El Sentido Común Visual
El Sentido Común Visual
El Sentido Común Visual
Director
ISBN: 978-84-15295-24-2
Miño y Dávila srl
Av. Rivadavia 1977, 5to B
(C1033ACC)
tel-fax: (54 11) 3534-6430
Buenos Aires, Argentina
e-mail producción: [email protected]
e-mail administración: [email protected]
web: www.minoydavila.com
A “Ela” Ocampo, que fue mi abuela siendo empleada
de mis padres. Cuando niño escuché decir que era una
“pampa”. Ella se definía como trabajadora y peronista.
Tenía un perro negro al que había bautizado “El Casio”,
en homenaje a Cassius Clay. (Hace poco entendí que
todo esto estaba relacionado.)
Agradecimientos..............................................................................11
CAPÍTULO INTRODUCTORIO
Mostrar lo no dicho. Imágenes de bolivianos/as en la prensa...... 19
El germen de un problema.............................................................22
Los años noventa, el Primer Mundo y los rostros ocultados.........24
Condensaciones de un chiste visual.......................................... 30
Pequeñas transformaciones y grandes continuidades..................34
Nuevas (y viejas) condensaciones en una historieta................. 41
Criterios de visión y división social................................................46
Introducción propiamente dicha...................................................52
Posiciones teórico-metodológicas..............................................54
Apuntes sobre género, raza y clase.............................................58
Anticipos......................................................................................63
CAPÍTULO 1
Omisiones y sesgos. Un álbum de fotografías históricas
de la Argentina................................................................................67
CAPÍTULO 2
Definir las diferencias. Las imágenes (con) que enseñan
los libros escolares........................................................................ 113
CAPÍTULO 3
Reposiciones y reinvenciones. La imaginación de mujeres
en Internet.....................................................................................151
CAPÍTULO 4
Presencias presentes. Repertorios visuales de los pueblos
originarios en la web................................................................... 209
CONCLUSIONES
La imaginación en disputa. Hegemonía y alternatividad
en la cultura visual........................................................................257
Ocultamientos..............................................................................259
Intersecciones.............................................................................. 264
El lugar de la hegemonía..........................................................270
Categorías.....................................................................................274
Las categorías sociales y lo visual...........................................277
Una pregunta conclusiva............................................................. 282
Bibliografía.................................................................................. 289
AGRADECIMIENTOS
Stolcke, así como las de Silvia Sigal, Pablo Vila, Sandra Gayol y
Federico Neiburg. Entre los compañeros/as, recomendaciones
de Laura Mombello y Paula Abal Medina fueron de gran ayuda
en el desarrollo de mi trabajo.
El camino hacia el libro se abrió al cerrarse el de la tesis, que
culminó con su defensa ante un jurado que me honra. José Emilio
Burucúa formuló comentarios de una enorme lucidez y elegancia,
los cuales –una vez más– me han ayudado a ver muchas cosas.
También agradezco que Gastón haya estado antes de ese trabajo,
en la inspiración de algunas de mis preguntas, y después de él, en
el impulso para convertirlo en libro. Rossana Reguillo y Alejandro
Grimson, por su parte, han hecho observaciones sustanciales en
aquella y en otras ocasiones. Desde hace años los encuentros y
reencuentros con cada uno han resultado de enorme importancia
para mi formación. Gracias a Rossana por sus sólidas enseñanzas
y a Alejandro por los intercambios siempre estimulantes.
Agradezco a los/as autores/as u organizaciones responsables
de las imágenes reproducidas en el libro por su gentileza al per-
mitir su publicación. Asimismo, quiero reconocer especialmente
el buen trato y la colaboración recibidos en el Archivo General de
la Nación y la disposición del personal de la Biblioteca del Museo
de Ciencias Naturales de La Plata, del Archivo Estanislao Zeba-
llos del Complejo Museográfico Enrique Udaondo y del Museo
Etnográfico Juan B. Ambrosetti.
Agradezco a mis amigos colegas más queridos. A Néstor Ar-
tiñano, Mariana Speroni y Mariana Cháves por las búsquedas
comunes y por las otras. A Moncho Burgos y Alejandra García
Vargas por estar siempre tan cerca a la distancia. A Ramiro Se-
gura, amigo permanente con quien nunca concluimos una larga
charla, grandiosamente diversificada y renovada, que creo que
comenzó siendo sobre marxismo inglés…
Gracias a Fernanda por lo que hemos podido construir y por
lo que viene. Por compartir nuestras tribulaciones –pertinaces
algunas de las mías en estos tiempos– y nuestras dichas respec-
tivas, y por inventar juntos las alegrías de los dos.
12 | agradecimientos
PRÓLOGO
Visualidades, invisibilidades
y luchas por el poder
Mostrar lo no dicho.
Imágenes de bolivianos/as en la prensa
Se anuda con éste el otro gran desafío del libro. En las ciencias
sociales hace varios años se insiste en la necesidad de atender las
múltiples dimensiones imbricadas en las relaciones de poder y
desigualdad: que la clase social o el género o la etnia, entre otras
muchas, tomadas por separado y en su unicidad no alcanzan a
dar cuenta de fenómenos complejos, que para comprender o
explicar estos fenómenos es preciso atender las intersecciones o
entrelazamientos entre ellas, etc. No obstante, no es común en-
contrar investigaciones que consigan ir más allá de la enunciación
de la dificultad y que pongan de manifiesto el funcionamiento
concreto de tales intersecciones. El trabajo con imágenes coloca
este desafío desde el inicio. Es que, como se verá luego, las imá-
genes muestran mucho todo junto. Eso significa que no puede
haber modos de mostrar y de ver estructurados exclusivamente
en términos de clase, en términos de género, de “raza” o de etnia.
Las imágenes combinan trazos de diferentes dimensiones.
Los componentes de esos entrelazamientos, además, no ne-
cesariamente se complementan en “una misma dirección”. Una
imagen con rasgos conservadores en cuanto a la clase no pre-
sentará fatalmente rasgos también conservadores en cuanto al
género. Y ello sucede también en las producciones visuales que se
proponen como contrahegemónicas o alternativas. Allí donde se
ha elaborado una propuesta transformadora en clave de género,
por ejemplo, se pueden infiltrar modos de mirar hegemónicos en
clave “racial” o de clase.
El libro comienza con un “Capítulo Introductorio” y no con
una “Introducción” en sentido estricto. Presento un análisis re-
lativamente extenso de material empírico y, recién después, una
“Introducción propiamente dicha”, con algunas consideraciones
teóricas y metodológicas y con un anticipo de lo que se puede
hallar en cada capítulo. Dicho análisis, sobre imágenes de bolivia-
nos y bolivianas en la prensa, repone el proceso de maduración
de una problemática al reconstruir el modo en que la cuestión
de las intersecciones fue imponiéndose en la investigación, es
decir, el modo en que el género, la clase y la “raza” tuvieron que
incorporarse a un estudio que partió de interrogar nacionalidades
y extranjerías. Así, las páginas siguientes permiten apreciar la
gestación de las preguntas presentadas hasta aquí y de otras que
se desenvolverán a lo largo del libro.
El germen de un problema
4. Todas las citas en castellano de textos en otro idioma son traducciones pro-
pias.
por un hombro, probablemente hacia el móvil policial. El rostro
de los policías nuevamente está a la vista y puede apreciarse que
tanto el que realiza el traslado como otros tres que aparecen en
el cuadro sonríen distendidos. Otras fotografías de este grupo
muestran también inmigrantes detenidos, extendidos boca abajo
y de cara al piso, con las manos en la espalda, o sentados con el
rostro oculto por sus propios brazos (f. 4), ante la mirada de un
agente policial que los vigila de cerca y la del camarógrafo que
registra el momento.
En tercer lugar encontramos fotografías en las que el ocul-
tamiento del rostro de los inmigrantes es resultado directo del
proceso de producción de la imagen. En estos casos es manifiesta
la intervención del medio en la construcción de este cuerpo con
rostro oculto. A veces, el momento crucial de esta intervención es
el de la toma misma y la composición de la imagen. Un ejemplo
sencillo de esto es el “retrato” de alguien de espaldas. General-
Figura 2, El Día,
28/10/1998, p. 18
Figura 1, El Día,
27 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
26/10/1998, p. 01
protegida electrónicamente”.
Asumiendo que este chiste gráfico haya cumplido con su obje-
tivo, vale preguntar qué es lo que resulta gracioso del dibujo, qué
es lo que pudo haber movido a risa a los lectores del periódico.
Podemos reconocer la búsqueda de comicidad en el quiebre de
lo previsible que la viñeta propone. Hay una ruptura con nues-
tras expectativas y, como se ha señalado muchas veces, esta es
la característica primera de lo cómico en general (Freud, 1989:
173 y ss.). El dibujo nos sorprende y hay un momento inicial de
incomprensión que se resuelve rápida y graciosamente cuando
damos un sentido a eso que nos confundió en un principio.
Pero no es apenas comicidad lo que tenemos aquí. Estamos
más precisamente ante un chiste visual o gráfico8. Pueden ser
identificadas las “rupturas disyuntivas” que, de acuerdo con Mo-
rin, caracterizan este tipo de materiales, es decir, las rupturas que
tienen lugar “por la yuxtaposición o la sucesión de elementos sé-
micos incompatibles” (Morin, 1970: 137) entre un trazo y otro del
dibujo. Los elementos incompatibles son aquí la mujer boliviana
en su pequeño puesto y los sensores electrónicos. Además, como
en cualquier chiste y en particular en los “chistes hostiles” (Freud,
1989), entre los cuales hay que contar esta viñeta, lo gracioso
está depositado sobre un tercero, y es el guiño al lector respecto
de este tercero y respecto de lo que haría risible a este tercero,
lo que completa la secuencia comunicacional. Esto presupone y
reafirma una “complicidad de conocimientos entre el dibujante
y el espectador”, el dibujo sólo produce “un revés cómico a quien
conoce el derecho” (Morin, 1970: 142). Esta complicidad, por
lo demás, alimenta un sentido de superioridad entre quienes
participan de ella respecto de quien no lo hace al ser el objeto
del chiste9.
¿Cuál es el derecho de este revés, de estas rupturas, de este
quiebre de la previsibilidad?, o mejor, ¿qué es lo que comparti-
rían, más o menos conscientemente, quienes se sintieran inter-
pelados por la gracia de este chiste?, ¿qué conocimientos, qué
valores y qué experiencias comunes harían posible compartir
esa gracia?
En primer lugar, existe un elemento cuya sencillez no debe
opacar su relevancia. Los sensores electrónicos que se ven aquí
fueron en los años noventa un signo de modernización, apare-
10. Aunque este punto no sea objeto del presente trabajo, considero conveniente
relativizar el carácter de radical novedad que pareció adquirir la cuestión en
diversos foros y contemplarla a la luz de desplazamientos anteriores (ver, por
ejemplo, Juliano, 2008)
34 | capítulo introductorio
su puerta cerrada (f. 13), sacando por una puerta a la calle maqui-
narias y herramientas textiles que se acumulan allí, etc.
En síntesis, si la crisis desatada a finales de 2001 supuso algu-
na transformación sociocultural, esta no parece haber afectado
radicalmente los modos en que la prensa puso en imágenes a los
y las inmigrantes pobres procedentes de países vecinos. Es cierto
que hubo una innovación en la exhibición de rostros de inmigran-
tes a partir de “la tragedia de Caballito”. Las víctimas directas, y
quienes se involucraron como dirigentes o representantes en la
gestión del hecho y de sus consecuencias, pudieron –o tuvieron
que– mostrar la cara, lo cual implicó una mayor personificación
40 | capítulo introductorio
13. Los autores son Sergio Langer y Rubén Mira. El primero es un reconocido
autor, dibujante y guionista que proviene del mundo under de la historieta
de Buenos Aires. Trabajó en medios gráficos nacionales como Humor, Sex
Humor, La Prensa, Clarín, Página 12, Los Inrockuptibles y Rolling Stone, y
en medios extranjeros. Como escritor y guionista, Rubén Mira colaboró en
medios gráficos como Olé y los Inrockuptibles. Mi seguimiento de la tira
fue hasta mediados de 2010, poco antes de que cambiara su ubicación en el
periódico.
como los trazos que, de igual forma que en el chiste visual del
diario Hoy, condensan algunos de los mecanismos y modalidades
generales de visualización de los/as inmigrantes.
“La Nelly” es en gran medida una historieta políticamente
correcta y tiene pinceladas de ironía que caen sobre la propia
Nelly y, por su intermedio, sobre algunos lectores y lectoras del
periódico, ya que la protagonista establece códigos de identifica-
ción con su público y podría pensarse que su “tipo sociológico”
es parte del target del periódico y de la tira. Nelly, en ocasiones
motu proprio aunque generalmente inducida por su amiga Selva,
respeta a Catalina. Cuando es grosera, desconfiada o malinten-
cionada lo es en tal medida y de manera tan manifiesta como
para que eso mismo constituya el elemento cómico, volviéndose
ridícula ella misma. Por ejemplo, Nelly confunde insistentemente
la nacionalidad de Catalina y la cree peruana, aun cuando, según
se nos informa, esta última ya la habría corregido en su error. En
otro orden de cosas, Nelly suele intentar engañar en transacciones
comerciales a la vendedora boliviana y ni siquiera lo consigue,
saliendo a veces ella misma perdedora. Además Catalina “se las
rebusca bien”, es decir, tiene ingenio para leer oportunidades y
hacer avanzar sus negocios. No es en las manifestaciones ideoló-
gicas de superficie donde reencontramos rasgos del tratamiento
que los inmigrantes recibieron en los años noventa sino en las
continuidades silenciosas de la representación visual.
Como comerciante, Catalina está siempre en el límite de la
legalidad y es común que ofrezca productos adulterados o falsifi-
cados. Nelly suele ser la contraparte para esta compra-venta y, de
este modo, queda involucrada en el intercambio, pero el circuito
de la ilegalidad se inicia en Catalina. De hecho es ella quien elige
colocarse en este margen cuando decide montar, en la esquina
donde tiene su puesto, un taller textil clandestino (f. 14). Esta
tira apareció a pocos días del incendio en el taller de Caballito.
Vemos que Nelly y Selva caminan y comparten su preocupación
a propósito de “los talleres ilegales” y “la mano de obra esclava”,
42 | capítulo introductorio
mente muchas veces ácidas, que ellos dirigen a sus lectores. En este sentido,
no tiene ninguna relación con una breve polémica que tuvo lugar alrededor
de “La Nelly” en octubre de 2007. En ese momento la Embajada de Bolivia
en Argentina envió una carta al editor general de Clarín protestando por tres
ejemplares de la serie, que refería como “ofensivas historietas cómicas”, y eso
46 | capítulo introductorio
generó que a los pocos días Clarín publicase una respuesta del editor general
y una de los autores. Podría resultar interesante un análisis de la polémica y
del tono severo que adquirió, tanto en la carta que se inquietaba por la “xeno-
fobia” y la “actitud retrógrada” de los autores como en la respuesta del editor
que lamentaba que “el diplomático [hubiera] hecho una lectura lineal de una
sátira y [hubiera] confundido el absurdo con la realidad”, pero ese no es mi
objetivo aquí (ver Clarín, 12 de octubre de 2007. Disponible en http://edant.
clarin.com/diario/2007/10/12/opinion/o-01517893.htm; última consulta
julio de 2012. También hasta enero de 2009 podían encontrarse referencias
en el sitio web de la Embajada de Bolivia en Argentina).
Dicho rasgo fundamental se ha mantenido a lo largo de la
década del noventa y de la del dos mil, a pesar de las diferencias
detectadas entre estos dos momentos. Las consecuencias econó-
micas, políticas y socioculturales de la crisis de 2001 implicaron
un tratamiento público diferente de la inmigración procedente
de países vecinos. En un contexto en que la pobreza, el desem-
pleo e inclusive la desigualdad se impusieron por peso propio en
la agenda política y mediática, ya no fue posible una operación
sencilla de señalamiento de la inmigración como responsable de
estos males. No obstante, la forma en que los inmigrantes fueron
mostrados en imágenes no presenta variaciones, con la excepción
de los retratos de víctimas en el incendio de Caballito. El mundo
oscuro de la marginalidad y la clandestinidad siguió siendo la
pintura habitual; los rostros ocultados, los cuadros sociales de
desorden y confusión, y la ubicuidad policial, los trazos siempre
presentes.
Para finalizar, quisiera recuperar cosas apenas dichas en las
páginas anteriores y ponerlas de relieve a la luz de algunas hipó-
tesis interpretativas que permitirán plantear el problema central
del libro y sus principales preguntas. Hemos observado a lo largo
de estas páginas juegos de pertenencias y exclusiones, posiciones
y ubicaciones sugeridas como normales o naturales, fragmentos
de una imaginación de lo propio y de lo extraño, de lo superior
y de lo inferior. Ahora bien, en ese juego no había “solamente”
bolivianos (trabajadores) y argentinos; había indígenas y había
mujeres (bolivianas, trabajadoras). Lo que vimos fue un des-
pliegue de imágenes que estructuraba pertenencias y posiciones
atravesadas por la nacionalidad y por la clase social, de manera
clara, pero también por la “raza” y por el género.
Si se toma en cuenta el conjunto de estas dimensiones, co-
47 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
15. Entre las fotos reproducidas aquí hay otras mujeres como estas, y el modo
en que son representadas abona esta hipótesis interpretativa. Si damos una
nueva mirada a la figura 11, por ejemplo, encontramos la larga cabellera ne-
gra atada cayendo sobre la espalda, la pollera y el calzado sencillos, etc. La
mujer está al lado de dos niños. Se encuentran en un ambiente desordenado,
con dos colchones muy cerca uno de otro y otras personas –una mujer, un
hombre joven– detrás. Comparemos, como sugerí antes, esta escena u otras
similares con las familias “bien constituidas” de los emigrados argentinos que
componen justamente el retrato vivo de la institución familiar y advertiremos
que el desorden y la confusión saltan a la vista en el primero de los casos.
todos los inmigrantes del resto de América Latina, o no los involu-
cran de igual modo. Los involucran a condición de que encarnen
elementos constitutivos de una exclusión y una jerarquización de
clase, racial y de género. La sociedad argentina que se confirma
por contraste con estos/as inmigrantes es una sociedad argentina
blanca, de clase media y patriarcal.
Como ha sido dicho desde diferentes posiciones teóricas, los
lenguajes de la normatividad y las formas más o menos institu-
cionalizadas de nominación son determinantes en el proceso de
clasificación (Bourdieu, 1982), en la definición de categorías so-
ciales (Tilly, 2000), en la determinación de los criterios para saber
quién es quién en una sociedad. El estudio de las representaciones
visuales en la prensa permite apreciar el papel fundamental que
las imágenes juegan en este proceso. Tanto como los modos de
decir, los modos de mirar y de ver son enseñados y aprendidos
socialmente según una lógica particular y suponen anteojeras
específicas. Estos modos de mirar y de ver no sólo complemen-
tan o dan una base de sustentación a aquellos lenguajes de la
normatividad. Acaso también muestran lo que dichos lenguajes
no pueden decir o no pueden decir abiertamente.
[que] le[a] los archivos visuales uno contra otro para encontrar el
sentido fotográfico [y de otras imágenes] en los intersticios entre
ellos, en los desafíos que uno plantea al otro, y en las afirmaciones
en disputa que hacen acerca del significado cultural”. Porque si el
significado de un repertorio alternativo “puede ser comprendido
acabadamente sólo en relación con los archivos visuales a los
que se opone, por cierto lo inverso es igualmente verdadero –el
Posiciones teórico-metodológicas
54 | capítulo introductorio
21. Sobre el concepto de “género” y sobre su relación con “sexo”, Scott (1999a,
1999b y 2000), Stolcke (1999), Rubin (1998), Rubin y Butler (2003), Moore
(1988 y 1999), Ortner (1996), Maccormack (1980) y Heilborn (1993), y so-
bre lo que Lacqueur llama la “invención del sexo”, Lacqueur (2001), Butler
(2002 y 2003) y Fausto-Sterling (2000). Acerca de las luchas políticas y las
reivindicaciones desatadas alrededor de la noción de género por el feminismo
y por los movimientos de mujeres, entre otros muchos trabajos, pueden verse
León (1982), Jelin (1987, 1996 y 1997), Fraser (1997, caps. 2 y 5), Scott (1994,
1996 y 2001) y Barrancos (2008).
22. Para críticas teóricas y reconstrucciones históricas de la noción de “raza”
pueden consultarse Stocking Jr. (1968), Arendt (1973), Banton (1977),
cuestión racial de la UNESCO de 1950, 1951, 1964 y 1967 son un
hito en este sentido23. Sin embargo, como señalara Guillaumin
(1992 y 2002), la insistencia en mostrar una separación entre el
hecho físico biológico de la “raza” y las características sociales y
psicológicas atribuidas a los grupos y a los miembros de esos gru-
pos cometía el error central de dejar intacta la supuesta realidad
de la existencia física biológica de las razas. Incluso la negación
de las razas en términos físico biológicos parece insuficiente en la
medida en que descansa en la certeza errónea de que el racismo,
un fenómeno social, se acabaría una vez acabado el “error” de
su creencia en el “dato” biológico de las razas. Para la autora es
preciso dar un paso más que consiste en comprender que tal dato
biológico es, en realidad, producto de aquel fenómeno social, y
no a la inversa. Una vez dado ese paso no puede sorprendernos
el hecho de que el objeto persista a sus críticas, lo cual no quiere
decir, entonces, que persistan las razas en tanto fundamento del
racismo sino que persiste el racismo como fenómeno social que
postula la existencia de las razas. Resumidamente, se trata de
una cuestión sociocultural y política y no de pigmentación o de
genes, y son relaciones de poder las que determinan la historia de
la división de razas; es decir, se trata a fin de cuentas de procesos
de construcción de “raza” y de racialización.
El concepto de género no es equivalente al de raza y los pares
“sexo/género” y “raza/etnia” no son equivalentes entre sí (Stolcke,
1999). No se trata de pares equiparables, aunque en determinadas
circunstancias aparenten repetir una misma dinámica de dife-
rencias entre naturaleza y cultura. Cada concepto y los dos pares
conceptuales tienen trayectorias específicas que divergen. El gé-
nero y la “raza” cargan con historias y usos políticos diferentes.
Esta es la razón por la cual utilizaré comillas para “raza” a lo largo
del libro. Por lo demás, nombran procesos sociales comparables
y relacionados. La construcción de un sistema de sexo/género
es un proceso cognitivo y valorativo sostenido por y sostenedor
60 | capítulo introductorio
Omisiones y sesgos.
Un álbum de fotografías históricas
de la Argentina
5. Acerca del contexto “natural” o de estudio de las fotografías, vale aclarar que
las primeras fotos de indígenas datan de los años sesenta y setenta del siglo
Para una de las del primer grupo posan el cacique Namuncurá
junto con miembros de su familia y un intérprete, sobre un fondo
claro (f. 3)6. El cacique, único sentado en una silla y vestido con
traje del ejército argentino, atrae la mirada del lector. Dos de sus
esposas y su hermana están de pie a su lado, detrás aparecen sus
hermanos, un sobrino y el intérprete y al frente, una rodilla en el
suelo, su hijo. El cacique apoya las manos sobre cada una de las
piernas, entreabiertas, y mantiene el torso erguido y la mirada
hacia la cámara. Las tres mujeres cruzan sus brazos, tomando
una de sus muñecas con la otra mano; llevan polleras oscuras,
blusas claras y capas o ponchos sobre la espalda. Los varones,
exceptuando al hijo que apoya las manos sobre la pierna apoyada
en el piso, se encuentran parados con las manos cayendo sobre
sus costados. Todos visten pantalón, camisa, saco y sombrero,
tienen el pelo corto y bigotes o barba, algunos llevan chaleco,
botas de cuero y corbata o pañuelo al cuello.
Otra de las imágenes producidas en un estudio presenta “In-
dígenas del norte argentino”. Son cinco hombres en fila, tomados
de cuerpo entero, uno al lado del otro, todos de frente a la cámara.
Uno de ellos, en el centro, exhibe un papel a la altura de su vien-
tre, pero no hay información alguna acerca de qué se trata. Las
vestimentas de todos son modestas. Todos tienen sombrero, dos
calzan botas de cuero, otros dos, alpargatas de lona y el restante,
ojotas. El hombre del centro tiene saco y los demás ponchos. El
fondo es una mampara en la que se alcanza a distinguir apenas
una ilustración borrosa.
La imagen titulada “Cacique Pucú, indios lenguas, Chaco” (f.
4), si bien no ha sido producida en un estudio profesional repro-
duce un contexto edilicio occidental. Dos hombres jóvenes posan
de frente a la cámara en el patio de una vivienda de ladrillos. Allí
73 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
XIX y son realizadas en estudios de Buenos Aires. Allí posan indígenas que han
llegado a la ciudad formando parte de grupos parlamentarios de los grandes
caciques y se avienen a ser fotografiados. En cambio, una vez rendidos tras las
campañas militares se los hace representar al “indio cazador” o al “guerrero”
(Priamo, Luis, comunicación personal).
6. Los originales de las fotografías de las figuras 3 a 10 pertenecen al Archivo
General de la Nación. Agradezco la autorización de la institución para publicar
las copias.
Figura 3. El cacique
Namuncurá, FHA,
T. I, p. 81
Figura 4. “Cacique
Pucú….”, FHA, T.
I, p. 80
Figura 6. “Arcos
y flechas”, FHA,
T. I, pp. 78-79
sentados en el suelo y, a causa de la vegetación y la posición algo
elevada de la cámara y la distancia, lo que puede verse son sus
torsos que emergen entre los pajonales. Llevan el cabello cortado
en forma de melena a la altura de la mandíbula y vinchas alre-
dedor de la cabeza. Entre las ropas sencillas es posible observar
que alguien lleva una prenda con una larga botonera brillante,
probablemente una chaqueta militar. Una fila de toldos nace en
el margen derecho y se corta en el borde de la imagen, dando
sensación de continuidad. Atrás del grupo, a varios metros, se
ven tiendas del ejército argentino y un grupo de militares que se
extienden también en línea. Algunos están recostados en el suelo
y otros se encuentran de pie. Casi todos ellos miran desde allí
hacia el fotógrafo. El paisaje recibe un lugar destacado en esta
foto, ocupa casi las dos terceras partes del espacio, entre una
franja de montes y árboles en segundo plano y la cordillera de
los Andes cuyos picos se pierden en la claridad del cielo.
La fotografía restante, “Arcos y flechas” (f. 6), reproduce “in-
dígenas que practican con sus armas”, según el breve texto que la
acompaña. Aparecen cinco hombres blancos formando un grupo
en torno a algunos indígenas que exhiben ante la cámara su téc-
nica para tirar con arcos y flechas. Sobre una misma línea, uno de
ellos prepara el disparo mientras otros esperan su turno con las
armas en la mano. Tienen los torsos desnudos, exceptuando uno
con una especie de chaleco abierto, el pelo algo largo y los pies
descalzos, adornados con tobilleras en un caso. Por la dirección
de las miradas es claro que fuera de foco, hacia la derecha, hay
un blanco sobre el cual hacer puntería. Pocos centímetros a la
izquierda y detrás del hombre apuntando con su arco, dos mili-
tares uniformados observan. Otros tres hombres blancos siguen
los sucesos desde lugares muy visibles tras los arqueros. Aunque
en la segunda fila, dos de ellos ocupan el centro de la foto. Cada
uno destaca su elegancia con la cadena del reloj de bolsillo y la
barba cuidada, el saco y el pantalón claros, el chaleco, el sombrero
y los zapatos. Casi todos los integrantes de este grupo dirigen sus
miradas hacia el indígena que prepara el tiro o hacia el objetivo
al que apunta, fuera de la imagen. Desde la segunda fila, los dos
elegantes hombres del centro miran, en cambio, a la cámara.
76 | capítulo 1
11. Desde luego, no estoy sugiriendo que no haya habido diversas modalidades
por las cuales se redujo extraordinariamente la población negra e indígena
en la Argentina. Los procesos de exterminio de las campañas al “desierto” y
los desplazamientos forzados de comunidades indígenas, el efecto de enfer-
El Tomo II es claro desde un comienzo respecto de las trans-
formaciones que se ilustrarán en él. El primer apartado del Ca-
pítulo 3, que abre este tomo, se titula “La oleada inmigratoria
que cambió al país”. Lo llamativo es que, como en el Tomo I, en
varias escenas del Tomo II encontramos personas que en aquel
caso habrían sido consideradas “negras”, sólo que esta vez no hay
mención alguna de su “raza” ni de su color de piel. Por ejemplo,
en las imágenes de protestas y huelgas obreras de principios
del siglo XX. En la foto de la reunión de “Marineros y foguistas
(1904)” (f. 7) hay un hombre que sin dudas debiera ser señalado
como negro si se siguiera el criterio visual del primer tomo, y lo
mismo puede decirse respecto de por lo menos dos trabajadores
de la docena que se agrupa en torno a una “Olla popular (1907)”
(f. 8). Un ejercicio similar puede hacerse con la imagen de los
obreros que marchan por la calle en uno de los acontecimien-
tos desatados con la huelga en los talleres Vasena de 1919. En
otro orden, una presuntuosa fotografía llamada “Caballeros en
cabriolé” muestra tres hombres junto a uno de estos carruajes y
su caballo. Uno de los hombres, el cochero, es, de acuerdo con
la mirada del Tomo I, negro12.
Figura 8. “Olla
popular”, FHA,
T. II, p. 187
14. A propósito de los pueblos originarios, el Capítulo 4 volverá más evidentes las
86 | capítulo 1
ausencias y ocultamientos de este álbum. Vale apuntar aquí que una de las
razones de estas ausencias puede relacionarse con la desproporción desme-
surada de imágenes de Buenos Aires por sobre las de otros lugares del país,
no porque esta ciudad muestre una presencia indígena cuantitativamente
mucho menor (el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos registra un 2,3%
La mirada sexista en la asignación de tareas y
espacios sociales
17. La distinción está inspirada en la que propusiera DaMatta entre “casa” y “rua”
y procura para estos términos la densidad que el autor les da, en el sentido
que “no designan simplemente espacios geográficos o cosas físicas conmen-
surables, sino por sobre todo entidades morales, esferas de acción social,
jurisdicciones éticas dotadas de positividad, dominios culturales institucio-
nalizados y, por causa de ello, capaces de despertar emociones, relaciones,
leyes, oraciones, músicas, imágenes estéticamente encuadradas e inspiradas”
(DaMatta, 1997: 15; ver también DaMatta, 2002, cap. II).
casos parecen continuarse en las telas de los vestidos18. De manera
inversa y complementaria a lo que sucede con los varones, las
fotografías de mujeres en espacios abiertos revelan signos que
conectan con el interior del hogar; se ve la puerta de la casa de
una mujer que compra al vendedor ambulante, por ejemplo, las
damajuanas con la que otra acarrea el agua, etc.
Entre los cuatro tomos de Clarín no se hallan continuidades
solamente en los aspectos cuantitativos. El Tomo I es antici-
patorio a propósito del modo en que las cuestiones de género
estructuran la representación visual de la historia argentina. La
distribución de los espacios público y privado y su asignación res-
pectiva a hombres y a mujeres, la sugerencia de la política como
terreno masculino o el predominio de las formas masculinas de
entender la política, la reproducción de la desigual división sexual
del trabajo, la virtual reclusión de la mujer en la casa, y la calle
construida como lugar de hombres son, aun con diferencias y
particularidades, una suerte de “núcleo duro” que se mantiene
constante a lo largo de todo el álbum.
En el segundo Tomo (1900-1945) las fotografías de hombres
“conocidos” apuntan también a los hombres fuertes de la polí-
tica, aunque en este período se da una cierta diversificación de
los campos de referencia. Las personalidades masculinas de la
patria también se reclutan entre deportistas, cantantes, escritores
y “hombres de ciencia”. Se reproducen momentos y personajes
famosos del fútbol, el boxeo o el automovilismo, el tango o las
letras. Esta diversificación ha sido posible porque las nuevas
técnicas fotográficas del período permitieron registrar mayor
cantidad y variedad de situaciones de la vida social y personal.
Además, de este modo el álbum ratifica ese momento histórico
como el de conformación o consolidación de algunos deportes,
algunos géneros musicales o algunos escritores y géneros litera-
rios como “nacionales” (Archetti, 2003).
18. Los retratos de hombres también recurrían a mesas y sillas. En gran medida
esto era en respuesta a las condiciones materiales que las técnicas fotográficas
de esa época imponían. Los muebles permitían sostener el cuerpo el tiempo
92 | capítulo 1
23. Es decir que la cámara ocupa un lugar entre la policía. También vale apuntar
que se trata de un grupo formado exclusivamente por mujeres pero el pie de
foto indica “Un grupo de vecinos...”
sugerencia, entonces la pregunta fundamental pasa a ser en qué
medida la visualización y la visibilidad de la maternidad no opaca
cualquier otro rasgo de esas mujeres como actoras de la política.
En el caso de los “saqueos”, entonces, tenemos madres (desespe-
radas) por llevar la comida a sus hogares, en el caso de las luchas
por los derechos humanos tenemos madres (desesperadas) por
la pérdida de sus hijos. El aspecto común que comparten estas
imágenes es la centralidad de la maternidad. Lo que ha operado
como una puerta de entrada al espacio de la política en la calle y
en las instituciones, entonces, puede acabar cerrando ese espacio
o reduciéndolo a una función secundaria de la función presun-
tamente primera y legítima de las mujeres, la maternidad. Las
mujeres en la política son madres en la política, que luchan en
su calidad de madres, movidas por intereses de madres y con la
fuerza de las madres24.
24. No olvido el hecho de que una de las imágenes fuera protagonizada por una
monja. En este caso, ¿tendrá relevancia precisamente el hecho de que, por ser
tal y no poder cumplir con el mandato social de la maternidad, no sea “una
mujer como cualquier otra”?, ¿son “las mujeres” como tales representadas
en la imagen de “la hermana”?
ción desigual. La casa no es el lugar desde donde se cuenta esta
historia. Para una crítica de la forma que esta reclusión tiene en
el capitalismo es imprescindible tener presente tanto el confina-
miento de las mujeres al trabajo doméstico como, igualmente, la
desvalorización de éste. Como han mostrado autoras feministas,
es sustancial que el trabajo doméstico sea en nuestras sociedades
a la vez “inferior” e “invisible”, es decir, que el valor social de las
funciones vaya atado al valor reconocido a aquellos (aquellas) que
las desempeñan25. Esta línea de interpretación es fundamental
para comprender los alcances del trabajo de selección realizado
por el álbum.
Otras imágenes dan cuenta de cierta ambigüedad o ambiva-
lencia en la medida en que parecen hacerse eco de movimientos
que podrían abrir grietas en esta tendencia general, pero que a
fin de cuentas no pueden romperla o superarla. La vinculación
de las mujeres al mundo del espectáculo y de la moda no deja de
recordarnos que el acceso a estos ámbitos es producto de acciones
de estas mujeres. Sin embargo, su puesta en imágenes reactiva el
viejo motivo de la mujer mostrada para ser vista, es decir, de la
mujer como espectáculo ella misma, cuerpo deseado por/para la
mirada masculina. En otras tomas las mujeres imponen su ima-
gen en espacios institucionales y en la calle, y estas apariciones
reflejan el avance de las mujeres en la política y en el espacio
público, pero la visualización de este fenómeno parece limitar
los desafíos que éste conlleva al codificarlo y enmarcarlo en otro
clásico leitmotiv, el de la “maternidad politizada”.
25. Verena Stolcke, por ejemplo, sostiene “que en tanto que la opresión de clase y
la división social del trabajo tienen su origen en el acceso desigual a los medios
102 | capítulo 1
ron “un gran país”, la de los hombres que ocupan calles, plazas y
balcones para tomar la política en sus manos. Vista y mostrada
desde esta perspectiva, la Argentina reserva un tiempo remoto
para “negros” e “indios” y un espacio reducido para las mujeres.
Elegir una perspectiva, en este caso una perspectiva blanca y
¿Mujeres en la calle?
◆◆◆
Huelgas.
23/07/1935.
Archivo General
de la Nación
“14/02/1942. Con armas de largo alcance la policía disolvió a las
obreras que se plegaron al paro”. Archivo General de la Nación
1. Los libros son de autoría colectiva, tienen una cantidad promedio de alrededor
de 200 páginas y el porcentaje de material visual, entre fotografías, dibujos,
cartografía y reproducciones de pinturas y grabados oscila entre un 40% y
un 50%, según el caso.
Normas tácitas para definir diferencias internas
y externas
temporal
mi interés aquí la posición del autor ni el impacto de esta obra, dirigida como
carta al rey de España, en la sociedad de su época. Lo que resulta relevante
es el consenso actual, al menos en productos de gran circulación y en mate-
riales pedagógicos como los analizados en este capítulo, para leer en ella una
descripción crítica de la situación indígena en las colonias.
dirección y acompaña el
dibujo de los castigos en
las minas con la pintura
de una batalla en la que
los españoles avanzan
sobre los indígenas, des-
taca en el texto explicativo
la desigualdad y enumera
las ventajas tecnológicas a
favor de los primeros.
Hay un segundo as-
pecto del tratamiento del
tema indígena en el cual
los libros de Ciencias So-
ciales analizados coinci-
den. En todos los casos los
indígenas del territorio de
la actual Argentina perte-
Figura 3. “Los castigos…” Guamán Poma,
Nueva Corónica… necen a un tiempo pasado
de la historia. Tanto San-
tillana como Puerto de Palos ilustran los respectivos capítulos
sobre los “aborígenes” o los “primeros habitantes” con dibujos
elaborados por sus equipos de ilustración. Con las especificidades
de estilo de cada caso, se trata en ambos de dibujos coloreados,
en general con un estilo actual que remite al de ciertas películas
de animación infantiles o comics contemporáneos. Los dibujos
presentan prácticas y actividades en desuso en el presente. Puede
verse querandíes arrojando lanzas o boleadoras a grupos de ani-
males que intentan cazar, familias tehuelches reunidas en toldos,
guaraníes o diaguitas cultivando el suelo con antiguos métodos
121 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
3. Algunos pasajes parecen demostrar que los propios manuales asumen explí-
citamente una correspondencia temporal particular para unas y otras tecno-
logías de representación visual. En otra parte del libro, por ejemplo, Puerto
de Palos presenta un breve apartado llamado “Lectura de imágenes” (p. 164)
122 | capítulo 2
que comienza diciendo que “[u]na de las fuentes más importantes que utilizan
los historiadores son las imágenes. Según la época que estén investigando,
estas pueden ser fotografías o dibujos. Por ejemplo, antes de que existiera
la fotografía, la única manera de ilustrar paisajes, batallas, costumbres o
personajes de la historia era a través de las pinturas”.
Figura 4. “Nativo guarani actual”, Figura 5. “Nativo yámana”, Tinta
Tinta Fresca, p. 95 Fresca, p. 92
6. De las cinco imágenes con personas negras que Santillana ofrece en el capí-
tulo “Trescientos años de gobierno español” dos son de “fiestas de negros”
(cursivas mías).
uno de los dos protagonistas de una historieta de Santillana es
Tomás, un joven negro a quien se lo puede ver en la página 129,
momento de las “invasiones inglesas”, vistiendo la chaqueta roja
y los pantalones blancos de los batallones de negros y declarando
“¡qué vengan nomás los ingleses! ¡Ya van a ver lo que les espera!”
(f. 7). El mismo joven negro celebrará luego la independencia y
la noticia de que los esclavos serán libres.
Otro aspecto repetido en este conjunto de imágenes de ne-
gros/as es su mostración en el ámbito doméstico. Hay personajes
negros que aparecen realizando otro tipo de actividades, como el
vendedor de pescado y la vendedora de pan en la ilustración de
una “Plaza de Mercado”, en Puerto de Palos, o la reproducción
de algunas litografías7, en Santillana, pero en ninguno de estos
casos se hace alusión al color de piel de los personajes. Lo que
se muestra con insistencia en varias representaciones visuales y
se inscribe en los textos que acompañan estas representaciones
es el trabajo doméstico de los/as negros/as. La historieta antes
mencionada del libro de Santillana tiene como protagonistas al
negro Tomás y a la negra Ramona, y se desenvuelve a lo largo
de siete páginas (128-134) en las que se relatan las “invasiones
inglesas”, los conflictos internos en la colonia y, finalmente, la
independencia de España. Además de Tomás con la ropa del ejér-
cito, las escenas de la historieta muestran a Tomás que reflexiona
sobre sus amos y la política, mientras limpia un candelabro con
una franela; una conversación entre Ramona, con una franela en
la mano y Tomás, con una escoba; otra conversación con él en la
vereda, siempre con la escoba y ella dentro de la casa, plumero
en mano; y la última escena en que Ramona, escoba en mano,
recibe a Tomás que festeja con las cintas celeste y blanca en alto.
Asimismo, páginas antes se reproduce una pintura de 1810, “Don
129 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
8. La figura simbólica del negro que ceba mate ha estado (¿está?) ampliamente
extendida en esta región, no sólo en el mundo de las imágenes. Por ejem-
plo, en una conocida milonga (De la lucha, de Alonso y Trelles), a modo de
protesta y de auto-ubicación en lo bajo de la escala social, se declama “a mí
130 | capítulo 2
no me ceba el mate ningún negrito mimao”. En otro orden, unos versos del
cancionero infantil riman “mientras la negra cebaba mate, los tres negritos
hacían bollitos de chocolate”. En materia visual, en Buenos Aires, ciudad y
campaña (Alexander y Priamo, 2000) se reproduce una fotografía de Esteban
Gonnet de 1866 que retrata a un negro cebando mate.
Figura 7. Tomás
y las invasiones
inglesas, Santillana,
p. 129
Figura 8. “Señoras
porteñas por la
mañana”, litografía de
César Hipólito Bacle
131 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
sugieren).
Sin detenerme en aspectos que obligarían a una especulación
algo aventurada, como por ejemplo las miradas sensuales de
las mujeres (sus ojos en los tres casos levemente entrecerrados
y los labios marcados), me limito
a recalcar algunos de los trazos
descriptos. La primera figura es
de un hombre blanco y una mujer
indígena, la segunda de un hom-
bre blanco y una mujer negra, la
tercera de un hombre negro y una
mujer indígena. En sociedades de
clases, imágenes como las de esta
serie imponen algunas preguntas.
¿Cómo operan género y “raza” en
la reproducción de dos tipos de
herencias, “la transmisión gené-
tica de la pureza racial y la perpe-
tuación económica y legal de los
privilegios y el rango sociales”?
(Stolcke, 1992: 13-14). Ronda aquí
una preocupación que emerge en
el proceso de reproducción social:
“¿[q]uién tiene relaciones sexuales
con quién y qué pasa con los hi-
jos que pueden resultar?” (Wade,
2008: 49). Si se presupone una
relación de posesión en estas pa-
rejas, ¿quién se apropia de quién?,
¿quién tiene la potencia y la pro-
piedad?
Cabe comenzar advirtiendo el
abrazo propietario de los dos hom-
Figura 9. “No todos eran iguales”, bres blancos, que abrazan a “sus”
133 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
¿Negros en el ejército?
◆◆◆
“Cadetes de la
Escuela Naval. Año
1896”. Archivo
General de la Nación
147 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
“Hospital Militar
de Campo de
Mayo. 1934”.
Archivo General
de la Nación
“Revolución del 11 de septiembre de 1959”.
Archivo General de la Nación
150 | excursus 2
Reposiciones y reinvenciones.
La imaginación de mujeres en Internet
La ocupación de la calle
Figura 3. Marcha
por el Día de la
Mujer. Mujeres al
Oeste
La presencia en el barrio
Figura 6.
“Jornada de
Género en
Tigre”. Red
de Mujeres
Solidarias
163 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
Figura 10.
Tucumán, 2005.
Programa Juana
Azurduy
6. Si bien muy escasas, hay imágenes que pueden desdibujar los límites entre
estos dos conjuntos. La Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina
(AMMAR) es el Sindicato de Trabajadoras Sexuales de la Argentina, inte-
grante de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). Sus integrantes
buscan ser reconocidas como trabajadoras y declaran que sufren una triple
opresión como mujeres, como pobres y como trabajadoras sexuales. Algunas
170 | capítulo 3
8. Las dos últimas entidades han tenido momentos de gran cercanía. El trabajo
barrial de la Red de Mujeres Solidarias fue involucrándose en las acciones del
Estado y del gobierno, conforme fueron incorporándose a ellos sus integrantes,
al ritmo que lo hicieran los de Barrios de Pie y Libres del Sur. A mediados
de 2008, su principal representante era diputada nacional y tenía a cargo la
Coordinación Honoraria del Programa “Juana Azurduy”. Pero en octubre de
ese año Libres del Sur rompió con el gobierno nacional y sus dirigentes dejaron
172 | capítulo 3
los cargos que ocupaban. El sitio web del Programa “Juana Azurduy”, por su
parte, no muestra actualizaciones desde ese momento, aunque algunas de sus
delegaciones regionales y sus correspondientes sitios o blogs sí dan cuenta
de actividad algunos años más tarde. (Observaciones complementarias a este
respecto pueden hallarse en la nota 1 del Excursus 3.)
mo, como marco y enfoque, sólo aparece en el primer grupo, así
como la oposición a la iglesia y la búsqueda de la visibilización
lésbica. La insistencia en militar para o junto con los sectores
populares, así como los valores “nacionales y populares” casi
exclusivamente en el segundo, así como la explícita articulación
con el Estado y el gobierno. Por otro lado, es importante tener en
cuenta las relaciones que unen formal o informalmente a las or-
ganizaciones de un grupo y de otro respectivamente. En cuanto al
segundo de ellos, vimos que a nivel de la dirigencia podían darse
vinculaciones a la vez personales e institucionales. En cuanto al
primero, el funcionamiento de los propios sitios web verifica la
existencia de vínculos. Un simple recorrido por la red que siga
los links de cada sitio puede llevarnos de Mujeres al Oeste a La
Casa del Encuentro, de ésta a Derecho al Aborto, el cual enlaza
con RIMAweb, que hace lo propio con Mujeres al Oeste, per-
mitiéndonos cerrar el círculo. Los propósitos, intereses, líneas
de acción y conexión entre las organizaciones trazan las líneas
generales de dos horizontes divergentes de intervención política,
social y cultural en clave de género, los cuales determinan qué
tipo de imágenes serán producidas.
Los registros visuales alternativos de mujeres son registros de
cuerpos y arreglos de cuerpos, cuerpos presentados y representa-
dos de determinadas maneras, y también son registros de espa-
cios, actividades y actitudes que aparecen como correspondencia
de aquellos cuerpos. La dificultad para imaginar que las mujeres
de las fotos 9 y 10 intercambien sus carteles y sus consignas tiene
que ver con ello. Si encaramos ese ejercicio de imaginación y
fantaseamos dicho intercambio, parece imposible intercambiar
lugares –la calle por el barrio– sin cambiar los rostros e imposible
intercambiar los rostros sin cambiar las actitudes… Es que lo ver-
173 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
12. De acuerdo con Berger, la mirada frontal o de soslayo al más acá del cuadro
viene de la pintura europea post-renacentista. En los desnudos de la época
fue común que la mujer representada en la tela mirara hacia el espectador,
178 | capítulo 3
13. Lo más difícil acerca del ciberfeminismo es dar una definición, o incluso
varias. Quienes se sienten parte del movimiento han rechazado sistemáti-
camente esta posibilidad y por esta razón en el 1er Encuentro Internacional
Ciberfeminista, llevado a cabo en 1997 en el marco de la muestra internacional
de arte contemporáneo “documenta X”, en la ciudad alemana de Kassel, las
participantes, procedentes de EE.UU, Australia, Europa y Rusia, formularon
las “100 anti-tesis” que establecen lo que el ciberfeminismo no es (pueden
hallarse en el sitio de Old Boys Network, www.obn.org o en el de VNS Ma-
trix, http://lx.sysx.org/vnsmatrix.html). A propósito de la procedencia de los
proyectos ciberespaciales, la mayor parte continúa gestándose en los países
“desarrollados”. Si bien se trata de un campo particularmente dinámico y
esto se está modificando, hasta hace muy pocos años el ciberfeminismo tenía
escaso impulso en el mundo de habla hispana, en general (Rubio Liniers,
2003), y en América Latina, en particular (Flores, 2006).
14. A propósito de varios de estos puntos, aun cuando Donna Haraway no milite
en sus filas, no existe vertiente del ciberfeminismo que no tome su Manifiesto
180 | capítulo 3
“No es sólo que la ciencia y la tecnología son medios posibles para una gran
satisfacción humana, así como una matriz de complejas dominaciones, sino
que la imaginería del cyborg puede sugerir una salida del laberinto de dua-
lismos en el que hemos explicado nuestros cuerpos y nuestras herramientas
a nosotras mismas. No se trata del sueño de un lenguaje común, sino de
una poderosa e infiel heteroglosia” (Haraway, 1991). Las ciberfeministas se
181 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
de trabajo y discursos17.
17. Esta campaña, sobre todo en lo que a La Pinta concierne, tiene relación con
una de las primeras de Mujeres Públicas, “Esta belleza…”, que abordó, en
palabras del grupo, “la problemática del modelo hegemónico de belleza feme-
Figura 13. “Mujer Colonizada”, Mujeres Públicas
—1—
—2—
Vista la propuesta de reemplazo desde uno de
sus lados, la controversia tiene largos anteceden-
tes. La imagen de Roca en múltiples formatos,
soportes y emplazamientos viene siendo critica-
da principalmente por organizaciones de pueblos
originarios y otras asociaciones ligadas a ellos y a
sus reivindicaciones, por activistas, intelectuales
y artistas. También se discute que algunas calles,
plazas y ciudades lleven su nombre. Una de las lu-
chas más resonantes tiene lugar alrededor de los
monumentos dedicados al militar, en particular de
199 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
—3—
—4—
El Programa de Fortalecimiento de Derechos y
Participación de las Mujeres Juana Azurduy, cuya
coordinadora presentó el Proyecto de Ley de reem-
plazo de ilustraciones en el billete, tiene dos imá-
genes principales en su sitio web, en los afiches y
la cartelería general que acompaña y encuadra sus
actos públicos y en sus banderas y pancartas. Una
es la del logo con los cinco rostros de mujeres uni-
das por la bandera argentina, mencionado ya en el
Capítulo 3. La otra es un retrato de Juana Azurduy,
y es un retrato de una “Juana ninfa”. Se trata de un
dibujo de estilo moderno, coloreado sin matices,
con el trazo de los contornos resaltado en negro, lo
cual define y simplifica la silueta. Se ve el torso de
Juana, de medio perfil izquierdo, sosteniendo su sa-
ble cruzado en diagonal delante de la chaqueta roja,
con la mirada hacia el frente (f. 2). Resaltan algunos
aspectos de Juana en tanto ninfa si la consideramos
al lado de la pintura de la que se deriva el dibujo (f.
3) y al lado de la fotografía de la ya aludida ninfa
vernácula, la Eva de los años setenta (f. 4).
El dibujo del Programa es claramente una re-
creación de la pintura de la figura 3, “Juana la Co-
ronela”, del artista chuquisaqueño Enrique Valda
del Castillo, cuyo original se encuentran en el Museo
Casa de la Libertad en Sucre, Bolivia. Además de los
Figura 4.
Figura 6 Figura 7
Presencias presentes.
Repertorios visuales de los pueblos
originarios en la web
Figura 2. Nguillatun
en Los Toldos,
Indymedia (fotografía:
Comunidad Mapuche
Epu Bafkeh)
10. “Lof Digital. PuelMapu We Dungvn. Desde el Territorio del Este están sur-
giendo nuevas formas de comunicarnos” es un proyecto de capacitación en
el uso de tecnologías de información y comunicación para jóvenes indígenas.
Su nombre busca dar cuenta de esta característica (“Lof” es una palabra del
mapuzugun que significa “comunidad”). En el sitio señalan que “[l]os jóvenes
indígenas reclaman una oportunidad” para apropiarse de las TICs en tanto
que “herramientas para el cambio” y “para el desarrollo” y que buscan, entre
217 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
toba para todos los tobas”. Si bien en ocasiones lo hacen en tercera persona,
en general hablan en primera persona del plural. Desde Buenos Aires llevan a
cabo campañas de capacitación en salud preventiva, organizan visitas médicas
a comunidades del Chaco y la recolección y envío de ropa, calzado y leche a
esas comunidades (www.asociacion-toba.com.ar).
“tipo” (la cercanía del plano, el ángulo de toma de la cara que
evita las alternativas de frente, perfil o tres cuartos de perfil, o
el uso expresivo de la luz, que no ilumina homogéneamente), el
pie de la foto, “Anciana”, la vincula a ellas de manera clara. En
el contexto del sitio web, el indicativo lleva sobreentendida la
referencia étnica: “Anciana toba”, tal como se explicita en otros
retratos de la galería, como “mujer toba”, “niño toba”, entre otros.
El anonimato y la impersonalidad no reconstruyen biografías
ni experiencias personales. El rostro de la mujer parece tener
que hablarnos del grupo al que ella pertenece. La ausencia de
nombre propio en las fotografías de indígenas, de pobres, de
subalternos ha sido tematizada desde hace tiempo. “Un retrato
que se niega a nombrar al sujeto se convierte en cómplice, si bien
de modo inadvertido, del culto a la celebridad […] concederle el
nombre sólo a los famosos degrada a los demás a las instancias
representativas de su ocupación, de su etnicidad, de su apremio”
(Sontag, 2003: 92).
En otra fotografía de esta galería, además de características
comunes con “Anciana” que flexibilizan los rasgos del retrato et-
nográfico tradicional, el contexto que alcanza a vislumbrarse por
medio del tejido de alambre del fondo y, sobre todo, la anotación
“Amigo del campo” nos dan algunas pistas acerca de dónde o
cómo vive el hombre retratado, o de la relación que el fotógrafo
declara tener con él. En la figura 4, por último, el apellido y el
apodo del retratado lo identifican personalmente. Esto rompe
rotundamente con la tipificación y con el reenvío a la vitrina de
museo que la tipificación produce. Los nombres de sus protago-
nistas dan un aire familiar a las fotos, aun cuando no conozca-
mos a los mismos, y alcanzan a insinuar algo de lo que Berger
(2004) entiende como “memoria viva” o “experiencia vivida” en
221 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
Figura 5. “Mujeres
mapuche y Lonko”,
Lof Digital
223 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
13. Esta campaña permanente tomó forma a partir del trabajo de una red de
jóvenes mapuche que venía desarrollando actividades en ciudades de la Pa-
tagonia. La sede de la campaña se encuentra en la ciudad de Bariloche, en
Río Negro, y sus producciones han sido presentadas en el norte de la Pata-
gonia argentina y en Chile. Los principales proyectos de trabajo son de arte y
comunicación y sus objetivos explícitos están orientados al “fortalecimiento
de la conciencia colectiva mapuche”, acompañado de “una fuerte discusión
224 | capítulo 4
16. Como señala la autora, “[el] nombre monstruo comparte su raíz con el ver-
bo demostrar” (Haraway, 1991). En una dirección semejante, ver Foucault
(2000).
mo de la generación anterior,
cuyo esencialismo estratégico
sería, según los activistas jó-
venes, “demasiado restrictivo”
(Kropff, 2004: 8). Como el caso
de las imágenes de las nuevas
tecnologías o de un nguilla-
tún registrado y reproducido
digitalmente, aquí también se
hace presente una tensión en-
tre “folklore y modernidad”.
El trabajo en Internet de jóve-
nes urbanos no sólo impugna
su asociación hegemónica con
lo arcaico sino que también
actualiza entre los/as indíge-
nas las cuestiones en torno a la
Figura 7. Wefkvletuyiñ-Estamos
resurgiendo (Ozkar Güenchupan) (re)definición de las tradicio-
nes.
Fuera de unas pocas fotos, los materiales visuales de Internet
de Wefkvletuyiñ-Estamos resurgiendo son reproducciones de
los dibujos utilizados en las portadas impresas de diferentes nú-
meros de “MapUrbe’zine”. Las secciones “Encuentro”, “Teatro”,
“Comunicación”, “Investigación”, etc. del sitio web inician con
un breve texto explicativo y uno de estos dibujos. El que está en
la sección “Encuentro” trabaja sobre la mezcla, el encuentro o
el entrecruzamiento entre campo y ciudad (f. 7). En el dibujo se
superponen al menos tres planos. El fondo es un diseño de telar,
sobre él una forma elíptica en la cual se traslucen los símbolos
del kultrun (tambor mapuche) y, en la superficie, ocupando el
227 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
Política en imagen
Figura 9.
El impenetrable,
ENDEPA
18. Para esta somera reconstrucción del conflicto, Briones y Ramos (2005) y la
231 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
mostrar una verdad más compleja que estaría ligada a la “identidad territorial”
y a la organización política y social tradicionales.
tradicionales da la espalda a un
billete de dólar, subrayada, no
obstante la elocuencia visual,
con la frase “El territorio Mapu-
che NO está en venta”. En estas
imágenes están sintetizados los
ejes argumentales de la campa-
ña, que son la agresión que los
emprendimientos de Benetton
implican para los pueblos in-
dígenas de la Patagonia y el
rechazo de estos últimos a su-
bordinarse a “el poder del dine-
ro”. Bajo el mismo título “Los
colores invisibles…”, en una
animación colgada en todas las Figura 11. “Wrong colour”,
Comunidad de Santa Rosa
páginas del sitio de Santa Rosa
se suceden fotos de niños/as,
paisajes y parcelas de tierra alambradas, y leyendas con datos y
explicaciones que siguen aquellos dos grandes ejes21.
En resumen, los pueblos originarios son representados vi-
sualmente como actores de la política, actores protagónicos que
pueden llegar al corazón de instituciones democráticas, como la
Legislatura, llevando su reclamo y punto de vista, que pueden
poner el cuerpo a las modalidades de la política democrática no
institucional en protestas callejeras y manifestaciones públicas
y que pueden, en tercer lugar, dar visibilidad a sus demandas
y reivindicaciones generando articulaciones que son al mismo
tiempo tradicionales e innovadoras, atractivas por “su diferencia”
para la mirada no indígena. Estas producciones visuales también
dan lugar a la manifestación de una clara noción de los/as reali-
zadores/as acerca de las controversias en torno a la carga política
doble título de “The invisible colours” o “Wrong colours” otra animación que
muestra en fotos y narra en castellano, italiano, inglés y francés la historia
del desalojo de “la familia Curiñanco”. La imagen que cierra la animación es,
coincidentemente, la de otra mujer con atuendo mapuche que da la espalda
a una mano que ofrece un fajo de dólares.
posible de la imagen fotográfica22, como cuando en el sitio web
de la comunidad de Santa Rosa se señalan las repercusiones del
caso diciendo que “el matrimonio de laburantes mapuche tenía
su espacio en la prensa” y se agrega, con ironía, que “sus rostros,
que en algún momento podrían haber despertado el interés de
Olivero Toscani –el publicista estrella de Benetton–, salían del
anonimato”.
Briones y Ramos sostienen que “[a] lo largo de más de un
siglo de dominación por parte del estado argentino, [los] Pueblos
Originarios han sufrido prácticas genocidas, múltiples expro-
piaciones, explotación y discriminación. Sin embargo para el
conjunto de la sociedad argentina el sometimiento de los abo-
rígenes habría finalizado con la «conquista del desierto» y nun-
ca representó un tema social del presente” (Briones y Ramos,
2005: 1). Las imágenes de los pueblos originarios como actores
protagónicos de la política echan luz sobre las expropiaciones,
la explotación y la discriminación precisamente como un tema
social del presente.
E incluso hacen más que esto. La visualización de los pueblos
originarios como actores políticos implica su inscripción en una
lógica de reconocimiento social posible. Como vimos en los Ca-
pítulos 1 y 2, los repertorios hegemónicos producen una reclu-
sión en el pasado remoto de lo indígena y lo negro racialmente
visto; eran las imágenes de las “razas” las que quedaban fijadas
al pasado. Esto quería decir dos cosas intrínsecamente unidas:
1) que la raza como criterio de clasificación social quedaba en el
pasado y no operaba más que por negación (“en Argentina no
hay negros”, “en Argentina no hay indios”), 2) que aquellos/as
a quienes la raza en tanto criterio permitía ver quedaban, con-
secuentemente, en el pasado. En contraste, las imágenes de los
235 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
22. Como ejemplo de estas controversias valen las discusiones acerca de valores
estéticos y efectos de concientización tanto a propósito del fotoperiodismo
en los frentes de batalla o las zonas de catástrofes como de las imágenes
propagandísticas y publicitarias, o de las fotografías artísticas (ver Bolton,
1992; Crimp, 1992; Krauss, 1992).
repertorios hegemónicos es compleja, consiste en mostrar que
hay indígenas sin por ello mostrar que hay “razas”.
Por último, como de la Cadena ha destacado, la atribución
diferencial y excluyente del pensamiento político y la acción po-
lítica puede considerarse un aspecto clave de lo pensable y de
lo impensable que la raza y el racismo han organizado en las
sociedades latinoamericanas desde la Colonia. La capacidad de
reflexión y acción políticas sería un atributo reconocido a de-
terminados actores y negado a otros. Mirado desde los sectores
hegemónicos, “los indios” no harían política. Pueden provocar
desórdenes y presionar, pueden ser controlados y también lle-
vados de las narices por otros actores políticos, pero no harían
ni pensarían la política per se (de la Cadena, 2008). En este
sentido, la inscripción visual de los indígenas en el mundo de la
política implica el desafío adicional de conmover el imaginario
hegemónico en uno de sus rasgos estructurantes. Las imágenes
que acabamos de ver politizan la presencia indígena al tiempo
que indigenizan el campo político.
con los de animales, con montañas y con piezas de telar con di-
seños tradicionales. También un dibujo que recibió el segundo
premio en un “concurso de afiches: Mapuche en Red” organizado
Figuras 12 y 13. Wefkvletuyiñ- Estamos resurgiendo
(Ozkar Güenchupan)
23. Ambas fueron tomadas por Sebastián Hacher, fotógrafo de Indymedia, in-
tegrante de SUB (Cooperativa de Fotógrafos), un grupo de fotógrafos que
elabora ensayos, archivos, noticias, parte de lo cual se expone en Internet
(www.sub.coop).
la práctica misma de tejer, tan-
to en dibujos como en fotos. El
fondo de todas las páginas del
sitio de Santa Rosa, por ejem-
plo, emula la textura de un te-
jido de telar. Lo mismo sucede
en la parte superior de las pá-
ginas del sitio de Endepa, así
como en su calendario de 2007
(f. 15), en el que puede verse
un telar y, bajo el año “2007”,
en segundo plano tras el título
y los recuadros de los meses,
un tejido (el título “Desde un
Figura 15. Calendario 2007, Endepa tejido de etnias y culturas…”
refuerza esta imagen). Lof Di-
gital, por su parte, presenta en “El lenguaje de los tejidos” unas
cuarenta imágenes de diseños de telar (fotos de prendas o de telas
o, en menor proporción, dibujos de motivos), algunas de ellas
propias y muchas otras extraídas de una colección del Instituto
Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. En
el pie de algunos de los diseños se propone un significado posi-
ble de los mismos, pero lo que me interesa es la estimación que
recibe el tejido en general, la cual se pone de manifiesto también
en otro texto con el título “Tejido en telar Mapuche”, en el cual
se señala que “el trabajo textil está ligado fuertemente al ámbito
de lo sagrado”.
Una de las siluetas elementales en muchos de estos diseños es
la del gemil, uno de los símbolos más reiterados, no únicamente
en los tejidos sino en las diversas imágenes que forman parte
239 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
26. El Futa Traw - Gran Parlamento es una “asociación civil con objetivos de
promover la divulgación de la legislación que ampara en forma general y/o
específica los derechos de los pueblos originarios y sus miembros”. Entre sus
propósitos se cuenta “[r]ecuperar la cultura de los Pueblos Originarios”. Ha
las imágenes de símbolos de diferentes pueblos originarios. A
veces aparecen juntos, como en una fotografía que agrupa una
apacheta, una whipala, un aguayo y un cesto. La página de ini-
cio del sitio está cubierta por reproducciones de objetos de este
tipo (una apacheta, un menhir, un rehue), tomadas en el Museo
Pictórico Indigenista Yana Kúntur, ubicado en la ciudad de La
Plata. Una de ellas, en la que se ve el frente del edificio del museo,
muestra un mástil en el que flamea una bandera argentina y,
debajo de ella, una wiphala que tiene la mitad del tamaño de la
primera. El mástil está junto a la reproducción de dimensiones
reales de una atalaya de troncos (f. 17). En uno de los álbumes
de fotos que el sitio ofrece puede verse, paso por paso, una cere-
monia a la Pachamama realizada en el Gran La Plata en 2007;
hay imágenes de las ofrendas (hojas de coca, semillas de maíz y
dinero sobre aguayos) y de algunos de los/as participantes con
ropas indígenas y criollas, como un poncho “salteño”, llevando
adelante la ceremonia y tocando instrumentos como un siku o
un bombo legüero.
Las referencias simbólicas indígenas se reúnen con elementos
de la tradición criolla y con símbolos del Estado nacional. Utili-
zando una frase intencionalmente ahistórica, podría decir que
se trata de imágenes de los pueblos originarios de Argentina.
La bandera celeste y blanca en lo más alto del mástil permite
entender mejor los agrupamientos de símbolos y de objetos ri-
tuales pertenecientes a distintos pueblos indígenas. Se trata de
una conjunción de símbolos indígenas bajo/dentro de la ban-
dera nacional, conjunción que queda clara en el Programa del
año 2008 de la “Celebración de Fiesta de la Pachamama” en el
museo Yana Kúntur, que incluyó “Izamiento de las banderas
argentina y de la provincia de Buenos Aires”, “Himno Nacional
Argentino en Runa simi (quechua)”, “Himno Nacional Argenti-
no”, “Ceremonia a la Pachamama (madre tierra) en la apacheta”,
“Ceremonia reflexiva en el «rehue» a la Ñuque Mapu (madre
tierra) a cargo de Comunidad Mapuche” de La Plata, exposición
sobre los Pueblos Originarios a cargo de una “ciudadana ilustre
de la ciudad de La Plata, madrina activa de comunidades Qom
(Tobas)”, danzas indo-folcklóricas (caporales, tinkus y diabladas)
242 | capítulo 4
27. Prensa de Frente, “Noticias de los Movimientos Sociales por el Cambio Social”,
se define como un boletín informativo, que desde fines de 2004 se propone
“la difusión de noticias sobre las acciones, las palabras y los pensamientos
de los movimientos sociales en lucha” (www.prensadefrente.org). La ANRed
busca producir y distribuir información sobre conflictos sociales y demandas
populares, para lo cual ha desarrollado desde 1995 diversas iniciativas como
244 | capítulo 4
29. En tren de revisar capítulos anteriores, cabe observar que a los trabajadores
de este capítulo, a diferencia de lo que sucedía, por ejemplo, con los del Ca-
pítulo Introductorio, se les ve el rostro y, además, se los ve sonriendo. Como
apunté antes, interpretar el sentido de las sonrisas en las fotografías conlleva
complicaciones. ¿Señal de alegría o bienestar, expresión de cierto beneplácito,
indicio de nerviosismo o de vergüenza? Lo que puede afirmarse, como también
apunté, es que sonrisas como estas, ofrecidas a la cámara, dan cuenta de una
relación o vínculo con el/a fotógrafo/a, y eso supone un contraste con el modo
en que los trabajadores migrantes sin rostro eran mostrados en el Capítulo
Introductorio. Los sujetos de la toma aquí, a diferencia de aquellos, muestran
su cara y su persona a la cámara.
naturaleza, planteando visualmente la oposición con quienes no
pertenecen a la tierra porque la tierra les pertenece y, como men-
cioné y se exhibe en imágenes, la alambran (o, en rigor, mandan
a otros a alambrarla).
32. Ver, por ejemplo, la entrevista con Verónica Huilipán, “La palabra lonko no
tiene femenino”, en diario Río Negro, 12 de marzo de 2007 (disponible en
argentina.indymedia.org/news/2007/03/495042.php; último acceso junio
de 2012) y el suplemento especial de AZkintuWE, “Mujeres de la tierra”, 09
de marzo de 2008 (disponible en www.mapuche.info/azkin/az_domingo14.
pdf; último acceso junio de 2012)
Rupturas y obstáculos
La imaginación en disputa.
Hegemonía y alternatividad
en la cultura visual
1. Kinisberg, Yanina. “Una mujer denunció que la discriminaron por ser negra”,
Clarín, 28 de agosto de 2002.
quechua, y estaba vestida con ropas indígenas (hacer esta preci-
sión, útil para la descripción, no deja de resultar algo enojoso).
Cuando aguardaba para hacer los trámites migratorios un fun-
cionario la separó de la fila que correspondía a pasajeros/as con
pasaporte diplomático. La mujer describió la escena: “[a]l verme
en la fila de diplomáticos, el funcionario de Migración murmuró
diciendo, «¿cómo esta india va a ser diplomática?», y a los gritos
me dijo «che, che, che, mamita salí de ahí, vení»”2. Celima To-
rrico, dirigente de productores de coca de la región del Chapare
y por entonces Ministra de Justicia de Bolivia, había viajado a la
Argentina para participar en un evento vinculado a derechos hu-
manos. Luego de aclarar que era una alta funcionaria pudo hacer
los trámites donde le correspondía y salir de la Argentina.
Las escenas anteriores son elocuentes respecto de la impor-
tancia de las apariencias inmediatas y del modo en que lo que
vemos en los cuerpos de las personas que nos rodean afecta más
o menos directamente el trato que tendremos con ellas. Esta
percepción fundamentalmente visual de los demás es clave en la
estructuración de las interacciones cotidianas, que son a la vez
intersubjetivas y socialmente aprendidas, personales e institucio-
nales, y que pueden tener consecuencias también en diferentes
escalas. Cuestiones étnico-raciales y nacionales (muy probable-
mente también de género, y acaso de clase) han confluido en los
actos discriminatorios de las escenas anteriores. Las dos implican
el cruce fronterizo, y las fronteras son, de manera intensificada
en los comienzos del siglo XXI, un espacio de reforzamiento de
pertenencias y exclusiones múltiples, un dispositivo que cons-
truye y reconstruye el complejo juego de las fronteras simbólicas.
Pero este no es un asunto exclusivo de cruces fronterizos. Las
percepciones/interpretaciones visuales intervienen en la estruc-
turación de nuestras acciones e interacciones en los más diversos
contextos sociales.
Este libro atendió la conformación conflictiva de los paisajes
visuales con los cuales se estructura nuestra percepción y valora-
ción de los/as otros/as. Las escenas resumidas antes nos recuer-
dan la importancia de estos paisajes visuales en las interacciones
258 | conclusiones
Ocultamientos
Intersecciones
sintéticos. Una de las más elocuentes entre estas figuras es, sin
dudas, el conjunto de tres dibujos de los “matrimonios interra-
ciales” de la época colonial de los manuales escolares del Capítulo
2. Los dibujos muestran, como apunté, un hombre blanco con
su mujer negra, un hombre blanco con su mujer india y un hom-
bre negro con su mujer india, cada pareja con su respectivo/a
hijo/a. Estas uniones interraciales “sin riesgo”, como me referí
a ellas, muestran siempre un hombre como representante de la
parte blanca involucrada en cualquiera de estos matrimonios,
es decir, no muestran nunca a una mujer blanca, a la inversa
de lo que sucede con los indígenas, de quienes únicamente hay
imágenes de mujeres. Esto conduce a una pareja imposible de
imaginar, que es la de hombre indígena y mujer blanca, así como
es inimaginable la pareja de hombre negro y mujer blanca. Como
indiqué, un medido equilibrio de jerarquías raciales y de género
estructura estos dibujos y parece conjurar los peligros de ciertas
formas de la “interracialidad”.
La anterior no es, desde luego, la única figura concreta en que
las intersecciones se ponen de manifiesto sintéticamente. Las
vendedoras callejeras bolivianas del Capítulo Introductorio, por
ejemplo, tanto Catalina, el personaje de la historieta de Clarín,
como su antecesora, la protagonista del chiste visual de Hoy, son
mucho más que un emblema de la inmigración boliviana o, en
todo caso, por serlo, son también emblema de lo extranjero, de
lo indígena –de lo extranjero indígena–, de las formas de trabajo
y comercio “en negro” y de la pobreza. Desde un punto de vista
hegemónico, estos cuerpos de papel parecen concentrar y exhibir
unas amenazas por lo que son y por lo que no son: mujeres tra-
bajadoras en la calle, “no blancas”, “no modernas”. En segundo
lugar, y aunque no resulte sencillo interpretar el hecho, cabe
recordar que entre las imágenes del álbum de Clarín analizado
en el Capítulo 1, las personas negras indicadas en las fotografías
eran todas mujeres. Podría deberse a una casualidad, pero tal
vez valga la pena reparar en este realce de género que tiene el
señalamiento de la población negra (del pasado).
Esta intersección de dimensiones en las imágenes es suficiente
para reconocer dos elementos recurrentes de gran importancia:
ciertas figuras femeninas (indígenas, negras, “negras”, trabaja-
doras) parecen cargar algún peligro y otras figuras femeninas
(las mujeres blancas ausentes) parecen requerir de “protección”
o tutela. Por razones levemente diferentes convendría ejercer
algún control sobre el conjunto de todas ellas. Los “peligros” que
acarrean aquellas primeras figuras son los de la aceptación plena
de la presencia indígena y negra en la historia y en el presente
nacional. Lo que hay que proteger de las otras figuras es la posibi-
lidad de una “adecuada” reproducción. Los riesgos, en conjunto,
son los de las “contaminaciones”, mezclas y desestabilizaciones
266 | conclusiones
El lugar de la hegemonía
Categorías
largo del país, desde el Noroeste hasta el sur, pasando por el Nor-
deste, la región pampeana y la de Cuyo. Si bien no me detuve en
ella, ocupaba un lugar destacado en los repertorios hegemónicos:
en el álbum de Clarín y en los manuales escolares. Por cierto, se
trata de un “objeto” que ha despertado ya suficiente interés y ha
generado innumerables investigaciones en las ciencias sociales y
humanas a lo largo de la historia argentina. Mi pregunta apunta,
desde luego, al campo visual, a las apariciones y las apariencias.
En términos generales el interrogante es acerca de la blanquitud
y la masculinidad del gaucho o, más precisamente, en torno al
proceso de configuración de esta figura blanca y masculina como
uno de los principales emblemas de la “argentinidad”.
El camino que se abre promisorio para iniciar la búsqueda
de una respuesta nos conduce al siglo XIX y a unas significativas
pugnas alrededor de las apariencias y la distinción social. En su
estudio de la época rosista, Salvatore subraya la maleabilidad de
la clase social. El estado post-independentista había abolido las
taxonomías coloniales de raza y estatus, dejando en manos de
la sociedad civil la tarea de redefinir las fronteras de clase como
“distinción”. El “orden de la apariencia” que regulaba “las acti-
tudes de la gente hacia las ropas, los colores y la moda fue parte
de la interacción comunicativa entre el estado y la población y,
al mismo tiempo, un producto de las luchas por la distinción
que provenían de la sociedad misma” (Salvatore, 2003: 129). La
ropa de “los paisanos” jugó en este orden un rol fundamental.
La apariencia dividió a la gente de ciudad de la gente de campo
y estimuló diferenciaciones en el interior de esta última.
Richard Sennett reparó en la relevancia que las apariencias
cobraron a mediados del siglo XIX en las sociedades occidentales.
La decodificación del cuerpo en la calle se volvió una preocupa-
ción de primer orden y, para ello, resultó fundamental buscar
indicios en los detalles de las vestimentas. Es a partir de estas
interacciones callejeras cotidianas que comienzan a desarro-
llarse diversos métodos “de leer el carácter humano a través de
283 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
9. Incluso en el contexto colonial pero tiempo antes, entre las mujeres Goldberg
registra disputas simbólicas semejantes en que las apariencias, la posición
social y la “pureza de sangre” estaban íntimamente ligadas, en un contexto
en que el “blanqueamiento social” aparecía como posible pero arduo. “Tener
«sangre impura» no sólo era un impedimento para ingresar en ciertos oficios
y estudios, sino que también vedaba el uso de determinadas joyas y vestidos.
En 1771, una mulata amancebada con un español se atrevió a ir a la Catedral
de Córdoba con zarcillos de oro y ropa de seda. Ante esta «profanación de
galas», las damas principales le arrancaron las joyas y sedas y le propinaron
una paliza” (Goldberg, 2000: 73). Según de la Cadena, además, vale tener
presente la “incertidumbre fenotípica” en la historia de la “raza” en América
Latina. Si bien se dará paulatinamente la imposición del criterio filosófico
284 | conclusiones
europeo que asocia la raza al color de la piel, los hábitos locales, instaurados
en épocas coloniales –pero que “siguen vigentes e incoherentemente desa-
fiantes”–, enfatizan la reputación para definirla. De ello “resulta una de las
características idiosincrásicas de las clasificaciones raciales en América Latina:
la relatividad de los rasgos somáticos en la definición de las personas” (de la
Cadena, 2008: 23).
de sus cambios y de sus permanencias? El gaucho es una figura
blanca o, mejor, es una figura que en sus representaciones se ha
ido blanqueando a lo largo de la historia. Las imágenes del gaucho
o del paisano no han dejado de producirse y reproducirse, justa-
mente desde esa época en que fueran inauguralmente pintados
por los primeros pintores argentinos y por artistas europeos que
recorrían la región, hasta nuestros días. El gaucho y el hombre
de campo se muestran blancos. Al menos los gauchos de los ma-
nuales escolares del presente o de álbumes fotográficos de gran
difusión son blancos. ¿Cómo habrá sido el proceso por el cual se
conformó y se consolidó como figura emblemática blanca (blan-
queada) la estampa del gaucho?, ¿cuál será su relación con aquel
régimen visual del siglo XIX en el que la imagen y la apariencia
de los paisanos ocupó un lugar trascendental?
Una segunda precisión a mi interrogante general surge de
considerar la masculinidad de esta figura emblemática, ya que
siempre se trata de hombres de campo. El mismo trabajo de
Salvatore ofrece una primera pista sobre este asunto. El régi-
men de visualizaciones en que se producen y recrean las clases
sociales y en que se experimentan y renuevan las tensiones entre
el campo y la ciudad tiene como arena primera las divisiones y
enfrentamientos entre facciones. Es decir, el ámbito principal
donde se conforma el orden de las apariencias del siglo XIX es
el de la política. Y de estas contiendas donde se disputan las
apariencias políticas (y de clase, ¿y raciales?) en insignias, ves-
timentas, colores y afeites participan hombres. Ante tal escena
vale recordar, como advirtiera Bourdieu a propósito de algunos
rituales (Bourdieu, 1982), que es vital indagar no sólo acerca
de las relaciones entre quienes participan de estos juegos, sino
también acerca de las relaciones que, previamente, han estable-
285 | El sentido común visual | Sergio Caggiano
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