Etica

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Colombia, un país de libertades relativas

En Colombia, la ética y la política no pueden ir libremente de la mano debido al factor

inestable que produce la corrupción, la cual hace que se tomen malas decisiones a pesar de que se

conozcan las consecuencias de ello. Para nadie es un secreto que la libertad en Colombia es

relativa y ese relativismo, en diversas ocasiones, hace difícil que muchas personas puedan

distinguir o separar lo que es bueno de lo que es malo. Una ética mal establecida o puesta en

práctica en los renglones de la política es la que hace que muchos políticos de turno crean e

intenten hacer creer que las malas actuaciones puedan resultar buenas y que lo bueno tenga

apariencia de malo. Es claro que el hombre, al ser un ser racional, debería tener la capacidad de

distinguir lo bueno de lo malo y no tener ninguna duda al respecto. Sin embargo, la realidad está

muy alejada de ello y es que se le da mal uso a la palabra y al significado “libertad”. Libertad no

es hacer lo que queramos sin medir las consecuencias o sin tener en cuenta a quién afectamos

para hacer lo que queramos.

La libertad no debe garantizar aspectos individuales y egoístas del ser humano, sino que más

bien debe permitir buscar la seguridad colectiva de que podemos equivocarnos al hacer una

elección pero que podamos corregir o paliar las repercusiones de esa mala elección; es decir,

libertad para saber vivir y saber elegir es lo que nos permite llegar a la conclusión de que habría

una ética con libertad.

Ahora bien, en Colombia es muy fácil darse cuenta de que muchos políticos gozan de una

mala fama que ha hecho que la confianza merme hacia ellos. Es indudable que la falta de ética ha
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hecho que el pueblo no crea en los políticos. No obstante, ese mismo pueblo también es

directamente responsable al tener una ética y una libertad cuestionable al “vender su voto” y

elegir libremente a políticos de sobrada conducta corrupta y/o de cuestionables comportamientos.

Esa conducta del pueblo, anotada anteriormente, está directamente ligada a la mala

interpretación de lo que es la ética y al tomarla en su sentido literal de que es el arte de elegir lo

que más conviene y vivir lo mejor posible. Es claro que un ser humano que esté desprovisto de

valores y principios morales de vida va a encontrar la salida más fácil, así sea momentánea, sin

mirar las repercusiones de sus acciones y sin tener en cuenta las implicaciones de las malas

acciones y malas enseñanzas a sus hijos. Es decir, en Colombia, las erradas interpretaciones de

ética, libertad justicia y política se han convertido en un mal heredable de generación en

generación.

No quisiera mostrar una visión apocalíptica de la ética y la política. La naturaleza ambigua

del hombre permite que muchas personas actúen correctamente y tomen decisiones amparadas en

la construcción de una ética sólidamente deseable y no tan flexible como la que aparenta. Es

indudable que la ética está circunscrita a todos los aspectos de los individuos y por ende no puede

esperar solo la política.

Con el transcurrir del tiempo el ser humano ha venido atravesando una gran variedad de

facetas pero, entre estas, una que otra ha sobresalido de una manera relevante en cada uno de

nosotros. Nos consideramos muchas veces seres que con el transcurrir de los días, meses y años

somos cambiantes en cuanto a la mentalidad y forma de actuar. Pero esto sucede en gran razón
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muchas veces por las situaciones en las que nos vemos envueltos día a día, situaciones

problemáticas que a nuestro alrededor transcienden sin que nosotros sepamos manejarlas. Somos

conscientes muchas veces que el manejo que le damos a este tipo de situaciones no es el

adecuado. Sin embargo, a la hora de actuar lo hacemos con libertad de realizar cualquier acto que

nos favorezca y nos ayude a resolver lo que se nos presenta. En este sentido, muchas veces no

todas las personas se dice que actúan con libertad de querer hacer lo bueno

La realidad colombiana es la que precisamente apunta hacia ese panorama desolador puesto

que hay políticos, y no políticos, que intentan vivir bien, son capaces de vivir bien, pero sin

miramientos de afectaciones a los demás; es decir, le siguen el juego a lo expresado por Nicolás

Maquiavelo en el sentido de que “el fin justifica los medios”.

No podemos seguir viendo la ética como una libertad utópicamente aceptable; debemos

esforzarnos para defender y conseguir la libertad para actuar bien, para vivir bien, para elegir

bien, para ser capaces de ver y ponerse en el lugar de los demás, de tal forma que se deje de lado

los intereses individuales egoístas para fusionarlos con el colectivo. Eso es vivir con ética en una

sociedad justa y abrazaría la posibilidad de que se formen políticos justos con buena ética y que

se empeñe en organizar lo mejor posible la convivencia en esa sociedad. Es allí donde se le da

una verdadera importancia a la dignidad humana ¿será esto posible en una sociedad como la

colombiana?

No olvidemos lo que Fernando Savater (1991) apuntó en su libro “Ética para Amador” en

relación a las dificultades de lograr que las acciones buenas no se hagan a costa de restringir la
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libertad y la dignidad de la persona; es más, apuntan a que “quien desee la vida buena para sí

mismo, de acuerdo al proyecto ético, tiene también que desear que la comunidad política de los

hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia” (cap. Noveno, p.47).

Y es que la situación de Colombia tiene un gran agravante que es producto precisamente de

la pésima construcción de valores éticos y morales, del resquebrajamiento de las familias como

motor de la sociedad, de las falsas sensaciones e interpretaciones de ética, libertad y justicia. Ese

mal al que hago referencia es la corrupción. Esta ha permeado todos los sectores de la sociedad

colombiana y ha influido enormemente en muchas decisiones políticas que han contribuido al

deterioro de una sociedad que esta ávida de un resurgir de los valores éticos.

Es necesario que se deje de confundir a propósito libre albedrio y libertad con libertinaje; es

relevante igualmente que se le dé fin a la connotación de que éticamente es posible vivir y elegir

bien sin medir consecuencias, sin mirar al prójimo, sin observar un futuro que a la larga es

producto de nuestra propia libertad de actuar. Es igualmente transcendental que haya un cambio

de actitud y de mentalidad propio de una buena ética que permita que se destruya la apatía del

colombiano hacia cualquier acto de corrupción, sin importar su nivel de incidencia y/o

consecuencia. Es substancial igualmente que se deje de ver las cosas como “más o menos bueno o

más o menos malo”; lo que está mal siempre será malo, y lo que está bien siempre será bueno y

punto.

A todo lo anterior, se puede abstraer una ecuación que no tiene lugar a dudas: una buena ética

+ sólidos principios y valores morales = una sociedad justa y equitativa para el bien colectivo.
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Es indudable que el ser humano siempre tendrá la libertad para luchar y defender las acciones

necesarias para que esta ecuación se haga una realidad y creo firmemente que si empezamos a

realizar una pedagogía que transcienda a todas las generaciones, será posible en un futuro no muy

lejano que esa sea una realidad para Colombia en la que la política sea un instrumento real para

una convivencia social justa y en donde no haya restricción de libertades y de la dignidad

humana. La ética y la política pueden trabajar en el mismo espacio, en el mismo tiempo, con las

mismas oportunidades. Basta con decir “ya basta” a las acciones éticamente incorrectas y hacer

valer los derechos que tenemos todos a vivir en una sociedad justa y equitativa, en la que se

defiendan la libertad, la justicia y la dignidad humana. Falta que el corazón se llene de valentía,

que el hombre se dé cuenta que tiene iguales oportunidades el elegir bien que el elegir mal, pero

que las consecuencias e impactos negativos son muchos más si se escoge el mal camino

“maquillado” como buenas actuaciones ¿tendrá el colombiano la valentía para actuar con buena

ética, a aprender a vivir bien sin excusar las malas acciones propias de la corrupción?
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Referencias Bibliográficas

Savater, F. (1991). Ética para Amador. Recuperado de http://www.LibrosTauro.com.ar


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