Músicas, Tumba de Nakht, Por Alexandra Ern

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Músicas.

Detalle de una escena de banquete funerario de la tumba de


Nakht. Dinastía XVIII (época de Thumes IV).

por Alexandra Ern

El Imperio Nuevo fue el período de mayor potencia política, militar,


económica y cultural del antiguo Egipto, y, también, el de mayor esplendor artístico.
Durante los reinados de Amenofis II y Thutmés IV triunfa un nuevo estilo lleno de
gracia y elegancia, cuyas características perdurarán en todo el arte del Imperio Nuevo.

La pintura de esta lámina muestra una de las obras más representativas de


este estilo, la célebre escena de la tumba del escriba Nakht, Dinastía XVIII (época de
Thumes IV), que representa un grupo de jóvenes tocando instrumentos musicales. La
figura femenina a la derecha toca el arpa, la del centro el laúd, y la que se encuentra a la
izquierda, la flauta. Sus cuerpos se traslucen a través de los vestidos levemente plisados,
los hábiles dedos de la arpista tocan graciosamente las cuerdas. Destaca la
representación de los ojos de las músicas que son de forma almendrada con las pupilas
de color claro que reflejan una mirada llena de brillo y coquetería femenina. La joven
situada a la izquierda, casi desnuda, aparece representada con afectado movimiento de
las caderas, lo que llegará a ser casi una regla en la escultura griega del siglo V. Se trata
de una representación de la figura humana en la que todo el peso del cuerpo descansa
sobre una pierna, mientras que la otra toca el suelo únicamente con la punta del pie. Los
brazos tienen un equilibrio inverso: a la pierna izquierda que lleva el peso corresponde
el brazo derecho portador. El objeto cónico que vemos sobre la cabeza de estas mujeres
era una mezcla de grasa y perfume que, al fundirse, impregnaba sus cuerpos.

La danza y la música eran acompañamientos típicos en las fiestas civiles y


religiosas, así como durante las celebraciones de la vida social, tales como bodas y
banquetes. Los instrumentos musicales podían ser de varios tipos: de percusión
(tambores, tamboriles, sistros, castañuelas y crótalos), de viento (flautas, oboes y
bocinas) o de cuerda (laúdes, arpas y liras).

La tumba del escriba Nakht, es una de las muchas tumbas conservadas del
período del Imperio Nuevo. Los faraones y la aristocracia dejaron de construir las
tumbas monumentales que podían ser profanadas y saqueadas con bastante facilidad por
los ladrones. Los difuntos fueron enterrados en lo más profundo de las cámaras
excavadas en las rocas de las montañas de los valles, disimulando cuidadosamente las
entradas. Se conservan magnificas pinturas que decoraban las paredes de estas tumbas
del Imperio Nuevo, un período de expansión imperialista y de riqueza sin precedentes.

El sutil y delicado estilo de esta pintura tiene paralelismos con otras obras de las
dinastías XVIII como por ejemplo las pinturas de la tumba de Nebamon de Tebas de la
Dinastía XVIII, especialmente la escena de banquete que representa a músicos,
bailarinas y comensales maravillosamente dibujados, o el relieve del Arpista ciego de la
tumba de Patenemhab, en Saqqara, en la que el músico toca gentilmente sus ocho
cuerdas. Característico de las Dinastías XVIII y XIX son las escenas, en registros
continuos, alrededor de la cámara (disposición de las franjas superpuestas) que crean un
cierto sentido de espacio. La tumba de Sen-Medjem, en Deir-el-Medineh de la Dinastía
XIX, es un buen ejemplo de ello.

El arte pictórico se desarrolló en Egipto desde el Imperio Antiguo (2686-2181


a.C.) Su función era reflejar y perpetuar la vida y, como tal, se utilizaba en tumbas y
templos para la decoración de sus muros y para realzar la escultura de un relieve.
Los propietarios de las tumbas y los sacerdotes o faraones de los templos determinaban
los elementos decorativos. Se dibujaba sobre un lienzo que generalmente consistía de
una capa de escayola o estuco de unos 3cm de espesor. Se limpiaba y pulía para hacer la
superficie lo más lisa posible. Los dibujos y pinturas se aplicaban directamente sobre la
pared seca. Los artistas trabajaban en equipos, con un maestro artesano supervisando.
Primero se cubría el muro con una cuadrícula (se utilizaban tiras de cuerdas empapadas
en pintura roja estiradas con dos palos para marcar la cuadrícula), permitiéndoles copiar
fielmente el dibujo de un papiro. Las figuras humanas tenían un número estándar de
cuadros. Por ejemplo, un hombre en pie ocupaba 19 cuadros desde la planta de los pies
hasta la cabeza. Después trazaban el contorno de las figuras con pintura roja mientras
que el líder del equipo corregía los errores con pintura negra. Los escultores tallaban los
relieves antes de pintarlos, realizando las incisiones golpeando cinceles planos o
puntiagudos de bronce o cobre con un mazo de madera. Finalmente, los pintores
mezclaban los polvos de pigmento con agua y un adhesivo (goma de acacia o clara de
huevo). Molían los pigmentos en un mortero de piedra y los mezclaban en cuencos de
terracota. Esta pintura se llamaba “témpera” y se aplicaba como una capa plana. Los
pintores utilizaban pinceles de distintos tamaños hechos de fibras de plantas.

Las pinturas egipcias muestran luminosos y frescos colores. Los pigmentos


principalmente eran de origen mineral, por lo que no eran alterados por la luz. El blanco
tenía una base de cal y yeso, el verde provenía del cobre, el amarillo del ocre, el rojo del
óxido de hierro y el azul de la azurita. Entre seis y ocho colores tradicionales se
utilizaban siempre en las pinturas egipcias. El amarillo ocre se utilizaba para los tonos
de piel femenina, mientras que el ocre rojo se utilizaba para la piel masculina. El fondo
que normalmente era claro, resaltaba las figuras y otros detalles.

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