Monición de Entrada
Monición de Entrada
Monición de Entrada
El evangelio que vamos a escuchar a continuación Jesús nos dice: “pide y recibirás, para que
tus alegría sea completa” en ello se nos recuerda el hermoso deber y obligación: de orar y
amar. Si oramos y amamos, habremos hallado la felicidad en este mundo. La oración no es
otra cosa que la unión con Dios. También se nos da la certeza de que vale la pena pedir en la
oración, porque Jesús espera que le pidamos al Padre con todo el corazón, pero Jesús no solo
nos habla de pedir sino de alegría, porque nos da entender de que Dios es todo amor, y que no
hay nada que Dios quiera más para nosotros que nuestra verdadera felicidad y en que
confiemos en su amor incondicional. Escuchemos con atención.
Preces
Participes de las inmensas misericordias de Dios, que nos renueva cada día para hacernos
signos vivientes de Cristo, pidamos queridas hermanas para que siga manifestando la grandeza
de su amor hacia nosotros, diciéndole confiadamente:
1. Por nuestro Papa Francisco, por nuestro Obispo Fray Fabio, por monseñor Libardo, por
Monseñor Rigoberto y por todos los sacerdotes en especial por los de esta diócesis de
Garzón, para que puedan guiar con fidelidad, sabiduría y generosidad la grey que el
buen pastor les ha encomendado, roguemos al Señor.
2. Por nuestro Seminario María Inmaculada; por los formadores y seminaristas para que
les conceda sabiduría
3. Para que dirija los pensamiento y las acciones de nuestros gobernantes hacia la justicia,
la libertad y el bien de todos, principalmente de los más débiles, roguemos al Señor
4. Por nuestra comunidad que hoy está de fiesta al celebrar 75 años de ser fundada, para
que el señor cada día la haga más fecunda con vocaciones santas y la llene de fortaleza,
sabiduría y santidad para que ejemplo de nuestros padres fundadores lleguemos a ser
luz para la iglesia y para toda la humanidad, roguemos al señor.
5. Por todos los monasterios de Clarisas del mundo entero en especial por el monasterio
de Santa Rosa de Osos y los que han salido de nuestra comunidad para que a ejemplo
de María sigan dando vida a la iglesia con su oración, sacrificio, amor, entrega y
donación, en el silencio del claustro, roguemos al señor.
6. Por nuestras madres fundadoras que han partido ya a la eternidad, y que en su vida
terrena nos dieron la semilla de nuestro carisma, gocen ya de la alegría eterna.
Roguemos al señor.
7. Por nuestros benefactores que con su amor, oración y ayuda contribuyen al crecimiento
espiritual y material de nuestra comunidad. Roguemos al señor.
8. Por nuestro pueblo de Garzón que con gran amor nos recibieron y nos siguen
recibiendo, para que los proteja y haga de cada una de las familias, de sus trabajos una
ofrenda agradable a Dios, roguemos al Señor
9. Por los enfermos en especial los que padecen esta pandemia, para que se les conceda la
fortaleza necesaria y descubran en medio del dolor a Cristo, y se les conceda la salud,
roguemos al Señor.
10.Por todos nosotros que estamos aquí reunidos, para que vivamos plenamente nuestra
vocación y sea una luz que ilumine a la humanidad, y vivamos en amor fraterno y
formemos una comunidad verdadera, roguemos al Señor.
Nuestra Comunidad sus orígenes
El 11 de Enero de 1.976 se pide la primera fundación a los treinta años de estar está
fundada Monseñor Cuniberti el Señor Obispo de Florencia, a pedir Clarisas para su
Vicariato. se haría cargo de la construcción del Monasterio. Sólo pedía un número de
Religiosas que fueran a ayudarle con la oración y la penitencia en sus múltiples tareas
apostólicas.
23 de febrero de 1.978.- N. Rvda. Madre Gabriela que luego por su falta de salud
volvió a Garzón y Murió a los 20 días de su regreso,
Luego se abrieron a nuevos monasterios.
Fundaciones:
Monasterio del Divino Redentor – Florencia abril de 1997
Monasterio de Santa María de la Iglesia – istminas febrero 23 de 1986
Monasterio del Magníficat – Cartagena mayo 31 de 1986
Monasterio del corazón inmaculado de María. Cesar Valledupar – noviembre 27 de
1987
Monasterio Refugio del Corazón de Jesús – Magange Bolívar –
Monasterio ermita la porciúncula – Neiva – agosto del 2012
Monasterio la Negrita de Piedemonte y la sabana Fortul –Arauca-
Madres Abadesas:
1 – Madre María Gabriela de la Dolorosa Fundadora
2- Madre María Celina de la Inmaculada
3- madre María Refugio del Divino Corazón
4-Madre Rosario de María
5-Madre Judith del corazón de María
6- Madre María de los Ángeles del Sagrario
7-Madre Marianita de Jesús Hostia
8.- Madre María de los Angeles del Sagrario
De la obediencia
Entre todas las virtudes morales la más difícil, y cuya práctica cuesta más a los
hombres, es la obediencia.
Sacrificar su voluntad, sacrificar el propio juicio, depender de otro no solamente en la
manera o forma de obrar, si no ha hasta en el modo de pensar y de juzgar; y esto no
sólo en cosas indiferentes, o de poco momento, si no aún en aquellas que se
relacionan con la salvación y la santidad, es para el hombre, una cosa más difícil que
las privaciones, los ayunos y las austeridades. La obediencia ataca al hombre en lo
que tiene de más íntimo, o sea, en su libertad, en el derecho de disponer de sí mismo;
ataca al amor propio en lo que parece tener de más razonable y legítimo.
A la verdad, ¿qué cosa, al parecer más razonable que juzgar de las cosas según la
propia razón, guiarse por las propias luces y no conformarse con el juicio de otro sino
después de muy pasado y examinado? ¿qué cosa más repugnante puede haber que
sujetarse a la autoridad de otro en la que mira a nuestra conducta, no hacer nada sin
su beneplácito y acomodarse en todo a lo que el aconseja ú ordena, sin oponerle
resistencia alguna ni siquiera interior? Este sacrificio es sin contradicción el más
grande que pueda hacerse; el más universal, puesto que se extiende a todos los
momentos de nuestra vida: es finalmente el más transcendental, puesto que tiene por
objeto la vida futura y nuestra felicidad eterna.
Y sin embargo este es el sacrificio que Dios exige de toda alma que aspire a la
perfección. Sí, lo exige como una condición sin la cual no alcanzará ni la virtud y la
santidad verdadera. Por más esfuerzos que haga, si el alma sigue su propia voluntad,
si se dirige por su propio juicio, si pretende continuar siendo dueña de sus actos, no
agradará del todo a Dios; porque el amor propio, y el espíritu propio, pervertirá sus
obras. Dios declaró a los judíos, por uno de sus profetas, que sus ayunos no le
complacían ni poco ni mucho, por ir manchados por la propia voluntad. Y pone esto
dijo Samuel a Saúl: ¿por ventura el Señor no estima más que los holocaustos y las
víctimas, el que se obedezca a su voz? La obediencia vale más que los sacrificios y el
ser dóciles a sus mandatos importa más que el ofrecerle las más preciosas víctimas.
Estas palabras son muy significativas, pues nos dan a entender con toda claridad que
lo que da principalmente valora nuestras obras es la obediencia; puesto que los
mismos actos de religión, de suyos excelentes, Le desagrada y los desecha, Cuando
son contrarios a lo que él manda. Que no hemos de servir a Dios como a nosotros se
nos antoje, si no como él quiere que le sirvamos.
Dios exige, pues, esta virtud como la más agradable a sus ojos y de la cual depende
principalmente el mérito de las demás. Hablando en rigor, con las otras virtudes el
hombre da a Dios todas sus cosas, pero no se da así mismo; puesto que reserva para
si lo que Dios más aprecia y exige de su criatura ante todo y sobre todo. Mas por la
obediencia se da el hombre a sí propio todo entero, porque nada reserva para sí aquel
que inmola a Dios su misma libertad y quiere depender de El en todas las cosas.
Pero, se dirá, para depender de Dios ¿es acaso preciso obedecer al hombre? ¿no
basta y sobra que sea yo fiel a las inspiraciones de la gracia por medio de la cual
habla Dios a mi corazón? Respondo en primer lugar en que la gracia y la inspiración
divina os llevarán a someteros al hombre, porque tal ha sido el orden establecido por
Dios; el cual, tanto en lo espiritual como en lo temporal, nos gobiernan por el ministerio
de otros hombres, revestidos de su autoridad. En segundo lugar, ¿quién no sabe que
nada hay tan peligroso, ni tan sujeto a ilusión, como el constituirse juez de las
inspiraciones divinas? Guiandonos por este criterio es segurísimo que nos
extravíaríamos, tomando por voluntad de Dios lo que sería puro antojo de nuestra
fantasía, o quizás sugestiones del amor propio. Finalmente tal disposición de espíritu
supondría un orgullo refinado y una presunción incalificable, que Dios castigaría
terriblemente, abandonando a su réprobo sentido a aquel que rehusara someterse a la
autoridad que el mismo Dios ha instituido para guiarle.
¿y por que, diréis tal vez, por que he de someterme yo a un hombre que después de
todo puede equivocarse y extraviarme? El hombre al cual os someteis, tiene las veces
de Dios, no podéis dudarlo; está colocado por Dios para guiaros en los caminos de
vuestra salvación. Si de buena fe os ponéis bajo su dirección con la mira de obedecer
a Dios, debes creer que Dios le iluminará y os dará por su boca las instrucciones que
os sean necesarias. Debes creer que el Señor no permitirá jamás que os extravíeis
andando por el camino que el mismo os atrasado, puesto que está su providencia
comprometida en preservaros del error. Además partimos del supuesto de que el
director espiritual o el legítimo superior, ni con sus palabras, ni con su conducta, da
motivo alguno razonable para sospechar ni de su fe, ni de su piedad, ni de sus
costumbres, ni de su capacidad; en caso contrario habría que abandonarlo. Pero
cuando tengan la seguridad moral de que es piadoso, discreto e ilustrado, debéis
abandonaros enteramente a su dirección, sin temor de correr peligro alguno ni en lo
tocante a vuestra salvación, ni tampoco en lo relativo a vuestra perfección. Dios no
permitirá que se engañe en nada esencial, rectificar a con su sabia providencia las
pequeñas equivocaciones en qué acaso caíga, de modo que no perjudiquen ni a él ni
a vos. Hay que tener acerca de este particular ideas bien claras y fijas, pues de lo
contrario no hallaríamos a cada paso envueltos en dudas, inquietudes y escrúpulos;
los fundamentos de la obediencia nada tendrían de sólidos y firmes, y no sería
imposible sostenernos en medio de las tentaciones y pruebas, en las cuales quiera
Dios que sacrifiquemos y sometamos enteramente nuestro juicio al del director
espiritual o superior.
el camino de la obediencia es, pues, no sólo seguro, si no el único verdaderamente
seguro y, el único pollas seguridad nos garantiza el mismo Dios y al cual tiene
vinculadas sus gracias y sus bendiciones. Andando por él tiene el alma certeza
absoluta de no extraviarse, porque a cada paso que dé puede tranquilizarse
diciéndose a sí misma: yo no obró por mi capricho; yo no sigo mi propia voluntad, yo
no me gobierno por mis decisiones; Dios es el que decide, el que me gobierna por
medio de aquel que es, para mí, su representante. Estoy más seguro de hacer la
voluntad de Dios siguiendo la obediencia, que si Dios mismo me hubiese hablado;
porque yo pudiera engañarme y tomar por voz de Dios las sugestiones del demonio o
de mi imaginación; mientras que es moralmente imposible que yo me engañe,
tomando como ordenado por Dios lo que me prescribe la obediencia. ¡que paz tan
grande y cuánta tranquilidad no difunden en el alma semejante seguridad!
Este modo de proceder, como ya dijimos antes, comunica incomparable mérito a las
cosas más pequeñas hechas por el motivo formal de la obediencia; porque aún en las
cosas mínimas se encuentra algo realmente grande, a saber: el sacrificio de la propia
voluntad. Donde quiera no se interpongan de por medio no es la propia voluntad, Dios
de la suya; y allí donde ve la suya ¿podrá haber nada que no le sea sumamente
agradable?
Esta es también la senda que nos conduce al propio anonadamiento, por la cual se
llega a adorar a Dios en espíritu y en verdad, y al perfecto holocausto de nosotros
mismos. En efecto; ¿qué le queda al hombre después que ha renunciado a su juicio y
voluntad para conformar la de su superior? ¿qué reserva para sí? Nada; todo queda
sacrificado, todo queda inmolado.
Santa Misa
Por las almas:
Monseñor Gerardo Martínez Madrigal
Monseñor José de Jesús Pimiento Rodríguez
Monseñor Octavio Betancur Arango
Monseñor Ramón Mantilla Duarte
Madre María Nicasia
Madre María Gabriela
Madre María Emilia
Madre María Refugio
Madre Rosario
Madre Judith
Madre Ana María
Hermana Lucia
Hermana Margarita
Hermana María Serafina
Hermana Clara Victoria
Hermana Edemir
Y por todos nuestro Bienhechores difuntos