Martin Fierro 1
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Martin Fierro 1
Pocas veces volveremos la vista a la sociedad civilizada; olvídate de ella si quieres que te interesen las
esencias de la naturaleza y las costumbres de los errantes y salvajes hijos de las selvas. (Capítulo I)
la costumbre y la fuerza (son) sus únicas leyes, y la venganza la primera de sus virtudes, y casi una
necesidad. (Capítulo I)
La guerra es casi el estado normal de los jívaros y a ella son también aficionados los záparos.
(capítulo II)
los andoanos, bien por no olvidar las advertencias del padre Domingo, bien porque en razón de sus
creencias cristianas no tomaban parte activa en la fiesta, habían bebido muy poco licor. (capítulo XII)
la infatigable constancia de los misioneros había comenzado a hacer brillar algunas ráfagas de
civilización entre esa bárbara gente (capítulo II)
La regeneración cristiana había dulcificado las costumbres de los indios (...), iba despertando su
inteligencia y preparándola para (...) el contacto, la liga y fusión con el gran mundo donde (...) se derrama
por todas partes la benéfica civilización, llamando a sí a todos los hombres y a todas las naciones para
hacerlos dueños de la ventura que es posible disfrutar en la Tierra (capítulo V)
¡Oh! ¡qué habría sido hoy del territorio oriental y de sus habitantes a continuar aquella santa labor
de los hombres del Evangelio!... Habido habría en América una nación civilizada más, donde ahora vagan, a
par de las fieras, hordas divorciadas del género humano y que se despedazan entre sí.(capítulo II)
La evangelización ha fracasado, no ha llegado el poder civilizador del cristianismo,
muy superior a las costumbres indígenas, que deben ser incorporados, por su bien, al seno de
la Iglesia católica (guiándoos por el camino de la civilización a la luz del Evangelio). Han sido
decisiones políticas, la expulsión de los jesuitas por la metrópoli, las que ha causado esta
situación. Se defiende la superioridad del poder espiritual sobre el político, como veremos.
Los indios no son culpables (Vosotros no sois culpables de esto; lo es la sociedad civilizada
cuyo egoísmo no le permite echar una mirada benéfica hacia vuestras regiones). Se denuncia
que el trato dado a los indígenas no ha sido el apropiado
Con frecuencia hacían los indios estos levantamientos contra los de la raza conquistadora, y
frecuentemente, asimismo, la culpa estaba de parte de los segundos, por lo inhumano de su proceder con los
primeros. (capítulo VI)
Se había equivocado el camino para tratar a los indios, aunque aquí la denuncia
queda atenuada en cierta manera
el hombre bueno formado por los principios cristianos y por la tradición de la nobleza española, se
halla contrariado y casi ofuscado por completo por el hombre malo, obra de las injustas ideas de la conquista,
de sus crueldades y del hábito que se estableció entre los sojuzgadores de andar siempre vibrando el látigo
sobre los vencidos, cargándoles de cadenas, arrebatándoles con la libertad los bienes de fortuna, y hollando y
aniquilando cuanto en ellos quedaba de honor, virtud y hasta de afectos racionales (capítulo VI)
El indio ha sido el que más ha perdidos con la conquista y tras la independencia
Si las razas blanca y mestiza han obtenido inmensos beneficios de la independencia, no así la
indígena: para las primeras el sol de la libertad va ascendiendo al cenit, aunque frecuentemente oscurecido
por negras nubes; para la última comienza apenas a rayar la aurora. (capítulo VI)
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Las desgracias y ultrajes que sufren les llevan a la revuelta, al levantamiento contra
sus amos, es una protesta contra la injusticia y el abuso de que son víctimas. Estas revueltas
llevan a la venganza de los blancos,
los blancos, que en el despique no fueron menos crueles que los sublevados, ni desmintieron su
instinto de opresores y tiranos. ( capítulo VI)
mas si del alzamiento ningún provecho sacó la raza indígena, a los opresores tampoco les sirvió de
lección saludable la venganza de los oprimidos. Otras sublevaciones hubo posteriormente que tuvieron el
mismo remate: la horca; y los blancos no se cansaron de instigar a los indios a la venganza, para luego
ahorcarlos... ( capítulo VI)
captarse el cariño de los salvajes. En poquísimo tiempo estableció entre ellos la costumbre de
obedecerle sin esfuerzo. La mansedumbre y dulzura con que los trataba les infundió amor (capítulo VI)
Se sigue una tradición preocupada por la suerte del indio ─Las Casas, Ercilla, Inca
Garcilaso─, en que aparece el indio como buen salvaje y la naturaleza exuberante
como paraíso terrenal. Una concepción humanitaria y moralista, el mundo indígena es
interpretado con los códigos de una cosmovisión cristiano-católica, muy alejada de la
relativización cultural que podríamos tener actualmente.
Mera nos presenta una visión antropológica y folklórica: las costumbres, creencias,
viviendas, vestimentas, guerras, ritos funerarios, ceremonias, fiestas... son descritas en el
libro; también aparece vocabulario indígena. Su indigenismo no va más allá, se queda en la
superficie. Contempla al indio desde fuera, no presenta la visión que pudieran tener los
indígenas de la situación, le falta sensibilidad ante el drama social del indio que está siendo
exterminado y obligado a huir selva adentro. Su solución se basa en el evangelio como única
arma eficaz para la redención de los indios, para incorporarlos a la civilización. Notamos
esa presencia dulce de la caridad cristiana, del amor y de la bondad hacia los salvajes
incultos. No podemos dejar de recordar que mera era propietario agrícola y tenía indios a su
servicio, suponemos que evangelizados.
Señalemos, para finalizar, que nuestro autor nos presenta el contraste entre
civilizados y salvajes. La situación bárbara del indígena se presenta como consecuencia de
un proceso inconcluso de cristianización, sin el acatamiento de la fe verdadera no hay
civilización posible.
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2.- Analice las diferencias de comportamiento del protagonista entre la Primera Parte
y la Segunda Parte del Martín Fierro (3 páginas).
Nos habla de un cantor no letrao, valiente y decidido (y soy duro con los duros,/ y
ninguno en un apuro/me ha visto andar tutubiando). Un personaje visceral y pendenciero,
esto lo veremos con el asesinato del mulato. Se nos muestra un hombre racista (a los negros
hizo el diablo/ para tizón del infierno). Recordemos que la pelea la provoca el gaucho,
aunque Fierro diga que la muerte del negro le marcó. En la segunda parte, el duelo con el
moreno es solo musical, civilizado. El conato de pelea no llega a más, es evitado por los
acompañantes y se alejan del lugar, algo inimaginable en el gaucho de la primera parte. Su
racismo es atenuado (Dios hizo al blanco y al negro/ sin declarar los mejores;).
La Ida nos presenta a un hombre de acción, en la segunda parte dominan las
divagaciones filosóficas. Es esclarecedora la pelea con indios: en la primera parte lo derrota,
no sin ciertos apuros. En la segunda, la única pelea es con el indio que había asesinado al
hijo de la cautiva, para ayudarla a ella y para escapar de los indios. El individualismo de la
primera parte (salvo con Cruz) se convierte ahora en cierta preocupación por el sufrimiento
de otros. Hay cierta explicación del empleo de la violencia. Hemos pasado del Fierro
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victorioso, invulnerable, mítico, al más humano y civilizado. Sus hazañas anteriores son
leyenda (muchos que ya conocían/ la historia de Martin Fierro).
Vemos como en La Ida nuestro gaucho expresa sus sentimientos sobre los
problemas de los gauchos mientras La Vuelta da entrada a más personajes, se critican otros
aspectos: el robo, el juego, lo vicios, las votaciones, la corrupción de la Justicia. Martín
Fierro cede protagonismo, se pasa de su absoluto dominio, interrumpida levemente por
Cruz, a la igualdad con otros personajes. Del individuo rebelde, a la integración, al
protagonismo colectivo.
Observamos que nuestro gaucho lo sacrifica todo por su libertad (Mi gloria es vivir
tan libre/como el pájaro del Cielo). Un hombre que recuerda con nostalgia las épocas
pasadas (Tuve en mi pago en un tiempo/ hijos, hacienda y mujer,/pero empecé a
padecer, /me echaron a la frontera. /¡Y que iba a hallar al volver! /Tan solo hallé la
tapera). Un hombre al que le han destruido todo lo que más quiso. Se trata de un gaucho
todavía ingenuo (Juyeron los mas matreros/ y lograron escapar./ Yo no quise disparar;/ soy
manso, y no había porqué. /Muy tranquilo me quedé /y ansi me dejé agarrar.). Muy crítico
con la arbitrariedad de la policía reclutadora: se lo llevaban por no votarles y servir a los de
la oposición. El gaucho clama pidiendo venganza ante la terrible injusticia que se ha
cometido. Tenemos un rebelde que defiende un mundo que toca a su fin por culpa de la
política gubernamental (pero también los que mandan/ debieran cuidarnos algo). El
progreso está acabando con él (Hablaban de hacerse ricos/ con campos en la frontera), es el
avance de la civilización (Todos se vuelven proyectos/ e colonias y carriles/ y tirar la plata
a miles). Se está acabando con su mundo, pues no tiene consideración social (porque el
gaucho en esta tierra/ solo sirve pa votar). Su rebelión está justificada. De eso mundo no
hay referencias tan directas en La Vuelta.
En otro orden de cosas, los soldados reclutados forzosamente en realidad no
cumplían el trabajo de soldados, sino que eran meros peones sin sueldo en las tierras del
Coronel; se nos muestra muy crítico con el reclutamiento y servicio en la frontera. Sus
luchas con los indios las hacen en condiciones deplorables. Habla del indio con cierta
admiración (Es de almirar la destreza/Con que la lanza manejan). En la segunda parte, se
centrará en su salvajismo (un instinto de crueldad), la imposibilidad de cambio (Es tenaz en
su barbarie,/no esperen verlo cambiar). Ha pasado de admirar la vida salvaje a criticarla
indirectamente.
Escapa de la frontera, pero cuando vuelve su mundo ha sido destruido. Ha perdido su
hacienda, su esposa e hijos. En la segunda parte se producirá el reencuentro con sus hijos y
el de Cruz, estos también son cantores, pese a la separación, han heredado muchas cosas de
su padre. Es en la civilización donde ha sido posible la reunificación familiar.
En La Ida encontramos a un Fierro desesperado y perdido en medio de un mundo
que ahora le es hostil. Tal vez por esto, adopta la determinación de irse, junto a Cruz,. a
vivir entre los indios, única salida que les queda a estos dos hombres tildados como
matreros. Fierro llorará al abandonar el mundo civilizado (le dijo Cruz que mirara/ las
últimas poblaciones;/y á Fierro dos lagrimones/ le rodaron por la cara). Sin embargo en su
vida con los indios tendrá que padecer mucho más que antes, así se nos indica al principio de
La Vuelta (a mostrarles que a mi historia /le faltaba lo mejor). Entre los indios Fierro llora
varias veces por lo que ha perdido. Tal vez por eso quiere reintegrarse en la sociedad (me
he decidido á venir/a ver si puedo vivir /y me dejan trabajar.).
Las críticas a la corrupción de los militares que no les pagan el sueldo (si el
Gobierno quiere gente,/que la pague y se acabó), al abuso de la autoridad, los escasos
medios que tienen en la frontera (diciendo que dan tan poco/ porque no paga el gobierno).
El gaucho no comprende su función en la frontera (Yo no sé porque el Gobierno/ nos manda
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aquí á la frontera). Tras conocer la vida salvaje, es preferible la anterior (Me voy -le dije-
ande quiera,/aunque me agarre el gobierno, /pues, infierno por infierno,/ prefiero el de la
frontera). Hemos pasado de una protesta feroz a una integración resignada. Del proscrito
hemos pasado a un Martín Fierro que será indultado por el paso del tiempo (que todo
estaba tranquilo,/que no perseguía el Gobierno).
Hay una comparación entre el robo de Martín Fierro (una ternera cuando huyen a
tierra de indios) en la primera parte, para subsistir, al robo por oficio que tiene Vizcacha. Al
decirlo otro personaje, revaloriza el comportamiento anterior del gaucho.
En la Ida, el gaucho no puede controlar el destino del que tanto habla. La denuncia
a la sociedad se convierte en la Vuelta en un cambio de su posición ante el mundo, ya más
viejo, vuelve el gaucho a una resignación, a la aceptación del mundo que se impone. Ahora
aconseja para vivir en esa sociedad que tanto rechazaba en la primera. El gaucho rebelde
ahora es más reflexivo y hasta da consejos para los jóvenes. La experiencia vivida en la
primera parte, le permite en la segunda ser el consejero, el hombre que ha superado su sino
violento de la primera.
La evolución del personaje pasa por varias etapas: primero lo conocemos tranquilo y
pacífico mientras compartía con su familia la alegría de vivir en paz; en segundo término, ha
cambiado cuando regresa de la frontera, con la escasez y maltrato sufridos, y encuentra que
todo su mundo familiar de paz y felicidad se ha derrumbado; en tercer lugar, surge el
hombre furioso que habitaba en su interior y que la justicia ha despertado. Mata a sus
semejantes ─sin motivo alguno en el caso del negro, y en defensa propia en el
enfrentamiento con el protegido de la autoridad─; un cuarto momento de esta evolución nos
lo señala la experiencia desagradable que acumula en su vida entre los indios, para
fundamentar luego ─al regreso─ que vuelve a ser el hombre tranquilo que habíamos
observado al comienzo. Un hombre más sabio que se permite dar consejos a los jóvenes, que
entrega su experiencia vital ( Un padre que dá consejos/ más que Padre es un amigo).
En la vuelta, el protagonista se muestra respetuoso con la ley y da indicios de aceptar
como legítima la sociedad que en la ida condenaba. Un mundo infernal le condenaba a huir,
a vivir con los salvajes. Ahora, el personaje alejado del mundo social dominante, de la
cultura, de los poderosos, vuelve al redil. El protagonista trata de irse desligando de su
pasado rebelde, quiere que se le reconozca (debe el gaucho tener casa, /Escuela, Iglesia y
derechos.). El gaucho nostálgico, de destino trágico se va diluyendo. La critica a la justicia,
al ejercito, a la sociedad siguen existiendo, pero en esa sociedad debe integrarse si no quiere
desaparecer. Una sociedad en transformación que engulle al rústico gaucho; el antihéroe ha
sido domado, en cierta manera.
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VENUS
(Rubén Darío).
La forma nos indica innovación e influencia francesa. Una de las características del
Modernismo es el enriquecimiento de ritmos, se asimilan versos y estrofas procedentes de
Francia. Y tal vez tema amoroso, si atendemos a la estructura de los tercetos. Es una nota
preliminar que nos puede ayudar al análisis. Atendiendo al ritmo, podemos destacar el
marcado ritmo yámbico de los heptasílabos y el anapéstico de los decasílabos. En el
Modernismo existe un anhelo de ritmo. Destaca el gusto por los versos compuestos de pies
acentuales con ritmo insistente. La musicalidad, los acordes rotundos, será otra de las
características de Rubén Darío.
Comienza el poema con un contraste entre la quietud del cielo y la inquietud del
poeta. Una diferencia con el ambiente romántico en que el paisaje reflejaba el estado de
ánimo del poeta. Nos refleja la expresión de su amargura, interpela a Venus, planeta-diosa,
en quien personifica sus angustias amorosas. Venus se torna en amante a la que dirige sus
ruegos. La silaba tónica (amárgas-nostálgias) en el segundo hemistiquio nos puede sugerir
ese grito de dolor interior. La anáfora (en ) nos relaciona el verso con el segundo y con el
tercero (aquí se une el paralelismo: prep. +art. +adj. + sustantivo). Su espíritu busca el
consuelo de la naturaleza. El jardín, al contrario, está fresco y callado, otro contraste con el
estado ardiente e inquieto del protagonista. Busca consuelo a su anhelo interior en un
escenario antitético al del poeta. En el tercer verso de nuevo nos muestra otro contraste,
esta vez entre el cielo oscuro y la Venus bella temblando lucía. Venus es el nombre del
planeta, pero también de la diosa del amor. En su desesperación, el poeta ha buscado el
consuelo de la divinidad mirando al cielo. La diosa/planeta nos la describe con una preciosa
metáfora. El ébano, madera preciada y exótica, es negro, allí se ha incrustado una flor, el
jazmín, flor blanca en contraste con la oscuridad de la noche. El jazmín, flor originaria de
Persia, junto al ébano, nos habla de exotismo, pero también de lejanía. Nos subraya la
distancia entre el poeta y Venus.
La imágenes nos siguen reflejando la lejanía, lo inalcanzable. El cielo es ahora
profunda extensión, se ha sobrepasado esa doméstica tranquilidad del jardín inicial Su alma
enamorada no podrá alcanzarla, por un lado la lejanía espacial (oriental), por otro, quizás,
la distinta clase social, se trata de una reina. Este exotismo (ébano, jazmín, oriental) nos
evoca cierta sensualidad y lejanía. Así nos lo indicará en el siguiente verso. Nos la muestra
enamorada de otro, lo espera en su lecho, en el camarín. Camarín, como lugar donde se
adoran las imágenes (lo inalcanzable de Venus, en un plano superior) y pieza retirada, donde
no sabemos, si furtivamente, se citan los amantes. Ese deseo del poeta por lo remoto es un
imposible. Su amada, como esa reina, está por encima de él. Nos lo indica con llevada en
hombros y con sobre el palanquín. El palanquín es donde se llevan las personas importantes
en Oriente. No está a su alcance.
Los tercetos se inician con la interpelación directa a la amada, entre signos de
admiración. La interjección Oh nos muestra ese movimiento de ánimo. Se rompe la
evocación indirecta y la personaliza. Nos declara su estado subjetivo, lo que le dicta su
interior. Así, en el primer terceto vuelve a insistir en la condición de reina de esa dama. El
adjetivo, rubia, la dota de lejanía, esa mujer pertenece a un mundo distinto al del
enamorado. La exclamación nos muestra su estado: su deseo no puede reprimirse más y
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declara su amor. Una bella imagen sirve para mostrarnos ese deseo. La crisálida es el estado
previo al de adulto en la metamorfosis de algunos insectos. En ella permanece inmóvil y no
toma ninguna clase de alimento. Cuando termina esta fase se libera y el insecto vuela, como
es el caso de las mariposas. El poeta quiere abandonar su cuerpo puesto que la unión física,
por la lejanía de la amada, es imposible. Desea unirse espiritualmente con ella. Una posesión
distante y etérea. Hemos pasado a una fase más íntima en la que el posesivo mi (mi alma)
quiere unirse al tú (tus labios), nos lo intensificara con hacia ti. El aspecto sensual se realza
con besar y labios de fuego. Esos labios son apasionados, muy deseables y eróticos, una
metáfora para mostrarnos ese deseo carnal. Esos labios son sensoriales, su fuego se pude
percibir. Aparentemente se ha producido ese acercamiento, solo aparentemente, pues quiere
nos muestra más que una realización un deseo. Nos señala, de nuevo, esa separación entre
realidad y deseo. La imaginación del poeta le ha trasladado, pero es eso, pensamiento. El
verso siguiente nos lo aclara: flotar en el nimbo. Si Venus está en el cielo, la manera de
acceder a ella es desde una nube. Flotar también significa influir en el ánimo. Quiere
sostenerse en el vapor de agua para derramar luz pálida. De nuevo la connotación sensual
de derramar que se acentúa con luz pálida. El encuentro de esa nube con el planeta se
transforma en un goce carnal. El poeta nos ha trasladado esa imagen de cita, de unión. La
oscuridad del cielo anterior se transforma por el acto amoroso. Esa soledad en la noche
oscura es iluminada por el triunfo del amor.
Es de destacar la omisión de quiere (dejar, besar, volar, amar), el zeugma nos
resalta esa ansiedad del poeta, reforzada, a su vez, por el polisíndeton. La repetición de la
conjunción y nos produce el efecto de urgencia, de deseo irrefrenable, a la vez que ralentiza
ese encuentro, que alcanzará su clímax en el verso siguiente. Es de destacar la concurrencia
de infinitivos en estos versos de estilo directo, lo que le dan cierta cadencia monocorde,
como un rezo o letanía a la diosa distante. Esa unión que señalábamos es incontrolable, de
entrega absoluta (no dejarte un momento de amar), sin reservas (siderales éxtasis). Una
unión cósmica, por encima de la realidad. Un mundo mágico donde el amor no conoce
interrupción. Sin embargo, ese encuentro se frustra. La antítesis refrescaba/cálida acaba con
esa fantasía del amante. Ese amor es imposible, la propia diosa se comparece del poeta y lo
mira con tristeza, lo resalta con la repetición (poliptoton) miraba/mirar. Vuelve a una
nostalgia, si cabe, más desesperanzada, que tiñe de tristeza el final del soneto. Se constata el
fracaso de los deseos y esperanzas del poeta, cuando Venus, desde un cielo ya convertido en
abismo, le mira.
Tras este análisis podemos distinguir tres partes: el serventesio inicial que describe
la nostalgia del poeta; los versos del 5 al 12, ambos inclusive, en los que el enamorado
descubre la causa de su melancolía y expone sus deseos fervientes a la amada, aquí todo se
desmesura; y los dos últimos versos, en los que se constata el fracaso de tan altas
expectativas y se vuelve a una nostalgia mayor si cabe.
Para este mundo nostálgico, de amor inalcanzable, se ha seleccionado un vocabulario
evocador. Un léxico que nos remite a un mundo exótico: ébano, jazmín, reina oriental,
camarín, palanquín y reina rubia. Su objetivo es hallar exóticas resonancias. Una huida de
la realidad, de un mundo que no le satisface. La admirable selección del vocabulario, con
términos cultos como crisálida, atmósfera, nimbo, y la preferencia por expresiones como el
lecho de su camerín, tus labios de fuego besar, demuestran el deseo de innovación. Todo
esto se intensifica y alcanza un estado más elaborado en Prosas Profanas, su siguiente libro.
Otro aspecto del soneto es la abundante adjetivación: tranquila noche, nostalgias
amargas, fresco y callado jardín, obscuro cielo, Venus bella, dorado y divino jazmín,
alma enamorada, reina oriental profunda extensión, triunfante y luminosa, reina rubia,
luz pálida, siderales éxtasis, atmósfera cálida y triste mirar. En tres casos la doble
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adjetivación, como podemos ver. Destacan los adjetivos de colores y tonos: oscuro,
dorado, luminoso, rubia, pálida... en unos ricos efectos plásticos, pero nos ofrece todo un
mundo sensorial:
Vista: bella y adjetivos de colores
Oído: callado, tranquila
Gusto: amargas
Olfato: jardín, jazmín
Sensaciones térmicas: fresco, cálido.
Sensaciones espaciales: profunda.
Estado de ánimo: triste mirar, la cara es un reflejo del alma.
Todo ello en la búsqueda de valores sensoriales, el Modernismo es una literatura de
los sentidos (Salinas). Todo es fuente de goce para el oído, la vista, el olfato... y una ocasión
para la descripción de refinadísimos efectos sensoriales y hasta sensuales.
La fantasía del lector es transportada a un lejano mundo idílico poblado de visiones
plásticas, visiones con diosas y mujeres ideales, figuras fabulosas de reinas orientales. Estos
elementos visuales y auditivos (musicalidad del verso) están siempre enriquecidos por
factores sensoriales, sugeridos por imágenes y por expresiones. Entre este delgado contacto
físico con la naturaleza se alternan murmullos misteriosos, músicas raras, ecos de viento
(callado, refrescaba), la pasión incontrolable (éxtasis, no dejarte un momento de amar)
tristezas y nostalgias íntimas (me miraba con triste mirar). Es de destacar una aliteración
vocálica en oes (7 veces) del último verso del primer serventesio que realza la admiración de
la bellísima metáfora señalada antes. La profusión de aes (10 veces) del quinto verso, la
abertura de la vocal, como indicándonos, un mundo bello y lejano que se muestra: el amor
como realización suprema.
El firmamento (profunda extensión), zona en la cual él, no encontrando nada que
pueda satisfacer su sensibilidad en el mundo real, siente la necesidad de escaparse. Su
verdadera novedad se halla en la atmósfera general y principalmente en la sensibilidad que
muestra.
Para exaltar este refinado sentimiento, está la musicalidad de los versos, que
frecuentemente no se limita a ser simple armonía verbal, va más allá en las esferas de las
ideas; es una melodía ideal, armonizada por frases vagas y suspiros tenues. Un refugio
aristocrático, Mil y una Noches en que Darío prefería escaparse. Todo ello mostrado con un
juego de contrastes, aliteraciones, cultismos, grados de tonalidad.. Aunque en este soneto, el
clímax se ve sofocado por el desengaño final.
El modernismo rechaza toda concepción utilitaria del arte y exalta la importancia del
yo. El poeta, en lugar de una realidad objetiva, prefiere una más alta, la subjetiva, donde
dominan fantasía y sueño, un viaje por las estrellas. Busca de la belleza de la forma con ese
ritmo marcado. Se quiere, por lo tanto, el arte por el arte.
El parnasianismo con su plasticidad y objetivismo descriptivo, y el simbolismo con
su sugestiva vaguedad musical, esa propuesta de sugerir todo cuanto está oculto en el fondo
del alma, están presentes en el soneto. Son dos fuentes de las que bebe nuestro poeta.
Musicalidad, exotismo, cultismos, riqueza descriptiva (sensual y sensorial),
importancia de la forma, el mundo subjetivo, la huida de la realidad... que se acentuarán en
sus siguientes obras, ya tiene presencia aquí. En definitiva, un poema que reúne el arte
poético de Rubén Darío.