La Historicidad Del Libro Del Exodo

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LA HISTORICIDAD DEL LIBRO DEL EXODO

Claude Wiéner, quien fue profesor del Instituto Católico de París,


incorporaba en su obra El libro de Éxodo una serie de preguntas sugestivas
en referencia a los relatos que allí se listaban; y dentro de ese grupo de
interrogantes quizás la más significativa era la siguiente: ¿Qué
acontecimientos reales hay detrás de estos relatos? Ciertamente desde el
punto de vista religioso estos textos adquieren gran valía gracias a su
alcance teológico, pero ¿a partir de qué hechos aquellos creyentes de
antaño llegaron a expresar estos elementos fundamentales para su fe? ¿Qué
es lo que vivieron en realidad? Pretender dar respuestas claras y precisas a
estas interrogantes es tarea pendiente aún hoy en el ámbito de los estudios
bíblicos.
El primer polo en el que ha gravitado la búsqueda de respuestas a estos
problemas son las lecturas fundamentalistas que pretenden establecer una
historicidad literal en atención a los eventos relatados. Esta manera de
abordar el problema fue común en particular al iniciarse la arqueología
bíblica, pues se pretende, de forma por demás equivocada, que los vestigios
arqueológicos se conviertan en prueba fehaciente de la palabra bíblica. De
esta manera, la Biblia sería una suerte de cronología histórica de los
eventos que dieron origen al pueblo de Israel.
El segundo polo lo representa la lectura criticísta de la Biblia. Numerosos
estudiosos en el afán de racionalizar el acercamiento al texto en una clave
crítica asumieron que al no existir pruebas fehacientes que respaldasen
muchos de los relatos descritos en el Éxodo, la única conclusión posible era
invalidar la legitimidad histórica de los eventos. Por supuesto esta
aproximación también representa un extremo innecesario, pues deja a un
lado la valoración teológica de los sucesos que se relatan como parte del
origen del pueblo de Israel.
De estos dos polos, se puede deducir que para establecer ¿Qué
acontecimientos reales hay detrás de estos relatos?, será de la mano de la
Historia de Israel y de la Arqueología Bíblica que será posible iniciar el
recorrido. Ciertamente ambas están profundamente religadas, y no es
intención del presente escrito plasmar los intensos debates que en el
desarrollo de una Historia de Israel se han dado. Para cualquier estudiante
familiarizado con el tema, deben resonar nombres como el de Albright, Alt,
Noth, De Vaux, Mendelhall, Soggin o Finkelstein entre otros tantos que han
procurado sistematizar una historia de Israel. Ciertamente una gran
empresa, que a razón de tantos nombres, también revela diversidad de
métodos de historización, que invariablemente lleva en la actualidad a
reconocer diversas “cronologías” según se consideren distintas fechas
como inicio de la historia de Israel.
Para el Español Julio Trebolle Barrera, se pueden distinguir los siguientes
hitos en la datación de los orígenes e historia de Israel. El primero de ellos
es la la propuesta por Willliam F. Albright en 1935 y popularizada por John
Bright en su muy difundida Historia de Israel. Es la llamada hipótesis
amorrea. Esta básicamente plantea que los patriarcas hebreos se instalaron
en Canaán hacia los años 2100-1900 a. C., cuando se produjeron la
emigraciones de los amorreos a lo largo del Creciente fértil. Roland de Vaux
rebajó ya la antigüedad de la época patriarcal al relacionar la emigración de
los patriarcas con una segunda oleada amorrea en el siglo XIX A.C.
Llegada la década de los sesenta, surgieron nuevos debates en este sentido
y la hipótesis amorrea comenzó a desmoronarse. La principal crítica al
trabajo realizado por Albright se sustentó en el hecho de que el
estadounidense aceptaba la historicidad básica de las narraciones del
Génesis y también de los relatos del libro de Josué referidos a una
conquista militar de Canaán. Por ello Albrecht Alt y Martin Noth dieron un
giro interesante al suponer que la ocupación de Canaán por los israelitas no
fue el resultado de una rápida campaña militar, como había propuesto
Albright, sino de una lenta y pacífica incursión de nómadas procedentes del
desierto. En su Historia de Israel (1950), Martin Noth comienza la historia
con la instalación de las tribus en Canaán a finales del siglo XIII A.C. Esto
deviene en una inédita circunstancia: Noth renuncia a escribir la historia
anterior de Moisés y de los patriarcas, aunque sin negar historicidad a estas
figuras como epónimos de las tribus israelitas. Luego de este camino
recorrido ya es posible datar el Éxodo de Egipto en torno a 1250 a. C, en una
época en la que parecían converger la mayor parte de los datos históricos y
arqueológicos disponibles a la fecha.
George Mendenhall añade un tercer modelo explicativo de los orígenes de
Israel, relacionando los orígenes de Israel con revueltas de las aldeas frente
a las ciudades cananeas. Si bien no se movilizaba la datación hasta ese
momento aceptada, incluía una novedosa perspectiva. Por su parte el
Italiano Alberto Soggin fijó el arranque de su Storia d’Israele (1984) en los
inicios de la época monárquica, en los siglos X-IX, en tiempos de David y
Salomón.
Puede verse claramente como la cronología se fue ajustando. Pero este
camino ha continuado, y por ello se habla en los círculos especializados de
una cronología baja, que data los orígenes de Israel, más cerca de los
sucesos pre-exílicos, como nunca antes se había planteado, siendo uno de
sus principales representantes es Israel Finkelstein quien se propuso desde
un principio reconstruir una historia de Israel basada en la arqueología. De
esta manera su obra Archaeology of the Israelite Settlement (1988),
colocaba a la arqueología en el centro del debate sobre los orígenes de
Israel.
Desde su nacimiento hace más de doscientos años, la arqueología bíblica
ha evolucionado notablemente, y en particular su principal método de
trabajo: la excavación. Tal como lo plantea el sacerdote pontanés Pedro
cabello Morales, en su libro Arqueología Bíblica (2019) esta se ha ido
superando las primeras limitaciones y errores, y buscando colaboración de
otras ciencias hasta convertirse hoy en una disciplina que, para su práctica,
requiere una especializada preparación y entrenamiento. Este inédito nivel
permite que la Arqueología Bíblica haya adquirido estatuto científico y
madurez propia lo que ayuda a contrastar con nuevos rastros arqueológicos,
lugares, eventos, sucesos e incluso personajes Bíblicos.
Así la arqueología emerge como una excelente herramienta que permite
establecer el grado de realidad histórica de los textos. Pero hay que tener
cuidado. La interrogante inicial ¿Qué acontecimientos reales hay detrás de
estos relatos? No debe ser respondida solo desde la historicidad, o de los
elementos que la arqueología pueda dar. Es importante aceptar que detrás
de estos relatos hay una realidad teológica, que ayuda a comprender el
entramado de los mismos. Esta será la manera de abordar el problema en el
presente ensayo.
Desde la perspectiva histórica y en atención a los aportes de la arqueología
queda claro que la presencia en Egipto de clanes nómadas semitas en el
segundo milenio a. C. es evidente. Más allá de las discusiones sobre el
origen de Israel, al presente se acepta que esta presencia de “asiáticos”
pudo haberse visto favorecida por la llegada al poder de los hicsos,
soberanos semitas que dominaron a Egipto del 1730 al 1550. Para Weiner
(1986) estos clanes permanecieron como extraños en Egipto, y así cuando
las grandes construcciones de Ramsés II (1304-1238), requirieron mano de
obra, pudieron ser obligados a trabajos forzados en Pitom y Ramsés,
ciudades que se citan en Ex 1, 11 y que conocen los egiptólogos. Por ello se
entiende fácilmente que, descontentos por este trato, buscaran la manera
de salir de Egipto. Esto podría ayudar a datar entonces algunos de los
relatos establecidos en el libro del Éxodo, sin embargo como veremos más
adelante la empresa apenas inicia.
Hay que tener en cuenta que tal como lo plantea Trebolle (2013) la
concepción tradicional sobre la historia de Israel y la establecida por la
investigación reciente se diferencian igualmente por la mayor o menor
antigüedad atribuida al pueblo de Israel pero, sobre todo, por el carácter de
la historia misma, que renuncia a basarse en los relatos legendarios de la
Biblia en torno a patriarcas y héroes tribales y se fundamenta en datos
fehacientes de la arqueología más reciente, así como en referencias de
fuentes extrabíblicas de una épocala monárquica– relativamente tardía
respecto a las supuestas épocas patriarcal y tribal de una antigüedad
remota.
En este sentido Gonzalo Puente Ojea al prologar la versión en español de La
Biblia desenterrada, de Israel Finkelstein y Neil Silbermann establece el leit-
motiv de los arqueólogos israelitas, y en ese sentido indica que ellos
desean: “…a la vista de los hallazgos arqueológicos de las últimas décadas,
proceder a una drástica reformulación de la ideología político-religiosa del
antiguo Israel a partir de la identificación de lo que puede definirse como
epopeya nacional del pueblo elegido por Yahvé.
Para Ramsey (1982) está aceptado que la secuencia de sucesos descritos
en el AT no puede aceptarse tal como se presenta, y que hay muchas
contradicciones, inconsistencias y extrapolaciones de preocupaciones más
tardías que han de ser detectadas y tomadas en consideración. En ese
sentido por ejemplo no existe ninguna inscripción que mencione la llegada
de Abraham y Jacob a un cierto lugar, o de la huida de Egipto de esclavos
hebreos, o del ataque de Josué a algunas ciudades de Canaán. Tal
evidencia arqueológica de este temprano periodo es frecuentemente
susceptible de varias interpretaciones diferentes y suscita en ocasiones
tantos problemas como resuelve.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la fiabilidad de los testigos bíblicos
para el periodo previo a la monarquía es en sí misma una hipótesis que no
ha sido probada. Y esto en el caso del libro de Éxodo es significativo. Por
ejemplo ningún documento extrabíblico antiguo y conocido menciona a
Moisés. Por ello Finkelstein y Silbermann (2004) también se hacen una serie
de interrogantes: ¿se trata de algo histórico? ¿Puede ayudarnos la
arqueología a situar con precisión la época en que un dirigente llamado
Moisés movilizó a su pueblo para el gran acto de liberación? ¿Podemos
rastrear el camino del éxodo y la travesía del desierto? ¿Podemos siquiera
determinar si se produjo alguna vez el éxodo tal como se describe en la
Biblia?
Ciertamente no hay referencias extrabíblicas a Moisés, pero queda claro
que a nivel de relato y gracias a más de doscientos años de intensas
excavaciones y estudios de los restos de la antigua civilización egipcia, es
posible hoy día obtener una cronología detallada de los sucesos,
personalidades y lugares de la época de los faraones. Y este es la ruta de
abordaje de Finkelstein y Silbermann, pues queda claro que la narración del
éxodo está llena de un cúmulo de referencias geográficas detalladas y
concretas, más aún que las descripciones de los relatos patriarcales.
Y junto a estas referencias en textos egipcios, también la arqueología ha
ido proporcionado un cuadro interesante acerca de los asentamientos de
semitas en la parte este del delta del Nilo. En ese sentido Cabello (2019)
establece que a la luz de todo esto, se puede afirmar que los
comportamientos demográficos observables a lo largo del este del delta,
con pueblos asiáticos emigrados a Egipto, no se limitan a la Edad del
Bronce, sino que reflejan, más bien, los ritmos ancestrales de la región,
incluidos los siglos posteriores del Hierro. Y he aquí otra pista interesante
para datar el Éxodo.
Hoy se acepta perfectamente que el fenómeno migratorio desde Canaán a
Egipto era algo normal desde tiempos antiguos. Así, Egipto también atrajo a
las gentes de Canaán como lugar de resguardo en momentos en que la
sequía, el hambre c la guerra hacían la vida insoportable. Hay que recordar
que la agricultura cananea dependía totalmente del buen tiempo y que en
los períodos en que este buen tiempo era ajeno, la única posibilidad de
enfrentar largos períodos de sequía y por ende de hambruna, era trasladarse
a Egipto. Por ello, la hipótesis de los pastores semitas entrando en forma
pacífica pero escalonada resulta más verosímil que considerar una llegada
masiva y en pocos años.
Esto lo confirma Amon Ben-Tor quien en su libro La Arqueología del antiguo
Israel (1982) establece que se reconoce ahora que no hubo una invasión
individual de poblaciones extranjeras, sino una infiltración gradual de
inmigrantes cananeos en el delta oriental que al final los llevó al control de
la mayor parte de Egipto en la segunda y tercera décadas del s. XVII.
Ahora bien, ¿Quiénes fueron estos migrantes? La arqueología ha
proporcionado un cuadro mucho más matizado de las grandes comunidades
llegadas del sur de Canaán en la Edad del Bronce para asentarse en el delta
por múltiples razones y con diferentes niveles de éxito. Queda claro que su
llegada fue en distintos períodos. Un primer grupo que se puede caracterizar
es el conformado por aquellos cananeos que por mejorar sus condiciones
económicas y de subsistencia se trasladaban hasta el Delta. Otros podían
ser comerciantes simplemente, porque Egipto les ofrecía la perspectiva de
negociar y mejorar sus posibilidades económicas. Otro grupo lo debieron
constituir los jornaleros sin tierra reclutados para la construcción de obras
públicas y por último otros cananeos presentes en el delta podrían haber
sido llevados allí por los ejércitos del faraón como prisioneros de guerra,
tomados en campañas de castigo contra las ciudades -Estado rebeldes de
Canaán. De este grupo probablemente algunos hayan sido tomados como
esclavos para cultivar la tierra de las fincas propiedad de los templos.
Algunos lograron ascender en la escala social y acabaron siendo
funcionarios del gobierno, soldados e incluso sacerdotes.
En cuanto a vestigios arqueológicos, Cabello (2019) plantea que las cartas
de Tell el-Amarna, presentan a los hapiru como un elemento de la población
ordinariamente en rebeldía contra la autoridad del faraón. Puede ser que,
hechos prisioneros por el ejército egipcio, sean estos hapiru quienes pasan
a ser en Egipto obreros al servicio del faraón. En el famoso Papiro Anastasi
VI, un grupo de beduinos shasu obtiene permiso de las autoridades egipcias
para atravesar la frontera y llevar sus rebañes a abrevar a los lagos de
Pithom. El punto culminante de este desplazamiento sería el ejercicio del
poder por los hicsos, descrito anteriormente. Excavaciones arqueológicas
recientes realizadas en el este del delta del Nilo han confirmado esa
conclusión e indican que la invasión de los hicsos fue un proceso gradual de
inmigración de Canaán a Egipto más que una fulgurante campaña militar.
Los hallazgos de Tell ed-Daba son testimonio de una evolución prolongada y
gradual de la presencia cananea y de una toma pacífica del poder en el
delta. Hacia mediados del siglo XVI a. de C., Tell ed-Daba fue abandonada,
con lo que se señalaba el repentino final de la influencia cananea en la
zona.
Tal como lo plantean Finkelstein y Silvermann (2004) la situación básica
descrita en la epopeya del Éxodo está abundantemente verificada por
hallazgos arqueológicos y textos históricos. Desde los tiempos más
antiguos documentados y a lo largo de toda la Antigüedad, Egipto atrajo a
las gentes de Canaán como lugar de acogida y resguardo en momentos en
que la sequía, el hambre o la guerra hacían la vida insoportable o,
simplemente, difícil.
La expulsión de los hicsos se fecha generalmente en torno a 1570 a.de C, en
función de documentos egipcios y de pruebas arqueológicas de ciudades
destruidas en Canaán. A partir de este dato podría datarse el Éxodo, pero
lamentablemente surge una primera complicación. Si se atiene a lo que
establece 1 Reyes 6,1, en cuanto a que el Templo comenzó a construirse en
el cuarto año del reinado de Salomón, 480 años después del éxodo, y luego
de un ejercicio de correlación entre fechas de reinados de los monarcas
israelitas y fuentes externas de Egipto y Asiría, el éxodo se situaría, más o
menos, en 1440 a. de C, es decir, más de cien años después de la fecha de
la expulsión de los hicsos por los egipcios, en torno a 1570 a. de C.
Un detalle a considerar es que no se ha hallado en alguna de las
inscripciones o documentos relacionados con el periodo de los hicsos
mención alguna del nombre de Israel. Tampoco se menciona en
inscripciones egipcias posteriores ni en un extenso archivo del siglo XIV en
escritura cuneiforme encontrado en Tell el-Amarna, en Egipto, cuyas casi
cuatrocientas cartas describen en detalle las condiciones sociales,
políticas y demográficas de Canaán por aquellas fechas, lo que lleva a
considerar que si bien había presencia semita, aún no se trataba del pueblo
de Israel.
Esto puede complicarse aún más, y tal como lo establecen Finkelstein y
Silberman (2004) la Biblia habla explícitamente de los proyectos de trabajos
forzados impuestos a los hijos de Israel y menciona, en concreto, la
construcción de la ciudad de Ramsés (Éxodo 1:11). Este nombre es
inconcebible en el siglo XV a. de C. El primer faraón llamado Ramsés no
ocupó el trono hasta 1320 a. de C. Sin embargo, la mayoría de los
estudiosos vieron la referencia específica de la Biblia al nombre de Ramsés
como un detalle que habría preservado un recuerdo histórico auténtico. En
otras palabras, sostenían que el éxodo debió de haberse producido en el
siglo XIII a.de C. lo que lleva a la datación del 1250 a.de C como fecha
probable.
Para dar mayor soporte a esta cronología es posible reconocer otros
detalles concretos del relato del éxodo bíblico que apuntan a la misma
época. En primer lugar, las fuentes egipcias informan de que la ciudad de Pi-
Ramsés (La casa de Ramsés) fue construida en el delta en tiempos del gran
faraón egipcio Ramsés II, que reinó desde 1279 hasta 1213 a. de C, y que
para su construcción se emplearon, al parecer, trabajadores semitas. En
segundo lugar, y éste es quizá el dato de mayor importancia, la mención
más temprana de Israel en un texto extrabíblico se halló en Egipto, en la
estela que describe la campaña del faraón Merneptah, hijo de Ramsés II en
Canaán a finales del siglo XIII a. de C.
Pero las complicaciones no dejan de hacerse presentes. Si se considera un
éxodo masivo en ese período hay que considerar ¿Cómo un número de
esclavos huyendo de faraón pueden sortear las guarniciones militares
egipcias que protegían el delta? Y suponiendo que esto hubiese logrado
suceder, ¿cómo superaron las fortificaciones de soldados egipcios en
Canaan y en camino al Sinaí?
Cabello (2019) afi4rma que hay evidencias de una estricta e intensa
vigilancia en la frontera del delta en los últimos compases del s. XIII a. C. de
modo que ni los egipcios ni los extranjeros podían salir y entrar en Egipto
sin un permiso especial de sus autoridades.
De seguro se podría afirmar que la respuesta esta tras una intervención
divina. Ciertamente desde el punto de vista religioso esto podría asumirse
como situación de facto. Pero de ser así, este importante grupo
indudablemente debió dejar una huella en su recorrido. Dicen Finkelstein y
Silberman (2004) “Lamentablemente en el supuesto momento del éxodo,
siglo XIII a. de C, no existen, sencillamente, ese tipo de pruebas. Al menos
en los lugares concretos donde se decía que los hijos de Israel habían
acampado durante largos periodos en su peregrinar por el desierto” (p. 75)
Para Finkelstein y Silbermann (2004) la conclusión es una sola: el éxodo no
tuvo lugar en el tiempo y de la manera descrita en la Biblia. Para quienes
buscan un éxodo histórico, esos lugares se hallaban despoblados
precisamente en el momento en que, según se cuenta, tuvieron un papel en
los sucesos del paso de los hijos de Israel por el desierto. “La epopeya de la
salida de Israel de Egipto no es ni verdad histórica ni ficción literaria. Es
una vigorosa expresión de recuerdos y esperanzas nacida en un mundo en
medio de un cambio.” (p.77)
Al presente no se puede en atención a los conocimientos históricos y
arqueológicos, narrar el Éxodo de Egipto como un hecho único. Las
narraciones antiguas presentan y mezclan las dos explicaciones: la primera
habla de un pueblo que huye; la segunda de un pueblo que fue expulsado.
Ante estas dos posibilidades que parecen excluirse, debemos pensar que
probablemente tuvieron lugar en tiempos distantes el uno del otro, por lo
que una única datación resultaría inviable.
En algunos momentos se habla de éxodo-expulsión (Ex 6,1; 12,33). En otros
momentos se habla de éxodo-fuga (Ex 14,5) que sería la presentación más
verosímil Para Cabello (2019) el primer momento puede tratarse de un
recuerdo de la expulsión de los hicsos que tuvo lugar alrededor del 1570 a.
C.; en tanto el segundo momento se sustenta en lo poco plausible del hecho
que faraón dejara marchar tan fácilmente a la mano de obra barata de la
que tenía necesidad para sus obras. Podría datarse alrededor del 1250 a. C.,
y habría sido obra del grupo guiado por Moisés. Es sobre esta experiencia
que se concentra de modo específico la atención de la Biblia. Tal
experiencia es trasferida a todo Israel y recordada no para hacer una
crónica, sino sobre todo para anunciar una salvación: el nacimiento del
pueblo por obra de Dios a través de la liberación de Egipto.
El sacerdote español Cabello (2019) lo establece en estos términos:
“Aunque la comprobación exacta de los hechos escapa a una búsqueda
historiográfica moderna, sin embargo, se puede afirmar que la tradición
sobre el Éxodo se sustenta en un hecho histórico experimentado por el
pueblo como acontecimiento salvador” (p.260). Surge aquí la realidad
teológica a la que se hacía referencia al iniciar este ensayo. Hay que
rescatar la realidad histórica pero también la realidad teológica: el éxodo
como acontecimiento salvador.
Ambrogio Spreafico en su obra El libro del Exodo Guia Espiritual del Antiguo
testamento (1995) destaca que el fondo del relato, por lo tanto, debe ser
real, si bien la forma se presenta enormemente idealizada. Ciertamente
conserva la memoria de sucesos antiguos, lo que representa la realidad
histórica, reinterpretados a la luz de acontecimientos nuevos, que sería la
representación de la realidad teológica. Quizás por ello es que hasta ahora
se han explorado tantas sendas para llegar a descubrir las realidades que
subyacen en los diferentes relatos del libro del Éxodo.
Para Trebolle (1996) el hecho básico en la historia del pueblo de Israel es la
experiencia del Éxodo: "el acontecimiento histórico del Éxodo no habría
sido tan importante si no se hubiera convertido en un hecho paradigmático,
modelo para toda una serie de acontecimientos análogos posteriores y para
la escatología apocalíptica" (p.29) La realidad teológica se convierte en el
paradigma del naciente pueblo de Israel.
Por lo tanto se ha dado respuesta a esa inquietud inicial ¿Qué elementos
históricos contienen los relatos del Éxodo y en qué época se podría datar la
estancia en Egipto? Este breve recorrido ha sido provechoso. Pero más
provechoso aún resultará no olvidar los elementos teológicos que
acompañan la experiencia del Éxodo y la importancia de esta
resignificación de eventos pasados para construir una identidad como
pueblo elegido por Dios.
REFERENCIAS BILIOGRAFICAS
BEN-TOR Amnon. La arqueología del antiguo Israel. Ediciones Cristiandad.
Madrid España 2004
CABELLO Pedro. Arqueología Bíblica. Los textos bíblicos a la luz de los
hallazgos arqueológicos. Editorial Almuzara. España. 2019
CHILDS Brevard. El libro del Éxodo. Comentario crítico y teológico. Editorial
Verbo Divino Navarra España 2003
FINKELSTEIN Israel y SILBERMAN Neil La Biblia desenterrada. Una nueva
visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos
sagrados. Siglo XXI de España Editores. Madrid España 2003
RAMSEY George The Quest for the Historical Israel. Reconstructing Israel
Early History
SCM Press LTD Londres 1982
SPREAFICO Ambrogio El libro del Éxodo. Guía espiritual del antiguo
Testamento. Herder Barcelona España 1995
TREBOLLE Julio La experiencia de Israel profetismo y utopía. Akal, Madrid
1996
______________ La Historia de Israel Ciencia y Mito. En Revista de Libros 2015
WIENER Claude El libro del éxodo. Editorial Verbo Divino Navarra España
1986

C#m A
Hoy que te veo así
E B C#m
No puedo más que mirarte con dulzura y sufrir contigo,
A E
Quiero que sepas que siempre estado a tu lado,
B C#m A E B
Lo que has llorado lo he llorado también, eee,

F#m B C#m
Y date cuenta que tu soledad, que tu incomprensión
A B F#m B
Han sido mías también, que ningún hombre por más que amo
C#m A B
Se hubiera entregado al dolor, como yo por ti

C#m A E B C#m
Porque te aaamoo, y fue por amor que yo te cree
A E B C#m
Mírame en la cruuzz, no hay nada que yo no haga por ti
A E B
Eeeee uuuu uu

C#m A E B
Déjame entrar en tu vida ooo quiero vendar tus heridas
C#m A E
Traigo las mías para curar las tuyaaas
B F#m
Pues vengo hacer mío todo tu dolor

C#m A
Y vengo a renovarte y darte nueva vida
E B F#m
Quiero que seas eterno y feliz

C#m A
No temas que a mi lado no hay viento ni tormenta
E B C#m
Yo te protejo con el muro de mi amor

A E B C#m
Y es que te aaaamooo y fue por amor que yo te creee
A E B C#m
Mírame en la cruuzz no hay nada que yo no haga por tii
A E B
Y ábreme tu corazón y déjame entrar quiero que seas feliz
C#m A E B
Y abre tus ojos camina en mi senda y yo te guiare hasta el fin

C#m A
Te aamooooo
E B

Y es que te amooooooooo
C#m A E B C#m
asiiiiiiiiieee ooooooooooo

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