El Problema de La Vivienda en El Perú

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EAP Mar-Abr 1956 N° 223 Año XX

El Problema de la Vivienda en el Perú

por el Arquitecto Eduardo Neira Alva

DE Nueva York a Roma y de Río de Janeiro a Moscú el problema de la habitación


ensombrece todavía la vida de millones y millones de seres humanos. Cien años de
civilización mecanicista no han logrado todavía proporcionar a cada hombre un
techo, a cada familia una vivienda, a cada grupo humano el ambiente adecuado a
sus actividades fundamentales. No es el momento de discutir si alguna otra
civilización logró este objetivo. Es el momento de considerar con honestidad y
lucidez las posibilidades reales de alojar debidamente a los hombres de hoy.
Porque mientras existen, al parecer, los medios de proporcionar a cada familia una
habitación decente, la miseria de los barrios y de las viviendas sin luz y sin alegría
se ha convertido en un espectáculo diario, en una acusación infamante que los
hombres de esta generación no pueden ni deben soportar. Y dentro de ella
corresponde al técnico la doble misión de orientar y de contribuir directamente a la
solución del problema.

TAMBIÉN nosotros vivimos nuestra parte en la tragedia universal de la vivienda


inadecuada, de los tugurios malolientes, de la población sin techo; parte de la
miseria del Mundo es la miseria del alojamiento en el Perú. Muchas de las razones
que explican la crisis mundial de viviendas son también fácilmente aplicables Perú;
la presencia de un fenómeno universal de migración hacia los grandes centros
urbanos es también observable entre nosotros. Pero seguramente es diferente la
razón de esta migración centrípeta. Porque si en Europa, por ejemplo, encuentra
una explicación satisfactoria en el estallido de la revolución industrial, en el Perú, y
en general en América Latina, si bien la tendencia centrípeta es la misma, los
orígenes de ella no pueden evidentemente ser atribuido s al desarrollo de la
Industria incipiente en esta parte del Nuevo Continente.

Los orígenes profundos de esta desigual distribución de la población, en las cuales


se encuentra ciertamente la causa inmediatamente responsable de la crisis de la
vivienda, son los de un desequilibrio socioeconómico nacido al día siguiente de la
Conquista española y que consolidado por la Independencia hace crisis en este
siglo al contacto con las realidades económicas y sociales del Mundo de hoy. En
efecto, la Conquista destruyó el equilibrio cultural del Imperio incaico, establecido
después de siglos de adaptaciones de luchas: el equilibrio destruido no fue
reemplazado por otro equilibrio sino por una economía del más puro tipo
explotativo y por un sistema social del cual quedó completamente excluida la gran
masa indígena. La Independencia, que sólo representa un cambio político, no alteró
en lo substantivo estas condiciones económicas y sociales que en términos
generales subsisten todavía; por el contrario, la República consolidó un feudalismo
aún más autoritario y por consiguiente una economía siempre basada en la
explotación de la tierra y en el empleo de una mano de obra proveniente de una
masa oprimida y sin representación verdadera. Esta situación, que ha permanecido
estacionaria durante siglos, empieza a dar señales de alteraciones que no son
extrañas al desarrollo de una conciencia social y a la repercusión de las nuevas
condiciones dentro de las cuales se desenvuelve la economía mundial de este
siglo. Cambios radicales son inevitables en el futuro inmediato, si ha de
permanecer invariable nuestra vinculación con la cultura occidental. Es
precisamente el despertar de esta conciencia social el primero de los signos de los
nuevos tiempos y el imperativo categórico que plantea una reconsideración del
problema de la vivienda. Esta hipótesis, bosquejada en forma esquemática e
incompleta, puede ser discutida. Pero, mientras no se encuentre una mejor
explicación a los fenómenos responsables de la crisis, la adoptaremos como el
fundamento histórico filosófico del problema. Consecuentemente, habrá que
señalar primero que nada, la esencia popular de la crisis cuya intensidad es
inversamente proporcional a la capacidad económica de los grupos de la sociedad
peruana.

Esta observación, elemental y aparentemente innecesaria se explica si se considera


que hoy mismo se piensa que el problema de la vivienda es el de talo cual persona
que encuentra cierta dificultad en encontrar una casa o un departamento en
Miraflores o San Miguel. El problema de la vivienda alcanza sus proyecciones
multitudinarias, y por lo tanto nacionales, sólo cuando se considera el problema de
la gran mayoría de la población, que es totalmente diferente de la minoría
privilegiada en cuyo favor está aún organizado el sistema de provisión de
viviendas.

Que la gran mayoría de los peruanos vive en condiciones sub-normales es un


hecho que no requiere de cifras estadísticas para demostrarse. La visión de las
llamadas urbanizaciones populares, de los barrios marginales de cualquier ciudad
peruana, de los callejones y casas de vecindad de Lima, de las viviendas ruinosas
de nuestros pueblos de provincia, las condiciones miserables de la vivienda rural de
la cual los campamentos mineros y las "rancherías" de las haciendas son la
característica, son los testigos elocuentes de una situación que plantea con
desesperada insistencia la verdadera magnitud del problema.

Las cruelmente llamadas "urbanizaciones clandestinas" de Lima, Arequipa, lca,


Chiclayo, Piura nos ofrecen el cuadro de barriadas improvisadas, de´ viviendas
precarias de caña, latas y barro donde la vida se arrastra en condiciones
incompatibles con la dignidad humana. Ocupan superficies que crecen diariamente
y se asientan 9.71 todos los terrenos baldíos que pueden invadir. En Arequipa el
área invadida es ya superior al área de la ciudad misma. La especulación y la estafa
se han ensañado con estas poblaciones impelidas por la necesidad más aguda,
mientras la autoridad contempla indiferente -o inerme- el desarrollo de este cáncer
social cuyo diagnóstico no puede ser más grave y cuyo cuadro de miseria es inútil
para todo aquel que haya visto San Cosme, El Agustino, Mendocita, Leticia, la
Ciudad de Dios, 1º de Mayo o cualquiera de las urbanizaciones clandestinas de
Arequipa o los barrios de latas y barro de Piura y Chiclayo.

Los barrios marginales que rodean todas las ciudades del Perú provienen de los
primeros años de este siglo y representan el primer avance de la población que no
encontraba ya ubicación dentro del perímetro urbano y que creció
desordenadamente gracias a la imprevisión de la autoridad y a la especulación
inescrupulosa de los propietarios de los fundos aledaños. Tal es el caso de
Surquillo y La Victoria en Lima, de la "Portada de la Sierra" en Trujillo, del barrio
Centenario en el Cuzco, en general de todos los barrios que constituyen la primera
expansión urbana de las ciudades de provincia. En todas ellas la ausencia de
servicios sanitarios y de pavimentos, las viviendas sin luz y sin alegría, la falta de
espacios libres es la triste característica de estos barrios miserables.

Los callejones y casas de vecindad son seguramente los tugurios más


representativos de nuestra realidad. Inútil repetir el cuadro conocido por todos de
estos callejones limeños donde el "caño y el botadero" son todo el equipo sanitario,
donde las condiciones de luz y ventilación hacen de esas viviendas madrigueras
donde la tuberculosis y la promiscuidad son la norma.. Inútil también la visión de
las casas de vecindad en las cuales infinidad de familias viven en antiguas casas
unifamiliares en las cuales los servicios sanitarios siguen siendo los mismos -es
decir ninguno- y donde la continua subdivisión de los ambientes ha originado
hacinamientos increíbles. Son también verdaderos callejones y casas de vecindad
los inmuebles de alquiler que algunos propietarios inescrupulosos han construido -
El Porvenir por ejemplo- en flagrante oposición a los reglamentos menos exigentes,
estableciendo asi el triste precedente de nuevos tugurios sancionados por la
transigencia culpable de la autoridad.

Están también las viviendas ruinosas de muchas ciudades y pueblos de provincias


que una vez fueron residencias unifamiliares abandonadas por el éxodo de la
población y que ahora san los arruinados alojamientos de un importante sector de
la población de Cajamarca, Ayacucho, el Cuzco. Las condiciones de vida de estas
antiguas viviendas son necesariamente deficientes, siendo en casi todas ellas
necesarias urgentes reparaciones para adaptarlas a un mínimo de seguridad y
confort.

Por último, la habitación rural, que constituye otro problema desde el punto de vista
técnico, pero que humanamente es el mismo, es también altamente deficiente.
Basta citar solamente los campamentos mineros y las rancherías de cualquier
hacienda para evocar el cuadro miserable de las condiciones de vida de los
mineros y los campesinos del Perú.

LA total ausencia de estudios o de apreciaciones serias del problema impide


ofrecer una contabilidad de toda esta miseria. Una versión cuantitativa de la
vivienda infra-mínima es imposible por el momento y este hecho refleja una vez
más el absoluto descuido y la indolencia con que ha sido siempre considerado el
problema de la vivienda entre nosotros.

Solamente en 1945 la creación de la Corporación Nacional de la Vivienda,


estableció una actitud seria e idónea frente al problema. Por primera vez en nuestra
historia la crisis de la habitación se enfocó técnicamente y con medios apropiados.
El primer resultado, la Unidad Vecinal Nº 3, sigue siendo la expresión, de un
momento en el cual se creyó encontrar una respuesta a la desesperada situación
de millones de peruanos. Pero desgraciadamente las condiciones en las cuales
fuera creada la Corporación han sido cambiadas; consecuentemente el ritmo de
sus realizaciones ha decrecido al mismo tiempo que las dificultades financieras
encontradas han originado una continua elevación en los alquileres de sus nuevas
viviendas, que necesariamente se alejan cada vez más de las posibilidades
económicas de los sectores que más urgentemente necesitan de una habitación
decente.

Efectivamente, la CNV fue concebida como un organismo de economía mixta que


administra capitales del Estado y de particulares. El aporte de la iniciativa privada,
hecho en forma de acciones al 6 %, no han encontrado posibilidades de expansión
debido al altísimo tipo de interés predominante en las operaciones y bancarias que,
llevados hasta un 15 o 18%, hacen evidentemente insuficiente un interés del 6 %.
Por otra parte el continuo aumento del costo de vida y la Ley de Congelamiento de
los Alquileres ha hecho que la carga de mantenimiento y conservación de las
viviendas de propiedad de la Corporación sea tan elevada que compromete
actualmente un porcentaje muy elevado de los ingresos ( 40% en la Unidad Vecinal
Nº 3). Estas circunstancias han terminado por hacer muy difíciles las condiciones
dentro de las cuales trabaja la Corporación. No bastante sigue representando el
más serio de los esfuerzos hechos hasta hoy para aliviar la crisis.

La creación del Fondo Nacional de Salud y Bienestar Social que administra un


fondo equivalente al 3% de los sueldos y salarios ha alcanzado, pese a su reciente
creación, algunas realizaciones de importancia que aunque con serias reservas de
orden técnico, amplían las posibilidades de los sectores menos favorecidos, pero
no constituye, todavía, por lo reducido de sus posibilidades económicas -debe
encargarse también de la construcción de hospitales- una respuesta adecuada a
los términos con que el problema se plantea. Pero el problema no ha sido
planteado en forma adecuada. Hasta la fecha el total de viviendas construidas con
ayuda directa e indirecta del Gobierno no llega a 5,000 y se estima en fuentes
oficiales que sería necesario construir unas 20,000 viviendas al año en el Perú para
contrarrestar el aumento anual de demanda, sin contar las viviendas que deben ser
demolidas por límite de edad. La iniciativa privada construye en el país por lo
menos 70% de las viviendas, pero es indudable que este porcentaje comprende
solamente las viviendas para las clases económicamente solventes desde que
debemos que el poder adquisitivo promedio de nuestra población es de los más
bajos de América Latina y que con un ingreso "per capita" de alrededor de 3,000
soles anuales es prácticamente imposible atender la provisión de una vivienda
decente.

Es pues fácil deducir que nuestra población no puede en su mayor parte solucionar
el problema del alojamiento dentro de las actuales circunstancias.

El problema de la vivienda en el Perú no es problema de las clases sociales con


ingresos superiores a 2,000 soles. Este racionamiento prueba la cifra: Se ha
demostrado que es prácticamente imposible obtener una vivienda por menos de
50,000 soles, lo cual representa dentro de un interés "normal" del diez por ciento un
alquiler mensual de 500 Soles; si admitimos, de acuerdo con las estadísticas que
en el Perú se emplea hasta un 25 % de los ingresos familiares en la vivienda,
tendremos que concluir que se necesita un ingreso familiar de por lo menos 2,000
soles mensuales. Todos sabemos que es un porcentaje muy bajo, en el país, aquel
que pasa de esta cifra. Es a esta inmensa población, cuya cantidad se desconoce
exactamente a la que hay que ayudar a solucionar su problema de alojamiento. Es
también a esta población a la que se abandona.

Presentado así el problema, sus orígenes profundos se proyectan hacia los niveles
sacio-económicos de la realidad nacional. No es exhibicionismo ni demagogia
consignar aquí la lamentable situación de nuestros niveles de vida, sabemos que el
Perú detenta el triste privilegio de tener una de las poblaciones más desnutridas y
más tuberculizadas del Nuevo Mundo. Cuando el ingreso "per capita" no supera los
dos mil quinientos soles al año y cuando el costo de la vida sube en un 400%,
(como sucedió entre 1942 y 1952) no existe prácticamente, no puede existir
posibilidades de solucionar integralmente no ya el problema de la vivienda sino
también muchos otros problemas tanto o más apremiantes como el problema del
techo. Como el de la alimentación por ejemplo.

Y la solución no puede ser el aumento de los jornales y sueldos. Todos sabemos


que esto significa acentuar la inflación a corto plazo. Habría que buscar el aumento
de la productividad, crear nuevas fuentes de riqueza, buscar una mejor distribución
de la renta nacional, aumentar la capacidad del mercado interno y el poder
adquisitivo de la población, es decir cambiar la estructura económica del país
superar el absurdo y ciego centralismo que agobia al país, superar el letargo de la
actividad económica. En suma alterar substancialmente las condiciones de vida y
de trabajo de la población del Perú. Tal solución no está en manos de los, técnicos
en cuanto a tales. Corresponde al país entero buscar una salida a su desesperada
situación. Y buscar esta solución no es el tema de este artículo.

La crisis de la vivienda no es por lo tanto sino uno de los aspectos de la crisis


social y económica por la que atraviesa el país desde hace años. Sostener que el
problema del alojamiento puede resolverse por medios técnicos es una falacia.
Como sería afirmar que el problema de la alimentación en el Perú está en manos de
los dietistas y no en la de los capitanes de empresa y los propietarios de los
grandes latifundios que mantienen jornales de hambre para sostener una
producción basada en el bajo costo de la mano de obra.

Pero sería estéril tratar aquí el problema de la vivienda para concluir que no hay
nada que hacer sino esperar un cambio profundo en nuestra economía. Si es
verdad que la causa profunda de la crisis es la desesperada situación de nuestro
pueblo y de nuestra clase media, existen también causas inmediatas que pueden
ser brevemente analizadas para completar el cuadro clínico del problema y para
ofrecer un campo de acción en el cual si hay la posibilidad de actuación inmediata
para el técnico.

Estas causas que llamamos inmediatas pueden resumirse en:

1. El costo del terreno;

2. Las dificultades financieras; y

3. El estado de la construcción en el país.


Costo del terreno.-Hace poco más de un año, se demostró -por una campaña
iniciada por un diario local- que es posible tener una vivienda mínima por un costo
no mayor de 20,000 soles. La misma campaña demostró que el costo del terreno
para la misma vivienda alcanzaba a otros 20,000 soles. La desproporción
monstruosa de estas cifras demuestran palmariamente hasta qué punto el alto
costo de la tierra urbana gravita sobre la habitación modesta.

Si analizamos este costo veremos que es la especulación la directamente


responsable de esta situación. Un metro cuadrado de la mejor tierra agrícola,
cuesta en la costa tres soles por metro cuadrado, las Obras de urbanización
(pavimentos, instalaciones sanitarias y eléctricas), las áreas libres exigidas por la
reglamentación vigente el servicio de los capitales invertidos y los gastos de
admiración no suben más allá de los 60 soles cuadrado de terreno útil, es decir que
con 65 soles por metro cuadrado tendríamos un costo bastante aproximado y de
ninguna manera mezquinamente calculado; concedemos una utilidad neta de 35
soles por metro cuadrado -generosamente asignado- y tendremos un costo de
venta de 100 soles por

metro cuadrado útil. Y quien podría encontrar hoy, en cualquier parte de Lima, un
terreno a este costo cuando el precio en las nuevos urbanizaciones, no importa lo
apartadas que estén y lo desiertas que se encuentren, no baja de los 200 soles por
este mismo metro cuadrado de terreno.

La más negra especulación es la sola explicación para esta diferencia de cien por
ciento entre lo que debería ser el costo y el precio real de la tierra urbanizada. La
especulación y la falta de estabilidad de la moneda que obligan a todo aquel que
tiene algunos ahorros a invertidos en el único valor que no se devalúa. Contribuye
grandemente a esta situación la falta efectiva de un mercado abierto de valores en
el cual se pueda adquirir bonos y cédulas de aquellos, otros valores que no bajan:
las acciones de las grandes compañías y los consorcios mineros que no están a
disposición de quien quiera compradas sino que se negocian en círculos
reservados de propietarios que las ceden como favores especiales.

El Gobierno no ha intervenido aún efectivamente para compensar este mercado


defectuoso de la tierra urbana. Algún tímido intento ha originado la aprobación del
nuevo Reglamento de Urbanizaciones y Sub-división de Tierras hecho con el fin de
ampliar la oferta al dar nuevas facilidades y reducir el costo de los terrenos en las
nuevas urbanizaciones. Pero el resultado es dudoso porque hemos visto que no es
el costo lo que mantiene altos los precios. Hay que corregir el mercado de valores y
no solamente ampliar la oferta sino recortar la demanda.

Esta reducción de las solicitaciones del mercado sólo puede lograrse por la
constitución de cooperativas o por la construcción simultánea de urbanizaciones y
viviendas en cantidad tal que pueda quebrar efectivamente la especulación. Para
ello será necesario primero que nada un decidido apoyo oficial a las cooperativas y
la creación de instituciones crediticias que fomenten la urbanización para la
construcción de viviendas y no para la especulación. Es decir hacer que el Estado
además de controlar el proceso de urbanización se convierta, directa o
indirectamente, en urbaniza dar, o por lo menos en financista de las urbanizaciones
hechas por las cooperativas o por los constructores de viviendas de interés social.

Dificultades financieras.- Admitido el hecho de que se logre disponer de terrenos


baratos en cantidad suficiente queda por resolver el problema de financiar la
construcción de las viviendas que habrán de levantarse en los sismos. La única
institución de crédito para la construcción de viviendas económicas eso debería ser
el Banco Central Hipotecario del Perú, maxime si se considera que las instituciones
bancarias particulares tienen -desde hace muchos años- restringidos sus créditos
para la construcción de acuerdo a la política anti-inflacionista del Gobierno. Pero si
analizamos el funcionamiento del Banco Central Hipotecario Veremos que esta
institución está muy lejos de cumplir la función para la que teóricamente fue
creado.

Para empezar, el BCH no concede, de acuerdo a sus estatutos, más del 50 % del
monto de la valorización hecha por sus propios técnicos y que es necesario la
garantía de un inmueble, que no puede ser un terreno. Es natural deducir que dentro
de estas condiciones sólo pueden obtener créditos aquellas personas que poseen
ya un bien raíz que valga por lo menos el doble del valor de la construcción para lo
cual destinan el préstamo del Banco, es decir que no pueden ser personas que
necesitan construir su propia vivienda. Lo cual hace muy difícil deducir que estos
créditos se utilizan para levantar viviendas destinadas a ser alquiladas dentro de
las de alojamientos. Las trabas legales y las dificultades prácticas, así como el
reducido efectivo de que dispone el Banco son razones tan importantes como el
alto interés del servicio de crédito (8% de interés y 1 % de comisión) para mantener
en una situación perfectamente inalcanzable a este tipo de ayuda financiera.

Además de lo inoperante del sistema, hay que anotar que ellas mismas son
consecuencias de un fenómeno mucho más grave: el altísimo costo del capital en
nuestro medio. Mientras que en el Perú los bancos pagan un 8% sobre depósitos a
plazo fijo y mientras ningún inversionista se contenta con intereses menores al 15
o 20%, en Estados Unidos el interés normal fluctúa alrededor del 3.5 % y en Holanda
del 4%; y esto sólo para mencionar a dos países típicamente capitalistas. Es pues
natural que en tales condiciones sea absolutamente imposible financiar desde el
capital privado la construcción de viviendas económicas.

No será por lo tanto posible financiar la construcción de esta clase de viviendas si


no es por la intervención directa del Estado, no para construir unas cuantas
viviendas, sino para vivificar y estimular todo el esfuerzo constructivo del país por
medio de la creación de las condiciones financieras y del crédito popular necesario
para la construcción de casas y departamentos de costo reducido.

El Estado de la industria de la construcción.- Es necesario reconocer que nuestra


industria de la construcción no ha alcanzado todavía el alto nivel de eficiencia
característico de otros países. Los esfuerzos de algunos constructores y de una
que otra compañía por tecnificar métodos y materiales no consigue levantar un
promedio desgraciadamente bajo. Los resultados inmediatos son un alto costo
unitario y notables deficiencias en la obra. En rigor, la construcción de viviendas en
el Perú no puede ser clasificada como industria si se repara en el alto porcentaje de
desperdicio que significa la construcción por la vía humana y el número promedio
de obreros por obra. Las condiciones entre las cuales se desenvuelve la
construcción en nuestro medio corresponden aún a un plano artesanal más que a
una industria.

Es justo reconocer que esta situación no puede ser íntegramente achacada a


nuestros técnicos. Ella proviene directamente del sistema de encargos perdonables
que preside la construcción de viviendas. Cada vez que alguien busca de construir
una vivienda recurre a un arquitecto particular, a un ingeniero particular, a un
contratista, de presupuestar, de controlar, de administrar. Proceso repetido cada
vez con la consecuente elevación de los costos. Y es que, con mucho la solución
del problema de la vivienda proviene de iniciativas particulares que buscan en cada
caso resolver su propio problema: construir su casa. La construcción de viviendas
de renta está presidida por un deseo ilimitado de especulación y constituye más
que nada un medio de lograr una inversión segura que debe producir un interés
compatible con el interés comercial del dinero. De este modo la construcción de
casas y departamentos se hace solamente para satisfacer lo demanda
individualizada de grupos económicos con la debida solvencia para proporcionar el
dinero necesario o con el debido crédito para obtener que ese costo sea financiado
por alguna institución privada de crédito. Las masas populares o la clase media -
que más intensamente sufren de la crisis de viviendas- no han alcanzado todavía a
organizar cooperativas o a utilizar sus precarios ahorros en la construcción de las
viviendas de las que tienen tanta necesidad.

El sistema individual de construcción de viviendas no permite que los más eficaces


recursos de la tecnología moderna sean empleados: impide la mecanización, la
prefabricación de elementos, la normalización de las dimensiones y dificulta
grandemente el estable, cimiento de grandes empresas, y la investigación de
nuevos materiales y métodos.

La necesidad de arribar a un sistema de construcciones en serie ha sido hace


mucho tiempo adoptada en todos los países desarrollados del Mundo y constituye
la única manera económica de construir viviendas. Claro está que para ello es
necesario, primero que nada que sea un imperativo categórico el precio de las
viviendas. Tal no parece suceder entre nosotros y tal puede demostrar que no es
para las clases de reducida capacidad económica para quienes se construye en el
Perú. En efecto el 80 % de las construcciones que se levantan en el país
corresponden, unas más otras menos, a residencias o departamentos distinguidos
a personas de considerables recursos económicos (rentas siempre superiores a los
3,500 soles mensuales) o a representantes de una clase media que busca
confundirse con las clases más adineradas y por lo tanto a imitar sus formas de
vida y el "estilo" de sus viviendas.

De este modo son razones socio-económicas las que retardan el establecimiento


de la construcción en serie, de la arquitectura colectiva. Sobre este punto no habrá
seguramente otra cosa que hacer sino tratar de orientar a la población contra el
prejuicio de la vivienda en serie. Los grupos de las unidades vecinales construidas
y de las agrupaciones de viviendas de clase media son una prueba categórica de
que la arquitectura colectiva tiene mayores posibilidades de logros estéticos y de
satisfacciones humanas (parques de juegos para los niños, tranquilidad, seguridad,
etc.) que la arquitectura caótica e individual de cualquiera de los barrios nuevos de
Lima.

Otros factores retardan también el desarrollo de la industria de la construcción,


tales la ausencia de una mano de obra adecuada y eficiente, la reducida provisión
de materiales por la industria local de materiales de construcción, la ausencia total
de racionalización y normalización de los elementos constructivos, la existencia de
reglamentaciones anticuadas e inconvenientes; pero estos factores pueden ser
fácilmente superados por la acción coordinada de las asociaciones profesionales y
la autoridad responsable, por la creación de escuelas de artesanos y obreros, y por
ayuda financiera del Estado (por ejemplo a través del Banco Industrial) que podría
estimular la producción de nuevos materiales a costos menores.

Causas aparentes.- Por último queda; el análisis de una razón a la que


frecuentemente se le responsabiliza por la crisis de viviendas por la que
atravesamos. Se trata de b congelación de los alquileres decretada hace unos doce
años. Gran parte de la literatura sobre el problema de la vivienda se inicia con el
supuesto de que la crisis de viviendas arranca de esta medida tomada para evitar el
alza del costo de vida. Pero hay que aclarar que quienes así lo sostienen se refieren
ex la vivienda para las clases económicamente solventes, es decir las viviendas que
producen un interés "comercial". Hemos sostenido que éste no es el problema
esencial. La médula de la cuestión reside en la vivienda: para grupos de escaso
poder adquisitivo, para grupos en los cuales el interés" comercial" no puede ser
cubierto y en la construcción de cuyos alojamientos habrá que emplear otro tipo de
interés: el interés" social", inversión tanto o más "rentable" que la anterior pero
cuyos beneficios son indudablemente menos prácticos pero no menos reales:
tranquilidad social, incremento de la producción, mejores condiciones de vida,
intensificación de la actividad cívica, disminución de las cargas de salud pública y
asistencia social, incremento de la población, etc., etc.

Para estos grupos económicamente débiles, bien que numerosos ha existido


siempre el problema de la vivienda, antes aún que los alquileres fuesen congelados.
El capital privado no responde por estimulados de orden social. La respuesta de la
empresa privada al problema de las clases menos favorecidas de los "callejones" y
las casas de vecindad por este tipo de construcciones eran las únicas"
comercialmente" rentables. Pero esta situación tampoco puede ponerse por entero
dentro de la responsabilidad personal de los capitalistas peruanos, su raíz es más
profunda que la de una actitud de casta o de grupo: responde a la estructura socio-
económica del país que representa solamente a una fracción y no la más numerosa
del país. Para esta fracción se dan las leyes y se administra el país. Para esta
minoría también se construyen las viviendas.

El congelamiento de los alquileres ha servido sólo para estimular la especulación y


para perjudicar injustamente a algunos pequeños propietarios, esto es exacto. Y no
ha conseguido ni siquiera detener de algún modo el alza de la vida. Pero su
inutilidad fundamental viene del hecho de no ser, ni poder serlo, una medida
encaminada, por un medio o por otro a solucionar el problema de la vivienda.
POSIBILIDADES DE UNA SOLUCIÓN

LA crisis de la vivienda en el Perú -y en el Mundo entero- aparece como intrincada y


multifacética al punto de hacer dudar acerco: de la real posibilidad de una solución.
Por otra parte no existe problema al que el hombre no pueda hallar una solución,
pero esta afirmación optimista ha de ser respaldada por razonamientos lógicos que
propongan una solución viable.

No creemos que sea posible encontrar una solución permanente a nuestro


problema de la vivienda mientras no sean superadas las causas que hemos
llamado remotas. Que por otra parte son las causas de nuestra posición
retardataria en cuanto a la economía y al desarrollo en general del país. Hasta que
la sombra fatal del centralismo económico y administrativo no sea alejada no habrá
posibilidad de una real superación de la crisis. Es solamente dentro de un equilibrio
económico nacional donde podrán encontrarse los medios de llegar a una
estabilidad política y social y por lo tanto de la habitación. Por que la vivienda no es,
después de todo, sino un aspecto de fenómenos sociales y económicos más
profundos: de la distribución de la población, del desnivel de vida y de las
relaciones entre ciudad y campo, es decir entre agricultura e industria como
actividades y como formas de vida.

Pero seria ciertamente equívoco hablar de problema de la vivienda como problema


arquitectónico si no hubiese también la posibilidad de encontrar un medio de
mejorar la crisis dentro de las posibilidades inmediatas. Insistamos aún una vez
que la crisis sólo será verdaderamente trascendida como consecuencia de una
reorganización económica y social del país, pero contribuyamos también a la
búsqueda de una solución inmediata que sin perder su carácter fatalmente
transitorio permita obtener de las actuales circunstancias el máximo de
posibilidades en el empeño de obtener para todos mejores condiciones de vida.
Seguramente será sorprendente entrever posibilidades cuando lógicamente parece
que todos los caminos serán de muy corto recorrido y cuando parece que nos
encontraremos por todas partes con el alto muro del egoísmo y del prejuicio.

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