Capella, Juan Ramón (1996) - Los Ciudadanos Siervos
Capella, Juan Ramón (1996) - Los Ciudadanos Siervos
Capella, Juan Ramón (1996) - Los Ciudadanos Siervos
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LOS CIUDADANOS SIERVOS
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El «ciudadano» del relato político (como el «camarada», como ('1 2. Vid. B. S. TlIrncr, Citizenship and ea/Jita/i5m, Allen & Unwin, London, 1986,
y.J. M. l'.:1rl1.1I"I, (:i¡i:I'ld,i/" ()x(ord Univcrsity l'rcss, 1988, cspec. cap. 3.
«caballero», como el «burgués») viene de un ámbito discursivo di;;! in
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LOS CIUDADANOS SIERVOS LOS CIUDADANOS SIERVOS
nacimiento aristocrático (por mucho que dependan en genera] del na- multitud: convicciones acerca de cómo el mundo es, cómo son los que
cimiento), ¿por qué ha de depender entonces del nacimiento aristocrá- están a] otro lado y qué se puede esperar de ellos; y, en consecuencia,
tico la vida política? ¿Por qué ha de ser el Estado de uno o de varios valores (o virtudes) de solidaridad y de ayuda, capacidad de resisten-
estamentos? La idea se concreta en el gobierno de leyes: un sistema cia, un tejido de comunicaciÓn; un universo entero de sobreentendi-
político en el cual, al obedecer a la ley, uno no haga más que obedecerse dos que permitía a las gentes hacer frente a ]a adversidad social y
a sí mismo en las condiciones que impone la vida en sociedad. soportarla; y combatirla, también, para modificarla. Los vínculos de
La idea se concreta ell las cahezas. Quienes iban a ser ciudadanos la necesidad ponen en común, también ellos, los problemas de cada
uno.
tenían opinión. La «opiniÓn pública» -lo ha mostrado el mejor Ha-
bermas3- no nace de la nada: arraiga en u n debate que precisÓ la El Estado, aséptico, dice entretanto ser «anÓnimo». Que no go-
creaciÓn lenta y costosa de lugares de encuentro entre personas, la biernan los hombres sino las leyes, hechas por los reprcsentcliltcs de
apertura de canales de comunicaciÓn cavados no en la tierra sino en todos, del!Jllcblo soberano.
la vida de cada día; la difusi(lll de informaciÓn impresa con tipos alinea- «Todos» es la palabra (pero también lo demás contiene elementos
dos a mano uno junto a otro, transportada en carruajes tirados por míticos); ese «todos» de la igualdad capitalista moderna -qne, por
bestias. Y la opinión corría riesgos. El pensamiento -como hoy en los otra parte, no coincide, ya se ha dicho, con toda la poblaciÓn- es la
ejércitos- era sospechoso en t()lbs partes. L1 «opiniÓn pública» no clave del mito de la ciudadanía. Para poder verse como ciudadano en
constituía un tÓpico distribuido por la industria publicitaria. Sin duda el espejo m:igico del relato político contemporáneo cada persona ha
la «opiniÓn» no era comÚn: esto es, igual, e igualmente informada, de realiz:1r dos notables series de operaciones: una de despojamiento y
igualmente distribuida (el cultivo de bs capacidades intelectuales, la otra de revesti miento.
cultura en sentido chico, nunca ha dejado de ser un privilegio; la Ha de prescindir -primero- de su sexo, de su cultura o su na-
opinirJn, por lo demás, no era sÓlo n:1rrativa: era tambiénmtÍsica -La ciÓn, de su r:1za, de su condici(m social, ete.: así, angélicamente despo-
flaula mágica ... - y pintura). Pero, pese a la desigualdad, la opinión jada, es s(>!oun portador de una (contable) opiniÓn política individual.
condujo a la acción!Jr(>!)iamcntc !)()lítica. Los descamisados -quedó Y así se puede suponer que cada uno de los demás ciudadanos-:ingeles
claro- no querían Dios ni Amo: eso era también opinión pÚblica. es sólo otro portador de una (contable) opinión política individual. Un
Ciudadanos, pues. La soberanía reside en el pueblo. El «pueblo» hombre, un voto. Qui vote regnc.
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no es, claro está, la poblaciÓn. La gente que compone la población Pero el manto discursivo de la ciudadanía, que reviste cada uno
11;
tiene nación, sexo, religi(m, familia y vecinos, propiedades o compa- de los seres humanos «llamados» a ello, está hecho de dercchos. Yel
ñeros de trabajo -y raza, aunque pocos lo saben atÍn-: tiene víncu- ciudadano reviste -en segundo lugar- la serie de los derechos de
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los. Vínculos tradicionalcs. Traídos por la historia o impuestos por la <<libertad»: los derechos a la libertad de conciencia; a la libertad de
necesidad. Con sus cÓdigos: que abren la puerta a los parientes, que expresión, de reuniÓn, de asociación: el derecho al voto; e] derecho a
.1' ayudan al necesitado y cobijan al perseguido. Los vínculos -si se ]a libertad de movimiento, de residencia, de comunicación; el dere-
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observan con distancia- muestran agrupaciones particulares de seres cho a la inviolabilidad del domicilio; el derecho a no ser detenido
humanos: permanentes, como las familiares y locales; o repetidas y sino en el caso y las formas que fijen las leyes ...
puntuales, como los encuentros entre mujeres, en mitad de su trabajo (El manto, inconstÍtil, crecerá: libertad de manifestación, derecho
doméstico. Los vínculos tradicionales est:1n predispuestos para anu- a la libre asociación sindical, derecho de huelga; derecho a no ser dis-
darse por el lenguaje mismo, por las costumbres grupales. Sobreviven criminado por razón de sexo, raza, lengua, preferencias sexuales; de-
a las generaciones. Son el lugar de ]os particu]arismos. Y, de otr:l rechos «socia]es» [al trabajo, a la vivienda, a la salud, ¡al descanso!. ..]).
parte, también crea vínculos la necesidad: en e] trastornado nacimien- No queda más remedio, impaciente lector, que dedicar unos mi-
to del mundo contemporáneo se originaron ]os vínculos dc clasc de los IlutoS a] examen de este precioso don, los derechos. Los derechos
trahajadorcs, ]0 que Thompson ha llamado la economía moral de 1:1 igu:¡/es. Parecen entes claros, sólidos, geométricos. La gente ha lucha-
do y ha sufrido por conseguirlos y sufre aún por defenderlos. O,
3. J. Habcrmas, Hisloria y crítica de la opinión pÚblíca, trad. cast. dc 1\.1 h,lIl1' Illt'jor, ha luchado y ha sufrido por lo que en el relato político del
ncch, G. Gili, Barcelona, 1981.
, "lli¡,rlisl/1o se trastroca en derechos: en realidad ha luchado por la
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poder expresarse sin ser perseguida, para poner sus fuerzas en comÚn cual significa que la «protecciÓn» del derecho violado no es ni mucho
con otros; y para tener el pan asegurado, para no estar al arbitrio de menos inmediata: primero hay que convencer al Estado de que se «tie-
los poderosos (los, al mismo tiempo, exquisitos) ... y ha conseguido ne)}, efectivamente, un derecho; luego, persuadirle de que alguien de-
derechos. Que no son exactamente aquello por lo que luchaban: no es terminado (ya veces tal determinaciÓn no es fácil: por ejemplo, ¿quién
10 mismo tener derecho al trabajo que tener un puesto de trabajo ... Lo ha sido el prevaricador, el estafador ... ?) ha faltado a su deber, lo que
primero no supone lo segundo. Veamos por qué. exige Ull procedimiento complicado, llO siempre barato, no siempre
En términos modernos, suele decirse que si alguien tiene un dere- fácil, nunca inmediato, ante los calmosos tribunales o los indiferentes
cho, entonces a ese derecho le corresponde un deber. Buena idea. funcionarios, para que finalmente el Estado tome una decisión. ¡Ten-
Aunque un poco confusa: ¿no hablan, los poderhabientes, de que gas !Jlei!os y los ganes! La cosa no termina aún: falta todavía que el
todos tenemos (d derecho Y el deber del trabajo)}, «el derecho y el Estado lleve su decisión a la práctica, esto es, ejerza la coerción sobre
deber de defender a la patria» ... ? Parece como si, al montarnos sobre quien ÍncumpliÓ su deber y se repare el desaguisado. El relato, sí, aguanta
un derecho, nos cargáramos también con un deber: como si derecho y bien, para la vida privada, para las relaciones entre los particulares ...
deber coincidieran ambos en el mismo sujeto que los posee (sujeto que Pero no son los «particulares» quienes de momento interesan, sino
se va tan contento con su derecho pensando que, como deberes ya los «ciudadanos». Hay que volver a empezar: ¿qué ocurre cuando se
tenía ... ). Pero no es así, o, al menos, 110 es directamente así. tiene no ya un derecho privado sino un derecho !)(}!ítico? Dicho en
En el mundo moderno -hay que repetir!o-, afirmar con sentido otras p;dabras: ¿quién tiene el deber «correspondiente» a un derecho de
que alguien tiene un derecho implica afirmar que alguien distinto de él libertad? Obviamente, los «derechos de libertad» son generales, y en
tiene un deIJer. Un deber de hacer o de no hacer, o de respetar lo que principio todos los ciudadanos tienen el deber de respetarlos. De modo
haga quien tiene el derecho. Así, tener alguien un «derecho de propie- que si alguno de ellos no respeta, por ejemplo, el derecho de huelga o
dad» sobre, pongamos, su vivienda (o sea, tener dos cosas, vivienda Y la inviolabilidad de las comunicaciones de alguien, éste, perjudicado,
el derecho de propiedad sobre ella: dos cosas de las que se puede dis- puede proceder como se ha visto antes. Pero esto no basta. Hay algo
poner por separado) implica el deIJer de cada uno de los demiís de m~ls. Ya que, por ejemplo, a los «derechos de libertad» no se puede
respetar lo que haga el propietario en el iímbito definido por el dere- renunciar, como, digamos, al derecho de propiedad (o sea, es curioso:
cho. Por eso cada uno de los demás tiene el deIJer de respetar ese ~11l1- no se puede salir de este discurso, ¿se trata de estupendos derechos
bito. O bien, tener alguien un «derecho de crédito)} sobre un deudor impuestos?). Habrá que ver en qué consiste, pues, la diferencia ...
determinado implica que ese deudor tiene un deIJer respecto de él: La diferencia consiste en que a los «derechos de libertad» les
pagar el crédito. De modo que a todo derecho le corresponden, efecti- corresponde, además, un deber del Estado. Es sobre todo el Estado
vamente, deberes: de cada uno de los demiís, si el derecho es general e quien tiene el deber de respetar tales derechos. El relato pasa por el
indeterminado; o el deber de una persona, o de varias, pero concreta y campesino que, en medio de la noche de ventisca, puede negarse a
determinadamente, si el derecho es específico. Deberes ajenos: de otro abrir la puerta de su choza aunque llame el mismísimo rey de Inglate-
o de otros, o bien de los demás. rra; o se evoca el cuento, tranquilizador, de la madrugada, el timbrazo
Pero ¿cuiíl es la naturaleza de estos deberes? Pues no se trata, y el lechero ...
naturalmente, de deberes morales (el relato político-jurídico del capi- Bienaventurados sean los deberes del Estado. (Que no hay que
talismo puede pasarse sin la moral). Son deberes jurídicos: lo cual confundir con los deberes de los funcionarios del Estado: estos últimos
significa que, en caso de incumplimiento del deber, quien tiene el deberes los tienen los funcionarios u otros servidores pÚblicos con el
derecho «correspondiente)} estií legitimado para exigir jurídicamente Estado, y no difieren prácticamente en nada de lo visto al principio.)
la intervención ... del Estado. La coerción del Estado sobre quien no Esos benditos deberes del Estado, ¿de qué naturaleza son? No son, por
cumple con su deber «garantiza)} el derecho, lo sostiene. Nada de
deberes morales, claro está; deberes jurídicos, sólo jurídicos4•
"sll'llsamente en mi libro Fruta prohibida. Una aproximación histórico-teorética al
l's/lIdio del derecho y det estado, Trotta, Madrid, 32001.
4. El análisis de los conceptos jurídicos de "derecho» Y de "deber» Sl' rl':di¡;¡ Ill.ís
1').')
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LOS CIUDADANOS SIERVOS
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supuesto, deberes morales (hay cierta discusiÓn teológica en la Acade- «derechos de libertad», o fundamentales, etc.- reclamadas por algu-
mia, en los conventos del día, sobre los deberes morales del Estado; na o algunas de las fuerzas políticas reales, que llegan a constitucio-
pero la historia del siglo xx basta para mostrar, categÓricamente, que nalizarse. Pero el combate político prosigue, las fuerzas de los diferen-
los Estados no tienen deberes morales, no están atados por algo si-
tes poderes reales cambian (y también su «correlación», como es
quiera parecido a eso). ¿Deberes jurídicos del Estado? ¿Deberes, por obvio), y, con ello, cambia o puede cambiar el alcance de lo pactado,
decir\o así, constitucionales? '/usto de esto estamos hablando: hay que
la decisiÓIl sobre el alcance de los deberes de! Estado -por tanto, el
averiguar qué es lo que sostielle los deberes constitucionales del Esta- alcance o significado real de los «derechos de libertad»-. Adem;is, en
do, esos deberes que garantizan los «derechos de libertad». ¿Lo que se situaciones «excepcionales», las fuerzas con capacidad de decidir pue-
los impone al Esh7do es un mecanismo jurídico? Obviamente, no. (Los
den alterar las mismísimas «reglas de juego» e imponer otras comple-
mecanismos jurídicos, constitucionales, pueden si acaso proteger frente tamente distintas!', tirando por la borda si les conviene los «derechos
a l/IliI violaci(JIl de algÚn «derecho de libertad»: pero no son ellos los de libertad». Los fr(¡giles «derechos de libertad» de la época moderna
que imponen o mantienen los «derechos de libertad), en la constitu- se basan, pues, en la convención de respetar los «derechos de liber-
ciÓn política.) No puede ser. ta(1)>.DejJenden, ¡mes, de quienes convienen.
1111,
La pregunta, formulada en toda su extensiÓn, es la siguiente: ¿de Volvamos a los «ciudadanos». De un lado, sin cualidades: sin
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qué n;¡turaleza es el deber del Estado de cumplir sus «deberes constitu- sexo, sin nación, sin raz;¡, sin cultura propia, etc.; de otro, con «dere-
'! cion;¡les»? O, abreviadamente: ¿Cllál es la naturaleza de los de/Jeres del chos iguales» cuyo contenido y cuyo alcance dependen en el fondo de
Estado? Y la respuesta es sencilla. la correlaciÓn de fuerzas políticas. De otro -no se ha dicho aÚn: es lo
"
Los deberes del Estado que garantizan los derechos de libertad (y
no dicho del relato político-, con diferentes y desiguales deberes.
los «sociales», ctc.) de los ciudadanos son ... de naturaleza fiolítica.
Aquí las aguas se vuelven turbias. Se objetar~i que la desigualdad de
O, dicho de otro modo: la existencia de derechos de libertad no
deberes no puede predicarse de los «ciudadanos»; si acaso, de las
está jurídicamente garantizada porque la constituciÓn que los procla- personas: de las personas vistas sin el manto de la ciudadanía. y tal
ma no est;i jurídicamente garantiz;1da\. Los famosos deheres del Esta- vez, desde dentro del relato político del capital, haya que concedcrlo.
do están impuestos, pura y simplemente, por una correlaciÓIl de fuer- Pero como sigue: que hay personas cargadas de deberes que tienen
zas de naturaleza !JOlílica. como ciudadanos «iguales derechos» que personas relativamente exen-
y aunque aÚn nos falte ver qué es eso exactamente -esto es: falta tas de debere<;. O, en otras palabras, que la «igualdad de derechos» no
aÚn ver qué hay por debajo de la correlacÚJIl de fuerzas que impone al implica la igualdad de deberes.
Estado el deber de respetar los derechos de libertad que constituyen a La frágil libertad moderna no implica igualdad de deberes.
su vez el manto de la ciudadanía-, se puede hacer ya un peque-
ño excurso: se puede comprender por qué los Estados, de una parte, Un ciudadano, un voto. De lo que nacen los rejJresentantes. La
pueden, como cuestiÓn de hecho, descargarse de ese deber y liquidar «soberanía», que reside en el «pueblo», en los «ciudadanos», pasa me-
los derechos de libertad, o bien excluir de ellos no al «pueblo» pero sí
diante el voto igual a la congregación de los representantes, al Parla-
a una parte de la poblaciÓIl, o estrechar e! ámbito de los comporta- mento: este «poder del Estado» es quien establece las leyes del «gobier-
mientos reales protegidos por tales derechos: todo eso depende de la no de leyes», cuya obediencia es para el ciudadano obedecerse a sí
correlaciÓn de fuerzas políticas.
mismo ... Podrán, pues, gobernantes y representantes, hijos legítimos
y por «correlación de fuerzas políticas» hay que entender, simple- sólo de las leyes, apuntar con la vara a los ciudadanos díscolos que
111 mente, los diferentes poderes reales con pretensiones políticas exis-
protestan por las leyes ... en la calle: no es en la calle, sino en la urna,
11
tentes tal como aparecen en la «situación actual>, de la pugna entre
donde hay que reclamar. La urna, hic Rhodus, hic saltus. La urna, pues
ellos. Esa pugna da lugar a acuerdos periódicos sobre das reglas de el voto es igual.
juego», a pactos constitucionales que suelen contener cláusulas -los
6. Esto no puede resultarJcs cxtrafío a los espafíolcs: es lo que hizo Franco; l1i a
5. Tal es lo que esencialmente comprendieron y dijeron, cada uno a su 111;1I1CL1, los chilenos: lo hizo Pinochet; ni a los franceses: 10 hizo Pétail1; ni a los griegos: lo
Schmitt y Kelsen. I,ic"il'roll sus «coroneles» ... Tampoco a los rusos: lo ha hecho Yeltsin, etcétera.
lj (,
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•
por ejemplo, del empresario capitalista de la etapa concurrencial so
bre «sus» asalariados, se explica ya en términos tanto naturales COIIlO
históricos: los asalariados se ven empujados a entrar en tal cOlldici(')(1 7. Vid. E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra, trad. cast.
Barcelona, 1989 .
.1,. 1'. (;1':111, Críticl,
1.1 R
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separados de los productores. El empresariado llega a contar, así, con que las gentes insistan en la legitimidad y la justicia de sus pretensio-
II nes cuando éstas aparecen como el contenido de un derecho de ciuda-
danía.
«poder organizativo socia],> (a veces se ha dicho que dominó la so-
ciedad antes de dominar el Estado): con capacidad de incidencia en el
gobierno local, en los centros de enseñanza superior, en el alto funcio- (En realidad, para denegar esas pretensiones legítimas, el poder ha
de recurrir, de un modo o de otro, a la doctrina del «estado de
nariado ... Tal poder, en una pieza económico-cultural-organizativo,
excepción»: una doctrina que, llevada al límite, exige la <<legitimaciÓn
11,
La noc!on de «ciudadano» se vuelve por cllo ambigua: como En tanto que fuente de poder (no ya de legitimaciÓn), la nociÓn de
«ciudadano» es otra cosa, completamente distinta. VeÚmoslo.
fuente de legitimidad y como fuente de poder tiene dos caras, como
Jano. Como cuestión histórica, cada uno de los «derechos» de la «ciuda-
Como fuente de legitimidad: el «ciudadano», con su manto de danía» ha sido arrancado al poder estatal. O, dicho por su reverso,
«derechos», está dotado, pues, de pretensiones legítimas. Merece la cada uno de los deberes que corresponden a los derechos de libertad le
pena detenerse en esto, lo mejor del concepto de ciudadanía. Aunque han sido im/Juestos al Estado. Para llegar a imponer uno cualquiera de
el programa de comportamientos estatales definido en los catálogos ellos, por ejemplo el «derecho de huelga», las personas _y, muy
de derechos propios de la ciudadanía sea tan equívoco como se ha importante: en este contexto es necesario hablar de personas e impo-
visto antes, ello no impide que, incluso en el discurso político del sible hablar de «ciudadanos», pues el «derecho» y el «deber» corres-
capitalismo, los «derechos» aparezcan como expectativas legítimas de pondientes no existen «aÚn», ya que se trata, justamente, de imponer-
los ciudadanos: expectativas de comportamiento de los demás y del los- han tenido primero que realizar huelgas (a las que no tenían
propio poder estatal dotadas de fundamentación discursiva y de razo- derecho), organizarse para ello, juntar fuerzas, empleadas, propo-
nabilidad pÚblicas, ante todos. Tales expectativas, por las que 11;\11 nerse colectivamente ver reconocido el «derecho de huelga» ... : en una
p;1I;1bra, las gentes han tenido que reunir fJoder (social y político) para
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alterar la correlación de fuerzas preexistente. El «derecho de libertad» der ser ciudadanos para tener «derechos de libertad», esto es, exigir
es fruto del acopio de poder de las personas, de sus agrupamientos. un régimen político legitimado por los derechos. La proyección de
Pero tan pronto como el objetivo de uno de estos agrupamientos estas personas se construía -no con votos- a partir de los vínculos
se convierte en un «derecho» -esto es: en parte del programa de sociales: con la ayuda mutua que no se puede comprar, con ideales
I1
deberes estatales-, y queda constitucional izado o juridificado, el comunitarios que los funcionarios qua funcionarios no pueden servir.
/JOder que lo ha impuesto está dc más segÚn el discurso político del Se pudo imponer así programas enteros de «derechos sociales»; se
I capital: son las instituciones del Estado, y no los agrupamientos
personas, los encargados de «velar por el derecho». La consecución
de pudo romper la limitación sexista del voto masculino ... Cada vez más
votantes: segÚn el teorema de Kant, la rC/Jresentación debía ser cada
del «derecho», que era el objetivo unificador del agrupamiento y de vez más fuerteS; más avanzado el proceso de democratización.
la fuerza sociales, quita sentido (en el interior de ese discurso) al De hecho, el proceso fue bien distinto: hizo al Estado JIlis fuerte
agrupamiento mismo y a su poder. Y, como está en la experiencia de quc antes, con poderes de intervención ampliados; también fortaleció
tantas gentes, el agrupamiento y su poder tienden de hecho a disol- al poder ejecutivo del Estado -e! encargado de la intervención-
verse: ¿no es el Estado quien garantiza el «derecho de libertad» respecto de la instancia representativa, el parlamento9• Y, sobre todo,
conseguido? el proceso facilitó la ampliación inaudita del podcr jJO/ítico privado
Y, siempre observando los «derechos de libertad» y su conjunto, el que su rge espontáncamente en el sisten1:1: el poder político privado
manto de la «ciudadanía», desde el punto de vista del/Jodcr, su conse- del capital, que crece, en la correlación de fuerzas, frente al podcr
cuciÚn, de un modo paradÚjico, libera al Estado de un concurrente Cll jJOlíLico jJlíblico imponiendo sulcx Illcrcatoria1o•
/a socicdad: el concurrente conglomerado de fuerzas que ha impuesto Las sucesivas modernizaciones -primera, segunda, tercer~l revo-
los derechos y que ahora se retira (dejando si acaso sobre el terreno lución industrial- han visto crecer el/JOdcr extraestatal en las socie-
político algunos centinelas institucionalizados -asociaciones, parti- dades «avanzadas». Los víncu los internacionales, supraestatales, de!
dos, sindicatos-, supuestamente capaces de reunir si es necesario las poder político privado del capital, crecientemente desnacionalizado,
desmovilizadas fuerzas). se han fortalecido. Mientras tanto, los vínculos sociales entraban en
Todo ello sin contar, como es natural, con los efectos sobre la una carrera hacia la disolución: la familia «nuclear», la extensión de
consciencia /JO/ítica y social de las personas de estos agrupamientos las «clases mcdias» aculturadas, la volatilización de la «conciencia de
costosos y dispersiones fulminantes. Pero que contribuyen a explicar clase» de los trabajadores, el crecimiento de lo que P. Barcellona llama
la ambiguedad originaria del concepto de ciudadanía y la precariedad «relaciones funcionales» 11: se dice que cualquier necesidad puede ser
inevitable de los «derechos de libertad» si el ámbito de lo pÚblico satisfecha por el mercado o por el Estado -se puede llamar al fonta-
queda así definido. nero, a la policía, a los bomberos, al «teléfono de la esperanza», al
!II
i',1 Por eso la «ciudadanía» no es en sí 111lsma más que un indicio
precario de libertad. La ciudadanía universal y abstracta que sólo 8. B. Sousa Santos (<<Subjectividade, cidadania c cmancipa<,;iío»: Reuista Crítica
de Ciencias Sociais 32 [1991]) recuerda que según el Kant del Proyecto para la paz
levemente democratiza la sociedad; que no penetra, por ejemplo, en
perpetua de 1795, cuantos más son los representados y menos los representantes ¡ma-
la familia ni en el trabajo doméstico, donde la autoridad sigue siendo yor es la representatividad de éstos!
preliberal pese a estar definida en las representativas leyes, etc.; sin 9. Se vacía así el sentido mismo del rérmino «ciudadanía»: hoy se puedc llamar,
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que los seres humanos de sexo femenino adquieran derechos políticos por ejemplo, <<leyde seguridad ciudadana» a lo que antes hubiera sido una «ley de se-
I
guridad del Estado», o se pnede hablar, para refcrirse a los habitantes de la China, de
I
hasta bien entrado el siglo xx ... <<losciudadanos chinos».
La «ciudadanía» pudo ser altamente significativa desde el punto 10. Así, por ejemplo, para instalarse en territorio francés, Euro-Disncy pactó con
de vista político para las gentes mientras éstas conservaban justamente ese Estado una derogación de la competencia de los tribunales administrativos france-
su contrario: lazos comunitarios de tipo tradicional. Personas vincula- ses, quedando al margen del derecho común, como si el Estado y la compañía estuvie-
das -como trabajadores, como vecinos, como estudiantes, como ran situaclos en el mismo rango jerárquico; se estableció además un deber de coopera-
ciÓn de las administraciones pÚblicas con la compañía, entre otras normas derogatorias
mujeres- podían afirmar la legitimidad de sus pretensiones, podLul de la ley francesa.
exigir «derechos». Podían incluso, cuando sólo eran sÚbditos, preten- 11. P. Barccllona, Postmodernidad y comunidad, Trotta, Madrid, 31995.
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momento de afrontar tal problema-o El poder privado carente de cllentro de científicos y premios Nobel autor del «llamamiento de Hcidelberg» (1992),
el1 el que se critica a los movimientos ccologistas en nombre de la libertad de investi-
g;lCiÓn científica ...
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