Clusters y Distritos Industriales

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CLUSTERS Y DISTRITOS INDUSTRIALES: UN ANÁLISIS COMPARATIVO

Autores: Ing. Sergio Cabezas y Cra. Patricia Laría

Universidad Nacional del Comahue

Facultad de Economía y Administración - Departamento de Economía

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Resumen

La concentración geográfica de industrias genera ventajas en el marco de una estrategia de

desarrollo regional; asumiendo la forma de polo tecnológico o de distrito industrial entre otras.

El diamante de Porter señala que la creciente presión competitiva de la globalización, las nuevas

tecnologías de la información, y la incertidumbre que enfrentan las empresas, incentivan la

sustitución de la competencia estática basada en los precios relativos, por la sustentada en

ventajas competitivas dinámicas. La naturaleza del medio socio-económico y la gestión de los

factores productivos contribuyen a la diferenciación, más que el precio de los factores. En este

contexto, el conocimiento emerge como un elemento clave de la competencia.

Introducción

La progresiva presión competitiva que impone la globalización de los mercados, las nuevas

tecnologías y la creciente incertidumbre a la que se enfrentan las empresas, han modificado

gradualmente la idea de competitividad, desde una competencia estática basada en los precios

relativos hacia la generación de ventajas competitivas dinámicas. Ya no existe diferenciación

sólo por dotaciones de factores, sino también por aquellos elementos que hacen a su gestión, y a

la naturaleza del medio económico y social en el que actúan. En este contexto, el conocimiento

emerge como un elemento clave de la competencia, beneficiando a las firmas que lo crean y/o

aplican más velozmente que sus competidores (Porter, 1991; Patchell, 1993; Lundvall, 1995).

La procesos de generación y difusión de conocimientos incluyen un complejo número de

interrelaciones entre proveedores, clientes, fabricantes y usuarios de los bienes de capital;

colaboración formal e informal entre firmas en un sector en particular; movilidad de

trabajadores interfirmas; y el “spin-off” de nuevas empresas desde firmas ya existentes,

universidades y laboratorios de investigación (Keeble et al, 1998). Esta denominación alude a

empresas que se crean en el seno de otra, habitualmente por iniciativa de algún empleado de la

misma. La mayoría de “spin-off” nacen de las universidades o los centros de investigación

públicos, instituciones que cumplen la función de matriz o incubadora, y sirven de apoyo en la

instancia del despegue. (Revista Tecnociencia, mayo 2004).


A la hora de compatibilizar la complejidad de los actores involucrados y las múltiples relaciones

entre éstos y el contexto, los clusters y distritos industriales, aparecen como una de las formas

de organización industrial más virtuosas. Su capacidad para coordinar recursos y actores y

agilizar la transmisión de conocimientos y aprendizajes por medio de la cooperación entre

empresas se encuentra potenciada por la concentración geográfica de las mismas.

Tanto los distritos industriales como los clusters industriales presentan características similares

en cuanto a su capacidad de potenciar la eficiencia de las empresas que los constituyen y de

acaparar nuevas inversiones. En las diferentes definiciones de ambos conceptos confluyen estas

características, y otro conjunto de elementos que se repiten, lo que hace válido preguntarse si se

trata de sinónimos, y de no ser así, las diferencias a marcar entre ellos. Este escrito recorre

algunas líneas teóricas que abordan y clusters y distritos buscando responder a ese interrogante.

El elemento geográfico

Las ventajas de la concentración geográfica de las industrias ha sido la base del planteo de

estrategias de desarrollo regional bajo diferentes concepciones: polos tecnológicos, distritos

industriales, versión espacial del diamante de Porter y valles tecnológicos.

Los enunciados beneficios de la aglomeración se fundan en las economías externas. Como

escribe Marshall:

“Podemos dividir las economías que proceden de un aumento en la escala de la producción de

cualquier clase de bienes en dos clases, a saber: primera, aquellas que dependen del desarrollo

general de la industria, y, segunda, las que dependen de los recursos de las empresas a ella

dedicadas, de la organización de éstas y de la eficiencia de su dirección. Podemos llamar a las

primeras economías externas; y a las segundas, economías internas. ... aquellas economías

externas... pueden a menudo lograrse mediante la concentración de muchos pequeños negocios

de carácter semejante en localidades particulares, o sea, como generalmente se dice, por la

localización de la industria.” (Marshall A, 1920).


Marshall fundó los cimientos sobre los que se construyen las modernas teorías de las

externalidades en la producción. Los tres grupos de factores generadores de externalidades que

favorecen la concentración de empresas del mismo sector que distinguía Marshall son:

 La aglomeración de empresas de un mismo sector estimula el establecimiento de

actividades complementarias proveedoras de insumos y servicios específicos.

 La formación de una oferta de trabajo especializado y de una demanda no concentrada

en una única empresa, constituyen una ventaja generada por la aglomeración.

 Los flujos de información relacionados con estas habilidades y conocimientos se dan en

el espacio y el tiempo entre empresas vecinas, generando un saber hacer acumulativo.

Scitovsky (1954) distingue las economías externas pecuniarias o estáticas (que operan a través

del mercado y disminuyen costos) de las tecnológicas o dinámicas, que se difunden entre

empresas modifican la función de producción de las mismas.

Glaeser et.al (1992) clasifican las externalidades dinámicas en:

 tipo MAR (Marshall, Arrow, Romer): intraindustriales con marco oligopólico.

 tipo Porter: intraindustriales con marco competitivo.

 tipo Jacobs: interindustriales con marco competitivo.

El elemento aglutinante

Las políticas a aplicar para aprovechar las ventajas de la concentración espacial o aglomeración

industrial difieren en la consideración del elemento aglutinante.

Los polos de desarrollo buscaban explotar las ventajas de la concentración, fomentando la

instalación de una gran empresa (generalmente pública) que va a generar empleo y demanda

directamente o por inducción. En este marco las ventajas expansivas del polo, se basaba en

forma más notoria en el efecto multiplicador keynesiano que en las economías externas.

En las décadas de 1980 y 1990, el modelo a seguir fue el distrito industrial definido como “una

entidad socio-territorial caracterizada por la presencia simultánea activa, en un área territorial

delimitada desde el punto de vista natural e históricamente determinada, de una comunidad de

personas y de una población de empresas industriales. En el distrito... la comunidad y las


empresas tienden a compenetrarse mutuamente” (Becattini, 1989: 112). El elemento aglutinante

del distrito es la «atmósfera industrial». Como escribe Marshall: “cuando en un mismo lugar se

concentra una gran masa de personas que desarrollan actividades parecidas, sucede que por el

simple hecho de estar juntas e interactuar entre sí aprenden la una de la otra. Como se suele

decir… las habilidades requeridas por el trabajo es como si estuvieran en el aire” (Marshall,

1975, vol.2: 197).

La metodología del diamante de Porter identifica cuatro factores de competitividad del cluster:

demanda sofisticada, acceso a factores productivos avanzados, calidad de proveedores y entorno

competitivo. Este esquema no implica necesariamente una delimitación geográfica; se trata de

clusters sectoriales (del vino, de la leche, la fruta fresca). La competitividad de las empresas

pertenecientes al cluster se sustenta en la competencia y en los vínculos productivos entre

empresas y proveedores de insumos y servicios, dejando un papel secundario para las

economías externas dinámicas. El Silicon Valley surge por concentración geográfica de

empresas que crean tecnologías de información y comunicación. El elemento concentrador

depende de la velocidad de la innovación y de los efectos positivos de su aplicación en tanto

spillovers de conocimiento. (Ontiveros E, 2001)

El elemento temporal

Los distrititos industriales como los clusters son modelos de organización de la producción que

impulsan dos estrategias diferentes de desarrollo económico, cimentadas en la localización. Los

distritos industriales se han desarrollado en la modernidad y tienen una prolongada trayectoria

como alternativa a la gran empresa integrada; asignando un rol destacado a la comunidad de

empresas y personas y propiciando el un desarrollo local. El concepto de cluster, nace con la

época de la globalización y goza de la exaltación de lo contemporáneo.

El Distrito Industrial

En su artículo “Del Sector Industrial al Distrito Industrial” Becattini (1979), menciona que

fronteras definidas y vínculos relativamente estables entre las empresas permiten describir una

determinada área industrial como un distrito industrial marshalliano, como una macro-
organización con intensas relaciones entre industrias y empresas. Dentro del tejido de esta red

de economías externas se encuentran también los legados históricos culturales locales y se

consolidan las relaciones económicas con las interpersonales. Esta estrecha relación entre

sociedad y economía queda transparentada en la definición de distrito de Becattini que se

mencionó anteriormente. De esta definición resulta que el distrito industrial es un sistema

económico y social, en el sentido de que no está constituido sólo, o preferentemente, por la

concentración en una misma localidad de empresas especializadas en una determinada industria,

sino también, y ante todo, por la comunidad de personas que residen en esa localidad.

Las ventajas competitivas características de esta fórmula organizativa en su funcionamiento

regular, dependen precisamente de la peculiar interrelación entre la actividad productiva y la

vida ordinaria de la gente que tiene lugar en el distrito.

El primer elemento constitutivo del distrito industrial es, por lo tanto, la comunidad de personas

que viven y trabajan en el distrito, es decir, los trabajadores especializados, los artesanos, los

pequeños empresarios de las compañías de fase, así como los directivos y los empresarios de las

empresas medianas finales y de fase. Esta denominación alude a las especializadas en algunas

etapas del proceso. Las empresas finales son las especializadas en la proyección y venta de

productos típicos del distrito, encargados a las empresas de fase.

También forman parte integrante de la comunidad sus instituciones informales (valores,

actitudes y normas implícitas de comportamientos) y formales (el gobierno local, las

asociaciones de categoría, los sindicatos, la banca, los centros de formación y de investigación),

impregnadas del sentido de pertenencia al lugar, con su estilo de vida y de trabajo.

El segundo elemento constitutivo del distrito industrial es, obviamente, la concentración

territorial de las empresas de una industria y de las actividades subsidiarias a ésta, como la

producción y reparación de maquinarias utilizadas en el proceso productivo localizado, o

también la producción de servicios para las empresas locales. La división del trabajo entre las

empresas (típica de la forma del distrito) ha provocado que la dimensión de las unidades

productivas individuales sea generalmente modesta, pero, siempre por la misma división del

trabajo (vertical, es decir, entre empresas de fases diferentes, y horizontal, es decir, entre las
empresas de una misma fase), el número de empresas existente en el distrito tiende a ser

elevado, de modo que la dimensión total de su aparato productivo sea generalmente grande.

Además, aunque la mayor parte de las empresas pertenecen a la misma industria, en el distrito

existen diferentes poblaciones de empresa: para cada fase y función del proceso productivo

localizado tiende a formarse una población de empresas parecidas que están en competencia

entre ellas. Esto da origen a un sistema fuertemente conexo de mercados locales de las

diferentes actividades especializadas (mercados de fase) que se complementan entre sí. De este

modo, por ejemplo, en un distrito textil existe un mercado local del hilado, un mercado local del

tejido, un mercado local de la tintura, etc.; así como un mercado local de las empresas que

proyectan y comercializan los productos fabricados por las empresas de fase.

Según De Ottati (2006), se pueden reconocer tres procesos a través de los cuales el distrito

industrial puede cambiar manteniendo en el tiempo su propia identidad: división localizada del

trabajo, integración flexible y aprendizaje localizado (integración de los conocimientos

contextuales con los nuevos conocimientos codificados).

El proceso de división localizada del trabajo es el motor del desarrollo del distrito, mediante el

que las empresas locales se especializan. Es un conjunto que se modifica con las oportunidades

de beneficios que se abren (y se cierran) y con la evolución de las técnicas y de los mercados.

El proceso de integración flexible de la división del trabajo localizada es complementario al

anterior. La división del trabajo entre las empresas facilita una recomposición, al menos parcial,

y siempre distinta de las diferentes actividades especializadas. De este modo, las empresas del

distrito alcanzan un plus de adaptabilidad a la variación y diferenciación de la demanda de

ciertos bienes como los de consumo de las personas y el hogar, típicos de los distritos italianos.

La especialización flexible (conocido como modelo italiano) supone una gran cantidad de

empresas familiares, gestión basada en relaciones de confianza recíproca entre los empresarios,

que se sostienen en el tiempo y facilitan la dualidad cooperación - competencia; una densa red

de transmisión de conocimientos sobre la actividad económica; cohesión social informal de los

empresarios desde que participan en actividades conjuntas que dan lugar a nuevas relaciones

sociales entre ellos (García Macías, 2002).


El proceso de aprendizaje localizado, favorece que los trabajadores y las empresas del distrito

alcancen altos niveles de profesionalidad y de especialización. Esto en cuanto que la «atmósfera

industrial» favorece la difusión de conocimientos codificados y sobre todo contextuales entre

los operadores locales (éstos se transmiten en ámbitos de confianza).

El “efecto distrito” es el conjunto de ventajas competitivas derivadas de economías

externas a cada empresa e internas al distrito (Signorini 1994 y 2000). Estas economías

no sólo dependen de la concentración territorial (economías de aglomeración); la

característica distintiva del distrito industrial es el ambiente social en el que dichas

actividades se integran. Se trata de ventajas que surgen de la dimensión global que

cobra la economía local, y de las características de la organización social del lugar

(recurso de producción adicional que se suma a la infraestructura material.

El distrito se transformó en el modelo emblema del desarrollo local italiano, en el sendero

trazado sobre las economías externas para la pequeña y mediana empresa, una alternativa a la

crisis de la gran empresa integrada de Ford. En Italia se asientan aproximadamente 200 distritos,

que agrupan 240.000 empresas y ocupan 14 millones de empleados. El distrito Bassa Pianura

Veronese, dedicado a la producción de muebles, reúne a 1.700 empresas en el Veneto, con

6.500 empleados, una facturación anual que ronda 500 millones de euros y un 60% de

producción dedicada al comercio exterior. En la región de Puglia, 250 empresas conforman el

distrito Casarano de calzado, que emplea 7.000 personas, exporta el 50% de lo que produce y

factura 600 millones de euros anuales. Otro ejemplo es Lumezzane (producción metalmecánica)

ubicado en Lombardia, con una facturación de 2.000 millones de euros.

El Cluster

Según Schmitz (1997) los clusters son agrupaciones de empresas que operan en un mismo

sector o en sectores relativamente afines y que están localizadas en un territorio determinado

que les brinda condiciones favorables al desarrollo de relaciones formales e informales,

espontáneas o deliberadas que contribuyen a ganar eficiencia colectiva. Para Schmitz, esta

eficiencia aparece a través de dos vertientes: las economías externas positivas, entendidas como
aquellos ahorros que una empresa puede lograr por la acción de otros actores, y la acción

conjunta referida a medidas que se toman deliberadamente para contribuir a los intereses del

conjunto. Distingue las economías externas en generales y específicas de la actividad

económica. La literatura sobre clusters, realiza su enfoque sobre las economías locales y

específicas. Sin embargo, los avances tecnológicos en información y comunicación, han

cambiado la organización de la producción: la proximidad geográfica ya es condición necesaria

para la cooperación entre empresas y los aprendizajes colectivos.

Porter (1999) incluye como actores a organismos gubernamentales, universidades, agencias que

fijan normas técnicas, proveedores de capacitación y asociaciones de comercio. Estos actores

contribuyen a mejorar la gestión de los recursos, a eliminan fallas de mercado y a estimular los

procesos continuo de innovación, lo que aumenta la competitividad del cluster.

FALLAS DE MERCADO Y DEL SISTEMA POLÍTICA DE CLUSTERS


• Fallos de información • Política de competencia y reforma de la
regulación

• Limitada interacción entre actores en los • Intermediario y agencias y planes de redes


sistemas de innovación • Provisión de plataformas para un diálogo
constructivo
• Facilitar la cooperación en redes (planes de
desarrollo de clusters)
• Fallas de información • Previsiones tecnológicas
• Información de mercados estratégicos y
estudios de clusters estratégicos

• Desacoplamiento institucional entre • Centros de excelencia de investigación


infraestructuras de conocimiento (públicas) y industrial conjunta
necesidades del mercado • Facilitar la cooperación en investigación
industrial conjunta
• Desarrollo de capital humano
• Programas de transferencia tecnológica

• Ausencia de clientes exigentes • Política de compras pública

• Fallos del gobierno • Privatizaciones


• Negocios de racionalización
• Políticas horizontales
• Consultoría pública
• Reducción de interferencias del Gobierno

Fuente: Roelandt et al. (1999).

Según Porter, los clusters alientan tanto la competencia como la cooperación: sin una activa

competencia el cluster fracasaría pero también es vital una relación de cooperación interfirmas

similar al mecanismo de acción conjunta de Schmitz. Las empresas compiten a través de la

diferenciación de sus productos o servicios, por medio de innovaciones tecnológicas. La

colaboración se puede dar para mejorar bienes públicos que beneficien al conjunto o mediante

acciones conjuntas en las que el beneficio privado de cada empresa supere los costos en que se

incurra. En los clusters se pueden encontrar proyectos conjuntos como la apertura de canales de

comercialización hacia otros mercados o inversiones conjuntas en investigación y desarrollo.

Humphrey y Schmitz (1995) Nadvi (1995) y Porter (1990) resaltan la importancia del perfil de

demanda que enfrentan los clusters de países en desarrollo: externa y de bienes sofisticados. En

estos países, el frecuente bajo grado de especialización es una barrera al aumento de

competitividad de estos clusters, a causa de la falta de capacidad tecnológica de sus agentes.

Los procesos de aprendizaje al interior de los clusters, la transmisión de información y

conocimiento útil para el aumento de eficiencia de los mismos, es más fácil ante la proximidad

de las distintas organizaciones. Esto aparece en el conocimiento codificado (manuales, artículos

y centros de instrucción) y en el tácito, adquirido fundamentalmente a través de la práctica.

Por otro lado, a nivel empírico, los estudios que han explicado la formación y desarrollo de

algún cluster en particular, han resaltado la importancia del papel que ha jugado la formación de

un pool de capital humano específico a las actividades propias de la región. Por ejemplo, en su

estudio de dos clusters dinámicos en América Latina (lácteos en Argentina y fruta fresca en

Chile), Casaburi (1999) destaca varios factores que influyeron en la competitividad que estos

desarrollaron. En primer lugar, se confirma la importancia de la presencia de una gran cantidad

de productores medianos con energía empresarial. También se destaca la existencia de un

sistema científico tecnológico eficaz y especializado en el recurso de la región.


SIMILITUDES Y CONTRASTES

Existe cierto consenso en definir a un cluster como una concentración sectorial y/o geográfica

de empresas que se desempeñan en las mismas actividades o en actividades estrechamente

relacionadas tanto hacia atrás (proveedores de insumos y equipos) como hacia los lados

(industrias procesadoras y usuarias) y con importantes y economías externas acumulativas, de

aglomeración y de especialización (por la presencia de productores, proveedores, mano de obra

especializada y de servicios anexos específicos al sector), con la posibilidad de llevar a cabo una

acción conjunta en búsqueda de eficiencia colectiva.

En este sentido, cluster no debe confundirse con los términos conglomerado o distrito industrial,

pues mientras el primero se refiere a un conjunto de empresas establecidas en cierta zona o

región, pero sin necesidad de que existan vínculos entre ellas, el segundo hace referencia a

una lógica de intercambios mercantiles orientada a aumentar la cooperación entre las

compañías, que se traduce en redes de unidades productivas e implica la influencia de

factores culturales y sociales. “Los distritos industriales son sistemas productivos definidos

geográficamente, caracterizados por un gran número de empresas que se ocupan de diversas

fases y formas en la elaboración de un producto homogéneo. Un aspecto importante es que una

gran proporción de esas empresas son pequeñas o muy pequeñas” (Pyke y Sengenberger,1992).

Humphrey y Schmitz (1996) formulan una distinción muy importante entre clusters, y distritos

industriales. Según dichos autores, el aprendizaje mutuo y la innovación colectiva pueden

existir en clusters definidos como concentraciones sectoriales o geográficas de empresas, o por

el networking de PyMEs que no se encuentran necesariamente en el mismo sector o localidad.

Un cluster se define por la concentración sectorial y geográfica de firmas, la cual debería

estimular la generación de economías externas, pero no implica el desarrollo de relaciones de

especialización y cooperación entre agentes locales. Un distrito industrial emerge cuando un

cluster desarrolla no sólo patrones de especialización interfirma, sino también formas implícitas

y explícitas de colaboración entre agentes económicos locales y fuertes asociaciones sectoriales:

cuando faltan la cohesión social y la confianza, el Distrito Industrial no se manifiesta.


Peyrefitte (1995) y Fukuyama (1996) señalan que la confianza tiene su origen en un aspecto

cultural, es decir en el conjunto de reglas y la moral de las comunidades preexistentes.

Becattini manifiesta las siguientes semejanzas y diferencias entre clusters y distritos al expresar

“El parecido es alimentado por el hecho de que Porter a veces proyecta sus clusters de

empresas sobre las comunidades humanas que hay tras ellos, hallando así el acoplamiento

entre industria y comunidad. La diferencia de esta lectura con respecto a la del distrito está en

la naturaleza de la fuerza principal que determina, en el análisis más detallado, los dos

fenómenos. Por un lado tenemos el clásico mecanismo de la acumulación capitalista, que

desplaza el capital y tras él a las personas, en función del rendimiento esperado del capital,

generando continuamente nuevas agregaciones (clusters de empresas) y nuevas

desagregaciones territoriales (descentralización productiva); por el otro, tenemos la búsqueda,

en la división mundial del trabajo, de un ámbito que permita socialmente a comunidades

humanas cohesionadas y que consideran que han alcanzado una identidad propia,

reproducirse y extenderse a un buen ritmo, conservando, grosso modo, el «estilo de vida» que

han construido.

Superficialmente, un cluster en expansión y un distrito industrial de éxito pueden parecer

similares. En ambos casos, en efecto, se tiene una ampliación sistemática del aparato

productivo y un aumento de la ocupación y la renta media per cápita. Pero si se profundiza en

el análisis, se observa que los dos fenómenos son sensiblemente diferentes: el primero, siendo

sólo la manifestación localizada del proceso mundial de acumulación y redistribución

territorial del capital es, por definición, precario (incluso si se mide la precariedad en

décadas); el segundo, en cuanto resultado del esfuerzo semiconsciente de una comunidad, de

hacerse un sitio en la división internacional del trabajo que le permita el desarrollo gradual de

su estilo de vida, es, por definición, estable (incluso si se mide la estabilidad en décadas).

En este caso, nótese, no tiene sentido aislar los comportamientos de las empresas de las

decisiones del gobierno local y del nacional. Es en la acción de estos últimos donde reside, si
es que reside, la consideración explícita de los intereses de cada lugar; pero mientras en el

distrito industrial hay un fondo de consenso general, en el cluster, en sentido estricto, el

consenso es, a lo sumo, el que puede tener lugar entre empresas que forman parte de un

gremio, tal vez incluso de un lobby.

El punto que interesa resaltar es el siguiente: los dos mecanismos apuntan en direcciones

diferentes. El primero, que considera el territorio como una tabula rasa sobre la cual se

mueven el capital y los trabajadores, tiende a la uniformización y a la eliminación del contexto

histórico del mundo (somos todos estadounidenses en potencia). El segundo, por el contrario,

incluso aceptando el desafío del mercado, tiende a la reproducción, con lenta adecuación, de

las diferencias históricas. En última instancia, es necesario gobernar estos dos conjuntos de

fuerzas— la acción del homo economicus en busca del beneficio y la reacción del homo

politicus en busca del bienestar—, tal como su historia los define, de la mejor forma posible”.

CONCLUSIONES

Las políticas industriales que propenden al desarrollo local y regional juegan un papel

importante en la recuperación del concepto de territorio como herramienta para afrontar los

desafíos de la globalización. Las mismas buscan ajustarse a la presencia de ciertos “modelos

exitosos” en busca de una replicabilidad no siempre posible. En este contexto es de interés la

conceptualización de sistemas económico-sociales de producción tales como los distritos

industriales y los clusters. Estos términos aparecen muchas veces utilizados como análogos,

hecho potenciado por relativa novedad del concepto de cluster de empresas, y –en conjunto- han

erosionado la hegemonía del concepto de sector industrial en la teoría económica.

Surge del desarrollo de ambos conceptos una lógica similitud dada por la agregación de

empresas en un mismo territorio, aunque también una marcada diferencia de concepción: el

clúster responde al mecanismo capitalista hegemónico a nivel mundial cuyos actores fundan su

racionalidad en el beneficio individual –se busca la competencia del lugar-, mientras que los

distritos industriales –buscando competir dentro del conjunto de la comunidad- se erigen como
un ámbito en que la cohesión y la cooperación de comunidades permiten su reproducción y

extensión manteniendo un estilo de vida que contribuye a su bienestar.

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