Pandillas Amparo
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Pandillas Amparo
INDIFERENCIAS Y ESPANTOS
RELATOS DE JÓVENES Y PANDILLAS EN LA PRENSA
ESCRITA DE GUATEMALA, EL SALVADOR Y HONDURAS1
Era el año de 1768 cuando Pedro Cortez y Larraz, arzobispo de la diócesis de Goathemala,
anotó en su diario de viaje la sorpresa que acababa de experimentar. Al salir de la iglesia se
encontró con un grupo de parroquianos inmóviles frente a un hombre herido que agonizaba.
No le brindaron socorro, incluso estuvieron a punto de dejarlo morir ahí, sin hacer mayor cosa,
pues, anotó Cortez y Larraz, “habituados a ver heridos con tanta frecuencia, no les hace éste
ninguna novedad. Muchos hay que no forman los monstruos, pero apenas se encontrará quién
se espante de ellos”. La sorpresa ante la pasiva frialdad quedó consignada en el retrato que el
obispo realizó sobre los habitantes de la región en su “Descripción geográfico-moral de la
diócesis de Goathemala” (2000).
*
Profesora de comunicación en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Tiene estudios en comunicación por la
UCA de El Salvador y por el ITESO (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente) en Guadalajara, México. Se ha
especializado en el estudio de fenómenos culturales y de discursos masivos, en particular, ha trabajado sobre las migraciones y
los discursos sobre pandillas en los medios escritos. Email: [email protected].
1
Agradezco de manera especial a Elvira Monroy y Olga de Berthet por el trabajo de recopilación de periódicos en Guatemala,
Kath Murillo en Honduras y Gabriela Lam en El Salvador. Gracias también por los comentarios, adiciones y resolución de dudas que
me proporcionaron generosamente Manuel Velasco, Francisco Domínguez, Roxana Martel, Anabella Parducci, Héctor Silva-Ávalos,
María Santacruz y Olga Vásquez, quien además realizó los cuadros de clasificación de noticias. Gracias, finalmente, a Germán
Rey, por recordarme que los fantasmas no tienen dueño.
Entre el asombrado arzobispo que relata la crónica de la indiferencia y la espantada joven que
da testimonio de su pesadilla, se configuró la historia de los países centroamericanos. Dos
siglos de historia que no se pretende abarcar, pero que –interesa recordar– dejaron su huella
en la configuración de los propios temores, en la manera como éstos se nombran y en la forma
como se enfrentan.
Desde esas primeras ciudades de la colonia, que el arzobispo documentó a través de su diario,
hemos llegado a un tiempo acelerado, urbanizado y globalizado donde los discursos de los
medios de comunicación son los que nos ayudan a nombrarnos, los que ordenan el sentido de
los acontecimientos y, muchas veces, son los que reflejan y (re)crean los relatos de
indiferencia y espanto de nuestras sociedades.
Tanto El Salvador, en 1992, como Guatemala, en 1996, tuvieron procesos de cese de los
enfrentamientos armados a través de acuerdos de paz; pero, además, Centroamérica se
enfrentó a catástrofes provocadas por la degradación ambiental, la endémica pobreza, la falta
de educación, las constantes y forzadas emigraciones. Otros han sido los fenómenos que
preocupan a los cronistas actuales en sus relatos. Y, si bien a escala mundial el tema del
riesgo y la inseguridad pasa por la discusión del terrorismo, la preocupación más recurrente en
Centroamérica sobre pérdida de seguridad aparece relacionada con jóvenes, asociados en
pandillas llamadas maras.
Este texto tiene como objetivo aproximarse a la forma en que la prensa escrita de tres países
de Centroamérica da cobertura al tema de la seguridad nacional y de las pandillas, y
Desde hace unos veinte años, los medios de comunicación han cubierto y documentado la
organización y el crecimiento de las pandillas en El Salvador, Honduras y Guatemala2. Aunque
se han hecho estudios sobre la fuerza del discurso mediático en relación con el tema
pandillas, no hay trabajos publicados que comparen lo que sucede en los tres países y
ofrezcan reflexiones sobre cómo se construye desde ahí la exclusión, la indiferencia y el
miedo que este fenómeno suscita. Los estudios realizados a escala centroamericana han
discutido hasta ahora problemas relacionados con la compresión global de los fenómenos3.
Quizá los trabajos más próximos a la propuesta metodológica que se desarrolla desde este
texto son, por un lado, el de Irene Vasilachis sobre la prensa escrita en El Salvador (2003) y el
del español Xavier Giró (2006), ambos realizados desde el Programa Sociedad sin Violencia del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo4; y, por otro lado, el de la investigadora
Roxana Martel (2007), del que se retoman planteamientos metodológicos. Su texto sobre “Las
maras salvadoreñas” se detiene en el análisis de artículos de la prensa y los confronta con
otros textos no periodísticos de la sociedad salvadoreña. En su estudio Martel pone en
evidencia muchas de las estrategias de control social en El Salvador y la situación de las
pandillas en relación con los juegos sociales y discursivos del poder.
1. Coordenadas metodológicas
Para llevar a cabo esta investigación se recopilaron, durante el mes de noviembre de 2005, las
noticias que informaban sobre el tema de pandillas en seis medios de la región. En El
Salvador, los dos matutinos de mayor circulación en el país, La Prensa Gráfica (LPG) y El
Diario de Hoy (EDH), ambos editados desde la capital, San Salvador. En Guatemala, dos
matutinos importantes que se publican desde la capital, representantes de las dos grandes
corporaciones de medios: Prensa Libre (PL), el periódico de mayor circulación, y Siglo XXI
(SXXI), segundo en importancia, también ubicados ambos en Ciudad de Guatemala, la capital
(Barrera, 2000). En el caso de Honduras, se analizaron el periódico de mayor circulación en la
capital, Tegucigalpa, que es El Heraldo (EH), y el periódico de mayor circulación en la
segunda ciudad en importancia, San Pedro Sula, que es el diario La Prensa (LP)5. Las noticias
se buscaron en todo el periódico y podían pertenecer a cualquier sección, ser notas
propiamente dichas o editoriales, caricaturas o comentarios, siempre y cuando guardaran
relación con el tema.
2
Si bien el fenómeno mantiene una importancia creciente en Nicaragua y empieza a ser mencionado en Costa Rica, son los tres
países antes dichos los más afectados. En este sentido, al hablar en este texto de “la prensa centroamericana”, me refiero
específicamente a estos tres países y desde la muestra tomada de seis periódicos analizados. Algunos analistas llamarán a estos
tres países, “el triángulo norte” de Centroamérica.
3
Por su importancia y rigurosidad, destacan entre estos estudios los tres tomos sobre Maras y pandillas en Centroamérica,
elaborados por ERIC, IDIES, IUDOP y otros (2001, 2004a y 2004b).
4
La propuesta de análisis de Vasilachis trabaja desde la sociología y la lingüística, aproximándose al discurso de la prensa escrita
desde la “Epistemología del sujeto cognoscente y la del sujeto conocido” (2003, 121). El trabajo de Giró reflexiona sobre “cómo
operan los medios de comunicación con respecto a la cobertura de la violencia”; propone, además, una serie de “pautas para
analizar dicha cobertura” (Giró, 2005, 3).
5
Para efectos del presente artículo, cuando se cita a estos seis periódicos en el período de la muestra, se hace con
entrecomillado y se señala su procedencia a través de las siglas. La fecha no incluye el año, pues todas las notas son del mes de
noviembre del año 2005. Cuando se cita una noticia que no es tomada de la muestra, entonces se da la fecha completa de
procedencia.
Desde diversos espacios académicos, ha tenido lugar una controversia sobre en qué medida el
discurso de los medios afecta la manera como las personas comunes y corrientes configuran
sus propias reflexiones. También se ha discutido en qué medida las noticias responden a
intereses institucionales, a mediaciones culturales y son, desde ahí, recibidas por los
consumidores. No se pretende, en este texto, determinar estas relaciones, cuya complejidad
es difícil de abarcar. Sin embargo, sí resulta importante anotar lo que señaló en su momento
el historiador Roger Chartier sobre las prácticas de lectura: “la representación es un objeto de
lucha entre la representación propuesta y la impuesta” (Chartier en Ceballos y Alba, 2003, p.
13). En este sentido, importa tanto lo que los medios proponen sobre las pandillas, desde
visiones negativas o positivas, como lo que desde el colectivo termina imponiéndose. Muchas
veces lo que se impone no es necesariamente lo que los periodistas buscaron decir; en otras
ocasiones, mediaciones y presiones que no tienen que ver directamente con la estructura del
medio, llevaron a que una manera de interpretar la violencia domine el discurso social.
Los expertos insisten en que los medios de comunicación no sólo ponen en común
acontecimientos, sino que, sobre todo, negocian significados. Para el caso de las noticias que
dan cobertura a hechos de violencia, González-Placencia insiste en que “la cobertura que
hacen los medios resulta fundamental, pues su capacidad para la difusión de discursos juega
un papel esencial en la configuración de un imaginario colectivo en torno al crimen y, en
modo particularmente delicado, frente a las medidas que deben tomarse para enfrentarlo”
(2004, 70). Varios estudios muestran cómo la forma en que se presentan las noticias sobre
violencia trae consecuencias en el comportamiento ciudadano. De acuerdo con la ganadora
del Pulitzer, Tina Rosenberg, son tres los elementos que implica el tipo de cobertura sobre
violencia en la televisión actual: “primero se fomenta una percepción erróneamente alta del
nivel del crimen; segundo, aumenta el apoyo del público a las políticas de mano dura y
tercero, se retroalimenta la construcción de estereotipos, se nutre el rechazo al migrante y la
migración” (2004, 15); Rosenberg alude a sociedades en las que los niveles de violencia no son
En los países estudiados, los medios construyen parte de la percepción de que las políticas de
mano dura han sido una buena estrategia para el combate de la delincuencia. Pero no sólo
ellos, también esta sensación de éxito tiene que ver con lo que muchas personas de los barrios
populares han experimentado en su vida cotidiana, en sus propias colonias en donde antes
veían constantemente jóvenes de pandillas en las esquinas. A partir de la puesta en marcha de
estas leyes, las pandillas han adoptado estrategias de menor visibilidad, en algunos casos
incluso se han replegado hacia la clandestinidad, afianzando sus vínculos con agrupaciones
estructuradas de narcotráfico (Miguel Cruz, comunicación personal, 22 de febrero de 2006).
Esto no significa que no estén ahí, simplemente “no se las ve” en lo cotidiano y esto crea la
falsa sensación de éxito de las leyes más represivas. También en esta dirección, lo que muchos
ciudadanos piensan sobre los jóvenes que pertenecen a pandillas es posible encontrarlo
reproducido en las noticias que a diario se transmiten.
Si los temores sirven para dominar, son muchos los fantasmas que han acompañado a
Centroamérica como presencia constante que llama a la disciplina. En el discurso local, varios
de ellos han sido enlazados: no ronda el fantasma del proletariado, que Marx mencionó en su
manifiesto comunista. Son distintos los rostros que hacen temer en los tres países que nos
ocupan: el comunista o guerrillero que tomó las armas y optó por la clandestinidad; el rostro
marginal del indígena; el rostro del narcotraficante, que lleva la droga y corrompe a la
juventud; el del drogadicto que, en un arrebato alucinatorio, es capaz de matar.
Guatemala, por su parte, posee una larga tradición de movimientos juveniles que se inició en
la década de 1930. Estas organizaciones tenían un carácter político y fueron críticas ante los
sucesivos gobiernos dictatoriales. Desde las instituciones educativas, en los años de 1940, se
instó en muchos casos a que los estudiantes participaran “en la política nacional y en la vida
intelectual adulta” (AVANCSO, 1998, 7). Estas organizaciones cobraron fuerza e importancia
durante los años de 1970, cuando muchos estudiantes de escuela participaron en
manifestaciones y protagonizaron varias protestas. Su presencia en la sociedad guatemalteca
se contrapuso a otro tipo de organizaciones, las pandillas, nacidas en la década de 1950,
“compuestas sobre todo por hombres, peleaban entre sí por problemas territoriales con
cadenas y cuchillos y usaban drogas y se oponían a los grupos de estudiantes políticos”
(AVANCSO, 1998, 9).
Las organizaciones políticas fueron desarticuladas durante la época más dura de la represión.
Muchos jóvenes fueron asesinados y otros más, desaparecidos. La primera intervención juvenil
que fue documentada, posterior a la represión, fue en septiembre de 1985. Nuevamente los
jóvenes salieron a las calles a protestar por el alza de las tarifas de transporte. A diferencia
de lo que había sucedido en anteriores manifestaciones, esta vez los negocios fueron
saqueados en forma masiva. Ésta fue la aparición pública de la Mara Plaza Vivar-Capitol6, una
de las primeras que se documentan y que, de alguna manera, contenía elementos de protesta
política unidos a una nueva violencia que, a partir de ese momento, comenzó a volverse
visible desde los medios de comunicación. Posteriormente, se hizo más visible la violencia,
mientras la protesta política pareció disolverse, al menos, en el discurso de los medios de
comunicación.
6
Paralelamente a estas primeras apariciones, en El Salvador aparecieron otras maras locales, como la Mara Chancleta, la Mara
Gallo o la Mara Mao Mao.
7
En este caso tiene el sentido cotidiano de “grupo de amigos o conocidos”.
En Honduras, los primeros estudios sitúan el origen de las pandillas en los años de 1985-1989.
Castro y Carranza señalan que el fenómeno se vincula con “la proliferación y el consumo de la
droga en los adolescentes de los colegios” (ERIC, IDESO y otros, 2001, 221-228) y se vincula,
en sus inicios, igual que en El Salvador, con el pandillerismo estudiantil.
Estos patrones culturales han ido permeando buena parte de la cultura juvenil en
Centroamérica, no sólo aquella que efectivamente pertenece a las organizaciones de
pandillas. Los tatuajes se valoran como una expresión de la identidad. La vestimenta floja, la
cabeza cubierta, han sido adoptadas por muchos grupos sociales de jóvenes que encuentran
en estos elementos rasgos que les permiten simbolizar, comunicar aquello que los caracteriza
y marcar distancia del mundo adulto. Sin embargo, poco a poco, algunos de estos grupos de
jóvenes han tomado distancia del mundo de las pandillas y luchan por mostrar que, aunque lo
parezcan, ellos “no son mareros”. Esta nueva demarcación de la identidad busca, sobre todo,
distanciarse de una serie de discursos que circulan por la sociedad y que convierten al joven
perteneciente a estos grupos en el fantasma que encarna los temores más profundos.
Después de un período de acomodo, son dos las pandillas que adquirieron “fama” y presencia
mediática en el discurso de nuestros países: la MS-13, también conocida como Mara
Salvatrucha, y la Mara 18, nombres tomados de pandillas nacidas en los barrios de Los
Ángeles, California. Como ya otros muchos estudios lo han mencionado, la 18, conocida en sus
inicios como Clanton Street Gang, es la pandilla más antigua y surgió en los años de 1960
como un movimiento de defensa de la minoría hispana frente a distintas agresiones racistas y
actitudes de limpieza social. La mayoría de sus integrantes eran chicanos y mexicanos. La
Mara Salvatrucha o MS138 apareció en los años de 1980, cuando la minoría salvadoreña buscó
espacios diferenciados de expresión de la identidad cultural propia. Mara tiene en este caso el
sentido de pandilla (gang), y salvatrucha es la fusión del término “salvadoreña” y “ponerse
8
Tanto el número 13 como el 18 hacen referencia a las calles donde nacen y desde donde la mara reivindica su territorio.
Los medios de comunicación han dado una amplia cobertura al acontecer de las pandillas.
Poco a poco han ido construyendo el cuerpo, los gestos y los nombres que el fantasma actual
tiene en la percepción de los centroamericanos. La clase popular de estos países, agobiada
por la violencia, acoge con agrado propuestas autoritarias y represivas. Tanto en El Salvador
como en Honduras, las políticas de “Supermano dura”, “Operación escoba” y otras, han sido
muy bien evaluadas por buena parte de la población10; mientras en Guatemala, donde no
existe este tipo de leyes, un grupo significativo de ciudadanos aboga por la implementación de
políticas más represivas.
9
Una información breve aparece en Wikipedia bajo el título de Mara Salvatrucha (2006) y 18th Street Gang (2006).
10
En El Salvador, por ejemplo, ocho de cada diez salvadoreños señalaron la necesidad de implementar leyes más duras y un
mayor despliegue de policía para combatir a la delincuencia (Cruz y Santacruz, 2005), aun cuando, como señala Carlos Mario
Perea (2004, 23): “para el pandillo, los grupos de vigilancia no hacen sino exacerbar su ansia de poder”.
El protagonismo del tema maras es enorme. Sin embargo, el mismo informe señala otro dato
de contraste interesante: “Preguntados directamente sobre el problema de las pandillas, casi
la totalidad de los salvadoreños (91%) dijeron que las mismas eran un problema grande en
términos nacionales; sin embargo, cuando se les preguntó a nivel de su comunidad de
residencia, solamente el 21% dijo que las pandillas o maras constituían un problema muy
grande en su propio barrio. De la misma manera sólo el 10% de la población dijo haber tenido
un problema directo con pandilleros” (Cruz y Santacruz, 2005). Que un diez por ciento de los
ciudadanos sostenga tener problemas con las pandillas es una cifra importante, pero es mucho
menor que el papel que algunos actores sociales insisten en asignar a las pandillas; si en los
relatos sociales el peligro del pandillero se encuentra omnipresente, al precisar sobre el
mismo y la vivencia personal, cotidiana, los datos son distintos.
La presencia mediática de los pandilleros se multiplicó hasta crear la sensación de que los
deportados eran cada día más y que casi todos ellos habían sido criminales. Ocurrieron
posteriormente nuevos crímenes que la prensa documentó como los más oscuros y las leyes
represivas aparecieron en el discurso de los políticos como promesa de salvación. Los
pandilleros mantuvieron su presencia mediática. En algunos casos, se vio que ellos mismos
provocaban, desde sus gestos y sus señales ante las cámaras, una visibilidad-otra (Reguillo,
2005, 71; Martel, 2007). Los mismos jóvenes se asumían distintos y distantes de la sociedad
que los nombraba.
Aunque un mes es un período corto de tiempo para analizar un problema que lleva ya décadas
en los medios, la fotografía realizada en noviembre de 2005 permite ponerle al fantasma un
rostro: el rostro que la prensa escrita le ha construido desde sus propias lógicas mediáticas,
pero también desde la voz de la fuente policial como protagonista de los relatos. Al observar
las noticias es posible estructurar una muy breve historia de lo que ha sucedido. El trabajo
ahora es reconstruir el camino seguido por la mano del “cirujano escultor” que afina (y afila)
los rasgos del fantasma.
Al realizar la primera aproximación a las noticias publicadas sobre el tema pandillas y maras,
se encontró una diferencia cuantitativa significativa en los periódicos de cada uno de los
países de interés. Esto es lo que se muestra en el Cuadro 1.
Aunque el número dice muy poco, las 73 noticias salvadoreñas nos muestran la inclinación de
esta prensa por mantener en la agenda mediática el tema, en particular El Diario de Hoy, que
con 52 noticias en el mes llega casi a tener un promedio de dos notas diarias sobre pandillas.
Honduras muestra un significativo segundo lugar, con 56 noticias publicadas y Guatemala se
coloca bastante más atrás con 34 notas en ambos periódicos; muy en particular, destaca la
Las diferencias en el discurso no sólo pasan por el número, son también cualitativas, con
particularidades en cada país. De ello me ocupo en los siguientes apartados. Aun así, hay una
serie de elementos comunes que van configurando al victimario, ese joven, generalmente
masculino, que pertenece a una pandilla. Desde este discurso el fantasma adquiere su rostro.
Los seis periódicos revisados en los tres países reproducen la forma oficial de nombrar a los
jóvenes: el pandillero es llamado marero11; en todos los diarios de la muestra se encontró al
menos un titular que utilizara la palabra mara o marero. Tal y como Vasilachis lo adelantó en
su análisis de los periódicos en El Salvador (2004), un primer acto de privación de identidad
que se mantiene en este nuevo análisis es la negación del nombre como elemento distintivo de
la humanidad y la pertenencia a un grupo social. En varias de las notas, los pandilleros son
mencionados por su nombre, pero lo que más los representa es su alias: el Burro, la Pantera,
el Spider. En muchos casos, tal y como lo menciona Martel (2007), la identidad que se
presenta es exclusivamente colectiva, con ello se impersonaliza a las pandillas, “se las cubre
de anonimato, se esconde su esencia humana para convertirse en un colectivo salvaje y
atemorizante. No es una identidad colectiva que se integra a las formas culturales
hegemónicas. Es una identidad colectiva que se convierte en la forma no-deseada de persona,
o, mejor, la no-persona” (2007, 975).
Durante el mes de la muestra se observa que todos los periódicos utilizaron la palabra mara o
marero en sus titulares. Esta información y otros elementos de interés aparecen en el Cuadro
2.
11
El periodista mexicano Marco Lara Klahr explica que cuando se les pregunta a los jóvenes centroamericanos que pertenecen a
las pandillas cómo se nombran ellos, el término marero no aparece (comunicación personal, 17 de noviembre de 2005); esta
identidad tomó fuerza debido al discurso repetido en los medios de comunicación y por los distintos líderes de opinión. Esto se
confirma en el trabajo de Santacruz y Concha-Eastman (2001, 66), donde a los pandilleros de la M18 y la MS se les denomina tal y
como ellos se reconocen: homies o homeboys (hombres pandilleros) y hainas (mujeres pandilleras).
Aunque cada uno de los periódicos y de los países resalta elementos particulares, en este
apartado me interesa retomar los discursos comunes que aparecen dentro de la muestra
estudiada. Son cuatro las características básicas que se ven reflejadas en los relatos
elaborados desde los tres países.
Este “aspecto” es ya parte de los relatos cotidianos. La presencia de tatuajes que se exhiben
en el pecho, los brazos y la cara. El torso desnudo. El pantalón caído. El gesto amenazante
que se presenta ante el lente periodístico en actitud retadora. El pelo rapado. El gorro. La
En otras fotografías y en el texto de otras notas se presenta a los pandilleros frente a los
medios en posiciones particularmente humillantes, como sostuvo en una entrevista en La
Prensa Gráfica un líder de pandillas: “Durante tanto tiempo se nos ha mostrado en los medios
como lo peor, vejados y humillados. Sí... todos vemos las imágenes que salen de los miembros
de nuestras pandillas, descalzos, con los pantalones amarrados por un hilito y esposados como
animales, escondiéndose la cara uno en el otro, porque en realidad da pena aparecer así, va.
Eso se llama vejación...” (La Prensa Gráfica, 23 de mayo de 2005).
En algunos casos, las notas de la muestra establecen una asociación automática: el tatuaje
implica que se es marero. Un trabajo mucho más cuidadoso lo realiza la prensa de Guatemala,
en Prensa Libre, tanto en la nota del 15 de noviembre como la del 22 presentan personas que
tienen tatuajes, pero no se les menciona en ningún momento como pandilleros. También en el
caso de La Prensa Gráfica, en El Salvador, el tratamiento fotográfico es más cuidadoso.
Haciendo eco de una de las normativas del manual de procedimiento para cobertura de hechos
de violencia, el periódico se cuida de publicar fotografías de tatuajes que se identifiquen con
una u otra pandilla, en los primeros planos lo que sí se identifica es el rostro de hombres
jóvenes, generalmente con el pelo rapado12. Por un lado, porque desde ahí se podría dar la
imagen de que la violencia responde, específicamente, a una “guerra entre pandillas”, que es
una tesis policial que se repite desde los medios. Por el otro lado, porque este “mostrar las
imágenes” de los jóvenes de pandillas resulta un recurso publicitario buscado por las mismas
organizaciones. El tratamiento de mostrar a los pandilleros capturados, sin camisa, alineados
como para una exhibición, se mantiene en todos los medios de la muestra. Otro elemento
importante y que resalta en la cobertura de notas en nuestras sociedades es la estética de la
ley, la manera como se presenta a los “hacedores de justicia”. Contrario a lo que sucede en
los planteamientos discursivos y policiales en otras regiones del mundo, en Centroamérica, la
policía cubre su rostro con gorros navarone, no da la cara. Los sospechosos en cambio son
expuestos para ser fotografiados e identificados, incluso antes de que se lleve a cabo un
juicio.
“Supuestos pandilleros son “Sospechosos. Los sujetos fueron “El Santiago y otros dos compinches
custodiados después de haber sido mostrados a los medios”. EDH 10/11/05 de Colindres fueron capturados”. EH
arrestados”. LPG 10/11/05 22/11/05
12
En la muestra no se encontró ninguna fotografía de LPG que mostrara rostros de pandilleros o brazos con tatuajes. La mayoría
de imágenes utilizadas por este periódico son planos generales, que muestran muy pocos detalles que puedan contribuir a la
imagen estética difundida desde otros medios.
El segundo relato que la prensa construye en los distintos países, desde la muestra, es el de la
violencia criminal dentro de la cual están adscritos los jóvenes de pandillas. Éste es un punto
de partida de la mayoría de los periódicos: “Se parte de entrada de la convicción de que las
pandillas tienen mucha relación con el tema de la violencia, aunque se pretende despolitizar
el término pandillas en el sentido de que no son los únicos causantes de la violencia”. El
discurso de los periodistas suele además hablar de un cambio en el nivel de violencia de estas
organizaciones: “Hace seis años, la pandilla convivía con su comunidad, la pandilla no asaltaba
a su comunidad, la protegía sin cobrar, porque lo otro es extorsión. Pero la pandilla sabía que
este carro es del señor que vive aquí, entonces a éste no se le hace nada. La comunidad los
alimentaba, convivían. Hoy ya no. La pandilla tiene una connotación de crimen organizado
incluso en la propia comunidad, hoy el barrio se delimita por un asunto de mercado, de tráfico
de drogas” (Héctor Silva-Ávalos, jefe de prensa de La Prensa Gráfica, comunicación personal,
7 de marzo de 2006).
Sin embargo, los fines de esta violencia son difusos y ambiguos. Tres elaboraciones se
destacan en los relatos de la muestra: uno, el pandillero ataca cuando se encuentra con sus
contrarios, en luchas con la pandilla rival. Una nota en El Diario de Hoy hace ver incluso que
los celos entre maras no se parecen a los que el resto de las personas pueden padecer: “El
asesinato de Marilyn no fue motivado por celos de infidelidad marital sino por celos entre
maras. Se ignora cómo el sospechoso se enteró de que su amante se llevaba bien con unos
pandilleros de la Dieciocho y fraguó el crimen” (EDH, 9 de noviembre). En la mayoría de estos
casos los jóvenes de las pandillas son, al mismo tiempo, víctimas y victimarios. Esta condición
es muy poco trabajada por los periódicos de Honduras y El Salvador, mientras que los dos
matutinos de Guatemala le dedican un espacio amplio a dichos relatos en los que los
victimarios son igualmente torturados y ejecutados.
La segunda elaboración explica que el pandillero ataca a aquellos que se oponen a las órdenes
y al poder de la pandilla, a quien no quiere acatar las reglas: matan a una joven que se negó a
entrar a la mara (LP, 13 de noviembre), matan a una vendedora que se negó a contribuir al
13
Según el diccionario de la RAE, vapulear es “golpear, zarandear” y tropelía implica un “atropello o acto violento, cometido
generalmente por quien abusa de su poder”. Si esta acción se asigna por parte de los periodistas en este sentido, me parece
importante hacer notar que se le estaría reconociendo un elemento importante de poder (y de abuso del mismo) a los pandilleros.
La tercera elaboración del relato criminal aparece cuando la prensa explora las causas de la
violencia criminal de las pandillas. En todos los países se hace en algún momento la afirmación
de que el pandillero ataca porque sí, porque se divierte, como señala El Heraldo de Honduras,
en su nota del 13 de noviembre: “Su estado alcohólico no le permitía defenderse, sin
embargo, eso no les importó a unos supuestos pandilleros, que por el solo hecho de
‘divertirse’ apedrearon a Rodrigo Canales (…) hasta que le provocaron la muerte”. Dicho
discurso resulta particularmente eficaz para propagar el miedo que aparecía en la pesadilla
narrada al inicio de este texto. ¿Cómo saber quién será la próxima víctima? No hay quién
pueda parar la omnipresencia perturbadora de este fantasma. Mata por diversión, mata sin
perturbarse ante el desvalimiento de la víctima. El fantasma llegará cuando quiera, no tendrá
compasión y romperá cualquier cerrojo.
Desde estas tres elaboraciones se puede constatar que desde los medios, así como se refuerza
una estética de la violencia, también se trabaja una “poética” de la misma. Esta poética no
ha cambiado mucho sus adjetivaciones desde los conflictos armados seguidos por estos mismos
países. De hecho, en algunos casos, los adjetivos usados para referirse a los jóvenes de
pandillas, son los mismos que anteriormente era utilizados para referirse a los grupos
guerrilleros. Ya decía un poeta salvadoreño, Roque Dalton, que los salvadoreños son “los
primeros en sacar el cuchillo”. Estas elaboraciones contribuyen a mantener una identidad en
la cual en Centroamérica, la violencia es parte de nuestra identidad, fundamento de nuestra
naturaleza.
14
Porfirio Lobo, candidato del Partido Nacionalista.
15
El llamado “impuesto de guerra” es denominado así por los pandilleros. Implica una cuota fija sobre la ganancia que obtienen
comerciantes y transportistas.
Como ya lo mencioné, la idea de que las personas deportadas de los Estados Unidos
pertenecen a las pandillas no es algo nuevo, es uno de los relatos más difundidos, no sólo en
Centroamérica, sino también en otros países. Aun cuando es posible que, con las
deportaciones masivas de los últimos años, el número de integrantes de las “clicas”
salvadoreñas que han estado en Estados Unidos haya aumentado, el porcentaje es menos
significativo de lo que plantea el discurso de la prensa escrita en Centroamérica. En la
muestra tomada para este estudio dicha asociación en la que deportado es igual a pandillero
se mantiene.
Un reportaje publicado en El Salvador en agosto de 2006 elabora dicho tema con una
cobertura extensa, el titular que engloba dicho trabajo periodístico es un genérico:
“Salvadoreños deportados de Estados Unidos”, sin embargo, la investigación se centra no en
todos los deportados, sino en aquellos que provienen de cárceles de máxima seguridad y
resalta algunas declaraciones como subtitulares importantes: “si no me dan trabajo, sé cómo
hacer drogas”. Esto contribuye a crear una narrativa en la cual los deportados, equivalen a
pandilleros.
Quizá el ejemplo más desafortunado de la difusión de esta narrativa sea el que presenta El
Diario de Hoy, en la nota “Deportan a más pandilleros”, publicada el 1 de noviembre. Se
explica que la deportación es una “ayuda involuntaria para que el operar de estos grupos
crezca”. En el cuerpo de la noticia se cita a un funcionario público que “confirmó
recientemente que la administración Bush deportará en los próximos dos meses a 892
salvadoreños. Del grupo, más de 350 poseen antecedentes delictivos16” (el énfasis es mío).
Estas afirmaciones tienen un carácter informativo y se citan en boca de una fuente
especializada; lo alarmante de esta nota es que, en un recuadro en negrillas destacado dentro
de la noticia y situado del lado derecho de la misma, se dice textualmente “Expulsarán a 892
mareros desde Estados Unidos hacia El Salvador en los próximos dos meses”. ¿Cómo surge esta
16
Es importante aclarar que para Estados Unidos los antecedentes delictivos implican violaciones a la ley muy diferentes entre sí:
desde un asesinato o tráfico de armas y drogas, hasta el hecho de ser indocumentado y ser sorprendido por las autoridades
migratorias.
Uno de los problemas que me parece importante destacar sobre este tipo de asociaciones es
que, al establecerse en las notas periodísticas, se puede causar la falsa imagen de que las
pandillas son un problema de importación. Vienen de fuera, no son fruto de problemas
estructurales y de deficiencias de nuestras sociedades centroamericanas. Esta narrativa de
alguna manera se opone –o quizá, simplemente, matiza- la discusión sobre la violencia como
un elemento intrínseco de nuestras sociedades. Al pensar que el problema de las pandillas
esta narrativa le asigna al problema un nuevo recorrido. El mal viene del Norte, de Estados
Unidos. Por supuesto no se visibilizan las causas internas que hacen que los jóvenes ingresen a
las pandillas, no se cuestiona la responsabilidad de los Estados. Estas causas estructurales han
sido discutidas ya de manera amplia en otros estudios (Cruz y Santacruz, 1998; Santacruz y
Concha–Estman, 2001; Liebel, M., 2004; ERIC, IDES, IUDOP y otros, 2001, 2004ª y 2004b, entre
otros); sin embargo, el relato de la deportación de los pandilleros dificulta discutir desde esas
realidades comunes. Las maras aparecen como “el mal” que ha venido de fuera a corromper a
los honrados ciudadanos. No se cuestiona la responsabilidad de las autoridades, la vinculación
entre éstas, los pandilleros y el narcotráfico; la realidad de marginalidad que viven muchos de
estos jóvenes.
Una de las mayores dificultades que enfrentan las notas analizadas es la forma en que se
denomina a los sospechosos de cometer delitos y que, además, desde el discurso de distintas
fuentes, es probable que sean jóvenes pandilleros. Pero ninguna de estas dos afirmaciones
está precedida de una investigación policial y legal seria. No hay juicio todavía que declare
culpables a los “capturados”. El camino seguido por la prensa parece ser el más sencillo:
culpables hasta que se demuestre lo contrario.
Las acciones delictivas son vinculadas (atribuidas y predicadas) a los jóvenes de pandillas. En
este contexto se borran las fronteras entre ser supuesto asesino y asesino, o supuestamente
pertenecer a pandillas y ser pandillero. No hay derecho a un abogado, no importa lo que se
diga o lo que no se diga, el relato activa su mecanismo de poder desde la visibilización de un
crimen, sin juicio declara su veredicto, casi nunca aparecen en posición exculpatoria (Xiro,
2005, 5) ni se les permite una declaración a los medios sobre su condición.
En las notas “Caen supuestos mareros por siete homicidios” (LPG, 10 de noviembre) y “Muere
supuesto marero cuando asaltaba a peatón” (EH, 14 de noviembre) no se cuestiona que los
capturados sean culpables; de lo que el titular parece tener dudas es de si son pandilleros o
no. En otra noticia de La Prensa Gráfica, en El Salvador, se asegura que “dos personas de 20 y
33 años fueron asesinadas a balazos por pandilleros desde un vehículo en marcha en Santa
Ana” (LPG, 8 de noviembre); más adelante, la misma nota asegura que “la policía no tiene
indicios sobre los móviles del doble crimen”. La pregunta que surge es si es posible confiar en
la pericia del periodista. Es él quien ha descubierto, en una situación en donde la policía no
tiene indicios, que las personas que conducían un vehículo en marcha (y que aún no fueron
detenidas) son pandilleros.
Para un lector poco acostumbrado a revisar las implicaciones gramaticales de estos relatos, las
diferencias entre ser culpable y sólo suponer la culpabilidad de un pandillero se diluyen.
Estos cuatro discursos señalados: la estética del “otro”, la violencia criminal de las pandillas,
los deportados-pandilleros y la supuesta culpabilidad de los jóvenes sospechosos, son
elementos comunes dentro de la muestra. Aun así, cada periódico y cada nación destaca en su
agenda distintos acontecimientos y coyunturas particulares. A continuación presento un
análisis más detallado del tratamiento de los periódicos en cada país. Para ello, trabajo los
procesos de categorización y calificación de los jóvenes pandilleros (victimarios) y las
víctimas.
Muchos son los discursos y los actores que identifican a El Salvador como un país violento. Si
bien esta concepción no es nueva, las estadísticas y los relatos insisten en que dicha violencia
se ha incrementado cada vez más hasta convertir al país en uno de los que muestra los índices
más altos en asesinatos y actos violentos. Todos los días se reportan homicidios. La cifra
puede llegar hasta a 14 personas asesinadas en un solo día (FESPAD y CEPES, 2005). En el 2005
esto significó una tasa de 54.7 homicidios por cada cien mil habitantes (Sociedad sin Violencia,
7 de febrero de 2006). Dichas cifras continuaron su aumento en 2006.
El 4 de mayo de 2005, La Prensa Gráfica lanzó un discurso con una propuesta, al menos en
apariencia, novedosa. Se ofreció una edición donde la temática “Todos contra la violencia”
quebraba la cotidianidad de sus lectores al ofrecer un tratamiento mucho más detallado que
el habitual, con fotos de una página completa en blanco y negro. La edición explicaba que
“ayer se cometieron otros nueve asesinatos en El Salvador, y la sociedad entera responde en
estas páginas a esas muertes. El debate sobre el problema de la violencia es esta vez la
portada” (LPG, 4 de mayo de 2005). Un sondeo en un grupo de 40 lectores sobre dicha edición
mostró reacciones heterogéneas. Algunos se sintieron más alarmados y con miedo a salir a las
calles. Otros, en cambio, insistieron que lo que se presentaba no aportaba nada nuevo y que
En esa edición, el investigador Germán Rey (LPG, 4 de mayo de 2005, página 4) señaló que el
periódico, después de un ejercicio de evaluación cualitativa de sus notas, construyó “un
manual de cobertura de la información sobre violencia –que hoy se hace público– y con el cual
el periódico se quiere comprometer”. Este conjunto de normas es de nuevo mencionado en las
declaraciones finales de la Sociedad Interamericana de Prensa en su documento de
conclusiones finales de la Conferencia “Periodismo, violencia y pandillas en Centroamérica”,
que se realizó en Tegucigalpa, en febrero de 2006.
Sin embargo, este conjunto de normas no ha sido dado a conocer hasta la fecha. Incluso
algunos de los redactores y correctores de estilo, al ser abordados, sólo han sabido explicar
una norma básica: la de no utilizar la palabra mara o marero dentro de las notas informativas.
Éste es un elemento que, durante el mes de noviembre del mismo año, se incumple. Al hacer
estas preguntas en mandos medios del periódico, el conocimiento del manual sobre El
tratamiento informativo de la violencia se vuelve ya una discusión familiar que abarca otros
elementos: identificar a las pandillas exclusivamente como tales sin referirse a los nombres,
consideraciones para trabajar la presunción de inocencia, normas para el trabajo de las
imágenes que connotan violencia desde el punto de vista de la víctima o el victimario y el
esfuerzo por “diversificar los géneros, aumentando la presencia y la calidad de los informes
especiales, periodismo investigativo, crónica, perfil, entrevista y reportaje entre otros” (LPG,
2005, 11).
El Cuadro 3 muestra la categorización que La Prensa Gráfica elabora sobre los pandilleros y
sus víctimas.
Víctimas Victimarios
Empresarios de microbuses y trabajadores del Aparecen como un colectivo, su nombre importa
transporte público que se niegan a pagar poco, se identifican por la pertenencia al grupo o
impuestos. por su alias.
Mujeres: una cosmetóloga en particular. Tienen armas de fuego.
Un vendedor que lucha contra veinte pandilleros. Asesinan: mutilan, acribillan a balazos.
Propietarios de comercio y vendedores que tienen Acosan y extorsionan a sus víctimas.
miedo a denunciar las extorsiones. Tienen mucho dinero (se menciona en
Personal y enfermos de hospital que se enfrentan Ahuachapán un ingreso de 3.600 dólares al mes en
con una balacera dentro de las instalaciones. extorsiones, 10 de nov.) con el que pueden pagar
Policías. abogados y armas.
Hombres jóvenes. Activistas del partido ARENA Ejercen el control en diversos territorios donde la
(22 de nov.) policía no puede entrar.
“Las autoridades de gobernación han aceptado
que el problema de extorsión se ha extendido a
las iglesias, escuelas, profesores, sector del
transporte, trabajadoras del sexo y comerciantes”
(25 de nov.).
Defensores Ayudantes
Policía Nacional Civil y soldados Maestros (18 de noviembre: el presidente del
Empresarios que se oponen a que la violencia siga Consejo Nacional de la Judicatura dejó entrever
implicando un costo monetario tan alto (1.800 que los maestros toleran las pandillas. Los
millones de dólares). maestros rechazan la acusación).
En general, parece haber un interés mayor de parte del periódico por trabajar de manera más
detallada a las víctimas, mientras que los victimarios están menos categorizados, pero no por
ello menos precisos en cuanto a sus acciones y su estética. Como señaló Vasilachis (2004) en
su estudio, se mantiene una personificación muy clara de las víctimas que siempre son
personas de mucho respeto dentro de la sociedad civil: empresarios y comerciantes, mujeres,
microbuseros y cobradores (conductores de transporte público), una activista del partido
ARENA (22 de noviembre) en cuya nota no queda claro si ha sido asesinada por su filiación
política o es una víctima más de la sociedad civil, éste parece ser otro “nuevo supuesto”. Las
otras víctimas que son tratadas de una manera especial son los estudiantes y los maestros.
Sobre estos últimos actores existe un relato contradictorio. Por un lado, en el titular del 18 de
noviembre se afirma que “En escuelas germinan ideas para ir a pandilla”, y dentro de la
noticia, una fuente del Ministerio de Educación explica que las rivalidades de los centros
educativos “está peligrosamente relacionada” con los niveles de simpatía que los jóvenes
tienen hacia las pandillas, y aunque se rechaza que los maestros “toleren” a “las maras”, el
titular ya lo ha dejado claro. Desde este relato, las instituciones educativas aparecen como un
actor ambiguo que al mismo tiempo tolera y en este sentido ayuda, pero por el otro es víctima
y sufre extorsiones.
En cuanto a los defensores de las víctimas, los actores que aparecen en La Prensa Gráfica son
el sector empresarial (que ocupa el lugar protagónico), la Policía Nacional Civil y los soldados.
Víctimas Victimarios
Mujeres jóvenes. Ejecutan acciones de quema de buses,
Trabajadores del transporte público: violación planificada de mujeres, asesinan a
conductores de buses, microbuses, pedradas a sus víctimas (4 de nov.), mutilan,
cobradores, taxistas. quedan impunes y libres por falta de pruebas
Un miembro del partido ARENA17. (9 de nov.).
Un niño de 13 años. Hacen pactos pero luego no los cumplen y
Personal y enfermos de hospital. asesinan.
Personas que “no tienen tatuajes” en sus Tienen dinero (piden 100 dólares por semana
cuerpos. a cada conductor de microbús) a través de las
extorsiones que cometen.
No matan por celos de infidelidad, sino por
“celos de maras” (9 de nov.).
Son un peligro transnacional, muchos de ellos
han sido deportados (1, 9, 15 y 18 de nov.).
Llevan una mala vida, son capaces de querer
asesinar a sus hijos (19 de nov.: “Kenia estuvo
internada dos años por intentar asesinar a su
3 noticias (6%) hablan de pandilleros hijo recién nacido”).
asesinados por rencillas de maras rivales En la toma de Catedral son enmascarados,
facinerosos, enardecidos que cometen
tropelías, vapuleo contra sus víctimas y
profanan los templos (9 de nov.).
Victimario – víctima
Defensores Ayudantes
La Iglesia (22 de nov.) pide a las pandillas que La deportación es presentada como “ayuda
depongan la violencia. involuntaria para que el operar de estos
17
Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido de derecha que se encuentra en el poder.
A simple vista, este periódico le apuesta a categorizar en sus lectores la imagen del victimario
mucho más que la de la víctima. Los “supuestos pandilleros” son antisociales, enmascarados,
facinerosos enardecidos que profanan templos, violan de manera planificada, queman
autobuses y quedan impunes por falta de pruebas.
Las víctimas que presenta esta cobertura no suelen ejecutar acciones, ni siquiera denuncian
debido al miedo que padecen. Las únicas víctimas que no aparecen inmóviles son los mismos
pandilleros a quienes, como en otros periódicos, se presenta como un caso de “ajuste de
cuentas”.
18
Organización paramilitar que en El Salvador funcionó antes de la época del conflicto armado. Se arrogaba la potestad de
eliminar a los que consideraba “enemigos del sistema”. Atacaba a quienes, a su juicio, eran adeptos y simpatizantes de ideologías
contrarias a la democracia (en su momento, grupos y personas asociadas a la ideología comunista); su distintivo era amenazar de
muerte pintando una mano blanca en la puerta de las casas, esto daba el aviso de que se tomaría una acción represiva contra los
habitantes de la vivienda.
Sin embargo, en el caso de la toma de la Catedral por “pandilleros”, aunque los pies de fotos
se esfuercen en hacer que el relato se mantenga, las imágenes que son presentadas no
corresponden a la tradicional estética de las pandillas difundida desde los medios.
La diferencia en el tratamiento que estos dos periódicos hacen sobre los jóvenes pandilleros
no es sólo cuantitativa. El trabajo de La Prensa Gráfica, si bien se pliega a las explicaciones
oficiales del fenómeno, tiene un tratamiento más respetuoso que el que se presenta en El
Diario de Hoy. La narrativa sobre el miedo crece en este último periódico. Aumenta, sigue ahí.
Antes de cerrar el apartado sobre prensa en El Salvador, añado dos textos un poco más
extensos, pero ilustrativos en cuanto al miedo que se muestra, y que traslapa la pesadilla y la
realidad, la caricatura y la nota informativa dura.
“Pocos se atreven a salir de sus casas en las noches en la colonia La Pradera. Ahí,
se exponen a quedar en medio de un enfrentamiento entre pandilleros, o ser
agredidos por delincuentes. No es un problema nuevo pero cada día se agudiza que
los pobladores sientan que se trabaja por mejorar las cosas. El dominio de
territorios por parte de traficantes de drogas, reclutamiento de personas para
incorporarlas a las maras, los asaltos y agresiones, son problemas diarios. La
Pradera es un sector rodeado por colonias que dominan miembros de diferentes
pandillas. Sus calles son territorios en pugna por todas ellas. Hace varios meses
hubo una división entre las maras Salvatrucha y Mirada Loca. Los integrantes de
ambas merodeaban por el sector en busca de provocar riñas que les permitan
cimentar su presencia. Aún está fresco en la memoria de los vecinos, el crimen
ocurrido en agosto cuando grupos de antisociales se enfrentaron a balazos. Un niño
de 13 años que no tenía nada que ver recibió un impacto y pereció en el sitio. En
el año han resultado no menos de seis personas heridas de bala en diferentes
ataques. Además la cifra de personas asaltadas o golpeadas por mareros es
Caricatura tomada de
El Diario de Hoy.
30/11/05
Viejas y nuevas psicosis nos recuerdan que los fantasmas están en todas partes. La violencia
re-inventa viejas pesadillas, genera nuevas ansiedades. El miedo de las víctimas, insisten los
medios, es el mejor aliado de los delincuentes. Sin embargo, este discurso del miedo es un
supuesto que continúa reproduciéndose desde la prensa escrita, se multiplica, se magnifica.
Tenemos / por ti
tantos golpes / acumulados / en la piel,
que ya ni de pie
cabemos en la muerte.
Otto René Castillo. Guatemala
También Guatemala tiene crónicas antiguas sobre violencia. Contrario a los otros dos países
analizados, en Guatemala la presencia indígena es muy importante. Los grupos indígenas
representan un 52% de su población. Esto le da a este país una riqueza lingüística y cultural
enorme, pero al mismo tiempo acentúa procesos de exclusión y marginalidad. Una larga
guerra civil y procesos de reconciliación de la sociedad que no se han cerrado acentúan esos
“golpes” de los que habló el poeta Otto René Castillo.
En cuanto a las pandillas, los periódicos de Guatemala son, dentro de la muestra, los que
trabajan este tema de manera más respetuosa, o si se quiere, menos amarillista. Las víctimas
no son sólo los “ciudadanos respetables”, sino también los jóvenes de las pandillas. Tampoco
se cae en el lugar común de decir que “todos los tatuados son pandilleros” (15 de noviembre).
Este tratamiento no impide que, en algunos relatos, el fantasma aparezca, realice sus “ritos
satánicos” (PL, 2 de noviembre) y exija ser “exorcizado” con “mano dura”, pues “conforme
pasa el tiempo, las maras se afianzan como asociaciones criminales, no sólo superiores al
Estado en cuanto a su organización, armamento y sistemas de comunicación, basados en
teléfonos celulares” (PL, 2 de noviembre). El Cuadro 5 presenta los elementos fundamentales
que aparecen en las noticias de Prensa Libre.
Víctimas Victimarios
Se mencionan con nombres propios. En general, son mencionados por sus nombres
Mamá y cuatro hijos (2 de nov.). propios y en algunos casos por el alias.
Joven, trabajador. Realizan ritos satánicos (2 de nov.).
Albañil. No necesariamente son pandilleros: el 11 de
Dueños de negocios que no pagan la nov. un reo peligroso, “El Infiernito”, se hace
extorsión. pasar por adolescente y “aparenta ser
Conductores de buses urbanos. pandillero” para no ser capturado.
Policía (23 de nov.). Tienen tatuajes que los identifican como
miembros de maras.
Roban en viviendas y “comenten fechorías”
Ocho notas (38%) presentan a los
(24 de nov.).
pandilleros como víctimas. Son
vapuleados, amenazados con
pistolas y echados de la cárcel. Ofrecen reformarse y piden no ser trasladados
Aparecen con tiro de gracia, atados de la cárcel (26 de nov).
de pies y manos (6 de nov.). Los operativos policiales.
Defensores Ayudantes
Las mismas víctimas: “llaman a emplear la No aparecen explicitados.
fuerza si es necesario” (2 de nov.).
La policía.
El Cuadro 6 muestra las particularidades del tratamiento de Siglo XXI sobre el tema.
Víctimas Victimarios
Encargado de prisión. Matan, atacan, amenazan y cumplen sus
Joven de 25 años. amenazas.
Reo de 19 años. Tienen un cementerio clandestino.
La mayoría de las víctimas son hombres, muy Aun dentro de la cárcel, logran aumentar
pocas son mujeres. significativamente.
Son llamados Cholos (26 de nov.).
Están recluidos en cárceles que presentan
Cuatro notas (31%) presentan a los pandilleros como
mucho hacinamiento (20 de nov.).
víctimas. Son estrangulados. Insisten en que van a
reformarse y dicen que “lo único que queremos es
vivir en paz” (26 de nov.) Tienen compañeros (homies).
Defensores Ayudantes
Los vecinos se quejan de que, desde que en la Las autoridades penitenciarias, que son
cárcel de la zona hay pandilleros, han identificadas por un pandillero como
aumentado los hechos delictivos. ayudantes en un plan de fuga (12 de nov.)
Al igual que en el caso de Prensa Libre, hay un porcentaje alto de noticias (31%) que
desarrolla la representación del pandillero como víctima. Incluso se cita directamente la voz
de los jóvenes de pandillas de una manera positiva (26 de noviembre “lo único que queremos
es vivir en paz”). Siglo XXI es el único periódico que utiliza la denominación que los jóvenes
de pandillas suelen usar sobre sí mismos, el 12 de noviembre se señala que “Sagastume (…) se
dirigió a un sector de Mixco, donde buscó a sus compañeros (homies)”. En esta misma nota
aparece un ayudante muy distinto al que se trabaja en los otros periódicos: las autoridades
penitenciarias, son ellas las que colaboran en los planes de fuga de los pandilleros.
Dentro de las notas internacionales, Siglo XXI presenta la noticia de la toma de la Catedral sin
utilizar adjetivos negativos; caracteriza a los actores como “familiares de pandilleros” (reales,
no supuestos) y uno de ellos habla de “una toma pacífica”.
En el caso de Honduras, el trabajo que realizan los dos periódicos estudiados resulta
contrastante. Por un lado, el diario La Prensa, de San Pedro Sula, presenta una cobertura muy
similar a la de los periódicos de Guatemala; mientras que El Heraldo, de la capital,
Tegucigalpa, se acerca al tratamiento que mantienen los periódicos salvadoreños, en
particular El Diario de Hoy, incluso en la manera de nombrar a los pandilleros. El período que
se tomó como muestra tiene también una coyuntura especial: las elecciones. Los medios son
conscientes de que las pandillas se han vuelto un tema de agenda electoral, una discusión de
campaña. Aun así, vuelven visibles una serie de citas que promueven este tipo de
planteamientos.
Víctimas Victimarios
Conductores de transporte público. Poderosa pandilla (13 de nov.).
Políticos y sobrinos de político (8 de nov.) Peligrosos (4 de nov.).
Asesinan a joven mujer por no querer entrar Malvivientes (13 de nov.).
en las maras. (13 de nov.). Antisociales (7 de nov.).
Actúan con alevosía (23 de nov.).
Tienen vínculos internacionales, existen
también en Estados Unidos (16 de nov.).
1 nota (6%) presenta a un pandillero como víctima, Ajustan cuentas (29 de nov).
por ajuste de cuentas de la pandilla rival
Defensores Ayudantes
Autoridades policiales. Los diputados que no aprueban la ley
Unidad Cobra. antimaras
(23 de nov.).
Los tribunales que dejan libres a los
pandilleros
(24 de nov.).
Una particularidad común que en estos dos medios aparece con mucha fuerza es el
protagonismo de los dos partidos políticos que en ese momento se encontraban en campaña
electoral disputando la presidencia de Honduras. Desde esta coyuntura, el tratamiento de las
Víctimas Victimarios
Vendedora que no quiso ayudar con tráfico de Apoyan al candidato del partido liberal,
drogas. Manuel Zelaya (5 de nov.), “sacan diablos
Mujeres. para que aquel (MZ) gane”, dirá el candidato
Motorista y guardia (10 de nov.). opositor Porfirio Lobo (6 de nov.).
Adolescente y jóvenes (13 y 15 de nov.). Hacen correr la sangre.
Familia de políticos y activistas políticos, Tienen tatuado todo su cuerpo.
todos del partido del candidato nacionalista. Amenazan y secuestran a la familia del
candidato nacionalista (8 de nov.) y matan a
sus activistas (14 de nov.).
Cobran “impuestos de guerra” y roban
celulares.
No piensan dos veces “antes de disparar en la
frente a cualquier persona“ (22 de nov.).
Matan a pedradas “a enfermo alcohólico por
1 nota (3%) presenta a un pandillero asesinado por el solo hecho de divertirse” (13 de nov.).
un ciudadano que iba a ser asaltado Facinerosos, malvivientes, peligrosos,
deportados, maleantes.
Tienen pandillas en Estados Unidos.
Pie de foto: “La vida de los mareros cuelga de
un hilito. Casi todos ellos morirán
asesinados”. (27 de nov.).
Defensores Ayudantes
Porfirio Lobo (candidato nacionalista): “la Manuel Zelaya (candidato liberal) (6 de nov).
fuerza de Dios es mayor y está con nosotros” Diputados liberales (23 de nov.).
(6 de nov.). Los juzgados que dejan libres a los pandilleros
Tal y como aparece en otros periódicos, la manera de nombrar al pandillero es despectiva: son
facinerosos, malvivientes, peligrosos, deportados y maleantes que asesinan por diversión y
ejercen presión política desde la violencia (el secuestro, el asesinato), no desde los canales
habilitados en una democracia. En algunos casos, el relato parece incluso construir su propia
amenaza hacia los jóvenes de pandillas: “Casi todos ellos morirán asesinados” (EH, 27 de
noviembre).
A pesar de este tratamiento que en muchos casos cae en el amarillismo, El Heraldo presenta
contrarrelatos y críticas al discurso oficial. El 15 de noviembre, una nota internacional asegura
que “lejos de enfrentar el problema con políticas de carácter socioeconómico, los presidentes
del istmo han acordado estrategias policiales” y se enfatiza que la represión no produce
efectos positivos. El 18 de noviembre, un editorial cuestiona de nuevo al afirmar que
“tampoco es cierto, como nos quieren hacer creer los propagandistas del oficialismo, que los
problemas de inseguridad son sólo atribuibles a los mareros”, aun cuando, añade, éstos
actúen con “bastante impunidad”.
Dice la sabiduría popular que si se tiene algo muy querido que no se quiere perder, lo mejor
es regalarlo a otra persona. Muchos en Centroamérica quisieran poder hacer realidad el poema
de Rafael Pérez Estrada para “no morir del todo”. Sin embargo, continuamos la andadura
cargando miedos y muertos.
El ejercicio que hasta aquí he seguido no pretende hacer historia de los acontecimientos. Es
más bien un itinerario para reflexionar sobre la manera como nombramos estos hechos antes
de convertirlos en historia. ¿Desde dónde se cuentan los hechos? No sólo lo que se muestra,
sino también lo que no se nombra, lo que se oculta. No se trata en este texto de hacer una
apología de las pandillas. El problema es grave y continúa en aumento. No se trata tampoco
de hacer juicios para buscar culpables, pero sí de reconocer que las instituciones, tanto los
medios de comunicación como la academia, están en deuda con la sociedad al elaborar
explicaciones sobre el fenómeno de la violencia pandilleril. La falta de información vuelve su
acento hacia el miedo. Se teme aquello que no se conoce, que no se ubica, aquellas
fantasmagorías que, en medio de un constante nombrar, tienen rasgos difusos.
El sociólogo Zigmunt Bauman sostiene que sus mejores colegas sociólogos son los periodistas
que “escriben para periódicos serios”. Una ventaja de la prensa escrita es su capacidad de
Analistas como Germán Rey (2005) o Xavier Giró ya han reflexionado sobre cuál debería ser el
papel de los medios de comunicación al abordar la violencia. Las recomendaciones y
normativas expresadas desde estos espacios, han sido tomadas en cuenta cada vez de manera
más sistemática en algunos periódicos y, en otros casos, no han sido seguidas. El manual de
estilo sobre el tratamiento de la violencia se publica en El Salvador en mayo de 2006, dos años
después de las discusiones internas en el medio
(http://archive.laprensa.com.sv/20060504/nacion/manual.pdf). Como dice Rey (La Prensa
Gráfica, 4 de mayo de 2005, 4) “la ciudadanía tiene el pleno derecho a esperar rigor e
independencia en el manejo de ese bien público que es la información, a demandar veracidad
y exigir pluralismo. A esperar que las noticias les sean bien contadas, sin las trampas del
sensacionalismo ni los compromisos con los poderes”. No se trata, en todo caso, de que los
periódicos esperen “cumplir con todas las recomendaciones”.
Posterior a la publicación del manual de estilo, en noviembre de 2006, mientras los índices de
violencia aumentan, catorce medios de comunicación de prensa, radio y televisión acuerdan
nueve puntos para el tratamiento de noticias sobre violencia
(http://www.laprensagrafica.com/promos/medios.pdf). Y en enero de 2007 lanzan una campaña
publicitaria que busca concienciar a la población en relación con una cultura de paz.
Sigue siendo una urgencia en nuestras sociedades mantener un monitoreo constante de los
medios de comunicación y una reflexión acerca del tratamiento que están dando a los temas
sobre pandillas juveniles. Sigue siendo fundamental que los medios se comprometan con la
ciudadanía de manera clara, y permitan que defensorías del lector velen por el derecho a una
información independiente y respetuosa.
Nuevos retos se plantean también para la academia. Por un lado, el de explicar con
investigaciones rigurosas qué ha sucedido con las pandillas en estos últimos años y qué es lo
que ha cambiado en ellas a partir de la implementación de las políticas de mano dura. Por
otro, visualizar y discutir desde las publicaciones teóricas los distintos esfuerzos por
profesionalizar el tratamiento de los distintos tipos de violencia, que algunos medios de
comunicación de la región están llevando a cabo. Es un desafío de la academia distinguir,
dentro del discurso de los medios, a los distintos actores que se involucran en la producción de
las noticias, y diferenciar el trabajo y los objetivos de los periodistas de la apuesta editorial
de las industrias mediáticas desde las cuales trabajan. Es un reto abrirse a la investigación
cualitativa y profundizar, desde etnografías e historias de vida, esos otros relatos de la
realidad que se vive en las pandillas.
Caricatura tomada de
La Prensa Gráfica.
26/02/06
¿Qué mejor receta para el éxito político que difundir y exacerbar la sensación de inseguridad y
el miedo a las pandillas? Los medios de comunicación reproducen este discurso que resulta útil
a los políticos. Se proporciona el fantasma adecuado con el fin de que la población elija
dirigentes que concentrarán el poder para combatir el crimen “como se merece”. Al
establecer este tipo de asociaciones, el discurso político electoral propaga el miedo y polariza
la población. Para este estudio, es posible que si las noticias de El Salvador y Honduras fueron
más en número y con un discurso que disparaba más el miedo, esto tenga que ver no sólo con
una violencia real mayor en número en dichos países, sino también con el hecho de que ambos
países se encontraban en un momento pre-electoral al realizar esta muestra.
Entre los medios y los miedos están las personas. Walter Benjamin recuerda de manera
brillante la responsabilidad profunda de nombrar y nombrarnos en sus Tesis sobre filosofía de
la historia. La falta de información vuelve su acento hacia el miedo. Se teme aquello que no
se conoce, que no se ubica, aquellas fantasmagorías que, en medio de un constante nombrar,
tienen rasgos difusos. El mayor peligro de toda época es prestarse a ser instrumento que
reproduce la tradición de la clase dominante; de esta manera, los medios de comunicación se
convierten, en muchos momentos, en reproductores de la explicación oficial sobre los hechos
de violencia y la situación de inseguridad en Centroamérica. Hay que encontrar esos otros
relatos, fragmentarios, discontinuos, desechados. Los bienes culturales, todos y cada uno en
su origen, no pueden ser considerados sin horror, pues no existe documento de cultura que no
sea a la vez documento de barbarie. Todo relato de cultura es portador de miedo e
invisibilizador de unas víctimas. El reto es siempre buscar otra mirada sobre la historia que
nos permita despojar los miedos, encontrar “la constelación” entre el pasado y el presente.
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