Definicion de Empirismo
Definicion de Empirismo
Definicion de Empirismo
Empirismo
DEFINICIÓN DE EMPIRISMO
Lo primero que hay que hacer para conocer a fondo el término empirismo es proceder a la
determinación de su origen etimológico que es el que determina luego el significado que posee.
Para ello tenemos que dejar claramente expuesto que aquel está en el griego y que dentro de
dicha lengua la citada palabra se compone de tres partes que son el prefijo en- que equivale a
“antes”; la palabra peiran que significa “tratar” y el sufijo –ismo que se traduce como “doctrina o
actividad”.
En este sentido, podríamos establecer que el empirismo se sustenta básicamente en dos principios
fundamentales. Por un lado, lleva a cabo la negación de la absolutización de la verdad,
estableciendo además que el hombre no puede acceder a la verdad absoluta. Y por otro lado, deja
patente que toda verdad debe ser siempre puesta a prueba dando lugar a que, a partir de la
experiencia, aquella se pueda modificar, corregir o desamparar.
REFERENCIAS
Autores: Julián Pérez Porto y María Merino. Publicado: 2008. Actualizado: 2012.
Definicion.de: Definición de empirismo (https://definicion.de/empirismo/)
SIGNIFICADO DE INTELECTUALISMO
Qué es Intelectualismo:
El intelectualismo es una corriente filosófica del conocimiento que sostiene que la experiencia y el
pensamiento, o la razón, son la base de todo conocimiento.
El intelectualismo afirma que los conocimientos universalmente válidos y los juicios lógicamente
necesarios derivan tanto de la razón como de la experiencia, porque por separado no conseguirían
alcanzar ese tipo de conocimiento.
Se dice que el intelectualismo nace en 350 a. de C. con Aristóteles buscando un punto medio entre
el racionalismo (el conocimiento por la razón de Platón) y el empirismo (el conocimiento por la
experiencia de los naturalistas).
Aristóteles sostenía que nuestro conocimiento comienza con los sentidos (experiencia), que luego
son procesados por nuestro intelecto que creará conceptos que nos llevarán finalmente al
conocimiento.
Otro representante de esta corriente fue Santo Tomás de Aquino, que continuó con las
enseñanzas de Aristóteles enfatizando la generación de conocimiento bajo la cooperación del
cuerpo (experiencias, sentidos) y el alma (pensamiento, razón).
Se llama intelectualismo moral o ético a aquel que afirma que la experiencia moral y ética tienen
como base el conocimiento del bien, es decir, que solo se puede actuar bien y con justicia si se
tiene conocimiento de qué es el bien y la justicia.
Sócrates, su representante más destacado, predicaba que la consulta sobre asuntos morales y
políticos debían ser hechas a personas expertas que tuviesen ese conocimiento. Este tipo de
afirmación crea interpretaciones que pueden ser consideradas antidemocráticas, por lo cual es
una corriente controversial.
Apriorismo
El apriorismo (a priori) sostiene que el conocimiento nace de principios que son autoevidentes y
absolutamente independientes de la experiencia, por lo tanto, niega al intelectualismo. Esos
principios autoevidentes, o ideas innatas, son conocidos como conocimiento a priori. René
Descartes y Immanuel Kant eran seguidores de esta corriente.
INTELECTUALISMO
Del latín intellectus, entendimiento. El término i. aparece en el s. xix; parece ser que fue Schelling
(v.) el primero que lo utilizó en su Bruno oder über das natürliche und góttilche Prinzip der Dinge
(1802) (Sümtliche Werke, IV, Stuttgart 1959, 309), contraponiéndolo a materialismo;
posteriormente fue usado por Hegel (v.), en un sentido análogo al anterior, en sus Vorlesungen
über die Geschichte der Philosophie (Historia de la Filosofía, III, México 1955, 38), extendiéndose
en la 2a mitad del siglo por toda Europa, en especial en Francia. Se trata de un término que,
dentro del vocabulario técnico filosófico, carece de un significado preciso. Entre los diversos
sentidos que ha recibido señalaremos los siguientes: l. Como contrapuesto a materialismo; tal es la
significación que recibió en su origen, según ya se ha visto. 2. Como opuesto a practicismo; el i.
representa la inclinación hacia la actividad intelectual, hacia la vida teórica -bíos theoreticós-,
frente a la actividad del negocio, a la vida práctica -bíos practikós-. Éste es el sentido común y
corriente de la palabra intelectual. 3. También se ha considerado al i. como lo opuesto a
experimentalismo, como el uso de la pura especulación en el campo del saber, prescindiendo del
método experimental; éste es el significado que dio F. Bacon (v.) al término intelectualistas
(intellectualists), al designar con él a aquellos filósofos que, erróneamente, despreciaban la
aplicación del método experimental (De dignitate et augmentis scientiarum, 1,43). 4. También se
ha utilizado el término i. por todas aquellas doctrinas que niegan al entendimiento capacidad para
adquirir la verdad -el irracionalismo (v.), el pragmatismo (v.), el intuicionismo (v.) bergsoniano-,
indicando con él la tesis contraria a la sustentada por ellas. 5. Como intelectualistas se ha
designado también a las teorías que mantienen, frente al vol'untarismo metafísicd, la existencia en
la base de lo real de un principio de tipo racional. En este sentido puede hablarse de un i.
metafísico. 6. Como i. psicológico, que defiende el primado, dentro de las facultades anímicas, del
entendimiento sobre la voluntad. 7. Como i. teológico, mantenedor de que la Voluntad divina no
puede contradecir un orden de esencias. 8. Como i. epistemológico, doctrina que se opone tanto
al racionalismo (v.) como al empirismo (v.). 9. Como i. ético, defensor del primado absoluto del
entendimiento en la esfera de lo moral, de forma que la moralidad o inmoralidad, el vicio o la
virtud, dependen de la sabiduría o de la ignorancia. Estudiaremos el i. en sus cinco últimos
significados, ya que en éstos es donde toma un sentido más técnico y preciso.
Intelectualismo metafísico. Se ha designado con este término, aunque de una forma no muy
acertada, a la filosofía hegeliana. Con ello se la ha querido contraponer al pensamiento de
Schopenhauer (v.), que sitúa en la base de lo real a una voluntad ciega, irracional e inconsciente (v.
VOLUNTARISMO). Por el contrario, para Hegel, la realidad no es sino una manifestación de la idea,
de lo que necesariamente se deriva la inteligibilidad de lo real. Si se entiende i. como exaltación de
la racionalidad frente a la irracionalidad del conocer frente al querer, de la conciencia frente a la
no conciencia, de la idea frente a la volición, es indudable que se puede hablar de un i. hegeliano;
pero también lo es que, de esta manera, el término i. es tomado en un sentido impreciso y poco
adecuado.
Intelectualismo psicológico. Afirma que, dentro del concierto de las facultades anímicas, el
primado corresponde al entendimiento, con superioridad sobre la voluntad. Es la tesis opuesta a la
del voluntarismo (v.). Este i. es de rancio abolengo histórico. Todo el pensamiento griego, desde
Parménides a Plotino, está cruzado por una orientación intelectualista. Tanto Platón (v.) como
Aristóteles defienden un claro i. Para el primero, la verdadera realidad, de la que la cosa sensible
es mera imitación (mímesis), es la idea, y la actividad más elevada del hombre, en la que radica su
perfección y felicidad, es la intelección (nóesis) de las ideas, conseguida mediante la adecuada
actividad del entendimiento (noús). Aristóteles (v.) pone de relieve su i. en el análisis que realiza
en el libro primero de la Ética a Nicómaco, respecto del problema del sumo bien y de la felicidad
del hombre. Se plantea la cuestión de cuál sea el sumo bien con cuya posesión se obtendrá la
felicidad. Entre las notas que debe tener el sumo bien, Aristóteles incluye la perfección y el
consistir en la actividad más digna y elevada que pueda realizar el hombre en cuanto tal hombre
(o. c. 1,2,109417; I,7,1097b25; 1,9,1099b25); pero lo más elevado y digno en el hombre, lo que le
distingue de los demás seres vivientes, es el entendimiento (o. c. 1,6, 1097b30), por lo que el sumo
bien y la felicidad humana consistirán en la vida teorética, en el ejercicio del entendimiento como
potencia suprema del hombre. Es más, Aristóteles llegará a una cierta «divinización» del
entendimiento: «Si el entendimiento es algo divino respecto a lo restante del hombre, la vida
propia del entendimiento es una vida divina respecto de la vida ordinaria del hombre» (o. c. X,7,l
l77b27 ss.). La actividad intelectual, la theoretiké enérgeia, es lo más perfecto a que puede aspirar
el hombre (o. c. X,8,l l78b22).
En la filosofía medieval, del mismo modo que la línea agustiniana derivará hacia el
voluntarismo, la corriente aristotélica se inclinará hacia el i. En este sentido se contrapondrá el i.
tomista al voluntarismo escotista. Para S. Tomás el entendimiento, considerado simpliciter, es más
perfecto que la voluntad, pero secundum quid puede ser más o menos perfecto que ésta. En una
consideración simpliciter, es decir, en sí mismo, en su esencia, el entendimiento es superior a la
voluntad, porque las facultades se especifican por sus objetos formales, o sea, por aquello que
captan de un modo directo e inmediato (primo et per se), y el objeto formal del entendimiento es
más perfecto que el de la voluntad; aquél tiene por objeto formal el ente, ésta el bien, y el ente
antecede y funda el bien. Mas, considerado secundum quid, el entendimiento puede ser más o
menos perfecto que la voluntad. Es más perfecto respecto de las cosas materiales (secundum res
materiales), pero menos respecto de los seres espirituales. En efecto, el objeto de la voluntad
secundum quid son las cosas tal como están en la realidad, el del entendimiento las cosas tal como
son conocidas, en cuanto que están intencionalmente (v. INTENCIONALIDAD) en él; en el caso de
las cosas materiales, es más perfecto captarlas intencionalmente que tal como son en sí, pero,
respecto de los seres espirituales, hay más perfección en quererlos en su naturaleza real que
conocerlos intencionalmente; por lo que dirá S. Tomás que, en esta vida, es más perfecto amar a
Dios que conocerle (Sum. Th. 1 q82 a3; 1 q82 a4 ad 1). Queda establecido, pues, el primado del
entendimiento sobre la voluntad, ya que, simpliciter et secundum se, el primero es más elevado y
noble (altior et nobilior) que la voluntad. Conviene, sin embargo, señalar que si bien puede
hablarse de i. con respecto a S. Tomás ha de ser matizando la expresión y advirtiendo que tiene un
sentido diverso al que posee cuando se aplica -como haremos a continuación a Spinoza o Hegel-,
ya que S. Tomás no pretende nunca subsumir la voluntad en la inteligencia.
En la Edad Moderna el i. está representado por Spinoza (v.). Junto al conocimiento sensible,
imperfecto y fuente de error, y al racional, superior y que nos da ideas adecuadas de las cosas,
está el conocimiento intuitivo (scientia intuitiva), la forma más elevada de conocer, en la que el
entendimiento nos hace patente que las cosas del mundo no son sino modos, manifestaciones de
la sustancia divina, que Dios es todo y que todo es Dios (E1hica, 11,47, escolio); y de este
conocimiento se deriva el rnentis amor intellectualis erga Deunz, el amor intelectual del
entendimiento hacia Dios -hay que destacar que Spinoza adjetiva al amor de intelectual y, además,
lo refiere al entendimiento (amor mentis)-, en el que reside y tiene lugar el sumo bien y la
perfección del hombre (o. c. V, prop. 36; IV, prop. 28).
Con Hegel (v.), el i. alcanzará uno de sus momentos de apogeo. Todo el proceso dialéctico de la
idea culmina en el espíritu absoluto, que se autodespliega en la intuición de sí mismo (el arte), en
la representación de sí mismo (la religión) y en el conocimiento conceptual de sí mismo (la
filosofía). Este último saber supone la plena autoconciencia de la idea, la total liberación de su
exteriorización en la naturaleza; y la filosofía es obra del entendimiento, actividad cognoscitiva; la
filosofía es «consideración pensante de los objetos» (Enzyklópadie der ophischen plhdos
lVissenschaften, 2); la filosofía «usa de conceptos en lugar de representaciones» -es decir, en lugar
de intuiciones y sentimientos (o. c. 3)-.Intelectualismo teológico. Frente al voluntarismo teológico
se puede hablar de un i„ defensor de la primacía del entendimiento divino sobre los demás
atributos o, al menos, sobre la voluntad de Dios. Así Aristóteles, cuando quiere determinar la
naturaleza del Acto puro, lo concibe como nóesis noéseos, como pensamiento clc un
pensamiento, como una autocontemplación en la que el Acto puro piensa su propia sustancia que
es puro pensamiento (Metaf. XI,9,1074b34). Ya en ambiente cristiano suele a veces hablarse de i.
teológico para calificar a la corriente tomista; si bien para S. Tomás lo más propio que podemos
decir de Dios es que es el ipsum esse per se subsistens, que es el ser subsistente por sí mismo,
también es cierto que según el pensamiento del santo hay en ciertos respectos una indudable
primacía del entendimiento sobre la voluntad de Dios, cuya manifestación más clara, frente a lo
que acontece en el voluntarismo (v.), es el establecimiento de un orden de esencias inmutables y
no sometidas al libre arbitrio de la divina voluntad, de forma que, en la esfera ética, lo bueno no es
bueno porque Dios lo haya así querido, sino que Dios lo ha querido así precisamente por ser, en su
propia esencia, bueno. Este i. será acentuado por algunos de sus seguidores; p. ej., Juan de Santo
Tomás (v.). También aquí la palabra i. ha de ser entendida, no obstante, en sentido matizado:
todos esos autores cristianos hablan de una primacía del intelecto divino sobre la voluntad, pero
no lo reducen todo a pura inteligencia. Y así, si bien se afirma que lo bueno es bueno por serlo en
su propia esencia, añaden a la vez que eso bueno es -existe- porque así lo quiere Dios: la creación
(v.) es, en efecto, libre.
Intelectualismo epistemológico. En el problema refc-rente al origen y validez de nuestro
conocimiento, el i. es una de las cuatro posiciones que de modo fundamental, se han adoptado a
lo largo del pensar filosófico. Frente al empirismo (v.) -defensor de que todo conocimiento válido
ha de radicar en la experiencia sensibleafirma la existencia y validez de un conocimiento superior
al de los sentidos, el conocimiento racional. Frente al racionalismo (v.) -que afirma la exclusiva
validez del conocimiento originado en la razón, con plena independencia y separación del conocer
sensitivo- defiende la validez, dentro de su ámbito, del conocimiento sensible y la radical conexión
entre ambas formas de conocer (nihil esi in iniellectu quod prius non fuerit in sensu). Frente al
apriorismo (v.) -mantenedor de que cualquier conocimiento comienza en la experiencia sensible,
pero no lodo el conocimiento, es decir, en su totalidad, se deriva de ella, ya que dicha experiencia,
en cuanto conjunto de impresiones sensoriales, ha de ser informada por ciertas estructuras
mentales o formas a priori, de manera que se desemboca en una concepción idealista del
conocimiento- sostiene que el conocer humano es realista, ya que, partiendo de los datos
sensibles, el entendimiento. en virtud de la abstracción (v.), formará las especie inteligibles en las
que se capta la esencia de las cosas materiales y singulares. Como seguidores de este i. hay que
citar a Aristóteles, S. Tomás y la escuela tomista.
Intelectualismo ético. Defiende el primado del entendimiento en el orden moral, de forma que
la moralidad o inmoralidad dependen de la sabiduría o la ignorancia. El que obra mal, afirma, lo
hace por error, por creer que el acto realizado es bueno. Nadie obra mal voluntariamente (Platón,
Protag. 358c). La inmoralidad no se debe a una voluntad perversa, sino a un entendimiento
ignorante. Nadie es malo a causa de su voluntad, sino de su ignorancia (Aristóteles, Etic. Niconi.
VI1,2,1145b23). La virtud se reduce a la ciencia y el único vicio es la ignorancia (Platón, o. c. 331a
ss.). El representante típico de este i. es Sócrates (v.). Adviértase, sin embargo, que la moralidad
de una acción no depende sólo del conocimiento; también influye la voluntariedad (v. MORAL III,
1).
BIBL.: CENTRO DI. STUDI FILOSOFICI DI GALLARATE, Enciclopedia lilosolica, II, Venecia-Roma
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GEYSER,:Die Erkenntnistheorie des Aristoteles, Miinster 1917; M. GILLET, Du londement
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P. ROUSSELOT, L'intellectualisme de St. Thomas, 3 ed. París 1936; J. MARECHAL, El punto de
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Memorables -de Xénophon, París 1938; A. TOVAR, Vida de Sócrates, 2 ed. Madrid 1955.
J. BARRIO GUTIÉRREZ.
DEFINICION DE
REPRESENTANTES: KANT
Apriorismo
APRIORISMO
Aspecto lógico
Lógicamente hablando, el término a priori se encuentra entrelazado con la teoría de la
demostración.
Aspecto gnoseológico
Desde el punto de vista gnoseológico el a priori viene ligado al concepto de razón pura,
independientemente de la experiencia, y al hecho de ser una forma necesaria que hace posible el
conocimiento.
Ludwig von Mises es, sin duda, su afirmación de que existe una teoría apriorística para la acción
humana, es decir, que la acción humana puede ser explicada por un conjunto de proposiciones
desarrolladas a priori, proposiciones que suministran una comprensión verdadera sobre la
realidad, y cuya veracidad puede ser confirmada independiente de experimentos.
A posteriori
(latín.) Término que, a diferencia de a priori, significa el conocimiento obtenido de la experiencia.
A priori
(latín.) Término de la filosofía idealista que, a diferencia de a posteriori, significa el conocimiento
obtenido antes e independientemente de la experiencia, capacidad inherente a la conciencia. La
contraposición de a priori y a posteriori es particularmente característica para la filosofía de Kant,
que, considerando no auténtico el conocimiento obtenido con ayuda de las percepciones
sensoriales, le oponía, en calidad de condiciones del conocimiento fidedigno, las formas
apriorísticas de la sensibilidad (espacio y tiempo) y del raciocinio (causa, necesidad, &c.).