La Exposicion
La Exposicion
La Exposicion
1
un lugar común
The exhibition of the Museum: A common place
Por:
María del Mar López Rojas
Diseñadora Industrial
Universidad del Valle
[email protected]
De acuerdo con varios autores (Valdés Sagüés, 1999, pág. 29; Hernández Hernández,
1992, pág. 85) el origen del concepto de museo, tal como se entiende hoy, se encuentra
determinado por dos factores fundamentales: el coleccionismo y la ilustración. Según
Hernández estos hechos fueron fundamentales no sólo para el surgimiento de las
instituciones, sino también para la determinación del carácter público o privado de 49
las mismas, ya que los museos privados —en su mayoría americanos—se gestaron
en las bases del coleccionismo de carácter privado, mientras que la gestación de los
museos públicos europeos fue definida en gran medida por la ilustración, como se verá
más adelante.
“cámaras de maravillas” que demuestra el interés por el coleccionismo privado. Fuente: Web Gallery of Art.
50
En el siglo XVII continuó la idea de superar el carácter privado del coleccionismo y fueron
creados entonces museos de carácter público en Italia, Francia y Suiza (Valdés Sagüés, 1999,
pág. 31). También durante este siglo un fenómeno importante tomó lugar en los museos, al
separar los conceptos de arte y ciencia por considerarlos como “campos distintos de la
actividad humana” (pág. 31).
La inquietud por la educación durante el Siglo de Las Luces, hizo que se abandonara por
completo el carácter privado de las colecciones poniéndolas a disposición de la investigación y
la enseñanza. Finalmente se considera La Revolución Francesa como hito en la historia de los
museos, con la creación en 1791 del Museo de la Republica (actual Museo del Louvre). La
importancia de este hecho radica no sólo en el carácter público del museo, sino que además
llevaba consigo según Valdés, “la nacionalización del patrimonio histórico-artístico, la
democratización de los bienes culturales, jurídicamente de naturaleza pública y la
universalización de la educación” (Valdés Sagüés, 1999, pág. 32)
51
Figura I 2. François Auguste Biard, “Cuatro horas en el Salón (Cierre del Salón anual de pintura en la
Gran Galería del Louvre)”. 1847, óleo sobre lienzo. Fuente: Europeana Portal.
A partir del siglo XVIII y durante el siglo XIX los museos empezaron a
convertirse en instituciones más complejas. Si bien en principio la función del
museo se centraba en recoger y custodiar objetos, la dinámicas propias de la
institución fueron complejizando sus funciones; en este sentido los objetos
pasaron a representar información valiosa, lo cual despertó el interés
científico en los mismos. Posteriormente la intención fue volcándose hacia la
sociedad, buscando modos para que las colecciones se encontraran a su
alcance.
Sin embargo a finales del siglo XIX y principio del XX, debido al presuroso
afán por la conservación y la investigación, se primó nuevamente el objeto,
rindiendo culto a la información que puede poseer. Los discursos científicos
y curatoriales especializados se tomaron los museos del mundo dotándolos de
un prestigio accesible para unos pocos. Las críticas al museo convertido en
mausoleo, en un lugar elitista y lejano no se hicieron esperar y a mediados del
siglo XX se empezaron a replantear los conceptos, tanto del museo en sí
como de sus alcances, sus funciones y sus objetivos.
Las discusiones de principio del siglo XX en torno ‘al deber ser del museo’
fueron estructurándose a través de la conformación de instituciones como la
Oficina Internacional de Museos, dependiente de la Sociedad de Naciones
(1926-1935), sustituida por el Consejo Internacional de Museos (1946) —
ICOM por sus siglas en inglés—organismo afiliado a la UNESCO y que
regula hasta nuestros días, las normas profesionales, los estándares, los
códigos de ética y algunas actividades de las instituciones museísticas a nivel
mundial (International Council of Museums, 2010).
Con el mismo afán por encontrar las más adecuadas definiciones para las
actividades relacionadas al museo, se empezaron a dilucidar dos campos de
intervención que lo comparten como objeto de estudio: la museología y la
museografía. La búsqueda tanto por una definición para cada una, como por
el origen de las mismas ha dado pie a numerosos debates entre diversos
profesionales3.
Aun cuando estos conceptos aparecieron a mediados del siglo XVIII, el debate sobre
el uso de la terminología, las características, los alcances y los objetivos tanto de una
como de la otra continuó hasta bien entrado el siglo XX. Después de mucha reflexión,
se abordó en 1970 una definición que esclareciera los conceptos y evitara confusiones
terminológicas.
Las definiciones propuestas por el ICOM en los años setenta del siglo XX constituyen
un referente internacional en la actualidad, y reflejan el espíritu de lo que se llamó la
revolución del museo que venía gestándose desde mediados de los sesentas, en
contraposición a la herencia legada por el siglo anterior (Fernández, 1999).
Figura I 3. “New Museum, New Museology”, Simposio de Historia del Arte en Savannah College
of Art and Design, 2008. Fuente: District the student voice of SCAD.
Con la mirada puesta en la apertura social, los conceptos han ido
actualizándose dando cabida a nuevas acepciones para cada uno de los
términos. En la actualidad y según el Comité Internacional para la
Museología —ICOFOM— existen tres acepciones reconocidas para el
concepto de museografía y cuatro para el de museología. Las acepciones
reconocidas en 2010 por el ICOFOM en el documento de Conceptos
Claves de Museología, dan muestra de la creciente teorización sobre los
temas referentes al museo y tratan de abarcar los diferentes postulados
acatando sus contextos. También hacen imperativo el nuevo paradigma
que orienta ambas actividades museales en relación con los individuos a
los que los museos sirven y a quienes se deben4. Abandonando la
concepción de institución estática, ensimismada y elitista, este nuevo
paradigma ha ido obligando a los museos alrededor del mundo a
transformar su proceder con el fin último de volcar sus actividades hacia
la sociedad.
Figura I 5. Modelo de comunicación aplicado a los Museos de Ciencias según Knez y Wright
Fuente: Hooper-Greenhill, 1998, pág. 37.
Desde la perspectiva del reto del museo actual, este modelo resulta interesante desde
dos aspectos fundamentales: primero la presencia de curador como emisor que supone
un trabajo de análisis y síntesis, previo a la exposición y que de cierta forma configura
lo que se quiere decir y da un enfoque al mensaje. En segundo lugar la inclusión de un
medio que favorezca la interpretación de los objetos de las piezas de museo —
considerados
secundario como medio principal—, pone de manifiesto la necesidad de proveer al
visitante con herramientas que le permitan interpretar las piezas que ve, es decir hacer
explícitos los conceptos, principalmente a través del lenguaje verbal.
Por su parte, Robert Hodge y Wilfred D’Souza que desarrollaron el modelo
propuesto por Cameron en un análisis semiótico de la Galería de Perth en
1976, (Castellanos Pineda, 2008) afirmaron sobre la comunicación en el museo
que ésta incluye características de la comunicación natural, como también de la
comunicación de los medios masivos definida como comunicación no natural.
La comunicación natural o comunicación “cara a cara” abarca canales de
soporte como el tono de voz, los gestos, el énfasis, etc. y además permite la
rectificación, repetición y modificación del mensaje en cualquier momento en
el que sea mal entendido o no se entienda del todo.
61
(*) Elementos que no permiten la total comprensión del mensaje. Por ejemplo, textos ilegibles
o difíciles de entender, largos, con letra pequeña, exceso de público en sala, etc. (**) El
mensaje sería el contenido de la exposición o el estímulo.
La diferencia fundamental entre una y otra es la existencia o ausencia de una línea argumental
que cohesione a los objetos (García Blanco, 1999). Así la “exposición de objetos” se define
por ser el espacio en el que ocurre el encuentro o el contacto con los objetos que,
generalmente, han sido seleccionados en función de sus características individuales o por su
pertenencia a un grupo taxonómico y son expuestos bajo una organización estructural simple
de sucesión con base en un discurso que no es claro o que permanece oculto. En esta manera
de exponer se privilegia entonces la valoración especializada de los objetos ya que, en cierta
medida, se desconoce las particularidades del público que visita al museo al dar por sentado
que éste será suficientemente capaz de entender los objetos y los conceptos expuestos sin que
estos hayan sido explicitados.
Son precisamente las diferentes estrategias de comunicación, las que determinan diferentes
tipos de exposición. En general los autores coinciden en las siguientes tipologías: las
exposiciones cuyo fin es favorecer la contemplación, cuando no se tienen las herramientas
suficientes para identificar el valor o el significado de lo expuesto son llamadas
«contemplativas» o «estéticas» (García Blanco, 1999; Belcher, 1997). Tal es el caso de
algunas exposiciones de arte o científicas, donde el objetivo es que el objeto se admire per se.
Como ya se mencionó en esta exposición los objetos se valoran desde un conocimiento muy
especializado.
64
Para que una exposición logre cumplir su objetivo de comunicación al gran público,
ésta debería contar condiscurso
un de difusión
propio, que se determina en función de la
intencionalidad. Si bien el discurso especializado se determina como el resultado de la
valoración especializada de los objetos,
discurso
el de difusióndebe transformarse a
partir de la valoración de los objetos en función de receptores heterogéneos.
En las dos primeras fases se concreta el discurso de difusión propio para la exposición,
que sirve como pauta para la definición de los elementos relacionados con el montaje
de la misma y que completan el total de la puesta en escena, bajo los criterios
museográficos pertinentes.
En la mencionada etapa inicial, la exposición se estructura conceptualmente
partiendo de la selección de un tema que es el asunto a tratar y que la sintetiza
y engloba. El tema va desarrollándose a lo largo de la misma a través de
subtemas que se relacionan entre sí y que van construyendo el total del
discurso (como se explica más adelante), contemplando siempre los objetos
como aquellos que constituyen la idiosincrasia de la exposición.
Las consideraciones sobre la elección del tema, según García Blanco, indican
que éste debe poderse compartir tanto por el equipo productor de la
exposición, como por los visitantes; en este sentido resulta conveniente que su
elección genere algún tipo de relación significativa tanto para la disciplina
científica que construye el discurso especializado de la exposición, como para
los visitantes vinculando el tema con algunas de sus experiencias previas, sus
modos o intereses de vida (1999). La elección del tema supone entonces
considerar lo que podríamos denominar como las intenciones de difusión del
museo y por su parte las peculiaridades del público.
Otros textos incluyen, entre otros, los folletos o guías, los textos didácticos
diseñados en pro del proceso de aprendizaje (García Blanco, 1999, pág. 140)
y finalmente aquellos que podrían denominarse como los ‘textos decorativos’
cuyo objetivo es el de suscitar sensaciones, más que puntualizar un mensaje
(la inclusión de fragmentos poéticos o la exploración de los textos como
texturas visuales, ilustran esta tipología).
Ahora bien, al igual que los textos, los grafismos se constituyen como soportes de
información complementaria muy comunes y útiles. A menudo acompañan un texto
con el objetivo de contribuir a la visualización de conceptos y la contextualización de
ideas, como puede ser el caso de las infografías para el primer caso y las fotografías
para el segundo.
Otros medios que son utilizados en las exposiciones son los soportes audiovisuales
que incluyen sonoramas, secuencias de diapositivas (presentaciones), videos, pantallas
táctiles etc. Las posibilidades tecnológicas actuales han hecho que sean usados con
más frecuencia: desde audio guías en diferentes idiomas y sonidos ambientales hasta
pantallas táctiles, los medios audiovisuales pueden ser herramientas informativas o de
ambientación, siempre en función del mensaje expositivo. La desventaja con éstos
radica en los altos costos tanto de inversión inicial como de mantenimiento. Otro
factor importante es la utilización de esta herramienta como medio y no como fin,
frecuentemente la ‘novedad’ que supone el uso de un medio audiovisual resulta
contraproducente en la aprehensión del mensaje. (García Blanco, 1999, pág. 158).
Una vez agotadas las etapas del proceso de producción de la exposición, los
componentes de ésta al relacionarse crean unidades expositivas (que corresponden a
las claves asociativas definidas durante la planeación); éstas a su vez, al relacionarse
de forma coherente entre sí, construyen el total de la exposición.
Finalmente, es preciso señalar que la contundencia del mensaje expositivo se
encuentra directamente vinculada tanto a la estructura conceptual del mismo, como al
tratamiento que se le da a los medios que lo conforman, desde esta perspectiva y en
función de la exposición como mediadora, todos sus componentes deberían concebirse
desde sus propias condiciones de legibilidad y comprensión; en otras palabras la forma
y el contenido.
Notas
1
El presente artículo hace parte del proyecto de grado “Estructuración conceptual de la exposición
permanente para el Museo Arqueológico Julio Cesar Cubillos de la Universidad del Valle”, presentado en
Noviembre de 2012, para optar por el título de Diseñador Industrial.
2
Para la evolución histórica del concepto he seguido fundamentalmente los primeros capítulos del
libro “La difusión cultural en el museo: servicios destinados al gran público” (Valdés Sagüés, 1999). 3 Para
ampliar el tema sobre museología y la museografía, sus orígenes y sus definiciones sugiero revisar
“Introducción a la Nueva Museología” (Fernández, 1999) donde se presentan tanto de las definiciones
aceptadas por el ICOM, como también los apartes de las reflexiones de los autores que las propusieron.
4
Algunas de las acepciones aceptadas por el ICOFOM en 2010 y que ejemplifican este nuevo paradigma
son las siguientes: « La museología es una ciencia aplicada, la ciencia del museo. Estudia su
historia y su rol en la sociedad; las formas específicas de investigación y de conservación física, de
presentación, de animación y de difusión; de organización y de funcionamiento; de arquitectura nueva o
musealizada; los sitios recibidos o elegidos; la tipología; la deontología». Rivière, 1981 (International
Council of Museums ICOM, 2010, pág. 57). « (La museología) es una ciencia que examina la relación
específica del hombre con la realidad
y consiste en la colección y la conservación consciente y sistemática y en la utilización científica,
69
cultural y educativa de objetos inanimados, materiales, muebles (sobre todo tridimensionales) que
documentan el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad» Gregórova, 1980 (International Council of
Museums ICOM, 2010, pág. 59).
«Actualmente, la museografía se define como la figura práctica o aplicada de la museología…»
(International Council of Museums, 2010, pág. 55).
«…la museografía, hecho que acerca el museo a otros métodos de visualización y a otros elementos
vinculados a su relación con el público. La aprehensión intelectual y la preservación del patrimonio
entran igualmente en juego, convirtiendo al museógrafo en intermediarios entre el conservador, el
arquitecto y los públicos.» (International Council of Museums ICOM, 2010, pág. 56).
5
La definición en ingles no supone ningún cambio terminológico con respecto los términos usados: research y
communicates.
6
Reinwardt Academy es la Facultad de Museología y Patrimonio Cultural de la Escuela de Artes de
Ámsterdam.
Tabla de figuras
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