Los Dos Testigos

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Los dos testigos - Apocalipsis 11:1-14

(Ap 11:1 al 4; 5 al 10; 11 al 14) "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara
de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que
adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas,
porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos
meses. Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días,
vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en
pie delante del Dios de la tierra. 5. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de
ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la
misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los
días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para
herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran. Cuando hayan acabado su
testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los
matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido
espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y
los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y
medio, y no permitirán que sean sepultados. 10. Y los moradores de la tierra se
regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos
dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra. Pero después de tres días
y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus
pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que
les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron. En
aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y
por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se
aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. El segundo ay pasó; he aquí, el tercer
ay viene pronto."

Introducción
Este pasaje, junto con el capítulo anterior, forman un paréntesis previo al toque de la
séptima trompeta. Y aunque ambos no parecen tener ninguna relación entre sí, están
conectados por el hecho de que tanto Juan, como los dos testigos que encontramos en
este capítulo, son llamados a profetizar en los últimos tiempos de acuerdo a lo que los
profetas de la antigüedad ya habían anunciado para esta época (Ap 10:11) .

Por otro lado, es interesante notar también que la acción descrita en estos versículos se
desarrolla en Jerusalén, la "ciudad santa", y se menciona de forma especial la
presencia del templo judío, que en ese período habrá sido reconstruido y estará
nuevamente en funcionamiento. Además, los dos testigos que profetizarán allí durante
mil doscientos sesenta días guardan una clara relación con el ministerio profético que
en el pasado habían llevado a cabo otros profetas de Israel como Elías o Moisés. Por
lo tanto, la suma de todos estos detalles nos hace pensar en el interés que el Señor
seguirá teniendo por Israel hasta el final, y que de acuerdo a lo que sus profetas habían
anunciado, aún serán restaurados espiritualmente y creerán en el Señor Jesucristo
como su Mesías.
El templo de Dios es medido
(Ap 11:1-2) "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me
dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el
patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado
a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses."

1. El templo es medido

Es probable que el "ángel fuerte" del capítulo anterior sea quien sigue tratando con
Juan: "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo:
Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él".

Si tenemos en cuanta que el libro de Apocalipsis fue escrito alrededor del año 90 d.C.,
y que el templo de Jerusalén fue destruido en el año 70 d.C., tenemos que suponer
necesariamente que el templo que Juan vio en su visión y que debía medir sería un
templo nuevo.

Ahora bien, pensar en que los judíos puedan volver a reedificar su templo en
Jerusalén, parece algo imposible en el día de hoy. Es verdad que en la actualidad
muchos judíos ortodoxos sueñan con esta idea, pero el lugar está ocupado por la
Cúpula de la Roca, que según la tradición musulmana, fue el lugar desde el que
Mahoma ascendió al cielo, y es por lo tanto considerado el tercer lugar sagrado para el
mundo islámico. Actualmente está bajo el control musulmán y pensar en que los
israelitas pudieran llegar a arrebatárselo para construir allí su templo, es inconcebible
en el actual ambiente político.

Algunos expertos judíos han investigado recientemente sobre la ubicación exacta del
antiguo templo, y han llegado a la conclusión de que estaba localizado justo al norte
de la Cúpula de la Roca, en un área donde sí sería posible su reconstrucción. Según
ellos, el atrio del templo coincidiría con la Cúpula de la Roca, algo que estaría de
acuerdo con lo que nuestro texto en Apocalipsis dice; que el atrio que está fuera del
templo debería ser dejado aparte porque había sido entregado a los gentiles. Esta es
una idea interesante, pero no hay nada seguro en ella.

Cómo podrán los israelitas volver a construir su templo allí es un misterio. Algunos
sugieren que esto tendrá lugar bajo el patrocinio y protección del mismo anticristo. En
todo caso, este pasaje nos dice claramente que habrá nuevamente un templo en
Jerusalén, y por otros pasajes de la Escritura sabemos que será en él donde el
anticristo se sentará como si fuera Dios (2 Ts 2:3-4), hará cesar los sacrificios (Dn
9:27), profanará el santuario (Dn 11:31) (Dn 12:11) y demandará sacrificios para sí
mismo (Dn 8:11-12).

Es muy probable que la reedificación del templo despierte un gran interés por la vida
espiritual en Israel. De hecho, Juan no sólo debía medir el templo, sino también a los
adoradores. ¿Quiénes son estos? No lo sabemos, pero quizá representen al futuro
remanente de Israel que adorará a Dios en el templo reconstruido. Y en ese caso, el
hecho de medirlos puede tener que ver con saber cuántos y quiénes son. En cierto
sentido, se establece un contraste entre estos que adoran a Dios en su templo y
aquellos que más adelante serán presentados adorando a la bestia. Dios mide a sus
adoradores aquí para saber quiénes son suyos, y más tarde, la bestia hará algo
parecido a fin de sellar a los que son suyos (Ap 13:15-17). Tal vez debamos asociar
esta acción de "medir" a los adoradores aquí con el "sellado" de los ciento cuarenta y
cuatro mil israelitas de (Ap 7:4).

En cuanto a la orden de medir el templo, es curioso que después de hacerlo Juan no


nos proporciona ningún dato estadístico, por lo tanto, el propósito de esta orden divina
debía ser otro, quizá Dios quería comprobar el estado de la construcción del templo y
de lo que allí se hacía, o tenía la finalidad de marcarlo para preservarlo ante sus
juicios. En este último caso, Dios estaría reconociendo como suyo aquello que había
sido medio y se comprometería a cuidarlo.

Esta última idea sería confirmada por un pasaje similar que encontramos en el profeta
Ezequiel. Él también tuvo una visión en la que se le mandaba medir el templo en
Jerusalén, y es significativo que después de hacerlo, la gloria de Dios llenó el templo y
estableció allí el lugar de su trono (Ez 40-43).

2. El patio del templo es dejado aparte

En el antiguo templo de Herodes había un patio exterior que estaba destinado como
lugar de oración para los gentiles. Seguramente sea a este patio al que se refiere la
prohibición que Juan recibió: "Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y
no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles".

La idea de "dejarlo aparte" implica cierto rechazo de parte de Dios hacia ese patio
exterior. Siguiendo con la misma idea que hace un momento expresábamos, Dios no
reconocía esa parte como suya, sino que estaba fuera de la parte medida, por lo tanto,
no era santa, sino profana. Y la razón era porque había sido entregada a los gentiles, es
decir, a aquellos que no eran judíos, e iba a ser hollada por ellos.

3. La ciudad santa será hollada por los gentiles durante cuarenta y dos meses

Sin duda, todos los detalles de este pasaje están relacionados con el futuro de Israel.
Dios no se ha olvidado de su pueblo, sino que todavía tiene planes gloriosos para
ellos. Pero para que se puedan llegar a realizar, es necesario que primero "los tiempos
de los gentiles se cumplan", tal como señaló el Señor Jesucristo en su sermón
profético:

(Lc 21:24) "Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y
Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se
cumplan."

Estos "tiempos de los gentiles" tienen que ver con la dominación gentil sobre
Jerusalén, y comenzaron cuando en el año 70 de nuestra era los romanos destruyeron
la ciudad de Jerusalén y el templo, y se llevaron cautivos a los judíos a todas las
naciones.

Es verdad que en el año 1948 la nación de Israel fue nuevamente constituida como tal,
y volvió a tener algunos de los territorios que en el pasado habían sido suyos, pero
todo esto fue conseguido por medio de maniobras políticas, y de hecho, Israel no tiene
pleno dominio sobre Jerusalén, sino que es compartido con los musulmanes, habiendo
quedado la zona donde estaba el templo de Herodes bajo el control de estos últimos.

Nuestro pasaje en Apocalipsis nos presenta todavía a Jerusalén hollada por los
gentiles, lo que implica que "los tiempos de los gentiles" todavía no se habrán
cumplido en este momento. Es cierto, sin embargo, que se aprecia un importante
avance, y es que de forma milagrosa el templo habrá vuelto a ser edificado y los cultos
en él funcionarán nuevamente, aunque eso sí, en medio de la hostilidad gentil a su
alrededor. Y esta situación, nos dice nuestro texto que se prolongará "durante cuarenta
y dos meses".

En cuanto a este período de "cuarenta y dos meses", es equivalente a "mil doscientos


sesenta días" (calculando meses de 30 días), y a tres años y medio, o a "un tiempo, y
tiempos, y la mitad de un tiempo" (un años, más dos años, más medio año).

Este período de tiempo, en sus diferentes modalidades, aparece varias veces en estos
capítulos de Apocalipsis, mostrándonos que de algún modo hay cierta relación entre
ellos. Vemos que los gentiles "hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses" (Ap
11:2), los dos testigos de Dios profetizarán por mil doscientos sesenta días (Ap 11:3),
la mujer será sustentada en el desierto por Dios durante mil doscientos sesenta
días (Ap 12:6), o lo que es lo mismo, por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un
tiempo (Ap 12:14), y a la bestia se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos
meses (Ap 13:5),

Este período de tiempo aparece por primera vez en el profeta Daniel en relación con
las cosas que acontecerían a su pueblo Israel en el futuro. Aunque Daniel recibió
información de un período de tiempo bastante extenso, que abarcaba desde la
restauración y edificación de Jerusalén hasta la muerte del Mesías (Dn 9:25-26), para
nosotros es interesante la mención que hace de la última semana de años, es decir, los
últimos siete años (Dn 9:27). Allí aparece un personaje muy siniestro que durante la
primera mitad de esa semana, es decir, durante los tres años y medio primeros, hará
pactos con todos, pero cambiará drásticamente en la segunda mitad de la semana
haciendo cesar el sacrificio y la ofrenda en el templo. Seguramente el período de mil
doscientos sesenta días descritos en (Ap 11:1-2) en los cuales el templo en Jerusalén
estará en funcionamiento, debamos asociarlos con la primera parte de esa semana de
años descrita en Daniel. Quizá el hecho de que Israel pueda levantar nuevamente su
templo al comienzo de ese período se deba a alguno de los pactos que este personaje
logre hacer.

Los dos testigos


(Ap 11:3-6) "Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días,
vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en
pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de
ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la
misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los
días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para
herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran."

1. Su misión y su duración

Juan introduce de repente a dos testigos que tendrían la misión de profetizar: "Y daré a
mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio".

El Antiguo Testamento terminaba anunciando que Dios enviaría a un mensajero


especial preparando la llegada del día del Señor.

(Mal 4:5) "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová,
grande y terrible."

Ahora bien, en nuestro pasaje en Apocalipsis se nos dice que hay "dos testigos", y no
uno solo. Esto tampoco sería de extrañar, ya que el Señor mismo, durante su
ministerio terrenal, envió a sus discípulos a predicar de dos en dos a las ciudades a
donde él debía ir (Lc 10:1), y también, porque según decía la ley, para que un
testimonio tuviera valor legal debía ser corroborado al menos por dos testigos (Dt
17:6). Por lo tanto, el doble testimonio de estos dos testigos debía ser tenido en
consideración por quienes les escucharan.

Estos dos testigos tenían la misión de profetizar. Esto significa que tenían que
anunciar la Palabra de Dios. Seguramente sea correcto relacionarlo con el mandato
que el mismo apóstol Juan acababa de recibir para que profetizara "sobre muchos
pueblos, naciones, lenguas y reyes" (Ap 10:11). En su caso, el mensaje que debía
transmitir tenía que ver con la inminente venida del día de Jehová tal como la habían
anunciado los profetas de la antigüedad (Ap 10:6-7). Y no sería descabellado pensar
que la predicación de estos dos testigos fuera similar a la de Juan.

La misma vestimenta de los dos testigos reflejaba de alguna manera que el contenido
de su mensaje tenía relación con esto. Se nos dice que estaban "vestidos de cilicio",
una vestimenta que indicaba lamentación y duelo. Y sería muy apropiada si estaban
denunciando el pecado de los hombres y anunciando el día de la ira de Dios.

Y aunque la mayoría de los comentaristas parecen tener un interés especial por


descubrir cuál es la identidad de estos dos testigos, la Palabra de Dios sólo nos
proporciona datos sobre su misión. Por ejemplo, se nos dice que duraría "mil
doscientos sesenta días", que es el equivalente a los "cuarenta y dos meses" en los que
el templo estaría en funcionamiento en Jerusalén mientras la "santa ciudad" y el patio
del templo eran hollados por los gentiles. Por lo tanto, es muy probable que estos
testigos estuvieran profetizando en Jerusalén durante ese mismo período, en la
primera mitad de los siete años finales de los que habló el profeta Daniel. Como más
adelante veremos en este mismo capítulo, su testimonio terminará cuando aparezca la
bestia y haga guerra contra ellos y los mate, quedando sus cadáveres expuestos en la
plaza de Jerusalén. Con este acto se daría comienzo a la segunda parte de estos siete
años finales.

2. "Dos olivos y dos candeleros"

Como acabamos de decir, no se revela la identidad de estos testigos, pero a cambio se


nos dan numerosos detalles sobre su obra, todos ellos relacionados con otros
personajes del Antiguo Testamento. En esta ocasión son descritos simbólicamente
como dos olivos y dos candeleros: "Estos testigos son los dos olivos, y los dos
candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra". Evidentemente este
simbolismo es tomado del profeta Zacarías (Zac 4:1-14).

En la visión de Zacarías, los dos olivos proveían el aceite para que la lámpara que
estaba en medio de ellos pudiera alumbrar. Allí los dos olivos son identificados como
"los dos ungidos que están delante del Señor", en una referencia a Zorobabel, el
gobernador civil, y a Josué, el sumo sacerdote. Recordemos que en la antigüedad,
tanto los reyes como los sacerdotes eran ungidos con aceite, de ahí probablemente la
relación con los dos olivos. En cuanto a su contexto histórico, ellos vivieron en los
días en que Israel acababa de regresar de su cautiverio en Babilonia, y tenían la difícil
misión de reedificar el templo y restaurar la vida religiosa de la nación para que
volviera a ser un testigo resplandeciente del Señor en medio de la oscuridad de las
naciones paganas. Su misión no era fácil, puesto que en ese momento eran muy pocos
y estaban rodeados de numerosos enemigos que con frecuencia apelaban al gran poder
imperial persa con el fin de hacerles cesar de su misión. En ese contexto, el profeta
Zacarías recibió una visión del Señor que debía transmitir a estos dos ungidos para
animarles a seguir adelante con su tarea.

Como Zacarías explica, el poder necesario para llevar a cabo esa obra, no estaba en
ellos mismos, sino en el Espíritu Santo: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Este mensaje fue de mucho ánimo para el
pueblo que finalmente concluyó la tarea de reedificar el templo.

La labor de estos dos testigos que encontramos en Zacarías, que ejercían su autoridad
como representantes delegados por Dios mismo, son ahora asociados con los dos
testigos de Apocalipsis. Y aunque en este último caso no se nos ofrecen más detalles
sobre ellos, el Espíritu Santo espera que por medio de esta asociación nos demos
cuenta de que ellos también tenían una misión similar a la de sus antecesores. Ellos
también serían pocos, estarían rodeados de poderosos enemigos, y sin embargo,
tendrían que animar al pueblo de Israel para la reconstrucción del templo y de la vida
religiosa de la nación.

El poder necesario para llevar a cabo su ministerio vendría únicamente del Espíritu
Santo, y no de sus recursos económicos o militares, y sería muy bendecido, no sólo en
relación a Israel, sino también como portadores de la luz de la verdad de Dios a todas
las naciones. En relación a esto es interesante que notemos que estos dos testigos
"están en pie delante del Dios de la tierra", lo que indica que cuentan con su
aprobación y también que son sostenidos por su poder y autoridad.

Por lo tanto, lo que estamos viendo es que al final de los tiempos Dios levantará a dos
testigos especiales de dentro del mismo pueblo de Israel con el fin de hacer volver a la
nación a su fidelidad a Dios, y especialmente para prepararlos para la venida de su
Mesías, el Señor Jesucristo. Porque no lo olvidemos, sólo él podrá poner fin al
"tiempo de los gentiles".

3. La protección divina sobre los dos testigos

Para que puedan desempeñar su misión en un mundo hostil, Dios los equipará con
poderes milagrosos para su propia protección: "Si alguno quiere dañarlos, sale fuego
de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe
morir él de la misma manera".

Ningún poder humano podrá detenerles. Como otros profetas en tiempos pasados,
ellos también serán preservados milagrosamente hasta que hayan cumplido su misión.
Recordamos, por ejemplo, cómo Moisés fue protegido frente a Faraón, o Elías frente a
la malvada Jezabel.

Es más, todos aquellos que pretendan dañar a estos dos testigos, serán juzgados en el
acto. El pasaje dice que sale fuego de su boca que devora a sus enemigos. Otra vez el
profeta Elías es un buen ejemplo de esto, cuando dio la orden con su boca y cayó
fuego del ciego sobre sus enemigos (2 R 1:10-12). Seguramente debamos entender el
fuego que sale de su boca como un lenguaje figurativo para aludir al poder real que en
su caso tendrán sus palabras (Jer 5:14).

Podemos imaginarnos la ira de sus enemigos, que tendrán que escuchar el mensaje de
la Palabra de Dios sin poderlos silenciar de ninguna manera.

4. El poder sobrenatural de su ministerio

Pero el poder divino que les será concedido a estos dos testigos no sólo tiene como
finalidad protegerles de la hostilidad de sus enemigos, sino también acreditar su
predicación: "Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días
de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir
la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran". Una vez más las referencias al
Antiguo Testamento resultan evidentes.

Estos testigos estarán capacitados para realizar tres clases de milagros o señales:
"Tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía". Esta
mención nos recuerda inmediatamente a Elías en los días del rey Acab (1 R 17:1) (Stg 5:17-
18).
"Tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre". En este caso la referencia es a
Moisés, quien fue dotado de un poder semejante (Ex 7:17-19).
"Y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran". Y nuevamente recordamos
las plagas en Egipto que vinieron por medio del ministerio de Moisés.

Como vemos, este tipo de milagros fueron propios de épocas de gran hostilidad contra
Dios y sus siervos. Hemos recordado el ministerio de Moisés ante Faraón en Egipto y
el de Elías ante Acab y su malvada esposa Jezabel. Pero no encontramos nada
parecido en el Nuevo Testamento durante el ministerio de los apóstoles. Esto nos
indica que en el futuro que describe el libro de Apocalipsis habrá nuevamente
enemigos muy poderosos, y será necesario este tipo de milagros para vencer su
resistencia. Eso no quiere decir, por supuesto, que no se predique la gracia y el amor
de Dios, pero tal mensaje es muy probable que apenas logre tener alguna influencia
sobre las personas. Aunque como ya hemos visto en otras ocasiones, tampoco los
juicios de Dios logran conseguir el arrepentimiento de los hombres. En todo caso, el
mundo impío no podrá pasar por alto el testimonio de estos dos testigos.

Por último, aunque el pasaje no nos revela la identidad de estos dos testigos, como
hemos visto, mucho de lo que se nos dice de ellos se corresponde con lo que en el
pasado hicieron Moisés y Elías. De hecho, como más arriba hemos señalado, Elías
debería venir preparando a los israelitas para "el día de Jehová, grande y terrible" (Mal
4:5-6), y el mismo Señor Jesucristo confirmó que así debía ser (Mt 17:11). No
obstante, esta última profecía, como muchas otras, tendría un doble cumplimiento:
Elías aparecería antes de la primera venida del Señor y también de la segunda. Ahora
bien, todos sabemos que el primer cumplimiento tuvo lugar con la venida de Juan el
Bautista, quien según nos dice la Palabra, vino "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc
1:17). El Señor confirmó que fue así (Mt 11:10-14) (Mr 9:11-13). Esto quiere decir
que Elías y Juan el Bautista eran personas diferentes, pero que compartían el mismo
espíritu y poder. Y apreciamos que efectivamente fue así cuando comparamos sus
ministerios. Por lo tanto, no debemos pensar que estos dos testigos que encontramos
ahora en Apocalipsis han de ser Elías y Moisés que regresarán del cielo para llevar a
cabo esta misión y morir después, sino que serán otras personas diferentes que
compartirán el mismo espíritu y poder que ellos tenían. Y como estamos viendo, la
obra que realizarán estos dos nuevos testigos, guarda notables paralelismos con la de
sus predecesores.

La bestia que sube del abismo


(Ap 11:7-10) "Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo
hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la
plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde
también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas y
naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean
sepultados. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se
enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los
moradores de la tierra."
Como acabamos de ver, la misión de los dos testigos no podrá ser frustrada por
ningún hombre hasta que "hayan acabado su testimonio". Y sólo después de eso, la
"bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará".

1. ¿Quién es la bestia?

Esta es la primera referencia que tenemos a la bestia en el libro de Apocalipsis, pero a


partir de aquí aparecerá con cierta frecuencia, así que es oportuno que nos
preguntemos quién es.

El término "bestia" describe a un animal de presa semejante a un león o una pantera.


Y contrasta claramente con el "Cordero", quien como ya sabemos, sirve en
Apocalipsis para designar al Señor Jesucristo. Por lo tanto, podemos decir que es su
antítesis.

Notamos también que "sube del abismo", lo que nos recuerda a los otros seres
diabólicos que también salieron del "pozo del abismo" en (Ap 9:2-3). Por lo tanto, si
provenía de ese lugar, la bestia tenía que estar relacionada necesariamente con las
fuerzas del mal. Lo más probable es que sea el rey de todos los espíritus demoniacos
que salieron del abismo, y que es descrito en (Ap 9:11) como el destructor, es decir,
Satanás, el rey de todos los demonios.

2. La bestia hace guerra a los dos testigos y los mata

No cabe duda de que a la bestia le hubiera gustado acabar con estos dos testigos
mucho antes. Los mil doscientos sesenta días que estuvieron profetizando sin ninguna
limitación le tuvieron que resultar eternos. Pero una vez más, queda claro que los
tiempos los marca Dios desde su trono celestial.

Cuando ellos concluyan su testimonio, entonces sí, la bestia "hará guerra contra ellos,
y los vencerá y los matará".

Esto nos recuerda nuevamente la profecía de Daniel cuando hablaba del último
período de siete años antes de la venida del Mesías a reinar en este mundo. Allí la
bestia es presentada como un "cuerno" que "hacía guerra contra los santos, y los
vencía" (Dn 7:21). Entendemos que con esto se termina la primera parte de esos siete
años. La bestia romperá el pacto con Israel y hará cesar el culto del templo, llegando
incluso a sentarse en él y exigir ser adorado. Es entonces cuando comenzará a
manifestar su verdadero carácter e intenciones.

3. La exposición de su triunfo

Sólo él pudo acabar con los dos testigos, creando el asombro y gozo de los incrédulos.
Sin duda, esta actuación le hará ganarse el aplauso, el apoyo, la simpatía y la
admiración de mucha gente.

Por todo esto, querrá que todo el mundo vea los cadáveres de los dos testigos: "Y sus
cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama
Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos,
tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán
que sean sepultados".

Ante los cadáveres de los dos testigos, la bestia se exhibirá como vencedora absoluta,
y en muy poco tiempo exigirá que le adoren. Hará creer a los hombres que no hay
nadie más fuerte que ella, ni tampoco hay ningún Dios ahí afuera, así que ella se
erigirá como el único poder absoluto.

Pero el hecho de no permitir que los dos testigos sean sepultados, no sólo tendrá como
objetivo que todas las personas admiren su triunfo contra aquellos que parecían
invencibles, sino que también pudiera servir de escarmiento a otros. Cualquiera que se
atreva a enfrentarse con la bestia terminará del mismo modo que estos dos testigos.
Era, por lo tanto, una exposición de fuerza.

Pero también había mucho odio. En casi todas las culturas es una enorme indignidad
que los cuerpos queden expuestos a la vista de todos sin ser sepultados. Pero aunque
estuvieran muertos, la bestia quería seguir humillándolos. Odiaba con todas sus
fuerzas quiénes eran y lo que habían predicado. Y no sólo ella, sino que también las
gentes de todos los lugares sentirán el mismo resentimiento contra ellos, así que
continuarán desfogándose sobre sus restos exánimes.

Por eso se nos dice que las personas de todos "los pueblos, tribus, lenguas y naciones"
querrán ver sus cadáveres. Será un espectáculo a nivel mundial. Habrá una gran
expectación por ver a aquellos que por tres años y medio habían estado profetizando
de parte de Dios sin que nadie pudiera impedírselo. Seguramente será retransmitido
por las televisiones de todo el mundo y circulará ampliamente por internet. Y frente a
aquellos impotentes cadáveres, la bestia aparecerá como el único poder supremo.

Otro detalle importante es el lugar en el que todo esto tendrá lugar. Se nos dice que
"sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se
llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado".

Una vez más Juan da un amplio rodeo para explicarnos el lugar exacto al que se
refiere. De hecho, no llega a mencionar su nombre, sino que tenemos que deducirlo a
partir de los datos que nos proporciona. Pero con esto tiene también una intención
concreta: quiere mostrarnos el estado espiritual y social del lugar donde esto ocurre.
¿A qué ciudad se refiere?

Empecemos por notar que la identifica en sentido espiritual con Sodoma y con Egipto.
Ambas son conocidas en la Biblia por su maldad y por haber experimentado los
juicios de Dios. Sodoma representa la soberbia, perversión y corrupción moral (Gn
19:4-11) (Ez 16:49-50), mientras que Egipto nos recuerda la esclavitud, opresión y
tiranía a la que el pueblo de Dios estuvo sujeto en el pasado.

La verdad es que hay muchas ciudades en este mundo a las que Juan podría estar
refiriéndose con estas características, pero sólo hay una donde "nuestro Señor fue
crucificado". Esta es una referencia inequívoca a Jerusalén. Y esta descripción que
aquí se hace de ella, por mucho que nos sorprenda, no era nueva. El profeta Isaías se
había referido en el pasado a los príncipes y al pueblo de Judá en términos muy
parecidos: "príncipes de Sodoma y pueblo de Gomorra" (Is 1:10).

Aparentemente Jerusalén podría parecer una "ciudad santa", pero a los ojos de Dios
era símbolo de persecución. Durante siglos persiguió a los siervos de Dios (Mt
23:37) (Hch 7:52-58), y finalmente, en un acto de maldad sin parangón, allí fue
crucificado el mismo Hijo de Dios. Ahora, siguiendo con esa misma tradición
homicida, era el lugar en el que murieron y fueron expuestos los cadáveres de estos
dos fieles testigos.

4. La alegría del mundo por la muerte de los dos testigos

La muerte de los dos testigos originará una jubilosa celebración por todo el mundo:
"Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán
regalos unos a otros".

Resulta incomprensible, pero la causa de tanto regocijo se debía a que finalmente


aquellos dos hombres de Dios habían sido silenciados. Este comportamiento resulta
extraño, porque normalmente, cuando alguien muere, aunque haya sido un adversario
político o religioso, siempre sus oponentes intentan expresar conceptos o recuerdos
positivos sobre él. Pero en este caso se trataba de profetas de Dios que habían
cumplido fielmente con la misión recibida, y esto siempre despierta el odio de las
personas. Como alguien ha dicho, los únicos profetas que la gente quiere son aquellos
que están muertos.

Así que, por fin, la verdad de Dios había sido acallada y las personas se sentían
liberadas: "porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra".
Ya no condenarían sus pecados y podrían vivir como les diera la gana sin tener que
escuchar sus reprensiones. Pero sin darse cuenta, al mismo tiempo que se habían
liberado de los profetas de Dios, la bestia iba adquiriendo cada vez más dominio sobre
los hombres.

Realmente todo esto ya está ocurriendo en nuestro mundo hoy. El evangelio del amor
de Dios resulta ser un tormento para la humanidad, y celebran fiesta cuando por fin
consiguen silenciar a Dios y a sus mensajeros. La predicación fiel del evangelio
siempre incomoda a los que no quieren convertirse a Cristo. Un profeta que condene
el pecado, siempre será un tormento para quienes le escuchen. Es así ahora y lo será
siempre.

Si esto es cierto, tal vez debamos preguntarnos entonces por qué en muchas partes la
iglesia de Cristo vive tan tranquila en medio de este mundo sin que nadie se sienta
incómoda por su presencia. ¿Quizá se deba a que hemos dejado de ser fieles a la
Palabra de Dios y a nuestra misión en este mundo?

La resurrección de los dos testigos


(Ap 11:11-14) "Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida
enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los
vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo
en una nube; y sus enemigos los vieron. En aquella hora hubo un gran terremoto, y la
décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de
siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. El
segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto."

1. Los dos testigos son vindicados por Dios

La alegría del mundo duró poco, y una vez más, la victoria de Satanás fue más
aparente que real. Miremos lo que pasó: "Pero después de tres días y medio entró en
ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies". Ellos habían
sellado su testimonio con su propia sangre, y ahora el Señor los vindicó confirmando
su testimonio cuando los levantó de entre los muertos.

Estos hechos nos recuerdan inevitablemente la historia del Señor Jesucristo. El


también sufrió la muerte allí mismo, en Jerusalén, y por la misma razón, por ser "el
testigo fiel" (Ap 1:5). También en su caso los que le crucificaron aprovecharon la
ocasión para menospreciarle y humillarle todo cuanto pudieron. Y cuando pensaban
que ya habían acabado con él, su Padre lo resucitó de entre los muertos a los tres días,
haciendo enmudecer el triunfo de sus enemigos y vindicándole ante el mundo.

Es verdad que Cristo había muerto, pero había vencido. Y no sólo había vencido a la
muerte, sino que había acabado para siempre con el "que tenía el imperio de la muerte,
esto es, el diablo" (He 2:14). Y aquí vemos que hace partícipes de esa victoria a todos
aquellos que creen en él. Por lo tanto, los siervos de Dios no temen ser muertos. Aquí
hemos visto que nadie puede hacerles daño en tanto que Dios no lo permita, pero si
después son muertos, también vemos que Dios tiene el poder de resucitarlos. Por eso
el Señor Jesucristo exhortó a sus discípulos con estas palabras:

(Mt 10:28) "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar;
temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno."

2. El mundo recibe un nuevo testimonio por medio de estos dos testigos

La resurrección de Cristo sólo fue vista por sus discípulos, quienes más tarde dieron
testimonio de este transcendental hecho a todo el mundo, pero en este caso, todos
tuvieron la ocasión de ver con terrible asombro cómo los dos testigos resucitaban, y
también escuchar la voz del cielo que les llamaba a subir a su hogar celestial: "Y cayó
gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía:
Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron". Tal vez en ese
momento todo esto estaba siendo retransmitido por televisión o por internet.

Como bien dijo Job, "la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un
momento" (Job 20:5). De repente, la alegría de los enemigos se convirtió en un "gran
temor". El triunfo de los dos testigos de Dios implicaba su propia derrota final.
Otra vez más había quedado en evidencia que el poder de Dios es infinitamente mayor
que el de la bestia. Suponemos que este nuevo acontecimiento despertaría muchas
dudas sobre la autoridad de la bestia, ¿qué haría para aplacarlas? La respuesta la
veremos más adelante, en el capítulo 13, cuando la misma bestia hará todo lo posible
por imitar lo que Dios había hecho por medio de estos dos testigos.

En cuanto a los dos testigos que acababan de ser resucitados, tal vez esperaríamos que
reanudaran su ministerio de predicación, pero Dios tenía otros planes para ellos: los
llamó al cielo. Su misión había terminado, y como hemos visto, los hombres de todas
las naciones los habían aborrecido. En esa situación no tenía mucho sentido seguir
insistiendo en lo mismo, así que Dios iba a hacer algo diferente, que serviría no sólo
para mostrar la aprobación divina sobre estos dos testigos, sino también para dar
nuevamente testimonio acerca de la victoria final de Cristo y de los suyos. Esto
transmite un claro mensaje de ánimo a todos aquellos que sufren persecución en este
mundo por causa de su fe en Cristo. Pablo lo resumió de esta manera:

(Ro 8:36-39) "Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del
amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."

Pero Dios iba a hacer algo más después de la ascensión de sus siervos al cielo: "En
aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y
por el terremoto murieron en número de siete mil hombres".

Dios ha usado los terremotos en otras ocasiones de la historia bíblica para convencer a
los hombres de su pecado y vindicar su Palabra para que los hombres vuelvan a él. Por
ejemplo, se produjo un terremoto cuando Cristo murió en la cruz (Mt 27:54) y
también cuando resucitó (Mt 28:2).

Por otro lado, la destrucción de la décima parte de la ciudad y la muerte de siete mil
hombres, anunciaban la indignación de Dios y su juicio.

3. La respuesta de los hombres al testimonio de Dios

No había ninguna duda de que todos estos acontecimientos procedían de Dios. ¿Cuál
fue la respuesta de los hombres ante ellos? Se nos describe a continuación: "y los
demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo".

Aquellos que no habían muerto como consecuencia del terremoto, sintieron un


profundo terror, y el texto nos dice que "dieron gloria al Dios del cielo". ¿Significa
esto que se arrepintieron y se convirtieron en verdaderos adoradores de Dios? Mucho
nos gustaría que fuera así, y que la muerte de los dos testigos pudiera servir para que
finalmente y a pesar de todo, las personas llegaran a conocer a Dios.
Pero cabe también la posibilidad de que su confesión fuera superficial y pasajera.
Como ya hemos visto anteriormente, el temor a los juicios de Dios no produce en los
hombres un auténtico arrepentimiento (Ap 9:20-21). No sería la primera vez que los
hombres reconocen la gloria de Dios ante sus hechos portentosos, pero sin llegar a
rendirse a él. Así fue con los magos de Egipto (Ex 8:19), o con los filisteos (1 S 6:5).

Lo cierto es que la impresión que el pasaje nos ofrece es la de una humanidad que está
pronta a vitorear al último vencedor y humillar al vencido. Cuando los testigos fueron
vencidos por la bestia se sentían felices con ella, y ahora cuando el Señor los resucita,
todos parecen reconocer la gloria de Dios. Pero ante personas tan superficiales y
carentes de sentido, es de esperar que pronto vuelvan a cambiar de opinión, y de
hecho, así será. Un poco más adelante veremos a la humanidad rendida nuevamente
ante la bestia:

(Ap 13:3-4) "Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue
sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que
había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la
bestia, y quién podrá luchar contra ella?"

4. "El segundo ay pasó"

El "primer ay" pasó cuando el quinto ángel tocó su trompeta (Ap 9:12). Aquí termina
el "segundo ay" que comenzó con el toque de la sexta trompeta (Ap 9:13). Y "he aquí,
el tercer ay viene pronto". Este vendrá con la séptima trompeta.

La séptima trompeta
El toque de la séptima trompeta anuncia la llegada del Rey. Ya no hay retroceso. Los
juicios venideros dejan de ser parciales y son completos en su destrucción. Dios está
en control de la situación y da rienda suelta a toda su ira sobre el mundo maligno que
se niega a volverse a El (9.20, 21). Cuando comience la ira, no habrá manera de
escapar. 11.16 Para mayor información sobre los veinticuatro ancianos, véase la nota
en 4.4. 11.18 En la Biblia, Dios recompensa a su pueblo de acuerdo con lo que
merece. A lo largo del Antiguo Testamento, a menudo la obediencia trajo recompensa
en esta vida (Deuteronomio 28), pero la obediencia y la recompensa inmediata no
siempre están ligadas. Si lo estuvieran, los buenos siempre serían ricos, y el
sufrimiento siempre sería señal de pecado. Si fuéramos premiados rápidamente por
cada obra fiel, muy pronto llegaríamos a pensar que somos muy buenos. Al poco
tiempo nos hallaríamos haciendo obras buenas por razones puramente egoístas.
Aunque es cierto que Dios nos premiará por nuestras obras en la tierra (véase 20.12),
nuestra mayor recompensa es vida eterna en su presencia. 11.19 En el Antiguo
Testamento, el arca del pacto fue el tesoro más preciado de la nación israelita. Para
mayor información acerca del arca, véase la nota sobre Exodo 37.1.2
ORACIÓN

Padre celestial, Señor mío, dueño de cada hora y cada día: Cuando desperté esta
mañana, vi tu gloria y poder.

Pude apreciar tu creación, Y ahora, al llegar la noche, te doy gracias por tu santa
protección, por el alimento que nos das y por todas tus bendiciones.

Señor Jesucristo, te amo y quiero que coloques en mi corazón tu gracia y poder.

Danos fuerzas para superar las dificultades que enfrentamos cada día y perdona
nuestras faltas, no mires la iniquidad de nuestros corazones sino que por tu infinita
misericordias nos perdones.

Padre celestial te ruego por la protección de mi hogar, mis hijos y familiares que
aunque no te conocen se que estas obrando en ellos.

Señor Jesus, llenados con tu gracia y que cada día que pasa crezcamos en
conocimiento al escudriñar tu santa palabra.

Protejenos, sananos y que tu presencia este en cada lugar con cada uno de nosotros.

Te damos gracias Padre amado por todo, en el nombre del padre, del hijo y del
espíritu santo.

Amen y amen.

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