Oratorios Domesticos Piedad y Oracion PR PDF
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Tomo 111 ,
EL SIGLO XVIII: ENTRE TRADICION Y CAMBIO
PILAR GONZALBO A IZPURU
coordinadora
EL COLEGIO DE MÉXICO
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
México
CONTENIDO
Presentación, 11
Pilar Gonzalbo Aizpuru
PRIMERA PARTE
LAS RUTINAS ANTE LA VIDA Y LA MUERTE
[7[
8 EL SICLO XVIII : E TRE TRADI CIÚN Y CA MB IO
SEG U DA PART E
LA DIVERSIDAD DEL UN IV ERSO HUMANO
En este prese nte siglo se han apartado los fi eles del ve rdad ero espíritu
de la Iglesia dejando de concurrir a las iglesias parroqui ales y edi fican-
do ca pillas y erm itas en que gastan sus ca udales .
IV C ONC ILI O PROVINCIA L M EXICANO , 1771
LA ÉPO A BARROCA FUE TI EM PO DE EFU SIONES DE FERVO R PIA DOSO y de vigilancia de la or-
todoxia por parte de las autoridades eclesiásticas. La sociedad novohispana procuró te-
ner una pl ena vida espiritual, para lo cual no era necesario vivir en un claustro o pro-
fesa r en una orden regular. Los más acomodados, como católicos bien instruidos,
sabían que sus obli gaciones religiosas no se limitaban a ciertas fechas y lugares, sino
que exigían someterse a determinadas normas de conducta para mantener una íntima
relac ión con la divinidad , facilitada en muchas ocasiones por sus plegarias dedicadas a
sus intermediarios co mo la Virgen y los santos. Para establecer vías de comunicación
con Dios, sólo es necesaria la oración , es decir, el acto por el cual se reali za un a serie de
deprecaciones que puede realiza rse de manera colectiva o individual. Ya que la oración
puede se r interior o exterior, se puede practicar en cualquier sitio, incluso en el espa-
cio laboral, en la calle y, desde luego, en la propia casa, aun en el dormitori o, en espe-
cial al despertar y al acostarse. Para asegurar mayor recogimiento y solemnidad , se re-
comendaba que la oración se hiciera al menos una vez al día, preferentemente en una
iglesia, o que se dedicaran las plegarias ante alguna imagen piadosa dentro de las vi-
viendas. Como parte de las oraciones que se pueden efectuar de manera individual y
privada, se encuentra el rezo del santo rosari o en familia, cuya p ráctica se promovió
precisamente en los siglos XV II y XV III. De igual forma, hay una serie de ejercicios pia-
dosos como las novenas , los triduos y el vía crucis; a mediodía el rezo del ángelus, y en
la noc he, antes de acostarse , alguna jacu latoria. En el culto católico existe la costumbre
[53 11
532 EL SIGLO XV III. ENTRE TRADICIO Y CA IBIO
de crear diferentes espacios de oración, como son los tradicionales altares instalados ya
sea con una sencilla estampa o con una escultura, así como los oratorios y capill as do-
mésticas. Ésta fue una práctica muy común, que consistió en aderezar un espacio del
hogar con la imagen del santo patrono o la devoción familiar. La imagen religiosa de-
bía estar acompañada de flores, manteles, velas y cualquier otro ornato necesa rio para
su lucimi ento .
Si bien hay oraciones que se pueden rezar de manera privada, hay un acto que pue-
de realizarse exclusivamente en las iglesias y capillas autorizadas y consagradas, y éste
es el sacrifi cio de la eucaristía en el ritual celebrado durante la santa misa. Éste es uno
de los sacramentos instituidos por Cristo y que son dones espirituales que santifican el
alma para la salvación de los hombres , otorgándoles un estado de gracia. De acuerdo
con el catecismo romano , todos los sacramentos, recibidos con pureza de espíritu,
confi eren la gracia, pero sólo a través de la eucaristía en forma de pan y vino se entra
en com unión con Cristo para ce lebrar el memorial de su muerte y de su resurrección
como lo prometió en la Última Cena. En el altar, y según lo estab lecido por la liturgia
católica, se repiten los gestos y las palabras canónicas para su celeb ración. Como un
privilegio, la Iglesia concedió licencias especiales para celebrar la santa misa en las vi-
viendas privadas. De ahí que los oratorios domésticos sean algo más que un lugar de
oración, ya que son los espacios en que se consagra y administra la eucaristía.
Uno de los aspectos que más apoyó el Concilio de Trento, y como respuesta a las
criticas protestantes, fue la defensa de los sacramentos. La Iglesia católica se sirvió del
arte para promoverlos, en especia l la penitencia y la eucaristía. Para el primero, la ima-
gen de María Magdalena se volvió el emb l ~ma del arrepentimiento. En cuanto a la co-
munión , proliferaron las rep resentaciones de la Úl tima Cena, en la que Cristo institu-
yó el sacramento, ade más de escenas relacionadas con mil agros como en algunos
pasajes de las vidas de los santos que recibieron milagrosamente este sacramento. 1 Pa-
ra ce lebrar la misa se requiere un altar, es decir, una mesa, preferentemente de piedra
o bien de madera , sobre la cua l se dispone una serie de ornamentos y objetos litúrgi-
cos necesarios para la celebración eucarística. Parte fundamental del altar para su con-
sagración es un ara , es decir una caja que contiene reliquias de mártires que se deposi-
tan en una oquedad denominada sepulcro , que deberá estar se llada . Su función es
recordar su sacrificio, que se une al de Cristo. Sobre el ara se co locan el cáliz, los man-
teles y el corporal cuya función es evitar que las partículas del pan se dispersen.
El altar propiamente se compone de una co nsola, unas gradas, un sagrari o y un re-
tablo. La mesa debe levantarse sobre una o varias gradas donde se co locan candeleros
y fl oreros y debe estar un poco despegado del muro. En la concepción del altar existe
una correspondencia entre la Pasión de Cristo y de los santos mártires. Después del si-
glo IV , el altar fue asimilado como la tumba de Cristo. Sobre esto , Gu ill aume Durand
534 EL SIGLO XV II I. ENTRE TRAD ICION Y CAMBI O
Devociones
Lo más singular que puede alabarse es la frecuentación a los Santos Sacramentos la devoció n a
lo Divino, y la ostentación de tantas fiestas, y la liberalidad de los án imos, no se conoce en el mun-
do Ciudad donde se repartan cada año tantas limosnas en Misas, dotes de huérfanas, Hospi tales,
vergonzantes, mendigos, Cofradías, y Conventos, no tiene número el guarismo para contarlas.
Agustín DE VETANCURT, "Tratado de la ciudad de México y las grandezas que la ilustran después que la funda-
ron españoles", en La ciudad de México en el siglo XVIII (1690-1780). Tres crónicas (1990), p. 48.
da de los moradores: sirvientes y señores se unían en la misma oración. Pero, ¿qué ti-
po de oratorios o capill as se erigieron en las viviendas, cómo se adornaron y qué requi-
sitos se requerían para tener uno? Esta pregunta n os guiará por los rin cones de las re-
sidencias coloni ales del siglo XV III para con ocer sus espacios de oración .
DE ORNATO Y DECENCIA
Capillas y oratorios
En otra parte separada estaba el Oratorio, con colgadura de damascos carmesíes bordados de oro,
frontal y casulla de los mismos, y la cenefa de la colgadura vestida toda de láminas de Roma ... ha-
bía un retab lo, de dos varas fondo, de carey y un árbol en medio, que en el hueco de su tronco en-
cerraba un Cristo de marfil, de más de una vara de alto, que más juzgara la vista que era cuerpo
vivo de Cristo muerto. Alrededor de este cuadro, a trechos, engastados en las hojas del árbol ha-
bía muchos círculos de marfil en que estaban, de medio relieve, todos los misterios de la Vida,
Muerte y Pasión de Cristo y los de Nuestra Señora, cosa digna de toda admiración, que en tan pe-
queño campo pud iese florecer tanto el primor del el arte. Sobre el altar, había otros Niños de la
misma materia y mano, y todo servicio de plata, y a un lado, tenía Su Excelencia su sitial carmesí
y, en encubierto con arte, un clavicord io que mientras se celebraba la misa le tocaban; y en otra
parte correspondiente a esta capilla había in camerín retirado, todo vestido de láminas no de me-
nor estima ni va lor que las primeras, adornado con dos escritorio, uno de plata y otro de marfil,
con muchos ram il letes de flores, ce rcado todo de albahacas; un bufete de carey, y silla de broca-
do y tapete de seda y aderezo de plata para escribir.
Descripción del orator io de Pa lacio Virrreinal dura nte la estancia del vi rrey Marqués de Vi llena (1640). en Cris-
tóbal GUTIÉRREZ DE MEDI NA, Viaje del virrey Marqués de Vi/lena (1947). pp. 75-76.
Fuera de las ciudades, las haciendas fueron centros comunitari os donde tanto se-
ñores como sirvientes tenían que recibir los sacramentos . Ante esta necesidad de cum-
plir co n los oficios divinos, se edificaron capillas para la gente del servicio. Un ejemplo
es el caso de la capi ll a de la hacienda de San Nico lás de la Torre , perteneciente al co n-
de de Medina y Torre, caballero de la Orden de Alcántara. La fábri ca se realizó con pie-
dra y lodo, y la ca pilla constaba de sacristía y techo de vigas co n suelo enladrillado. En
el interior se dispusieron tres "retablos de lienzo" y varias esculturas y pinturas de san-
tos , algun as ornadas con coronas y perlas. La capilla gozaba de la concesión de varias
indul gencias plenarias y privilegios. Jarras, tarimas , alfombrillas, tapetes, confesiona-
rios, pú lpi to pintado de jaspe, cruces, ca ndiles, campanas, sil las, andas , manteles, mi-
538 EL SIGLO XVIII. ENTRE TRAD ICIÓN Y CAMB IO
Retrato de sor María Guadalupe Juan Villa lobos con Santa Bárbara,
cuadro anónimo del siglo XVII I.
O RATO RIOS DOMESTICOS: PIEDA D Y O RA C IÓN PR IVADA 54 1
Santa Sede 1 5 Los as pirantes debían se r particul ares, de lin aje noble, con alguna afec-
ción que les impidiera asistir a su parroquia y siempre y cuando el o ratorio estuviera
"decentemente edificad o co n muro y atav iados ... Libres de todos los d o mésticos
usos". 16
El primer Concilio Provincial Mex icano, de 1555 , también hizo referencia a este
asunto, especifi cando que estos recintos debían prohibirse donde hubiera una cama,
co n excepción de las habitaciones de los enferm os que estuvieran imposibilitados de le-
va ntarse de ell a. 17 En el siglo XV III , ellV Co ncilio Mexicano, ce lebrad o en 177 1, reto-
mó este asunto. A pesar de estar constituidas las normas para su establecimi ento, en él
se reiteró la costumbre entre la población de este tipo de oratorio. La crítica se centró
en el alejamiento y falta de co ncurrencia de los fieles a las parroqui as, además de que
su construcció n se llevaba a cabo contravini endo las disposiciones eclesiásticas. LS Esta
vigilancia y las reglamentaciones emitidas, sólo señalan el arraigo popul ar que tenían
este tipo de oratorios 1 9
Gracias a la información proporcionada en las solicitudes de licencia, podemos co-
noce r la ubicación y algunas ele las característi cas de los orato rios domésticos. En una
ele ell as se especifica el área de la casa d onde se emplazaría, aclarando que se encontra-
ba apartado del resto ele la vivienda o simplemente fuera ele las labores. En otros casos,
se precisa que el oratorio estaría en una habitación ubicada en el patio o sólo se señala
que éste se encontraría en "la casa de su m orada". Cabe mencionar que entre las dife-
rentes clases de viviendas , este tipo d e oratorio podía levantarse en aquéll as que fu eran
graneles y co n dos plantas, es decir, con varias piezas como un a sala , recámaras, des-
pensa , cocina, caballerizas y bodegas 20
Los so licitan tes eran prin cipalmente dueñ os ele haciendas, alcaldes ele co rte, con-
tad o res, racioneros de la catedral, presbíteros, co nd es o mi emb ros de mayo razgos. Las
licencias son muy claras en sus peticiones: los días requeridos eran los domingos y fies-
tas ele guard ar, excepto los p ro hibidos por derecho; en otros casos, se so licitaba para to-
dos los días del año. El objetivo , desde luego , era la admini stración de los santos sacra-
mentos de la penitencia y la eucaristía.
Los motivos aducidos en las soli citud es ele licencias muestran algun as constantes:
la prin cipal es a causa de las enfermedad es o po r achaques graves; por estar di stante la
casa ele la parroqu ia o por tener problemas para trasladarse a la iglesia d ebid o a los ma-
los caminos; otra ca usal mencio nada son los imped imentos po r las ocupaciones labo-
ra les o la preocupación de que los sirvientes y la familia careciera n de la euca ri stía. Una
"vista de ojos y reco nocimi ento del oratori o" practi cad a po r un reli gioso era forzosa,
porque él acreditaba las co ndi ciones del rec into. Los reportes sólo señalan en términ os
generales que el orato rio es "muy decente co n o rnato y decencia necesa ria". Los exvo-
tos pintad os so n una fu ente muy vali osa para conoce r el interi or ele estas habitaciones,
542 EL SIGLO XVII I. ENTRE TRADI CION Y CA MBI O
donde el enfermo y el o ratorio convi ven , la búsqueda de la protección del santo se ha-
ce presente en el lecho del enfermo.
El presbítero José Antonio de Hogal, un importante impresor en el siglo XV III , cu-
ya im prenta estuvo ubicada en la calle de Tiburcio , obtuvo en el año de 1767 el títul o
de impreso r del supremo gobierno , por lo que su establecimiento se llamó Im prenta
Real. Sin embargo, en 178 1 obtuvo el privilegio de impresión de los billetes de lotería
lo que lo llevó a abandonar su imprenta 21 De él sabemos, por su so licitud de li cencia,
que tenía dos hermanas enfermas, una casi ciega y la otra con frecuentes ataques de epi -
lepsia, trastornos que les impedían salir sin exponerse a sufrir contingencias en la ca-
lle. Por tal razón , acondicionó "una pieza enteramente separada de la habitación, y ele-
más usos domésticos, y adornada con la dece ncia posibl e, y con todos los requi sitos
necesa rios en una casa" 22 El permiso se le otorgó por estar el orato rio bien surtid o ele
vasos sagrados, ornamentos y demás, necesarios para la celebración de la mi sa.
De igual forma, el cap itán Diego Sá nchez de la Reyn a, enfermo en cama durante
cinco años , arregló en la sa la de su casa un oratorio "colgada de doseles amarill os y co-
lorados y un altar adornado de láminas con su baldaquin o y otros Li ensos Con su fro n-
ORATOR IOS DOMESTI COS: PIEDAD Y O RACIÓN PRIVADA 543
tal a ra Co nsagrada Ca lis o rna me ntos y su tarim a alfo mbrada y dese nte p ara pode rse ce-
lebra r el Santo Sacrifi cio" 23 Cumplidas las co ndi cio nes, se le conced ió li cencia al ba-
chi lle r Juan Anto nio el e Arroyo en 175 0 , quien se enco ntraba mu y e n fe rm o el e medi o
544 EL SIGLO XV III. EN TR E TRAD IC ION Y CA MBI O
cuerpo para abajo, y para quien su única preocupación era no poder recibir la santa co-
muni ón con la frecuencia debida 2 4
En algunos casos, las licencias se otorgaban para ciertos miembros de la famili a, de
manera de ev itar que otros pari entes o allegados, por pereza o comodidad , no asistie-
ran a la iglesia. En el permiso presentado por el conde De la To rre, cuyo domicilio se
loca li zaba en la ca lle de Don Juan Ma nuel, se especifica que sólo podían asistir, excep-
tuando los días prohibid os por derecho, los miembros de la familia con sus muj eres y
pari entes con hasta cuatro grados de consanguinidad y afinidad 2 5 Los permisos podían
se r efectivos únicamente cuando el solicitante estuviera presente, por lo cual el marqués
de Guardiola solicitó que la li cencia se extendi era a sus hij os y familiares, ya que tal dis-
posición le resultaba difícil de cumplir en parti cular durante los días en que él se au-
sentaba para atender sus asuntos. 26
Pero no todos los orato rios se consagraban en casas señoriales. Algunos dueños de
obrajes, y debido a las largas jornadas de trabajo que p odían impedirles la asistencia a
la iglesia, se sintieron justifi cados para pedir permiso de crear su orato rio. Esta situa-
ción fue frecuente en un tipo vivienda caracterizada por tener, además de los usos do-
mésticos, un área de labores . En 1750 , María Sánchez de Ambrís junto con sus cuatro
hermanas, doncellas y huérfanas, dueñas de una panadería y tienda, pidieron se les di -
jera misa dentro de su casa, de manera que tanto ellas com o sus sirvientes pudieran
asistir todos los días del año a la misa 27
Las peticiones n o señalan preferencia por algún religioso para celebrar la misa . En
173 2 , Francisco de Zúpide y Acuña, contador de resultas del Real Tribun al y Audi en-
cia de Cuentas de la Corte, dueño de la hacienda San José Xalcuenco, en Mixcoac , se-
ñala que se obliga a pagar dos pesos de lim osna, al parecer la retribución acostumbra-
da a los clérigos en otras haciendas y obraj es por sus servicios 28
La disponibilidad de un oratorio doméstico no sólo sati sfacía la piedad de la fami -
lia, sin o que fue también un signo de presti gio y distinción social. Algunas familias in-
dígenas no estuvieron al margen de esta costumbre, mediante la cual manifestaban su
fervor religioso y su pree minencia en la comunidad . Así, en 1739, los hij os de Isabel Ma-
ría , viuda de Pedro Lucas, indios naturales y vecin os del puebl o de San Luis de las Pe-
ras, en Chiapa de Mota, piden se respete la licencia oto rgada a su madre difunta. Su ora-
tori o era de adobe, lodo y piedra con cubi erta ele vigas en un jacal ele tejamanil. Arguyen
que hay un altar con un crucifij o ele tamaño natural, además ele se r muy decente y co n
mucho aseo . Apuntan que si bien no tienen los paramentos necesa rios para la mi sa, la
iglesia del pueblo les suministra lo necesari o para su celebración en dicho oratori o 29
Cualquier asunto relacionado con el oratori o doméstico tenía que ser notificado a las au-
toridades eclesiásti cas, por tal razón , el marqués ele Guaclalupe Gallardo pidió permi so
30
para el traslado ele su oratorio a otra habitación , por resultarl e ele mayor comoclicl acl
O RAT O RIOS DO MESTICO S PI EDAD Y O RACIO N PRI VADA 545
Sucesos milagrosos tamb ién podían ocurrir en estos recintos, como sucedió en
1791 en el pueblo de Sa njuan Ystayo pan , actual estado el e Puebla: lo que comenzó co-
mo oratori o en una habitación ele la casa el e Agustín López Arteaga, se transform ó en
capilla con los gastos co rrespondientes para la fábrica ele un retab lo y la co mpra ele los
utensilios necesarios. La imagen del recinto estaba bajo la advocación de uestra Seño-
ra el e la Soledad , co pia el e ot ra imagen mi lagrosa ve nerada en Puebla. De acuerdo con
el dueño de la capi ll a, la imagen exudó, lo que lo ll evó a colocar un rotulón en la puer-
ta, que posteri orm ente fue retiracl o 3 1
DE ABUSOS Y BAILES
La vigil ancia de este tipo el e oratorios dom ésticos fue una preoc upación del clero ; por
esa razó n se emitieron edictos para procurar el respeto ele los usos sagrados de estos es-
pacios particulares. Las autoridad es inquisitoriales los emitían y estaban dirigidos ato-
dos los obispados y provincias. En ell os se apunta su preocupación por la "perni ciosa
e intolerable" costumbre, cada vez más difundida , de que todo género ele gente haga
La orden era muy clara: denunciar aquellos orato ri os que mostraran cualquier
irregulariclacl. En especial lo relacionado co n la veneración de ge nte fallecida en olor a
santidad pero sin reconocimiento ele la autoridad eclesiástica. El contro l sobre los pro-
cesos el e canoni zación era un asunto que co mpetía a la Sagrada Congregación de Ritos,
establecida en 1588. El pontífice Urbano V111 (162 3-1644) fu e más estri cto al respec-
to , puesto que estableció que la santidad estaría suj eta a mejores criterios que la sola fa-
ma ele santidad. La bula publicada en octubre ele 1625 rese rvó las pautas el e santidad
a la sede papal. Entre otras cosas, prohibió la representación con aureolas ele perso nas
que no estu vieran beatificadas , así como la colocación de ve las en sus se pulcros; de
igual forma , prohibió la impresión ele biografías en las que se revelaran sus milagros o
visiones sin previa autorización episco paJ3 3
En torn o a la representación ele las imágenes de los santos, la Iglesia fue muy caute-
losa ele que éstas tuvie ran la decencia y el deco ro debidos. Por tal razón, en sus concilios
546 EL SIGLO XVI II. ENTRE TRAD IC IÓN Y CAMB IO
Se contin úa entre diferentes personas y especialmente entre la Gente Común el tener oratorio
dentro de sus Casas poniendo Altares Con muchas lu ces a devoción de los Santos San Francisco,
San Nicolás, Santa Rosa y otros Santos con el festejo, y ruido de arpa, y Guitarra, y danzas que ha-
cen en los mismos oratorios, bailando Hombres, y Mujeres todo el día y la noche frecuentando las
Casas en que se hacen estas festejos mucho Concurso de gente.
AGN , Inquisición, vol. 1179, exp. 10, f. 185.
siempre fue muy precisa al pedir al clero su atención y vigilancia sobre la imaginería re-
ligiosa realizada por los artistas. EllV Concilio Provincial Mexicano estipuló que los pin-
tores debían representar con propiedad a los santos en los pasajes sabidos por la histo-
ria sagrada ; sin trajes indecentes, deshonestos o provocativos, y desde luego, sin figurar
nuevos pasajes que no estuvieran apoyados en la historia sagrada o basados únicamen-
te en la opinión pública. Subrayaba que , finalmente , el pintor es "un predicador mudo",
razón por la cual debía evitar supersticiones e idolatrías 34 A pesar de ello , en estos ora-
torios se llegaron a encontrar imágenes "muy imperfectas" 35 colocadas en los altares.
Los edictos eran leídos en los púlpitos, de manera que la gente conociera y denun-
ciara aquellos que les faltaran. En 1712 , el clérigo Juan de Guzmán leyó uno en el púl-
pito de la catedral. Posteriormente, lo fijó en uno de los pilares de la iglesia, para evi-
tar las supersticiones, impiedades y faltas en las imágenes de los santos 36
A todo lo anterior debe añadirse la vigilancia de la Inquisición para impedir la ce-
lebración de bailes en los oratorios, en los que interviniera la "indecencia de lugar, ban-
quetes, juegos , musicas, bayles y juntas"37 Este edicto quería evitar el trato indecente
entre hombres y muj eres, quienes con el pretexto de la reunión para rezar, contrataban
músicos que acompañaban las oraciones.
En 1712 en la ciudad de Querétaro, Francisco de Ortega y Montañés fu e llamado
a declarar por haber contravenido el edicto en que se prohibían los oratorios domésti-
cos. El denunciante fue Félix Vallejo, mercader, quien se presentó por descargo de su
conciencia. El altar estuvo expuesto durante ocho días y se dedicó a San Francisco y
otros santos. Se aliñó con nueve luces , ramilletes de flores y una araña con seis luces.
Delante del altar se encontraban tres músicos con guitarra, lira y bandola; dos de ellos
eran de oficio maestros de carpintería y el otro oficial de tej edor. En la noche , Sebas-
tián de Sierra representó una loa y una relación de comedia, además de diferentes can-
tos. Esa noche había gran "concurso de gente" , como 22 hombres y mujeres a quienes
se les convidó vino, chocolate, bizcochos y colaciones. Un escándalo más se sumó a esa
noche: como consecuencia de las velas se incendió Diego Sánchez, maestro de herre-
O RATO RIOS DO M ÉST ICOS PIEDAD Y O RACIO N PR IVADA 54 7
ro 38 La resolución final fu e que , debid o a que los asistentes eran con siderad os como
ge nte honrada y teme rosa ele Di os , se les reprendi e ra paternal y caritati vam ente; para
ell o se recomendó que se les leye ra ele nuevo el ed icto, espe rand o que no reincid ie ran .
La costumbre d e estos o ratori os en las casas provocó también la falta de asistencia
a los se rvicios en las iglesias , qu izás en buena medid a por comodidad . En la vill a de Ta-
cubaya se supo de la existen cia d e capi ll as sec retas e n casas pa rti culares, d onde se ad-
ministraban los sacrame ntos a algunas muj e res cuand o n o había ninguna razón que les
imposibilitara asistir a su pa rroquia. Por ta l razón , se leye ron durante la mi sa las restri c-
cion es so bre el caso, y el texto se ex puso en una tabla orn ada en la sacri stía, de m ane-
ra que todos la leyeran y no alega ran ignorancia sobre el tema 39
La vigil ancia el e los actos realizados en la intimidad , es d ec ir, en estos espac ios ed i-
ficados y orn ados p or la piedad religiosa, era necesa ria pa ra evitar que, con el pretexto
de la oración colectiva , la reuni ón ele h ombres y muj eres, bail es, comida y bebid as ale-
jaran el alma ele la oración.
Estas moradas de rezo pri vad o eran adem ás, espacios d e soc iabilidad , de re uni ón
ele sirvi.entes y señores, y d onde la fam ilia compartía y elevaba sus plegarias a Dios. La
intimidad del h ogar se veía con solada por las invocacion es y la presencia divin a el e
Cri sto en el altar. El espíritu se reconfortaba al saber que el cuerpo ele Cristo mo raba
en la misma residen cia.
Los oratori.os domésticos fu eron espacios cleclicaclos a la oración , d onde las ge nu -
f1 exiones y los gestos propios ele los rezos se rea lizaban de ntro de las casas. En estos si-
tios se exponían las pasiones humanas, como el dolo r y la esp eranza, p ero estos se nL i-
mi entos se podían tran sform ar. Así, para el siglo xv 111, las prácticas piad osas tambi én se
secula ri.zaro n, y lo sucedido en los oratorios no fu e la excepci ón. Lo que antes fu eron
palab ras devotas se tornaron en amorosas, las m anos en oración ah ora tomaban a la pa-
reja el e baile, y la boca, antes dedi cada a los ca ntos sagrados, reía y seguía las palabras
pro fanas .
ORATOR IOS DO •IÉSTI COS: PI EDAD Y ORACIÓ PRIVA DA 549
NOTAS
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