Gestión de Aula
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1. INTRODUCCIÓN
2. LA GESTIÓN DEL AULA
3. LA MOTIVACIÓN
3.1. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR MOTIVACIÓN?
3.2. TEORÍAS ACERCA DE LA MOTIVACIÓN
3.3. LAS FUENTES DE LA MOTIVACIÓN
3.4. EL PAPEL DEL DOCENTE EN LA MOTIVACIÓN
3.5. TÉCNICAS Y RECURSOS PARA MOTIVAR AL ALUMNADO
4. EL CLIMA DEL AULA
4.1. SU INCIDENCIA EN EL APRENDIZAJE
4.2. SU INCIDENCIA EN EL PROCESO DE APRENDIZAJE-ENSEÑANZA
─ LA PREVENCIÓN DE LOS CONFLICTOS
5. RESUMEN
6. BIBLIOGRAFÍA
7. AUTOEVALUACIÓN
8. GLOSARIO
9. FRAGMENTOS DE TEXTOS
10. PRÁCTICAS
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1. INTRODUCCIÓN
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con un número de alumnos cada vez más heterogéneo por clase (di-
versidad de culturas, de idiomas, de realidades socio-económicas-
culturales, de distintos ritmos de aprendizaje, …, en nuestras aulas);
b) con un importante aumento en cuanto a las problemáticas asocia-
das a la educación (bullying, uso de teléfonos móviles en clase, acoso
por internet, además de los clásicos: fracaso escolar, desmotiva-
ción,…); c) …; ha derivado en la creciente divulgación, por parte de
los estudiosos de la educación, de multitud de investigaciones desde
diferentes enfoques.
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tros días, enfoque constructivista de la educación, donde el alumno
se convierte en el actor principal de proceso de aprendizaje-ense-
ñanza, busca un aprendizaje significativo y construye –junto con el
maestro– conocimiento. Por último, podríamos añadir, el enfoque
competencial, nacido a la sombra de Jomtien y que realza, a rasgos
generales, muchos de los principios del enfoque constructivista.
a) De tipo organizativo-pedagógico
Este primer eje, se centra en aspectos de organización, tanto
de espacios físicos como de recursos de aula. Añade aspectos de pro-
gramación y desarrollo de actividades, facilitando una metodología
adecuada para el buen desarrollo del individuo: trabajo en equipo,
aprendizaje activo, … Asimismo, recoge ciertos aspectos de carác-
ter meramente pedagógico, como son la motivación y la atención a
los diferentes ritmos de aprendizaje, y la consecuente adecuación de
las metodologías, en busca de una enseñanza personalizada. Por úl-
timo, trata el tema de la evaluación, para algunos, el proceso con más
incidencia para el alumno, sus familias, la sociedad y el sistema edu-
cativo (Escamilla, 2009; González y otros, 2011). De esta manera,
atiende a las dos caras de una misma moneda –metodología y eva-
luación– que deben caminar en la misma dirección y responder a los
mismos objetivos y finalidades.
─ Planificación de actividades y recursos de aula
─ Atención a las diferencias (estilos y ritmos de aprendizaje)
─ Motivación
─ El acondicionamiento del espacio físico del aula
─ El trabajo en grupo: “aprendizaje cooperativo”
─ La evaluación: autoevaluación y coevaluación
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b) De tipo comunicativo
El segundo eje toma como referencia las diferentes relaciones
comunicativas que se establecen en el aula. El paso de una comuni-
cación unidireccional a una de tipo bidireccional o multidireccional,
precisa de nuevas medidas y nuevos enfoques en cuanto a la gestión
del aula. La creación de un clima de respeto y tolerancia; de con-
fianza; de participación, en la que el error queda asumido como parte
fundamental del aprendizaje –valor pedagógico del error– y el co-
nocimiento se construye de forma conjunta.
c) De tipo convivencial
El tercer eje, en el que se centra la gestión del aula, responde
a las medidas y mecanismos establecidos para garantizar un clima de
convivencia y de respeto personal en el aula: la resolución de con-
flictos mediante técnicas basadas en el diálogo, la mediación y la ne-
gociación. Además, debe atender a la educación para la autonomía,
la responsabilidad y la toma de decisiones personales, sin coaccio-
nes, de forma meditada, sopesando los pro y los contra de sus ac-
tuaciones.
─ La convivencia del grupo, la prevención de comportamien-
tos y la intervención educativa ante conductas inaceptables
─ La educación en la autonomía ofreciendo responsabilidades
y situaciones de elección y de toma de decisiones
d) De tipo profesional-actitudinal
El cuarto y último eje, alude a la profesionalidad del propio
docente. A su formación inicial y continua, a su preocupación por
los aspectos educativos y personales de sus alumnos, a su papel de
modelo de comportamiento, demostrando coherencia y sentido entre
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lo que dice y lo que hace. Además, su implicación decidida en cuanto
a la vivencia en el aula de actitudes y valores democráticos, que
deben impregnar la atmósfera de clase y que deben ser aprendidos y
asimilados –de forma activa– por sus alumnos.
─ La coherencia entre lo que dice y lo que hace, la honestidad,
la mediación, la intervención equilibrada.
─ La personalización de las relaciones, el conocimiento de los
alumnos, …
Basado en Características
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Basado en Características
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3. LA MOTIVACIÓN
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convertirse en la única y principal fuente de motivación.
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tas; por el contrario, otros autores se decantan por el vocablo, tam-
bién latino, “motus” (Medina, Rodríguez y García, 1997), que se
centra en los factores que intervienen y explican, de forma interna o
externa, la propia acción. Archambault y Chouinard (2003), afirman
que la motivación consiste en una serie de procesos internos y ex-
ternos que hacen que el alumno se comprometa en su proceso de for-
mación de una manera activa, realizando las tareas necesarias para
superar las dificultades. En esa misma línea, Rolland Viau (1996),
manifiesta que se trata de un estado cambiante que nos induce a de-
cantarnos por una actividad concreta, comprometernos en su desar-
rollo y perseguir su realización.
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mediante la cual el alumno lleve a la práctica todos sus conocimien-
tos, actitudes y habilidades para el desempeño de una tarea. Por úl-
timo, sugieren la necesidad de compromiso en el desempeño, tanto
del docente como del discente, así como que la meta propuesta sea
un verdadero desafío de aprendizaje.
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blecer una buena relación de premios y castigos, favoreciendo la res-
puesta adecuada de los alumnos.
b) la perspectiva humanista, defiende la importancia de la
motivación intrínseca o desde dentro, donde confluyen dos cualida-
des fundamentales: el pensamiento y los sentimientos. Esta motiva-
ción viene determinada por la necesidad humana de autorrealizarnos,
de ser autónomos y de autodeterminarnos, por lo que el sujeto siem-
pre se encuentra “motivado,” aunque, tal vez, no coincidan sus in-
tereses con los nuestros. Rogers (1969: 131), afirma: “me suelen
irritar las ideas de que hay algo que motivar a los estudiantes. El
joven ser humano tiene ya un alto nivel de motivación intrínseca.
Muchos elementos de su entorno le suelen provocar desafíos diver-
sos. Es curioso, está ávido por descubrir, por saber y por resolver los
problemas. Es triste, en la mayoría de los sistemas educativos, que
cuando el niño ha pasado un cierto número de años en la escuela casi
se ha logrado hacer desaparecer por completo su motivación intrín-
seca. Sin embargo, aún está ahí, y nuestra tarea es conseguir facili-
tar los aprendizajes que destapen esta motivación de nuevo, descubrir
qué retos son importantes para el joven y proporcionarle oportuni-
dades para que se enfrente a estos desafíos.” Dos son las teorías que
sobresalen en este enfoque: la Jerarquía de necesidades de Maslow
y la Teoría de la autodeterminación de Deci.
c) la teoría sociocognitiva de Bandura abandona los plan-
teamientos más conductuales y se inclina por una postura más cog-
nitiva y social. Afirma que la motivación se define en función de las
expectativas de éxito en la tarea y del reconocimiento del propio
valor de dicha tarea, es decir, que entran en interacción factores per-
sonales, conductuales y ambientales. Por ello, son importantes las
experiencias previas de los sujetos, que en buena medida determi-
narán las expectativas de éxito o de fracaso. Asimismo, es necesario
la participación de los sujetos en la decisión y la elección de las
metas propuestas, que sean tratadas como un verdadero desafío, que
sean moderadamente complejas, pero adaptadas a la capacidad real
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de cada sujeto. También destaca Bandura la importancia del apren-
dizaje vicario –modelado– mediante la observación y la abstracción
de los estilos morales de los docentes. Nuestros alumnos aprenden,
en muchos casos, más con nuestros actos y comportamientos –ges-
tos, acciones, omisiones, ….– que con nuestras palabras. Somos
para ellos un ejemplo de conducta y de motivación y se nos exige,
por ello, –como un principio fundamental del código docente profe-
sional– coherencia y autenticidad.
d) la perspectiva cognitiva, concluye que el comportamiento
está completamente determinado por el pensamiento del sujeto, por
lo que adquieren una importancia capital las creencias, las expecta-
tivas o las metas personales. Presupone que todas las personas po-
seen las cualidades de ser activas, curiosas y reflexivas. El papel del
docente será analizar cómo se producen estos procesos mentales, el
del pensamiento del sujeto, examinar cómo se produce en el aula y
qué variables influyen e intervienen en dicho proceso. Dentro de esta
perspectiva, se incluyen cuatro aspectos fundamentales que la ex-
plican en función de ciertas características.
Por un lado, la teoría del interés, que parte del principio pe-
dagógico de que los alumnos aprenden mejor cuando estudian algo
que les interesa. Ya Dewey (1913), se planteaba la disyuntiva entre
la supremacía del interés o del esfuerzo en la educación, llegando a
una conclusión clara: si hay interés dedicará su tiempo y su esfuerzo
al aprendizaje; en segundo lugar, la teoría de la autoeficacia, enten-
dida como la percepción acerca de la propia capacidad para resolver
adecuadamente una tarea, las experiencias pasadas –expectativas de
logro– influyen en la capacidad de esfuerzo y en la perseverancia en
la resolución de la tarea; en tercer lugar, la teoría de la atribución,
subraya la búsqueda, por parte de las personas, de las causas que in-
fluyen en el éxito o fracaso ante una tarea, esas causas pueden esti-
mular el esfuerzo y el interés o, por el contrario, limitarlo; achacar a
la mala o a la buena suerte el resultado de una acción y no al esfu-
erzo, capacidad o dedicación personal puede empujarnos hacia di-
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versos estados de motivación o desmotivación; y, por último, la teo-
ría de la orientación de las metas, hace referencia a los plantea-
mientos que la propia persona realiza en cuanto a la finalidad de la
tarea que emprende. Conocer el para qué se enfrenta a dicha tarea
puede darnos pistas acerca de cómo será su motivación. Si tiene va-
lores de logro, es decir, si va a convertirse en un ser más competente
realizando dicha tarea; si tiene un valor intrínseco, unido al apren-
dizaje; si tiene un valor instrumental, es decir, si me sirve para con-
seguir algún objetivo; o, por último, si tiene un valor negativo.
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den favorecer la motivación de nuestros alumnos. No olvidemos que,
como decía Freud, la educación es una de esas “profesiones imposi-
bles,” ya que tratas que el aprendiz se interese por aquellos conteni-
dos que están totalmente alejados de su realidad, que no le interesan
y cuya utilidad ven a muy larga distancia. De esta manera, el papel
del docente se limita –si se nos permite utilizar este calificativo– a
hacer agradable este aprendizaje, a estimularlos, interesarlos, en de-
finitiva, encauzarlos en su propio proceso de autoeducación.
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En ese escenario, el docente buscará estrategias para poder cautivar
el interés de su clase por aquello que debe ser aprendido, intentando
paliar los estragos de una educación orientada al Boletín de Notas,
que focaliza la importancia del proceso en el resultado y no en el des-
arrollo y crecimiento personal y académico. Pero, las preguntas son
obvias: ¿cómo conseguir motivar a un grupo de alumnos en aquellos
contenidos que no le interesan?, ¿cómo motivarlos si dichos conteni-
dos no tienen ninguna relación con su vida diaria?, ¿qué estrategias
utilizar en el aula para conseguir motivar a nuestro alumnado?, …
a) Características personales
Cuando hablamos del papel que juega el maestro en la moti-
vación de sus alumnos, tendemos a pensar, únicamente, en una serie
de características pedagógicas o de estilo docente que debe poseer,
pero solemos dejar al margen una serie de cualidades de carácter per-
sonal –habilidades sociales– que influyen de manera muy importante
en el proceso educativo. La formación, tanto inicial como perma-
nente, de los docentes ha carecido, históricamente, de los contenidos
y las técnicas adecuadas para preparar al futuro maestro para rela-
cionarse con el grupo de alumnos, con sus compañeros de Claustro
o con los padres y familias. Se presuponía un talante especial y unas
habilidades sociales concretas por el mero hecho de querer dedicarse
a la enseñanza, realidad que a todas luces se ha demostrado falsa.
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la capacidad de dominar ciertas situaciones –emociones, sentimien-
tos e incluso conductas–, donde al docente se le exige tranquilidad,
no perder los nervios ni las formas y mostrar ante tus alumnos que
tienes controlada la situación; poseer una equilibrada autoestima,
ni excesivamente alta ni, por supuesto, baja. Valorarte, sentirte bien
contigo mismo, ser consciente de tu valía, al igual que conocer tus
límites y carencias, es la única manera de poder valorar correcta-
mente a los demás, en su justa medida, de poder reflexionar sobre tu
propia práctica docente –práctica reflexiva–, así como de aceptar las
posibles críticas de una forma constructiva y positiva; tener empa-
tía y saber situarse en el lugar del otro, comprender su realidad, en-
tender su punto de vista y estar ágil a prestar ayuda a aquel que lo
necesite; ser asertivo y defender con entusiasmo y firmeza tus pos-
turas, pero siempre sin ofender ni intentar imponer nada a nadie.
Poner límites y saber decir que no.
b) Características pedagógicas
En cuanto a las características pedagógicas del docente, debe-
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mos partir de la capacidad de crear un clima de confianza y de res-
peto, que pueda fomentar la comunicación interpersonal y la parti-
cipación de nuestros alumnos en clase, sin miedo a equivocarse y a
ser reprendido públicamente ante cualquier fallo. En el aula, el tipo
de relaciones que se establecen entre el profesor-alumnos y entre
alumno-alumno, puede, por un lado, favorecer el desarrollo normal
de la clase, estableciéndose una verdadera “comunidad de aprendi-
zaje” (Acosta, 1998) o, por el contrario, puede impedirlo o entorpe-
cerlo. La confluencia en el aula entre los estilos docentes (maestro) y
los estilos de aprendizaje (alumnos), condiciona, sin duda alguna, la
motivación de éstos hacia el aprendizaje. De las muchas clasifica-
ciones existentes en cuanto a los estilos docentes, nos gustan parti-
cularmente dos de las clásicas. Por un lado, la de Lippit y White
(1938), en la que definen tres estilos docentes: autocrático, demo-
crático y laissez-faire. Y la que años más tarde realizan Anderson y
Brewer (1945), que ahondan en esa misma línea, describiendo dos
estilos: dominador e integrador. Obviamente, de estas clasificaciones
se pueden extraer algunas conclusiones: no es lo mismo para el clima
motivacional del aula un docente autocrático (distante, individualista,
autoritario en las decisiones) o laissez-faire (que no toma decisiones
ni se involucra), que un docente democrático, que sugiere, anima,
llega a acuerdos, fomenta el trabajo cooperativo, … Del mismo modo,
no es lo mismo un docente dominador, que impone sus criterios, nor-
mas, métodos, …, que uno integrador, que consensua, fomenta un
buen clima de trabajo en clase, …. Del mismo modo, los docentes
que conocen y tienen en cuenta los diferentes estilos de aprendizaje
de sus alumnos, consiguen hacer más atractiva y más sencilla su pro-
pia educación. El conocimiento de las diferentes formas de aprender
de tus alumnos (visual, auditivo y kinestésico), lleva al docente a la
utilización de diversas metodologías, que sitúan en igualdad de opor-
tunidades de aprendizaje a todos los alumnos y, por tanto, consiguen
que estén más motivados por aquello que se enseña en el aula.
108
estros alumnos, ayudándoles en su crecimiento personal y académico.
El simple hecho de “preocuparse,” es decir, de reconocer al otro como
alguien válido que despierta nuestra atención, favorece el interés de
nuestros alumnos por lo que se enseña, sobre todo, en aquellos alum-
nos que sufren cierta falta de atención en sus casas. Atender y pre-
ocuparse por aquellos alumnos que tienen más dificultades, menos
capacidad, escasos recursos, …; hacerles comprender su importancia
–aumentar su autoestima–, de que con trabajo, esfuerzo y motivación
pueden conseguir muchas de las metas que se propongan; es una de
las tareas fundamentales del docente. Enseñar a los que quieren y pue-
den aprender es mucho más sencillo, nuestro trabajo se revaloriza cu-
ando atendemos a colectivos más desprotegidos.
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principios para que los alumnos se interesen por la educación.
110
rativos, permitiendo el aprendizaje entre pares y desarrollando valores
de colaboración, respeto, participación y escucha, así como plantear ta-
reas que tuviesen diferentes formas y mecanismos de desarrollo y di-
versas soluciones posibles, con el objetivo de trabajar la autonomía y
la creatividad. La introducción de las metodologías activas que fo-
mentan la participación de los alumnos en las tareas de aprendizaje, fa-
vorece que se involucren por aquellos contenidos que se están
trabajando. La adquisición de las Competencias Básicas supone un
giro desde la “escuela del enseñar” hacia la “escuela del aprender”
(Sanz y Mula, 2010). Giro que debe hacernos replantear, como hemos
ido describiendo, el papel del docente, del alumno, los contenidos de
la enseñanza y la forma de presentarlos, trabajarlos y evaluarlos.
111
reprimenda por el error.
112
4. EL CLIMA DEL AULA
113
de comportarse configuran el clima de aula. Seguramente la mezcla
de ambas visiones genere un buen clima de aula y unos buenos resul-
tados de aprendizaje en una atmósfera de convivencia y de respeto.
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Aspectos para favorecer un Condiciones que favorecen un
buen clima de aula clima de aula negativo
115
atmósfera tranquila y ordenada que permite un mejor trabajo, ayuda
a definir las normas de comportamiento, normas que son definidas
con claridad, conocidas por todos, aprobadas y, por ello, cumplidas.
116
lugar en instalaciones escolares (aula, patio, lavabos, etc.), en los al-
rededores del centro y en las actividades extraescolares” (2005: 11).
117
Aunque, obviamente, no deberíamos escudarnos y echar las
culpas solo a las otras instituciones, y deberíamos replantearnos y
analizar ciertas conductas y actuaciones que se producen dentro de la
propia organización escolar. La escuela, como pequeño microcosmos,
tiene sus propias reglas y normas. El tipo de relaciones interpersona-
les que se establecen; el clima de respeto tanto de índole cultural como
religioso o político que se genera; el modo de gestionar las diferen-
tes relaciones con el entorno y con las propias familias; condicionan
en gran manera lo que va a suceder y cómo va a suceder, dentro del
propio centro educativo. “Solo cuando hay un buen entendimiento
entre los valores educativos que propone el centro, los que desarrolla
la familia y los que están presentes en la opinión pública en forma de
valores, los chicos/as encuentran coherentes y asumibles las normas
a las que deben someterse” (Ortega y otros, 1998: 83).
Surge, pues, la necesidad de que los docentes logren una “con-
vivencia intencionada” (Fernández, 2001: 77), que posibilite un
clima satisfactorio. Para esto, lo primero es abordar los conflictos,
enfrentarse a ellos, darles la importancia que se merecen, no ocul-
tarlos ni despreciarlos. Pero, enfrentarse a ellos desde unas normas
claras, definidas, conocidas y consensuadas. “Las escuelas y, en ge-
neral, los sistemas educativos suelen ser instituciones jerárquicas,
estratificadas y, frecuentemente, autocráticas, con una reputación en
la que la abundancia de conflictos va acompañada de una actitud que
tiende a infravalorarlos o tratar de eludirlos… La resolución de con-
flictos puede ofrecer a las escuelas los instrumentos para transfor-
marse en auténticos centros educativos, con una actividad
concentrada en el alumno en la que la diversidad se perciba en su
potencial dimensión educativa, y el conflicto se conciba como una
oportunidad para crecer y aprender” (Sancho y otros, 2007: 31).
Desde la escuela se deben trabajar una serie de características
y habilidades personales que permitan al niño desarrollar esa “con-
vivencia intencionada” a la que hacíamos mención. Para ello, en pri-
mer lugar, el niño debe sentirse querido, reconocido e importante.
118
La educación de la Autoestima, es decir, valorarte a ti mismo, sen-
tirte capaz,…, se nos presenta como una tarea fundamental. La pro-
fesora Paula Gómez, describe algunos de los motivos, relacionados
con el tema que estamos tratando, por los que tenemos la obligación
de educar la autoestima.
“– Porque está prácticamente demostrado que no querernos facilita
no querer ni respetar a los demás. La tolerancia y el respeto pasan
por la adquisición de una buena autoestima.
– Porque no tener autoestima es sinónimo de ausencia de habilida-
des e instrumentos para afrontar las diferentes situaciones que nos
ofrece la vida.
– Porque la violencia estructural, instrumental y expresiva se ceba
con aquellos que tienen una baja autoestima.
– Porque aquellos que tienen una baja autoestima utilizan la violen-
cia expresiva e instrumental frecuentemente” (Ortega y otros,
2002: 136-137).
119
profesorado y alumnado, a una tarea que debe ser común” (Ortega y
otros, 1998: 88). Y, en este sentido, la escuela es un lugar privilegiado
para poder hacerlo. En esa misma línea, el profesor Cruz Pérez man-
tiene que “los procesos de resolución de conflictos constituyen una
buena ocasión para entrenar a los alumnos en la adquisición de habi-
lidades para el diálogo, la mediación y la negociación, habilidades
todas ellas que son perfectamente trasladables a los diferentes ámbi-
tos de la vida, y por lo tanto constituyen un recurso educativo de pri-
mer orden” (Cruz, 2001: 144). De esta manera, continua diciendo el
profesor Cruz, se puede utilizar como una estrategia importante para
la solución de conflictos en el aula, la asamblea. Con ella, se permite
fomentar entre los alumnos la participación y la comunicación entre
ellos, crear conciencia de grupo, así como potenciar una “responsa-
bilidad compartida” que favorezca la convivencia.
– Calmarse • Insultar
– Escuchar activamente • Amenazar
– Emplear lenguaje respetuoso • Culpabilizar
– Diferenciar el problema de la persona • Acusar
– Focalizar la atención en el problema • Despreciar/ridiculizar
– Saber defender las posiciones de ca- • Juzgar
da uno respetando los sentimientos • Ver solo nuestra posición
de la otra parte • Generalizar/ “etiquetar”
– Saber pedir disculpas cuando se co- • Pegar
mete una falta • Sacar otras cuestiones no ligadas al
– Proponer soluciones conflicto
– Buscar acuerdos y ser respetuosos
con los mismos
– Tener espacios y tiempos para afron-
tar los conflictos
120
PROCESO DE INTERVENCIÓN PARA LA RESOLUCIÓN
DE CONFLICTOS
● Despersonalización
TRABAJAR SOBRE ● Abordar las diferencias con
LOS PROBLEMAS toda la intensidad necesa-
CONCRETOS QUE TIE- ► Concretar los problemas y ria, pero sin dañar a las
NEN LAS PERSONAS O separarlos de las personas personas
GRUPOS EN OPOSI- ► Contrastar intereses ● Centrarse en los intereses
CIÓN PARA BUSCAR y no en posiciones
POSIBLES ● Ir perfilando las necesida-
des básicas que deben
ACUERDOS
formar parte del acuerdo
● Negociar posibles acuer-
dos
● Evitar entrar en otras con-
CONCRETAR sideraciones al margen
Y CENTRARSE del conflicto
► Buscar posibles acuerdos
EN LAS ALTERNATIVAS ● Establecer plazos de eje-
DE RESOLUCIÓN cución
● De ser necesario dejar cons-
tancia por escrito de los
acuerdos alcanzados
121
En la tabla de la página anterior se describen las diferentes
fases de actuación y resolución de conflictos, acompañadas de los
objetivos propuestos en cada una de esas fases y las estrategias ade-
cuadas para su intervención.
5. RESUMEN
122
ser cariñosos para que se sientan bien, sino a ayudarles en su tarea de
aprender” (Morales, 2002: 36).
Por tanto, pensamos que una adecuada gestión del aula, moti-
vando a los alumnos, favoreciendo un clima democrático entre sus
alumnos y anticipando la resolución de los conflictos, estimula el apren-
dizaje integral de la persona. Por un lado, se incentiva un auto-apren-
dizaje guiado del propio alumno, que interesado e involucrado en su
quehacer educativo, se interesará por todo aquello que debe ser apren-
dido. Una metodología activa y participativa, donde el alumno se sienta
parte fundamental en el proceso de aprendizaje-enseñanza, y donde el
propio alumno es el responsable de sus resultados, favorece una buena
educación. Por otro lado, la verdadera gestión de las relaciones inter-
personales que se producen en el aula, estimulando el respeto, la soli-
daridad, la ayuda, la escucha activa,…, provocan un desarrollo humano
en el alumno. En síntesis, formación intelectual más formación hu-
mana, dan como resultado una perfecta educación escolar.
6. BIBLIOGRAFÍA
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7. AUTOEVALUACIÓN
125
8. Enuncia los aspectos que favorecen un buen clima de aula.
9. Describe las condiciones que propician un clima de aula
negativo.
10. Explica las diferentes fases de intervención en la reso-
lución de conflictos.
8. GLOSARIO
126
Violencia escolar: “Cualquier tipo de violencia que se da en contex-
tos escolares. Puede ir dirigida hacia alumnos, profesores o pro-
piedades. Estos actos tienen lugar en instalaciones escolares (aula,
patio, lavabos, etc.), en los alrededores del centro y en las activi-
dades extraescolares.”
9. FRAGMENTOS DE TEXTOS
127
3. Evita expresiones como “el que más” o “la que mejor” para re-
conocer o premiar a alguien. Estas formas inducen casi siempre a la com-
paración entre los alumnos/as.
4. Evita el reconocimiento por la ausencia o falta de errores. Por
ejemplo, no premies a aquellos alumnos que cometen menos de cinco
errores.
5. Evita utilizar el mismo criterio para todos los alumnos.
6. Reconoce públicamente a aquellos estudiantes que afrontan un
trabajo difícil o intentan mejorar sus habilidades (aunque cometan erro-
res). Esta práctica transmite un mensaje de lo que se valora en la clase.
7. Reconoce a los alumnos/as que proponen nuevas o diferentes
maneras de resolver un problema o hacer una tarea. De nuevo, así dirás
a los alumnos lo que tú valoras.
8. Es recomendable reconocer a los alumnos/as en varios ámbitos
o aspectos (conducta, atención, orden, etc.), pero cada uno/a debería
tener la posibilidad de ser reconocido en alguna asignatura.
9. Intenta valorar la calidad de los trabajos más que la cantidad.
Por ejemplo, reconocer y valorar a aquellos alumnos que leen muchos li-
bros puede animar a hacer lecturas fáciles.
10. El reconocimiento debe ser verdadero y sentido. No reconoz-
cas a los alumnos por lograr algo que en verdad no han logrado, mejo-
rar si no han mejorado o haber trabajado duro si no ha sido así. Lo
importante es conseguir que los alumnos se den cuenta de que pueden ser
reconocidos en esos aspectos.”
(Bueno, J.A. (2004). La motivación del alumno en el aula,
Madrid: ICCE, p. 22)
128
10. PRÁCTICAS
1. ¿Qué me motiva a mí? Un aula motivadora. Ve los sigu-
ientes vídeos sobre aulas de Educación Infantil y anota aquellos
aspectos motivadores que observes.
http://www.youtube.com/watch?v=V7IwLPOfbrY&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=2n6UgojDHLw&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=nrlhqmZpA3A
http://www.youtube.com/watch?v=jwx19EpMylM&feature=related
SITUACIÓN 1: ENFADO
129
SITUACIÓN 2: RETRIMIENTO, AISLAMIENTO
¿QUÉ HACER?
En el momento (a corto plazo)
130
SITUACIÓN 3: MATEMÁTICAS
¿QUÉ HACER?
En el momento (a corto plazo)
131
SITUACIÓN 4: TRANSTORNOS ALIMENTICIOS
ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN
¿Qué alternativas tiene el profesor para resolver esta situación?
ESTRATEGIAS DE RESOLUCIÓN
132
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