El Gato Negro
El Gato Negro
El Gato Negro
LENGUA Y LITERATURA
SÉPTIMO AÑO BÁSICO
Junto con saludarlos, a continuación les explicaré el desarrollo de
esta guía de trabajo:
El gato negro
No espero ni pido que nadie crea el extravagante pero sencillo relato que me
dispongo a escribir. Loco estaría, de veras, si lo esperase, cuando mis sentidos
rechazan su propia evidencia. Sin embargo, no estoy loco, y ciertamente no sueño.
Pero mañana moriré, y hoy quiero aliviar mi alma. Mi propósito inmediato es
presentar al mundo, clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios
domésticos. Las consecuencias de estos episodios me han aterrorizado, me han
torturado, me han destruido. Sin embargo, no trataré de interpretarlos. Para mí han
significado poco, salvo el horror, a muchos les parecerán más barrocos que terribles.
En el futuro, tal vez aparezca alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a
lugares comunes, una inteligencia más tranquila, más lógica y mucho menos excitable
que la mía, capaz de ver en las circunstancias, que detallo con temor, sólo una
sucesión ordinaria de causas y efectos muy naturales.
Desde la infancia me distinguía por la docilidad y humanidad de mi carácter. La
ternura de mi corazón era incluso tan evidente, que me convertía en objeto de burla
para mis compañeros. Sobre todo, sentía un gran afecto por los animales, y mis
padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba la mayor parte de mi tiempo con
ellos y nunca me sentía tan feliz como cuando les daba de comer y los acariciaba.
Este rasgo de mi carácter crecía conmigo y, cuando ya era hombre, me proporcionaba
una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que han sentido afecto por un
perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza ni la
intensidad de la satisfacción así recibida. Hay algo en el generoso y abnegado amor
de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha
probado la mezquina amistad y frágil fidelidad del hombre.
Me casé joven y tuve la alegría de descubrir que mi mujer tenía un carácter no
incompatible con el mío. Al observar mi preferencia por los animales domésticos, ella
no perdía oportunidad de conseguir los más agradables de entre ellos. Teníamos
pajaritos, peces de colores, un hermoso pero, conejos, un mono pequeño y un gato.
Este último era un hermoso animal, notablemente grande, completamente negro y de
una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era
un poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que
todos los gatos negros eran brujas disfrazadas. No quiero decir que lo creyera en
serio, y sólo menciono el asunto porque lo he recordado ahora por casualidad.
Cuando con la mañana mi razón retornó, cuando con el sueño se habían pasado los
vapores de la orgía nocturna, experimenté un sentimiento de horror mezclado con
remordimiento ante el crimen del que era culpable, pero sólo era un sentimiento débil
y equívoco, y no llegó a tocar mi alma. Otra vez me hundí en los excesos y pronto
ahogué en vino todo recuerdo del acto.
II Lee los siguientes párrafos del texto leído y DIBUJA lo que se pregunta.
(ESTA ACTIVIDAD SI SE HACE EN EL CUADERNO)
1 No espero ni pido que nadie crea el extravagante pero sencillo relato que me
dispongo a escribir. Loco estaría, de veras, si lo esperase, cuando mis sentidos
rechazan su propia evidencia. Sin embargo, no estoy loco, y ciertamente no sueño.
Pero mañana moriré, y hoy quiero aliviar mi alma. Mi propósito inmediato es
presentar al mundo, clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios
domésticos. Las consecuencias de estos episodios me han aterrorizado, me han
torturado, me han destruido.
DIBUJO
DIBUJO
DIBUJO
4 Pluto - Tal era el nombre del gato- era mi predilecto y mi camarada. Sólo yo le daba
de comer y él me acompañaba en casa por todas partes. Incluso me resultaba difícil
impedir que me siguiera por las calles.
7 Una noche, al regresar a casa, muy embriagado, de uno de mis lugares predilectos
del centro de la ciudad, me imaginé que el gato evitaba mi presencia. Lo agarré y,
asustado por mi violencia, me mordió levemente en la mano. Saqué del bolsillo del
chaleco un cortaplumas, lo abrí, sujeté a la pobre bestia por la garganta y
¡deliberadamente le saqué un ojo! Siento vergüenza, me abraso, tiemblo mientras
escribo de aquella condenable atrocidad.
DIBUJO
8 Experimenté un sentimiento de horror mezclado con remordimiento ante el crimen
del que era culpable, pero sólo era un sentimiento débil y equívoco, y no llegó a tocar
mi alma. Otra vez me hundí en los excesos y pronto ahogué en vino todo recuerdo del
acto.
DIBUJO