INDEPENDENCIA de GAMBIA

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El proceso de acceso a la independecia duró cinco años, durante los cuales los

políticos locales hubieron de discutir con la metrópoli y con Senegal sobre las
posibilidades de supervivencia del país. La situación económica entre 1960 y 1965
se veía favorecida por las buenas cosechas y los precios elevados del cacahuete.

En abril de 1960 entró en vigor una nueva constitución colonial. El Consejo


Legislativo pasó a ser la Cámara de Representantes, 27 de cuyos miembros eran
elegidos, 3 nominados y otros 4 lo eran de oficio. Las elecciones tuvieron lugar en
mayo y se anunció la independencia del país para abril de 1961, coincidiendo con la
de Sierra Leona. Sin embargo esta previsión no se llevó a cabo. En 1961, N'Jie,
primer ministro desde marzo, visitó Dakar, y autoridades senegalesas hicieron lo
propio con Bathurst. Estas reuniones no llegaron a un acuerdo de unión. En julio se
acordó conceder la autonomía interna a Gambia en mayo de 1962, pero sin hacer
previsiones respecto de la independencia. Llegado mayo de 1962, se celebraron
elecciones, en las que el PPP obtuvo 18 puestos, frente a 13 del UP, de forma que
Jawara pasó a ser primer ministro. La federación con Senegal era dificultada por el
deseo gambiano de mantener un sistema legal propio y sus lazos con la
Commonwealth.
Las elecciones de 1962 fueron muy polémicas, ya que el Tribunal de Apelaciones
de África Occidental falló el 15 de marzo de 1963 que las listas de electores de 25
de las 36 circunscripciones eran inválidas. Esto llevó a que el UP denunciara la
ilegalidad del parlamento y gobierno resultantes. El gobierno británico a su vez
decretó la validez de los resultados. Este decreto fue nuevamente recurrido ante el
Alto Tribunal de Gambia y el propio Tribunal de Apelaciones, los cuales
dictaminaron a favor de lo establecido por el gobierno de Londres.
El 4 de octubre de 1963 la colonia y el protectorado pasaron a formar un único
territorio de régimen autónomo. Del 22 al 30 de julio de 1964 tuvo lugar en
Londres una conferencia constitucional, esta vez con la finalidad de establecer las
bases para la independencia. Aunque la oposición quería que previamente se
realizaran unas nuevas elecciones, se decidió fijar la fecha del 18 de febrero de
1965 para la proclamación de la misma.
El país se independizó del Reino Unido en 1965. Lo logró el 18 de febrero de ese
año, integrándose en la Commonwealth, de la que pasó a ser el vigesimoprimer
miembro. El advenimiento de la independencia volvió a plantear el problema de la
viabilidad económica del país, basada en aquel momento en el cultivo del
cacahuete, un producto que presentaba un mercado con muchos competidores y
que suponía en 1966 el 90% de las exportaciones gambianas. Por ello se
especulaba con la aproximación a Senegal, como ya recomendaba el informe de la
ONU de 1963. Esta aproximación se veía dificultada por el golpe de estado
abortado en Senegal en diciembre de 1962, las presiones en el partido del
presidente Jawara y los desacuerdos entre los gobiernos gambiano y senegalés,
principalmente sobre el momento más oportuno para establecer la asociación.
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CINCUENTA AÑOS DE INDEPENDENCIA Y VEINTE DE TERROR EN GAMBIA
PUBLICADO EL 19 MARZO, 2015

El mismo que se hacía pasar por militar diferente y que prometió no perpetuarse
en el poder ni instaurar nunca una dictadura ha acabado secuestrando el país.
¿Quién decía que el poder vuelve loco y el poder absoluto, absolutamente loco?

Gambia conmemora el 50 aniversario desde que alcanzó la soberanía internacional.


Esta independencia, lejos de celebrarse en la concordia y la alegría, lo hace en un
momento en que el país se encuentra herido de muerte, dividido y asediado por las
sombras de las persecuciones de los últimos 20 años, de las que apenas si se ha
salvado alguien. Oficiales del Ejército, madres de familia, jueces, abogados,
ministros, imanes, diputados, periodistas, opositores políticos, hombres de
negocios; todos, uno detrás de otro, han padecido los horrores del régimen:
violencia física y psicológica, encarcelaciones, confiscación de bienes y de
documentos de viaje, desapariciones forzadas, asesinatos y cientos de exiliados.
Un oscuro balance.
Desde hace 20 años, Gambia vive dominada por un sistema de terror orquestado
por el presidente de la república y su policía política.
EL DÉFICIT DE INFORMACIÓN MANTIENE A LA POBLACIÓN EN UNA
APARIENCIA DE INDIFERENCIA
En un país donde nadie se salva, donde todo puede conducir a una detención
arbitraria, a la prisión firme e incluso a la muerte o a la desaparición forzada, la
prudencia extrema se convierte en la norma. Se silencian los medios de
comunicación; las emisoras de radio tienen la obligación de distraer y de
proporcionar información ajena a la política para alejar a la población de las
auténticas preocupaciones del país. Ninguna de las radios locales que emiten desde
Banjul está autorizada para informar, para dar voz a los ciudadanos ni, por
supuesto, para criticar al régimen. Todas están obligadas a sincronizarse con la
emisora estatal para transmitir y amplificar la información aséptica, la propaganda
del jefe supremo. Esta situación justifica la autocensura que caracteriza los medios
gambianos.
Internet está bajo vigilancia y las páginas web de noticias críticas con el régimen
procedentes de la diáspora, bloqueadas. Sólo algunos curiosos se atreven
tímidamente a intentar desafiar las prohibiciones y visitan discretamente las
páginas no permitidas para recibir una dosis de información y compartir así las
perspectivas de los gambianos que viven en el exterior. El problema es que esta
información no llega a las masas, preocupadas todavía por su seguridad y
supervivencia cotidianas.
Sí, así es como se informan los habitantes de Gambia sobre su país en pleno
2015.La mayoría de los ciudadanos no sabe lo que realmente ocurre en él. La
censura y el bloqueo del sistema de información han permitido al régimen
perpetuarse, seguir operando en secreto y cometiendo, con una atrocidad extrema,
violaciones graves y masivas de los derechos humanos.
A todo esto hay que añadir las prácticas clandestinas cuyo objetivo es hacer creer
a todos los ciudadanos que el país al completo está sometido a escuchas
telefónicas. Este truco ha paralizado a la población que, sin intentar informarse con
mucho empeño, ha decidido optar por la prudencia evitando los asuntos políticos o
susceptibles de percibirse como tales.
EL DESCENSO A LOS INFIERNOS
Ya desde su acceso al poder, el régimen de Jammeh optó por la vía de la represión.
En aquel momento suspendió la Constitución para gobernar por decreto, lo que le
atribuía todos los poderes. Aprendió del general Sani Abacha hasta el punto de
copiar los decretos liberticidas que este último empleaba para reprimir a su pueblo
y a sus opositores. Son esos decretos los que permitieron a los jueces nigerianos
obligados a legitimar la ejecución de Ken Saro Wiwa provocar también la muerte de
Moshood Abiola en prisión, cerrar medios de comunicación y perseguir a los
activistas de los derechos humanos.
El régimen de Banjul, que había comprendido bien la utilidad de tales decretos, no
dudó en solicitar asistencia técnica a juristas mercenarios para que lo ayudaran a
bloquear el sistema y a gobernar exclusivamente en el terror y la brutalidad.
La transición entre 1994 y 1996 permitió al presidente Jammeh consolidar su poder
y aislarse. Algunos de los que fueron sus aliados al principio fueron eliminados a lo
largo de los años, y los más afortunados fueron relegados a un segundo plano. El
señor de Banjul y su séquito de “revolucionarios” rechazaron de un plumazo la
primera tentativa del cuerpo constituyente, que propuso incluir en la Constitución
Fatou Diagne (directora de la oficina África Occidental de Article 19)un límite al
mandato del presidente. El mismo que se hacía pasar por militar diferente acabó
secuestrando el país. ¿Quién dijo que el poder vuelve loco y el poder absoluto,
absolutamente loco?
Progresivamente, el régimen se enfrentó con la élite, a la que empujó al exilio
forzado para obligarla así a silenciar su voz sobre la marcha del país. Gambia
perdió más de un tercio de sus recursos humanos cualificados: ¡qué enorme
desperdicio para un país que necesita desarrollarse! El esquema, clásico:
destituciones, cuarentena política y social, asfixia económica, denuncias
calumniosas, intimidaciones judiciales y ataques físicos. Así es como el régimen se
ha constituido y ha alejado a la oposición y a todas las voces disidentes que
podrían obstaculizar su proyecto de construir un país sometido.
En los años 2000, y al percibir la resistencia de la población en los resultados de la
oposición, especialmente en las elecciones de 2001, el régimen aceleró las
reformas para obstaculizar cualquier posibilidad de cambio a través de las urnas y
frenó el proceso de descentralización de las Colectividades locales, que preveía
otorgar una mayor autonomía a la población a la hora de gestionar los asuntos
locales.
Todo esto se produjo a costa de una población silenciosa y se legitimó mediante
los múltiples cambios en la Constitución, en condiciones, cuando menos, turbias.
Todas las instituciones, sean religiosas, locales, legislativas o judiciales, se
encuentran bajo el estricto control del régimen. Durante ese periodo se elaboraba
al detalle el proyecto de un partido-Estado gracias a la intervención de los juristas
del Palacio de Justicia, quienes empezaron a cambiar las reglas del juego y a
limitar el papel de la población en la elección de los líderes, especialmente los
locales, y a reforzar las leyes regresivas para silenciar toda posibilidad de
expresión independiente.
Con el objetivo de castigarlos, el régimen privó sin escrúpulos a los habitantes de
las zonas favorables a los opositores de los programas estatales. El mensaje está
claro y el presidente visita estos lugares constantemente para recordar sin rodeos
que el desarrollo se limitará a las poblaciones de las zonas que le proporcionan
votos.
En abril del año 2000, durante las manifestaciones pacíficas de los estudiantes que
protestaban contra los abusos infligidos por las fuerzas del orden a sus
compañeros, aproximadamente doce de entre ellos fueron asesinados por bala y
otros resultaron heridos, torturados y encarcelados. Los juicios celebrados tras
este incidente fueron una prueba de fuego; los jueces que se atrevieron a solicitar
la liberación de los estudiantes encarcelados y a examinar los casos de las otras
víctimas pagaron el precio.
La organización conocida como “de los alumnos y estudiantes libres” lleva disuelta
desde entonces. La universidad se encuentra bajo estricta vigilancia y su rector es
el propio jefe del Estado; no resulta complicado entender las dificultades de los
docentes para impartir sus clases dentro del respeto a la libertad académica.
Desde entonces ha llovido mucho y la represión ha aumentado.Entre 2004 y 2009,
los periodistas y los ciudadanos vivieron años de angustia y violencia todavía
impune: el asesinato de Deyda Hydara, la desaparición forzada de Ebrima Manneh,
el arresto y la tortura de periodistas, los saqueos y liquidaciones de medios de
comunicación, las campañas contra la brujería con su reguero de humillaciones y
muertes, con poblaciones obligadas a ingerir pociones, el descubrimiento del
“remedio” contra el sida y las demás enfermedades, con la tragedia y el descenso
a los infiernos de las personas que viven con el VIH. Y la lista no termina aquí.
En 2012 se reveló la naturaleza de la brutalidad gratuita ejercida por el régimen
gambiano, con la ejecución arbitraria y extrajudicial de 9 prisioneros, en
condiciones inhumanas, que impactó al mundo entero. Sin embargo, este acto no es
más que la punta del iceberg. ¿Cuántas personas han desaparecido? ¿Qué ha
pasado con los 44 ghaneses ejecutados, con las purgas en el ejército, con los
múltiples casos de personas, incluidos civiles, asesinadas durante las detenciones,
entre otros?
¿Por qué este silencio incómodo sobre Gambia? La historia puede repetirse y es
difícil prever las consecuencias. Quizás algún día la Corte Penal Internacional o una
comisión de la verdad puedan arrojar luz sobre estas atrocidades.
Para las personas asesinadas, las desaparecidas, las privadas de libertad, para las
familias que no pueden enterrar a los suyos en su propia patria, para los exiliados
a la fuerza que viven en la precariedad, para todas las víctimas de estos 20 años
de represión, celebrar 50 años de independencia no tiene ningún sentido en unas
circunstancias en que la libertad se pisotea todos los días.
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Los primeros pobladores del valle del río Gambia llegaron desde el actual Senegal,
atraídos por la costa propicia para la navegación y el comercio. Se establecieron a
lo largo del río, donde practicaron una agricultura de subsistencia.
En el siglo XV el territorio fue colonizado por la etnia mandinga que, asociada con
el Imperio de Malí, fundó en el valle del Gambia numerosos reinos que controlaron
el comercio costero y lograron un gran desarrollo económico y cultural.
La llegada de navegantes portugueses en 1455 provocó la desviación de la mayor
parte del comercio interior hacia la costa atlántica. Gambia se convirtió para los
lusitanos en puerta de salida para sus metales preciosos y enclave próspero en la
ruta a Oriente que controlaban.
En 1618 la corona portuguesa vendió sus derechos comerciales y territoriales al
Imperio Británico que, en pleno desarrollo de su flota, trataba de recuperar terreno
en la lucha por las colonias.
Comenzó entonces un conflicto que enfrentó a Gran Bretaña y Francia (que poseía
todo el actual Senegal) por más de 200 años. A partir de 1644 el enclave costero
se utilizó como «cantera» de esclavos: los mercaderes británicos establecieron
alianzas con los príncipes del interior del territorio con el fin de obtener esclavos
para las colonias británicas o venderlos a otras potencias coloniales.
Gran Bretaña se limitó a establecer en el territorio un precario puesto de comercio
fundado en 1660. Las disputas por cuestiones de límites entre británicos y
franceses crecieron en intensidad en el transcurso del siglo XVIII.

A lo largo del siglo XIX se sucedieron las guerras religiosas que culminaron con la
completa islamización del país y el aumento de la inmigración musulmana desde
distintas regiones del África.
Con la supresión del tráfico de esclavos el enclave perdió toda significación
económica. Como contrapartida, la colonia ganó importancia estratégica por estar
inserta en el medio de Senegal, pieza clave de la dominación francesa en el África
subsahariana. Empero, la esclavitud siguió existiendo dentro de la colonia hasta el
siglo XX, y no fue prohibida hasta 1906.
En 1889 Francia y Gran Bretaña llegaron a un acuerdo sobre los límites de sus
respectivas colonias, garantizando la paz en la región y el reconocimiento formal,
por parte de las otras potencias europeas, de la soberanía británica sobre el
territorio de Gambia.
La condición de territorio colonial británico se mantuvo sin modificaciones a lo
largo de la primera mitad del siglo XX. En 1963, Gambia obtuvo del poder colonial
cierta autonomía administrativa en el marco del proceso de descolonización
iniciado tras la Segunda Guerra Mundial.
En 1965 Gambia obtuvo la independencia y se integró al Commonwealth británico.
En el momento de convertirse en Estado independiente hubo quienes consideraron
que por su realidad étnica, cultural y económica, no constituía una nación
propiamente dicha.
Tras la independencia las estructuras sociales y económicas no cambiaron. La
exportación de maní continuó siendo preponderante para la economía. Las
estructuras sociales tradicionales mantuvieron tal vigencia que inclusive fueron
consagradas en la Constitución de 1970, que garantizó bancas legislativas a 5
caudillos regionales.
El médico veterinario Dawda Jawara, fundador del Partido Popular Progresista
(PPP), dominó la política de Gambia desde la década del 60. Triunfó en las
elecciones de 1962, pero no ejerció el gobierno debido a un voto de desconfianza
de la oposición. Ganó nuevamente en 1970, cuando el país proclamó la República y
adoptó el sistema presidencialista.
El éxito del libro Raíces, de Alex Haley, dio a Gambia renombre. A partir de 1975
se convirtió en un centro turístico importante, con lo que aumentaron la
prostitución y el tráfico de drogas.
Debido a la escasa vigilancia de sus fronteras, Gambia se convirtió en puerta de
salida para el contrabando de África Occidental. A través del puerto de Banjul se
exportaba e importaba ilegalmente buena parte de la producción agrícola de
Senegal. Esta estrecha asociación económica llevó al gobierno de Jawara a aceptar,
en 1973, un proyecto de unión con Senegal.

En julio de 1981, opositores musulmanes intentaron derrocar a Jawara, con la


pretensión de implantar un régimen revolucionario islámico y terminar con la
corrupción oficial. La rebelión fue sofocada por tropas de Senegal que entraron en
Gambia a pedido del presidente, que en ese momento estaba en Londres.
El proyecto de unión con Senegal quedó pendiente hasta 1982, pero la intentona
golpista hizo que los dos países decidieran precipitar la creación de una
confederación llamada Senegambia.
Senegambia existió oficialmente desde febrero de 1982 hasta fines de 1989. La
dirigió un presidente, Abdou Diouf, de Senegal, un Consejo de ministros
confederado y un parlamento binacional. El tratado aseguró a Jawara la protección
ante posibles rebeliones internas, y Senegal pudo comenzar a ejercer un mayor
control de la evasión de divisas por contrabando. Ambos países mantuvieron su
particularidad y su organización interna.
A partir de 1985 Jawara fue dilatando la consolidación de vínculos con Senegal e
incumplió acuerdos sobre apoyo militar. A fines de 1989 Gambia firmó con Nigeria
un pacto de defensa mutua que significó, en los hechos, la disolución de
Senegambia.
Las relaciones se recompusieron en 1991 con la firma de un tratado de amistad y
cooperación, pero no se reinstauró la confederación.
En 1993, la agricultura y el turismo fueron golpeados por las consecuencias de la
crisis europea. El comercio con Senegal se vio perjudicado por la decisión del
Banco Central de los Estados de África Occidental de no financiar más negocios en
base al franco CFA fuera del área de los países integrantes de este sistema
monetario. Ese mismo año, el Gobierno, en un intento de reconciliación nacional,
amnistió a miembros de movimientos insurgentes que pugnaban por derrocarlo.
En julio de 1994, un golpe militar conducido por Yahya Jammeh desplazó al
presidente Jawara, que se asiló en Senegal luego de alojarse en un buque de
guerra estadounidense que visitaba el país. La presencia de ese barco en Banjul
sugirió la complicidad de Estados Unidos con los militares.
Dos miembros del Consejo Ejecutivo Provisorio de las Fuerzas Armadas fueron
arrestados en enero de 1995 por intentar devolver el gobierno al poder civil. En
marzo, Jammeh arrestó también al ex ministro de Justicia y fiscal general por
promover el retorno del poder a los civiles. En noviembre, la Junta Militar amplió
los poderes de las fuerzas de seguridad.
En agosto de 1996, tras un referéndum, se aprobó la nueva Constitución y Jammeh,
hasta entonces jefe de la Junta de Gobierno de la Fuerzas Armadas, se convirtió en
el segundo presidente electo de Gambia. Las detenciones de líderes musulmanes
fueron frecuentes en 1998.

En mayo de 1999, el opositor Ousainou Darboe (UDP) acusó al gobierno de


arrestar a sus partidarios y de mantener una democracia con leyes «mentirosas».
En setiembre, Jammeh criticó a la ONU su «poca responsabilidad en los conflictos
que enfrenta África». Un mes después, la Unión de la Prensa denunció medidas
gubernamentales contra la libertad de prensa (allanamientos de sus edificios, así
como la potestad del ministro de Información para revocar sus permisos). Las
fuerzas de seguridad desarticularon un presunto intento de golpe de Estado en
enero de 2000 y detuvieron a dos oficiales acusados de liderarlo.
Gambia, junto a otros 44 países –la mayoría africanos– perdió su derecho a voto en
la Asamblea Nacional de la ONU el 2 de febrero de 2000, por atrasarse en el pago
de su deuda con el organismo.
La Comunidad de Estados de Sahel-Sahara (COMESSA) aceptó el ingreso de
Gambia, Senegal y Djibouti. Los ahora once miembros acordaron no interferir en
los asuntos internos de los restantes socios ni asistir a fuerzas hostiles a
cualquiera de ellos.
Ante la proximidad de nuevos comicios, el presidente decidió levantar la
proscripción a los partidos políticos. En octubre de 2001, Jammeh triunfó en las
elecciones presidenciales, aprobadas por observadores internacionales. Sin
embargo, la oposición formuló duras acusaciones de fraude.
En mayo de 2002 el Parlamento aprobó una ley sobre medios de comunicación que
violaba la Constitución de 1997. Establecía la creación de un organismo con la
potestad de registrar a todos los periodistas, obligarlos a revelar sus fuentes,
aplicar multas por la publicación de notas «no autorizadas» y clausurar periódicos
si las órdenes eran desobedecidas.
En diciembre de 2003 se desató un escándalo conocido como «Babagate». Baba
Jobe, miembro de la Asamblea Nacional por el partido de gobierno, el APRC, y
antiguo socio del presidente Jammeh, fue arrestado bajo cargos de lavado de
dinero y estafa.
En enero de 2004, cinco altos funcionarios del Banco Central fueron acusados de
múltiples delitos económicos contra el Estado, vinculados con la malversación de
casi 9 millones de francos suizos destinados a estabilizar la moneda gambiana, que
terminaron financiando a cuatro empresas privadas mediante contratos ilegales. El
accionista principal de dos de estas empresas era Baba Jobe.
Jammeh anunció en febrero el descubrimiento de petróleo «en cantidades muy
grandes», citando un completo estudio realizado en las costas y en tierra firme de
Gambia. Añadió que, basándose en el estudio, se procedería a «experimentar» en
los territorios donde se dieron los hallazgos. Gambia carece de industria petrolera
y experiencia en ese campo.

En diciembre, el periodista Deida Hydara, co-propietario del periódico The Point y


corresponsal de una agencia extranjera, fue asesinado a balazos. En los meses
previos habían ocurrido varios atentados contra medios de prensa y periodistas,
que no habían sido investigados seriamente. La organización Reporteros sin
Fronteras sugirió que los ataques parecían formar parte de una campaña del
gobierno contra la prensa independiente.
Durante una visita de Jammeh a Brasilia en febrero de 2005, Gambia y Brasil
firmaron varios convenios de cooperación, incluyendo un acuerdo para que la
petrolera estatal brasileña Petrobras ayudase a Gambia en la explotación del
petróleo descubierto en 2004.
En marzo de 2006, varios militares y civiles fueron detenidos bajo sospecha de
participar en un intento de golpe de Estado liderado por el jefe del estado mayor
del ejército, teniente coronel Mbure Cham, quien según el Gobierno había escapado
hacia Senegal. Entre los detenidos se encontraban el ex jefe de Inteligencia,
Abdulaye Kujaby, y el ex director del Tesoro, Alieu Jobe.
El presidente Jammeh criticó públicamente, en julio de 2007, las iniciativas
tendientes a alcanzar un gobierno de unidad africano. «Alguien quiere convertirse
en emperador de África, pero Gambia no será colonizado dos veces», especificó
Jammeh.

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LA PRIMERA REPÚBLICA

Los británicos se establecieron en Gambia a mediados del siglo de XIX, aunque su


presencia fue reducida más allá de los límites de Banjul, la capital. Antaño llamada
Bathurst, esta formaba parte de la colonia que ocupaba la desembocadura del río
Gambia. El resto del país, donde los británicos no tenían mucha presencia, se
denominaba protectorado. El principal legado de la colonización fueron las
fronteras de Gambia, que separaron a muchas familias y grupos étnicos de sus
parientes y amigos en el Senegal, ocupado por Francia.

El proceso de independencia fue pacífico y paulatino. Las reformas


constitucionales de la época de la posguerra dieron ímpetu a la formación de
partidos políticos en la capital que se presentaban a las elecciones locales. Los
cuatro quintos de la población que habitaban en el protectorado no tenían mucho
protagonismo en la política de notables urbanos que caracterizaba Gambia desde
finales del XIX. Sin embargo, en 1960 los británicos instauraron el sufragio
universal para todos los gambianos.

Dos años después, el país veía reconocido su derecho a la autodeterminación, y en


1965 Gambia proclamaba su independencia como monarquía constitucional, con la
reina Isabel como monarca. La principal fuerza política de esos años era el Partido
Popular del Protectorado, que más tarde se rebautizaría como Partido Progresista
Popular (PPP). El PPP estaba dominado por Dawda Jawara, un veterinario
originario de la provincia central de Gambia y miembro de uno de los mayores
grupos étnicos en Gambia, los mandingas.

El PPP ganó la mayoría de las elecciones democráticas de Gambia a principios de


los años 60 y Jawara se convirtió en el primer ministro. Intentó abolir la monarquía
mediante un referéndum en 1965, pero se quedó a 758 votos —el 0,8%— de
obtener la mayoría de dos tercios. Cinco años más tarde, un nuevo referéndum
convirtió a Gambia en una república con Jawara como primer presidente, cargo que
ocuparía hasta el golpe de Estado de 1994.

Jawara estuvo en el poder durante tres décadas, aunque la mayoría de los


gambianos coinciden en señalar que no fue un dictador y que gobernó de forma
democrática. Sin embargo, el PPP se mantuvo como partido dominante durante
todo el periodo gracias a la debilidad de la oposición —sus líderes solían ser
cooptados e incorporados al PPP—, el escaso interés en la política por parte de
muchos gambianos y el apoyo que Jawara suscitaba entre la mayoría mandinga. Sin
embargo, a pesar de que en la práctica Gambia era un Estado de partido único, esto
nunca se materializó legalmente y los procesos electorales fueron por lo general
limpios.

Un punto de inflexión en la primera república fue el intento de golpe de Estado del


30 de julio de 1981. Mientras Jawara se encontraba en Londres asistiendo a la
boda del príncipe Carlos y Lady Di, un expolítico marxista llamado Kukoi Samba
Sanyang intentó dar un golpe de Estado. Los partidarios de Kukoi ocuparon la radio
nacional, asaltaron una fábrica de armas y liberaron a algunos presos para que los
apoyasen. Jawara pidió ayuda a Senegal, país con el que Gambia había firmado un
tratado de asistencia mutua en 1965, y en tan solo una semana las tropas del país
vecino pusieron fin a la rebelión, que dejó varios centenares de muertos.
Sellos conmemorativos de la boda real acompañados de la fotografía de Jawara.
Mientras se celebraba la boda, un intento de golpe de Estado estremeció el país.
Fuente: Stamps for Sale

Al año siguiente, Gambia y Senegal se aliaron para formar la federación de


Senegambia. Esta unión fue establecida por motivos estratégicos, para garantizar la
estabilidad de la república gambiana y neutralizar posibles amenazas internas.
Gambia, que había decidido prescindir de ejército tras la independencia por su
pequeño tamaño, se dotó de un ejército propio entrenado y equipado por Senegal.
Siete años después, en 1989, la federación se disolvería. A pesar de que Gambia y
Senegal forman una unidad cultural, las diferencias económicas y políticas entre
ambos países hicieron difícil la unión. Los políticos gambianos no estaban
contentos con el reparto de posiciones de poder, que no consideraban equitativo.
Los líderes de Senegal, por su parte, argumentaban que el peso demográfico y
económico de su país era mayor y, por tanto, merecían más representación.

Este intento fallido de integración coincidió con un giro autoritario por parte de
Jawara y su PPP, que comenzaron a perseguir a políticos y periodistas disidentes y
juzgarlos por difamación. A principios de los 90, el descontento con la élite
gambiana había aumentado pese a sus continuos éxitos electorales. Las
acusaciones de corrupción y nepotismo en el seno del PPP facilitaron el golpe de
Estado de 1994.

Gambia ha sido siempre una anomalía en el contexto político africano. En las


primeras décadas tras la independencia, mientras la mayoría de los países del
continente derivaban en Gobiernos militares o dictaduras de partido único, Gambia
conservó su sistema democrático pluripartidista, a pesar de que el PPP nunca
perdió el poder. A finales del siglo XX, cuando la mayor parte de los países
africanos abandonaban las dictaduras y adoptaban regímenes democráticos, el
proceso contrario tuvo lugar en Gambia. El 22 de julio de 1994 un joven militar
llamado Yahya Jammeh derrocó en un golpe no sangriento a Jawara, el último
político de la época de las independencias que quedaba en el poder en África. El
golpe se debió a la insatisfacción de parte del Ejército con las condiciones
laborales y con la presencia de oficiales nigerianos en los altos mandos, así como
cierto resentimiento de Jammeh hacia Jawara.

Jammeh, procedente de una comunidad rural de la etnia yola, tuvo una carrera
militar fulgurante. Llegó a formar parte de la guardia personal del presidente a
principios de los 90 durante cuatro meses, dirigió el operativo de seguridad
durante la visita del papa y fue elegido para recibir formación militar en los EE.
UU. en 1993. El día del golpe Jammeh y otros cuatro compañeros, que
posteriormente serían ascendidos a capitanes, se hicieron con el control del
aeropuerto y los medios de comunicación nacionales. El presidente Jawara
consiguió escapar a un buque militar estadounidense, desde donde exigió a los
rebeldes que depusieran las armas. El Ejército estadounidense no quiso ayudarle a
sofocar el golpe, pero le llevó hasta Senegal, donde pudo refugiarse.

Jammeh acusó a Jawara y su partido de corrupción y de haber estancado la


economía del país, estableció una junta militar que gobernó por decreto durante los
dos años siguientes y prometió una serie de reformas para acabar con los
problemas de Gambia. Comenzaba así una nueva época dictatorial, cuyos dos
primeros años se caracterizaron por las purgas en el seno del Ejército, los
encarcelamientos y deportaciones de políticos disidentes y miembros de la
sociedad civil, el acoso a los periodistas, las ejecuciones sumarias y un nivel de
violencia hasta entonces inédito en la pacífica Gambia.

Para ampliar: “Military Rule in the Gambia: An Interim Assessment”, John A.


Wiseman en Third World Quarterly, 1996.

Las presiones y sanciones internacionales y el desplome del número de turistas


extranjeros en Gambia, una de las principales industrias del país, forzaron a la
junta militar a llevar a cabo una “transición hacia el Gobierno civil”. El 26 de
septiembre de 1996 la nueva Alianza para la Reorientación y Construcción
Patriótica de Jammeh ganó las elecciones con un 56% de los votos. El militar se
convertía así en el primer presidente de la segunda república gambiana, con un
mandato de cinco años. Sin embargo, las acusaciones de fraude electoral por parte
de la oposición y las reservas de la Unión Europea y la Commonwealth agriaron las
celebraciones.
Póster de elogio a Jammeh: “Hizo la educación accesible para todos”. Fuente:
Nichol Brummer

Las elecciones de 2001 volvieron a estar salpicadas por el escándalo al saberse


que unos 50.000 senegaleses pertenecientes a la etnia yola habían cruzado la
frontera para votar irregularmente por Jammeh. La oposición, que tuvo mayor
libertad de acción, fue incapaz de organizar una coalición debido a sus diferencias
ideológicas y personales. La victoria del presidente, no obstante, fue tan solo por
un ajustado 53%, lo que llevó al presidente a reformar la Constitución para evitar
una segunda vuelta electoral. Las irregularidades y el caciquismo en las áreas
rurales continuaron durante las elecciones de 2006 y 2011. Jammeh siguió
organizando elecciones con la intención de dotarse de legitimidad internacional,
algo que consiguió hasta cierto punto.

Con el tiempo, Jammeh se volvió más confiado. Si bien la política en Gambia no


había estado especialmente centrada en líneas étnicas, el presidente privilegió a
los yolas, su grupo étnico, quienes tenían una mayor representación en los órganos
de gobierno. Su aversión a los mandingas, el mayor grupo étnico de Gambia, se
hizo manifiesta en varias ocasiones, y en junio de 2016 pronunció un controvertido
discurso en el que atacaba a los mandingas y los acusaba de no ser verdaderos
gambianos. A estos agravios se sumaron los informes constantes de violencia
política por parte de las fuerzas de seguridad y el encarcelamiento de uno de los
principales activistas y líderes de la oposición, Amadou Sanneh, actual ministro de
Finanzas. Esta falta de libertades políticas, unida a la mala situación económica por
la que pasa Gambia, facilitaron la caída de Jammeh.
“La economía iba mal, no había trabajos, los hospitales estaban en mal estado…
La gente dejó de ver el valor del Gobierno de Jammeh, que además era muy
desagradable con sus oponentes, a quienes insultaba, acosaba, arrestaba e incluso
mataba”

Omar G. Jallow

Para las elecciones de diciembre de 2016, muchos gambianos se involucraron


activamente en la campaña electoral. La diáspora gambiana, muy activa, colaboró
enviando dinero a organizaciones políticas y organizaciones de la sociedad civil,
intentando concienciar a la población para acudir a las urnas. La insistencia de los
activistas gambianos logró que los votos fueran contados de forma independiente y
finalmente Jammeh fue derrotado en las urnas por Adama Barrow. El papel de los
emigrantes gambianos fue fundamental, no solo por su aportación económica, sino
por su papel como periodistas y líderes de opinión. Los medios digitales de la
diáspora, como Gainako, Freedom Newspaper o el Gambia Echo, permitieron a los
gambianos superar la censura de su propio país y organizar un movimiento contra
Jammeh.

Sin embargo, este se resistió a abandonar el poder y anunció que las elecciones
eran ilegítimas. Esto desató las protestas de la mayoría de las organizaciones
civiles gambianas —uniones de abogados, médicos y otros profesionales liberales
con influencia—, así como de la prensa, los partidos y los sindicatos. La Comunidad
Económica de Estados de África Occidental exigió a Jammeh que respetase los
resultados de las elecciones y finalmente intervino en Gambia para asegurar una
transición de poder pacífica. Las tropas gambianas no ofrecieron resistencia y
finalmente Jammeh se exilió en Guinea Ecuatorial.
Nuevo presidente, nuevos retos

Barrow, el nuevo presidente de Gambia, es un magnate inmobiliario de la región


del Río Superior, una de las áreas más alejadas de Banjul. No era una figura muy
prominente en la vida política, aunque era conocido en Gambia por su papel como
hombre de negocios. Sin embargo, cuando Ousainou Darboe, el principal líder de la
oposición —que se había presentado como candidato en todas las elecciones
anteriores—, fue encarcelado, Barrow se convirtió en el líder de la oposición.

Tras su victoria, el nuevo Gobierno de Barrow estableció una Comisión de la


Verdad y la Reconciliación para investigar los abusos y la corrupción de Jammeh,
además de sus acuerdos comerciales y sus transacciones financieras. La economía
de Gambia presenta un gran reto para el nuevo Gobierno: la deuda externa del país
representa más del 120% del PIB. La oposición en el exilio ya ha organizado
protestas contra Barrow, y en el país las manifestaciones contra el nuevo Gobierno
han sido disueltas a tiros por la coalición africana que se encarga de supervisar la
transición democrática. Si bien esta coalición tenía previsto quedarse en Gambia
durante seis meses, su presencia se extiende hasta la actualidad.

Sin embargo, Barrow es popular y no necesita el apoyo de un ejército extranjero.


La presencia de las tropas se explica por la necesidad de asegurarse de que no
haya un intento de golpe de Estado de los partidarios de Jammeh, que siguen
siendo un número considerable. A pesar de las dificultades, los gambianos son
optimistas con respecto a su futuro. Casi un año después del fin de la dictadura,
Gambia intenta reincorporarse en la comunidad internacional y ha solicitado su
readmisión en la Commonwealth y la Corte Internacional de Justicia. La economía
ha mejorado moderadamente, con un incremento en el número de turistas, y la
actividad portuaria ha aumentado. Los crímenes de la dictadura están siendo
investigados y juzgados y la confianza en las instituciones se ha restaurado. El
futuro siempre es incierto, pero la corrupción y la represión de Jammeh han
quedado definitivamente atrás.

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