Modelo Atómico de Bohr
Modelo Atómico de Bohr
Modelo Atómico de Bohr
El modelo atómico de Bohr muestra al átomo como un núcleo positivo pequeño rodeado por
electrones en capas circulares alrededor del núcleo.
Con ayuda de la teoría cuántica de Plank, los espectros de luz de los elementos, y la teoría nuclear de
Rutherford, Bohr logró en 1913 establecer un nuevo modelo atómico donde los electrones describían
círculos alrededor del núcleo.
Este modelo sirvió para explicar los espectros de luz emitidos por los elementos y las regularidades de la
tabla periódica. Además, con el modelo de Bohr se inició la era cuántica.
Para Bohr, el movimiento circular del electrón tenía un radio de rotación específico, por lo que no
podían existir electrones entre dos capas.
Los electrones se mueven de forma estable, es decir, sin liberar energía, en el estado estacionario.
Cuando se les aplica una cantidad de energía exterior, esto es, los electrones son excitados, pueden saltar
a un nivel de energía superior. Este es el estado excitado menos estable del electrón.
Los electrones en estado estacionario se mueven en "niveles de energía" o "capas". Cada nivel de
energía se denomina por letras, siendo el nivel más bajo la letra K, seguido de L, M, N, y así
sucesivamente. Las capas pueden imaginarse como anillos de cebolla envolviendo al núcleo.
En este sentido, las capas más cercanas al núcleo poseen menos energía, También cada capa podía
contener más de un electrón, por ejemplo: la capa K puede tener hasta dos electrones, la capa L, ocho, y
así sucesivamente.
Todos los elementos cuando se calientan emiten una luz de colores o frecuencias específicas, conocidas
como espectro electromagnético.
Niels Bohr nació en Copenhagen (Dinamarca) en 1885. En 1912 entró en el laboratorio de Ernest
Rutherford con la tarea de descubrir la forma en que la estructura nuclear del átomo era estable.
Bohr propuso que los electrones estaban alejados a una distancia determinada del núcleo, girando en
círculos. Cada círculo u órbita estaba provista de una cantidad predeterminada de energía. Si un electrón
saltaba a una órbita de menor energía, este emitiría una radiación electromagnética.
El modelo más simple fue el hidrógeno, que consiste de un electrón y un protón. Calculando la energía
que emite el hidrógeno cuando recibe una descarga, los valores experimentales se aproximaban a los
valores calculados por Bohr.
Algunos trataron de ajustar el modelo a una órbita elíptica, sin éxito. Hoy en día se sabe que el electrón
se comporta como una onda y una partícula, por lo que se habla mejor de una función de onda, un
espacio alrededor del núcleo donde existe la probabilidad de encontrar el electrón.
El modelo del hidrógeno de Bohr está basado en la suposición clásica de que los electrones
viajan en capas específicas, u órbitas, alrededor del núcleo.
Con el modelo de Bohr se calcularon las siguientes energías para un electrón en la capa nnn:
E(n)=-\dfrac{1}{n^2} \cdot 13{,}6\,\text{eV}E(n)=−n21⋅13,6eVE, left parenthesis, n, right parenthesis,
equals, minus, start fraction, 1, divided by, n, squared, end fraction, dot, 13, comma, 6, start text, e, V,
end text
Bohr explicó el espectro del hidrógeno en términos de electrones que absorben y emiten
fotones para cambiar niveles de energía, en donde está la energía del fotón.
h\nu =\Delta E = \left(\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}{{n_{alto}}^2}\right) \cdot
13{,}6\,\text{eV}hν=ΔE=(nbajo21−nalto21)⋅13,6eVh, \nu, equals, delta, E, equals, left parenthesis,
start fraction, 1, divided by, n, start subscript, b, a, j, o, end subscript, squared, end fraction, minus, start
fraction, 1, divided by, n, start subscript, a, l, t, o, end subscript, squared, end fraction, right parenthesis,
dot, 13, comma, 6, start text, e, V, end text
El modelo de Bohr no funciona para sistemas con más de un electrón.
Cuantización y fotones
A principios de los años 1900, los científicos eran conscientes de que algunos fenómenos ocurrían en
una forma discreta, en lugar de continua. Los físicos Max Planck y Albert Einstein habían teorizado
recientemente que la radiación electromagnética no solo se comporta como una onda, sino a veces
también como partículas llamadas fotones. Planck estudió la radiación electromagnética emitida por
objetos calientes y propuso que la radiación electromagnética emitida estaba "cuantizada" pues la
energía de la luz solo tenía valores dados por la siguiente ecuación: E_{\text{fotón}}=nh\nuEfotoˊn
=nhνE, start subscript, start text, f, o, t, o, with, \', on top, n, end text, end subscript, equals, n, h, \nu,
donde nnn es un entero positivo, hhh es la constante de Planck —6{,}626 \times10^{-34}\,\text {J}\cdot
\text s6,626×10−34J⋅s6, comma, 626, times, 10, start superscript, minus, 34, end superscript, start text,
J, end text, dot, start text, s, end text— y \nuν\nu es la frecuencia de la luz que tiene unidades
de \dfrac{1}{\text s}s1start fraction, 1, divided by, start text, s, end text, end fraction.
Como consecuencia, la radiación electromagnética emitida debía tener energías que fueran múltiplos
de h\nuhνh, \nu. Einstein usó los resultados de Planck para explicar por qué se necesitaba una frecuencia
mínima de luz para expulsar electrones de la superficie de un metal en el efecto fotoeléctrico.
[¿En dónde puedo aprender más sobre el efecto fotoeléctrico?]
Cuando algo está cuantizado, significa que solo están permitidos valores específicos, como cuando se
toca el piano. Puesto que cada tecla está afinada en una nota específica, solo cierto conjunto de notas —
que corresponde a frecuencias de ondas sonoras— se pueden producir. Siempre y cuando tu piano esté
apropiadamente afinado, puedes tocar un fa o fa sostenido, pero no puedes tocar la nota que está a la
mitad entre fa y fa sostenido.
Espectro de emisión del sodio, arriba, comparado con el espectro del Sol, abajo. Las líneas obscuras en
el espectro de emisión del Sol, que también se llaman líneas de Fraunhofer, son debido a la absorción de
longitudes de onda específicas de luz por elementos en la atmósfera del Sol. La comparación lado a lado
muestra que el par de líneas obscuras cerca de la mitad del espectro de emisión del Sol son debidas
probablemente al sodio en su atmósfera. Crédito de la imagen: De la Biodiversity Heritage Library
Para el caso relativamente fácil del átomo de hidrógeno, las longitudes de onda de algunas emisiones
incluso se pueden ajustar a ecuaciones matemáticas. Sin embargo, las ecuaciones no explican por qué el
átomo de hidrógeno emite esas longitudes de onda en particular. Antes del modelo del átomo de
hidrógeno de Bohr, los científicos no tenían clara la razón detrás de la cuantización del espectro de
emisión atómico.
Se muestra un átomo de litio usando el modelo planetario. Los electrones están en órbitas circulares
alrededor del núcleo. Crédito de la imagen: modelo atómico planetario de Wikimedia Commons, CC-
BY-SA 3,0
Al mantener los electrones en órbitas circulares cuantizadas alrededor de un nucleo cargado
positivamente, Bohr fue capaz de calcular la energía de un electrón en el nnn-ésimo nivel de energía del
hidrógeno: E(n)=-\dfrac{1}{n^2} \cdot 13{,}6\,\text{eV}E(n)=−n21⋅13,6eVE, left parenthesis, n, right
parenthesis, equals, minus, start fraction, 1, divided by, n, squared, end fraction, dot, 13, comma, 6, start
text, e, V, end text, en el que la energía más baja posible o energía del estado base de un electrón de
hidrógeno, E(1)E(1)E, left parenthesis, 1, right parenthesis, es -13{,}6\,\text{eV}−13,6eVminus, 13,
comma, 6, start text, e, V, end text.
Observa que la energía siempre va a ser un número negativo, y el estado base, n=1n=1n, equals, 1, tiene
el valor más negativo. Esto es porque la energía de un electrón en órbita es relativa a la energía de un
electrón que se ha separado por completo de su núcleo, n=\inftyn=∞n, equals, infinity, lo cual por
definición tiene una energía de 0\,\text{eV}0eV0, start text, e, V, end text. Puesto que un electrón en
órbita alrededor del núcleo es más estable que un electrón que está infinitamente lejos de su núcleo, la
energía de un electrón en órbita es siempre negativa.
Absorción y emisión
El diagrama de niveles de energía muestra las transiciones para la serie de Balmer, que tiene el nivel de
energía n=2 como estado base.
La serie de Balmer —las líneas espectrales en la región visible del espectro de emisión del hidrógeno—
corresponde a electrones que caen de los niveles de energía n=3-6n=3−6n, equals, 3, minus, 6 al nivel de
energía n=2n=2n, equals, 2.
Ahora Bohr podía describir el proceso de absorción y emisión en términos de estructura electrónica. De
acuerdo con el modelo de Bohr, un electrón absorbería energía en forma de fotones para excitarse y
pasar a un nivel de energía más alto siempre y cuando la energía del fotón fuera igual a la diferencia
entre los niveles de energía final e inicial. Después de saltar al nivel de energía más alto —también
llamado el estado excitado— el electrón excitado estaría en una posición menos estable, así que
rápidamente emitiría un fotón para caer a un nivel de energía más bajo y más estable.
Los niveles de energía y transiciones entre ellos se pueden ilustrar usando un diagrama de niveles de
energía, como el ejemplo anterior que muestra a los electrones cayendo al nivel n=2n=2n, equals, 2 del
hidrógeno. La energía del fotón emitido es igual a la diferencia en energía entre los dos niveles de
energía para una transición particular. La diferencia de energía entre los niveles de
energía n_{alto}nalton, start subscript, a, l, t, o, end subscript y n_{bajo}nbajon, start subscript, b, a, j,
o, end subscript se puede calcular usando la ecuación para E(n)E(n)E, left parenthesis, n, right
parenthesis de la sección previa:
\begin{aligned} \Delta E &= E(n_{alto})-E(n_{bajo}) \\ \\ &=\left( -\dfrac{1}{{n_{alto}}^2} \cdot
13{,}6\,\text{eV} \right)-\left(-\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2} \cdot 13{,}6\,\text{eV}\right) \\ \\ &=
\left(\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}{{n_{alto}}^2}\right) \cdot 13{,}6\,\text{eV}
\end{aligned}ΔE=E(nalto)−E(nbajo)=(−nalto21⋅13,6eV)−(−nbajo21⋅13,6eV)=(nbajo21−nalto
21)⋅13,6eV
Puesto que también conocemos la relación entre la energía del fotón y su frecuencia por la ecuación de
Planck, podemos resolver para la frecuencia del fotón emitido:
\begin{aligned} h\nu &=\Delta E = \left(\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}{{n_{alto}}^2}\right) \cdot
13{,}6\,\text{eV} ~~~~~~~~~~~~\text{Iguala la energía del fotón a la diferencia de energía.}\\ \\ \nu
&= \left(\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}{{n_{alto}}^2}\right) \cdot \dfrac{13{,}6\,\text{eV}}
{h}~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~\text{Resuelve para la frecuencia.}\end{aligned}hνν=ΔE=(nbajo21
−nalto21)⋅13,6eV Iguala la energıˊa del fotoˊn a la diferencia de energıˊa.=(nbajo21−nalto
21)⋅h13,6eV Resuelve para la frecuencia.
También podemos encontrar la ecuación para la longitud de onda de la radiación electromagnética
emitida usando la relación entre la velocidad de la luz \text ccstart text, c, end text, la
frecuencia \nuν\nu y la longitud de onda \lambdaλlambda:
\begin{aligned}\text c &=\lambda \nu
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~\text{Arregla
para resolver para }\nu . \\ \dfrac{\text c}{\lambda}&=\nu=\left(\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}
{{n_{alto}}^2}\right) \cdot \dfrac{13{,}6\,\text{eV}}{h}~~~~~~~~~~~~~~\text{Divide ambos lados
entre c para resolver para }\dfrac{1}{\lambda}.\\ \\ \dfrac{1}{\lambda} &=\left(\dfrac{1}
{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}{{n_{alto}}^2}\right) \cdot \dfrac{13{,}6\,\text{eV}}{h\text c}
\end{aligned}cλcλ1=λν Arregla para resolver para ν.=ν=(nbajo
21−nalto21)⋅h13,6eV Divide ambos lados entre c para resolver para λ1.=(nbajo21−nalto
21)⋅hc13,6eV
[¿Qué pasa con la constante de Rydberg?]
RR
R=\dfrac{13{,}6\,\text{eV}}{h\text c}=1{,}1\times 10^7\,\dfrac{1}{m}R, equals, start fraction, 13,
comma, 6, start text, e, V, end text, divided by, h, start text, c, end text, end fraction, equals, 1, comma,
1, times, 10, start superscript, 7, end superscript, start fraction, 1, divided by, m, end fraction
RR
\dfrac{1}{\lambda}=\left(\dfrac{1}{{n_{bajo}}^2}-\dfrac{1}{{n_{alto}}^2}\right) \cdot Rstart
fraction, 1, divided by, lambda, end fraction, equals, left parenthesis, start fraction, 1, divided by, n, start
subscript, b, a, j, o, end subscript, squared, end fraction, minus, start fraction, 1, divided by, n, start
subscript, a, l, t, o, end subscript, squared, end fraction, right parenthesis, dot, R
RRccE(1)E, left parenthesis, 1, right parenthesishh
Por tanto, podemos ver que la frecuencia —y la longitud de onda— del fotón emitido depende de las
energías de las capas iniciales y finales de un electrón en el hidrógeno.
¿Qué hemos aprendido desde que Bohr propuso este modelo del hidrógeno?
El modelo de Bohr funcionó muy bien para explicar el átomo de hidrógeno y otros sistemas de un
electrón como \text{He}^+He+start text, H, e, end text, start superscript, plus, end superscript.
Desafortunadamente, no lo hizo tan bien cuando se aplicó al espectro de átomos más complejos.
Además, con el modelo de Bohr no se podía explicar por qué algunas líneas son más intensas que otras o
por qué algunas líneas espectrales se dividen en varias líneas en presencia de un campo magnético, el
efecto Zeeman.
En las siguientes décadas, el trabajo hecho por científicos como Erwin Schrödinger mostró que se puede
pensar que los electrones se comportan como ondas y como partículas. Esto significa que no es posible
saber tanto la posición del electrón en el espacio como su velocidad al mismo tiempo, un concepto que
es expresado más precisamente en el principio de incertidumbre de Heisenberg. El principio de
incertidumbre contradice la idea de Bohr de que los electrones existen en órbitas específicas con una
velocidad y radio conocidos. En lugar de eso, solo podemos calcular probabilidades de encontrar
electrones en una región particular del espacio alrededor del núcleo.
El modelo mecánico cuántico moderno podría sonar como un salto grande desde el modelo de Bohr,
pero la idea clave es la misma: la física clásica no es suficiente para explicar todos los fenómenos a
nivel atómico. Bohr fue el primero en reconocer esto al incorporar la idea de cuantización en la
estructura electrónica del átomo de hidrógeno, y de ese modo fue capaz de explicar el espectro de
emisión del hidrógeno, así como otros sistemas de un electrón.
Rutherford llegó a la conclusión de que la masa del átomo se concentraba en una región pequeña de cargas
positivas que impedían el paso de las partículas alfa. Sugirió un nuevo modelo en el cual el átomo poseía un
núcleo o centro en el cual se concentra la masa y la carga positiva, y que en la zona extra nuclear se encuentran
los electrones de carga negativa.
Historia
Antes de que Rutherford propusiera su modelo atómico, los físicos aceptaban que las cargas eléctricas en el
átomo tenían una distribución más o menos uniforme. Rutherford trató de ver cómo era la dispersión de
las partículas alfa por parte de los átomos de una lámina de oro muy delgada. Los ángulos resultantes de la
desviación de las partículas supuestamente aportarían información sobre cómo era la distribución de carga en
los átomos. Era de esperar que, si las cargas estaban distribuidas uniformemente según el modelo atómico de
Thomson, la mayoría de las partículas atravesarían la delgada lámina sufriendo solo ligeras deflexiones,
siguiendo una trayectoria aproximadamente recta. Aunque esto era cierto para la mayoría de las partículas alfa,
un número importante de estas sufrían deflexiones de cerca de 180º, es decir, prácticamente salían rebotadas
en dirección opuesta al incidente.
Rutherford pensó que no era suficiente fracción de partículas rebotadas en dirección opuesta podía ser
explicada si se suponía la existencia de fuertes concentraciones de carga positiva en el átomo. La mecánica
newtoniana en conjunción con la ley de Coulomb predice que el ángulo de deflexión de una partícula alfa
relativamente liviana por parte de un átomo de oro más pesado, depende del "parámetro de impacto" o
distancia entre la trayectoria de la partícula y el núcleo: 3
se deduce que el parámetro de impacto debe ser bastante menor que el radio atómico. De hecho, el parámetro
de impacto necesario para obtener una fracción apreciable de partículas "rebotadas" sirvió para hacer una
estimación del tamaño del núcleo atómico, que resulta ser unas cien mil veces más pequeño que el diámetro
atómico. Este hecho resultó ser la capacidad uniformable sobre la carga positiva de los neutrones.
La importancia del modelo de Rutherford residió en proponer por primera vez la existencia de un núcleo central
en el átomo (término que acuñó el propio Rutherford en 1912, un año después de que los resultados de Geiger
y Mardsen fueran anunciados oficialmente 4). Lo que Rutherford consideró esencial, para explicar los resultados
experimentales, fue «una concentración de carga» en el centro del átomo, ya que, sin ella, no podía explicarse
que algunas partículas fueran rebotadas en dirección casi opuesta a la incidente. Este fue un paso crucial en la
comprensión de la materia, ya que implicaba la existencia de un núcleo atómico donde se concentraba toda
la carga positiva y más del 99,9 % de la masa. Las estimaciones del núcleo revelaban que el átomo en su mayor
parte estaba vacío.
Rutherford propuso que los electrones orbitarían en ese espacio vacío alrededor de un minúsculo núcleo
atómico, situado en el centro del átomo. Además, se abrían varios problemas nuevos que llevarían al
descubrimiento de nuevos hechos y teorías al tratar de explicarlos:
Por un lado se planteó el problema de cómo un conjunto de cargas positivas podían mantenerse unidas
en un volumen tan pequeño, hecho que llevó posteriormente a la postulación y descubrimiento de
la fuerza nuclear fuerte, que es una de las cuatro interacciones fundamentales.
Por otro lado existía otra dificultad proveniente de la electrodinámica clásica que predice que una
partícula cargada y acelerada, como sería el caso de los electrones orbitando alrededor del núcleo,
produciría radiación electromagnética, perdiendo energía y finalmente cayendo sobre el núcleo.
Las leyes de Newton, junto con las ecuaciones de Maxwell del electromagnetismo aplicadas al átomo de
Rutherford llevan a que en un tiempo del orden de s, toda la energía del átomo se habría radiado, con la
consiguiente caída de los electrones sobre el núcleo. 5 Se trata, por tanto de un modelo físicamente
inestable, desde el punto de vista de la física clásica.
Según Rutherford, las órbitas de los electrones no están muy bien definidas y forman una estructura compleja
alrededor del núcleo, dándole un tamaño y forma algo indefinidas. Los resultados de su experimento le
permitieron calcular que el radio atómico era diez mil veces mayor que el núcleo mismo, y en consecuencia, que
el interior de un átomo está prácticamente vacío.
Modelos posteriores[editar]
El modelo atómico de Rutherford fue sustituido muy pronto por el de modelo de Bohr. Bohr intentó
explicar fenomenológicamente que solo algunas órbitas de los electrones son posibles. Lo cual daría cuenta de
los espectros de emisión y absorción de los átomos en forma de bandas discretas.
Los números cuánticos azimutal (l) y magnético (m) definen los llamados armónicos esféricos Ylm, para l =0,...,4 (de
arriba abajo) y m = 0,...,4 (de izquierda a derecha). Estas funciones definen la forma del orbital atómico de los
electrones o equivalentemente la distribución angular de los electrones alrededor del núcleo atómico.
Sistemas atómicos[editar]
¿Cuántos números cuánticos hacen falta?[editar]
La cuestión de "¿cuántos números cuánticos se necesitan para describir cualquier sistema
dado?" no tiene respuesta universal, aunque para cada sistema se debe encontrar la
respuesta a un análisis completo del sistema. De hecho, en términos más actuales la
pregunta se suele formular como "¿cuántos observables conforman un conjunto completo de
observables compatible?". Ya que un número cuántico no es más que un autovalor de
cada observable de ese conjunto. Por ejemplo en un átomo hidrogenoide el número de
números cuánticos requeridos es de tres:
para
número cuántico magnético, (proyección
energía shift :
del momento angular)
Con cada una de las capas del modelo atómico de Bohr correspondía a un valor diferente del
número cuántico principal. Más tarde introdujeron los otros números cuánticos y Wolfgang
Pauli, otro de los principales contribuidores de la teoría cuántica, formuló el
celebrado principio de exclusión basado en los números cuánticos, según el cual en un átomo
no puede haber dos electrones cuyos números cuánticos sean todos iguales. Este principio
justificaba la forma de llenarse las capas de átomos cada vez más pesados, y daba cuenta de
por qué la materia ocupa lugar en el espacio.
Desde un punto de vista mecano-cuántico, los números cuánticos caracterizan las soluciones
estacionarias de la Ecuación de Schrödinger.
No es posible saber la posición y la velocidad exactas de un electrón en un momento
determinado, sin embargo, es posible describir dónde se encuentra. Esto se
denomina principio de incertidumbre o de Heisenberg. La zona que puede ocupar un electrón
dentro de un átomo se llama orbital atómico. Existen varios orbitales distintos en cada
átomo, cada uno de los cuales tiene un tamaño, forma y nivel de energía específico. Puede
contener hasta dos electrones que, a su vez, tienen números cuánticos de espín opuestos.
Sistemas generales[editar]
La cantidad de números cuánticos requeridos para representar un estado ligado de un
sistema cuántico general dependerá del cardinal de un conjunto cuántico completo
de observables compatibles (CCOC). Dado un CCOC formado por los observables todo
estado del sistema puede ser expresado por la serie numérica de la forma:
Donde cada uno de los estados es simultáneamente propio de cada uno de los observables
que forman el CCOC:
El conjunto de valores son los números cuánticos del sistema. Si el CCOC tienen espectro
puntual entonces los números cuánticos pueden ser números enteros.
En el caso del átomo hidrogenoide (hamiltoniano, momento angular, componente Z del
momento angular, espín del electrón) forman un CCOC y de ahí que solo sean necesarios
cuatro números cuánticos para describir los estados estacionarios de dicho sistema.
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La Teoría Cuántica es uno de los pilares fundamentales de la Física actual. Se trata de una teoría que reúne un
formalismo matemático y conceptual, y recoge un conjunto de nuevas ideas introducidas a lo largo del primer
tercio del siglo XX, para dar explicación a procesos cuya comprensión se hallaba en conflicto con las
concepciones físicas vigentes.
Las ideas que sustentan la Teoría Cuántica surgieron, pues, como alternativa al tratar de explicar el
comportamiento de sistemas en los que el aparato conceptual de la Física Clásica se mostraba insuficiente. Es
decir, una serie de observaciones empíricas cuya explicación no era abordable a través de los métodos
existentes, propició la aparición de las nuevas ideas.
Hay que destacar el fuerte enfrentamiento que surgió entre las ideas de la Física Cuántica, y aquéllas válidas
hasta entonces, digamos de la Física Clásica. Lo cual se agudiza aún más si se tiene en cuenta el notable éxito
experimental que éstas habían mostrado a lo largo del siglo XIX, apoyándose básicamente en la mecánica de
Newton y la teoría electromagnética de Maxwell (1865).
“Dos nubecillas”
Era tal el grado de satisfacción de la comunidad científica que algunos físicos, entre ellos uno de los más ilustres
del siglo XIX, William Thompson (Lord Kelvin), llegó a afirmar:con
Hoy día la Física forma, esencialmente, un conjunto perfectamente armonioso, ¡un conjunto prácticamente
acabado! ... Aun quedan “dos nubecillas” que oscurecen el esplendor de este conjunto. La primera es el resultado
negativo del experimento de Michelson-Morley. La segunda, las profundas discrepancias entre la experiencia y la
Ley de Rayleigh-Jeans.
¿Qué pretendía explicar, de manera tan poco afortunada, la Ley de Rayleigh-Jeans (1899)? Un fenómeno físico
denominado radiación del cuerpo negro, es decir, el proceso que describe la interacción entre la materia y la
radiación, el modo en que la materia intercambia energía, emitiéndola o absorbiéndola, con una fuente de
radiación. Pero además de la Ley de Rayleigh-Jeans había otra ley, la Ley de Wien (1893), que pretendía también
explicar el mismo fenómeno.
La Ley de Wien daba una explicación experimental correcta si la frecuencia de la radiación es alta, pero fallaba
para frecuencias bajas. Por su parte, la Ley de Rayleigh-Jeans daba una explicación experimental correcta si la
frecuencia de la radiación es baja, pero fallaba para frecuencias altas.
La frecuencia es una de las características que definen la radiación, y en general cualquier fenómeno en el que
intervengan ondas. Puede interpretarse la frecuencia como el número de oscilaciones por unidad de tiempo.
Toda la gama de posibles frecuencias para una radiación en la Naturaleza se hallan contenidas en el espectro
electromagnético, el cual, según el valor de la frecuencia elegida determina un tipo u otro de radiación.
En 1900, Max Planck puso la primera piedra del edificio de la Teoría Cuántica. Postuló una ley (la Ley de Planck)
que explicaba de manera unificada la radiación del cuerpo negro, a través de todo el espectro de frecuencias.
La hipótesis de Planck
¿Qué aportaba la ley de Planck que no se hallase ya implícito en las leyes de Wien y de Rayleigh-Jeans? Un
ingrediente tan importante como novedoso. Tanto que es el responsable de la primera gran crisis provocada por
la Teoría Cuántica sobre el marco conceptual de la Física Clásica. Ésta suponía que el intercambio de energía
entre la radiación y la materia ocurría a través de un proceso continuo, es decir, una radiación de frecuencia f
podía ceder cualquier cantidad de energía al ser absorbida por la materia.
Lo que postuló Planck al introducir su ley es que la única manera de obtener una fórmula experimentalmente
correcta exigía la novedosa y atrevida suposición de que dicho intercambio de energía debía suceder de una
manera discontinua, es decir, a través de la emisión y absorción de cantidades discretas de energía, que hoy
denominamos “quantums” de radiación. La cantidad de energía E propia de un quantum de radiación de
frecuencia f se obtiene mediante la relación de Planck: E = h x f, siendo h la constante universal de Planck = 6’62
x 10 (expo-34) (unidades de “acción”).
Puede entenderse la relación de Planck diciendo que cualquier radiación de frecuencia f se comporta como una
corriente de partículas, los quantums, cada una de ellas transportando una energía E = h x f, que pueden ser
emitidas o absorbidas por la materia.
La hipótesis de Planck quedó confirmada experimentalmente, no sólo en el proceso de radiación del cuerpo
negro, a raíz de cuya explicación surgió, sino también en las explicaciones del efecto fotoeléctrico, debida a
Einstein (1905), y del efecto Compton, debida a Arthur Compton (1923).
El marco de aplicación de la Teoría Cuántica se limita, casi exclusivamente, a los niveles atómico, subatómico y
nuclear, donde resulta totalmente imprescindible. Pero también lo es en otros ámbitos, como la electrónica (en
el diseño de transistores, microprocesadores y todo tipo de componentes electrónicos), en la física de nuevos
materiales, (semiconductores y superconductores), en la física de altas energías, en el diseño de
instrumentación médica (láseres, tomógrafos, etc.), en la criptografía y la computación cuánticas, y en la
Cosmología teórica del Universo temprano. De manera que la Teoría Cuántica se extiende con éxito a contextos
muy diferentes, lo que refuerza su validez.
Pero, ¿por qué falla la teoría clásica en su intento de explicar los fenómenos del micromundo? ¿No se trata al fin
y al cabo de una simple diferencia de escalas entre lo grande y lo pequeño, relativa al tamaño de los sistemas?
La respuesta es negativa. Pensemos que no siempre resulta posible modelar un mismo sistema a diferentes
escalas para estudiar sus propiedades.
Para ver que la variación de escalas es un proceso con ciertas limitaciones intrínsecas, supongamos que
queremos realizar estudios hidrodinámicos relativos al movimiento de corrientes marinas. En determinadas
condiciones, podríamos realizar un modelo a escala lo suficientemente completo, que no dejase fuera factores
esenciales del fenómeno. A efectos prácticos una reducción de escala puede resultar lo suficientemente
descriptiva.
Pero si reducimos la escala de manera reiterada pasaremos sucesivamente por situaciones que se
corresponderán en menor medida con el caso real. Hasta llegar finalmente a la propia esencia de la materia
sometida a estudio, la molécula de agua, que obviamente no admite un tratamiento hidrodinámico, y habremos
de acudir a otro tipo de teoría, una teoría de tipo molecular. Es decir, en las sucesivas reducciones de escala se
han ido perdiendo efectos y procesos generados por el aglutinamiento de las moléculas.
De manera similar, puede pensarse que una de las razones por las que la Física Clásica no es aplicable a los
fenómenos atómicos, es que hemos reducido la escala hasta llegar a un ámbito de la realidad “demasiado
esencial” y se hace necesario, al igual que en el ejemplo anterior, un cambio de teoría. Y de hecho, así sucede: la
Teoría Cuántica estudia los aspectos últimos de la substancia, los constituyentes más esenciales de la materia
(las denominadas “partículas elementales”) y la propia naturaleza de la radiación.
Albert Einstein
Debemos asumir, pues, el carácter absoluto de la pequeñez de los sistemas a los que se aplica la Teoría
Cuántica. Es decir, la cualidad “pequeño” o “cuántico” deja de ser relativa al tamaño del sistema, y adquiere un
carácter absoluto. Y ¿qué nos indica si un sistema debe ser considerado “pequeño”, y estudiado por medio de la
Teoría Cuántica? Hay una “regla”, un “patrón de medida” que se encarga de esto, pero no se trata de una regla
calibrada en unidades de longitud, sino en unidades de otra magnitud física importante denominada “acción”.
La acción es una magnitud física, al igual que lo son la longitud, el tiempo, la velocidad, la energía, la
temperatura, la potencia, la corriente eléctrica, la fuerza, etc., aunque menos conocida. Y al igual que la
temperatura indica la cualidad de frío o caliente del sistema, y la velocidad su cualidad de reposo o movimiento,
la acción indica la cualidad de pequeño (cuántico) o grande (clásico) del sistema. Como la energía, o una
longitud, todo sistema posee también una acción que lo caracteriza.
Al contrario, si h es muy pequeña comparada con la acción típica del sistema podremos estudiarlo a través de
los métodos de la teoría clásica. Es decir: Si A es del orden de h debemos estudiar el sistema según la Teoría
Cuántica. Si A es mucho mayor que h, podemos estudiarlo por medio de la Física Clásica.
Veamos dos ejemplos de acción característica en dos sistemas diferentes, aunque análogos:
1. El electrón orbitando en torno al núcleo en el nivel más bajo de energía del átomo de hidrógeno.
Vamos a calcular el orden de magnitud del producto P x L. P representa el producto de la masa del electrón por
su velocidad orbital, esto es P = 10 (exp-31) (masa) x 10 (exp 6) (velocidad) = 10 (exp-25) (cantidad de
movimiento). El valor característico de L corresponde al radio de la órbita, esto es, L = 10 (expo-10) (longitud).
Realizamos ahora el producto P x L para hallar la magnitud de la “acción” característica asociada a este proceso:
A1 = Px L = 10 (expo-25) x 10 (expo-10) = 10 (expo-35) (acción).
2. El planeta Júpiter orbitando en torno al Sol (consideramos la órbita circular, para simplificar).
Para este segundo ejemplo, realizamos cálculos análogos a los anteriores. Primeramente la cantidad de
movimiento P, multiplicando la masa de Júpiter por su velocidad orbital: P = 10 (expo 26) (masa) x 10 (expo 4)
(velocidad) = 10 (expo 30) (cantidad de movimiento). Igualmente, la longitud característica será la distancia
orbital media: L = 10 (expo 11) (longitud). La magnitud de la acción característica en este segundo caso será: A2
= 10 (expo 30) x 10 (expo 11) = 10 (expo 41) (acción).
Si comparamos estos dos resultados con el orden de magnitud de la constante de Planck tenemos:
h = 10 (expo-34)
A1 = 10 (expo -35)
A2 = 10 (expo 41)
Vemos que para el caso 1 (electrón orbitando en un átomo de hidrógeno) la proximidad en los órdenes de
magnitud sugiere un tratamiento cuántico del sistema, que debe estimarse como “pequeño” en el sentido que
indicábamos anteriormente, en términos de la constante de Planck, considerada como “patrón” de medida. Al
contrario, entre el caso 2 (Júpiter en órbita en torno al Sol) y la constante de Planck hay una diferencia de 75
órdenes de magnitud, lo que indica que el sistema es manifiestamente “grande”, medido en unidades de h, y no
requiere un estudio basado en la Teoría Cuántica.
El primer dígito diferente de cero aparece en la trigésimo cuarta cifra decimal. La pequeñez extrema de h
provoca que no resulte fácil descubrir los aspectos cuánticos de la realidad, que permanecieron ocultos a la
Física hasta el siglo XX. Allá donde no sea necesaria la Teoría Cuántica, la teoría clásica ofrece descripciones
suficientemente exactas de los procesos, como en el caso del movimiento de los planetas, según acabamos de
ver.
1900. “Hipótesis cuántica de Planck” (Premio Nobel de Física, 1918). Carácter corpuscular de la radiación.
1905. Einstein (Premio Nobel de Física, 1921) explica el “efecto fotoeléctrico” aplicando la hipótesis de Planck.
1911. Experimentos de Rutherford, que establecen el modelo planetario átomo, con núcleo (protones) y órbitas
externas (electrones).
1913. Modelo atómico de Niels Bohr (Premio Nobel de Física, 1922). Tiene en cuenta los resultados de
Rutherford, pero añade además la hipótesis cuántica de Planck. Una característica esencial del modelo de Bohr
es que los electrones pueden ocupar sólo un conjunto discontinuo de órbitas y niveles de energía.
1923. Arthrur Comptom (Premio Nobel de Física, 1927) presenta una nueva verificación de la hipótesis de
Planck, a través de la explicación del efecto que lleva su nombre.
1924. Hipótesis de De Broglie (Premio Nobel de Física, 1929). Asocia a cada partícula material una onda, de
manera complementaria a cómo la hipótesis de Planck dota de propiedades corpusculares a la radiación.
1925. Werner Heisenberg (Premio Nobel de Física, 1932) plantea un formalismo matemático que permite
calcular las magnitudes experimentales asociadas a los estados cuánticos.
1926. Erwin Schrödinger (Premio Nobel de Física, 1933) plantea la ecuación ondulatoria cuyas soluciones son las
ondas postuladas teóricamente por De Broglie en 1924.
1927. V Congreso Solvay de Física, dedicado al tema “Electrones y fotones”. En él se produce el debate entre
Einstein y Bohr, como defensores de posturas antagónicas, sobre los problemas interpretativos que plantea la
Teoría Cuántica.
1932. Aparición del trabajo de fundamentación de la Teoría Cuántica elaborado por el matemático Jon von
Neumann.
Los aspectos esencialmente novedosos (no clásicos) que se derivan de la Teoría Cuántica son:
c) Existencia de magnitudes físicas cuyo espectro de valores es discontinuo. Por ejemplo los niveles de energía
del átomo de hidrógeno (Modelo atómico de Bohr).
Tradicionalmente se había venido considerando la radiación como un fenómeno ondulatorio. Pero la hipótesis
de Planck la considera como una corriente de partículas, “quantums”. ¿Qué naturaleza tiene, entonces, la
radiación: ondulatoria o corpuscular? Las dos. Manifiesta un carácter marcadamente “dual”. Se trata de
aspectos que dentro del formalismo cuántico no se excluyen, y se integran en el concepto de “quantum”.
El quantum de radiación puede manifestar propiedades tanto corpusculares como ondulatorias, según el valor
de la frecuencia de la radiación. Para valores altos de la frecuencia (en la región gamma del espectro) predomina
el carácter corpuscular. En tanto que para frecuencias bajas (en la región del espectro que describe las ondas de
radio) predomina el aspecto ondulatorio.
Pero la aparición del fenómeno ondulatorio no se produce únicamente a nivel microscópico, también se
manifiesta para objetos macroscópicos, aunque en este caso la onda asociada tiene una longitud de onda tan
pequeña que en la práctica es inapreciable y resulta imposible la realización de un experimento de difracción
que la ponga de manifiesto.
Pone de manifiesto el carácter intrínsecamente discontinuo de la Naturaleza, lo que se evidencia, como ejemplo
más notable, en el espectro de energía de los átomos. A partir de la existencia de estas discontinuidades
energéticas se explica la estabilidad de la materia.
Un ejemplo concreto
Analicemos para el caso del átomo de hidrógeno, según el modelo de Bohr, cómo se conjugan estos tres
supuestos cuánticos anteriores, a), b) y c). El átomo de hidrógeno se entiende como un sistema estable formado
por un electrón y un protón. El electrón puede hallarse en un conjunto infinito, pero discontinuo de niveles de
energía [supuesto c)].
Para pasar de un nivel a otro, el electrón debe absorber o emitir un quantum discreto de radiación [supuesto a)]
cuya energía sea igual a la diferencia de energía entre esos niveles. Los niveles posibles de energía de los
electrones se representan matemáticamente por funciones ondulatorias [supuesto b)], denominadas “funciones
de estado”, que caracterizan el estado físico del electrón en el nivel de energía correspondiente.
Para conocer el valor experimental de cualquier propiedad referente a la partícula debe “preguntarse” a su
función de estado asociada. Es decir, dicha función constituye un tipo de representación del estado físico, tal
que el estado del electrón en el n-ésimo nivel de energía es descrito por la n-ésima función de estado.
La función de onda
La descripción más general del estado del electrón del átomo de hidrógeno viene dada por la “superposición” de
diferentes funciones de estado. Tal superposición es conocida como “función de onda”. La superposición de
estados posibles es típica de la Teoría Cuántica, y no se presenta en las descripciones basadas en la Física
Clásica.
En esta última, los estados posibles nunca se superponen, sino que se muestran directamente como
propiedades reales atribuibles al estado del sistema. Al contrario, especificar el estado del sistema en la Teoría
Cuántica implica tomar en consideración la superposición de todos sus estados posibles. Las funciones de onda
no son ondas asociadas a la propagación de ningún campo físico (eléctrico, magnético, etc.), sino
representaciones que permiten caracterizar matemáticamente los estados de las partículas a que se asocian.
El físico alemán Max Born ofreció la primera interpretación física de las funciones de onda, según la cual el
cuadrado de su amplitud es una medida de la probabilidad de hallar la partícula asociada en un determinado
punto del espacio en un cierto instante. Aquí se manifiesta un hecho que se repetirá a lo largo del desarrollo de
la Teoría Cuántica, y es la aparición de la probabilidad como componente esencial de la gran mayoría de los
análisis.
La Teoría Cuántica es una teoría netamente probabilista. Nos habla de la probabilidad de que un suceso dado
acontezca en un momento determinado, no de cuándo ocurrirá ciertamente el suceso en cuestión. La
importancia de la probabilidad dentro de su formalismo supuso el punto principal de conflicto entre Einstein y
Bohr en el V Congreso Solvay de Física de 1927.
Einstein argumentaba que la fuerte presencia de la probabilidad en la Teoría Cuántica hacía de ella una teoría
incompleta reemplazable por una hipotética teoría mejor, carente de predicciones probabilistas, y por lo
tanto determinista. Acuñó esta opinión en su ya famosa frase, “Dios no juega a los dados con el Universo”.
La postura de Einstein se basa en que el papel asignado a la probabilidad en la Teoría Cuántica es muy distinto
del que desempeña en la Física Clásica. En ésta, la probabilidad se considera como una medida de la ignorancia
del sujeto, por falta de información, sobre algunas propiedades del sistema sometido a estudio. Podríamos
hablar, entonces, de un valor subjetivo de la probabilidad. Pero en la Teoría Cuántica la probabilidad posee un
valor objetivo esencial, y no se halla supeditada al estado de conocimiento del sujeto, sino que, en cierto modo,
lo determina.
En opinión de Einstein, habría que completar la Teoría Cuántica introduciendo en su formalismo un conjunto
adicional de elementos de realidad (a los que se denominó “variables ocultas”), supuestamente obviados por la
teoría, que al ser tenidos en cuenta aportarían la información faltante que convertiría sus predicciones
probabilistas en predicciones deterministas.