Pandillas Amparo

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Autor: Amparo María Marroquín Parducci *

Título: INDIFERENCIAS Y ESPANTOS RELATOS DE JÓVENES Y PANDILLAS EN LA PRENSA ESCRITA DE


GUATEMALA, EL SALVADOR Y HONDURAS
Lugar: El Salvador, 2007
Producción: Centro de Competencia en Comunicación para América Latina, www.c3fes.net.
Nota: Este texto puede ser reproducido con previa autorización con un objetivo educativo y sin ánimo de
lucro.

INDIFERENCIAS Y ESPANTOS
RELATOS DE JÓVENES Y PANDILLAS EN LA PRENSA
ESCRITA DE GUATEMALA, EL SALVADOR Y HONDURAS1

Era el año de 1768 cuando Pedro Cortez y Larraz, arzobispo de la diócesis de Goathemala,
anotó en su diario de viaje la sorpresa que acababa de experimentar. Al salir de la iglesia se
encontró con un grupo de parroquianos inmóviles frente a un hombre herido que agonizaba.
No le brindaron socorro, incluso estuvieron a punto de dejarlo morir ahí, sin hacer mayor cosa,
pues, anotó Cortez y Larraz, “habituados a ver heridos con tanta frecuencia, no les hace éste
ninguna novedad. Muchos hay que no forman los monstruos, pero apenas se encontrará quién
se espante de ellos”. La sorpresa ante la pasiva frialdad quedó consignada en el retrato que el
obispo realizó sobre los habitantes de la región en su “Descripción geográfico-moral de la
diócesis de Goathemala” (2000).

El 23 de febrero de 2003, un matutino de El Salvador publicó el especial “Vidas interrumpidas.


Seguridad mutilada”, en el cual los periodistas se ocuparon de una serie de nuevos sucesos
que –según se documentó– esta vez sí espantaron a la población. Apariciones de víctimas
mutiladas, desmembradas y abandonadas en zonas públicas, sacudieron los temores más
profundos de una sociedad configurada por autoritarismos y represiones. El periódico, en su
afán informativo, publicó un largo análisis sobre el tema. En él se incluyó el relato de una
joven mujer que padecía de “una nueva rutina: psicosis”. Éste es un fragmento de dicho
relato:

Iba para Nueva Concepción (Chalatenango) y, como siempre, me bajé en la colonia


Atlacatl, cerca de la Troncal del Norte para abordar el bus. De repente venían
unos pandilleros con machetes en las manos y a toda la gente que encontraban en
el camino le cortaban la cabeza. Yo veía eso horrorizada y sabía que si no me
escondía en algún lugar mi cabeza iba a ser una de ésas. Junto a otras personas
me metí en la gasolinera que está en la zona y desde allí veíamos a través de las
puertas de vidrio cómo volaban las cabezas por todos lados tipo la serie de
televisión “Highlander”. También veía que algunas gentes se escondían en los

*
Profesora de comunicación en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Tiene estudios en comunicación por la
UCA de El Salvador y por el ITESO (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente) en Guadalajara, México. Se ha
especializado en el estudio de fenómenos culturales y de discursos masivos, en particular, ha trabajado sobre las migraciones y
los discursos sobre pandillas en los medios escritos. Email: [email protected].
1
Agradezco de manera especial a Elvira Monroy y Olga de Berthet por el trabajo de recopilación de periódicos en Guatemala,
Kath Murillo en Honduras y Gabriela Lam en El Salvador. Gracias también por los comentarios, adiciones y resolución de dudas que
me proporcionaron generosamente Manuel Velasco, Francisco Domínguez, Roxana Martel, Anabella Parducci, Héctor Silva-Ávalos,
María Santacruz y Olga Vásquez, quien además realizó los cuadros de clasificación de noticias. Gracias, finalmente, a Germán
Rey, por recordarme que los fantasmas no tienen dueño.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 1


árboles. Los mareros intentaban meterse a la gasolinera, rompían los vidrios (…).
Oía a la gente decir que los mareros habían huido en carros robados…
Cuando desperté estaba igual de aterrorizada que en el sueño. Fue algo tan crudo
que me atemorizó. Ha sido la única pesadilla de esa naturaleza que he tenido. Sé
que es a raíz de los casos de mutilaciones que han ocurrido en el país (…),
especialmente la muerte de la estudiante, porque recuerdo que a la vez que leía
la forma en que la mataron todo lo iba esquematizando en mi mente, era como
estar viendo la imagen.
Después del sueño ya no me siento segura ni en la casa. Ahora le echo doble llave
a todas las puertas porque siento mucho miedo y después de las seis de la tarde
ya no salgo ni a la tienda. He cambiado. Ya no quisiera salir de la casa, me da
miedo andar en la calle(…).
Pero obligadamente tengo que salir y sola me doy terapia de que debo enfrentar
ese miedo. Trato de caminar por zonas más seguras, voy al centro capitalino por
necesidad y regreso rápido a la casa. En dos ocasiones que he ido al centro
capitalino, he visto hombres mayores y les he visto caras de sospechosos que me
han asustado tanto que casi me he echado a correr. (…) También cuando voy en
los buses y veo a esas personas que se suben a pedir pienso que pueden ser esos
mutiladores, que de repente van a empezar a asaltar o a sacar algún machete y
alguien va a morir allí.
Cada vez que me entero sobre nuevos casos de personas mutiladas me aumenta el
pánico. Siento que necesito ayuda profesional porque me siento vulnerable.
Siento ganas de huir del país. No lo puedo evitar. El pavor que siento es que yo
pude haber sido una de esas víctimas o puedo ser la próxima. (Suplemento
Vértice, EDH, 23 de febrero de 2003).

Entre el asombrado arzobispo que relata la crónica de la indiferencia y la espantada joven que
da testimonio de su pesadilla, se configuró la historia de los países centroamericanos. Dos
siglos de historia que no se pretende abarcar, pero que –interesa recordar– dejaron su huella
en la configuración de los propios temores, en la manera como éstos se nombran y en la forma
como se enfrentan.

Desde esas primeras ciudades de la colonia, que el arzobispo documentó a través de su diario,
hemos llegado a un tiempo acelerado, urbanizado y globalizado donde los discursos de los
medios de comunicación son los que nos ayudan a nombrarnos, los que ordenan el sentido de
los acontecimientos y, muchas veces, son los que reflejan y (re)crean los relatos de
indiferencia y espanto de nuestras sociedades.

Tanto El Salvador, en 1992, como Guatemala, en 1996, tuvieron procesos de cese de los
enfrentamientos armados a través de acuerdos de paz; pero, además, Centroamérica se
enfrentó a catástrofes provocadas por la degradación ambiental, la endémica pobreza, la falta
de educación, las constantes y forzadas emigraciones. Otros han sido los fenómenos que
preocupan a los cronistas actuales en sus relatos. Y, si bien a escala mundial el tema del
riesgo y la inseguridad pasa por la discusión del terrorismo, la preocupación más recurrente en
Centroamérica sobre pérdida de seguridad aparece relacionada con jóvenes, asociados en
pandillas llamadas maras.

Este texto tiene como objetivo aproximarse a la forma en que la prensa escrita de tres países
de Centroamérica da cobertura al tema de la seguridad nacional y de las pandillas, y

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 2


reconstruir cuáles son los relatos que hacen crecer el miedo y esta percepción sobre
inseguridad y fragilidad que se multiplica entre los centroamericanos.

Desde hace unos veinte años, los medios de comunicación han cubierto y documentado la
organización y el crecimiento de las pandillas en El Salvador, Honduras y Guatemala2. Aunque
se han hecho estudios sobre la fuerza del discurso mediático en relación con el tema
pandillas, no hay trabajos publicados que comparen lo que sucede en los tres países y
ofrezcan reflexiones sobre cómo se construye desde ahí la exclusión, la indiferencia y el
miedo que este fenómeno suscita. Los estudios realizados a escala centroamericana han
discutido hasta ahora problemas relacionados con la compresión global de los fenómenos3.
Quizá los trabajos más próximos a la propuesta metodológica que se desarrolla desde este
texto son, por un lado, el de Irene Vasilachis sobre la prensa escrita en El Salvador (2003) y el
del español Xavier Giró (2006), ambos realizados desde el Programa Sociedad sin Violencia del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo4; y, por otro lado, el de la investigadora
Roxana Martel (2007), del que se retoman planteamientos metodológicos. Su texto sobre “Las
maras salvadoreñas” se detiene en el análisis de artículos de la prensa y los confronta con
otros textos no periodísticos de la sociedad salvadoreña. En su estudio Martel pone en
evidencia muchas de las estrategias de control social en El Salvador y la situación de las
pandillas en relación con los juegos sociales y discursivos del poder.

1. Coordenadas metodológicas

Para llevar a cabo esta investigación se recopilaron, durante el mes de noviembre de 2005, las
noticias que informaban sobre el tema de pandillas en seis medios de la región. En El
Salvador, los dos matutinos de mayor circulación en el país, La Prensa Gráfica (LPG) y El
Diario de Hoy (EDH), ambos editados desde la capital, San Salvador. En Guatemala, dos
matutinos importantes que se publican desde la capital, representantes de las dos grandes
corporaciones de medios: Prensa Libre (PL), el periódico de mayor circulación, y Siglo XXI
(SXXI), segundo en importancia, también ubicados ambos en Ciudad de Guatemala, la capital
(Barrera, 2000). En el caso de Honduras, se analizaron el periódico de mayor circulación en la
capital, Tegucigalpa, que es El Heraldo (EH), y el periódico de mayor circulación en la
segunda ciudad en importancia, San Pedro Sula, que es el diario La Prensa (LP)5. Las noticias
se buscaron en todo el periódico y podían pertenecer a cualquier sección, ser notas
propiamente dichas o editoriales, caricaturas o comentarios, siempre y cuando guardaran
relación con el tema.

2
Si bien el fenómeno mantiene una importancia creciente en Nicaragua y empieza a ser mencionado en Costa Rica, son los tres
países antes dichos los más afectados. En este sentido, al hablar en este texto de “la prensa centroamericana”, me refiero
específicamente a estos tres países y desde la muestra tomada de seis periódicos analizados. Algunos analistas llamarán a estos
tres países, “el triángulo norte” de Centroamérica.
3
Por su importancia y rigurosidad, destacan entre estos estudios los tres tomos sobre Maras y pandillas en Centroamérica,
elaborados por ERIC, IDIES, IUDOP y otros (2001, 2004a y 2004b).
4
La propuesta de análisis de Vasilachis trabaja desde la sociología y la lingüística, aproximándose al discurso de la prensa escrita
desde la “Epistemología del sujeto cognoscente y la del sujeto conocido” (2003, 121). El trabajo de Giró reflexiona sobre “cómo
operan los medios de comunicación con respecto a la cobertura de la violencia”; propone, además, una serie de “pautas para
analizar dicha cobertura” (Giró, 2005, 3).
5
Para efectos del presente artículo, cuando se cita a estos seis periódicos en el período de la muestra, se hace con
entrecomillado y se señala su procedencia a través de las siglas. La fecha no incluye el año, pues todas las notas son del mes de
noviembre del año 2005. Cuando se cita una noticia que no es tomada de la muestra, entonces se da la fecha completa de
procedencia.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 3


En este caso, la metodología que se utilizó se basó en el análisis de contenido, pero desde
planteamientos cualitativos. Se enfatizó en el discurso que se construye y que nombra, no
tanto en el número de palabras o noticias que se relacionaban con un tema. Como apoyo se
retomó la propuesta de Thompson (1998) de una hermenéutica profunda. Por ello el discurso
se contrasta con otras formas de conocimiento de la realidad y se confronta, además, con el
discurso de otros analistas y actores sociales. También se retoman algunas investigaciones
sobre la percepción ciudadana de seguridad y el papel que los medios han jugado en ello, no
como un simple dato curioso, sino con la intención de que el discurso mediático se lea
vinculado con aquellos que lo reciben y lo (re)interpretan.

Para complementar este análisis genérico se retomaron, en un segundo momento,


fundamentos del análisis actancial. De esta manera se realizó, a través de las notas de cada
periódico de la muestra, un recorrido para identificar la representación del binomio
víctimas/victimarios (la manera en que ambos actores eran nombrados, las características y
acciones que se les adjudicaban). En la medida en que dicho examen se llevaba a cabo, fui
descubriendo que, junto a los victimarios, aparecían en muchas de las noticias una serie de
actores identificados como sus ayudantes que, de manera voluntaria o no, colaboraban para
que dichos sujetos alcanzaran su objeto. Por el otro lado, junto a las víctimas se encontraron
aquellos defensores que buscaban evitar que los delincuentes se “salieran con la suya”. De
esta manera, el análisis greimasiano de la estructura superficial de los textos se completó.

Desde diversos espacios académicos, ha tenido lugar una controversia sobre en qué medida el
discurso de los medios afecta la manera como las personas comunes y corrientes configuran
sus propias reflexiones. También se ha discutido en qué medida las noticias responden a
intereses institucionales, a mediaciones culturales y son, desde ahí, recibidas por los
consumidores. No se pretende, en este texto, determinar estas relaciones, cuya complejidad
es difícil de abarcar. Sin embargo, sí resulta importante anotar lo que señaló en su momento
el historiador Roger Chartier sobre las prácticas de lectura: “la representación es un objeto de
lucha entre la representación propuesta y la impuesta” (Chartier en Ceballos y Alba, 2003, p.
13). En este sentido, importa tanto lo que los medios proponen sobre las pandillas, desde
visiones negativas o positivas, como lo que desde el colectivo termina imponiéndose. Muchas
veces lo que se impone no es necesariamente lo que los periodistas buscaron decir; en otras
ocasiones, mediaciones y presiones que no tienen que ver directamente con la estructura del
medio, llevaron a que una manera de interpretar la violencia domine el discurso social.

Los expertos insisten en que los medios de comunicación no sólo ponen en común
acontecimientos, sino que, sobre todo, negocian significados. Para el caso de las noticias que
dan cobertura a hechos de violencia, González-Placencia insiste en que “la cobertura que
hacen los medios resulta fundamental, pues su capacidad para la difusión de discursos juega
un papel esencial en la configuración de un imaginario colectivo en torno al crimen y, en
modo particularmente delicado, frente a las medidas que deben tomarse para enfrentarlo”
(2004, 70). Varios estudios muestran cómo la forma en que se presentan las noticias sobre
violencia trae consecuencias en el comportamiento ciudadano. De acuerdo con la ganadora
del Pulitzer, Tina Rosenberg, son tres los elementos que implica el tipo de cobertura sobre
violencia en la televisión actual: “primero se fomenta una percepción erróneamente alta del
nivel del crimen; segundo, aumenta el apoyo del público a las políticas de mano dura y
tercero, se retroalimenta la construcción de estereotipos, se nutre el rechazo al migrante y la
migración” (2004, 15); Rosenberg alude a sociedades en las que los niveles de violencia no son

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 4


tan altos como en Centroamérica; sin embargo, es una guía para aproximarnos al fenómeno de
la región.

En los países estudiados, los medios construyen parte de la percepción de que las políticas de
mano dura han sido una buena estrategia para el combate de la delincuencia. Pero no sólo
ellos, también esta sensación de éxito tiene que ver con lo que muchas personas de los barrios
populares han experimentado en su vida cotidiana, en sus propias colonias en donde antes
veían constantemente jóvenes de pandillas en las esquinas. A partir de la puesta en marcha de
estas leyes, las pandillas han adoptado estrategias de menor visibilidad, en algunos casos
incluso se han replegado hacia la clandestinidad, afianzando sus vínculos con agrupaciones
estructuradas de narcotráfico (Miguel Cruz, comunicación personal, 22 de febrero de 2006).
Esto no significa que no estén ahí, simplemente “no se las ve” en lo cotidiano y esto crea la
falsa sensación de éxito de las leyes más represivas. También en esta dirección, lo que muchos
ciudadanos piensan sobre los jóvenes que pertenecen a pandillas es posible encontrarlo
reproducido en las noticias que a diario se transmiten.

Este contrapunto entre la prensa y la sociedad se puede ver, en el caso salvadoreño, en el


estudio sobre “La victimización y la percepción de la seguridad ciudadana”, en donde se
muestra cómo cambia la percepción sobre los jóvenes de pandillas: “Las personas que viven
en barrios en donde las pandillas son consideradas como un problema tienden a sentirse más
inseguras que el resto. Particular importancia cobraron también los medios de comunicación,
en especial los noticieros televisivos. La gente que sigue con frecuencia los noticieros de
televisión muestra más inseguridad que las personas que no se informan a través de la
televisión” (Cruz, M. y Santacruz, M., 2005).

2. Un fantasma recorre Centroamérica

Si los temores sirven para dominar, son muchos los fantasmas que han acompañado a
Centroamérica como presencia constante que llama a la disciplina. En el discurso local, varios
de ellos han sido enlazados: no ronda el fantasma del proletariado, que Marx mencionó en su
manifiesto comunista. Son distintos los rostros que hacen temer en los tres países que nos
ocupan: el comunista o guerrillero que tomó las armas y optó por la clandestinidad; el rostro
marginal del indígena; el rostro del narcotraficante, que lleva la droga y corrompe a la
juventud; el del drogadicto que, en un arrebato alucinatorio, es capaz de matar.

A partir de la década de 1990, apareció un nuevo fantasma común en Honduras, Guatemala y


El Salvador que, oculto en los discursos, acechaba en cada esquina de la calle a sus incautas
víctimas: el joven pandillero. En cada país, el fantasma del pandillero retomó elementos de
los viejos miedos ya establecidos.

El fenómeno de agrupaciones juveniles que han sido denominadas maras no es nuevo en


Centroamérica. En El Salvador, hay estudios que sitúan su origen en la década de 1980, y otros
que van más atrás. Cruz y Santacruz remontan las rivalidades juveniles a las décadas de los
años 1950 y 1960 (ERIC, IDESO y otros, 2001, 30), cuando diversas instituciones educativas
protagonizaron riñas estudiantiles.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 5


Un estudio más reciente ahonda en estos conflictos y sitúa el origen de grupos de estudiantes
enfrentados en la década de 1940. Las confrontaciones violentas se iniciaron en los
Campeonatos Colegiales de Básquetbol, cuando las barras, los grupos de seguidores de los
equipos deportivos, chocaban entre sí y creaban dramatizaciones violentas para mostrar su
superioridad ante los rivales. La primera batalla reseñada en un periódico local se da el jueves
30 de mayo de 1956, cuando grupos de estudiantes dañaron edificios y vehículos que
encontraron a su paso (Savanije y Beltrán, 2005, 18-19). En la actualidad, los estudiantes que
participan en enfrentamientos violentos marcan una diferencia de identidad frente a las
pandillas. El 47% de jóvenes que pertenecen a grupos colegiales conoce a los pandilleros de su
comunidad, un 30% de estos estudiantes ha sido invitado a formar parte de la pandilla, y sólo
un 5.5% de ellos reconoce formar parte de uno de estos grupos (Savanije y Beltrán, 2005,183-
185).

Guatemala, por su parte, posee una larga tradición de movimientos juveniles que se inició en
la década de 1930. Estas organizaciones tenían un carácter político y fueron críticas ante los
sucesivos gobiernos dictatoriales. Desde las instituciones educativas, en los años de 1940, se
instó en muchos casos a que los estudiantes participaran “en la política nacional y en la vida
intelectual adulta” (AVANCSO, 1998, 7). Estas organizaciones cobraron fuerza e importancia
durante los años de 1970, cuando muchos estudiantes de escuela participaron en
manifestaciones y protagonizaron varias protestas. Su presencia en la sociedad guatemalteca
se contrapuso a otro tipo de organizaciones, las pandillas, nacidas en la década de 1950,
“compuestas sobre todo por hombres, peleaban entre sí por problemas territoriales con
cadenas y cuchillos y usaban drogas y se oponían a los grupos de estudiantes políticos”
(AVANCSO, 1998, 9).

Las organizaciones políticas fueron desarticuladas durante la época más dura de la represión.
Muchos jóvenes fueron asesinados y otros más, desaparecidos. La primera intervención juvenil
que fue documentada, posterior a la represión, fue en septiembre de 1985. Nuevamente los
jóvenes salieron a las calles a protestar por el alza de las tarifas de transporte. A diferencia
de lo que había sucedido en anteriores manifestaciones, esta vez los negocios fueron
saqueados en forma masiva. Ésta fue la aparición pública de la Mara Plaza Vivar-Capitol6, una
de las primeras que se documentan y que, de alguna manera, contenía elementos de protesta
política unidos a una nueva violencia que, a partir de ese momento, comenzó a volverse
visible desde los medios de comunicación. Posteriormente, se hizo más visible la violencia,
mientras la protesta política pareció disolverse, al menos, en el discurso de los medios de
comunicación.

El diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española, 2006) reconoce el término


mara como “pandilla de muchachos” e igualmente como salvadoreñismo para designar “gente,
pueblo o chusma”. En algunos países de Centroamérica la palabra mara también se utiliza
para hacer referencia a un grupo de personas con las cuales existe un vínculo particular: “Esta
noche salgo con mi mara del trabajo”, “allá está tu mara de la escuela”7. Parece haber
acuerdo entre los investigadores en que el término mara proviene de la palabra marabunta
que, según el citado diccionario, se refiere a un conjunto de hormigas migratorias que devoran
todo lo que encuentran a su paso y también al “conjunto de gente alborotadora y

6
Paralelamente a estas primeras apariciones, en El Salvador aparecieron otras maras locales, como la Mara Chancleta, la Mara
Gallo o la Mara Mao Mao.
7
En este caso tiene el sentido cotidiano de “grupo de amigos o conocidos”.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 6


tumultuosa”. La palabra marabunta se tornó popular cuando la película “The Naked Jungle”
(1954), protagonizada por Charlton Heston, se estrenó con gran éxito en la región y fue
lanzada con la traducción de “Cuando ruge la marabunta” o, en algunas regiones,
simplemente “Marabunta”.

En Honduras, los primeros estudios sitúan el origen de las pandillas en los años de 1985-1989.
Castro y Carranza señalan que el fenómeno se vincula con “la proliferación y el consumo de la
droga en los adolescentes de los colegios” (ERIC, IDESO y otros, 2001, 221-228) y se vincula,
en sus inicios, igual que en El Salvador, con el pandillerismo estudiantil.

El fenómeno de las pandillas tal y como existe en la actualidad se configuró e incrementó


durante los años de 1990. El investigador Miguel Cruz explica cómo “lo que en todos los países
comenzó como un típico problema urbano, de jóvenes que se reúnen para alterar el orden
público (…) fue convirtiéndose en enmarañadas y federativas redes de afiliación, solidaridad
ligera y violencia sistemática. El primer país en dar la voz de alarma fue El Salvador” (ERIC,
IDESO y otros, 2004a, 279). Poco a poco las pandillas se configuraron con características
peculiares: transculturización de normas, valores y formas de vida originarios de EE.UU.;
conformación de grupos que sobrepasan las fronteras del territorio, pero que mantienen la
estructura a través de las llamadas “clica” que en cada colonia, en cada barrio, reproducen
los códigos y las normas de la pandilla; el uso de la violencia como forma de defensa y como
autoafirmación de la identidad y de los códigos disciplinarios; las actividades de orden
delincuencial; la creación de sistemas culturales propios que tienden a expresarse en las
formas de vestir, de usar y mostrar su cuerpo; un alto nivel de identidad, solidaridad y
compromiso entre los miembros (Cruz y Portillo, 1998, 20).

Estos patrones culturales han ido permeando buena parte de la cultura juvenil en
Centroamérica, no sólo aquella que efectivamente pertenece a las organizaciones de
pandillas. Los tatuajes se valoran como una expresión de la identidad. La vestimenta floja, la
cabeza cubierta, han sido adoptadas por muchos grupos sociales de jóvenes que encuentran
en estos elementos rasgos que les permiten simbolizar, comunicar aquello que los caracteriza
y marcar distancia del mundo adulto. Sin embargo, poco a poco, algunos de estos grupos de
jóvenes han tomado distancia del mundo de las pandillas y luchan por mostrar que, aunque lo
parezcan, ellos “no son mareros”. Esta nueva demarcación de la identidad busca, sobre todo,
distanciarse de una serie de discursos que circulan por la sociedad y que convierten al joven
perteneciente a estos grupos en el fantasma que encarna los temores más profundos.

Después de un período de acomodo, son dos las pandillas que adquirieron “fama” y presencia
mediática en el discurso de nuestros países: la MS-13, también conocida como Mara
Salvatrucha, y la Mara 18, nombres tomados de pandillas nacidas en los barrios de Los
Ángeles, California. Como ya otros muchos estudios lo han mencionado, la 18, conocida en sus
inicios como Clanton Street Gang, es la pandilla más antigua y surgió en los años de 1960
como un movimiento de defensa de la minoría hispana frente a distintas agresiones racistas y
actitudes de limpieza social. La mayoría de sus integrantes eran chicanos y mexicanos. La
Mara Salvatrucha o MS138 apareció en los años de 1980, cuando la minoría salvadoreña buscó
espacios diferenciados de expresión de la identidad cultural propia. Mara tiene en este caso el
sentido de pandilla (gang), y salvatrucha es la fusión del término “salvadoreña” y “ponerse

8
Tanto el número 13 como el 18 hacen referencia a las calles donde nacen y desde donde la mara reivindica su territorio.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 7


trucho o trucha”, que en lenguaje coloquial tiene el significado de ponerse listo, aguzado,
alerta9.

En la década de 1990, los periódicos locales de Centroamérica documentaron la forma como


estas pandillas se enfrentaban entre sí, en luchas de territorio que sobrepasaron el ámbito de
las “clicas” de Los Ángeles. Para esos años, las organizaciones locales empezaron a emular el
comportamiento que los medios detallaban y que algunos migrantes comentaban. Al mismo
tiempo, un cierto número de centroamericanos pertenecientes a las pandillas regresó a sus
países de origen aportando a éstas elementos lingüísticos y culturales que transmitieron “el
modelo cultural del pandillero originario de la nación del norte” (Cruz y Portillo, 1998, 51).
Los jóvenes en el ámbito local también contribuyeron con elementos propios hasta crear
expresiones sincréticas en las que aquellos que no habían estado nunca en Norteamérica, eran
capaces de reproducir la vida de pandilla americana. En algunas “clicas” se crearon lazos
transnacionales con otros grupos de Estados Unidos, quizá estas experiencias sean uno de los
fenómenos transnacionales de carácter cultural que más interés despierta. De ahí surgió uno
de los mitos sobre las pandillas más utilizados desde el discurso oficial y reproducido desde los
medios de comunicación: los integrantes de las pandillas son deportados; o a la inversa
funciona también con afirmaciones del tipo “todos los deportados son pandilleros” y los
deportados son una amenaza a la seguridad nacional. Pero sobre esta configuración discursiva
me ocuparé en el siguiente apartado.

3. El fantasma tiene rostro

Los medios de comunicación han dado una amplia cobertura al acontecer de las pandillas.
Poco a poco han ido construyendo el cuerpo, los gestos y los nombres que el fantasma actual
tiene en la percepción de los centroamericanos. La clase popular de estos países, agobiada
por la violencia, acoge con agrado propuestas autoritarias y represivas. Tanto en El Salvador
como en Honduras, las políticas de “Supermano dura”, “Operación escoba” y otras, han sido
muy bien evaluadas por buena parte de la población10; mientras en Guatemala, donde no
existe este tipo de leyes, un grupo significativo de ciudadanos aboga por la implementación de
políticas más represivas.

El tratamiento que la prensa escrita ha dado al tema también se ha desplazado en el tiempo y


ha respondido a distintas coyunturas de la sociedad. El jefe de prensa del periódico
salvadoreño La Prensa Gráfica, Héctor Silva Ávalos, sostiene que también han cambiado las
explicaciones oficiales sobre los fenómenos de violencia: “antes era ‘los salvadoreños nos
matamos porque somos violentos’, pero realmente no había una explicación del fenómeno.
Luego el discurso cambia y las nuevas autoridades sostienen que la culpa es de las pandillas.
Son las pandillas las que se están matando. Entonces, se cae en la cuenta de que al ser un
tema tan importante, uno tiene que dar una mejor explicación al lector. Porque al final de
cuentas el medio no puede ser sólo una caja de resonancia. Para dar esa mejor explicación
primero hay que entender mejor qué pasa y segundo hay que huir, por razones metodológicas,
del discurso oficial” (comunicación personal, 7 de marzo de 2006).

9
Una información breve aparece en Wikipedia bajo el título de Mara Salvatrucha (2006) y 18th Street Gang (2006).
10
En El Salvador, por ejemplo, ocho de cada diez salvadoreños señalaron la necesidad de implementar leyes más duras y un
mayor despliegue de policía para combatir a la delincuencia (Cruz y Santacruz, 2005), aun cuando, como señala Carlos Mario
Perea (2004, 23): “para el pandillo, los grupos de vigilancia no hacen sino exacerbar su ansia de poder”.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 8


A pesar de este desplazamiento y del esfuerzo actual de algunos periodistas por abarcar el
fenómeno de manera más compleja, es posible identificar algunas constantes que se han
mantenido a lo largo de períodos significativos de tiempo en la cobertura de los medios. Esta
cobertura mediática, tal como se mencionó en el primer apartado, ha tenido una influencia
muy grande en la población. En el informe de percepciones sobre la victimización en El
Salvador, citado anteriormente, se señala que “casi la mitad de las personas entrevistadas
piensan que el problema de las maras y pandillas constituye el fenómeno que hay que atender
con más urgencia en el país” (Cruz y Santacruz, 2005).

El protagonismo del tema maras es enorme. Sin embargo, el mismo informe señala otro dato
de contraste interesante: “Preguntados directamente sobre el problema de las pandillas, casi
la totalidad de los salvadoreños (91%) dijeron que las mismas eran un problema grande en
términos nacionales; sin embargo, cuando se les preguntó a nivel de su comunidad de
residencia, solamente el 21% dijo que las pandillas o maras constituían un problema muy
grande en su propio barrio. De la misma manera sólo el 10% de la población dijo haber tenido
un problema directo con pandilleros” (Cruz y Santacruz, 2005). Que un diez por ciento de los
ciudadanos sostenga tener problemas con las pandillas es una cifra importante, pero es mucho
menor que el papel que algunos actores sociales insisten en asignar a las pandillas; si en los
relatos sociales el peligro del pandillero se encuentra omnipresente, al precisar sobre el
mismo y la vivencia personal, cotidiana, los datos son distintos.

La Prensa Gráfica. El Salvador. 04/08/05.

En la década de 1990, un relato se mantuvo en el discurso periodístico: los pandilleros venían


de EE.UU. y había que proteger cada frontera de sus influencias. Una nota de La Prensa
Gráfica, de abril de 1995, señaló que: “los deportados, quienes vestían atuendos flojos, con
tatuajes en sus cuerpos y que a simple vista eran identificados como miembros de las ya
famosas ‘maras’ arribaron al aeropuerto”. En esta nota de hace ya once años se muestra una
primera etiqueta sobre la estética de los pandilleros: atuendos flojos y tatuajes en sus cuerpos
(sobre esta representación estética me ocuparé más adelante). En los medios de comunicación
se llegó a discutir la amenaza que representaban los deportados: una “bomba de tiempo” que
terminaría con las “buenas costumbres” de los centroamericanos. Este discurso se contradice
con las investigaciones más rigurosas, que mostraron que un 16% de los pandilleros activos en

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 9


El Salvador, por ejemplo, habían estado en Estados Unidos (Cruz y Portillo, 1998, 52); esto es,
hay deportados que son pandilleros, pero no son todos, ni mucho menos, la mayoría.

La presencia mediática de los pandilleros se multiplicó hasta crear la sensación de que los
deportados eran cada día más y que casi todos ellos habían sido criminales. Ocurrieron
posteriormente nuevos crímenes que la prensa documentó como los más oscuros y las leyes
represivas aparecieron en el discurso de los políticos como promesa de salvación. Los
pandilleros mantuvieron su presencia mediática. En algunos casos, se vio que ellos mismos
provocaban, desde sus gestos y sus señales ante las cámaras, una visibilidad-otra (Reguillo,
2005, 71; Martel, 2007). Los mismos jóvenes se asumían distintos y distantes de la sociedad
que los nombraba.

Aunque un mes es un período corto de tiempo para analizar un problema que lleva ya décadas
en los medios, la fotografía realizada en noviembre de 2005 permite ponerle al fantasma un
rostro: el rostro que la prensa escrita le ha construido desde sus propias lógicas mediáticas,
pero también desde la voz de la fuente policial como protagonista de los relatos. Al observar
las noticias es posible estructurar una muy breve historia de lo que ha sucedido. El trabajo
ahora es reconstruir el camino seguido por la mano del “cirujano escultor” que afina (y afila)
los rasgos del fantasma.

Al realizar la primera aproximación a las noticias publicadas sobre el tema pandillas y maras,
se encontró una diferencia cuantitativa significativa en los periódicos de cada uno de los
países de interés. Esto es lo que se muestra en el Cuadro 1.

Cuadro 1. Cantidad de notas publicadas sobre el tema de pandillas


en noviembre de 2005 por los periódicos de cada país

País Periódico Notas Notas en Total de Notas por


sobre diario por notas por país por
pandillas día país día
(total/30) (total/30)
Siglo XXI 13 0.43
Guatemala 34 1.13
Prensa Libre 21 0.70
La Prensa 21 0.70
El Gráfica
73 2.43
Salvador El Diario de 52 1.73
Hoy
El Heraldo 40 1.00
Honduras 56 1.87
La Prensa 16 0.53
Total de notas analizadas: 165

Aunque el número dice muy poco, las 73 noticias salvadoreñas nos muestran la inclinación de
esta prensa por mantener en la agenda mediática el tema, en particular El Diario de Hoy, que
con 52 noticias en el mes llega casi a tener un promedio de dos notas diarias sobre pandillas.
Honduras muestra un significativo segundo lugar, con 56 noticias publicadas y Guatemala se
coloca bastante más atrás con 34 notas en ambos periódicos; muy en particular, destaca la

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 10


cobertura del periódico Siglo XXI con apenas trece notas que desarrollan el tema. Con un
índice muy simple se puede observar que tanto El Heraldo, en Honduras, como El Diario de
Hoy, en El Salvador, publicaron al menos una nota sobre pandillas al día. Si una persona vive
en El Salvador y lee cada día los dos principales periódicos, tuvo que leer un promedio de 2.43
notas sobre pandillas en el mes de noviembre de 2005.

Las diferencias en el discurso no sólo pasan por el número, son también cualitativas, con
particularidades en cada país. De ello me ocupo en los siguientes apartados. Aun así, hay una
serie de elementos comunes que van configurando al victimario, ese joven, generalmente
masculino, que pertenece a una pandilla. Desde este discurso el fantasma adquiere su rostro.

Los seis periódicos revisados en los tres países reproducen la forma oficial de nombrar a los
jóvenes: el pandillero es llamado marero11; en todos los diarios de la muestra se encontró al
menos un titular que utilizara la palabra mara o marero. Tal y como Vasilachis lo adelantó en
su análisis de los periódicos en El Salvador (2004), un primer acto de privación de identidad
que se mantiene en este nuevo análisis es la negación del nombre como elemento distintivo de
la humanidad y la pertenencia a un grupo social. En varias de las notas, los pandilleros son
mencionados por su nombre, pero lo que más los representa es su alias: el Burro, la Pantera,
el Spider. En muchos casos, tal y como lo menciona Martel (2007), la identidad que se
presenta es exclusivamente colectiva, con ello se impersonaliza a las pandillas, “se las cubre
de anonimato, se esconde su esencia humana para convertirse en un colectivo salvaje y
atemorizante. No es una identidad colectiva que se integra a las formas culturales
hegemónicas. Es una identidad colectiva que se convierte en la forma no-deseada de persona,
o, mejor, la no-persona” (2007, 975).

Aunque en algunos medios existen normativas acordadas para abordar, de manera


periodística, el tema de la violencia, algunas de ellas se aplican muy poco. La configuración
social y el habitus de muchos periodistas los llevan a obviar dichas normas, aunque las
conozcan. Por un lado hay un problema de rutina y estructura periodística que exige ir a la
fuente más inmediata. Esta fuente es generalmente oficial: la policía, y su lenguaje se
reproduce automáticamente. En otros momentos, es la configuración del redactor como una
persona inmersa en la vida social, y que automáticamente refleja en sus textos sus propios
prejuicios y sus particulares miedos. Como menciona Héctor Silva-Ávalos, “hay que huir del
lenguaje estatal no porque sea malo de entrada, sino porque es el lenguaje de un actor
protagonista, que no necesariamente es el mejor lenguaje. El lenguaje de ‘sujeto,
sospechoso, presunto’ es un lenguaje de institución que tiene fines represivos, pero no es
correcto para un medio de comunicación. Hay que huir de la unilateralidad de la versión que
escuchamos”.

Durante el mes de la muestra se observa que todos los periódicos utilizaron la palabra mara o
marero en sus titulares. Esta información y otros elementos de interés aparecen en el Cuadro
2.

11
El periodista mexicano Marco Lara Klahr explica que cuando se les pregunta a los jóvenes centroamericanos que pertenecen a
las pandillas cómo se nombran ellos, el término marero no aparece (comunicación personal, 17 de noviembre de 2005); esta
identidad tomó fuerza debido al discurso repetido en los medios de comunicación y por los distintos líderes de opinión. Esto se
confirma en el trabajo de Santacruz y Concha-Eastman (2001, 66), donde a los pandilleros de la M18 y la MS se les denomina tal y
como ellos se reconocen: homies o homeboys (hombres pandilleros) y hainas (mujeres pandilleras).

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 11


Cuadro 2. Diferencias y coincidencias de los seis periódicos analizados

El Salvador Guatemala Honduras


La Prensa El Diario de Prensa Libre Siglo XXI La Prensa El Heraldo
Gráfica Hoy
24 noticias. 52 noticias. 21 noticias. 13 noticias. 16 noticias. 39 noticias.
Ninguna 5 noticias Ninguna 1 portada. Ninguna 1 portada.
portada (2 ocupan los portada. 3 noticias portada. 2 artículos de
notas en el temas del Todas las internacionales 1 noticia opinión.
tema del día (páginas noticias son (1 de Honduras internacional 5 noticias
día, en las iniciales) y 2 nacionales. y 2 de El (EE.UU.). internacionales
páginas de estas 1 artículo de Salvador). 6 titulares (4 de El
iniciales). noticias opinión. 3 titulares utilizan el Salvador, 1 de
Todas las ocupan la 2 titulares utilizan el término Los Ángeles, 1
noticias son portada. utilizan los término mara mara o de C.A.).
nacionales. Todas las términos o marero. marero. 18 titulares
5 titulares noticias son mara o utilizan los
utilizan los nacionales. marero. términos
términos 14 titulares mara o
mara o utilizan los marero.
marero. términos
mara o
marero.

Total de notas analizadas: 165

Aunque cada uno de los periódicos y de los países resalta elementos particulares, en este
apartado me interesa retomar los discursos comunes que aparecen dentro de la muestra
estudiada. Son cuatro las características básicas que se ven reflejadas en los relatos
elaborados desde los tres países.

a) Un sujeto: el marero (o la estética de la violencia)


Desde la muestra de periódicos, la descripción del
“otro”, un sujeto, joven que pertenece a las
pandillas, y que es presentado desde un cierto tipo
de estética asociada a la violencia. Esta estética
no es nueva; tal y como se mencionó en el
apartado anterior; implica una cierta
performatividad en donde los pandilleros
espectacularizan sus gestos frente a los medios. El
Diario de Hoy, en El Salvador, parece consciente
de ello al categorizar a los agresores con “aspecto
de pandillero” (16 de noviembre) y al afirmar que
hay sujetos que tienen “aspecto de marosos” (26
Foto de archivo de El Heraldo de noviembre).

Este “aspecto” es ya parte de los relatos cotidianos. La presencia de tatuajes que se exhiben
en el pecho, los brazos y la cara. El torso desnudo. El pantalón caído. El gesto amenazante
que se presenta ante el lente periodístico en actitud retadora. El pelo rapado. El gorro. La

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 12


ropa floja. Estas características son identificadas con jóvenes pandilleros. Los ojos que no se
ven pero que miran desde cierto lugar-otro al que no pertenecemos. Al ver una cámara, estos
jóvenes “rifan su territorio”. Como explica Reguillo, “sus integrantes colaboran activamente
en la propagación de su propia leyenda, en la que ficción y realidad se entremezclan para
certificar que las profecías pos-apocalípticas se realizan en esos cuerpos plagados de
mensaje” (Reguillo, 2005, 71).

En otras fotografías y en el texto de otras notas se presenta a los pandilleros frente a los
medios en posiciones particularmente humillantes, como sostuvo en una entrevista en La
Prensa Gráfica un líder de pandillas: “Durante tanto tiempo se nos ha mostrado en los medios
como lo peor, vejados y humillados. Sí... todos vemos las imágenes que salen de los miembros
de nuestras pandillas, descalzos, con los pantalones amarrados por un hilito y esposados como
animales, escondiéndose la cara uno en el otro, porque en realidad da pena aparecer así, va.
Eso se llama vejación...” (La Prensa Gráfica, 23 de mayo de 2005).

En algunos casos, las notas de la muestra establecen una asociación automática: el tatuaje
implica que se es marero. Un trabajo mucho más cuidadoso lo realiza la prensa de Guatemala,
en Prensa Libre, tanto en la nota del 15 de noviembre como la del 22 presentan personas que
tienen tatuajes, pero no se les menciona en ningún momento como pandilleros. También en el
caso de La Prensa Gráfica, en El Salvador, el tratamiento fotográfico es más cuidadoso.
Haciendo eco de una de las normativas del manual de procedimiento para cobertura de hechos
de violencia, el periódico se cuida de publicar fotografías de tatuajes que se identifiquen con
una u otra pandilla, en los primeros planos lo que sí se identifica es el rostro de hombres
jóvenes, generalmente con el pelo rapado12. Por un lado, porque desde ahí se podría dar la
imagen de que la violencia responde, específicamente, a una “guerra entre pandillas”, que es
una tesis policial que se repite desde los medios. Por el otro lado, porque este “mostrar las
imágenes” de los jóvenes de pandillas resulta un recurso publicitario buscado por las mismas
organizaciones. El tratamiento de mostrar a los pandilleros capturados, sin camisa, alineados
como para una exhibición, se mantiene en todos los medios de la muestra. Otro elemento
importante y que resalta en la cobertura de notas en nuestras sociedades es la estética de la
ley, la manera como se presenta a los “hacedores de justicia”. Contrario a lo que sucede en
los planteamientos discursivos y policiales en otras regiones del mundo, en Centroamérica, la
policía cubre su rostro con gorros navarone, no da la cara. Los sospechosos en cambio son
expuestos para ser fotografiados e identificados, incluso antes de que se lleve a cabo un
juicio.

“Supuestos pandilleros son “Sospechosos. Los sujetos fueron “El Santiago y otros dos compinches
custodiados después de haber sido mostrados a los medios”. EDH 10/11/05 de Colindres fueron capturados”. EH
arrestados”. LPG 10/11/05 22/11/05

12
En la muestra no se encontró ninguna fotografía de LPG que mostrara rostros de pandilleros o brazos con tatuajes. La mayoría
de imágenes utilizadas por este periódico son planos generales, que muestran muy pocos detalles que puedan contribuir a la
imagen estética difundida desde otros medios.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 13


b) Una acción: la violencia (o la poética de nuestras identidades)

El segundo relato que la prensa construye en los distintos países, desde la muestra, es el de la
violencia criminal dentro de la cual están adscritos los jóvenes de pandillas. Éste es un punto
de partida de la mayoría de los periódicos: “Se parte de entrada de la convicción de que las
pandillas tienen mucha relación con el tema de la violencia, aunque se pretende despolitizar
el término pandillas en el sentido de que no son los únicos causantes de la violencia”. El
discurso de los periodistas suele además hablar de un cambio en el nivel de violencia de estas
organizaciones: “Hace seis años, la pandilla convivía con su comunidad, la pandilla no asaltaba
a su comunidad, la protegía sin cobrar, porque lo otro es extorsión. Pero la pandilla sabía que
este carro es del señor que vive aquí, entonces a éste no se le hace nada. La comunidad los
alimentaba, convivían. Hoy ya no. La pandilla tiene una connotación de crimen organizado
incluso en la propia comunidad, hoy el barrio se delimita por un asunto de mercado, de tráfico
de drogas” (Héctor Silva-Ávalos, jefe de prensa de La Prensa Gráfica, comunicación personal,
7 de marzo de 2006).

En muchas de las notas periodísticas de la muestra se puede encontrar la afirmación de que


los pandilleros son violentos. Por un lado las notas elaboradas presentan una enorme cantidad
y variedad de víctimas. Por el otro, la manera como son sustantivados los jóvenes de
pandillas, los adjetivos que se les adjudican y el tipo de acciones que de ellos se muestra son
representativas de esto. Son nombrados por los periódicos de Honduras y por El Diario de Hoy,
en El Salvador, como malvivientes, inadaptados sociales, enmascarados enardecidos y
facinerosos; esto es, por un lado, delincuentes habituales, pero también “personas malvadas y
de perversa condición”, según el diccionario de la Lengua Española (2006). Sus acciones son
consecuentes con la caracterización de los sujetos: asesinan, mutilan, violan, profanan
templos, vapulean y cometen tropelías13, incluso, realizan ritos satánicos en las escenas de sus
crímenes (PL, Guatemala, 2 de noviembre).

Sin embargo, los fines de esta violencia son difusos y ambiguos. Tres elaboraciones se
destacan en los relatos de la muestra: uno, el pandillero ataca cuando se encuentra con sus
contrarios, en luchas con la pandilla rival. Una nota en El Diario de Hoy hace ver incluso que
los celos entre maras no se parecen a los que el resto de las personas pueden padecer: “El
asesinato de Marilyn no fue motivado por celos de infidelidad marital sino por celos entre
maras. Se ignora cómo el sospechoso se enteró de que su amante se llevaba bien con unos
pandilleros de la Dieciocho y fraguó el crimen” (EDH, 9 de noviembre). En la mayoría de estos
casos los jóvenes de las pandillas son, al mismo tiempo, víctimas y victimarios. Esta condición
es muy poco trabajada por los periódicos de Honduras y El Salvador, mientras que los dos
matutinos de Guatemala le dedican un espacio amplio a dichos relatos en los que los
victimarios son igualmente torturados y ejecutados.

La segunda elaboración explica que el pandillero ataca a aquellos que se oponen a las órdenes
y al poder de la pandilla, a quien no quiere acatar las reglas: matan a una joven que se negó a
entrar a la mara (LP, 13 de noviembre), matan a una vendedora que se negó a contribuir al

13
Según el diccionario de la RAE, vapulear es “golpear, zarandear” y tropelía implica un “atropello o acto violento, cometido
generalmente por quien abusa de su poder”. Si esta acción se asigna por parte de los periodistas en este sentido, me parece
importante hacer notar que se le estaría reconociendo un elemento importante de poder (y de abuso del mismo) a los pandilleros.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 14


tráfico de drogas (EH, 6 de noviembre), asesinan a simpatizantes de los partidos que se les
oponen (“Matan activista del partido ARENA”, LPG, 22 de noviembre; “Mareros atacan a
activistas de Pepe14” EH, 14 de noviembre), matan a comerciantes y conductores del
transporte público que se niegan a pagar el impuesto15 establecido (“Vuelve a correr sangre en
los buses”, EH, 7 de noviembre; “Maras acosan a microbuseros”, LPG, 10 de noviembre;
“Suspenden servicio de buses por violencia”, PL, 27 de noviembre; “Por impuesto de guerra
matan a conductor de bus”, LP, 7 de noviembre; y otras). En este tipo de noticias, actores
como la policía o instituciones de control social aparecen, en todo caso, como testigos
impotentes. No aparecen actores con la autoridad de detener el poder y el accionar de las
maras. Esto contribuye a generar la sensación de que, quienes en realidad controlan el poder
local en muchos territorios, son los pandilleros. Si bien la policía aparece como fuente de
información, en muchos casos se recuerda a los lectores que de los “sospechosos” no se sabe
nada.

La tercera elaboración del relato criminal aparece cuando la prensa explora las causas de la
violencia criminal de las pandillas. En todos los países se hace en algún momento la afirmación
de que el pandillero ataca porque sí, porque se divierte, como señala El Heraldo de Honduras,
en su nota del 13 de noviembre: “Su estado alcohólico no le permitía defenderse, sin
embargo, eso no les importó a unos supuestos pandilleros, que por el solo hecho de
‘divertirse’ apedrearon a Rodrigo Canales (…) hasta que le provocaron la muerte”. Dicho
discurso resulta particularmente eficaz para propagar el miedo que aparecía en la pesadilla
narrada al inicio de este texto. ¿Cómo saber quién será la próxima víctima? No hay quién
pueda parar la omnipresencia perturbadora de este fantasma. Mata por diversión, mata sin
perturbarse ante el desvalimiento de la víctima. El fantasma llegará cuando quiera, no tendrá
compasión y romperá cualquier cerrojo.

Desde estas tres elaboraciones se puede constatar que desde los medios, así como se refuerza
una estética de la violencia, también se trabaja una “poética” de la misma. Esta poética no
ha cambiado mucho sus adjetivaciones desde los conflictos armados seguidos por estos mismos
países. De hecho, en algunos casos, los adjetivos usados para referirse a los jóvenes de
pandillas, son los mismos que anteriormente era utilizados para referirse a los grupos
guerrilleros. Ya decía un poeta salvadoreño, Roque Dalton, que los salvadoreños son “los
primeros en sacar el cuchillo”. Estas elaboraciones contribuyen a mantener una identidad en
la cual en Centroamérica, la violencia es parte de nuestra identidad, fundamento de nuestra
naturaleza.

14
Porfirio Lobo, candidato del Partido Nacionalista.
15
El llamado “impuesto de guerra” es denominado así por los pandilleros. Implica una cuota fija sobre la ganancia que obtienen
comerciantes y transportistas.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 15


c) Un adjetivo: deportados (o el mal que vino de fuera)

Izquierda: Los Deportados. Caricatura de El Diario de Hoy.


08/11/05. Arriba: Maras. La Prensa Gráfica, 25/08/05.

Como ya lo mencioné, la idea de que las personas deportadas de los Estados Unidos
pertenecen a las pandillas no es algo nuevo, es uno de los relatos más difundidos, no sólo en
Centroamérica, sino también en otros países. Aun cuando es posible que, con las
deportaciones masivas de los últimos años, el número de integrantes de las “clicas”
salvadoreñas que han estado en Estados Unidos haya aumentado, el porcentaje es menos
significativo de lo que plantea el discurso de la prensa escrita en Centroamérica. En la
muestra tomada para este estudio dicha asociación en la que deportado es igual a pandillero
se mantiene.

Un reportaje publicado en El Salvador en agosto de 2006 elabora dicho tema con una
cobertura extensa, el titular que engloba dicho trabajo periodístico es un genérico:
“Salvadoreños deportados de Estados Unidos”, sin embargo, la investigación se centra no en
todos los deportados, sino en aquellos que provienen de cárceles de máxima seguridad y
resalta algunas declaraciones como subtitulares importantes: “si no me dan trabajo, sé cómo
hacer drogas”. Esto contribuye a crear una narrativa en la cual los deportados, equivalen a
pandilleros.

Quizá el ejemplo más desafortunado de la difusión de esta narrativa sea el que presenta El
Diario de Hoy, en la nota “Deportan a más pandilleros”, publicada el 1 de noviembre. Se
explica que la deportación es una “ayuda involuntaria para que el operar de estos grupos
crezca”. En el cuerpo de la noticia se cita a un funcionario público que “confirmó
recientemente que la administración Bush deportará en los próximos dos meses a 892
salvadoreños. Del grupo, más de 350 poseen antecedentes delictivos16” (el énfasis es mío).
Estas afirmaciones tienen un carácter informativo y se citan en boca de una fuente
especializada; lo alarmante de esta nota es que, en un recuadro en negrillas destacado dentro
de la noticia y situado del lado derecho de la misma, se dice textualmente “Expulsarán a 892
mareros desde Estados Unidos hacia El Salvador en los próximos dos meses”. ¿Cómo surge esta

16
Es importante aclarar que para Estados Unidos los antecedentes delictivos implican violaciones a la ley muy diferentes entre sí:
desde un asesinato o tráfico de armas y drogas, hasta el hecho de ser indocumentado y ser sorprendido por las autoridades
migratorias.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 16


sinonimia de términos empleados? Dicha especie de “falacia del equívoco” (Nocetti, 1990, 43)
parece provenir de una asociación automática del difundido relato: si es deportado, es
pandillero. Una estigmatización más que se elabora.

Uno de los problemas que me parece importante destacar sobre este tipo de asociaciones es
que, al establecerse en las notas periodísticas, se puede causar la falsa imagen de que las
pandillas son un problema de importación. Vienen de fuera, no son fruto de problemas
estructurales y de deficiencias de nuestras sociedades centroamericanas. Esta narrativa de
alguna manera se opone –o quizá, simplemente, matiza- la discusión sobre la violencia como
un elemento intrínseco de nuestras sociedades. Al pensar que el problema de las pandillas
esta narrativa le asigna al problema un nuevo recorrido. El mal viene del Norte, de Estados
Unidos. Por supuesto no se visibilizan las causas internas que hacen que los jóvenes ingresen a
las pandillas, no se cuestiona la responsabilidad de los Estados. Estas causas estructurales han
sido discutidas ya de manera amplia en otros estudios (Cruz y Santacruz, 1998; Santacruz y
Concha–Estman, 2001; Liebel, M., 2004; ERIC, IDES, IUDOP y otros, 2001, 2004ª y 2004b, entre
otros); sin embargo, el relato de la deportación de los pandilleros dificulta discutir desde esas
realidades comunes. Las maras aparecen como “el mal” que ha venido de fuera a corromper a
los honrados ciudadanos. No se cuestiona la responsabilidad de las autoridades, la vinculación
entre éstas, los pandilleros y el narcotráfico; la realidad de marginalidad que viven muchos de
estos jóvenes.

d) Una conclusión: culpable (o la presunción definitiva)

Una de las mayores dificultades que enfrentan las notas analizadas es la forma en que se
denomina a los sospechosos de cometer delitos y que, además, desde el discurso de distintas
fuentes, es probable que sean jóvenes pandilleros. Pero ninguna de estas dos afirmaciones
está precedida de una investigación policial y legal seria. No hay juicio todavía que declare
culpables a los “capturados”. El camino seguido por la prensa parece ser el más sencillo:
culpables hasta que se demuestre lo contrario.

Las acciones delictivas son vinculadas (atribuidas y predicadas) a los jóvenes de pandillas. En
este contexto se borran las fronteras entre ser supuesto asesino y asesino, o supuestamente
pertenecer a pandillas y ser pandillero. No hay derecho a un abogado, no importa lo que se
diga o lo que no se diga, el relato activa su mecanismo de poder desde la visibilización de un
crimen, sin juicio declara su veredicto, casi nunca aparecen en posición exculpatoria (Xiro,
2005, 5) ni se les permite una declaración a los medios sobre su condición.

En las notas “Caen supuestos mareros por siete homicidios” (LPG, 10 de noviembre) y “Muere
supuesto marero cuando asaltaba a peatón” (EH, 14 de noviembre) no se cuestiona que los
capturados sean culpables; de lo que el titular parece tener dudas es de si son pandilleros o
no. En otra noticia de La Prensa Gráfica, en El Salvador, se asegura que “dos personas de 20 y
33 años fueron asesinadas a balazos por pandilleros desde un vehículo en marcha en Santa
Ana” (LPG, 8 de noviembre); más adelante, la misma nota asegura que “la policía no tiene
indicios sobre los móviles del doble crimen”. La pregunta que surge es si es posible confiar en
la pericia del periodista. Es él quien ha descubierto, en una situación en donde la policía no
tiene indicios, que las personas que conducían un vehículo en marcha (y que aún no fueron
detenidas) son pandilleros.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 17


En algunas notas se establecen asociaciones paradigmáticas entre los términos mara, supuesto
pandillero y pandillero. Tal es el caso de la nota publicada en El Diario de Hoy, el 4 de
noviembre, en la que el titular explica que “Maras queman autobús”, pero inmediatamente
después, al iniciar el cuerpo de la nota, el redactor ya no está seguro de que las maras sean
realmente pandillas, por lo cual dice que “dos supuestos pandilleros de la Mara 18
incendiaron la noche del miércoles un microbús de la Ruta 41-F, informó la policía (…) de
acuerdo con testigos”. Esta acotación de sospecha no impedirá que, más adelante, la nota
diga: “al llegar a la parada los pandilleros bajaron a los pasajeros”. Lo mismo sucede en la
nota que explica que “Tres personas fueron baleadas ayer por presuntos pandilleros” y que
más adelante concluirá: “los investigadores de la PNC sindicaron a tres pandilleros de la Mara
Salvatrucha de ser los autores del crimen” (PL, 23 de noviembre).

Para un lector poco acostumbrado a revisar las implicaciones gramaticales de estos relatos, las
diferencias entre ser culpable y sólo suponer la culpabilidad de un pandillero se diluyen.

Estos cuatro discursos señalados: la estética del “otro”, la violencia criminal de las pandillas,
los deportados-pandilleros y la supuesta culpabilidad de los jóvenes sospechosos, son
elementos comunes dentro de la muestra. Aun así, cada periódico y cada nación destaca en su
agenda distintos acontecimientos y coyunturas particulares. A continuación presento un
análisis más detallado del tratamiento de los periódicos en cada país. Para ello, trabajo los
procesos de categorización y calificación de los jóvenes pandilleros (victimarios) y las
víctimas.

4. El Salvador: la toma de la Catedral y otras supuesterías

Los hombres en este país son como sus madrugadas:


mueren siempre demasiado jóvenes
y son propicios para la idolatría.
Raza dañada.
La estación de las lluvias es el único consuelo.
Roque Dalton. El Salvador

Muchos son los discursos y los actores que identifican a El Salvador como un país violento. Si
bien esta concepción no es nueva, las estadísticas y los relatos insisten en que dicha violencia
se ha incrementado cada vez más hasta convertir al país en uno de los que muestra los índices
más altos en asesinatos y actos violentos. Todos los días se reportan homicidios. La cifra
puede llegar hasta a 14 personas asesinadas en un solo día (FESPAD y CEPES, 2005). En el 2005
esto significó una tasa de 54.7 homicidios por cada cien mil habitantes (Sociedad sin Violencia,
7 de febrero de 2006). Dichas cifras continuaron su aumento en 2006.

El 4 de mayo de 2005, La Prensa Gráfica lanzó un discurso con una propuesta, al menos en
apariencia, novedosa. Se ofreció una edición donde la temática “Todos contra la violencia”
quebraba la cotidianidad de sus lectores al ofrecer un tratamiento mucho más detallado que
el habitual, con fotos de una página completa en blanco y negro. La edición explicaba que
“ayer se cometieron otros nueve asesinatos en El Salvador, y la sociedad entera responde en
estas páginas a esas muertes. El debate sobre el problema de la violencia es esta vez la
portada” (LPG, 4 de mayo de 2005). Un sondeo en un grupo de 40 lectores sobre dicha edición
mostró reacciones heterogéneas. Algunos se sintieron más alarmados y con miedo a salir a las
calles. Otros, en cambio, insistieron que lo que se presentaba no aportaba nada nuevo y que

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 18


la prensa escrita debería considerar abordar también “la violencia que se ejerce desde el
Estado”.

En esa edición, el investigador Germán Rey (LPG, 4 de mayo de 2005, página 4) señaló que el
periódico, después de un ejercicio de evaluación cualitativa de sus notas, construyó “un
manual de cobertura de la información sobre violencia –que hoy se hace público– y con el cual
el periódico se quiere comprometer”. Este conjunto de normas es de nuevo mencionado en las
declaraciones finales de la Sociedad Interamericana de Prensa en su documento de
conclusiones finales de la Conferencia “Periodismo, violencia y pandillas en Centroamérica”,
que se realizó en Tegucigalpa, en febrero de 2006.

Sin embargo, este conjunto de normas no ha sido dado a conocer hasta la fecha. Incluso
algunos de los redactores y correctores de estilo, al ser abordados, sólo han sabido explicar
una norma básica: la de no utilizar la palabra mara o marero dentro de las notas informativas.
Éste es un elemento que, durante el mes de noviembre del mismo año, se incumple. Al hacer
estas preguntas en mandos medios del periódico, el conocimiento del manual sobre El
tratamiento informativo de la violencia se vuelve ya una discusión familiar que abarca otros
elementos: identificar a las pandillas exclusivamente como tales sin referirse a los nombres,
consideraciones para trabajar la presunción de inocencia, normas para el trabajo de las
imágenes que connotan violencia desde el punto de vista de la víctima o el victimario y el
esfuerzo por “diversificar los géneros, aumentando la presencia y la calidad de los informes
especiales, periodismo investigativo, crónica, perfil, entrevista y reportaje entre otros” (LPG,
2005, 11).

El Cuadro 3 muestra la categorización que La Prensa Gráfica elabora sobre los pandilleros y
sus víctimas.

Cuadro 3. Principales actores en las noticias de La Prensa Gráfica

Víctimas Victimarios
Empresarios de microbuses y trabajadores del Aparecen como un colectivo, su nombre importa
transporte público que se niegan a pagar poco, se identifican por la pertenencia al grupo o
impuestos. por su alias.
Mujeres: una cosmetóloga en particular. Tienen armas de fuego.
Un vendedor que lucha contra veinte pandilleros. Asesinan: mutilan, acribillan a balazos.
Propietarios de comercio y vendedores que tienen Acosan y extorsionan a sus víctimas.
miedo a denunciar las extorsiones. Tienen mucho dinero (se menciona en
Personal y enfermos de hospital que se enfrentan Ahuachapán un ingreso de 3.600 dólares al mes en
con una balacera dentro de las instalaciones. extorsiones, 10 de nov.) con el que pueden pagar
Policías. abogados y armas.
Hombres jóvenes. Activistas del partido ARENA Ejercen el control en diversos territorios donde la
(22 de nov.) policía no puede entrar.
“Las autoridades de gobernación han aceptado
que el problema de extorsión se ha extendido a
las iglesias, escuelas, profesores, sector del
transporte, trabajadoras del sexo y comerciantes”
(25 de nov.).

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 19


Una nota (4%) habla de un cobrador–pandillero Victimario – víctima
asesinado por la mara rival.
Maestros, escuelas. (4 de nov.)

Defensores Ayudantes
Policía Nacional Civil y soldados Maestros (18 de noviembre: el presidente del
Empresarios que se oponen a que la violencia siga Consejo Nacional de la Judicatura dejó entrever
implicando un costo monetario tan alto (1.800 que los maestros toleran las pandillas. Los
millones de dólares). maestros rechazan la acusación).

En general, parece haber un interés mayor de parte del periódico por trabajar de manera más
detallada a las víctimas, mientras que los victimarios están menos categorizados, pero no por
ello menos precisos en cuanto a sus acciones y su estética. Como señaló Vasilachis (2004) en
su estudio, se mantiene una personificación muy clara de las víctimas que siempre son
personas de mucho respeto dentro de la sociedad civil: empresarios y comerciantes, mujeres,
microbuseros y cobradores (conductores de transporte público), una activista del partido
ARENA (22 de noviembre) en cuya nota no queda claro si ha sido asesinada por su filiación
política o es una víctima más de la sociedad civil, éste parece ser otro “nuevo supuesto”. Las
otras víctimas que son tratadas de una manera especial son los estudiantes y los maestros.

Sobre estos últimos actores existe un relato contradictorio. Por un lado, en el titular del 18 de
noviembre se afirma que “En escuelas germinan ideas para ir a pandilla”, y dentro de la
noticia, una fuente del Ministerio de Educación explica que las rivalidades de los centros
educativos “está peligrosamente relacionada” con los niveles de simpatía que los jóvenes
tienen hacia las pandillas, y aunque se rechaza que los maestros “toleren” a “las maras”, el
titular ya lo ha dejado claro. Desde este relato, las instituciones educativas aparecen como un
actor ambiguo que al mismo tiempo tolera y en este sentido ayuda, pero por el otro es víctima
y sufre extorsiones.

En cuanto a los defensores de las víctimas, los actores que aparecen en La Prensa Gráfica son
el sector empresarial (que ocupa el lugar protagónico), la Policía Nacional Civil y los soldados.

La imagen del pandillero como víctima (destinatario) de la violencia es apenas trabajada en


una nota, en ella se deja claro que si los jóvenes de pandillas son agredidos es por las maras
rivales (LPG, 13 de noviembre). No parece ser prioridad del medio explicitar la complejidad
de la figura de los jóvenes de pandillas. La visibilidad pasa más bien por recordar que se es
victimario. Incluso cuando las fuentes policiales o los vecinos no lo confirman, el periodista se
siente en “la obligación” de destacar y descartar que los agresores sean pandilleros (ver nota
del 22 de noviembre: “Víctima hiere a bala a dos asaltantes”, se menciona que “la policía no
informó si los lesionados y el detenido pertenecían a alguna pandilla”).

Un acontecimiento que se destaca también en El Diario de Hoy, El Heraldo y Siglo XXI es la


toma de la Catedral de San Salvador, El Salvador, que se dio a inicios de noviembre. Esta
protesta fue dirigida por familiares de reos que solicitaban un cambio a los nuevos estatutos
que prohíben y limitan las visitas de las familias a las prisiones. La cobertura muestra que, en
la coyuntura, los jóvenes de pandillas se hacen presentes. La Prensa Gráfica comenta sobre
los familiares de los presos y los pandilleros que hacen su aparición; sin embargo, su
tratamiento es más bien informativo.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 20


El último tema que resalta en La Prensa Gráfica en este primer análisis es el que se destaque
en una noticia (15 de noviembre) la importancia de las patrullas militares que brindan
seguridad contra las maras. Desde que apareció el Plan Mano Dura, se hicieron reformas a la
ley para permitir militarizar distintos espacios de la sociedad y movilizar al ejército. Aunque
la nota tiene un tono informativo, legitima esta decisión al decir que ha sido autorizada por el
presidente de la república.

Por su parte, El Diario de Hoy establece también su propio y particular tratamiento de la


violencia que ejercen las pandillas. Con un total de 52 noticias publicadas sobre el tema, este
matutino es el que mayor protagonismo le da al tema. Con 14 titulares que utilizan la palabra
mara o marero es, después de El Heraldo, de Honduras, el periódico que más titulares tiene
con dichos términos. El Cuadro 4 resume los elementos principales del tratamiento noticioso
sobre víctimas y victimarios.

Cuadro 4. Principales actores en las noticias de El Diario de Hoy

Víctimas Victimarios
Mujeres jóvenes. Ejecutan acciones de quema de buses,
Trabajadores del transporte público: violación planificada de mujeres, asesinan a
conductores de buses, microbuses, pedradas a sus víctimas (4 de nov.), mutilan,
cobradores, taxistas. quedan impunes y libres por falta de pruebas
Un miembro del partido ARENA17. (9 de nov.).
Un niño de 13 años. Hacen pactos pero luego no los cumplen y
Personal y enfermos de hospital. asesinan.
Personas que “no tienen tatuajes” en sus Tienen dinero (piden 100 dólares por semana
cuerpos. a cada conductor de microbús) a través de las
extorsiones que cometen.
No matan por celos de infidelidad, sino por
“celos de maras” (9 de nov.).
Son un peligro transnacional, muchos de ellos
han sido deportados (1, 9, 15 y 18 de nov.).
Llevan una mala vida, son capaces de querer
asesinar a sus hijos (19 de nov.: “Kenia estuvo
internada dos años por intentar asesinar a su
3 noticias (6%) hablan de pandilleros hijo recién nacido”).
asesinados por rencillas de maras rivales En la toma de Catedral son enmascarados,
facinerosos, enardecidos que cometen
tropelías, vapuleo contra sus víctimas y
profanan los templos (9 de nov.).

Victimario – víctima

Defensores Ayudantes
La Iglesia (22 de nov.) pide a las pandillas que La deportación es presentada como “ayuda
depongan la violencia. involuntaria para que el operar de estos

17
Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido de derecha que se encuentra en el poder.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 21


El FBI que pondrá su “sede antimaras en El grupos crezca en Centroamérica y El
Salvador” (15 de nov.) y Estados Unidos que Salvador” (1 de nov.).
se negará a dar visas a mareros (18 de nov.).
La Policía Nacional Civil y los soldados y
militares que realizan el operativo “Puño de
Hierro XXV”, los Grupos de Emergencia 911,
los Grupos de Tareas Antipandillas y la
Organización Mano Blanca18 que amenaza a
los pandilleros.

A simple vista, este periódico le apuesta a categorizar en sus lectores la imagen del victimario
mucho más que la de la víctima. Los “supuestos pandilleros” son antisociales, enmascarados,
facinerosos enardecidos que profanan templos, violan de manera planificada, queman
autobuses y quedan impunes por falta de pruebas.

Las víctimas que presenta esta cobertura no suelen ejecutar acciones, ni siquiera denuncian
debido al miedo que padecen. Las únicas víctimas que no aparecen inmóviles son los mismos
pandilleros a quienes, como en otros periódicos, se presenta como un caso de “ajuste de
cuentas”.

Una de las asociaciones fundamentales en este periódico es la del pandillero como un


migrante deportado de Estados Unidos. Ya mencioné el caso más evidente de ello que es la
nota del 1 de noviembre, sin embargo no es ésta la única. En la nota del 9 de noviembre, el
titular menciona que “Deportados se llevan a taxista”, y en el cuerpo de trabajo se les
menciona como pandilleros. Lo mismo se presenta el 18 de noviembre. Además de ello, el
relato de este periódico añade que las maras son “un peligro transnacional” y tanto el FBI,
como Estados Unidos que decide negarles la visa (17 de noviembre) y México, se muestran
preocupados por dicho problema.

La toma de la Catedral tiene en El Diario de Hoy un tratamiento muy distinto al de La Prensa y


con características preocupantes (8, 9 y 10 de noviembre). Según este medio, la toma fue
llevada a cabo por “mareros y supuestos familiares”. Con esto se descalifica completamente
el acto de protesta de los familiares de reos que son presentados más bien como una
“fachada”, como “supuestos”. Otra asociación particular establecida por este medio es
asociar las prácticas de las pandillas con las que “grupos de fachada afines a la guerrilla”
realizaron durante la guerra. Se insiste incluso en que ésta es la primera vez que “los mareros
profanan la iglesia”, práctica que la izquierda realizó 40 veces durante los años ochenta
(según declaraciones en las que no se cita la fuente con nombre y apellido).

18
Organización paramilitar que en El Salvador funcionó antes de la época del conflicto armado. Se arrogaba la potestad de
eliminar a los que consideraba “enemigos del sistema”. Atacaba a quienes, a su juicio, eran adeptos y simpatizantes de ideologías
contrarias a la democracia (en su momento, grupos y personas asociadas a la ideología comunista); su distintivo era amenazar de
muerte pintando una mano blanca en la puerta de las casas, esto daba el aviso de que se tomaría una acción represiva contra los
habitantes de la vivienda.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 22


“Enardecidos integrantes de “Presuntos pandilleros llegan “Pandilleros y
la Mara Salvatrucha”. EDH de San Miguel”. EDH enmascarados”. EDH
08/11/05. 10/11/05. 10/11/05.

Como ya se mencionó, la construcción de una poética de la violencia implica una operación


donde los sujetos se superponen, pero la narrativa se mantiene. En EDH, una serie de acciones
que se le adjudican a las pandillas fueron atribuidas en su momento a la guerrilla. En esta
forma, encontramos un desplazamiento de las acciones que tenían el rostro de un fantasma
anterior hacia uno nuevo. Las acciones permanecen ahí, son las mismas y esto permite
descubrir algo que posteriormente ha sido utilizado como bandera política del partido ARENA:
los guerrilleros, el partido político FMLN y los pandilleros son la misma cosa. En algunos casos,
es el mismo periodista quien enlaza los hechos: quema de buses, profanar templos, rostros
cubiertos, Mano Blanca.

Sin embargo, en el caso de la toma de la Catedral por “pandilleros”, aunque los pies de fotos
se esfuercen en hacer que el relato se mantenga, las imágenes que son presentadas no
corresponden a la tradicional estética de las pandillas difundida desde los medios.

La diferencia en el tratamiento que estos dos periódicos hacen sobre los jóvenes pandilleros
no es sólo cuantitativa. El trabajo de La Prensa Gráfica, si bien se pliega a las explicaciones
oficiales del fenómeno, tiene un tratamiento más respetuoso que el que se presenta en El
Diario de Hoy. La narrativa sobre el miedo crece en este último periódico. Aumenta, sigue ahí.
Antes de cerrar el apartado sobre prensa en El Salvador, añado dos textos un poco más
extensos, pero ilustrativos en cuanto al miedo que se muestra, y que traslapa la pesadilla y la
realidad, la caricatura y la nota informativa dura.

“Pocos se atreven a salir de sus casas en las noches en la colonia La Pradera. Ahí,
se exponen a quedar en medio de un enfrentamiento entre pandilleros, o ser
agredidos por delincuentes. No es un problema nuevo pero cada día se agudiza que
los pobladores sientan que se trabaja por mejorar las cosas. El dominio de
territorios por parte de traficantes de drogas, reclutamiento de personas para
incorporarlas a las maras, los asaltos y agresiones, son problemas diarios. La
Pradera es un sector rodeado por colonias que dominan miembros de diferentes
pandillas. Sus calles son territorios en pugna por todas ellas. Hace varios meses
hubo una división entre las maras Salvatrucha y Mirada Loca. Los integrantes de
ambas merodeaban por el sector en busca de provocar riñas que les permitan
cimentar su presencia. Aún está fresco en la memoria de los vecinos, el crimen
ocurrido en agosto cuando grupos de antisociales se enfrentaron a balazos. Un niño
de 13 años que no tenía nada que ver recibió un impacto y pereció en el sitio. En
el año han resultado no menos de seis personas heridas de bala en diferentes
ataques. Además la cifra de personas asaltadas o golpeadas por mareros es

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 23


considerable. El miedo de las víctimas es el mayor aliado de los delincuentes.”
(EDH 18 de noviembre)

Caricatura tomada de
El Diario de Hoy.
30/11/05

Viejas y nuevas psicosis nos recuerdan que los fantasmas están en todas partes. La violencia
re-inventa viejas pesadillas, genera nuevas ansiedades. El miedo de las víctimas, insisten los
medios, es el mejor aliado de los delincuentes. Sin embargo, este discurso del miedo es un
supuesto que continúa reproduciéndose desde la prensa escrita, se multiplica, se magnifica.

5. Guatemala: de víctimas-victimarios y satanizaciones

Tenemos / por ti
tantos golpes / acumulados / en la piel,
que ya ni de pie
cabemos en la muerte.
Otto René Castillo. Guatemala

También Guatemala tiene crónicas antiguas sobre violencia. Contrario a los otros dos países
analizados, en Guatemala la presencia indígena es muy importante. Los grupos indígenas
representan un 52% de su población. Esto le da a este país una riqueza lingüística y cultural
enorme, pero al mismo tiempo acentúa procesos de exclusión y marginalidad. Una larga
guerra civil y procesos de reconciliación de la sociedad que no se han cerrado acentúan esos
“golpes” de los que habló el poeta Otto René Castillo.

En cuanto a las pandillas, los periódicos de Guatemala son, dentro de la muestra, los que
trabajan este tema de manera más respetuosa, o si se quiere, menos amarillista. Las víctimas
no son sólo los “ciudadanos respetables”, sino también los jóvenes de las pandillas. Tampoco
se cae en el lugar común de decir que “todos los tatuados son pandilleros” (15 de noviembre).
Este tratamiento no impide que, en algunos relatos, el fantasma aparezca, realice sus “ritos
satánicos” (PL, 2 de noviembre) y exija ser “exorcizado” con “mano dura”, pues “conforme
pasa el tiempo, las maras se afianzan como asociaciones criminales, no sólo superiores al
Estado en cuanto a su organización, armamento y sistemas de comunicación, basados en
teléfonos celulares” (PL, 2 de noviembre). El Cuadro 5 presenta los elementos fundamentales
que aparecen en las noticias de Prensa Libre.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 24


Cuadro 5. Principales actores en las noticias de Prensa Libre

Víctimas Victimarios
Se mencionan con nombres propios. En general, son mencionados por sus nombres
Mamá y cuatro hijos (2 de nov.). propios y en algunos casos por el alias.
Joven, trabajador. Realizan ritos satánicos (2 de nov.).
Albañil. No necesariamente son pandilleros: el 11 de
Dueños de negocios que no pagan la nov. un reo peligroso, “El Infiernito”, se hace
extorsión. pasar por adolescente y “aparenta ser
Conductores de buses urbanos. pandillero” para no ser capturado.
Policía (23 de nov.). Tienen tatuajes que los identifican como
miembros de maras.
Roban en viviendas y “comenten fechorías”
Ocho notas (38%) presentan a los
(24 de nov.).
pandilleros como víctimas. Son
vapuleados, amenazados con
pistolas y echados de la cárcel. Ofrecen reformarse y piden no ser trasladados
Aparecen con tiro de gracia, atados de la cárcel (26 de nov).
de pies y manos (6 de nov.). Los operativos policiales.

Defensores Ayudantes
Las mismas víctimas: “llaman a emplear la No aparecen explicitados.
fuerza si es necesario” (2 de nov.).
La policía.

En el relato de Prensa Libre, me interesa destacar la presencia emergente de una narrativa


paralela que cuestiona elementos del discurso que se ha presentado hegemónico en la prensa
escrita analizada. El 20 de noviembre hay un cuestionamiento a los operativos policiales, pues
incrementan los niveles de violencia. En algunos casos incluso, los periodistas trabajan con
otras fuentes que no son las oficiales y que señalan que son los policías los victimarios, los
agresores de los jóvenes de pandillas (“Guardias de seguridad privada y agentes de la PNC
estarían tras los crímenes contra mareros y expandilleros señaló la Asociación para la
Prevención del Delito”, 2 de noviembre).

En cierta manera hay un tratamiento más cuidadoso sobre la presunción; se habla


exclusivamente de “menores que cometen delitos” (3 de noviembre) y no de “supuestos
mareros”, así tengan tatuajes que podrían ser asociados a pandillas (15 y 22 de noviembre).
Las notas suelen ser mucho más breves que en los otros periódicos. No salen del género de la
nota policial y las fuentes que se mantienen son las mismas: los testigos iniciales, la policía,
las víctimas.

El Cuadro 6 muestra las particularidades del tratamiento de Siglo XXI sobre el tema.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 25


Cuadro 6. Principales actores en las noticias de Siglo XXI

Víctimas Victimarios
Encargado de prisión. Matan, atacan, amenazan y cumplen sus
Joven de 25 años. amenazas.
Reo de 19 años. Tienen un cementerio clandestino.
La mayoría de las víctimas son hombres, muy Aun dentro de la cárcel, logran aumentar
pocas son mujeres. significativamente.
Son llamados Cholos (26 de nov.).
Están recluidos en cárceles que presentan
Cuatro notas (31%) presentan a los pandilleros como
mucho hacinamiento (20 de nov.).
víctimas. Son estrangulados. Insisten en que van a
reformarse y dicen que “lo único que queremos es
vivir en paz” (26 de nov.) Tienen compañeros (homies).

Defensores Ayudantes
Los vecinos se quejan de que, desde que en la Las autoridades penitenciarias, que son
cárcel de la zona hay pandilleros, han identificadas por un pandillero como
aumentado los hechos delictivos. ayudantes en un plan de fuga (12 de nov.)

Al igual que en el caso de Prensa Libre, hay un porcentaje alto de noticias (31%) que
desarrolla la representación del pandillero como víctima. Incluso se cita directamente la voz
de los jóvenes de pandillas de una manera positiva (26 de noviembre “lo único que queremos
es vivir en paz”). Siglo XXI es el único periódico que utiliza la denominación que los jóvenes
de pandillas suelen usar sobre sí mismos, el 12 de noviembre se señala que “Sagastume (…) se
dirigió a un sector de Mixco, donde buscó a sus compañeros (homies)”. En esta misma nota
aparece un ayudante muy distinto al que se trabaja en los otros periódicos: las autoridades
penitenciarias, son ellas las que colaboran en los planes de fuga de los pandilleros.

En este sentido, las autoridades penitenciarias no aparecen de manera explícita como


defensoras de la población al mantener custodiados los delincuentes y encerrados para que no
hagan daño. Más bien son aliados de los pandilleros. Esto puede generar una sensación mayor
de desprotección y suscitar el deseo de leyes más represivas que aseguren la tranquilidad.

Dentro de las notas internacionales, Siglo XXI presenta la noticia de la toma de la Catedral sin
utilizar adjetivos negativos; caracteriza a los actores como “familiares de pandilleros” (reales,
no supuestos) y uno de ellos habla de “una toma pacífica”.

En el tratamiento sobre pandillas de los periódicos guatemaltecos, los agresores no son


necesariamente pandilleros. Y los pandilleros son víctimas y victimarios a la vez. Eso sí, el
ritual satánico que realiza el fantasma está ahí.

6. Honduras: Los facinerosos, ¿hacen política?

Mejor será hablar / de otras cosas


cambiar-nos-el-tono
sembrar muslos en la tierra / en lo limpio / en los detalles de aquí
en las mujeres / y los hombres / –ahora indescifrables– /

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 26


Mejor será hablar / de reportaje
–foto y comentario– Hablar / simplemente hablar
Amanda Castro. Honduras

La historia de Honduras también se encuentra atravesada por la violencia. La marginalidad,


como en los otros países analizados, es significativa. Las cifras calculan que un 62% de su
población es pobre; “en la década de los años noventa la violencia social y la delincuencia
vinieron a sustituir la violencia política en la que había permanecido la región
centroamericana en los años anteriores y que fue superada con los acuerdos de paz. En
Honduras las estadísticas entre 1988 y el año 2000 arrojan un incremento de las denuncias en
un 500%” (Castellanos, s/f, 1).

En el caso de Honduras, el trabajo que realizan los dos periódicos estudiados resulta
contrastante. Por un lado, el diario La Prensa, de San Pedro Sula, presenta una cobertura muy
similar a la de los periódicos de Guatemala; mientras que El Heraldo, de la capital,
Tegucigalpa, se acerca al tratamiento que mantienen los periódicos salvadoreños, en
particular El Diario de Hoy, incluso en la manera de nombrar a los pandilleros. El período que
se tomó como muestra tiene también una coyuntura especial: las elecciones. Los medios son
conscientes de que las pandillas se han vuelto un tema de agenda electoral, una discusión de
campaña. Aun así, vuelven visibles una serie de citas que promueven este tipo de
planteamientos.

Los Cuadros 7 y 8 muestran el análisis de cada uno de estos medios.

Cuadro 7. Principales actores en las noticias de La Prensa

Víctimas Victimarios
Conductores de transporte público. Poderosa pandilla (13 de nov.).
Políticos y sobrinos de político (8 de nov.) Peligrosos (4 de nov.).
Asesinan a joven mujer por no querer entrar Malvivientes (13 de nov.).
en las maras. (13 de nov.). Antisociales (7 de nov.).
Actúan con alevosía (23 de nov.).
Tienen vínculos internacionales, existen
también en Estados Unidos (16 de nov.).

1 nota (6%) presenta a un pandillero como víctima, Ajustan cuentas (29 de nov).
por ajuste de cuentas de la pandilla rival

Defensores Ayudantes
Autoridades policiales. Los diputados que no aprueban la ley
Unidad Cobra. antimaras
(23 de nov.).
Los tribunales que dejan libres a los
pandilleros
(24 de nov.).

Una particularidad común que en estos dos medios aparece con mucha fuerza es el
protagonismo de los dos partidos políticos que en ese momento se encontraban en campaña
electoral disputando la presidencia de Honduras. Desde esta coyuntura, el tratamiento de las

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 27


noticias adquiere un matiz particular. En las notas de este país, los pandilleros se presentan
tomando posturas políticas a favor del partido liberal que ha prometido “enmendar la ley
antimaras”; esto aparece como una ayuda para las pandillas y una oposición a que los
defensores de la ciudadanía puedan cumplir con su trabajo. En el caso de El Heraldo, se le da
voz al discurso maniqueo del partido nacionalista que enfatiza un “nosotros” que tiene a Dios
de su lado, mientras que los pandilleros “sacan diablos para que (el partido liberal) gane” (EH,
6 de noviembre).

Al igual que en El Salvador, se evidencia la agresión a personalidades políticas (del partido


nacionalista). En las noticias del 14 y 15 de noviembre se utilizan las secciones del periódico
para resaltar este relato. El 14 de noviembre la portada de El Heraldo explica que “mareros
matan a tres activistas nacionalistas”; en el cuerpo de la nota se comenta cómo “los
delincuentes volvieron a sembrar el terror y la angustia”. Sin embargo, un día después, el 15
de noviembre, la policía explica que el caso “se trató de un ajuste de cuentas y que no tiene
nada que ver con política”. Esta noticia aparece en la página 51 de El Heraldo. Este
desplazamiento del suceso escandaloso en la portada, hasta su aclaración un día después en la
página 51 habla también de la manera como los hechos sobre pandillas son abordados.

Cuadro 8. Principales actores en las noticias de El Heraldo

Víctimas Victimarios
Vendedora que no quiso ayudar con tráfico de Apoyan al candidato del partido liberal,
drogas. Manuel Zelaya (5 de nov.), “sacan diablos
Mujeres. para que aquel (MZ) gane”, dirá el candidato
Motorista y guardia (10 de nov.). opositor Porfirio Lobo (6 de nov.).
Adolescente y jóvenes (13 y 15 de nov.). Hacen correr la sangre.
Familia de políticos y activistas políticos, Tienen tatuado todo su cuerpo.
todos del partido del candidato nacionalista. Amenazan y secuestran a la familia del
candidato nacionalista (8 de nov.) y matan a
sus activistas (14 de nov.).
Cobran “impuestos de guerra” y roban
celulares.
No piensan dos veces “antes de disparar en la
frente a cualquier persona“ (22 de nov.).
Matan a pedradas “a enfermo alcohólico por
1 nota (3%) presenta a un pandillero asesinado por el solo hecho de divertirse” (13 de nov.).
un ciudadano que iba a ser asaltado Facinerosos, malvivientes, peligrosos,
deportados, maleantes.
Tienen pandillas en Estados Unidos.
Pie de foto: “La vida de los mareros cuelga de
un hilito. Casi todos ellos morirán
asesinados”. (27 de nov.).

Defensores Ayudantes
Porfirio Lobo (candidato nacionalista): “la Manuel Zelaya (candidato liberal) (6 de nov).
fuerza de Dios es mayor y está con nosotros” Diputados liberales (23 de nov.).
(6 de nov.). Los juzgados que dejan libres a los pandilleros

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 28


Cobras, agentes especiales de la policía (16 (24 de nov.).
de nov.).
La policía.

Tal y como aparece en otros periódicos, la manera de nombrar al pandillero es despectiva: son
facinerosos, malvivientes, peligrosos, deportados y maleantes que asesinan por diversión y
ejercen presión política desde la violencia (el secuestro, el asesinato), no desde los canales
habilitados en una democracia. En algunos casos, el relato parece incluso construir su propia
amenaza hacia los jóvenes de pandillas: “Casi todos ellos morirán asesinados” (EH, 27 de
noviembre).

A pesar de este tratamiento que en muchos casos cae en el amarillismo, El Heraldo presenta
contrarrelatos y críticas al discurso oficial. El 15 de noviembre, una nota internacional asegura
que “lejos de enfrentar el problema con políticas de carácter socioeconómico, los presidentes
del istmo han acordado estrategias policiales” y se enfatiza que la represión no produce
efectos positivos. El 18 de noviembre, un editorial cuestiona de nuevo al afirmar que
“tampoco es cierto, como nos quieren hacer creer los propagandistas del oficialismo, que los
problemas de inseguridad son sólo atribuibles a los mareros”, aun cuando, añade, éstos
actúen con “bastante impunidad”.

7. Los retos de Centroamérica: “medios y miedos”

Surgió repentina, caminando junto a mí con paso intranquilo.


Había en sus ojos una mirada nerviosa y desconfiada, como si temiera
el poder de una sombra maligna y asesina. Inesperadamente,
abriendo su hermoso abrigo y su blusa de encajes, me dijo ¡Tome, tome!
Y mientras descorría una extraña cremallera de carne rosácea que en su pecho de pétalos
ocultaba un corazón diminuto, sacudiéndolo, me lo entregó: Es para usted –decía–, así, si me
apuñalan, no moriré del todo”
Rafael Pérez Estrada

Dice la sabiduría popular que si se tiene algo muy querido que no se quiere perder, lo mejor
es regalarlo a otra persona. Muchos en Centroamérica quisieran poder hacer realidad el poema
de Rafael Pérez Estrada para “no morir del todo”. Sin embargo, continuamos la andadura
cargando miedos y muertos.

El ejercicio que hasta aquí he seguido no pretende hacer historia de los acontecimientos. Es
más bien un itinerario para reflexionar sobre la manera como nombramos estos hechos antes
de convertirlos en historia. ¿Desde dónde se cuentan los hechos? No sólo lo que se muestra,
sino también lo que no se nombra, lo que se oculta. No se trata en este texto de hacer una
apología de las pandillas. El problema es grave y continúa en aumento. No se trata tampoco
de hacer juicios para buscar culpables, pero sí de reconocer que las instituciones, tanto los
medios de comunicación como la academia, están en deuda con la sociedad al elaborar
explicaciones sobre el fenómeno de la violencia pandilleril. La falta de información vuelve su
acento hacia el miedo. Se teme aquello que no se conoce, que no se ubica, aquellas
fantasmagorías que, en medio de un constante nombrar, tienen rasgos difusos.

El sociólogo Zigmunt Bauman sostiene que sus mejores colegas sociólogos son los periodistas
que “escriben para periódicos serios”. Una ventaja de la prensa escrita es su capacidad de

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 29


documentar y reflexionar sobre un fenómeno desde la intuición sin los procesos a largo plazo
que implican teorizar desde la academia, donde se corre el riesgo de dar respuestas a unas
preguntas que ya se han movido de lugar y que son nombradas “cuando el día ha terminado”
(La Nación, 15 de febrero de 2006, 1). La prensa escrita sigue siendo punto de partida para
muchas reflexiones. Y es fundamental en países como los centroamericanos, pues si bien llega
a un público menor que el de la televisión, es atendida siempre por los formadores de opinión,
los líderes, los privilegiados que saben leer y descifrar un texto. Hay mucho que decir frente a
la sociedad y mucho que decirse. Es urgente propiciar un diálogo constante –y no esporádico,
como hasta ahora– entre los medios y la academia, que en muchos casos critican la institución
contraria sin aprovechar los insumos, los materiales y las reflexiones que cada cual produce.

Analistas como Germán Rey (2005) o Xavier Giró ya han reflexionado sobre cuál debería ser el
papel de los medios de comunicación al abordar la violencia. Las recomendaciones y
normativas expresadas desde estos espacios, han sido tomadas en cuenta cada vez de manera
más sistemática en algunos periódicos y, en otros casos, no han sido seguidas. El manual de
estilo sobre el tratamiento de la violencia se publica en El Salvador en mayo de 2006, dos años
después de las discusiones internas en el medio
(http://archive.laprensa.com.sv/20060504/nacion/manual.pdf). Como dice Rey (La Prensa
Gráfica, 4 de mayo de 2005, 4) “la ciudadanía tiene el pleno derecho a esperar rigor e
independencia en el manejo de ese bien público que es la información, a demandar veracidad
y exigir pluralismo. A esperar que las noticias les sean bien contadas, sin las trampas del
sensacionalismo ni los compromisos con los poderes”. No se trata, en todo caso, de que los
periódicos esperen “cumplir con todas las recomendaciones”.

Posterior a la publicación del manual de estilo, en noviembre de 2006, mientras los índices de
violencia aumentan, catorce medios de comunicación de prensa, radio y televisión acuerdan
nueve puntos para el tratamiento de noticias sobre violencia
(http://www.laprensagrafica.com/promos/medios.pdf). Y en enero de 2007 lanzan una campaña
publicitaria que busca concienciar a la población en relación con una cultura de paz.

Sigue siendo una urgencia en nuestras sociedades mantener un monitoreo constante de los
medios de comunicación y una reflexión acerca del tratamiento que están dando a los temas
sobre pandillas juveniles. Sigue siendo fundamental que los medios se comprometan con la
ciudadanía de manera clara, y permitan que defensorías del lector velen por el derecho a una
información independiente y respetuosa.

Nuevos retos se plantean también para la academia. Por un lado, el de explicar con
investigaciones rigurosas qué ha sucedido con las pandillas en estos últimos años y qué es lo
que ha cambiado en ellas a partir de la implementación de las políticas de mano dura. Por
otro, visualizar y discutir desde las publicaciones teóricas los distintos esfuerzos por
profesionalizar el tratamiento de los distintos tipos de violencia, que algunos medios de
comunicación de la región están llevando a cabo. Es un desafío de la academia distinguir,
dentro del discurso de los medios, a los distintos actores que se involucran en la producción de
las noticias, y diferenciar el trabajo y los objetivos de los periodistas de la apuesta editorial
de las industrias mediáticas desde las cuales trabajan. Es un reto abrirse a la investigación
cualitativa y profundizar, desde etnografías e historias de vida, esos otros relatos de la
realidad que se vive en las pandillas.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 30


Cuando se trabaja sobre estos temas surge siempre la pregunta de por qué los gobiernos de la
región apuestan tanto a políticas represivas en lugar de apostar a espacios de formación y de
recreación, a oportunidades de estudio y trabajo para los jóvenes. No es finalidad de este
trabajo responder este interrogante. Los periodistas, esos sociólogos que Bauman celebra,
recuerdan un componente fundamental de los relatos sobre maras: el efecto mediático
positivo que implica para los políticos el miedo generado por las pandillas.

Caricatura tomada de
La Prensa Gráfica.
26/02/06

¿Qué mejor receta para el éxito político que difundir y exacerbar la sensación de inseguridad y
el miedo a las pandillas? Los medios de comunicación reproducen este discurso que resulta útil
a los políticos. Se proporciona el fantasma adecuado con el fin de que la población elija
dirigentes que concentrarán el poder para combatir el crimen “como se merece”. Al
establecer este tipo de asociaciones, el discurso político electoral propaga el miedo y polariza
la población. Para este estudio, es posible que si las noticias de El Salvador y Honduras fueron
más en número y con un discurso que disparaba más el miedo, esto tenga que ver no sólo con
una violencia real mayor en número en dichos países, sino también con el hecho de que ambos
países se encontraban en un momento pre-electoral al realizar esta muestra.

Entre los medios y los miedos están las personas. Walter Benjamin recuerda de manera
brillante la responsabilidad profunda de nombrar y nombrarnos en sus Tesis sobre filosofía de
la historia. La falta de información vuelve su acento hacia el miedo. Se teme aquello que no
se conoce, que no se ubica, aquellas fantasmagorías que, en medio de un constante nombrar,
tienen rasgos difusos. El mayor peligro de toda época es prestarse a ser instrumento que
reproduce la tradición de la clase dominante; de esta manera, los medios de comunicación se
convierten, en muchos momentos, en reproductores de la explicación oficial sobre los hechos
de violencia y la situación de inseguridad en Centroamérica. Hay que encontrar esos otros
relatos, fragmentarios, discontinuos, desechados. Los bienes culturales, todos y cada uno en
su origen, no pueden ser considerados sin horror, pues no existe documento de cultura que no
sea a la vez documento de barbarie. Todo relato de cultura es portador de miedo e
invisibilizador de unas víctimas. El reto es siempre buscar otra mirada sobre la historia que
nos permita despojar los miedos, encontrar “la constelación” entre el pasado y el presente.

MARROQUÍN, Amparo. 2007, 31


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