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Colección de Ciencias Sociales

Modalidades
de abordaje metodológico

Departamento de Prácticas de Investigación

Lic. Raúl Zepeda López


Compilador

Universidad de San Carlos de Guatemala.

Guatemala, noviembre 2016.


Universidad de San Carlos de Guatemala.

ISBN: 978-9929-702-14-1
Primera edición, 2017
Colección de Ciencias Sociales
Centro de Estudios Latinoamericanos “Manuel Galich” (CELAT)
Escuela de Ciencia Política
Universidad de San Carlos de Guatemala

Diseño e impresión: Litografía Mercurio (2251 3245)

La presente compilación de textos de autores seleccionados se realiza con el exclusivo


propósito de poner al alcance de estudiantes, docentes e investigadores de la Escuela de
Ciencia Política, algunos de los más importantes aportes de pensadores preocupados
por los desafíos que plantean los procesos de reflexión teórica sobre la producción de
conocimiento en ciencias sociales.

Queda prohibida la reproducción parcial o total del presente texto por cualquier tipo de
soporte, sin la autorización expresa del autor, quién tiene reservados los derechos de ley
correspondientes.
Índice

1. Alfredo Tecla, NATURALEZA DEL PROBLEMA CIENTÍFICO,


en Metodología en las Ciencias Sociales. 9

2. Hugo Zemelman, DIALÉCTICA DE INSTALACIÓN- APROPIACIÓN


DEL MUNDO Y LA RACIONALIDAD DE SU DISCURSO,
en Sujeto: existencia y potencia. 49

3. Miguel Beltrán, CINCO VÍAS DE ACCESO A LA REALIDAD SOCIAL,


en Cinco vías de acceso a la realidad social. 67

4. Francisco R. Dávila, PAPEL DE LA TEORÍA


EN LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA. 117

5. Jaime Osorio, ESPESORES, TIEMPO Y ESPACIO: TRES DIMENSIONES


PARA DESARMAR Y RECONSTRUIR LA REALIDAD SOCIAL,
en Fundamentos del análisis social 139

6. Hugo Zemelman, CONOCIMIENTO Y SUJETOS SOCIALES,


en Conocimiento y sujetos sociales, contribución al estudio del presente 157

7. Carlos A. Sandoval Casilimas, ENFOQUES Y MODALIDADES DE


INVESTIGACIÓN CUALITATIVA: RASGOS BÁSICOS,
en Investigación cualitativa. 175

8. Witold Kula, EL PASADO EXPLICA EL PRESENTE,


en Problemas y métodos de la historia económica. 197

9. Luis Bate, NACION, CLASES Y ETNIAS,


en Cultura, clases y cuestión étnico-nacional. 213

10. Miguel Martínez Miguélez, ETNOMETODOLOGÍA E


INTERACCIONISMO SIMBÓLICO en La Etnometodología y
el interaccionismo simbólico: sus aspectos metodológicos específicos. 233

11. Néstor Braunstein, EL PROBLEMA DE LA MEDIDA EN PSICOLOGÍA,


en psicología: ideología y ciencia. 249

12. Celestino del Arenal, EL MÉTODO EN LAS RELACIONES


INTERNACIONALES, en Introducción a las Relaciones Internacionales. 261

13. Rubén Cuellar, CIENCIA Y RELACIONES INTERNACIONALES,


en Revista Multidisciplina de la facultad de estudios superiores Acatlán. 277

14. Jean- Fabien Spitz, LA JUSTIFICACIÓN RACIONAL DE LAS TEORÍAS


POLÍTICAS, EL PROBLEMA DE LA JUSTIFICACIÓN EN LA TEORÍA DE
LA JUSTICIA DE JOHN RAWLS, en Teoría Política y Comunicación. 303
Presentación
Es un compromiso académico de la Escuela de Ciencia Política
contribuir a la sostenibilidad de los procesos formativos de orden teórico,
metodológico y práctico de los docentes, estudiantes e investigadores en
ciencia política, relaciones internacionales y sociología, como parte del proceso
de readecuación en que la misma está comprometida. Con tal propósito, con la
coordinación del Licenciado Raúl Zepeda López, se ha procedido a preparar
tres compilaciones de textos, que incluye trabajos correspondientes a diversas
expresiones teóricas, metodológicas y de experiencias de investigación de
autores que con sus reflexiones han contribuido al desarrollo de enfoques
que orientan las ciencias sociales en diversas direcciones: el positivismo, el
estructural funcionalismo, el formalismo, el interaccionismo simbólico, la
teoría de sistemas, el marxismo y el pensamiento crítico latinoamericano.

La riqueza del pensamiento científico social, complejo, diverso y


contradictorio, tiene por lo general como trasfondo las exigencias específicas
de la realidad latinoamericana, en sus antecedentes, procesos de desarrollo,
imaginarios y proyectos de sociedad. Por supuesto que se vuelve difícil la
selección de autores y textos, tarea en la que se tuvo en cuenta las sugerencias
de varios docentes e investigadores.

Esperamos que los textos seleccionados favorezcan y potencien la vida


académica y motiven a docentes, investigadores y estudiantes de las carreras
de ciencia política, sociología y relaciones internacionales, a profundizar en
el conocimiento de los múltiples aportes, acudiendo a las fuentes originales
y diversas contribuciones bibliográficas de los autores consultados. Las
profundas reflexiones de los mismos corresponden a los diversos y fecundos
debates que en sus comunidades académicas han desplegado a lo largo de
sus fructíferas vidas.

Los compendios preparados incluyen tres dimensiones básicas, teórico-


epistémica, metodológica y técnicas que, aunque específicas, se articulan
entre sí, a saber:

(1) Reflexiones teóricas de la investigación. Dedicado al análisis de


cuestiones como la naturaleza del conocimiento y de la ciencia, las formas
de apropiación conceptual de la realidad social, el dinamismo, historicidad
y complejidad de ésta, así como la necesidad de explicitar los fundamentos
epistémicos en que se sostiene el discurso científico.

iv
(2) Modalidades de abordaje metodológico. En el mismo son abordadas
cuestiones como la naturaleza del problema científico y la construcción del
objeto, las vías de acceso a la comprensión conceptual de la realidad social y
su reconstrucción teórica, las formaciones socioculturales, la cuestión de la
medición en ciencias sociales y el papel de los sujetos y sus proyectos sociales.

(3) Prácticas de investigación. Incluye textos relacionados con el trabajo


en la investigación bibliográfica, documental y hemerográfica. Plantea la
necesidad de explicitar y reconocer el papel de los supuestos teóricos. Examina
el valor del análisis de contenido y el papel de los grupos de discusión en
la investigación social. Se trata de exposiciones interesantes, profundas y
polémicas. Unas derivadas de diversas experiencias investigativas y docentes,
otras son derivadas de diversos recorridos intelectuales que los autores han
realizado sobre los procesos de construcción del conocimiento, asociados a la
necesidad de la comprensión de la complejidad de la realidad social.

En estas condiciones es necesario polemizar con la noción de plana,


lineal, ahistórica y descomprometida con la realidad que es investigada.
Comprender la necesidad de visualizar la existencia diversos procesos de
desarrollo, espesores, ritmos y temporalidades del objeto que se investiga, así
como el papel de los actores que dinamizan los procesos de desarrollo, de sus
horizontes ideopolíticos y de sus proyectos de sociedad.

En la preparación de estos compendios fue valioso el aporte de las bachilleres


Ingrid Kill Castillo y de Tania Sandoval Moreno, ambas estudiantes de último
semestre en la carrera de Relaciones Internacionales. Se contó también con
el importante apoyo de Sthepany Kill Castillo, de la Escuela de Ciencias
Psicológicas y personal de secretaría de la Escuela. Su esfuerzo y diligencia
facilitaron la cuidadosa transcripción o revisión de textos. La preparación
del diseño de las obras estuvo a cargo de Diana Zepeda Gaitán. A cada una,
nuestro reconocimiento.

Guatemala, noviembre de 2016.

Dr. Marcio Palacios Aragón


Director de la Escuela de Ciencia Política
UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA.

v
Introducción
La comprensión de la complejidad de la realidad social obliga a reconocer
la certeza de que no existe una única forma de producir conocimiento. No
existe un solo método de investigación en ciencias sociales, pero existen
criterios teóricos generales, derivados de la generalización de reflexiones
sobre procesos investigativos, que tienen relativa validez en unos o en
otros enfoques.

La pluralidad metodológica que caracteriza esta compilación tiene como


primera razón el reconocimiento de la pluralidad de la realidad social, así
como de las concepciones, paradigmas y enfoques teóricos y metodológicas
de los investigadores sociales, que a lo largo de dos siglos han contribuido al
desarrollo de las ciencias sociales, ya como teoría social o como práctica de
producción de conocimiento referida a prácticas de conocimiento específicas.

Reconocer la existencia de simultáneos procesos de desarrollo, espesores,


ritmos, temporalidades y sentidos en los diversos objetos de investigación,
obligan al diálogo interdisciplinario, así como al rotundo rechazo a
la pretendida uniformidad de criterios metodológicos impuestos por
exigencias administrativas. Pretende también recuperar la crítica
epistémica, entendida como exigencia para quebrar estilos formalistas,
deductivistas y clasificatorios del razonamiento que, como estilos docentes
encubiertos en la “libertad de cátedra”, disimulan la incapacidad para ir
más allá de los planteamientos que impone el colonialismo epistémico que
promueve el orden establecido por medio de sus núcleos de intelectuales.
Un postulado obligado en las ciencias sociales consiste en admitir que
la realidad social es construida, que no está dada de antemano y para
siempre. Que es resultado de la práctica social de hombres y mujeres
en determinadas condiciones concretas. Esto lleva a renovar el valor
primigenio de la práctica social y política que se expresa en las interacciones,
relaciones y luchas sociales, en los imaginarios, discursos, proyectos de
sociedad y estrategias políticas que, como fuentes de conocimiento pueden
estar incubando las interrogantes que podrían atender los investigadores
sociales convencidos de que la investigación, como forma de producción
de nuevo conocimiento, va más allá de la deducción de conclusiones de
marcos teóricos preestablecidos.
vi
Lo dicho plantea la necesidad de sistematizar las experiencias investigativas,
propiciar los debates teóricos y metodológicos, así como aprovechar los
esfuerzos de “artesanía intelectual” que se expresan en las descripciones
de los procesos investigativos, bajo la consideración que los procesos de
investigación no son inéditos, sino deudores de esfuerzos anteriores y punto
de partida para nuevas reflexiones. Quebrar el formalismo que imponen
las teorías sacralizadas es una necesidad epistémica para construir nuevo
conocimiento. La historia de la ciencia lo testimonia esa rebeldía prometeica
para no seguir pensando más de lo mismo de la misma manera.

La compilación pretende romper el añejo esquema que asume los métodos


de manera formalizada, como formas preestablecidas de razonamiento,
que exigen asumirlos y aplicarlos como parte de un razonamiento
procedimental y tecnocrático. Afirmar que se hará “uso” de tal o cual
método poco dice respecto del despliegue de formas de razonamiento que
exigen las estrategias de investigación preocupadas por la producción de
nuevo conocimiento, pero sí retratan los pocos esfuerzos del investigador
para asumir los desafíos que imponen los tiempos que vivimos.

Suponemos que aún las recetas de cocina reclaman de los protagonistas


autonomía intelectual y creatividad para desplegar el pensamiento ante
las nuevas exigencias que plantean las condiciones concretas. De manera
que el método, como forma de abrir y desplegar el razonamiento pueda
ser capaz de hacer transitar la conciencia teórica por los inéditos recorridos
condicionados, no de manera mecánica, por las especificidades del
pensamiento epistémico.

Si la discusión sobre los textos seleccionados estimula la necesidad de


propiciar nuevos debates académicos en beneficio de la actualización
teórica y metodológica de la docencia y la investigación en la Escuela de
Ciencia Política, estaremos seguros de haber logrado uno de los objetivos
centrales en la producción de estos compendios.

vii
1
NATURALEZA DEL
PROBLEMA CIENTÍFICO

Alfredo Tecla

Tecla, A. (1980).
Metodología en las Ciencias Sociales (Paquete didáctico).
Cuaderno No. 4
Naturaleza del problema científico

Considerar al objeto de estudio en términos de “problema”


o conflicto social es secundario. Problematizar, desde el punto de
vista del método científico, significa precisar, delimitar el objeto de
estudio en cuanto al tipo de importancia de las relaciones posibles
entre cierto número de fenómenos sociales.

Queda clara, pues, la distinción entre “problema” y conflicto


o problema social. Sin embargo, para precisar el carácter abstracto
del problema y su distinción de la realidad, nos puede servir de
punto de referencia Althusser. El problema, dice Althusser, “es la
manera de reflexionar acerca de un objeto” y en esto tiene razón,
pero esto no es más que el reconocimiento del carácter abstracto
del problema y que, ciertamente, tal reconocimiento dirime cuentas
con el idealismo en cuanto a no confundir e identificar el nivel de
la problemática con el de la realidad, empero, esto que parece a
simple vista, sencillo, en verdad no es tanto así. El mismo Althusser
se encarga de demostrarlo cuando habla de “problemas teóricos”; y
afirma que el problema no es más que el enunciado teórico de una
solución práctica. Si Althusser agrega al “problema” el término de
“teórico” para significar su carácter científico ¿por qué no llamarlo
problema científico para distinguir simple y sencillamente a la
manera científica de reflexionar acerca de un objeto de cualquier otra
manera de reflexionar?
Colección de Ciencias Sociales

Desde el punto de vista de la estrategia de la investigación


el problema es el enlace entre el marco teórico, lo concreto mental
ya elaborado y el objeto de estudio, o sea lo concreto sensible. La
problematización en este sentido, es ya una elaboración teórica
sobre la realidad. Aquí se observa también la relación dialéctica
entre el problema y el objeto de estudio. Recordemos que para
Weber el problema se deriva no del objeto de investigación, sino de
la orientación subjetiva, del punto de vista del investigador. Desde
nuestro particular modo de ver esta situación, consideramos que lo
subjetivo en el investigador está determinado por su posición de
clase y por los elementos teóricos cognoscitivos de los que dispone,
factores que inciden en la selección del objeto de estudio y en la
forma y carácter de los problemas que se plantean. O sea, que la
llamada subjetividad no está determinada por la voluntad o capricho
del investigador, sino por factores objetivos, es decir, por factores
sociales y gnoseológicos. (…)

Así pues, el planteamiento del problema tiene que echar mano


de un determinado cuerpo de categorías. El problema científico tiene
una forma de existencia subjetiva; la objetividad depende de su
contenido, lo mismo que cualquier concepto o modelo teórico; esto
lo distingue de la realidad objetiva. Por otra parte, el problema es en
sí una selección de ciertos elementos y por tanto una reducción de la
realidad objetiva. Los seleccionados son aquellos que se consideran
esenciales o fundamentales para la comprensión o explicación de esa
realidad.

El planteamiento del problema y el marco teórico

El planteamiento del problema revela ya el marco teórico


de referencia, se inserta en un marco teórico determinado. Cuando
Durkheim se pregunta, por ejemplo, si la división del trabajo ha
impedido que la selección natural se de en la sociedad de la misma
manera que se da en el orden biológico, nos está revelando su
trasfondo conceptual: en este caso, aquellas teorías que sostienen
12
Modalidades de abordaje metodológico

que en el mundo de lo social operan las mismas leyes que en el


mundo biológico. Desde el planteo del problema aparece la filiación
social darwinista de Durkheim. Sin embargo, si nos limitamos a la
enunciación del problema no siempre aparece con claridad el fondo
teórico. Esto se debe a la utilización de los mismos términos como
“clase social”, “emigrantes”, “familia”, etc., de tal modo que la
filiación teórica aparece solamente cuando se definen los términos.
El problema exige la utilización de categorías precisas, si se habla
de “poder político”, “institución”, “cultura”, “ideología”, etc., es
necesario definirlas de acuerdo con un determinado marco teórico.
De esta manera, el problema aparece no sólo como el hilo conductor
que va a orientar nuestra investigación. Tiene razón algunos autores
cuando señalan que el planteo correcto del problema significa poner
a disposición del investigador las categorías metodológicas que van
a guiar su investigación. Si caemos en cuenta de que el problema es
la base para la construcción de las hipótesis, resulta evidente no sólo
su importancia teórica y metodológica sino también su importancia
práctica.

El planteamiento del problema nos lleva a reflexionar sobre


varias cuestiones; aquí queremos destacar las siguientes:

a) Validez teórica:
Dentro de lo que podríamos denominar “validez teórica” del
problema, podemos mencionar, en primer lugar la comprobación
de que se trata de un problema nuevo o no resuelto aún, y para
el cual existen los conocimientos acumulados necesarios para
resolverlo.

b) Justificación del problema:


En cuanto a su justificación cabe preguntarse si la investigación
y solución del problema contribuye a un determinado fin social.
En este punto existen diferentes criterios; de cualquier manera
es conveniente señalar la relativa autonomía de la ciencia, y el
carácter de clase de las disciplinas sociales.*
13
Colección de Ciencias Sociales

c) Selección del problema:


Respecto a la selección del problema, ésta se debe hacer en base
a una jerarquización de los problemas tomando en consideración
los puntos anteriores y además un balance o evaluación de los
recursos y el tiempo con que se cuenta para su posible solución.

El problema se puede considerar como el detonador que


desencadena toda una serie de reacciones que conducen a la
obtención de un conocimiento nuevo. Los problemas surgen cuando
las teorías, modelos y leyes no alcanzan a explicar los hechos o no
concuerdan con los nuevos hechos.

La fundamentación del problema

La fundación del problema requiere de su inserción en


determinado cuerpo de conocimiento, del manejo crítico de las teorías
anteriores y de su adecuación en los términos específicos del objeto
de estudio. Esto significa que el problema debe estar formulado en
los conceptos de la ciencia, es decir, partiendo de los sistemas de
conocimiento científicos ya elaborados. Cuando Marx se pregunta
si la “peregrina” mercancía fuerza de trabajo posee un valor como
todas las demás mercancías, plantea el problema de “¿cómo se
determina este valor?”. Marx fundamenta el problema partiendo
de las contradicciones de la fórmula general (D-M-D) y dice: “La
forma de circulación en que el dinero sale de la crisálida convertido
en capital contradice todas las leyes que dejamos expuestas acerca
de la naturaleza de la mercancía, del valor, del dinero, de la propia
circulación. Lo que distingue a esta forma de la circulación simple
de mercancías es la serie inversa en que se desarrollan los dos
procesos antagónicos, que son los mismos en ambos casos: la venta
y la compra. ¿Cómo se explica que esta diferencia puramente formal
haga cambiar como por encanto el carácter de estos procesos?...”*
La clave para Marx está en el análisis de la mercancía fuerza de
trabajo. Otro ejemplo será suficiente por el momento para ilustrar la
fundamentación del problema: Cuando Weber se propone investigar
14
Modalidades de abordaje metodológico

por qué en un momento dado la sociedad moderna ha conocido


una mutación importante, o sea el nacimiento del capitalismo, lo
fundamenta indicando que es verdad que otras sociedades habían
conocido fenómenos como la usura o la organización de intercambios
dentro de un mercado. Pero nunca, ni en ningún otro lugar, se había
asistido a la generalización de la inversión y de la acumulación del
capital que caracteriza a Europa occidental desde el siglo XVI. **.

En la ciencia guardan un gran valor no sólo la construcción de


teorías sino también los planteamientos de problemas. NO son pocas
las ocasiones, en la historia de la ciencia, que de la labor realizada
por algún científico sólo quedan en pie los problemas planteados,
en espera de que algún investigador encuentra la solución correcta;
ejemplos a la mano, son los de la naturaleza de la luz, que viene
desde la antigüedad, igualmente la electricidad, la semejanza entre
los animales y, más recientemente, el problema del cambio entre
las especies planteado por Lamarck, etc., etc. En el terreno de las
ciencias sociales, cuestiones como las diferencias y semejanzas en el
modo de vida de los pueblos, la influencia del factor geográfico han
representado problemas a resolver desde los tiempos más antiguos:
más recientemente, el problema de la fuente de la riqueza, el carácter
del trabajo, etc., que fueron tratados, pero no resueltos, por los
fisiócratas y por los economistas clásicos ingleses. Recordemos por
último que Marx y Engels dejaron un buen número de problemas
planteados sobre cuestiones como las clases sociales, la ideología, el
Estado, etc. (…)

Así pues podemos distinguir ya tres momentos que convergen


el planteamiento del problema: la selección del objeto de estudio,
su delimitación en base a la determinación de la abstracción inicial
y la fundamentación del problema que consiste, esencialmente, en
relacionar el marco teórico general con el marco teórico específico.
Cuando se llega al planteo del problema quiere decir que tenemos
resuelto el nivel de análisis o sea el contexto en que ubicamos
nuestro objeto de estudio, y la orientación, el ángulo desde el cual
15
Colección de Ciencias Sociales

enfocamos la investigación. En cuanto al nivel de la investigación se


pueden distinguir los problemas que se refieren a la sociedad global
de los que se refieren a una de sus partes, ya sea como elemento,
estructura o proceso (ver las clasificaciones de Boudon y Vetter),
y en estos últimos se pueden distinguir aún diferentes niveles de
particularidad. Las investigaciones pueden ser caracterizadas por el
tipo de problemas que plantean para su estudio. (…)

Sin perder de vista el nivel de análisis y el carácter de la


investigación, los problemas nos precisan el ángulo del análisis. Hay
que hacer la observación de que el problema se puede formular en
forma interrogativa o en forma conminatoria, por ejemplo: ¿Qué es
una clase? ¿Cuáles son las formas de control ideológico de la clase
obrera? O bien “determinar las formas de control político en el
campo” o “encontrar las formas de producción precapitalista”, etc.,
etc. La forma de enunciar el problema se remite a fin de cuentas al
ángulo de análisis, que puede ser expresado a través de la conjunción
causal “por qué”, de los adverbios “cómo”, “cuándo” “dónde” o
de las preposiciones “cuál”, “qué”, “quién”. La forma de enunciar
el problema tiene importancia porque nos está señalando si lo que
vamos a investigar es una relación causal, estructural o espacio-
temporal. **** La conjunción, la preposición y el adverbio es lo que
Bunge llama “generador”, este autor distingue también la “variable
individual” de una “variable predictiva”, que a nuestro entender se
trataría en primer caso, de encontrar el individuo, persona o factor
que realizó un determinado hecho o actividad, por ejemplo ¿quién
descubrió tal o cual cosa?; en segundo, se trataría de encontrar los
rasgos o propiedades de un determinado fenómeno, por ejemplo:
¿cuáles son los rasgos de una clase? Los problemas (preguntas) que se
refieren al valor, o a los valores de una o más variables individuales,
Bunge los llama problemas sobre individuos, y los que preguntan
los valores de una o más variables predictivas pueden llamarse
problemas sobre funciones. “Todo problema es de una de esas dos
clases”*.

16
Modalidades de abordaje metodológico

Reglas para la formulación de problemas

Bajo esta línea, Bunge desarrolla más ampliamente las formas


elementales de problemas, aquí nos interesa citar las reglas que él
señala para la “formación” adecuada de los problemas:

Regla 1. El generador de un problema bien formado contiene tantas


variables como incógnitas.
Regla 2. El generador de un problema bien formado lleva prefijados
tantos signos de interrogación cuantas son las variables.
Regla 3. Todo problema bien formado tiene alguna de las formas
siguientes:
(?x) (…x…) (¿p) (…p…)
en las cuales x es la variable individual que se presenta en
el generador (…x…) y pe es la variable predicativa que se
presenta en el generador (…p…).
Regla 4. Todo problema bien formulado no elemental es una
combinación de problemas elementales bien formados”.**
Es pertinente la diferenciación que hace Bunge de los
problemas elementales o atómicos (los que contienen una incógnita),
y los no elementales moleculares (que contienen varias incógnitas),
pues esto se va a reflejar en las posibles soluciones (hipótesis), pues
esto se va a reflejar en las posibles soluciones (hipótesis), puesto que la
hipótesis o solución no puede ir más allá de las incógnitas planteadas.
Así también, para la formación de las hipótesis es necesario tener
en cuenta si la incógnita refiere al sujeto (?x) o al predicado (¿p).
Resumiendo, los problemas se clasifican de la siguiente manera:

1. Por su amplitud: a) generales; b) particulares.


2. Por su complejidad: a) teóricos fundamentales, b) teóricos
particulares, orientados a un fin, c) ligados a la aplicación práctica
de las leyes teóricas.
3. Según el ángulo de análisis: a) causal “por qué?”, c) funcional
o de la relación (Vetter) ¿Cómo es?, d) espacio-temporal o de
pronóstico de condiciones (Vetter): “¿cuándo?” “¿dónde?”.
17
Colección de Ciencias Sociales

En resumen el problema debe estar formulado en términos


inteligibles y precisos en correspondencia con un marco teórico
científicamente probado. Y, como indica De Gortari, “el planteamiento
no debe negar a priori ningún resultado experimental, sino que,
por el contrario, debe permitir la inclusión de cualquier resultado
experimental que se establezca con rigor” incluyendo la posibilidad
de que las influencias que de él se desprendan pueden resultar
incorrectas “de tal manera que siempre sea posible modificar el
planteamiento conforme a los resultados experimentales que se
obtengan*. Lo anterior es parte de las reglas generales que establece
De Gortari y en las cuales encontramos coincidencias fundamentales
con Bunge. Según De Gortari estas reglas son:

1. Todo problema debe ser establecido explícitamente y formulado


en términos inteligibles y precisos.
2. El planteamiento debe ser consecuente, es decir que no debe
presentar la posibilidad de que las conclusiones teóricas que de
él se deriven, se encuentren en discrepancia con los resultados ya
obtenidos en la investigación experimental.
3. Las tentativas de solución se deben de derivar lógicamente del
planteamiento establecido.
4. Toda condición que se establezca debe ser aplicable en la práctica
y, además, tanto el punto de partida como la estimación de los
resultados deben implicar solamente la ejecución de operaciones
y experimentos posibles.
5. Todas las definiciones incluidas en el planteamiento o implicadas
por éste, deben ser de tal carácter que permitan el reconocimiento
de los procesos o relaciones definidos, cuando éstos ocurran en la
experiencia o en el desarrollo teórico, en los mismos términos de
la definición.
6. El planteamiento debe contener explícitamente la posibilidad que
las indiferencias que se practiquen pueden resultar incorrectas al
tratar de verificarlas en la experiencia de tal manera que siempre
sea posible modificar el planteamiento conforme a los resultados
experimentales que se obtengan.
18
Modalidades de abordaje metodológico

7. El planteamiento no debe negar a priori ningún resultado


experimental, sino que, por el contrario, debe permitir la inclusión
de cualquier resultado experimental que se establezca con rigor
manteniéndose siempre dentro del margen de modificalidad de la
regla anterior”.*

Enseguida De Gortari señala la flexibilidad del problema


científico que consideramos sumamente importante:

“Por lo demás, cuando en el curso de la investigación el científico llega


a advertir que las condiciones planteadas resultan insuficientes para
encontrar la solución del problema, entonces procede a modificar
su planteamiento e incluso, a transformarlo por completo. Por
otro lado, es probable que en el momento de plantear el problema
todavía no tengamos una comprensión completa y clara del mismo.
Pero, a medida que vayamos avanzando en su solución iremos
profundizando y esclareciendo nuestra comprensión del problema.
En todo caso, la aplicación adecuada y estricta de las reglas antes
dichas es una condición necesaria, aunque no suficiente, para poder
encontrar una solución satisfactoria de cualquier problema”.
Este argumento de De Gortari pone de manifiesto el carácter de las
relaciones dialécticas que se establecen entre el marco teórico y las
demás fases de la investigación. En términos generales estas reglas
operan para cualquier plan de investigación con la particularidad
de que, en lo que refiere a la experimentación, ésta es muy limitada
en las disciplinas sociales por razones obvias. En este campo el
científico tiene que partir de los procesos ya dados o esperar a que
los procesos que se infieren de los planteamientos se den –o no se
den- en la realidad.

Limitaciones, perspectivas e importancia practica de los problemas

Desde luego los objetivos de la investigación pueden incluir


diversos y diferentes tipos de problemas y moverse en diferentes
niveles. Ya hemos dicho que las limitaciones y las perspectivas
19
Colección de Ciencias Sociales

están determinadas por la situación que presenta la ciencia en un


determinado momento, por su nivel de desarrollo, por los recursos
y el tiempo con que se cuenta, por las características particulares
del investigador, por los intereses y orientación ideológica, etc. Para
ilustrar esto último, recordemos como en ocasiones guarda vital
importancia plantear problemas sobre el ¿cómo?, el ¿cuándo? Y el
¿dónde? (a este tipo de problemas Vetter los llama de pronóstico de
condiciones). En vísperas de la Revolución de Octubre Lenin había
llegado a la conclusión de la posibilidad de la revolución socialista
en un solo país. En base al análisis del capitalismo en su fase
imperialista, se planteó las preguntas ¿cuál era el eslabón más débil
de la cadena? o sea ¿dónde se habían concentrado las contradicciones
del sistema imperialista? La práctica demostró su hipótesis respecto
a que la Rusia zarista se presentaba como el eslabón más débil de la
cadena y el problema que derivó fue el de hasta cuando madurarían
las condiciones para la revolución; el lapso que va de la revolución
de febrero al mes de octubre fue un período en el que prevaleció la
interrogante del ¿cómo se iba a dar el cambio? fue el tiempo en el
que Lenin de acuerdo con las circunstancias que evolucionaban y
cambiaban con gran rapidez, pasaba de una consigna a otra: de la
vía pacífica a la vía armada. Desde luego Lenin, lo mismo que Marx,
es un ejemplo extraordinario de la ligazón estrecha entre la teoría
científica y la praxis revolucionaria. Los tipos de problemas aquí
expuestos caen también en la clasificación de problemas ligados a la
aplicación práctica de leyes y teorías ya formuladas. Los problemas
planteados y resueltos por Lenin son ejemplos de oro en la historia
de la ciencia y de la práctica revolucionaria.

La reducción del problema a su núcleo

Como ya hemos visto, la primera pregunta frecuentemente


nos conduce a formular otra más precisa y a mayor profundidad
a esta operación se le ha llamado “reducción del problema a su
núcleo”. La solución del problema no es un camino recto, la esencia
no se revela inmediatamente sino que es necesario dar un rodeo
20
Modalidades de abordaje metodológico

buscando los elementos que construyan la esencialidad y que


sirven de punto de apoyo para precisar y fijar el problema en la
dirección correcta para su solución, como en el ejemplo ya citado de
las clases sociales. No está por demás advertir que la reducción no
significa simplificación, considerada en este caso como mutilación
o empobrecimiento del problema. Para evitar la simplificación, la
reducción debe hacerse a partir de la abstracción inicial que permite
captar lo esencial a un primer nivel y de la posibilidad de echar
mano de aquellas categorías que nos ofrecen una visión integral del
fenómeno, como una totalidad; esto distingue claramente a la posición
dialéctica materialista de la positivista. Se parte de una totalidad,
llegar a otra totalidad, pero esta última más rica y a mayor nivel
de esencialidad, que nos da cuenta de propiedades o procesos antes
desconocidos. Por estas razones no se puede estar muy de acuerdo
con la interpretación de los elementos del problema como simples
variables que implica la abstracción de las propiedades, rasgos o
aspectos del fenómeno, perdiendo la perspectiva de la totalidad y
la posibilidad de la integración del objeto de estudio. Un ejemplo
extremo de esta posición lo encontramos en el positivista H. Blalock,
en su ensayo Introducción a la Investigación Social* en los que habla
de “la necesidad y conveniencia de sobresimplificar la realidad
con vistas a introducir economía en nuestros procesos mentales”
y, consecuente con esta línea, da un ejemplo de variables, de sus
valores y correlaciones. A pesar de pretender la sobresimplificación,
los resultados de sus ejemplos son poco convincentes. Blalock
comienza por lo que considera una noción muy simple e intuitiva
del experimento ideal, que en síntesis se refiere a la relación que
se da entre una “variable independiente” y otra “independiente”,
y las ilustra con la “frustración” y la “agresión” respectivamente.
Blalock, firmemente convencido de sus puntos de vista, sostiene
que la mejor forma de expresar las relaciones entre variables son los
modelos matemáticos o estadísticos. En este caso las variables están
representadas en una gráfica por coordenadas, y su correlación a
través de una curva en donde la precisión de la curva matemática
será demostración de la correlación entre las variables: “cuanto
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Colección de Ciencias Sociales

mayor sea la frustración mayor será la agresión”. Sin embargo,


Blalock reconoce la dificultad que existe para saber si todas las
causas de agresión resultantes han sido controladas. “No existe, dice,
a todas luces, un modelo concebible de comprobar este supuesto;
una persona escéptica podría señalar alguna variable no controlada
como posible causa. La imposibilidad de verificar el supuesto
procede de la imposibilidad manifiesta de enumerar todas las causas
o influencias capaces de perturbar una relación. Los filósofos lo
saben hace ya mucho tiempo, y así es que las nociones de causa y
efecto han perdido el crédito de que antes gozaban”*. Para nosotros
estas dificultades reconocidas por Blalock se derivan, en gran parte,
por la ausencia de una concepción totalizadora del fenómeno. Lo
que se hace comúnmente en la sociología positivista norteamericana
es la fragmentación de la realidad dando por resultado una visión
unilateral, incompleta y por lo tanto deformada.

En la formulación del problema cada uno de los términos


empleados debe estar suficientemente definido. Volviendo
nuevamente a Marx, cuando se pregunta ¿Cómo se determina
el valor de la mercancía fuerza de trabajo? ya tiene definido cada
término; cada concepto constituyente del problema es parte de una
totalidad, de un sistema, de una red de conceptos. Si bien al plantear
el problema se aíslan determinados aspectos de la realidad, este
proceso de abstracción no pierde la perspectiva de la totalidad. Así
pues, el punto de apoyo de la reducción de la abstracción, es la inicial.
La reducción no es finalmente la fragmentación de la realidad, sino
la abstracción de lo esencial, el aislamiento de los aspectos esenciales
y la eliminación de aspectos secundarios, no esenciales. Nuestro
ángulo de análisis, o sea la relación dialéctica sujeto-objeto es la que
va a determinar lo que es esencial.

En el ejemplo de Blalock no es posible considerar las variables


“agresión” y “frustración” a la manera de las variables “peso”, “volumen”.
Tampoco podemos utilizar los términos sin estar debidamente definidos.
¿Qué entendemos por agresión y por frustración?
22
Modalidades de abordaje metodológico

Importancia del orden lógico de las fases de la investigación

Analizando las posiciones de Bunge respecto a la pauta de


la investigación científica cabe destacar, en su concepción, el lugar
prioritario que le concede el planteo del problema soslayando la
importancia del marco teórico, esto no es causal si nos remitimos a
su reconocida filiación positivista. Es preciso señalar que Bunge no
profesa el mecanismo de Blalock, sin embargo, coincide en cuanto
a considerar los constituyentes del problema como variables y que,
por consiguiente no parte de la totalidad. Por otra parte, Bunge no
distingue, propiamente, los diferentes niveles en que se desplazan las
ciencias naturales y las ciencias sociales al considerarse bajo el mismo
rubro de ciencias fácticas. Pero el cuestionamiento a las posiciones de
Bunge se refiere principalmente a los aspectos generales, mas no se
puede dejar de reconocer que muchas de sus concepciones respecto
al carácter de los problemas, la sistematicidad, las reglas para su
formación, etc., son válidas y de ninguna manera se pueden echar en
saco roto. Ya Lenin había advertido sobre las consecuencias que tiene
el pasar por alto los principios generales limitándonos a investigar
los fenómenos particulares. Esta actitud ha llevado a muchos
investigadores a sufrir serios tropiezos pues constantemente se
topan con las cuestiones generales para las cuales no tienen ninguna
respuesta. Bunge rechaza los postulados teóricos o bien los considera
como principios generales extracientíficos. El no tomar en cuenta
el marco teórico como punto de apoyo para elaborar la estrategia
de la investigación lo lleva a interpretar los fenómenos fuera de
su contexto, en forma unilateral y principalmente en sus aspectos
cuantitativos o bien, como simple correlación entre variables. De
ahí su recomendación de observar elementos singulares en busca de
elementos universales, y cita el ejemplo de la “hipótesis”, “Los obesos
son cardíacos”. Según Bunge la recolección y el análisis de los datos
deben hacerse conforme a las reglas de la estadística, de tal modo
habla de una muestra de “obesos”. El resultado de la investigación
es un enunciado estadístico, a saber: “de la clase de las personas
obesas, una subclase que llega a su 100ava parte está compuesta por
23
Colección de Ciencias Sociales

cardíacos”. Si bien estamos de acuerdo con Bunge en que hay que


formular preguntas precisas, pensamos que su precisión no consiste
en reducirlos a pocas “variables” y que éstas pocas variables estén
consideradas fuera de su contexto. Nos parece también que este autor
piensa más en las ciencias naturales que en las ciencias sociales y que
por esta razón reduce el curso de la comprobación a las “técnicas
estadísticas” desconociendo los casos típicos. Constantemente se
observa que para Bunge lo fundamental es la medida, la cantidad,
el grado, más no la calidad. Bunge, obviamente, desemboca en el
relativismo, pues desconoce de hecho el carácter absoluto y relativo
de la verdad. Todo esto tiene que ver con la concepción que tiene
Bunge del Método y de la ciencias y no nos extraña que del primero
hable de la siguiente manera: “lo que hoy se llama ‘método científico’
no es ya una lista de recolectas para dar con las respuestas correctas
a las preguntas científicas, sino el conjunto de procedimiento por los
cuales a) se plantean los problemas científicos y b) se ponen a prueba
las hipótesis científicas”*. Para Bunge la ciencia tiene un carácter
hipotético al conocimiento científico: es más, postula el método como
el núcleo de la ciencia, pero el método concebido como un “conjunto
de procedimientos”** concepción que omite la estrecha relación
entre la teoría, el método y la técnica. Para nosotros no existen
problemas aislados sino que éstos se insertan en una totalidad. La
concepción del objeto de estudio como una totalidad se refleja en la
estrategia de la investigación científica, en su orden lógico, donde
el punto de partida es el marco teórico, en el cual se inserta y se
fundamente, el problema científico. A fin de cuentas Bunge reconoce
que un problema científico bien formulado “tiene que ser accesible
a un cuerpo de conocimiento científicos (datos, teorías, técnicas) en
el cual pueda insertarse el problema, de tal modo que sea posible
tratarlos: los problemas enteramente sueltos no son científicos”, y
más adelante precisa que “el problema tiene que estar bien concebido
en el sentido de que su trasfondo y, en particular, sus presupuestos,
no sean falsos ni por decir”.*

24
Modalidades de abordaje metodológico

El problema científico

El proceso de investigación se inicia inmediatamente con la


elaboración de la concepción de la investigación. Fundamentándose
en los objetivos determinados de los proyectos, en esta etapa
se desarrolla una determinación detallada del contenido de
investigación.

Se trata aquí de procesos de trabajo teóricos difíciles y


necesarios que se dirigen a la determinación, el análisis y la precisión
de los problemas de investigación así como el desarrollo de las
hipótesis de investigación.

Los procesos de la formación de problemas e hipótesis en


la investigación científico-social, hasta hoy, han sido elaborados
insuficientemente, lo cual, naturalmente, dificulta considerablemente
su exposición.

En el primer capítulo se tratarán características generales de


problemas científicos, cuestiones acerca del análisis de problemas
científicos, así como tipos y formas importantes de problemas. En el
segundo capítulo nos dedicaremos a determinadas características y
a algunas preguntas metodológicas sobre la formación de hipótesis
de investigación.

El Problema de Investigación (de Berndrt Vetter)

El proceso de investigación científico-social siempre parte de


un problema y se dirige a su solución. Ahí comúnmente, (Korch 1972,
p. 170, véase también Fundamentos de Filosofía Marxista-Leninista
1971). Esta caracterización es insuficiente para la explicación del papel
y función del problema en el proceso de investigación científico-
social. También en el lenguaje común se habla de “problemas que
aparecen o que están por resolverse”, etc. Obviamente, también ahí
se refiere a “algo desconocido”, mas no, necesariamente, a algo que
25
Colección de Ciencias Sociales

está por conocerse científicamente. Por ello, no todo problema se


convierte en “pauta” para un proceso de investigación científica. Este
significado solamente, lo posee una cantidad parcial y contestar las
siguientes preguntas: ¿Cómo surgen los problemas? ¿Qué es aquello
que propiamente designamos con el concepto de “problema”?.

Surgimiento y Caracterización General de Problemas

Los clásicos del Marxismo-leninismo han demostrado que la


actividad humana se determina por las necesidades de los hombres,
las cuales actúan como “necesidades internas”. La actividad total
de los hombres, por ello, se dirige directa o indirectamente a la
satisfacción de necesidades. Debido a la actividad productiva, el
ser humano, por un lado, satisface sus necesidades existente y, por
el otro lado, produce simultáneamente nuevas necesidades. Este
proceso de actividad material e ideal siempre transcurre orientado
a objetivos, pero no siempre sin obstáculos. Pueden aparecer
contradicciones entre el objetivo y las posibilidades de su realización.
Una contradicción que aparece en el proceso de la actividad entre
planteamiento del objetivo y posibilidad de realización del objetivo,
en lo sucesivo, la llamamos problema.

Ahí el problema sólo adquiere significado práctico hasta que


el hombre se hace consciente de la contradicción captada por él
entre objetivo deseado y posibilidades de realización del objetivo.
Conforma a esto, aparecen problemas solamente en el enfrentamiento
activo y consciente del hombre con su mundo. Esta intención se
realiza debido a que el hombre, con ayuda del medio, pone “en
movimiento las causas” “que pueden producir aquel efecto deseado
como el objetivo de su actividad” (Klaus y Buhr, 1970, p.1184). En
su enfrentamiento con el mundo el hombre no se puede servir
de cualquier medio sino tiene que seleccionar y aplicar estos en
correspondencia con el planteamiento de su objetivo. Es por esto que
regularmente sólo hablamos de un problema cuando el hombre está
consciente de que el saber existente no es suficiente para alcanzar un
26
Modalidades de abordaje metodológico

objetivo intencionado y que, por ello, este saber debe de ampliarse.


En este caso se habla de un problema en el sentido más amplio”. Hay
que considerar, con respecto al “déficit del saber” –bajo el aspecto de
su superación y de su campo de validez- que se debe distinguir entre
dos grupos de problemas:

CASO A. La “deficiencia del saber” puede ser eliminada con la


asimilación de conocimientos de otras personas o grupos de personas,
o bien, de otros sectores del saber. Ej.: se trata de la estructuración
eficaz y con un buen nivel político de un evento de los grupos de la
FDJ (Juventud Alemana Libre).

Supongamos que el secretario de los grupos de la FDJ


posiblemente vea aquí un problema; desde el punto de vista de la
psicología social, pedagogía, etcétera, se trata de una tarea, de la
búsqueda de medios concretos, etc, En este caso, aquello que aparece
en forma subjetiva como problema no necesariamente tiene que ser
objetivamente un problema. En la superación de “límites del saber”
nivel individual, generalmente, no aparecen problemas reales,
científicos, sino problemas que se determinan por el sujeto, los cuales
habría clasificar teórica y científicamente como preguntas o tareas.

En el campo de las ciencias sociales, la distinción entre


problemas reales y aparentes no siempre es tan unívoca como en
este ejemplo.

Problemas que desde el punto de vista de la investigación


social burguesa se consideran como resueltos, deben ser examinados
nuevamente por las ciencias sociales marxistas y ser integrados en el
tratado científico auténtico (por ejemplo, conocimientos acerca de la
investigación sobre la juventud y similares).

Además de ello, actualmente, el problema “información”


especialmente en este contexto, adquiere una importancia cada vez
mayor. En la actualidad, resulta, a veces, más económica la búsqueda
27
Colección de Ciencias Sociales

de la solución de un problema que la búsqueda de la información


correspondiente.*

CASO B. El “déficit del saber” no puede equilibrarse por la asimilación


de conocimientos de otras personas o grupos de personas, etc., y
no se conoce ningún algoritmo que pueda servir para este fin. En
este caso el problema de expresión de una “deficiencia objetiva del
saber”. Tal deficiencia del saber, por ejemplo, actualmente se da con
respecto a toda una serie de leyes sobre la conducta, la formación de
actitudes y motivaciones, etc.

En conclusión resulta que, tanto en el caso A como en el B,


aparecen problemas reales. Pero para la investigación científica no
es solamente decisiva la existencia efectiva de un problema sino
especialmente la necesidad social de su solución. Luego, problemas
científicos son expresión de una “necesidad de saber” objetiva.

Los problemas surgen especialmente de las exigencias que la


praxis fórmula para la teoría, pero también de necesidades propias
del desarrollo de las ciencias. Es por eso que son tanto resultado
como ingrediente necesario del desarrollo de las ciencias. El proceso
de investigación, por ello, se caracteriza por “encontrar”, precisar,
analizar y resolver problemas objetivos. En adelante nos ocuparemos
en especial de estos problemas (caso B), sin dejar de referirnos a
los problemas que son relativamente independientes de personas
particulares, como en el caso A.* Con esta constatación queremos
delimitar más exactamente nuestra temática y, al mismo tiempo,
excluir de una vez por todas aquellos problemas que resultan de
planteamientos de objetivos irreales.

* Sin embargo, aquí también se relacionan cuestiones específicas de la economía de la


investigación, de su duplicación, etc. Si por ejemplo, en el país X, un problema está resuelto, pero
archivado, entonces para el investigador del país y sigue siendo un problema real, aunque aquí no
se debería evaluarlo como tal, dentro de una concepción demasiado abstracta.

28
Modalidades de abordaje metodológico

Precisión del Concepto de Problema

De lo expuesto hasta ahora se puede ver que el problema puede


ser considerado como especial de la contradicción dialéctica. Como
expresión de la contradicción entre el objetivo y las posibilidades de
su realización el problema actúa en el proceso del conocimiento como
fuerza motriz. Así es que para el problema científico valen desde
principio los aspectos y características esenciales de la contradicción
dialéctica, éstas se manifiestan por un lado en el que el objetivo y
la posibilidad de su realización se contradicen, caracterizando así
la tendencia inmanente a la solución de problemas objetivos y, por
otro lado, constituyen una unidad –o sea, el problema-. Por esa
razón pensamos que el problema no se puede describir simplemente
–como lo hace Weck (1967, p. 30)-, sino hay que tomar en cuenta
que es una contradicción entre el saber y la conciencia del no-saber.
En este sentido y por razones teórico-científicas, coincidimos con
Parthey (1968 a.p. 163), cuando define el problema como “un sistema
de proposiciones y preguntas, el cual contiene proposiciones sobre
la existencia y condiciones de un objetivo así como preguntas acerca
del objetivo de la actividad humana, cuando todavía no se conoce
ningún algoritmo con cuya ayuda el objetivo preguntado pueda ser
alcanzado en una cantidad finita de pasos”.

En este punto no hay que identificar pregunta y problema,


como todavía sucede muchas veces en la práctica. Si bien pregunta
y problema se relacionan estrechamente, sin embargo, se distinguen
en características esenciales. Mientras en la solución de problemas se
trata de la búsqueda de conocimientos fuera del sistema existente del
saber, la respuesta de la pregunta requiere solamente la búsqueda de
información dentro del sistema existente del saber. Esto no excluye
* Originalmente se proyectó el designar a los problemas correspondientes del caso A como
problemas “subjetivos” y a los correspondientes al caso B como problemas “objetivos”. Sin
embargo, de las consideraciones acerca del caso A se puede observar, por un lado, que este
grupo de problemas es heterogéneo, y, por otro lado, según los criterios, que contiene elementos
de A o de A y B. En mi opinión, solamente se puede hacer una diferenciación unívoca, para la praxis
irrelevante, en una consideración demasiado abstracta.
29
Colección de Ciencias Sociales

que de preguntas resulten problemas y, viceversa, problemas se


formulen como preguntas o también comprendan a tales. Es por eso
que las preguntas por su contenido se pueden dividir de manera
relativamente simples en científicas y no científicas. El asunto es
distinto al considerar el problema. Aquí muchas veces, sólo es posible
una decisión exacta hasta después de la solución del problema
(comprobación de la praxis). Una decisión anterior solamente se
justificaría desde la evaluación social del problema, es decir, desde la
determinación de la necesidad práctica de dar solución (inmediata)
al problema correspondiente. Es por eso que la praxis es el criterio
primordial de decisión, pero no el único. Como criterio necesario,
secundario, hay que referirse a la ciencia que juzga la necesidad de la
solución del problema desde el desarrollo de la teoría. Si se descuida
uno de estos dos criterios, se llega necesariamente al rompimiento de
la unidad entre la teoría y a praxis, ya sea como desprendimiento de
la teoría de la praxis, o bien como pragmatización de la teoría.

Conforme a nuestra exposición, ahora, “trascender” los límites de


lo “conocido” equivale a “penetrar” en lo problemático o en el “campo
del problema”. De la misma manera, se puede considerar la investigación
dentro o en los límites de lo conocido como el proceso de formación y
consolidación de la teoría. Con ello, la investigación científica sirve siempre
a la adquisición de conocimiento: o el conocimiento de un problema
(como elemento de campo del problema), o el conocimiento de una tarea
(o pregunta como ingrediente del campo de la teoría). Con ello, si bien el
problema científico se convierte en una premisa inmediata, sin embargo no
se convierte automáticamente en pauta directa de la investigación científica,
en nuestro caso, científico-social. Para que el problema correspondiente
pueda estimular la investigación científica, tiene que:

1.- Ser un problema “real”, es decir, científico-objetivo. Puesto que


esta constatación puede ser hecha sólo exactamente hasta después
de la solución del problema, hay que comprobar si los conocimientos
deseados poseen un valor práctico o científico más alto de los ya
existentes.
30
Modalidades de abordaje metodológico

2.- Corresponder a las necesidades sociales actuales o potenciales


(en el sentido más amplio), es decir, la pregunta: ¿La solución del
problema, qué aportación dará o puede dar potencialmente a la
praxis o a la teoría? Debe ser contestada positivamente.

3.- Servir al consiguiente desarrollo de la praxis y/o de la teoría. Es


decir, el progreso no es posible sin la solución buscada del problema,
pues de otra manera el progreso se dificulta considerablemente.
De ahí resulta que: es relativamente irrelevante si un problema se
genera dentro o fuera de la investigación científica. Pero sólo cuando
corresponde mínimamente a una de las tres condiciones citadas, se
puede convertir en punto de partida para la investigación científica.

Problema y Estado del Problema

En coincidencia con Kopnin y Popowitsh (1969, p. 42),


consideramos el estímulo y a la orientación del proceso de
investigación científica, los cuales surgen del conocimiento de un
problema científico, como la función principal gnoseológica del
problema científico (proceso de investigación) no empieza con la
formulación de un problema, sino con la toma de conciencia sobre
un estado del problema (véase Parthey 1968, p. 162). Llamamos
estado de problema cuando existe conciencia de una contradicción
objetiva entre el nivel del conocimiento objetivo con respecto a
una proceso objetivo y a sus exigencias objetivas. Es por eso que
la deficiencia del saber actual sobre un sector de la realidad sólo es
una condición necesaria, pero insuficiente para la existencia de un
estado del problema científico. Sólo hasta la concientización, es decir,
el conocimiento del estado del problema, se plantea un problema
para una persona o grupo de personas. Esta condición determina en
gran parte psíquicamente –pero no exclusivamente (!)- del estado
del problema científico, la llamamos coincidencia del problema. Ahí
coincidimos un Tessmann (1969, p 18) cuando dice:

31
Colección de Ciencias Sociales

“- El conocimiento del problema… es aquel nivel de conocimiento


en donde se reconoce la existencia y la estructura de uno o varios
problemas.
- La conciencia del problema de un sujeto es aquella forma del
conocimiento del problema en donde una situación a la cual
pertenece (situación del sujeto), se reconoce como estado del
problema.
- El estado de conciencia del problema indica en qué grado se captan
los factores del estado del problema del sujeto, los factores de su
estructura del estado y del proceso de su desarrollo”.

Se puede ver el estado del problema sólo aparece en el


enfrentamiento activo y consciente del hombre con su mundo.
Actuando conscientemente sobre su mundo, el hombre persigue
determinados objetivos, y en proceso de “concebir” la realización del
objetivo surgen estados del problema más o menos relevantes. Ahí
no importa si este enfrentamiento orientado a objetivos se realiza
por medio de la actividad práctica o teórica del individuo. En ambas
formas de actividad pueden surgir estados de problema y conciencia
del problema. Sólo a través de la conciencia del problema dado en
el estado del problema como contradicción entre saber y no saber,
sobre cómo alcanzar el objetivo deseado. Esta contradicción se puede
expresar en dos formas principales:

a) Contradicción subjetiva. Una persona o un grupo de personas


toma conciencia de que su nivel de saber y capacidad individual
en un momento dado es insuficiente para la superación de la
contradicción existente, o para alcanzar el objetivo deseado.

b) Contradicción objetiva. Un grupo de personas o una persona


toma conciencia de que el nivel disponible de saber, métodos,
procedimientos y medios, es insuficiente para la superación de
la contradicción reconocida entre planteamiento del objetivo y
realización del objetivo.

32
Modalidades de abordaje metodológico

Las definiciones anteriores trascienden las explicaciones dadas


hasta el momento, ya que incluimos en el concepto científico del
problema no sólo la capacidad cognoscitiva, sino también capacidad
tecnológico-material para la realización del objetivo. Por medio de
ello se hace posible una mejor distinción entre problemas subjetivos
y objetivos y desde nuestro punto de vista, sólo los últimos tienen
rango de problemas científicos.
En el caso A no existe ningún problema real, puesto que la
contradicción subjetiva puede ser superada a través de la ampliación
del saber individual con ayuda del saber humano existente. En
cambio el caso B es típico para un problema científico. En esta
fase de conocimiento, la persona o el grupo de personas puede
tomar conciencia de que existe un problema real. Pero: sólo hasta
el momento del análisis y de la síntesis de lo dado –es decir, del
objetivo intencionado, de sus condiciones, etc.- la persona es capaz
de reconocer y formular el problema. En este proceso es de especial
importancia qué estado, conciencia, conocimiento del problema,
etc., son determinados tanto por las condiciones histórico-concretas
(“externas”). El problema así como las posibilidades de su solución
no solamente depende del nivel de conocimiento históricamente
dado, son también de las relaciones sociales dominantes, esto
tiene forma clara y visible en el campo de las ciencias sociales.
Desde el estado del problema hasta la solución del problema, una
multiplicidad de posturas ideológicas, experiencias individuales,
etc.) Actúan y determinan el proceso del conocimiento del problema
y de la solución del mismo.

Precisión del Problema y Fijación del Problema

En el estado del problema tomamos conciencia del problema


como estructura relativamente compleja y difusa. Muchas veces,
lo único que está claro, es el hecho de que con los conocimientos,
procedimientos, etc., existentes, no se puede alcanzar el objetivo
deseado. Las razones de la incapacidad sólo se precisan en el análisis
de esta misma; las condiciones, conexiones, causas de las dificultades
33
Colección de Ciencias Sociales

para la realización de un objetivo se conocen sólo paulatinamente.


La cuestión planteada hasta ahora, en cierta forma se divide en dos
“tareas” nuevas. Por lo pronto, el problema científico queda en el
trasfondo –no puede ser resuelto-, y se sustituye por el problema
surgido en la síntesis de este problema poco a poco se descubren
su núcleo y su estructura. Aquí entre otros, el método de modelos
puede ser un medio esencial de ayuda. A través del modelo del caso
“problemático” dado, se puede captar relativamente con rapidez
y exactitud los elementos correspondientes del problema, ya que
con un manejo preciso del método de modelos, estos elementos
aparecen como “huecos” en la construcción de los modelos de tareas
y de problemas, etc. con la sistematización, análisis, síntesis, etc. de
estos elementos del problema, el hasta entonces problema inicial
puede ser formulado más exactamente y dividido en problemas
parciales. Así, por ejemplo, es posible la distinción entre problemas
principales y laterales, en problemas esenciales y no esenciales para
el objetivo deseado. Sólo en esta diferenciación y sistematización de
los elementos del problema se puede determinar el tipo propio del
problema así como la forma especial del problema. A esta parte del
proceso de la elaboración del problema le llamaremos precisión del
problema. Por ejemplo, si se quiere describir la conducta de jóvenes,
entonces resulta de ahí una gran cantidad de preguntas que deben
ser más concretizadas en el proceso de precisión del problema. Tales
preguntas serían, por ejemplo:

a) ¿Qué grupos de edad incluyen a los jóvenes?


(14-18; 16-20; 12-18; 12-25 años)
b) ¿Qué es conducta?
c) ¿Cuál conducta está por describirse?
(Conducta actual, futura, ideológica, laboral, conducta en el
aprendizaje, el tiempo libre y en la vida sexual)
d) ¿Cuáles son las situaciones en las que se quiere fijar la conducta
correspondiente?
(Situaciones de conflicto, situaciones públicas-privadas, etc.)
e) ¿Se quiere describir conducta de individuos o de grupos?, etc.
34
Modalidades de abordaje metodológico

Con este ejemplo se puede ver que la precisión del problema


comprende simultáneamente una evaluación del mismo y una
selección de sus elementos. La decisión para determinado contenido
del problema, la llamaremos fijación del problema. Hay que
considerar que la precisión de un problema contiene y refuerza la
tendencia a su solución. Esto exige la precisión de los problemas
de tal manera que facilite su explicación y solución (véase Korck
1972, p. 177 s). El problema fijado, entonces tiene que satisfacer
las condiciones surgidas del análisis lógico de la categoría general
“problema”. (Véase Bunge 1967, p. 170 s.s) y de acuerdo con esto, se
debe de:

- Distinguir lo más exactamente posible lo “problemático” (lo


buscado desconocido) de lo “no problemático” (lo dado, conocido)
- Diferenciar claramente entre lo esencial y lo no esencial, con
respecto al objeto correspondiente;
- Dividir en sus elementos los problemas parciales (problemas
principales, literales, etc.) que deben ser ordenados conforme a su
prioridad, etc. (Korch 1972, p. 177 s).

Con la fijación ocurre una nueva delimitación del problema


que implica la selección de una cantidad parcial de elementos del
problema y también se da la fijación relativamente definitiva de
la estructura y del tipo de problema. Si después de esto, resulta
que existe una gran probabilidad de que el problema sea “real”,
es decir, científico (objetivo), entonces, conforme a las condiciones
planteadas inicialmente, se puede convertir en el punto esencial de la
investigación, es decir, en un planteamiento de problema científico.
Aquí naturalmente, hay que tomar en cuenta todavía otros criterios
(por ejemplo, condiciones dadas con respecto a la capacidad de
investigación; al aparato material, etc.). El objetivo del planteamiento
del problema es la solución de la contradicción implícita a través
de medios y métodos científicos. La solución del problema ocurre a
través de la formulación de la explicación del problema (hipótesis) y
su correspondiente examen científico.
35
Colección de Ciencias Sociales

Al igual que el conocimiento del problema, también su


precisión es un proceso de evaluación dependiente de condiciones
“externas” e “internas”. Esta dependencia se expresa especialmente
en el proceso de la fijación y de la selección del planteamiento del
problema que está por investigarse. Aquí actúan tanto intereses
y necesidades sociales, como también motivos personales del
investigador. (…)

Estructura y elementos del planteamiento del problema

El planteamiento del problema constituye el punto de partida


de la investigación científica. Es por eso que el planteamiento
debe de ser captado unívocamente con respecto a su estructura y
sus elementos. La estructura fundamental de un problema está
constituida siempre por el objeto, las condiciones y el objetivo del
problema.

Por su parte, estos elementos de la estructura del problema,


constituyen estructuras parciales relativamente independientes
y deben ser sometidas a una evaluación y selección cuidadosa y
crítica (¡proceso de decisión!). Aquí hay que tomar en cuenta que
la estructura del problema no es simple resultado de la estructura
del objeto del problema, sino que se determina esencialmente por
la estructura de las condiciones del problema y sus relaciones con
el objetivo del problema (véase Parthey 1968 p. 166). Para el proceso
de investigación real es indispensable fijar con mayor exactitud el
objetivo del problema. Es decir, hay que encontrar:

¿Cuáles son los elementos que determinan la estructura del objeto


del problema?
¿Bajo cuáles condiciones dominan ciertos elementos del objeto?
¿En qué consiste la solución óptima del problema, o sea, cuáles son
los elementos del objeto a los que hay que darles mayor peso y cuáles
menor peso?

36
Modalidades de abordaje metodológico

Al determinar el objetivo del problema regularmente


resulta que el objeto se divide en planteamientos parciales con
problemas principales y laterales, los cuales, por su parte, contienen
elementos esenciales y no esenciales del problema. Esto lleva
nuevamente a una precisión y diferenciación del problema de
investigación, pero simultáneamente crea condiciones favorables
para una estructuración más efectiva y más racional del proceso de
investigación correspondiente. Es hasta esta fase del análisis cuando
se hace posible y conveniente –a través de la determinación exacta del
objetivo, del objeto y de las condiciones del problema a investigar-
el desarrollar un algoritmo provisional de la solución del problema
(hipótesis). Ahí algoritmo se sigue concretando en el proceso de
investigación, lo cual regularmente conduce a una delimitación cada
vez más estrecha del problema global de investigación así como a
una especificación de los problemas parciales derivados. (…)

El análisis de los elementos de la estructura del problema y su


precisión todavía tiene otro objetivo. Varias veces hemos subrayado
que problemas y planteamiento del problema están estrechamente
relacionados, pero que de ninguna manera son idénticos. Es por eso
que si bien es posible una tipología general del problema, esta tiene
sólo un valor condicionado para el proceso de investigación. No es
sino hasta en la base del planteamiento del problema, precisado y
concretizado cuando la tipología así como la diferenciación exacta
de las formas de sus problemas parciales nos parecen significativos,
ya que sólo de ahí resultan conclusiones concretas y directas para el
proceso específico de la solución del problema.

Tipos de Problemas y Formas de Problema

Conforme a la multiplicidad de la realidad objetiva, también


los problemas científicos pueden aparecer en formas múltiples. Si
en lo sucesivo se exponen una serie de tipos y formas de tipos y una
serie de problemas, entonces hay que tomar en cuenta que se pueden
desarrollar casi ilimitadamente características de diferenciación de
37
Colección de Ciencias Sociales

contenido y de sus combinaciones. Las posibilidades de tipología que


de ahí resultan son múltiples, pero también, parcialmente, triviales,
Por eso, sin evaluar la sucesión queremos limitarnos a los siguientes
aspectos de diferenciación:

a) La insuficiencia de los conocimientos existentes para la


determinación del algoritmo de realización, o
b) La insuficiencia de los medios, métodos y formas de organización
usados hasta ahora.

En primer caso (a), se necesita adquirir nuevos conocimientos


científicos para la solución de problema. Ya que aquí se trata
principalmente de conocimientos teóricos, denominaremos problema
teórico al problema correspondiente. Sin embargo, los problemas
teóricos siempre se relacionan más o menos estrechamente con las
preguntas y problemas de la realización tecnológica de su solución
científica. En oposición al problema teórico, en el segundo caso (b)
se necesitan más bien nuevas formas de la aplicación práctica de
conocimientos ya existentes, que conocimientos teóricos “nuevos”. Se
trata tanto de la reorganización, variación y especificación de medios
y métodos ya existentes como también de la transmisión metódica
y organizativa de nuevos conocimientos para la optimización
del dominio de la praxis. A este tipo de problema lo llamaremos
problema práctico. A veces también se le designa como problema
metódico. A la vez, ahí se aclara que, finalmente, ambos tipos de
problema se relacionan estrechamente en la práctica. Se encuentran
en una relación dialéctica mutua. En el curso de la realización del
objetivo (b), se deriva de (a) se convierte en (b), o bien, ambos se
deriva de (a), o (a) se convierte en (b), o bien, ambos se relacionan
tan estrechamente que aparecen como dos aspectos, lados, etc. de un
solo problema fundamental.

De ahí resultan necesariamente otras diferenciaciones. Sólo


señalamos la diferenciación con respecto a sectores especiales, de
validez ya sean de la praxis o de la teoría.
38
Modalidades de abordaje metodológico

El problema práctico se considera como resuelto cuando se


logra realizar el objetivo buscado, o cuando se puede elaborar el
algoritmo de realización correspondiente. Regularmente, para la
solución de problemas prácticos es a la vez necesaria la solución de
problemas teóricos específicos. Sólo pueden ser considerados como
resueltos hasta que se captan los sectores de la realidad reflejados
por el objeto del problema, se conocen las conexiones generales,
necesarias y esenciales, válidas para aquellos: se formulan como
proposiciones teóricas de un sistema de conocimiento, y se conciben
como nuevos medios, métodos, etc., por ejemplo, más efectivos para
el dominio de la praxis.

Problema Fundamental y Parcial

La diferenciación entre problema fundamental y parcial es


relativa. Generalmente es válido que el problema fundamental
es sumamente complejo, mientras, el problema parcial contiene
momentos o lados específicos de aquél. Así, por ejemplo, el problema
fundamental puede comprender varias disciplinas científicas,
mientras el problema parcial contiene la problemática específica del
problema fundamental con respecto a una sola disciplina científica
y también es soluble dentro de sus límites, así como con sus
propios medios, métodos, etc. Actualmente el análisis de problemas
fundamentales adquiere un significado cada vez mayor. Se muestra
que una cantidad cada vez mayor de problemas son de naturaleza
universal. Aparecen en forma compleja y deben de ser desglosados
en problemas parciales. Las soluciones de los problemas parciales se
usan para la solución del problema global, complementándose. De ahí
resulta un mayor significado también del trabajo interdisciplinario,
justamente en el proceso de la investigación científico-social. Muchas
veces, es hasta la síntesis de las soluciones parciales cuando se hace
plena y eficazmente o en general, determinado efecto, estado óptimo
o momento crítico de la solución global. Es por ello que a menudo se
distingue también entre problemas estratégicos y tácticos, así como
entre analíticos y constructivos.
39
Colección de Ciencias Sociales

Fuera de estos tipos de problema –como se ha expuesto


inicialmente- se pueden determinar una multiplicidad de otros tipos
de problemas especiales. Por ejemplo:

- Problemas principales y laterales;


- Problemas analíticos y constructivos;
- Problemas cognoscitivos y evaluativos, etc.

Aquí la tipología de los problemas no solamente depende


de la “función final” de cada problema, sino sobre todo de sus
delimitaciones realizadas en las fases de la precisión y la formulación
del planteamiento del problema científico. Para lo cual también
son decisivos los aspectos pragmáticos de la realización de la
investigación, estos aspectos conjuntamente con los criterios de la
evaluación del problema constituyen premisas relevantes para la
selección de los problemas que están por resolverse en la investigación
social empírica y teórica.

Algunas formas de Problema

Conforme al objetivo que da la pauta para el problema, los


tipos de problemas pueden aparecer en diversas formas y contener
problemas parciales de forma distinta. Para la forma específica
de problema, regularmente, es característica la formulación de la
pregunta que refleja la incertidumbre del problema, así como el
objetivo parcial, precisado y seleccionado en la formulación del
planteamiento del problema. Conforme a esto, distinguiremos las
siguientes formas del problema; así como del tipo de problema y
también del planteamiento del problema, sin que con ello intentemos
una evaluación de su jerarquía:
a) Problemas de descripción
b) Problemas de demostración
c) Problemas de explicación
d) Problemas de definición
e) Problemas de explicación
40
Modalidades de abordaje metodológico

f) Problemas de comprobación
g) Problemas de constatación y diagnóstico*
h) Problemas de predicción
i) Problemas de relación
j) Problemas de optimización, etc.

Aquí hay que tomar en cuenta que los tipos se refieren


principalmente a los tipos se refieren principalmente a los problemas
fundamentales y las formas a los problemas parciales (pertenecientes
a aquellos). Los problemas fundamentales son relativamente
complejos y, en general, contienen varios problemas parciales en
distinta forma del problema.

Problemas de Descripción

Los problemas de descripción aparecen sobre todo cuando se


tiene que exponer la apariencia externa de un hecho. En este caso
la construcción está dada por la exigencia de que la descripción
se dé en un lenguaje exacto en forma de sistemas de posiciones.
Conforme a ello, los problemas de descripción aparecen, por
ejemplo, especialmente, muchas veces como problemas subjetivos
y se relacionan estrechamente con los problemas de demostración,
explicación y definición.

EJEMPLO: Interpretación de datos empíricos; paso de enunciados


empíricos a proposiciones teóricas.

Problemas de Demostración

Si una persona descubre que el saber existente no alcanza


para exponer suficientemente un hecho, una relación, etc., para
demostrarlo (como verdadero), entonces denominamos el problema
que surge como problema de demostración. Los problemas de
demostración regularmente relacionan estrechamente con problemas
de relación, y explicación, pero también con problemas de predicción.
41
Colección de Ciencias Sociales

EJEMPLO: Generalización teórica de experiencias prácticas;


aplicación de nuevos conocimientos teóricos a la praxis.

Problemas de Explicitación

Los problemas de explicitación tienen su origen en imprecisiones


o falta de claridad conceptuales. Aparecen en gran medida en el
desarrollo de nuevas disciplinas científicas, así como en la ampliación
de sistemas teóricos existentes cuando se requiere o se deben de
aceptar conceptos de uso común o de otros campos científicos.

EJEMPLO: La distinción conceptual entre problema y pregunta o la


diferenciación entre el significado conceptual del lenguaje común y
de las ciencias incluye problemas de explicitación.

Problemas de Definición

Llamamos problemas d definición a los problemas de la determinación


y delimitación de la esencia de hechos, propiedades, etc., así como
del contenido y significado de símbolos, conceptos, etc. Estos se
relacionan estrechamente con problemas de demostración, pero
también con las demás formas de problemas citadas.

EJEMPLO: Definición de los conceptos problema “objetivo y


“subjetivo. Problema “teórico” y “práctico”.

Problemas de Explicación

Un problema de explicación es un problema específico del


conocimiento. Por ello, a veces, también se designa como tipo de
problema. El problema de explicación caracteriza la incapacidad
objetiva de formar un sistema de proposiciones que coincide con la
realidad, el cual permite tanto describir el hecho que se quiere explicar
en forma exacta con respecto a su esencia y apariencia externa, como
también derivar conclusiones consiguientes. Aquí, las proposiciones

42
Modalidades de abordaje metodológico

contenidas en el problema de explicación determinan aspectos


esenciales del fenómeno correspondiente; pero a la vez contienen
huecos decisivos así que la formación del sistema de proposiciones no
surge al principio. La solución de los problemas de explicación ocurre
en el proceso de la formulación y de la comprobación de hipótesis.
Es por esto que hay que discutirlo todavía más detalladamente.
Los problemas de explicación se distinguen de las hipótesis sobre
todo porque requieren de una explicación, mientras la hipótesis da
una explicación (hipotética). Los problemas de explicación exigen
entonces la búsqueda de un sistema de proposiciones y preguntas-
hipótesis, en cambio, son un sistema de proposiciones (que explican).
Se puede considerar un problema de explicación como resuelto,
cuando se logra desarrollar un sistema suficiente para la explicación,
el cual refleja lo esencial del hecho correspondiente. Aquí todavía es
de interés que problemas de explicación regularmente se reconocen
en su forma de pregunta “por qué”.

Fuera de esta relación directa del problema de aplicación con


la hipótesis, existe también una relación indirecta entre problemas
de explicación y de comprobación.

EJEMPLO: El describir causas, consecuencias, etc. de procesos


prácticos. Explicación de la relación de “intuición” y experiencia en
el proceso de solución del problema: Explicación del proceso de la
formación de actitudes.

Problemas de Comprobación

Si de un sistema de proposiciones se quiere derivar una


proposición que está por comprobarse, o se quiere comprobar una
afirmación, y de ahí surge un problema, lo llamamos problema de
comprobación.

EJEMPLO: Confirmación teórica o práctica de proposiciones


hipotéticas: modelo de sanción de W. Friedrich.
43
Colección de Ciencias Sociales

Problemas de Diagnóstico y de Constatación

Llamamos problemas de constatación a los problemas que


se refieren principalmente a la fijación o confirmación de un hecho,
estado, etc. Estos tienen, en parte, un carácter de extremo metódico
y se caracterizan porque la pregunta contenida en el problema se
formula con la proposición “que”. Estos problemas surgen cuando
una persona es consciente de que “algo es” (existe), pero el saber dado
no alcanza para establecer de qué se trata, o bien cuando todavía
no puede confirmar la existencia de este fenómeno. Los problemas
de constatación se relacionan estrechamente con el problema de la
capacitación y de la investigación de condiciones iniciales de un
fenómeno que está por explicarse o constatarse.

Problemas de diagnóstico: Puesto que estas exigencias y objetivos de


problema también pueden aparecer independientemente a este tipo
de problemas los llamaremos de diagnóstico para distinguirlos de
los de constatación.

EJEMPLO: Investigación de motivaciones de determinados actos de


conducta; comprobación de la actuación de lo “inconsciente” sobre
determinados actos de conducta.

Problemas de Predicción

Cuando se quiere predeterminar la forma, el curso, el


resultado, etc., de determinado desarrollo natural o social, se
presenta un problema de predicción. A diferencia de las otras formas
del problema, aquí la formación de predicción es a la vez la solución
del problema de predicción. Conforme a su objetivo, sus condiciones
específicas, así como su relación con el objetivo, el problema de
predicción contiene una cantidad múltiple de problemas parciales
generales y especiales, lo cuales por su parte puede aparecer en las
formas más diversas, por ejemplo, como problemas de:

44
Modalidades de abordaje metodológico

- Predicción de objetivo
- Predicción del estado intermedio
- Predicción de las condiciones
- Predicción del problema
- Predicción de métodos y procedimientos, etc.

En este caso la exigencia de la derivación de una predicción de


las condiciones necesarias y dadas, leyes, etc., lo llamaríamos tarea
de predicción y no lo consideraríamos como problema “auténtico”
(véase Parthey, 1968 a,p. 168, Kroeber)

EJEMPLO: Previsión de resultados de un experimento; Previsión de


éxitos en la educación; Previsión de la conducta futura de los jóvenes.

Problemas de Relación

La pregunta sobre relaciones o conexiones dentro de un


problema expresa la incertidumbre sobre las posibilidades dadas de
la realización del objetivo, y a la vez, un conocimiento insuficiente de
la conexión entre punto de partida y objetivo; medio y objetivo, etc.
Esta forma la queremos llamar problema de relación. Problemas de
relación se conocen en la forma de pregunta ¿Cómo es…?

En otras palabras: se sabe o se supone que existen o pueden


existir relaciones entre dos o varios hechos. Pero el saber disponible
no alcanza para captar la forma, consecuencia, etc. de estas relaciones.

EJEMPLO: Relaciones entre las posiciones de x y de su influencia


sobre la posición de y. Relaciones entre la posición del desarrollo
futuro y la posición de los procesos actuales de desarrollo.

Problemas de Optimización

Si bajo de determinadas condiciones existentes se quiere obtener


el resultado más favorable y realizar la operación metódica más
45
Colección de Ciencias Sociales

conveniente para la obtención de datos empíricos, etc. se presenta


un problema de optimización. De acuerdo a las relaciones dadas
de condición-objetivo se pueden distinguir formas muy diversas
del problema de optimización (por ejemplo, optimización lineal,
dinámica, etc.).

EJEMPLO: Obtención de la voluntad óptima de rendimiento


entre alumnos (no existe ni ambición exagerada y orientada
unilateralmente, ni ambición demasiado reducida.)

Las dificultades en la exposición del problema son el resultado


de que es un campo del proceso de conocimiento todavía poco
analizado. Pero justamente para nuestra investigación científico-
social esta etapa del proceso de investigación es una importancia
considerable. De la formulación del problema, en el proceso de
la precisión del problema y del paso del problemas reconocido al
planteamiento científico del problema y las hipótesis que de ahí
se derivan, se desprenden decisiones esenciales para la posterior
recolección de datos y de la estructuración teórica. Consideramos que
la influencia de la precisión del problema y formación de hipótesis
tiene un alcance tal porque de ahí surgen decisiones fundamentales
tanto con respecto a la calidad de las fases del proceso de
investigación empírica y teórica, fundamentadas por esta precisión,
como también de su eficacia y realización racional. La selección y
desarrollo cuidadoso de los procedimientos de recolección de datos,
si bien determina los aspectos del proceso de investigación, en los
cuales pueden influir los datos empíricos, no pueden compensar por
sí mismos las insuficiencias fundamentales de la investigación, las
cuales resultan de una estructuración insuficiente del problema. La
corrección del planteamiento de problema requiere simultáneamente
de la corrección de sus hipótesis correspondientes, así que, con
ello se debe de cambiar toda la concepción de investigación. En la
práctica de la investigación todavía se considera este hecho de forma
insuficiente. Esto, por ejemplo, se muestra en que se toma en cuenta
sólo exiguamente la pregunta del cambio, obtención o exclusión
46
Modalidades de abordaje metodológico

de elementos de saber del planteamiento temático bajo el aspecto


de su situación sobre el (los) planteamiento (s) científico (s), de sus
(s) solución (es), etc., en el desarrollo de temas fundamentales de
investigación (para varios investigadores o equipos de investigadores
con problemas parciales específicos), o en planteamientos de
problemas a largo plazo que tienen que resolverse en etapas
particulares correspondientes, etc. Lo cual, a la postre, disminuye
el valor y la eficacia de la investigación subsecuente. Cada cambio
de la relación, función, etc., de los elementos de saber conduce a un
nuevo estado del problema y, con ello lleva a la restructuración, o al
refuncionamiento de los problemas o planteamientos de problemas
correspondientes.

47
2
DIALÉCTICA
DE LA INSTALACIÓN-
APROPIACIÓN DEL MUNDO
Y LA RACIONALIDAD DE SU
DISCURSO
(En torno del significado
y función del pensamiento categorial no-
parametral)

Hugo Zemelman

Zemelman H. (1998).
Sujeto: existencia y potencia.
Barcelona, España. Ed. Anthropos.
p.p. 55-69.
Dialéctica de la instalación-apropiación
del mundo y la racionalidad de su discurso

E l planteamiento fundamental del libro Horizontes de la


Razón1 se sintetiza en la idea del pensar categorial, expresión particular
de logos, cuya función básica es romper lo que bloque nuestra mirada
e imaginación, aquietando el espíritu en la tranquilidad de las inercias
mentales. Para ello se requiere partir de un concepto de realidad que
trascienda a la realidad como objeto en un nuevo concepto de ésta
como horizonte de posibilidades, que se corresponda con la exigencia
de que la realidad se construye; de manera que la relación con ella se
fundamente en concebirla como ámbito de sentidos en cuyos cauces
hay que situar las conductas y las experiencias. De ahí que tengamos
que tener claro que en toda realidad se conjuga lo que tiene de
cristalizado con los esfuerzos de construcción por eso la historia hay
que leerla como una experiencia de presente.

Ello obliga a elegir siempre como punto de partida del


pensamiento la situación del hombre en el mundo de su actualidad:
esto es, cómo el hombre transforma su época en experiencia para, desde
las enseñanzas de la historia, colocarse ante el futuro que no es sino
la potenciación de lo dado. El tema de fondo es el de la relación entre
conciencia y método desde la perspectiva de transformar la historia en
experiencia actual para enfrentar la construcción del futuro.

1 Hugo Zemelman, los horizontes de la razón, vol. I y vol. II, Ed. Anthropos/ El colegio de México,
Barcelona/Mexico, 1992.
Colección de Ciencias Sociales

Desde el concepto de logos que rige la relación con la realidad


externa al sujeto, lo que decimos significa construir el lenguaje
pensante, no solamente de comunicación. Pues si el punto de
partida es el momento del hombre en su actualidad de presente,
significa enfrentarse a sí mismo en los distintos momentos por los
que atraviesa en su vida, en virtud de su necesidad de realidad
desconocida: he aquí la necesidad de utopía. De lo que resulta que es
más importante ésta que la verdad, en la medida que impulsa hacer
de la época una experiencia posible, y, desde ella, cómo hacer del
mundo un contenido de vida.

Lo que nos coloca en el contorno que contribuye a la


liberación del espíritu, en la necesidad de horizontes desde donde
poder instalarse, rompiendo con los cercos parametrales. Significa
colocarse frente a la historia del hombre como la aventura por
construirse como sujeto, haciendo madurar la conciencia de la sombra
escondida en la luz; toparse con los limites, abrir puertas y reconocer
desde ese umbral el espacio ya establecido. Finalmente, discutir a lo
dado desde dos exigencias: desde la cosa en sí y la lebenswelt, como
expresiones de contorno siempre desafiante para cualquier orden de
realidad y del sujeto.

Desde esta perspectiva debemos recuperar la función del


pensar categorial: el rompimiento de los límites, que opera en el
mundo de la dialéctica cierre-apertura, que se puede resumir en los
siguientes pares de opciones:
- Conformidad con lo dado. - Necesidad de realidad.
- Homogenización del pensamiento - Pluralidad de lenguajes.
en base al predominio de la
racionalidad tecnológica
- Conocimiento codificado -Transformación del
conocimiento en conciencia
y voluntad de historia.
- Ocultamiento del movimiento - Ampliación de la realidad
de la realidad. cognitiva.
52
Modalidades de abordaje metodológico

En el trasfondo de este juego entre dicotomías se oculta la


necesidad de distinguir entre formas de pensar y mecanismos de
apropiación de la realidad, en forma de plantearse la construcción
de lenguajes pensantes. La función de éstos consiste en rescatar
cómo hacer presente la necesidad de realidad y de futuro a partir de
la voluntad de ubicarse en el mundo; de manera de colocarse en la
problemática de cómo educar la mente concebida como el desarrollo
de la capacidad de ver antes que de explicar.

Para lo anterior se tiene que romper con las limitaciones del


sujeto atrapado en la lógica de las determinaciones y de las condiciones
de validez. O sea, hay que distanciarse de la razón instrumental para
reforzar la idea de formarse de manera de ser capaces de ubicarse en
el momento de la historia. Esto es valorar la conciencia de ruptura
como la forma de conciencia fundante del hombre.

La idea central en que se apoya esta razón abierta es su


trascendencia, respecto a lo determinado, en base a la necesidad de
lo indeterminado. Planteamiento que desemboca lógicamente en la
formulación de una razón articulada capaz de conjugar las funciones
cognitivas con las gnoseológicas, por lo cual requiere de un lenguaje
de pensamiento de naturaleza constitutiva, que no se identifique
con el lenguaje de comunicación. Es el lenguaje de significantes
como el propio de la razón abierta, o pensar no-parametral. Lo que
decimos se corresponde con un concepto de logos de la historia como
horizonte de construcciones posibles que no reduzca la legitimidad
del pensar y del conocimiento al orden, ni el orden a la posibilidad
de realización de vida en el plano puramente individual.

Algunas implicaciones de lo expresado tienen relación


con el sujeto y sus espacios, tanto más cuanto la discusión gira en
torno al enriquecimiento de la capacidad de pensar del individuo
concreto. Pero si esta capacidad se corresponde con un lenguaje,
cabe preguntarse acerca de la naturaleza de éste, que implica
tener que aclarar antes que nada en qué consiste la relación con
53
Colección de Ciencias Sociales

la “externalidad” en cuyo marco tiene lugar el pensamiento y su


expresión.

En este sentido, debemos reconocer como punto de partida


que la realidad es una articulación en movimiento (o, tal vez, para
decirlo de manera más precisa, que para que la cosa particular pueda
entrar en movimiento requiere articularse con otras determinadas),
puede reconocer distintas modalidades de concreción diferentes
especificaciones que desafían al pensamiento para reconocerlas. Ello
plantea la atención en el movimiento de los limites (conceptuales
y empíricos) traspasando el encuadre propio de una lógica de
determinación entre factores.

En efecto, debemos analizar diferentes modos de darse


el límite de lo cognoscible, ya que se puede dar en el marco de la
lógica de determinaciones (o de la explicación), o bien en un marco
diferente que sea inclusive de aquél; pues según sea una u otra la
situación será la naturaleza del lenguaje del pensamiento. Se pueden
dar modalidades como las siguientes:

a) El lenguaje como experiencia del mundo (giro lingüístico);


b) El lenguaje como realidad del mundo (giro hermenéutico);
c) El lenguaje como movimiento del colocarse ante el mundo.

En otras palabras, quedarse al interior del campo semántico, o


bien trascenderlo para recuperarlo desde fuera de sus límites. De ahí
que sea necesario examinar si hay o no indicios de que el hombre está
pasando a otro paradigma en lo que significa la forma de concebir el
razonamiento y la ciencia. Ha sido preocupación central de nuestra
investigación, 2el concepto de necesidad que nos emplaza a nuevos
desafíos para la construcción de conocimiento. Se podría afirmar que el
concepto de lo necesario puede asumir distintas acepciones, tales como:

2 Ibìd.
54
Modalidades de abordaje metodológico

I) Entender a la necesidad como expresión de la incompletud de la


realidad dada que sirve de base a la idea de la inclusividad de lo
indeterminado.
II) Como expresión de opciones posibles en base a visiones utópicas
que sirven de apoyo a la idea de construcción de la realidad, que
supone una necesidad de futuro.
III) Lo necesario en relación con el mundo de vida del sujeto que
se manifiesta en la necesidad de realidad en que apoyar el
desenvolvimiento de la subjetividad del mismo.

Las dos primeras acepciones expresan la necesidad de darse,


por lo mismo son modalidades de construcción de la relación
de conocimiento, en tanto premisa de la apropiación cognitiva
y gnoseológica; en cambio la tercera acepción está referida a la
inserción de lo dado en un horizonte histórico. Las dos primeras
acepciones son verdaderos desafíos para el pensamiento, mediados
por la transformación de la experiencia, propia del mundo de vida,
en estimulo de aquél. En términos generales, lo necesario constituye
un reto de potenciación de la capacidad de pensar del sujeto
concreto, que se traduce en cambiar el ángulo aceptado desde el que
se organiza la lectura de lo determinado.

Lo dicho se traduce en colocarse fuera del ángulo, a partir


de su reconocimiento, lo que supone, primero, fundamentar la
actividad de pensar en la exigencia de incompletud y de que siempre
se dan opciones posibles; pero lo dicho no solamente como simple
desafío epistemológico sino que mediante su reformulación en el
marco del mundo de vida; lo que obliga volver a él en términos
de sus componentes (tanto los volitivos, afectivos, axiológicos,
como estrictamente cognitivos). Todo lo cual conduce a tener que
responder la pregunta, ¿Cómo abordar el mundo de vida de manera
de manejar la posibilidad de que el sujeto se pueda objetivizar frente
a él mismo?

55
Colección de Ciencias Sociales

En esta dirección reviste significado el papel de las categorías


como mecanismos que facilitan objetivizarse ante la subjetividad
cotidiana; saber desentrañar en qué consiste esa subjetividad desde
el punto de vista de sus efectos sobre la objetivación del mundo de
vida. Ya que éste se puede expresar en la gestación de una capacidad
de abstracción que permita pasar de lo conocido a lo desconocido;
facilitando trascender los límites de la estructura dada del mundo de
vida hacia un ángulo de lectura que, de manera explícita, lo incluya
con todas sus particularidades. Es la función de un lenguaje de
significantes, pero como parte de la creatividad en el uso del lenguaje
natural, no de los lenguajes formales; lo que plantea el uso de dicho
lenguaje para avanzar en la objetivación del sujeto.

Desde esta perspectiva, consideramos que se puede valorar


la constitución de los lenguajes simbólicos, en cuanto potencian el
desarrollo de facultades del sujeto para que pueda utilizar el lenguaje
en términos de significantes. Diremos que el lenguaje de significantes
conforma una estructura conceptual sin denotaciones claramente
delimitadas. Pero volveremos sobre el tema más adelante.

Esta argumentación se apoya en la creencia de que si se dan


síntomas de un cambio paradigmático, debemos examinar cuales
son estos indicios, por una parte, y, de otra, la recuperación del
sujeto concreto en tanto pensante. La que indefectiblemente debe
transformarse en el núcleo de la discusión epistemológica, más allá
de lo que podría describirse como la polémica entre el paradigma
de la conciencia y del lenguaje. En efecto, estamos situados en la
problemática de trabajar con cierta capacidad de significación
(disociándola de la denotación) que rompa con los límites de
determinados campos semánticos, como puede ser el caso del discurso
de la ciencia con todo lo que lleva consigo: concepto de razón, de
conocimiento, de realidad, de verdad para lo cual debemos, antes
que nada, saber ubicarnos en esos campos, ya que es la condición
para después poder romper con sus parámetros.

56
Modalidades de abordaje metodológico

De ahí que la problemática en un primer momento, el que


es propio de la organización de un discurso intelectual, se expresa
en la conformación de nuevos ángulos de pensamiento, o bien,
saber reconocer a los vigentes, antes que plantearse el problema
de la comunicación de enunciados. Constitución de ángulos que
relacionados con la capacidad del sujeto para pensar históricamente.

Por eso, consideramos que la historicidad del pensamiento está


relacionado con la problemática de ubicarse en campos semánticos
y con el uso del lenguaje como capacidad de significaciones nuevas.
Detrás de lo cual está la intención de rescatar al sujeto concreto como
sujeto pensante y con capacidad de acción. Rescate que asume una
dimensión dramática en el contexto sociocultural actual que dificulta,
o hace imposible, la realización cabal de este propósito.

Indicios del tránsito hacia un nuevo paradigma

En relación con la presencia de indicios de que estamos en el


tránsito hacia un nuevo paradigma, se puede mencionar la creciente
incorporación de dimensiones no cognitivas, como lo son las
exigencias gnoseológicas que se traducen en la importancia cada vez
más significativa de las visiones de futuro y que se corresponde con la
problematización del concepto de determinación y de inclusión de lo
aleatorio.3 Pero también, se encuentra la urgencia por disponer de un
conocimiento que sirva para enriquecer nuestra capacidad de acción,
no solamente en la acepción de las tecnologías, sino que respalde
la actitud de construcción el sujeto partiendo desde el plano de lo
cotidiano. Por lo mismo, concebir el conocimiento como un esfuerzo
gnoseológico, ya no orientado hacia los dinamismos constituyentes.
Nos aproximamos a ciertos tipos de requerimientos propios del
discurso simbólico como forma de conocimiento. ¿Se pueden, acaso,
extraer categorías epistemológicas que sean extrapolables desde el
discurso de la literatura y del arte?
3 En relación con la exigencia de lo indeterminado como fundamento de toda una forma de
razonamiento, que trasciende pero sin negar el paradigma de las determinaciones, es
pertinente considerar el planteamiento de K. Popper acerca de la indeterminación de la ciencia.
57
Colección de Ciencias Sociales

La realidad constituyente obliga a formas de razonamiento


no limitadas a la descripción de productos. Estamos enfrentados a
trasladar la discusión desde los instrumentos y lógicas propios del
ámbito de los constructos teóricos (con el predominio correspondiente
de la lógica de determinaciones) al ámbito de las aperturas del
pensamiento (con el predominio de lo indeterminado como
expresión de la necesidad de contenidos posibles). Nos ubicamos en
un horizonte donde son indisociables la necesidad de razón y de
soñar, una ampliación de las facultades del hombre que contrasta
con un contexto, que, a la vez que fáustico, es inhibitorio.

Por eso, el replanteamiento en las formas de razonamiento


tiene que darse desde los ámbitos en que se articulen la actividad
de poder colocarse ante la realidad y ésta como orden estructurado
de ahí la importancia de incorporar a la discusión epistemológica
la cuestión de los espacios de la inercia y de buscar las formas de
estar alerta. Lo que nos enfrenta con el hombre reactuante ante sus
circunstancias, en oposición a la problemática de las lógicas objetivas
que resultan conformadas en términos del poder.

Mantener la lucidez del pensar ante el cambio, o la capacidad


de pensar por sobre el error y lo que se desconoce, vincularse con los
espacios de vida del sujeto, es la función del pensar categorial y de
su lenguaje.

Desafíos del contexto

Un razonamiento que busca abrirse al movimiento nos acerca


a lo inédito, a lo todavía por conocer, como paisajes por donde
camine el sujeto consciente; pero que se enfrenta a un contexto
engañoso que, por una parte, nos muestra la riqueza de un mundo
en expansión, pero de otra, lo aprisiona en la banalidad escondida
detrás de la sofisticación tecnológica, cuyo significado, en definitiva,
es simple manipulación donde el sentido de vida se reduce a la
mecánica reproductiva de un presente, cuyo contenido no es sino la
58
Modalidades de abordaje metodológico

posibilidad de un hacer que todavía permanece desconocido; pero


que a pesar de ello conforma un contenido de realidad: el que se
limita a lo practicable.

En este sentido, tenemos que recordar a García Bacca


cuando se pregunta “¿Cuál es, pues, el fin del hombre actual?”; y
agrega: “si el autor lo supiera de buen saber, y supiese decirlo en
buen castellano, y consiguiera poner en claro lo que, profunda y
confusamente, sentimos todos en cuanto irremediablemente actuales,
no creo hubiera, durante un siglo, suficientes premios Nobel que
otorgarle”. Y se responde a manera de conjetura: “el fin del hombre,
en cuanto actual, es la omnímoda disponibilidad”.4 Disponibilidad
que, especialmente en la lógica económica dominante, es reducida a
recurso, o, para decirlo ramplonamente, pero que da un claro indicio
del espíritu del discurso dominante, a capital humano, el que como
tal encuentra su “fin” en los parámetros de la simple reproducción
económica del sistema de producción.

Lo anterior configura el marco donde el discurso económico


encuentra afinidades con el discurso del orden: la realidad es la
construcción de lo posible en términos de sus parámetros, los que
no se cuestionan, porque hacerlo significaría romper con toda
noción de realidad. El contexto actual de globalización económica
complica lo que decimos en la medida que, hasta dentro de sus
parámetros, pierde sentido de realidad, o bien ésta se muestra como
la realidad exclusiva de grupos sociales particulares. A este respecto,
cabe mencionar la pérdida de encarnación efectiva del discurso
de la globalidad económica, el cual se limita a una manipulación
estadística, excepción hecha de estos grupos. En contraposición, lo
que alcanza expresiones concretas, dramáticas e insoslayables, es la
pérdida de determinados valores sociales, entre éstos la necesidad
de lo colectivo; que contrasta con el hecho de que se producen
situaciones de pobreza y de marginación, que, para poder enfrentar
y superar, requieren de esfuerzos colectivos (pensamos, no obstante,
4 Juan David García Bacca, Elogio de la técnica, Ed. Anthropos, Barcelona, 1987.
59
Colección de Ciencias Sociales

que la fuerza de lo colectivo se encuentra siempre aunque en


estado potencial). Problemática que, desde el punto de vista del
razonamiento, es parte de un sesgo mayor del pensamiento como es la
pérdida de las dimensiones ocultas de la realidad, circunscribiéndose
el pensamiento a lo “inexorable”, de conformidad a determinados
presupuestos del razonamiento: énfasis en la descripción de los
productos históricos dejando de lado a lo constituyente.

Desde esta perspectiva retomamos la crítica al marxismo


de autores como Castoriadis y Lyotard, en cuanto señalan su
deformación positiva, o bien, como se ha dicho, la crítica al
marxismo como “secularización de la vieja teología soteriológica de
la historia, en orden a lo que se ha sustentado la creencia (….) en el
paso necesario, en un momento dado de la historia, del capitalismo
al socialismo”.5 Critica que refleja la necesidad de recuperar lo que
concierne a la subjetividad social constituyente, en vez de darla
por resuelta en la simple contradicción entre fuerzas productivas y
relaciones de producción, que, en tanto situación objetiva, reviste
también un carácter subjetivo; que se manifiesta en la recuperación
de la subjetividad que obliga a una forma de razonamiento que
trascienda el plano de los productos históricos para ahondar en sus
dinamismos constitutivos.

Lo anterior se refiere al pensar constituyente o categorial,


que enfrenta los peligros de los reduccionismos, pero, además, del
pragmatismo y de la inercia mental. Expresión, el primero, de lo
que es la realidad cuando se la concibe en función de un enfoque
instrumental, mientras que el segundo es manifestación de lo posible
como mínimo. Ambos tienen de común el rasgo de reflejar al supuesto
de inexorabilidad de lo que es ajeno al individuo concreto, aunque,
también, se muestra en la paulatina transformación de la inteligencia
en una inteligencia institucionalizada que es funcional a las lógicas
instrumentales de la racionalidad tecnológica; pero especialmente

5 Jacobo Muñoz, “introducción” a ¿Por qué filosofar?, de Jean-Francois Lyotard, Ed. Paidós,
Barcelona, p. 37.
60
Modalidades de abordaje metodológico

funcional al contexto dominante, ya que, en la medida en que no


se cuestionan sus parámetros, facilita desarrollar un pensamiento y
las consiguientes actitudes de conformidad y sumisión. Una forma
de comportamiento carente de utopía donde en aras de lo posible
de hacerse, se abandonan los valores con los que comprometerse;
carencia de una visión de futuro que se conforme como desafío tanto
para el pensamiento como para la acción; de ahí, la debilidad creciente
de lo político como dimensión de la vida social. Se puede establecer
un vínculo de afinidad entre la idea de la subjetividad constituyente
y la “imaginación radical” de la que hablara Castoriadis. Hay que
volver a recordar la distinción de la política como utopía y de la
política como simple tecnología de poder.

El gran desafío que se plantea es poder traducir en un


discurso coherente las exigencias complejas de la realidad, sin que
esto signifique restringirse a la constatación de las regulaciones
sistemáticas dominantes, que conforman la cara visible de éste, sin
cuestionar los parámetros que rigen las formas mediante las cuales
se aborda la realidad; como puede ser el caso de Luhmann.

En este contexto, se constata una inadecuación entre las


lógicas del discurso económico y tecnológico respecto al trasfondo
cultural, que, por lo mismo, en vez de expresar, encubre; entre el
discurso político-ideológico y las potencialidades culturales, que
se desconocen o desprecian; entre la lógica de la comunicación,
limitada a lo estrictamente instrumental al mercado, y la función de
otros lenguajes para construir, por una parte, nuevas modalidades de
comunicación, pero también, de otra, diferentes tipos de relaciones
con la realidad.

¿Cuál es el síndrome problemático del sujeto en el tránsito del


siglo XX al XXI, más allá de su condición de ser un producto histórico?
La pregunta tiene que ver con la apropiación de la historia, ya que
hasta nuestra época la historia se encontraba en el estar o existir en
un momento, en el mismo hecho de ser un producto en una época
61
Colección de Ciencias Sociales

determinada. Ahora, en cambio, a partir del develamiento de que la


historia no es unitaria y que no hay tal progreso indefectible, se plantea
la cuestión de cómo es que se produce el individuo históricamente,
sin que se pueda encontrar una respuesta en los marcos de una lógica
lineal, como la que tuvo lugar desde la ilustración, y que dominó
todo el siglo XIX y gran parte del siglo actual, cuando se consideraba
a la historia humana “como un progresivo proceso de emancipación,
como la realización, cada vez más perfecta, del hombre ideal”.6

Con la crisis de este concepto de historia, también se


problematiza lo que significa vivir históricamente, pues del facilismo
de reducirlo a encontrar lo nuevo pasamos al desafío de tomar
conciencia de la base desde la que forjamos la noción de futuro, que
ha dejado de ser unilineal. El progresivismo histórico supuso como
sujeto a la Humanidad, que se identificaba con la especie humana,
donde no había cabida para la heterogeneidad; pero ahora pasamos
a una concepción de la historia que contiene los múltiples espacios
del individuo múltiple. O sea, que el concepto de historia nos
obliga a colocarnos ante los espacios concretos del hombre, de cada
hombre, y a la incorporación de la idea de construcción en múltiples
direcciones. Solamente siendo históricos el hombre puede dejar de
ser el solitario en que se está convirtiendo. Debemos platearnos la
recuperación de la totalidad, por cuanto para construir la historia
debemos romper con el aislamiento que conlleva la fragmentación
económica, social, política y cultural; recuperación que tiene relación
ninguna con la exigencia de unidad, como es la que se identifica con
la idea de “la” Humanidad o con la de “el” progreso. La totalidad en
que pensamos consiste en que la multiplicidad de sentidos se tiene
que traducir en determinadas opciones de construcción.

La multiplicidad alude a una potencialidad de sentidos


posibles de desenvolvimiento, mientras que la unidad a una visión
utópica que, en el contexto de aquélla, impone una unidad de
sentidos en tanto exigencias de construcción. Exigencia ésta que se
6 Gianni Vattimo, La sociedad transparente, Ed. Paidós, Barcelona, 1990, p. 74.
62
Modalidades de abordaje metodológico

aclara cuando la analizamos en términos de que la construcción de


la realidad, para que sea viable, requiere ser pertinente al contexto.
En consecuencia, la unidad de sentido en que pensamos es un reflejo
de la necesidad de recuperar la historicidad, que se disipa en lo
fragmentario, en la multiplicidad sin atadura en base a una opción
valórica, lo que no significa desconocer que ocurre en el campo de lo
incierto; de ahí que esta exigencia de unidad tenga cabal expresión en
la tarea de la construcción más que en el de la búsqueda de la verdad.

Sostenemos que importa más el horizonte de posibilidades


que la verdad como una reafirmación de lo incompleto, aunque en
la perspectiva de la inconformidad con lo dado. Más que pensar en
el progreso debemos pensar en permanecer abiertos a lo porvenir,
siempre indeterminado, pero a la vez necesario en su ad-venir. No
puede extrañar, entonces, que la tarea en el plano del pensamiento
se ubique en el campo problemático de la conciencia histórica que
consiste en colocarse ante el mundo.

De lo anterior se desprende que la construcción de un pensar


constitutivo, o categorial, supone la ética del sujeto lúcido; también,
se podría decir una antropología-epistémica de la razón abierta-
fundante, en la medida que rompe con los parámetros dominantes
pre-establecidos (v.gr.: políticos, tecnológicos institucionales y, desde
luego, culturales).

En el plano de la relación de conocimiento, la construcción,


de este pensamiento plantea el redescubrimiento del mundo en
términos de una relación de conocimiento construida en base a
múltiples lenguajes; los cuales convergen en el concepto de un
sujeto potenciado como aquél que se reconoce en su historicidad, en
su concreción incompleta. Pero que define como su desafío poder
concretar la posibilidad de opciones, por eso la significación de la
inconformidad ante lo dado es concebido como incompletud.

63
Colección de Ciencias Sociales

Las reflexiones anteriores tropiezan con los obstáculos


propios de un contexto caracterizado principalmente por lógicas
operativas. La técnica conforma roles funcionales que definen cierres
de la realidad en términos de sus exigencias de desempeño. El
cierre aparece ceñido a una lógica tecnológica que impone su sesgo
como ángulo de lectura de la realidad: qué es lo que se muestra y,
simultáneamente, qué es lo que oculta lo que se muestra.

El recorte de realidad constituido en términos de “facilidad”,


“eficiencia”, “rapidez”, a la vez que destaca aspectos de la realidad
oculta otros. ¿Cuáles son las consecuencias sobre la razón y el uso de
la misma? La principal es la cristalización de los límites que delimitan
la situación de existencia, que empobrece la idea, no solamente de
desarrollo personal y social, sino de vida; inhibe el desdoblamiento
de la memoria y el despliegue de las necesidades de futuro, porque
la “urgencia” de operar se acompaña de pérdida del pasado, en la
medida en que “lo nuevo” inunda el espacio de presente del hombre.

En última instancia, se opone discurso a horizontes de discurso


como conexiones entre pasado y sentido de futuro. La utopía como
necesidad de lo inacabable se agota en la progresión operativa de
lo constatable como viable, perdiéndose el futuro como valor que
cumple la función de invitar hacia lo desconocido, ya que, por el
contrario, se impone la reducción a finalidades instrumentales. Con
la característica de que esos fines ya se contienen en la propia lógica
de los instrumentos, los que, a su vez, parecen no siempre responder
a exigencias que trascienden sus propios límites. La única necesidad
que trasciende el límite de los instrumentos es la simple información
por la información, pero que, como tales, contienen potencialmente
la necesidad de nuevas realidades aunque al interior de sus propios
parámetros, ya que romperlos equivaldría a darle la espalda a la
realidad.

Ante esta restricción el pensar categorial cuestiona las


coordenadas del pensamiento, de manera de enunciar lo inexpresado,
64
Modalidades de abordaje metodológico

regresar a lo fundante para mirarse desde fuera del límite. Pretende


reapropiarse del sentido de tener sentido, volver a la gestación de ideas;
recuperar el ser del sujeto hombre en el estar con su multiplicación
de finitos tiempos, buscando la constelación de puntos de activación
desde los cuales poder construir un sentido. Encontrar la palabra
para la palabra, la idea misma de la comunicación; saber resolver lo
precario en lo infinito, o lo infinito en lo precario. Para todo lo cual se
requiere romper con la sintaxis establecida, pero también tener claro
su trasfondo ético-epistémico.

La tarea ético-epistémica consiste en colocarse fuera del


discurso teórico, que se ha ido construyendo históricamente, para de
ese modo reconocer la raíz de lo pensable en lo real, más que reducir
el pensamiento a una descripción acerca de situaciones y experiencias
no específicas: trascender los productos para reconocerlos como
puntos desde los cuales mirar el contorno que los conforma. Algo
semejante a transformar al futuro en una experiencia que contenga
múltiples aperturas. ¿Acaso toda la historia de la Humanidad se
decanta en el intento que resume la interrogante por el futuro? El
conocimiento deviene en conciencia cuando nos lleva a convertir el
límite, que proporciona tranquilidad, en una ventana abierta hacia
lo no acontecido. ¿Y qué es lo no acontecido sino la simple voluntad
de elegir? Pero, ¿tenemos capacidad de elección o sólo de saber y
condolernos?

65
3
CINCO VÍAS DE ACCESO
A LA REALIDAD SOCIAL

Miguel Beltrán

Beltrán, M. (1985).
Cinco vías de acceso a la realidad social.
Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, No. 29.
pp. 8-41.
Cinco vías de acceso a la realidad social

1. Método científico y métodos de la Sociología


Abordar por derecho el problema del método de la Sociología
implica, se quiera o no, tomar posición acerca del método científico; y
esto supone a su vez, al menos, dos cuestiones diferentes: la primera,
relativa a si existe algo que pueda llamarse método científico, en
el sentido de ser sólo uno y de estar generalmente aceptado y ser
practicado por los científicos; la segunda, relativa a si, en el caso de
que tal cosa exista, las ciencias sociales, o humanas, o de la cultura,
o de la historia, han de acogerse a un método elaborado para las
ciencias físico-naturales desde una perspectiva positivista.

Pues bien, por improcedente que parezca, creo que en este


momento debo atreverme a dar respuesta breve y tajante a tan
gruesos problemas, y no por que piense que baste con ella, que pueda
cortarse sin más el nudo gordiano sin tomarse el trabajo de desatarlo,
sino por no repetir lo que ya en otro lugar he dicho, aliviando así al
lector de una enfadosa vuelta a empezar. Así pues, se me perdonará
si me limito a anotar sucintamente varias afirmaciones, que no
argumentos.

En primer lugar, me parece sumamente problemático que
exista algo que pueda ser llamado sin equivocidad el método
científico: no sólo porque la filosofía de la ciencia no ha alcanzado
Colección de Ciencias Sociales

un suficiente grado de acuerdo al respecto, sino porque la práctica


de la ciencia dista de ser unánime. O, al menos, tal método, único y
universalmente aceptado, no existe en forma detallada y canónica;
aunque es evidente que bajo la forma de una serie de principios
básicos sí que podría considerarse existente. En efecto, las actitudes
sociales no deben mirarse en el espejo de las físico-naturales,
tomando a éstas como modelo, pues la peculiaridad de su objeto se
lo impide. Se trata, en efecto, de un objeto en el que está incluido,
lo quiera o no, el propio estudioso, con todo lo que ello implica; y
de un objeto, podríamos decir, subjetivo, en el sentido de que posee
subjetividad y reflexividad propias, volición y libertad, por más
que estas cualidades de los individuos sean relativas al conjunto
social del que forman parte. Conjunto social que no es natural, en el
sentido de que es el producto histórico del juego de las partes de que
consta y de los individuos que las componen, siendo éstos a su vez
también producto histórico del conjunto, y ello en una interacción
inextricable de lo que el animal humano tiene de herencia genética
y de herencia cultural. Un objeto de conocimiento, además, reactivo
a la observación y al conocimiento, y que utiliza a éste, o a lo que
pasa por tal, de manera apasionada y con arreglo a su peculiar
concepción ética, limitaciones a las que tampoco escapa el propio
estudioso. Un objeto, en fin, de una complejidad inimaginable (y para
colmo de males compuesto de individuos que hablan, de animales
ladinos), que impone la penosa obligación de examinarlo por arriba
y por abajo, por dentro y por fuera, por el antes y por el después,
desde cerca y desde lejos; pesarlo, contarlo, medirlo, escucharlo,
entenderlo, comprenderlo, historiarlo, describirlo y explicarlo;
sabiendo además que quien mide, comprende, describe o explica lo
hace necesariamente, lo sepa o no, le guste o no, desde posiciones
que no tienen nada de neutras.

Espero se me disculpe lo que parece más un alegato literario


que un razonamiento, si se cae en la cuenta de que, pese a todo, la
peculiaridad, complejidad y polivalencia del objeto de conocimiento
de las ciencias sociales no quedan descritas sino de manera harto
70
Modalidades de abordaje metodológico

pálida en las palabras anteriores. Si, pues, los objetos de conocimiento


de unas y otras son tan radicalmente diferentes, ¿Para qué empeñarse
en configurar las ciencias sociales tomando como modelo a las de la
naturaleza? Se explica tal empeño por el anhelo de respetabilidad
de los científicos sociales, pero su aceptación como miembros de
la comunidad constituida por los científicos de la naturaleza se
consigue al inmenso costo de traicionar el objeto de las ciencias
sociales. El problema no es aquí simplemente de «dos culturas», sino
de negación del objeto. Y si no ha de negarse el objeto, sino afirmarse
en su excepcional especificidad, ello implica afirmar también una
epistemología pluralista que responda a su complejidad, a la variedad
de sus facetas. Y a tal pluralismo cognitivo no puede convenir un
método, un solo método, y menos que ninguno el diseñado para el
estudio de la realidad físico-natural (que es aplicable a algunas de
las facetas de la realidad social, por descontado, pero solamente a
algunas de ellas).

En tercer lugar, y como conocida conclusión, al pluralismo


cognitivo propio de las ciencias sociales, y particularmente de la
Sociología, corresponde un pluralismo metodológico que diversifica
los modos de aproximación, descubrimiento y justificación en
atención a la faceta o dimensión de la realidad social que se estudia,
en el bien entendido que ello no implica la negación o la trivialización
del método, su concepción anárquica, o la pereza de enfrentar lo
áspero: sino, por el contrario, la garantía de la fidelidad al objeto
y la negativa a su reproducción mecánica, a considerarlo como
naturalmente dado del mismo modo en que nos es dado el mundo
físico-natural.

De aquí que más que del método de la Sociología se hable


en estas páginas de los métodos de la Sociología, y no, desde luego,
como intercambiables y aleatorios, o en el sentido del «todo vale»
de Feyerabend (1974), sino como adecuados en cada caso al aspecto
del objeto que se trata de indagar. Que en eso consiste el pluralismo
metodológico propio de la Sociología.
71
Colección de Ciencias Sociales

2. El método histórico

La ciencia de la sociedad ha de recurrir de manera sistemática


al método histórico. Cuando me refiero aquí al método histórico,
no quiero decir que la Sociología deba incluir entre sus técnicas de
investigación las que son propias del historiador para reconstruir el
pasado e interpretarlo, sino sólo que el sociólogo ha de interrogarse,
e interrogar a la realidad social, acerca del curso sufrido por aquello
que estudia, sobre cómo ha llegado a ser como es, e incluso por qué
ha llegado a serlo. No se trata de que el sociólogo se introduzca en
campo ajeno o mimetice la actividad del historiador, sino de que
extreme su conciencia de la fluidez heraclitiana de su objeto de
conocimiento, sea cual fuese su tempo, de forma que la variable
tiempo se tenga siempre presente en el estudio de la realidad social.
Y no se trata con ello de consagrar el brocardo baconiano, según el
cual vevitas temporis filia, sino más bien de incorporar a la Sociología
el famoso dictum de Burckhardt: «La historia es la ruptura con la
naturaleza creada por el despertar de la conciencia» (Carr, 1978:
182). En efecto, también la Sociología implica en alguna medida
una ruptura con la naturaleza, en el sentido de negar a lo social
dado la condición de natural y de profundizar en la conciencia de
su contingencia; dicho más brevemente, la Sociología posibilita
al menos la atenuación del etnocentrismo en lo que se refiere a la
organización y los procesos sociales y, literalmente, permite percibir
la historicidad de los fenómenos sociales estudiados. Por eso tiene
tan poco sentido una Sociología ahistórica que no se pregunte de
dónde vienen los procesos y las instituciones sociales (y adónde van),
sino que los examine fuera del tiempo*, tal Sociología, a la que dudo
se pueda llamar así, hace con frecuencia buena la famosa pregunta
de « ¿Cómo se puede ser persa?», aunque sin la ironía con que en su
momento se formuló.

Este tipo de Sociología carente de sensibilidad histórica cree


que estudia el presente, cuando éste no tiene más existencia que la
puramente conceptual de línea divisoria imaginaria entre el pasado y
72
Modalidades de abordaje metodológico

el futuro: esta idea de Carr, con la que es difícil no estar de acuerdo, es


particularmente aplicable al objeto de la Sociología, pues la sociedad
humana ha cambiado tanto de un país a otro y de un siglo a otro
que se impone considerarla ante todo como un fenómeno histórico
(Carr, 1978: 43). De aquí el asombro de Braudel de que los sociólogos
hayan podido escaparse del tiempo, de la duración (1968: 97), lo que
consiguen o bien refugiándose en lo más estrictamente episódico o
bien en los fenómenos de repetición que tienen como edad la de la larga
duración. Y por ello Braudel formula una invitación a los sociólogos,
que apoya de una parte en la consideración de ciencia global que
la Sociología tenía para los clásicos y, de otra, en la superación por
los historiadores de una historia limitada a los acontecimientos:
invitación a considerar que Sociología e historia constituyen «una
sola y única aventura del espíritu, no el envés y el revés de un mismo
paño, sino este paño mismo en todo el espesor de sus hilos» (1968:
115): La historia, en efecto, le parece a Braudel una dimensión de la
ciencia social, formando cuerpo con ella: desde principios de este
siglo, y especialmente en Francia gracias a los esfuerzos de Berr,
Febvre y Bloch, «la historia se ha dedicado... a captar tanto los hechos
de repetición como los singulares, tanto las realidades conscientes
como las inconscientes. A partir de entonces, el historiador ha
querido ser —y se ha hecho— economista, sociólogo, antropólogo,
demógrafo, psicólogo, lingüista... la historia se ha apoderado, bien o
mal pero de manera decidida, de todas las ciencias de lo humano; ha
pretendido ser... una imposible ciencia global del hombre» (Braudel,
1968: 113-114).

Pues bien, no se trata, evidentemente, de asumir esta suerte de


imperialismo de los jóvenes años de los Aúnales y reimplantarlo en
la Sociología, sino sólo de reconocer con Braudel que con frecuencia
historia y sociología se identifican y se confunden, especialmente por
el carácter global de ambas, y de manera particular en el plano de
los fenómenos de larga duración y en el del análisis de la estructura
global de la sociedad. Esto era bien comprendido y practicado por la
mayoría de los «padres fundadores» de la Sociología, en tanto que la
73
Colección de Ciencias Sociales

parte más importante de la investigación llevada a cabo en los años de


la que se llamó «sociología moderna» fue puramente de fenómenos
episódicos o atemporalmente examinados. Me parece que es preciso
reaccionar contra tal ahistoricismo, y no dudo en suscribir la opinión
de Carr: «Cuanto más sociológica se haga la historia y cuanto más
histórica se haga la sociología, tanto mejor para ambas» (1978: 89).

Pero negarse al ahistoricismo ¿no implicará caer en el nefando


historicismo popperiano con todas sus denostadas miserias?
Recordemos que Popper entiende por historicismo «un punto de
vista sobre las ciencias sociales que supone que la predicción histórica
es el fin principal de éstas, y que supone que este fin es alcanzado
por medio del descubrimiento de los ‘ritmos’ o los ‘modelos’, de las
‘leyes’ o las ‘tendencias’ que yacen bajo la evolución de la historia»
(1973: 17); en contra de ello, la tesis de Popper es que «la creencia
en un destino histórico es pura superstición y que no puede haber
predicción del curso de la historia humana por métodos científicos
o cualquier otra clase de método racional» (1973: 9). Sea cual fuere
la opinión que se tenga acerca de la posición popperiana (y sin
duda está hoy bastante desacreditada a causa de que la noción de
«historicismo» es más bien, como dice Carr, una especie de cajón
de sastre en el que Popper reúne todas las opiniones acerca de la
historia que le desagradan, inventando además los argumentos
«historicistas» que le interesan: cfr. Carr, 1978: 123 n.), es evidente
que cuando reclamo para la Sociología la necesaria sensibilidad
histórica, e incluso un método histórico, no estoy defendiendo la
necesidad de que los sociólogos hagan predicción histórica, sino
más bien postdicción histórica: esto es, que se esfuercen en ver la
formación de los fenómenos sociales a lo largo del lapso de tiempo
conveniente, y que perciban la duración de la realidad social, tanto
en el período corto como largo, como el ámbito preciso para hablar
de los cambios experimentados. Aunque, desde luego, nada se
opone a la predicción, salvo que ésta se convierta en la proclamación
profética de un sino histórico trascendente, que es contra lo que en
realidad está Popper y en lo que se puede estar de acuerdo con él.
74
Modalidades de abordaje metodológico

Es evidente que, tanto en el caso de la postdicción como


en el de la predicción, el sociólogo que busca en la historia está
buscando factores causales; no, desde luego, la causa que explique
maravillosamente lo que se estudia, sino el conjunto de múltiples
causas que siempre rodean confusamente el proceso de que se trate,
por más que en el mejor de los casos pueda discernirse una cierta
jerarquía causal. Y tampoco el sociólogo practicante del método
histórico ha de limitarse al establecimiento de puras secuencias
temporales que pueden ser perfectamente irrelevantes en términos
causales, de acuerdo con el clásico sofisma de post hoc, ergo propter
hoc, sino que ha de explorar en lo posible la variedad de circunstancias
que hayan podido influir, condicionar o determinar el fenómeno que
se trae entre manos. Téngase en cuenta que cuando hablo aquí de
indagación de causas estoy muy lejos de sugerir un planteamiento
mecanicista de la causación que privilegie la exclusividad (una
causa; y el automatismo (la necesidad del sequitur); por el contrario,
creo que es mucho más realista y más científico, aunque mucho
menos concluyente, postular que de ordinario lo que habrá será una
multiplicidad de causas operando en un campo variable y complejo
la producción más o menos probable de determinadas consecuencias;
pero por impreciso que pueda parecer este planteamiento, siempre
será más consistente que la consideración de los fenómenos
como producidos de la nada en ese momento, o que la atribución
dogmática de una causa porque alguien con autoridad lo haya dicho,
o porque tal mecanismo causal figura en la panoplia de alguno de los
grandes modelos abstractos al uso. Creo que debe darse como buena
en Sociología la recomendación de Polibio: «Donde sea posible
encontrar la causa de lo que ocurre, no debe recurrirse a los dioses.»
Y seguramente tampoco donde no lo sea, que la ciencia no debe
descargar sus responsabilidades sobre quien no ha de protestar por
ello. Por último, he de hacer notar que cuando indico que el recurso a
la historia implica la búsqueda sin ambages de la explicación causal,
no excluyo con ello en modo alguno la pretensión de comprender el
fenómeno en sentido weberiano: como creo haber puesto de relieve en
otro lugar (1979: 368-382), explicación y comprensión no se oponen,
75
Colección de Ciencias Sociales

y no hay duda de que las conclusiones que Weber trata de establecer


son causales. En todo caso, y para la justificación del recurso a la
historia que aquí me interesa, tanto en lo que tiene de explicativo
como de comprensivo, y tanto en el estudio del presente como en
el intento de predicción del futuro, creo que Lledó ha expresado
magistralmente lo que quiero decir: «Parece, pues, que el sentido de
la historia humana no es la visión pasiva del hecho histórico, sino la
actualización de ese hecho en el entramado total de sus conexiones,
para atender a lo que el hombre ha expresado en él. Y esa atención
es posible cuando se interpreta el transcurrir humano desde el
pasado que lo proyecta, pero también desde el futuro que lo acoge y
determina» (1978: 61-62). Texto al que mis únicas reservas, timoratas
si se quiere, son la utilización del término «total» —por la irrealizable
ambición que implica—, y la noción de que el futuro «determina»
el transcurrir humano —por la áspera paradoja que contiene—. Y,
por continuar con Lledó, de los seis aspectos que propone para la
consideración del pasado, entiendo que el más propio al recurso del
sociólogo es el que concibe el pasado como gestador del presente: «lo
que somos es, sencillamente, lo que hemos sido»; de aquí que Bloch
pudiera afirmar que la incomprensión del presente nace fatalmente
de la ignorancia del pasado (cfr. Lledó, 1978: 71-77).

La Sociología no puede versar sobre el presente sino buscando


su génesis en el pasado: si ha de haber una Sociología del presente ha
de apoyarse en una historia del presente, esto es, en una historia.

El paciente lector habrá observado mi reiteración, hablando


como estoy del método histórico en Sociología, en referirme a ésta
como sociología del presente. Ello tiene por objeto descartar en
este contexto cualquier veleidad hacia la sociología de la historia,
empeño respetable si los hay pero que no tiene nada que ver con la
necesidad en que insisto aquí de que el sociólogo tome en cuenta la
génesis de lo que estudia. La Soziologie der Geschichte es muy otra
cosa, de la que podrían ser buenos ejemplos el conocido ensayo de
Von Wiese sobre la cultura de la Ilustración (cfr. 1954, y el prólogo de
76
Modalidades de abordaje metodológico

Tierno), o el de Von Martin sobre la sociología de la cultura medieval


(cfr. 1970, y el prólogo de Truyol), incluidos ambos precisamente en
el Handwórterbuch der Soziologie, editado por Vierkandt en 1931,
o el estudio de Dawson sobre los fundamentos sociológicos de la
cristiandad medieval (cfr. 1953), o tantos y tantos brillantes ejercicios
que, cuando amplían el fenómeno o la época estudiada, pueden
llegar a configurarse más bien como trabajos de filosofía de la
historia. Ciertamente, lo que caracteriza a la sociología de la historia
es su intento de poner de manifiesto los condicionamientos sociales
de los fenómenos del pasado, y en ese sentido sí que se confunde
de hecho —y de modo totalmente legítimo— con determinada
historiografía que persigue idéntico propósito; pero en ocasiones,
como antes he apuntado, la perspectiva sociológica se desplaza tanto
hacia la metafísica que la confusión se produce con la filosofía de la
historia. Pues bien, es claro que al propugnar el método histórico en
sociología no me refiero a hacer sociología del pasado, sino a hacer
historia de la sociedad presente: y ello en la medida necesaria para
poner de manifiesto su génesis.

Una última cuestión, referida a la vieja polémica que niega a


la historia la condición de ciencia porque su objeto de conocimiento
está constituido por hechos individuales e irrepetibles, en tanto que
el de la ciencia consiste en lo inmutable y uniforme de la naturaleza
y la materia, objeción que en alguna medida afectaría a la utilización
del método histórico por la Sociología; de acuerdo con tal argumento,
la historia sería un saber sobre lo individual incapaz de abstracción ni
generalización (un conocimiento idiográfico), en tanto que la ciencia
sería saber de lo universal, abstraído de la experiencia y capaz de
expresarse en «leyes» generales (un conocimiento nomotético). No
es del caso reproducir aquí los conocidos argumentos de Rickert (cfr.
1945) en contra de la conclusión obtenida de tal distinción (negar a
la historia el estatuto científico), puesto que la polémica a que me
refiero ha perdido prácticamente toda su fuerza inicial: de una parte
porque, gracias sobre todo a la obra de Darwin, se ha introducido la
variación y la historia en la ciencia natural, de modo que su objeto
77
Colección de Ciencias Sociales

no se concibe ya como algo intemporal y estático sino en permanente


proceso de transformación, lo que ha llegado a afectar hasta a la
astronomía; de otra parte, la vieja noción de ley de las ciencias físico-
naturales ha ido suavizándose con el tiempo, de modo que hoy se
prefiere hablar simplemente de hipótesis, como sugirió Poincaré
(cfr. 1963), atribuyendo a la teoría no un significado nomotético,
sino sobre todo pragmático. Todo ello implica que en las ciencias
físico-naturales no preocupa ya primordialmente el establecimiento
de leyes, sino la explicación de cómo funcionan las cosas, que es
justamente lo que hace el historiador, tanto más cuanto que, como
dice Carr, «no está realmente interesado en lo único, sino en lo
que hay de general en lo único» (1978: 85): la historia se distingue
de la mera recopilación de datos precisamente por su empeño en
la generalización y la abstracción. Pues bien, si las ciencias físico-
naturales se han revelado como menos nomotéticas de lo que se
suponía, y la historia como menos idiográfica, no parece tener
mucho sentido seguir prestando atención a una discusión planteada
en tales términos. Y tanto menos cuanto que la peculiar condición
de la Sociología le impide considerarse como ciencia nomotética
que hubiera de recelar de una presunta condición no científica de la
historia por su naturaleza idiográfica.

Mejor será, como aquí hago, reconocer que la Sociología


trabaja con un objeto de conocimiento, la realidad social, que
es esencialmente histórico: cada sociedad es única, y ha sido
configurada en una trayectoria histórica específica que da razón
de ella explicando su génesis; lo que no excluye, sino impone, la
abstracción y la generalización convenientes, pues esa unicidad de
cada sociedad no las impide.

3. El método comparativo

Tradicionalmente se ha venido diciendo que el método


comparativo sustituye en las ciencias sociales al imposible o muy
difícil método experimental, propio de muchas de las ciencias
78
Modalidades de abordaje metodológico

físico-naturales. En efecto, en el experimento controlado de


laboratorio el químico puede añadir o eliminar una sustancia, y
observar el resultado que se produce; el sociólogo, en cambio, no
puede añadir o suprimir nada en una sociedad para comprobar
su efecto: el científico social sólo muy raramente puede manipular
las variables de manera directa. En tanto que gracias al método
comparativo puede «manipular» indirectamente las variables que le
interesa controlar. Pues bien, esto es verdad sólo dentro de ciertos
límites; por una parte, son muchas las ciencias físico-naturales que
no tienen acceso a la experimentación controlada de laboratorio,
como la astronomía; por otra, esa «manipulación» indirecta de las
variables que se dice ofrece el método comparativo no es sino una
metáfora, ni siquiera una analogía: el científico social que compara
no manipula nada. Dejemos, pues, de lamentar que las ciencias
sociales no puedan experimentar en un laboratorio, lamento que es
simplemente resultado del sentimiento de inferioridad que aqueja a
muchos científicos sociales respecto de los físico-naturales, nacido
del equivocado planteamiento de que el modelo de la ciencia social
es la ciencia de la naturaleza. Y, consecuentemente, examinemos
el método comparativo en sí mismo, no como resultado de una
experimentación imposible.

El método comparativo es consecuencia de la conciencia de


la diversidad: la variedad de formas y procesos, de estructuras y
comportamientos sociales, tanto en el espacio como en el tiempo,
lleva necesariamente a la curiosidad del estudioso el examen
simultáneo de dos o más objetos que tienen a la vez algo en común
y algo diferente; pero la satisfacción de tal curiosidad no lleva más
allá de la taxonomía y la tipificación, y cuando se habla del método
comparativo en las ciencias sociales parece que quiere irse más lejos
de esas básicas operaciones de toda ciencia.

Una importante consecuencia de lo que he llamado conciencia


de la diversidad es la eliminación, o al menos la erosión, de lo
que conocemos como etnocentrismo, actitud que se ha revelado
79
Colección de Ciencias Sociales

particularmente estéril y perniciosa en las ciencias sociales en la


medida en que trata de explicar y comprender fenómenos ajenos
con categorías propias, desvirtuando con ello el empeño de obtener
conocimiento que pueda ser llamado tal. Una forma particularmente
rechazable de etnocentrismo es la que podemos calificar de
naturalismo, esto es, de considerar lo propio como «lo natural»,
valorando lo ajeno no ya como exótico, sino como, desviación
rechazable: lo que es dado en el ámbito sociocultural del estudioso
viene a ser considerado así como lo natural, normal, apropiado o
valioso, en tanto que todo lo que no es así se considera malformado,
deficiente, «no civilizado» o insuficientemente desarrollado. Una
exposición suficiente a la diversidad puede terminar convirtiendo
tal parroquialismo en una visión más objetiva, esto es, más relativa,
aunque no necesariamente.

En resumidas cuentas, y como dice Andreski, «el


conocimiento de otras sociedades y la consiguiente aptitud para
comparar ayudan enormemente al análisis de una sociedad dada
y, sobre todo, al descubrimiento de relaciones causales» (1973: 78).
Pero principalmente, y a más de todo ello, el método comparativo
responde al interés de «desarrollar y comprobar teorías que sean
aplicables por encima de las fronteras de una sola sociedad»,
como señalan Holt y Turner (1970: 6), ya que carecería de sentido
intentar la formulación de teorías cuyos referentes empíricos
estuvieran confinados en el entorno del investigador. Pero además
de permitir la universalidad de la ciencia (o por lo menos de impedir
su injustificable compartimentación), lo cierto es que el método
comparativo tiene una larga tradición en ciencias sociales: propuesto
formalmente por John Stuart Mili en su A System of Logic al establecer
los cuatro famosos cánones de la inducción destinados a descubrir
las relaciones de causalidad (concordancia, diferencia, residuos y
variaciones concomitantes), es no sólo utilizado sino enfáticamente
recomendado por Durkheim, quien sostiene que «el método
comparativo es el único que conviene a la sociología» (1965: 99): «La
sociología comparada no es una rama particular de la sociología; es
80
Modalidades de abordaje metodológico

la sociología misma, en tanto deja de ser puramente descriptiva y


aspira a dar razón de los hechos» (1965: 107). Bien es verdad que
Durkheim defiende como método comparativo el de las variaciones
concomitantes, identificando así «método» con «método de prueba»,
y específicamente de la prueba causal (cfr. 1965: cap. VI), y no es
cosa de entrar aquí a discutir todos los problemas implícitos en dicha
posición; me limitaré, pues, a indicar que no es preciso identificar
el método comparativo tal como aquí se presenta con ninguno de
los cánones de Mili, y tampoco considerarlo necesariamente como
parte del ars probandi. Por método comparativo basta entender aquí
el recurso a la comparación sistemática de fenómenos de diferente
tiempo o ámbito espacial, con objeto de obtener una visión más rica y
libre del fenómeno perteneciente al ámbito o época del investigador,
o de articular una teoría o explicación que convenga a fenómenos
que trasciendan ámbitos o épocas concretos.

Naturalmente, carece de sentido comparar dos cosas


cualesquiera: es habitual la prudente norma de recomendar un
grado suficiente de analogía estructural y de complejidad entre los
fenómenos que hayan de confrontarse, así como la necesidad de no
desgajar arbitrariamente de su contexto las instituciones, procesos u
objetos culturales que se comparen; pero, como bien dice Duverger,
«si se llevaran hasta el fin las exigencias de la analogía se haría
imposible todo estudio comparativo» (1962: 418), pues terminarían
comparándose sólo cosas idénticas. La comparación se interesa
tanto por las diferencias como por las semejanzas (tanto más por las
primeras cuanto la analogía sea mayor), y no siempre versa sobre
objetos diferentes pertenecientes a épocas o ámbitos separados, sino
que en ocasiones se comparan los resultados obtenidos del estudio
de un mismo fenómeno desde perspectivas diferentes: pero, en
contra del parecer de Duverger, dudo que deba emplearse el término
«comparativo» para calificar este tipo de trabajo.

Como señala Rokkan, el interés de los «padres fundadores»


por el método comparativo se perdió entre sus seguidores, y
81
Colección de Ciencias Sociales

sólo en los años cincuenta surge de nuevo, esta vez motivado


por los esfuerzos en favor de la integración internacional, de la
cooperación política y económica, y de los programas de ayuda a
los países del tercer mundo: esas nuevas demandas de las relaciones
internacionales incrementaron la necesidad de conocimientos acerca
de las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas de los
más distintos países del mundo y, consecuentemente, estimularon
la investigación comparativa sistemática (1966: 4). Bien es verdad
que las construcciones teóricas que respaldaban estos esfuerzos
de comparación cross-cultural y cross-national eran pobres y
fragmentarias, y no habían llegado a desarrollarse herramientas
de análisis ni procedimientos probatorios adecuados para manejar
datos a muy distintos niveles de comparabilidad (ibidem). La mayor
parte de los trabajos llevados a cabo en esos años versaban sobre
datos que no habían sido obtenidos por los propios investigadores: el
análisis secundario comparativo planteaba el problema de apreciar
la comparabilidad de datos procedentes de fuentes independientes,
de modo que era necesario ir más allá del simple manejo de
informaciones tabuladas de manera similar (1966: 16). El intento de
establecer generalizaciones, por otra parte, imponía la necesidad de
replicar en otros países las proposiciones ya validadas en algunos de
ellos, cosa sin duda más fácil de llevar a cabo a través de estudios
de opinión (esto es, a un nivel microsociológico), que de análisis
de las estructuras de los sistemas sociales en su conjunto, aunque
las indagaciones del primer tipo dejasen siempre abierto el portillo
de la duda acerca de su validez. Para Rokkan, la consolidación del
interés en la metodología comparativa se desenvuelve entre dos
polos, el de manejarse con datos obtenidos por el investigador en
condiciones de completo aislamiento respecto de otros científicos
sociales pertenecientes a las culturas y sociedades estudiadas, o el
de asegurar la comparabilidad de los datos en todos los temas y
fases del proceso a través de la participación de científicos sociales
de todas las culturas y sociedades estudiadas; entre estos dos
hipotéticos extremos se desenvuelve la investigación comparativa
en Sociología, y normalmente en uno de estos tres niveles: un primer
82
Modalidades de abordaje metodológico

nivel en el que se lleva a cabo la colección y articulación sistemática


de datos producidos independientemente y de hallazgos producto
de investigaciones no coordinadas; Rokkan aduce los ejemplos de
los estudios de parentesco de Murdock, los de socialización de Child
y Whiting, o los de Lipset y su escuela sobre los factores sociales
y económicos determinantes del comportamiento político. En un
segundo nivel se situarían los esfuerzos dirigidos a influir sobre las
instituciones que llevan a cabo regularmente procesos de recogida
de datos en diversos países, para el desarrollo de metodologías más
apropiadas (cuestionarios, códigos, tabulaciones y procedimientos
de análisis): las estadísticas demográficas y económicas realizadas
por las Naciones Unidas, la OIT, la UNESCO, la Organización
Mundial de la Salud, etc., experimentaron importantes mejoras en
orden a la comparabilidad internacional gracias a tales esfuerzos.
En un tercer nivel, por fin, habría que clasificar la organización
de programas ad hoc de recogida de datos en distintos países
con el específico propósito de compararlos, como serían los casos
del trabajo de Lerner sobre el Medio Oriente, o del de Almond y
Verba sobre la cultura cívica (Rokkan, 1966: 21-22). Desde la época
en que se llevaron a cabo tan conocidas investigaciones, el interés
por la comparación se ha consolidado, y sus presupuestos teóricos
y herramientas metodológicas se han refinado extraordinariamente,
aunque no siempre la elección de lo que se compara ni sus resultados
sean completamente satisfactorios.

La cuestión de qué pueda o deba compararse, en términos de


si ha de ser la totalidad de los sistemas o algunas de sus partes, ha sido
objeto de discusión, especialmente en el campo de la ciencia política.
Riggs, por ejemplo, entiende que de no tomar en consideración el
sistema político como un todo, debilitaríamos innecesariamente
nuestra capacidad de ver la Gestalt de la política (1970: 76 y 78 y ss.)
LaPalombara, por el contrario, mantiene que debe seleccionarse un
segmento del sistema y organizar a su alrededor las proposiciones
teóricas que constituyan el foco para la indagación empírica (1970:
133), en una posición muy análoga a la del Merton de las teorías de
83
Colección de Ciencias Sociales

alcance medio, a quien expresamente cita. Pero tal discusión, sea cual
fuere su valor en el ámbito de la ciencia política, no es trasladable sin
más a la Sociología: piénsese lo que significaría estudiar el sistema
social como un todo, y compararlo sin más con otro todo. Dejando
aparte el problema, más filosófico que otra cosa, de si la sociedad
como tal, globalmente considerada, es susceptible de ser objeto de
conocimiento de la Sociología (esto es, de si es posible una «sociología
de la sociedad»), lo cierto es que la totalidad social sólo ha sido
estudiada a través de esquemas y modelos reductores —cuando no
reduccionistas— que de hecho la segmentalizan en algunas líneas o
características que se consideran más relevantes que, o determinantes
de, las demás. Y todo esto, evidentemente, en el bien entendido de
que el estudio de que se trata es empírico (aunque no necesariamente
cuantitativista), esto es, que se remite a determinadas realidades
a cuya comparación se apela. De hecho, la tradición sociológica se
apoya sistemáticamente en exámenes de la realidad social a un nivel
de análisis inferior al de la totalidad social, excesivamente compleja
para dejarse prender en las mallas de la más ambiciosa investigación;
lo que no excluye que el investigador respalde su trabajo con una
teoría de la totalidad social. Pienso, pues, que las investigaciones de
alcance medio, que son en la práctica las únicas posibles, necesitan
teorías a su medida, también de alcance medio; pero que aquéllas y
éstas requieren imperiosamente ser respaldadas por teorías de largo
alcance, incluso por teorías generales de la totalidad social en la
problemática medida en que sean posibles. Pero dejemos esto ahora,
pues lo único que quiero destacar aquí es que en ciencia política
podrá o no ser posible y conveniente el estudio y la comparación de
sistemas políticos en su conjunto, considerados como un todo; pero
en Sociología tal empeño referido a totalidades sociales, en lugar de
a rasgos o dimensiones determinados, no parece viable.

La necesidad de no ser excesivamente ambiciosos en el


acotado de lo que se compara ha llevado a cierta desconfianza de las
comparaciones interculturales, e incluso de las internacionales aun
dentro del mismo área cultural, originándose así una corriente de
84
Modalidades de abordaje metodológico

interés en favor de las comparaciones internacionales de diferencias


intranacionales. Como dicen Linz y De Miguel, la comparación puede
versar sobre dos aspectos de un mismo país, sobre dos aspectos de
dos países diferentes, o sobre el resultado de la comparación de dos
aspectos de un país con el resultado de la comparación de dichos
dos aspectos en otro país (1966: 270). Y todo ello porque, siendo
las sociedades a comparar muy heterogéneas, cualquier «media»
(estadística o no) enmascarará la situación real. La comparación
internacional, y no digamos la intercultural, ha de tener siempre
in mente la existencia de diferencias intranacionales más o menos
grandes, tan grandes a veces que despojan de sentido a todo intento
comparativo que no cuente con ellas, y cuya ignorancia conduce a
extrapolaciones completamente gratuitas de, por ejemplo, el proceso
de desarrollo económico experimentado por una sociedad a otra
diferente. «La heterogeneidad interna, la diferenciación regional
y los desequilibrios en el desarrollo constituyen algunas de las
características esenciales de muchas sociedades, y son responsables de
muchos de sus problemas» (Linz y De Miguel, 1966: 272): no pueden,
pues, ignorarse en el caso de pretender llevar a cabo comparaciones
internacionales, e incluso deben constituir expresamente el objetivo
de tales comparaciones.

4. El método crítico-racional

En 1937 señalaba Horkheimer en un famoso artículo que


«las varias escuelas de sociología tienen idéntica concepción de la
teoría, y ésta es la de las ciencias naturales... En esta concepción
de la teoría,... la función social realmente cumplida por la ciencia
no se hace manifiesta; no se explica lo que la teoría significa para
la vida humana» (1976: 209 y 212). Tal función social, rechazada
por el autor, parte de que los científicos se dedican a actividades
meramente clasificatorias y consideran la realidad social como
extrínseca, enfrentándola como científicos y no como ciudadanos;
consecuentemente, la realidad se concibe como consistente en datos
que han de ser verificados, sin mayor implicación de la actividad
85
Colección de Ciencias Sociales

científica en la organización racional de la actividad humana para


la construcción de un mundo que satisfaga las necesidades de los
hombres. Frente a esta concepción tradicional o positivista de la
ciencia, Horkheimer opone la teoría crítica, que «nunca busca
simplemente un incremento del conocimiento como tal: su objetivo
es la emancipación del hombre de la esclavitud» (1976: 224). El
mismo autor sostuvo en 1947 que el positivismo científico implica
consagrar la que llama razón subjetiva o instrumental y rechazar
la razón objetiva: se considera que la tarea de la razón «consiste
en hallar medios para lograr los objetivos propuestos en cada
caso» (1973: 7), sin reparar en qué consiste en cada caso el objetivo
específico propuesto; la razón tiene así que habérselas tan sólo «con la
adecuación de modos de procedimiento a fines que son más o menos
aceptados y que presuntamente se sobreentienden» (1973: 15). Los
fines no son, pues, manejables por la razón instrumental, esto es,
por la ciencia positivista: constituyen algo dado, sobreentendido; la
ciencia se ocupa de clasificar y deducir, de adecuar medios afines.
En contraste con ello, la ciencia articulada como razón objetiva debe
enfocarse sobre «la idea del bien supremo, del problema del designio
humano y de la manera de cómo realizar las metas supremas» (1973:
17). De no ser así resultaría que «no existe ninguna meta racional
en sí, y no tiene sentido entonces discutir la superioridad de una
meta frente a otras con referencia a la razón» (1973: 17-18), lo que
implicaría la abdicación de la ciencia de lo que constituye su objetivo
más importante: cooperar con la filosofía en la determinación de las
metas del hombre. Si tal abdicación se produce (y se produce, en
efecto, en la ciencia social positivista que se pretende valué-free),
entonces «el pensar no sirve para determinar si algún objetivo es de
por sí deseable... los principios conductores de la ética y la política...
llegan a depender de otros factores que no son la razón. Han de ser
asunto de elección y de predilección, y pierde sentido el hablar de
la verdad cuando se trata de decisiones prácticas» (1973:19). «Los
fines ya no se determinan a la luz de la razón... nuestras metas, sean
cuales fueren, dependen de predilecciones y aversiones que de por
sí carecen de sentido» (1973: 42 y 47).

86
Modalidades de abordaje metodológico

No es del caso volver aquí sobre los diversos extremos de la


teoría crítica, de los que me he ocupado ya con cierto detalle (cfr. 1979:
96-100, 128-162 y 388-394), pero sí quiero destacar la importancia que
en ella se concede al papel de la ciencia, su negación de una ciencia
de corte positivista que se constituya como libre de valoraciones, y
su correlativa afirmación de una ciencia que se ocupe racionalmente
de los fines: el acuerdo al respecto de Horkheimer, Marcuse, Adorno
y Habermas, con todas sus diferencias, es verdaderamente notable.
Cuando el positivismo relega los fines humanos a las tinieblas
exteriores (esto es, cuando niega que la ciencia pueda ocuparse de
valores «valiendo»), limita la razón al papel puramente instrumental
de enjuiciar la adecuación de medios diversos a fines dados: lo que el
positivismo consagra es la no racionalidad de la esfera de los fines,
y lo que la teoría crítica reivindica es justamente la restitución de los
fines del hombre al ámbito de la racionalidad, esto es, de la ciencia.
Entiéndase bien, la teoría crítica no pretende sustituir la racionalidad
de la ciencia por la irracionalidad de la no-ciencia, sino recuperar
para los fines humanos, para los valores y para el deber ser, su lugar
en la ciencia. Como dice Bottomore, «el desasosiego general sobre
las consecuencias sociales de la ciencia y la tecnología presta cierto
estímulo y justificación a los críticos del racionalismo científico, pero
no me parece que sea de gran ayuda para la causa de la liberación
humana renegar de éste en favor del misticismo religioso que crece
de forma tan exuberante entre los exponentes de una contracultura
no científica» (1975: 15). La teoría crítica no trata de sustituir la ciencia
por el misticismo, sino de que la ciencia recobre su competencia para
la consideración racional de los fines del hombre, lo que implica
reclamar para la ciencia el ejercicio de la reflexión racional, y no sólo
la práctica del empirismo positivista que se niega a ir más allá de los
hechos.

Esto es lo que significa en último extremo la expresión «teoría


crítica», frente a la «celebración de la sociedad tal como es», en la
conocida frase de Mills. Pues bien, este reclamar para la ciencia
social el ejercicio de la racionalidad en la consideración de los fines,
87
Colección de Ciencias Sociales

en este caso de los fines sociales, es tanto como decir que uno de los
métodos de la sociología ha de ser el crítico-racional. Se trata, como
a la vista está, de discutir y apreciar la racionalidad de los fines,
cuestión de la que la ciencia positivista no quiere saber nada, ya que
es una cuestión de valores, por lo que se limita a la de la racionalidad
de los medios en términos de su adecuación a fines dados: es decir, a
una racionalidad instrumental planteada como cuestión meramente
técnica.

En otro lugar me he ocupado en poner de relieve la


imposibilidad de una ciencia social que se pretenda valué-free,
lo que no implica en modo alguno la imposibilidad de la ciencia
social (cfr. 1979, esp. ap. II), sino sólo que para las ciencias sociales
es inviable el modelo positivista de las ciencias físico-naturales: las
ciencias sociales son ciencias de otro tipo, ya que, para lo que en
este momento nos interesa, no pueden construirse pretendiendo
una asepsia valorativa imposible en el investigador, y no deben
construirse dejando explícitamente al margen de la consideración
racional los fines sociales. Lo que en la práctica sucede es que,
pese a la retórica avalorista, toda la ciencia social que se hace
está inevitablemente coloreada de los valores en que comulga el
investigador, y ello de forma más o menos consciente y en ocasiones,
podría decirse, más o menos artera. Resulta, pues, paradójico que
la ciencia social positivista se empeñe en una asepsia imposible y,
como consecuencia, produzca el resultado indeseable de negar a los
fines sociales derecho a la consideración racional, es decir, científica,
relegándolos al terreno de la preferencia personal y de la lucha
política; con lo que el mismo científico que al tiempo que afirma su
neutralidad valorativa impregna su trabajo de valores larvados, al
plantearse cuestiones relativas a fines sociales ha de despojarse de
su condición de científico y limitarse a la de ciudadano. Se predica
la racionalidad instrumental o técnica donde hay en realidad mucho
más que eso, y se niega cualquier racionalidad científica a lo más
importante. La ciencia social positivista considera, en contra de
lo que dice, los fines sociales: pero lo hace de manera clandestina,
88
Modalidades de abordaje metodológico

en un ámbito que afirma no les corresponde por estar exento de


valoraciones.

En contra de este planteamiento, que me parece imposible e


inconsecuente, creo que hay que devolver a las ciencias sociales su
tradicional componente normativo, esto es, su derecho a considerar
científicamente, racionalmente, los fines sociales; y ello a través de lo
que puede calificarse como método crítico-racional.

Pero debe quedar claro desde el primer momento que la


consideración de la racionalidad de los fines no implica ningún
contenido dogmático, en el sentido —vulgar si se quiere— de que
la ciencia social hubiera de suplantar la decisión política, llegándose
con ello a la engañosa utopía del gobierno de los sabios. Por el
contrario, de lo que se trata es del ejercicio racional de la crítica de
fines, de la negación a lo existente de su postulada condición de orden
natural necesario, de mostrar el pedestal de barro en que descansan
los ídolos de todo tipo. La consideración de la racionalidad de los
fines sociales no tiene por objeto absolutizar ninguno de ellos, sino
más bien corromper la fe en el pretendido carácter absoluto de
alguno de ellos. Y me apresuro a decir que no se trata de que a la
ciencia social pueda darle igual un fin que otro: siempre la justicia
será mejor que la injusticia o la libertad mejor que la opresión, y
la ciencia social deberá señalar la injusticia implícita en posiciones
que se pretenden justas, o los recortes a la libertad que se presenten
como conquistas de la libertad. No hay, pues, vestigio alguno de
relativismo axiológico en la negación del dogmatismo, sino sólo la
constatación de que el papel normativo de la ciencia social es más
bien de crítica que de propuesta, y que, en el caso de esta última,
tratará de defender valores y no programas políticos concretos.
No se trata, pues, de arropar con el eventual prestigio de la ciencia
opciones políticas concretas que se presentarían públicamente
como decididas, sino de someter a discusión racional los fines
propuestos y sus alternativas. Y no cabrá normalmente esperar una
posición unánime de la comunidad científica en cada punto sujeto a
89
Colección de Ciencias Sociales

discusión, del mismo modo que no existe tal unanimidad ni siquiera


en el pretendido ámbito neutral exento de valoraciones en que la
ciencia social positivista afirma moverse. El método crítico-racional
no comporta el que la ciencia social como tal asuma la tarea de fijar
los fines sociales, sino sólo que los fines sociales sean susceptibles
de una consideración científica racional y crítica. E insisto una vez
más: contra el método crítico-racional no hay más argumento que el
empírico-positivista de rechazar el mundo de los valores, argumento
de cuya inanidad estoy completamente convencido por razones
que ya he expuesto y que no es del caso repetir aquí. Y siendo esto
así, nada exige a la ciencia social que renuncie a la razón objetiva o
sustantiva, recluyéndose en una mera razón instrumental que acepte
como dados y considere indiscutibles los fines sociales establecidos
por puras razones de preferencia o de intereses; por el contrario, la
ciencia social debe reivindicar su discusión.

No estará de más indicar que cuando Weber habla de


Zweckrationalitat; o racionalidad de fines, se está refiriendo a
una de las distintas formas que puede revestir la acción social
(que puede ser racional con arreglo a fines, racional con arreglo a
valores, afectiva, o tradicional); la acción racional con arreglo a fines
está determinada por expectativas en el comportamiento tanto de
objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizando
esas expectativas como «condiciones» o «medios» para el logro
de fines propios racionalmente sopesados o perseguidos ... Actúa
racionalmente con arreglo a fines quien oriente su acción por el fin,
medios y consecuencias implicados en ella y para lo cual sopese
racionalmente los medios con los fines, los fines con las consecuencias
implicadas y los diferentes fines posibles entre sí; en todo caso, pues,
quien no actúe ni afectivamente (emotivamente, en particular) ni
con arreglo a la tradición. Por su parte, la decisión entre los distintos
fines y consecuencias concurrentes y en conflicto puede ser racional
con arreglo a valores; en cuyo caso la acción es racional con arreglo
a fines sólo en los medios... La orientación racional con arreglo a
valores puede, pues, estar en relación muy diversa con respecto a la
90
Modalidades de abordaje metodológico

racional con respecto a fines. Desde la perspectiva de esta última, la


primera es siempre irracional, acentuándose tal carácter a medida
que el valor que la mueve se eleve a la significación de absoluto,
porque la reflexión sobre las consecuencias de la acción es tanto
menor cuando mayor sea la atención al valor propio del acto en su
carácter absoluto (1964: 20-21).

La transcripción de estos párrafos de Weber creo que pone


de manifiesto, sin necesidad de recurrir a las muchas y refinadas
exégesis que de ellos se han hecho, que Weber está tipificando las
formas de la acción social, dos de las cuales considera racionales: una
de ellas lo es como respuesta a las exigencias que sus convicciones
imponen al actor, quien actúa de acuerdo con ellas sin consideración
a las consecuencias previsibles de sus actos; ésta es la acción racional
con arreglo a valores. La otra, racional con arreglo a fines, es racional
en la medida en que sopesa y calcula las consecuencias previsibles
de la acción que tiene por objeto alcanzar un fin determinado. En
cierta medida, pues, y por paradójico que parezca, podría decirse
que la racionalidad de fines de que habla Weber es en realidad
una racionalidad de medios, instrumental, pues más bien que
determinar los fines lo que hace es perseguirlos; en tanto que la
que llama Wertrationalitát, o racionalidad de valores, consiste en la
constitución de un valor en el papel de fin: más que alcanzar un fin
propiamente dicho, la acción racional con arreglo a valores lo que
pretende es dar satisfacción a un valor «valioso», sean cuales fueren
sus consecuencias. Como vemos, pues, ninguno de los dos tipos de
racionalidad considerados se postula como capaz de seleccionar
racionalmente entre fines alternativos: si acaso, y de manera oscura, lo
pretende la racionalidad con respecto a fines, pero —si no lo entiendo
mal— como adecuación de fines de orden intermedio para otros fines
de orden superior, esto es, como mera racionalidad instrumental.
Resultaría así confirmada la posición weberiana de atribuir la decisión
entre fines al homo volens valorador, y no al discernimiento racional
de la ciencia: ciencia y política serían así dos vocaciones separadas,
y la primera no tendría nada que decir en el ámbito de la segunda,
91
Colección de Ciencias Sociales

salvo meras consideraciones técnicas. Pues bien, en otro lugar he


concluido que Weber no resuelve satisfactoriamente el problema
de una ciencia social wertfrei, pese a la muy prolija y complicada
fórmula con que establece la relación de la ciencia social con los
valores (cfr. Beltrán, 1979:36-55), y no es de extrañar que encontremos
de nuevo aquí la misma limitación, tanto más cuanto que aquí se
refiere Weber a las formas de racionalidad de la acción social y no a
la racionalidad de la ciencia. La consecuencia, a mi modo de ver, es
que Weber considera la elección entre fines alternativos como algo
que pertenece primordialmente, si no totalmente, al ámbito externo
a la acción que estima racional; para la orientada a valores, el objetivo
de la acción es dar satisfacción a un valor exigido, o autoexigido,
al actor, y por tanto previo al planteamiento de la acción; para la
orientada a fines, el objetivo de la acción es alcanzar determinado
estado de consecuencias, y lo racional es justamente el proceso por
el que se alcanzan las consecuencias queridas y no otras. Pues bien,
lo que me parece que falta en la consideración weberiana es la acción
racional de crítica y valoración de fines, con vistas a su selección
racional; y me temo que falta porque, heredero de este punto tanto
de la tradición positivista como de la neokantiana, Weber entiende
que el tema de la elección de fines entra de lleno en el campo en que
se libra la «guerra de los dioses» y no en el campo de la ciencia. Con
lo que, para evitar la embarazosa conclusión de que la elección ha
de ser irracional, no queda otro camino que el de la ambigüedad:
como es el caso de Aron cuando sostiene que «la necesidad de la
elección... no implica que el pensamiento esté pendiente de decisiones
esencialmente irracionales y que la existencia se cumpla en una
libertad no sometida ni siquiera a la Verdad» (1967: 77). Pues bien,
no basta escribir la palabra «verdad» con mayúscula para resolver el
problema: éste sólo se resuelve (planteando otros, naturalmente) al
reconocer a la ciencia social la dimensión crítico-racional que aquí se
postula.

Reconocimiento que, ciertamente, no puede ser pacífico ni


aproblemático, como lo acredita la polémica histórica que enfrenta
92
Modalidades de abordaje metodológico

al racionalismo con otras posiciones filosóficas, fundamentalmente


el empirismo; aquí nos interesa sólo, el racionalismo gnoseológico, si
bien en una versión moderada que no excluye el empirismo, del mismo
modo que los grandes empiristas ingleses, como Locke y Hume, no
se opusieron al racionalismo, sino a su hipertrofia (particularmente
a sus formas metafísicas, que sostienen la racionalidad de lo real).
El método racional, pues, ha de considerarse en el contexto de una
teoría del conocimiento que no se agote en el empirismo; su apoyo
radica sobre todo en la tradición ilustrada, que concibe a la razón
como luz mediante la que el hombre puede disolver la oscuridad que
le rodea. Como indica Ferrater, «la razón del siglo XVIII es a la vez
una actitud epistemológica que integra la experiencia y una norma
para la acción moral y social» (1979: 2762): de aquí la inseparable
referencia crítica que acompaña al racionalismo, y la denominación
de «crítico-racional» que vengo utilizando para el método a que me
refiero. No se trata, pues, de enfrentar como mutuamente excluyentes
a racionalismo y empirismo, pues a fin de cuentas el empirismo no
es un simple contacto sensible con lo exterior, sino que es un modo
específico de ejercitar la razón; y una y otra posición, racionalista y
empirista, están en la base de métodos que aquí se predican como
propios de la Sociología. Una y otra son, a mi modo de ver, posiciones
complementarias, y el papel del racionalismo consiste precisamente
en ir más allá de lo dado, en penetrar en el mundo de los valores y de
las opciones morales, y en el necesario ejercicio de la crítica de fines.

Una última precisión: el método crítico-racional que defiendo


para la Sociología no tiene nada que ver con el «racionalismo crítico»
popperiano desarrollado por Albert, que consiste básicamente en
una prueba crítica constante que no ofrece certidumbre absoluta,
pero que invalida todo dogma (cfr. esp. Albert, 1973: 181-219);
es obvio que al moverse gnoseológicamente en el territorio del
empirismo, el término «racionalismo» no tiene en esta posición el
sentido con que lo manejo en las presentes páginas; como señala
Wellmer, «el concepto de ciencia que Popper representa implica una
estricta separación entre hechos y juicios de valor», atribuyéndose
93
Colección de Ciencias Sociales

a estos últimos «el status de decisiones subjetivas e irracionales. De


ahí también que la determinación de metas prácticas, es decir, de
aplicabilidad, tenga que quedar estrictamente separada de la ciencia
como tal, malvendiéndola al traspasarla a la esfera de la política»
(1979: 19). Nos encontramos, pues, de nuevo con el tema que tan
pertinazmente nos acompaña: en la medida en que la ciencia se
encastilla en el mundo de los hechos y rechaza como no científico
el de los juicios de valor, las opciones morales y políticas respecto
de fines humanos y sociales quedan entregadas a la pura volición
arbitraria y al nudo juego de intereses: al irracionalismo, en una
palabra. Lo que tiene tanto menos sentido cuanto que la pretensión
de una ciencia exenta de juicios de valor es un imposible.

Se observará, por otra parte, que un punto básico de mi


razonamiento es identificar ciencia con racionalidad (o racionalidad
con ciencia, si se prefiere). ¿Podría ser de otra manera? Evidentemente,
entiendo que la ciencia empírica es una forma de racionalidad, pero,
por lo que hace al menos a las ciencias sociales, no es la única forma
de racionalidad; las ciencias sociales son ciertamente empíricas, pero
no sólo empíricas. En la medida en que no rechazan la discusión
sobre fines y en que se manejan conscientemente con juicios de valor,
son también metaempíricas sin dejar por eso de ser racionales. De
aquí la utilización del método crítico-racional al que me refiero, y
que constituye una más de las diferencias que distinguen a las
ciencias sociales de las ciencias naturales; en palabras de Wellmer,
«la ciencia social empírico-analítica se confunde a sí misma si se
autointerpreta como rama específica de una ciencia unitaria definida
metodológicamente según el modelo de las ciencias naturales»
(1979: 39). Si las ciencias sociales, como tales ciencias, se confinan en
la facticidad de lo empírico, aceptan como dadas las relaciones de
poder que no tienen más legitimidad que la de su existencia, siendo
así incapaces de demandar su abolición. ¿En nombre de qué ha de
quedar esta demanda extramuros de la ciencia? No ciertamente en
nombre de la ciencia misma, que cuenta con una poderosa tradición
normativa; sí en nombre de la concepción «naturalista» de la ciencia
94
Modalidades de abordaje metodológico

social, por tantas razones insostenible. La razón, pues, no debe


instrumentalizarse limitándola a juzgar de la adecuación técnica de
medios afines; debe, por el contrario, declararse su capacidad para
juzgar acerca de fines, y reclamarse dicha tarea para la ciencia social,
con la convicción de que no llevará consigo ninguna pretensión de
unanimidad ni, por ende, de dogmatismo. Tarea que puede llevar a
cabo la Sociología a través del método crítico-racional.

5. El método cuantitativo

No todas las ciencias físico-naturales descansan íntegramente


sobre la apreciación cuantitativa de los fenómenos, pues una parte
mayor o menor de su investigación y del conocimiento que producen
es cualitativa. No obstante, podría decirse que tales ciencias son
primordialmente cuantitativistas, en el sentido de que la medición,
el resumen estadístico, la prueba de sus hipótesis y, en general, el
lenguaje matemático constituyen características habituales de su
trabajo. Es desde este punto de vista desde el que puede decirse que
las ciencias físico-naturales se caracterizan por el empleo de métodos
cuantitativos, e incluso cabe afirmar con cierta licencia que utilizan
generalmente «el método cuantitativo»: contar, pesar y medir, con
todo el extraordinario grado de sofisticación y refinamiento que
caracteriza a tan simples operaciones cuando son llevadas a cabo
por la ciencia. Los fenómenos y las relaciones entre fenómenos
deben expresarse de forma matemática, esto es, cuantitativamente,
y la prueba de las hipótesis se expresa igualmente en términos de
probabilidad frente a las leyes del azar, también cuantitativamente;
sólo de esta forma toman en consideración las ciencias físico-naturales
la descripción o explicación de un fenómeno, o la acreditación
de una hipótesis. Los protocolos de la investigación científico-
natural consisten habitualmente en mediciones de lo observado,
en apreciaciones estadísticas de relevancia, en determinaciones
matemáticas de la relación existente entre unas y otras variables, y en
valoraciones o tests probabilísticos de las conclusiones o predicciones
establecidas. De esta forma, y por diferentes que sean sus objetos
95
Colección de Ciencias Sociales

de conocimiento, las ciencias físico-naturales tienen en común una


actitud y unos procedimientos de naturaleza cuantitativa, aptos por
tanto para ser formalizados matemáticamente. Por supuesto, tales
procedimientos no son los únicos que estas ciencias manejan, pero sí
son los más importantes; junto al que aquí vengo llamando «método
cuantitativo», también se utilizan métodos cualitativos, pero no son
éstos los característicos de la ciencia natural.

Las ciencias sociales, por su parte, pueden y deben utilizar el


método cuantitativo, pero sólo para aquellos aspectos de su objeto
que lo exijan o lo permitan. Desde dos puntos de vista se ha vulnerado
esta adecuación del método con el objeto: por una parte, un cierto
humanismo delirante ha rechazado con frecuencia cualquier intento
de considerar cuantitativamente fenómenos humanos o sociales,
apelando a una pretendida dignidad de la criatura humana que la
constituiría en inconmensurable; de otro lado, una actitud compulsiva
de constituir a las ciencias sociales como miembros de pleno derecho
de la familia científica físico-natural ha llevado a despreciar toda
consideración de fenómenos que no sea rigurosamente cuantitativa
y formalizable matemáticamente. Espero que resulte obvio que
una y otra actitud, la humanista y la naturalista (por llamarlas así),
traicionan la peculiaridad del objeto de conocimiento de las ciencias
sociales, que impone en unos de sus aspectos la consideración
cuantitativa y la impide en otros; es el objeto el que ha de determinar
el método adecuado para su estudio, y no espúreas consideraciones
éticas desprovistas de base racional o cientifismos obsesionados con
el prestigio de las ciencias de la naturaleza.

El hombre y la sociedad humana presentan múltiples facetas


a las que conviene el método cuantitativo: todas aquellas en que la
cantidad y su incremento o decremento constituyen el objeto de la
descripción o el problema que ha de ser explicado; esta afirmación,
implica sin embargo que, si bien el problema puede ser de cantidad,
quizá la explicación no tenga por qué ser cuantitativa; piénsese,
por ejemplo, en un problema demográfico (cuantitativo) y en su
96
Modalidades de abordaje metodológico

explicación sociológica (que muy bien puede no ser cuantitativa,


esto es, sujeta a medición, a apreciación estadística y a prueba
probabilística). Pero, en todo caso, lo que aquí me importa es destacar
la necesaria utilización del que vengo llamando método cuantitativo
para el estudio de determinados aspectos de la realidad social. Y
se me perdonará si indico lo que es verdad de perogrullo: método
cuantitativo y empirismo no son la misma cosa. En efecto, el método
cuantitativo es siempre empírico, pero no es cierto lo contrario,
pues empírica es también la investigación cualitativa, en la medida
en que no es puramente especulativa, sino que hace referencia a
determinados hechos. Una interpretación exageradamente amplia
de la noción «hacer referencia a hechos» llevaría a que prácticamente
toda indagación o reflexión posible sería empírica, pues siempre
habrá algún hecho como referente más o menos próximo para ella;
quizá convenga, sin embargo, reservar la utilización del término
«empírico» para la investigación o la reflexión cuyo referente
fáctico sea sumamente próximo, ya se utilice el método cuantitativo
o el cualitativo. Y no empírica, o no inmediatamente empírica,
sería aquella investigación o reflexión de corte filosófico, lógico o
valorativo en que el referente fáctico fuese más lejano o pre-textual.
No creo necesario insistir a estas alturas en que tanto los métodos
empíricos como los no empíricos me parecen igualmente legítimos
para la Sociología, siempre que guarden la debida adecuación con
el contenido específico del objeto de conocimiento de que se hace
cuestión. La Sociología no es una ciencia empírica en el sentido de
que sea sólo empírica, y no lo es porque no puede acomodarse al
modelo de las ciencias físico-naturales, ya que su objeto se lo impide.

Pues bien, la investigación sociológica que haya de habérselas


con datos que sean susceptibles de ser contados, pesados o medidos
tendrá que utilizar una metodología cuantitativa, bien sobre datos
preexistentes, ofrecidos por muy diversas fuentes (practicando así lo
que llamamos «análisis secundario»), bien sobre datos producidos
ad hoc por el propio investigador (datos que llamamos primarios).
Las técnicas de medida, de construcción de índices e indicadores,
97
Colección de Ciencias Sociales

de manejo estadístico de masas más o menos grandes de datos, de


análisis matemático de dichos datos —casi siempre con vocación
de análisis causal—, y de contrastación probabilística de hipótesis,
son o pueden ser comunes tanto al análisis secundario como al de
datos primarios. He utilizado para nombrar a tales operaciones el
término de «técnicas», pues entiendo que no son sino modos, pasos
o procesos del método cuantitativo, subordinados a su propósito;
en la práctica se habla, sin embargo, de cosas tales como «el método
del path analysis», o del «método de Kolmogorov-Smirnov», cuando
más que de métodos propiamente dichos se trata de meras técnicas
o, incluso, de simples procedimientos. Pero no discutamos aquí
sobre palabras, y quede remitido el lector a la abundante literatura
metodológica cuantitativista existente. Y volvamos brevemente al
análisis secundario.

Los datos numéricos que pueden interesar al sociólogo carecen


en la práctica de fronteras: en cada caso habrá de determinar su
relevancia como evidencia empírica para el problema que le interesa,
y no siempre podrá utilizarlos tal como se los ofrecen las fuentes
disponibles, sino que habrá de elaborarlos. Entiendo que han de ser
calificados de secundarios todos los datos preexistentes como tales
datos, aunque no fuesen conocidos de antemano (por ejemplo, un
registro demográfico descubierto por el investigador), o careciesen
de la forma numérica en la fuente manejada por el investigador (por
ejemplo, unas tablas de mortalidad que haya que calcular a partir de
tal registro). El dato secundario está ahí, más o menos inmediatamente
manejable, pero al investigador le viene dado. Normalmente, el
análisis secundario es imprescindible para buena parte de los
planteamientos macrosociológicos, en los que se trate de indagar
cuestiones referentes a la estructura social global o a la articulación
de sus subestructuras; los métodos histórico y comparativo recurren
constantemente a la forma secundaria de cuantificación, y el carácter
máximamente problemático de la Sociología se manifiesta también
en este ámbito al resistirse a ver como constantes magnitudes que
son esencialmente variables. Es propia de la Sociología su resistencia
98
Modalidades de abordaje metodológico

a utilizar la lógica del caeteris paribus, no tanto por su incapacidad


para llevar a cabo experimentos controlados en que, efectivamente,
se puedan mantener artificialmente constantes el resto de las
Variables para ver qué efectos produce la variación del factor que
se considera, sino más bien por su experiencia acerca de la fluidez
de la realidad. Es muy difícil, pues, reconocer aquí reglas específicas
para el análisis secundario en Sociología, salvo quizá por lo que se
refiere al importante tema de los indicadores sociales, desarrollado
ante la necesidad de cuantificar determinadas dimensiones de una
situación social como, por ejemplo, el bienestar o nivel de vida. Es
muy conocida la definición de indicador social elaborada para el
proyecto de Dossiers Régionaux et Indicateurs Sociaux (proyecto
DORIS) del Gobierno de Quebec, según la cual un indicador social
es «la medida estadística de un concepto o de una dimensión de un
concepto o de una parte de ésta, basado en un análisis teórico previo e
integrado en un sistema coherente de medidas semejantes, que sirva
para describir el estado de la sociedad y la eficacia de las políticas
sociales» (apud Carmona, 1977: 30); de la definición citada salta a la
vista la vocación aplicada con que fueron concebidos los indicadores
sociales, pero tal carácter no es en absoluto esencial: los indicadores
pueden ser elaborados y utilizados como puros instrumentos de
conocimiento, típicos del análisis secundario. En su Introducción a la
Sección I de The Language of Social Research, Lazarsfeld apunta un
proceso cuyo primer paso consiste en la formulación de un concepto
derivado de la inmersión del investigador en los detalles de un
problema teórico, y que pese a su inicial imprecisión da sentido a
las relaciones observadas; inmediatamente el investigador especifica
aspectos o dimensiones del concepto, deductiva o inductivamente,
de suerte que se ponga de manifiesto cómo el tal concepto consiste
en una combinación de fenómenos más o menos compleja, para los
que debe seleccionarse un cierto número de indicadores observables
que puedan servir como medidas de los aspectos o dimensiones del
concepto; la última fase del proceso consiste en la construcción de un
índice que sintetice las observaciones medidas por los indicadores
(cfr. Lazarsfeld y Rosemberg, 1955: 15). Este planteamiento tan lineal
99
Colección de Ciencias Sociales

ha sido discutido por Blalock, quien a partir de la distinción de un


lenguaje conceptual o teórico y de otro observacional o empírico
objeta que no hay correspondencia directa entre teoría y realidad, o
entre conceptos y observaciones, por lo que se requiere la existencia
de una «teoría auxiliar» como intermediaria entre ambos planos,
que especifique en cada caso el modo de relación de un indicador
determinado con una variable teórica determinada (cfr. Blalock,
1968: passim). Pero no me propongo entrar aquí en esta discusión,
y sí señalar que estoy en todo de acuerdo con el excelente trabajo
publicado por Moya en 1972 cuando la boga de los indicadores
sociales parecía anunciar la era de una «nueva investigación social
empírica», constituyendo aquéllos «la tecnología de la investigación
social empírica en cuanto actividad social progresivamente
organizada y estandarizada»:

La fijación de sistemas índices standard aparece como


estandarización de esquemas teóricos y conceptuales que tienden
a homogeneizar internacionalmente la investigación social en el
contexto de su progresiva «industrialización», de su progresiva
«organización burocrática» en un medio tecnológico de costes
progresivamente crecientes ... (Con ello) la investigación científica
de la realidad social pierde su vieja forma de planteamiento
radicalmente problemático: la discusión crítica de enfoques teóricos
y metodológicos desaparece; basta ahora con seguir las recetas de
investigación operacional avaladas por los mejores nombres de la
Sociología académica (Moya, 1972: 169-170).

En todo caso, desde entonces ha quedado claro que la


construcción de sistemas de indicadores sociales no es, como dice
Moya, sino un momento de la metodología que en ninguna forma
la agota: la definición operacional y subsiguiente formalización
cuantificable de las variables significativas es sin duda una técnica
valiosa, particularmente para la comparación de sociedades
complejas; pero ni esta técnica ha desplazado a otras en el campo
cubierto por el método cuantitativo, ni menos aún a los planteamientos
10 0
Modalidades de abordaje metodológico

teóricos radicalmente problemáticos de que hablaba el autor citado.


Los indicadores, con su forma de recetario tecnológico que reduciría
la tarea del investigador a la aplicación de soluciones establecidas
en un contexto de máxima racionalización con vistas al mercado, no
han conquistado hegemonía alguna en la investigación sociológica,
y se limitan a constituir una herramienta de interés entre las muchas
que se incluyen en el método cuantitativo. Aquel famoso «cambio
revolucionario» en el análisis de los estudios de la opinión pública
de que hablaba Berelson a mitad de los años cincuenta, ha terminado
por no producirse; la temida «primacía de la investigación extensiva
encaminada a la producción masiva de datos» (Moya, 1972: 175)
fue en términos generales una falsa alarma, y las aguas ha tiempo
que volvieron a su cauce. Podrá, en efecto, construirse un «sistema
nacional de contabilidad social», y seguramente será de gran utilidad
no sólo para la consecución de valores y objetivos establecidos, sino
para la propia investigación social: pero tal empeño no constituye en
modo alguno la culminación de la ciencia social.

Definía más arriba el análisis de datos primarios como el


método cuantitativo que versa sobre datos ad hoc producidos por
el propio investigador; la forma más característica de tal producción
es la encuesta, en la que se acostumbra a interrogar a una muestra
de individuos estadísticamente representativa de la población que
interesa estudiar, pidiéndoles respuesta, por lo general de entre un
repertorio cerrado, a una serie de preguntas acerca de sus actitudes
y opiniones sobre determinadas cuestiones, así como acerca de
ciertos atributos, variables, conocimientos y actuaciones que les
corresponden, conciernen, o han llevado a cabo previamente. Señala
Rokkan que en la primera fase de la utilización de entrevistas en
masa, empleadas con fines de estudios de mercado, los informes
elaborados se limitaban a indicar el porcentaje de entrevistados que
contestaban de acuerdo con cada uno de los items propuestos, con lo
que el modelo subyacente de público era plebiscitario e igualitario.
Los investigadores de la opinión partieron de la premisa básica de
la democracia de sufragio universal: «un ciudadano, un voto, un
101
Colección de Ciencias Sociales

valor». Igualaron los votos con otras expresiones de la opinión, y


dieron el mismo valor numérico a cada una de tales expresiones,
tanto si se articulaban con independencia de cualquier entrevista
como si se manifestaban en el curso de una de ellas. La suma total
de expresiones era presentada como una estimación de la «opinión
pública» acerca de la cuestión de que se tratase. El objetivo perseguido
con toda claridad no era solamente clasificatorio y enumerativo,
sino identificar «la voluntad popular» a través de entrevistas por
muestreo, en lugar de hacerlo a través de elecciones y referencia.
Para los pioneros como George Gallup y Elmo Roper, la encuesta
era esencialmente una nueva técnica de control democrático; las
entrevistas contribuían a sacar a la luz la voluntad de la «mayoría
no organizada ni articulada», como un poder compensador de la
presión ejercida por muchos intereses minoritarios (1966: 16).

El modelo «un ciudadano, una opinión» fue siendo


gradualmente abandonado, de modo que hacia el final de la década
de los cincuenta la práctica de los investigadores de la opinión
comenzó a reflejar los modelos diferenciados de formación de la
opinión elaborados por psicólogos, sociólogos y politólogos; en
resumidas cuentas, lo que se abría paso era la noción de la existencia
de distintos «públicos» en el seno del electorado, y la presencia en
ellos de forjadores, transmisores y receptores de opinión; por otra
parte, un mejor conocimiento de los mecanismos de la entrevista
ponía de manifiesto cómo el entrevistador mismo condicionaba las
respuestas del entrevistado, y con qué frecuencia éste formulaba
sus respuestas prácticamente al azar, sin que expresaran convicción
alguna ni estuvieran apoyadas por la mínima información y reflexión
previas. La preocupación por el nivel de educación del respondente,
por su grado de información sobre el tema, y por su interés respecto
de la cuestión planteada, se convirtieron en criterios básicos para la
valoración de las respuestas obtenidas, corrigiéndose en este sentido
la primitiva concepción de la opinión pública como un simple
agregado aritmético de respuestas.

102
Modalidades de abordaje metodológico

Hyman, un clásico en materia de encuestas, se muestra más


preciso que Rokkan al reconstruir la discusión sobre el carácter
plebiscitario de las primeras encuestas; justamente porque se
pensaba que las encuestas permitían expresarse a quienes carecen de
poder y relaciones, se desató contra ellas la crítica de los defensores
de un tipo de sociedad pluralista, la sociedad norteamericana, en la
que las presiones sobre los legisladores y gobernantes constituían
una pieza necesaria y respetable del mecanismo político. La noción
de que el juego de las minorías informadas y poderosas constituía
el medio natural de la acción política se completaba con una visión
del Gobierno como el que efectúa ajustes entre ellas y establece el
adecuado equilibrio. Las encuestas de opinión recogen normalmente
las de quienes carecen de influencia política, por lo que no reflejan
el peso del poder político dentro de la nación; no hay, pues, una
relación necesaria entre las opiniones expresadas y la acción política.
La insistencia en la gran diferencia de poder político entre los
individuos es característica de esta crítica a la pretensión plebiscitaria
de las encuestas de opinión: Kriesberg pudo escribir en 1949 que
«la opinión del director de un periódico o de un comentarista de
radio, de un poderoso hacendado, un industrial o un líder obrero,
es mucho más importante desde el punto de vista político que la de
un trabajador o un peón de granja comunes» (apud Hyman, 1971:
411). Lo que estas críticas negaban era, pues, el ideal democrático
de la igualdad política, y ello en nombre de una sociedad pluralista
organizada; Blumer (1954) indica expresamente que las encuestas
pasan por alto las diferencias de prestigio, posición e influencia
de los individuos, que tanta relevancia tienen en la formación y
expresión de la opinión pública. El propio Hyman se hace eco de
tales críticas, y llega a la conclusión de que «quizá las encuestas de
opinión puedan diseñarse y analizarse de manera que sea posible
ponderar las opiniones expresadas en función de algún ‘coeficiente
de poder’ que trascienda la opinión del individuo o del grupo»
(1971: 412). Algunas de las críticas dejan de lado el argumento de
las desigualdades individuales y del funcionamiento a través de
grupos organizados de la sociedad pluralista a la americana, y se
103
Colección de Ciencias Sociales

centran con más pulcritud en el rechazo del aspecto plebiscitario


de las encuestas, como es el caso de Arbuthnot cuando escribe que
«no hay forma de adoptar una política mediante una votación > ad
hoc’ sobre cuestiones específicas ... Nunca será posible reemplazar
el sistema representativo de la democracia moderna por el voto
directo, porque evidentemente debe existir un pequeño grupo que
tome decisiones, les imprima coherencia y separe las cuestiones
principales de las subsidiarias» (apud Hyman, 1971: 416); en esta
dirección se ha llegado incluso a propugnar la no publicación de los
resultados de los sondeos de opinión, ya que constituyen una forma
atípica de presión sobre los gobernantes, cuyo papel no se reduce a
dar cumplimiento directo a la voluntad popular, al menos a la que no
se canaliza a través de los medios establecidos.

He querido detenerme sumariamente en esta discusión, que


muchos considerarán completamente superada, por parecerme que
refleja con especial claridad la ambigüedad originaria de una técnica
o modo de investigación que con frecuencia ha sido confundido
vulgarmente con la propia Sociología: indagación de la opinión
pública y posibilidades de acción política parecen haber marchado
al mismo paso en la utilización de las primeras encuestas, del mismo
modo que lo han hecho en su crítica el rechazo de las consultas
plebiscitarias por mor del funcionamiento de las instituciones
representativas, y el rechazo del igualitarismo en nombre de la gestión
minoritaria de intereses organizados que caracteriza la concepción
norteamericana de la «sociedad pluralista». En todo caso, y como ha
sabido ver Habermas, la opinión pública estudiada por las encuestas
de opinión ha quedado despojada de su vinculación histórica con el
contexto de las instituciones políticas: el pathos positivista abstrae sus
aspectos institucionales y procede a la disolución sociopsicológica del
concepto de opinión pública, reduciéndolo a poco más que actitudes,
incluso sin verbalizar; lo que pasa hoy por opinión pública no es más
que su sucedáneo sociopsicológico (1981: 264-267). Sucedáneo que,
pese a repetidas declaraciones de que indaga opiniones de grupo, no
recoge sino opiniones individuales: por más que éstas se ordenen de
104
Modalidades de abordaje metodológico

acuerdo con los grupos sociales a que pertenecen los respondentes,


y por más que la distribución de frecuencias muestre regularidades
grupales en las respuestas, las opiniones recogidas son opiniones de
individuos agregadas cuantitativamente, no de grupos.

Dejando aparte los muchos problemas que plantea la


formación de escalas y la determinación de índices y tipos, el análisis
de la agregación cuantitativa de opiniones individuales goza de una
larga tradición de simplicidad a través de su presentación en forma
de tabulaciones porcentuales cruzadas, en las que una de las entradas
corresponde a la variable presuntamente independiente, y la otra a
la dependiente; pero incluso las más complejas tablas de este tipo,
con tres o quizá cuatro variables, no son capaces sino de establecer la
dirección de la relación entre dos de ellas o dos grupos de ellas, sin
muchas posibilidades de apreciar el juego conjunto y diferenciado
de una serie más o menos larga de variables independientes o
intervinientes (dificultad que, dicho sea de paso, afecta de parecida
manera a la correlación y regresión simples). De aquí que este
«análisis de pan y chocolate» esté siendo sustituido últimamente por
formas mucho más refinadas de análisis multivariable, que persigue
precisamente la identificación de procesos multicausales, atribuyendo
a cada una de las variables presuntamente independientes su cuota de
responsabilidad en el proceso estudiado. El inconveniente obvio de
tales procedimientos es el exceso de fe en su sofisticación estadística,
que lleva al olvido de que toda la complejidad analítica descansa
sobre una construcción hipotética llevada a cabo por el investigador,
sobre la definición de sus variables y su modo de relación, y en último
extremo sobre la calidad de los datos de base. Parece como si una vez
ordenados los datos en una matriz sufrieran un doble proceso de
abstracción y purificación que los convirtiera sin más en «científicos»,
o como si una vez formalizadas las relaciones entre variables en un
grajo se convirtieran en relaciones indiscutibles; pero éste es el riesgo
de cientifismo que siempre acecha al método cuantitativo, y contra el
que hará bien en estar críticamente prevenido el investigador.

105
Colección de Ciencias Sociales

6. El método cualitativo

Acerca de la antinomia cantidad-cualidad ha podido escribir


Brodbeck: «la cuantificación se ha tornado en símbolo de prestigio
para muchos científicos sociales... Para otros, por el contrario, la
cuantificación es anatema... Tanto el sueño ilusionado como la
pesadilla son reacciones desproporcionadas.

La lógica de la situación no justifica ni el exceso de celo ni la


repudiación total..., pues la dicotomía cantidad-cualidad es espúrea.
La ciencia se refiere al mundo, esto es, a las propiedades y a las
relaciones entre las cosas. Una cantidad es una cantidad de algo. En
concreto, es una cantidad de una ‘cualidad’...

Una propiedad cuantitativa es una cualidad a la que se le ha


asignado un número» (cit. por Castillo, 1972: 126). Cosa parecida
viene a decir Mayntz, Holm y Hübner en su popular manual, aunque
de manera a la vez más prudente y más operativa: al establecer la
diferencia entre propiedades cuantitativas y cualitativas, señalan
que en las primeras «el valor específico de la propiedad es una
medida, grado o cantidad», mientras que en las cualitativas es «una
manera»\ y se apresuran a señalar que «los atributos o propiedades
cualitativos permiten, no obstante, su cuantificación... Con suficiente
frecuencia la propiedad cualitativa puede representarse como
un atributo cuantitativo pluridimensional mediante su división
analítica en dimensiones parciales aisladas... La diferenciación entre
propiedades cuantitativas y cualitativas es, pues, provisional e
inexacta» (Mayntz, Holm y Hübner, 1975: 19), con lo que la distinción
entre un método cuantitativo y otro cualitativo, aunque posible,
sería igualmente provisional; y desde el punto de vista del prestigio
de lo cuantitativo, todo método cualitativo sería insuficientemente
científico, no lo bastante maduro, o demasiado perezoso. Pues bien,
va de suyo que no puedo estar de acuerdo con estos planteamientos,
que de manera confesa son cuantitativistas. Tanto por lo que se refiere
al objeto de conocimiento como al método que le sea adecuado,
106
Modalidades de abordaje metodológico

cantidad y cualidad se sitúan en dos planos completamente diferentes


(abstracción hecha de la ley de la dialéctica que afirma el paso de
la primera a la segunda, y que no voy a discutir aquí), planos que
implican modos no convergentes de enfrentar la cuestión.

Creo que lleva toda la razón Ibáñez cuando plantea el


problema de «la renuncia a la ilusión de transparencia del lenguaje
y su consideración como objeto, y no sólo como instrumento, de la
investigación social» (1979: 19): la negación al lenguaje de su condición
de dado, su cuestionamiento, implica una ruptura epistemológica que
constituye el método cualitativo; según Ibáñez, así como la ruptura
estadística intenta ir a las cosas mismas, a los «hechos» desnudos,
traspasando la ideología que la cosa traía, la ruptura lingüística «des-
construye la noción ideológica para reconstruir con sus fragmentos
un concepto científico (la ideología es su materia prima, la materia
sobre la que trabaja: y que des-construye para re-construir una
ciencia)» (1979: 21). De esta forma, el propio discurso se constituye
en el objeto privilegiado de la investigación: el lenguaje «no es sólo
un instrumento para investigar la sociedad, sino el objeto propio del
estudio: pues, al fin y al cabo, el lenguaje es lo que la constituye o al
menos es coextensivo con ella en el espacio y en el tiempo» (1979: 42).
En definitiva, como el propio autor señala, la tecnología estadística
ocupa un lugar subordinado a la tecnología lingüística, pues contar
unidades es una operación posterior y lógicamente inferior a la de
establecer identidades y diferencias; o dicho de otro modo: «Las
técnicas ‘cualitativas’ no son menos matemáticas que las ‘técnicas
cuantitativas’; lo son antes y más, pues la mathesis —’ciencia del
orden calculable’— es, histórica y lógicamente, anterior al número»
(1979: 44). El autor, en esta suerte de pugna de prelación, coloca
por delante del método cuantitativo al cualitativo, y, desde luego,
lleva toda la razón desde el punto de vista lógico; para mí que, sin
embargo, huelga entrar en tal discusión. Creo que basta con afirmar el
método cualitativo junto al cuantitativo, dejando que sea el objeto de
conocimiento el que lo justifique y reclame en función de sus propias
necesidades, perfectamente diferenciadas. Esta determinación por el
107
Colección de Ciencias Sociales

objeto, esto es, por el aspecto o componente del objeto de que se


quiera dar razón, implica que uno y otro método han de calificarse
de empíricos, aunque en uno, el cualitativo, se trate de «establecer
identidades y diferencias» y el lenguaje sea elemento constitutivo
del objeto, mientras que en el otro, el cuantitativo, se «cuenten
unidades» y no se haga cuestión del lenguaje; pero en ambos casos
es necesaria la observación del objeto como «proceso de producción
de datos» (en feliz expresión efe íbáñez: cír. 1979: 38), aun cuando,
también en ambos casos, no pueda ocultarse al investigador que
no hay datos inmediatos, sino que todos están lingüísticamente
producidos, esto es, mediados. En efecto, como señala el autor, no
sólo los datos primarios son ante todo una enunciación lingüística
(la encuesta no registra como datos otros fenómenos que los que ella
misma produce), sino incluso los secundarios, producidos en todo
caso por medios técnicos que implican determinaciones verbales.
Desde este punto de vista sí puede sostenerse la preeminencia
del método cualitativo sobre el cuantitativo, en la medida en que
opera a partir de la «renuncia a la ilusión de la transparencia del
lenguaje»; en tanto que el método cuantitativo se contenta con la
ruptura estadística, sin llegar a ser consciente de que los hechos que
maneja se manifiestan en un lenguaje estructurado. Pero, insisto,
no me interesa aquí establecer prelaciones, sino concurrencias; los
métodos empíricos cuantitativo y cualitativo son, cada uno de ellos,
necesarios en su esfera, para dar razón de aspectos, componentes
o planos específicos del objeto de conocimiento. No sólo no se
excluyen mutuamente, sino que se requieren y complementan, tanto
más cuanto que el propósito de abarcar la totalidad del objeto sea
más decidido.

Una de las vías cualitativas más características es el llamado


«grupo de discusión», al que Ibáñez dedica su libro, y que es definido
como «una confesión colectiva» (1979: 45) que deja inmediatamente
de serlo, o de parecer lo, ya que «el sujeto del enunciado dejará de
ser el sujeto de la enunciación: se hablará en grupo, en segunda o
tercera persona, de cualquier cosa» (1979:123); esta técnica, heredera
108
Modalidades de abordaje metodológico

con la también cualitativa entrevista en profundidad de la sesión


de psicoanálisis o clínica, se emparenta con las técnicas de grupo
ampliamente utilizadas en el campo de las relaciones humanas. Para
Ibáñez, en el grupo de discusión se dan dos niveles de discurso: uno
primero o empírico, en el que el grupo se manifiesta, y otro segundo
o teórico, que habla del discurso de primer nivel y que permite
interpretarlo o analizarlo. «La interpretación es una lectura: tiende
a descifrar lo que la realidad dice—como si la realidad hablara—.
El análisis es una escritura: reconstruye el ‘discurso’ (ideología) de
la realidad, reconstruyendo con sus piezas otro discurso... el grupo
es el lugar privilegiado para la lectura de la ideología dominante»
(1979: 126). La discusión que tiene lugar en el grupo, provocada por
el investigador, convierte en objeto de conocimiento la ideología
del grupo, y ello con una importante particularidad: así como
la encuesta no traspasa el contenido de la conciencia, el grupo de
discusión explora el inconsciente (1979: 130). Además, así como el
diseño de la encuesta es cerrado (todo está previsto de antemano,
salvo la distribución de frecuencia), el del grupo de discusión es
abierto, y en el proceso de investigación está integrada la realidad
concreta del investigador. Las personas que han de formar parte
de un grupo de discusión (entre cinco y diez) requieren un cierto
equilibrio entre homogeneidad y heterogeneidad que haga posible
y fructífera la interacción verbal; su selección no se confía al azar,
sino que, determinadas previamente las clases de informantes y su
distribución en grupos (y son necesarios relativamente pocos grupos
para llevar a cabo una investigación), se les invita a participar a través
de canales concretos, particulares y preexistentes; el investigador o
«preceptor» propone la cuestión a discutir y se abstiene después de
toda intervención, salvo las estrictamente necesarias para catalizar o
controlar la discusión, que se registra para su análisis posterior: «El
grupo (microsituación) produce un discurso que se refiere al mundo
(macrosituación)» (1979:347). En dicho análisis, el investigador es un
sujeto en proceso que se integra en el proceso de investigación; para
reducir a unidad la masa de datos obtenida no cuenta con ningún
procedimiento algoritmizado, ni con reglas a priori que le indiquen
109
Colección de Ciencias Sociales

cómo ha de proceder, sino con su intuición y con una constante


vigilancia epistemológica que analice las condiciones que le mueven
a interpretar como lo hace. Como dice el autor, La interpretación es
una lectura: escucha de una realidad que habla.

Por eso parte de la intuición. Como punto de partida, el


investigador intuye... Pero, en una segunda operación (análisis),
debe evaluar esas intuiciones... Frotar sus intuiciones contra las
teorías construidas —o construibles—, verificarlas en un proceso
que articula su dimensión sistemática (coherencia con el conjunto de
los campos teóricos) y su dimensión operatoria (aplicabilidad a los
fenómenos) (Ibáñez, 1979:350-351).

Me he detenido, si bien de manera superficial, en la técnica


del grupo de discusión porque me parece que constituye una de
las formas más características del método cualitativo, en la que el
análisis del lenguaje, la implicación del investigador y el acceso al
inconsciente suponen rasgos fuertemente diferenciales con respecto
al método cuantitativo. Según he recogido, se nos indica el parentesco
de la discusión de grupo con técnicas como la focussed interview
(Merton, Fiske y Kendall, 1956) o la clinical interview (Adorno et
al.,1950), conocidas como técnicas de entrevista en profundidad: se
trata de una técnica intensiva en la que se abordan no solamente
las opiniones del individuo interrogado, sino incluso su propia
personalidad; la entrevista «enfocada» parte de una determinada
experiencia del sujeto cuyos efectos quiere analizarse (en el modelo
propuesto por Merton y sus colaboradores, la exposición a un
determinado flujo de información que provee de guion a la entrevista),
en tanto que la «clínica» parte de unas opiniones o actitudes del
sujeto cuyas motivaciones se desea determinar (en el caso de la
personalidad autoritaria se exploran los fundamentos de la actitud
previamente determinada, con objeto de obtener un «diagnóstico»).
El guion de la entrevista, y la intervención en ella del investigador,
puede ser más o menos detallado: en el caso mínimo (non-directive
interviews) el papel del investigador se reduce a iniciar la entrevista,
110
Modalidades de abordaje metodológico

que se desarrolla en la práctica como un monólogo del entrevistado,


reorientado por el investigador sólo cuando resulta imprescindible.
Las entrevistas pueden ser únicas o múltiples, produciendo estas
últimas una importante masa de información que, de ser biográfica,
da lugar a una técnica próxima conocida como «historia de vida».
Todas estas técnicas trabajan sobre el registro que recoge las
manifestaciones del entrevistado, y en todas ellas la interpretación
y el análisis revisten caracteres análogos a los que se han apuntado
para el grupo de discusión, con la radical diferencia de que en éste
«es el grupo el que habla», mientras que en las diversas formas de la
entrevista en profundidad lo hacen los individuos.

Otra difundida forma del método cualitativo es la observación


participante, en la que el objeto de conocimiento se ofrece directa
y globalmente al observador, integrado más o menos profunda
y activamente en los procesos o grupos que trata de estudiar; la
ambivalencia espectador-actor abre una amplia dimensión en el grado
de participación del investigador: desde la presencia del antropólogo
en la comunidad en que lleva a cabo su trabajo de campo, que cifra
su éxito en hacerse «adoptar» por aquellos a quienes estudia, hasta
las investigaciones llevadas a cabo en un determinado medio por
quienes forman parte de él. En todo caso, en la medida en que la
observación participante subraye la participación, el investigador
recurre a la introspección de su propia experiencia como fuente
privilegiada de conocimiento de la realidad estudiada.

La observación, cualquiera que sea el grado de participación


que practique el investigador, versa normalmente sobre conductas,
sobre acciones o interacciones en situaciones socialmente definidas:
como señalan Mayntz, Holm y Hübner, «la observación se refiere
siempre a un comportamiento dotado tanto de un sentido subjetivo
como de una significación social objetiva. Por eso pertenece
necesariamente a la observación la comprensión o la interpretación
acertada del sentido subjetivo y de la significación social de una
acción determinada... La captación reflexiva del sentido subjetivo,
111
Colección de Ciencias Sociales

que se manifiesta en el comportamiento observado, y de su


significación social objetiva es, pues, una premisa indispensable de
la objetividad científica de la observación en general» (1975: 113-
114): objetividad que aquí descansa, evidentemente, en alcanzar el
sentido intersubjeto atribuible a la acción de que se trate, en lograr,
como mínimo, la formulación en términos «emic» de lo que sucede.

Como lo expresó claramente Whyte en uno de los estudios de


observación participante más conocidos, Street Comer Society, «lo
que la gente me dijo me ayudó a explicar lo que había sucedido, y lo
que yo observé me ayudó a explicar lo que la gente me dijo» (1961:
51): la comunicación lingüística entre observador y observados
es, pues, esencial para la técnica de la observación participante,
comunicación que será tanto menos estructurada y formalizada,
esto es, tanto más rica e imprecisa, cuanto mayor sea el grado de
participación del observador. El observador participante no puede
decir «lo que ocurre» sin interpretarlo, y tal interpretación ha de
comenzar por la identificación del «punto de vista del nativo», de
forma que se garantice la intersubjetividad en términos «emic» de sus
conclusiones; esto implica que, al menos en un primer momento, el
investigador trate de aprehender el conocimiento que los miembros
del grupo o comunidad estudiados tienen de la cosa que se estudia, y
sólo más tarde podrá pasar a describirla o explicarla con sus propias
categorías, esto es, con las categorías de la ciencia. Se trata, pues,
de la utilización consecutiva de criterios «emic» y «etic», como se
deduce de la propuesta de Maclntyre: «a menos que comencemos
por una caracterización de una sociedad en sus propios términos, no
podremos identificar el objeto que requiere explicación. La atención
a las intenciones, motivaciones y razones, debe preceder a la atención
a las causas; la descripción en términos de los conceptos y creencias
del sujeto debe preceder a la descripción según nuestros conceptos
y creencias» (1976:44); tal planteamiento, formulado polémicamente
frente al de Peter Winch, quien sostiene que solamente los conceptos
que poseen los miembros de una sociedad determinada son los que
deben usarse en el estudio de dicha sociedad (es decir, que no podemos
112
Modalidades de abordaje metodológico

ir más allá de la autodescripción de una sociedad: cfr. 1958, passim),


nos introduce no casualmente en discusiones características de la
teoría antropológica, pues no en vano la observación participante
tiene tantos puntos de contacto con los métodos de trabajo de campo
del antropólogo.

Y no sólo del antropólogo: la observación participante,


en la medida en que se apoya en la interacción con los sujetos
estudiados, se resuelve en una sociología filológico-comprensiva.
Como indica Winch, «las acciones se conforman de tal suerte en
nexos de interacciones proporcionadas filológicamente, que se
‘materializa’ en los modos de comportamiento observables un
sentido intersubjetivamente válido, procediendo, por tanto, una
sociología comprensiva de forma esencialmente filológico-analítica al
concebir las normas orientativas de las acciones a partir de reglas de
comunicación del lenguaje usual. De todo ello se deduce nuevamente
que la construcción teórica depende de la autoconcepción del sujeto
activo» (apud Wellmer, 1979: 28-29). La cuestión, pues, se orienta
decididamente del lado de la hermenéutica, por más que, de creer a
Wellmer, las tesis de Winch (como las de Wittgenstein, de las que son
tributarias) no logran cruzar su frontera (cfr. Wellmer, 1979: 31).

En cualquier caso, y sin entrar ahora en tal discusión, es obvio


que la hermenéutica supone un modo de aproximación al objeto
que no sólo es cualitativo, sino que rompe con los postulados de la
teoría analítico-positivista de la ciencia social. En efecto, la sociología
positivista toma en consideración conductas que con frecuencia tienen
para sus agentes un significado que resulta crucial para entender
por qué se llevan a cabo; dicha sociología no rechaza el manejar
cuestiones de significado o interpretación, pero atribuyéndolas a
los individuos cuya conducta se estudia en términos de opiniones,
creencias o actitudes; la hermenéutica, en cambio, descansa en la
existencia de significados intersubjetivos comunes a los individuos
estudiados y al propio investigador justamente en la medida en que
les es común el lenguaje, y por ende la realidad social que le subyace,
113
Colección de Ciencias Sociales

porque, como sostiene Taylor, las realidades prácticas «no pueden


ser identificadas haciendo abstracción del lenguaje que usamos
para describirlas... el vocabulario de una dimensión social dada está
basado en la forma de la práctica social de esa dimensión...; lo que
esto realmente pone de manifiesto es la artificialidad de la distinción
entre la realidad social y el lenguaje descriptivo de la misma» (1976:
174). La realidad social es, pues, una realidad con significados
compartidos intersubjetivamente y expresados en el lenguaje;
significados que no son simplemente creencias o valores subjetivos,
sino elementos constitutivos de la realidad social. Y, como dice
Gadamer, «la tarea de la hermenéutica es clarificar este milagro de la
comprensión! que no consiste en una misteriosa comunión de almas,
sino en compartir un significado común» (1976: 118). Si la realidad
social está compuesta tanto de hechos como de significados comunes,
éstos han de ser comprendidos si se quiere dar cuenta de aquélla; la
práctica social ha de interpretarse, y ello desde los significados que
el propio investigador comparte. La hermenéutica, heredera de la
tradición de la exégesis bíblica, y habituada por tanto al hermetismo,
al simbolismo y al juego de los significados convencionales,
busca penetrar a través del lenguaje en el mundo de significados
constitutivos de la realidad social que la subyace, y que comparten
quienes la componen y, con ellos, el propio investigador. Sea cual
fuere el estatuto que se atribuya a la hermenéutica (de método, de
teoría, de ciencia, incluso la pretensión metateórica de Gadamer),
y dejando al margen su disputa con la teoría crítica, y en concreto
las objeciones de Habermas basadas en la deformación del contexto
histórico comunicativo (vid. discusión en Wellmer, 1979: 32 ss.), lo
cierto es que la conciencia hermenéutica, o la crítica hermenéutica,
ofrece una vía de acceso a la complejidad de la realidad social que de
otra forma no sería posible. Como he indicado en otro lugar (1979:
107), la realidad social es completamente diferente de la realidad
físico-natural; aquélla está llena de significados (más exactamente,
es en buena parte significados) que es preciso comprender para
explicarla.

114
Modalidades de abordaje metodológico

7. Conclusión acerca del pluralismo metodológico de la Sociología

El panorama que antecede de los modos que puede adoptar


el método de la Sociología tiene predominantemente el carácter de
una ejemplificación de su variedad, no de un catálogo exhaustivo y
ni siquiera medianamente completo; la enumeración de los métodos
histórico, comparativo, crítico-racional, cuantitativo y cualitativo no
pretende la complitud, y menos aún las formas concretas de cada uno
de ellos que se mencionan. Precisamente lo que he querido poner de
manifiesto es la diversidad metodológica exigida por una Sociología
que no quiera confinarse en una definición unidimensional de su
objeto; si a la complejidad del objeto corresponde necesariamente un
planteamiento epistemológico que he venido calificando de pluralismo
cognitivo, ello impone como correlato necesario un pluralismo
metodológico que permita acceder a la concreta dimensión del objeto
a la que en cada caso haya de hacerse frente. La propuesta, pues, aquí
formulada es la adecuación del método a la dimensión considerada
en el objeto, y ello no de manera arbitraria e intercambiable, sino
con el rigor que el propio objeto demanda para que su tratamiento
pueda calificarse de científico. Aun a riesgo de incurrir en enfadosa
reiteración, creo que no estará de más repetir que «científico» no
significa aquí «científico-natural», pues la sociología que toma como
modelo a las ciencias de la naturaleza traiciona su objeto, que no es
la realidad físico-natural sino algo muy distinto, la realidad social.
Esta, en su extraordinaria complejidad, contiene dimensiones que
pueden considerarse incluidas en un ámbito epistemológico común
con la realidad físico-natural, y para ellas valdrán los métodos y la
actitud propia de las ciencias que se desenvuelven en dicho ámbito.
Pero el conjunto de la realidad social lo excede con mucho, y para
tal exceso carece de validez la mimetización de «las otras ciencias».
De aquí la peculiaridad de la Sociología, que no se constituye como
una de las viejas «ciencias del espíritu» porque no trata sólo de
cuestiones espirituales (valga la forma de llamarlas), pero tampoco
como ciencia físico-natural, ya que su objeto se niega a dejarse
encasillar en tal categoría. En ello consiste la incómoda especificidad
115
Colección de Ciencias Sociales

de la Sociología, que ha de acomodarse a su objeto utilizando desde


la perspectiva biológica o etológica, hasta la filosófica o crítica. No es
por azar o por falta de madurez, por charlatanería o porque se trate
de una ciencia multiparadigmática, que bajo el nombre de Sociología
se hacen tantas diferentes sociologías, sino porque su proteico objeto
de conocimiento así lo reclama.

116
4
PAPEL DE LA TEORÍA
EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

Francisco Dávila

Dávila, F. (1987).
Propuesta de una línea teórico-metodológica
de formación de investigadores en el ámbito de la educación.
Cuadernos del CESU, núm. 6, México.
pp.199-208.
Papel de la teoría en la investigación social

La construcción del conocimiento científico en las ciencias


naturales y sociales actuales está orientada y guiada por la teoría que,
a partir del método y la realidad, construye el objeto de la ciencia. No
obstante, como en la tentativa empirista el culto al método –entendido
como procedimientos y técnicas de abstracción simple con validez
universal y absoluta- se viene imponiendo en las ciencias sociales
actuales como criterio único y último de cientificidad, parece necesario
avanzar algunas precisiones a modo de crítica.157

Este dislocamiento artificial de la teoría, el método y las técnicas


que son su cristalización efectiva, en favor de los procedimientos
canónicos y de ciertas técnicas privilegiadas de ordenamiento y
cuantificación, resulta peligroso pues conduce al empobrecimiento
de la compleja y siempre cambiante realidad social, producto de la
intergénesis humana fundada en la praxis. El mito de la cientificidad
metodológica tiende a cristalizar la historia de las relaciones sociales
en el dato, mejor dicho, las ahistoriza en postulados apriorísticos que
157 F. Nagel. Th estructure of science, problems in the logic of scientific explanation, Harcourt,
Brace et World, N.Y., 1961, p. 12-13. A pesar de las sofisticaciones de sus planteamientos
pone toda su confianza en los recursos del método científico “como crítica persistente de
los argumentos, a la luz de los cánones pues es la prueba para juzgar la fidedignidad de
los procedimientos a través de los cuales los datos de la evidencia en que se basan las
conclusiones”.
Colección de Ciencias Sociales

tienden a atomizar a la sociedad, a la realidad social, en innumerables


parcelas perfectamente ordenables, palpables y mediables, a partir
de las técnicas procesuales cuya asepsia y neutralidad subjetivas
supuestas sirven de criterios de objetividad del “método científico”.

Vale en este momento, a modo de ejemplo, examinar


sumariamente la pobreza teórica del análisis durkheimniano y su
confusión evidente entre el objeto real y el objeto del conocimiento,
cuya construcción es elaborada por la teoría y el método en las
ciencias sociales modernas a partir de una realidad, la más compleja y
contradictoria, producto de la historia humana.158

En su insistencia de que los “hechos sociales deben ser


considerados como ‘cosas’”, Durkheim manifiesta su rotundo
desapego por la teoría, y no obstante, adopta por otro lado una
teoría social implícita, la cual considera a la realidad social como
de naturaleza relacional no material, pero al mismo tiempo como
cualquier objeto material.159 Así pues, adoptando una teoría social de
modo implícito, Durkheim no tiene problema en proceder a dictar sus
reglas del método científico: “La regla primera y fundamental es la de
considerar a los hechos sociales como cosas… es cosa todo lo que se
encuentra dado, todo lo que se impone a la observación. Considerar
a los fenómenos (sociales) como cosas es considerarlos en calidad de
datos que constituyen el punto de vista de la ciencia.” Aún precisa:
“Necesitamos considerar a los fenómenos sociales en sí mismos,
desprendidos de los sujetos conscientes que los representan; hay que
estudiarlos desde fuera, como cosas exteriores.”
158 Le queda a Durkheim el gran mérito de haber intentado realizar una “ruptura” con las
nociones comunes e ideológicas a través de la definición previa del objeto como construcción
científica provisoria. De hecho esta primera ruptura la realiza ya el sentido común cuando
elabora los conceptos generales.
159 Con mucha razón J. Rex afirma que la principal desventaja de su método sociológico “reside
en su sesgo antiteórico que se manifiesta en su insistencia de que los hechos sociales
deben ser considerados como cosas, en su tesis empirista de que los conceptos de tipo
son promedios, en su renuncia a admitir la necesidad de alguna hipótesis teórica previa a
la labor de clasificación y en su fracaso en esbozar una teoría “fisiológica”. Ver Problemas
fundamentales de la teoría sociológica, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1968, p. 28.
120
Modalidades de abordaje metodológico

Conviene sacar de estas precisiones empiristas, clásicas


en la sociología, algunas consecuencias de tipo metodológico: en
primer lugar, los datos tienen en el enfoque que analizamos la
mayor importancia, se identifican con los hechos reales y además
“constituyen el punto de vista de la ciencia”.160 La ciencia por tanto no
los construye; opera sobre ellos. Así, pues, en segundo lugar, se inicia
el proceso científico con la observación de los hechos sociales que nos
interesan y son los que vemos, los que palpamos, que aparecen o que
consideramos como cosas. En este sentido, las sanciones individuales
subjetivas son reproducidas mentalmente para luego ser captadas en
datos contables y mensurables, como si fueran éstos los hechos reales.
Esta también pertinente destacar toda definición poco clara, de sentido
común, plagada de prejuicios, ideológica por tanto, para llegar a una
definición rigurosamente objetiva de la temática.161

Como operar convenientemente para llegar a la objetividad


que es el presupuesto de la ciencia es la reflexión que se ocurre a partir
de la síntesis de las proporciones de Durkheim; por lo que, en tercer
lugar: procedemos a la depuración del material con el que contamos
(los datos = los hechos sociales) Se establece pues una ruptura, una
escisión con el sentido común, definiendo los hechos sociales de
modo riguroso para luego procesarlos por medio de instrumentos
mesurables, en tal forma que puedan ser ordenados sistemáticamente
y reconstruidos en sus recurrencias, en sus regularidades. En cuarto
lugar –y para conseguir el objetivo anterior- el uso de las matemáticas
y de las series estadísticas es el adecuado, pues éstas permiten el
ordenamiento sistemático de los hechos, definidos objetivamente, sin
menoscabo de su integridad por parte de la subjetividad el investigador
que los manipula.

Según las precisiones aquí avanzadas, que constituyen el


todo del método científico, las ciencias sociales emprenden la terea
de proporcionarnos información sistemática de los hechos sociales.
160 E. Durkheim, Les regle de la méthode sociologique. Ed. PUF, Paris, 1967, p. 15-28
161 E. Durkheim. Le suicide, Ed. PUF. Paris, 1973, p. 5.
121
Colección de Ciencias Sociales

Estos, en conjunto como conceptos definidos a partir de los elementos


comunes ye generales deprendidos de una técnica de la abstracción
simple, nos permiten establecer leyes, regularidades, aplicables a su
vez a fenómenos del mismo tipo.

Ahora bien, si ésta es la tarea encomendada a las ciencias sociales


por el empirismo, vale acotar que todo ordenamiento sistemático
precisa una medida, un criterio ordenador; lo que equivale a decir
que tanto la medida como el criterio para establecerla deben haber
sido cuestionados para valorarlos, validarlos en su función, y todo eso
precisa de una teoría.

El empirismo no tiene salida pues, creyendo liberarse de los


“ídolos” del sentido común, del conocimiento vulgar, de las grandes
visiones del mundo, asume el primado de lo real como algo dado.
Así la realidad social no se presenta como un proceso complejo de
transformación constante, al que es preciso interpelar, construir,
interpretar; basta y sobra con aprehenderla en su plena inmediatez. De
este modo su conocimientos es ye se convierte en un desdoblamiento
amplificado de las nociones generales en una tautología.

Lo que hace el empirismo es ordenar, sistematizar los datos, los


hechos sociales con un criterio teórico implícito. ¿Por qué el empirista
escoge –para ordenarlos- unos hechos y otros no? ¿Por qué estas
variables son más importantes que las otras? ¿Por qué las sistematiza
de ese modo y no de otro? Estas son algunas múltiples preguntas que
no tienen respuesta.

El desprecio teórico del empírico desconoce que los datos


sociales son ya resultados construidos, son ya producto de las relaciones
sociales mediadas por las cosas, por lo que necesitan se construya,
al menos, una teoría, un modelo, aunque sea provisional, del cómo
operan éstas y los sistemas sociales que a partir de las mismas se
construyen. En este sentido, la realidad social necesita ser cuestionada,
problematizada, trabajada por la teoría y el método; de otro modo la
122
Modalidades de abordaje metodológico

tentativa empirista, o bien intenta confirmar con los hechos sociales


una teoría no reconocida explícitamente,162 o bien pretende describir
de modo sistemático una serie de hechos ordenados con algún criterio
no claramente manifiesto.

Como se ve, éste es el caso de Durkheim, que resulta


paradigmático; no se puede hablar con propiedad de ausencia de
teorización porque, como lo hemos enmarcado en ambas alternativas,
la teoría no reconocida en forma explícita orienta al dato; sin embargo se
trata de un mero auxiliar secundario pues la verdad del conocimiento,
la ciencia, se desprende de la realidad por el camino real del riguroso
ordenamiento que permite describir los hechos sociales de modo
sistemático. El primado de la realidad sobre la teoría en la construcción
del conocimiento queda claro, más aún, el conocimiento queda claro,
más aún, el conocimiento científico está ya de antemano construido y
sólo es preciso describirlo del modo más objetivo.

Ahora bien, en la perspectiva que hemos adoptado, la


orientación, el sentido y la dirección principal del conocimiento
científico son asumidos por la teoría. “De todas maneras, como lo afirma
Bachelard, en la ciencia moderna el sentido del vector epistemológico lo
consideramos perfectamente nítido. Se mueve sin duda de lo racional
a lo real y de ninguna manera a la inversa, de la realidad a lo general
como lo sostenían todos los filósofos desde Aristóteles hasta Bacon.”163
Y, añadiría, como lo siguen sosteniendo los empiristas.

De esto se deduce que, de principio a fin, en la investigación


científica la teoría debe estar presente y actuante: en la recolección del
material empírico y aún antes, en la focalización del problema que más
nos impacta, la orientación teórica es de importancia capital ya que
constituye la herramienta que discrimina y conduce a una formulación
propia, a un conocimiento nuevo, a una realización de la realidad
162 Resulta claro constatar que Durkheim en sus estudios investigativos intenta probar su
teoría del continuum social basado en la solidaridad mecánica y orgánica, ya esbozada en
La división social del trabajo, Ed. Shapire, Buenos Aires, 1973.
163 Ver G. Bachelard, Le nouvel esprit scientifique, Ed. PUF, Paris, 1936, p. 1-4
123
Colección de Ciencias Sociales

en la teoría, por lo que el pensamiento científico es esencialmente


realizante.164

Particularizando, en las ciencias naturales la más elemental de


las operaciones, la observación de los datos que el empírico considera
como un registro, el más fiel y riguroso de la realidad, está cada vez más
orientada por la teoría; lo mismo debe suceder en las ciencias sociales.
Los datos, aunque el positivista no lo declare, tienen necesariamente
que insertarse en una teoría sistemática. ¿Qué datos escoger, cuáles de
ellos desechar? Son preguntas difíciles de contestar si tanto en la física
y en la química como en las disciplinas sociales no se aplican ciertas
nociones abstractas enraizadas enraizadas en una teoría general que
servirá de punto de partida.

Toda documentación reunida a ciegas, una recolección


indiscriminada de datos sin ningún criterio teórico orientador,
perturba e impide desde el inicio cualquier conato de investigación.
Corremos el riesgo de “empapelarnos”, de perdernos en un verdadero
laberinto. Todavía más, en la primera indagación bibliográfica, y no se
diga en las lecturas que se realizan como iniciación a una problemática,
la orientación teórica debe estar presente, con lo que nos guardamos
de atiborrarnos de nociones generales, confusas y carentes de interés
para la investigación que estamos en vías de iniciar.

Si en las observaciones preliminares, vale decir, en los inicios de


una indagación, las ciencias naturales y sociales deben fundamentarse
en la teoría, cuánto más deben hacerlo en la fase experimental, que
desde la perspectiva empírica es el punto crucial. Experimentar es
básicamente preguntar a la naturaleza y a la sociedad sobre sus propios
procesos para luego evaluarlos, lo que exige un criterio de valuación
o de medida. Pero ¿cómo realizar una experimentación sin haberla
pensado previamente, cómo comprobar una hipótesis sin haberla
pensado previamente, cómo comprobar una hipótesis sin haberla
formulado con anterioridad y cómo juzgar los resultados sin una
164 Ibid, p. 4
124
Modalidades de abordaje metodológico

teoría? Como se puede colegir, ésta domina el trabajo experimental


desde su misma concepción hasta las últimas manipulaciones de
laboratorio.165

Pero aún más cuando ya se han encontrado respuestas a las


preguntas, cuando el experimento ha sido realizado y evaluado,
la teoría tiene la finalidad de intensificar el trabajo del método, ese
carácter polémico de la razón que discrimina y que destruye pero
que al miso tempo afirma que la realidad es más rica que la teoría
que la explica y con el cual lo real debe ser siempre cuestionando y
explicando en un procesos sin fin de aproximaciones sucesivas, que
enriquecen lo real por la meditación de la teoría.

Cabe en este momento despejar algunos equívocos referentes


al uso de la teoría, tanto en las ciencias naturales como sociales,
muy en boga en los claustros universitarios y especialmente en las
primeras investigaciones de los pasantes en las diferentes carreras
pero también, ¡helas!, entre algunos autores de prestigio. Como se
insiste y actualmente hasta se machaca en la importancia de la teoría
dentro de la investigación, se tiene creencia de que estableciendo
un capítulo teórico, un marco de referencia y, más comúnmente, un
“marco teórico”, ya se ha cumplido, ya se ha pagado el tributo a la
teoría y que con el hermoso marco se cubre una pobre y tautológica
repetición de lo que todos ya han dicho.

Se trata en la mayoría de los casos de un refrito menos apetitoso


que los ingredientes con los que se lo fabricó o como vulgarmente se
dice, “de la misma gata pero revolcada y desfigurada”. Los autores
respetables son por supuesto más refinados en sus exposiciones: inician
sus trabajos haciendo alarde del método científico y las técnicas que han
manejado.

Con lujo de detalles indican a los lectores el rigor y la pericia


con los cuales los materiales han sido tratados según el método
científico, tratando de orientarlos dentro del difícil campo de la
125
Colección de Ciencias Sociales

investigación científicamente realizada, puesto que se ha ceñido al


método científico, ya anteriormente esbozado con profusión. Con este
ritual, muchas veces largo y tedioso hasta incomprensible para los
neófitos, el investigador asume sus propias debilidades, volviendo a
señalar la fuerza y seriedad del método científico. De este modo el
tributo a la teoría asume la defensa del método científico, y el resto
de la investigación – que suele ser una lectura sin fin de datos y de
taxonomías muy elaboradas, donde la teoría es la gran ausente como
discriminador de tales técnicas- queda automáticamente exorcizado y
santificado por el “método científico”.

Pero la teoría en la investigación no es un ente pasivo, no está


hecha para ser guardada en un marco de ribetes dorados. Antes bien,
es una herramienta siempre en uso que discrimina, que destruye y
vuelve a construir alternativas nuevas, conocimientos novedosos,
verdaderos descubrimientos. Cuando hablamos de un marco de
referencias teórico asumimos en principio que sí hemos hecho
preguntas, que sí ha existido cuestionamiento y crítica de otras teorías,
pero que ha sido necesario y suficiente dejar hablar a los datos por
sí solos166 olvidándonos que éstos son las respuestas que deben ser
elaboradas y explicadas por la teoría.167

Con la anterior actitud, con el marco de referencias elaborado,


él mismo se convierte en una camisa de fuerza, en un obstáculo, en un
velo que impide penetrar en el desciframiento de la pintura, del paisaje
166 Los datos son ya interpretaciones teóricas, presuponen al menos un lenguaje, una estructura
lingüística que es ya una construcción social teórica muy elaborada que interpreta de
diferentes modos la realidad. Ver a este respecto P. Berger y T. Luckmann, La construcción
social de la realidad, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

167 Las experiencias sensoriales, los datos o hechos de las ciencias sociales surgen junto con
supuestos teóricos, no antes que ellos. Con toda razón Feyerabend refuta a la ciencia
empírica el fundamento del conocimiento y su fuente misma basada en la experiencia y
afirma lapidariamente que “una experiencia sin teorías es exactamente tan incomprendida
como lo es (presupuestamente) una teoría sin experiencia: elimínese parte del conocimiento
teórico de un sujeto sensible y se tendrá una persona que está completamente desorientada
y que es incapaz de realizar la acción más simple”, en Contra el método, Ed. Ariel, Barcelona
1974, p. 140.
126
Modalidades de abordaje metodológico

que, de otro modo, se nos presentaría caótico o incomprensible. Si la


teoría está presente en todo el trabajo científico es precisamente por
su fuerza explicativa, por su capacidad de generar respuestas, por su
penetración en el descubrimiento de los enigmas que nos inquietan y
que la realidad esconde.

Por ello su presencia activa junto con el método se da desde el


inicio hasta el final de la investigación. Lo real, independientemente
de nuestra subjetividad, de nuestra conciencia, no puede ser ordenado
de modo sistemático, explicado, analizado y comprendido cada vez
de modo más rico y novedoso y con economía de medios y menos aún
transformado sino a través de la teoría y del método generadores de
nuevos conocimientos, que sugieren además nuevas formas de praxis.

Finalmente, las ciencias sociales utilizan las teorías como puntos


de partida, como primeras respuestas a temas polémicos, no como
sagrados dogmas que es preciso guardar y recoger como patrimonio
de los “padres de la iglesia científica” de la investigación social.
Todo alumno debe superar al maestro, toda teoría debe negarse a sí
misma para dar cuenta de la riqueza de lo real. Todo método debe ser
cambiado porque, como decía ya Goethe: “Quienquiera que persevere
en su investigación se verá obligado tarde o temprano a cambiar de
método.”168 Y por último, no se puede transformar la realidad social
existente sin cambiar constantemente de teoría y de método, porque
sin nuevos proyectos y nuevos medios no se puede aspirar ni llegar a
fines más humanos.

Peligros de estatus metodológico y epistemológico de excepción en


las ciencias sociales

Estos peligros reales se dan como resultado de la reacción


que tanto las ciencias sociales como las naturales experimentaron a
finales del siglo XIX, cuando el empirismo y el positivismo no habían
168 Citado por G. Bachelard, en El compromiso racionalista, op.cit. p. 47.
127
Colección de Ciencias Sociales

impuesto la sistematización y el rigor formal de las matemáticas como


criterio de cientificidad.169

Para argumentar en contra de este monismo metodológico que se


intentaba imponer como canon regular a las ciencias sociales se partió,
y con razón, del criterio de que el hombre no era sólo un ente de
naturaleza, por lo que los métodos de las ciencias naturales no podían
aplicarse para dar cuenta de la acción social y del pensamiento humano,
hacíendose necesario un estatus metodológico y epistemológico de
excepción en estas ciencias eminentemente humanas.170 Las que,
al contrario de lo que sucedía con las ciencias de la naturaleza que
estudiaban las leyes generales de los fenómenos captados en su
objetividad, debían ocuparse de los fenómenos en su singularidad
mediante la comprensión interna y sistemática de los mismos.

Esta postura epistemológica que dividía la realidad en dos


sectores autónomos: el de las ciencias objetivas = naturales y el de
las ciencias subjetivas = sociales, fue rechazada por la mayoría de
los investigadores no positivistas, entre ellos Windelband y Rickert,
que reivindican tanto para las ciencias naturales como sociales el
conocimiento de las relaciones generales o leyes como el de las
singularidades y peculiaridades de cada fenómeno pero como
ya se indicó sucintamente en la introducción de este ensayo, los
peligros del monismo metodológico, más pernicioso aún que los del
dualismo, siguen vigentes en las ciencias sociales actuales. Máxime
si consideramos que por esta vía la imposición de una “física social”
–que permita al poder estatuido controlar los brotes de insurgencia
social legítima- parece estar al alcance de la mano de una burocracia
y tecnocracia que creen en el poder omnímodo de la ciencia aplicada
para perpetrar la explotación de los hombres por unos cuantos.
169 Detrás de estas polémicas teórico-metodológicas se percibe una lucha aún más encarnizada
entre diversas concepciones de la sociedad y de la historia. I. Zeintlin, en su libro Ideología y teoría
sociológica, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1973, pp. 89-94 nos da luz sobre este particular.
170 Dilthey al argumentar que el hombre no era sólo un ente de naturaleza, por lo que los
métodos de las ciencias nomotéticas, vale decir, aquellas que se proponen establecer leyes
generales no eran aplicables a las ciencias que daban cuenta de la acción del pensamiento
humano, por lo que era necesario un trato epistemológico especial para las “ciencias del
espíritu” y una metodología en consonancia.
128
Modalidades de abordaje metodológico

Ahora bien, la justificación de este monismo metodológico


básicamente toma cuerpo en el empirismo y en el positivismo lógico,
cuyos criterios de verificabilidad empírica propios del método
científico, deben traducirse en un lenguaje rigurosamente unificado y
sin connotaciones subjetivas.171

El peligro de asignar las ciencias sociales un estatus de excepción


como reacción al excesivo empirismo tiene su origen en el escaso
entendimiento de la acción constructiva de la teoría y el método, en el
campo de las ciencias de la naturaleza, y por tanto, se asume al objeto
científico como ya construido, como un dato objetivo que es preciso captar
mediante el uso de procedimientos lógicos y técnicos. Estos últimos hacen
de la experiencia científica una copia reduccionista de lo real.

No obstante, basta seguir los pasos de las grandes teorizaciones


de la física y la química moderna para percatarnos de la caricatura que
el empirismo y el positivismo dibujaron al pensar que en las ciencias
naturales se procedía de la objetividad de los hechos para formular
leyes172 y que como los hechos sociales eran de carácter subjetivo, sólo
podían ser tratados con métodos comprensivos, entendiendo por ello
el tratar de comprender cómo piensan las personas cuando actúan
socialmente.

171 Con este criterio se llega a propugnar la unificación de la ciencia en base al fisicalismo, que no
es otra cosa que la concepción de que la lógica de la ciencia no es otra cosa sino la sintaxis
lógica del lenguaje de la ciencia “y que, por tanto, el lenguaje unificado del fisicalismo no sólo
salvaguarda el método científico en el que el enunciado se enlaza al enunciado y la ley a la ley
sino la fecundidad del conductismo social con el cual se pueden establecer predicciones a
futuro carentes de preceptos metafísicos”. Ver O. Neurath, “Sociología en fisicalismo”, en a.
J. Ayer, El positivismo lógico, Ed. FCE, México, 1965, pp. 291 ss.
172 Así pues, de la confusión entre la forma de la elaboración del conocimiento científico en las
ciencias naturales y en las sociales y de la estrecha relación que guardan entre sí, se pasa
tanto a la defensa del monismo metodológico como a la reivindicación de dualismo diltheyano.
“Esta grosera equivocación – dicen Bourdie, Chamboredon y Passeron- condujo a fabricar
distinciones forzadas entre los dos métodos para responder a la nostalgia o a los deseos
piadosos del humanismo, y a celebrar ingenuamente redescubrimientos desconocidos
como tales, o además a entrar en la puja positivista que escolarmente copia una imagen
reduccionista de la experiencia como copia de lo real.”

129
Colección de Ciencias Sociales

Weber fue claro al rechazar esta clasificación de ciencias


naturales regidas por métodos objetivos y de ciencias sociales regidas
por métodos subjetivos ya que, si bien se pueden percibir diferencias
entre unas y otras, éstas se dan en base a los fines que persiguen:
la meta de las ciencias de la cultura consistiría en la explicación del
fenómeno singular, ya sea auxiliadas por las leyes generales o mediante
la comprensión; mientras que el fin de las ciencias de la naturaleza se
identifica con el establecimiento de leyes.173 Pero en su gran obra174
él mismo definió la acción como “orientación significativamente
comprensible de la propia conducta” y asignó a la sociología la tarea
de “la capacitación de la conexión de sentido de la acción”.175

Así pues, Weber y sus seguidores concibieron lo social como


realidad relacional (lo que es ya un gran adelanto con respecto a
las relaciones mecánicas de Durkheim) pero reduciéndola a su
mínima expresión: la interrelación individual, el comportamiento y
la conducta de unos individuos con otros cuyo contenido social se
agota en la comunicación de valores y símbolos con significación para
cada sujeto. Con esta construcción teórica de lo social se perpetró un
gran olvido que empobreció dicha teoría, esto es: la pertenencia de los
individuos a diferentes estructuras sociales, a realidades sociales más
amplias, tales como los grupos y las clases sociales.

Se desconoce con ello que lo social va más allá de la simple


interacción social y que las relaciones sociales, que los individuos
proyectan por intermedio de su acción de transformación
de la naturaleza y de los mismos hombres, generan a su vez
condicionamientos y determinaciones que varían significativamente
en el decurso de la historia humana.

De esta manera el mundo social también puede manifestarse


más allá de lo puramente fenomenal. Puede ser el resultado de

173 M. Weber, Sobre la teoría de las ciencias sociales, Ed. Península, Barcelona 1917, p. 41.
174 M. Weber, Economía y sociedad, Ed. FCE, México, 1964.
175 Ibid, p. 12
130
Modalidades de abordaje metodológico

estructuras generadas por una realidad relacional más abundante y


compleja, donde los hombres a través de las cosas se condicionan y
determinan recíprocamente. La anterior afirmación, producto de un
teoría de lo social más rica y elaborada, tiene extremada importancia
en el campo de las ciencias sociales, pues la dimensión social se amplía
para abarcar las estructuras profundas,176 las determinaciones que
se pueden aprehender mediante la elaboración de categorías que
traspasando lo fenomenal, las apariencias, comprenden la realidad
social en sus movimientos más intrincados, más ricos y dinámicos.

Cuando se han esclarecido estos nuevos aportes teóricos en


el campo de las ciencias sociales, es decir, cuando se han definido
las relaciones de condicionamiento y de determinación que quieren
capacidades genéticas de diferentes alcances en la sociedad,
las ciencias sociales están en capacidad de llegar a explicar y a
comprender los fenómenos de la vida social en su particularidad (el
caso de Weber), es decir, caracterizándolos como hechos singulares
es decir, caracterizándolos como hechos singulares pero también en
su generalidad, en sus legalidades y regularidades (caso Marx). Esto
porque la particularidad de su ocurrencia es la expresión, la forma
singular del modo en que la determinación existe concretamente y de
cómo se dan sus condicionamientos.

No es suficiente, por ejemplo, en una investigación hablar


de las leyes generales del capitalismo; ése es por tanto el punto de
partida, el descubrimiento peculiar vuelto teoría general; lo que
interesa es sobre todo ver en qué forma, de qué manera éstas se dan
en las sociedades concretas. Vale decir, cómo las generalidades se
expresan en la peculiaridad y con los enriquecimientos del caso. Son
estos últimos los que permiten renovar o modificar los conocimientos
anteriores, formulados por vez primera como peculiaridades pero
que actualmente constituyen teorías generales, puntos de partida de
nuevas verdades rectificadas.
176 No solamente las “funciones latentes”, que ya permiten a los funcionarios analistas aislar
las consecuencias inmediatas de las relaciones sociales, sino aquellas sedimentaciones
de mayor duración, las estructuras, que condicionan o determinan en casos concretos el
desarrollo de una sociedad.
131
Colección de Ciencias Sociales

“Los fenómenos sociales, bien lo sabemos –dice Bachelard-,


tienen leyes que obedenen a un determinismo; la sociología es, por
consiguiente, una ciencia positiva. Lo mismo ocurre con el derecho
y con la historia.”177 Pero ese determinismo, al igual que el de las
leyes de la naturaleza, no es ciego y mecánico, puede ser superado
por la vía del conocimiento y de la transformación de estas realidades
mediante la praxis. Por ello, “tampoco está prohibido esperar la
institución de una técnica social que permita a los hombres, si llegan
a ser tan sabios como inteligentes, suprimir o disminuir esa miseria
hecha de evidentes injusticias sociales.”178 Pero todo ello presupone
un conocimiento más amplio y profundo de nuestras sociedades, una
superación continua de las teorías sociales por otras nuevas que nos
permitan dar soluciones más humanas a nuestros propios problemas.
En este sentido la apertura de las ciencias sociales modernas podría
ser de gran ayuda.

En todo caso no es una debilidad de la ciencia actual no disponer


de un método que ofrezca las garantías de obtener un producto científico
usando los procedimientos y las técnicas llamadas por el consenso
intersubjetivo “científicas”. Las ciencias naturales y las sociales en el
momento actual no se preocupan tanto de qué hacer cómo hacer bic et
nunc la ciencia, ni averiguar cómo se generan los conocimientos sino de
qué hacer y cómo hacer para que se descubran nuevos conocimientos,
que se inventen nuevas teorías y nuevos métodos y técnicas para
explicar con más certeza los complejos problemas de nuestra sociedad,
para transformarla y volverla más humana.

Una teoría científica social es en esencia una percepción


sistemática y cada vez más acuciosa de la sociedad en que se vive,
alcanzada por esta misma sociedad; es por tanto fruto de un trabajo
teórico y práctico dado (que implica programas e instituciones
científicas interesadas en determinadas transformaciones sociales),
pero también es una interpretación del mundo. Es por tanto una
177 El compromiso racionalista, op. Cit. P. 44
178 Ibid, p. 45, a cursiva es del autor.
132
Modalidades de abordaje metodológico

doctrina un proyecto de transformación tanto del hombre como de las


cosas y de la sociedad que él crea y que lo produce.

Por estas razones la ciencia, hacer ciencia y más explícitamente


ciencia social, no depende sólo de un conjunto de normas y
procedimientos lógicos bien encaminados y rigurosamente aplicados;
por el contrario exige una sólida formación teórica y un pensamiento
abierto, una metodología tributaria de esa solidez y de esa apertura,
lo que le garantiza una constante adecuación y maleabilidad ante la
riqueza infinita de la realidad social que continuamente nos crea y
que creamos.

Exige por ende rigor y voluntad, pero también imaginación


y compromiso, sobre todo en estos momentos de crisis mundial y
nacional, cuando la necesidad de dar explicaciones nuevas, más
refinadas y adecuadas a la realidad en la que nos movemos y actuamos
es una necesidad imperiosa y constituye un gran aliciente para un
trabajo científico social fecundo.

Las ciencias sociales están en la actualidad, como siempre lo


han estado, ante el reto permanente de la sociedad, buscando nuevas
y más vigorosas explicaciones que superen a las ya existentes, en tal
forma que nos permitan operar con más eficiencia y con menores
costos sociales en la transformación de la sociedad humana. Este reto
es aún más cierto que en ningún otro lugar en el país y en América
Latina.

Ahora bien, un savoir-faire, un procedimiento, una técnica,


nunca es ni puede ser el sustituto del saber; al contrario éstos
son siempre obstáculos que hay que franquear para acceder a la
sabiduría que valoriza a la sociedad en que se vive y las transforma
en consecuencia.

133
Colección de Ciencias Sociales

Vigilancia sobre la homogeneización de las prácticas investigativas


en las ciencias sociales

Como corolario de lo anteriormente dicho y a guisa de


conclusión de la perspectiva moderna de la ciencia y su método que
hemos adoptado, se desprende una actitud de compromiso y de
vigilancia que, a grandes rasgos, trataremos de explicar.

Partiendo del carácter constructivo de todo objeto del


conocimiento por medio de la teoría, del método y de la realidad, cada
ciencia elabora su propia construcción. De ello resulta que ninguna
explicación teórica, ninguna teoría y su método nos dan ni nos darán
nunca una descripción, explicación o comprensión de la totalidad de
la realidad social; vale decir, de todas las relaciones sociales, vistas a
través de sus propias conceptualizaciones.

Toda teoría es cerrada, inconmensurable y sólo puede darnos


explicaciones dentro de sus propios límites; tampoco puede sr refutada
por otra teoría; su validación y su refutación “se dan por referencias
a sus respectivos tipos de experiencia, es decir, descubriendo las
contradicciones internas que sufren (en ausencia de alternativas
conmensurables, estas refutaciones son sin embargo bastante débiles).
Sus contenidos no pueden ser comparados, ni es posible hacer un
juicio de verosimilitud excepto dentro de los confines de una teoría
particular. Ninguno de los métodos que Popper (o Carnap, o Hempel
o Nagel) quiere aplicar para racionalizar la ciencia puede ser aplicado,
y el único que puede aplicarse, la refutación, es de fuerza muy
reducida.”179

Si lo anterior no es posible por el momento, resulta por tanto


peligroso homogeneizar en cada ciencia particular el movimiento del
pensamiento y con él los instrumentos lógicos y técnicos que construye
a partir de la teoría.

179 D. Feyerabend, Contra el método, op. cit., p. 133. El subrayado es del autor

134
Modalidades de abordaje metodológico

Las analogías, los modelos, las imágenes, las comparaciones…


etc., no son sólo útiles sino las formas normales de llegar al conocimiento
y en determinadas circunstancias tienen especial significación como
aliados en el conocimiento científico, puesto que nos permiten
visualizar mejor ciertos problemas, pero se agotan en la medida en
que nos impiden ir más allá de las primeras imágenes y construir otros
esquemas de pensamiento. Con éstos podemos percibir las categorías
más abstractas que orientan a la teoría en la búsqueda de nuevos
métodos para construir nuevas perspectivas de conocimiento.

Los cuestionarios, las entrevistas, la observación participante,


son útiles como incentivadores de preguntas, despertadores de la
creatividad y de la inventiva, son en una palabra algunos de los
muchos recursos heurísticos de los que podemos disponer, pero no nos
procuran respuestas contundentes, objetivas, científicas. Al contrario,
dan lugar a muchos errores de enfoque si la teoría no está vigilante
para rectificarlos, asignarles sus verdaderos alcances y establecer sus
límites. En concreto, los investigadores que usan estos recursos buscan
sus propias respuestas a las preguntas que formulan, o en la mayoría de
los casos recogen la opinión de los individuos a los que se les somete a
cuestionamiento, pero no es posible afirmar que un instrumento basado
en la subjetividad del investigador y el investigado nos dé un criterio
de objetividad, como muchas veces se pretende al confiar en que el
observado ha dicho la verdad. En todo caso. Será su verdad y nada más.

En lo que respecta al diseño de investigación, tampoco puede


presentarse como un código rígido y homogéneo en su formalidad;
es una guía un cuaderno de posibles rutas que cada uno de los
investigadores puede elaborar con libertad de acción y criterio
orientado teóricamente. Aunque un diseño investigativo trate sobre
el mismo objeto de investigación y se elabore con la misma teoría,
siempre llevará la marca personal del investigador y no podrá ser
reducido a una mera forma. Cada sujeto, y aquí nos referimos a los
distintos investigadores, debe usar la teoría y los movimientos que el
método sugiere con gran libertad de acción, sin ningún formalismo.180
135
Colección de Ciencias Sociales

La razón polémica influida por la experiencia investigativa


puede resultar encarcelada, puesto que la confianza en lo probado y
verificado por la práctica tiende a despertar soluciones de facilidad
que impiden abordar nuevas alternativas que podrían ser más
eficaces que las anteriores. Ahora bien, si por un lado la experiencia
acumulada priva de la novedad, el investigador novel puede estar
en mejores circunstancias que el experimentado para abrirse a una
nueva dinámica constructiva, que le dé ventajas sobre el anterior; pero
asimismo su entusiasmo juvenil podría convertirse en un dique de
contención de la fuerza del pensamiento que piensa y construye un
nuevo conocimiento. De esto se desprende que nada puede garantizar
la construcción sin trabas de un pensamiento científico sin la vigilancia
que tenga para sobremontar los obstáculos internos y externos que se
opongan a un trabajo fecundo.181

Se puede afirmar sin ambages que al multiplicar las


experiencias, al diversificar las prácticas, al multiplicar las
alternativas, al problematizar los problemas y al encontrar nuevas
preguntas a las nuevas respuestas que nos plantean las ciencias
sociales, multiplicaremos también las posibilidades de obtener
nuevos conocimientos, nuevas y mejores oportunidades para la
transformación de la sociedad. Podemos afirmar también que nuevas
prácticas investigativas, nuevas teorizaciones y nuevos métodos dan
lugar a nuevas técnicas de realización y de transformación social.

180 Distinguimos la formalización del formalismo en cuanto la primera es pertinente puesto que
permite aclarar lo que tenemos, fijar los límites y, con ello, resulta ser ayuda muy eficaz para
afinar y definir los instrumentos del pensamiento, pero no debe convertirse en una camisa
de fuerza que liquide o impida el propio trabajo de la razón polémica. Esta fija las formas
para transitar más fácilmente a la riqueza real, al contenido de la realidad siempre compleja
y múltiple en sus determinaciones. Ver a este respecto H. Lefevre, Lógica formal, lógica
dialéctica, E. Siglo XXI, México, 1970, pp. 186-187
181 Ver Bachelard, “La noción de obstáculo epistemológico” en La formación del espíritu científico,
op. cit. p. 15 ss. y del mismo autor “Los tres grados de vigilancia” en Le rationalisme appliqué,
Ed. PUF, Paris, 1949, pp. 75-80

136
Modalidades de abordaje metodológico

Se tiene miedo de hablar de la técnica social porque se la confunde


con los procedimientos con los que la tecnocracia opera, como si fueran
recetas infalibles para curar todos los supuestos males de la sociedad,
evaluados a través de la red de los intereses en lucha que jamás se explicitan.
Pero la técnica social no es más que la teoría, la ciencia, armada y dirigida
por la política, es decir, por los proyectos que buscan posibilidades,
medios para hacer más eficaces sus fines y entre éstos se encuentran
aquéllos que conducen con mayor efectividad a liberar a los hombres o
prolongar su esclavitud, para suprimir las injusticias y la miseria humana
o para profundizarlas. Ahora bien, como ya hemos remarcado a lo largo
de este ensayo, la ciencia –y la ciencia social- son productos humanos que
necesariamente participan de las contradicciones y luchas entre las cuales
nuestra sociedad progresa o involuciona.

Yendo al fondo de nuestra actitud de vigilancia, debemos dudar


del mismo método, del mismo trabajo del pensamiento y estar atentos a
sus crisis, provocarlas en una palabra; porque del pensamiento en crisis,
de las crisis sociales surgen las grandes novedades y con ellas se hacen
explícitos los grandes descubrimientos, las grandes líneas de fuerza
con dinámica estructural; vale decir, aquellas contradicciones cuyos
efectos de largo plazo son más profundos aunque muchas veces pasan
desapercibidos. Así el pensamiento en su búsqueda puede fracasar y, en
efecto, fracasa con más frecuencia de la que nos imaginamos, pero este
revés es el inicio de nuevas teorías, nuevos métodos y alternativas.

Cabe pues acentuar el uso de los procedimientos múltiples, de


las prácticas investigativas y variadas, porque la excesiva estabilidad
conduce sin remedio al inmovilismo. La teoría es inquieta y el método
es impaciente, porque ambos están volcados sobre una realidad
siempre cambiante y en construcción de nuevas experiencias y nuevos
conocimientos que posibilitan su transformación.

Así pues, los hechos sociales para ser verdaderamente científicos


deben ser verificados por la razón y reconstruidos por ella. Para ello

137
Colección de Ciencias Sociales

conviene vigilar el método y la teoría, los que al volverse inestables


y precarios para dar cuenta de la riqueza de lo real social en perenne
construcción deben ser removidos y cambiados.

Es preciso que el hecho social halle su lugar en una teoría social


rica, pero también que la teoría social resulte enriquecida por una
realidad social aún más feraz. En este sentido, cada teoría social deberá
tener presente que la realidad social más rica en posibilidades estará
allí presente como aguijón y como acicate permanente del método y
de la teoría, que la formulan luego de haberse puesto en crisis.

Conclusión

En síntesis, la teoría científica y su método siempre dudan de sí


mismos y están dispuestos a renunciar a la ciencia por la ciencia por lo
que, al multiplicar los procedimientos, las técnicas, los métodos y las
teorías las ciencias sociales progresan, se consolidan, se difunde más
su problemática y son más conocidas y estimadas.

Un procedimiento se desgasta, una teoría se empobrece, el


método fracasa pero surgen otros más; unos más novedosos y otros
más inquietos, menos conformistas. Con ello la realidad social, nuestra
sociedad, se expresa sobre nuevas dimensiones y la transformación de
ella puede estar más cercana. Así el poder de los hombres sobre la
naturaleza se acrecentará mediante la liberación de los hombres, sin
por ello perder de vista que esto último exige, a su vez, el respeto y el
cuidado necesario de esta naturaleza de la cual el hombre es portador
y transformador.

Historia humana y naturaleza están unificadas, son una totalidad


compleja en perenne y múltiple enriquecimiento. Así, entonces, causalidad
y teleología forman la trama y urdimbre de la esencia humana, que el
hombre construye en el proceso complejo y contradictorio de su propio
desarrollo total, vale decir, individual y social.
138
5
ESPESORES, TIEMPO Y ESPACIO:
TRES DIMENSIONES PARA
DESARMAR
Y RECONSTRUIR LA REALIDAD
SOCIAL

Jaime Osorio

Osorio, J. (2001).
Fundamentos del análisis social, la realidad social y su conocimiento.
Ed. Fondo de cultura económica. México.
p.p. 38-69
Espesores, tiempo y espacio: tres dimensiones
para desarmar y reconstruir la realidad social

L a realidad social debe sr pensada como una totalidad


compleja, que para ser conocida necesita ser desestructurada. Con
razón se ha indicado que “el rasgo más característico del conocimiento
consiste en la descomposición del todo.”7

Esta descomposición, sin embargo, debe entenderse como


un paso, nunca como un punto de llegada, ya que “lo simple no
es más que un momento arbitrario de la abstracción, un medio de
manipulación arrancado a la complejidad”,8 por lo que al final debe
buscarse la integración, la estructuración a fin de alcanzar una unidad
interpretativa completa, la síntesis de múltiples determinaciones”,9

GRÁFICA II.1. Dimensiones de la realidad social

7 K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, Editorial Grijalbo, México, 1967, p. 30


8 Edgar Morí n, El método, t. I, Cátedra, Madrir, 1997, p. 178
9 “Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto,
unidad de lo diverso.” Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía
política 1857-1858 (borrador), t. I, Siglo XXI Editores, México, 1971, p. 21.
Colección de Ciencias Sociales

¿Desde qué variables o desde qué elementos se debe


realizar la desarticulación de la totalidad? Existen tres dimensiones
fundamentales para realizar este proceso desde la perspectiva que
preocupa a las ciencias sociales: los espesores o capas que presenta
la realidad social, el tiempo y el espacio. Cada una nos remite a
problemas específicos. A su vez, cada una de ellas reclama categorías
particulares. Esto se puede expresar como se muestra en la gráfica de
la página anterior. De manera esquemática podemos distinguir en
cada dimensión tres niveles, lo que nos ofrece el siguiente cuadro:

CUADRO II.1. Dimensiones y niveles de análisis

Espesores o capas Dimensión temporal Dimensión espacial


Nivel superficie Tiempo corto Local
Nivel medio Tiempo medio Regional
Nivel profundo Tiempo largo macroregional

Pasemos al análisis de cada una de estas dimensiones y sus


componentes.

1. Espesores de la realidad social

Como unidad de distintos espesores, la realidad social se


presenta como una sedimentación de capas que van de las más
visibles, las de superficie, a las más ocultas y profundas. Si la realidad
social se mostrara completa, en lo inmediatamente perceptible, no
habría necesidad de ciencias sociales para descifrarla. Bastaría con
buenos fotógrafos para conocerla. “Si la apariencia fenoménica y la
esencia de las cosas coincidieran totalmente, la ciencia y la filosofía
serían superfluas”,10 señala Kosík.
10 K. Kosík, op.cit.,p. 29. La distinción entre apariencia y esencia tiene similitud con la relación entre
el espesor de la superficie y la capa profunda, si bien no es idéntica.
142
Modalidades de abordaje metodológico

El papel del conocimiento, desde esta perspectiva, es


traspasarlo inmediato para alcanzar lo que no está visible: “No hay
otra ciencia -dice Bachelard- que la de lo oculto”.11 Iguales ideas
están presentes en la visión de Popper sobre el conocimiento cuando
indica que “en la ciencia siempre tratamos de explicar lo conocido
por lo desconocido, lo observado (y observable) por lo inobservado
(y, quizá inobservable)”.12 Sin embargo, en un sentido más amplio
y, al mismo tiempo, más estricto, la tarea del conocimiento es integrar lo
visible y lo oculto, superficie y estructura.

Existen muchos procesos sociales que en la superficie se presentan


de una manera y en las capas profundas adquieren otras connotaciones,
por lo cual es necesario alcanzar estas últimas a fin de reconstruir y
reinterpretar los movimientos que se suceden en la superficie. Más aún,
como ocurre con muchos fenómenos físicos, la superficie social muchas
veces nos presenta los procesos al revés de como son.13

Las relaciones sociales entre los hombres, ha señalado Marx,


se nos presentan en lo inmediato como relaciones entre cosas.14 En
el mercado se intercambian productos por dinero, cosas por cosas.
Pero detrás de esta acción hay relaciones sociales entre hombres que
determinan, entre otros aspectos, quienes puede ir al mercado y qué
pueden vender y qué pueden comprar.

Frente a la experiencia inmediata y al conocimiento que


ganamos en el espesor de la superficie aparecen dos posiciones
extremas. Una, que los concibe como simple engaño: la superficie
siempre trastoca en su presentación lo que realmente acontece en lo
11 Citado por E. Morín, Introducción al pensamiento complejo, Gedisa Editores, Barcelona 1998,
p. 144.
12 K. Popper, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Paidós,
Barcelona, 1967, 4ª.
13 En lo inmediato, por ejemplo, el Sol parece que se mueve en torno a la Tierra, provocando
amaneceres y atardeceres. A pesar de “ver” esto, sabemos por la ciencia que es la Tierra la
que gira en torno al Sol. La empiria, en muchos casos, conduce a visiones equivocadas.
14 Véase Carlos Marx, El capital, Fondo de Cultura Económica (tres tomos), México, 1973 (7ª.
reimp.) t. 1, cap. 1, punto 4, “El fetichismo de la mercancía y su secreto”, p. 36, et passim.

143
Colección de Ciencias Sociales

profundo de la realidad social. Aquí se ubicaría el “esencialismo”,


según Popper, aquella visión que no sólo busca conocer el “mundo
situado ‘detrás’ del mundo de la apariencia”,15 sino que busca
“una explicación última basada en esencias”.16 Otra, que los concibe
como modalidad fundamental de descubrimiento de la realidad.17
El empirismo se nutre e esta posición, caracterizada como
“instrumentalista” por Popper, y que afirmaría que “el mundo físico
es […] superficial. No tiene profundidad”, agregando que aquél “es
simplemente lo que parece ser”.18

Una postura más fructífera indica que aunque lo que


alcancemos en la superficie sea una visión distorsionada y
fragmentada, esto construye realidades, por lo cual no puede
desecharse como basura. Por el contrario, los “engaños” de la
superficie generan relaciones y conductas sociales que es necesario
conocer. Al fin y al cabo, “la mistificación y la falsa conciencia de los
hombre respecto a los acontecimientos, sean éstos contemporáneos
o pasados, forman parte de la historia”.19

También se debe indagar por el grado de distorsión de la


superficie. Si se pregunta al propietario de una pequeña papelería,
por ejemplo, dónde se ubica en la estructura social, puede que
responda que pertenece a la clase media, para diferenciarse de una
clase alta y de una clase baja.

Es posible que el análisis de la estructura social nos indique que


el dueño de la pequeña papelería pertenece a la pequeña burguesía y,
más específicamente, a su fracción propietaria, distinta a un fracción

15 K. Popper, op. cit., p. 217.


16 Ibidem, p. 137 (cursivas en original).
17 “Para Althusser la experiencia inmediata es el universo del engaño, la vaga experientia de
Spinoza, que sólo puede conducir al error”, señala Perry Anderson, en tanto “Thompson invierte
este error e identifica esencialmente la experiencia con la intuición y el aprendizaje”. Véase
Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson. Siglo XXI Editores, Madrir, 1985, p.63.
18 Karl Popper, op. cit., p. 136 (cursivas en original)
19 K. Kosik, op. cit., p. 68.

14 4
Modalidades de abordaje metodológico

no propietaria, en la que se agrupan sectores de la burocracia estatal,


profesionales por cuenta propia y otros,20 y que dentro de aquella
fracción su lugar está en el estrato bajo, frente a los estratos medio y alto.

Pero más allá de la precisión o imprecisión en la definición
anterior, lo que nos importa señalar es que la percepción social que
tiene de sí mismo el propietario de la pequeña papelería, sin importar
su ubicación social real, genera conductas y comportamientos
sociales, esto es, genera realidades que es necesario conocer.

El conocimiento, tanto de la autopercepción social (superficie)


como de la ubicación real (capa profunda), nos ofrece información
y posibilidades superiores de comprensión del problema que nos
ocupa, así conocemos uno solo de estos elementos. En pocas palabras,
superficie y espesor profundo conforman una unidad de realidad, por
lo cual es necesario desentrañar uno y otro y las relaciones entre
ambos, ya que “la realidad es la unidad del fenómeno y la esencia”.21

Pero ésta no es la única particularidad en la relación entre


superficie y espesor profundo. En la superficie la realidad social se
nos presenta multifacética, caótica, dispersa y diversa. O bien, se nos
ofrece con un orden que debe ser objeto de crítica.

El conocimiento de la capa profunda de la realidad social es


lo que nos permite ordenar la dispersión que presenta la superficie
o cuestionar el orden aparente. Pero este ordenamiento siempre es
limitado, porque la realidad es infinita y se recrea diariamente, o
porque existen procesos que escapan a las explicaciones propuestas
o ambas cosas. (…..)

20 Para un análisis de las clases sociales en el capitalismo, y en particular de la pequeña burgue-


sía, véase Nicos Poulantzas, Poder, política y clases sociales en el Estado capitalista, Siglo XXI
Editores, México, 1969.
21 K. Kosik, op. cit., p. 28

145
Colección de Ciencias Sociales

Reconstrucción de los objetos de análisis: las clases sociales

La complejidad de la realidad social supone entender que


hay una imbricación entre lo profundo y la superficie que provoca
movimientos y procesos que van en una y en otra dirección. Ambos
espesores se condicionan y retroalimentan mutuamente, por lo cual
al final del análisis se debe llegar a su comprensión unitaria.

Pero esta interrelación permanente no puede hacernos olvidar


que cada espesor tiene su propia lógica y sus propias regularidades,
reconstruye los objetos de análisis y, por tanto, demanda sus propias
categorías teóricas y metodológicas y los instrumentos técnicos de
recolección de información.

En la capa profunda, por ejemplo, podemos ver que en un


determinado momento histórico, definido como capitalismo, los
hombres organizan la reproducción material de la sociedad a partir
de que unos son dueños de la tierra, otros, dueños de fábricas, y
otros más, dueños sólo de su fuerza de trabajo como elemento
clave para poder acceder a bienes para alimentarse y reproducirse.
Tenemos así, en este espesor, tres grandes agrupamientos sociales:
los terratenientes, los burgueses y los obreros, grupos sociales que
resuelven su reproducción social con base en la aprobación de la
renta, la plusvalía y el salario, respectivamente. Éstas son las clases
sociales que Marx considera en el análisis que realiza en El Capital.
22
(….)

En el nivel de la formación social –que se refiere a la manera


como los procesos profundos se organizan en un espacio geográfico,
económico, social, político y cultural determinado (que para ahorrar
tinta podemos identificar con los estados nacionales) y en tiempos
particulares- es en el que podremos empezar a encontrarnos con los
elementos y coordenadas que nos permiten construir y ubicar una

22 C. Marx, El capital, t. III, cap. LII.


146
Modalidades de abordaje metodológico

cuadrícula específica para el propietario de la pequeña papelería. Es


aquí donde se puede ubicar a la pequeña burguesía.23

Teóricamente, entonces, los cuerpos teóricos de la capa


profunda nos dan las claves para entender la organización productiva
de una formación social, pero no nos resuelven los dilemas que allí
se presentan.

En superficie, en definitiva, no basta el concepto de


clases sociales de la capa profunda. Se requieren derivaciones y
construcciones teóricas que permitan dar cuenta de otras clases
(como la pequeña burguesía y el campesinado), de fracciones de
clases (cortes verticales dentro de las clases, como por ejemplo, las
fracciones comercial, industrial, agraria y financiera de la burguesía)
y de sectores o estratos (cortes horizontales en las clases y fracciones,
por ejemplo, gran o mediana burguesía comercial).

En la superficie se necesita un análisis como el que Marx ha


realizado en El 18 brumario de Luis Bonaparte, mucho más matizado
que el que ha llevado a cabo en El capital o en el Manifiesto comunista24,
ya que en la primera obra estudia a Francia en un momento particular
del siglo XIX, y no está formulando una teoría general del capitalismo
(como ocurre en la segunda obra) o una teoría de la historia (como
sucede en la tercera).25

Junto a la construcción teórica de nuevas categorías, como las


de fracción de clases, sectores y estratos, conciencia de clase, fuerza
social y otros, también en el campo metodológico e instrumental se
23 Para profundizar en la caracterización de la pequeña burguesía, junto al texto de Poulantzas
ya señalado (Poder político y clases sociales) puede consultarse también su libro Las clases
sociales en el capitalismo actual, Siglo XXI Editoriales, Madrid, 1976, en particular la sección
“La pequeña burguesía tradicional y la nueva pequeña burguesía”, pp. 179-380
24 Véase el primero y el último texto en Marx-Engels, Obras Escogidas, tres tomos, t. I, Editorial
Progreso, Moscú, 1980.
25 Se ha escrito mucho sobre la diferencias de análisis de las clases sociales en estas obras
sin entender que parte sustantiva de las diferencias se debe a que los análisis empiezan por
ubicarse en espesores distintos, y no a concepciones encontradas sobre el tema.
147
Colección de Ciencias Sociales

necesitan herramientas específicas en cada espesor. La encuesta puede


ser un buen instrumento para manejarse en el espesor de superficie,
para conocer, por ejemplo, cómo se autopercibe la población en
múltiples temas. En niveles más profundos, la organización de los
agrupamientos llamados clases sociales y sus fracciones o sectores.

2. La dimensión temporal: concepciones del tiempo y periodización

El tiempo social

La realidad social es una unidad de diferentes tiempos


sociales. Hay procesos que se desenvuelven y operan a corto plazo,
otros que sólo adquieren sentido y sus verdaderas dimensiones a
largo plazo.

La noción de tiempo social es distinta a la de tiempo


cronológico. Éste es lineal, continuo, homogéneo, y lo percibimos
mediante unidades conocidas: segundos, minutos, horas, días,
semanas, meses, años, siglos. El reloj y el calendario son sus
instrumentos de medición. El tiempo social, por el contrario es
diferencial, heterogéneo y discontinuo.26 Se dilata y se condensa. Hay
momentos societales en que el tiempo parece transcurrir lentamente.
En épocas de cambio social, a su vez, avanza de manera acelerada.

Es importante no perder de vista esta distinción, a pesar de


que el tiempo social termine siendo “encarcelado” en el tiempo
cronológico.27 En el tiempo cronológico podemos tener distintos
dilatamientos y condensaciones de tiempo social.

26 Perry Anderson, op. cit., p. 82


27 Véase Norbert Elias, Sobre el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1989.
148
Modalidades de abordaje metodológico

Diversas concepciones del tiempo

La percepción del tiempo es un problema histórico-social.


No siempre es “visto” e igual manera. Aquí podemos distinguir al
menos tres grandes concepciones: tel tiempo cíclico, el tiempo lineal
y el tiempo espiral.

El tiempo cíclico es la forma predominante de percepción


del tiempo en las organizaciones sociales tradicionales. El regreso
permanente a puntos ya recorridos y la repetición constituyen
elementos claves en esta visión. Pasado, presente y futuro se traslapan,
conformando una unidad en la que estos segmentos pierden los
límites que caracterizan la visión tradicional del tiempo lineal. Los
ciclos recurrentes de las estaciones y su impacto en los procesos de
preparación de la tierra, siembra y cosecha dan una buena imagen
de esa percepción.

La visión del tiempo lineal predomina en la modernidad


occidental. La noción del progreso es uno de sus puntos nodales. La
sociedad se mueve y se aleja cada vez más de un punto de partida,
que queda en el pasado, aproximándose a un futuro superior. Pasado,
presente y futuro son segmentos de tiempo claramente diferenciados.

En algunas concepciones de fines del siglo el tiempo lineal


se acelera como resultado de procesos que propician una verdadera
religión de la novedad y la cultura del kleenex: el mismo tiempo que un
bien aparece ya está condenado a ser desechado. Sus manifestaciones
se hacen presentes en los más variados campos de la vida social:
computadoras y programas que se vuelven obsoletos en tiempos
breves, al igual que líneas y modelos de automóviles en los que el
“último modelo” supera largamente al anterior; los gobiernos que se
rigen por encuestas diarias de opinión para decir su quehacer. Y los
ejemplos podrían continuar.

149
Colección de Ciencias Sociales

El presente social se hace frágil ante una sociedad que se ve


arrastrada por la vorágine de un pasado que le pisa los talones y
la voracidad de un futuro que se abalanza ante la inminencia de
la novedad. Así, las relaciones entre pasado, presente y futuro se
modifican. El vértigo y la incertidumbre serían algunas características
del tiempo en esta etapa de la modernidad.

El tiempo en espiral, por último, combina aspectos de las


dos visiones anteriores. Hay un semicírculo de alejamiento y otro
de permanente retorno, pero que nos regresa a un estado diferente,
no forzosamente mejor –simplemente distinto- que el anterior. El
cuestionamiento a las nociones de progreso presente en la visión
lineal del tiempo, así como a la cultura de la futilidad son algunos de
los fundamentos que dan vida a esta percepción.

Para ciertos autores, el tiempo cíclico también está presente en


la vida cotidiana de los hombres en las sociedades modernas,28 lo que
pone de relieve un problema importante: las diversas concepciones
del tiempo conviven de manera simultánea en nuestro presente, si
bien alguna de ellas prevalece. Esta convivencia no sólo se da en
grupos o segmentos sociales diferenciados, sino que alcanza vida
dentro de un mismo segmento o de un mismo sujeto social.

Periodización: la pluralidad del tiempo

Los estudios de Fernand Braudel han iniciado en las últimas


décadas en destacar el problema de la pluralidad del tiempo en el
análisis de las ciencias sociales. Desde el campo de las ciencias en
general Ilya Prigogine es quizá el autor que más importancia ha
otorgado al tema, destacando las nociones de “irreversibilidad” y
“fecha del tiempo”.29
28 Como Christian Lalive D’Epinay, “La vie quotidienne. Essai de construction d’un concept
sociologique et antropologique”, Cahiers Internationaux de Sociologie, vol. XXIV, PUF, París,
1983, citado por Daniel Hiernaux en “Tiempo, espacio y aaporopiación social del territorio:
¿hacia la fragmentación de la mundialización?”, Diseño y sociedad, num. 5, primavera de
1995, UAM- Xochimilco, México.
150
Modalidades de abordaje metodológico

Braudel distingue tres grandes temporalidades: el tiempo


corto o acontecimiento, “la más caprichosa, la más engañosa de las
duraciones”,30 en la que se privilegiaría la dimensión política del
análisis; el tiempo medio o coyuntura, “que ofrece a nuestra elección
una decena de años, un cuarto de siglo y, en última instancia, el
medio siglo del ciclo clásico de Kondratieff”,31 con énfasis en la
dimensión socioeconómica; y el tiempo largo, o la larga duración
que privilegiaría “la sorprendente fijeza del marco geográfico de las
civilizaciones”.32

Gráficamente, el ciclo de los movimientos de corta, media y


larga duración podemos expresarlo de esta manera:

GRÁFICA II.2. Los ciclos del tiempo social

29 La formación de la segunda ley de la termodinámica que muestra que existe una pérdida
(dispersión) de energía, o entropía, propone en evidencia la imposibilidad de una inversión de
recorrido y que existe en los procesos una “flecha del tiempo”. Véase Ilya Prigogine e Isabelle
Stengers, La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, Alianza Universidad, Madrid, 1983.
También de los mismos autores Entre el tiempo y la eternidad, Alianza Universidad, Madrir,
1990.
30 Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales, Alianza Editorial, México, 1992, p. 66.
31 Ibidem, p. 68
32 Ibidem, p. 71
151
Colección de Ciencias Sociales

Los ritmos del tiempo corto son breves y concentrados, en


tanto la larga duración presenta un ciclo en que las fases de ascenso
y descenso son largas y dilatadas. Por ello, en el lapso de un ciclo
de larga duración se pueden desarrollar muchos ciclos de corta
duración.

A pesar de sus diferencias, existen vínculos estrechos entre


unos tiempos y otros. Los procesos de larga duración permiten
descifrar el sentido de los bruscos y a veces contradictorios
movimientos cortos. Pero, por otra parte, los procesos de tiempo
corto, como la pequeña gota de agua, van horadando, por lo general
de manera imperceptible, la roca del largo plazo.

La coyuntura: primera aproximación

Existe un tiempo corto que, por diversas particularidades,


debe diferenciarse de los demás: nos referimos a la coyuntura.33
En la sociedad existe una serie de procesos que se desarrollan en el
tiempo corto, pero no todo tiempo corto es una coyuntura. En una
primera aproximación,34 hablamos de coyuntura cuando se produce
una condensación particular de tiempo social en un tiempo corto, y
en la que los procesos sociales, económicos, políticos y culturales se
concentran en el campo político.

Los procesos sociales tienen su propia duración, su propio


tiempo. Pero pueden ser analizados desde tiempos diversos con
lo cual adquieren lecturas particulares. Una coyuntura específica,
analizada desde la larga duración, alcanza una inteligibilidad de
naturaleza distinta que su interpretación desde el tiempo corto o
mediano.(….)

33 En el lenguaje braudeliano esto se aproxima a su noción de acontecimiento.


34 El tema lo desarrollamos con mayor amplitud en el capítulo IV de este libro.
152
Modalidades de abordaje metodológico

El espacio-tiempo

En los últimos años ha ganado creciente atención la integración


de las dimensiones espacial y temporal, dando vida a la noción de
espacio-tiempo. Ésta arranca de ideas primarias, como que “un
movimiento en el espacio es también un movimiento en el tiempo”,35
lo que abre nuevos horizontes de reflexión en las ciencias sociales.

Pero esta integración apunta a problemas más complejos.


Uno de ellos es “cómo reinsertar el tiempo y el espacio como
variables constitutivas internas en nuestro análisis y no meramente
como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe un
universo social”,36 lo que implica reconstrucciones conceptuales y
metodológicas.

4. A modo de conclusión: paradigmas “abiertos” y paradigmas


“cerrados”

En todas las dimensiones de análisis, el problema que queremos


explicar es lo que define la unidad de análisis a la cual debemos
recurrir. Pero hay un principio que no se debe olvidar: cualquiera
que sea la unidad adoptada hay que considerar que forma parte de
una estructura que le da inteligibilidad. Esto implica responder a
una doble interrogante: de qué manera se manifiesta y expresa un
proceso general en procesos particulares (o unidades menores), y de
qué manera procesos particulares (o unidades menores) inciden y
afectan procesos generales en los que participan.

Las categorías y los instrumentos analíticos serán distintos


en las diferentes unidades. Ya hemos visto algunos ejemplos en

35 Anthony Giddens, La constitución de la sociedad. Base para la teoría de la estructuración,


Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1995, 1ª. Reimp., 1998, p. 144.
36 Immanuel Wallerstein (coord.), Abrir las ciencias sociales, Siglo XXI Editores, México, 1996,
p. 82.
153
Colección de Ciencias Sociales

relación con la categoría clases sociales y la reconstrucción que


reclama, dependiendo del nivel en que se realice el estudio. Esta
reconstrucción teórica –que también podemos llamar “mediación”-37
es una necesidad permanente en el paso de unos niveles de análisis
a otros y constituye uno de los problemas claves del análisis. Parte
sustantiva de la riqueza de un paradigma reside en su capacidad de
contar con la flexibilidad teórica y metodológica que haga posible
pasar de una dimensión a otra (espesor, tiempo y espacio) y, dentro
de una dimensión, a los distintos niveles que la conforman (véase
el cuadro II.1). En definitiva, la riqueza de un paradigma reside
en la apertura que ofrezca para realizar estos movimientos, en la
capacidad de mediación que tenga.

La rigidez de un paradigma en este terreno y su disposición a


“amarrar” el análisis de una dimensión y nivel hablan, a su vez, de
la pobreza del mismo. En este caso, lo que tenemos son paradigmas
“cerrados”: no favorecen la integración de niveles ni dimensiones.

IV. ESTRUCTURAS Y SUJETOS: DESEQUILIBRIOS Y


ARRITMIAS EN LA HISTORIA

1. Las arritmias en los movimientos de la sociedad

Las sociedades humanas no se mueven siempre con el mismo


ritmo. A diferencia del tiempo cronológico o físico, que es homogéneo
y continuo, el tiempo social se dilata y se condensa, provocando que
en ciertos momentos de la vida social parezca que no ocurre nada,
en tanto que en otros se concentra un sinnúmero de acontecimientos.
Allí sucede todo, o casi todo.

37 Para un análisis de este tema, véase Emilio de Ipola, “Estructura y coyuntura: las ‘mediacio-
nes’”, en Teoría y política en América Latina, de Juan Enrique Vega (coord.), libros del CIDE,
México, 1983.
154
Modalidades de abordaje metodológico

Entre las “capas” o espesores de la realidad social, por lo general,


el nivel profundo no se manifiesta inmediatamente. Se encuentra
velado por el espesor de superficie. Pero en momentos especiales los
espacios entre superficie y nivel profundo se reducen, los velos se
rompen y los procesos profundos irrumpen en la superficie.

Todo esto nos pone ante un tema clave en el estudio social: los
movimientos y ciclos de la sociedad no son homogéneos y presentan
arritmias que el análisis debe ser capaz de captar. Aquí es necesario
introducir la noción de coyuntura, una categoría clave para captar la
discontinuidad y la arritmia social en la historia.

2. La coyuntura: condensación de espesores y tiempo social

La relación entre las dimensiones espesor y tiempo nos permite


definir la noción de coyuntura. Hablamos de coyuntura cuando nos
referimos al nivel más inmediato de la realidad social, al espesor de
superficie, y a un segmento de tiempo corto específico, aquel en donde
se condensa tiempo social. Una coyuntura, por tanto, es un cruce entre
aquellas dos dimensiones y niveles de la totalidad social.

Al igual que no hablamos de cualquier tiempo corto, la coyuntura


tampoco se refiere a cualquier momento del espesor de superficie,
sino a aquel en el que éste se condensa con las estructuras, esto es, en
momentos en los que tiende a reducirse la distancia que en tiempos
normales las separa, por lo cual se elimina — en mayor o menor medida
— la opacidad de la superficie y ésta gana en capacidad de develar los
procesos estructurales. O, dicho de otro modo, la estructura irrumpe en
la superficie societal, quedando más o menos desnuda.

En síntesis, una coyuntura es una condensación particular


de espesores de la realidad y de tiempo social, en la que los procesos
profundos y de larga duración están presentes más intensamente en
la superficie y en el tiempo corto.
155
Colección de Ciencias Sociales

Ruptura y continuidad

Los esquemas teóricos permiten abordar con mayor o menor


éxito los procesos de continuidad social y de ruptura. Algunos hacen
hincapié en la continuidad y están menos preparados para analizar el
cambio, por lo cual tienden a ver las transformaciones como procesos
ajenos a la propia dinámica societal, o bien adoptan el cambio en las
estructuras, teniendo dificultades para comprender el cambio de las
estructuras.

Otros esquemas privilegian las rupturas y tienden a estar


menos preparados para analizar la continuidad. Porque aun
suponiendo que el cambio es permanente, la realidad social cuenta
con procesos que se despliegan en espesores y temporalidades en los
que, en determinadas condiciones, la continuidad prevalece.

156
6
CONOCIMIENTO
Y SUJETOS SOCIALES
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO
DEL PRESENTE

Hugo Zemelman

Zemelman, H. (2011).
Conocimiento y sujetos sociales contribución al estudio del presente.
Bolivia, ed. III-CAB.
Conocimiento y sujetos sociales
contribución al estudio del presente

El presente
Este libro intenta describir un método de observación de la
realidad en un momento: el presente. Su propósito es contribuir a
reconocer opciones que permitan al individuo la transformación de
la realidad. Con esta finalidad, proponemos un conjunto de criterios
metodológicos.

Para reconocer las opciones, es necesario pensar a la realidad


desde la perspectiva de lo objetivamente posible. Para ello debemos
enriquecer nuestra visión de ella, pese a que esto suponga trascender
los encuadres teóricos disponibles o las experiencias acumuladas.

Captar a la realidad como presente nos permite potenciar una


situación mediante proyectos capaces de anticipar, en términos de
posibilidad objetiva, el curso que seguirá. De ahí que esta operación
deba realizarse sin perder de vista el carácter dinámico del presente y
con cuidado de no reducir el recorte de observación de la realidad a las
exigencias planteadas por una meta preestablecida. Es por esto que el
contenido de cualquier problema de interés requiere ser reconstruido
en el mismo contexto en el que se inserta, si se le quiere comprender en
su especificidad. La dificultad radica en como reconocer el verdadero
problema que en un principio no fue percibido y cómo transformarlo
en la referencia para determinar la o las políticas concretas. Por ello,
Colección de Ciencias Sociales

es recomendable ser cautelosos ante cualquier intento de reducción


de la realidad a determinadas estructuras conceptuales: es, además,
imperativo el empleo de esquemas no encuadrados en una función
explicativa fundamentada en una jerarquía específica de los procesos.
Este modo de razonar consiste en abrirse a la realidad para reconocer
aquellas opciones objetivas que permitan dar una dirección al desarrollo,
mediante la definición y práctica de proyectos que respondan a intereses
sociales definidos. En este sentido, el reconocimiento de opciones
determina el contexto en el que se especifica el contenido de un proyecto
y contribuye a hacerlo objetivamente posible.

La idea de proyecto supone la existencia de un sujeto capaz de


definir un futuro como opción objetivamente posible y no como mera
opción arbitraria. Es gracias a los proyectos que el sujeto establece una
relación con la realidad, que se apoya en su capacidad de transformar
esa realidad en contenido de una voluntad social, a cual, a su vez, podrá
determinar la dirección de los procesos sociales. Así, hechos potenciales
podrán ser predeterminados gracias a la acción de una voluntad social
particular. En este contexto, la apropiación del presente deviene un modo
de construir el futuro y, a la inversa, un proyecto de futuro, protagonizado
por un sujeto, se transforma en un modo de apropiación del presente. En
realidad, el sujeto será realmente activo solo si es capaz de distinguir lo
viable de lo puramente deseable, es decir, si su acción se inscribe en una
concepción del futuro como horizonte de acciones posible.

Cabe preguntarse, ¿Cómo formar sujetos que posean un


conocimiento que amplíe su horizonte?, ¿Cómo generar y organizar tal
conocimiento y hacer que un amplio espectro de la población adquiera
la habilidad de desarrollar de manera coherente visiones de la realidad
susceptibles de ser llevadas a la práctica?38. Al establecer un cirulo entre
la visión y las prácticas de un proyecto, nuestra intención es impedir que
la concepción de futuro se reduzca a una práctica imposible o mágica.

38 A este respecto, debe tomarse en cuenta que la distribución espacial de un agrupamiento


puede ser tal que éste pierda la densidad social indispensable para transformarse en sujeto
activo, debido a su misma dispersión.
160
Modalidades de abordaje metodológico

Dificultad de captación del presente

El conocimiento del presente no puede ser organizado sólo


en función de las exigencias de un proyecto en particular, ya que el
presente contiene muchas potencialidades que diversos sujetos sociales
pueden activar. Un proyecto representa solo una dirección posible, de
manera que antes de elegir un proyecto es necesario reconocer el campo
de opciones y determinar la posibilidad objetiva de éstas.

Si se quiere construir un proyecto viable, resulta imprescindible


reconstruir el contexto en el que se ubican los sujetos sociales, pero
hacerlo exige una forma de pensar la realidad que permita encontrar el
contenido específico de los elementos, así como la trama de relaciones
que forma esa realidad en el presente, ya que esta conlleva procesos
complejos y de diversa índole, cuyas manifestaciones transcurren en
distintos planos, momentos y espacios. Este grado de complejidad hace
indispensable un severo control de los condicionamientos teóricos,
ideológicos y experienciales, durante el proceso de análisis, pues es
factible que impriman sesgos en su conocimiento y conceptualización.
Una elaboración conceptual se puede controlar si se problematiza
la situación empírica como algo dado e incuestionable. Para ello, es
necesario pensar la realidad como una articulación, es decir, como
una relación entre procesos imbricados de forma no determinada
previamente y dejar que su reconstrucción permita reconocer de qué
modo concreto se articulan los procesos.

La manera inicial de pensar las relaciones entre diferentes


procesos es confrontar su posibilidad desde el punto de vista de un
razonamiento lógico. Esta idea intenta romper con la modalidad de
relaciones entre procesos, según ha sido fijada por las diferentes teorías,
dado que privilegian una determinada forma de relación sobre otras
que puedan adoptar esos mismos procesos en contextos distintos.

La lógica que debe guiar el establecimiento de las relaciones


posibles, no es, sin embargo, unívoca. En efecto, la idea de articulación
161
Colección de Ciencias Sociales

supone que un fenómeno concreto. Por ejemplo, la productividad, requiere


ser analizada desde diversos ángulos de enfoque y no, digamos, sólo desde
el económico o tecnológico, puesto que, por formar parte de una realidad
compleja e integrada, el fenómeno sintetiza, de una manera particular, las
diferentes dimensiones de la realidad cultural, política psicosocial.
Así, las relaciones posibles de los fenómenos deben plantearse
desde la lógica de la articulación, lo cual daría como resultado una
lectura articulada. Ésta, al dar preeminencia a las relaciones posibles
por encima de las relaciones teóricas, exige considerar de forma abierta
y crítica cada aspecto de la realidad, así como su relación con los demás
aspectos que la integran; esto es, observarla y describirla sin pretender
encuadrarla dentro de un esquema teórico que suponga relaciones a
priori. Esto es lo que llamamos reconstrucción articulada y constituye,
desde nuestra perspectiva, el núcleo del modo de observación de la
realidad en un momento específico.

De hecho, este tipo de observación o diagnóstico pretende


organizar una visión articulada de la realidad de un modo similar al
que, en forma natural, puede tener la población, pero, a diferencia de
ésta, incorpora mecanismos de control de la observación con el fin
de evitar las desviaciones propias de los prejuicios, de las costumbres
o, incluso, de los intereses sociales particulares de determinados
sectores de la población. Así, el diagnóstico se sustenta en una lógica
de construcción del conocimiento que se traduce en la delimitación de
observables, en oposición al razonamiento condicionado por contenidos
predeterminados. La delimitación de observables se realiza de acuerdo
con la exigencia de articulación de los distintos procesos de la realidad.
Desde la perspectiva, se desarrolla en el texto ideas que procuran
estimular en la población (y, desde luego, en los investigadores
encargados de promover programas de desarrollo) en un forma de
razonamiento que no se limita a organizar el pensamiento con base en
contenidos de información estructurados, sino que, más bien, parta de
la concepción de la realidad como totalidad dinámica entre niveles.

162
Modalidades de abordaje metodológico

Exigencias epistemológicas del presente

Debido a la heterogeneidad de los procesos que lo constituyen,


el presente, como segmento de realidad, supone un todo complejo,
complejidad producida por las diferencias de estructura y sus
parámetros específicos, tales como las escalas y ritmos temporales, y las
distribuciones en el espacio de cada proceso. Por lo tanto, el presente
debe ser un segmento que permita captar la realidad como articulación
de niveles heterogéneos respecto de esta articulación entre diferentes
ritmos temporales y escalas espaciales, situación a la que denominamos
objetivación de los fenómenos de la realidad.

1. En el presente, se intenta reconocer opciones derivadas de un proyecto


o “hacer” posible, no de probar hipótesis, por consiguiente, no se
pretende aplicar una estructura teórica, sino descubrir aquella que
contribuya a esclarecer lo objetivamente posible. En este sentido, el
diagnóstico del presente se centra en la exigencia de viabilidad;
2. Según la lógica de articulación, la segmentación cumple la función de
determinar el contexto especificador del contenido de los observables
empíricos, considerados de manera aislada;
3. El propósito es descubrir bases sólidas de teorización, más que aplicar
una teoría particular. Esto se manifiesta en el criterio de descomposición
de los corpus teóricos en sus componentes conceptuales, a los cuales
se les denomina conceptos ordenadores, y que cumplen la función
de instrumentos de diagnóstico para delimitar las distintas áreas
de la realidad, así como sus relaciones posibles. En consecuencia,
la segmentación debe efectuarse sin subordinar esta operación al
establecimiento de una jerarquía de elementos de la realidad;
4. Es necesario distinguir los observables de acuerdo con las escalas de
tiempo y espacio, con el fin de posibilitar la diferenciación entre micro
y macroespacios; se intenta establecer así las relaciones posibles entre
el espacio y el tiempo de los procesos estructurales, tanto como los de
las prácticas de los sujetos sociales;
5. La realidad debe ser problematizada, es decir, no restringirse a
lo empírico-morfológico. La experiencia acumulada, por tanto,
163
Colección de Ciencias Sociales

debe contextualizarse de tal forma que, al iniciar el análisis con


un problema considerado real e importante, sea posible avanzar
en la reformulación de políticas, mediante la identificación de sus
relaciones con otros problemas o necesidades.

Concepto de realidad

Materializar en un diagnostico el concepto de realidad como una


articulación de procesos heterogéneos acarrea tres supuestos que
permiten definir el perfil de realidad que se pretenda observar:

a. El supuesto del movimiento;


b. El supuesto de la articulación de procesos y;
c. El supuesto de la direccionalidad.

Supuesto del movimiento

El supuesto del movimiento nos previene contra una comprensión


estática de la realidad, la cual derivaría de la observación de la misma
en un tiempo y espacio determinados, lo que puede provocar confusión
entre los parámetros desde los cuales se observa lo real respecto de
aquellos que son propios del proceso real que se estudia. En este
sentido, es necesario partir de lo que llamamos situación de objetivación
de los fenómenos reales, con el propósito de que la segmentación en
parámetro, impuesta por la necesidad de conocer una situación
presente, no acarree efectos distorsionadores en su análisis.

La situación de la objetivación de un fenómeno se determina por los


ritmos temporales de su desarrollo, así como por su distribución espacial.

Si atendemos al parámetro temporal, podemos distinguir


procesos que se desarrollan en ciclos prolongados (por ejemplo,
la formación de un mercado de trabajo) de otros que lo hacen en
períodos cortos (por ejemplo, la formación de una organización local
de campesinos). Si atendemos al espacio, podemos distinguir procesos
164
Modalidades de abordaje metodológico

que se desarrollan en ámbitos macrosociales (por ejemplo, el proceso de


acumulación de capital), de otros que lo hacen en un espacio microsocial
(por ejemplo, el proceso de producción de una localidad).

Si se pretende captar el movimiento de lo real, no se debe


olvidar el dinamismo que caracteriza a los procesos reales; es por eso
que nos referimos a la necesidad de distinguir procesos que poseen
un dinamismo de transformación estructural, en el sentido de que
su movimiento es independiente de la praxis social, de aquellos que
constituyen una manifestación de la praxis de los sujetos sociales. A
los primeros los denominaremos dinamismos estructurales y, a los
segundos, dinamismos coyunturales.

Si pretendemos adecuar la observación a este movimiento de la


realidad debemos valernos de una serie de instrumentos conceptuales
(conceptos¬-indicadores) que posibiliten una segmentación de la realidad
congruente, así como el establecimiento de un uso del instrumental que
garantice dicha observación. Es por ello que los conceptos-indicadores,
mediante los cuales se construyan los observables del diagnóstico,
deberán dar cuenta tanto de los resultados de procesos como de los
procesos mismos. La función que desempeñan los conceptos-indicadores
de resultado es la de segmentar la realidad en un momento y espacio
determinados, mientras que los procesos se refieren a los mecanismos
de reproducción y transformación de los fenómenos, cualquiera que sea
la escala de tiempo y espacio considerada.

Si se desvincula los resultados de los procesos, la recuperación


del movimiento de lo real se reduce a la comparación de una misma
situación en momentos diferentes. Así, la captación del movimiento
se alcanza gracias a la acumulación de segmentaciones temporales
sucesivas, como si no se transformaran las propiedades del mismo
proceso.39

39 Al respecto, se ha desarrollado algunos planteamientos desde la perspectiva de los sistemas


de información. Cfr. Zemelman, Hugo. Critica epistemológica de los indicadores (de próxima
publicación).
165
Colección de Ciencias Sociales

Un ejemplo de lo anterior es el siguiente: si elegimos un concepto-


indicador de resultado, como cantidad y tipo de organizaciones
políticas, y lo aislamos de otros fenómenos, limitamos la segmentación
de la realidad política a la estructura organizativa. Si, por otra parte, a
ese mismo concepto-indicador se le vincula con otros que atiendan al
proceso del fenómeno (como praxis de las organizaciones que reflejen fines
sectoriales o globales o capacidad de reproducción de las organizaciones), se
estará en condiciones de segmentar la realidad política como si fuera el
desarrollo de una voluntad colectiva, cuyo dinamismo no se agote en la
posibilidad de expresarse en una estructura organizativa determinada
en un momento específico.

Supuesto de la articulación de procesos

El anterior supuesto subraya la necesidad de comprender que


los procesos distinguibles en la realidad no están desvinculados unos
de otros, sino en el marco de relaciones necesarias que deben ser
reconstruidas. Así, los conceptos-indicadores deben dar cuenta de tales
relaciones y romper con las fronteras disciplinarias, ya que estas, al
rescatar los procesos desde ángulos particulares, recuperan la realidad
de manera fragmentaria, pues no consideran la articulación entre las
diferentes áreas disciplinarias o temáticas, lo cual implica construir
observables que no coincidan con los determinados en cada área.

Por ejemplo, si se pretende abordar en una localidad un proyecto


de transformación de tierras de temporal en tierras de regadío, puede
definirse como conocimiento necesario aquel que se relacione con el
proceso productivo. De esta manera, indicadores como: disponibilidad
del recurso, posibilidades de acceso, mecanismos de distribución, etc.,
pueden delimitar el campo de observación pertinente. Sin embargo, la
segmentación del problema, desde la perspectiva estricta del proceso
productivo, puesto que fragmenta la realidad, pierde de vista las
relaciones posibles con otros procesos, relaciones que especifiquen el
significado concreto del proceso productivo. No es lo mismo tener agua
en cantidad suficiente para el riego de las parcelas y no disponer de
166
Modalidades de abordaje metodológico

una organización de productores que garantice la distribución y uso de


la misma (relación entre el nivel económico y político), que tener agua
suficiente, contar con la organización de productores capaz de impulsar
su distribución y uso, pero enfrentarse con una tradición individualista
para trabajar la tierra, la cual obstaculiza la organización que apoye un
fin colectivo (relación de lo económico con lo psicocultural).

El perfil de realidad que se desprende de diferente áreas temáticas


(económica, política, cultural, psicosocial), contribuye a la ubicación de
puntos de articulación entre las mismas, ya que ésta permite captar la
riqueza específica de cada una de ellas.

A modo de ejemplo, podríamos decir que un concepto-indicador


como demanda óptima de bienes de consumo en función de ingresos, segmenta
la realidad de acuerdo con los márgenes planteados por lo económico, si
se le aísla de otro tipo de procesos. Por otra parte, al aplicar la exigencia
de articulación, resulta que la idea de demanda según ingreso puede
ser especificada por el uso diferencial del último, el cual es determinado
por causas no económicas, por ejemplo: diferencias en la infraestructura
de distribución de bienes; patrones culturales de consumo; existencia de
organizaciones de defensa del consumidor; políticas de distribución de bienes de
consumo impulsados por el Estado, etcétera.

Supuesto de la direccionalidad

Al pretender dar cuenta de la direccionalidad de los procesos,


la segmentación de la realidad será más compleja. La función de los
conceptos-indicadores será evidenciar la potencialidad de una situación
en un momento dado, la cual está constituida por las alternativas de
dirección de desarrollo que la situación contenga. De ahí que tales
alternativas deban ser entendidas como tendencias objetivamente
posibles, producto de la articulación entre los procesos estructurales y
de las prácticas sociales de los sujetos que definen la opción elegida.
La direccionalidad objetiva estará determinada por las condiciones
estructurales (nivel político) y los microdinamismos de los sujetos
167
Colección de Ciencias Sociales

sociales (nivel psicocultural).

En torno al recorte de la realidad, se presenta la dificultad de


la captación de las tendencias de desenvolvimiento que no recurre a
conceptos-indicadores relacionados con fines normativos o metas.
La definición de un fin no reconstruye una dirección, ya que la
direccionalidad es algo más que la mera inclusión de los propósitos
(cuantificados o no), por lo que se refiere a relaciones objetivamente
posibles, no sólo a la probabilidad de una meta determinada.

La direccionalidad es una dimensión del mismo proceso, no al


valor-producto de una determinada estadística ni el resultado de una
simple elección de metas; en cambio, el fin normativo (o meta) impone
al proceso una dirección derivada de lo deseable, sin atender a la
naturaleza misma de estos posesos.

Ejemplo de lo anterior son ciertos conceptos-indicadores, como


demanda óptima, los cuales, al fijar la magnitud y el tipo de bienes de
consumo que deben ser demandados, recortan la realidad de acuerdo
con un fin normativo.

En cambio, cuando el concepto demanda óptima se utiliza a partir


del supuesto de la direccionalidad, pierde su deseable carácter estándar
para transformarse en función de una situación concreta, en la que sea
posible identificar los diferentes óptimos objetivamente posibles.

Desde esta perspectiva, los modelos cuantitativos de desarrollo


económico son susceptibles de crítica, ya que se apoyan en un recorte
de la realidad que no recupera la riqueza de ésta. Estos modelos, al
fundamentarse en la proyección de parámetros, pretenden definir
alternativas a partir de éstos, aunque, por su misma lógica interna
de construcción (agregación de factores), excluyen a otros elementos
de la realidad no cuantificables. La exclusión empobrece al recorte y,
consecuentemente, la visión de las alternativas posibles.

168
Modalidades de abordaje metodológico

Los mencionados modelos conciben el campo de lo económico


como una serie de magnitudes susceptibles de encuadrarse en
proyectos, dentro de los cuales no se considera la existencia de otros
procesos de la realidad significativos para la definición de estrategias.
De ahí que se simplifique a la realidad, lo que impide la diferenciación
de las articulaciones entre campos tan diferentes como el propio de las
condiciones naturales y demográficas y de las alternativas económicas,
así como el de las condiciones políticas, culturales y psicológicas que
determinan la elección de una alternativa, entre varias, de desarrollo
objetivamente posible.

Por el contrario, cuando se habla de direccionalidad, es necesario


considerar la posible articulación entre diversos planos de la realidad que,
de acuerdo con lo que hemos sostenido, confluyen con la determinación
de la dirección que asumirán los procesos. Desde la perspectiva de la
direccionalidad, se exige un recorte de realidad que tome en cuenta esta
articulación entre los procesos estructurales y los que son determinados
por la intervención de la praxis de los sujetos sociales.

Así pues, la direccionalidad nos advierte sobre la necesidad


de subordinar la orientación de una meta como fin deseado hacia la
detección de las potencialidades de desarrollo de la realidad, lo que
plantea la necesidad de conocer el espectro de opciones posibles que
surjan de ella. Una vez reconocidas, analizadas y evaluadas las opciones
desde el ángulo definido por la meta deseable, con el propósito de
determinar la opción que posea mayores posibilidades objetivas, es
posible confirmar la meta predefinida o bien redefinirla.

Conclusión

El perfil de realidad que se desprende de la combinación de los tres


supuestos epistemológicos –movimiento, articulación, direccionalidad-
corresponde a un recorte que articula procesos heterogéneos en un
momento dado y que es propio de la propuesta de diagnóstico que se
pretende desarrollar.
169
Colección de Ciencias Sociales

Ahora debemos interrogarnos a cerca de las consecuencias de este


recorte en los tres niveles siguientes:

a. Forma de razonamiento o lógica de construcción de diagnósticos;


b. Uso de la teoría o selección de las áreas temáticas y conceptos
constitutivos del diagnóstico, y
c. Criterios metodológicos del diagnóstico.

Funciones del razonamiento

Dado que el perfil de realidad que se pretende recortar mediante el


diagnóstico descansa en el supuesto de que la realidad es procesable
y articulada, es necesario organizar el razonamiento del diagnóstico
de conformidad con tales supuestos, de manera que se asegure el
cumplimiento, por parte del razonamiento constructor, de las siguientes
funciones:

a. Garantizar la apertura del pensamiento hacia lo real objetivo;


b. Controlar los condicionamientos teóricos, experienciales y/o
ideológicos que favorecen la reducción de la realidad a determinados
modelos teóricos, esquemas de experiencias y/o metas ideológicas
preestablecidas; y
c. Impulsar la búsqueda del contenido específico de los elementos
reales; mediante la construcción del significado concreto que estos
adquieren en un momento y espacio determinados, con el propósito
de delimitar el campo de opciones viables que sirve de base al
proyecto de un sujeto social.

Apertura
La primera función del razonamiento es garantizar la apertura a
lo real objetivo, mediante un trabajo basado en una concepción unitaria
de la realidad (procesos articulados) que no presuponga la aplicación de
un modelo teórico, es decir, de un esquema jerárquico de las relaciones
entre procesos.

170
Modalidades de abordaje metodológico

Lo importante es observar a la realidad con una exigencia de


objetividad; esto es, a partir del reconocimiento de ésta como articulación
de procesos heterogéneos, con innumerables direcciones posibles de
desarrollo, y no a partir de observables derivados de una teoría.

No basta con disponer modelos teóricos susceptibles de aplicación


para dar cuenta de los procesos sociales; es necesario reconstruir la
situación concreta que se pretende reconocer, para no limitarse a las
exigencias internas de la teoría utilizada. La reconstrucción debe hacer
un uso crítico de aquélla, que permitirá definir campos de relaciones
con la realidad, mediante conceptos que desempeñen el papel de
instrumentos ordenadores de la realidad y no de simples explicaciones
que reduzcan a la teoría o busquen en ella sólo aquello que consideren
relevante.

Así pues, es preciso privilegiar el esfuerzo de reconstrucción de


lo específico de una situación respecto de la comprobación de la teoría,
pues esta no debe restringirse a la aplicación de modelos derivados de
ella, sino subordinarse a una capacidad de observación articulada de
la realidad, de manera que la delimitación de lo real como articulación
dinámica no se dé en función de un modelo. Si nos circunscribimos a
la aplicación de una teoría, podemos distorsionar la recuperación del
movimiento real, dado que sus proposiciones han sido construidas con
parámetros espacios-temporales determinados. Dichas proposiciones
teóricas pueden dejar fuera líneas problemáticas (situaciones nuevas)
no contempladas por la teoría, aunque relevantes para cualquier
esfuerzo por captar la realidad como campo de acción de un sujeto
social. Lo verdaderamente importante es determinar la pertinencia de
un problema que revista interés para la acción y no probar o refutar una
hipótesis.

Esta manera de conocer el presente intenta delimitar el significado


específico de un problema al superar la definición teórica, ideológica o
el resultado de la experiencia que se tenga del mismo, lo cual puede
hacerse mediante la reconstrucción de su contexto real.
171
Colección de Ciencias Sociales

Por consiguiente, para facilitar la reconstrucción, en su


especificidad, del problema que se ataca, es necesario controlar los
condicionamientos teóricos, ideológicos y experienciales que se
encuentran en la base de toda actividad teórica o práctica. En resumen,
las situaciones tipo40 en las que se produce un cierre del pensamiento
ante la realidad son las siguientes:

1. Cuando se diagnostica la realidad mediante la aplicación de un


modelo teórico, comportamiento que corresponde, principalmente, a
investigadores y promotores del desarrollo con formación académica;
2. Cuando se diagnostica una realidad mediante un esquema
conformado por las experiencias acumuladas, comportamiento
usual en los dirigentes prácticos, y
3. Cuando se diagnostica la realidad mediante el establecimiento de
metas predefinidas, de acuerdo con un horizonte ideológico, actitud
que, por lo general, media los dos comportamientos anteriores.

En el primer caso, la teoría define el contenido de lo observable,


pues reduce la realidad a lo que ha sido conceptualizado por ella. El
mecanismo de aplicación se fundamenta en una lógica deductiva que, al
partir de la formulación de hipótesis, deriva los campos de realidad que
se pretende observar, con el propósito de probar o refutar la presencia
de la proposición teórica en tales campos.

En el segundo caso, se tiende a aplicar los conocimientos del


esquema de referencias experienciales que han obtenido éxito a las
nuevas situaciones, sin tomar en cuenta el contexto específico dentro
del cual surgieron; es decir, se extrapola tales conocimientos a toda
situación aparentemente semejante.
40 Las situaciones tipo aquí descritas indican rasgos muy generales, que, por lo mismo, simplifi-
can cualquier situación real. Sirva la advertencia para entenderlas en su sentido didáctico-ilus-
trativo. En la realidad, las tres situaciones se encuentran muy relacionadas. Por otra parte, los
comportamientos que se adjudica a distintos sujetos no se relacionan con individuos reales.
En este sentido, nos encontramos con profesionales y dirigentes de poblaciones con gran
sensibilidad y capacidad de reconocimiento de lo real, disposiciones que median las posibles
aplicaciones de sus conocimientos teóricos y experienciales en los términos aquí señalados.

172
Modalidades de abordaje metodológico

En el tercer caso, la meta predefinida actúa como vector de


observación de la realidad y determina la importancia de lo observado.
Bajo esta óptica, la realidad se reduce a un conjunto de condiciones que
favorece el logro del fin determinado. Por lo tanto, prevalece una lógica
de funcionalidad dentro de la cual se busca el conocimiento de lo real,
únicamente para alcanzar un fin determinado.

Ante esta situación, la apertura hacia lo real debe concretarse


a través de mecanismos de razonamiento que aseguren el control
de tales determinantes, promuevan formas de uso de los diferentes
conocimientos acumulados, faciliten la reconstrucción del o de los
problemas que interesen y, así, propiciar la recuperación de la riqueza
de su especificidad. El mecanismo de razonamiento al que nos referimos
es la problematización.

Control de los condicionamientos

La problematización es el mecanismo de razonamiento que


garantiza la apertura hacia lo real objetivo, mediante el control de
los condicionamientos teóricos, experienciales o ideológicos. Para
analizar dicho mecanismo, es necesario retomar las tres situaciones tipo
que hemos estudiado en el punto anterior, con objeto de conocer las
particularidades indispensables del control, de acuerdo con el tipo de
condicionamiento sobre el que se pretende actuar.

Nos detendremos en el análisis de los condicionamientos


teóricos en razón de que las ideas que se desarrolla en el presente trabajo
están dirigidas, fundamentalmente, a investigadores y profesionales
vinculados a la planeación y promoción del desarrollo social. Aunque
se pretende también que un dirigente práctico pueda utilizar esta
propuesta para elaborar diagnósticos. Es preciso reconocer que, aun en
ese caso, la teoría seguirá desempeñando un papel importante, si bien
mediada por la impronta del esquema de experiencias del sujeto que
realice el diagnóstico. La razón es que no existe percepción directa de
la experiencia, pues esta se acumula bajo la influencia de sistemas de
173
Colección de Ciencias Sociales

información formales que contienen ineludiblemente una carga teórica


y/o ideológica; por lo tanto, el control de los condicionamientos teóricos
incluye también el control del esquema de experiencias.

El control del horizonte ideológico está incluido en los dos casos


anteriores. Al respecto, es importante que el campo utópico, o visión de
metas deseables pero no posibles, no obstaculice la observación de lo
real.

174
7
ENFOQUES Y MODALIDADES
DE INVESTIGACIÓN
CUALITATIVA: RASGOS
BÁSICOS

Carlos Sandoval Casilimas

Sandoval, C. (1996).
Investigación cualitativa. Colombia, ed.
ARFO editores e impresores Ltda.
pp. 57-77.
Enfoques y modalidades de investigación
cualitativa: rasgos básicos

2. Perspectivas comprensivas y explicativas de la investigación social


cualitativa: fundamentos teóricos y características específicas

Aunque, como se dijo en un apartado anterior, la lista de


opciones incluidas dentro de la gran familia de la llamada investigación
social de corte cualitativo es muy amplia, nosotros en rigor y para
fines expositivos abordaremos con un poco más de detalle cinco de
esas aproximaciones. Ellas son, desde la perspectiva interpretativa:
la etnografía, la etnometodología y la hermenéutica; y desde una
perspectiva explicativa: la investigación acción y la teoría fundada.
Sin embargo, de manera previa y como aporte a las claridades que es
necesario hacer en este terreno, presentaremos en una primera parte los
que a nuestro juicio son dos de los fundamentos teóricos más importantes
de muchos de los encares cualitativos de la investigación social. Ellos son
el interaccionismo simbólico y la fenomenología. Un tercer fundamento,
representado, por la teoría de la acción comunicativa, fue desarrollado
ampliamente en Hoyos y Vargas (1997), por lo que invitamos a nuestros
lectores a hacer un repaso del mismo.

2.1. El interaccionismo simbólico o sociología cognoscitiva, uno


de los fundamentos teóricos generales de la investigación cualitativa

Las raíces filosóficas de esta corriente del pensamiento, según
Coulon (1995), se hallan en el pragmatismo de John Dewey, del que
Colección de Ciencias Sociales

fueron pioneros Charles Peirce y William James. El Interaccionismo


Simbólico representado por Cicourel (1974) y sus seguidores le da un
peso específico a los significados sociales que las personas asignan
al mundo que les rodea. Para desarrollar su punto de vista Blumer,
otro representante de esta tendencia, plantea tres premisas que
fundamentan su perspectiva:

Las personas actúan con respecto a las cosas e inclusive frente a las
personas sobre la base de los significados que unas y otras tienen para
ellas; los significados son productos sociales que surgen durante la
interacción; los actores sociales asignan significados a situaciones,
a otras personas, a las cosas y a sí mismos a través de un proceso de
interpretación.

La manera como el interaccionismo plantea los objetos por


investigar, entonces, ya no son la cultura en general o los productos
culturales en particular, sino esencialmente los procesos de
interacción a través de los cuales se produce la realidad social dotada
de significado. Desde esta última perspectiva, la preocupación por
la realidad social como un ente con existencia previa a la interacción
pierde interés. Es la dinámica de producción de significación por
parte de los actores sociales, entonces, el eje de las búsquedas de esta
perspectiva conceptual y metodológica. Desde la óptica expuesta,
todas las organizaciones, culturas y grupos están integrados por
actores envueltos en un proceso permanente de significación e
interpretación del mundo que les rodea, en palabras de Becker (1986),
citado por Coulon (op. cit.).

(...) Para entender la conducta de un individuo, debemos conocer cómo


percibía la situación, los obstáculos a los que creía tener que enfrentarse,
las alternativas que se le ofrecían; sólo podremos comprender los efectos
del campo de posibilidades, de las subculturas de la delincuencia, de las
normas sociales y de otras explicaciones de comportamiento comúnmente
invocadas si las consideramos desde el punto de vista del actor (...) p. 60.

178
Modalidades de abordaje metodológico

Uno de los rasgos fundamentales del interaccionismo


simbólico es que se aparta de una forma radical de aquellas teorías
sociales, que, trabajando como eje de análisis de la realidad humana el
problema de la significación, presuponen la existencia de significados
sociales ocultos tras el mundo fenoménico de las apariencias. Desde
esta óptica el centro de su análisis está en el estudio del mundo social
visible, tal y como lo hacen y comprenden los actores vinculados al
mismo, lo que significa un interés por el estudio de la interacción en
sí misma y no solo como una expresión de las estructuras profundas
de la sociedad.

El interaccionismo simbólico muestra, según los analistas


del mismo, dos tendencias: una de corte conductista social y otra
de perfil más fenomenológico. La primera orientación derivada
de la adhesión a los planteamientos de Georges Herbard Mead,
está preocupada por construir un vocabulario científico propio.
La segunda, en cambio centra su preocupación en conducir la
investigación sociológica a través de la descripción y el análisis
de los conceptos y razonamientos empleados por los actores. Los
desarrollos principalmente de Blumer (1982) y Goffman (1972) se
sitúan en la segunda tendencia enunciada.

Tratamientos más detallados y recientes, de los planteamientos


y desarrollos del interaccionismo simbólico, traducidos al Castellano,
se pueden hallar en Alexander (1995, pp. 161- 193), Coulon (1995, pp.
59-74), Ritzer (1996, pp. 213-262) y Woods (1998, pp. 49-98).

2.2 La fenomenología, otro gran pilar conceptual de la


investigación social de tipo cualitativo

Los fenomenólogos dicen, Holstein y Gubrium (1994), tratan


de describir la experiencia sin acudir a explicaciones causales. Para
el efecto, es orientador el trabajo de Heidegger quien describió lo
que él llamó la “estructura del mundo de la vida” focalizándola
179
Colección de Ciencias Sociales

sobre la experiencia vivida. Este concepto va a convertirse en la base


de todo un nuevo marco de comprensión y de análisis de la realidad
humana y va a ser retomado por teóricos sociales contemporáneos
como Jurgen Habermas.

Existenciales y proceso metodológico

Los cuatro “existenciales” básicos para el análisis antes


mencionados son: el espacio vivido (espacialidad), el cuerpo vivido
(corporeidad), el tiempo vivido (temporalidad) y las relaciones
humanas vividas (relacionabilidad o comunalidad), (van Mannen,
1990). El interés gira, entonces, alrededor de la búsqueda de acceso
a la esencia de ese conjunto de existenciales, para lo cual Spielberg,
citado en Boyd (1993), plantea los siguientes siete pasos:

A. Intuición: implica el desarrollo de los niveles de conciencia a


través del ver y el escuchar.

B. Análisis: el cual involucra la identificación de la estructura del


fenómeno bajo estudio mediante una dialéctica (conversación/
diálogo) entre el actor (participante /sujeto) y el investigador.
Este conocimiento se genera a través de un proyecto conjunto
en el cual interrogado e investigador, juntos, se comprometen
a describir el fenómeno bajo estudio. Es lo que Habermas irá a
llamar “actitud realizativa”.

C. Descripción: en este paso, quien escucha explora su propia


experiencia del fenómeno. El esclarecimiento comienza cuando el
mismo es comunicado a través de la descripción.

D. Observación de los modos de aparición del fenómeno.

E. Exploración en la conciencia: en este estadio del proceso, el


investigador reflexiona sobre las relaciones (o afinidades
estructurales) del fenómeno. Por ejemplo, considerar las
180
Modalidades de abordaje metodológico

relaciones entre dolor y herida. El investigador tenderá a ver


bajo qué condiciones se experimentan (modos de aparición) y la
naturaleza y significado del dolor (Morse y Field, 1995).

F. Suspensión de las creencias (reducción fenomenológica): es lo que


Rockwell (1986) llama “suspensión temporal del juicio”.

G. Interpretación de los significados ocultos o encubiertos: este último


paso se usa en la fenomenología hermenéutica para describir la
experiencia vivida en una forma tal que pueda ser valorada para
informar la práctica y la ciencia.

Desde la perspectiva de las técnicas específicas (Morse


y Field, op. cit.), señalan el rastreo de las fuentes etimológicas, la
búsqueda de frases idiosincráticas o modismos, la obtención de
descripciones experienciales (vivencias) de una persona interrogada,
la observación y reflexión adicional de literatura, escritura y
reescritura fenomenológica (Ray, 1994 y Van Manen, 1990; citados
por Morse y Field, op. cit.)

2.3 La etnografía, una visión de lo humano desde la cultura

La etnografía, como es bien sabido, partió de construir su


objeto de estudio ligado a la discusión de la cultura, inicialmente solo
en sociedades consideradas elementales, catalogación hecha bajo el
criterio de que tales sociedades no habían accedido a la civilización
entendida a la manera occidental. Más tarde y en contraste, surgirá
la llamada etnografía de las sociedades complejas, con aplicaciones a
grupos poblacionales específicos como los viejos y a ámbitos nuevos
tales como la institución psiquiátrica, el aula escolar y la fábrica, entre
otros. Ligados a estos desarrollos vendrán, de manera consistente,
las propuestas de las denominadas “antropologías urbanas”.

En su nueva acepción, la etnografía desagrega lo cultural en


objetos más específicos, tales como la caracterización e interpretación
181
Colección de Ciencias Sociales

de pautas de socialización, la construcción de valores, el desarrollo


y las expresiones de la competencia cultural, el desarrollo y la
comprensión de las reglas de interacción, entre otros.

Recientemente, Boyle (1994) ha planteado un sistema de


clasificación de las etnografías bajo las denominaciones de etnografías
clásicas u holísticas, etnografías particulares o focalizadas, etnografías
transversales y etnografías etnohistóricas.

Sin embargo, a pesar de la anterior tipología, se señala


que la mayoría de las etnografías pueden identificarse por ciertas
características comunes, tales como: su holismo, su contextualización
y su reflexividad. La etnografía siempre está orientada por el concepto
de cultura y tiende de manera generalizada a desarrollar conceptos
y a comprender las acciones humanas desde un punto de vista
interno. Un etnógrafo, en esa perspectiva, trata de hallar respuestas
a preguntas como la siguiente: ¿En qué formas los miembros de una
comunidad construyen activamente su mundo?

De una manera resumida, dos reconocidos etnógrafos,


Atkinson y Hammersley (1994, P. 248), caracterizan la etnografía
como una forma de investigación social que contiene de manera
sustancial los siguientes rasgos:

· Un fuerte énfasis en la exploración de la naturaleza particular de los fenómenos


sociales, más que en llevar a cabo pruebas de hipótesis acerca de ellos.
· Una tendencia a trabajar primariamente con datos “inestructurados”, esto
es, datos que no se han codificado de manera previa a su recolección en un
conjunto de categorías analíticas cerradas.
· Una investigación de un número pequeño de casos, a veces solo un caso, en detalle.
· Un análisis de datos que involucra la interpretación explícita de los
significados y funciones de las acciones humanas, producto que toma la
forma de descripciones y explicaciones verbales principalmente, con un rol
de la cuantificación y el análisis subordinado al máximo.

182
Modalidades de abordaje metodológico

Aunque para las diversas formas de etnografía, el eje más


genérico de su trabajo es la cultura, la conceptualización propia de
lo cultural no es homogénea y ha sufrido grandes cambios desde
su formulación inicial hasta el presente. No es lo mismo referirse
o enfrentarse, por ejemplo, al problema de la cultura propia de
un grupo étnico, que al de una institución u organización, o al de
un grupo caracterizado por el padecimiento de una enfermedad
como el sida. En realidad, muchos sujetos, de manera simultánea,
pertenecen a diferentes culturas o subculturas, o como algunos
prefieren denominar a distintos ámbitos simbólicos y materiales
específicos; en razón a esto algunos antropólogos han decidido
acuñar el término de “cultura mayor” para designar o identificar la
dimensión que constituirá el eje de sus análisis.

Otro rasgo diferenciador importante es que el enfoque


etnográfico relieva en el análisis una dimensión temporal más ligada
con lo actual cotidiano, mientras, por ejemplo, las historias sociales
y las historias de vida se centran más en lo pasado y en lo ausente
físicamente.

Desde la perspectiva de las fuentes y los medios de


recolección de información, los enfoques etnográficos tienen, como
conceptos fundamentales, los de “informante clave” y “observación
participante”. En contraste, las historias sociales, asumen los
conceptos de testimonio y análisis de archivo; las historias de vida,
los de entrevista en profundidad y de análisis de documentos
personales; mientras la investigación acción participativa, se
identifica más frecuentemente con los de taller y grupo de estudio.

Desde la óptica de la validación de sus hallazgos, las diversas


formas de etnografía acuden mucho más a la alternativa del consenso
(ver Castillo, 1993 y Ursua, 1993), mientras que las dos formas de
historia a las que hemos hecho alusión acuden a la opción de la
búsqueda de evidencias (ver Hawtorn, 1995).

183
Colección de Ciencias Sociales

La etnografía en sus diversos matices ha tenido cabida en


el análisis cultural de espacios macro como comunidades enteras
y en análisis de envergadura cada vez menor como es el referido
a las instituciones de tipo psiquiátrico, escolar, laboral. En estos
últimos casos se ha focalizado el esfuerzo hacia el desentrañamiento
de los sistemas de creencias, valores y pautas de comportamiento,
que por un lado sostiene el statu quo, pero, por otro, son las que
hacen viable impulsar el cambio y la innovación de esas realidades.
Desarrollos más específicos han dado lugar a prácticas como las de
etnopsiquiatría, y etnoeducación, entre otras.

Como ejemplos de aplicación específica y de extensión de


su terreno original de trabajo se puede anotar que la etnografía
fue incorporada al campo del cuidado de la salud por enfermeras
antropólogas como Aamodt (1982), Leininger (1969) y Ragucci
(1972). Estas investigaciones se encauzaron hacia el examen de los
efectos de la cultura en la salud, Davis (1992). En el campo de la
educación, existe toda una tradición en la Gran Bretaña (ver Woods,
1987). (En América Latina, ver, entre otros, Edwards, 1990; Assael
y Newman, 1991; Balderrama de Crespo y Otros, 1982; Rockwell y
Espeleta, 1980; Parra Sandoval, 1986,1987).

Una de las tendencias contemporáneas más importantes


dentro del trabajo etnográfico es la representada por Clifford Geertz,
quien, se orienta hacia una antropología concebida como acto
interpretativo a diferencia de Lévi-Strauss que centró buena parte
de sus esfuerzos en el desarrollo de una metodología para construir
una antropología científica, como lo fue en un principio el método
estructural. Al respecto, Reynoso (1989) en la introducción al texto
clásico de Geertz La interpretación de las culturas, caracteriza el
trabajo de Geertz como un movimiento que deja un espacio generoso
para propugnar una lectura del quehacer humano como texto y de la
acción simbólica como drama (...), p. 9.

En el tema del divorcio, entre explicación y comprensión, Geertz


tercia por una “explicación interpretativa” que la caracteriza como un
184
Modalidades de abordaje metodológico

tipo de explicación que no es glosografía exaltada o imaginación en


libertad (Reynoso, op. cit., p. 10). Para apoyar esta perspectiva, Geertz
(1989) propugna por un concepto de cultura, en sus palabras, “(...)
esencialmente semiótico... Creyendo con Max Weber que el hombre es
un animal inserto en tramas de significación que el mismo ha tejido,
considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura
ha de ser, por lo tanto, no una ciencia experimental en búsqueda de
leyes, sino una ciencia interpretativa en búsqueda de significaciones.
Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que
son enigmáticas en superficie (...)” (p. 20)

Este último concepto, planteado por Geertz, va a desarrollarse


luego con una propuesta de objeto para la etnografía en términos
de una descripción densa de la cultura, que es un concepto cercano
por analogía, al de estructura profunda empleado por los lingüistas
chomskianos. En ese horizonte, el análisis consiste en enfrentar “(...)
una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas
de las cuales están superpuestas y enlazadas entre sí, estructuras que
son al mismo tiempo extrañas irregulares, no explícitas, y a las cuales
el etnógrafo debe ingeniarse alguna manera, para captarlas primero
y para explicarlas 12 después. (...) (Geertz, op. cit., p. 24).

Desde esa mirada, el hacer etnografía para este autor británico,


“(...) es como tratar de leer (en el sentido de interpretar un texto) un
manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de incoherencias,
de sospechosas enmiendas y de comentarios tendenciosos y además
escrito, no en las grafías convencionales de representación sonora,
sino en ejemplos volátiles de conducta modelada (...)” (p. 24).

Desde esa mirada, el hacer etnografía para este autor británico,


“(...) es como tratar de leer (en el sentido de interpretar un texto) un
manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de incoherencias,
de sospechosas enmiendas y de comentarios tendenciosos y además
escrito, no en las grafías convencionales de representación sonora,
sino en ejemplos volátiles de conducta modelada (...)” (p. 24).

185
Colección de Ciencias Sociales

2.4 ¿Etnociencia, etnometodología, análisis componencial o


antropología cognoscitiva alternativas a la etnografía convencional?

La Etnociencia (Etnosemántica o Etnolinguística) denominada
por otros Etnografía Cognoscitiva, se desarrolló en los años tardíos
de la década del 60. Su propósito fué intentar una mejora de la
Etnografía acusada de ser blanda, subjetiva y no científica. La
etnografía dentro de esta acepción, fue concebida como un método
para desarrollar descripciones precisas y operacionalizadas de los
conceptos culturales. Como lo sugieren los nombres alternativos de
Etnosemántica o Etnolingüística, esta se deriva de la Lingüística, y
los investigadores emplean el análisis estructural de la Fonología y
la Gramática como base para el análisis de datos. Básicamente es un
método de descubrimiento sobre “Cómo la gente puede ver su <> y
la forma en que ellos hablan acerca de él” (Frake, 1962, P. 74; citado
por Morse y Field, 1995, P.29).

La meta del investigador, en esa perspectiva, es describir o


comprender, el concepto abstracto a través de un análisis construido
desde la perspectiva de los informantes. Así, los sistemas culturales
se determinan a través del examen por parte del investigador de
una serie de distinciones fenomenológicas que son significativas
para los propios participantes. La acepción de cultura que subyace
a esta perspectiva es la de un conjunto de estructuras psicológicas
mediante las cuales los individuos o grupos de individuos guían su
conducta, es en otros términos, todo aquello que cualquier persona
debe conocer o creer a fin de obrar de una manera aceptable para los
miembros de una sociedad.

En la línea de ideas anterior, Garfinkel (1967) plantea


como objetos de estudio para el caso de la Etnometodología, “las
actividades prácticas, las circunstancias prácticas y el razonamiento
sociológico práctico (...) concediéndole un lugar semejante en su
análisis a lo banal-ordinario y a lo trascendental-extraordinario”.
Agrega además, que lo social está en permanente construcción
186
Modalidades de abordaje metodológico

y que, por ende, los hechos sociales solo pueden concebirse como
realizaciones de los miembros de dicha sociedad.

Esta forma de comprender los etnometodólogos la realidad


social conduce a detallar la mirada en los procesos que los miembros
de una forma social utilizan para producir y reconocer su mundo,
para hacerlo familiar al componerlo (H. Mehan. “Le Constructivisme
Social en Psychologie et en Sociologie” En: Sociologies et Sociétés,
(1982), Vol. XIV, No. 2, PP. 77-95. Por esta manera de proceder,
la Etnometodología se aproxima a las propuestas del análisis
institucional y de la pragmática.

En relación con la primera, el punto de encuentro está en la


tesis según la cual, no solamente existen instituciones sino fuerzas
y procesos instituyentes. En cuanto a la segunda, el contacto está
en el reconocimiento de que el lenguaje solo puede adquirir sentido
“completo” dentro del contexto de su producción, es decir dentro de
un contexto “práctico específico”.

La tarea del investigador entonces, será develar los medios


empleados por los miembros para organizar su vida social común,
para lo cual, requerirá, en primer lugar, plantearse una estrategia que
le permita descubrir lo que hacen los miembros de una comunidad
o una sociedad determinada, para luego, entrar a desentrañar el
significado íntimo de ese mundo social particular al que pertenecen
quienes son considerados miembros del mismo.

En términos metodológicos asumir, el primero de los puntos


anotados, implicará realizar un trabajo de muestreo cualitativo
que permita focalizar las observaciones y análisis más pertinentes.
Mientras el segundo de los aspectos demandará adelantar un trabajo
de seguimiento etnográfico que le permita al investigador no solo
observar las “realizaciones” de los participantes en su desempeño
sociocultural habitual sino también, registrar qué dicen sobre dichas
realizaciones los propios participantes y descubrir, él o los significados,
187
Colección de Ciencias Sociales

que estas tienen para ellos. Sobre estas consideraciones metodológicas


volveremos más en detalle cuando abordemos los temas del “mapeo”,
el muestreo cualitativo y la validación consensual.

Un supuesto de base del que parte la etnometodología para


apoyar toda su propuesta de trabajo cualitativo es que la construcción
del mundo social por parte de los miembros es metódica y que la
misma se apoya en los recursos culturales que permiten no solo
construirlo, sino también reconocerlo e interpretarlo. Mehan (Op.
cit.,, P.97) en relación con este planteamiento afirma de manera
categórica que “(...) Solo sabiendo cómo construyen los miembros
sus actividades podemos estar razonablemente seguros de lo que
son dichas actividades (...)”. Remata este planteamiento con un
señalamiento a algunas formas tradicionales de investigación social
en estos términos: cuando se afirma que “el secreto del ensamblaje
social, no reside en las estadísticas producidas por los miembros<>
y utilizadas por otros <> que han olvidado su carácter cosificado.
Sino que por el contrario, se devela por medio del análisis de los
etnométodos, es decir, de esos procesos que los miembros de una
comunidad humana utilizan para producir y reconocer su mundo”

Levi-Strauss (1963), citado por Morse y Field (op. cit., p. 30),


resume el proceso de la etnociencia de la siguiente manera:

“El investigador alterna entre el análisis de la conducta


lingüística y el estudio de la infraestructura consciente. Este proceso
involucra el examen de los términos como entidades independientes.
Dentro del sistema cultural, el propósito de la etnociencia es
descubrir leyes generales, bien sea, a través de la inducción o de la
deducción lógica”. No obstante, esta afirmación del gran antropólogo
estructuralista francés, es claro que la búsqueda de leyes universales
en el ámbito de lo social y lo cultural no es ya el norte prioritario de
los científicos sociales en esta época.

188
Modalidades de abordaje metodológico

2.5 La hermenéutica, algo más que una propuesta filosófica

Esta alternativa de investigación cualitativa, aparece como


una opción que no se agota exclusivamente en su dimensión
filosófica sino que trasciende a una propuesta metodológica en la
cual la comprensión de la realidad social se asume bajo la metáfora
de un texto, el cual es susceptible de ser interpretado mediante el
empleo de caminos metodológicos con particularidades muy propias
que la hacen distinta a otras alternativas de investigación. Odman
(1988) complementando esta mirada de la hermenéutica plantea que
el propósito de la misma es incrementar el entendimiento para mirar
otras culturas, grupos, individuos, condiciones y estilos de vida, sobre
una perspectiva doble de presente y pasado.

Al igual que lo hemos señalado para otras opciones cualitativas,


es necesario destacar que la óptica hermenéutica, ha construido su
propia ruta, tanto en lo que atañe a la delimitación de su objeto como al
desarrollo de su propuesta metodológica, a través de una importante
transición que le representó el paso de una concepción inicial
vinculada al desentrañamiento de textos sagrados, particularmente
la Biblia, hacia, sus dos significados actuales: Como Fenomenología
de la existencia y el entendimiento, que es la tendencia representada
por Hans-Georg Gadamer y a la interpretación de la realidad social
entendida como texto susceptible de múltiples lecturas, que representa
el enfoque desarrollado por Paul Ricoeur, principalmente.

Dentro de la acepción planteada por Gadamer, se acentúa


el carácter lingüístico del entendimiento esto en virtud de que
las interpretaciones se expresan lingüísticamente pero a la vez
el entendimiento se apoya en las categorías de pensamiento
que el lenguaje ha proporcionado. Este autor, plantea además,
la posibilidad de la interpretación válida en el contexto de lo que
él denomina “encuentro hermenéutico” donde idealmente se
posibilitaría el diálogo entre horizonte de entendimiento y mundo
vital trascendiendo los referentes de espacio y tiempo.
189
Colección de Ciencias Sociales

En la versión de Ricoeur, la hermenéutica se define como


“la teoría de las reglas que gobiernan una exégesis, es decir, una
interpretación de un texto particular o colección de signos susceptible
de ser considerada como un texto”. En esta perspectiva, uno de los
conceptos básicos es el de “círculo hermenéutico”, que describe el
movimiento entre la forma de ser el intérprete y el ser que es revelado
por el texto.

El trabajo interpretativo que pretenden adelantar las distintas


corrientes identificadas con la hermenéutica, parte de reconocer como
principio, la posibilidad de interpretar cualquier texto, en una de dos
formas principalmente. La primera, como una interpretación literal
y la segunda, como una interpretación a partir de la reconstrucción
del mundo del texto.

Para que las interpretaciones en cuestión adquieran


aceptabilidad deben cumplir por lo menos las siguientes condiciones:
a) Que explique toda la información relevante disponible, en
tal sentido, dice Trankell (1972), si alguna acción o significación
importante es excluida o difusamente reconstruida, la interpretación
debe ser desechada; b) Que la interpretación planteada sea la más
plausible para explicar los eventos o fenómenos interpretados.

En cuanto a sus aplicaciones prácticas el análisis hermenéutico,


ha sido introducido a campos tan diversos como el del estudio de
la identidad cultural, el análisis del desarrollo moral, y el análisis
político. Un estudio representativo y disponible con relación a esta
última temática y de esta perspectiva, es el de Mejía y Tickner (1992).

2.6 La investigación acción y la investigación-acción


participativa: propuestas para generar conocimiento más allá de la
interpretación y la explicación

La investigación acción, representa una corriente de


pensamiento inaugurada en su fase preliminar a finales de la década
190
Modalidades de abordaje metodológico

de los 40 del siglo XX14 pero con desarrollos bastante diferentes


hacia mediados de la década de los 70’s. Un hito importante en esta
segunda etapa y quizá el más conocido, fue la realización del Simposio
Mundial Sobre la Investigación Acción y el Análisis Científico
celebrado en la ciudad de Cartagena-Colombia en el mes de marzo
de 1977; El cual, de alguna manera, se convirtió en la plataforma
de lanzamiento de esta alternativa de investigación cualitativa en
su forma más conocida hoy en día y, que tuvo su ingreso formal
en los círculos académicos durante el Décimo Congreso Mundial de
Sociología llevado a cabo en ciudad de México en 1982.

Sin embargo, no sobra advertir que al igual que en el caso de las


otras modalidades de investigación, tras una denominación genérica,
se recogen una gran variedad de alternativas de trabajo. Es así como
Gajardo (1985) da cuenta de por lo menos las siguientes opciones:

Investigación acción, investigación para la acción, investigación


en la acción, investigación participativa, investigación militante, e
investigación acción participativa o IAP.

Los contextos fundamentales en los que ha florecido


particularmente la IAP han sido, el de la educación popular, de
una parte, y el del desarrollo rural, de la otra. La perspectiva de
focal de esta alternativa de trabajo cualitativo ha sido el llamado
“empoderamiento” a través de la producción y uso del conocimiento
por parte de los sectores más pobres y oprimidos. Coincide este
tipo de intencionalidad con el surgimiento de movimientos sociales
dispuestos a realizar cambios radicales especialmente en los países del
llamado tercer mundo (América Latina, África y Sudeste Asiático).

El principio de base, en el que se ancla filosóficamente esta


alternativa de investigación, es que existen relaciones desiguales de
conocimiento que se constituyen en un factor crítico que perpetua la
dominación clasista sobre los pueblos. Tales relaciones conducen a
la reproducción de nuevas formas de dominación cuando las viejas
191
Colección de Ciencias Sociales

pautas se eliminan sin cuidado ni previsión. La IAP según algunos


de sus inspiradores, sería la base principal de acción para el cambio
social y político, así como para el progreso hacia la igualdad y la
democracia, al estimular el saber popular y vincularlo a la auto
investigación de los sectores desposeídos.

Desde el punto estrictamente metodológico, no hay una


identidad ni una propuesta relativamente homogénea. Existen
aproximaciones diferentes, unas más estructuradas, como es el caso
de la de Bosco Pinto (1987) o Park (1992) y otras más generales, como
son las formuladas por Fals Borda (1986) y Parra (1983), entre otros.
Rahman y Fals Borda (1991), al hacer un balance de 20 años de
desarrollos de esta opción de investigación, señalan que la IAP
debe verse en la actualidad “como un puente hacia otras formas de
explicación de la realidad y otras formas más satisfactorias de acción
para transformarla (...) podríamos decir ahora que hay tal vez más
argumentos en favor de la continuación de la IAP hoy que los que
había en 1990 (...)sentimos que la IAP, como procedimiento heurístico
de investigación y como modo de vida altruista, puede perseguir y
alcanzar esta meta (...)”.

La legitimación y el reconocimiento de la Investigación


Participativa como una alternativa con una identidad propia y con
un lugar tanto en la comunidad académica como en la contribución a
procesos de desarrollo social y de innovación educativa, se evidencia
en el primer caso, por su inclusión en una obra de envergadura como
la de John Keeves quien es el editor del “Educational Research,
Methodology, and Measurement: An International Handbook”
publicado por Pergamon Press y que desde su primera edición en
1988 representa un esfuerzo bien importante por hacer una puesta
al día a la manera de un estado del arte de los distintos avances en
la investigación educativa. En la mencionada obra, Keeves recoge
dos trabajos que expresan por separado dos dimensiones de la
Investigación Acción Participativa. El primero es el de S. Kemmis
titulado “Action Research” (PP. 42-49) y el segundo el de el de
192
Modalidades de abordaje metodológico

“Participatory Research” (PP. 150-155); algo interesante es que el


primer trabajo lo sitúa en una sección que el editor denomina
“Humanistic Research Methods”, mientras el segundo lo coloca
dentro de una sección que titula “Policy Research”, ubicaciones
estas que denotan cuál es el contexto predominante con el que se
identifica este tipo de propuesta investigativa, de un lado, asociada
a una filosofía de corte humanístico y del otro, al ámbito político de
la toma de decisiones.

De otro lado en la literatura sobre desarrollo rural, aún la de


organismos multinacionales como la FAO y la OMS, entre otras, la
Investigación Acción y la Investigación participativa figuran como
herramientas valiosas para promover procesos sistemáticos de
desarrollo. Así mismo en nuestra propia experiencia en labores de
planeación social en ámbitos locales y aún regionales la investigación
acción participativa ha sido un recurso metodológico primordial.

Desde la experiencia real y directa del autor del presente


módulo, derivan dos consideraciones de carácter práctico que es
necesario destacar a la hora de optar por un enfoque participativo
de la investigación.

La primera consideración tiene que ver con la necesidad de


adoptar una estrategia de capacitación del tipo “aprender haciendo”
orientada a posibilitar que los protagonistas profanos en temas de
investigación social o educativa, realicen un trabajo sistemático
y riguroso de elicitación, registro y análisis de las, percepciones,
testimonios, juicios y comprensiones que son aportados por todos
aquellos que son convocados para intervenir en las distintas fases
de la investigación desde su diseño, hasta su uso; pasando por, su
implementación y desarrollo.

La segunda, se relaciona con el interés por retomar la


comprensión que de su realidad social y material tienen aquellos
que la viven cotidianamente. La diferencia con otras alternativas de
193
Colección de Ciencias Sociales

investigación cualitativa estriba en que la comprensión en sí misma,


no constituye el fin último de la investigación, sino que más bien
se le ve como un medio para orientar la planeación de la acción
social organizada, que se encauza a la transformación de algún tipo
de realidad social le que resulta insatisfactoria al grupo humano
involucrado en el proceso investigativo.

La participación en este sentido, es un recurso metodológico


más que una opción ideológica; la argumentación de esta tesis
tiene que ver con las evidencias que muestran que los enfoques
participativos conducidos de manera técnica permiten, en primer
lugar, obviar muchos de los problemas de comprensión que se
suscitan en las actividades de cambio social o educativo planificado.
En segundo lugar, facilitan el proceso de motivación hacia la acción
social prevista tras los análisis derivados de la etapa de investigación
y, por último, permite anticipar muchas de las barreras que desde
el punto de vista sociocultural y práctico podrían encontrar las
iniciativas de cambio. Curiosamente, quienes mejor lo han entendido
y, por ende, lo han puesto en la práctica, son quienes orientan
procesos de cambio en cultura organizacional y quienes trabajan
en la animación de procesos de calidad total, tanto en las empresas
productoras de bienes de consumo como en las generadoras de
servicios.

2.7 La teoría fundada una propuesta metodológica general


para construir teoría desde una perspectiva cualitativa

La teoría fundada fue presentada inicialmente por Barney


Glaser y Anselm Strauss en “The Discovery of Grounded Theory”
en el año de 1967. Entre los propósitos declarados en este libro, el
primero y principal fue, ofrecer la racionalidad para que la teoría
se fundamentara, generara y desarrollara, a través del interjuego
con los datos recolectados durante el desarrollo del proyecto de
investigación. Este tipo de teoría, argumentan sus autores, podría
contribuir a cerrar la brecha entre la teoría y la investigación
194
Modalidades de abordaje metodológico

empírica. Las teorías fundadas y sus posibilidades emergieron


como alternativa a las teorías dominantes de carácter funcionalista y
estructuralista representadas por teóricos de la sociología tales como
Parsons, Merton y Blau.

La teoría fundada es una metodología general para desarrollar


teoría a partir de datos que son sistemáticamente capturados y
analizados; es una forma de pensar acerca de los datos y de poderlos
conceptualizar. La teoría se va desarrollando durante la investigación
en curso mediante el continuo interjuego entre los procesos de
análisis y recolección de datos. Su principal fundamento conceptual
es el interaccionismo simbólico, pero se alimenta también de los
desarrollos de algunos otros teóricos de la sociología cualitativa,
entre ellos, Erving Goffman y George Simmel.

Un rasgo básico de esta aproximación analítica representada


por la teoría fundada es, el empleo de un método general
denominado “análisis comparativo constante” (Glaser and Strauss,
1967). Desde su introducción en la segunda mitad del Siglo XX, se
han desarrollado un gran número de principios y procedimientos
que se han alimentado de la experiencia de investigación de quienes
la han empleado.

195
8
EL PASADO EXPLICA EL PRESENTE

Kula Witold

Kula, W. (1974).
Problemas y métodos de la historia económica.
Ed. Península. Barcelona,
España.
p.p. 591-603
El pasado explica el presente


L
« a seule leçon qu’elle [es decir, la historia] pretend donner,
c’est qu’il n’y a pas de leçon de l’históire.»

¿Es verdad esto? Cuando leemos en la reseña periodística de


una conferencia en Akra el lema «No permitamos la balcanización
del África Negra», ¿acaso esto no hace reflexionar al historiador? El
pretérito o cuando menos la imaginación del mismo –el saber que
en su tiempo se efectuó la «balcanización» de los Balcanes — , ¿no
constituye una «lección» que, aunque no enseñe a la gente a obrar
razonablemente, la advierte, al menos, frente a un comportamiento
irrazonable, influyendo realmente de una u otra manera sobre su
comportamiento en definitiva?

Naturalmente, todo depende de cómo se entienda la palabra


«lección». Si la lección es algo que deba guardarse en la memoria y
emplearse como la tabla de multiplicar, que le ahorra al hombre tener
que pensar, está claro que «no hay lección de la historia». Pero no es
así como ha de entenderse la palabra «lección». ¿Y si esta palabra
hubiera que entenderla como la transmisión de una experiencia
que induce a la reflexión y mueve a obrar? Entonces podemos estar
seguros de que la historia da «lecciones».
Colección de Ciencias Sociales

El pasado explica hasta cierto punto el presente, y aunque


esto no lo afirmaran los filósofos ni los metodólogos, es un hecho.
El negarlo sería tanto como negar el conocimiento de la sociedad en
general, ya que no sabemos de ella sino lo que la historia nos enseña.

El desarrollo de la ciencia, particularmente el desarrollo de
la economía en los últimos años, nos brinda numerosos ejemplos al
respecto. Uno de ellos, acaso el más importante, es el problema del
incremento económico de los países atrasados.

Las publicaciones relativas a este tema se vienen multiplicando


desde hace una quincena de años. Entre estos trabajos destaca
constantemente un aspecto: ¿los países que actualmente acometen
la obra de la industrialización, han de seguir los caminos abiertos en
su tiempo por los países hoy industrializados? Más concretamente:
¿cuáles han de ser, entre los elementos del proceso que se dio en los
países actualmente industrializados, los elementos imprescindibles,
inevitables, que son irrepetibles y que eventualmente, de ser
aplicados con pleno conocimiento de causa, podrían evitarse en el
caso de que los esfuerzos sociales se encaminaran en ese sentido?

Partiendo de este concepto, han aparecido centenares de


trabajos científicos. Partiendo de este concepto, la ciencia se aconseja
de la vida misma. Apoyándose en esta idea, de una forma o de
otra, pueblos enteros elaboran sus planes de acción, ya que, ¿cómo
habrían de hacerlo si no es así? ¿En qué se deberían fundamentar
sus conceptos sobre las transformaciones acometidas sino en el
conocimiento de esas mismas transformaciones que, en los demás
países, ya se operaron en el pasado?

La transición de una civilización preindustrial a una


civilización industrial, es el fenómeno fundamental que la historia de
los últimos doscientos años, así como la del presente o la del futuro,
necesita investigar en todas sus dimensiones, considerando bajo
microscopio todos los casos que han sucedido para saber cuándo y
20 0
Modalidades de abordaje metodológico

cómo ocurrieron. Es cierto que cada una de las circunstancias será «otra»,
pero serán ellas las que determinen la clase del fenómeno, del cual habrá
que extraer tan pronto como sea sometido a análisis los elementos:

a) comunes para todos;


b) típicos para las diferentes subclases;
c) individuales, es decir, que no pueden repetirse.

Algunos de los elementos susceptibles de repetirse resultan


sencillamente de la propia definición. Pueden repetirse el proceso de
acumulación y la modificación del reparto de la renta entre el consumo
y la acumulación. Se puede efectuar la adaptación de la nueva
técnica a los medios tradicionales. Ha de producirse la destrucción
de los pequeños grupos sociales —comunidades campesinas— y en
su lugar surgir las grandes aglomeraciones, ha de incrementarse la
movilidad social, etc. En todos estos ejemplos, los tres puntos tienen
unas consecuencias importantísimas. De proseguir en el análisis
resultaría que los elementos que no se dejan repetir, se dan siempre
en determinados grupos, lo cual permitiría, por tanto, el establecer
su pertenencia común.

La ciencia va por ese camino a pesar de que no siempre lo


aprecian los historiadores. Hace diez años, Simón Kusnetzio elaboró
un magnífico plan de investigaciones internacionales colectivas, pero
que al parecer no se ha realizado. Este mismo método es compartido
por Rostow. En este sentido se elaboran los programas de las
conferencias internacionales y nacionales. Por todo ello actualmente
se concibe una temática inserta desde no hace tanto tiempo en una
publicación científica especial. Y se escriben hoy los manuales. Y
también siguiendo por esa ruta, existe la comprensión del papel
de la cultura histórica en la formación de los nuevos economistas,
enteramente subestimada en los años 30 y 40.

Pero no son numerosos los historiadores que advierten


este desarrollo de la ciencia. Es lamentable, ya que ellos mismos
201
Colección de Ciencias Sociales

se beneficiarían en grado sumo de esos conocimientos (dado el


provecho extraído de sus investigaciones, más de una vez podrían
orientar sus búsquedas en ese sentido y sacar mucho provecho de
ellas), y si, en atención a sus dotes profesionales, el historiador ha de
ser un crítico, los historiadores podrían participar en la selección de
materiales dignos de confianza.

Siguiendo las huellas de las investigaciones que tienden a las


síntesis preliminares, están las investigaciones sobre la periodicidad
(Rostow) y la clasificación.

Cuando Ricardo, Sismondi e incluso Marx investigaron el


proceso de industrialización, tenían a su disposición, como objeto
de análisis, un ejemplo histórico: Inglaterra. Actualmente los casos
acontecidos o en curso de desarrollo son numerosos y se prestan a la
síntesis y a la clasificación.

Es indudable que entre los investigadores de los fenómenos


actuales ligados a la industrialización, se tropieza más de una vez
con una subestimación del papel jugado en el análisis por material
histórico. Se afirma, o bien que en las condiciones presentes ya dejó
de ser actual, o que a causa de la mezquindad y la imprecisión de
las fuentes no se presta al análisis. ¿Por qué examinar entonces,
un material tan pobre y dudoso cuando ahora podemos recurrir
a un material especialmente adaptado a nuestras necesidades?
Sin embargo, en primer lugar no está demostrado que estemos
peor informados acerca de los acontecimientos pasados, ya que,
por el contrario, hay muchos fenómenos que es difícil observar
«en caliente». En segundo lugar, la Indigencia de los materiales
originales, no es, con demasiada frecuencia, sino una ilusión óptica:
no hay fuentes de un problema que los historiadores no vean, puesto
que las fuentes no interrogadas no suelen ser elocuentes. En tercero
y último lugar, la misma prolongación de la serie, imposible para los
países que apenas entran en la fase de la industrialización, abre unas
posibilidades analíticas que de otra manera serían inasequibles.
202
Modalidades de abordaje metodológico

Así, el pasado aclara hasta cierto punto el presente. Nunca o


aclara «sin peros», mas es imprescindible para conseguir su plena
aclaración.

El presente explica el pasado

Ya nos hemos burlado en varias ocasiones de la famosa


frase «la historia se hace de acuerdo con los documentos», la cual
se presta a la crítica incluso desde el punto de vista formal. Si las
fuentes históricas son todos los vestigios del pasado, toda la obra
de los tiempos pretéritos, el más importante de los vestigios, la más
importante de las obras, es la realidad que nos rodea. ¡La más grande,
la más rica, la menos aprovechada de las «fuentes históricas»!

En este sentido, el presente siempre puede servir para el


esclarecimiento de los procesos pretéritos en sus aspectos más
singulares. Volvamos nuevamente al problema del surgimiento de la
civilización industrial. Si admitimos que todos los acontecimientos
históricos que llevaron a esa transformación se componen de una
cierta «clase» de fenómenos, los cuales durante un determinado
período tienen manifestaciones comunes, entonces, al igual que el
pasado, podremos explicarnos el presente, de la misma manera que
en más de una ocasión el presente nos permite aclarar el pasado.

Hace un momento criticábamos la tesis sobre la pobreza de


las fuentes históricas. Pero también hay que reconocer que incluso
la mejor documentación original no nos informa de numerosos
fenómenos muy interesantes para nosotros, y que quizás a sus
contemporáneos debían parecerles tan evidentes, que ni siquiera se
molestaron en anotarlos, o bien no tuvieron capacidad para hacerlo,
o que tal vez no se conservaron. A veces, el horizonte cronológico del
hombre, ese angosto horizonte encerrado en el marco de una o dos
generaciones, era demasiado pequeño como para que advirtieran
un fenómeno determinado. En este orden es justo que al investigar
la sociedad contemporánea, o sea, no teniendo el historiador la
203
Colección de Ciencias Sociales

oportunidad de crear una fuente, podamos plantearle a la realidad


investigada las preguntas que en vano le hubiésemos planteado al
pasado.

Veamos la estructura del mercado local en la economía


preindustrial. ¡Qué difícil nos resulta investigar este fenómeno en
los materiales históricos! Principales protagonistas: el campesino
que vende en el mercado, el tendero de la ciudad, el ama de casa
que hace las compras, ninguno de los cuales llevaron las cuentas.
Mientras ¡cuántos no serán los mercados locales de las sociedades
preindustriales en el mundo entero! Pero aunque las conclusiones
preliminares sólo pueden deducirse aquí con la mayor cautela, pueden
hacerse. Y estoy convencido de que cada historiador económico
que investigue la sociedad preindustrial se ha asombrado al leer el
resultado de las indagaciones sobre la economía actual de algunos
de los países atrasados. Aunque lo cierto es que la mayoría ni los lee.
Naturalmente, no se trata, al ocuparse de la economía de los actuales
países atrasados, de hallar en ella informaciones que permitan pasar
directamente a una interpretación del pasado, sino de algo que
pudiéramos denominar «la puesta en marcha de la interpolación». El
historiador efectúa interpolaciones (complementación de los vacíos
en los documentos o del vacío en las representaciones que existen
constantemente «entre» determinados documentos). En la mayoría
de los casos, las realiza partiendo del así llamado conocimiento
general del objeto. Se trata, por tanto, de que conozca lo mejor posible
ese objeto.

Cuando ahora, por ejemplo en la India, nos enteramos de


cómo transcurren las fases preliminares de la industrialización de las
dificultades enfrentadas en la adaptación de las nuevas técnicas, del
proceso de disgregación de las pequeñas aglomeraciones geográficas
(junto con las enormes repercusiones que ello tiene en la psicología y
en la moralidad social al sustraer al individuo del control permanente
y perspicaz de una pequeña agrupación), del conflicto entre las
posturas tradicionales y modernas, del surgimiento de un mercado
204
Modalidades de abordaje metodológico

interior en escala nacional y de la aparición de un sentimiento de


solidaridad nacional -que con frecuencia se acompaña de rasgos
nacionalistas-, no podemos tener la menor duda: ¡el presente aclara
la historia!

Comparación en el tiempo y en el espacio

Refiriéndose a la longue durée, F. Braudel no alude en absoluto


únicamente al fenómeno cuantitativo, mensurable. No obstante,
el fenómeno mensurable nos brinda un magnífico campo pina el
análisis de determinadas dificultades metodológicas en urden a las
investigaciones a longe durée.

Así, tenemos el problema de las series largas. Naturalmente,


al aumentar la longitud de las series, aumentan asimismo las
posibilidades analíticas que en ellas se encierran. Pudiéramos decir
que una serie dos veces más larga es mucho más de dos veces preciosa
desde el punto de vista analítico.

Estas afirmaciones son evidentes para las investigaciones


estadísticas contemporáneas. Pero la transposición de esta tesis a las
indagaciones históricas y a unas muy grandes longitudes nos inclina
a la duda y por lo tanto a la reserva.

«El análisis estadístico-histórico habrá de buscar los


elementos inmutables en el mundo económico en mutación», escribe
acertadamente S. Kusnetz.»» Pero no es fácil hallar elementos
inmutables, sobre todo para largos períodos, en un mundo donde
todo está cambiando. Cada estadista sabe que la masa estadística
investigada ha de ser homogénea desde el punto de vista de la
investigación. No pueden meterse en un mismo saco los salarios de
todos los obreros de la construcción por cuanto en un mismo país
existen, una junto a la otra, la construcción aldeana de madera,
la construcción urbana de ladrillos y los montajes de elementos
prefabricados. El salario «medio» del obrero de la construcción
205
Colección de Ciencias Sociales

en general en ese país, científicamente no nos ha de aclarar


mucho, pudiendo, sin embargo, encubrir una enorme cantidad de
combinaciones su aumento de año en año.

Henri Hauser ha demostrado repetidas veces la mutabilidad


histórica de los productos cuyos precios investigamos. Por desgracia
es difícil negarle la razón. La búsqueda de un producto inmutable ha
fracasado, como lo ha ratificado una reciente publicación de crítica
científica mostrando que incluso un artículo tan aparentemente
homogéneo como lo es el carbón cambia en el tiempo y que el carbón
que hoy se extrae no es el mismo que el que se extraía en el siglo
XVIII.

Es obvio multiplicar los ejemplos: ese mismo fenómeno


interviene en cada serie.

Nos hallamos ante un dilema fatal: al alargar la serie aumentamos


formalmente las posibilidades analíticas que en ellas se encierran,
exponiéndonos al mismo tiempo a que el análisis serial sea
menos homogéneo. Cada vez más podemos sacar conclusiones,
incrementando al mismo tiempo la probabilidad de las conclusiones
erróneas.

Pero volvamos al problema que hemos planteado. En


historia, durar es cambiar. El problema de las series largas y de su
homogeneidad pone al orden del día la cuestión de la comparación
en el tiempo. Pero como quiera que desde el punto de vista teórico
la tarea de efectuar comparaciones en el tiempo no se diferencia en
lo fundamental de las comparaciones en el espacio (comparación de
los elementos seleccionados entre dos contextos sociales diferentes)
y puesto que paralelamente, en el aspecto de las comparaciones en el
espacio (internacionales) la ciencia económica logró, especialmente
en estos últimos años, enormes éxitos, merece la pena examinar este
problema conjuntamente.

206
Modalidades de abordaje metodológico

Una vez más volvemos a señalar que nos centramos aquí sobre
las comparaciones de magnitudes cuantitativas solamente como
ejemplo. Para muchos, estas comparaciones son considerablemente
sencillas y seguras. De hecho, reflejan en sí todas las dificultades de
las investigaciones comparativas.

La polémica entre los investigadores optimistas que creen


en la posibilidad de realizar comparaciones científicamente
fundamentadas y los pesimistas que la niegan dura ya mucho tiempo.
Su primera fase se halla caracterizada por las burlas de Pigou y las
agudas imputaciones de Colin Clark a los pesimistas. Pero a pesar de
la dureza de esas imputaciones, la polémica no se extingue. Corrado
Gini se reveló como un extremado pesimista. Últimamente, con
tesis comprobadamente pesimistas —tanto más interesantes para
los historiadores por cuanto se apoyan en el análisis de la economía
de las sociedades atrasadas—, intervino S. H. Frankel, siendo éstas
además criticadas por los optimistas.

En nuestra opinión el historiador ha de tomar posición con


respecto a ese debate.

Los pesimistas no dejan de presentar valiosos argumentos.


El asunto parece increíblemente fácil en el citado pasaje de Colin
Clark, pero Colin Clark no tiene en cuenta en su razonamiento a
muchos elementos aunque no sea más que éste, elemental, de que
en una sociedad —o período— intervienen en la producción y el
consumo unos artículos desconocidos en otras sociedades, o que las
condiciones climatológicas provocan en las diferentes sociedades
unas necesidades distintas en orden a los combustibles y la ropa e
incluso necesidades distintas en el aspecto de la alimentación.

Como es natural, no todas las tesis de los pesimistas tienen


razón. En particular, muchas de las tesis de C. Gini suscitan las dudas
más profundas. No vamos a detenernos con él sobre el problema
de la transición del bienestar material a la «felicidad», ni queremos
207
Colección de Ciencias Sociales

filosofar con él acerca de que es posible ser feliz con unos ingresos muy
reducidos (consideración, no ciertamente, sólo de hoy, que reviste un
matiz específico, puesto que finura en el contexto de unas consideraciones
relativas al desarrollo económico de los países actualmente atrasados). ¡Y
no aceptamos la visión de las sociedades primitivas que supuestamente
tienen todo cuanto necesitan gracias a los dones de la naturaleza, sin tener
generalmente casi ninguna renta nacional!

Tampoco tenemos en consideración las tesis según las cuales


bienes como son el Amor o la Belleza, no mensurables y olvidados,
naturalmente, en la renta nacional, son muy preciados en las sociedades
atrasadas por lo que ¡éstas no son tan pobres como pudiera resultar
teniendo en cuenta únicamente el nivel de su renta nacional!

Pero hay problemas mucho más graves. En el curso del


desarrollo económico —y por lo tanto en las comparaciones actuales en
los países industriales y los preindustriales—, la totalidad del enorme
incremento en orden a los bienes y servicios —así en la producción
como en el consumo—, pasa por el mercado. En la práctica se plantean
dos problemas: el propio consumo de los productos agrícolas en
las haciendas campesinas y los servicios realizados en el marco de
la economía doméstica. Para hacer una comparación entre unas
sociedades que se hallan a un nivel diferente de desarrollo económico
nos encontramos, por tanto, frente al dilema: si el consumo casero
y los servicios domésticos no son apreciados, la diferencia entre los
resultados obtenidos se verá multiplicada de una manera injusta,
y si, por el contrario, los tenemos en cuenta, entonces habremos de
estimarlos en dinero, lo cual necesariamente ha de ser arbitrario.

Los estadistas han elaborado, naturalmente, numerosos


métodos precisos e indicaciones para proceder en tales casos. Sin
embargo, todos ellos, al estimar en dinero la fracción no evaluada
del presupuesto con una tasa tanto más alta cuanto más atrasado se
halla el país y más alejados nos hallamos del momento cronológico
que nos interesa, elaboran un presupuesto ficticio.
208
Modalidades de abordaje metodológico

Por una parte, aun suponiendo que todos esos bienes y


servicios pasaran realmente por el mercado, para ellos en éste se
establecerían unos precios totalmente diferentes. Si en un país
atrasado —en la época preindustrial— se lanzara sobre el mercado
toda la reserva de fuerza de trabajo que se encierra en las economías
domésticas, los salarios bajarían de una forma impresionante. Por
lo tanto, la estimación de los servicios domésticos con arreglo a los
precios que consigue por su trabajo esa pequeña fracción de fuerza
de trabajo que se presenta en el mercado, constituye asimismo una
operación a un tiempo innecesaria y sin fundamento. De no proceder
a esas estimaciones, la renta nacional de los países muy atrasados
será relativamente mucho más reducida, pero si, por el contrario, lo
hacemos, la multiplicamos enormemente.

En segundo lugar, el presupuesto elaborado por ese camino


es ficticio al sugerir la existencia de algo que realmente no existe:
la libertad de escoger del consumidor. La estructura del consumo
nos muestra la estructura de los valores sociales, con una condición,
no obstante, y es que el consumidor tenga la posibilidad de elegir.
¿A qué dedica más recursos y a qué dedica menos, a qué renuncia
en caso de reducirse sus ingresos y a qué asigna el incremento de
los mismos? ¿Cómo se plantean estos problemas en los diferentes
medios sociales? Todo ello constituye un problema apasionante
para los investigadores, siempre que existe la libertad de elección
del consumidor. Si la renta nacional —o de un grupo social o de
una familia— estimada en dinero equivale a x y esa renta, junto
con las magnitudes estimadas, equivale a x+n tenemos que, si un
sujeto determinado disponía de una renta en dinero de x+n, ¡se la
hubiera gastado en un consumo que con toda seguridad tendría una
estructura muy diferente! La parte de la renta representada por la
estimación n está ligada, por lo que aquí no hay libertad de escoger.
Se produce todo lo que se puede y se consume lo que se produce.

Es evidente que la libertad de elección de una unidad


económica doméstica es siempre un fenómeno complicado. Si se
209
Colección de Ciencias Sociales

trata de la libertad del consumidor sabemos de qué manera se halla


determinada por la orientación de la producción, por la presión
de la publicidad y cuando menos por la presión de los modelos
social -costumbristas. Esto, sin embargo, no nos estorba en nuestras
investigaciones, ya que por el contrario hasta cierto punto nos las
facilita. Al no existir los modelos social-costumbristas, obtendríamos
como resultado de nuestras investigaciones una imagen caótica,
absolutamente irregular. Al descubrir la regularidad, podemos
conocer realmente en las sociedades indagadas la jerarquía de los
valores. Ella es precisamente el objeto de nuestra investigación,
ella y sus mutaciones. Pero si esa jerarquía debe ser investigada
por nosotros, ha de serlo como un factor aislado en un laboratorio,
siendo sólo ella la única que ha de determinar los actos humanos de
elección en el consumo.

Sin embargo, estas dificultades no son las únicas que entran


en juego en relación con las largas series temporales, sino también la
desaparición o la aparición de los fenómenos que en el segundo de los
momentos investigados no tienen equivalente. Se trata, naturalmente,
no sólo de la calidad física de los bienes producidos y consumidos,
sino sobre todo de su significación social. Y no solamente los bienes
sino sobre todo las formas de las relaciones interhumanas.

Unilateralidad y multilateralidad del desarrollo

Todo este razonamiento se sujeta al problema fundamental de


la filosofía de las culturas: la primera cuestión que se plantea es la de
saber si el desarrollo es unilateral o multilateral. Las comparaciones
en el espacio son análogas metodológicamente a las comparaciones
en el tiempo, pero sólo si previamente se acepta el concepto del
desarrollo unilateral.

El litigio es viejo y sumamente conocido. Ya nos hemos referido


al mismo en muchas ocasiones citando la ingenuamente optimista
declaración de Smith y la postura resueltamente unilateral de Marx.
210
Modalidades de abordaje metodológico

Al presentar el cuadro de las transformaciones económicas


y del funcionamiento de la economía capitalista muy desarrollada
en sus tiempos en Inglaterra, Marx llama la atención del lector
sobre un país por entonces atrasado (Alemania), ya que “en este
cuento, hasta de ella se habla”, pues al analizar la economía inglesa,
Marx también estaba convencido de que se hallaba investigando
la economía capitalista en general. Pero esta afirmación puede
invertirse demostrando que unas naciones menos desarrolladas
representan hasta cierto punto una etapa ya cumplida por un país
mucho más desarrollado. Marx afirmaba claramente sin embargo
en otra ocasión, que asimismo podemos presentar muy bien las
diferentes épocas económicas en la historia de un país determinado,
así como a los diferentes países es esa misma época.

La concepción contraria, multilateral, esperó a ser conceptuada


por los historiadores en las obras de Spengler y últimamente de
Toynbee. Dicha idea resalta en las investigaciones de numerosas
escuelas sociológicas, en el funcionalismo de Malinowski, y
acaso también en Lèvi-Strauss. Estas indagaciones, probando la
incomparabilidad de los resultados de los análisis efectuados con
respecto a la renta nacional de las diferentes sociedades, se mofan
-consciente o inconscientemente- de esa postura.

A la luz de la actual situación mundial, se desmorona el


optimismo de Smith en la frase ya citada. ¡Cuán hermosa resulta
en la obra de Malinowski la teoría sobre la heterogeneidad a la vez
que la igualdad de derechos y de valores de las culturas! ¿No ha
durado ya bastante la disputa entre la postura unilateral y la postura
multilateral como para que podamos elaborar una teoría dialéctica
de la unidad y la heterogeneidad? ¿La diuturnidad y la mutabilidad?
¿Acaso la unidad y la heterogeneidad (la duración y la instabilidad)
no constituyen las dos caras, los dos aspectos de un mismo proceso
histórico? ¿No han de ser investigadas por igual, esas dos caras, por
parte de la ciencia? Y suponiendo que el problema de la existencia
de la ciencia, de la jerarquía de sus tareas y la proclamación de
211
Colección de Ciencias Sociales

sus resultados no constituye la única apreciación, ¿Cuál de sus


necesidades es más urgente en la actualidad?

La jerarquía de las tareas urgentes resulta precisamente del


desarrollo interno de la ciencia y sobre todo de la vida. ¿No es la tarea
más urgente de la ciencia la que trata de contestar a las preguntas
que se plantean ante el mundo actual?

No nos detengamos por tanto por más tiempo en dilucidar si


hasta ahora el desarrollo de la cultura ha sido más bien unilateral que
multilateral. Como punto de partida, tomemos de preferencia ese
gran fenómeno del mundo actual, la adopción, como modelo al que
todas las sociedades aspiran, del tipo de civilización industrial en
constante desarrollo. Esto es un hecho. El brutal desmoronamiento
de la dominación política de Europa. Puede ser que, desde el punto
de vista de la perspectiva histórica, ello aparezca como la mayor de
las victorias.

Si la ciencia histórica es eterna y eterna asimismo su juventud,


si ella vuelve a mirar – a pesar de las dudas de los mezquinos–
nuevamente hacia ese mismo pretérito, es porque cada generación
de historiadores le plantea al pasado las preguntas que atormentan a
su época.

Admitiendo que el problema fundamental de nuestros


tiempos será la unificación del mundo en el marco de la civilización
industrial, entonces ¿la tarea de la ciencia histórica de nuestra época
no consiste en mirar hacia el pasado desde el punto de vista de lo
que condujo a esa unidad?

212
9
CULTURA, CLASES Y CUESTIÓN
ÉTNICO-NACIONAL

Luis F. Bate

Bate, L. (1988).
Cultura, clases y cuestión étnico-nacional.
Ed. Juan Pablos. Mexicali, México.
Cultura, clases y cuestión
étnico-nacional

Nación y “cuestión nacional”


Muy diversas explicaciones puede tener el planteamiento de
las “cuestión nacional”. Sin embargo, el cómo se enfoca su estudio,
qué aspectos son los que se consideran relevantes o qué soluciones
teóricas se proponen, son cuestiones que siempre están en relación
con los objetivos prácticos a los cuales se supone debe servir el
conocimiento de estas dimensiones de la realidad social, desde
determinadas posiciones ideológicas-políticas. Las alternativas
de acción posibles se apoyan en el conocimiento que se tiene de la
realidad. Conceptualización de la situación real y toma de posición,
siempre están relacionados. Sin embargo, buena parte de los
problemas que ha suscitado la discusión de las “cuestiones “nacional
y étnica, derivan de la confusión de estos planos.

Un ejemplo ya clásico de esto es la exposición de Stalin en su


artículo “El marxismo y la cuestión nacional”. La tarea política que
enfrentaba, cuando se le encarga la redacción de ese texto, era la de
exponer la posición socialdemócrata rusa frente a la situación nacional
de ese momento, en particular el principio leninista del derecho de
las naciones a la autodeterminación. Y arranca su exposición con una
definición de nación que, de hecho, es la definición de qué entidades
sociales son aquellas a las cuales, en esa coyuntura, se les reconoce el
Colección de Ciencias Sociales

derecho de autodeterminación. Múltiples son las críticas que ha recibido


tal definición, por su carácter escolástico, empirista, reduccionista y por
su rigidez que la ha hecho inoperante para entender posteriormente
una gran diversidad de situaciones que se dan en distintas partes del
mundo.41 Ya desde entonces, su argumentación asume una actitud que
caracterizará sus posteriores políticas hacia la investigación científica,
convirtiendo al marxismo en una especie de cetro ideológico, usado
ritualmente como criterio de autoridad, con las nefastas consecuencias
conocidas: su definición de nación es la teoría marxista sobre la cuestión
nacional. Además, en su ataque contra Bauer, Renner y el Bund estaba
comprometida la defensa de la concepción leninista de la organización
del partido. Pero, por acertada que fuera, ello le impide considerar
algunos aportes que esos autores pudieron realizar en el estudio de la
cuestión nacional. De allí que Lenin se viera luego en la necesidad
de volver a intervenir en el asunto, flexibilizando el análisis y la
fundamentación de sus posiciones, sin mencionar el trabajo de Stalin,
para terminar condenando su política como “comisario del pueblo”
respecto a las nacionalidades.

Antecedentes como éste nos advierten de los riesgos de


pretender definir en forma rígida un concepto como el de nación. Sin
embargo, intentaremos delimitar más o menos de manera general
el fenómeno a través de algunas de sus características distintivas y
señalar qué aspectos del mismo son los que nos ocupan.

Aceptamos que la formación de las naciones es un proceso


histórico concomitante con el desarrollo de la formación económico-
social capitalista que por primera vez en la historia, llega a integrar
en una totalidad social a todas las sociedades del planeta. En toda la
historia de la sociedad clasista., la lucha de clases ha sido dirimida
entre clases y fracciones de clases explotadoras que correlacionan
a su favor los descontentos y aspiraciones de las clases y grupos
oprimidos, consiguiendo el apoyo político para asentar su hegemonía
y dominación económica.
41 Véase: Rodinson, 1977; Zavaleta, 1981; Díaz-Polanco, MS.
216
Modalidades de abordaje metodológico

El proceso de conformación de las naciones refleja las


coyunturas de unidad y lucha entre fracciones de clase de la burguesía,
convertida en clase dominante, en diversas etapas de la conformación
de las unidades sociales en cuyo seno se organiza la reproducción y
expansión de las relaciones capitalistas de explotación de la fuerza
de trabajo. Estas unidades sociales de reproducción y desarrollo de
la formación social capitalista que se estructuraron principalmente
sobre bases políticas y territoriales, son las naciones.

Sus dimensiones territoriales, composición social y grado de


desarrollo económico, tienen que ver con las condiciones específicas
y capacidades históricas de las burguesías regionales para establecer
políticas de alianzas que les permiten dominar o generar poderes
estatales (militares y administrativos), a través de los cuales
consiguieron el control de los mercados y la soberanía sobre las
condiciones naturales y sociales de producción.

La conformación de las naciones es un proceso tan


heterogéneo, desigual y complejo, como lo es la implantación y
expansión del modo de producción capitalista. En cuanto al control
de los aparatos estatales que apoyan este proceso, generalmente se
originó en las revoluciones burguesas que conquistan el poder de
estados nacionalitarios y los transforman en estados nacionales. La
expansión colonial de las naciones de implantación temprana del
capitalismo pudo revestir diversas formas: la formación de aparatos
estatales a partir de la colonización y conquista o el sometimiento de
viejos estados nacionalitarios. El decir, el ejercicio del poder estatal y
la explotación económica de manera directa o indirecta, formas que
en muchos lugares se suceden.42

Así, los nuevos estados nacionales, centrales o coloniales,


pudieron establecer su soberanía sobre las condiciones de producción
de una determinada nacionalidad convertida en nación o sobre los
territorios que ocupaban más de una nacionalidad o, en general,
42 Véase G. Léclert, “Antropología y colonialismo”.

217
Colección de Ciencias Sociales

etnias. Y en muchos casos, la capacidad política y militar de asentar


la soberanía nacional sobre determinados territorios, no coincidió
necesariamente con los territorios ocupados por las diferentes etnias
involucradas, lo cual generó desajustes de las relaciones de éstas con
sus condiciones de producción y con consecuentes conflictos sociales
que ello implica.

Si tomamos en cuenta que la nación es la unidad social en


cuyo seno se reproduce el modo de producción capitalista, resulta
que la misma estructuración fundamental de las relaciones de clases,
puede ser bastante compleja. La penetración y evolución del modo
de producción capitalista implica la integración y transformación de
diversos tipos o formas de relaciones de producción, determinadas
por la contradicción fundamental capital-trabajo, en que éste
puede encontrarse real o formalmente subsumido a aquel. Se
integra así el sistema capitalista de relaciones de producción, cuyas
particularidades dependen de la diversidad de sociedades o etnias
comprometidas en el proceso; es decir, dependen de los diferentes
grados de desarrollo económico y estructuras de relaciones de
producción preexistentes a la nación.

Junto con el explosivo desarrollo de las fuerzas productivas


–gran aumento de volumen y diversificación de los productos-
y las múltiples y nuevas interacciones sociales que se crean en
el desarrollo del capitalismo, se multiplican las formas de los
objetos y conductas que, en su manifestación fenoménica concreta,
configuran una verdadera revolución de la cultura, que corresponde
a los nuevos contenidos del ser social y que se plasma en todas las
esferas de la formación socioeconómica. Además, el desarrollo de la
circulación de bienes, el transporte y los medios de comunicación
“difunden” una nueva variedad de elementos que, integrándose a
las diversas culturas particulares, nacionales y étnicas, evidencian
la interdependencia de las naciones a escala mundial. Sobre la
base de los elementos culturales aportados por los más diversos
grupos sociales, de los aspectos culturales de los bienes materiales
218
Modalidades de abordaje metodológico

que circulan en el mercado interno, de las múltiples interacciones


conductuales en el espacio socio-geográfico común y las formas
específicas de las lenguas y la comunicación simbólica que
acompañan a dichas relaciones concretas, que articulan la unidad del
nuevo sistema socioeconómico de desarrollo, se configura la cultura
nacional. La cultura nacional resulta de la singular combinación
de tal multiplicidad de elementos culturales, presentándose como la
unidad de los diversos grupos sociales que integran la nación.

Entendido así, sumariamente, el concepto de nación,


la “cuestión nacional” nos interesa como unidad de análisis de las
contradicciones y luchas concretas de las clases y sectores que integran la
dinámica histórica del sistema capitalista de relaciones de producción.
El objetivo de tal análisis es obtener un conocimiento de la realidad
social que permita organizar consiente y coherentemente estrategias
de políticas globales orientadas a resolver las contradicciones que
implican las diversas formas de explotación económica, de opresión
y discriminación social, de represión ideológica y política.

Al tomar la nación como unidad social de referencia para el


análisis, deberemos considerar que las luchas éticas o nacionales
se libran tanto en el seno de la nación como entre grupos sociales
integrantes de diversas naciones o entre naciones como totalidades.
Por lo tanto, las luchas étnicas y las luchas nacionales deberán
analizarse como sistemas de contradicciones internas o externas
a la nación, considerando los intereses de las clases, fracciones de
clases o sectores sociales involucrados. Y dado que toda nación esta
internamente dividida en clases, implican necesariamente también
un nivel de existencia interno en cada nación comprometida. (….)

Pero antes de entrar en ese análisis, apuntaremos un par de


líneas sobre la especificidad de la “cuestión étnica” como “la cuestión
nacional” se vinculan en torno a un mismo problema central –las
formas históricas concretas de la lucha de clases-, hay entre ellas
algunas diferencias que tienen que ver con el nivel de integridad
219
Colección de Ciencias Sociales

social comprometido, con los contenidos y alcances de los proyectos


políticos y con la viabilidad real de los mismos.

La llamada “cuestión nacional” propiamente tal, se ha


planteado históricamente en términos de las luchas orientadas a la
constitución de las naciones. En tal proceso, el papel protagónico
lo han jugado por lo general los sectores de la burguesía que, en
competencia con otros sectores o fracciones de la misma, internas o
externas a la nación en conformación, aspiraban o aspiran a delimitar
unidades de reproducción del sistema capitalista. Fundadas éstas
en la soberanía sobre las condiciones materiales de producción,
con capacidad de regulación y desarrollo de la competencia en un
mercado interno, y con ejercicio del poder político sobre las unidades
y clases sociales integrantes de la nación. Sin embargo, tal proceso
histórico ha afectado indudablemente el desarrollo de la conciencia
y las luchas del proletariado en general, de las clases subordinadas.
Por lo tanto, desde Marx y Engels hasta hoy, sus organizaciones
políticas e intelectuales orgánicas se han tenido que ocupar de las
implicaciones e incidencias de la “cuestión nacional” en la lucha de
clases, buscando definir, de la manera más adecuada a los intereses de
las clases explotadas, las posiciones y conductas políticas a adoptar
frente a tales situaciones.

Uno de los autores que ha realizado un aporte importante


a la fundamentación teórica del problema, refiriéndose a las
contradicciones generales básicas que el mismo implica y desde una
posición materialista coherente con los planteamientos marxistas, ha
sido Borojov. Su trabajo, Nacionalismo y lucha de clases”, no ha tenido
las repercusiones que merecían en las discusiones sobre la cuestión
nacional, al parecer por no haber tenido la “suerte” en su época, de
ser conocido por Lenin y, posteriormente por el desprestigio que el
contenido marcadamente reaccionario del sionismo, ha despertado
recelos que hacen descartarlo superficialmente sin una evaluación
objetiva de los contenidos de sus proposiciones.

220
Modalidades de abordaje metodológico

Según Borojov, las luchas nacionales obedecen


fundamentalmente a la disputa por la soberanía (“posesión” o
“patrimonio”, en su terminología) sobre las unidades sociales y las
condiciones materiales de su reproducción económica, en la que
participan las diferentes clases sociales en defensa de sus intereses
de clase. Por lo cual el nacionalismo adquiere un contenido diferente
según la posición de la clase que lo sustenta. Desde esta perspectiva,
analiza los intereses fundamentales, en torno a la nación, de las clases
que caracterizan específicamente al modo de producción capitalista:
los grandes terratenientes, la alta burguesía, las clases medias y
pequeña burguesía y el proletariado. (….)

Ahora bien, es claro que las naciones, como unidades sociales,


están integradas por diversas clases sociales. Y lo dicho anteriormente,
reflejo de situaciones históricas reales, deja ver que las luchas sociales
casi nunca se presentan de manera transparente como luchas políticas
en defensa estricta de los intereses esenciales de clase, ni son esos los
únicos interese que las clases defienden. Tampoco todos los grupos
sociales que comparten una misma posición de clase se identifican con
intereses comunes y es un hecho que hay características estructurales
de las clases que oponen objetivamente a fracciones de las mismas
entre sí. De allí que en gran medida las luchas sociales, teniendo
objetivos de distinto alcance histórico, se presentan la mayor parte
de las veces como luchas reivindicativas bajo diversos pretextos.
Parte de estas contradicciones se manifiestan bajo formas culturales
como luchas étnicas, pero estas siempre se insertan en un sistema
de contradicciones generales de clases, más amplias. Por ello es que
tomaremos a la nación como unidad analítica, intentando distinguir
entre los que podrían considerarse como grupos étnicos y los demás
grupos sociales integrantes de la estructura clasista de la nación.

Etnia y “cuestión étnica”

La comprensión de la especificidad de “lo étnico” o, más bien,


de las características distintivas de los llamados grupos étnicos o
221
Colección de Ciencias Sociales

etnias, se ha planteado, al igual que la “cuestión” nacional y con la


interrogante que connota el término, como un problema: problema
sociopolítico cuyo enfrentamiento práctico exige algunas definiciones
y, sobre todo, explicaciones. Cierto es que una buena definición
sintetiza un conocimiento. Pero la comprensión cabal de un problema
escriba en la posibilidad de su explicación.

Pensamos que “lo étnico”, como especificidad de la existencia


de algunos grupos sociales, tiene que ver con particularidades
históricas en la reproducción del ser social y en la conformación de
su cultura actual como una subcultura en el seno de las naciones.
(…) Pero, por lo pronto, se nos presenta el problema de delimitar
el concepto de etnia, si es que puede hacerse tal distinción. Nos
limitaremos a la discusión de lo que podría considerarse como una
etnia en el contexto actual, vale decir, en el seno de las sociedades
actualmente existentes.

Ha propuesto Díaz-Polanco que “… la etnia o el grupo étnico


se caracteriza por ser un conjunto social que ha desarrollado una
fuerte solidaridad e identidad social a partir de los componentes
étnicos”, mientras que los otros grupos sociales, sin carecer por ello de
“etnicidad” en el sentido que da a este concepto, desarrollan formas
de identidad diferentes, enfatizando dimensiones de otro “orden”.

Centrándonos en el contenido del concepto, tal como hemos


formulado la categoría de cultura y los factores que inciden en su
particularización histórica,43 esto significaría que, en la identificación
y solidaridad del grupo étnico al que se considera propiamente como
tal, predomina el manejo de los símbolos y valores culturales.

En lo que coincide de alguna manera con la definición general


que propone Lumbreras para “etnia”, como un grupo social con una
43 Concepto que incluye los que Díaz-Polanco llama “factores” o “componentes étnicos”.
44 Se trata de una proposición expresada verbalmente en una reunión de arqueólogos realizada
recientemente en Oaxtepec, México, donde se discutieron los contenidos de diversos concep-
tos teóricos.
222
Modalidades de abordaje metodológico

“cultura para sí”.44 Sin embargo, la mayoría de los investigadores


hacen la diferencia entre nación y etnia y no todos o en todos los
casos, estarían de acuerdo en considerar a las luchas antiimperialistas
de liberación nacional como movimientos étnicos.

Por otra parte, suponiendo que la etnia pudiera identificarse


no sólo por este aspecto de la conciencia social, sino por algunas
características de la materialidad de su ser social que lo explicaran,
la definición comentada implicaría que los grupos étnicos, aun
sin perder las calidades culturalmente distintivas de su ser social,
dejarían de serlo por el hecho de acceder a un nivel reflexivo de la
conciencia de clase.

Respecto del primer comentario, Nájenson propone una


delimitación del concepto de etnia que, hasta cierto punto. Permitiría
distinguirla de una nación o diferenciar un movimiento étnico de
una lucha nacionalista al señalar que “el origen o momento inicial
de su emergencia histórica como formación social, como sociedad,
particular -aunque no necesariamente la conciencia política de su
identidad étnica fue siempre previo, en cada caso, al surgimiento
de naciones y/o estados nacionales que, entendidos como procesos
son concomitantes en general al desarrollo del capitalismo…” o “el
límite histórico del concepto de etnia, por oposición al de nación,
puede y debe remontarse – en cuanto al origen y dentro de la
variabilidad histórica y geográfica pertinente en cada caso – a etapas
anteriores al surgimiento del capitalismo, sea cual fuere el momento
que consideramos como inicial paa este último”(Nájenson, 1982: 52).
Planteado esto en los términos en que hemos ordenado los factores
históricos de la reproducción diferencial de la identidad social,
o cultura, tal proposición significaría que la unidad del grupo se
conformó originalmente en torno a un sistema socioeconómico pre
capitalista y que las etnias se constituyeron, al menos inicialmente,
como tribus o nacionalidades. (….)

223
Colección de Ciencias Sociales

Por ello, consideraremos a los grupos étnicos, como aquellos en


que coinciden los siguientes factores y características objetivas de la
reproducción histórica de su identidad diferencial:

a) El sistema socioeconómico que originó la unidad social de la


población antecesora del grupo étnico, se conformó en torno a un
modo de producción precapitalista.
b) La calidad del modo de producción o de las posiciones de clases en
el sistema socioeconómico original, han cambiado necesariamente
al integrarse el grupo de diversas formas del sistema de relaciones
sociales de producción capitalista. Sin embargo, los miembros de
la etnia mantuvieron alguna comunidad de relaciones de reproducción
del ser social (en torno a las relaciones de producción y/o filiación), que
permitieron una continuidad en el proceso de desarrollo de su identidad
cultural distintiva, desde la base de su tradición cultural real.
c) Los grupos étnicos están integrados al sistema de relaciones de
producción capitalista ocupando mayoritariamente posiciones de
clases que, por sus calidades estructurales, los imposibilitan de generar
proyectos nacionales autónomos y viables. (…)

Hemos señalado al respecto, que es la posición estructural en


el sistema de relaciones sociales de producción la que condiciona
la inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo de
los grupos étnicos. Ello se debe a que, si se trata de grupos cuyo
sistema socioeconómico original es pre capitalista y, a la vez, han
mantenido una cierta continuidad en las formas de reproducción
de su ser social, es porque al incorporarse al modo de producción
capitalista han sustentado un modo de vida vinculado a las ramas
tradicionales de la producción, que siguen siendo necesarias para
el sistema. Es decir, mantiene una posición, en la actual división
social del trabajo, vinculada fundamentalmente a la producción
agraria y artesanal, que constituían las bases de la economía de las
sociedades precapitalistas. Por otro lado, las condiciones sociales del
trabajo intelectual –posiciones que asumían las clases dominantes en
las sociedades pre capitalistas- han cambiado tan radicalmente en
224
Modalidades de abordaje metodológico

el capitalismo que es aún más impensable que, como clase, o sector


social, permitan la reproducción de las tradiciones culturales de sus
unidades sociales. De allí que los únicos intelectuales orgánicos del
sistema capitalista que han asumido la mediatización ideológica de
los grupos étnicos con cierto éxito, sean los representantes de las
instituciones político-religiosas, derivadas de los viejos estamentos
sacerdotales.

De tal manera, la inserción estructural de los grupos étnicos


en el modo de producción capitalista se da mayoritariamente (no
exclusivamente), en las siguientes condiciones:

1) Ocupando posiciones, dentro de la división social del trabajo, en


las ramas de la producción agropecuaria y artesanal. Es decir,
constituyen lo que, de manera aún general, se han llamado
unidades de reproducción económica campesina.
2) Desarrollan formas de producción –o adquieren tipos de relaciones
sociales de producción- que generalmente se encuentran en
diversos grados de subordinación o subsunción formal del trabajo
al capital.

La subsunción real, que implicaría posiciones de proletariado


agro ganadero, requeriría de fuerza de trabajo “libre”. O sea, carente
de propiedad sobre medios de producción y con una libertad de
movimiento que, debido a las determinaciones del mercado de fuerza
de trabajo, desestructurarían rápidamente las formas tradicionales
del ser social que reproduce materialmente a las “culturas étnicas”.
Hay que decir que, en tanto una de las formas de inserción formal
de las economías campesinas “tradicionales” al sistema capitalista
se da a través del mercado como vía de transferencia de excedentes,
hay también un espacio social para sectores que igualmente tienen
tradición de existencia en las economías pre capitalistas y que
suelen integrar algunos grupos étnicos: los antiguos mercaderes,
convertidos en pequeña burguesía comerciante. Es lo dicho lo que
explica la inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo,
225
Colección de Ciencias Sociales

en el contexto del modo de producción capitalista. En primer lugar,


todas las formas de “economía campesina” – que pueden darse bajo
diversos tipos de relaciones de producción, es decir, de propiedad y
posesión de la fuerza de trabajo y los medios de producción– , son formas
secundarias del sistema de relaciones sociales de producción capitalista.

Sabido es que, históricamente, el campesino no ha tenido


capacidad de hegemonizar un proceso revolucionario. Pero la única
posibilidad real de disputar al Estado nacional y a las clases que este
representa, el control de las condiciones de producción, seria cambiando
las bases fundamentales de la estructura social, las relaciones
fundamentales de propiedad sobre las cuales aquellas se asientan.

Borojov ha mostrado que los conflictos y luchas nacionalistas


están movidos por el interés de las clases nacionales de controlar
las condiciones históricas y naturales de producción. Podemos
decir que las luchas étnicas están movidas por intereses materiales
similares: buscan el control autónomo de sus condiciones de producción.
Sólo que su proyecto político no está orientado a conformar nuevas
naciones capitalistas, ni, por lo general, a hegemonizar un proyecto
revolucionario de contenido socialista. En este sentido, los grupos
étnicos no tienen intereses nacionales, sino más bien, disputan a la
soberanía nacional, dentro de su ámbito, la autonomía del control
sobre las condiciones de producción. De ahí que la utopía del
“retorno a la pureza original”, no obstante ser una estafa ideológica
mediatizadora puede llegar a prender con entusiasmo como bandera
de lucha de los movimientos étnicos.

Pero es también sabido, por la experiencia histórica, que


el campesinado puede llegar a desarrollar una gran capacidad de
asedio a las clases nacionales que hegemonizan el poder, movidos
por la defensa de sus intereses y acicateados por las necesidades de
sobrevivencia. Por ello es que la “cuestión étnica”, como la “cuestión
nacional”, representa para el Estado nacional un conflicto potencial
permanente, cuando no es un enfrentamiento social abierto.
226
Modalidades de abordaje metodológico

Lo expuesto permite una caracterización general de lo


que entendemos por grupos étnicos o etnias. Sin embargo, debe
reconocerse que el problema étnico es bastante más complejo, si
consideramos que, tanto los modos de producción que cualificaban
la unidad del sistema económico original precapitalista, por una
parte, y los tipos de relaciones de producción a través de los cuales se
integran los modos de producción capitalista, por otra parte, pueden
ser muy diversos.

Ello incidirá en distintas particularidades estructurales del


ser social actual de los grupos étnicos, que condicionan distintos
intereses y actitudes específicas que orientarán el contenido de sus
expectativas de reivindicación del control de las condiciones de
producción, así como las formas de su actividad social al respecto.
Con lo cual el sistema de contradicciones entre las expectativas
reivindicativas o políticas y su viabilidad real en relación con sus
posiciones estructurales adquieren diversas especificidades, operan
en distintos niveles de integridad social y alcanzan diversos grados
de desarrollo. (…..)

La situación de los grupos étnicos originados en sociedades


nacionalitarias, es decir, conformados en torno a sociedades pre
capitalistas secundarias o clasistas, es más compleja y con mayores
contradicciones internas. Aun limitándonos a aquellas sociedades
esclavistas iniciales, se tratará por lo general de sociedades
multiétnicas,45 en que las clases dominantes explotaban la fuerza
de trabajo de distintas comunidades campesinas y la estructura
piramidal de la sujeción política podía tener distintos grados de
complejidad e instancias de mediación. Pero, sin duda, llegó a haber
variados aspectos de la cultura en que se manifestaban las relaciones
de unidad de la totalidad social, como la lengua franca común, si
es que la hubo, y otros rasgos que mostraron las formas del sistema

45 Tratándose de sociedades pre capitalistas consideraremos a las etnias como unidades


sociales que presentan culturas distintivas, en cuya conformación diferencial ha incidido
singularidades de desarrollo histórico y origen geográfico.
227
Colección de Ciencias Sociales

administrativo o la imposición de una ideología religiosa sobre


las tradiciones míticas y los rituales particulares de las diversas
comunidades campesinas sometidas. Se trata de sociedades que
poseían una desarrollada estructura política y un aparato militar
organizado, por lo que su subordinación pudo implicar conflictos
militares de variadas proposiciones. (…)

Las luchas internas de clases no sólo se establecían entre


explotadores y explotados, sino también entre estamentos y
parcialidades de las clases nacionalitarias dominantes, lo que
posibilitó a corto o mediano plazo el desmantelamiento y sustitución
de su poder estatal central por la burguesía colonizadora. Las
comunidades campesinas, entre tanto, intentaron mantener su
control sobre sus medios de producción –al menos bajo la forma de
posesión- cuando las tierras eran apropiadas por los terratenientes.
Con la expansión capitalista al agro, tanto a través de la apropiación
de las tierras como a través de la apertura de las comunidades
campesinas al mercado interior, éstas se vieron cada vez más
reducidas en sus posibilidades de reproducción. Lo que ha causado
en parte la expulsión de población a las ciudades, sin que ello les
permitiera tampoco una incorporación ilimitada a otras formas
de producción. Por lo que en el campo se agudizan las luchas de
clases generando situaciones complejas. No obstante, se llegan
a conformar situaciones críticas para el campesinado cuando las
políticas agrarias del Estado nacional –sea por las crisis económicas
del sistema capitalista mundial o por crisis e incapacidad política de
las clases dominantes nacionales para resolver el “problema agrario”
los afectó drásticamente de manera general. En tales condiciones, el
campesinado busca ampliar las bases de una acción política para
enfrentar al Estado nacional. Y una de las formas que adquieren las
alianzas, es la unificación de las distintas comunidades y parcialidades
que han integrado históricamente las viejas nacionalidades.

En tales condiciones, la capacidad de asedio del campesinado


al Estado nacional puede alcanzar gran magnitud, sobre todo si se
228
Modalidades de abordaje metodológico

trata de etnias demográficamente importantes. Las limitaciones de


sus proyectos políticos se deben, a pesar de ello y en primer lugar,
a sus contradicciones internas. Por una parte, los elementos de la
conciencia social serán predominantemente culturales, debido a que
se trata de un campesinado divido en clases.

Se puede llegar a coincidir, en coyunturas de rebelión contra el


Estado, con las acciones del proletariado o la pequeña burguesía. Los
proyectos políticos de las etnias de origen nacionalitario se presentan
como anticapitalista. Por lo que no debemos confundir un movimiento
nacionalitario de liberación con las luchas nacionalista de liberación.

En su rechazo al Estado nacional burgués, las etnias nacionalistas


pueden llegar a proclamar a su proyecto como “socialista”. Pero
generalmente tal concepción del socialismo es algo sui generis y esta
empíricamente referida más bien al carácter internamente igualitario
de las relaciones comunales que constituían las unidades de
producción y reproducción social en que se sustentaba el esclavismo
inicial, aunque ya las relaciones comunales hayan alcanzado diversos
grados de disgregación por la penetración del capitalismo.

Volviendo al plano general, para resumir lo anterior, podemos


decir que las etnias son grupos sociales con una cultura distintiva
que, entre los factores históricos de su diferenciación cultural se
caracterizan por pertenecer a pueblos originalmente unificados en
torno a una formación social pre capitalista.

Por otra parte, se rompe la autosuficiencia de la producción


campesina tradicional, al ser abierta al mercado nacional, que es, a la
vez, una instancia de integración al sistema capitalista (transferencia
de excedentes de productos) cuando las unidades de producción
campesinas sobreviven, y una vía de desintegración de las viejas
formas de las relaciones de producción (mercado de medios
de producción –tierras- y de fuerza de trabajo), que incorpora
progresivamente a las poblaciones de origen étnico a las clases de
229
Colección de Ciencias Sociales

origen nacional. Una minoría se constituirá en pequeña burguesía


agraria o comercial y la mayoría en proletariado o en “ejercito de
reserva” agrario o urbano.

Como hemos visto, la identificación cultural, étnica en este caso,


se ve proporcionalmente agudizada en relación al grado de conflicto
con los “otros” grupos sociales, es decir, con las clases representadas
por el Estado nacional. Al decir clases “representadas” por el Estado
nacional, nos referimos también al proletariado, que se presenta de
manera aparente como contrario a los intereses del campesino, al
demandar en el mercado de productos agrícolas la baja de los precios,
desde que los alimentos constituyen parte importante del valor del
salario. Pero ello supone su explotación bajo formas “tradicionales”,
correspondientes a un grado de desarrollo de las fuerzas productivas
que no les permitirían ni la defensa militar de su soberanía ni la
producción de bienes que se han convertido en necesarios, pero que
solo pueden obtener a través del mercado capitalista. Respecto al
mercado nacional, “exterior” para la etnia, sólo pretenden obtener
condiciones más favorables en el proceso de intercambio.

Otro aspecto del concepto que etnia que se debe precisar se


refiere al hecho de que, si bien el grupo étnico está mayoritariamente
integrado por productores campesinos con las características
señaladas, ello no significa que sus miembros ocupen exclusivamente
tales posiciones en el sistema de relaciones sociales de producción.

Hemos mencionado que una minoría de los miembros de


la etnia puede incorporarse a la pequeña burguesía comercial,
generalmente asentada en zonas urbanas. La mantención de los
vínculos con el grupo étnico y el reforzamiento de su identificación
cultural es para ellos un recurso que les permite asegurar un cierto
control del proceso de intercambio de los productos agro artesanales
de las comunidades campesinas en condiciones ventajosas.
También suele generarse una pequeña burguesía agraria
que se asegura la disponibilidad de fuerza de trabajo más o menos
230
Modalidades de abordaje metodológico

barata, comprometiendo a los miembros de su grupo étnico a través


del intercambio de “favores”. Es el caso de los que Bartra incluye en
el campesinado pauperizado y semi proletariado, que desarrollan esa
“…agricultura (que) se sostiene en el pequeño comercio, el dinero que
envían las hijas desde la ciudad donde trabajan como sirvientas, los
jornales, los beneficios del trabajo artesanal o las ganancias en el ejercicio
de un oficio” (R. Bartra, 1974:90). Tanto los campesinos pauperizados
que no llegan a proletarizarse y que viven de realizar actividades
“terciarias”, como los semiproletariados que se sustentan básicamente
de un jornal o salario, participan de la producción agraria como una
actividad económicamente secundaria. Se trata, en su clasificación de
los sectores del proletariado, del “proletariado campesino que sólo
obtiene del capitalismo los medios para la reconstrucción inmediata de
su fuerza de trabajo, pero no para su mantenimiento y reproducción,
medios que él se procura en el marco de la economía doméstica” y que,
en cuanto a su conciencia de clase y conducta política se caracteriza
porque “reivindicara particularmente mejores condiciones de trabajo
y de resistencia durante el período de empleo, pero tendrá un débil
coincidencia de clase por cuanto piensa que puede replegarse a su país
y a la comunidad rural” (Meillassoux, 1997: 189-190).

También suele haber sectores del proletariado estable o


“clásico”, integrados por miembros de origen étnico que, aun
prescindiendo de sus vínculos económicos con la producción
campesina, reproducen su identidad cultural originaria de manera
aparente, cuando la imagen estereotipada de su etnia se asocia a
la posesión de alguna habilidad particular que se cotiza bien en el
mercado de fuerza de trabajo: “son muy trabajadores”, “son muy
serviciales” o, como sucede con los iroqueses que tienen gran
demanda en las empresas de construcción porque se supone que no
sufren de vértigo. También habrá algunos miembros salidos de la
etnia que se han integrado a otra clases sociales, como la pequeña
burguesía administrativa o profesional, que no desconocen su origen
étnico aunque estén totalmente desconectados de su grupo, pues
este constituye la referencia desde la cual valoran su posesión actual
231
Colección de Ciencias Sociales

en términos de prestigio social. Para terminar con este punto, sin la


pretensión de haber respondido a todos los problemas objetivos que
implica el concepto de etnia, ni mucho menos, queremos explicitar los
aspectos de su categorización que intentamos contribuir a resolver a
partir de la formulación precedente:

1) Buscando congruencia en la formulación materialista del concepto,


creemos que la especificidad de los grupos étnicos se puede
precisar así, reflejando los aspectos fundamentales de la causalidad
histórica de su ser social, base de la reproducción material de las
peculiaridades distintivas de su cultura.
2) Que es el reconocimiento de la particularidad material de su ser
histórico-social lo que permite explicar la tendencia predominante
de los grupos étnicos a la focalización de su identificación y
solidaridad social en torno a la identidad cultural en el nivel de la
conciencia habitual. Lo cual no es, en todo caso, una característica
exclusiva de las etnias.
3) Este enfoque del problema permite entender el hecho de que
una etnia, sin dejar de serlo como ser social con una determinada
cultura, puede, en determinadas situaciones acceder a la conciencia
de su posición como clase social, e identificarse como tal en la
lucha política. De hecho, un desplazamiento de la identidad social
respecto a los contenidos y niveles de la conciencia, no implica
ni genera por sí mismo un cambio del ser social de la etnia. Pero
puede convertirse en una condición subjetiva importante en su
transformación histórica, como sujeto activo y consciente de la
misma.
4) La formulación propuesta busca precisar algunas diferencias
importantes en cuanto a las formas y niveles de la práctica
política en la lucha de clases, entre las luchas étnicas, básicamente
reivindicativas, y los movimientos nacionalistas o las luchas
nacionales de liberación anticolonial o antiimperialista, que
constituye en proyectos políticos alternativos.

232
10
LA ETNOMETODOLOGÍA
Y EL INTERACCIONISMO
SIMBÓLICO
SUS ASPECTOS METODOLÓGICOS
ESPECÍFICOS

Miguel Migueléz

Migueléz, M. (2002).
La Etnometodología y el interaccionismo simbólico:
sus aspectos metodológicos específicos. Revista Heterotopía no. 2.
Centro de Investigaciones Populares, Universidad Simón Bolívar,
Caracas Venezuela.
Pp. 9-21
La Etnometodología y el Interaccionismo
Simbólico.
Sus aspectos metodológicos específicos

La Etnometodología

Durante la década de los años 1960-70, comenzaron y se


extendieron diferentes críticas a la metodología empleada, sobre todo en
la sociología (Cicourel, 1964, Garfinkel, 1967). Estas críticas desafiaban
varios de los presupuestos más familiares de esta disciplina, con resabios
más bien positivistas, y acentuaban la idea de que la realidad social era
algo construido, producido y vivido por sus miembros.

Para poder comprender a fondo la naturaleza y proceso de este


fenómeno, es decir, la parte activa que juegan los miembros de un grupo
social en la estructuración y construcción de las modalidades de su vida
diaria, se fue creando, poco a poco, una nueva metodología, llamada
etnometodología, por ser algo elaborado por el grupo humano que
vive unido, un etnos. También se desarrollaron, a partir de esta base,
otras variedades del construccionismo, del análisis del discurso y de
diferentes ramas interpretativas, que, en el fondo, reciben gran parte de
su ideología de la fenomenología de Husserl (1962) y Schutz (1964).

Pero la etnometodología ha sido la más radical y productiva


orientación metodológica que ha especificado los procedimientos reales
a través de los cuales se elabora y construye ese orden social: qué se
realiza, bajo qué condiciones y con qué recursos. Esto ha constituido una
práctica interpretativa: una constelación de procedimientos, condiciones
Colección de Ciencias Sociales

y recursos a través de los cuales la realidad es aprehendida, entendida,


organizada y llevada a la vida cotidiana.

La etnometodología no se centra tanto en el qué de las realidades


humanas cotidianas (qué se hace o deja de hacerse), sino en el cómo, es
decir, en la modalidad de su ejecución, desenvolvimiento y realización,
que puede ser en gran parte un proceso que se desarrolla bajo el umbral
de la conciencia, una estructura subyacente que determina la realidad
social (Holstein y Gubrium, 1994, 2000).

De aquí, que la etnometodología sostenga que en las ciencias


sociales todo es interpretación y que “nada habla por sí mismo”; que
todo investigador cualitativo se enfrenta a un montón de impresiones,
documentos y notas de campo que lo desafían a buscarle el sentido o
los sentidos que puedan tener. Este “buscarle el sentido” constituye un
auténtico “arte de interpretación”.

De aquí, también, que este sentido pueda ser bastante diferente


de acuerdo a la perspectiva étnica, de género, de cultura y demás aspectos
identificatorios, tanto del grupo social estudiado como del investigador.
Esto da pie a que se hable de una epistemología eurocéntrica, una
epistemología afroasiática, una epistemología feminista, etc.; y, con ello,
se fundamente lo que en la actualidad se considera una nueva sensibilidad
postmodernista o postestructuralista.

El corazón de la etnometodología está en la interpretación de las


poliédricas y polifacéticas caras que puede tener una realidad humana,
ya sea individual, familiar, social o, en general, de cualquier grupo
humano. Ya Aristóteles había dicho que el ser no se da nunca a nadie
en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos y categorías (Metafísica,
Libro iv). ¿Cuál o cuáles de esos aspectos o caras, que tiene una realidad
concreta, deberé ver o percibir, y cuál o cuáles de las categorías, de que
dispone mi mente como investigador, deberé aplicar? Aquí está la
esencia de la investigación: en esta interpretación.

236
Modalidades de abordaje metodológico

Las realidades humanas, las de la vida cotidiana –que son las


más ricas de contenido–, se manifiestan de muchas maneras: a través
del comportamiento e interacción con otros miembros de su grupo, de
gestos, de mímica, del habla y conversación, con el tono y timbre de
voz, con el estilo lingüístico (simple y llano, irónico, agresivo, etc.) y
de muchas otras formas. Todo esto necesita una esmerada atención a
los finos detalles del lenguaje y la interacción para llegar a una adecuada
interpretación. Para ello, hay que colocarlo y verlo todo en sus contextos
específicos, de lugar, presencia o no de otras personas, intereses, creencias,
valores, actitudes y cultura de la persona-actor, que son los que le dan un
significado. No basta aplicar sistemas de normas o reglas preestablecidas
(como lo son muchas tomadas de marcos teóricos): lo que es válido para
un grupo puede, quizá, no serlo para otro. De acuerdo con la mayor o
menor influencia de estos factores, una determinada conducta puede
revelar vivencias, sentimientos o actitudes muy diferentes: puede
revelar fraternidad, amor, resentimiento, recelo, asertividad, venganza,
agresividad, franco odio, etc.

¿Cuál de ellas, o qué interpretación, será la más adecuada y


acertada? Para lograrlo, no es suficiente preguntarle a la persona, por
ejemplo, por medio de una entrevista, aunque ésta sea en profundidad,
ya que el lenguaje sirve tanto para comunicar lo que pensamos como
también para ocultarlo. Recordemos la cantidad de simulaciones,
disfraces, fingimientos, engaños, dobleces e hipocresías que suelen
usar los seres humanos en ciertas circunstancias. Por todo ello, la
etnometodología no considera el lenguaje como algo neutro o como
un instrumento sin más que describe la vida humana real, sino como
un constitutivo de ese mundo humano o social, que revela, a su vez, la
forma o modalidad en que la interacción produce ese orden o estilo social
en que se da. No hay, en consecuencia, un lenguaje y una interacción,
sino un lenguaje-en-interacción que posee una secuencia estructurante
del contexto y su significado, lo cual diferencia la etnometodología del
análisis del discurso (Heritage, 1984; Zimmerman, 1988). En efecto, el
análisis del discurso, en su acepción general, ha sido blanco de muchos
ataques de los etnometodólogos que lo acusan de ignorar los detalles
237
Colección de Ciencias Sociales

situacionales de la vida cotidiana, al estilo y como la biología molecular


ignora las estructuras reales que se dan en todo organismo biológico.

Por todo ello, el medio técnico más apropiado en la


etnometodología es la observación independiente o participativa, según
el caso, con la grabación de audio y de vídeo para poder analizar las
escenas repetidas veces y, quizá, para corroborar su interpretación con
una triangulación de jueces. Como dice el sabio refrán, cuatro ojos ven
más que dos. Por otro lado, esta idea está hoy día apoyada también
epistemológicamente con el principio de complementariedad de los
enfoques (ver Martínez, 1997, cap. 8).

Evidentemente, como toda investigación, también la


etnometodología trata de llegar a la construcción de estructuras del
comportamiento humano, es decir, a sistemas explicativos que integren
procesos y motivaciones, intencionales y funcionales, o patrones
de conducta humana, individual o social, que nos dé una idea de la
realidad que tenemos delante. Esta realidad puede ser muy única e
irrepetible, propia sólo de ese grupo humano étnico o institucional,
pues, como dice Geertz (1983), quizá, el conocimiento “es siempre e
ineluctablemente local” (p. 4), pero pudiera ser también generalizable.
Si es o no generalizable, lo dirán otros estudios o investigaciones
comparativos con otros grupos.

La etnometodología que Garfinkel (1988), verdadero fundador


de esta orientación metodológica, ha tratado de desarrollar en los
últimos tiempos, está muy poco orientada hacia las generalizaciones
universalistas y trata de concentrarse en competencias altamente
ubicadas en disciplinas específicas. El fin es especificar la esencia o el qué
de las prácticas sociales dentro de dominios altamente circunscritos o
especializados del conocimiento y de la acción.

Sin embargo, esta orientación metodológica no pretende abordar


las realidades humanas o sociales desde cero, sino que usa, con prudencia,
los recursos que la sociedad en cuestión le ofrece. Así, el trabajo de
238
Modalidades de abordaje metodológico

interpretación estará influido por instrumentos interpretativos locales,


como categorías reconocidas, vocabulario familiar, tareas organizativas,
orientaciones profesionales, cultura grupal y otros marcos conceptuales
que le asignan significado a los asuntos en consideración.

En esto, los etnometodólogos se acercan mucho a la posición


de Foucault (1988) cuando hace ver que el individuo no lo inventa
todo, sino que “utiliza patrones que encuentra en su cultura y que son
propuestos, sugeridos e impuestos sobre él por su cultura, su sociedad
y su grupo social” (p. 11). Y añade que las instituciones locales –el asilo,
el hospital, la cárcel, etc.– especifican las prácticas operativas ya sea en
el lenguaje usado como en la construcción de experiencias vividas. Todo
esto nos remite a lo que tanto trató Wittgenstein (1969) y que expresó en
lo que llamó “formas de vida” y “juegos del lenguaje”.

No obstante, la cultura ofrece sólo recursos para la interpretación,


y nunca prohibiciones o mandatos y directivas absolutos. Siempre
constataremos que el proceso natural de nuestra mente es dialéctico:
un constante remolino de constituyente actividad de la realidad, un juego
alternativo entre las miríadas de los “cómo” y los “qué”.

La etnometodología ha examinado muchas facetas y aspectos de


la vida humana y del orden social; así, ha sido aplicada con éxito a una
gran variedad de tópicos, que incluyen problemas familiares, estudio del
curso vital, trabajo social, violencia doméstica, enfermedades mentales,
terapia familiar, problemas sociales y estudio de anomalías psicológicas
o sociales (Holstein y Gubrium, 1994; Gubrium y Holstein, 2000).

El Interaccionismo Simbólico

Aspectos Comunes del IS

El interaccionismo simbólico es una de la orientaciones


metodológicas que comparten las ideas básicas del proceso
239
Colección de Ciencias Sociales

hermenéutico, o interpretativo. Trata de comprender el proceso de


asignación de símbolos con significado al lenguaje hablado o escrito
y al comportamiento en la interacción social. Según Williams (1999),
el interaccionismo simbólico se puede considerar como la escuela
más influyente y exitosa de sociología interpretativa, si este éxito lo
evaluamos por el volumen de trabajos empíricos publicados y por la
integración de la teoría y el método.

La ideología fundamental del interaccionismo simbólico, tanto


teorética como metodológica, fue estructurada por Herbert Blumer
(1954, 1966, 1969) con su amplia influencia, a través de la docencia, en
las universidades de Chicago y Berkeley.

En estas páginas, expondremos las ideas centrales de Blumer y


la reformulación que le hace más tarde Norman Denzin (1989a, 1989b,
1992) con la versión que él llama interaccionismo interpretativo.

En general, la reflexión de los interaccionistas simbólicos –


como la de cualquier autor que considera la mente humana como una
dotación cuya naturaleza es esencialmente hermenéutica (Heidegger,
1974)– define el análisis de la acción humana, de cualquier acción
humana, como “una ciencia interpretativa en busca de significado, no
como una ciencia experimental en busca de leyes” (Geertz, 1983, p. 5).
Geertz llega incluso a decir que “el hombre es un animal suspendido en
redes de significados que él mismo se ha tejido” (ibídem).

Sin embargo, esta orientación constructivista no es necesariamente


antirrealista, es decir, uno puede sostener razonablemente que los
conceptos e ideas son inventados por el ser humano, y, no obstante,
mantener que estas invenciones corresponden a algo en el mundo
real. Quizá, la mejor síntesis de este proceso dialéctico que se da
entre el mundo exterior y nuestra realidad interna, la expresó Piaget,
al describir los dos procesos básicos de asimilación (de lo externo en
sí mismo) y de acomodación (de uno mismo a lo externo). Éste es un
proceso “hermenéutico-dialéctico”, en el sentido de que es interpretativo
240
Modalidades de abordaje metodológico

al mismo tiempo que impulsa y estimula la comparación y el contraste


entre diferentes construcciones hipotéticas de la realidad en un esfuerzo
por lograr la mejor síntesis de la misma.

El Interaccionismo simbólico es una ciencia interpretativa, una teoría


psicológica y social, que trata de representar y comprender el proceso
de creación y asignación de significados al mundo de la realidad vivida,
esto es, a la comprensión de actores particulares, en lugares particulares,
en situaciones particulares y en tiempos particulares (Schwandt, 1994).
Se da aquí una gran similitud con el significado que Weber y Dilthey
dan al término Verstehen (comprensión).

Herbet Blumer establece los requerimientos de los métodos de


investigación del IS en su publicación de 1966 (Williams, 1999, p. 133):

Desde el punto de vista metodológico o de investigación, el estudio de la acción


debe hacerse desde la posición del actor. Puesto que la acción es elaborada por el actor
con lo que él percibe, interpreta y juzga, uno tiene que ver la situación concreta como el
actor la ve, percibir los objetos como el actor los percibe, averiguar sus significados en
términos del significado que tienen para el actor y seguir la línea de conducta del actor
como el actor la organiza: en una palabra, uno tiene que asumir el rol del actor y ver este
mundo desde su punto de vista.

Blumer (1969, p. 12) puntualiza, además, que el IS se apoya en


tres premisas básicas que constituyen su enfoque metodológico:

1. Los seres humanos actúan en relación con los objetos del mundo físico
y de otros seres de su ambiente sobre la base de los significados que
éstos tienen para ellos.
2. Estos significados se derivan o brotan de la interacción social
(comunicación, entendida en sentido amplio) que se da en medio de los
individuos. La comunicación es simbólica, ya que nos comunicamos
por medio del lenguaje y otros símbolos; es más, al comunicarnos
creamos o producimos símbolos significativos.
3. Estos significados se establecen y modifican por medio de un proceso
interpretativo: “el actor selecciona, modera, suspende, reagrupa y
241
Colección de Ciencias Sociales

transforma los significados a la luz de la situación en que se encuentra


y la dirección de su acción…; los significados son usados y revisados
como instrumentos para la guía y formación de la acción” (pp. 2, 5).

De estos tres presupuestos básicos, se desarrollan las formas


definitivas metodológicas del IS como perspectiva, ya sea en relación al actor
social y a la interacción, como en lo relacionado con la organización social.

La técnica metodológica fundamental del IS es la observación


participativa, especialmente en el contexto y enfoque del “estudio de
casos”, ya que sus procedimientos responden mejor, y gozan de un
mayor nivel de adecuación, a sus requerimientos: las exigencias del
modelo teórico y de explicación.

Blumer (1969) objeta aquellas metodologías en que “los


participantes… en una organización social son meros medios del juego
y expresión de las fuerzas o mecanismos del sistema mismo” (pp. 57-58),
como sucedía en la orientación psicológica conductista. Por el contrario,
el IS requiere que el investigador entre activamente en el mundo de las
personas que está estudiando para “ver la situación como es vista por el
actor, observando lo que el actor tiene en cuenta y observando cómo él
interpreta lo que está teniendo en cuenta” (p. 56).

El proceso de la interpretación de los actores se vuelve inteligible


no por la mera descripción de palabras y hechos, sino tomando
aquella rica descripción como un punto de partida para formular una
interpretación de lo que son realmente los actores (Schwandt, 1994).

El Interaccionismo Interpretativo

Desde los principios de la década de 1970, Norman Denzin


comenzó un trabajo metodológico que lo ubicó en el centro de los
debates sobre la teoría de la investigación del IS; él hizo varios intentos
para formular los procedimientos que considera como sus bases
metodológicas; una de las mayores contribuciones en este sentido fue el
242
Modalidades de abordaje metodológico

concepto de “triangulación múltiple”, es decir, la combinación de múltiples


métodos (que permitan la penetración del grupo de vida), múltiples
tipos de datos (de diferentes muestras), múltiples observadores (más de
un punto de vista) y múltiples teorías (para analizar la información),
todo en el desarrollo y estudio de una misma investigación.

Denzin (1971) aclara que el IS comienza con una “imagen


sensibilizadora del proceso de interacción” (p.168) construida alrededor de
conceptos sociales generales, tales como el yo, el lenguaje, la situación
social, el objeto social y los actos asociados a ellos. Después, el investigador
“se mueve de los conceptos sensibilizadores al mundo inmediato de la
experiencia social real y permite que ese mundo module y modifique su
marco conceptual y, de ese modo, el investigador se mueve continuamente
entre el dominio de la teoría social más general y los mundos de las
personas naturales y reales” (ibídem). Así, los interaccionistas simbólicos
buscan explicaciones de ese mundo, aunque ven las teorías explicativas
como interpretativas y bien fundamentadas, pero sin rondar los “datos”
demasiado ni apoyarse excesivamente en ellos.

Sin embargo, para Denzin, los interaccionistas simbólicos


todavía tienen demasiado respeto hacia el mundo empírico y, por esto,
él presenta lo que llama un “interaccionismo interpretativo” (1989b),
que se orienta hacia una postura que se ubica más bien en el Zeitgeist
postmodernista. Los trabajos recientes de Denzin (1989a, 1989b, 1992) son
una especie de desconstrucción de los textos que forman la tradición del
IS: constituyen una síntesis abreviada y una reformulación compleja
del proyecto interaccionista, que explota las intuiciones de la etnografía
postmoderna, las críticas feministas al positivismo, la fenomenología
hermenéutica y existencial, los estudios culturales y el pensamiento
postestructuralista de Foucault y Derrida, al igual que una recuperación
y compromiso con el pragmatismo social (Schwandt, 1994, p.133).

Los estudios culturales facilitan la conexión entre, por una parte, el


estudio de la creación de sentido en la interacción social, y, por la otra, el
proceso de comunicación y la industria de la comunicación “que produce
243
Colección de Ciencias Sociales

y modela los significados que circulan en la vida cotidiana” (Denzin,


1992, p. 96). Los estudios culturales, además, ayudan al interaccionista
interpretativo a dirigir su estudio hacia la comprensión crítica de “cómo
las personas interactuantes conectan sus propias vivencias con las
representaciones culturales de esas mismas experiencias vitales” (p. 74).

De los estudios feministas, el investigador interaccionista aprende


que el lenguaje y la actividad de ambos, investigador y respondiente,
deben ser leídos de un modo que implique su género y su orientación
existencial, biográfica y de clase. Como resultado de esto, “un enfoque
de los seres humanos y de la sociedad, dirigido fenomenológica y
existencialmente, coloca al “yo”, a la emocionalidad, al poder, a la
ideología, a la violencia y a la sexualidad, en el centro de los problemas
interpretativos del investigador interaccionista, y éstos son los tópicos
que también los estudios culturales interaccionistas deben enfrentar”
(ibídem, p. 161).

Finalmente, en la reformulación que hace Denzin (1992), el


interaccionismo interpretativo debe comprometerse explícitamente con
un criticismo cultural, que utilice los valores de la tradición pragmatista
y las intuiciones de la teoría crítica. En una vena verdaderamente
descontruccionista, este enfoque implica:

a) “una tendencia a subvertir siempre el significado de un texto, para


mostrar cómo sus significados dominantes y negociados pueden ser
adversados”;
b) “exponer los significados ideológicos y políticos que circulan dentro
del texto, particularmente aquellos que esconden o desplazan
prejuicios raciales, étnicos, de género o de clase social”; y
c) “analizar cómo los textos enfocan los problemas de la presencia, las
vivencias, la realidad y sus representaciones, y el comportamiento de
lo sujetos, de los autores y de sus intencionalidades” (p. 151).

Algunos autores (ver Williams, 1999) realizan una crítica bastante


aguda a los planteamientos de Denzin, señalando que ha querido unirlo
24 4
Modalidades de abordaje metodológico

todo (la Escuela interaccionista fenomenológica de Chicago, con la


Escuela operacionalista de Iowa, las matemáticas con el sentido, etc.) en
un eclecticismo que ofrece poco más que un puesto para todo, generando,
con ello, una gran confusión.

El mismo concepto de “triangulación múltiple”, aunque parezca


bello e inocente en sí, contiene, como muy bien señala Popper y otros
autores (Williams, 1999), una separación “por principio” entre teoría y
“datos incontaminados” que es insostenible epistemológicamente, y que,
por lo tanto, no puede ser subestimada.

La conclusión teórica de una investigación con el enfoque del IS


es bien ilustrada por Garfinkel (1967) en la línea de reflexión que utiliza
Mannheim en su “método documental de interpretación”, en el cual
se busca “un patrón idéntico u homólogo que subyace en un vasto y
variado conjunto de realidades significantes totalmente diferentes”:

El método consiste en tratar la apariencia actual de algo como “el documento


de”, como “apuntando hacia”, como “estando en lugar de” un patrón presupuesto
y subyacente. El patrón subyacente no sólo se deriva de sus evidencias individuales
documentadas, sino que las evidencias documentales individuales, a su vez, son
interpretadas sobre la base de “lo que se conoce” del patrón subyacente. Cada uno se
usa para elaborar el otro (p. 78).

En nuestras obras (Martínez M., 1999a, 1999c) ilustramos más


extensamente todo el proceso de categorización y estructuración
que se utiliza, como línea general, en todos los métodos cualitativos,
y, por consiguiente, también muy útil en la orientación que siguen la
etnometodología y el interaccionismo simbólico.

245
Colección de Ciencias Sociales

Bibliografía

Sobre Etnometodología

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246
Modalidades de abordaje metodológico

Sobre Interaccionismo Simbólico

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247
11
EL PROBLEMA DE LA MEDIDA
EN PSICOLOGÍA

Néstor Braunstein

Braunstein, et al. (2003).


Psicología: ideología y ciencia.
Ed. Siglo Veintiuno. México.
p.p. 156-163.
El problema de la medida en psicología

C omenzaremos por puntualizar las cuestiones que tratamos


de desarrollar y responder a lo largo de este capítulo:

La cuestión central se refiere a la relación que existe entre la


cuantificación de los fenómenos de los que se ocupa la psicología
académica y su status como ciencia. Cuestión de fondo que hemos visto
impregnando los anteriores capítulos sobre el problema del método,
donde ha sido ampliamente debatido. Cuestión critica porque el
hecho mismo de la discusión parece una herejía: las matemáticas son
indiscutiblemente científicas y su utilización como “método” es, para
algunos, una conquista irrenunciable, una prueba de la cientificidad de
lo que se estudia.

La cuestión más específica, íntimamente relacionada con la


anterior, se refiere a la posibilidad y legitimidad de cuantificar en
psicología y acerca del lugar teórico que ocupan las conclusiones
basadas en mediciones.

La formulación de los objetivos de este capítulo deja claramente


fuera de los mismos el examen de la cientificidad del método matemático
en sí. Partiendo de la aceptación de las matemáticas como continente
científico constituido, nos interesa la legitimidad de la importación de las
matemáticas al campo de la psicología y si basta esa importación para decir
que la psicología ha adquirido cientificidad o luce ya hábitos científicos.
Colección de Ciencias Sociales

Cuantificación y ciencia

La postulación de que el problema de la ciencia es una cuestión de


método, la aceptación de que existía una relación directa y proporcional
entre cuantificación y ciencia, entre el uso de este método privilegiado
que sería el matemático y la cientificidad de las conclusiones a que se
arribe, es solidaria con una determinada concepción de la ciencia y de las
características diferenciales del conocimiento científico; la que sustenta
el positivismo, movimiento filosófico surgido en la primera mitad del
siglo XIX con Augusto Comte, de quien puede consultarse su Discurso
sobre el espíritu positivo (1844), que intentaremos caracterizar en sus
aspectos más importantes. No se nos escapa el carácter esquemático
de este resumen, pero es necesario explicitar de alguna manera sus
aspectos centrales para comprender la ideología que impregna a muchos
desarrollos y racionalizaciones de la psicología académica, para tomar
lo que a nosotros nos interesa:

En primer lugar, el conocimiento científico es caracterizado según


un modelo acumulativo. La ciencia se constituiría por un progreso lineal,
continuo, sin saltos, desde las primeras etapas, vacilantes pre científicas,
hasta etapas más avanzadas de la misma; a las que se habría arribado
por simple acumulación de hechos, observaciones, experiencias y
verificaciones que habrían permitido “acercarse” más al objeto en
cuestión y a la “verdad” oculta del mismo. De allí la importancia que
se le concede al método matemático para expresar experiencias y
verificaciones que son así consideradas más precisas. Concepción del
conocimiento científico que desconoce que él mismo procede a partir de
una ruptura, la ruptura epistemológica, la ruptura con las evidencias,
con las experiencias cotidianas, con el sentido común, en síntesis, con
los ideológico y no en continuidad con ellos, según lo desarrollado ya
en los capítulos 1,2 y 5.

En segundo lugar, consecuente con la concepción del


conocimiento científico que acabamos de exponer, el positivismo
privilegia la observación de hechos. ¿Qué es observar? En el cap. 6
252
Modalidades de abordaje metodológico

sobre método experimental y clínico en psicología, ya se adelantó la


siguiente proposición: “es la comprobación de los hechos tal y como
se presentan espontáneamente “. ¿Y qué son los hechos?: las cosas o
acontecimientos abordables por la observación, son fenómenos u objetos
de la experiencia. Se trata de la regla fundamental de Comte: “que toda
proposición que no es estrictamente reducible al simple enunciado de
un hecho, particular o general, no puede tener ningún sentido real e
inteligible”. “la pura imaginación pierde así irrevocablemente su antigua
supremacía mental y se subordina necesariamente a la observación”.46
El positivismo quedaría caracterizado como un empirismo.

En tercer lugar: ¿para qué observar hechos?, para formular leyes


a partir de ellos. Escuchemos a Comte: “la revolución fundamental que
caracteriza la virilidad de nuestra inteligencia consiste esencialmente en
sustituir en todo la inaccesible determinación de las causas propiamente
dichas, por la simple averiguación de leyes, o sea, de las relaciones
constantes que existen entre los fenómenos observados”. 47

No se trata de una simple observación ocasional y ociosa, sino


de una observación cuidada y controlada, que nos permitiría hablar
de experimentación, para establecer precisamente regularidades en
los hechos, regularidades que no abren juicios sobre las causas, ya que
éstas para Comte, nos remiten a problemas metafísicos extraños a la
ciencia. La deducción de esas regularidades, la formulación de esas
leyes deducidas de los hechos, permitiría volver sobre los mismos para
explicarlos (circulo vicioso del positivismo) (cap. 5)

En cuarto lugar: ¿Cuál es el objetivo, el “destino de las leyes


positivas” para usar las palabras de Comte?: la “previsión racional”.
“En esta leyes sobre los fenómenos consiste realmente la ciencia para
la que los hechos propiamente dichos, por muy exactos y numerosos
que pudieran ser, no significan jamás otra cosa que materiales
indispensables”; “el verdadero espíritu positivo consiste, sobre todo, en
ver para prever, en estudiar lo que es para deducir lo que será”.
46 Comte, Augusto, Discurso sobre el espíritu positivo, Buenos Aires, Aguilar, 1965, p.54.
47 Comte, op.cit., p.55.
253
Colección de Ciencias Sociales

Poder prever y predecir hechos y acontecimientos, permite


también aumentar el margen de eficacia en el control de los mismos;
de allí la “utilidad” de la ciencia, de allí el “poder” de la ciencia. Esto
nos permite señalar cómo esta concepción de la ciencia responde a una
determinada demanda social en un momento histórico preciso: ascenso
de la burguesía como clase dominante que necesita de un saber “útil”,
un saber que sirva a su lucha por el control y el dominio de la naturaleza
y de los hombres. Por ello, el positivismo representa algo más que una
concepción sobre el quehacer científico, se inscribe en el marco de una
ideología de clase, la ideología de la burguesía, en lucha, por aquel
entonces, con los restos de la ideología feudal.

En quinto lugar, y para terminar esta breve y esquemática


caracterización del positivismo, nos referimos al dogma que lo unificaba:
el dogma del progreso. Durante el feudalismo dominaba la creencia en la
inmutabilidad del orden establecido, frente a ello la burguesía opuso la
creencia en el progreso, donde progreso científico, tecnológico y social, era
considerados indisolubles “por su naturaleza absoluta, y, por consiguiente,
esencialmente inmóvil, la metafísica y la teología no podrían significar, ni la
una ni la otra, un verdadero progreso, o sea un avance continuo hacia una
meta determinada”. El lugar de la metafísica y la teología dominantes en la
Edad Media, será ocupado por el “espíritu” positivo. Pero a esa formulación
del progreso podríamos preguntarle: ¿avance continuo de quién? Augusto
Comte nos diría de la “humanidad”. Respuesta que enmascara algo:
la división y la lucha de clases que caracteriza la “humanidad”. ¿Cuáles
son esas metas a alcanzar? ¿Metas absolutas establecidas de una vez para
siempre como objetivos indiscutibles de la “humanidad”? ¿Quién las
estableció, cuando, por qué, para qué?

Volviendo a la cuestión que nos llevó a hacer una sintética


caracterización de la ideología positivista, para especificar las
condiciones y concepción que determinan la creencia en una relación
directa y proporcional entre cuantificación y ciencia, podemos ahora
avanzar un poco más sobre otros aspectos implícitos en esa postulación:
48 Comte, A., op. Cit., p. 59-60.
49 Comte, A., op, cit., p. 111.
254
Modalidades de abordaje metodológico

La ciencia es concebida como la representación formal del


objeto dado empíricamente. Representación formal que haría necesario
el código matemático para que pueda hablarse de ciencia. Por este
camino se desemboca en la distinción entre ciencias formales y ciencias
fácticas. Estas últimas solo podrían alcanzar el rango de las primeras
al expresarse en el lenguaje de lo formal, esto es, cuantificando sus
resultados y estableciendo leyes o regularidades entre los mismos.

Se considera que la dimensión cuantitativa es inherente a la


esencia de los fenómenos y hechos que se ofrecen a nuestra observación,
dimensión que puede “extraerse” de ellos aplicando el método
cuantitativo a las observaciones y datos obtenidos por experimentación.
Se desconoce que la cuantificación es posible cuando se dispone de ese
objeto formal y abstracto que es el número, producto de la práctica
científica de las matemáticas. Es decir, que el número no surge por un
proceso de abstracción-extracción de una dimensión cuantitativa que
estaría en la esencia o como escondida en las cosas. La creencia pitagórica
en la preexistencia de lo cuantitativo lleva incluso a suponer que el
mundo estaría estructurado matemáticamente. Antes de los números
decimos “mucho” o “poco”, después de los números, de la producción
de ese objeto formal abstracto, decimos “cien” o “cincuenta”.

Si la ciencia es un proceso de acumulación de datos sobre un


objeto observado, hay ciencia en la medida que aumenta la precisión,
precisión que sería solidaria del método cuantitativo. La expresión
numérica de un fenómeno o una relación sería garantía de exactitud
en la observación, de rigor en la formulación de la ley y de precisión
en los límites de la predictibilidad. De este modo se reduce el problema
de la ciencia a una cuestión de método. Es notoria la distancia entre
esta posición y la concepción discontinuista materialista explicitada y
fundamentada en capítulos anteriores.

255
Colección de Ciencias Sociales

Cuantificación en psicología

Al comenzar nuestro siglo la psicología necesitaba transformarse


en un saber “útil” y también mostrarse como ciencia. ¿Cómo hacer para
transformar esa disciplina, menospreciada por la “gente de ciencia”,
considerada mera especulación filosófica, metafísica, cuando no obra
de charlatanes que no merecían crédito ni atención o que, a lo sumo,
era vista como una extensión de la fisiología de los sentidos? El status
científico alcanzado por otras disciplinas y, en particular, la misma
fisiología, ponía de relieve su método, el uso de la experimentación y la
cuantificación de los datos. Autores como Marx y Hillix manifiestan: “No
debe sorprender que la psicología, que había sido una suerte de prima
segunda de la ciencia, se vuelque cada vez más hacia las matemáticas
buscando una puerta de acceso a la respetabilidad”.50 George Politzer
refiriéndose a la misma situación destaca que esta “pariente lejana”
recibía las matemáticas de tercera mano, luego de su amistad con la
fisiología quien a su vez la tomó de la física, única ciencia que la recibió
directamente.

Es decir, la psicología de la conciencia, impregnada por la


ideología positivista dominante a fines del siglo XIX y comienzos del
XX, condicionada por una demanda en cuyo centro está la necesidad
de observar hechos y sus regularidades, para poder prever, para poder
controlar, introduce el método cuantitativo en su campo de acción que,
en adelante, y en forma solidaria con el cambio metodológico, será el de
la conducta como manifestaciones observables, tratando así de alcanzar
el rango de ciencia. Se trataba de cambiar de hábito, en vez de especular
había que experimentar, calcular y medir, para lograr respetabilidad,
pero, sobre todo, buscando esa “eficacia” que la ideología positivista
espera de la ciencia. En el caso de la psicología para el control de la
conducta, la meta soñada por ese “revolucionario” de la psicología que
fue John Watson.

50 Marx, Melvin y Hillix William, Sistemas y teoría psicológicos contemporáneos, Buenos Aires,
Paidos, 1969, p.387
256
Modalidades de abordaje metodológico

En términos más inocentes y para aquéllos que no intenten leer


entre líneas los únicos objetivos perseguidos serían:

Objetividad, prescindiendo al máximo en los juicios y observaciones


del punto de vista del observador.
Comparabilidad de los datos obtenidos en distintos momentos y por
distintos observadores.
Comunicabilidad de los mismos usando ese “lenguaje” universal
que serían los números.
y, sobre todo, verificabilidad de las conclusiones elaboradas.
Volveremos más adelante sobre el significado de esa palabra
“verificabilidad”.

¿Qué es medir?

La definición más sencilla nos dice que medir es asignar números


a objetos o acontecimientos de acuerdo con ciertas leyes. El proceso
según el cual “el hecho se vuelve número” según A. Badiou.51

Es comparar un objeto o acontecimiento con una escala o


unidad de medida, el metro por ej., que es arbitraria y convencional. La
comparación debe respetar ciertas reglas y de ese proceso de medición
se obtiene un resultado, un número que expresa cuán-tas veces el objeto
o acontecimiento contiene la unidad de medida.

Así, los elementos distinguibles en el proceso de la medición son:

Un instrumento o escala de medida. Ejemplo el metro. En el caso


de la psicología, los tests mentales (sus haremos) a los que dedicamos
un capítulo aparte.

Una técnica de medición que está en función del instrumento y


de las propiedades del objeto a medir. Así, no se puede medir la altura de

51 Badiou, Alain, El concepto de modelo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, p.25.

257
Colección de Ciencias Sociales

una persona con una balanza, es necesario el metro y el sistema decimal,


y es preciso usarlo correctamente, por ej., ponerlo vertical a partir del
punto de apoyo en que está el sujeto en cuestión parado y paralelo al
mismo. E n el caso de la psicología los manuales de los tests mentales
son fundamentalmente el conjunto de técnicas o procedimientos para
su uso correcto.

El sistema de los números, sobre cuyo concepto aclararemos


algo más en el párrafo siguiente.

Establecimiento y justificación a priori del cumplimiento de la


regla del isomorfismo, sobre la que también volveremos enseguida, sin
la cual no hay medición aunque se haya procedido a asignar números a
objetos o acontecimientos.

Análisis y reflexión en torno a los datos numéricos que aporta


nueva información al permitir la interpretación de los datos obtenidos
sobre el fenómeno en cuestión. Para ello, se opera sobre el sistema de los
números y se usan modelos matemáticos que, gracias al isomorfismo
o correspondencia previamente definido, hace posible obtener nueva
información sobre el fenómeno en estudio por el método hipotético-
deductivo.

¿Qué son los números?

Una exposición amplia de este tema nos alejaría de la problemática


que nos ocupa y tendría que encuadrarse en el marco de una reflexión
epistemológica sobre las matemáticas y de una consideración de la
historia de dicha ciencia.

Sólo nos interesa aquí precisar lo siguiente: los números son


objetos formales abstractos, productos de una práctica científica. Esa
práctica fija sus propiedades y los designa con signos que en nuestro
idioma son uno, dos, tres, etc. Es decir, el número no es una abstracción
de la cosa contada, no es un atributo de la cosa contada a la cual estaría
258
Modalidades de abordaje metodológico

estrechamente ligado; es lo que permite contar las cosas, lo que abre la


dimensión de la magnitud. Un “montón de piedras” es un “concreto
real”; “cien piedras” es el concreto de pensamiento que me permite dar
cuenta de ese concreto real, pero que no es ni está oculto en ese concreto
real, “cien piedras” no es el “montón de piedras”. Es inútil buscar el
número “100” entre las piedras. El número es aportado por la actividad
científica de los matemáticos que está ya incorporada al patrimonio
cultural de los sujetos individuales que cuentan objetos. Tampoco es una
entidad mágica o metafísica que ordene el caos de lo fenoménico. Por
ser una producción científica integra un verdadero sistema conceptual
que elimina la arbitrariedad en la utilización de esos signos.

La regla del isomorfismo

Medir es asignar números de acuerdo a ciertas reglas. La más


importante de estas reglas es la del isomorfismo. Según ella, para que
la medición tenga validez debe haber una correspondencia entre las
propiedades del fenómeno a medir y las propiedades del número que,
como ya hemos planteado, están determinadas por una ciencia, las
matemáticas, que eliminan la arbitrariedad en el uso de los mismos si se
quiere que el signo del número siga significando un número.

259
12
INTRODUCCIÓN
EL MÉTODO EN LAS RELACIONES
INTERNACIONALES

Celestino del Arenal

Arenal, C. (1990).
Introducción a las Relaciones Internacionales. Ed. Tecnos.
Madrid, España. 3a. edición.
pp. 453-461.
Introducción el método en las relaciones
internacionales

Si hasta ahora hemos tratado de exponer qué son las relaciones


internacionales y cuál debe ser, en consecuencia, el sentido de esa
ciencia, hemos de señalar igualmente cómo el científico llega a conocer
esa realidad, pues una cosa es el sector de la realidad social que hemos
acotado como objeto de estudio y otra los medios y cauces que se han
de utilizar para su conocimiento. Lo propio del método es ayudar a
comprender no tanto los resultados de la investigación científica,
como el proceso de investigación mismo.

En cualquier caso, como señalara SCHULE, refiriéndose al


derecho internacional, pero aplicable a las relaciones internacionales,
no hay separación entre teoría y método, entre el concepto y la
metodología, por el contrario, existe una relación necesaria entre un
determinado objeto y el método utilizado, pudiendo decirse que, en
última instancia, el concepto que se haya adoptado de una determinada
ciencia condiciona los cauces del conocimiento científico52. REYNOLDS,
en igual sentido, manifestará que «una clara distinción entre método y
teoría no es posible, pues todo tipo de análisis está sujeto a postulados
teóricos estén explícitos o no [...]. Consecuentemente la investigación
está condicionada por la teoría. El uso de un método es en realidad la
aplicación, antes que el origen, de la teoría»53.
52 SCHULE, A., «Methoden des Volkerrechts», Archiv des Vólkerrechts, vol. 8 (1959-1960), p.
135.
53 REYNOLDS, Charles, Theory and Explanalion in International Politics, Londres, 1973, p. 63.
Colección de Ciencias Sociales

Esta imposibilidad de distinguir claramente entre teoría y


método hace que sea necesario introducir la noción de «técnica». De
acuerdo con KAPLAN, los métodos «son principios lógicos o filosóficos
suficientemente específicos como para estar relacionados con la ciencia
en cuanto hacer distinto de otras empresas e intereses humanos. De esta
forma, los métodos incluyen procedimientos tales como la elaboración
de conceptos e hipótesis, la realización de observaciones, mediciones
y experimentos, la construcción de modelos y teorías, la explicitación
de explicaciones y la realización de predicciones»54. De otro lado, las
técnicas son «los procedimientos específicos [...] utilizados en una
ciencia dada o en un contexto particular de indagación de esa ciencia»55.
Todo proceso de investigación exige la utilización de procedimientos
operativos rigurosos, adaptados al tipo de fenómeno que se estudia y al
objetivo que se persigue. Existe, pues, una clara interdependencia entre
métodos y técnicas, pero deben distinguirse de forma precisa como
única forma de enfocar correctamente la cuestión que nos ocupa. Como
señala GRAWITZ, «la técnica representa las etapas de operaciones
limitadas, ligadas a elementos prácticos, concretos, adaptados a un fin
definido, mientras que el método es una concepción intelectual que
ordena un conjunto de operaciones, en general varias técnicas»56.

Hemos dicho al formular el concepto de relaciones


internacionales que la ciencia de las relaciones internacionales es
teoría de la sociedad internacional en cuanto tal. Con ello estamos ya
formulando nuestra concepción metodológica, pues la realidad objeto
de estudio y el enfoque científico adoptados condicionan el enfoque
metodológico.

Frente a aquellos estudiosos de las relaciones internacionales


para los que el problema del método es un problema accidental que

54 KAPLAN, Abraham, Time Conduct of lnquiry. Methodology for time Behavioral Science, San
Francisco, 1964, p. 23. Vid., también: GRAWITZ, Madeleine. Méthodes des sciences sociales,
2.” ed., París, 1974, pp. 331-333.
55 KAPLAN, Abraham, op. c/í., p.19.
56 GRAWITZ, Madeleine, op. cit, p. 333.
264
Modalidades de abordaje metodológico

no tiene por qué ocupar el esfuerzo investigador del internacionalista,


nuestro punto de partida es radicalmente distinto, pues estimamos que
la indagación metodológica es el camino que permite estructurar el
conocimiento científico de la realidad objeto de estudio.

Además, en el campo de las relaciones internacionales la cuestión


del método ha jugado un papel especial, tanto por la propia evolución
histórica del estudio de las relaciones internacionales como por el
debate teórico-metodológico que ha caracterizado sus más recientes
desarrollos57.

Al estudiar la génesis de las relaciones internacionales como


disciplina científica tuvimos ya ocasión de ver cómo el método de
análisis ha ido íntimamente ligado a la evolución «científica» del estudio
de las relaciones internacionales, a través del derecho internacional,
la historia diplomática y la diplomacia, que proporcionaban sus
métodos particulares. Posteriormente, una vez establecidas las
relaciones internacionales como disciplina científica, ha sido la ciencia
política la que ha impuesto su metodología. El resultado ha sido una
clara inadecuación entre la realidad que debe estudiarse, la sociedad
internacional, y los métodos aplicados para ello, como ya hemos visto.

Al mismo tiempo, y no menos importante, esa exportación


de métodos desde la ciencia política a las relaciones internacionales
ha traído consigo, en general, un abandono del intento de elaborar
una teoría general de las relaciones internacionales y una atención
desmedida a lo que se han llamado teorías «intermedias», que no eran
sino simples métodos en el mejor de los casos, cuando no simples
técnicas. El propio debate entre tradicionalistas y cientifistas era más
un debate metodológico que una polémica teórica propiamente dicha.
En este sentido, cuando en 1969, KNORR y ROSENAU definan los

57 Vid.: NICHOLSON, Michael, «Methodology», en M. LIGHT y A. J. R. GROOM (eds.), International


Relations. A handbook of Current Theory, Londres, 1985, pp. 90- 99, y «The Methodology
of International Relations», en S. SMITH (ed.), International Relations, British and American
Perspectives Oxford/Nueva York, 1985, pp. 56-70.
265
Colección de Ciencias Sociales

principales aspectos del gran debate que dividía a los tradicionalistas


y a los partidarios del enfoque científico en el estudio de las relaciones
internacionales, no dudaron en afirmar que «no es la sustancia de la
política internacional lo que es objeto de controversia. El problema
central es el modo de análisis y no el objeto mismo»58. Todo ello pone
de manifiesto que las relaciones internacionales en su desarrollo como
ciencia han estado más preocupadas por cuestiones metodológicas, o si
se prefiere técnicas, que por la teoría propiamente dicha, o mejor, más
por los métodos de análisis que por la realidad que debía estudiarse,
con lo que se explicarían muchos de los defectos y carencias que hemos
visto. No puede extrañar así que WALTZ afirme que «la mayor parte de
los estudiosos de la política internacional no han observado el proceso
de indagación requerido. Peor todavía, no han sido capaces de establecer
cuál podría ser el proceso requerido de sus indagaciones. Se han
preocupado mucho por los métodos y poco por la lógica de su uso. Esto
invierte la verdadera prioridad de la empresa, pues una vez se adopta
una metodología, la elección de los métodos se transforma meramente
en una cuestión táctica»59. Se trata de lo que SCHWARZENBERG ha
denominado el imperialismo de la metodología, que tiene lugar «cuando
son los problemas los que se adaptan a los métodos y no a la inversa»60.

De esta forma nos encontramos en nuestro campo con que una


parte importante de las «teorías» desarrolladas lo han sido al margen
del objeto de estudio de nuestra ciencia y de un planteamiento teórico
de base nacido del mismo, lo que explica en gran medida su pobreza
intelectual y teórica y la enorme fragmentación teórica existente, y, en
definitiva, lo poco que se ha avanzado en el camino de una teoría de las
relaciones internacionales.

Se impone, pues distinguir el método de las técnicas de


investigación y elevar el método a su justo lugar, ya que éste, como afirma
58 KNORR, Klaus, y ROSENAU, James N., «Tradition and Science in the Study of International
Politics», en K. KNORR y J.N. ROSENAU (eds.),Contending Approaches to International
Politics Princeton N J 1969.
59 WALTZ, Kenneth N., Theory of International Politics, Reading, Mass., 1979, p. 13
60 SCHWARZENBERG, R. G., Socíologie Politique, París, 1974, p. 18.
266
Modalidades de abordaje metodológico

PEÑA, aunque nos sirve para determinar las técnicas, «debe brindamos
ante todo una concepción del mundo, o sea, el cómo vamos a percibir
las cosas y los procesos, y a partir de esto nos debe servir como el «hilo»
conductor para penetrar en las cosas, encontrar su esencia, descubrir la
razón de ser de los procesos y entender su desarrollo y transformación. Por
lo tanto, el método va a descubrir, no a crear, la realidad concreta y objetiva
de las cosas. En este sentido, la creación científica del conocimiento se va a
encontrar determinada en última instancia por el método de estudio y el
substratum filosófico que éste contenga»61.

El problema del método no es, pues, un problema baladí en las relaciones


internacionales. En toda ciencia es evidente la necesidad de un marco
metodológico general tanto para la aprehensión de la realidad que se
estudia como para la creación de teorías que reflejen esa realidad. Pero
bien entendido que un método de conocimiento no se agota en sí mismo,
sino que es el camino para llegar a actuar sobre esa misma realidad.

En el estudio de la realidad social se pueden esquemáticamente


distinguir tres orientaciones fundamentales teórico-metodológicas62.

En primer lugar, la orientación representada por las teorías que


podríamos llamar esencialistas, cuyo objetivo es el descubrimiento
de la esencia de la naturaleza del hombre y de las diversas entidades
sociales, bien mediante una reflexión filosófica que se sitúa a nivel de
un conocimiento racional Fundado en una racionalidad supra empírica,
bien a través de una comprensión intuitiva. Lo que generalmente las
caracteriza es el papel que juega el deber ser, de ahí su naturaleza
frecuentemente normativa.

En segundo lugar, la orientación teórica empírica, de acuerdo


con la cual una teoría es un conjunto coherente de proposiciones
sometidas a verificación por confrontación con los hechos. Su objetivo
61 PEÑA GUERRERO, Roberto, «La alternativa metodológica para la disciplina de las relaciones
internacionales: la dialéctica», en El estudio científico de las relaciones internacionales.
México, 1978, 140-141.
62 Vid.: BRAILLARD, Philippe.,Théories des relations internationales, París, 1977, pp. 15-16.
267
Colección de Ciencias Sociales

no es descubrir la esencia de las cosas, sino presentar un conjunto


de proposiciones generales que permitan explicar los diversos
comportamientos, interacciones y procesos en el plano social. Para
lograr tal fin estas teorías suponen una descripción y una clasificación
de los datos y tienden a una previsión de los fenómenos que explican.

En tercer lugar, la orientación teórica que parte del método


histórico-dialéctico, abordando la sociedad como totalidad y que busca
poner de manifiesto sus antagonismos estructurales y contradicciones
y poner al día, a través de una hermenéutica de sentido objetivo de
la historia, las leyes dialécticas de ésta. En esta perspectiva, la teoría,
además de instrumento de conocimiento, es instrumento de acción en
la realidad social.

En el campo de las relaciones internacionales estas tres grandes


orientaciones están presentes, pero han jugado también un papel relevante
desde un punto de vista histórico. ORTIZ-ARCE, en esta misma línea,
ha puesto de manifiesto cómo la evolución y dinámica de la sociedad
internacional ha repercutido tanto en el concepto como en el método. En
una primera fase, propia de una sociedad internacional geográficamente
reducida, como la europea, cristiana o civilizada, compuesta por grupos
sociales relativamente homogéneos, caracterizada por estructura de
yuxtaposición entre Estados y determinada por el exclusivismo estatal
y los objetivos de estabilidad y statu quo, «el método como vía de
conocimiento resultaba abrumadoramente menos importante que el
método como vía de construcción; en otros términos: al perderse de
vista generalmente las realidades económicas, sociales, políticas, en
favor de los vaciados formales, de los conceptos y categorías abstractas,
se produjeron grandes construcciones de matiz idealista alejadas de la
realidad [...]»63. El desarrollo de las grandes corrientes metodológicas
iusnaturalista, racionalista y positivista responden a esa realidad. En
una segunda fase, en la que la sociedad internacional establece nuevos

63 ORTIZ-ARCE DE LA FUENTE, Antonio, «Consideraciones metodológicas en Derecho Interna-


cional Público (I)», Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, n. 6 0
(1980), p. 23.
268
Modalidades de abordaje metodológico

marcos de cooperación y se organiza parcialmente, experimenta un


proceso de universalización y de ampliación del número de actores,
diferenciados y heterogéneos, el método como vía de conocimiento
de la realidad social aparece con más relieve que el método como vía
de construcción. Con la marginación de las elaboraciones formales y
abstractas derivadas del positivismo «se entra en la nueva fase que
parte principalmente del análisis de la realidad social. En torno a ésta se
pueden retener los métodos sociológico, axiológico realista y dialéctico,
que, con diferente alcance y período de aparición, caracterizan el cuadro
europeo de un modo progresivo tras la primera guerra mundial»64.

TRUYOL ya señaló que «el antagonismo metodológico que en la


teoría general del conocimiento opone el racionalismo y el empirismo, se
manifiesta en la teoría de las relaciones internacionales bajo la forma de
un antagonismo entre el “idealismo” y el “realismo”, siendo el primero el
heredero del racionalismo de la Ilustración, que operaba deductivamente
desde postulados a priori y singularmente desde el supuesto de un estado
de naturaleza, y el segundo fruto de la reacción del empirismo positivista»65.
Tal afirmación con ser exacta debe entenderse en sus justos términos, es decir,
deja al margen el materialismo-dialéctico en cuanto método de conocimiento,
que supone en cierta medida una superación de ese antagonismo y un
planteamiento del problema desde una óptica diferente.

Nuestra propuesta metodológica, en función de la realidad


objeto de estudio, la sociedad internacional, y del planteamiento teórico
expuesto, no puede ser otra que la que, tomando como marco general
el método dialéctico, desemboca en la metodología propia del enfoque
sociológico-histórico, único que permite utilizar plenamente la categoría
de totalidad como expresión de la realidad y como vía de aprehender
la misma. PIAGET ha señalado, refiriéndose a las ciencias nomotéticas
del hombre, entre las que, en nuestra opinión, deben situarse las
64 ORTIZ-ARCE DE LA FUENTE, Antonio, «Consideraciones metodológicas... (II)», op. Cit. n ° 6 1
(1980), p. 69.
65 TRUYOL, Antonio, La teoría de las relaciones internacionales como sociología (Introducción
al estudio de las relaciones internacionales), 2da. ed. revisada y aumentada, reimpresión
con una Bibliografía adicional, Madrid, 1973, p. 72.
269
Colección de Ciencias Sociales

relaciones internacionales, que el factor esencial en el desarrollo científico


«ha sido la tendencia a la delimitación de problemas, con las exigencias
metodológicas que esto lleva consigo», es decir, que «la fase científica de
la investigación empieza cuando el investigador, separando lo verificable
de lo que es reflexivo o intuitivo, elabora métodos especiales, adaptados a
su problemática, que sean a la vez métodos de análisis y de verificación»66.

Desde esta óptica, sólo la sociología y la historia, adaptadas a la


realidad que se pretende estudiar, pueden dar cuenta de los fenómenos
sociales totales. Como establece GRAWITZ, «la historia presenta una
sucesión de fenómenos sociales totales, en lo que tienen de único en su
género, de irremplazable [...]. El objeto de la sociología es la tipología
de los fenómenos sociales totales, tipología que [...] tiende a captar una
realidad bastante indistinta para acentuar sus diferencias. El método
sociológico alcanza, pues, un resultado discontinuista sobre un objeto
relativamente continuo. El método histórico, por el contrario, va a llenar las
lagunas de los hechos y acontecimientos, apoyándose sobre un tiempo,
quizá artificialmente reconstruido, pero asegurando una continuidad,
una trama a los fenómenos». De hecho, ambos se complementan67.

De esta forma, el método sociológico permite, más adecuadamente


que otros, aproximarse a la realidad de las relaciones internacionales, no
requiriendo el uso de metáforas que distorsionan la realidad. Además,
es más comprensivo, en cuanto que toma en consideración todos los
fenómenos que son sociales. Finalmente, es un método fundamentalmente
empírico que trata de comprender la realidad en sí misma. Nuestra teoría
debe derivarse directamente de la observación, antes que de la intuición
o postulados a priori, debe partir de un planteamiento empírico, de un
conocimiento de la realidad internacional.
Por su parte, el método histórico permite aprehender la sociedad
66 PIAGET, Jean, «La situation des sciences de l’homme dans le systéme des sciences», en AAVV,
Tendances principales de la recherche en sciences sociales et humaines-Partie I: Sciences
Sociales, París/La Haya, UNESCO, 1970; versión castellana: «La situación de las ciencias del
hombre dentro del sistema de las ciencias», en AA. VV, Tendencias de la investigación en las
ciencias sociales, trad. de P Castrillo, Madrid, 1973, pp. 6 0 y 63.
67 GRAWITZ, Madeleine, op. cit., pp. 421 - 422.
270
Modalidades de abordaje metodológico

internacional en su propia dinámica evolutiva, lo que posibilita el estudio


de sus procesos de cambio y conflicto. Pero método histórico en un doble
sentido. De un lado, como historia sucesión, como explicación histórica del
devenir de la sociedad internacional y de sus procesos y cambios, en el que
la noción de tiempo juega un papel decisivo. De otro, en la línea del método
genético, que busca la génesis de los acontecimientos, en el que el tiempo es
secundario, es decir, es el subproducto de una génesis que tiene su propio
ritmo y que busca la causalidad de los hechos mismos. El método histórico,
además, nos capacita para comparar, para identificar las variables que han
influido en el carácter de las distintas sociedades internacionales a través
del tiempo y en el comportamiento de los actores dentro de las mismas.

El estudio de las relaciones internacionales exige en consecuencia


el método comparativo. Si ya Augusto COMTE y Emilio DURKHEIM
afirmaron que la comparación constituye el método fundamental de
las ciencias sociales, recientemente FRIEDLANDER y COHÉN han
señalado que «es el único método posible si se quiere que la teoría escape
al dominio de lo particular y adquiera un alcance suficiente para permitir
la comprensión de las estructuras y de los procesos subyacentes»68. Ante las
dificultades que presenta la experimentación en el campo de las ciencias
sociales, la comparación es el único método que permite al teórico analizar el
dato concreto, establecer los elementos constantes y generales. En definitiva,
como apunta DUVERGER, al análisis de las semejanzas y diferencias entre
las sociedades y las instituciones constituye el medio más apropiado para el
descubrimiento de leyes sociológicas»69. El peligro del mismo consiste en la
realización de comparaciones artificiales, si no existe una cierta analogía entre
los fenómenos comparados, lo que exige una especial atención por parte del
investigador. Ello supone que la aplicación principal del método comparativo

68 FRJEDLANDER, Saúl, y COHÉN, Raymond, «Réflexions sur les tendances actuelles de la re-
cherche en relations internationales», Revue Internationale des Sciences Sociales, vol. 26
{1974), p. 52. Vid. también: DEUTSCH, Karl W., «La théorie des systémes et la recherche
comparative», Revue Internationale des Scien-ces Sociales, vol. 37 (1985), pp. 5-19; y LISLE,
E. A., «Les comparaisons internationales comme méthode de validation en sciences sociales»,
ibídem, pp. 21-32.
69 DUVERGER, Maurice, Methodes des Sciences Sociales, París, 1961; versión castellana: Mé-
todos de las ciencias sociales, trad. de A. Sureda, 10. ed., Barcelona, 1978, pp. 411- 412.
271
Colección de Ciencias Sociales

deberá tener lugar una vez los fenómenos objeto de la comparación han sido
adecuadamente descritos, identificados e interpretados.

En definitiva, todas las consideraciones anteriores sobre el


método nos llevan a la necesidad de aplicar el método dialéctico como
marco metodológico general. GRAWITZ no ha dudado en decir que el
método dialéctico es el más completo, «por no decir EL método, porque
se corresponde a las exigencias fundamentales de la noción misma del
método. Es, en primer lugar, una actitud frente al objeto: empírica y
deductiva... Representa, en segundo lugar, un intento de explicación de
los hechos sociales, es decir, que está directamente ligado a la noción de
totalidad»70. Noción que, como hemos señalado, es indispensable en la
construcción de una teoría de las relaciones internacionales.

FLORES OLEA señala que la aprehensión de la realidad tal


como es «consiste en la división de la unidad y en el reconocimiento
de sus momentos contrarios como partes constitutivas de dicha
unidad, de dicha totalidad. El todo contiene a las partes y cada una de
las partes, al mismo tiempo, contiene a las otras partes y a la unidad
como totalidad dialéctica. La forma general del movimiento dialéctico
expresa la contradicción de los momentos y su reconstrucción en una
unidad totalizadora, así como el pensamiento que conoce ese proceso.
El común denominador de la dialéctica es precisamente la categoría
de totalidad, como unidad integrada por momentos contradictorios y
complementarios entre sí. Esta forma general del movimiento dialéctico
expresa no sólo la estructura de la realidad —como estructura dinámica,
histórica—, sino el camino que debe seguir el pensamiento humano para
aprehender científicamente esa realidad»71. Así, uno de los principales
méritos del método dialéctico es que pone el acento sobre la unidad
70 GRAWITZ, Madeleine, op. cit, p. 447.
71 FLORES OLEA, Víctor, Política y dialéctica. Introducción a una metodología de las ciencias so-
ciales, 2da.ed., México, 1975, p. 43. Vid., también, en la misma línea: GONIDEC, R f. Relations
Internationales, 2da. ed., París, 1977, pp. 16-19. Este autor señala que el método dialéctico
«se interroga, primero, sobre el sistema social mismo considerado como totalidad. Define su
naturaleza, las características esenciales y a continuación utiliza la comprensión del sistema
social para explicar sus diferentes partes» y poner de manifiesto la causalidad existente (ibí-
dem, p. 18).
272
Modalidades de abordaje metodológico

de los fenómenos, de la realidad, sobre la idea de totalidad, en vez de


realizar en el seno de la realidad un corte artificial que conduce a aislar
los diferentes aspectos y fenómenos sociales, pues la realidad social,
y en consecuencia la realidad internacional, está constituida por una
variedad de hechos entre los que existe una relación dialéctica, así como
entre los hechos y la totalidad. De esta forma, de acuerdo con PEÑA, es
posible «concebir la realidad internacional como un todo estructurado
y dialéctico en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier
fenómeno o hecho internacional»72.

El método dialéctico, además, nos aporta un importante elemento


en orden a la compresión de la realidad, de cuyo significado ya nos
hemos hecho eco al exponer las bases de una teoría de las relaciones
internacionales, la noción del cambio universal y constante, pues, como
señala FLORES OLEA, «la dialéctica es la ley del movimiento histórico,
el proceso de totalización de una infinidad de momentos concretos —en
relación y en oposición unos con otros— con una dinámica constante que
se manifiesta, al unísono, en sentido horizontal y en sentido vertical73.

Por otro lado, ese carácter total de la visión de la realidad nos


permite resolver la cuestión de la incorporación e integración de las
aportaciones teóricas, métodos y técnicas que se producen tanto dentro
del campo de las relaciones internacionales como en otras ciencias sociales.

En las relaciones internacionales se plantea, por sus especiales


características, con especial énfasis una cuestión metodológica que
se hace patente a través de un doble fenómeno. De un lado, a través
del carácter multidisciplinario o transdisciplinario de relaciones
internacionales. De otro, a través de la parcelación teórico-metodológica
a que las relaciones internacionales están actualmente sometidas, como
consecuencia de la complejidad y globalidad de su objeto y juventud
científica.
La teoría de las relaciones internacionales investiga un sector
72 PEÑA GUERRERO, Roberto, op. cit. p. 150.
73 FLORES OLEA, Víctor, op. cit., p. 51. Vid., también: GONIDEC, P E, op. cit., pp. 19-21.
273
Colección de Ciencias Sociales

de la realidad social que es también objeto de consideración por


parte de otras disciplinas, si bien lo hace de una óptica peculiar que
es la de la sociedad internacional en cuanto tal. Ello significa que las
relaciones internacionales deben contar con los datos aportados por
otras disciplinas y, en consecuencia, que no pueden ser ajenas a las
aportaciones y métodos o técnicas características de cada una de ellas.
Ante esta cuestión el método dialéctico en cuanto actúa como integrador
de las aportaciones científicas que contribuyen a un mejor conocimiento
de la realidad social, nos permite incorporar las teorías y técnicas que
se formulan desde otras ciencias sociales, pero relativizando su validez
y sometiendo a crítica sus resultados. MESA , acertadamente, ha dicho,
refiriéndose al método dialéctico, que nos proporciona «una visión total
de la realidad internacional, un conocimiento complejo en el que se
conjugan los saberes proporcionados por otras fuentes del conocimiento,
pero nunca como compartimentos estancos, sino articulados puestos en
conexión unos con otros»74.

Lo mismo cabe decir respecto del parcelamiento teórico-


metodológico que caracteriza actualmente la teoría de las relaciones
internacionales. En este caso el método dialéctico puede actuar como marco
integrador sobre la base también de su relativización y consideración crítica.

Los dos fenómenos teóricos apuntados actúan, pues, en idéntico


sentido metodológico, poniendo de manifiesto la necesidad de establecer
un marco metodológico general proporcionado por el método dialéctico,
que haga operativo y relevante el estudio de la realidad internacional.
Finalmente, queremos hacer notar que el método no se agota en sí
mismo. Aunque su función es permitirnos conocer la realidad, debe
aspirar a un objetivo superior pues de otra forma, como señala MESA,
«el especialista de las relaciones nacionales se convierte irremisiblemente
en un “ingeniero social” del medio internacional»75. En este punto, el
método dialéctico, al permitimos conocer la realidad internacional como

74 MESA, Roberto, Teoría y práctica de las relaciones internacionales. 2da. ed., Madrid, 1980,
82-283.
75 MESA, Roberto, ibídem, p. 281.
274
Modalidades de abordaje metodológico

totalidad con sus contradicciones, nos da las bases para desarrollar


nuestro compromiso con los fenómenos internacionales que estudiamos,
nos faculta para conocer la realidad en el sentido de progresar en su
transformación. No debemos dar, como ya hemos puesto de manifiesto,
que la teoría de las relaciones internacionales debe ser medio para un
mejor entendimiento de las relaciones humanas con la mirada puesta
en la libertad, la justicia y la paz. SCHWARZENBERGER ya señaló si
en el estudio de las relaciones internacionales se impone un enfoque
primordialmente empírico, ello no equivale a una indiferencia axiológica
con respecto de la realidad, no constituye «una excusa para exigir un
análisis crítico de la sociedad internacional actual. En otras palabras, una
exposición realista de lo que es es perfectamente compatible con puntos
de vista constructivos acerca de lo que puede o lo que debería ser»76. En
suma, como concluye TRUYOL, «sólo una comprensión de la realidad
a partir de la realidad misma permitiría también actuar sobre ella y
orientarla en el sentido debido [...]. Las convicciones de los hombres
acerca de lo que debe ser son un ingrediente de la propia realidad, en
cuanto realidad humana, y han de ser tenidas en cuenta como factor
operante»77.

Desde esta perspectiva que venimos desarrollando, que parte


de la distinción entre el método y los métodos de trabajo y técnica de
investigación, la elección de un método en el estudio de las relaciones
internacionales no supone de ninguna forma la exclusión de otros
métodos y técnicas que el análisis de una realidad tan compleja y amplia
como la sociedad internacional exige para su adecuada comprensión.
En este sentido, la elección de los mismos dependerá del objeto concreto
y del propósito de la investigación, siendo necesario en muchos casos
combinar métodos y técnicas diversas para llegar a resultados válidos.

Las consideraciones realizadas en tomo al método en las

76 SCHWARZENBERGER, Georg, Powers Politics. A Study of International Society. Londres,


1941, 2da. ed., 1951; versión castellana: La política del poder. Estudio de la sociedad interna-
cional, trad. de J. Campos y E. González Pedrero, México, 1960, p. 5.
77 TRUYOL, Antonio, op. cit., pp. 73 -74.
275
Colección de Ciencias Sociales

relaciones internacionales nos llevan a una última cuestión, la de


la dificultad, por no decir imposibilidad, de estudiar las relaciones
internacionales, y de avanzar realmente en el camino de una teoría
de la sociedad internacional que dé respuesta a los graves problemas
de nuestro mundo, en un plano exclusivamente individual, dada su
complejidad y globalidad y el carácter transdisciplinario que tienen.
Se impone un trabajo de equipo, multidisciplinario, que sólo un
Departamento de Estudios Internacionales o un Instituto o Centro
de Relaciones Internacionales, dotado de los medios personales y
materiales necesarios, puede proporcionar. En caso contrario, nos
seguiremos moviendo a niveles de análisis y de construcción teórica
que no permiten avanzar sustancial y significativamente en el estudio
de una realidad, la internacional, que está condicionado y gravitando
vitalmente sobre nuestra existencia como seres humanos.

Desgraciadamente todavía en España no existe un Instituto


o Centro de esas características. Mientras esta situación continúe,
difícilmente nuestro país podrá avanzar en el camino de una teoría de
las relaciones internacionales y del análisis científico internacional y con
ello en el conocimiento de la realidad y los problemas internacionales.
En definitiva, mientras no se desarrollen los estudios internacionales en
España difícilmente podremos hacer realidad el objetivo que debe guiar
nuestro quehacer como internacionalistas: avanzar en la configuración
de un mundo más justo, libre y en paz.

276
13
CIENCIA
Y RELACIONES INTERNACIONALES

Rubén Cuellar

Cuellar, R. (2009).
Ciencia y Relaciones Internacionales.
Revista Multidisciplina de la facultad de estudios superiores
Acatlán. Número 3 febrero-marzo 2009.
pp. 54-74.
Ciencia y relaciones internacionales

Las Relaciones Internacionales

La “cientificidad” de la disciplina RRII


En buena parte de los estudios disciplinarios en RRII es
una práctica común determinar como premisa que las Relaciones
Internacionales son una ciencia, y que pertenece al grupo de las “ciencias
sociales”, sin esclarecer las implicaciones teóricas y conceptuales de
estas afirmaciones. Las Relaciones Internacionales, en un sentido rígido,
son una disciplina no-científica no sólo porque en las investigaciones
se desestima el uso del método científico, sino porque además en sus
estudios disciplinarios se usan tantos métodos como investigaciones
se desarrollan, es decir, se practican métodos heterogéneos78 en la
actividad de investigación, lo que le impide identificar una trayectoria de
progreso de la disciplina. Esta heterogeneidad metodológica complica
su progreso disciplinario. Múltiples métodos y diversos objetos de
estudios representan riqueza en recursos para el estudio disciplinario,
pero no fortaleza científica.

78 El caso del objeto de estudio lo abordamos desde el punto de vista de la ciencia como una refe-
rencia para el caso de las Relaciones Internacionales. En este ensayo no se pretende agotar la
discusión sobre el objeto de estudio disciplinario, pero sería indispensable abrir más líneas de
estudio sobre éste y otros elementos disciplinarios en las Relaciones Internacionales actuales.
Colección de Ciencias Sociales

Aún es necesario un estudio serio acerca de las potenciales


bondades de una heterogeneidad disciplinaria, pues sin duda habrá
en ello ciertas ventajas ante otras áreas que, en este aspecto, sólo
siguen un camino. Quizá la riqueza de un cuerpo heterogéneo estribe
en esas diversas formas de proceder, aunque ello conduzca, sin
embargo, a resultados diferentes para un mismo objeto de estudio.

Una disciplina científica tiene un objeto de estudio claramente


identificado, representativo de una sección de la realidad, y que
integrada al cuerpo de la ciencia, donde confluyen las demás
disciplinas, interactúa para entender, aprehender y explicar la
realidad en sus partes y en su totalidad.

La ciencia estudia la realidad, de por sí variada y en constante


cambio, mediante modelos parciales adecuadamente interconectados
y conjugados, y no a través de uno solo de ellos; modelos que son
productos del trabajo disciplinario en un frecuente ajuste con la
realidad (a su vez en constante transformación), pero también de
la amplitud y la profundidad del instrumental teórico y conceptual
con que cuenta la ciencia y sus disciplinas.79 Sobre esta dinámica, las
disciplinas no-científicas podrían construir en conjunto una riqueza
conceptual y teórica, al explicar con ese potencial una parte sustancial
de la gran realidad en la que está inmerso el ser humano. El reto aquí
es contar con un referente básico que permita estimar adecuadamente
el desarrollo, los avances y los aportes de la disciplina RI al corpus
cognoscitivo en general.

En particular aquellas disciplinas relacionadas con “lo social”


podrían conformar una heterogeneidad metodológica, y las Relaciones
Internacionales serían el lugar común, el punto que integra, el centro
de interacciones y demás vínculos disciplinarios. Sin embargo, aún
prevalece la idea de que las Relaciones Internacionales como rama
de estudio está compuesta sólo con las partes “internacionales” de
79 Véase Francisco Dávila, Teoría, ciencia y metodología en la era de la modernidad, México,
Fontamara, 1996, pp. 136-137.
280
Modalidades de abordaje metodológico

las disciplinas “sociales” como historia, geografía, política, derecho,


economía, sociología, entre otras80 (Figura 1). Lo inconveniente
aquí es, además de la enorme diversidad metodológica —incluso
la inexistencia de ésta—, los distintos propósitos y objetos de
estudio81 que todas ellas le imprimen. Ello complica la conjugación
o la interacción coherente de las estructuras disciplinarias, lo que
de paso constituye un reto a superar por la disciplina Relaciones
Internacionales.

La ciencia representa, por su parte, la unidad de las disciplinas


y el lugar natural de sus planteamientos y nuevos descubrimientos,
y no el aglutinante externo a ellas; la ciencia no es solamente un
refugio ni quien establece directrices ni dicta reglas de investigación;
no exige arbitrariamente el establecimiento de una teoría o de un
lenguaje común a todas ellas. De alguna forma la ciencia es el rector
disciplinario que no establece políticas ni lineamientos estrictos
a seguir por las disciplinas que la integran, pero simboliza la guía
de la investigación científica. Tanto el método como los demás
componentes de la estructura científica son, en estricto sentido,
modelos ideales, los cuales constituyen la columna vertebral de los
estudios e investigaciones científicas.

80 Celestino del Arenal, Introducción al estudio de las relaciones internacionales, pp. 464-465.
González Souza (1979) destaca que la opinión generalizada de que la disciplina RI tiene como
objeto de estudio sólo la parte internacional de las relaciones que se desarrollan en el mundo
(González Souza, “Una concepción totalizadora de las...”, pp. 12 y 15).
81 En general las llamadas disciplinas sociales tienen por objeto de estudio la sociedad y las re-
laciones entre los hombres. Pero no olvidemos que la ciencia es una actividad humana y que
sus disciplinas las realizan los hombres y grupos de ellos que se estudian desde las disciplinas
sociales.
281
Colección de Ciencias Sociales

Figura 1. Composición disciplinaria de las Relaciones Internacionales.


Prevalece la idea de que la disciplina RI se forma sólo de las fracciones
de carácter internacional de algunas disciplinas de “lo social”. Otras
áreas de estudio que alimentan el conocimiento de la disciplina RI son:
diplomacia, estrategia castrense, psicología, filosofía, antropología,
matemáticas.

El problema del objeto de estudio

El objeto de estudio es la parte que da especificidad a una


disciplina científica, la identifica y la distingue de las demás. La falta
de un objeto de estudio específico desorienta el camino disciplinario;
implica desconocer hacia dónde enfocar los esfuerzos de estudio, o tener
muchos de ellos significa dispersión en la actividad de investigación.

En general las disciplinas sociales tienen como objeto de estudio


a la sociedad y las relaciones humanas. En este sentido, siendo la ciencia
el resultado de una actividad de hombres en sociedad, aquélla tendría
que formar parte del estudio de todas las disciplinas sociales. Sin
embargo, la ciencia como actividad humana se ha desprendido de los
atavíos sociales y ha tomado su propio lugar como una forma específica
de conocimiento.
282
Modalidades de abordaje metodológico

Una primera percepción acerca de las Relaciones Internacionales


es que su objeto de estudio tiene que ver básicamente con la realidad.
Pero ¿cuál realidad? A lo largo de su vida como disciplina las Relaciones
Internacionales han adoptado y acumulado diversos objetos de estudio:
las relaciones entre los Estados, los nacionalismos, la búsqueda de una
paz permanente, la conflictiva internacional y su solución, el comercio
local, regional y mundial, la política del poder, las integraciones y
desintegraciones regionales, el medio ambiente, las religiones, las
culturas, entre otros. Todos ellos son aspectos que si bien no podemos
palpar o encerrar en un laboratorio, sí son manifestaciones de nuestro
entendimiento de la realidad internacional. De aquí que las Relaciones
Internacionales podrían ubicarse dentro de la parte fáctica de la ciencia,
con su misión de conocer con mayor precisión los sucesos de la realidad.82

Las Relaciones Internacionales, como resultado de la concepción


moralista de la búsqueda de una paz mundial duradera, han sido
estudiadas sobre bases puramente idealistas. Aunque el resultado de tal
idealismo fue la creación de organismos, mecanismos e instrumentos
jurídicos de alcance mundial que sentaron las bases institucionales para
el fomento y mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
(etapa jurídica),83 lo cierto es que desde entonces la disciplina no se ha
referido a ideas como objeto de estudio, y menos aún a abstracciones
puras, espirituales o utópicas. Los resultados del idealismo normativo
y originario son hoy la parte nomotética de un campo más amplio que
cubre la disciplina RI.

Podemos afirmar que la disciplina Relaciones Internacionales


no es idealista, y sí por el contrario es fáctica como, por ejemplo, lo
son la mayoría de las disciplinas científicas, las cuales recurren a la
realidad misma, personificada por la experiencia para convalidar sus
planteamientos.84 Es importante destacar que las disciplinas científicas

82 Véase Mario Bunge, La ciencia…, pp. 11-15.


83 E. Cárdenas Elorduy, “El camino hacia la teoría de las relaciones internacionales (biografía
de una disciplina)”,
84 Véase Mario Bunge, La ciencia…, p. 19.
283
Colección de Ciencias Sociales

no eluden el uso de modelos altamente abstractos como instrumentos


de análisis y estudio para su labor cognoscitiva, pues ellos son un
recurso sustancial de su actividad, pero son resultado de un proceso
de investigación rigurosa y sostenida en conocimientos científicos
precedentes.

Es adecuado, entonces, ubicar las Relaciones Internacionales en


la parte fáctica del corpus cognoscitivo en general. Luego entonces las
Relaciones Internacionales se refieren a los hechos, a la realidad, esa que
podemos percibir a través de nuestros sentidos y nuestro intelecto.

Y nos preguntamos de nuevo, ¿cuál realidad? ¿Sólo la


internacional o su totalidad? La falta de un acuerdo entre especialistas
sobre la realidad específica de la cual se encarga la disciplina RI 85 es per se
un problema estructural cuya consecuencia inmediata es precisamente
un rasgo de no-cientificidad.86

El estudio de la realidad en su totalidad como objeto de estudio


ya ha sido propuesto por Luis González Souza (1978), quien sostiene
que la especificidad característica de la disciplina, la realidad mundial,
puede estudiarse como objeto de estudio de la disciplina entendiéndolo
como una unidad, como un todo real y concreto, a través del prisma del
materialismo dialéctico e histórico. De acuerdo con esta perspectiva, la
disciplina RI es la mejor posicionada “…para estudiar la realidad en su
totalidad y como una totalidad”,87 que le permite concatenar e integrar

85 Esta divergencia en la realidad de estudio de la disciplina proviene desde la misma denominación


de la disciplina (véase Celestino del Arenal, Introducción al estudio…, op. cit., pp. 19-23).
86 Celestino del Arenal sostiene que a partir del replanteo de los postulados del realismo político
por parte de algunos especialistas de seguridad nacional en Estados Unidos nace una nueva ola
teórica llamada conductista en el estudio de las relaciones internaciones, que adoptan como
base de la investigación los elementos estructurales de la ciencia y sus disciplinas como son sus
técnicas, modelos lógicos y método.
87 Luis González Souza, “Una concepción totalizadora de las Relaciones Internacionales: clave para
comprender la especifcidad e importancia de la disciplina”, en Relaciones Internacionales, vol.
6, núm. 23, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, unam, octubre-diciembre, 1978,
p. 9. Este objeto de estudio de la disciplina, es decir, la realidad mundial, se compone de todas
las relaciones que se generan al nivel internacional: económicas, políticas, jurídicas, ideológicas,

284
Modalidades de abordaje metodológico

esa realidad. La concepción totalizadora de la disciplina RI podría ser


un prisma que facilita, según el autor, el análisis de la realidad como
un mismo fenómeno en constante movimiento, en donde interactúan
todos sus componentes económico, político, jurídico, etc. Las Relaciones
Internacionales tienen ese potencial unificador de las parcelas en que se
ha dividido la realidad mundial.

La perspectiva totalizadora es un aporte des-tacado para la


disciplina, pero la falta de continuidad en estudios vistos desde este
prisma teórico no nos permite dilucidar sus atributos o sus desperfectos,
además de que el materialismo dialéctico e histórico del que deriva esta
perspectiva teórica tiene su propio método, diferente al de la ciencia
moderna. Posiblemente esto tenga que ver, como sostiene el autor, con el
predominio de la ideología de las sociedades desarrolladas, no obstante
integrar en un solo enfoque la realidad mundial en su totalidad.

Pero ni la ciencia ni las humanidades cubren juntas toda la


realidad. Es precisamente este vacío que las disciplinas sociales intentan
llenar. Al menos podemos sostener que la realidad social es a las
disciplinas sociales en su conjunto como la realidad internacional es a la
disciplina RI en particular.

No se le podría exigir a la sociología explicar la composición


molecular de los suelos del fondo del mar porque para ello existen
disciplinas científicas como la química, la geología, la geofísica, las
cuales, con base en modelos teóricos construidos a partir de la realidad,
y a partir de corroboraciones previas y controladas,88 dan respuestas a
las interrogantes científicas. Tampoco podemos exigir a la biología que
culturales, etc., pero con la peculiaridad necesaria de ser éstas relevantes en el desarrollo de
los eventos mundiales. También los fenómenos (manifestaciones aparentes de la realidad),
procesos (movimiento constante de la realidad) y tendencias (curso que esa realidad puede
tomar en un determinado contexto histórico) son parte de esa realidad (ibid., pp. 12-13).
88 No siempre el proceso de corroboración y contrastación a través de técnicas, instrumentos y
mediciones directas de la realidad en estudio convalidan los modelos teóricos, pues muchos de
los descubrimientos más destacados se derivaron de fenómenos que se presentaron durante
ese proceso de manera extraordinaria e inesperada, y que hasta hoy son parte del conocimiento
científco aceptado que marcan las fronteras cognoscitivas.
285
Colección de Ciencias Sociales

estudie la conflictiva del Medio Oriente, pues son aspectos que no son
parte de su objeto de estudio. Pero eso no quiere decir que la química,
geología y biología no tienen nada que decir acerca del derrumbe del
bloque soviético, por ejemplo. De hecho la solidez de sus modelos
teóricos les permite acercarse a ese problema, no obstante estar fuera de
su campo y de su especialidad.

Por el contrario, la sociología difícilmente podría hacer alguna


aportación acerca, por ejemplo, del mapeo y de la manipulación genética,
avances científicos que por su parte ya están produciendo transformaciones
importantes en los campos antes considerados de exclusividad social; o el
derecho, por ejemplo, difícilmente podría al menos opinar con fundamentos
disciplinarios sobre las consecuencias del Big Bang que conlleva
implicaciones éticas y morales en los dogmas religiosos e ideológicos
en todo el mundo; o la economía por lo pronto está imposibilitada para
explicar el impacto en las sociedades del descubrimiento de agua en estado
sólido encontrada en las superficies lunar y marciana.

Desde hace medio siglo las disciplinas científicas y su estructura


interna se han ganado el reconocimiento de su consistencia de gran
parte de las disciplinas sociales. En los años cincuenta los conductistas
y cientifistas interpretaron el mundo y los acontecimientos a través del
instrumental teórico y metodológico de la ciencia, y sostuvieron que las
Relaciones Internacionales son lo suficientemente amplias y complejas
como para ceñirlas a un solo campo de las disciplinas sociales.89

Entonces, ¿qué parte de esa realidad le corresponde estudiar a


las Relaciones Internacionales? Sin duda no lo es toda, porque existen
las disciplinas de la ciencia y de las humanidades que se encargan de la
porción correspondiente de la realidad mejor que cualquier otra. Pero
afirmar que le corresponde sólo la parte “internacional” tampoco es
del todo claro, ni tampoco es conveniente para la disciplina, aunque
esta idea predomine en el panorama, porque implica autolimitaciones
disciplinarias profundas.
89 Celestino del Arenal, Introducción al estudio…, op. cit., p. 115.
286
Modalidades de abordaje metodológico

¿Dicha realidad “internacional” sólo se circunscribe al mapa


político actual? ¿Incluye descubrimientos científicos asombrosos fuera
de la atmósfera terrestre o extraordinarios hallazgos en sus fantásticas
profundidades marinas? ¿Esa realidad internacional incluye el estudio
de un cráter submarino en aguas internacionales con implicaciones en
la producción potencial y control de precios del petróleo? ¿O incluye
el estudio de una masa metálica con significaciones espirituales y
religiosas para millones de personas?

¿Cómo asimilar el impacto del calentamiento global en la


economía internacional con la extinción de especies marinas que
vulneraría la seguridad alimentaria? ¿La realidad internacional incluye
el deshielo de los polos y sus consecuentes elevaciones del nivel de los
océanos y su desalinización?

Lo evidente, al menos como primera aproximación, es que


la disciplina RI se ha enfocado más a realidades inmediatas —que
pronto son rebasadas— que a fenómenos potencial y poderosamente
revolucionarios de la vida internacional. Las perspectivas de los diversos
tópicos que en la actualidad abarca la disciplina son producto de lógicas
de trabajo que varían según el estilo y preferencia de sus investigadores.
Hasta hoy los planteamientos disciplinarios de las RI carecen además del
carácter predictivo, rasgo fundamental para toda disciplina científica,
que les permite demarcar las fronteras del conocimiento, y que en
adelante se convierten en planteamientos hipotéticos que guían el
avance de la ciencia en su conjunto. Las fronteras cognoscitivas ofrecen
la oportunidad de construir y reconstruir mediante la crítica rigurosa
las teorías, métodos y conceptos de la disciplina, y generan nuevas
explicaciones y nuevas interpretaciones de la realidad, dando lugar a
revoluciones del conocimiento disciplinario.90

90 Véase Graciela Arroyo, Metodología de las relaciones internacionales, México, Oxford University
Press, 1999, p. 8.

287
Colección de Ciencias Sociales

El potencial interdisciplinario

Una disciplina científica se caracteriza no sólo por tener una


estructura disciplinaria definida y completa, sino porque forma parte de
un cuerpo más general llamada ciencia, punto nodal donde confluyen
los conocimientos generados y donde se cataliza la interacción entre
estructuras disciplinarias.

Pero ¿cómo interactúan y operan las estructuras disciplinarias


en ese punto de confluencia las RI? Existen nociones que se han
propuesto para fomentar y explicar la integración disciplinaria:
multidisciplinariedad, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad.
La noción de multidisciplinaridad (Quincy Wright, 1955) sostiene la
confluencia de los conocimientos de otras disciplinas al estudio de los
fenómenos sociales, y que desde su aparición rompió con la disputa que
prevalecía hasta entonces entre las disciplinas sociales que defendían su
exclusividad sobre el tratamiento de los asuntos del mundo.91

Para Georges Gusdorf (1977) la multidisciplinariedad,


también conocida como pluridisciplinariedad, acumula y aglomera
los conocimientos y perspectivas de distintas disciplinas que no se
interconectan. La interdisciplinariedad implica un nivel de interacción
entre sus componentes que facilita un diálogo entre ellas, se articulan y
adquieren coherencia de las perspectivas. Sin embargo, esta interconexión
puede alcanzar una mayor convergencia y comunión entre esos campos
del saber en lo que se denomina transdisciplinariedad, la cual designa
a “...una perspectiva de objetivos que reunirá en el horizonte del
saber, según una dimensión horizontal o vertical, las interacciones y
preocupaciones de las diversas epistemologías...”92
91 I. Cid (comp.), Lecturas básicas para introducción al estudio de relaciones internacionales,
México, UNAM, 2001, p. 15. El carácter “internacional” de las ri requiere indudablemente
de un análisis profundo y un consenso entre los especialistas, pues el término contiene
implicaciones profundas en la gnoseología de la propia disciplina, más allá de su historia.
Véanse Quincy Wright, The Study of International Relations, 1955, cap. 1, pp. 3-8, y Celestino
del Arenal, Introducción al estudio…, op. cit., pp. 416-426.
92 G. Gusdorf, “Pasado, presente y futuro de la investigación interdisciplinaria”, en Apostel et al.,
Interdisciplinariedad y ciencias humanas, 1983, p. 41.
288
Modalidades de abordaje metodológico

La perspectiva transdisciplinaria ha sido considerada como


un paso posterior a la interdisciplinariedad (Cobo, 1986), es decir, que
supera los límites que impone la interdisciplinariedad, de forma que
todas las disciplinas y sus conocimientos se integran en un sistema
unificado. Esta perspectiva transdisciplinaria también está relacionada
con la capacidad de integración y síntesis de datos aportados por otras
disciplinas al estudio de la realidad internacional (Del Arenal, 1990).93

La interdisciplinariedad es la noción integradora de las


disciplinas y los conocimientos que más se ha desarrollado: sostiene
que dos o más disciplinas interactúan entre sí en estructuras,
teorías, conceptos, información, incluso en ideas. La perspectiva
interdisciplinaria pretende, además de conformar un cuerpo general
del conocimiento con el aporte de las demás disciplinas, procesar dicha
integración para retroalimentar a sus componentes. Con base en esta
noción las diversas formas epistemológicas se conjugan para conformar
una estructura disciplinaria integral.

La ciencia observa un comportamiento interdisciplinario, en el


que la interacción entre teorías, conceptos, métodos, objetos de estudio,
instrumentos técnico-analíticos, resultados e información va creando
nuevas áreas de estudio necesarias, en ese proceso interactivo, para la
aprehensión de la realidad.

Entre las disciplinas científicas el método es el punto común


que facilita su integración. El método científico guía en general la
investigación científica y permite a sus disciplinas converger en ese
punto común que es la ciencia. Así todas ellas integran un cuerpo
general congruente y consistente con sus grandes metas y objetivos,
incluso trascienden esos límites interdisciplinarios hacia un mayor
grado de conjugación.

93 Del Arenal, op. cit., p. 465. Cita, para ello, a Shoneld (1972), Preiswerk (1977) y Gusdorf
(1977).
289
Colección de Ciencias Sociales

Entre las disciplinas sociales la interacción es más una


aglomeración de datos e información que una interconexión estructural,
pues al no haber un procedimiento más o menos común de cómo
alcanzar las metas cada una de ellas recurre en la práctica a su lógica
y a sus procedimientos particulares, por lo que la interacción se torna
superficial y laxa, haciendo difícil el consenso entre tantas y tan variadas
formas, propósitos y lógicas de investigación. La disciplina ri no escapa
a esta práctica,94 pero al integrarse por partes de otras disciplinas sociales
que dan forma a su estructura básica con que opera la convierte en un
vehículo de integración disciplinaria. El reto está en impulsar y acelerar
la integración estructural, procesamiento disciplinario y síntesis entre
todas las disciplinas sociales.

La predictibilidad95 sería una consecuencia directa de la


práctica científica adoptada en la estructura de las RI, y cuyas fronteras
demarcadas se convierten en hipótesis potenciales de investigación.
De hecho las RI no sólo reúnen e integran a su corpus cognoscitivo el
conocimiento relacionado con lo “internacional” de cada disciplina,
sino que opera con ellos en sus fronteras.96

El procedimiento interdisciplinario articularía a varios niveles a


las demás disciplinas que la conforman y auxilian; la naturaleza de la
disciplina ri la hace el factor potencial de integración. La perspectiva
interdisciplinaria en RI permitiría integrar, sintetizar y reconstruir
el conocimiento generado a través de la complementación de datos,
interacción de estructuras disciplinarias, conformación de un lenguaje

94 Véase Roberto Peña, “Interdisciplinariedad y cientifcidad en relaciones internacionales”, en I.


Cid (comp.), Lecturas básicas…, op. cit., p. 187.
95 Un rasgo distintivo de las disciplinas científcas es su carácter predictivo, que va más allá
del cálculo preciso de un eclipse solar o de la cantidad de calor que producirá una reacción
nuclear. La predictibilidad en la ciencia no es determinista, más bien se basa en aproximaciones
(probabilísticas) que derivan de planteamientos metodológicamente sustentados y con alto
nivel de continuidad en el conocimiento generado.
96 Véase D. Mattei y R. Pahre, Las nuevas ciencias sociales. La marginalidad creadora, 1995,
en cuyo capítulo 7, “Hibridación: la recombinación de fragmentos de ciencias”, pp. 79-93,
sostienen que en las periferias de cada disciplina es donde con frecuencia se generan
innovaciones cognoscitivas y donde se obtienen los resultados más importantes e innovadores.
290
Modalidades de abordaje metodológico

interdisciplinario homogéneo y la construcción de una nueva


unidad gnoseológica. La multidisciplinariedad que caracteriza en la
actualidad a la disciplina RI le permite estar más cerca de la integración
interdisciplinaria que cualquier otra disciplina de “lo social”. Por ello
entre éstas la disciplina ri es el lugar más adecuado para la conformación
de una estructura disciplinaria común y complementaria entre sí, lo
que al mismo tiempo es su fin y su medio. Esto quiere decir que las
disciplinas sociales requieren trazar ese objetivo conjugándose97 entre sí,
de manera tal que reditúe en la construcción de la unidad epistémica.

El estado actual de la disciplina RI no sólo anima a formularse


como ese lugar común de las disciplinas sociales, sino que la obliga
a construirse a sí misma como ese centro de interdisciplinariedad, lo
cual sólo podrá acceder a través del fortalecimiento de su estructura
disciplinaria. González Souza (1979) señala que la posibilidad de que
la disciplina sea el punto nodal de una integración interdisciplinaria
puede lograrse “…únicamente determinando la especificidad de las
Relaciones Internacionales… ya que de lo contrario, ésta quedaría
reducida a la de un simple recipiente multidisciplinario o a la de un
apéndice de alguna otra disciplina”.

Por lo pronto encontrar los mecanismos de conjugación para


alcanzar la interdisciplinariedad dentro de la disciplina debería estar
presente en todas las investigaciones ante la inconveniente práctica
de muy diversos métodos (incluso de su ausencia) y amplia gama de
objetos de estudio. Lo cierto es que para todas las ramas del saber su
grado de integración en ese corpus interdisciplinario, es decir más allá
de una complementación o mera yuxtaposición de conocimientos99,
marca la diferencia entre disciplinas científicas y no científicas.

97 Las disciplinas sociales requerirán confuir al mismo punto que es la unidad interdisciplinaria,
para lo cual deberán superar obstáculos estructurales y crear mecanismos y proyectos
conjuntos tendientes a ese objetivo común.
98 Luis González Souza, “Una concepción totalizadora de las…”, op. cit., p. 22
99 Graciela Arroyo P., “Interdisciplinariedad: ¿viejo o nuevo reto?”, en Revista Mexicana de
Ciencias Políticas y Sociales, año xxxviii, núm. 154, México, División de Estudios de Posgrado,
fcpys, unam, octubre-diciembre, 1993, pp. 9-17.

291
Colección de Ciencias Sociales

El método científico en la disciplina RI

La diferencia entre una disciplina abierta, heterogénea y dispersa,


y una disciplina congruente, sólidamente estructurada y con un perfil
claro y homogéneo, es el método. Si el método científico es el modelo de
metodología a seguir por la disciplina RI, ¿cómo operarlo en la situación
actual de las Relaciones Internacionales? La respuesta es tomarlo como
eje vertebral de nuestra investigación, sin descartar sus adecuaciones
y ajustes a la disciplina. La rigurosidad científica está en la adopción y
aplicación del método científico como guía de la investigación en RI.100

El método científico es una guía en la investigación o indagación


de objetos, sucesos y fenómenos. Es científico porque es el que se usa en
el proceso de investigación científica.

En la disciplina RI el método científico debe entenderse más como


un procedimiento que orienta la investigación que como un mecanismo
de teorización;101 es un instrumento disciplinario para aproximar
nuestro interés natural por conocer la realidad internacional. Sólo los
resultados de la investigación rigurosa hace posible la demarcación de
fronteras cognoscitivas plausibles y sólidamente fundamentadas sobre
planteamientos disciplinarios más consistentes y cercanos a esa realidad.

En la Figura 3 observamos que el método científico tiene un


solo origen, pero ello no quiere decir que metodológicamente exista un
único punto de partida común a todas las investigaciones científicas.
Más bien cada origen es la continuación de las fronteras cognoscitivas
propuestas en investigación precedentes, y que su meta (objetos de
estudio) está claramente definido e identificado para cada disciplina.
El método científico es una ruta probada y la más exitosa con la que se
cuenta en la actualidad para la construcción del conocimiento.

100 Véase G. Arroyo, “Nuevos problemas teóricos en el estudio de las relaciones internacionales”,
en Relaciones Internacionales, vol. xv, núm. 60, México, fcpys, unam, octubre-diciembre,
1993, p. 118.
101 Véase Celestino del Arenal, Introducción a las…, op. cit., pp. 471-473.
292
Modalidades de abordaje metodológico

Si las disciplinas científicas tienen objeto de estudio definido para


cada una de ellas, ¿por qué dibujar distintos caminos? Las disciplinas
científicas guían sus investigaciones con el método científico, el cual,
según cada disciplina, y cuando es adecuado, lo adecua y ajustan.
¿Por qué es unidireccional y rectilíneo el método científico? Lo que se
pretende representar con ese trazo recto es que el método científico es
el instrumento probado y más exitoso de aproximación a la realidad en
estudio. Ahora bien, en la investigación básica, esa que nace de las ideas
novedosas y arriesgadas, y de las inquietudes no ordinarias, el origen
de cada investigación puede ser variado, y por consecuencia el método
de investigación no está restringido a uno sólo. De hecho el génesis y
fin último de la investigación básica es innovar en métodos, técnicas
e ideas. El problema aquí es que una disciplina esté cultivada en su
mayoría por investigaciones aventuradas, y que domine la práctica de
la investigación básica, pues ello si bien podría en contadas ocasiones
gestar un importante avance y progreso en la ciencia —con sus
consecuentes beneficios a la naturaleza cognoscitiva del ser humano—,
lo más probable es que esta actividad se desprenda del compromiso que
indispensablemente una disciplina científica requiere de su comunidad
de investigadores, lo que desfavorece la seriedad y rigurosidad del
conocimiento disciplinario que aspira a ser científico.

Un camino congruente para cada objeto de estudio de las disciplinas científicas

Figura 3. Rutas de investigación y objetos de estudio de la ciencia y sus


disciplinas. El método científico es la guía básica de la investigación que se ajusta
ligeramente para adecuarlo a los objetivos de estudio de aquellas disciplinas
científicas que lo requieren.
293
Colección de Ciencias Sociales

La adopción del método científico imprimiría cierta uniformidad


en la forma de realizar las investigaciones, sin importar la diversidad
de objetos de estudio que caracterizan a la disciplina RI. Esto no quiere
decir que la amplia gama de objetos de estudio se pueda restringir
con la aplicación del método científico, pues no obstante que ello
produciría beneficios estructurales, aquella continuará siendo un rasgo
característico de la disciplina, en tanto no exista un consenso al respecto.
El aporte del método científico sería en principio evitar contradicciones
que resulten de los estudios de un mismo objeto de estudio, bajo la
guía de un camino específico. Una interpretación de estos beneficios
metodológicos se muestra en la Figura 4.

Obsérvese también en la Figura 4 que no obstante las distintas rutas que


operan en las investigaciones en RI así como los diversos objetos de estudio
que forman parte de su estructura disciplinaria, la aplicación del método
científico guiaría consistentemente los estudios y facilitaría la continuidad
en su proceso cognoscitivo. Es decir, utilizar un método plausible en los
estudios daría congruencia a la construcción del conocimiento disciplinario,
lo que permitiría el acceso a la identificación de los puntos de partida de las
investigaciones. Aunque en la Figura 4 se observa que el método científico
aplicado para cada objeto de estudio nace en un punto común de partida, lo
que se propone es utilizar dicho método en cada una de las investigaciones
operable incluso partiendo de distintos puntos.

En general los pasos que sigue el método científico constituyen


el modelo de método para todas las disciplinas científicas, quizá con
alguna adecuación mínima acorde con el objeto de estudio y con los
propósitos de cada investigación. No debe perderse de vista que el
método científico es un recurso epistémico que permite el acercamiento,
como otros métodos, al conocimiento de la realidad en estudio, a través
de los proyectos de investigación. El método científico por sí solo
no garantiza la generación de conocimiento, pero si guía, mediante
un procedimiento sólidamente estructurado y casi invariante en su
operación, la búsqueda del nuevo conocimiento.

294
Modalidades de abordaje metodológico

Figura 4. El método científico en las rutas de investigación en RI.

Un procedimiento que se incluye en esa guía específica de


investigación es la práctica más o menos generalizada que se llama
estado del arte o revisión de la literatura, cuyo lugar en el proceso de
la investigación es crucial,102 y consiste en involucrar ampliamente al
investigador en los avances más recientes en el mundo sobre el tema
de estudio, algo que por los años ochenta comenzó a ser una práctica
altamente funcional gracias al desarrollo de las telecomunicaciones y
las redes de información electrónica de cobertura global. Conocer el
estado del arte tiene el fin de involucrarse en las líneas de investigación
desarrolladas, sus avances y sus resultados en cualquier parte de mundo,
lo que permite a las disciplinas científicas dar continuidad a los trabajos
precedentes e ir adelante sobre bases firmes hacia los temas de frontera.
A los investigadores este procedimiento devela la veracidad103 de sus
102 Es importante señalar que el estado del arte es más un procedimiento del proceso de investigación
que del método científico, pero que, como sucede en los estudios de las disciplinas científicas, es
una etapa indispensable al inicio de toda investigación, y recurrente en toda la actividad indagadora.
103 El criterio de verdad no es un rasgo indispensable en la labor de aprehender la realidad, pues
cada disciplina podría sostener, en su especialidad, que lo que se dice es “la verdad”. Sin embargo
en el cuerpo de la ciencia la verdad es aquel conocimiento científico, probado y confirmado por
los medios “válidos” para la ciencia, que sustenta la base de nuevas búsquedas disciplinarias.
Difícilmente las disciplinas sociales podrían poner en tela de juicio a los conocimientos generados
y cultivados por la ciencia por su solidez, coherencia, consistencia con la estructura disciplinaria
y con las funciones y metas de cada una de las disciplinas que la componen. Por el contrario, las
disciplinas científicas han servido y han incursionado en la solución de los problemas de “lo social”,
con planteamientos que han sido al menos escuchados y tomados en cuenta. Las Relaciones
Internacionales no escapan a la crítica científica, incluso de las demás disciplinas sociales, y no
por ello es “inválida” o “equivocada”.
295
Colección de Ciencias Sociales

planteamientos y la originalidad de sus ideas, y orienta el camino hacia


los nuevos campos del conocimiento. Aquí juegan un papel sustancial
las publicaciones especializadas y las demás fuentes documentales de
la disciplina, junto con las técnicas de búsqueda de información y el
seguimiento de los acontecimientos internacionales.

Ello no restringe la crítica ni la discusión teórica. Lo menos


conveniente para la disciplina RI en su camino a su cientificidad sería
negar y desacreditar por completo al paradigma científico, a menos que
se tenga para ello un planteamiento más sólido en la explicación de los
fenómenos en estudio y la predicción de otros nuevos. Los demás puntos
del procedimiento de investigación científica aplicables al estudio de las
RI son las siguientes:

Formular preguntas creíbles y bien fundadas.

En toda investigación, científica o no, las preguntas son el inicio de


la búsqueda cognoscitiva. Preguntas ligeras o mal planteadas dificultan
el acercamiento al tema de estudio y muy probablemente desvían los
esfuerzos a aspectos distantes de las metas originales. Una pregunta
bien formulada conduce a identificar el tema central del estudio, lo que
favorece la investigación, además de que rigurosamente construida, la
pregunta misma podría contener los primeros visos de solución.

Plantear hipótesis sustentadas en la experiencia y contrastables con


ella, que den respuesta a las preguntas.

Este aspecto es muy importante para las Relaciones Internacionales,


pues a falta de mecanismos de verificación experimental la construcción
y el planteamiento de las hipótesis es clave en la investigación
disciplinaria. El apego de las hipótesis a la experiencia, sin embargo, sólo
las hará más próximas a ser adecuadas para entender esa sección de la
realidad. Graciela Arroyo ha señalado que la disciplina RI debe aspirar
a fundamentar sólidamente cada hipótesis planteada y, eventualmente,
104 G. Arroyo, La metodología en las…, op. cit., pp. 79, 80 y 143.
296
Modalidades de abordaje metodológico

a su confirmación empírica. Este paso del procedimiento debe realizarse


con profundo compromiso con la disciplina.

Derivar consecuencias lógicas de las hipótesis.

Este punto se refiere a la estimación de las probables consecuencias


que derivarían del mismo planteamiento hipotético, así como de la
“veracidad” y consistencia con la realidad de las hipótesis. Podemos
entender que esta parte del procedimiento es la parte predictiva del
método científico.

Elegir y argumentar las técnicas que permitan someter las hipótesis a


contrastación.

En el caso de las disciplina científicas la contrastación de hipótesis


con la experimentación y la observación de fenómenos es un recurso
accesible. A lo largo de los siglos de la ciencia los científicos se las han
arreglado para diseñar y construir equipos e instrumentos para la
reproducción en laboratorio del fenómeno en estudio y la comprobación
o refutación de sus hipótesis. El uso de la estadística como técnica de
estimación y comparación es fundamental en toda labor científica, y
ésta al menos deberá ser parte sustancial en el estudio de las Relaciones
Internacionales.

Someter dichas técnicas a contrastación, para comprobar su relevancia


y la fe que merecen.

En la ciencia este punto queda implícito al momento de elegir las


técnicas, los equipos y los instrumentos de contrastación, de los cuales
ya se ha probado su confiabilidad en investigaciones precedentes. Sólo
la efectividad de los nuevos diseños se somete a una intensa prueba
experimental, hasta convertirse en parte del equipo científico.

297
Colección de Ciencias Sociales

Efectuar la contrastación e interpretar sus resultados.

Este paso es el más importante de la investigación científica, pues


en él se confirman o se refutan las hipótesis a través de la contrastación
teórica y experimental, pero además permite evaluar el avance o
retroceso no sólo de la investigación sino de la disciplina en sí misma.
Resultados no verosímiles o inconsistentes con la realidad en estudio
conducen a reinterpretarlos sobre la base teórica dominante en ese
campo. Resultados convincentes y plausibles son muestra del avance
disciplinario y de la ciencia en su conjunto.

Estimar la “veracidad” de las hipótesis y la “confiabilidad” de las


técnicas.

Es un paso que puede ser opcional en la investigación de las


Relaciones Internacionales, pues en los dos anteriores el método
verificó las hipótesis y la confiabilidad de las técnicas científicas. En el
caso de las Relaciones Internacionales la “veracidad” de las hipótesis no
depende de un instrumento o una técnica de laboratorio, sino que está
en la consistencia, coherencia y solidez disciplinaria con que se hayan
formulado las bases de la investigación. Desde luego la única forma de
convalidar las hipótesis en Relaciones Internacionales es mediante la
consumación de los sucesos internacionales, los que a fin de cuentas
las fortalecen o invalidan. La meta es, en este sentido, alcanzar la
congruencia disciplinaria en los planteamientos hipotéticos que facilitan
la construcción sólida de planteamientos teóricos de la disciplina RI.

Demarcar los límites de dominio en los cuales sean “válidas” las


hipótesis y las técnicas.

Este se refiere al alcance “válido” de las hipótesis, lo que delimita


el espacio y el tiempo en que se pueden aplicar, pues sólo responden
a una parte de la realidad o a determinados aspectos del suceso o
fenómeno, dependiendo del alcance de la propia investigación. En el
caso de la disciplina RI este paso dependerá del objeto de estudio que
298
Modalidades de abordaje metodológico

se haya elegido y del alcance del cuerpo de hipótesis. Por esta razón
cultivar diversos objetos de estudio no es conveniente para la disciplina
en su tarea de producir y sistematizar coherente y consistentemente el
conocimiento disciplinario.

Formular los nuevos problemas originados por la investigación.

Este procedimiento nos conduce a establecer, en las disciplinas


científicas, las fronteras del conocimiento. Recordemos que no
todos los estudios e investigaciones científicas conducen a nuevos
descubrimientos, pues parte de ellos no logran las perspectivas
esperadas. Muchos de los nuevos descubrimientos han sido encontrados
como resultado inesperado de un proceso riguroso de investigación
científica. Los nuevos descubrimientos se producen cuando aparecen
inconsistencias en los modelos científicos, lo que genera investigaciones
que salen de los esquemas dominantes, abriendo el campo a nuevas
ideas y nuevos planteamientos fuera de la práctica científica ordinaria.
En el caso de las Relaciones Internacionales la formulación de nuevos
problemas, surgidos a partir de los resultados de la investigación
disciplinaria sólida y consistentemente realizada sobre conocimientos
precedentes también rigurosos, es parte de un proceso que le permitiría
acumular de manera sistemática el nuevo conocimiento, y orientarse
hacia esas fronteras disciplinarias de forma estrictamente científica.

Toda investigación científica no termina hasta ser escrita y


publicada. La etapa final de toda investigación es la presentación y
publicación de los resultados,105 a través de los canales especializados
de cada disciplina, práctica generalmente aceptada en todos los
círculos académicos y de investigación. Publicar los resultados de la
investigación abre las posibilidades de precisar, ampliar y consolidar ese
conocimiento a través de la discusión abierta. Aquí reside la importancia
de las publicaciones con autoridad y rigor arbitral para toda disciplina
científica, que divulguen los resultados. Estos resultados deben ser

105 Heinz Dieterich, Nueva guía para la investigación científica, México, Ariel, 1996, p. 209.

299
Colección de Ciencias Sociales

presentados bajo criterios estrictamente científicos, y en los que deberán


figurar todos los componentes metodológicos descritos, especificando
las fuentes de información, procedimientos de análisis de interpretación
de datos, técnicas de organización, figuras, esquemas y gráficas que
sinteticen el análisis y demarquen la nueva problemática y las nuevas
fronteras del conocimiento disciplinario. Estas fronteras cognoscitivas
serán el potencial cuerpo hipotético de las siguientes investigaciones. El
método científico aplicado a las Relaciones Internacionales consistiría
en general en lo siguiente:

• Conocer con precisión el estado del arte del tema a estudiar.


• Formular preguntas de investigación.
• Plantear hipótesis que den respuesta a las preguntas.
• Elegir las técnicas de contrastación de las hipótesis.
• Aplicar las técnicas de contrastación (convalidación).
• Estimar la “veracidad” y el alcance (dominio) de las hipótesis.
• Identificar la nueva problemática generada por la investigación.
• Presentar los resultados de la investigación.

Como puede apreciarse, este procedimiento no es novedoso para


quienes se han dedicado a la investigación en RI. La propuesta es asumir
el método científico con rigor en las investigaciones de la disciplina, con
los pequeños ajustes que los estudios disciplinarios pudieran requerir, lo
que dará la consistencia y uniformidad necesaria para acercar al estudio
de las Relaciones Internacionales al desarrollo científico moderno.

Conclusiones

La disciplina Relaciones Internacionales requiere evitar la


heterogeneidad en el cuerpo metodológico, y cultivar la construcción y
proliferación teórica dentro de su núcleo en la búsqueda de respuestas
a los problemas que presenta la realidad internacional. Ello conlleva a
precisar el campo de conocimiento que abarca esa realidad internacional
e identificar con precisión su objeto de estudio.
30 0
Modalidades de abordaje metodológico

La fortaleza metodológica estará también en la conformación de


un corpus básico que guíe la investigación e imprima coherencia en los
resultados disciplinarios. Para ello se propone incorporar a la estructura
disciplinaria de las Relaciones Internacionales el método científico como
hilo conductor de la investigación. El rigor científico de la disciplina se
encuentra en el uso del método científico como guía de investigación,
pues es el recurso estructural que media entre el estado actual de la
disciplina RI y su calidad científica.

La disciplina RI requiere de proyectar sus estudios más allá de


las realidades inmediatas a través de modelos teóricos convalidados
con esa realidad, sin eludir los planteamientos predictivos, aun cuando
se carezca de oportunidades o medios factuales de contrastación. La
estimación de las tendencias de los acontecimientos internacionales
está en relación directa con los resultados consistentes con la realidad
y con la acumulación sistemática del conocimiento disciplinario.
Es indispensable poner atención a los resultados disciplinarios
y al procedimiento de investigación. El recurso adicional para el
fortalecimiento de la disciplina es su potencial integrador y convergente
de las disciplinas sociales hacia su cientificidad, mediante la asimilación,
procesamiento y síntesis de los distintos campos gnoseológicos en un
cuerpo interdisciplinario común.

301
14
LA JUSTIFICACIÓN RACIONAL
DE LAS TEORÍAS POLÍTICAS
El problema de la justificación
en la Teoría de la justicia
de John Rawls

Jean-Fabien Spitz

Labarriere, J. et al. (1988).


Teoria política y comunicación.
España, Ed. Gedisa, S.A.
p.p. 109-136.
La justificación racional de las teorías
políticas


El problema de la justificación
en la Teoría de la justicia de John Rawls

¿C uál es la función y cuáles son los objetivos de esta disciplina


que llamamos filosofía política? ¿Puede pretender constituirse en
una forma de conocimiento? Si ése es el caso, ¿cómo puede justificar
tal pretensión? ¿Las diferentes teorías referidas a la filosofía política
pueden comunicarse entre ellas o son tributarias de valores últimos
que permanecen incompatibles y absolutamente infundados?
¿Podemos trazar el boceto de lo que sería una justificación racional de
las teorías políticas en un intento por establecer que son aptas, pese
a todo, para comunicarse entre sí, y que en principio no es imposible
buscar un método de decisión racional que permita sacarlas de sus
compartimientos y evaluar sus méritos respectivos? En suma, ¿es
posible decir que una teoría política es más correcta que otra? Esta es
la cuestión que quisiéramos abordar, partiendo de los elementos de
respuesta que se encuentran en la teoría de la justicia de John Rawls.56

Para intentar responder, es necesario adoptar un punto de


vista modesto en relación con el que habitualmente se adopta cuando
surgen problemas de justificación racional; y esto debe hacerse en
dos planos muy diferentes.

56 Traducción francesa, Le Seuil, (T.J.)


Colección de Ciencias Sociales

En primer lugar, hay que sugerir que los problemas de


justificación no son problemas de demostración o de prueba deductiva;
consisten solamente en intentar evaluar los méritos respectivos de las
teorías existentes, es decir, de aquellas que conocemos, para decir si una
de ellas satisface más (o de manera menos imperfecta) que las otras, un
cierto número de criterios que uno puede esforzarse en formular, pero
que tampoco tienen, seguramente, nada de definitivo. Los problemas de
justificación racional son problemas de evaluación y de argumentación
en presencia de criterios móviles y no problemas de demostración.

La justificación, si tiene lugar, no debe entonces prejuzgar
partiendo del hecho de que si la lista de las teorías fuera más completa,
probablemente la argumentación y la elección irían en un sentido
diferente. Por otra parte, es imposible disimular que los criterios utilizados
en los procedimientos de justificación están sin duda marcados por la
influencia de esos procedimientos, y por una anticipación de las teorías
que deseamos someter a tales procedimientos. Es muy poco probable
que se puedan elaborar esos criterios con toda imparcialidad y que tales
criterios gocen de una completa independencia respecto de las teorías que
han de someterse a prueba: desde cierto punto de vista, esto proyecta sin
duda una sombra de insatisfacción sobre el conjunto del procedimiento,
pero desde otro punto de vista (que se basa en el abandono de la idea de
demostración) debemos aceptar que se trata ahí de un estado de hecho que
caracteriza todo intento de justificación. Conviene tomar precauciones
ante el escepticismo y el relativismo, y pensar que la justificación de una
teoría política no es la demostración de su validez.

En segundo lugar, también hay que manifestar cierta modestia


respecto de lo que podría llamarse “la objeción transculturalista”.
Efectivamente, cabe la posibilidad de que una teoría política no sea
justificable y que solo pueda comunicarse con teorías alternativas si
uno se coloca en el interior de un conjunto de premisas fundamentales
en el contexto de una tradición especifica de pensamiento, siendo
así que probablemente habría que dedicarse a justificar esas mismas
premisas. Pero llegamos aquí a las condiciones mismas en las cuales
306
Modalidades de abordaje metodológico

son posibles la comunicación y el razonamiento: uno solo puede


comprender la justificación de una posición teórica, sea cual fuere
el objeto, junto a alguien para quien el concepto de justificación
tiene un sentido, alguien que sepa también qué significa el hecho
de plantearse problemas de justicia y que acepte, por añadidura,
algunos postulados esenciales en los cuales podamos apoyarnos.57

Esta doble modestia es ciertamente insatisfactoria. Sin embargo


merece explorarse, pues ocurre a menudo que por exigir que una
justificación sea definitiva, uno cae en una concepción que hace
imposible toda justificación. Si entre las teorías existentes se alcanza
a determinar, de una manera satisfactoria para los espíritus lúcidos y
utilizando criterios “aceptados” (incluso si no son tangibles), que una
de ellas satisface más que todas las otras las exigencias de esos criterios,
¿se puede considerar acaso que no se ha hecho ningún progreso?

Ahora, antes de presentar los criterios gracias a los cuales


podríamos procurar avanzar, precisemos el sentido de los dos
conceptos fundamentales: por un lado, el de “teoría política”,
destacando los compromisos sustanciales que supone; por el otro,
el de “justificación”, procurando aprovechar las lecciones del estado
actual de la reflexión epistemológica.

I. Definiciones

A. ¿Qué es la filosofía política? Las tres actitudes

Quienquiera que se interese en las cuestiones políticas puede


orientar su reflexión en tres direcciones diferentes.

a) El análisis, que consiste en identificar, en el plano hipotético,


las diferentes soluciones alternativas para la estructura social
existente; se evalúan entonces los medios para fines posibles, sin
pronunciarse sobre los fines mismos. El análisis es la tarea propia de
57 Véase A. Mac Intyre, After Virtue, a Study in Moral Theory, Notre-Dame, 1980. Rawls T. J. 621.
307
Colección de Ciencias Sociales

la ciencia política: consiste en apartarse de los valores y de la utopía


e investigar lo posible y no lo deseable. Procura también entender los
efectos no intencionales de las acciones intencionales de los hombres
y construir leyes condicionales (si…entonces) en el terreno de los
hechos sociales y políticos.58

La idea de semejante ciencia política, destinada a ser, según se


piensa, el discurso exclusivo en el terreno de las realidades sociales
y políticas, nació en el contexto de una definición empírica de la
razón y del célebre texto en el que Hume, al distinguir entre los
valores y los hechos, sostiene que los primeros son inaccesibles a
una determinación y a una discusión racionales, mientras que los
segundos pueden ser objeto de un conocimiento.59

Limitar la reflexión política al terreno de los hechos únicamente


se convirtió, en el curso de la primera mitad del siglo XX, en una
estrategia que, a los ojos de hombres como Max Weber, por ejemplo,60
debía abrir el único camino posible para la ciencia en ese terreno. La
filosofía política, en tanto supone un empeño por determinar lo que es
justo o lo que debe ser, estaba pasada de moda, hasta tal punto que en
1961, sir I. Berlín podía escribir un artículo titulado: “¿Existe todavía la
teoría política?”61 Tratando de aportar una nota optimista, Berlín hacía
notar que había cuestiones políticas (aquellas que se refieren a lo que
es el hecho mismo de ser hombre, a las metas que ello supone, a lo
que significa la justicia) a las cuales ninguna ciencia empírica podía
dar una respuesta, y que, por esta razón, siempre habría lugar para
una filosofía política que intentara responder a las cuestiones del
valor, de las finalidades, de las prioridades entre los diferentes fines,
etc. Berlín sostenía que la filosofía política debía continuar existiendo
en una sociedad pluralista en la cual las finalidades están en libre
competencia, lo que implica necesariamente una discusión entre ellas,
en tanto que su desaparición significaría ingresar en una sociedad sin
58 Véase, por ejemplo, F. A. von Hayek, Droit, législation et Liberté, Paris, PUF
59 Hume, Traité de la nature humaine, Aubier, tomo II, págs. 569-586.
60 Max Weber, Essais sur la théorie de la science, Paris, Plon, 1965, págs. 415 y siguientes.
61 En Philosophy, Politics and Society (P. Laslett y W.G.Runciman, comps.) Oxford, Blackwell, págs.
1-34.
308
Modalidades de abordaje metodológico

problemas de finalidades, sino solo con problemas de medios para


alcanzar fines sobre los cuales habría un acuerdo unánime.

Berlín mostraba también que la presencia de los valores en


la teoría política no era un obstáculo para calificarla como ciencia
y, al apoyarse en los resultados de la epistemología que establece
que es imposible identificar un base neutra de hechos, libres de todo
compromiso teórico, insistía en las circunstancia de que nos seria
sencillamente imposible emprender estudios políticos y sociales sin
compromisos esenciales referidos a las finalidades de las prácticas
colectivas y sin introducir valores en esos estudios. No obstante,
se puede sugerir que Berlín, sin dejar de manifestar una fe en la
racionalidad posible de los discursos normativos, no indicaba la
manera en que se podía concebir tal racionalidad.62

b) La segunda opción consiste en llevar a cabo una evaluación


para determinar cuál es preferible entre las diferentes configuraciones
posibles o factibles. Se trata entonces de individualizar el mejor
orden político y social, no abstractamente, sino teniendo en cuenta
lo posible: ¿Cómo debe estar organizado? ¿Según que valores deben
obrar nuestras prácticas colectivas? Entenderemos por filosofía
política el intento de definir el orden social justo, o el más justo entre
los posibles, y de argumentar a favor de él.64

La filosofía política procura, pues, evaluar los méritos


respectivos de los diferentes criterios propuestos para definir una
sociedad justa, y formular un método que permita realizar tal
evaluación. ¿En virtud de que diremos que es una proposición para
organizar la vida social es justa y que otra no lo es, o lo es menos?
Este método de la filosofía política fue rehabilitado en el mundo

62 Ibid, pág. 33, sobre una perspectiva wittgensteiniana sobre esta cuestión, véase Hanna F.
Pitkin, Wittgenstein and Justice, University of California Press, 1972, capítulos X y XI.
63 Philip Pettit, Judging justice, an introduction to contemporary political philosophy, Londres,
Routledge, 1980, págs. 22-30; sobre el problema de la justificación de los juicios de valor,
véase también D. L. Phillips, Toward a just social order, Princeton, 1985, págs. 37-49.
309
Colección de Ciencias Sociales

anglosajón desde la aparición de la Teoría de la Justicia de John Rawls


en 1971. A partir de ese momento, esta forma de pensamiento que
recusa al mismo tiempo la idea de la exclusividad de una ciencia
política y la idea de que la filosofía política y la moral solo deben ser un
intento de esclarecimiento semántico de las palabras que utilizamos
para hacer evaluaciones, fue ampliándose, particularmente con los
trabajos de Robert Nozick y de Michael Walzer.64

¿Cuáles son los supuestos inherentes a esta manera de encarar


la disciplina? Comencemos precisando la cuestión. En una sociedad
siempre hay subgrupos que tienen interese específicos; cada uno
de esos grupos, que pueden considerarse como personas morales,65
formula reivindicaciones que se refieren a los derechos de que desea
gozar, los deberes de los demás subgrupos con respecto a él y la parte
que considera le corresponde en el reparto de bienes e ingresos. Una
sociedad es una estructura que, en un vasto sistema de reparto, asigna
proporciones de lo que se podría llamar, como lo hace Rawls, bienes
primarios, que no son solamente materiales sino que incluyen también
el respeto y la condición moral de la que gozan los diferentes grupos y
los individuos que los conforman.66 La tarea de una teoría política es
formular una proposición para organizar y repartir esos bienes entre
los diferentes grupos portadores de reivindicaciones que compiten
entre sí, y someter esta proposición a un intento de evaluación que la
compare con las demás proposiciones. De una manera más amplia, la
tarea de la filosofía política es intentar formular la proposición para
organizar y repartir de la manera más justa posible.

A priori, pueden considerarse todas las proposiciones como


igualmente aceptables, lo cual reduciría la teoría de la justicia a
un ejercicio de cálculo de maximización de la satisfacción de las
64 R. Nozick, Anarchy, State and Utopia, Oxford, Blackwell, 1974; Michael Walzer, Spheres of
Justice, Oxford, Blackwell, 1983.
65 Pettit, op. cit., pág. 7.
66 Rawls T. J. págs, 121-125; véase también sobre los desarrollos ulteriores de la teoría, Rawls,
Social Unity and primary goods en Utilitarianism and beyond (A. Sen y B. Williams, comps.)
Cambridge, 1982
310
Modalidades de abordaje metodológico

reivindicaciones en el conjunto social.67 A grandes rasgos esa es la


manera en que obra la teoría del utilitarismo, que proclama que el
reparto es justo si ofrece el mayor grado de satisfacción posible a la
mayor cantidad de gente. Sin embargo, una teoría de la justicia puede
(lo veremos en el caso de Rawls) formular un criterio de justicia
que al principio excluya ciertas reivindicaciones por considerarlas
ilegitimas, ya que su satisfacción violaría un principio de justicia que
no debe sufrir ninguna excepción.

Antes de seguir adelante, es necesario señalar que para que


la filosofía política así entendida sea posible, previamente hay que
aceptar dos postulados extremadamente poderosos: en primer
lugar, las instituciones sociales, las practicas colectivas y hasta las
instituciones políticas, tienen por finalidad satisfacer los intereses
(en el sentido más amplio) de los individuos; esos intereses que se
manifiestan en la forma de reivindicaciones rivales, constituyen la
base de la vida comunitaria; se trata de armonizar tales intereses
y de que, en la medida de lo posible, esta manera de combinarlos
sea objeto de un consenso entre los miembros existentes, que se
traduciría en el hecho de que nadie se sintiera perjudicado.

Este primer postulado significa sencillamente que la filosofía


política, tal como tratamos de definirla aquí, no puede descuidar
del todo las aspiraciones y las reivindicaciones de los individuos
tal como ellas existen en realidad y si lo hace con algunas, esa
filosofía política debe contar con el aval de esos mismos individuos
en condiciones que es necesario precisar.70 La tarea de una filosofía
política no es decretar a priori lo que los individuos deben querer
(que podría estar en contradicción con lo que realmente quieren)
aun cuando las condiciones en la cuales la filosofía política pretende
reunir las voluntades de los individuos (por ejemplo, la condición
del velo de ignorancia en Rawls), sean susceptibles de desfasar de
67John Rawls, T. J., pág. 51.
68 Ibid, págs. 56-57.
69Véase P. Pettit, op. cit . capítulos V-VI-VII.
70 Ibid, pág. 45.
311
Colección de Ciencias Sociales

manera importante las voluntades de los individuos respecto de lo


que serían si no estuvieran en esas condiciones.71

Este postulado implica la ruptura con una cierta distinción


rígida (de inspiración falsamente platónica) entre la ciencia y la
opinión, y se basa en una idea muy simple: no hay una justificación
puramente deductiva y a priori de una teoría política, sea esta la que
fuere. Si puede existir, en cambio, una justificación del tipo de las
proposiciones que forman la medula de una teoría política, esta solo
puede basar su aceptabilidad en una serie de condiciones que, también
en este caso, hay que precisar. Ciertamente, una justificación de ese
estilo se apoya en el hecho de que las ideas sometidas a la justificación
deben parecer aceptables, en ciertas condiciones, a quienes se
les propone conducir su existencia y juzgar sus reivindicaciones
según tales ideas, a nadie le está prohibido, entiéndase bien, hacer
propaganda para que los individuos cambien de opinión en cuanto
a lo que desean y en cuanto a lo que ellos consideran bienes; pero a
cualquiera le está prohibido decidir a priori que él sabe mejor que los
individuos interesados lo que estos deben desear.

El segundo postulado también es muy vigoroso: hay que


suponer que todas las instituciones, sino han sido conscientemente
elaboradas y construidas con el fin de servir a las aspiraciones de
los individuos son, por lo menos en la medida en que se las puede
enmendar y perfeccionar, para hacerlas servir a esas mismas
aspiraciones.72 En gran medida, las instituciones son instrumentos
forjados por los individuos o los grupos para promover sus
aspiraciones, sus intereses y sus necesidades: en una palabra, para
alcanzar lo que ellos consideran que son bienes.

Si, por el contrario, se supiera que los individuos solo son


productos de las instituciones y de las prácticas en el seno de las cuales

71 Ibid, págs. 48-49.


72 Ibid, págs. 48-49.
312
Modalidades de abordaje metodológico

ellos actúan, ello pondría en tela de juicio la posibilidad misma que


éstos tengan de evaluar esas mismas instituciones según la relación de
mayor o menor justicia, ya que sus ideas, sus criterios y sus maneras de
evaluar solo serían productos de las instituciones en las que viven. En
ese sentido, hacer filosofía política supone que las ideas desarrolladas
por los hombres en el curso de sus actividades sociales sólo son, de
manera parcial, los efectos de esas actividades, y que también son,
por lo menos parcialmente, sus causas. Si las ideas que se hacen los
hombres sobre la organización y la justicia de su sociedad sólo fueran
efectos, seria completamente imposible plantearles la cuestión de su
validez; sólo podría planteárseles la de sus causas.73

Reuniendo los dos postulados, se ve que forman una concepción


individualista de la sociedad, siempre que se entienda el término
individuo como una palabra capaz de designar algo más amplio que
un hombre aislado, por ejemplo, clases, grupos de interés, etc. Esta
concepción desea la idea de que los pensamientos y las aspiraciones
de los individuos solo son reflejos (a veces engañosos) de sus
condiciones de existencia.

Esta concepción individualista es también una ontología


individualista: es cierto que reconoce grupos, clases, instituciones
prácticas colectivas, pero niega que esas entidades colectivas posean
propiedades irreductibles a las de los individuos. En otras palabras,
no existen sucesos que resultarían inexplicables si uno se refiriera
únicamente a conceptos que remiten a los individuos, y que por el
contrario, se harían explicables si uno se refiriese a conceptos de
conjuntos o de instituciones. Introducir conceptos de conjuntos no
nos abre las puertas a un tipo de causalidad de los acontecimientos
sociales y políticos que permanecería oculta a nuestros ojos si sólo
usáramos conceptos de individuos. No obstante, ello no impide que
un lenguaje que contenga conceptos de conjuntos sea más rico en
posibilidades expresivas –y también sin duda más económico– que

73 Ibid, págs. 52-53.


313
Colección de Ciencias Sociales

el que solo hiciera uso de conceptos de individuos. Con todo, los


conceptos del primer grupo no nos revelan algo irreemplazable desde
el punto de vista causal, nada que no pudiera explicarse, aunque
fuera de una manera más compleja, utilizando conceptos que sólo se
refirieran a acciones, necesidades y aspiraciones de los individuos.

c) Queda por último la tercera posibilidad: la acción.


Suponiendo que el estado presente n coincida con lo que la filosofía
política indica como el orden justo (o el más justo entre los posibles),
uno se dedica entonces a determinar y a poner por obra los medios
apropiados para provocar el advenimiento del orden justo y para
lograr los cambios correspondientes en el conjuntos social.

En suma, la filosofía política no se plantea problemas científicos


ni problemas prácticos, ni problemas de análisis, ni problemas de
acción. Apoyándose en los resultados del análisis, procura tan sólo
determinar lo que sea un orden justo, y formular los principios que
permitan definirlo. Tomando como punto de partida aquello que los
hombres buscan en sus prácticas colectivas (los bienes primarios)74,
intenta encontrar un modo de construcción de las prácticas colectivas
que combine las reivindicaciones presentes de una manera que
satisfaga los principios de justicia, para los cuales debe obtener la
aprobación de todos en condiciones precisas.

B. El concepto de justificación racional



La principal razón por la que en la época de la dominación
epistemológica del empirismo se pensaba que los discursos referidos
los valores eran inaccesibles a todo intento de justificación racional,
es la de que se trabajaba con una concepción de la justificación (y con
una definición correlativa de la verdad) que la volvía imposible en
relación con los valores: sólo puede verificarse una proposición si se
dispone de una base empírica, de un hecho o de un dato objetivo con
74 Ibid, págs. 29.
314
Modalidades de abordaje metodológico

los cuales se la pueda hacer corresponder75. Una proposición es válida si


describe las cosas como efectivamente son fuera de nosotros. Lo cual deja
solamente dos categorías de proposiciones verificables o justificables: las
que lo son a priori, porque su significación y su verdad sólo dependen
de la significación de los términos que emplean: esas proposiciones son
analíticas; y las que lo son a posteriori, porque describen hechos del mundo
y en consecuencias se las puede hacer corresponder con los hechos que
describen. Semejante proceder excluía toda proposición referida al deber
ser de la posibilidad misma de la justificación.

No obstante, gracias a los trabajos de Quine, se establecieron


dos puntos importantes: en primer lugar, la distinción entre
proposiciones analíticas y proposiciones sintéticas es bastante más
compleja de lo que parece. En Los dos dogmas del empirismo, Quine
observo que todas la proposiciones son tales si “su verdad depende
al mismo tiempo del lenguaje y de los hechos extralingüísticos”,
de manera tal que no hay proposiciones empíricas puras cuya
verdad dependa solamente de los hechos; todas las proposiciones
del mundo, hasta las más sencillas, implican la adopción de cierta
cantidad de supuestos (lo que Quine llama una ontología),76 y son
solidarias tanto de la teoría en la que figuran como de su lenguaje.
No existen proposiciones que sean solamente reseñas de hechos
objetivos; no existe una base de observación pura y neutra: los hechos
son solidarios de la teoría.77

En segundo lugar, si no hay un nivel de observación puro,


resulta absurdo decir que una teoría es verificable si, y sólo si, todos
sus enunciados son reductibles a enunciados de observación. En una
teoría siempre hay términos teóricos irreductibles a enunciados de
observación, y en general son aquellos que se refieren a las entidades

75 Véase Hilary Putnam, Raison, Verité et Histoire (traducción francesa, Minuit, 1984) págs. 145
y siguientes; véase también Stephen Toulmin. Reason in Ethics, Cambridge, 1950, págs. 75
y siguientes.
76 W. V. O. Quine, Les deux dogmes de lémpirisme (traducción francesa en Pierre Jacob, De
Vienne a Cambridge, Gallimard, 1980), págs.. 87-112.
77 Ibid, pág. 103.
315
Colección de Ciencias Sociales

de base que uno se plantea para explicar lo real. Después del dogma
de la dicotomía entre lo analítico y lo sintético, es el del reduccionismo
el que se encuentra en dificultades.

Esta manera de ver las cosas podía desembocar, aparentemente,


en consecuencias relativistas o subjetivistas y poner en peligro
toda la idea de verificación y de justificación: en efecto, Quine
insiste en la idea de que cuando hay un conflicto entre los hechos
y la teoría, siempre es posible salvar la teoría reacondicionándola
o modificando la enunciación misma de los hechos, puesto que no
hay proposiciones intangibles que los describan.78 Porque hay una
distancia entre la teoría y la experiencia, y porque siempre hay una
capa de interpretaciones entre nosotros y los hechos del mundo, no
existe un tribunal definitivo de la experiencia y siempre se puede
maniobrar a fin de salvar la teoría introduciendo nuevas hipótesis:
no serviría de nada decir que esas hipótesis no han sido confirmadas
(individualmente) por los hechos, ya que lo que compone la teoría es
el lote común de proposiciones.

En algunos de sus textos, Quine parece inclinarse hacia esta


interpretación convencionalista de sus descubrimientos: si fuera así,
el concepto mismo de justificación se haría impracticable y todo lo
que se le podría pedir a una teoría es que nos ofrezca una reseña
simple y cómoda (subjetivamente satisfactoria) de como ocurren
las cosas, sin que fuera posible plantearle la cuestión de su verdad.
Además las teorías ya no podrían comunicarse entre ellas: cada una
seria una manera de clasificar lo real y de disponerlo de un modo
más o menos satisfactorio y cómodo, pero una manera no es ni más
ni menos verdadera que cualquier otra, salvo en ese plano. 79

78 Sobre la interpretación convencionalista de la tesis de Quine y sobre la manera en que cabe


oponerse a ellas, véase H. Putnam, “The refutation of conventionalism” en Mind, Language and
reality, Cambridge, 1975, págs. 153-191, y W. V. O. Quine, Relativité de l´ontologie et autres
essais (traducción francesa, Aubier, 1977, particularmente pág. 102).
79 Ibid., así como W. V.O. Quine, Le mot et la chose, Flammarion, 1977, pág. 56.
316
Modalidades de abordaje metodológico

El mismo Quine protestó contra semejante interpretación


y destacó que él no había aceptado una “teoría relativista de la
verdad”: “No afirmo que la experiencia sea impotente para clasificar
las teorías; solo digo que los enunciados que componen una teoría
deben enfrentarse colectivamente y no individualmente al tribunal
de la experiencia”.80 Esta manera de ver es lo que Quine llama
holismo: hay un conjunto de hechos, componen el nivel relativamente
observacional de la teoría (las proposiciones que las establecen son
quizá las que dependen menos de las convenciones lingüísticas y
teóricas, aunque es imposible que sean totalmente independientes
de ellas), y un conjunto de principios de explicación (que constituyen
el nivel relativamente más teórico de la teoría).

Se intenta lograr un discurso unificado, exento de


contradicciones, que integre el máximo de “datos” y los explique
de la manera más económica posible (reducción de los principios de
explicación a la menor cantidad posible, simplicidad de las leyes);
en este proceso no hay hechos intangibles, ni proposiciones que
no puedan ponerse en tela de juicio; si se quiere conservas ciertas
proposiciones referidas a los “datos”, y conservar en consecuencia
el lenguaje teórico en el cual se produjeron, se puede complicar la
teoría agregándole principios explicativos o hipótesis, pero llega un
momento en que esa complejidad suplementaria se vuelve intolerable
y es necesario cambiar el lenguaje teórico mismo. Inversamente, si
nuestros principios de explicación nos parecen dotados de una fuerza
explicativa y unificadora que les confiere una gran fuerza de atracción,
podemos decidir, en caso de conflicto con el nivel relativamente
observacional de la teoría, revisar ciertos enunciados “de base” para
hacerlos coincidir con nuestros principios de explicación.

En este modelo, las teorías se comunican mutuamente


mediante la relación de la unificación y de la simplicidad, es decir,
mediante su capacidad de integrar una gran cantidad de datos en
una pequeña cantidad de leyes y de presentar una explicación del
80 Quine, Les deux dogmes de l´empirisme, op. cit., pág. 107
317
Colección de Ciencias Sociales

conjunto de lo real de una manera económica y simple. Una teoría


esta pues “justificada” en relación con las demás si se impone a ellas
en esos compartimientos diferentes.

Sin duda Quine está dispuesto a decir que a medida que


unificamos una mayor cantidad de “datos” en una explicación simple,
nos acercamos a una comprensión objetiva y realista de la realidad física,
sin que, sin embargo, podamos nunca asegurarnos haber alcanzado una
teoría que jamás sea puesta en tela de juicio o haber probado nuestra teoría.
La experiencia misma es inestable y todos los sistemas teóricos están
subdeterminados respecto de ella, pues comprenden proposiciones
fundamentales que establecen clases de entidades y que, por principio, no
son verificables aisladamente: sólo se las puede justificar demostrando
la capacidad de unificación y de simplificación explicativa de que dan
prueba tales proposiciones en relación con sus rivales; al demostrar la
eficacia teórica de que son capaces.81

Rawls va a usar explícitamente esta teoría de la justificación


y dice, refiriéndose a Quine: “La justificación es un problema del
refuerzo que se prestan unas a otras múltiples consideraciones: un
problema que consiste en armonizar todo lo que sabemos en una
sola concepción coherente”. 82

II. La teoría rawlsiana de la justificación

En primer lugar, dice Rawls, quiero separar los dos métodos que
se han empleado para justificar las proposiciones referidas a la justicia.

El primero consistía en considerar evidentes una cierta


cantidad de principios de justicia y en transferir seguidamente esta
evidencia a conclusiones particulares, empleando un razonamiento
puramente deductivo. Rawls rechaza esta estrategia, porque piensa
81 La expresión es de Cassirer, Substance et fonction, Paris, Editions de Minuit, 1977, pág. 363.
82 John Rawls. T. J., pág. 620.
318
Modalidades de abordaje metodológico

que no hay verdades morales necesarias: una concepción de la


justicia no puede deducirse de principios autoevidentes.83

Del mismo modo Rawls rechaza un método que hoy cuenta con
el favor de numerosos filósofos de la tradición analítica y que podría
calificarse como método naturalista. Este método se basa en un análisis
de los términos de evaluación que utilizamos en nuestras teorías éticas
y políticas, para demostrar que esos términos son traducibles a términos
y proposiciones que sólo implican referencias a propiedades naturales;
consiste pues en unir sistemáticamente una proposición que implica
términos de evaluación con una proposición que sería su traducción en
términos de propiedades naturales. Esta estrategia es muy arriesgada,
pues supone que tenemos un conocimiento preciso de la naturaleza de
los términos evaluativos y de la diferencia (reductible o irreductible)
que los separa de los términos descriptivos o no evaluativos, ahora
bien, en el momento actual no disponemos de una teoría completa de la
significación de los términos de valor que sea satisfactoria.

Evidentemente se la puede buscar, pero en estas condiciones


existe el inconveniente de que nunca se llega a proponer lo que Rawls
llama una teoría sustancial de la justicia. Para Rawls, esta estrategia
no es pues intrínsecamente mala y probablemente desemboque
en resultados interesantes, pero por el momento, nos sumerge en
problemas metaéticos y metapolíticos. Por ello, dice Rawls, hay que
llevar adelante una estrategia más directa, que dejando a un lado
los problemas de análisis, conduzca a proponer inmediatamente
principios de justicia e intente justificarlos de otra manera.84

A. Génesis de la idea de justificación

¿Cómo proceder? El método de justificación encarado por


Rawls es producto de una elaboración que se extiende por más de
veinte años y va modificándose a medida que perfila su teoría de
83 Ibid., págs. 47-48 y también pág. 619.
84 Ibid, pág. 619; sobre un ejemplo de ese “naturalismo”, véase John Searle, Les Actes de
langage (traducción francesa Hermann, 1972), págs. 228 y siguientes.
319
Colección de Ciencias Sociales

la justicia; por eso hay que seguirlo cronológicamente. Sin embargo


aun cuando Rawls introdujo nuevos elementos, desde el principio se
atuvo a una intuición fundamental: justificar una teoría de la justicia
seria construir una situación de elección ideal, en la cual las personas
llamadas a elegir los principios que gobiernen las prácticas sociales
de las que tomarán parte, estarían colocadas en una situación de
racionalidad óptima. Y dijo después: los principios elegidos por las
personas en semejante situación están justificados. En la descripción
de esta situación ideal, uno se contenta con precisar las condiciones
de racionalidad, sin asumir ningún compromiso sustancial sobre lo
que deben ser los principios de justicia; uno se contenta con describir
una situación típica en la cual surgirán los problemas de justicia y en
la cual se podría elegir con total imparcialidad. Rawls llama a esto
una definición de procedimiento de la justicia.85

En su primer artículo sobre este asunto “Outline of a decision


procedure in Ethics” (1951), Rawls propone definir un juez competente
y considerar justificados los principios elegidos por dicho juez. Ese
juez en normalmente inteligente, conoce las consecuencias de las
acciones para los grupos entre los cuales ha sido llamado a arbitrar
y posee una disposición a juzgar imparcialmente. Además, los
casos sobre los cuales ha de pronunciarse son de índole tal que sus
decisiones no tendrán consecuencias para él; son casos que ponen
en litigio intereses reales y no imaginarios y el juez se pronuncia
sobre ellos no de una manera instintiva, sino habiendo estudiado
el conjunto de las informaciones disponibles. Finalmente, para que
sus juicios estén justificados es necesario que no haya vacilaciones
respecto de ellos y que su juicio sea estable. Es necesario también que
ese juicio sea idéntico al que pronunciarían otros jueces igualmente
competentes, situados en circunstancias semejantes y que tuvieran
las mismas informaciones.86

Sin embargo, Rawls capto inmediatamente las imperfecciones


de este primer bosquejo: es vago poco practicable; es difícil satisfacer
85 T. J. pág. 118.
86 John Rawls. “Outline of a decisión procedure for Ethics”, Philosophical Review, 1951 (volumen 60).
320
Modalidades de abordaje metodológico

la condición de no participación y en consecuencia, los juicios


pronunciados por el juez competente, así como los principios que
pueda establecer podrán sufrir la influencia de su situación personal
y de sus propios intereses; ello es particularmente cierto si ese juez
es el encargado de establecer los principios que regirán el conjunto
de las prácticas y las instituciones colectivas, porque en ese caso será
necesariamente parte involucrada.

A partir de ese momento Rawls tiene sobre todo la intuición de


otra forma de justificación posible, puesto que dice que en una situación
de ese tipo, es poco probable que el juez llegue a formular principios de
justicia que resulten satisfactorios para todos y que estén en armonía
con los juicios que los individuos están dispuestos a formular. Esta idea
tendrá gran importancia en los desarrollos ulteriores. 87

Sin embargo, Rawls ha identificado una idea esencial: si se


llegara a especificar una situación de elección en la cual los individuos
fueran llamados a pronunciarse sobre principios de justicia y a elegir
algunos en detrimento de otros, de manera tal que sus propios
intereses no tuvieran influencia sobre sus elecciones, los principios
elegidos en semejante situación estarían justificados: representarían
el punto de vista de lo universal y no el punto de vista de ciertos
intereses particulares.

Para atenuar las dificultades encontradas, Rawls introduce,


en un artículo de 1958 (Justice as fairness), la idea de contrato:88
los principios de justicia no son aquellos decididos por un juez
competente, sino aquellos acordados por las partes, que deben reglar
sus prácticas colectivas mediante principios de ese género y elegir
en condiciones de racionalidad que habría de precisar; decir que
miembros contratan significa que aceptan los principios a los cuales
se someterán: principios según los cuales habrán de apreciarse las
87 Particularmente cuando Rawls elaboró el concepto de considered judgements (juicios bien
meditados); véase mas adelante.
88 Philosophical review, 1958; reproducido en philosophy, politics and society, op. cit., págs.
132-157.
321
Colección de Ciencias Sociales

reivindicaciones de los demás, y en función de éstas nuestras propias


reivindicaciones; Rawls introduce pues la idea de reciprocidad
contractual en el proceso de la elección de los principios de justicia.

¿Basta la idea de contrato para garantizar la posibilidad de un


acuerdo unánime y para garantizar que las elecciones de las partes
no estén guiadas por consideraciones parciales? Es poco probable:
si las partes deben debatir la adopción de principios de justicia en
tales condiciones, el acuerdo unánime corre el riego de resultar
imposible. Por ello, Rawls introduce una condición suplementaria:
la irrevocabilidad de los principios o la idea de un compromiso firme
para el futuro. Los principios elegidos regirán las prácticas colectivas
a largo plazo y no será posible modificarlos hasta que algunas partes
dejen de considerarlos tan ventajosos como antes.

Tenemos entonces una segunda descripción de la situación


inicial de elección: se trata de una situación de contrato y uno se
compromete a vivir según los principios elegidos. Siempre se supone
que las partes actúan racionalmente y que tienen únicamente en
cuenta sus propios intereses; pero ahora tienen en perspectiva los
cambios de situación que puedan afectarlos en el futuro, y eso las
lleva a tomar en consideración otros puntos de vista distintos del que
tienen actualmente.89 También se supone que las partes son iguales,
es decir, que ninguna de ellas es capaz de imponer por la fuerza a las
demás los principios de organización colectiva más ventajosos para
ella: si una de ellas estuviera en una posición de fuerza, no querría en
modo alguno negociar ni comprometerse para el futuro. Por último se
supone que las partes no están gobernadas por la envidia ni los celos:
solo consideran lo que les ocurre a ellas mismas, y en sus cálculos
no entra lo que pueda ocurrirles a los demás. Por ejemplo, si se les
propone un modo de reparto que es ventajoso para ellas, pero que es
todavía más ventajoso para algunas otras, hasta el punto que se darían
desigualdades aún más pronunciadas que en otras organizaciones

89 Ibid., págs. 138-139.


322
Modalidades de abordaje metodológico

posibles, las partes obraran racionalmente, es decir, que no decidirán


tener menos por el simple placer de vivir en una organización en la
que existen reducidas diferencias entre los individuos. Los celos y la
envidia son sentimientos que interfieren con la racionalidad.

Para Rawls, una situación de ese género es la típica situación


en la que surgen problemas de justicia y en la cual, en consecuencia,
se buscará un acuerdo sobre principios de justicia: es una situación
de elección racional en la que el concepto de compromiso para el
futuro modera la parcialidad de los contratantes, según Rawls, tales
condiciones llevarían a las partes a ponerse de acuerdo sobre los
dos principios siguientes: (A) toda persona que participa de una
práctica o que se ve afectada por ella posee un derecho igual a la
más amplia libertad que es compatible con el derecho de todos a
una libertad semejante. (B) las desigualdades son arbitrarias (y por
ende injustificadas) a menos que sea razonable esperar (B1) que
obren para beneficio de todos; y además, (B2), las posiciones y las
funciones a las que se ajustan esas desigualdades (que dan derecho
a una porción mayor de los bienes primarios que la de los demás o
con las cuales puede adquirirse esa porción mayor) deben obtenerse
como resultado de una competencia abierta a todos.

Mediante el primer principio Rawls aboga por una sociedad


democrática en la que se conceda a todo individuo la posibilidad de
obrar a su manera y de perseguir sus intereses en tanto y en cuanto
ello sea compatible con una libertad igual para todos los demás. En
la Teoría de la Justicia, Rawls dice que ese principio es prioritario en
relación con el otro, es decir que está prohibido restringir la libertad
de cada uno so pretexto que tal restricción podría conducir a una
satisfacción globalmente más importante de los intereses.

En cuanto al segundo principio, es muy sencillo: se opta por


la igualdad, pero al mismo tiempo se reconoce que en un sistema en
el que pueden existir las desigualdades puede ser más efectivo que
89 Ibid., págs. 138-139.
323
Colección de Ciencias Sociales

un sistema rigurosamente igualitario, y puede acrecentar en todos


los planos la cantidad de bienes primarios de los cuales podrán
disponer los contratantes; se establece así la regla según la cual las
desigualdades son justas si procuran una ventaja suplementaria
para todos, incluso si lo hacen en una proporción desigual. En
cambio, si se produce un acrecentamiento de la suma global de los
bienes primarios mediante desigualdades que provocan beneficios
para unos y pérdidas para otros, esas desigualdades son injustas,
aun cuando se acreciente el monto global. Principalmente en este
punto, mediante la afirmación de la prioridad de la libertad, Rawls
se separa del utilitarismo.

En el artículo de 1958, Rawls parece atenerse todavía a una


justificación de sus principios mediante el procedimiento que describía
al comienzo: esos principios son justos porque los contratantes se
ponen de acuerdo sobre ellos en las condiciones de elección precisadas
dominadas por la racionalidad de los contratantes.90

En sus dos primeros intentos, Rawls parece considerar


únicamente las obligaciones formales impuestas a la especificación
de la situación inicial, cuando reflexiona sobre el problema de la
justificación de su teoría. Parece que no tuviera otras pruebas para
determinar la validez de un conjunto de principios, salvo el hecho
de que se puede pensar racionalmente que se los elegirá en una
situación óptima de racionalidad.

No obstante, quedan numerosas dificultades: suponemos,


dice Rawls, que si los hombres estuvieran colocados en esta
situación de máxima racionalidad, llegarían a un acuerdo unánime
sobre los principios de justicia. Pero también decimos que si no
se produce semejante acuerdo, significa que por lo menos una de
esas condiciones que definían la situación inicial no se cumplió. El
propio Rawls confiesa que no es seguro que el acuerdo se produzca,
lo cual equivale a decir que la descripción de la situación inicial no
90 Ibid., págs. 140-141.
324
Modalidades de abordaje metodológico

es perfecta y que lo que considerábamos una situación de óptima


racionalidad no lo era realmente. Colocadas en esta situación, las
partes continuaran razonando sin duda de una manera parcial, y no
podrán alcanzar el punto de vista de lo universal.

Además, ¿Cómo se puede asegurar que los hombres elegirán


esos principios y no otros? Todo ocurre en el nivel de una experiencia
mental. Rawls dice que puede haber circunstancias reales en las
cuales los hombres se verían efectivamente conducidos a elegir
los principios que deben gobernar sus prácticas colectivas en una
situación de ese tipo; pero, ¿ocurriría lo mismo si se tratase de elegir
los principios que gobiernen el conjunto del modo social de reparto
de los bienes primarios?

Por último es evidente que, en el curso de su razonamiento,


Rawls ya tiene en mente los principios de justicia que quiere
justificar al construir el concepto de la situación de elección: esta ha
sido construida para hacer verosímil la elección de los principios
en cuestión. Esta manera de proceder no es ilegítima en sí misma,
pero significa que hay otra prueba para determinar la validez
de los principios y Rawls encontrará la solución al reunir los dos
procedimientos: los principios deben ser intuitivamente validos
(habrá que precisar el sentido de esta idea) y, por otro lado, debe
existir la posibilidad de hacer parecer que serán elegidos en una
situación de óptima racionalidad.

B. La justificación en la teoría de la justicia

En su segundo modelo. Rawls procura mitigar las secuelas


de la parcialidad, al extender los efectos del contrato en el tiempo:
ciertamente las partes que contratan conocen sus circunstancias
actuales, pero sólo conocen parcialmente las circunstancias en que se
encontraran en el futuro; en consecuencia, ya que se comprometen
a largo plazo, deben considerar no solamente su punto de vista
325
Colección de Ciencias Sociales

presente, con los intereses que se vinculan con él, sino también el
punto de vista que tendrán en una posible situación futura, son los
nuevos intereses que se vinculan con él.

El propio Rawls percibió el carácter insuficiente de esta


disposición: el factor del interés personal se ve reducido por la extensión
en el tiempo de los efectos del contrato, pero no por ello quedan
completamente suprimidas las deformaciones, porque cada individuo
colocado en una determinada situación tiene diferentes probabilidades
de encontrarse un día en tal o cual situación distinta. Los contratantes
consideraran las elecciones según esas probabilidades: mirarán su
situación presente, luego tratarán de calcular, según lo que saben de
su edad, de su formación y de la educación que han recibido, de su
medio familiar y social, de la evaluación de sus cualidades personales,
tanto físicas como intelectuales, la probabilidad de encontrarse un día
en una situación determinada. Si la probabilidad es grande, tendrán
en cuenta para su elección intereses ligados a esta situación.

Cada individuo elegirá en función de si mismo desde su punto


de vista, pero también en función de aquellos que se encuentran en
una situación en la que él mismo tiene grandes posibilidades de
encontrarse en el futuro. Cada uno elegirá entonces los principios
que le parezcan justos no solo desde su propio punto de vista, sino
también desde esos puntos de vista posibles o probables para él. Sin
embargo, aun en ese nivel, los individuos pueden todavía diferir
mucho en cuanto a la manera en que integran los riesgos futuros a
sus cálculos: habrá pesimistas y optimistas. En cambio, si existe una
probabilidad muy pequeña de encontrarse un día en determinada
situación, el contratante no encarará la elección de los principios de
justicia según intereses vinculados con tal situación; solo calculará
desde el punto de vista de su situación actual o probable.

El elemento de parcialidad disminuyó pero no desapareció. Sin


embargo, ¿se podrá alcanzar en esas nuevas condiciones un acuerdo
unánime sobre los principios de justicia? Rawls continúa dudándolo y
326
Modalidades de abordaje metodológico

por ello llega a la conclusión de que las informaciones que poseemos


sobre nosotros mismos, y sobre las probabilidades de evolución
futura de nuestra existencia, son otros tantos obstáculos para que cada
contratante adopte el punto de vista de lo universal y representan otras
tantas incitaciones para adoptar un punto de vista parcial. En otras
palabras, habría que imaginar una situación de elección en la cual todas
las situaciones posibles parezcan igualmente probables para quien elige.

Por ello, en la Teoría de la Justicia, Rawls desarrollo su


concepción en dos direcciones: primero, al introducir condiciones
suplementarias en el seno de la descripción de la situación racional
de la elección inicial. Luego, al desarrollar su concepción de la
justificación: ciertamente, conserva la concepción de procedimiento
(son válidos los principios elegidos como resultado de un
procedimiento señalado por la elección en una situación de optima
racionalidad), pero agrega una prueba independiente: los principios
son válidos si están en armonía, en condiciones que habrá que
precisar, con el conjunto de nuestros juicios particulares en materia
de justicia tales como efectivamente obran. Esto introduce una fuerte
dosis de intuición, que por otra parte, le será reprochada a Rawls.91

El procedimiento de justificación propuesto por Rawls en


la Teoría de la justicia es particularmente difícil de describir porque
procede de dos vertientes al mismo tiempo; podemos intentar primero
dar una idea general de él y luego profundizar algunos puntos.

El punto de partida siempre especifica una situación inicial de


lección en la cual los contratantes serán llamados a establecer contrato
sobre principios de justicia; pero esta vez, las partes tendrán que elegir
entre los diferentes conjuntos de principios con una nueva condición
que Rawls llama “el velo de ignorancia”.92 A grandes rasgos, deberán
elegir una manera de repartir bienes primarios y reglas de reparto,
ignorando cual será el lugar que ocuparan en la organización elegida.
91 Véase Joel Feinberg, “Rawls and intuitionism” en Reading Rawls, critical, studies of A Theory
of Justice, editado por N. Daniels, Oxford, Blackwell, 1975.
92 John Rawls, T. J. párrafo 24 (págs. 168-174).
327
Colección de Ciencias Sociales

Seguidamente, se someten los principios (que como se ha


dicho antes, serán muy probablemente elegidos en la situación
inicial) a una prueba a posteriori que consiste en determinar (a) si
concuerdan con los juicios particulares que nos sentimos dispuestos
a emitir en casos particulares respecto de problemas de justicia y
(b) si, al deducir de esos principios una cierta cantidad de juicios
particulares, se anticipan correctamente los juicios que emitiríamos
en casos particulares que aún no se han presentado; más tarde, uno
se pregunta si a experiencia ulterior confirma esas anticipaciones
deductivas. Por ultimo (c) nos preguntamos si la aplicación de los
principios, es decir, la deducción de sus consecuencias en casos
particulares, nos permite dilucidar la cuestión en los casos que nos
hacen vacilar y si podremos lograrlo de manera satisfactoria.

Entonces pueden presentarse dos casos: o bien los principios


satisfacen esa prueba y se encuentran así en equilibrio reflexivo con las
situaciones de lo que Rawls llama nuestro sentido moral; en ese caso los
principios están justificados en el único sentido que pueden estarlo.

O bien, por el contrario, existe desacuerdo entre los principios y


los juicios de nuestro sentido moral; entonces hay muchas estrategias
posibles; podemos considerar ese desacuerdo como un indicio
del carácter insatisfactorio de los principios mismos y llegamos a
la conclusión que la situación óptima de racionalidad o era tal; en
esta estrategia preferimos considerar que nuestros juicios intuitivos
obran como piedra de toque, y emprendemos la reformulación de
los principios a fin de ponerlos en armonía con tales juicios.

Para modificar los principios hay que modificar la descripción de


la situación inicial: se introducen nuevos principios, modificados en
el sentido adecuado para ponerse de acuerdo con nuestros juicios
intuitivos. Bajo la influencia de efectos retroactivos de este tipo se
introduce, por ejemplo, la condición de velo de ignorancia. Pero hay
que prestar atención a dos cuestiones: por un lado, se puede corregir la
descripción de la situación inicial a fin de obtener nuevos principios,
328
Modalidades de abordaje metodológico

pero no es necesario desembocar en una concepción de esta situación


de elección racional que nos arezca totalmente contraintuitiva, o que
resulte contraria a todo lo que, por otra parte, sabemos acerca de
la racionalidad. La descripción de la situación inicial con situación
de elección racional, debe continuar pareciéndonos intuitivamente
razonable. Por otra parte, pueden modificarse los principios mismos,
pero tampoco es necesario que se vuelvan fantasiosos o totalmente
contraintuitivos: si obtuviéramos (aunque esto es poco probable) un
conjunto de principios que nos parecen muy extraños, ello será un
índice de que algo no está bien.

En otras palabras, es posible modificar el conjunto constituido


por la descripción de la situación inicial y por los principios de
justicia a fin de ponerlos en armonía con los juicios intuitivos, pero
si esta modificación es contraintuitiva en sí misma, significa que más
bien habrá que preguntarse si no queremos conservar a toda costa
nuestros juicios intuitivos.

Por eso la segunda estrategia, que de hecho se combina con


la primera, consiste en reconsiderar los juicios intuitivos a fin de
ponerlos en armonía con los principios de justicia, si estos últimos nos
parecen intuitivamente correctos, si poseen una buena capacidad de
anticipar y resolver casos dudosos, y si además son consecuencia de
una situación inicial de elección cuya definición corresponde a la idea
que tenemos de la racionalidad. Reconsiderar los juicios intuitivos
significa: hay desacuerdo entre lo que se deduce de mi principio y mi
juicio intuitivo sobre la cuestión; ahora bien, si reflexiono, no quiero
modificar mi principio y prefiero modificar mi juicio espontaneo a
fin de ponerlo en armonía con aquél. Esta reevaluación es tanto más
verosímil y tanto más fácil de realizar si, en el curso de la reflexión,
se descubre que había un poderoso motivo de deformación, y si
además el juicio así reconsiderado parece intuitivamente preferible
al anterior.93

93 Ibid., págs. 47-48, también págs. 73-75.


329
Colección de Ciencias Sociales

Hay pues un doble proceso de ajuste: de los principios con


los juicios intuitivos y de los juicios intuitivos con los principios,
sin dejar de permanecer cada vez en los límites de lo que parece
intuitivamente aceptable; nuestros principios tampoco deben
obligarnos a adoptar, en ciertas cuestiones particulares, juicios que
permanezcan aceptables desde el punto de vista del ejercicio de
nuestro sentido moral.

En realidad este doble proceso de ajuste conduce plenamente


a lo que Rawls llama el equilibrio reflexivo: una concepción moral
y política está justificada en tanto logre realizar semejante estado
de equilibrio, por un lado, y en tanto los principios que forman su
esencia nos parezcan de naturaleza tal que pueda argumentarse
cada vez, de un modo fundado, por qué serian esos los principios
elegidos, en la situación inicial de optima racionalidad.94

Ahora que hemos descrito a grandes rasgos el procedimiento


de justificación, procuremos precisar ciertos puntos y ver los
numerosos problemas que plantea.

El primer punto que merece examinarse es esta condición


bastante sorprendente del velo de ignorancia: Rawls la introduce no
porque sin ella las partes llegarían a un acuerdo sobre principios que
sería imposible poner en estado de equilibrio reflexivo con los juicios
intuitivos sino, esencialmente, porque sin ella es probable que las
partes no se pusieran de acuerdo, en modo alguno, sobre principios
de justicia, a fin de justificar su condición Rawls escribe: “La idea
de la posición original es un procedimiento equitativo de tal suerte
que todos los principios sobre los que haya acuerdo sean justos. El
objetivo es utilizar el concepto de justicia de procedimiento puro
como base de la teoría. Debemos invalidar, de una manera u otra, los
efectos de las contingencias particulares que se oponen mutuamente
los hombres y les inspiran la tentación de utilizar las circunstancias
sociales y naturales para su beneficio personal. Por eso pienso que
las partes están situadas detrás de un velo de ignorancia. No saben
94 Ibid., pág. 46 y pág. 154.
330
Modalidades de abordaje metodológico

de qué manera afectaran su propio caso particular las diferentes


posibilidades y están obligadas a juzgar los principios basándose
únicamente en consideraciones generales.95

La ignorancia se refiere al hecho de que nadie conoce su lugar


en la sociedad, su posición de clase, su condición social, nadie sabe
lo que le toca en la distribución de las cartas de triunfo naturales
y de capacidades (talento, inteligencia, etc.), nadie conoce las
particularidades de su propia psicología (no se sabe si se es optimista
o pesimista, si le gustan los riesgos, etc.), cada uno sabe que tiene una
concepción del bien, pero no saben cuál es, lo cual hace que desee la
mayor parte posible de los bienes primarios porque, según todas las
probabilidades, así es como cada uno tiene la mayor posibilidad de
realizar lo que considere su bien y de progresar en su plan de vida,
sea este el que fuere. Por último, uno no sabe ni su edad ni a que
generación pertenece, y tampoco sabe si la sociedad en que vive es
una sociedad desarrollada o subdesarrollada.96 En cambio, se puede
suponer que las partes tienen todos los conocimientos generales
referentes a los hombres y a la sociedad (leyes de evolución social,
de la psicología, etcétera).

La idea del velo de ignorancia es la de que las partes elegirán


los principios de justicia de una manera no afectada por su situación
particular (puesto que lo ignoran todo); y que querrán adoptar los
principios aceptables por todos, tanto por quienes están en posiciones
desfavorables como por los otros. Además, la condición del velo de
ignorancia excluye las negociaciones y las componendas (ya que no
están especificadas las diferentes posiciones) y permite la unanimidad:
puesto que nadie está en posición de evaluar la fuerza de los argumentos
propuestos por tal o cual principio en función de su propia situación,
todos se convencerán mediante los mismos argumentos.97

95 Ibid., pág. 168.


96 Ibid., págs. 168-169.
97 Ibid., pág. 171.
331
Colección de Ciencias Sociales

Principalmente al apoyarse en la condición del velo de


ignorancia Rawls puede reivindicar un parentesco con Kant:
obramos de manera autónoma cuando elegimos principios de
justicia, y cuando los elegimos no en función de nuestra posición
social, de nuestros dones naturales o de la sociedad particular en
la que vivimos, sino únicamente cuando sólo consideramos lo que
sería la expresión más adecuada posible de nuestra naturaleza se ser
racional, libre e igual a los otros. En ese sentido, la condición del
velo de ignorancia hace imposible toda forma de acción heterónoma.
Además, los principios que podrán elegirse en la situación inicial son
comparables a los imperativos categóricos: son válidos en condición
y sean cuales fueren nuestras finalidades. No se dice: “si tienes tal
deseo particular, haz esto, elige tal principio”, sino: “¿Sea cual fuere
tu meta, elige tal principio”.98

Con la condición del velo de la ignorancia se acaba la descripción


de la posición original, que consta de cuatro series de condiciones: I-
Encontrarse en una situación en que se planteen problemas de justicia
(por un lado competencia de intereses, pero también identidad de
intereses; porque hay complementariedad y porque todos tenemos
interés en que haya reglas comunes). Esta primera serie comprende
también la escasez relativa de bienes primarios y excluye las relaciones
de fuerza que permiten que unos puedan poner lo que quieren a otros.
II- Una serie de obligaciones formales aplicadas a los principios de
justicia: deben ser generales, es decir, que deben poder formularse sin
designar a nadie por su nombre; la aplicación de tales obligaciones
debe ser universal; deben ser púbicas e irrevocables; deben permitir
poner en orden las reivindicaciones en conflicto. III- Las condiciones
poderosas: el velo de ignorancia y la ausencia de envidia. IV- La
racionalidad de las partes.

El segundo punto que merece atención es el que consiste en


decir que en materia de justicia hay juicios intuitivos y que estos
deben servir de piedra de toque de la validez de una concepción de
98 Ibid., págs. 288-289.
332
Modalidades de abordaje metodológico

la justicia. Rawls sostiene que toda persona que haya superado cierta
edad y que posea capacidades intelectuales normales, desarrolla
un sentido de justicia en circunstancias sociales normales, es decir
que cada uno de nosotros tiene una aptitud y una disposición a
pronunciarse sobre la justicia y la injusticia en el conjunto de casos en
los que se planteen tales cuestiones; que tenemos el deseo de obrar
de conformidad con los juicios que consideramos más justos y que
esperamos de los demás un deseo semejante.

Rawls llama a esto una capacidad moral: las practicamos en


numerosos casos, pero no sabemos exactamente cómo actúa y en virtud
de qué (¿de qué principios?) juzgamos justas algunas instituciones
e injustas otras. Ciertamente, dice Rawls, hay casos en los cuales
vacilamos y en los que nuestra capacidad moral parece cogida en
falta, lo cual no le impide actuar en un gran número de casos.99

Para Rawls, una teoría de la justicia es un intento de explicar


esta capacidad moral, de construir principios de justicia cuya
aplicación sistemática nos conduzca, por derivación deductiva,
precisamente a los juicios que realmente formulamos en la existencia
cotidiana. Según Rawls una concepción de la justicia está justificada
en la medida en que sus principios permiten tal deducción o en
la medida en que esos principios estén de acuerdo con los juicios
derivados de esta “capacidad moral”.

A fin de dar una idea más precisa de lo que quiere decir, Rawls
propone comparar con lo que sostiene con la teoría lingüística como
descripción del sentido de la “gramaticalidad” de frases que todos
poseemos. En efecto, tenemos la facultad de distinguir las frases
gramaticales de la lengua que son posibles y las que no lo son: una
teoría lingüística debe construir principios que expliquen por qué
una frase es posible y otra no, es decir, principios cuya aplicación
sistemática conduzca a los mismos resultados que se obtienen en el
plano intuitivo. Tales principios serian teóricos o hipotéticos y no
99 Ibid., párrafo 9 (págs. 71-78).
333
Colección de Ciencias Sociales

simples descripciones de los juicios que realmente formulamos; en el


terreno de una teoría de la justicia debe prevalecer una situación análoga.

No obstante, los juicios cotidianos que hay que explicar y


poner en equilibrio con la teoría no son los juicios espontáneos, sino
los juicios que Rawls llama bien meditados. A fin de comprender este
concepto, hay que señalar que quedan excluidos todos los juicios
sobre los cuales tenemos vacilaciones, como también todos aquellos
provocados por accesos de miedo o de emoción. También quedan
excluidos los juicios de quienes con toda evidencia están directamente
interesados en la cuestión. En consecuencia, solo consideramos los
juicios enunciados en condiciones favorables para el ejerció del juicio
y de la reflexión en general. Además, los juicios que nos sirven de
piedra de toque no son aquellos que uno podría formular antes de
haber examinado concepciones diferentes de la justicia, sino los que
se formulan después de esta reflexión sobre principios de justicia
posibles; y son de naturaleza tal que eventualmente pueden ser
reevaluados, reconsiderados, a la luz de los principios mismos.

El tercer elemento que convendría profundizar es el del


razonamiento que, según Rawls, conduce de la especificación de la
situación inicial a los principios de justicia que él quiere defender.
Esta es sin duda la parte más discutible de la teoría de la justicia
como equidad. Al proceder mediante la confrontación sistemática de
dos hipótesis rivales, Rawls procura demostrar que sea cual fuere
la alternativa que se oponga a los principios de la justicia como
equidad, estos serán elegidos antes que los otros. Su razonamiento
se basa en dos ideas esenciales: el principio del máximum por un
lado, y por el otro, el de razón suficiente.

El máximum es un principio de elección en una situación de


completa incertidumbre, como la que define la posición original: se
trata de elegir la solución que ofrezca el máximo de ventajas posibles
(sea cual fuere la posición que uno ocupe en el orden elegido) y, por

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Modalidades de abordaje metodológico

otra parte, minimice los riesgos: “La regla del máximum propone
jerarquizar las soluciones posibles en función de su peor resultado
posible; debemos elegir la solución cuyo peor resultado posible es
mejor que cada uno de los peores resultados de las demás”.100 Se
trata de elegir pues colocándonos en el punto de vista de los más
desfavorecidos y persuadiéndonos de que tenemos una posibilidad
de encontrarnos nosotros mismos en esa posición, posibilidad cuya
probabilidad nos es imposible evaluar, ya que no sabemos nada
de nuestras propias características. En tales condiciones, habrá
que elegir los principios que den lugar al orden social en el cual la
posición menos favorecida es sin embargo preferible a lo que esa
misma posición sería en cualquiera de los otros ordenes posibles
(por lo menos de aquellos que conocemos).101

Rawls reconoce que esa es una actitud conservadora


caracterizada por el rechazo del riesgo: se elige la solución en la
que, aun estando en lo más bajo de la escala, uno se encontrará en la
situación menos desfavorable posible y, por lo menos, podrá aceptar
el orden elegido, porque éste le permite a cada uno conservar la
necesaria autoestima. La condición esencial es que el orden elegido
les parezca aceptable a todos, particularmente desde ese punto de
vista, y solo la justicia como equidad es capaz de dar ese resultado.102

Sin embargo, esta manera de proceder no está considerada en


todos los casos como la más racional: sólo lo es en una situación de
máxima incertidumbre, es decir, cuando nos resulta materialmente
imposible hacernos la menor idea sobre las probabilidades que tenemos
de ocupar tal o cual posición. Nuestra preocupación esencial es pues
construir un orden según principios que les parezcan equitativos
a todos una vez levantado el velo de ignorancia: en primer lugar
aceptables, porque cada uno puede continuar respetándose asimismo.

100 Ibid., pág. 185.


101 Ibid., pág. 185.
102 Ibid., págs. 185 y 197.
335
Colección de Ciencias Sociales

Es mucho lo que está en juego, porque nos comprometemos


con principios que, por un lado, gobernarán toda nuestra existencia
y la idea que tendremos de ella y que, por otro lado, deberán
parecernos aceptables en todo momento. No obstante comprometen
toda nuestra existencia, sino también la de nuestros descendientes si
elegimos algo diferente de los principio de la justicia como equidad.
Rawls dice que es razonable suponer que en la posición original
las partes tengan un “alto grado de aversión al riesgo” que está
vinculado con la ausencia total de informaciones respecto de sí
mismas: ¡no saben siquiera que clase de personas son, si les gusta
exactamente el riesgo, si son o no jugadores!103

En cuanto al principio de razón suficiente, Rawls afirma que


toda situación diferente de la determinada por los dos principios de
la justicia como equidad implicaría por definición que la situación
más desfavorable fuera peor que el orden determinado por esos
dos principios. Pero no se sabe absolutamente nada acerca de la
posibilidad que cada uno tiene de encontrarse en esa posición: en
tales condiciones no pueden preferirse otras soluciones en lugar
de los principios de la justicia como equidad; porque no tenemos
ninguna razón para preferirlas a ellos. En cambio, tenemos una razón
suficiente para elegir la justicia como equidad, porque, según todas
las probabilidades, esta implica que la posición menos favorecida
estará en la situación más ventajosa posible.

Ahora bien, el nervio de la argumentación mediante la cual


Rawls piensa que puede justificar sus propios principios respecto
de los del utilitarismo, es que el utilitarismo, por una parte, tiene
consecuencias que se contradicen con nuestros juicios bien meditados
y, por otra, sería una solución menos racional para el problema de la
elección en la situación inicial.

En efecto, intuitivamente estimamos que no es posible


sacrificar la libertad en nombre de ventajas mayores; es cierto que
103 Ibid., pág. 201.
336
Modalidades de abordaje metodológico

con frecuencia tenemos dos objetivos: por un lado permanecer siendo


lo más libres que podamos, y por otro, aumentar el máximo posible
la suma de nuestro bienestar. El utilitarismo quiere maximizar el
bienestar y acepta que para ello se pueda disminuir la libertad (aunque
para el utilitarismo esta sea una simple posibilidad que nunca se hará
efectiva, ya que el sistema más eficaz es también, en los hechos, el que
implica la mayor libertad posible); al decir esto, el utilitarismo entra
en contradicción con nuestro juicio bien meditado, que da prioridad
a nuestra exigencia de libertad y que pone a nuestras dos ambiciones
esenciales en un orden léxico. Al colocar el principio de libertad en un
lugar prioritario, la justicia como equidad se encuentra por el contrario
en equilibrio con esas convicciones del sentido común.

Por segunda vez el utilitarismo está en contradicción con


nuestros juicios bien meditados: en efecto, el utilitarismo considera
el problema de la elección del mejor orden como un problema de
maximización, de naturaleza tal que podría plantearse en el caso de
un sola persona; no hace ninguna distinción entre lo que significa
elegir cuando se es una persona y lo que significa arbitrar entre
reivindicaciones competidoras cuando hay una pluralidad de
personas, en otras palabras, el utilitarismo no considera seriamente
la diferencia de las personas y, particularmente, la necesidad de que
el orden establecido permita a cada una de esas personas conservar
su autoestima. Para el utilitarismo, lo esencial es maximizar la suma
total de bienestar y le importa poco que para lograrlo uno esté
obligado a disminuir la suma de bienestar de algunas personas si,
en cambio, se acrecienta la de otras en tales proporciones que el total
del conjunto sea una cantidad mayor. Esto entra en contradicción
con nuestros juicios bien meditados: hay una pluralidad de personas
reales; uno no tiene el derecho de sacrificar los intereses de algunos
para el beneficio del conjunto, así como no cabe ignorar que el orden
elegido puede conducir a una situación en la cual algunos quedarán
privados de un bien esencial: la autoestima.104 Además es evidente
que las partes, en la situación inicial, no podrán aceptar semejante
104 Ibid., págs. 479-480.
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Colección de Ciencias Sociales

principio porque les parecería intolerable en el caso en que ellas


mismas se encontraran algún día en la posición de aquellos que hoy
se sacrifican por el bien del conjunto, particularmente en lo que se
refiere al bien más esencial que es el respeto por uno mismo.

Por último, el utilitarismo no puede discriminar entre los


deseos que son aceptables y los que no lo son y en ese sentido es
poderosamente contraintuitivo; si algunos individuos sienten placer
al martirizar a los demás (por ejemplo) ¿debe considerarse tal deseo,
aunque intuitivamente pensemos que no? La teoría de la justicia
como equidad es capaz de establecer un equilibrio con ese juicio bien
meditado.

Al final de su libro,105 Rawls vuelve sobre las objeciones que


podrían hacérsele a su método de justificación.

En primer lugar, semejante método recurre a un acuerdo


puramente fáctico, tanto en lo que respecta a la especificación de las
condiciones iniciales a las que debe obedecer la posición original,
como a la determinación del equilibrio reflexivo entre los tres
elementos que son: la posición original, los principios de justicia y
los juicios bien meditados. Rawls responde que la naturaleza misma
de una justificación es dirigirse a quienes no están de acuerdo con
nosotros, a fin de procurar convencerlos y hacer que consideren
aceptable nuestra posición desde el punto de vista del razonamiento
y de la argumentación. ¡”Justificado”, en ese sentido, quiere decir
“racionalmente aceptado o racionalmente aceptable”!

Es imposible realizar una justificación sin remontarse a


algunas tesis, que por lo menos las partes de la discusión reconozcan
como válidas. Se trata de demostrar, deductivamente, a quienes no
están de acuerdo con nuestra teoría de la justicia, que, no obstante,
ellos aceptan como verdaderas ciertas proposiciones que tienen
por consecuencia ineluctable la aceptación de nuestra teoría; se les
105 Ibid., págs. 618-628.
338
Modalidades de abordaje metodológico

señalara, por ejemplo, que si ellos están de acuerdo con la definición


de la situación racional de elección, no pueden dejar de adherirse
a los principios de la justicia como equidad. Asimismo se les hará
ver que están dispuestos a enunciar ciertos juicios de justicia sobre
problemas particulares, que la justicia como equidad es la única capaz
de explicarlos de manera sistemática y que le es posible introducir
una coherencia en nuestros juicios dispersos al demostrar que todos
ellos pueden derivar de los principios de la justicia como equidad.106

Dijimos al comienzo que habría que ser modesto en lo que


se refiere a concepto de justificación y la conclusión lo confirma:
en política sólo se puede argumentar o justificar si hay premisas
compartidas. De ese modo aparece también el problema de la
justificación transcultural: ninguna justificación es posible si no hay
ningún punto de acuerdo, particularmente sobre lo que significa
justificar y sobre cierto número de premisas que pueden ser generales
(la teoría de la racionalidad) o particulares (juicios bien meditados).

La segunda objeción se refiere a la exhaustividad de la lista


sobre la que se basó nuestro trabajo: Rawls confiesa que la justificación
es imperfecta porque no se pusieron en la balanza la justicia, solo se
estimaron las que están disponibles y, particularmente, las diferentes
variantes del utilitarismo entonces, en cierta medida la lista es arbitraria.

La respuesta de Rawls es muy simple: “Aun si uno debe


aceptar que toda lista de doctrinas consideradas es, en cierta
medida, arbitraria, la objeción esta errada si supone que todas
las listas son igualmente arbitrarias. Una lista que comprenda las
teorías tradicionalmente más importantes es menos arbitraria que
la que deja de lado las posibilidades más evidentes. Ciertamente se
podría forzar la argumentación en favor de los principios de justicia
si se demostrara que siguen siendo la mejor elección en una lista
completa y evaluada sistemáticamente” sobre este punto Rawls está
dispuesto a decir que existen dudas sobre la posibilidad de que los
106 Ibid., pág. 622.
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Colección de Ciencias Sociales

principios de justicia fueran elegidos en una lista completa, pero una


lista completa y evaluada sistemáticamente no está disponible. No
obstante, Rawls continúa sosteniendo que aun en el caso en que la
lista fuera completa, los principios adoptados serian en su opinión
una variante de los principios de la justicia como equidad, o por lo
menos, pertenecerían a la misma familia de principios.

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