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Arquitectura y Urbanismo
Interacciones conceptuales y estilísticas en la arquitectura del periodo
republicano. Ibagué, Colombia, 1893-1945

Antagonismo entre lo colonial (a la derecha) y el historicismo del colegio de San Simón (a la izquierda). Daniel Camacho Ponce-
Foto Lux (1953). Fuente: Colección fotográfica del Banco de la biblioteca Darío Echandía del Banco de la República, número 18.

Andrés Francel y José Alejandro Ojeda


Resumen: Se presentan los resultados de una investigación comparativa sobre los estilos de la arquitectura en
la ciudad de Ibagué, Colombia, entre los años 1893 y 1945, a partir de lo cual se elaboró un sistema
conceptual y material para comprender el desarrollo estético de la arquitectura local. Se descubrieron
múltiples interacciones entre los estilos o códigos estéticos de tres corrientes arquitectónicas dominantes: la
historicista, la vanguardista decorativa y la vanguardista industrial. A partir de estas relaciones se elaboró un
modelo gráfico de desarrollo estilístico y conceptual, localizado al final del artículo, el cual permite
comprender los contenidos de la arquitectura del periodo estudiado y el giro conceptual propuesto entre las
vanguardias y el historicismo. Se ejemplifican fotográficamente los contenidos conceptuales para facilitar la
comprensión de esta clasificación en correspondencia con los ejemplos locales nombrados.
Palabras clave: Historicismo, eclecticismo, arquitectura industrial, Beaux-Arts, vanguardia

Conceptual and stylistic architecture interactions in the Republican


period. Ibagué, Colombia, 1893-1945
Abstract: A comparative research on the styles of architecture in the city of Ibagué (Colombia) during the
years 1893 and 1945 drives to elaborate a conceptual and material system to understand the aesthetic
development of the local architecture. There are multiple interactions between the aesthetic styles or codes of
three dominant architectural currents: the historicist, the decorative avant-garde and the avant-garde
industrialist. A graphic model of stylistic and conceptual development comes from these relationships, located
at the end of the article, which allows the understanding of the contents of the architecture of the studied
period and the proposed conceptual shift between the avant-gardes and historicism. The conceptual contents
exemplified to facilitate the understanding of this classification in correspondence with the local examples
named.
Keywords: Historicism, Free Style (architecture), industrial buildings, Beaux-Arts (style), avant-garde

Sección: Con Criterio


Temática: Teoría, Historia y Crítica de la Arquitectura
RECIBIDO: 27 de julio de 2016 APROBADO: 20 de noviembre de 2016

Arquitectura y Urbanismo. Vol. XXXVII, No. 3, septiembre- diciembre 2016, ISSN 1815-5898
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Introducción
En el marco de la investigación sobre la Historia de la arquitectura y el urbanismo de Ibagué
(1883-1945), adelantada por el grupo de Estudios de Arquitectura y Ciudad (E.ArC) de la Facultad
de Tecnologías de la Universidad del Tolima, se inició un reconocimiento de los estilos presentes en
la arquitectura del periodo republicano (1880-1930). El propósito de esta identificación fue
determinar las características de la arquitectura local, conducente a la elaboración de un sistema
para su comprensión histórica y conceptual desde la academia.
Su origen se encuentra en la identificación de un vacío teórico consistente en que la arquitectura
colombiana de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX ha sido
clasificada como republicana, en atención a los planteamientos políticos nacionales. De ello se
deriva que estilos disímiles en la arquitectura como los historicistas y las vanguardias del siglo XX
sean englobados en un solo término cuyos principios fueron políticos, no arquitectónicos.
El problema teórico se ahondó con la crítica a la arquitectura del pasado que realizó el
movimiento moderno en Colombia, lo cual condujo a la instalación de prejuicios académicos sobre
el valor de lo decorativo, sin realizar distinciones precisas entre las sub-categorías estilísticas.
Posteriormente, estos conceptos fueron reivindicados por las corrientes posmodernas, aunque sin
aceptación académica mayoritaria. Actualmente, la crítica neo-moderna y posmoderna continúan el
debate desde los conceptos estéticos particulares, preservando el vacío histórico subyacente.
Además, la bibliografía existente sobre la historia de la arquitectura comparada internacional
nunca ha referenciado una obra de Ibagué. A nivel nacional, las referencias son escasas, lo cual se
comprende como una imposibilidad de las historias generales para abordar los temas locales con
profundidad. Sin embargo, es útil tanto para los estudios locales como para los generales, subsanar
los vacíos que han quedado dentro de los sistemas clasificatorios para el estudio de la arquitectura
comparada. Así, esta investigación ha construido puentes teóricos y formales que permitieron
elaborar conceptos desde lo local.
Por tales motivos, en este texto se examinan las diferencias conceptuales de cada corriente
estilística, de modo que lo republicano se desagrega en tres clasificaciones con sus correspondientes
enfoques, que son: 1) la arquitectura historicista, compuesta por sus vertientes neoclásica, purista y
ecléctica; 2) las vanguardias decorativas representadas en el art decó, el art nouveau y secesión
vienesa; y 3) las vanguardias industriales denominadas Werkbund, Bauhaus y arquitectura en
hierro, cuyas interacciones explican la amplitud e inexactitud del término republicano en la
arquitectura, además de nutrirlo.

Materiales y métodos
Durante la primera fase, de carácter exploratorio, se identificaron las construcciones locales
ejecutadas durante el recorte cronológico planteado por las clasificaciones nacionales precedentes
(1880-1930). Para ello se revisó la colección fotográfica de la biblioteca Darío Echandía, en donde
se encuentran los testimonios visuales de los edificios construidos desde finales del siglo XIX hasta
mediados del siglo XX, algunos de ellos demolidos o remodelados. Posteriormente, se verificó la
existencia de aquellos edificios en la ciudad actual y se inventariaron las edificaciones que
conservan las características de la época. Esta fase permitió identificar la prolongación de los estilos
del periodo republicano en Ibagué hasta mediados del siglo XX.
La segunda fase, de carácter descriptivo, consistió en una clasificación de los edificios a
partir del sistema de triadas compuestas por protagonistas, ideologías y estilos, lo cual significa

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reunir los grupos sociales que crearon las edificaciones, junto con sus ideologías políticas y las
características estéticas de sus obras [1]. De esta clasificación se extrajeron las construcciones que
permitieran sintetizar los principios estéticos descubiertos en cada una de las etapas de la
investigación.
La tercera fase, de carácter explicativo, consistió en la revisión de los criterios de
clasificación de las épocas y los estilos. Así, se comenzó por revisar el concepto de arquitectura
republicana y desagregar los múltiples estilos desarrollados durante el periodo, lo cual condujo a la
identificación de tres vertientes del historicismo (purista, neoclásico, ecléctico) y tres vertientes de
las vanguardias (decorativas, compositivas e industriales). A partir de esta separación de conceptos
se definieron las continuidades y discontinuidades estilísticas que no se habían abordado en la
bibliografía estudiada.
Para comprender las variaciones estéticas y conceptuales de las corrientes arquitectónicas
estudiadas, se utilizó un sistema de clasificación operado desde las variables artístico (A/),
figurativo (/F) y abstracto (/A), decorativo (D/), representadas en sus interacciones AF, AA, DF,
DA, desarrollado por Gisèle Marty para la comprender la “formación de esquemas en el
reconocimiento de estímulos estéticos” [2, 3].
Durante la fase final se aplicó el método gráfico analítico, consistente en la generación de un
diagrama de flujo con formato panorámico a través del cual se pudo revisar gráficamente la
coherencia de trabajo conceptual realizado [4]. La verificación de las operaciones entre los
componentes del sistema histórico arquitectónico permitió encontrar los conceptos de articulación
entre los historicismos y los vanguardismos.
Resultados
Se identificó una correlación directa entre las corrientes arquitectónicas y los conceptos estéticos
a nivel local. Estas correspondencias se inician con la ruptura entre el totalitarismo de la colonia, a
partir de lo cual se genera el Republicanismo, de donde procede el término de clasificación político
aplicado a la arquitectura [5]. El término republicano es claro a nivel político pero al aplicarlo en la
arquitectura se convierte en un gran contenedor en el cual se agrupan varios estilos historicistas,
decorativos y protomodernos como el neoclasicismo, los revivals, eclecticismo, art nouveau, art
decó y secesión vienesa, además de los paradigmas urbanísticos como el embellecimiento de las
ciudades (city beautiful), barrios jardín y el modelo de mejoras y ornato [6]. De este modo, lo
republicano impide la profundización en las características específicas de cada una de las
inquietudes estéticas, arquitectónicas y urbanísticas, desde principios del siglo XIX hasta mediados
del siglo XX, por lo cual se decidió nombrar cada uno de los estilos como autodeterminación de la
disciplina arquitectónica.
La investigación permitió rastrear la procedencia de las diversas expresiones estéticas en la
ciudad durante el periodo estudiado. Se observó que las dependencias del gobierno nacional
impactaron la ciudad y paulatinamente el gobierno municipal y los constructores locales asimilaron
estas corrientes y las adaptaron a las condiciones económicas y técnicas de la ciudad [7]. Estas
acciones permitieron también establecer la importancia de los estilos para la definición de funciones
durante el periodo historicista y la posterior ruptura con la tipificación de la arquitectura y la
búsqueda e incorporación de nuevas técnicas constructivas y compositivas.
A partir de los datos y los análisis realizados, se planteó un gráfico panorámico que permite la
comprensión del desarrollo de la arquitectura local de acuerdo con las tendencias estéticas de finales
del siglo XIX y principios del XX. Al estar desarrollado en una estructura de poleas, compuesta por

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engranajes conceptuales y cadenas estilísticas, se busca que, en la medida en que avancen las
investigaciones sobre el tema, se pueda recomponer y perfeccionar la estructura planteada.

Discusión
1. Síntesis contextual
El periodo republicano en la arquitectura colombiana se encuentra delimitado cronológicamente
entre 1880 y 1930, años correspondientes a la concreción de las obras neoclásicas del Capitolio
Nacional y las primeras expresiones de la arquitectura moderna [8]. Durante estos años, las guerras
civiles condujeron a la disminución demográfica del país y, simultáneamente, a la explosión urbana
como resultado de las migraciones del campo a la ciudad en procura de un alejamiento civil de las
confrontaciones armadas [9].
Las precariedades e inestabilidades económicas, sociales y políticas derivadas de las guerras, se
evidenciaron en los escasos proyectos arquitectónicos de finales del siglo XIX, caracterizados por la
implementación de las corrientes historicistas cuyo propósito fue el cambio del aspecto colonial de
las ciudades colombianas, en pos de una imagen más internacional [10, 11]. El antagonismo se
sintetiza en que la ciudad colonial se desarrollaba alrededor de las plazas y a lo largo de vías y
andenes estrechos, empedrados, terrosos y, por lo tanto, de superficie irregular [6]. La ausencia de
vegetación era un símbolo del dominio del hombre sobre la naturaleza [12]. Las superficies
irregulares de los muros fueron resultado de las técnicas de cantería y revoque en argamasa, y las
cubiertas pajizas o con tejas de barro en alero, dominaron el paisaje urbano [13, 14].
Como contrapartida, la ciudad del periodo republicano giraba en torno al parque arbolado, que
reemplazó a la plaza dura colonial. Las vías estrechas se convirtieron en amplios bulevares para la
interacción social. El mobiliario y la vegetación se integraron a los andenes en una representación
del espíritu bucólico romántico. Los muros adquirieron texturas lisas otorgadas por el revoque en
mortero y fueron decorados o “bordados” [15] con apliques en mortero con adición de yeso. Las
cubiertas quedaron ocultas al espectador por el uso de parapetos con el propósito de esconder
cualquier elemento que pudiese afear la continuidad estética urbana (figura representativa).
La creación del Departamento del Tolima y la designación de Ibagué como su ciudad capital en
1887, generaron dinámicas como la construcción de edificios que albergaran las nuevas
instituciones del Estado, como la gobernación, la estación del ferrocarril, las escuelas normales y
los colegios públicos. Todas ellas fueron construidas con cierta modestia material derivada de los
escasos fondos públicos. Sin embargo, proyectaron un sentido arquitectónico propio de su tiempo,
en el cual se buscó la internacionalización del país [16]. Para ello, el gobierno nacional convocó a
arquitectos extranjeros para operar la transformación de sus ciudades. El primero de ellos fue
Thomas Reed, arquitecto inglés encargado del diseño del Capitolio Nacional. Luego de él fueron
arribando arquitectos e ingenieros en diversas oleadas, algunos con el compromiso de formar
académicamente a las nuevas generaciones de arquitectos nacionales.
Los diseños de algunos de aquellos arquitectos llegaron a la ciudad de Ibagué, sin que existan
hasta el momento abundantes vestigios en las fuentes estudiadas como consecuencia de las
deficiencias en la conservación de los documentos en las entidades oficiales. Con el arribo de la
comunidad salesiana se dio un impulso singular al diseño y construcción debido a la necesidad
manifiesta del gobierno nacional para educar a su población con el fin de generar los nuevos
edificios para la comunidad [17]. Como consecuencia, las estéticas locales fueron resultado de los

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diversos frentes de arquitectos que se involucraron en el desarrollo de las ciudades colombianas a


principios del siglo XX.
Un primer grupo estuvo constituido por quienes trabajaron para las diversas dependencias del
gobierno nacional, desde donde diseñaron propuestas para Ibagué como el colegio de San Simón
(1893), diseñado por Leopoldo Villa [18], el Edificio Nacional (1932), de Eusebio Santa María, y el
Palacio de Justicia (1944), de Tejeiro [7]. En segunda instancia, los arquitectos salesianos operaron
la transformación del entorno urbano de acuerdo con los principios internacionales de su misión y la
formación de sus especialistas, quienes, al ser extranjeros, realizaron una rápida interpretación del
entorno al que arribaban y proponían los proyectos según la libertad que les concedía el gobierno y
en concordancia con sus propósitos estéticos e industriales [19]. Un tercer grupo está conformado
por los arquitectos nacionales convocados por la Junta de Mejoras Públicas, que desarrolló algunos
principios de la estética arquitectónica local en articulación con las demás juntas a nivel nacional
[13]. Un cuarto grupo corresponde con los estudiantes graduados de la especialidad de diseño y
construcción en la escuela salesiana, quienes se encargaron de difundir y popularizar la estética
salesiana a nivel local [1].
2. El sustrato de la estética local
La historia de estas ideas estéticas en la arquitectura no ha sido estudiada con profundidad en
Colombia. Como consecuencia, el término republicano engloba múltiples expresiones que, al ser
analizadas con mayor detalle, revelan posturas teóricas que pueden ayudar al entendimiento de la
arquitectura de principios del siglo XX desde ópticas diversas útiles al proyecto y al análisis crítico.
La primera pista para la comprensión de estas ideas procede de Thomas Reed, quien fue
convocado por el gobierno nacional en 1846 para diseñar el Capitolio en Bogotá y educar la primera
generación de arquitectos locales [8]. Silvia Arango transcribe una parte del discurso de
presentación del proyecto arquitectónico de Reed en 1847 y en ella existen múltiples claves para
comprender las inquietudes que guiaron las soluciones formales de la arquitectura local.

El texto de Reed contiene las claves de interpretación de la arquitectura a partir de los


arquetipos o formas originarias de las construcciones. De este modo, presenta al palacio de gobierno
como “la casa de todos” a la cual corresponde una
“inmensa puerta” para que entre “toda la
República”. Su característica civil condujo a la
elección de líneas de composición “largas”,
“paralelas a la tierra” y la preservación de una
elevación moderada para simbolizar “la igualdad
democrática”. En este sentido, el Capitolio retoma
la expresión de la construcción griega y romana
como modelo para presentar un palacio de
gobierno. A partir de allí, la introducción del
neoclasicismo en Colombia derivará en la
implementación de esta corriente estética para los Figura 1. Gobernación del Tolima (1930). Foto: Daniel
palacios de gobierno, tal como sucedió con la Camacho Ponce-Foto Lux (1942). Fuente: Colección
fotográfica de la biblioteca Darío Echandía del Banco de
gobernación del Tolima (1930), diseñada por Helí la República, número 15.
Moreno Otero [20]. (Figura 1)

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Reed también anuncia una característica clara y aparentemente obvia, consistente en que si bien
la altura de su edificio no supera la de la catedral su “magnitud útil” sí, lo cual expresa con
contundencia la necesidad de reservar la altura para el poder eclesiástico y la magnitud u
horizontalidad para el poder civil pues “no podría el Capitolio competir con ella en elevación, ni
debería hacerlo. Debido es que la idea de Dios nos mire de más alto, y que eleve nuestras miradas al
contemplarla” [8]. Esta apreciación deriva en la elección del lenguaje neogótico como base para el
proyecto de las iglesias por su énfasis en la verticalidad. Además, advierte que su obra es “un tanto
egipcia” lo cual es una referencia exacta a la formación de Reed en los principios académicos
ingleses, que clasifican las expresiones de la arquitectura neogótica en clásico o académico, clásico
libre, egipcio, filigrana, gótico libre, gótico rústico, gótico vernáculo, itálico, manierista, regencia
victoriana, románico, tudor, segundo imperio y victoriano georgiano [21]. Esta referencia es
fundamental porque en Colombia se suele utilizar el “estilo inglés” para todos estos estilos, del
mismo modo que se utiliza el estilo republicano para todas las expresiones posteriores a la colonia y
anteriores a la arquitectura moderna, lo cual evidencia la rapidez con la cual se han estudiado las
manifestaciones estéticas en la arquitectura local [22].
Cuando Reed asegura que se preocupó principalmente por “la solidez y la seriedad de la
expresión”, afirma también la importancia de su oficio, lo cual contradice la visión sobre la
arquitectura de finales del siglo XIX y principios del XX como una simple elección de los estilos
más convenientes para una construcción. Si hubiese sido una labor tan sencilla, los diseños
arquitectónicos hubiesen sido copias fabuladas de otras edificaciones, lo cual no sucedió. Por el
contrario, como se observará posteriormente, los diseñadores acometieron trabajos muy elaborados
con innovaciones de acuerdo con un principio que se trasluce en Reed: la proyección de una imagen
acorde con la esencia de su uso social, operación sintetizada en que “yo no he hecho en mi diseño
otra cosa que traducir en su hermosa piedra una necesidad de este pueblo”. [8]
Los adjetivos que usa Reed para describir otros edificios permiten entender la relación entre el
concepto estético, el emplazamiento y la función, como la “aislada cárcel”, la “hosca fortificación”
y el “alegre teatro” o la “situación predominante” de la catedral en la plaza. Estas apreciaciones
permiten comprender los propósitos espaciales de la arquitectura historicista en Colombia y la
coherencia con la cual fueron desarrollados los edificios en aquel momento.
También, la arquitectura historicista emite juicios de valor respecto de la arquitectura
precedente, como se advierte en la declaración de Reed frente a la estética de la catedral pues “en
materia de gusto no es culpa de Petrés si me tocó mejor época y mejor escuela” [8].Esta escuela
estuvo caracterizada por la transmisión de mensajes heroicos y moralizantes a la sociedad de la
nueva república [23], dentro del concepto de arquitectura parlante, la cual permitió a Reed asegurar
que “francamente, creo hermosa mi fachada, porque lo dice todo, y con sobriedad y energías” [8]. A
ello se suma la óptica romántica del artista que descubre el mundo desde el sentimiento y la entrega,
con la esperanza de descubrir al final su obra maestra fruto del esmerado trabajo y la entrega al
espíritu del arte [24], lo que Reed sintetiza en la expresión “No me afané por hacerla hermosa, sino
que así me resultó, interpretando con el gusto la fatalidad y esclavitud del arte” [8].
Sobre la continuidad de estos preceptos en la arquitectura de finales del siglo XIX, Arango
expone las condiciones materiales del país que impidieron la rápida construcción de las
edificaciones y el desarrollo de una cultura arquitectónica debido a la carencia de arquitectos
extranjeros de primer nivel y a la ausencia de arquitectos nacionales, por lo cual las labores edilicias
fueron desarrolladas por diversos constructores, tanto renombrados como desconocidos, que

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transformaron gradualmente las ciudades de acuerdo con las características estéticas que
observaban.
La adaptación estética local
La implementación de estos principios se observa en Ibagué con la construcción del Colegio de
San Simón (1893) y del Panóptico (1898), dos obras historicistas singulares debido a que el resto de
la ciudad conservaba características del periodo
colonial. Como es de esperarse, el colegio de San
Simón, construido por Leopoldo Villa (figura
representativa), tomó los motivos clásicos
planteados por Reed en relación con la expresión
de lo civil, y el panóptico, diseñado por el ingeniero
Mirtiliano Sicard y construido por los ingenieros
Ricardo Correa y Lisandro Herrán [25], fue una
“cárcel aislada” que adaptó los principios de diseño Figura 2. Portada neogótica en ruinas del Panóptico.
de su homólogo de Bogotá, diseñado por Thomas Foto: José Alejandro Ojeda (2015). Fuente: Grupo de
investigación E.ArC.
Reed. (Figura 2)

La singularidad de estos edificios presenta la acción del gobierno nacional, treinta años después
de la designación de Ibagué como capital departamental, lo cual concuerda con las observaciones
sobre la lentitud de las obras en el territorio nacional. Durante este periodo las obras fueron
dirigidas por el ejército, con oficiales de alto rango que ocupaban los puestos políticos [26]. De allí
entonces que el espíritu neoclásico haya sido introducido por el gobierno nacional a través de su
aparato de administración y defensa o ministerio de guerra.

Con el final de la guerra de los mil días (1899-1902), la


economía comienza a recuperarse, al igual que las inquietudes
estéticas, lo cual condujo a un desarrollo bifurcado y paralelo de la
estética local. En primera instancia, el gobierno nacional convocó a
la comunidad salesiana desde 1887, cuyo llegada aconteció en
1890, y luego el gobierno departamental los invitó en 1903 para
fundar una escuela de artes y oficios en Ibagué [27]. El sistema
itinerante misional de la comunidad salesiana permitió la venida de
diseñadores en diversos campos, incluyendo el arquitectónico,
cuyo exponente más conocido es Giovanni Buscaglione. La obra
salesiana se prolongó durante todo el siglo XX y tuvo su mayor
desarrollo historicista hasta 1942, cuando introdujeron la
arquitectura moderna en el colegio María Inmaculada [28]. Junto
con la labor salesiana se encuentran los lazaristas y los
franciscanos. Los lazaristas remodelaron la catedral en 1926 según
los planos del ingeniero de la misión ferroviaria italiana Federico
Figura 3. Iglesia de San Roque de
Ibagué (1935). Foto: Juan Camilo Pin y los franciscanos construyeron la iglesia de San Roque en
Aranzález (2012). Fuente: Grupo de 1935, con estilo neorrománico bajo la dirección del padre Aguilera
investigación E.ArC
[29]. (Figura 3)

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En segunda instancia, la Sociedad de Embellecimiento fue creada en 1905 para canalizar los
propósitos urbanísticos y arquitectónicos de las élites locales [30]. A partir de 1915 esta sociedad
cambió su denominación a Junta de Mejoras [31]. Su significado implica una variación del
concepto de embellecimiento de las superficies arquitectónicas y urbanísticas al de mejora de los
materiales de construcción. Esta junta fue la encargada de generar lineamientos para el desarrollo de
la ciudad y de convocar artistas y arquitectos reconocidos para lograr sus propósitos. Los más
representativos fueron Félix María Otálora, Helí Moreno Otero, Arturo Jaramillo Concha y Alberto
Manrique Martin. Cada uno de ellos realizó obras en Bogotá, con las cuales introdujeron los nuevos
lenguajes arquitectónicos nacionales en Ibagué.
Se comprende entonces que las dinámicas locales no estuvieron desligadas de las nacionales,
aunque tampoco fueron totalmente simultáneas debido a las claras diferencias entre el desarrollo del
centro capitalino y la periferia provincial de Ibagué. Sin embargo, esta transmisión directa de las
inquietudes estéticas se observa en el “alegre teatro” Torres diseñado por Arturo Jaramillo Concha
en 1915 (Figura 4), el neoclasicismo de la gobernación de 1930 planteado por Helí Moreno Otero y
el planeamiento del barrio Belén elaborado por Manrique Martin & Co. en 1929.

Figura 4. Fachada del teatro Tolima (1940), diseñado por Cuéllar-Serrano-Gómez y elementos ornamentales.
Dibujo digital: Janeth Restrepo (2010). Fuente: Grupo de investigación E.ArC.

A estas manifestaciones sobre las condicionantes creativas del arquitecto, de acuerdo con un
estilo como lenguaje o carácter, se suma la preocupación por la estética en el mundo industrializado
presentada por un estudiante salesiano en la revista Don Bosco de 1930.
Nuestro siglo es el siglo de la producción. Arde el mundo en un febril afán de producir,
siempre más y más […] Las humeantes fábricas del mundo industrial vomitan incansables
sus productos al mercado universal. […] Y ¿qué es lo que se produce? […] infamias y
caricaturas de la belleza. […] Amigos artesanos, luchemos nuestro arte; opongámonos
siempre y doquiera a la industrialización del arte, pues ¡el arte tiene sus derechos inviolables
de libertad y no debe ser encadenado como un vil esclavo, ni con cadenas de oro! […] Que
todo lo que hacemos lleve el sello inconfundible de la belleza y que no seamos tan ingenuos
de creer que la utilidad sea opuesta a la belleza. […] Una silla para ser utilizable no necesita

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por eso ser fea; ni un reloj por ser útil tiene necesariamente que pecar contra las leyes eternas
de la estética. [32, p.71]
Esta visión de la estética desde el campo del diseño en los talleres salesianos aporta un punto de
inflexión sobre la arquitectura de las primeras décadas del siglo XX, pues el historicismo que
imperó en las construcciones salesianas dio paso a un nuevo concepto de la producción
industrializada con la cual se introdujeron nuevos lenguajes arquitectónicos como el art decó y el
art nouveau. Esta crisis del modelo historicista se observa en la construcción del Palacio Nacional
entre 1932 y 1934, según el diseño de Eusebio Santa María, de acuerdo con los principios de la
Secesión Vienesa. A partir de aquel momento, las vanguardias decorativas y compositivas del siglo
XX se manifestaron en Ibagué, lo cual condujo a la construcción del Teatro Tolima en 1940 según
el diseño Déco de la firma Cuellar-Serrano-Gómez, el Palacio de Justicia protomoderno diseñado
por Germán Tejeiro en 1944, las viviendas del barrio La Pola que introdujeron las observaciones de
la Werkbund y las quintas del barrio Belén y el centro que acentuaron las variables zig-zag,
streamline y exóticas del art decó [33]. (Figuras 5, 6 y 7)

Edificio de apartamentos streamline, esquina de la carrera 3 con


calle 10. Foto: s/a, s/f. Fuente: Archivo de memoria visual de la
biblioteca Darío Echandía, número 79 del índice general.

Figura 5. Vivienda zig-zag, Calle 12 entre carreras


3 y 4. Foto: David Oviedo Galeano (1986). Fuente:
Archivo de memoria visual de la biblioteca Darío
Echandía, número 807 del índice general.

Vivienda exótica, Carrera 7 entre calles 9 y 10. Foto: Alberto


Suárez Casas (1986). Fuente: Archivo de memoria visual de la
biblioteca Darío Echandía, número 236 del índice general

La preocupación por las condiciones estéticas de la arquitectura y el urbanismo son notorias en


Ibagué a partir de 1935 cuando se contrató el plan urbanístico Ibagué Futuro, que planteó un

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urbanismo funcionalista como consecuencia de los principios socializados en los Congresos de


Mejoras Nacionales a partir de 1917 [34]. Sin embargo, el plan fue rechazado masivamente por
considerarlo elitista e imposible de realizar dado su elevado costo [35]. Este proyecto urbanístico
determinó también la poca relevancia de las construcciones de la ciudad, ejerciendo como constante
el desprecio por la arquitectura precedente. Algunos de sus planteamientos fueron implementados
desde finales de la década de 1940 cuando se convocó al arquitecto Juvenal Moya Cadena para
realizar algunos proyectos como la Plaza de Mercado de la calle 21 y un nuevo planeamiento
urbano para Ibagué. En este sentido, la arquitectura moderna, las viviendas y los barrios obreros, y
las edificaciones según los principios de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna
(CIAM), se superpusieron a los criterios historicistas y vanguardias de principios del siglo XX sin
ejercer un análisis crítico detallado.

3. Clasificación de los contenidos del periodo republicano


Del trasfondo teórico de las manifestaciones arquitectónicas presentes en Ibagué desde 1893 y
hasta 1945, se realizó una clasificación cuyo propósito fue el análisis de los diversos componentes
estéticos. La elección de realizar una clasificación estilística en lugar de una tipológica está
directamente ligada con la interpretación del momento histórico estudiado, en el cual los arquitectos
eligieron y propusieron estilos arquitectónicos. Aunque los análisis pueden realizarse desde diversas
ópticas, este estudio se concentró en el respeto por las condiciones estéticas del momento y la
interpretación de los propósitos de los arquitectos. De este modo, se buscó comprender los
componentes estéticos del periodo denominado republicano en la arquitectura y entender sus leyes
internas, lo cual permite observar sus edificios como una coherencia proyectual y no como
elecciones absolutamente caprichosas.
En la clasificación del periodo republicano se encontró que coexisten propósitos diversos que
van desde los historicistas hasta la producción industrial, por lo cual se propusieron cuatro
categorías para su comprensión específica: historicismo, eclecticismo, vanguardias decorativas y
vanguardias industriales. Cada una de estas categorías contiene los estilos identificados en el
transcurso de la investigación, del modo en que se expresan a continuación.

Historicismo
Está conformado por una vertiente neoclásica, inspirada en los
códigos de las arquitecturas griega y romana. Sus promotores fueron
las dependencias de los gobiernos nacional y departamental. Como
consecuencia, se observa el neoclasicismo en el Colegio Nacional de
San Simón (1893), el Panóptico (1898) y la gobernación del Tolima
(1930).
La segunda dimensión es el historicismo purista o revivalista,
correspondiente con la acción de las órdenes religiosas, encargadas de
implementar lenguajes arquitectónicos verticales, según su misión
divina. Para ello, retomaron el neorrománico en la iglesia de San
Roque y el neobizantino en la iglesia del Carmen (Figura 8). Como
consecuencia, se alejaron el lenguaje estatal neoclásico, caracterizado Figura 8. Iglesia del Carmen de
por las líneas horizontales o paralelas al mundo de lo civil, según Ibagué (1954). Foto: Juan
Camilo Aranzález (2012).
Thomas Reed. Fuente: Grupo de Investigación
E.ArC.ArC.

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La tercera variante es el historicismo ecléctico, dominante en la arquitectura residencial como


consecuencia de la asignación de estilos a sus usos, de modo que la arquitectura estatal fue
neoclásica, la religiosa revivalista y la residencial expresaba todas las formas del buen gusto del
arquitecto y del morador, lo que significa “el placer de simple reflexión” [36, p.85], “el puro deleite
visual” [37] o la capacidad del arquitecto para ordenar los elementos de un “modo científico” o de
acuerdo con las leyes académicas [38]. (Figura 9)

Figura 9. Historicismo ecléctico. Casa Pinto Jiménez, Carrera 2 entre calles 13 y 14.
Foto: Juan Camilo Aranzález (2012).

Las vanguardias decorativas


Durante el periodo estudiado existieron también manifestaciones que se separaron de la visión
historicista y asimilaron las exploraciones de las artes decorativas como la secesión vienesa, el art
nouveau y el art decó. El principal vehículo de inclusión de estos planteamientos fueron las
exposiciones nacionales y locales que tomaron el modelo de las ferias internacionales desarrolladas
en París, Londres y Chicago. En Colombia, la exposición de mayor impacto fue la del Centenario
de la Independencia de 1907 en Bogotá [39], que repercutió en la realización de la exposición
agroindustrial de Ibagué en 1909 [13]. No existen vestigios sobre los pabellones de exposición en
Ibagué pero se advierte la constante influencia de las dinámicas nacionales, observada en el sustrato
estético del periodo estudiado, de modo que es previsible que la organización de la feria tomara
como modelo la de Bogotá.
La secesión vienesa, el art nouveau y el art decó se manifestaron tempranamente en las artes
gráficas, como se observa en los motivos decorativos de la papelería notarial diseñada por los
talleres salesianos [1]. Su incorporación en la arquitectura aconteció mediante motivos decorativos
evidentes en las construcciones de la orden religiosa, con su consecuente popularización en la
arquitectura residencial, que implementó las innovaciones que se diferenciaran de las obras
gubernamentales y las religiosas. Como consecuencia, los motivos de las vanguardias decorativas
dominan en las viviendas construidas después de 1921 y los motivos historicistas escasean.
El palacio nacional de 1934 es una excepción estilística porque es el único edificio en el cual se
observan los principios de la secesión vienesa. (Figura 10) El art nouveau tuvo una difusión
abundante como elemento de decoración ensamblado en las construcciones art decó, pero no se

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desarrolló como arquitectura independiente. (Figura 11) El art decó fue un estilo mucho más
difundido, tanto en las obras civiles del Teatro Tolima como en las residenciales del barrio Belén.
Adquirió independencia (o pureza) al final de la década de 1930, pues fue el último estilo de las
vanguardias decorativas en presentarse, con lo cual logró articularse tanto con el historicismo como
con el cambio conceptual enarbolado por la arquitectura moderna que promovió la pureza estilística
en reacción contra el eclecticismo [40].

Figura 10. Edificio Nacional (1932-1934), diseñado por Eusebio Santa Figura 11. Baranda nouveauen el claustro San
María. Foto: s/a (1938). Modelo 3D: Andrés Rondón (2014). Fuente: Jorge (1918-1934), diseñada por Alberto
Grupo de investigación E.ArC. Zannoni. Fotos del autor (2015).

Los eclecticismos y el giro conceptual


Este ensamble de estilos generado por las vanguardias decorativas condujo a la búsqueda de una
explicación acerca de las causas por las cuales los estilos definidos como historicistas
desembocaron en construcciones sin determinaciones estilísticas. La primera apreciación es que en
este momento se terminan los estilos y emerge una nueva manera de hacer arquitectura. La segunda
apreciación se derivó del estudio de la obra de Loustau [41], quien estudió en Uruguay la
arquitectura francesa, término con el que también es conocida en Colombia. En su libro, tomó
como base la obra de Victor Rabu, quien utilizó en la Capilla Jackson el “eclecticismo historicista”
y en la Casa Fynn el “eclecticismo sincrónico o exótico”.
Sobre esta clasificación, la investigación encontró y propuso una independización entre lo
sincrónico y lo exótico, determinando que eclecticismo sincrónico es aquel en el cual se
ensamblaron las vanguardias del momento (secesión vienesa, art nouveau y art decó), y el
eclecticismo exótico se caracteriza por la interacción entre las vanguardias y algunos conceptos de
arquitectura no occidental, como las construcciones de las culturas precolombinas, egipcia y
oriental. Completando la tríada, se operó una corrección de términos al “eclecticismo historicista”
planteado por Loustau, de acuerdo con la consideración que el movimiento arquitectónico fue el
eclecticismo y su condición lo histórico, de modo que se cambió el eclecticismo historicista (que
significaría dos movimientos en uno) por el eclecticismo histórico, el cual articuló las vanguardias
decorativas con el historicismo ecléctico.
Es importante anotar que Loustau usó como término base el eclecticismo, lo que quiere decir que
el centro de su clasificación no es lo historicista sino el pensamiento ecléctico. Este cambio de
orden en las palabras implica una independencia y jerarquía de lo ecléctico que pasó de ser

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sucedáneo del historicismo para convertirse en guía de las expresiones posteriores. De allí se dedujo
que el eclecticismo fue el puente de la transformación entre los historicismos y las vanguardias
porque permitieron un énfasis decorativo o embellecedor sin continuar con los motivos de la
antigüedad [42].
Las vanguardias industriales
Las tendencias de los nuevos modelos de diseño industrializado cambiaron los modos de hacer
arquitectura, por lo que la apariencia escogida para las construcciones estatales se debió a los
motivos de vanguardia. Por ejemplo, el Palacio Nacional implementó los principios de la secesión
vienesa y el Palacio de Justicia generó parámetros protomodernos [43]. Estas dos obras se diseñaron
desde el Ministerio de Obras Públicas, por lo cual presentan directamente la labor del gobierno
nacional moderno, del mismo modo que el Colegio de San Simón y la gobernación representan el
momento historicista. Fueron construcciones aisladas, en tanto que la arquitectura local continuaba
con el modelo de estilos o lenguaje historicista.

Debe resaltarse también que se rompe la sujeción a preceptos sobre cómo debían ser los edificios
estilísticamente según su uso, hecho que caracterizó al momento historicista precedente. En su
lugar, se observa una búsqueda por incorporar novedades técnicas en las construcciones, como las
del granito lavado en las fachadas para modificar las texturas lisas del periodo historicista, y la
importancia de la composición volumétrica sobre la decoración, característica sobresaliente en las
molduras horizontales y las curvas en las esquinas de las construcciones streamline.

Esta búsqueda técnica y compositiva


incorporó las exploraciones de la Bauhaus, lo
cual permitió dotar a las construcciones de planos
con mayor relevancia que los apliques
decorativos. Es característica notoria la presencia
de ventanería estandarizada en el barrio Belén,
junto con la implementación de texturas y la
superposición de planos en fachadas y balcones.
La transformación y la fusión entre el art decó
inicial del barrio hasta las expresiones
industrializadas, están directamente ligadas con
la obra de Manrique Martin, quien diseñó Belén
y tuvo la oportunidad de influenciar su desarrollo
Figura 12. Vivienda del barrio Belén con influencias de la
arquitectónico a través de su firma [44]. (Figura Bauhaus. Carrera Séptima entre calles 7 y 8. Fuente: Grupo de
12) investigación E.ArC (2014).

En el barrio La Pola, la influencia más notoria es la Werkbund, cuya explicación se encuentra en


su desarrollo desde mediados del siglo XX, como vivienda obrera dirigida por el gobierno
municipal. El concepto de vivienda obrera partió de la interpretación de los espacios esenciales para
el desarrollo urbanístico armónico de la ciudad a partir de 1934, cuando se comenzó a elaborar el
plan Ibagué Futuro [45]. Las ideas allí consignadas provinieron de las experiencias adelantadas en
los congresos nacionales que tomaron algunos ejemplos internacionales en los cuales la vivienda

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mínima procedía de lo esencial de la casa de campo inglesa, observado por Muthesius y Tessenov
[46]. (Figura 13)

Figura 13. Vivienda en el barrio La Pola con influencias de la


Werkbund. Esquina de la carrera 3 con calle 6. Fuente: Grupo de
investigación E.ArC

Esta división inicial entre La Pola como barrio de vivienda obrera y Belén como barrio jardín,
incentivaron la diferenciación entre sectores urbanísticos y la presencia de estilos diferenciados a
pesar de conservar simultaneidad en su construcción. La división predial de La Pola fue operada por
el gobierno municipal como continuación de la retícula urbana del centro, mientras que Belén fue
un desarrollo inmobiliario privado. De este modo, La Pola se acercó mucho más a los
planteamientos modernos estatales, mientras que Belén conservó cierto pintoresquismo propio de
las viviendas aisladas del centro de la ciudad.
Finalmente, la huella de la arquitectura en hierro no es evidente en la ciudad pero puede
apreciarse como superposición al historicismo en las obras civiles. Este caso se presenta en el
parque centenario, cuya estética historicista se caracteriza por balaustres y luminarias decoradas,
mientras que los demás puentes de la ciudad fueron creados como vigas huecas con el propósito de
conectar sectores, sin dotarlos de los preceptos de embellecimiento dominantes, por lo que
aplicaron las tendencias funcionalistas que se incorporaron formalmente a la ciudad en 1935.
(Figura 14)

Figura 14. Puente sobre el río Coello en Ibagué, diseñado por


Mirtiliano Sicard. Foto: José Alejandro Ojeda (2014). Fuente: Grupo
de investigación E.ArC

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Conclusiones
Se distinguen tres corrientes arquitectónicas principales dentro del periodo republicano: la
historicista, la ecléctica y la industrial. Los traslapes, solapes o procesos de interacción entre ellas
permiten comprender que existieron, simultáneamente, continuidades y divergencias. Las
continuidades fueron dominantes y ello conduce a la siguiente línea argumental: la ruptura u
oposición entre las idealidades arquitectónicas, que fue más dramática en el campo conceptual
profesional que en el constructivo, por lo cual es mayor el número de edificios que mezclan estilos
derivados de las diversas vanguardias y menor el número de estilos puristas.
Las explicaciones para esta distancia entre lo conceptual y lo práctico se hallan en el campo
académico, pues la mayoría de las obras fueron realizadas por arquitectos empíricos, de modo que
la aproximación a los purismos de la arquitectura moderna coincide con las primeras generaciones
de arquitectos colombianos formados en el exterior. De ello se desprende la definición propuesta
para la arquitectura del periodo republicano como aquella caracterizada por un goce o deleite
visual de los elementos arquitectónicos (compositivos, constructivos y decorativos) sin que existiera
una polarización sobre la arquitectura ideal.
El caso de la arquitectura en hierro permite evidenciar lo poco apreciado del nuevo desarrollo
tecnológico hasta que el art nouveau le otorgó características ornamentales. Por esa línea de
reflexión es también comprensible por qué una vanguardia decorativa como el art decó se acopló
con los historicismos y las vanguardias industriales espontáneamente, pues ello evidencia que los
constructores usaron los lenguajes antiguos y nuevos a placer, con la libertad de la moda y de la
producción industrial, hasta que la radicalización de la estética arquitectónica fue operada por
arquitectos profesionales.
Para explicar la continuidad e interacción de las tendencias estéticas del periodo republicano, se
escogió la figura de las escuelas de artes y oficios, dirigida por la comunidad salesiana. Al observar
las páginas de diseño de la comunidad religiosa en Ibagué, pudo identificarse la presencia de
motivos de las corrientes historicistas, de las vanguardias decorativas y de las vanguardias
industriales. Estas páginas de diseño producidas en la imprenta salesiana constituyeron la papelería
legal de las empresas de la ciudad y, por lo tanto, representan el repertorio visual urbano. A ello se
suma que las primeras generaciones de arquitectos fueron formados en las escuelas de artes y
oficios dirigidas por los salesianos, cuyos miembros viajaron alrededor del mundo transportando
conocimientos.
Esta escuela fue la encargada de preservar el conocimiento de los materiales, del oficio de la
construcción y las posibilidades estéticas de las vanguardias. Su función consistió en ampliar el
radio de acción de las obras del gobierno nacional, lo que guió el desarrollo de la arquitectura local,
al servir de articulador. De este modo, la escuela de artes y oficios fue la encargada de operar el giro
conceptual en la arquitectura local, que permitió el paso de lo historicista a lo eclecticista y, con
ello, hacia las vanguardias industriales y el inicio de la arquitectura moderna. (Figura 15)

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Secretaría de Cultura y Turismo del Valle del Cauca, 2003.

Andrés Francel
Arquitecto, Doctor en Historia (UNTREF). Profesor del Programa de
Arquitectura de la Facultad de Tecnologías de la Universidad del Tolima.
Grupo de Investigación E-Arc (Estudios de Arquitectura y Ciudad). Director de
la revista B33 Arquitectura. [email protected]

José Alejandro Ojeda


Arquitecto, Magíster (c) en Diseño Arquitectónico Avanzado (UBA). Profesor
del Programa de Arquitectura de la Facultad de Tecnologías de la Universidad
del Tolima. Grupo de Investigación E-Arc (Estudios de Arquitectura y
Ciudad). [email protected]

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