Reflexiones Sobre La Historia de América PDF

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REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA DE AMERICA

Anulóla B(>i\m's.

Intento con este estudio explicar algo de lo que se ha venido tratan-


do sobre la problemática de la elaboración de una historia de America
comprendida las Amcricas diferenciadas en cuanto a sus orígenes.
Instituciones interamericanas e incluso la ONESCU han planificado
el llevar a cabo una historia integral, en la que se viertan todos los con-
tenidos con sus variantes, a veces, abismales. Estos intentos aún están en
proyectos más o menos avanzados e, incluso, con publicaciones en obras
con mayor o menor fortuna, a pesar de que colaboran especialistas cua-
lificados.
Pero la unicidad sobre la interpretación del hecho, la conceptua-
ción, la misma terminología, los nacionalismos exacerbados... son algu-
nos de los problemas que frenan el proyecto el cual, por la extensión y
diversidad se hace casi inalcanzable. Habida cuenta también del concep-
to tiempo en el que los ritmos históricos son absolutamente distintos:
USA-Bolivia; Argentina-El Salvador; Paraguay-Venezuela; Cuba-Costa
Rica, serían algunos ejemplos de tiempos históricos y de espacios geo-
gráficos diferenciados.
Con todo, el común afán de llegar a concebir la historia proyectada
ha venido limando muchos radicalismos y se tiende al acercamiento de
postura por medio de moderadores dignos de reconocimiento.
La situación anterior a este proyecto es si habría de elaborarse, cua-
tro, dos o una sola Historia para el continente americano. Por nuestra
parte vamos a desentrañar algunas de estas posturas, quizá las más re-
presentativas con el fin de clarificar -si fuera posible- las dificultades de
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aquel proyecto que acabamos de citar tan ambicioso como necesario y


útil para cuantos nos ocupamos de América.
Nos basamos en historiadores y pensadores de España y de Améri-
ca, ellos nos dan su particular visión sobre el problema que, sin dejar de
tener algunos puntos coincidentes en ciertos casos, en otro son total-
mente divergentes.-
El colombiano Germán ARCINIEGAS distingue cuatro historias o
aconteceres diferenciados en el suelo americano '; el norteamericano
GRIFFIN propugna la tesis de dos historias que serían la anglosajona y
la iberoamericana^, si bien posteriormente parece querer intentar la fu-
sión de ambas historias en un estudio dedicado a la búsqueda de las afi-
nidades entre ambos aconteceres desde el siglo XVII hasta nuestros
días3; MORALES PADRÓN defiende una sola historia para el conti-
nente^ frente a ellos está la tesis de JAIME DELGADO en la que pugna
también por la existencia de una sola historia pero ésta sería exclusiva-
mente la de Hispanoamérica, excluyendo del acontecer continental la
historia de los Estados Unidos. DELGADO sostiene que historia de
América es solo la primera porque la anglosajona corresponde -en la
época colonial- a la nación inglesa, y a partir de la Independencia a la
historia contemporánea. Basa su tesis en el hecho de que no se historian
los continentes sino los contenidos, y el contenido del pasado norteame-
ricano ha excluido lo propiamente americano, lo autóctono, cuyo ingre-
diente es esencial para una historia propia del contenido, en este caso,
de América. Lo que aconteció en el país del norte -dice- es un acontecer
europeo, y afirma se trata por tanto de historia europea, no americana-^.
La tesis del profesor DELGADO tiene especial interés por su origi-
nalidad. En su obra, estudia las diversas teorías emitidas por los historia-
dores europeos y americanos de ambos hemisferios; parece útil hacer
aquí una síntesis de su explicación.
Para DELGADO la Historia de América es una especie del género
Historia en cuanto se ocupa del hecho o cultura americana, cuya reali-
dad es diferente a los otros entes históricos que comprenden la Historia
Universal. Estas diferencias vienen determinadas: por la Geografía que

1. «Historia e Historias de las Américas». En Ensayos sobre la Historia del Nuevo Mun-
do. México, 1951.
2. «Unidad y Variedad de la Historia americana». En Ensayos sobre la Historia del Nue-
vo Mundo. México 1951.
3. «Ensayos sobre la Historia de América». Caracas, 1969.
4. «Existencia de américa». Madrid, 1965.
5. «introducción a la Historia de América», p.22. Madrid, 1957.
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la ha mantenido aislada del resto de los continentes si bien sí parece que


haya habido conexiones en la época pleistocénica con América del Nor-
te; y por la Etnología ya que la cultura del hombre americano presenta
la evidencia de haber sido los primitivos habitantes «los artífices de su
propia cultura», lejos de extrañas influencias. Así mismo las grandes
culturas amerindias nacieron y se desarrollaron sin contacto con pueblos
forasteros.
A partir del descubrimiento, el desarrollo histórico de América con^
tinuó siendo distinto del de España, como demuestran ios múltiples tes-
timonios. La cultura española influyó decisivamente en la americana,
pero recíprocamente los españoles, y con ellos los pueblos que se asenta-
ron y fundaron en el Nuevo continente, recibieron asimismo la influen-
cia de las culturas amerindias. Ahora bien, a partir del descubrimiento
-seguimos sintetizando la teoría del profesor español- América recibió
las conexiones de otros países: Francia, Portugal e Inglaterra de cuyas
naciones sólo Portugal y España engendraron países espirituales seme-
jantes a la metrópoli, pero mestizadas con la realidad autóctona ameri-
cana. Por tanto la historia de la América hispana no es una parte de la
historia de España, a causa del «matiz diferencial» en que se ha desarro-
llado el hecho histórico, basado, singularmente, en el cambio de influen-
cias mutuas.
El elemento Historia, debe insertarse en el elemento América, es el
contenido y no el continente americano lo que se trata de historiar. Para
DELGADO la Historia de América resultaría ser entonces la de los paí-
ses iberoamericanos por ser quienes conservan en sí el ente propiamente
americano. Coincide con GRIFFIN en la teoría de la polaridad conti-
nental, es decir la que sustenta la división del continente en dos mundos
esencial y radicalmente distintos desde el aspecto histórico-cultural: el
anglosajón y el hispánico o iberoamericano.
Esta tesis, de los dos mundos histórico-cultural la fundamenta en las
acusadas y aún opuestas diferencias del proceso histórico en ambas re-
giones desde los orígenes. Se detiene fundamentalmente en el fenómeno
del mestizaje: los pueblos hispánicos -dice- conservan lo autóctono, lo
no importado de Europa, lo propiamente indoamericano.
Las consecuencias -seguimos sintetizando- son que si la historia de
América es la parte de la historia que se ocupa de la cultura americana,
la historia de América quiere decir «rigurosa y propiamente Historia de
Hispanoamérica». Para DELGADO no hay cabida de la historia de las
Trece colonias que incluye en la Historia de Inglaterra, ni para la Histo-
ria posterior, la de los Estados Unidos. La primera queda inserta en la
Edad Moderna, como una parte de la Historia Universal, y la segunda.
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dentro de la misma Historia Universal correspondiente a la Edad Con-


temporánea.6
La tesis de JAIME DELGADO sobre la exclusividad de la historia
Hispanoamericana no ha sido, generalmente, aceptada. Es natural la
reacción contraria de los historiadores del Norte para quienes el aconte-
cer americano era sólo su propio acontecer. En esta tesis, se les demues-
tra un pasado propio -que ellos mismos venían propagando- pero se les
desplaza -su pasado- de! continente americano para injertarlo en la his-
toria de occidente sin otra peculiaridad.
Estamos tratando, pues, de la posibilidad de elaboración de un tra-
tado de Historia para todo el continente americano contando con las pe-
culiaridades de las grandes regiones, especialmente la iberoamericana y
la norteamericana. Frente a la tesis expuesta MORALES PADRÓN
apoya la de una sola historia de América si bien «poliédrica, cuyos lados
más importantes son el hispánico y el anglosajón»: «América existe físi-
ca y culturalmente...; lo europeo al contacto con lo americano cambió,
tomó nueva faz. La historia de ese continente y de ese contenido es la
historia de América... Dentro del continente americano se distingue una
América gala, otra anglosajona, otra lusitana y otra hispánica. Distincio-
nes que pueden permitimos... redactar cuatro historias. Sin que ello
quiera decir, por supuesto, que haya cuatro historias de América»^.
En esa historia poliédrica, ha de penetrar el historiador con una es-
pecial aptitud para que abandone «el inútil empeño de hacer de la Amé-
rica Ibera una América Occidental» negando o tratando de desconocer
«la realidad» iberoamericana: «Hasta ahora había sido desgarradora la
experiencia del empeño en la occidentalización de Iberoamérica por un
lado y el empeño, por otro, que negaba esta occidentalización...; empe-
ño en ser, por un lado, pueblos semejantes a una determinada nación
occidental como Norteamérica y, por el otro, en permanencia estáticos
como si la historia no fuese una marcha permanente». Así se expresa el
pensador mexicano Leopoldo Zea, y afirma «se van aceptando, como
elementos positivos raíces culturales no occidentales que forman su
mestizaje cultural...».*^

6. ídem.
7. «Existencia de América» cit.'* p.47. En apoyo a esta teoría podemos decir, que, de he-
cho, se han venido elaborando esa historia de América. El propio MORALES PA-
DRÓN es autor de una de estas obras históricas. También han escrito: MARIO HER-
NÁNDEZ SÁNCHEZ BARBA «Historia Universal de América». Madrid, 1963. SIL-
VIO ZABALA: «El mundo americano en la época colonial». Argentina-México, 1967
y otros.
8. «América en la Historia», p. 178-180. Revista de Occidente. Madrid, 1970.
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La conciencia de la contradicción existente entre los valores espiri-


tuales y materiales (Antigüedad-Modernidad) símbolos de las Américas
hispánicas y anglosajona respectivamente, supone un abismo difícil de
salvar para la integración de una hitoria común. Zea culpa a Occidente
de haber marginado de la Historia Universal a los pueblos ibéricos, se
resistieron -dice- a aceptar la occidentalización del mundo al no seguir
los cauces de la Modernidad. Este gran vacío ha supuesto la búsqueda de
nuevas formas en los tradicionales esquemas de la Historia ya «que uno
de los hechos distintivos de la Historia Contemporánea es su alcance
mundial...; se trata de revisar a fondo toda estructura de postulados y
prejuicios en que estaba basada nuestra visión del mundo. Precisamente
porque América, África, China, India y otros pueblos extranjeros cruza-
ron por el pasado formando ángulos diferentes, por eso quiebran las
trayectorias tradicionales». Eso lo dice el historiador chileno BARRA-
CLOUGH- y añade: «este solo hecho basta para poner en duda la utili-
dad de los viejos clichés y para suponer la necesidad de trazar nuevos
planos desde los cimientos».'' Son estos los intentos del proyecto que he-
mos expresado al comienzo de este estudio, pero es también una buena
síntesis de los distintos enfoques del problema.
Entre los «ángulos diferentes» de las trayectorias tradicionales que
acabamos de citar en expresión de BARRACLOUGH, se encuentra el
Pasado de los pueblos hispanohablantes que poseen «una historia cuyo
hacer no es ya tarea de pueblos privilegiados sino de todos los pueblos.
La América ibérica va abandonando así un absurdo empeño para ser
otra que la que es. Sus diferencias en relación con Occidente no son ya
diferencias que le hagan sentirse inferior, sino simple y puramente dis-
tinta, personal, en cierta forma única en un mundo en el que los hom-
bres, como los pueblos, son personales. Y es así, con propia personali-
dad como ha de presentarse su acontecer porque «esta historia que ha
hecho, hace y seguirá haciendo será también occidental, pero sin dejar
de ser, al mismo tiempo, historia no occidental».'^
De esta forma el Pasado americano puede contar con la historia del
continente, no una historia común sino poliédrica como ha explicado el
profesor MORALES, si bien, repetimos, con un gran cuidado en la in-
terpretación próxima y remota de los pueblos hispánicos, por aquella
singularidad suya que los hacen no occidentales sin dejar de ser occiden-
tales, a excepción de América del Norte (DELGADO).

9. GEOFREY BARRACLOUGH; «Introducción a la Historia Contemporánea».


p.lO-ll.Gredos, 1975,
9. L. ZEAiObr. cit.i".
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Nosotros consideramos que no sólo es posible sino incluso necesaria


una historia del continente americano con las peculiaridades propias de
cada región diferenciada. Creemos imprescindible el estudio del proceso
histórico de Norteamérica, dentro de la historia de América, sin el cual
no sería dada la interpretación adecuada de hechos múltiples acaecidos
en amplias regiones iberoamericanas desde antes de la Emancipación ni
podemos eludir su influencia territorial, política y económica de los si-
glos XIX Y XX cuyas causas han de buscarse en aquel acontecer nortea-
mericano. También es necesario el estudio de la colonización francesa
materializada en varias zonas cuya influencia pervive.
Todo ello son hechos trascendentales, sucedidos en el continente,
desarrollados sobre la geografía americana; hechos que permanecen con
la vivencia propia de lo histórico, originarios, además, de otros múlti-
ples sucesos. El plan del CABALLERO DE LA SALLE, por ejemplo, si
no se realizó cumplidamente, sí afrancesó un inmenso territorio francés
que perteneció en gran parte a España; la compra de La Luisiana a Na-
poleón fue el primer paso de expansión del joven país del Norte que
concluiría con la Paz de Hidalgo, secesionando las fronteras del antiguo
virreinato mexicano convertido en Nación. Son ejemplos, como la pre-
sencia USA en las Antillas antes y después de 1898, o en Centroaméri-
ca, o en el Caribe...; o bien la Institución Panamericana (1897) hasta la
alianza para el Progreso (1963) pasando por la Organización de Estados
Americanos hay toda una cadena de continuos eslabones en la que hay
que penetrar si se quiere obtener un estudio objetivo y cabal de los paí-
ses iberoamericanos y también del anglosajón.
Será entonces cuando el Pasado americano quede definitivamente
engarzado a la Historia de la humanidad. Pero antes los pensadores de la
historia americana han de despojarse de la maleza que obstaculiza el ha-
llazgo de su significado, el más rico acervo cultural y humano producto
de todas las razas de la tierra en proceso evolutivo, de posibilidades in-
calculables en la dinámica de la Historia Universal.

Consecuencia inmediata de las reflexiones sobre la Historia de


América es la interpretación y el significado del propio hecho histórico,
y del conocimiento del sujeto de la Historia.
Es de absoluta necesidad para el historiador definir el hecho históri-
co, su ser, a fin de evitar de una vez para siempre la confusión sostenida
por teóricos de otras ciencias al querer tratar como histórico fenómenos
de naturaleza histórica. Decimos que el ser histórico se refiere a) a lo hu-
mano en su acontecer; b) es irreversible; c) está virtualmente presente en
la actualidad.
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Referido el ser histórico a nuestra América comprenderá aquel


acontecer americano irreversible, sucedido en el continente, que pasó
sin dejar de ser (el Descubirmiento, la evangelización, los peregrinos del
Mayflower...) sino que sobrevive en «las realidades cuyo conjunto define
la nueva situación real» (ZUBIRI). Estos hechos están conectados
«como un círculo, en cuyo interior, relativamente cerrado, se dan lazos
entre todos y cada uno de sus datos, de manera tal que cada uno de estos
resulta afectado por los otros, y, en cierta medida aparece como efecto
de todos los demás». "^
Así la conquista, el mestizaje, el poblamiento, la erección de villas y
ciudades, las relaciones hispano indias...Sin embargo, la misma comple-
jidad de lo histórico tan difícil de captar en sus variedades, ha obligado a
los historiadores a seleccionar, a recoger determinados hechos o cuando
menos a concebir la evolución histórica partiendo de un hilo conductor
que los oriente en el hecho objeto de su estudio, de forma que pueda au-
nar los «lazos entre todos y cada uno de los datos» definidos por MA-
RAVALL.
A las características que hemos dejado anotadas, peculiares del ente
histórico, debemos destacar una nota más, nos referimos al significado
tiempo, al que ya hemos hecho referencia y que tiene en América una
importancia capital como elemento constitutivo para la interpretación
de lo americano.
A este respecto es de interés la exposición del tiempo y del hecho
histórico que hace el filósofo español JULIÁN MARÍAS:
«La ordenación histórica -dice- no es una mera sucesión cronológi-
ca... en primer lugar el tiempo es irreversible, de manera que no se pue-
de recorrer la escala más que en un sentido. En segundo lugar cada mo-
mento es cualitativamente insustituible y representa una situación que
no se puede reducir a otras ni a suma o combinación de ellas... En tercer
lugar cada situación histórica viene de las demás anteriores, y éstas que-
dan implicadas en ellas, virtualmente contenidas y sólo es plenamente
inteligible si se la vé como resultado, como transitoria concreción diná-
mica de un pasado actuante, históricamente presente en ella. En cuarto
lugar esto no puede hacemos olvidar lo que cada situación histórica tie-
ne de radical innovación o invención: es un resultado de las anteriores,
pero no solo un resultado; con todo el pasado en la mano, nunca podría-
mos tener el presente, y éste con todo el pretérito tras sí, solo hace posi-
ble d futuro, pero en modo alguno lo determina positivamente...»."

10. J. M. Maravall; «Teoría del saber histórico», p.144-145. Revista de Occidente. Ma-
drid, 1958.
11. F. LOHM: «Ontologia der Geschichte». Pag. 65-66. Tubingen. 1978.
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En efecto la historia se desarrolla al ritmo de la incesante actividad


de las sociedades humanas. Los hechos objetos de la Historia están en
continuo cambio individual y genérico en el tiempo y en el espacio, que
son las dos únicas relaciones que permiten una división muy general de
la materia, en la que la sucesión del tiempo aparece como elemento pre-
ferentemente determinado.'-^ Según HAECKER el orden temporal exis-
tentivo no es estático, sino que se mueve y es movido con un movimien-
to que afecta a su exterior y a su interior. Cuando esta movilidad se olvi-
da, el orden se endurece o se corrompe y se vuelve como un cadáver. Sin
este movimiento doble extemo o interno no habría ciencia histórica.
Por último LOWITZ afirma que la Historia requiere únicamente
sentido cuando implica un fin trascendente, y, como la Historia es un
movimiento en el tiempo, su objetivo es una meta.'^

Resumiendo, el hecho histórico es irreversible. Cada situación es


peculiar, no puede ser reducida a otras ni a suma o combinación de ellas
(MARÍAS). Todo acto ya realizado perfecciona a la potencia y modifica
el cuadro de posibilidades (ZUBIRI). Si el hecho es repetible no interesa
al historiador (XENOPOL). El pasado se pierde, pero no se reduce a la
nada, sino que se des-realiza para que sobrevivan las realidades cuyo
conjunto define la nueva situación real (ZUBIRI). El presente es conse-
cuencia o resultado de las radicales innovaciones anteriores que propor-
ciona al libre albedrío humano lo que, en potencia, puede realizar. Sin
que este conjunto de hechos que forma la potencialidad suponga un des-
pliegue de algo que estuviese implícitamente ya. sino que por el contra-
rio la realidad presente hay que edificarla, hacerla. (MARÍAS).

Una vez que hemos definido la naturaleza del ser histórico se hace
preciso hablar del protagonista del discurrir de la Historia; del ser capaz
de impulsar el acontecer que aún pervive, ésto es, del Hombre en la His-
toria.

12, BERHEIM: «Introducción al Estudio de la Historia». Pag. 81 Labor. Barcelona, 1937.


13. LOWITZ; «El significado de la Historia», p.16-17. Aguilar. Madrid, 1958.
101

La realidad histórica tiene múltiples aspectos porque el ente princi-


pal de esta realidad es el Hombre, sin él no hay Historia; y el Hombre es
cambiable, incodificable en cuanto a su evolución espiritual y en cuanto
a su potencialidad. El objetivo de la historia se nos presenta así como
algo consustancial al discurrir del Hombre, pero no de cada hombre
como expondremos luego. En efecto, el ser persona, comporta infinitas e
imprevisibles actitudes, imposibles de controlar o prcveer. Nos referi-
mos aquí al Hombre integral. En nuestros días está totalmente superada
la creencia de un hombre divisible en varias imágenes. No puede existir
el hombre económico, religioso, político, social... sino que se trata de un
hombre único que actúa integralmente. Por eso mismo, por esa facultad
o potencia de actitudes, dice el mejicano ZEA «lo que hace de un hom-
bre un hombre, es el no querer ser su mundo, sino hacer su mundo. El
hombre no quiere ser algo hecho, sino algo que el mismo se haga. El
hombre no acepta el mundo como es. sino que lo quiere hacer. Se trata
de un desmundanizar al mundo, a lo cual este se resiste. Se entabla una
lucha entre el hombre y el mundo. La existencia del hombre depende de
esa lucha».'"* Esto es, en expresión de ORTEGA, el Hombre «va siendo
y des-siendo, viviendo. Va acumulando ser -el pasado- se va haciendo
un ser...(con la propia experiencia»)'-''. Ya que el carácter esencial de la
vida humana consiste «en no estar hecha y tener que hacerse...» por eso
la idea de evolución es totalmente insuficiente para entender la Historia
porque ésta no consiste en una explicación o despliegue de algo que al
hombre, cuya caída, la primera como la última, es y será historia.'^
El cristianismo vuelve la atención hacia el hombre mismo, en frase
de MARÍAS, ya que «es el hombre el que ha sido creado por Dios, el
que ha pecado, el que ha sido redimido, el que puede salvarse o perder-
se». Por otra parte, «su historia (la del hombre)» presenta inesperadas
dificultades porque lo problemático en él, no son las soluciones, sino el
problema mismo».'^
Ahora bien: ¿Posee el hombre primordial y originalmente historia
como individuo, como singular, como personal?. Sin duda la posee
como tal, y en grado sumo. Sin el manantial del individualismo, todo
socialismo se toma árido, desierto; el individuo hace posible mediante
su espíritu, su esfuerzo, su valor, su sacrificio, el progreso de los pueblos

14. LEOPOLtX) ZEA: «Ensayo sobre filosotia en la historia». Pag. 10. México, 1958.
15. JOSÉ ORTEGA Y GASSET: «Historia como sistema». Rev.de Occidente. P.50. Ma-
drid, 1958.
16. HAECKER:«EI cristianismo v la Historia». C.p.ll. Pag.51-52. Madrid. 1979.
17. MARÍAS: «El tema del Hombre». PaB.l 1 y 13. Austral. Madrid, 1975.
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y de la humanidad. La persona es la única forma de ser en la creación


que puede contemplar a Dios, devenir hijo de Dios, porque persona no
es sólo una «similitud» respecto a Dios, sino Su imagen, imago Dei. El
hombre tiene historia como individuo, como singular, como persona,
pero no primordial, no originaria, no absolutamente; la posee de un
modo indisoluble, según lo ordenado, como miembro de comunidades
jerárquicas.^^ De donde deducimos que el hombre aislado no tiene cabi-
da en el «ente» histórico, ni aún considerado héroe, semidiós, tipo o ar-
quetipo de un acontecer. Este no sería mas que la síntesis o simbología
de un pueblo o sociedad, sustentada por una determinada cultura, deli-
mitado en el tiempo y en el espacio por el momento histórico en que
descurrió su existencia. Así lo afirma HUITZINGA para quien el hom-
bre, como tal, en su aislamiento, no es nunca fenómeno histórico; es so-
lamente unidad biológica. Unidad histórica solo viene a ser en su posi-
ción en la vida, en su conexión con su medio ambiente, con su tiempo,
en el curso de su destino.'^
Sin embargo desde milenios atrás se ha tenido al individuo como
objeto de la Historia representada en el faraón, hombre-dios; en el hé-
roe, hijo de dioses; en el emperador divinizado; en el rey o príncipe, hu-
manizado primero y con atributos divinos que llegó al máximo en las
épocas del Absolutismo; el cortesano, ya des-divinizado; el abad, despo-
jado de funciones divinas y no llega a cortesano, tipo híbrido; el proleta-
rio, considerado productor y desprovisto de lo divino y, de lo humano;
el bárbaro tecnificado, con peligro de convertirse en robot.
Frente a la glorificación del individuo como objeto de la Historia
surge en el siglo XIX la tesis de sustituir al hombre por la humanidad.
Esta sería el verdadero objeto de la Historia. Pero la Humanidad, consi-
derada así en abstracto está lejos de poder ser apre-hendida en el objeto
histórico, como realidad histórica . «La Humanidad, no ha existido en
el pasado histórico, como realidad histórica ni puede existir en ningún
presente. Es una idea y un ideal del futuro, el horizonte necesario para
el concepto escatológico de la Historia y de su universalidad.^0
Sin embargo, «cuando algún grande hombre muere, se suele decir
que ha dejado un sitio insustituible; pero la experiencia desengañada
sabe que al poco tiempo ha sido sustituido y no ha pasado nada. Se tra-
ta, claro es, de la sociedad y del hueco social y, socialmente, no hay na-

18. HAECK.ER: «El cristianismo...». cit.'^o.C.II. Pag. 54.


19. I.HUITZINGA: «Sobre el estudio actual de la ciencia histórica». Pag. 72-73. Madrid,
1934.
20. LOWITZ; «El significado...», cit.'^. p.35.
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die insustituible, porque la sociedad es impersonal. Pero si se toma otra


perspectiva, esta vez personal, se ve que muchos hombres son insustitui-
bles».2'
En efecto, ¿por quién podría sustituirse CRISTÓBAL COLON,
LAS CASAS, HERNÁN CORTES, TORIBIO DE MOGROVIEJO,
CELESTINO MUTIS, SIMÓN BOLÍVAR, JUAN XXIII...?. «La razón
profunda -y consoladora- de que cuando uno de estos hombres desapa-
rece no pasa nada es que en realidad, y en una perspectiva personal, ese
hombre no ha pasado. La vida humana se hace adecuadamente presen-
te, cuando mas allá de su contenido muestra su figura».22 Entonces el
individuo, por sus hechos, puede tener significación universal siempre
que haya influido en las superestructuras del todo.^^ Pero aquí se hace
preciso recordar que no se es hombre por virtud de una herencia, sino
por la sustancia de una tradición, la cual «reconduce el fondo de la His-
toria, comprende todo lo que no es heredable biológicamente; pero, his-
tóricamente es la sustancia del ser del hombre».^^
Dicho de otro modo, el individuo, incluso aquel que ha rebasado su
contenido para mostrar su figura no es objeto de la Historia como tal in-
dividuo, sino en tanto está presente en él la sustancia de la tradición,
que es la misma sustancia del ser del hombre. Se trata, pues, del hombre
«integral» o integrado en la vida humana con su multiplicidad de face-
tas, sin que entre ellas heya separación, sino distinción, pues se precisa
distinguir para unir. «Nada más lejos de una filosofía de la Historia, y,
por consiguiente de una filosofía cristiana de la Historia, que despedazar
el ser con toscos procedimientos. Pero nada más cerca de ella que es-
tructurar de una manera nítida, lo que por naturaleza supone unidad».^^
Creemos que el objeto primordial de la Historia lo constituye la
Vida humana en el Pasado, enmarcada por la sociedad y la época en que
se desarrolló aquella vida, objeto de estudio. En la que deba incluirse las
múltiples actividades, funciones, actitudes y esperanzas; señalar junto a
la evolución y a las realizaciones, lo que quedó frustrado; lo que en po-
tencia produjo aquel vivir en el tiempo, su tradición y su futureidad.
En resumen el individuo o persona hombre no es sólo en sí el objeto
de la Historia «a pesar de que .su historia represente mucho más que la
historia de pueblos y razas enteros. Porque la salvación eterna de un

21. MARÍAS: «Hechos y hombres históricos» en {>i esfuerzo Je la e.xperiemia de la I ida.


p.137. Editorial AHanza. Madrid, 1979
22. MARIAS:«Hechos y hombres...», cit.'', p. 1M.
23.- DELGADO; «Introducción.,.», p..35.
24. JASPERS: «Origen y meta de la Historia», p.255. Revista de Occidente. Madrid, 1973.
25. HAECKER: «El cristianismo y la Historia». Obr. cit.'". p.56.
104

alma singular supera en todo un orden del ser al bien temporal de aque-
llos pueblos y razas». Compartimos con HAECKER que «no es la histo-
ria del individuo o de la persona la que posee la primacía y menos la
universalidad... sino la historia de las comunidades que protegen y nu-
tren a los individuos a los cuales ellos pertenecen...; el hombre es él mis-
mo y su prójimo. Aunque falte empíricamente el prójimo, metafísica y
teológicamente el hombre no es nunca sin él. Es la abundancia del ser,
manifiesta en el Dios trinitario de modo infinito e inefable y de modo fi-
nito en su creación».26 El hombre participa, naturalmente, en la Histo-
ria, pero no individualmente, sino en tanto es producto de la tradición,
miembro de una familia, perteneciente a una sociedad, partícipe de la
communis historia. A este respecto LAIN ENTRALGO explica que «el
hombre es, y no puede no ser ens historicum» y añade «nuestros labrie-
gos viven días tras días, bajo forma de costumbre, la historia de que esa
costumbre suya es decantada y prolongada consecuencia», se refiere al
hombre intrahistórico que hace, también historia, en cuanto posee los
valores esenciales de la comunidad.^''

A nosotros nos interesa especialmente el hombre americano, here-


dero de tradiciones y partícipe del discurrir histórico del continente. Nos
interesa el indio españolizado y aquel descendiente de abuelo español
quien «deja de ser, sin más, el hombre español y es desde los primeros
años un modo nuevo del español. Los conquistadores mismo son ya los
pirmeros americanos»;28 los que posibilitaron la tradición asentada en
comunidades que se enriquecen en cada generación. En aquellos hom-
bres que fueron los primeros europeos-americanos, los que construyeron
un modo nuevo de vida, se halla la sustancia de la tradición que, históri-
camente, es la sustancia del ser hombre en expresión de JASPERS; fue-
ron los que, parodiando a ZEA, desamericanizaron a América para
construirla a su modo. El precipitado de este fenómeno es la posibilidad
que nos otorga (ZUBIRI).
Sobre este precipitado nos habla ICAZA TIGERINO, precipitado
hecho posibilidad actual, que, a la vez es fuente de nuevas posibilidades.
«Nuestros pueblos hispánicos asegura ICAZA en medio de todos sus in-
gentes problemas sociales, económicos y políticos, conservan un sentido
histórico de unidad que comienza a florar en pensamientos, proyectos y

26. HAECKER; obr.cit.'^p.40-58.


27. PEDRO LAIN ENTRALGO: «A qué llamamos España». p.90. Austral, Madrid,
1981.
28. ORTEGA; en Revista Mundo Hispánico. Madrid. Enero, 1949.
105

realizacones culturales, económicos y políticos de carácter suprenacio-


nal. En la medida en que los hombres hispánicos de todas las latitudes
pongamos el acento de nuestra acción... en las metas concretas... de
nuestros pueblos, que conforman ese ecumenismo hispánico, estaremos
en el camino de llevar a nuestras naciones a un auténtico desarrollo in-
tegral y al cumplimiento de su misión histórica de salvación de los valo-
res eternos del hombre y de la civilización».^^
Nos ocupamos del discurrir de las comunidades americanas con su
entramado de tiempo, de situaciones, de múltiples escenarios geográfi-
cos, de diversas tradiciones. Allí el hombre, producto de América, de
Europa, de África, y aún de Asia ha elaborado un quehacer histórico,
una historia, la historia de América. De esta forma la Historia ha dejado
de ser el estudio del hombre en el pasado de un hombre, dice FEVRE,
abstracto, eterno, inmutable, siempre igual a sí mismo para convertirse
en la ciencia de los hombres en el tiempo.^0

29. ICAZA TIGERINO: «Solidaridad e integración del mundo hispánico». Revista Mun-
do Hispánico Tí' 256, p.68, y s.s. Madrid, 1969.
30. LUCIEN FEVRE: «Lhistoire cést la paix». Annales I, París, 1956.

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