, sobre todo,
conseguido? el proceso facilitó la ampliación inaudita del podcr jJO/ítico privado
Y, siempre observando los «derechos de libertad» y su conjunto, el que su rge espontáncamente en el sisten1:1: el poder político privado
manto de la «ciudadanía», desde el punto de vista del/Jodcr, su conse- del capital, que crece, en la correlación de fuerzas, frente al podcr
cuciÚn, de un modo paradÚjico, libera al Estado de un concurrente Cll jJOlíLico jJlíblico imponiendo sulcx Illcrcatoria1o•
/a socicdad: el concurrente conglomerado de fuerzas que ha impuesto Las sucesivas modernizaciones -primera, segunda, tercer~l revo-
los derechos y que ahora se retira (dejando si acaso sobre el terreno lución industrial- han visto crecer el/JOdcr extraestatal en las socie-
político algunos centinelas institucionalizados -asociaciones, parti- dades «avanzadas». Los víncu los internacionales, supraestatales, de!
dos, sindicatos-, supuestamente capaces de reunir si es necesario las poder político privado del capital, crecientemente desnacionalizado,
desmovilizadas fuerzas). se han fortalecido. Mientras tanto, los vínculos sociales entraban en
Todo ello sin contar, como es natural, con los efectos sobre la una carrera hacia la disolución: la familia «nuclear», la extensión de
consciencia /JO/ítica y social de las personas de estos agrupamientos las «clases mcdias» aculturadas, la volatilización de la «conciencia de
costosos y dispersiones fulminantes. Pero que contribuyen a explicar clase» de los trabajadores, el crecimiento de lo que P. Barcellona llama
la ambiguedad originaria del concepto de ciudadanía y la precariedad «relaciones funcionales» 11: se dice que cualquier necesidad puede ser
inevitable de los «derechos de libertad» si el ámbito de lo pÚblico satisfecha por el mercado o por el Estado -se puede llamar al fonta-
queda así definido. nero, a la policía, a los bomberos, al «teléfono de la esperanza», al

!II
i',1 Por eso la «ciudadanía» no es en sí 111lsma más que un indicio
precario de libertad. La ciudadanía universal y abstracta que sólo 8. B. Sousa Santos (<<Subjectividade, cidadania c cmancipa<,;iío»: Reuista Crítica
de Ciencias Sociais 32 [1991]) recuerda que según el Kant del Proyecto para la paz
levemente democratiza la sociedad; que no penetra, por ejemplo, en
perpetua de 1795, cuantos más son los representados y menos los representantes ¡ma-
la familia ni en el trabajo doméstico, donde la autoridad sigue siendo yor es la representatividad de éstos!
preliberal pese a estar definida en las representativas leyes, etc.; sin 9. Se vacía así el sentido mismo del rérmino «ciudadanía»: hoy se puedc llamar,
I!I'\
que los seres humanos de sexo femenino adquieran derechos políticos por ejemplo, <<leyde seguridad ciudadana» a lo que antes hubiera sido una «ley de se-
I
guridad del Estado», o se pnede hablar, para refcrirse a los habitantes de la China, de
I
hasta bien entrado el siglo xx ... <<losciudadanos chinos».
La «ciudadanía» pudo ser altamente significativa desde el punto 10. Así, por ejemplo, para instalarse en territorio francés, Euro-Disncy pactó con
de vista político para las gentes mientras éstas conservaban justamente ese Estado una derogación de la competencia de los tribunales administrativos france-
su contrario: lazos comunitarios de tipo tradicional. Personas vincula- ses, quedando al margen del derecho común, como si el Estado y la compañía estuvie-
das -como trabajadores, como vecinos, como estudiantes, como ran situaclos en el mismo rango jerárquico; se estableció además un deber de coopera-
ciÓn de las administraciones pÚblicas con la compañía, entre otras normas derogatorias
mujeres- podían afirmar la legitimidad de sus pretensiones, podLul de la ley francesa.
exigir «derechos». Podían incluso, cuando sólo eran sÚbditos, preten- 11. P. Barccllona, Postmodernidad y comunidad, Trotta, Madrid, 31995.

1'12 I'I~
~
LOS CIUDADANOS SIERVOS
LOS CIUDADANOS SIERVOS

«teléfono erÓtico» ... , aunque la muchedumbre se vuelve solitarial2,


deberes puede incluso publicitar a sus críticos como irracioJlales13• La
cada uno desligado de los demás-o Los vínculos sociales de la tradi-
«ciudadanía» contempla con los ojos prudentemente desentendidos
ciÓn se han disuelto. Los seres humanos se han convertido en indivi-
duos al fin li!Jres de vínculos. Libres de los controles tradicionales: dc del siervo la proliferaciÓn de nuevas miserias tecnolÓgicas o sociales:
el tráfico de Órganos humanos 14, las manipulaciones genéticas, las
la familia, dc la c1asc social, dcl cspionajc del vccino. En ciudadanos
accfalias por contaminaciÓn; el asesinato de niílos abandonados, el
atados sÓlo, si acaso, por vínculos jurídicos: pagar lo quc sc compra.
crecimiento de las mafias, las hambrunas, los exterminios en masa ...
En indifercntcs y fungibles.
El catálogo de los horrores del mundo desencantado, contemporáneo,
"Libertad dc cxprcsiÓn»; la ticnc todo «ciudadano». ¿Para exjne-
de relaciones sociales univcrs:1liz:1das, cstablecidas insoport:1blemente
sar qué? También ticncn <<Iibcrtad dc exprcsiÓn», ilimitada, las multi-
así, ante las cuales los seres humanos qua ciudadanos carecen de
nacionales dc la industria audiovisual quc, ellas sí, vocean sus prc- poder.
ferencias y las dc los trusts cconÓmicos a los quc cstán uinculadas;
Con la peligrosa asechanza de que la «ciudadanía» -universalis-
también la ticnc formalmcnte, pcro no dc hecho como probablcmen-
ta, ilustrada- llegue a parecer redundante. De momento cede ~lI1telos
te sabe, el periodista que trabaja para cualquier gran II/edio de masas.
particularismos -nacionales, étnicos ...-: los particularismos que tra-
"Libcrtad dc pcnsamicnt"o»: la consciencia dc los individuos cstá
tan de afirmarse violentamente unos sobre otros. El odio racista-la
colonizada por mensajcs audiovisuales o discursivos incesantcmcnte
armadura "emocion:1l» de seres crueles, estúpidos, fan:íticos e igno-
rcproducidos por mcdios industriales; unos lncnsajcs cohcrcntcs en
r,lI1tes, para imponer o mantener no ya «derechos» sino jniuile/!,ios-
el fondo cntrc sí pero sobrc todo con los impcr~ltivos del poder se extiende por toda Europa.
cmpresarial privado. «Libcrtad de reuniÓn»: quicn eficazmcntc con-
Los ciudadanos-siervos son los sujetos de los derechos sin poder.
grcga cs cl receptor de televisiÓn, pcrmancntcmcntc instalado en el
De la delcgaciÓn cn el Estado y clmcrcado. Dc la privatizaci()Il indivi-
sancLlsantÓru m dc la vida privada y crccientcmcntc donado por toda dualista.
la casa ...
Los ciud:1danos se h:1n doblado cn sicrvos al lubcr disuclto su
Los «ciudadanos» son llamados a sacrificarse a C:1clacrisis cconÓ-
poder, :11confi:1r sólo :11Estado la tutcla dc sus "dcrcchos», al tolerar
mica (csto es: pucdcn vcrsc dcspedidos, jubilados de improviso, em-
una dcmocratizaciÓn falsa e insuficicnte quc no impidc al podcr polí-
pobrccidos, marginados) micntras se recstructura el capital (esto es:
tico privado modelar la "voluntad cstatal», que facilita cl crecimiento,
cuando éste se dcsprendc dc técnicas productivas obsoletas, se rcje- supraestatal y extracstatal, de estc podcr privado.
rarquiza y amplía el ámbito dc su dominio); y han dc adaptarse luego y los scrcs humanos han qucdado dotados dc «ciudadanía» antc el
a sus ciclos dc cuforia, o sca, consumir. Entregar el alma. Consumir Estado Cll:llldo no cs ya el Estado un soberano: cuando cristaliza otro
cualquicr cosa que se produzca masivamcnte. Los «ciudadanos» son
poder, supcrior y distinto, supracstatal c intcrnacional, cscncialmcnte
libremente sicrvos.
antidemocr~1tico, que persiguc violcntamentc sus fincs particularcs.
La nueva servidumbrc contcmporánca consicnte gastos militares
No es vuelta atds -al fcudalismo, como a veccs se ha dicho-:
inmensos, dedicados ya a careta quitada a la coerción sobre el mundo es, en el momento peor, cl súbito enccguecimiento dc las rclaciones
de la pobreza. Un nuevo discurso quc dcmoniza al «Sup> es interioriza-
sociales, quc han perdido sus centros de anudamicnto institucional.
do por los privilegiados ciudadanos del «Norte», siervos también en
En el momento pcor: cuando la espccie ticnc planteados problemas
csto del poder jnivado carcnte de deberes. Los ciud:1danos-siervos
inmediatos que amenazan a plazo más largo la supervivencia de las
consienten la dcstrucción del medio :1l1lbiente por el industrialismo generacIOnes.
selv~1tico; las lluvias ácidas deforestadoras de b Comunidad europe:1,
las emisiones de agentes destructores de la capa de ozono ... -pues el
I
poder privado (y público a su servicio) dictamina que no es ahora el 13. Multinacionales de la cosmética y la indusu'ia farmacéutica financiaron el en-
I

momento de afrontar tal problema-o El poder privado carente de cllentro de científicos y premios Nobel autor del «llamamiento de Hcidelberg» (1992),
el1 el que se critica a los movimientos ccologistas en nombre de la libertad de investi-
g;lCiÓn científica ...

14. Vid. M. Pinero, «Enlevements d'enfants et trafic d'organes», en Le Monde Di-


12. D. Riesmann y otros, La muchedumbre solitaria, P'lidÓs, BarcelolLl, I 'iS l. agosto de 1992, pp. 16-17.
t'¡¡¡/IIi/fique,

144 14)
.&
LOS CIUDADANOS SIERVOS

Los seres humanos tienen en los derechos de la ciudadanía una


fuente de legitimidad pero no una fuente de poder. La comunidad
tradicional e hija de la necesidad se ha disuelto. La humanidad ha
tolerado un envilecimiento exterminista de sí misma como especie.
Las peores abominaciones han reaparecido -sin embargo, los seres
humanos trataron en cambio de poner fin, mediante la ciudadanía, a
las guerras de religiÓn, a la peste, a la Inqu isiciÓn, a los males del
pasado.
¿¡~s posible reinventar libremente un universo de comunidades
Comunidades: esto es, vínculos sociales, lazos entre las
li()llllltarias?
personas, libremente puestos y queridos.
CO/7/unidades no meramente de «ciudadanos» sino de personas.
De cooperantes voluntarios que construyan bienes fnÍfJ!icos sin dele- III
gar ese cuidado en funcionarios profesionales. Todo lo contrario que
los ciudada nos siervos. Cooperantes con intencional iclad «C01l1uni-
taria»: de servicio a cualquiera, fnÍfJ!icamente. Que den proyecciÓn
pÚblica y general a lo que hoyes su simiente: el asociacionis1l1o vo-
luntario privado desinteresado.
El problema de la perduracitll1 de las relaciones democr~1ticas
entre las gentes aparece hoy ligado a la formaciÓn de una esfera
pÚblica dual. De un lado, todavía, la tradicional esfera estatal, de los
«derechos de libertad»; de otro, la esfera jJÚfJ!ica voluntaria, hoy aÚn
mínima, constituida por vínculos sociales libremente establecidos,
donde las personas aportan trabajo voluntario y gratuito para la reso-
luciÓn de una gama creciente de problemas colectivos. Una esfera,
ésta, donde no se persigue afianzar «derechos», sino poderes. Donde la
poblaciÓn, como tal, recompone poderes sociales pÚblicos capaces de
contrarrestar el poder privado y particularista del capital, buscando,
además, resolver el equilibrio en la esfera pÚblica estatal y en la
sociedad internacional.
No en la barbarie y en la selva.

1-11,

l j

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