Trash El Monstruo de La Basura PDF
Trash El Monstruo de La Basura PDF
Trash El Monstruo de La Basura PDF
https://www.urbaser.com
2019
http://www.weeblebooks.com
[email protected]
Licencia: Creative Commons Reconocimiento-
NoComercial-CompartirIgual 3.0
Madrid, España, octubre 2019
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/es/
En Urbaser trabajamos cada día para mejorar la calidad de vida de las
personas a través de servicios eficientes, innovadores y responsables.
Pero de la noche a la mañana, algo inesperado sucedió. La vida en Urbaclín parecía haberse detenido, los
vehículos no circulaban por sus calles por falta de combustible, los semáforos permanecían apagados porque no
les llegaba la energía. Las calles estaban tan sucias que hasta las ratas se empachaban con la basura
amontonada en cualquier lugar. El aire era irrespirable y olía a estiércol, a desechos putrefactos y a bomba fétida
caducada.
Ante aquella situación de emergencia, Marta, una chica de más o menos tu edad, convocó a sus amigos en el
parque de los toboganes sin fin.
Antes de comenzar, resopló, y su flequillo moreno, liso y perfectamente recortado en línea recta, se descolocó por
un instante para luego volver a ocupar su sitio.
―Tengo algo muy importante que deciros ―y sin más palabras y ante el asombro de sus amigos, dijo—:
Sobre el sillín de su bicicleta roja, Rodri escuchaba atento; el helado que sostenía entre las manos comenzó a
derretirse y por su piel negra serpentearon surcos blancos con sabor a nata.
―Sí, el suelo está lleno de papeles, bolsas y colillas, pero lo peor es que no hay barrenderos, todos han
desaparecido ―añadió Marta.
―Oh, es cierto, ¿y dónde están? ―preguntó Rodri, que siempre andaba despistado y temía haberse perdido
algo.
―El monstruo de la basura los tiene retenidos, a ellos y a todos los demás trabajadores de la limpieza, los
operarios de las plantas de reciclaje, los conductores de camiones de basura…
―Entonces, cuanta más basura haya, mejor para él, dedujo Rodri.
―Eso es.
―¡Qué malvado!
Marta creyó haberlos convencido de que la ciudad estaba en peligro y de que su papel era fundamental; sin
embargo, cada uno de sus amigos se unió a la causa por motivos un tanto peculiares, aunque no por ello
menos válidos.
―A mí no me gusta caminar, y si hay tanta basura acumulada los autobuses no podrán circular ―dijo Rodri.
primero que
―Pues se me ocurre que lo
debemos hacer es intentar reducir la
basura, porque no sabemos cuánto tiempo
estaremos sin los trabajadores de la limpieza
―explicó Marta.
―No la persigo, sólo asesoramos sobre cómo reducir el consumo. Así reduciremos la basura y estaremos más
cerca de vencer a Trash, el monstruo de la basura.
La señora del cabello esponjoso se detuvo ante el estante de las legumbres y se dispuso a coger lentejas y
judías, pero Marta gritó, asustándola:
― Nooo, es mejor cogerlas a granel, así no tendrá que desechar los envases.
―¡Bien, lo hemos
conseguido!
Reutilizar
Unos días después, el grupo de chicas y chicos volvieron a juntarse para idear otro plan. Había que seguir
luchando contra Trash.
―Bueno, bueno, hemos dado un paso importante, pero no es suficiente ―dijo Marta interrumpiendo las
celebraciones de sus amigos.
―Hemos reducido mucho la basura, pero Trash aún está fuerte. Se me ha ocurrido otra nueva fórmula para
que la basura no aumente más; debemos reutilizar lo que ya tenemos.
Marta les explicó en qué consistiría aquella segunda campaña y todos estuvieron de acuerdo. Además le
pusieron un nombre a la campaña, «Dale una segunda vida a tus objetos».
Mario, uno de los alumnos mayores, había cogido una vieja memoria de un ordenador antiguo de la sala de
profesores y la había transformado en un curioso buzón.
―Lo primero que quiero es felicitaros por el buen trabajo de nuestra segunda campaña «Dale una segunda
vida a tus objetos» ―empezó Marta.
―Sí, hemos dado otro paso importante, pero aún no es suficiente ―afirmó Marta.
―¿Que le damos vida al monstruo si reciclamos mal? ¿Pero de qué monstruo habláis? ―replicó una
señora con voz chillona y ojos saltones.
―¿Y cómo que no sabemos reciclar? ―añadió un señor enchaquetado que se atrevió a improvisar una
clase de reciclaje en medio de la plaza, rodeado de fieles seguidores―. En el
contenedor amarillo van los brik, latas y plásticos; en el verde, las botellas de
vidrio; en el azul, los papeles y el cartón; en el rojo, basura peligrosa como
pinturas o productos químicos; en el marrón, lo orgánico como restos de
fruta, y en el gris todos los demás desechos.
―Urbaclín es la ciudad más limpia del mundo, nos han dado varios premios por ello ―recalcó un señor calvo―.
Así pues, estáis muy equivocados, mequetrefes.
―Un sobre de papel, bien; una caja de cereales, bien ―fue diciendo Marta, que actuó como jurado principal de aquel
improvisado tribunal, mientras mostraba los artículos que había incluido en su caja de color azul.
―Un brik de zumo, bien; una botella de agua, bien; una bolsa
de plástico, bien.
―Nooo, es incorrecto. En el
interior hay un pequeño
motor que es de metal, y,
por lo tanto, debe ir al
punto limpio más cercano
para que se le pueda dar un
tratamiento específico.
Se generó una discusión acalorada en la que cada uno de los presentes
daba su opinión, pero, finalmente, los mayores no tuvieron más remedio
que aceptar su evidente y estrepitosa derrota.
Los cuatro amigos continuaron todo el día con el desafío y, a pesar del
mal perder de los jugadores, resultó muy divertido. Sobre todo porque, al
menos por una vez, los mayores no llevaban la razón.
―¡Bien, ha sido todo un éxito! ―dijo René―. Yo creo que los mayores al
fin han aprendido a reciclar correctamente, ja, ja, ja.
El plan de Celia
Marta sabía que aquellos triunfos no eran suficientes y al día siguiente convocó de nuevo a sus amigos en el parque
de los toboganes sin fin.
―Con las campañas de las 3R que hemos realizado, «Reducir, Reutilizar, Reciclar», hemos conseguido frenar la
basura y, lo más importante, debilitar enormemente a Trash. Pero anoche, mientras todos dormían, lo vi de nuevo, y
no podéis ni siquiera imaginar lo que hacía: ponía los contenedores boca abajo y mezclaba la basura ya reciclada.
Por lo tanto, es cuestión de tiempo que vuelva a hacerse fuerte y a recorrer incluso otras ciudades buscando más y
más basura hasta apoderarse de todo el país. Y lo que es peor, aún no ha devuelto a los limpiadores; por ello
tenemos que enfrentarnos directamente a él.
―¿Y qué pretendes que hagamos? Eso es una locura, Trash es mucho más poderoso que nosotros y…
René todavía no había terminado de responder cuando Rodri le
interrumpió y exclamó, señalando hacia la fuente de la sirena:
―¿Por qué no? ―respondió Marta enfadada―. ¿Cómo puedes decir eso? Es una persona como las
demás, una gran profesional que cada día deja las calles limpias; ya habéis visto lo que ocurre sin los
barrenderos, con ellos comienza esa gran cadena de la limpieza y el
reciclaje. Además, es mi amiga y estoy segura de que ella
sabe lo que debemos hacer.
―¡Aquí están!
R3
Fue entonces cuando apareció un enorme robot elaborado con latas vacías de refrescos que habían sido recogidas
de la basura. La propia Marta lo pilotaba desde su asiento ubicado en la cabeza de R3.
Antes de ponerse en marcha, antes de dar el primer paso, Marta lanzó su grito de guerra.
R3 era tan colosal como una torre invencible, sólo uno de sus pies era más grande que varias casas juntas. En la
nave había permanecido agachado, y para salir se vio obligado a derribar varias paredes.
R3 comenzó a caminar, Celia y los demás niños lo acompañaban como si de un gran desfile de carnaval se
tratase.
La indumentaria de los niños la habían elaborado ellos mismos, también con material reciclado. Lucían
originales vestidos hechos con papel de periódico y vistosos pendientes fabricados con anillas de latas de
refresco; tocaban instrumentos musicales como tambores realizados con latas, panderetas y cascabeles
con platillos, maracas con latas y botellas de plástico, xilófonos con botellitas de vidrio.
El griterío que formaban puso en pie a toda la ciudad. Parecía la gran fiesta del reciclaje.
Los mayores miraban perplejos desde las aceras, que retumbaban a cada paso de R3.
La bulliciosa comitiva avanzaba por las grandes avenidas camino de un antiguo vertedero donde los niños
sabían que se escondía el monstruo de la basura.
Lo cierto es que los niños no llevaban armas, ni el robot misiles, pero sabían que
portaban algo mucho más mortífero para él.
Y aún quedaba lo más importante: en el mismo
instante en que los ojos rojos y brillantes de Trash
se apagaron, desde el otro lado de la colina
comenzaron a aparecer los barrenderos de la
ciudad con sus monos verdes y los trabajadores
de las plantas de reciclaje.
https://weeblebooks.com