El Problema de La Vivienda en El Perú
El Problema de La Vivienda en El Perú
El Problema de La Vivienda en El Perú
Los barrios marginales que rodean todas las ciudades del Perú provienen de los
primeros años de este siglo y representan el primer avance de la población que no
encontraba ya ubicación dentro del perímetro urbano y que creció
desordenadamente gracias a la imprevisión de la autoridad y a la especulación
inescrupulosa de los propietarios de los fundos aledaños. Tal es el caso de
Surquillo y La Victoria en Lima, de la "Portada de la Sierra" en Trujillo, del barrio
Centenario en el Cuzco, en general de todos los barrios que constituyen la primera
expansión urbana de las ciudades de provincia. En todas ellas la ausencia de
servicios sanitarios y de pavimentos, las viviendas sin luz y sin alegría, la falta de
espacios libres es la triste característica de estos barrios miserables.
Por último, la habitación rural, que constituye otro problema desde el punto de vista
técnico, pero que humanamente es el mismo, es también altamente deficiente.
Basta citar solamente los campamentos mineros y las rancherías de cualquier
hacienda para evocar el cuadro miserable de las condiciones de vida de los
mineros y los campesinos del Perú.
Es pues fácil deducir que nuestra población no puede en su mayor parte solucionar
el problema del alojamiento dentro de las actuales circunstancias.
Presentado así el problema, sus orígenes profundos se proyectan hacia los niveles
sacio-económicos de la realidad nacional. No es exhibicionismo ni demagogia
consignar aquí la lamentable situación de nuestros niveles de vida, sabemos que el
Perú detenta el triste privilegio de tener una de las poblaciones más desnutridas y
más tuberculizadas del Nuevo Mundo. Cuando el ingreso "per capita" no supera los
dos mil quinientos soles al año y cuando el costo de la vida sube en un 400%,
(como sucedió entre 1942 y 1952) no existe prácticamente, no puede existir
posibilidades de solucionar integralmente no ya el problema de la vivienda sino
también muchos otros problemas tanto o más apremiantes como el problema del
techo. Como el de la alimentación por ejemplo.
Pero sería estéril tratar aquí el problema de la vivienda para concluir que no hay
nada que hacer sino esperar un cambio profundo en nuestra economía. Si es
verdad que la causa profunda de la crisis es la desesperada situación de nuestro
pueblo y de nuestra clase media, existen también causas inmediatas que pueden
ser brevemente analizadas para completar el cuadro clínico del problema y para
ofrecer un campo de acción en el cual si hay la posibilidad de actuación inmediata
para el técnico.
metro cuadrado útil. Y quien podría encontrar hoy, en cualquier parte de Lima, un
terreno a este costo cuando el precio en las nuevos urbanizaciones, no importa lo
apartadas que estén y lo desiertas que se encuentren, no baja de los 200 soles por
este mismo metro cuadrado de terreno.
La más negra especulación es la sola explicación para esta diferencia de cien por
ciento entre lo que debería ser el costo y el precio real de la tierra urbanizada. La
especulación y la falta de estabilidad de la moneda que obligan a todo aquel que
tiene algunos ahorros a invertidos en el único valor que no se devalúa. Contribuye
grandemente a esta situación la falta efectiva de un mercado abierto de valores en
el cual se pueda adquirir bonos y cédulas de aquellos, otros valores que no bajan:
las acciones de las grandes compañías y los consorcios mineros que no están a
disposición de quien quiera compradas sino que se negocian en círculos
reservados de propietarios que las ceden como favores especiales.
Esta reducción de las solicitaciones del mercado sólo puede lograrse por la
constitución de cooperativas o por la construcción simultánea de urbanizaciones y
viviendas en cantidad tal que pueda quebrar efectivamente la especulación. Para
ello será necesario primero que nada un decidido apoyo oficial a las cooperativas y
la creación de instituciones crediticias que fomenten la urbanización para la
construcción de viviendas y no para la especulación. Es decir hacer que el Estado
además de controlar el proceso de urbanización se convierta, directa o
indirectamente, en urbaniza dar, o por lo menos en financista de las urbanizaciones
hechas por las cooperativas o por los constructores de viviendas de interés social.
Para empezar, el BCH no concede, de acuerdo a sus estatutos, más del 50 % del
monto de la valorización hecha por sus propios técnicos y que es necesario la
garantía de un inmueble, que no puede ser un terreno. Es natural deducir que dentro
de estas condiciones sólo pueden obtener créditos aquellas personas que poseen
ya un bien raíz que valga por lo menos el doble del valor de la construcción para lo
cual destinan el préstamo del Banco, es decir que no pueden ser personas que
necesitan construir su propia vivienda. Lo cual hace muy difícil deducir que estos
créditos se utilizan para levantar viviendas destinadas a ser alquiladas dentro de
las de alojamientos. Las trabas legales y las dificultades prácticas, así como el
reducido efectivo de que dispone el Banco son razones tan importantes como el
alto interés del servicio de crédito (8% de interés y 1 % de comisión) para mantener
en una situación perfectamente inalcanzable a este tipo de ayuda financiera.
Además de lo inoperante del sistema, hay que anotar que ellas mismas son
consecuencias de un fenómeno mucho más grave: el altísimo costo del capital en
nuestro medio. Mientras que en el Perú los bancos pagan un 8% sobre depósitos a
plazo fijo y mientras ningún inversionista se contenta con intereses menores al 15
o 20%, en Estados Unidos el interés normal fluctúa alrededor del 3.5 % y en Holanda
del 4%; y esto sólo para mencionar a dos países típicamente capitalistas. Es pues
natural que en tales condiciones sea absolutamente imposible financiar desde el
capital privado la construcción de viviendas económicas.