LO-George-Townshend Cristo y Bahaullah
LO-George-Townshend Cristo y Bahaullah
LO-George-Townshend Cristo y Bahaullah
Y
Bahá'u'lláh
George Townshend
1
George Townshend
Mano de Ia Causa de Dios (1876-1957)
2
Índice
Capítulo
Prólogo 4
1. El Llamado de Dios a los Cristianos 6
2. El Reino en la Biblia 8
3. Jesucristo, Heraldo del Reino 12
4. Los Falsos Profetas 16
5. Muhammad, Constructor de Naciones 21
6. Muhammad y los Cristianos 27
7. La Violación de la Alianza de Muhammad 29
8. El Cristianismo y El Islám 31
9. El Surgimiento de la Europa Moderna 35
10. El Amanecer del Reino 41
11. El Báb 46
12. Bahá'u'lláh 51
13. La Proclamación a los Reyes 59
14. 'Abdu'l-Bahá 65
15. La Voluntad y Testamento de 'Abdu'l-Bahá 75
16. El Reino en la Tierra 80
Epílogo 85
3
Prólogo
En forma breve pero clara y con todo el énfasis posible, se presentan en este
libro hechos que demuestran que el Reino de Dios, anunciado en la Biblia con mil
detalles, ha llegado por fin, cumpliéndose en su totalidad esos pormenores.
En todas las religiones mundiales reveladas, la venida del Reino se identifica
con la Aparición del Supremo Redentor del Mundo, el Señor de las Huestes, el
regreso de Cristo, el Qá'im, el nuevo Buda, “Un rebaño y un Pastor” ha de
reemplazar a los muchos grupos humanos separados y en conflicto.
Esta notable promesa, dada originalmente hace miles de años, nunca fue
cumplida por ninguno de los Grandes Profetas. Pero llegó el siglo diecinueve y
Bahá'u'lláh, fundador de la Fe bahá'í, anunció a los gobernantes y a los lideres
religiosos del mundo que Él era ese Redentor y Portador del Mensaje de Dios para
el hombre moderno. Proclamó que hablaba con la voz de Dios mismo, que era el
Señor de las Huestes, Cristo venido en la gloria del Padre, y que éste era en verdad
el último día, el Día del Juicio. La Causa de Bahá'u'lláh y de Su martirizado
precursor, El Báb había sufrido por veinte años toda clase de persecuciones;
empero, sin investigarla, los reyes y jefes eclesiásticos a quienes se dirigió,
hicieron caso omiso de Su Mensaje. Murió en 1892 en la Tierra Santa, exiliado y
cautivo de los turcos y sin embargo, hoy existe una comunidad mundial que lleva
Su Nombre y que sigue Sus Enseñanzas.
El pensamiento y la aspiración del siglo veinte están profundamente ligados a
los principios sociales y humanitarios que Bahá'u'lláh anunció, aunque Su Mensaje
espiritual es, hoy por hoy, ignorado y en verdad no se concibe ninguna relación
entre el ideal del orden mundial y el Reino de Dios.
Este libro está dirigido especialmente a los cristianos, cuya antigua plegaria,
dada por el propio Cristo, es “Venga a nosotros Tu Reino”. Desgraciadamente las
iglesias cristianas están en desacuerdo en cuanto a lo que esto significa y, por lo
tanto, son impotentes para hacer frente a la crisis de nuestros tiempos.
4
El Mensaje de Baha'u'llah abre a los cristianos la {mica puerta hacia la
perspectiva cierta del cumplimiento de lo mejor de sus grandes tradiciones, la
mejor esperanza de servicio y redenci6n en el futuro.
5
Capítulo Primero
1
Bahá'u'lláh – Tabla a Napoleón III. – Shoghi Effendi, América and the Most Great Peace.
2
San Mateo XIII: 24‐30
3
San Marcos XIII: 22; San Mateo XXIV: 24
6
Los cristianos de hoy y de ayer no han advertido la exactitud la predicción de
Cristo, ni ven que las mismas cosas que Cristo les anunciaba están sucediendo hoy.
Ahora ha llegado el cambio prometido. Este es el tiempo que Cristo previó al
afirmar que tenía muchas cosas más que decir a los discípulos, pero que debía
reservarlas porque ellos no estaban suficientemente maduros para comprenderlas.
Al fin hemos llegado a la edad de la madurez. El tiempo de la incertidumbre y la
duda, del error y la fantasía y de las vanas imaginaciones, ha pasado. El “Espíritu
de Verdad” ha venido. Un nuevo cielo y una nueva tierra se extienden ante la
humanidad y a todo hombre se le exige “poner a prueba todas las cosas” y
“adherirse firmemente a aquello que es bueno”.
Este libro ha sido escrito para que no ocurra que los hombres y mujeres
cristianos, confundidos por los errores y falsedades del pasado, dejen de observar
lo nuevo de la época, de prestar atención a las advertencias de Cristo y caigan en la
trampa que Él les habló con tanta frecuencia y tan enfáticamente. Que no sean, por
falta de discernimiento o de coraje, juguetes en manos de aquellos que traen la
destrucción.
Este libro ha sido escrito para probar, con los hechos indudables de la historia,
cuál es la verdadera interpretación de las profecías de Jesucristo acerca del carácter
de Su era, para mostrar la justicia de Sus advertencias, especialmente en esta época
en que los acontecimientos que Él predijo han llegado a la crisis de su
cumplimiento.
Quiera el Padre, en Su misericordia, que los cristianos de Occidente sean
despertados de su letargo y movidos a investigar la Verdad antes que sea
demasiado tarde y se levanten por fin para enfrentar la tremenda tarea sin
precedente, que se presenta ante ellos.
7
Capítulo Segundo
El Reino en la Biblia
Las referencias a la venida del Reino se encuentran a través de toda la Biblia.
Es el clímax y la consumación del gran esquema de la redención trazado por Dios.
La conquista del Reino al final está prometida desde el principio y da a la Biblia
esa nota de confiada expectativa, de éxito y de triunfo.
Jesucristo mencionó a Noé y Abraham como Profetas Divinos y Reveladores en
la sucesión de aquellos que habían guiado a la humanidad hacia el Reino; pero Sus
enseñanzas aparentemente se han perdido y no están consignadas en el Texto
Sagrado.
Es en la admirable y famosa profecía de Moisés, en el Deuteronomio XXX, que
la primera referencia a la venida del Reino de Dios sobre la tierra aparece en la
Biblia.
Una profecía, en el amplio sentido de la palabra, significa mucho más que
cualquier simple predicción. Se refiere a una mirada al futuro por un profeta
inspirado por la luz de la eternidad y es una visión del propósito de Dios, más allá
del alcance de los ojos mortales.
Ya Abrahán había recibido el anuncio de la venida de uno de Sus
descendientes, en quien todas las familias de la tierra serían bendecidas, y Jacob
había predicho (Génesis XLIX) la venida de Siloh. La profecía de Moisés era más
plena y exacta. Él predijo que, en el futuro lejano, los israelitas a quienes ahora
guiaba desde Egipto hacia la Tierra Prometida, serían arrancados de esa tierra por
un crimen horrendo y totalmente dispersados entre las naciones. Vivirían en la
miseria y en la humillación hasta que, en la plenitud del tiempo, el Señor Dios,
movido a compasión, “volvería a reunir” a los israelitas y los devolvería, como
súbditos convertidos, a la antigua tierra de sus padres, para vivir allí en permanente
paz.
8
“Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la
bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio
de todas las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios.”
“Y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a Su voz conforme a todo lo
que te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma,
entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá
a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu
Dios.” (Deuteronomio, XXX: 1-3)
La predicción de Moisés proporcionó a los profetas judíos uno de sus temas
favoritos y más famosos. Fue el tópico principal del más grande de todos ellos,
Isaías, que escribió acerca del él en su estilo más exaltado y enérgico. Jeremías y
Ezequiel, Zacarías, Joel, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Zefanías, compartieron su
entusiasmo y completaron la extasiada imagen que él dio de la futura restauración.
La profecía de Moisés acerca del retorno se sincronizó con el advenimiento final
del Reino de Dios mediante la aparición del Redentor Supremo del Mundo, el
Señor Dios, el Señor de las Huestes. El mundo sería unificado y los judíos tendrían
en la Tierra Santa un lugar central que les daría un puesto de honor y los
convertiría en la envidia de la humanidad. Conforme lo vieron los Profetas, el
mundo sería en aquel día transformado, tanto en lo interno como en lo externo y el
carácter humano, sería cambiado y enaltecido.
“Y les daré un corazón, un espíritu nuevo pondré dentro… Para que anden
en Mis ordenanzas… Y Me sean por pueblo, y Yo sea a ellos por Dios.”
Ezequiel XI: 19-20
“Y después de esto, derramaré Mi Espíritu sobre toda carne…”
Joel II: 28
“Daré MI ley en su mente, y escribiré en su corazón; y ser Yo a ellos por
Dios, y ellos Me serán por pueblo.”
Jeremías XXXI: 33
“… porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren las
aguas el mar.”
Isaías XI: 9 y Habacuc II: 14
9
“Y Jehová será Rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será Uno, y uno
Su Nombre.”
Zacarías XIV: 9
“La paz reinará en toda la tierra. Los hombres no sabrán más de guerras. La
seguridad, la tranquilidad de espíritu y la abundancia vendrán con la paz.
Isaías II: 4; Miqueas IX: 4-5; Isaías XXXV: 1-2; Joel III: 18
“Y Él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones hasta muy lejos;
y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces…”
Miqueas IV: 3
“… la justicia y la paz se besaron.” Añade el salmista.
Salmos LXXXV: 10
El carácter de los hombres será reconocido por lo que verdaderamente es:
“El ruin nunca más será llamado generoso, ni el tramposo será llamado
esplendido.”
Isaías XXXII: 5
En medio de esta comunidad de amigas y pacificas naciones, los profetas
colocaron a la Tierra Santa en posición de preeminente privilegio. En la
legislación, en la instrucción religiosa y en la ejecución del gobierno y de la
justicia, ostenta una posición única.
“… Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra de Jehová.”
Isaías II: 3
Y de nuevo:
“… Venid, y subamos al Monte de Jehová, a la Casa de Dios de Jacob; y nos
enseñará Sus caminos, y caminaremos por Sus sendas… Y juzgará entre las
naciones y reprenderá a muchos pueblos…”
Isaías II: 3-4
“… y el principado sobre Su hombro: y se llamará Su nombre Admirable,
Consejero, Dios Fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.
10
“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límites, sobre el trono de
David y sobre Su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia
desde ahora para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
Isaías IX: 6-7
No es sorprendente, pues, que el pueblo judío desde los tiempos de Isaías hasta
la hora presente halle solaz y orgullo pensando en su restauración con el
advenimiento del Reino, y que lea y relea con alegría las profecías acerca de la
venida del Señor de las Huestes.
Otra gran imagen de la gloria del Reino está dada en el Apocalipsis de San Juan
el teólogo, que constituye el clímax y término de la Biblia. Como perteneciente a la
revelación de Cristo, es naturalmente de un orden altamente espiritual. Promete la
Presencia de Dios como si ya estuviera en realidad presente en el Reino y
habitando entre los hombres.
“… He aquí el Tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos;
y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”
“Y verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más
noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de la luz del sol, porque Dios
el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos y los siglos.”
Apocalipsis XXI: 3-4
Puesto que ha sido escrito:4
“Y las naciones que hubieren sido salvadas andarán a la luz de ella; y los
reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.”
Debemos deducir que la alusión a la presencia de Dios se refiere al reino
terrenal y a la Tierra Santa.
4
Apocalipsis XXI: 24
11
Capítulo Tercero
12
El supremo ideal de este amor era, como vemos en Juan, la relación entre Cristo
y el Padre, y aunque está revelado en el lenguaje más sencillo y en las palabras más
corrientes, es la más alta expresión del amor divino en la escritura.
El resultado fue que las enseñanzas de Jesucristo liberaron en el alma y en el
corazón del hombre un poder espiritual como nunca se había conocido
anteriormente en el mundo. Los historiadores han dicho que la enseñanza de
Jesucristo hizo más por elevar la naturaleza humana y la civilización, que todas las
leyes de los legisladores y las disquisiciones de los filósofos juntas. Librando las
energías religiosas de acuerdo con las necesidades del momento y de las gentes,
abrió el camino al Reino de Dios en los corazones de los hombres. Nuevos afectos
y aspiraciones, esperanzas y lealtades, adquirieron vida y todo el mundo moral
entró en un estado de fusión.
Los primeros cristianos enseñaron la santidad de la vida humana y la dignidad
de la naturaleza humana. Tan pronto como pudieron, dejaron la costumbre de
abandonar los hijos al nacer y la práctica de espectáculos de gladiadores. Más tarde
auspiciaron la educación, construyeron hospitales e introdujeron un sistema más
justo de legislación que el que había en uso en el estado Romano. Realizaron
cambios como estos porque el establecimiento del gobierno de Cristo había
ocupado su alma y Su trono estaba en sus corazones. Estaban prontos a recibir todo
aliento que el Espíritu exhalara sobre ellos y había consagrado sus corazones a Su
servicio. Surgió una nueva civilización cristiana, centrada en Bizancio, la cual
alcanzó la cúspide en el siglo cuarto.5
En tiempo de Jesucristo había en Roma un gran núcleo de brillantes filósofos,
historiadores y oradores, poetas y eruditos, todos ellos profundamente conscientes
de la degradación y desintegración de la vida romana, particularmente ansiosos de
encontrar un camino para mejorarla, y por otro lado verdaderamente incapaces de
hacerlo. La idea de que la nueva enseñanza de Cristo estaría a la altura de la tarea y
reconstruiría un nuevo y mejor orden social, jamás se le ocurrió a alguno de ellos.
Rara vez mencionaron la cristiandad y cuando lo hicieron, se refirieron a ella en
términos de completo desprecio. Los hombres se han maravillado de su ceguera,
pero después de todo no es necesario buscar muy lejos para hallar la causa:
5
Ver Capítulo 9
13
Jesucristo considera este mundo humano como antagónico del mundo divino. “No
podéis servir a Dios y a Mamón”6, es la piedra angular de Su ética. A menos que
un hombre odie a su padre y a su madre, a su esposa y a su hogar, por Su causa y la
del Evangelio, no puede ser Su discípulo. Él exige, por lo tanto, que el hombre
ejercite un alto grado de autocontrol y auto disciplina. Jesucristo enseñó que esta
vida terrena es un puente para cruzar y no un hogar en que fijar residencia. Por
tanto el hombre prudente, que pasa por este camino, no se atará con demasiados
lazos, sino que se conservará libre de manera que, si por ventura le viniere algún
llamado más alto al deber, del mundo de lo divino, pueda obedecer de inmediato.
Buscará alcanzar un alto nivel de autocontrol y autodisciplina consciente y feliz
para que las demandas del Evangelio y de Cristo tengan precedencia a cualquier
exigencia terrenal.
El filósofo romano, por otro lado, sumergido completamente en los asuntos,
intereses y llamados del mundo humano, no tiene concepto alguno de la obligación
de sacrificar las necesidades de este mundo a las de una existencia superior.
La pureza, por lo tanto, consiste en limpiar el corazón humano de la influencia
oscurecedora de las nieblas y sombras terrenales, las cuales no sólo impiden al
hombre alcanzar visión alguna de Dios o de Cristo, sino que lo mantienen en
relativa oscuridad, sin conocer nada de aquella visión o poder que recibe el
corazón que se ha desprendido de todo amor a Mamón. Las maravillas de Cristo
nunca hubieran podido ser admiradas, ni las energías espirituales, tan
generosamente derramadas, hubieran podido ser liberadas, si Él no hubieran estado
dispuesto a sacrificar todo vínculo y apego humano por la Causa de Dios, y sus
amados. El poder misterioso que emana de un sacrificio como el de Cristo y no de
otro medio, es semejante al de una semilla que cae en el suelo y queda sepultada en
las tinieblas. La semilla rinde su vida exterior y la cápsula perece; en su lugar, el
ser interno de la semilla asume una nueva vida propia que crece y se expande hasta
convertirse en un árbol muy grande, adquiriendo nueva forma en las ramas y hojas.
De manera análoga, Cristo abandonó todo aquello que lo ataba al hogar y a todos
los vínculos de la tierra, y este sacrificio creó la comunidad cristiana a la cual
transmitió Su propia vida. Él fue el primero en hacer el sacrifico que sus
6
Riquezas
14
enseñanzas exigían, y los apóstoles, embriagados de Dios, lo siguieron y fueron
por el mundo a transformarlo, y a morir como mártires.
Bahá'u'lláh declara:
“…cuando el Hijo del Hombre exhaló su último suspiro y se entregó a Dios,
la creación entera lloró con gran llanto. Sin embargo, al sacrificarse a sí mismo,
una nueva capacidad fue infundida en todas las cosas creadas. Sus efectos, de
los cuales dan testimonio todos los pueblos de la tierra, están manifiestos ahora
ante ti. La más honda sabiduría que los eruditos hayan expresado, los más
profundos conocimientos que mente alguna haya descifrado, las obras de arte
que las manos más diestras han producido, la influencia ejercida por el más
potente de los gobernantes, no son sino manifestaciones de la fuerza vivificadora
liberada por su resplandeciente y trascendente Espíritu que todo lo penetra”.
“Atestiguamos que cuando Él vino al mundo, derramó esplendor de Su gloria
sobre todas las cosas creadas. Mediante Él el leproso se restableció de la lepra de
la perversidad e ignorancia. Por Él los impuros y descarriados fueron curados.
Mediante Su poder, nacido de Dios Todopoderoso, los ojos de los ciegos fueron
abiertos y el alma del pecador fue santificada”.
“La lepra puede ser interpretada como cualquier velo que se interponga entre
el hombre y el reconocimiento del Señor, su Dios. Quienquiera se permita
asilarse de Él, es realmente un leproso, quien no será recordado en el Reino de
Dios, el Poderoso, el Todo Alabado. Atestiguamos, que por medio del poder de la
Palabra de Dios, todo leproso fue purificado, toda enfermedad fue curada, toda
debilidad humana fue eliminada. Es Él quien purificó al mundo. Bendito el
hombre que con el rostro radiante se ha vuelto hacia Él.”7
¡Maravillosa, en verdad, es la historia de Cristo! Sin embargo, ¿dónde está el
Evangelio en el mundo de hoy?
7
Pasaje de los Escritos de Bahá'u'lláh, XXXVI
15
Capítulo Cuarto
8
San Mateo VII: 15‐23
9
San Juan XIV: 28
10
San Juan XVI: 16
11
San Juan XIV¨: 16
12
San Juan VII: 28
13
San Marcos XIII: 32
14
San Mateo XIII: 57; San Lucas XIII: 33
15
San Mateo XXI: 11; San Lucas VI: 16
16
San Juan XVI: 12,13
16
Los adeptos de toda religión mundial han inventado una creencia similar en el
carácter exclusivo y final de su propio Profeta. El resultado ha sido que ninguna
religión ha reconocido al Profeta de una religión posterior. Los hindúes no
reconocen a Buda, los budistas no reconocen a Cristo, ni tampoco los
zoroastrianos. El resultado de esta creencia engañosa ha sido que las religiones del
mundo no han procurado la unificación de la humanidad, sino más bien su
división.
Otra opinión que los cristianos sostienen universalmente acerca de Cristo es que
Su enseñanza fue absoluta y final. Creen que si la verdad se les ocultó en parte por
un tiempo porque no podían llevarla, fue divulgada en su plenitud en Pentecostés,
y que ya nada queda por revelar. Pero nada hay en el relato de Pentecostés que
sugiera tal interpretación y nadie pensará que Jesucristo hubiera nombrado a los
falsos profetas como característicos de Su época, si esta admonición iba a ser
seguido por una inmediata liberación de toda la verdad de la Iglesia.
Lo que la Biblia nos muestra es más bien una sucesión de maestros: Abrahán,
Moisés y Cristo, cada uno midiendo Su revelación de acuerdo con las necesidades
y la madurez de Sus oyentes: Jesucristo, por ejemplo, cambia la ley del divorcio y
dice: “Moisés os dio esto a causa de la dureza de vuestros corazones, pero en el
principio no fue así.” Muchas veces dice: “Habéis oído decir a los antiguos…
pero Yo os digo…”
Otra opinión universal entre los cristianos es que Cristo fue el Señor de las
Huestes del Antiguo Testamento. Pero los profetas judíos habían predicho que
cuando viniera el Señor de las Huestes no encontraría a los judíos en la Tierra
Santa, que todos estarían dispersos entre las naciones y habrían vivido en la
miseria y la degradación por siglos. Cuando vino Jesucristo, la Palestina estaba
llena de judíos y su expulsión no comenzó hasta el año 70 d.C; se puede decir que
ha continuado hasta el año 1844.
Para confirmar la opinión ortodoxa cristiana es costumbre en todas las iglesias
leer el domingo por la mañana, como si se refiriese a Jesucristo, el pasaje que
Isaías escribió acerca del Señor de las Huestes. (Isaías IX: 6-7)
17
“Porque un niño es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su
hombro, y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre
eterno, Príncipe de paz.”
“Lo dilatado de Su imperio y la paz no tendrá limite, sobre el trono de David y
sobre Su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde
ahora para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
Empero, los títulos descriptivos no corresponden exclusivamente a Cristo,
mientras que Él específicamente repudió algunos de ellos, como para hacer
imposible la equivocada referencia a Él. Rechazó ser Dios Poderoso cuando se
llamó a sí mismo “el Hijo de Dios”;17 rechazó ser el Padre cuando dijo “el Padre
mayor es que yo”;18 y rechazó ser el Príncipe de la paz cuando dijo “no he venido
para traer paz sino espada”.19 Rechazó llevar el gobierno sobre sus hombros, o
que fuesen su juicio y justicia para siempre cuando dijo: “Mi Reino no es de este
mundo”.20
Muchas de estas falsas interpretaciones implican repudio de la Palabra de Dios
a favor de la palabra del hombre. Este acto impío se realiza tan astutamente, con tal
aire de humildad, que podría escapar a la observación del más sincero y devoto de
los fieles. Probablemente pocas de las personas que van a la iglesia se dan cuenta
hoy de que el Evangelio de Cristo que conocen los que están en el púlpito es por
completo diferente del Evangelio que Cristo predicó en Galilea y que está escrito
en la Biblia.
A pesar de que Cristo prometió una nueva Revelación de la Verdad, mediante el
Consolador, mediante Su propio retorno, mediante el Espíritu de Verdad, la iglesia
cristiana considera la Revelación de Cristo como final y se considera a sí misma
como la única depositaria de la verdadera religión. No hay lugar para que el
Supremo Redentor de la Biblia traiga grandes cambios para el establecimiento del
Reino de Dios. En realidad este Reino se describe a menudo como una iglesia
universal.
17
San Juan V: 18‐47 donde Jesucristo repudia el cargo que Él reclamaba igualdad con Dios.
18
San Juan XIV: 28
19
San Mateo X: 34
20
San Juan XVIII: 36
18
Habiendo cerrado así la Alianza de Dios con la Biblia, la historia sagrada,
dirigida por Dios, llegó a su fin y comenzó la historia secular, sin ningún sentido
de propósito divino ni unidad.
La Revelación de Jesucristo fue puramente espiritual. El enseñó que “Mi Reino
no es de este mundo” y que el “Reino de los cielos está en nosotros”. Su gran
legado al hombre fue el conocimiento de la vida eterna. Él dijo a los hombres que
podían gozar físicamente de perfecta salud y sin embargo, estar espiritualmente
enfermos o aun muertos. Pero esta era una verdad difícil de comunicar y Jesucristo
tuvo que ayudar a los hombres a darse cuenta de ella. Dijo que Él era un Médico
espiritual y que los hombres a quienes Él curaba de una dolencia espiritual eran
curados de ceguera, sordera, cojera, lepra y cosas por el estilo. Este fue el
verdadero significado de una frase al final de un discurso: “Él que tenga oídos
para oír, que oiga.” Porque un oyente podía oír la palabra física de Jesucristo y no
comprender el significado espiritual. Jesucristo, en otras palabras, estaba tratando
de curar para siempre las enfermedades espirituales. Así, Sus discípulos lo
entenderían como un Médico de dolencias espirituales, pero podría ser tomado por
otros como aliviador de males físicos solamente.
Sin duda Jesucristo podía, y a menudo lo hizo, curar enfermedades corporales
por medios espirituales, pero esto no tiene nada que ver con Su verdadera obra
como Redentor. Por otro lado, estas curas espirituales que Él efectuó podrían ser
mal interpretadas como milagros físicos, y por eso Él les dio poca importancia:
“Mirad que nadie lo sepa.”21
La misión espiritual de Cristo fue pronto materializada, específicamente en lo
que respecta a cosas tales como los milagros, curar a los ciegos y a los sordos,
resucitar a los muertos. Aun su propia resurrección fue tomada como física,
errando completamente en su significado. Más aún, nada del complejo orden de las
ceremonias, ritos y letanías de la Iglesia pueden ser atribuidos a Cristo. Todos son
hechos por el hombre, por inferencia o invención.
Bien podía Cristo prevenir a Sus discípulos que surgirían falsos profetas y mal
interpretarían Sus enseñanzas de manera de engañar aun al más fervoroso e
21
San Mateo IX: 30
19
inteligente de Sus creyentes; desde los primeros tiempos los cristianos han
disputado acerca de la verdad cristiana con concilios, en sectas, en guerras.
Para recapitular, si los cristianos dicen “nuestros actos pueden estar
equivocados”, dicen la verdad. Si dicen “pero nuestro Evangelio es correcto” están
completamente equivocados. Los falsos profetas han corrompido el Evangelio con
tanto éxito como la han hecho con los actos y las vidas del pueblo cristiano.
20
Capítulo Quinto
21
La humanidad había tenido ya la experiencia de organizar la familia, la tribu y
el estado ciudad antes que la humanidad pudiera proceder a la tarea de organizar el
gobierno muy superior de la Mancomunidad de Bahá'u'lláh, tenía que darse una
lección preliminar en el arte de construir una nación. Esto constituyó la misión
especial del Profeta árabe cuyo advenimiento había predicho Moisés, como la
muestra el Guardián de la Fe bahá'í en las paginas 124-5 de “El Día Prometido Ha
Llegado”. “De antiguo ha sido revelado: El amor a la patria es un elemento de la
Fe de Dios” dijo Bahá'u'lláh con referencia a esta misión.
Las condiciones de la vida de Muhammad no se desenvolvieron en forma tal,
como para que esta misión resultara fácil. Nacido en la Meca, la capital de Arabia,
alrededor del 570, se encontró en medio de un pueblo compuesto de cien tribus
guerreras que heredaron una tradición de politeísmo, resistiendo todo esfuerzo de
evangelización y que consideraban el combate como la única ocupación digno de
los hombres. Esta era la raza a la cual Muhammad debía convertir al monoteísmo y
unificar en un indestructible vínculo de hermanos, basando su unidad en su fe
religiosa.
Muhammad tenía ya alrededor de cuarenta años de edad cuando comenzó a
enseñar principios éticos semejantes a aquellos del Antiguo Testamento y a
proclamar la sucesión de los profetas, incluyendo su propio carácter de sucesor de
Jesucristo, cuya divinidad y cuyo Evangelio exhortó a sus creyentes a aceptar. Pero
después de pocos años se vio obligado por severa y continúa persecución a
abandonar su ciudad nativa y dirigirse a Medina donde inmediatamente comenzó la
ejecución de la verdadera misión de su vida, la construcción de una nación
espiritual.
Los estudiosos occidentales parecen considerar en forma unánime al
nacionalismo como la verdadera contribución creadora de Muhammad al
desarrollo humano. Todos han reconocido la extraordinaria habilidad desplegada
por él al organizar y consolidar las tribus salvajes de Arabia. Sir William Muir, por
ejemplo, escribió que: “… él, con habilidad consumada, ideó un mecanismo por
medio del cual…, modeló gradualmente las dispersas y desunidas masas de la raza
arábiga en un todo armonioso, un cuerpo político dotado de vida y vigor… por arte
22
incomparable y una rara supremacía mental, persuadió a toda Arabia, pagana, judía
y cristiana, a seguir sus pasos con dócil sumisión”.22
T.W.Arnold, en “The Preaching of Islam”23 escribe en el mismo tono. “Las
tribus árabes fueron así impelidas a ofrecer su sumisión al Profeta, no solamente
como cabeza de la más poderosa fuerza militar de Arabia, sino como el exponente
de la teoría de vida social que estaba haciendo a todas las otras débiles e ineficaces.
Muhammad había triunfado en introducir en la anárquica sociedad de su tiempo un
sentimiento de unidad nacional, una conciencia de derechos y deberes de unos
hacia los otros, cómo los árabes no habían sentido antes” (pag. 40 - 41).
Los rasgos notables que distinguen el sistema de Muhammad se pueden resumir
en nueve puntos.
1. El patriotismo era parte de la Fe.
2. Solamente los musulmanes eran ciudadanos completos; las minorías, tales
como los cristianos y los judíos, gozaban de libertad y protección, pero no de
la plena hermandad del Islam.
3. Había un lenguaje obligatorio para todos, cuya adopción era una condición
básica de la ciudadanía en el imperio musulmán.
4. No había distinción de clases, y se estableció la igualdad de derechos entre
todos los musulmanes.
5. Había unidad de la tradición ritual y religiosa.
6. Había libertad de pensamiento y reconciliación entre la ciencia y la religión.
7. Había un sistema jurídico con sus leyes y cortes de justicia independientes
de la voluntad del gobierno.
8. A todo ciudadano se le aseguraba verdadera y real participación como
miembro de la nación, igual que en una modera democracia.
9. Era un estado teocrático.
Una original combinación de las dos teorías opuestas pero complementarias de
teocracia y democracia parece ser la firme base del sistema de Muhammad, sobre
lo cual, el Profesor de Santillana explica claramente en su ensayo incluido en ‘The
Legacy of Islam’, cómo se efectuó esta combinación. Él muestra que Muhammad
eliminó las anteriores lealtades limitadas de tribu y familia. Un creyente que
22
The Life of Mahomet, p. 86, Smith, Elder & Con., London, 3rd. ed. 1894
23
Constable, London, 2nd. ed. 1913
23
adoptaba el Islam debía olvidar y renunciar a sus parientes y amigos, a menos que
ellos fueran sus compañeros de la Fe. Todas las vinculaciones, pendían solamente
de la religión. La comunidad del islam era diferente de cualquier otra. Era la
escogida de Dios a la cual estaba confiado el fomento del bien y la represión del
mal. Era el único testigo de Dios entre las naciones, el único asiento de justicia y fe
en el mundo. En lugar de la vida impersonal de la tribu emergió la vida personal
del individuo que tenía títulos y deberes no por ser miembro de la comunidad sino
por su adhesión a la Fe. El patriotismo fue así un elemento de la Fe.
“El islam es el gobierno directo de Alá, el dominio de Dios… sobre Su
pueblo… Alá es el nombre del poder supremo, actuando en el interés común…
entre Alá y el creyente no hay mediador; el islam no tiene iglesia, ni sacerdotes, ni
sacramentos… El hombre está solo en presencia de Dios, en la vida y en la
muerte… para quien toda acción y palabra es presente…; solo responderá por sus
actos, y solo enfrentará el juicio de Dios… el más rígido protestantismo es casi una
religión sacerdotal, comparada con este monoteísmo personal, inflexible, e
intolerante de ningún a interferencia entre el hombre y su Creador”24
Citando el principio islámico de que “el objeto de gobierno es conducir al
hombre a la prosperidad en este mundo y la salvación en el próximo”, el Profesor
escribe que “el blanco no está sobre el negro ni el negro sobre el amarillo; todos
los hombres son iguales delante de su Hacedor”, dijo el Profeta. Iguales ante
Dios, miembros de una gran familia en la cual no hay nobles ni villanos sino sólo
creyentes, los musulmanes son iguales ante la ley civil; y esta igualdad fue
proclamada en una época en que era prácticamente desconocida en la sociedad
cristiana. Esta ley, igual para todos, se apoya esencialmente en la buena fe. Los
musulmanes deben cumplir sus promesas… Esta concepción de la buena fe es
esencialmente una concepción ética y se eleva a una noción abstracta y universal.
Nos impresiona por ser más afín a nuestra mentalidad que la concepción feudal y
germánica de la buena fe que surge de la lealtad personal”.25
Evidentemente la intención de Muhammad fue hacer del islam no sólo un
modelo de organización sino un modelo en sus relaciones internacionales. El
Profeta insistió en que el estado musulmán debía observar sus tratados como
24
Law and Society: The Legacy of Islam, ed. Sir Thomas Arnold and A. Guillaume. O.U.P. 1931, p. 286‐287.
25
Ibíd., p. 304
24
sagrados. “Vosotros que creéis”, escribe en el Corán, “no seáis falsos en vuestros
compromisos, a sabiendas… O si teméis traición de cualquier pueblo, arrojadles
sus tratados como deseéis, porque Dios no ama a los traidores… Y si ellos se
inclinan a la paz, inclinaos vosotros también a ella.” (Surih 8 versículos 27, 60,
63.) Él advierte a Sus discípulos que si hacen un tratado con infieles y los infieles
lo respetan, también deben cumplir sus compromisos “con ellos por todo el tiempo
de su tratado porque Dios ama a aquellos que Le temen… Pero sí, después de
alianza hecha, ellos rompen sus juramentos y denigran vuestra religión,
entonces combatid con los líderes de la infidelidad – pues ningún juramento
obliga hacia ellos – para que desistan.” (Surih 8, versículo 4 y 12) Muhammad
mismo observó estrictamente los principios de la justicia en sus tratos públicos y
privados. Las guerras que emprendió no fueron como aquellas de conquistadores
terrenales, sino que fueron exigidas por las condiciones de esos tiempos sin ley.
Tuvieron el propósito de proteger la Fe y a sus adeptos y no fueron llevadas más
allá de la que fue necesaria para este propósito de protección.
La originalidad de estas reglas prácticas y a necesidad de introducirlas e
imponerlas en la anárquica vida internacional de esos días, puede ser juzgada por
el siguiente extracto de ‘The Spirit of Islam’,26 “Los Romanos nunca pudieron
darse cuenta de los deberes de la moralidad internacional o de la humanidad.
Emprendían la guerra para el solo propósito de subyugar a las naciones
circunvecinas… La santidad de los tratados era desconcordia… La libertad de otras
naciones nunca tuvo la menor importancia para ellos. La introducción del
cristianismo produjo poco o ningún cambio en las opiniones de sus profesores con
relación a las obligaciones internacionales. La guerra era tan inhumana y tan
exterminadora como antes… La cristiandad no se ocupó de la moralidad
internacional y dejó a sus adeptos tanteando en la oscuridad.”
Según una tradición que es probablemente verdadera y que, en el caso del rey
persa ha sido confirmado por el propio Bahá'u'lláh, Muhammad envió desde
Medina cartas de amistad, proclamando su posición de Profeta, a seis gobernantes
vecinos: al Emperador de Bizancio, al Emperador de Persia, al Rey de Abisinia, al
Gobernador de Egipto, al Rey de Hira, al Duque del Yemen en Arabia Central y
también al Emperador de la China (en 628 d.C.) la cual estaba entonces bajo al
26
Siyyid Ameer: “Alí, The Spirit of Islam, Christopher, London, Rev. 1922, pag. 209.
25
dinastía T’ang y entrando en una época de oro. Así buscó relaciones amistosas
entre Él y los gobernantes de otros pueblos y tomó una audaz iniciativa de poner el
internacionalismo sobre una sólida base de ley y justicia.
“Que haya en vosotros una nación convocando a los buenos” es una orden
divina en el Corán. Y a pesar de las disensiones y guerras civiles, algún tiempo
transcurrió antes de que la conciencia musulmana apoyara tal división de
nacionalidades como hemos visto que es la característica del islam de nuestro
tiempo y la propagación de un idioma por todo el territorio conquistado se llevó a
cabo con mucho mayor éxito y determinación de los que jamás lograron o
desplegaron los romanos. Porque en una época la lengua árabe dominaba toda el
área islámica desde España y África del Norte hasta el Asia Central; no toleraba
ningún idioma rival como e ellatín toleró al griego.
Siyyid Ameer ‘Alí resume la contribución del islam a la ciencia política en el
siguiente notable comentario:
“El islam dio al pueblo un código que, aunque arcaico en su simplicidad, fue
capaz del máximo desarrollo de acuerdo con el progreso de la civilización material.
Confirió al Estado una constitución flexible, basada en una justa apreciación de los
deberes humanos. Limitaba los impuestos, hacía a los hombres iguales ante los
ojos de la ley, consagraba los principios del auto-gobierno. Estableció un control
sobre el poder soberano, haciendo que la autoridad del ejecutivo esté subordinada a
la ley, una ley basada en la sanción moral y en obligaciones religiosas. ‘La
excelencia y efectividad de cada uno de estos principios’ – dice Urquhart- ‘(cada
uno capaz de inmortalizar a su fundador), dio valor al resto; todos combinados
dotaron al sistema que formaron de una fuerza y energía que exceden a la de
cualquier otro sistema político. Dentro del período de vida de un hombre, aunque
en manos de una población salvaje, ignorante e insignificante, se propagó sobre
una extensión mayor que los dominios de Roma. Mientras retuvo su primitivo
carácter, fue irresistible’”27
27
Urquhart, The Spirit of the East vol. I, intro, XXVII, Siyyid Ameer ‘Alí The Spirit of Islam, pag, 277.
26
Capítulo Sexto
28
Que esta carta representaba la firme actitud de tolerancia y buena voluntad que el Profeta acostumbraba
mostrar hacia los cristianos, se puede deducir de los términos de una carta paralela a los cristianos de Najrán, que
el Siyyid cita en la misma obra, pág. 273.
27
de practicar su religión y no serian sujetas a compulsión ni a molestias de ninguna
clase por ese motivo. Si los cristianos necesitasen ayuda para la reaparición de sus
iglesias o monasterios, o en cualquier otro asunto relativo a su religión los
musulmanes deberían ayudarlos. Esto no sería considerado como tomar parte en su
religión sino simplemente como prestarles ayuda en su necesidad, y cumpliendo
con las ordenanzas del Profeta, que eran a favor de ellos, por la autoridad de Dios y
su Apóstol. si Silos musulmanes estuvieran envueltos en hostilidades con cristianos
de afuera, ningún cristiano residente entre los musulmanes debía ser tratado con
desprecio por causa de su credo. Cualquier musulmán que así tratara a un cristiano
sería tenido por recalcitrante al Profeta.”
Ningún estudioso cristiano que lea las enseñanzas de Muhammad puede dejar
de observar el hecho de que su sistema ético corrigió muchas de las corrupciones
que se habían infiltrado en la Fe cristiana del siglo séptimo. Por ejemplo,
Muhammad predicó un enfático monoteísmo en lugar de una Deidad trinitaria. No
dejó sitio para aquel sacerdotismo que había de tal modo enervado y desfigurado el
espíritu del Evangelio. Alentó y promovió de la manera más vigorosa el ejercicio
de la ciencia y del saber que se había convertido en anatema para la ortodoxia
cristiana; se cree que Él dijo que la tinta del erudito era más sagrada que la sangre
del mártir y que ordenó a los creyentes que fueran hasta la China a buscar sabiduría
si era necesario. En vez de apoyar el celibato, honró el matrimonio, la vida del
hogar y los deberes domésticos y por el énfasis que puso en la unidad de todos los
creyentes y el supremo deber de la lealtad fraterna, mostró su horror al cisma.
Tan propicias fueron las relaciones entre las dos religiones y tan fuerte la
influencia espiritual de Muhammad que las masas cristianas estuvieron dispuestas
a aceptar la Fe del Profeta árabe. El Báb en verdad dice que lo único que les
impidió de hacerlo fue la negligencia de los sacerdotes, “porque si éstos hubiesen
creído, habrían sido seguidos por la masa de sus conciudadanos”. Si no hubiera
sido por el desafortunado consejo divisorio de estos sacerdotes cristianos la historia
habría sido en realidad diferente.
28
Capítulo Séptimo
29
Dijeron que era demasiado joven.
29
'Abdu'l-Bahá describe a este clan como la bestia del insondable pozo que
combatió contra la vida espiritual del islam y la mató, no dejando de la religión
nada más que las plegarias y el ayuno; toda la justicia, la rectitud, la misericordia y
en verdad todas las virtudes que el Profeta había entronizado en el islam, se
perdieron irremisiblemente.
Privado de la guía de la familia de Muhammad y gobernado por los
descendientes de los enemigos del Profeta, el islam se transformó en un estado
secular cuyos gobernantes usaban la religión para fines seculares. Los planes de
Muhammad permanecieron desconocidos y así permanecen hasta hoy, aunque es
fácil presumir cuál era en general su carácter.
Esta atroz violación eliminó toda posibilidad de que el amor de Muhammad a la
cristiandad, tan ostensiblemente exhibido durante Su vida, se desarrollara y de allí
en adelanta las relaciones entre estas dos grandes civilizaciones siguieron su curso
trágico y continuaron hasta nuestros días perturbando el orden del mundo e
impidiendo el establecimiento de esa unidad en la fraternidad que era tanto el
deseo de Cristo como el de Muhammad.
30
Capitulo Octavo
El Cristianismo y el Islam
El islam, perdida gran parte de su fuerza espiritual y teniendo que dedicar sus
múltiples energías principalmente a fines seculares, continuó su carrera de
conquista, expulsó a los cristianos de Palestina, de África del Norte y de la mayor
parte de España, aunque fue detenido en Francia, en la batalla de Tours. La
cristiandad occidental, por otro lado, retrocedió a la Edad Media y languideció, en
una semibarbarie, por espacio de siglos.
‘Umar y los Califas que la sucedieron extendieron rápidamente el imperio
musulmán desde las Columnas de Hércules hasta Calicut. En medio de un mundo
oscuro y estancado surgió como por arte mágica una brillante civilización. En 760
d.C. sus gobernantes trasladaron su capital de Damasco a Baghdad y fundaron
sobre el asiento de una antigua aldea cristiana, una ciudad que se convirtió
inmediatamente en un centro mundial de cultura y comercio, y lo fue por cinco
siglos. Todos los aspectos de la civilización conocidos en la época se encontraron
allí reunidos y renovados y en muchos casos llevados a alturas nunca alcanzadas
antes: las letras y el lenguaje, las artes, las ciencias prácticas y abstractas, el
comercio, los transportes y la navegación, la invención y la industria, la
jurisprudencia y las artes del gobierno. A causa de la posición central del Corán,
venerado como un milagro literario, y del orgullo árabe por su idioma, al cual
tenían como la única lengua perfecta hablada por el hombre, y que en realidad es
considerado por los estudiosos de hoy como una de las más grandes hazañas
intelectuales de la raza, la literatura en todos sus usos y formas ocupó un lugar
eminente. Se fundaron escuelas y universidades, que fueron colmadas por
estudiantes de muchas naciones. Grandes obras fueron producidas sobre toda clase
de materias; se reunieron grandes bibliotecas conteniendo cientos de miles de
volúmenes. Los Califas escudriñaron la tierra en busca de conocimiento, enviando
expediciones de investigación y arrancando a tierras extrañas y a edades distintas
su sabiduría ancestral. Se empleó un ejército de traductores para verter al árabe
obras griegas, egipcias, indias y judías. La gramática y sus leyes fueron estudiadas
con gran esmero. Se prepararon diccionarios, léxicos y enciclopedias en vasta
31
escala. De la China se introdujo el uso del papel; de la India un nuevo sistema
numérico (generalmente conocido como arábigo). El árabe se convirtió en el
idioma universal. Los Califas invitaban a hombres de letras renombre intelectual a
la Corte. Eruditos, filósofos, poetas, gramáticos de diversas tierras encontraron un
lugar de reunión en las grandes librerías de la capital.
El cultivo de la ciencia, lo mismo en su aspecto práctico como en lo abstracto,
se mantuvo a tono con el de las letras. En ciencia experimental, en medicina y
cirugía, en química y física, en geografía, en matemáticas y en astronomía, los
árabes estuvieron a la cabeza del mundo de esos días. Inventaron una nueva y
exquisita forma de arquitectura, que se distinguió por una combinación de etérea
gracia y solidez y por el empleo de la luz. La influencia de este estilo se encuentra
a través de la India, hasta Java, la China, el Sudan y toda Rusia. Desarrollaron
muchas ramas de la industria y mejoraron los métodos de la agricultura y la
horticultura. Al introducir el uso del compás marino, sus barcos atravesaron los
mares, al paso que las caravanas mantenían el comercio entre todas las provincias
del imperio, llevando productos de la India y la China, del Turquestán y Rusia, del
África y el Archipiélago Malayo.
La gloria de Baghdád con sus mezquitas y palacios, sus templos del saber, sus
fragantes jardines, fue reproducida en los centros menores del mundo islámico: en
Basra, en Bokhara, en Granada y Córdoba. Se ha escrito acerca de esta última
ciudad que en la cúspide de su propiedad contenía más de 20.000 casas y más de
un millón de habitantes, y que después de la puesta del sol un hombre podía
caminar en línea recta diez millas por calles pavimentadas e iluminadas; sin
embargo en Europa, siglos después, no había una sola calle pavimentada en Paris
ni un farol público en Londres.
La de Córdoba fue la primera Universidad fundada en Europa y en sus aulas
recibieron instrucción multitud de estudiosos cristianos, entre los cuales se cuenta a
Gerber, que más tarde fue Silvestre II, el brillante Papa de Roma.
Inevitablemente, y a despecho del antagonismo existente entre la cristiandad y
el islam, esta elevada civilización influyó en el curso de la vida y el pensamiento
de Europa. A través de la avanzada musulmana en Sicilia y de la centelleante
brillantez de la España mora, por la inteligencia de los sabios y los recursos de las
Universidades musulmanas, por los comerciantes, los diplomáticos y viajeros,
32
marinos y campesinos reconquistados, nuevas ideas, técnicas y actitudes pasaron
del islam a la Europa occidental.
Luego vino el día, en 1094, cuando el Papa hizo un llamado a la caballería y a
los fieles de la cristiandad para que fueran y expulsaran a las huestes sarracenas del
santuario cristiano que ellas habían capturado, restablecieran la Fe cristiana en su
antiguo hogar. Europa se movilizó a esta orden y por casi doscientos años las
vicisitudes de esta guerra colosal entre Europa y Asía, Occidente y Oriente, el
cristiano y el infiel, continuaron causando la pérdida de millones de vidas,
esparciendo infinita miseria y derrochando inmensos tesoros. Los cristianos
finalmente se retiraron en ignominiosa y completa derrota y el islam quedó en
posesión de todos los Lugares Sagrados que había poseído antes.
Fue Europa, sin embargo, y no Arabia la que salió ganando de la lucha, porque
las Cruzadas suministraron un nuevo canal para que el conocimiento de la
civilización musulmana fluyera hacia Europa. Por espacio de doscientos años los
hombres principales de Europa estuvieron constantemente yendo y viniendo entre
los dos continentes, ganando así, no sólo un conocimiento de primera mano de la
gran cultura existente en Siria, sino también una inmensa emancipación del espíritu
humano.
Gradualmente, bajo este multitudinario impulso del Oriente, el oscurantismo de
la Iglesia medieval en Europa Occidental cedió y finalmente, en el Renacimiento,
cayó en derrota. El Renacimiento fue verdaderamente una expresión del ‘joie de
vivre’ que Europa aprendió de los árabes y del Renacimiento emergieron aquellos
rasgos de la cultura islámica con los cuales los europeos, despertando, comenzaron
a construir una civilización más rica, más feliz, más vehemente de lo que jamás
habían soñado.
La cristiandad ha sido lenta en darse cuenta y admitir la deuda que nuestra
civilización occidental tiene con el Oriente. Pero los hechos están escritos
ampliamente en la historia y solamente el prejuicio puede llevarnos a menospreciar
nuestra deuda.30
“Examinemos las dos civilizaciones” escribió Seignobos en su ‘Histoire de la
Civilization au Moyen Age’, que en el siglo once dividieron el mundo antiguo. En
30
'Abdu'l‐Bahá, The Secret of Divine Civilization, págs. 92‐92
33
el occidente – pequeñas ciudades miserables, cabañas de campesinos y grandes
fortalezas – un país siempre agitado por la guerra, donde uno no podía viajar diez
leguas sin correr el riesgo de ser robado; y en el oriente, Constantinopla, El Cairo,
Damasco, Baghdad, con sus palacios de mármol, sus talleres, sus escuelas, sus
bazares, sus aldeas y el incesante movimiento de comerciantes que viajaban en paz
desde España hasta Persia. No hay duda de que los mundos musulmán y bizantino
eran más ricos, mejor gobernados, mejor iluminados que el mundo occidental. En
el siglo once estos dos mundos comenzaron a conocerse mutuamente; los bárbaros
cristianos entraron en contacto con los civilizados musulmanes de dos maneras:
por la guerra y por el comercio y por el contacto con los orientales, los
occidentales se civilizaron”.
34
Capítulo
31
Lecky; History of the Rise and Influence of Rationalism in Europe; cap. 4, parte II, págs. 87‐88
37
porque estaba en la oscuridad. La fe, dijo, era como la luz del sol que permitía al
espejo ver y reflejar todas las verdades celestiales que estaban frente a él. Estos
símbolos expresan con exactitud los puntos de vista cristiano y bahá'í acerca de la
razón y la fe, pero no el concepto de la ortodoxia tradicional que es puramente
humano.
La posición referente a las herejías, al dogma, a la investigación, a la razón y
temas semejantes, se apoyaba plenamente en la autoridad de una gran institución,
mas Jesucristo no había revelado ninguna institución específica y todas las
instituciones, grandes o pequeñas, viejas o nuevas, han sido deducidas por la razón
humana partiendo de esta o aquella frase o texto del Evangelio. Ninguna iglesia en
la actualidad, ni en época alguna, puede señalar en el Evangelio una norma que
indique su estructura, su sistema de sucesión y con la cuál puede silenciar a sus
críticos. Todo el sistema se apoya en la mera especulación. Ninguna de las
instituciones de la cristiandad puede sostener que ha sido formada y erigida en
directa conformidad con un mandato expreso del Evangelio. Todas son hechas por
el hombre.
La ortodoxia, más que desprendimiento o rectitud moral, ha sido el caballo de
batalla de las autoridades religiosas. Su entusiasmo se ha limitado en gran parte a
insistir en enseñanzas, doctrinas, especulaciones que, como su propia estructura,
han sido ideadas por ellos mismos y alrededor de las cuales, han surgido
controversias que nadie pudo finalmente decidir. Pero no se insistió sobre los
principales mandamientos éticos de Cristo, ni sobre la obediencia a los mismos.
Ninguna iglesia, por ejemplo, ha adoptado jamás la desafiante prueba para sus
miembros que el propio Jesucristo empleó con sus discípulos: “En esto conocerán
todos que sois mis discípulos, si tuvieres amor los unos con los otros.” (Juan
XIII: 35)
Europa, en consecuencia, no ha estado jamás tranquila, llena de buena voluntad
ni unidad, sino al contrario, llena de opresión, miseria, lucha y turbulencia. La
causa de la religión ha sido sostenida por las más flagrantes violaciones en la ética
del Evangelio.
Tanto se apartó de la religión tradicional de Europa, en su carácter y efectos, de
la religión del Evangelio, que se convirtió en la causa principal de sentimientos y
conducta anti-cristianos. Promovió el odio y el cisma, el descontento, la lucha, la
38
crueldad y la injusticia, la supresión de la verdad por la fuerza y la razón. Ha
dirigido persecuciones, ejecuciones en la hoguera, extermino de los herejes,
supresión de la verdad por la fuerza. 'Abdu'l-Bahá comenta sobre este asunto en
una charla dada en Green Acre, Maine, el 17 de agosto del 1912: “Novecientos mil
mártires de la causa protestante fue el récord del conflicto y diferencias entre esa
secta de cristianos y los católicos. Consultad la historia y confirmad esto”. 32
Mas luego, otra divergencia entre la actitud de la Iglesia y la de todos los
progresistas tomó forma y se expandió ampliamente. La Iglesia se opuso a aquella
edificación de naciones que había sido la principal contribución de Muhammad a
la historia humana y que debía ser tan importante para el surgimiento de la
civilización Occidental como lo fue para el islam.
Los intereses de la Iglesia y del Estado nunca fueron armoniosamente
combinados en la historia cristiana como lo fueron por Muhammad. Se habían
ensayado cuatro tipos de relaciones. Primero la de Roma en la cual la Iglesia estaba
por encima del Estado; segundo, la de Prusia, en que el Estado predomina sobre la
Iglesia; la tercera fue la de Inglaterra, en que la Iglesia y el Estado existen lado a
lado como aspectos distintos de una comunidad; por última, la adoptada en los
Estados Unidos de Norteamérica, donde se considera a la Iglesia simplemente
como una asociación voluntaria de individuos y no tienen relación oficial alguna
con la nación.
Ninguna de estas relaciones ha sido satisfactoria. Ha quedado para la Fe bahá'í
la tarea de desarrollar una estructura de vida nacional en la cual ambos puedan
estar perfectamente unidos y armonizados.
El desarrollo del estado nacional ha sido en Europa una gran proeza moderna y
su logro ha producido inmensas ventajas para el adelanto de las ciencias, la
promoción de las industrias, la filosofía del hombre corriente, y ha dado a la vida
nacional una libertad y un poder no igualados por ninguna forma previa de
estructura social. Empero estas ventajas han sido ganadas a despecho de la Iglesia
y en nuestro tiempo el resultado final de la lucha es la humillación de la Iglesia y
muy a menudo la secularización de la vida nacional.
32
Promulgation of Universal Peace, pág. 259
39
No solamente han sido asi hmnillados el prestigio y la influencia de la Iglesia,
sino que tambien han decaido el prestigio y la influencia de la religion. Al mismo
tiempo se ha fortalecido y exaltado el materialismo. Asi, pues todo progreso de
nuestra civilizaci6n occidental ha sido no el auge de la cristiandad, sino todo lo
opuesto.
40
Capítulo Décimo
Pero al final del siglo dieciocho y durante las primeras décadas del diecinueve,
las intuiciones de hombres espirituales hablaron en lenguaje más claro. Un
estallido de líricos saludos dio la bienvenida a la inminente llegada del Reino.
“La noche termina y el día se acerca;
¡Despertad! Mirad: oigo el sonido creciente
De ciclos venideros, como una ronda de océanos;
Veo la gloria de mil años
Iluminando del uno al otro confín!
Frederick Tennyson (1807-98)
45
Capitulo Decimoprimero
El Báb 33
La Biblia tiene como tema constante la dura jornada de la humanidad hacia el
Reino de Dios, y pinta la promesa de alcanzarlo con vívidos matices, con fervor y
con ilimitado gozo. Estas exquisitas imágenes han sido fuente de inagotable
consuelo y felicidad para más de cien generaciones de una anhelante raza. Pero la
Biblia en ninguna parte describe la interioridad de aquel Reino ni desarrolla su
psicología, ni explica por qué el Reino debe llegar en aquella etapa particular de la
jornada del hombre. Jesucristo admite expresamente que Él tenía otras cosas que
decir y da como razón para retenerlas que la humanidad, en Su diva, no estaba
suficientemente avanzada y madura para comprender sus futuras experiencias.
Pero el Heraldo del Reino había venido y se había marchado. El Sello de los
Profetas, asimismo, había venido y se había marchado. El siguiente gran
acontecimiento espiritual era la efectiva venida del Reino que ambos Reveladores
habían anunciado.
Con El Báb comienza, en efecto, el Reino. Él es al mismo tiempo un Profeta
Revelador que trae su propia Dispensación y Leyes, y el Precursor de otro Profeta,
Bahá'u'lláh, portador de una Revelación inconmensurablemente mayor que la suya.
Ubicado en el punto de cierre de todo el Ciclo Profético,34 su Revelación se
indica como incluyendo veinticinco de las veintisiete Letras de todo Conocimiento;
con Él, todos y cada uno de los Profetas del pasado tienen una Alianza separada,
relativa a Aquel a Quien Él anunció: el Supremo Redentor del Mundo. Así, pues,
se encuentra Él en la confluencia del Ciclo Profético que se cierra y de la Era de la
Realización que ahora se abre. La Era bahá'í comienza con Su Declaración en la
noche del 22 de mayo de 1844 introduciendo la Era Universal de la Verdad. Las
creativas energías que Él imparte, confieren a la humanidad la capacidad de
alcanzar su madurez que, a su debido tiempo le permitirá, conjuntamente con el
33
Siyyid 'Alí ‐Muhammad de Shiráz, un descendiente de Muhammad conocido en la historia como el Báb, 1819‐50.
Él fue el Qá’im del Islam y Precursor de Bahá'u'lláh, “Aquel a Quien Dios hará manifiesto”.
34
Muhammad, “El Sello de los Profetas”, fue el último en la Edad de la Promesa. El Báb cerró esta Edad y abrió la
de la Realización.
46
poder aún mayor generado por Bahá'u'lláh, lograr la unificación orgánica de la raza
humana.
Para cualquier espíritu realmente anhelante, la Declaración del Báb habría
indicado que el Reino de Dios había en verdad llegado. Ninguna previa
Manifestación, ni aun el propio Jesucristo, había lanzado un desafío a los
gobernantes del mundo proclamando la auto suficiencia de su Causa, denunciando
la vanidad de su efímero poder y llamándoles a poner de lado su dominio y a
entregar su Mensaje a las tierras de Oriente y Occidente. Empero para hombres
tales como las autoridades persas, estas afirmaciones solamente probaban que el
Autor era sin duda un charlatán y que probablemente no estaba en su sano juicio y
que su Causa caería rápidamente por su propio peso.
El progreso de la enseñanza del Báb nunca marchó al ritmo del ardor de su
propio deseo. Su peregrinación a la Meca no dio fruto visible, y a Su regreso, fue
arrestado y traído prisionero a Shiráz donde fue violentamente abofeteado en
público juicio y puesto en libertad bajo palabra. Sus discípulos, llevando su
Mensaje a través del país, sufrieron oposición en todas partes siendo a menudo
maltratados y perseguidos. Algunos fueron torturados y otros martirizados.
Pero al mismo tiempo, el fuego de los bábís encendió interés y entusiasmo en la
campiña, en las ferias. La elocuencia del Báb y Su radiante encanto, enfervorizaba
muchos y muchos corazones. Cuando los altos dignatarios de la Iglesia y del
Estado, después de más de dos años, se hicieron cargo de la situación, hallaron que
el Báb había cautivado los corazones de grandes y pequeños en la importante
ciudad Shí'íh de Isfáhán y que su Causa se extendía ahora entre las clases de los
comerciantes, en el ejército y en la clase media de terratenientes. Hondamente
alarmados por el resultado de su negligencia, trazaron un plan cuidadosamente
elaborado, el cual ejecutarían sin piedad hasta que esa monstruosa herejía (como
ellos la consideraban) hubiese sido eliminada.
En 1847 el Báb fue transportado a la solitaria y montañosa plaza fuerte de
Ádhirbáyján y encerrado allí; primero en el castillo de Máh-Kú y después de el de
Chihríq donde pasó el corto período restante de Su vida. Los mullas de la secta
Shí'ih, denunciaron Sus enseñanzas y desde sus púlpitos, incitaron a sus
congregaciones contra todos los bábís apelando a su fanatismo. Los bábís fueron
asaltados, sus hogares allanados y saqueados, sus mujeres maltratadas. Los
47
tribunales no les dieron ninguna protección ni reparación alguna. Los bábís estaban
prácticamente fuera de la ley.
En tres vecindarios, los de Tabarsí, Nayríz y Zanján, los bábís acosados
resistieron y sólo fueron vencidos por las tropas del Rey que usaron el perjurio y la
traición, amén de su abrumador número.
Profundamente heridos por el cruel aprisionamiento de su amado Señor, los
bábís lucharon en su nombre para defenderse. Con tanto éxito, que el nuevo primer
ministro resolvió acabar de una vez por todas con el conflicto dando muerte al Báb,
ya fuera con respaldo legal o sin el. El Báb fue traído de Chihríq a Tabríz donde
fue fusilado.
La ocasión de Su martirio provee a la historia espiritual del martirologio de un
milagro indudable, presenciado por testigos de ambos bandos.35 El Báb fue
suspendido de una cuerda en una viga incrustada en la pared de la prisión junto a
un discípulo favorecido reclinado sobre Su pecho. Un regimiento cristiano fue
escogido como fuerza de ejecución y su coronel, horrorizado ante el pensamiento
de levantar su mano contra un hombre Santo, imploró que lo excusara de cometer
tal sacrilegio. “Cumple tus ordenes” – le dijo el Báb – “y si tu intención es
sincera, el Todopoderoso con seguridad podrá sacarte de tu perplejidad”.
Un momento antes de la ejecución, el Baba llevó a un lado a su amanuense,
Siyyid Husayn, para una conversación confidencial en una de las habitaciones de la
prisión. El carcelero les interrumpió y ordenó al Báb salir inmediatamente. “Hasta
que haya dicho a él todo cuanto tengo que decirle” – advirtió el Báb al carcelero
– “ningún poder de la tierra puede silenciarme. Aunque todo el mundo se arme
contra Mí, serán sin embargo impotentes para impedirme cumplir hasta la
última palabra de Mi intención”. Luego siguió al carcelero.
El regimiento cristiano abrió fuego contra el Baba y su discípulo, atados a la
viga de madera, y cuando el humo de setecientos cincuenta rifles se hubo disipado,
diez mil espectadores vieron que El Báb había desaparecido estando el discípulo de
pie, en el suelo indemne. Una frenética búsqueda se emprendió y el Báb fue
hallado terminando Su conversación con el amanuense.
35
A.L.Nicolás, Siyyid 'Alí‐Muhammad dit le Báb´, pags. 375‐9, Los Rompedores del Alba, Narración de Nabil, cap.
XXIII.
48
“He terminado Mi conversación con Siyyid Husayn”, dijo. “Ahora podéis
proceder a cumplir vuestra intención.”
El regimiento cristiano se negó a continuar con la ejecución. Su lugar fue
entonces tomado por musulmanes y el Báb y Su discípulo, fueron muertos
instantáneamente.
Sus cuerpos fueron arrojados en un foso, pero luego fueron rescatados por los
discípulos y ahora reposan en la Tierra Santa, en un hermoso mausoleo construido
por miles de creyentes de todas partes del mundo.
El Santuario de El Báb
En las laderas de Monte Carmelo, Israel, la Tierra Santa.
49
Los bábís rehusaron entregarse al desaliento a pesar de la ejecución de su
Señor, y continuaron ganando creyentes para su Causa.
Dos años más tarde, dos oscuros e irresponsables adolescentes, intentaron
asesinar al Sháh; esto dio a los sacerdotes la excusa que estaban buscando. Los
bábís fueron perseguidos por toda Persia y la ordalía de tortura y masacre no cesó
hasta que el suelo de Persia se tiñó de rojo con la sangre de los mártires. Las
autoridades se sintieron completamente seguras creyendo que la Fe del Báb estaba
muerta y no se levantaría jamás.
50
Capitulo Decimosegundo
Bahá'u'lláh
51
“Bahá'u'lláh se le apareció nadando en un océano vasto y sin límites. Su cuerpo
refulgía sobre las aguas con brillo que iluminaba el mar. Alrededor de su cabeza,
que se podía ver claramente encima del agua, radiaban, en todas direcciones, sus
largos bucles, negros como el azabache, flotando con gran profusión sobre las olas.
En el sueño, se reunieron a su alrededor una multitud de peces, cada uno de los
cuales se adhirió firmemente a la punta de un pelo. Fascinados por la refulgencia
de Su rostro. Le seguían en cualquier dirección en que nadaba. A pesar de los
numerosos que eran y lo firmemente que se adherían a sus cabellos, parecía que ni
un solo pelo se había desprendido de su cabeza ni sufrió daño alguno en su cuerpo.
Libre y sin trabas se movía sobre las aguas y ellos le seguían”.
“El Vazir,36 profundamente impresionado por este sueño, hizo llamar a un
adivino de gran renombre en esa región y pidió que se lo interpretara. Este hombre,
como inspirado por una premonición de la futura gloria de Bahá'u'lláh, declaró: ‘El
océano sin limites que habéis visto en vuestro sueño ¡oh Vazir!, no es sino el
mundo del ser. Solo y sin ayuda, vuestro hijo alcanzará sobre él suprema
ascendencia. Dondequiera que Él desee, irá sin que nadie se lo impida. Nadie
resistirá su progreso. Nadie impedirá Su marcha. La multitud de peces significa el
tumulto que provocará entre los pueblos y razas de la tierra. Se reunirán alrededor
Suyo y a Él se aferrarán. Seguro de la constante protección del Todopoderoso, este
tumulto nunca causará daño a Su persona, ni tampoco Su soledad en el mar de la
vida hará peligrar Su seguridad’.”37
Bahá'u'lláh amaba a toda la gente, especialmente a los niños. Amaba estar
rodeado de ellos, y ellos, a su vez, le amaban. Desde su infancia gustó de la vida
campestre deleitándose en los árboles, en las flores y en montar a caballo.
Pertenecía a una noble y acaudalada familia que por muchos años había sido
prominente en las esferas políticas. El mismo poseía el don de la elocuencia al
igual que un impetuoso torrente. Conforme pasaban los años, no mostraba
inclinación alguna por los asuntos políticos, pero empleaba Su tiempo atendiendo a
los necesitados, los pobres y los enfermos. Cuando Su padre murómurió, Él le
sucedió en la administración de un extenso patrimonio, casándose con la hija de un
36
El padre de Bahá'u'lláh
37
Los Rompedores del Alba, pags. 143‐144
52
conocido Visir. Los gustos de Su esposa eran semejantes a los suyos y se le s llegó
a conocer cómo el Padre de los pobres y la Madre de la consolación.
Un día, cuando tenía la edad de veintisiete años, un mensajero le trajo un
paquete conteniendo un manuscrito, cuyo autor era el Báb y siendo enviado por Su
primer discípulo Mulla Husayn. Por este documento supo que el Reino de Dios,
tanto tiempo esperado por las almas devotas, había llegado al fin; que el Báb se
había declarado como Profeta y estaba enviando por toda Persia Sus mensajeros
para anunciar el Alba del Nuevo Día. El documento no era otro que algunas
páginas de Qayyúmu'l-Asmá, el “primero, el más grande y más poderoso” de los
escritos del Báb, cuyo primer capítulo había revelado en la noche de Su
Declaración. En él hacía un llamado al Sháh, y a los reyes y príncipes de la tierra
para que reconocieran Su posición, y llamaba los pueblos de Occidente a que Le
dieran la bienvenida.
Al leer una parte de este manuscrito, Bahá'u'lláh al instante percibió que la nota
espiritual del escrito era la misma que la del Corán y aceptó Su Mensaje.
Desechando al momento toda idea de su interés personal, sin importarle su riqueza,
su prominente posición social, su juventud, su talento y el brillante futuro que se
abría ante Él, abrazó la Causa de aquel desconocido mercader38 y comenzó a
servirle con el máximo fervor. Aunque mucho antes Él debía haberse dado cuenta
de la divinidad de la posición que en realidad le correspondía, Bahá'u'lláh se
apresuró a unirse a aquellos que seguían al Báb y nunca descubrió a nadie Su
verdadero rango.
Durante los años del ministerio del Báb, Él se mostró como un leal y devoto
colaborador, no sólo por Su notable carácter y extraordinaria habilidad, sino
también por su indesmayable entusiasmo y su devoción personal al Báb.
Los dos Profetas nunca se encontraron en esta tierra, pero estuvieron en el más
estrecho contacto por carta y otros medios. Ambos habían de sufrir por la Causa y
ambos rivalizaban en hacerlo. Bahá'u'lláh fue tres veces flagelado como bábí, tres
veces encarcelado, mientras que el Báb por Su parte, tres veces sufrió los mismos
castigos. Después de la conferencia del Badasht, Muhammad Sháh decidió dar
muerte a Bahá'u'lláh, mas murió antes de cumplir su amenaza. Fue a Bahá'u'lláh
38
El Báb fue un mercader de tejidos junto a Su tío en Shiráz.
53
que el Báb envió Sus más preciosas pertenencias personales (Su pluma y Su
anillo), cuando sintió que Su martirio se acercaba, y fue Bahá'u'lláh quien, en la
noche de la ejecución del Báb, dispuso que algunos de los discípulos se llevasen el
cuerpo del foso en que había sido arrojado y lo ocultasen en lugar seguro.
En la época del atentado contra la vida del Sháh, Bahá'u'lláh estaba en Lavásán
como huésped del Gran Visir. Rechazando la protección y los buenos oficios que
se le ofrecieran, Bahá'u'lláh fue al cuartel general del ejército imperial en
Níyávarán y fue conducido desde allí, escotado y encadenado, descalzo y con la
cabeza cubierta, a Tihrán. Allí fue puesto inmediatamente en el Síyáh-Chál, la más
terrible de todas las mazmorras de la capital.
Bahá'u'lláh en Su ‘Epístola al Hijo del Lobo’, ofrece la siguiente descripción
del lugar en que se encontraba: “El calabozo estaba envuelto en profunda
oscuridad, y el número de nuestros compañeros de prisión llegaba a casi ciento
cincuenta almas: ladrones, asesinos, y salteadores de caminos. Atestado como
estaba, no tenía otra salida que el pasaje por el cual entramos. No hay pluma
que pueda describir aquel lugar, ni lengua alguna expresar su repugnante
hedor. La mayoría de aquellos hombres no tenía ni vestimenta, ni ropa de cama
ni colchón donde acostarse. ¡Sólo Dios sabe lo que nos aconteció en aquel
hediondo y lóbrego lugar!”
Tal fue el lugar y tal la ocasión que Dios escogió para llamar a Bahá'u'lláh a la
función de Profeta y a la asunción de Su Ministerio.
Un Profeta independiente tiene dos posiciones: una divina y otra humana. Su
ser esencial es divino. Como tal, Él es el Verbo de Dios. El Kitáb-i-Íqán dice
acerca de estos seres que “estos Espejos santificados, estas Auroras de antigua
gloria son todos y cada uno los Exponentes en la tierra de Aquel Quien es el
Astro central del universo, su Esencia y Propósito último. De Él procede Su
conocimiento y poder; de Él proviene Su soberanía. La belleza de Su semblante
es solamente un reflejo de Su imagen; Su revelación, un signo de Su Gloria
inmortal. Ellos son los tesoros del Conocimiento divino y los depósitos de la
Sabiduría celestial. A través de Ellos se transmite una gracia que es infinita, y
por Ellos se revela la Luz que jamás palidece”.39
39
Kitáb‐i‐Íqán, p. 66
54
Empero, Ellos pasan por una muy definida, conmovedora y tremenda
experiencia cuando Dios dispone que Su Misión comience y que todo el poder de
la Soberanía que a Ellos pertenece sea puesta en evidencia. Todo Profeta pasa por
esta experiencia y a menudo la encuentra sumamente abrumadora. Leemos acerca
de Moisés que sufrió un desmayo, de Muhammad que corrió a su casa e imploró a
su esposa Kahdíja, que lo envolviera en su capa. La experiencia altera
completamente la relación entre Dios Todopoderoso y el Profeta, pero no crea
necesariamente ninguna diferencia entre el Profeta y la gente hasta que el propio
Profeta lo decide. Jesucristo mismo, por ejemplo, se cree que fue llamado a ejercer
Su Ministerio en el momento de ser bautizado por Juan en el Jordán, pero no se
declaró abiertamente hasta Su pronunciamiento ante el Sansedrén judío, en la
última noche de Su vida.
Bahá'u'lláh describe este llamado con las siguientes palabras en Su carta al
Sháh: “¡Oh rey!” Yo no era más que un hombre como otros; dormía en mi lecho,
cuando, he aquí, las brisas del Todo Glorioso soplaron sobre mí, y me enseñaron
el conocimiento de todo lo que ha sido. Esto no es de mí, sino de Uno Quien es
Todopoderoso, Omnisapiente. Y Él me ordenó elevar mi voz entre tierra y cielo, y
por esto me sucedió lo que ha hecho correr las lágrimas de todo hombre de
entendimiento… Esta no es sino una hoja que los vientos de la Voluntad de tu
Señor, el Todopoderoso, el Todo Alabado, ha movido”.
Muchos años después, en Su Epístola a Hijo del Lobo, Él refiere como “Cierta
noche en un sueño se escucharon por doquier estas exaltadas Palabras:
‘Verdaderamente, Nosotros te haremos victorioso por ti mismo, y por tu pluma.
No te aflijas por lo que te ha acontecido, ni temas, porque tú estás a salvo. Antes
de mucho Dios hará surgir los tesoros de la tierra, hombres que te ayudarán por
ti mismo y por tu Nombre, con lo cuál Dios ha hecho revivir los corazones de
aquellos que Le han reconocido’.”
'Abdu'l-Bahá señaló que la experiencia del Profeta, cuando este llamado viene a
Él, es puramente física. No hay cambio alguno en la individualidad del Profeta.
Sigue siendo precisamente el mismo.40
40
Contestación a Unas Preguntas, cap. XXXIX
55
Así fue que el Ministerio de Bahá'u'lláh comenzó en el año 9 (1853 d.C., 1269
de la Hégira), cómo el Báb ya lo había indicado; una época que inundó el mundo
entero con potencialidades inimaginables. El atentado contra las vida del Sháh
había ocurrido el 15 de agosto de 1852; Bahá'u'lláh había sido arrojado al Síyáh-
Chál casi inmediatamente después y este Divino Llamado se produjo hacia
mediados de octubre, dotándolo con la plenitud del poder de la Soberanía inherente
a Su Divina Misión. Dos meses después se demostró Su inocencia en relación al
crimen, habiéndolo defendido tenazmente sus amigos y el Embajador ruso.
Liberado del Síyáh-Chál, Bahá'u'lláh se encontró con que todavía era prisionero
del Sháh, casi reducido a la indigencia por la confiscación de todas Sus
propiedades y sentenciado al destierro en Baghdád, Iraq, hacia donde debía partir
en el plazo de un mes.
Durante los diez años que pasó en Baghdad, Su fama e influencia personal
alcanzaron Su punto culminante. Tan grande fue Su influencia que gradualmente
infundió en los bábís júbilo, esperanza y confianza en su Fe, no solamente entre
aquellos que lo rodeaban, sino aun entre los solitarios villorrios de Persia.
Actuando todavía como bábí y sin ir más allá de las enseñanzas del Báb, dio a la
Fe mayor universalidad de la que había tenido antes y dando mayor énfasis a las
enseñanzas más altas del Báb (que por mucho tiempo habían estado en desuso),
elevó la religión a un nivel superior. Su intuitiva comprensión de las Escrituras era
asombrosa y atrajo peregrinos bábís de todas partes, así como ávidos estudiantes
musulmanes de Karbilá y Najaf. Su modesto hogar se convirtió en el constante
punto de reunión de investigadores de asuntos espirituales. El mismo
extraordinario Espíritu de Divino Amor que tanto fluía de Sus Escritos era sentido
por Sus compañeros en su intensidad original conquistándole el amor y devoción
de ellos en tal manera, que los cronistas de la época lo registran. A pesar de la
pobreza, se realizaban jubilosas fiestas celebrando su amor por Él y muchos
escritos aún dan testimonio de que Su pequeña sala era considerada como una
avenida hacia el Paraíso, como nunca antes habían conocido los corazones de los
hombres. El nivel ético de la comunidad bábí era exaltado más allá de todo
reconocimiento, y el buen nombre de la Fe comenzó a extenderse en todas
direcciones. Su gran revelación religiosa, el Libro de la Certeza,41 escrito en
41
Kitáb‐i‐Íqán en persa.
56
Baghdad, resume en doscientas páginas el gran esquema universal de la Redención
y explica no solamente las grandes verdades centrales del método de Revelación de
Dios, sino aquellas dificultades de interpretación que siempre han causado
discordia entre los grandes sistemas religiosos del mundo.
Tan rápida fue las ascensión de Bahá'u'lláh a las alturas de la brillantez y fuerza
espiritual, que las autoridades eclesiásticas de ciudades vecinas como Karbilá,
movidas de amarga envidia, se confabularon para liberarse de Él. Alegaron que Él
estaba aún demasiado cerca de Persia para ser un vecino inocuo; convencieron al
Sháh de que Él debía ser alejado aún más, y poco apoco ejercieron presión sobre
los funcionarios turcos para que los tuvieran bajo vigilancia más estricta. La
indudable influencia de Bahá'u'lláh entre la gente y muchos líderes de la opinión en
Baghdad los hizo sospechoso de designios personales. Hacia 1863 Sus enemigos
habían obtenido Su sentencia de exilio a Constantinopla.
Diez años habían transcurrido desde el momento de Su Llamado y la ocasión
había llegado para una Declaración abierta del poder y soberanía que por tanto
tiempo habían inundado Su alma. El 21 de abril, por un período de doce días
Bahá'u'lláh, en el hermoso jardín de Najíbíyyih, a las afueras de Baghdad en la
orilla del rio instituyó la gran fiesta del Ridván la cual se conserva como la más
jubilosa y triunfante de todas las fiestas bahá'ís. Él asumió ante Sus seguidores y
ante el mundo engero, la suprema Autoridad que había recibido del Altísimo en el
momento de Su Llamado. Fue entonces que Jesucristo ascendió a Su Trono en el
poder de Dios Padre. Fue entonces que Él tomó sobre Sí el Cetro de la plenitud del
poder de Dios y así se constituyó en el Supremo Señor de todo lo que está en el
Cielo y en la tierra.
El significado de aquella Fiesta para Él mismo y para el mundo, fluye de las
expresiones con que Él la designó: “El Rey de la Festividades”, “El Día de Dios”.
En Su obra máxima, el Aqdas,42 caracteriza a esta Fiesta como el Día en que
“todas las cosas creadas fueron sumergidas en el mar de la purificación”. En
otra Tabla se refiere como el día en que “las brisas del perdón soplaron sobre la
creación entera”. Y en otro lugar escribe: “¡Regocijaos con extrema alegría, oh
pueblo de Bahá, cuando recordéis el Día de felicidad suprema, Día en el calcual la
Lengua del Antiguo de los Días ha hablado, al abandonar Su Casa para dirigirse al
42
Kitáb‐i‐Aqdas (El Más Sagrado Libro)
57
Sitio desde el cual derram6 sobre la creaci6n entera los esplendores de Su Nombre,
el Todo Misericordioso."
Ciertamente, este Dia debe ser el Mas Grande en la historia de la humanidad.
58
Capítulo Decimotercero
61
Puede decirse así que el año 1870 señaló la desintegración de la civilización
Occidental.
Bahá'u'lláh reveló a la Reina Victoria que las profecías del Evangelio se
cumplieron con Su advenimiento y le ofreció una oración exquisitamente tierna en
su sentimiento que ella podría utilizar al volverse hacia Él, tal como le había
indicado. Él elogió dos medidas que habían sido recientemente tomadas por ella en
el espíritu de la nueva época, la cesación del mercado de esclavos y la extensión de
las libertades. Él le escribió con bastante amplitud acerca del divino arte de
gobernar y le mostró las causas históricas de su fracaso, indicándole que el
gobierno humano se encontraba entonces en una situación peligrosa.
Por intermedio de ella Bahá'u'lláh dirigió una reprimenda a los reyes por haber
rechazado la Más Grande Paz y les advirtió que adoptaran urgentemente la Paz
Menor, la cual podría mejorar en cierto grado su condición.
Su carta, escrita al Zar Alejandro II, fue cálida en su lenguaje, aconsejándole
que se levantara e hiciera conocer esta Causa a las naciones del mundo.
Se dice que la Reina Victoria al leer la carta expresó: “Si esto es de Dios
subsistirá. De lo contrario, no puede hacer daño alguno.” Pero ni ella ni ninguno de
los otros gobernantes cristianos se volvieron hacia Él o prestaron atención alguna a
Sus advertencias. Su observación fue, que ellos estaban embriagados de orgullo e
impedidos de ver lo que era mejor para sus propios intereses materiales y mucho
menos para reconocer una Revelación tan estupenda.
Bahá'u'lláh había sido rechazado entonces por todos los gobernantes del mundo
y Su traslado a 'Akká lo separó completamente del contacto directo con los asuntos
del mundo. Debe notarse sin embargo que al exiliarlo a 'Akká, en la Tierra Santa,
el Sultán había dado cumplimiento a la antigua profecía en el sentido de que el
Señor de las Huestes daría allí Su Revelación, imposibilitando de este modo que
alguien pudiera decir que Bahá'u'lláh, en Su libre voluntad, había dado
cumplimiento a la profecía.
La confianza de Bahá'u'lláh en los cristianos y en el apoyo que éstos darían Sus
enseñanzas jamás se debilitó. Hacia el fin de Su vida Él escribió la Tabla Santa,45
importante obra dirigida a ellos y en la cual los reprende por su lentitud en
45
Lawh‐i‐Aqdas.
62
reconocerlo, les promete que Él será fiel y expone una serie de bienaventuranzas
para los cristianos que se vuelven hacia Él con corazones amorosos y que sirvan Su
Fe.
Más o menos en esa misma época el Profesor Edward Granville Browne, de la
Universidad de Cambridge, se puso en contacto con la luz del Báb, se convirtió en
Su admirador de toda la vida y emprendió una vigorosa investigación de la historia
del Báb que lo condujo finalmente a 'Akká, donde fue recibido por Bahá'u'lláh,
habiéndole sido posible así escribir lo siguiente en esa famosa introducción de las
‘Narraciones de un viajero’: “El rostro de Aquel a Quien contemplé, nunca lo
podré olvidar y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían
leer en mi propia alma, en su amplia frente había poder y autoridad, mientras que
las profundas arrugas de su ceño y su faz denotaban una edad que parecía negar el
negro azabache de su cabello y su barba que descendía exuberante casi hasta la
cintura. ¡No necesitaba preguntar en presencia de Quien me encontraba al
inclinarme ante Aquel Quien es objeto de una devoción y un amor que los reyes
podrían envidiar y por los cuales los emperadores suspiran en vano!”46
Y cuando la otra cita de los propios labios de Bahá'u'lláh fue expresada en el
Congreso Mundial de religiones de Chicago en 1893, demostró ser el instrumento
para llevar al conocimiento del mundo Occidental la Revelación de Bahá'u'lláh;
palabras que fueron dichas al Profesor Browne durante su entrevista con
Bahá'u'lláh en 'Akká:
“Ha venido a ver a un prisionero y un desterrado…Nosotros sólo deseamos el
bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran
causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la prisión y del
destierro… Que todas la naciones tengan una fe común y todos los hombres
sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de
los hombres, que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las
diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto? … Pero, esto se cumplirá, esas
luchas sin objeto, esas guerras desastrosas desaparecerán y ‘La Más Grande
Paz’ reinará… Ustedes, en Europa, ¿no necesitan también de esto? ¿No fue esto
mismo los que anunció Cristo?... Sin embargo, vemos a vuestros reyes y
gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza
46
E.G.Browne, A Traveler’s Narrative,
63
humana, que en aquello que proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas
luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los
hombres serán como miembros de una sola familia… Que ningún hombre se
gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus
semejantes…”47
Bahá'u'lláh falleció en 1892. Las comunicaciones entre América y 'Akká se
iniciaron poco después de 1892 y antes del fin del siglo comenzaron a llegar
peregrinos americanos a la ciudad-prisión donde se encontraba confinado 'Abdu'l-
Bahá, hijo de Bahá'u'lláh, luego de un viaje azaroso y difícil por mar.
47
E.G.Browne, A Traveler’s Narrative.
64
Capitulo
'Abdu'I-Baha
'Abdu'l-Baha
65
El Misterio de Dios
Bahá'u'lláh nombró en Su Testamento a Su hijo 'Abdu'l-Bahá como Su Sucesor,
y con esta sucesión reunió tales poderes como ningún sucesor de cualquiera de los
Profetas de antaño había alcanzado, y que le dan a 'Abdu'l-Bahá una posición
totalmente única en la historia religiosa. Bahá'u'lláh lo designó como Centro y
pivote de Su incomparable Alianza; como el espejo perfecto de Su vida y ejemplo
de Sus enseñanzas; como el Intérprete infalible del Su Palabra; como la
encarnación de todo ideal y virtud bahá'í.
Bahá'u'lláh lo llamó el Misterio de Dios y además de eso escribió sobre Él,
“Como muestra de Nuestra gracia, una palabra surgió a la luz de la Más Grande
Tabla, una palabra que Dios ha ataviado con el ornamento de Su propio Ser y la
ha hecho soberana sobre la tierra y sobre todo lo que en ella existe, y un signo de
Su grandeza y poder entre Su pueblo… Da gracias a Dios, oh pueblo, por Su
aparición; pues verdaderamente Él es tu más grande Favor, la generosidad más
perfecta para ti; y por medio de Él todo hueso reducido a polvo es vuelto a la
vida”.
Tal fue aquel quién iba a dedicar entonces una gran parte de su tiempo y
esfuerzo al servicio del Occidente cristiano.
'Abdu'l-Bahá tenía la edad de la Fe; nació en la misma noche de la Declaración
del Báb; fue el primero en reconocer, a la edad de nueve años, la exaltada
transformación de Bahá'u'lláh después de Su Llamado, yendo juntamente con su
Padre al exilio. En 1868 entró con su Padre en la Más Grande Prisión de 'Akká,
permaneciendo cautivo durante cuarenta años, hasta que la Revolución de los
Jóvenes Turcos que tuvo lugar en 1908 le dirá su libertad. En 1910, aunque
delicado de salud debido al sufrimiento de la prisión, se dispuso a visitar Occidente
realizando dos viajes que le llevaron tres años. Sus conferencias principales dadas
en ese tiempo están registradas en el libro ‘La Promulgación de la Paz
Universal’ (charlas en América), La Sabiduría de 'Abdu'l-Bahá (charlas en
Paris) y 'Abdu'l-Bahá en Londres.
Como Él bien sabía, la situación del Occidente en ese tiempo era ya de gran
peligro, aunque los cristianos occidentales no tuvieran la menor idea de la
66
retribución que tenían que enfrentar. 'Abdu'l-Bahá explicó sucintamente lo que
había sucedió en una de sus Tablas, que comienza con las palabras siguientes:
“¡Oh ejercito de la vida! El Oriente y el Occidente se han unido para adorar a
estrellas de esplendor marchito y se han vuelto en oración hacia horizontes
sombríos. Ambos han descuidado los amplios fundamentos de las grandes leyes
de Dios, y se han tornado negligentes de los méritos y virtudes de su religión.
Han considerado ciertas costumbres y convencionalismos como la base de la fe
divina y se han afirmado en ellas. Se han imaginado alcanzar un glorioso
pináculo de realización y prosperidad cuando en realidad han llegado al fondo
de las más íntimas profundidades de la negligencia y se han privado
completamente de los generosos dones de Dios.”
La gente de Europa y América a quienes se dirigió no sólo estaba
completamente ajena de su verdadera situación, como Él lo había observado, sino
que mantenían una opinión totalmente contraria. Estaban persuadidos de que la
grande y poderosa civilización occidental-cristiana, se debía a su propio esfuerzo y
que ésta era el producto final de todas las civilizaciones del pasado; de Grecia y
Roma, de Persia e India y de China y Egipto, las cuales habían sido solamente
preparatorias. No tenían duda alguna de que ellos eran en este tiempo la generación
más iluminada que jamás conociera el mundo. Creían que la ciencia física había
alcanzado el límite de la realidad y comprobado todos los problemas, y que en
verdad poseían todo el conocimiento posible. Que el hombre blanco en la plenitud
de su poder tenía entonces el control material de las naciones más débiles del
mundo y que mantendrían sobre éste el dominio económico militar y político,
indefinidamente.
Semejantes puntos de vista como los citados eran probablemente sostenidos por
todas las personas cultas a quienes 'Abdu'l-Bahá se dirigió en sus conferencias en
el Occidente, particularmente aquellas en Inglaterra. El que semejantes opinión
sobre las conquistas de la mente Occidental prevalecieran veinte años o más
después de la visita de 'Abdu'l-Bahá, se advierte en la siguiente cita tomada del
famoso trabajo histórico de una brillante e ilustre literato de Oxford:
“Nuestra civilización es, pues, distinta; es también totalmente penetrante y
preponderante. En superficie territorial Europa es sobrepasada por Asia, África y
América; en población por el vasto y estable campesinado de Asia, cuyo número,
67
sobrepasa no solamente a Europa sino que también el resto del mundo en su
conjunto. Sin embargo si se hiciera un examen comprensivo del globo
encontraríamos que en casi todas las regiones del mismo, existen colonias de
hombres europeos o huellas de la acción de la mente europea. Los pueblos
aborígenes sobrevivientes en el hemisferio Occidental son elementos reducidos,
insignificantes y disminuidos dentro de la población. Los negros africanos han sido
introducidos por el hombre blanco por conveniencia económica. América del Norte
y del Sur están pobladas mayormente por colonos europeos. Australasia es
británica. La dirección política de África ha caído en manos europeas, con la
ambigua excepción de los lugares inferiores del Nilo. En Asia el caso es similar.
La influencia política de Europa es evidente, aun en los casos que como India o
Palestina, no están incorporadas bajo el directo control europeo. Las ideas de
nacionalidad y de gobierno responsable, de libertad y progreso, de democracia y de
educación democrática han pasado del Occidente al Oriente, con consecuencias
revolucionarias de vastos alcances.”
“Por otra parte, es el hombre europeo que el mundo debe los dones
incomparables de la ciencia moderna. Las contribuciones hechas por los asiáticos
para la conquista de la naturaleza por medio del conocimiento han sido poco
dignas de mención y las de los africanos (excepto los egipcios) son inexistentes. La
prensa y el telescopio, la máquina de vapor, al máquina a combustión interna, el
aeroplano, el telégrafo, el teléfono, la radio, el cinematógrafo, el gramófono y la
televisión, unidos a todos los descubrimientos importantes de fisiología, la
circulación de la sangre, las leyes de la respiración y otras similares, son el
resultado de las investigaciones llevadas a cabo por el hombre blanco de estirpe
europea. No es excesivo decir que la estructura material de la vida moderna
civilizada, es el resultado de la intrepidez y tenacidad intelectual de los pueblos de
Europa.”48
'Abdu'l-Bahá sabía, por supuesto, que tales opiniones sobre la importancia de la
civilización occidental eran total y cruelmente ilusorias. Él sabía que el Báb había
solicitado a los pueblos de Occidente para que salieran de sus ciudades y ayudaran
a la Causa de Dios, advirtiendo a la humanidad de la “más terrible y severa
venganza de Dios”; que Bahá'u'lláh había dicho que el tiempo para la destrucción
48
H.A.L.Fischer, A History of Europe, p.1‐2
68
del mundo y de sus pueblos había llegado. “Se aproximan los días del fin, sin
embargo, los pueblos de la tierra se ven hundidos en penosa negligencia y
perdidos en manifiesto error”. “¡Grande es la Causa! ¡Se acerca la hora cuando
la más grande convulsión habrá aparecido! ¡Juro por Aquél Quien es la
Verdad! Ésta causará separación y afligirá a todos, aun a aquellos que están a
Mi alrededor.” “¡Decid, oh concurso de negligentes! ¡Juro por Dios! El Día
Prometido ha llegado, el Día en que las pruebas atormentadoras habrán surgido
sobre nuestras cabezas y debajo de vuestros pies, diciendo ‘¡Probad lo que
vuestras manos han forjado!’” “El día se acerca cuando sus llamas (de la
civilización) devorarán las ciudades, cuando la lengua de Grandeza proclamará:
‘El Reino es de Dios, el Todo Poderoso, el Todo Alabado’.”
Él sabía que Bahá'u'lláh había declarado que el castigo divino acometería a los
reyes de la tierra. Él sabía desde la imprevista caída del emperador Napoleón III y
la del Papa un año después de las advertencias que les fueron dadas, cuán repentina
y terrible sería esta retribución. La Biblia cristiana fue la autoridad aceptada en
relación a la venida del Reinado de Dios y a los grandes acontecimientos que
deberían estar asociados con este; ni era probable que Él olvidara las sentencias de
horror y condena, y la humillación de los hombres en su orgullo que, de acuerdo a
los profetas como Isaías, Joel, Zacarías y muchos otros deberían de acontecer entre
las señales del Día del Señor. Tampoco olvidaría que, según profetas como
Ezequiel, terribles guerras y gran derramamiento de sangre antecederían, como
había predicho, la victoria final de Dios sobre la tierra. Él no olvidaría la
predicción de Jesucristo de que una tribulación tal como el mundo jamás había
visto precedería esa victoria y que ninguno podría salvarse a menos que el tiempo
fuera abreviado. En el libro Apocalipsis figura cómo las huestes de la rectitud son
dirigidas por Cristo contra las huestes del mal, y el espantoso derramamiento de
sangre que seguiría está representado e entodo su dramatismo por toneles de vino
de los que fluye roja sangre mezclada con el zumo de las uvas.
Todas estas profecías de la Biblia concuerdan totalmente con los
acontecimientos que estaban tomando forma entonces a través de la Palabra de
Bahá'u'lláh, y estaban en completo contraste con la idea y la visón histórica que
tenían los occidentales. La Voluntad de Dios fue la fuerza dominante en la Biblia,
69
así como la voluntad del hombre domina la dirección de los acontecimientos en la
mente occidental.
En esas circunstancias le hubiera sido fácil y natural a 'Abdu'l-Bahá el desafiar
la falacia del concepto occidental y demostrar su error, exponiendo un argumento
brillante e irrefutable que hiciera notar el acuerdo de su enseñanza con la Biblia y
el engaño de la expectación occidental de un Reino hecho por el hombre y de la
hegemonía materialista de una raza sobre las otras.
Pero 'Abdu'l-Bahá no hizo nada de esto. La gran idea que Él sostuvo en toda
ocasión y lugar a sus auditorios fue siempre el mismo: La unidad por medio del
amor. Sus charlas en Paris están llenas del principio al fin de una sabiduría
espiritual, de una espontánea cordialidad y afecto y de una cautivante ternura, que
difícilmente podrían ser igualadas dentro de la literatura religiosa revelada del
mundo. Su primera disertación pública fue dada en una Iglesia cristiana en
Londres.49 Él dijo lo siguiente: “Este es un nuevo ciclo de poder humano. Los
horizontes del mundo están iluminados y la tierra se convertirá ciertamente en
un jardín, y un paraíso… El don de Dios para esta época iluminada es el
conocimiento de la unidad de la humanidad y de la unidad fundamental de la
religión. Las guerras cesarán entre las naciones y por la Voluntad de Dios
vendrá la Más Grande Paz…”
Esta verdad de una nueva alborada de poder en el mundo se convirtió en el
pensamiento central de todas sus disertaciones a lo largo de su labor en Occidente.
En América sin embargo se dirigió a los americanos en su condición de cristianos
y les pidió que no fueran solamente oyentes sino que se convirtieran en los
segadores que Cristo había profetizado se levantarían en el Día de Su cosecha. Él
no buscó tan sólo iluminar las mentes de su audiencia sino también de despertar en
ellos el poder de la espiritualidad y el entusiasmo que vencieran el materialismo
que había infectado a la humanidad y desarrollar en ellos una nueva y amorosa
espiritualidad que haría anidar su Mensaje en sus corazones.
Él hizo una nueva descripción de Cristo que contrastaba con el Cristo de la
ortodoxia, del sectarismo, del cisma y del dogma; descripción que demostraba que
el verdadero propósito de Cristo era unir los corazones humanos con el poder del
49
City Temple, 15 de setiembre de 1911
70
amor divino; un Cristo como nadie realmente había concebido, ardiente y vigoroso,
uniendo a gentes de toda clase y condición, raza y nación, y venciendo los
prejuicios y tradiciones que los separaban. La fuerza propia de su naturaleza
ardiente, orientadora y amorosa infundió poder y realidad a su presentación,
haciendo así posible que Él diera a conocer un Cristo nuevo, tal como los hombres
jamás habían concebido.
Sus disertaciones en América comenzaron con regocijo, con la espontánea
felicidad y satisfacción de Su encuentro con tantos corazones iluminados y
preparados a escuchar el Mensaje que Él había venido a traerles desde tan lejos, a
pesar de Su avanzada edad y precaria salud. Tan sólo el amor de Dios y de ellos
podían haberlo traído. 'Abdu'l-Bahá, con alma y corazón, difundía una confianza
intensa y diáfana al exaltar la gloria de Cristo y Bahá'u'lláh, al mostrar Su
proximidad y la unidad de Sus esfuerzos y propósitos.
Él no apeló a la autoridad como lo hizo Bahá'u'lláh al escribir a los reyes. No
impartió órdenes. Su llamado fue dirigido más bien a la razón, a la lógica, a la fe y
a la comprobación de los hechos. Él señaló las falsas esperanzas de la arrogante
raza blanca, no refutándolas sin describiendo de manera muy natural los
verdaderos antecedentes del Reino y mostrando cómo este estaban contenido en la
creación original del hombre.
Él presentó un cuadro de todo el universo en múltiples aspectos, como regido
por una ley inmutable, creado, gobernado y dirigido por una Voluntad Divina,
independiente y universal. Este gran Espíritu dinámico accionó los asuntos y
movimiento de todas las criaturas en el mundo; fue el Poder único, animante y
dominante de toda la existencia. 'Abdu'l-Bahá habló sobre este tema religioso en
una actitud de espíritu lógico, tanto desde el punto de vista de la ciencia como de la
fe. Él consideró este asunto no sólo de manera amplia y general sino también en
sus menores detalles. Describió, por ejemplo, el recorrido del átomo a través de los
reinos de la naturaleza – mineral, vegetal y animal – mostrando los cambios que
operan en éste a medida que avanza, a través de una actividad que no se origina en
él mismo. Él mostró que la viviente e independiente Voluntad de Dios que dirigía
la transición del átomo, conducía asimismo los movimientos que llevaban a la
humanidad en las varias etapas de su camino hacia el Reino. De esta manera Él
colocó la naturaleza en el mismo plano que el hombre y demostró no sólo la unidad
71
de la humanidad sino también la de todo el universo – en el cual todo contribuye
en su propia medida, aunque más no sea en forma preparatoria – hacia el gran
destino espiritual que tiene su máxima expresión en el Reino de Dios.
Él enseñó a Sus oyentes a enfrentar el materialismo de la época con la razón y
con hechos incontrovertibles, dándoles Él mismo ejemplos de cómo esto podía
hacerse.
El propósito primordial que animó a 'Abdu'l-Bahá en Su enseñanza del
Occidente fue, como Él mismo dice, infundir en las mentes de Sus oyentes la
capacidad de comprender y apreciar esta nueva gran Revelación. Él no deseó que
ellos fueran como los reyes habían sido, tan corrompidos con el orgullo del hombre
y por arrogante escepticismo de la época, que no fueron capaces de ver la Verdad
cuando ésta les fue puesta en forma clara y sencilla ante ellos. Él recordó a Sus
oyentes, que Cristo había tenido la misma dificultad y había dado la parábola del
Sembrador, como evidencia de esto. 'Abdu'l-Bahá buscó tal como Cristo lo había
hecho en Su día, transformar y espiritualizar los corazones y la comprensión de
aquellos a quienes Él se dirigía. A menos que Él pudiera lograr este propósito, la
exposición de un error en las mentes de las gentes sería seguido en la primera
oportunidad por otro error. Ningún remedio era adecuado excepto el de crear en el
corazón humano una verdadera capacidad para percibir y amar la verdad. Nada
menos que este fuel fue el propósito inicial y final de 'Abdu'l-Bahá.
Él mismo era Su mejor argumento: fue tan enteramente sincero y hasta tal punto
estaba compenetrado del amor y la verdad, que era capaz de convencer (así
parecía) aun al más infiel.
Por otra parte Su manera feliz y placentera de presentar el tema tenía de por sí
un poder de penetración que era sentido por los que lo escuchaban.
Aquellos que conocieron a 'Abdu'l-Bahá podría decir que percibieron Su
rebosante amor por la humanidad que fluía de Él en grandes olas. Otras han
relatado que al estar sentado a Su lado en un automóvil se sintieron cargado de una
energía espiritual. Lo que ha conmovido a muchos al leer Sus Escritos es, que estos
poseen una cualidad diferente de aquello que es propia de los seres humanos. Hay
en ellos una cadencia y poder que distintivamente proviene de un Mundo más alto
que el nuestro. Es por lo tanto natural, que Sus Escrituras sean mencionadas como
72
una Revelación. Él fue sin embargo humano, no una Manifestación de Dios, y
aunque Sus Escritos son autorizados, no asumen el rango de un Profeta
independiente. Qué otra explicación podríamos dar sino, que en esta edad de la
Verdad el Espíritu Santo está inspirando a los hombres con un grado de poder sin
igual en el pasado. Nuestra edad se ha levantado desde el nivel del Reino del
hombre, hasta las alturas del Reino de Dios jamás antes alcanzadas. 'Abdu'l-Bahá,
que es la personificación de todos los ideales y la encarnación de todas las virtudes
bahá'ís, coloca al hombre (de quien se reveló estar hecho a la imagen y semejanza
de Dios), en un nivel superior a cualquiera de los que antes le habíamos atribuido.
Completando Su gira por el Occidente, luego de una serie incesante de
conferencia en los Estados Unidos y el Canadá, 'Abdu'l-Bahá anunció con pesar el
estallido inminente de la primera guerra mundial regresando después por Europa a
Su hogar en Haifa. No obstante, publicó traducciones de una cantidad de escritos
bahá'ís en América, organizó las comunidades bahá'ís en ese país sobre una base
firme; colocó la piedra fundamental del Templo Bahá'í en Wilmette, sobre un
terreno comprado bajo Su dirección. Sus esfuerzos para difundir extensamente las
Buenas Nuevas de un nuevo Día hallaron, sin embargo, muy poca respuesta.
Después del estallido de la primera guerra mundial Él trató de sacar la mayor
ventaja posible del horror de la guerra suscitado por el derramamiento de sangre,
escribiendo durante y después del año 1916, conmovedoras exhortaciones a todos
los bahá'ís para que se levanten y recorran todo lo ancho y largo de la tierra
llamando a todas las naciones hacia el Reino de Dios.
Nuevamente Él señaló el magnífico ejemplo de los apóstoles de Cristo como un
desafío al sacrificio de sí mismo. El Plan Divino de 'Abdu'l-Bahá está constituido
por catorce de estas cartas en las cuales Él detalló un programa directo y dinámico
para llevar el Mensaje del Nuevo Día a través de los continentes e islas del mar, un
plan perfectamente acabado y listo para el uso de muchas generaciones venideras.
Este llamado no obtuvo una respuesta adecuada de parte de los bahá'ís, hecho
éste, que produjo en 'Abdu'l-Bahá un intenso dolor, haciéndole comprender cuán
profundo sería el sufrimiento del mundo, que todos los esfuerzos no pudieron
mitigar. Con el corazón traspasado de dolor Él llegó al fin de Sus días, tres años
después de la guerra, prediciendo que otra guerra más feroz que la última, pronto
tendrá lugar.
73
A Su fallecimiento se publico la Voluntad y Testamento de 'Abdu'l-Baha, que
es Su trabajo mas constructivo y de mas profunda concepcion. Este completo la
obra maestra de Baha'u'llah- Su Libro de Leyes 50 formando las dos obras, un solo
conjunto perfecto y armonioso.
5
° Kitab-i-Aqdas.
74
Capítulo Decimoquinto
79
Capítulo Decimosexto
El Reino en la Tierra
Cualquiera fuese el concepto del Reino de Dios a fines del siglo diecinueve,
ciertamente no tuvo para los cristianos el mismo supremo objetivo de oración o
aspiración que Cristo había indicado en el Padre-nuestro. Era más bien el reino del
hombre que el de Dios, no de todos los hombres sino de una sola raza y de ciertos
miembros de la misma que habían logrado supremacía sobre los demás. Esto
significaría una Iglesia Mundial, la dominación de la civilización del hombre
blanco, contemplando la perpetuación de un comercio siempre creciente.
La amplia y colorida descripción que 'Abdu'l-Bahá dio en Sus disertaciones en
el Occidente, fue ciertamente diferente. Él vio el advenimiento del Reino como la
entrada de los tesoros del Cielo, cómo la puertas de Dios abiertas de par en par a
los esplendores y glorias hasta aquí, fuera del alcance de la imaginación humana.
Tan lejos estaba de ser un nuevo pensamiento divino, que en realidad era el motivo
originario de toda la creación preparado antes de la fundación del mundo. Todas
las experiencias de la raza humana entera, toda la guía y la educación que los
grandes Profetas trajeron, todo ello fue destinado y dirigido hacia la preparación
humana para el Reino de Dios. Ahora que los Profetas habían completado Sus
lecciones preliminares y los hombres estaban listos para alcanzar la madurez, Dios
extendió Su Mano de Poder y envió al Señor de las Huestes a liberar una mayor
efusión de energías espirituales y a establecer finalmente el Reino de Dios en la
tierra.
Era inevitable que el Reino de Dios, de esta manera previsto y establecido,
debería ser levantado dentro de un vasto sistema que combinara estrechamente lo
espiritual y lo material. Tal sistema ha sido previsto por la Manifestación mismo y
perfeccionado en todos sus aspectos y en mayor grado que en cualquier otra forma
previa de gobierno o administración. Bahá'u'lláh escribió sobre él: “La vida
ordenada de la humanidad ha sido revolucionada por la acción de este Sistema
único y maravilloso, cuyo igual los ojos mortales jamás han contemplado.”
Probablemente no hay otra descripción tan clara y precisa sobre el carácter
distintivo de la unidad del género humano y el modelo del Reino de Dios, como la
80
que da Shoghi Effendi en los siguientes párrafos de ‘El Desenvolvimiento de La
Civilización Mundial’:
“La unificación de toda la raza humana es la marca de contraste del estado
hacia el cual la sociedad humana se está acercando. Unidad de familia, de tribu, de
ciudad estado y de nación, han sido sucesivamente intentadas y establecidas
plenamente. La unidad mundial es la meta hacia la cual una humanidad angustiada
se está esforzando…”
“La unidad de la raza humana, tal como la visualiza Bahá'u'lláh, implica el
establecimiento de una comunidad mundial en la que todas las naciones, razas,
credos y clases están estrecha y permanentemente unidas, en la que la autonomía
de sus estados miembros, la libertad personal y la iniciativa de los individuos que
la componen están definitiva y completamente salvaguardadas. Esta comunidad
debe, tal como podemos visualizarlo, consistir en una legislatura mundial, cuyos
miembros, en calidad de albaceas de toda la humanidad, controlarán en forma
definida todos los recursos de todas las naciones componentes y pondrán en vigor
tales leyes como serán requeridas para regular la vida, satisfacer las necesidades y
ajustar las relaciones de todas las razas y pueblos. Un ejecutivo mundial, apoyado
por una Fuerza internacional, llevará a cabo las decisiones a que se haya llegado, y
aplicará las leyes aprobadas por esta legislatura mundial y salvaguardará la unidad
orgánica de toda la comunidad. Un tribunal mundial adjudicará y dictaminará su
veredicto obligatorio y final en todas y cualquiera de las disputas que puedan surgir
entre los varios elementos constituyentes de este sistema universal. Un mecanismo
de inter-comunicación mundial será ideado abarcando todo el planeta, liberado de
las trabas y restricciones nacionales, y funcionando con maravillosa rapidez y
perfecta regularidad… Una metrópolis mundial, actuará como el centro motriz de
una civilización mundial, el foco hacia el que las fuerzas unificadoras de la vida
convergirán y de la que sus influencias de energía serán radiadas. Un idioma
mundial será inventado o elegido entre los idiomas existentes y será enseñado en
las escuelas de todas las naciones federadas como un auxiliar de idioma materno,
una escritura mundial, una literatura mundial, un sistema monetario, de pesas y
medidas, uniforme y universal, simplificarán y facilitarán el entendimiento entre
las naciones y razas de la humanidad. En semejante sociedad mundial, la ciencia y
la religión, las dos fuerzas más potentes de la vida humana, se reconciliarán,
81
cooperarán, y se desarrollarán armoniosamente. La prensa, bajo tal sistema, en
tanto que dará plena libertad a la expresión de diversos puntos de vista y
convicciones de la humanidad, cesará de ser perversamente manipulada por
intereses creados, sean estos privados o públicos, será liberada de la influencia de
gobiernos y pueblos adversarios. Los recursos económicos del mundo serán
organizados, sus fuentes de materias primas serán explotadas y totalmente
utilizadas, sus mercados serán coordinados y desarrollados y la distribución de sus
productos será equitativamente regulada.”
“Rivalidades, odios e intrigas nacionales cesarán, y la animosidad y prejuicios
raciales serán reemplazados por la amistad, entendimiento y cooperación raciales.
Las causas de contiendas religiosas serán permanentemente eliminadas, las
barreras y restricciones económicas serán completamente abolidas, y la injusta
distinción de clases será suprimida. Extrema pobreza por una parte, y exagerada
acumulación de propiedades por la otra, desaparecerán. La enorme energía
disipada y malgastada en la guerra, ya sea económica o política, será consagrada a
tales fines como la extensión del alcance de las invenciones humanas y el
desarrollo técnico, el aumento de la productividad humana, el exterminio de las
enfermedades, la extensión de la investigación científica, la elevación del nivel de
la salud física, la agudización y refinamiento de la mente humana, la explotación
de los recursos inusitados e insospechados del planeta, la prolongación de la vida
humana, y el fomento de cualquier otra agencia que pueda estimular la vida
intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana.”
“Un sistema federal mundial, gobernando toda la tierra y ejerciendo la
irrecusable autoridad sobre sus inimaginablemente vastos recursos, combinando y
encuadrando los ideales tanto del Occidente como del Oriente, liberado de la
maldición de la guerra y sus miserias y dedicado a la explotación de todos los
recursos disponibles de energía sobre la superficie del planeta; un sistema en el que
la fuerza es convertida en un siervo de la Justicia, cuya vida está sostenida por el
reconocimiento universal de un solo Dios, y por su lealtad a una Revelación
común, tal es la meta hacia la cual la humanidad, impelida por las fuerzas
unificadoras de la vida, está avanzando.”
El establecimiento de este Reino Divino sobre la tierra, tanto en las narraciones
de la Biblia como en sus profecías, ha estado relacionado siempre con la Tierra
82
Santa, la cual se ha convertido en el hogar de la Fe bahá'í. Esto no fue realizado por
su propia acción, de modo que nadie puede decir que promovió deliberadamente el
cumplimiento de las profecías, sino por acción de Sus enemigos, el Sháh y el
Sultán, quienes en 1868 llevaron a Bahá'u'lláh, nacido en Tihrán, Persia (Iran),
prisionero y exiliado a 'Akká. Esa ciudad y sus alrededores, especialmente el
Monte Carmelo, son desde entonces el lugar más sagrado en el mundo bahá'í.
Bahá'u'lláh fue dotado con el poder creativo para regenerar a toda la humanidad
y unificarla en un solo organismo espiritual - una unidad espiritual que fue prevista
por Dios desde el principio y que hasta ahora nunca fue realizada – y es un hecho
notable quela Fe de Bahá'u'lláh a través de la acción de este Orden todavía
embrionario, ha logrado preservar su unidad e integridad tanto en el pensamiento
como en la acción, durante los períodos más críticos de sus edades Heroica y
Formativa. Que una prueba de tal naturaleza, al enfrentar repentinamente a una
comunidad de cientos de miles de creyentes de todas las clases, naciones, razas y
tradiciones, ha sido superada tan exitosamente, al fallecer 'Abdu'l-Bahá, es un
logro poco menos que increíble. Con todo es una evidencia anticipada de la
indudable verdad de que todo ser humano tiene el mismo derecho que cualquier
otro a un lugar en el Reino, el cual requerirá la participación de todos para hacer
que sea un perfecto espejo que refleje todo el esplendor del Espíritu Santo.
Hasta aquí la humanidad ha sido dividida en dos sectores – los buenos y los
malos, los fieles y los infieles, los elegidos y los descarriados – pero ahora con la
venida del Reino deberán ser tratados y contados como uno solo; 'Abdu'l-Bahá
insistió que todos los hombres de ahora en adelante deberían tratarse los unos a los
otros de esa manera. Para aquel que ahora se aproxima a este Orden divino, se hace
claro que Bahá'u'lláh ha provisto todo lo requerido para la preservación de la
humanidad en la fortaleza de la unidad, dirigiendo y guiando al hombre por el
camino del agrado de Dios, Quién “atesora en su corazón el deseo de contemplar
a toda la raza humana como una sola alma y un solo cuerpo”.
De esta manera, el vasto concurso de los ciudadanos de Dios en los inicios de
Su Reino, tienen delante de ellos el Plan de construir un Estado Mundial universal
que evolucionará en la plenitud del tiempo en una Civilización espiritual mundial.
Reuniendo todos estos signos del pasado 'Abdu'l-Bahá escribió sobre este gran
Día: “Uno de los grandes acontecimientos que ocurrirá en el Día de la
83
manifestación de esa Rama incomparable, es el levantamiento del Estandarte de
Dios entre todas las naciones. Esto significa que todas las naciones y razas serán
reunidas bajo la sombra de esta Bandera Divina que no es otra que la misma
Rama Señorial, y se convertirán en una sola nación, los antagonismos religiosos
y sectarios, la hostilidad de razas y pueblos, las diferencias entre naciones serán
eliminados. Todos los hombres se adherirán a una religión, tendrán una fe
común, serán fundidos en una sola raza y se convertirán en un solo pueblo.
Todos habitarán una madre-tierra común, la cual es el planeta mismo”.
Es la antigua visión haciéndose al fin realidad, el glorioso Reino de esperanza y
fe descendiendo del Cielo para abrazar toda la tierra.
“Vi un Cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer Cielo y la primera
tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la Santa Ciudad, la
nueva Jerusalén descender del Cielo, de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido y oí una gran Voz del Cielo que decía: ‘He aquí el
Tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán Su
pueblo, y Dios mismo con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos; y no habrá muerte ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque
las primeras cosas pasaron.’” (Apocalipsis XXI: 1-4)
84
Epílogo
Cuando la Declaración de Bahá'u'lláh de que Su Manifestación era el retorno de
Cristo no fue atendida, cuando Su solicitud para que examinaran Su Causa y la
apelación por el cruel maltrato que se Le infligió fueron ignoradas; cuando nadie
tuvo en cuenta la predicción que Él presentó con tanta fuerza y plenitud, de que
una Nueva Alborada había comenzado y que una Nueva Edad había llegado (nueva
en un sentido espiritual, moral e intelectual), una edad que traería una visón y
conceptos nuevos, una edad de Juicio Divino, en la cual la tiranía sería abolida, los
derechos del pueblo serían sostenidos, y en la cual la estructura social de la raza
humana sería cambiada; cuando no concedió atención a la Misión que Él reveló, a
las oportunidades que Él ofreció, y al audaz desafío que Él, desde la prisión, lanzó
a los poderosos del mundos; ¡ay! luego, al paso de los años las iglesias se vieron
arrastradas por una corriente que las llevaba irresistiblemente hacia abajo a una
velocidad siempre creciente, la cual luego de ocho décadas continuaba llevándolas
hacia niveles cada vea más y más bajos en su posición política, en su influencia
moral, en su prestigio intelectual, en su autoridad social en su número y recursos
financieros, en la estimación popular sobre la eficiencia y realidad de la religión
que éstas enseñaron y aún en el vigor y unanimidad de su propia testificación de la
verdad básica sobre la cual la misma Iglesia había sido fundada.
No hay otro periodo comparable de desintegración en los extensos registros de
la Fe cristiana. En todas las vicisitudes de quince centurias pletóricas de
acontecimientos (y éstos fueron muchos); en todos los infortunios, los errores, los
fracasos y humillaciones en los cuales de tiempo en tiempo la Iglesia fue envuelta,
no puede encontrarse una declinación tan catastrófica. La soberanía que la Iglesia
ejerció en la edad media pasó ciertamente a ser a una cosa del pasado en el siglo
diecinueve en Europa occidental; pero la disminución fue gradualmente moderada.
La pérdida sufrida durante los ochocientos años previos difícilmente puede ser
comparada con el daño vital infligido durante los últimos ochenta.
En crisis anteriores los fundamentos de la Fe y de la sociedad occidental no
fueron conmovidos; la esperanza se mantuvo dominante y a través de la tradición y
la memoria el hombre obtuvo inspiración. La sociedad permaneció cristiana y
85
hasta ese punto unificada. Pero ahora los mismos fundamentos han desaparecido.
La reverencia y el dominio de sí mismo ya no existen. Las alturas de la naturaleza
humana están cerradas; su bajao condición está abierta. Sistemas sustitutos de ética
hechos por el hombre y relativos al hombre son inventados, destronando la
conciencia. La dignidad de la razón y del conocimiento son negadas, y la misma
verdad es impugnada.
La historia de esta declinación calamitosa es bien conocida por todos y sus
rasgos sobresalientes pueden ser resumidos.
En el año 1870, no mucho después del envío de la Tabla de Bahá'u'lláh, el Papa,
mediante la conquista de Roma por el Rey Víctor Manuel, fue virtualmente
privado por la fuerza de todo aquel poder temporal, al cual Bahá'u'lláh le había
advertido que renunciara voluntariamente. Su formal reconocimiento del Reino de
Italia mediante el reciente tratado de Letrán selló esa renuncia de soberanía.
La caída del imperio Napoleónico fue seguida en Francia por una ola de
anticlericalismo, que condujo a la completa separación de la Iglesia católica
romana del Estado, a la secularización de la educación y a la supresión y dispersión
de las órdenes religiosas.
En España, la monarquía que tan largo tiempo fue la gran campeona de la
Iglesia romana para la cristiandad, fue suplantada y el Estado secularizado.
El desmembramiento de la monarquía Austro-húngara provocó la desaparición
tanto de los últimos restos del Sacro Imperio Romano como de la más poderosa
unidad política que dio apoyo espiritual y financiero a la Iglesia Romana.
En la Rusia Soviética se dirigió un asalto organizado contra la Iglesia Griega
Ortodoxa, contra la cristiandad y contra la religión; privó a esa iglesia del apoyo
del Estado, masacró a un vasto número de sus cien millones de miembros; los
despojó de sus propiedades de seis y medio millones de acres, demolió y cerró
muchos miles de lugares de adoración, o los pervirtió dándoles un uso secular, y
mediante “un plan antirreligioso de cinco años, intentó desarraigar la religión del
corazón del pueblo
En todos los países y en cada una de las ramas de la Iglesia cristiana, aun
cuando no existió una relación de apoyo por parte del Estado, el poder creciente
del nacionalismo hizo que las iglesias fueran continuamente, más y más las
86
servidoras de los intereses y las opiniones del Estado, tendencia que surgió con
firmeza y notoriedad en la primera guerra mundial.
La decadencia gradual del prestigio intelectual de la religión se extendió en
Europa sobre muchas generaciones, pero fue llevada prominentemente al
entendimiento público a fines del último siglo (1800), mayormente a través de las
controversias que siguieron al discurso de Tyndale en Belfast en 1874. El carácter
de esta decadencia fue resumido por el Profesor Whitehead, quien en 1926
escribió: “La religión tiende a degenerar en una fórmula apropiada para embellecer
una vida confortable… Por más de dos siglos ha estado a la defensiva, en una débil
defensiva. Ha sido un período de progreso intelectual sin precedentes. De esta
manera una serie de situaciones nuevas fueron abiertas al pensamiento. En cada
una de tales ocasiones, sorprendieron desprevenidos a los pensadores religiosos.
Aquello que había sido proclamado como algo vital, luego de la lucha, la aflicción
y el anatema, fue finalmente modificado e interpretado diferentemente. Entonces,
la siguiente generación de apologistas religiosos felicita al mundo religioso por la
más profunda comprensión lograda. El resultado de la continua repetición de esta
retirada indigna, que se extendió durante muchas generaciones, ha destruido
finalmente casi por completo la autoridad intelectual de los pensadores religiosos.
Consideramos el siguiente contraste: cuando Darwin o Einstein proclaman teorías
que modifican nuestras ideas, es un triunfo para la ciencia. Nosotros no decimos
que es otra derrota de la ciencia porque sus viejas ideas han sido abandonadas.
sabemos que se ha dado otro paso adelante en el conocimiento científico.”
La pérdida sufrida en el terreno moral y espiritual ha sido aún más vital y
notable, especialmente en años recientes. No hay necesidad de abundar en la
materia. La enfermedad en el corazón de la vida y el pensamiento cristianos que
hizo posible estas humillaciones fue la decadencia de la espiritualidad. El amor a
Dios, el temor a Dios, la confianza en la Providencia Omnipotente, y la
permanente vigilancia de Dios, han dejado de ser las fuerzas activas en el mundo.
Los pensadores religiosos se sienten fracasados por los portentos de la época:
cuando los hombres desilusionados, angustiados y desesperados van a ellos por
consejo, en busca de consuelo y esperanza, de alguna idea comprensible de lo que
este cataclismo significa, de cómo se produjo y cómo debe ser enfrentado, ellos se
encuentran completamente perplejos. Aunque durante diecinueve siglos la Iglesia
87
ha proclamado y atesorado en sus credos la promesa enfática y repetida de Cristo,
de que Él vendría nuevamente en gran poder y gloria a juzgar la tierra, que
exaltaría los justos y establecería el Reinado de Dios entre los humanos, aun así
ellos creen y enseñan que a través de todos estos años de profunda tribulación
ninguna mano ha sido extendida desde el Cielo, que ninguna guía ha arrojado luz
sobre la tierra; que Dios se ha ocultado de Sus criaturas cuando éstas más
necesitaban Su socorro, Su consuelo y Su amor; que Cristo olvidó completamente
Su promesa o es impotente para cumplirla y ha permitido que Su iglesia universal
se encuentre en ruinas, sin evidencia al menor signo de Su interés o solicitud.
Mientras tanto el Mensaje bahá'í ha encendido una vez más sobre la tierra el
antiguo Fuego de la Fe que Jesucristo encendió hace mucho tiempo, el Fuego del
amor espontáneo hacia Dios y hacia el hombre, un amor que cambia totalmente la
vida y ansia mostrarse en hechos devotos y en el sacrifico de sí mismo aun hasta la
muerte y el martirio. Para aquellos que han reconocido la voz de Cristo
nuevamente en esta Edad, les ha sido dada con renovada frescura y belleza, la
visón del Reinado de Dios tal como Jesucristo y el Libro de Apocalipsis lo
expresaron, la misma visión, pero ahora más clara, en mayor escala y más
abundante en detalles. Ellos tienen un nuevo entusiasmo, un poder la cual nada
puede contradecir o resistir. Sus palabras llegan hasta los corazones de los
hombres. Con un coraje y una determinación que solo un Amor divino puede
encender o sostener, ellos se han levantado y enfrentado una cruel persecución
como testimonio de su fe. Temerarios, aunque comparativamente pocos, débiles en
sí, pero invencibles en la Causa de Dios, han llevado ahora esa Fe en poco más de
cien años a través de todo lo largo y ancho de la tierra; se establecieron en casi
doscientos cincuenta países, tradujeron su literatura a doscientos idiomas
aproximadamente, reunió adherentes del Este y el Oeste, provenientes de muchas
razas, naciones, credos y tradiciones, y se han establecido como una Comunidad
Mundial que adora a un solo Dios bajo un solo Nombre.55
La Fe bahá'í presenta hoy a las Iglesias cristianas el más formidable desafío que
les ha sido dado recibir en toda su larga historia: Un desafío y también una
oportunidad. Es ciertamente el deber de todo cristiano sincero en esta Edad
55
En 1997 los bahá'ís se han establecido en más de 187 países, viven en más de 116.000 localidades y la literatura
bahá'í ha sido traducido en más de 800 idiomas.
88
iluminada, el investigar por sí mismo sin temor y con mente abierta, el propósito y
las enseñanza de esta Fe y determinar si el centro colectivo de todas las fuerzas
constructivas de este tiempo no es sino el Mensajero de Dios, Bahá'u'lláh, Él y no
otro; y si el camino para un mundo mejor, más bueno y feliz, no se abriría tan
pronto como aceptemos el Anuncio que nuestros dirigentes rechazaron:
“¡Oh reyes de la tierra! Ha venido Aquel Quien es el soberano Señor de todo.
El Reino de Dios, el Protector omnipotente, Él que Subiste por Sí Mismo. No
adoréis a nadie sino a Dios, y con corazones radiantes alzad vuestros rostros
hacia vuestro Señor, el Señor de todos los nombres. Esta es una Revelación con
la que nada que poseéis puede jamás ser comparado, si sólo lo supierais.”
¡Oh creyentes cristianos! Por vuestro propio bien y por el bien de las Iglesias,
por el bien de toda la humanidad, por el bien del Reino, abandonad vuestros
dogmas en conflicto e interpretaciones que han causado tal desunión, que nos han
conducido a las puertas de una destrucción completa de nosotros mismos.
Reconoced la Edad de la Verdad. Reconoced a Cristo en la Gloria y Poder del
Padre, y de alma y corazón, abrazad Su Causa.
*******************
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