Historia FPMR

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SINTESIS HISTÓRICA

Antecedentes

El nacimiento del FPMR es consecuencia de una prolongada, soterrada y a veces franca lucha de
ideas que venía dándose por largas etapas en la vida del Partido Comunista de Chile (PCCh.). No hubo
“fundación oficial” porque fue un difícil y larguísimo período de germinación el que se vivió al interior de
ese partido para llegar a ese día 14 de diciembre de 1983. Se adopta esa fecha por ser en ella la primera vez
que un conjunto de acciones operativas logra el primer apagón de consideración en nuestro país. Ese
conjunto de acciones indica que en 1983 ya existían las bases técnicas fundamentales del Frente en recursos,
medios y combatientes calificados; por tanto se debería entender que ya existía la decisión política de
emprender con total responsabilidad ese tipo de accionar, inscrito en lo que acuñó ese partido en 1980 como
“todas las formas de lucha, incluso la violencia aguda”. Sin embargo, al transcurrir los años quedaría en
evidencia la total falta de unidad de criterios en la dirección de ese PC con respecto a tan crucial tema. Desde
ese instante hasta la separación de estas dos organizaciones en 1987, el FPMR fue una estructura subordinada
política y operativamente al PC.
Tal vez los primeros indicativos de una futura orgánica armada en el PC nacen antes de 1970, en los
grupos pioneros que se prepararon militarmente con el casi único objetivo de la protección interior. De allí,
esa intención y semilla de combate paso por la autodefensa forjada en los años de Allende, también con
limitados alcances. Aporte en perspectiva, no menos importante, fue la heroica resistencia que hicieron
algunos grupos de revolucionarios de diversos partidos combatiendo en los primeros momentos del golpe
militar del 73.
Uno de los pasos influyentes en esta idea un tanto difusa de ir incorporando las formas armadas de
lucha al interior de la línea política del PC, fue la temprana decisión en 1974 de preparar jóvenes militantes
comunistas como militares calificados para el cumplimiento de misiones que en ese entonces eran
inimaginables. Apenas había pasado un poco más de un año del golpe militar y la tarea principal que se
dieron todos los partidos de la desaparecida Unidad Popular era resistir y sobrevivir ante la voluntad de
aniquilamiento de la dictadura. En esas anormales condiciones era imposible que tan importante decisión se
tomara en algún pleno, congreso o reunión ordinaria de la comisión política de ese entonces. No fue
iniciativa de la dirección de ese partido la de formar un numeroso grupo de cuadros especialistas en el terreno
militar, sino que se trato de respuestas a ideas que nacieron fuera de ese partido y en el exterior del país.
Así, en abril de 1975 comenzó lo que en aquel entonces se llamó “Tarea Militar del PCCh”. Ante tal
llamado, cientos de jóvenes comunistas cambiaron radicalmente el sentido de sus vidas. Y fue principalmente
en Cuba, Alemania Democrática y la propia ex URSS donde se formaron estos cuadros militares.
Desconocemos que se haya hecho alguna evaluación importante acerca de este numeroso contingente, el que
a lo largo de casi quince años se fue formando en las diferentes escuelas y las más diversas especialidades
militares. Pocos partidos comunistas en América han contado alguna vez con tal potencial combativo ni en
calidad ni cantidad.
Como se sabe, es en el pleno de 1977 donde el PCCh reconoce su enorme agujero -el llamado “vacío
histórico”- en su política con relación a la cuestión militar. En ese documento están descritas con algunos
detalles las precarias tareas militares que este partido se había dado hasta ese entonces. Por razones de
seguridad, en ese evento no se habla abiertamente de la “Tarea Militar”, de preparación de cuadros, ni
tampoco de los incipientes grupos operativos que por esos años se irían formando en el país, siendo el más
conocido el llamado Frente Cero, denominación que quedó de los primeros intentos combativos militares en
las orgánicas regulares del PC. El pleno reconoce “el vacío” que tenía su política, internamente acepta esta
preparación casi masiva en el terreno militar en el exterior, reconoce y estimula a estos incipientes grupos en
la clandestinidad casi con la única misión de participar en la seguridad y defensa de un partido clandestino.
Pero a pesar de los cuatro años del golpe militar, aún no estaba maduro ese partido ni todavía había una
correlación favorable para la incorporación plena de las formas armadas lucha para enfrentar a la dictadura.
La autocrítica en este terreno no fue suficiente y no guardaba correspondencia con lo grave de la situación de
ese entonces ni con la formación militar emprendida. Se concluye que había existido una ausencia de política
militar, como si se tratara de un “componente”, un faltante en la política general, sin prever las consecuencias
que tendría esta definición. Los cambios se siguieron produciendo lentamente pero con la concepción de
“militares especialistas” y no la incorporación plena de todo el partido para una concepción militar. Se dejaba
en los militares planes tácticos y estratégicos como si se tratara de cuestiones esencialmente técnicas,
reservando para la dirección política un rol fiscalizador de esas tareas siempre desde afuera.
Un antecedente importante que en parte explica lo que ocurriría en el futuro, es que en ese entonces ni
después ningún alto dirigente de ese partido, ni de su juventud –que era más propio por el rigor de la
preparación- se incorporaría como parte de ese contingente de especialistas militares. Sólo algunos viejos
dirigentes recibieron formación teórica en la conducción militar y política para preparar y conducir un partido
en una guerra popular. Por allí se arruman conferencias y seminarios que acreditan esta historia desarrollada
previamente al anuncio de la política de enfrentamiento que incluía la “violencia aguda”, que se seguiría a
parir de los años 80. Para esa fecha se contaba con casi cinco años de preparación en el terreno militar y ya se
tenía la experiencia vivida por parte importante de ese contingente en la guerra de liberación de Nicaragua y
su posterior defensa ante la contrarrevolución, y más adelante en la lucha junto al pueblo salvadoreño.
Durante todo ese tiempo crecían aún en forma desordenada los grupos en la clandestinidad a la espera de una
definición.

La Experiencia en Nicaragua

En Nicaragua el Frente Sandinista que desde los años sesenta venía encabezando una guerra popular e
insurreccional contra la dictadura de Anastasio Somoza, en 1979 había extendido el conflicto armado a casi
todo el país. Cuba venía otorgando junto a otros gobiernos centroamericanos colaboración a los sandinistas
en su lucha contra la dictadura. En tales circunstancias Cuba toma la iniciativa y le propone a la dirección del
PCCh enviar al contingente de militares comunistas chilenos a colaborar con los nicaragüenses en una inédita
experiencia de internacionalismo entre revolucionarios. A esas alturas de la preparación y por el carácter de la
experiencia de guerra el contingente asumió su propia jefatura. A nadie se le ocurriría en ese entonces que
miembros de la dirección del partido asumieran directamente la dirección de la misión. En los años
posteriores a la guerra se mantendría este estilo de dirección. Fueron los cuadros militares más destacados
quienes a lo largo de esos años se transformarían en conductores e ideólogos reconocidos por todo el
contingente de especialistas militares.

El contingente de comunistas participó con todos sus especialistas en lo que territorialmente se denominó
“Frente Sur”. Otros grupos menos numerosos de socialistas y miristas participarían compartiendo en igualdad
de condiciones la misma experiencia de guerra. Un numeroso grupo de uruguayos y centroamericanos
también combatirían de forma destacada en la guerra.

El Frente Sur correspondía a un pequeño territorio liberado dentro de Nicaragua. En todo el conflicto
nicaragüense este Frente Sur dentro de un numeroso grupo de “frentes“ que se fueron creando en toda
Nicaragua, fue el único que por sus características desarrollaría una guerra prácticamente de carácter regular,
cuestión que favorecería el empleo de los conocimientos de los especialistas chilenos. El contingente
participó prácticamente en todos los tipos de estructuras organizadas para esa guerra. Desde personal situado
en el Estado Mayor tomando decisiones acerca de la planificación y conducción de todo el frente, como en
las distintas columnas de infantería junto a los jefes sandinistas que por sectores se distribuían todo el
territorio, otros dirigiendo directamente las pequeñas unidades de artillería, en la exploración, en
comunicaciones, ingeniería, puestos médicos y demás unidades de aseguramiento.

La misión fue cumplida con éxito, el ex jefe sandinista Humberto Ortega en su libro “Camino de Victoria”
evaluaría la importancia de este frente en el contexto general de la guerra. El Frente Sur por el carácter de la
guerra que allí se liberó había retenido en esa zona a las unidades mejor preparadas de la Guardia Somocista
impidiéndoles su utilización en el interior del país. El Frente Sur aceleró la caída de la dictadura que de todas
maneras mas tarde o más temprano sería derrotada por un pueblo que en ese entonces ya estaba insurrecto
prácticamente en todo el país. Se salvaron vidas, se ahorraron sacrificios a un pueblo que en su inmensa
mayoría anhelaba el fin de la dictadura. Tres chilenos morirían en acciones combativas directamente
relacionadas con la guerra. Otros saldrían heridos sin graves consecuencias. Años más tarde otros chilenos
caerían en combate en la guerra irregular que se liberó contra los grupos contrarrevolucionarios que apoyados
y financiadas por los EEUU combatían a la Revolución Sandinista. Muchos años estuvo vinculado este
contingente al Ejército Popular Sandinista (EPS), hasta 1987 aún quedaban algunos chilenos dispersos por
Nicaragua.

Durante ese lapso el contingente dio un notorio salto en calidad, no solo por el trabajo profesional
desempeñado junto a los nicaragüenses en la formación del EPS y en la lucha irregular, sino que sobre todo
por la intensa labor interna de instrucción técnica, educación política, preparación de planes, discusiones y
múltiples seminarios político-militares donde se discutían los más variados proyectos posibles a implementar
en Chile. En no pocos de estos maratónicos seminarios que solían durar hasta una semana se discutiría con
reconocidos dirigentes del partido tanto de los que estaban en el exilio como los que venían desde la
clandestinidad. Esta posibilidad no solo estaba dada por el propio contingente y su inigualable experiencia
sino que sobre todo porque a esa altura el enunciado de “todas las formas de lucha” y los primeros pasos de
la “política de Rebelión Popular” dados a conocer por Luis Corvalan en septiembre de 1980 abriría un
insospechado torrente de propuestas y proyectos que lejos superarían esos limitados primeros pasos que hacía
el PCCh con respecto a la violencia en la lucha contra la dictadura.

En un trabajo de investigación hemos encontrado parte de algunos documentos elaborados en esos


seminarios. Estos testimonian el intenso trabajo de indagación que por ese entonces realizaba el conjunto de
especialistas militares. Estos proyectos alcanzan a concebir a todo un partido para la guerra en una suerte de
acumulación de experiencias del Partido Comunista de la ex URSS y el adoptado por Vietnam para
desarrollar su exitosa guerra contra el Imperialismo norteamericano. Estos planes nunca se llevarían a la
práctica. La concepción militar que poco a poco se iría incorporando al partido pareciera ser la resultante de
una enconada búsqueda y lucha ideológica llena de proposiciones por una parte y limitantes que a cada paso
imponían los detractores. Los principales dirigentes del PCCh nunca habían evaluado tan delicados y
decisivos temas, una gran mayoría carecía de conocimientos político militares que en alguna medida se
trataban se suplir con cursos teóricos en la desaparecida ex URSS.

Nacimiento del FPMR

A partir de su creación y durante su permanencia al interior del Partido Comunista, el FPMR se


ordenó bajo un proyecto antidictatorial: la Política de Rebelión Popular de masas (PRP) y su Estrategia de
Sublevación Nacional (SN), teniendo como objetivo el desmoronamiento político - moral de las FF.AA.,
para la instauración de un Gobierno Provisional de Unidad Nacional.
Durante todos esos años previos al 83, después de múltiples trabajos de investigación, discusiones,
revisión de experiencias y de los cursos teóricos-militares de las escuelas de la ex URSS que pasaron
determinados dirigentes comunistas se fue gestando lo que llegó a denominarse Trabajo Combativo Militar
(TCM). A la cabeza de este TCM se organiza una Comisión Militar a la que se subordinarían todas las
estructuras militares y combativas del PC. Entonces en 1983 no nace sólo el FPMR, sino que también
comienza a desarrollarse lo que se llamó “Trabajo Militar de Masas” (TMM), orgánica estrechamente
vinculada a su estructura interna. El TMM era un instrumento con el que contaban todos los secretarios
regionales y hasta locales. Cada estructura orgánica tenía su jefe del TMM estrechamente vinculado a las
células partidistas y a las masas. Es indudable el papel que jugó esta orgánica en la defensa de los barrios
populares, en las protestas y en esa nueva actitud que se forjó de enfrentamiento a la dictadura. De esta
estructura se nutriría el FPMR, algunas veces en forma organizada y en otras simplemente se sustraían
cuadros y combatientes. El FPMR y sus milicias fueron testigos del importante papel que se le asignaba al
TMM en las jornadas de protestas de los años 83-87. Tenía un peso decisivo en el nunca puesto en práctica
“Plan de la Sublevación Nacional” elaborado en 1985. Recordamos aquellos mapas en que queda nítido el
carácter marcadamente insurreccional que señalaban esos planes y decisiones combativas en los momentos
del mayor auge de las luchas antidictatoriales.
Por tanto, el FPMR nace posterior a muchos años de contradicciones y búsquedas, y es hijo de una
correlación favorable a este tipo de orgánicas en un preciso momento de lucha de clases en Chile. Nace junto
al TMM y a otras estructuras no menos importantes de logística y aseguramientos diversos, todas
subordinadas a la Comisión Militar del PCCh. El FPMR tendría una aparente independencia pública pero una
subordinación interna. Tendría sus propias estructuras, su propia dirección nacional y su propia vida orgánica.
Su misión sería la de transformarse en un brazo armado del pueblo. Dar golpes militares “especializados” a
las fuerzas represivas en su propio terreno, acciones operativas especiales que las orgánicas partidistas de
masa no pudieran ejecutar. Vemos así, que se concibe como un instrumento especial de la lucha de masas.
La dirección del PCCh y su Comisión Militar serían quienes tomarían las principales decisiones en
relación con esta tarea. Al nacer el FPMR, sus principales jefes vinieron desde el exterior y los combatientes
fueron principalmente militantes de las juventudes comunistas.
Evidentemente, todas estas decisiones tendrán algunas implicaciones seguras. La selección de jefes
venidos del exterior, “oficiales del partido”, tuvo contradictorias consecuencias. Estos combatientes con
experiencia y conocimientos técnicos aportaron decisivamente a la organización y a las misiones de las
principales estructuras militares del PC. En algunas ocasiones intentaron extrapolar experiencias que
correspondían a sus vivencias en el extranjero y en determinados casos se les acusó de arrogancia y
militarismo en sus métodos y estilos de trabajo. La dirección del PC decidió incorporarlos a cargos de mando
creando aversión y resentimiento en algunos compañeros que no habían tenido la posibilidad de prepararse
en otros países. Por diferentes razones la casi totalidad de esos combatientes abandonaron o fueron forzados a
salir de la organización y hoy no están en el FPMR.
Por su parte, a los combatientes venidos de las Juventudes Comunistas (JJCC) y los que comenzaron a
ingresar de otras organizaciones los identificaba un elemento común que era poder enfrentarse con las armas
a la dictadura. Las urgencias de aquellos momentos, el carácter de la misión encomendada, fue haciendo una
regularidad la ausencia de preparación política, un desdén hacia todo lo teórico, un rechazo a la formación
política transformándose en una tendencia a la absolutización de la acción combativa. Esta situación, que en
tiempos de agudización de la lucha como lo fue en los años 83-86 es hasta favorable, pasó a ser una
deformación en los años venideros. La dirección del Frente y sus principales estructuran no discutían ni
analizaban política. Analizaban y estudiaban acciones combativas, simplemente cumplían con diligencia la
misión encomendada. Las discusiones políticas las hacían los jefes de las estructuras militares (incluyendo al
Frente) en la Comisión Militar del PC.
El FPMR vive su período de ascenso continuo hasta el año 1987. Es la etapa -como lo calificará
nuestro histórico jefe Raúl Pellegrín- de “sorpresa estratégica”. Las fuerzas represivas no esperaban acciones
con tal preparación y envergadura. Lo que el FPMR hacía era inédito en la lucha de clases en Chile. Años
después comprenderíamos que además fue un preciso momento con el estado de ánimo de las masas,
nuestras acciones estaban en perfecta sintonía con la situación política chilena. El enemigo principal
estaba bien nítido y todas o casi todas las acciones combativas, respondían a lo que la mayoría identificaba
como su máximo problema o su enemigo principal: la dictadura.. En esos años los sectores populares y el PC
en particular, lograron su mayor capacidad combativa armada en la historia de la lucha de clases en Chile.
Las limitaciones de la política de Rebelión Popular impedirían aprovechar estas condiciones para pasar a una
etapa de enfrentamiento superior. Por otra parte, el Plan de la Sublevación Nacional (SN) estaba
perfectamente concebido y adecuado a las circunstancias de esa época, pero era incapaz de preparar y
conducir una guerra como paso inmediatamente posterior a una sublevación. La SN no era una clara
estrategia de poder.

La vida independiente

Tras la emboscada en su contra, Pinochet desplegó una fuerte campaña propagandística y una
ofensiva represiva contra la izquierda y los sectores populares. El régimen mantenía la iniciativa política con
un plan ofensivo para consolidar la institucionalidad y proyectar al gobierno y a su conductor. Su actividad se
caracterizó por imponer un escenario electoral y atraer a la oposición burguesa al mismo. En el plano
económico, se profundizó el modelo, logrando positivos resultados en los índices de la macroeconomía y se
obtuvieron préstamos de la banca internacional.
Hacia la izquierda se mantuvo la política de aislamiento, profundizando en el intento de
responsabilizar al PC por la militarización de la política y el “terrorismo”, contando con ello con el respaldo
de la oposición de centro. En 1987 se acentuaron los esfuerzos por dejarlo fuera de la disputa política, en un
plano contestatario y sin iniciativa. Mediante “procesos” judiciales y represión directa, el régimen se empeñó
en tratar de aniquilar al movimiento revolucionario. Mantuvo la persecución selectiva a sus orgánicas y
realizó acciones de exterminio como la “Operación Albania”, que golpeó directamente al Frente, al asesinar a
doce de nuestros hermanos. En ese contexto se dio la separación del Partido Comunista, que readecuó su
táctica, dejando de lado los contenidos militares de la política de Rebelión Popular.
Como vemos es el año 1987 el realmente “decisivo” en la vida del país y en nuestra organización. Es
en este año que se vislumbra con nitidez una salida negociada a la existencia de la dictadura. Se dejan de lado
las sentidas y unitarias demandas de “fuera Pinochet”, “desconocimiento de la Constitución del 80” y
“Asamblea Constituyente”. Con rapidez extraordinaria el país cambia y junto a ello se profundizan
contradicciones que se mantenían latentes. La ingeniería política, la inteligencia que despliega la elite en el
poder tradicional en Chile por entonces, es ejemplo de una lúcida capacidad política y ambición de poder.
Todos entendieron con nitidez que de continuar los acontecimientos como los dejó la gran protesta del 2 y 3
de julio de 1986, de seguro la lucha de hubiera radicalizado peligrosamente para ellos. El fracaso del intento
de ajusticiamiento contra el dictador y de la internación de armas, la más grande de todas las operaciones
militares emprendidas por una organización política desde la Independencia, le indicaron a las elites chilenas
y a EEUU que estaban frente a una poderosa fuerza –que unida al creciente movimiento de masas- ponía en
peligro la estabilidad del sistema. Por lo tanto había que buscar una salida urgente al dictador.
Para algunos es el FPMR el que se divide, para otros es una división del PCCh. Los hechos dicen que
la mayoría de los militantes del FPMR se mantuvieron en él cuando a inicios de 1987 el Frente asume una
vida independiente. Otro grupo reducido de militantes se mantuvo adjunto al PC en una estructura que luego
llamaron MPMR, cuyo mantenimiento correspondió a la necesidad de evitar más desprendimientos por el ala
izquierda. La esencia de la división está en las contradictorias posturas frente a la coyuntura que a fines de
1986 se dibujaba en el país. La dirección nacional del FPMR propiciaba profundizar la idea de sublevación
nacional por el camino de la insurrección. El PC, en cambio, replegar las fuerzas ante un evidente reflujo de
la lucha. Al menos, hoy esta claro que nadie logró los objetivos propuestos. El proyecto de la izquierda en
general, en particular el del PC y el proyecto que posteriormente asumiría el FPMR fueron derrotados. El
FPMR aunque fue duramente golpeado, con sus acciones de ese entonces y hasta algunas recientes, demostró
que no fue desarticulado ni destruido. Su derrota fue de carácter político.

En aquel entonces nuestra organización decidió profundizar la política heredada de Sublevación


Nacional del PC, pretendiendo al poco tiempo, impulsar una nueva política de Guerra Patriótica nacional, sin
contar con una organización política para ello. Se comenzó a hablar de guerra pero no se crearon
condiciones técnico-materiales para ella. Sólo éramos un aparato armado, tratando de nadar en medio de un
retroceso general de la lucha combativa de las masas cuando ya se iba imponiendo el plebiscito como
fórmula de salida mediatizada a la dictadura. Y posterior a esas fechas se optó por el camino de continuar con
las acciones armadas cuando la situación pre-revolucionaria vivida en la primera mitad del año 86
desaparecía en la misma medida que se imponía la solución negociada para desplazar a la dictadura.
Así las cosas, era indudable que toda la heroicidad desplegada por nuestros combatientes en un
conjunto de operaciones simultáneas a lo largo del país en Octubre de 1988 (la llamada “Irrupción”) donde
muere nuestro jefe máximo Raúl Pellegrín, no pudieron ni hubieran podido cambiar la situación que se
imponía. Otras operaciones posteriores, no menos espectaculares, tampoco incidirían en el curso de la
política nacional, pero indicaban que el FPMR a pesar de los reveses, contaba con determinada capacidad
operativa, convirtiéndose por ello en “el enemigo principal” de todos los grupos e intereses que participaban
en una solución pacífica, elitista y consensuada a la permanencia del dictador.
La investigación inmediatamente posterior a las acciones de la Irrupción de Octubre, al menos señala
elementales falencias en el terreno operativo que en los años siguientes se transformarían en rigurosas críticas
políticas a tal decisión. El Frente no estaba preparado para desarrollar acciones de carácter rural de manera
permanente. Se trataba de combatientes urbanos que incursionarían en el terreno rural para después continuar
la lucha clandestina en la ciudad. Se trataba de una acción que pretendía marcar un nuevo camino, con una
intencionalidad que trascendía a la coyuntura específica, pero al no tener continuidad perdió coherencia
política y sorpresa estratégica.
De esa fecha en adelante, el FPMR entraría en una crisis que se unió a la de la izquierda en el país y
por qué no decirlo en el mundo. La destrucción de la ex URSS fue mucho más que un estremecedor
acontecimiento político mundial. Para muchos combatientes educados en el PCCh fue un desgarro que llegó
al corazón, pues fueron forjados erróneamente a comprometerse sin la menor duda ni cuestionamiento a ese
modelo. Todas eran verdades absolutas. Nuestro propio esquema era el de una estructuración de direcciones y
dirigentes imposibles de criticar, y nuestro funcionamiento carecía de democracia interna, reforzado por el
mando vertical y único que llegaba hasta las orgánicas sociales que empezamos a desarrollar. Esta
estructuración y método, que son válidos en una situación histórica específica, imprescindible en un aparato
destinado al desarrollo de acciones armadas, fuera de ese contexto pasan a ser una aberración.
En ese contexto, nuestra organización, sin darse cuenta de la tendencia general de reflujo de masas de
los años 88, 89 y 90, a principios del año 90 concluyó que estábamos en medio de una “crisis de desarrollo”.
En esta visión, tuvo influencia el hecho de que en esos años se dio una fuerte convergencia hacia el Frente de
muchos compañeros que se negaban a su desmovilización, a abandonar la lucha y que buscaban en nuestra
organización un puesto de combate. Parte de ese flujo derivó también hacia otras organizaciones armadas:
Lautaros, un sector del MIR y uno o más desprendimientos del Frente (“Destacamento Raúl Pellegrín”,
“Ejercito Popular de Liberación Nacional”, “Asamblea Rodriguista”). Consecuentes con esta errónea
apreciación, seguimos desarrollando acciones armadas, pero destinando esfuerzos en otras áreas. Es así como
emprendemos el llamado “Trabajo Estratégico” a cargo de un “Estado Mayor”, damos paso a la formación
del Trabajo Combativo Territorial, y a la vez impulsamos el trabajo social. Todos estamentos que al poco
andar se iban entrelazando o confundiendo, por una misma mentalidad insurreccionalista.
Así, el Estado Mayor (equipo conformado a inicios del 90 para redactar el Plan de Guerra), comienza
a subordinar militantes en la perspectiva de realizar los primeros trabajos de acondicionamiento guerrillero
rural. Se forman estructuras sobre la base de los mismos miembros del trabajo territorial, que con muy poca
preparación militar y menos una concepción para la guerra, emprenden en 4 zonas del país la construcción
guerrillera.
Por esa fecha creamos además una pequeña fuerza especial encargada de realizar las operaciones más
calificadas: ajusticiamientos, ataques de mayor envergadura, obtención de dinero, cuya actuación alarmó a
los aparatos represivos y al gobierno de la Concertación, que deciden la creación de nuevos aparatos de
inteligencia y estrategias para destruirnos.
A fines del año 91 el enemigo tenía gran cantidad de información y mantenía chequeada buena parte
de nuestras estructuras. Entre diciembre del 91 y abril del 92 mueren cinco hermanos nuestros en
enfrentamientos, y son tomados prisioneros casi dos decenas más. Todo este cuadro nos lleva a tomar
medidas de resguardo y de reflexión más profundas que en cualquier época anterior, significando ello
además, la salida al exterior de la DN y de un grupo de compañeros de los más afectados por problemas de
seguridad.

Lo cierto es que los primeros pasos en nuestra vida autónoma fueron difíciles. El FPMR cargó sobre sus
hombros la responsabilidad de continuar con la política de la Sublevación Nacional, entendiendo que las
condiciones por las cuales ésta surgió y se desarrolló estaban más vigentes que nunca. Se asumió la SN como
la estrategia de lucha hacia el poder, más allá del término de la dictadura, transformándose en una “guerra de
todo el pueblo y en todo el territorio". En ese contexto se inscribió la exitosa Operación Príncipe que, entre
otras cosas, permitió elevar nuestra moral combativa y prestigio ante distintos sectores de la opinión pública
nacional e internacional.
Pero el desarrollo independiente del Frente coincidió con la declinación de la movilización y lucha del pueblo
y con la configuración de un nuevo cuadro cuyo eje central pasó por acelerar una salida negociada entre el
gobierno, la DC, la derecha y el imperialismo, cerrando las posibilidades a una salida popular. La izquierda,
que durante la lucha en contra de la dictadura se enfrentó en la primera línea, temiendo al aislamiento
comenzó a replegarse desorganizadamente. Aunque el FPMR realizó magnas actividades que prestigiaron
más a la organización, éstas fueron insuficientes para cumplir los enormes propósitos políticos que nos
trazábamos.
Las conclusiones realizadas a partir de la ruptura con el PC obligaron a un ajuste de nuestras políticas que
quedó expresado en el “Rediseño Político Interno”. Su principal objetivo fue “evolucionar de un esquema de
sublevación a una estrategia de Guerra Patriótica en todo el país. Ello pasa por la construcción de una fuerza
político-militar de vanguardia en la perspectiva de ir creando la capacidad para conducir a una parte del
pueblo en movilizaciones y combates, tan adelante como sea posible, en el camino de la sublevación
popular". Este proceso pretendía generar una nueva mentalidad y formas de funcionamiento. Modificar
métodos y estilos que por años fueron parte de nuestra formación a partir de factores subjetivos. Es decir,
apelando a la conciencia y voluntad de los militantes, convencidos de que el salto necesario lo determinaba
una nueva actitud de los cuadros.
Se comenzó a implementar una opción en que la táctica militar entra a ser el elemento determinante por el
cual nuestro proyecto se abriría paso. Y el quehacer general de la organización sería visto en función de esa
óptica. De ahí que se profundizaron ciertos prejuicios a la hora de ver la actividad política y social puesto
que, sin desestimarla, se le asignó un rol secundario. El accionar como fuerza independiente trató de
mantener la continuidad de la lucha antidictatorial, elevando su calidad. Pero al no contar con un marco
social favorable, con el término de las grandes jornadas de protesta, derivó a acciones cada vez más
selectivas que tuvieron como líneas operacionales los problemas pendientes en derechos humanos y la
propaganda armada. Los mayores aciertos en esta etapa están referidos a las acciones destinadas a enfrentar
la impunidad, pues contribuyeron a fortalecer una demanda nacional en torno a verdad, justicia y castigo a
los culpables.
La interpretación de los nuevos escenarios y el reordenamiento de las fuerzas políticas en la situación
nacional, nos llevó a realizar una apreciación ideologizada y no política de los hechos. Con pronósticos que
absolutizaban la probable conducta de la dictadura, en cuanto a que “no iba a organizar un plebiscito para
perderlo”, y que por tanto, desconocería el triunfo popular, en octubre de 1988 el FPMR planificó una serie
de operaciones, con claros objetivos políticos de alcance estratégico. A pesar de que no se cumplieron tales
pronósticos, las acciones igualmente se llevaron adelante. A partir de los grandes reveses políticos y enormes
costos humanos de estos hechos -donde cayó combatiendo el jefe del FPMR, nuestro comandante José
Miguel- se entró en un espiral de crisis que tuvo su máxima expresión en el año 1990. Independientemente de
los resultados de los objetivos planteados con estas acciones, ellas son demostrativas de una de las
expresiones más altas de los valores del rodriguismo, la voluntad de luchar y vencer, dispuestos a enfrentar
en su terreno y en condiciones de desventaja a un enemigo poderoso.
Así ante la ausencia de una alternativa posible con capacidad de conducción, el pueblo se involucró de lleno
en el proyecto burgués electoral y en 1990 se cambió la administración de un modelo con escasas
modificaciones a su contenido y se abrió paso a un sistema de democracia restringida en cuanto a
participación popular. Paralelamente, en el plano mundial se produjo la caída del campo socialista y el
desplazamiento de los sandinistas del poder en Nicaragua, todo lo cual agudizó la crisis que comenzaba a
experimentar el campo revolucionario y que hasta hoy golpea a sus puertas.

Proceso de Discusión Interna (PDI)

En 1991 se realizó nuestra primera consulta que tuvo como principal objetivo analizar aquellos aspectos que
permitieran la transformación definitiva del FPMR en la organización revolucionaria capaz de ejecutar una
política coherente que expresara a través de una táctica correcta los requerimientos de una estrategia justa.
Pero si bien es cierto, este evento nos permitió “detectar” mejor los problemas existentes estuvo muy lejos de
superarlos. Asimismo, a partir de ese evento y en un contexto nacional que posibilitó la inserción legal de
algunos de nuestros militantes, se produjo la partida de varios compañeros y la feroz persecución de otros por
parte de los organismos policiales y las nuevas estructuras de inteligencia, lo que luego significó la captura de
algunos de ellos. Esto se tradujo en una merma de nuestros cuadros pero ello no ha sido impedimento para
seguir adelante e incluso realizar grandes gestas como el desarrollo del Proceso de Discusión Interna, PDI, y
como parte de éste, el rescate de nuestros cuatro compañeros desde la Cárcel de Alta Seguridad hace tres
años. Esta acción heroica fue un serio aliciente a la lucha de los más diversos sectores contra el sistema y
ayudó a demostrar que el movimiento revolucionario -a pesar de su crisis- cuenta con una gran reserva moral.
.

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