23 Apendice Plegaria Eucatristica

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

Especiales para el porvenir

PLEGARIA EUCARISTICA
http://www.parroquiamilagrosa.es/index.php?p=plegaria_eucaristica#orixe

Introducción

Al tema de la plegaria eucarística durante los años de postconcilio  le han dedicado
muchos estudios. El tema, podíamos decir, se ha revelado nuclear en el estatuto teológico
y en la problemática pastoral en el terreno litúrgico. En la reforma conciliar, la plegaria
eucarística se ha desarrollado de manera original, pero también tradicional (teniendo en
cuenta la gran tradición de la Iglesia). Por poner un ejemplo en la liturgia romana de una
plegaria eucarística (canon) se ha pasado a 13 en el misal actual de Pablo VI. Nuestra
reflexión sobre la plegaria no pretende ser original, sino más bien, constatar una vez más
su importancia y su valor. Descubrir el contenido y el valor de esta plegaria es profundizar
en el misterio eucarístico desde la propia eucología (las oraciones) de la liturgia que es
también lex  credendi y traditio fidei de la Iglesia.

El misal actual ofrece en las plegarias eucarísticas un gran contenido teológico y litúrgico,
por lo tanto un gran contenido de fe. El volver ahora nuestra reflexión sobre la plegaria
eucarística, no pretende otra cosa que exponer la gran riqueza que encierra esta oración,
para llegar, no solo a celebrar con más sentido, sino también a vivirla en todos sus
aspectos para conseguir disfrutar verdaderamente de aquello que creemos, celebramos y
vivimos. Pienso que es algo que todavía no hemos conseguido del todo: disfrutar de la fe

Qué es la plegaria eucarística

Partimos de la definición que da la Introducción General del Misal Romano (IGMR). La


Plegaria eucarística es el centro y culmen de toda la celebración, es una plegaria de acción
de gracias y consagración. Es una oración que el sacerdote, invitando al pueblo a
asociarse a él, dirige en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo en el Espíritu santo,
a Dios Padre. El sentido de esta oración, sigue diciendo la IGMR, es que toda la
congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de Dios y en la ofrenda
del sacrificio.

La plegaria eucarística llamada también anáfora o canon (refiriéndose a la 1ª plegaria que


hoy está en nuestro misal “canon romano”) es la gran oración que comienza después de la
oración de presentación de los dones (súper oblata) y va hasta el padrenuestro. Comienza
con el diálogo “el Señor esté con vosotros” y termina con el gran Amén después de la
doxología. La plegaria eucarística es el corazón de toda celebración eucarística.

Toda la acción celebrativa donde la Iglesia cumple el mandato del Señor: “haced esto en
memoria mía”, recibe el nombre de eucaristía. En los primeros tiempos se le llamó fracción
del pan, cena del Señor, pero ya en el siglo II recibe el nombre de eucaristía (acción de
gracias gozosa). Desde entonces no se ha dejado de llamar eucaristía, si bien durante
mucho tiempo ha predominado el nombre de misa. Con el Concilio Vaticano II se ha vuelto
a recuperar el nombre de eucaristía, viniendo a llamar a la parte central de la misma
plegaria eucarística.

Es, en esta plegaria, donde llega a su plenitud y máxima expresión la acción de gracias y
la alabanza a Dios. Toda la plegaria es acción de gracias. Tiene un estilo propio, un género
literario original. Es un estilo y género bendicional: es una bendición a Dios, una alabanza
y acción de gracias. Así como la eucaristía es centro y culmen de toda la liturgia, la
plegaria eucarística es centro y culmen de la eucaristía. Sin esta plegaria toda la
celebración eucarística quedaría privada de la presencia objetiva del sacrificio redentor de
Cristo.

Su dinamismo interno se orienta en cuatro dimensiones: alabanza y glorificación del Padre


por las maravillas realizadas en la historia de la salvación; presencialización y ofrecimiento
del sacrificio de Cristo; invocación del Espíritu Santo sobre los dones y la comunidad; e
intercesión o comunión eclesial.

Para comprender la importancia de la plegaria eucarística, su estructura, lenguaje y


contenido es imprescindible partir de los datos aportados en los relatos de la institución
de la eucaristía del Nuevo Testamento. El origen de la plegaria eucarística se halla en la
última Cena de Jesús. “Jesús tomo el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos….

Después de cenar hizo lo mismo con el cáliz diciendo…”(Lc 22, 14-20 y paralelos en
Mateo y Marcos; Pablo en 1Cor 11). Con estos gestos Jesús se entregó a sí mismo, y al
mismo tiempo mostró a sus discípulos un modelo de celebración para que la Iglesia
continuara repitiendo lo que el había realizado.

Desde hace veinte siglos, la Iglesia al celebrar la eucaristía quiere reproducir con fidelidad
los gestos y palabras atribuidas a Jesús durante su última Cena. No hay un texto único, el
relato fundador lo encontramos en diversos pasajes neotestamentarios, en Mt, Mc, Lc y
Pablo. Hay que volver a las fuentes. En la última Cena, dice Jesús: Haced esto en memoria
mía (1 Co 11,23-25; Mc 14,22-24; Mt 26, 26-28; Lc 22,14-20). Y luego tenemos otros textos
que nos aportan datos sobre la eucaristía(Lc 24, 13-35; también los diversos relatos de la
multiplicación de los panes Mt 15,19; 15,16; Mc 6,41; 8,6; Lc 9,16; Jn 6,11; 21,1-14; el
discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, Jn 6; el lavatorio de los pies en Jn 13; etc.)

Tenemos por lo tanto cuatro fuentes del relato de la última Cena. Las diferencias entre los
diversos relatos muestran por un lado la imposibilidad de descubrir con certeza absoluta el
contenido de la última Cena y, por otro, que la preocupación fundamental no era la de
transmitirnos exactamente y de manera integral todo lo que hizo Jesús, sino trasmitir
aquello que fue novedoso y fundamentar su práctica.

Hay cuatro gestos que se repiten en todos los relatos: tomó; dio gracias/lo bendijo; partió;
dio. Esta fórmula evangélica con cuatro acciones viene a ser la fórmula litúrgica
característica de la eucaristía cristiana. En aquellas dos oraciones con las que Jesús dio
gracias (sobre el pan y sobre el cáliz) se encuentra el origen y modelo de la plegaria
eucarística de la Iglesia. En nuestra plegaria se halla la acción de gracias de Jesús por
medio del sacerdote.

Jesús nos dijo haced esto en memoria mía. La Iglesia desde el primer momento quiso
hacer aquello que Él hizo. Sin embargo la acción de gracias de Jesús aquella noche no nos
ha sido transmitida al pie de la letra, como así sucedió con el Padrenuestro De aquella
oración al estilo judío, transmitida por los apóstoles fue tomando cuerpo la plegaria
eucarística cristiana. Aquél dar gracias de Jesús, ha permanecido vivo y fiel en la Iglesia de
todos los lugares. La plegaria eucarística tiene como objetivo el dar gracias, el celebrar a
Dios. Con esta oración la Iglesia da gracias a Dios por Cristo en el Espíritu Santo. Es más,
afirmamos que por medio de la plegaria es el mismo Cristo quien continúa dando gracias a
Dios. Lo expresa bellamente el catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1359.

Cristo aquella noche nos dejó el memorial de su pasión, muerte y resurrección. Con los
gestos de la última Cena adelanta la consumación de su entrega, el tiempo de la
resurrección. Él cumplió la voluntad de Dios y su vida y su muerte ha sido una ofrenda y
una respuesta única de acción de gracias al Padre. Toda la vida de Cristo es una ofrenda
permanente que llega a su cenit en el misterio pascual y se prolonga en la eucaristía. Él es
ahora nuestra acción de gracias y al mismo tiempo el don del amor de Dios y la respuesta
de alabanza de Dios. Nuestra eucaristía, no solo parte de la de Cristo, sino que Cristo
mismo viene a ser nuestra eucaristía.

Esta eucaristía es la que celebra la Iglesia en el Espíritu. Es la Iglesia, la que ahora


necesita dar gracias a Dios por Cristo y el Espíritu y no lo hace porque Dios necesite
nuestra acción de gracias, lo necesita la misma Iglesia. En la eucaristía se aprende que dar
gracias no es un gesto neutro e indiferente, sino un gesto que compromete como “ aquella
noche”. Cristo al dar gracias se comprometía llevando su vida entregada a su
consumación perfecta. Dar gracias exige libertad y compromiso, amor y entrega.

Origen de la plegaria eucarística

Ya hemos señalado que el origen de nuestras plegarias eucarísticas está en aquella acción
de gracias de Cristo en la última Cena sobre el pan y sobre el vino. La comunidad cristiana
prolonga en el tiempo el dio gracias-bendición de Jesús. En las fuentes encontramos dos
palabras eulogein en Marcos y Mateo y eucharistein en Lucas y Pablo. La primera hace
referencia a la acción de bendecir. El significado original es de alabanza pero puede
significar acción de gracias por los beneficios recibidos. Eucharistein hace referencia a la
acción de gracias a Dios o al hombre y tiene una connotación significativa más restrictiva
que el termino eulogia.

La plegaria tiene un estilo propio, un género literario original que llamamos estilo y género
bendicional, es decir alabanza y acción de gracias. Pero a la hora de concretar más los
estudiosos mantienen opiniones diversas. Sobre los orígenes literarios de la plegaria
eucarística se han producido muchos estudios y todavía se siguen produciendo. El origen
judío bendicional de la plegaria nadie lo discute pero la duda surge al señalar una forma
determinada como antecedente más directo de nuestra plegaria. Se relaciona con tres
tipos de oración judía: la berakah, oración de bendición, la birkat ha manzon, oración de
gracias y la todah, oración sacrifical de alabanza.

La berakah, la palabra significa bendición descendente de Dios al hombre y una


ascendente del hombre a Dios. La estructura de esas oraciones suele ser: Una alabanza
inicial a Dios o una invitación a ella; enumeración (memorial) de las maravillas obradas por
Dios; la alabanza desemboca en una petición o intercesión; acaba con una alabanza final.
En tiempo de Cristo la oración de bendición estaba muy arraigada. En Cristo encontramos
oraciones de bendición Mt 11,25-26; Lc 10,21; Jn 11,41. También el Magnificat, el
Benedictus, la oración de Simeón son ejemplos de oración bendicional.

La birkat ha manzon. Algunos autores creen que el origen de la plegaria está en la birkat ha
manzon, la oración de acción de gracias después de las comidas. La idea central sería la
acción de gracias. Esta oración tiene como tres partes: bendición, acción de gracias y
petición. Debemos decir que en el NT a veces se usa indistintamente las palabras
bendición y acción de gracias.

La Todah. Para otros autores el origen está en la todah que es la oración de alabanza con
tono sacrificial. Es una oración más conectada con las comidas sacrificiales, penitenciales,
en el marco de la renovación de la alianza. Es una acción de dos partes: una más de
alabanza y acción de gracias por las maravillas de Dios y otra más de tono de petición y
súplica para que Dios siga actuando.

Con lo dicho hasta ahora podemos afirmar que dando por seguro su origen judío es difícil
determinar la genealogía de la plegaria eucarística cristiana. Tenemos pocos datos en los
primeros siglos para poder saber con certeza el camino que siguió la iglesia primitiva
hasta formular las plegarias que ahora conocemos. Como bien dice Aldazabal se siguieron
diversas líneas a la hora de cristianizar la oración judía: tanto la berakah, como la birkat ha
manzon o la todah pueden influir. Lo único que es claro es que la plegaria eucarística
cristiana es  heredera de la plegaria  judía. Los cristianos han llenado la herencia judía de
un sentido nuevo: la alabanza y acción de gracias por Cristo Jesús.

La Iglesia no se inventa la plegaria eucarística como tampoco se inventa la eucaristía. La


comunidad explica y desarrolla las actuaciones de Jesús preñadas de sentido y cargadas
de contenido. Jesús es, pues, el que instituye la eucaristía en su núcleo fundamental y
original. Acaece en este ámbito lo mismo que sucedió en la formación de los evangelios y
en el conjunto de todo misterio cristiano: La Iglesia no inventa el evangelio; solo recuerda
y ahonda, resaltando ciertos matices y sobre todo explicitando el contenido implícito en la
palabra y la obra de su único fundador.

Partiendo de ese origen embrionario en la última Cena, se fueron desarrollando en la


Iglesia variedad de plegarias eucarísticas que podemos clasificarlas en los siguientes
bloques: paleoanáforas o anáforas primitivas, anáforas orientales, plegarias eucarísticas
occidentales no romanas y plegarias eucarísticas romanas. Ello se debe a la variedad de
familias litúrgicas, o dicho de otro modo, en la Iglesia no encontramos un solo rito a la
hora de celebrar el misterio de Cristo, sino que encontramos distintos ritos, que solemos
clasificar en primer lugar como orientales y occidentales.

Nos encontramos así con variedad de plegarias en las diversas tradiciones litúrgicas de
Oriente y Occidente. En Oriente señalamos algunas plegarias: la anáfora de Addai y Mari
que es la más antigua conocida después de la Didaché. Proviene del oriente sirio. La
anáfora de Serapión, presenta una estructura muy antigua. Hay otras muchas anáforas. En
la parte más oriental o antioquena tenemos la anáfora que nos aparece en las
Constituciones Apostólicas; las anáforas llamadas de san Basilio, San Juan Crisóstomo,
Santiago, etc.; del área alejandrina (área de Egipto), además de la de Serapión, esta la
llamada de San Marcos.

Éstas anáforas o plegarias presentan características diferentes. La principal característica


se refiere al lugar que ocupa la epíclesis (invocación del Espíritu Santo). Algunas la
colocan después del relato de la institución y de la anamnesis (memorial), así lo hace la de
Hipólito, Santiago, San Basilio, y más tarde las del rito galicano e hispano. Otras como las
alejandrinas y la romana colocan la epíclesis antes del relato de la institución y una
segunda epíclesis después sobre la comunidad. Así lo hacen por ejemplo la plegaria de
Addai y Mari, Serapión, San Marcos y el canon romano.

En cuanto a Occidente, en Roma se hizo un único texto para la plegaria eucarística, el


llamado canon romano (la primera plegaria de nuestro misal actual). Pero tenemos que
señalar también las plegarias de la liturgia ambrosiana (zona de Milán) y las plegarias del
rito hispano, lo más característico de la liturgia hispánica es que tiene una plegaria para
cada celebración compuesta por partes móviles, propias de cada celebración y otras fijas.

Estructura de la plegaria

Ya hemos señalado antes que la plegaria eucarística tiene un estilo propio, un género
particular, pero encontramos que también tiene una estructura específica, esto es, unos
elementos comunes (dentro de algunas variedades). Señalamos ahora estos elementos,
esta lógica estructural de la plegaria de rito romano, tal como nos es expuesta por el misal
romano

1. Acción de gracias
2. Aclamación
3. Relato de institución
4. Epíclesis
5. Anámnesis (memorial)
6. Oblación (ofrenda)
7. Intercesiones
8. Doxología

Acción de gracias

La acción de gracias se desarrolla sobre todo en el prefacio, la 1ª parte de la plegaria


comienza con un dialogo inicial y terminaría en el Sanctus. El dialogo inicial: “El Señor
esté con vosotros… Levantemos el corazón… Demos gracias a Dios…” es invariable en
todas las plegarias. Es una invitación a dar gracias a Dios de modo gozoso. Prepara el
ánimo, busca la participación. Este dialogo indica que la plegaria aunque la pronuncia sólo
el sacerdote, es una acción de todos, el sacerdote pone la voz pero es la Iglesia la que la
hace.

Dentro del prefacio encontramos todavía una estructura particular: protocolo, cuerpo y
escatólogo (protocolo final). El protocolo es casi siempre idéntico: “En verdad es justo y
necesario…” enfatiza la necesidad de dar gracias a Dios. El cuerpo es la parte más
importante y también la más variable. Se exponen los motivos por los que se dan gracias.
Se da gracias por toda la obra de salvación pero nos vamos fijando en aspectos
determinantes, según el día, la fiesta o el tiempo litúrgico. El protocolo final proclama la
unión entre la Iglesia de la tierra y la Iglesia celeste. Por la celebración de la liturgia nos
unimos a la comunidad del cielo y participamos de la liturgia celeste. La liturgia que ahora
celebramos dará paso a la liturgia del cielo. Ésta última parte es una invitación a darnos
cuenta de ello y a unirnos en la alabanza celestial. El misal actual de Pablo VI ha
introducido más de ochenta prefacios. Todas ellas son piezas hermosísimas de gran
belleza y contenido teológico.

Aclamación

La alabanza del prefacio proclamada por el sacerdote es interrumpida y a la vez subrayada


con la aclamación del Sanctus. Es una aclamación gozosa, el texto se tomó de Isaías 6,3 y
de Mt. 21,9. Entró en la liturgia a partir del siglo IV. La asamblea se une al sacerdote y
también al canto del cielo (los ángeles y santos). El sanctus resalta la santidad del Dios
trino (con el trisagio) y al mismo tiempo centra la alabanza en el enviado de Dios:
Jesucristo, el que vino para salvarnos.

La alabanza se continua en el postsanctus, el vere sanctus: “Verdaderamente eres santo y


fuente de santidad” (PE II). Sirve de enlace con la primera epíclesis que viene a
continuación. La lógica es clara: Tú que eres santo, santifica estos dones, nuestra ofrenda.
Hasta este momento de la plegaria todo ha sido alabanza y acción de gracias a Dios, al
Dios bueno, al Dios que se revela en la historia que manifiesta su bondad en la obra de la
creación y sobre todo en la obra de la salvación.

Epíclesis

Significa invocación. Es la invocación que hacemos al Padre, para que envíe su Espíritu
sobre nuestra eucaristía. En realidad toda la plegaria es una epíclesis, pero en este
momento aparece su explicitación “envía Señor tu Espíritu…” Es un momento al que la
Iglesia atribuye gran importancia, y no sólo se da en la plegaria eucarística, lo
encontramos en otros sacramentos: sobre el agua bautismal, sobre el crisma, sobre los
que van a ser ordenados, etc. La celebración eucarística es la actualización del misterio
pascual de Cristo, hasta el punto que se identifica con Él, aunque sea de una manera
sacramental. Solamente con la fuerza del Espíritu y su actuación es posible que la
salvación de Cristo se realice hoy y aquí, y sólo por su fuerza se hace eficaz para nosotros.
Sólo el Espíritu nos hace presente a Cristo.

Lo peculiar de la plegaria eucarística de tipo romano, o sea la que tenemos en nuestro


misal es que tiene dos epíclesis, una antes del relato de la institución y otra después del
memorial. Una sobre los dones y otra sobre la comunidad.

Otra peculiaridad de las plegarias de Occidente es que la invocación del Espíritu se hace
antes de las palabras de la institución. Las de tipo oriental y las más antiguas siempre
después del relato de la institución. Esta postura la encontramos en las nuevas plegarias
de nuestro misal al añadir una segunda epíclesis. La epíclesis después del relato de la
institución es un testimonio muy antiguo y además manifiesta mejor todo el esquema de la
historia de la salvación. La obra del Padre que envía al Hijo y luego al Espíritu para llenar
de plenitud la obra de Cristo. La epíclesis nos manifiesta que la obra de la salvación en
nosotros y, por lo tanto, la eucaristía acontece por obra del Espíritu, no es por nuestra
fuerza, aunque repitamos las palabras del Señor.

La epíclesis es un momento capital. A las dos epiclesis de nuestra plegaria las solemos
denominar “de consagración y de comunión”. La primera, ya hemos hablado de ella,
invocamos al Espíritu para que transforme el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. La
segunda, de comunión, se pide la actuación del Espíritu para que transforme a la Iglesia en
cuerpo de Cristo por el Espíritu, para que la Iglesia sea edificada en cuerpo del Señor.
Ha habido una controversia teológica sobre cuál es el momento de la consagración: las
palabras del relato o la epíclesis.

Los orientales han puesto más hincapié en la epíclesis, los occidentales más en las
palabras del Señor. Podemos decir que los orientales han desarrollado más la teología del
Espíritu y los occidentales, nosotros, más la cristología. Esta discusión quedaría zanjada si
se admite que toda la plegaria eucarística tiene un sentido consacratorio. No es tanto el
momento, sino quién. En nuestra plegaria se manifiesta: invocación del Espíritu y además
palabras de la institución.

Terminemos diciendo que es el Espíritu Santo al que le compete toda obra de


consagración y santificación en la Iglesia. Desde esta actuación del Espíritu debemos
entender la doble vertiente: consagración de los dones y consagración de las personas.

Relato de la institución

Son las palabras de Jesús en la última Cena. En la eucaristía tratamos de repetir los gestos
y las palabras de Jesús en la última Cena renovando y actualizando el acontecimiento
salvador. La IGMR nos dice que son palabras de institución y consagración “con las
palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la
última Cena, cuando bajo las especies de pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo
dio a los apóstoles en forma de comida y bebida, y les encargó perpetuar este misterio”.

En este momento, después de la alabanza, la plegaria llega a su centro de mayor densidad


litúrgica y teológica. La alabanza que se inició y desarrolló en el prefacio, que se subrayó
en el Santo se convierte en memorial sacramental de lo que Cristo dijo y realizó, tanto en la
cena como en la cruz. Todas las maravillas realizadas por Dios desde la creación llegan a
su punto culminante en la pascua de Cristo. Estas palabras atestiguan que lo que nosotros
celebramos en la eucaristía no es obra nuestra.

Cristo mismo, mediante el ministerio sacerdotal, que actúa en persona Christi, dice las
palabras que dijo en la última Cena. Estas palabras son lo que constituyen en términos
escolásticos la forma del sacramento (la palabra sacramental) de aquí viene la pregunta,
cuándo se consagra. Respondemos que para la liturgia no es tanto el momento concreto
sino el conjunto, la acción. Consagra la acción del Espíritu, pero se requiere las palabras
de Cristo. De las palabras de Cristo y el poder del Espíritu resulta la presencia real,
sacramental, pero real, como diría Trento: verdaderamente, realmente, sustancialmente.

Por ello se hace genuflexión después de las palabras sobre el pan y después sobre el
vino para confesar que en la eucaristía adoramos la presencia del Señor.

La celebración de la eucaristía es el hoy de la pascua de Cristo, aquello que el Señor nos


dejó en la última Cena, realizó en su pasión y su resurrección, lo actualizamos hoy en la
celebración, lo veneramos y lo adoramos, así queda claro que la eucaristía no es obra
nuestra sino obediencia a lo que Cristo quiso dejarnos hasta que vuelva.

Anámnesis (memorial)

Esta parte de la plegaria es la que viene a continuación de las palabras de la institución. Es


el recuerdo y actualización del misterio pascual de Cristo, expresado con formulas
diversas en las distintas plegarias del misal. Este recuerdo y actualización de la muerte y
resurrección de Cristo comienza con la intervención de la asamblea: anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección, continúa con las palabras del sacerdote.

El memorial no es un simple recuerdo de algo pasado, sino de algo verdaderamente actual


y eficaz para nosotros aquí y ahora. Así, nosotros, hoy podemos participar de la salvación
manifestada en Cristo Jesús. La Iglesia al celebrar la eucaristía cumple el mandato del
Señor y así recuerda y actualiza su pasión, su resurrección y su ascensión al cielo. Quizás
convenga detenernos, para entenderlo mejor, en la noción de memorial. Partimos de la
noción tal como es explicitada en el Catecismo de la Iglesia:

- Desde un punto de vida bíblico, el memorial expresa la realidad del acontecimiento y su


actualización objetiva, así como la presencia de la cosa conmemorada, pero al mismo
tiempo dice que ésta no se repite, no se le saca de su lugar histórico, y, sin embargo, hace
sentir su efecto en el presente, está presente.

-Desde un punto de vista dogmático, cuando el ministerio ordenado pronuncia la plegaria y


dentro de ella las palabras consagratorias sobre el pan y el vino, está realizando el
memorial que Cristo nos mandó; es decir, no una mera conmemoración sino la
representación de lo que se conmemora, la presencia real de lo que históricamente ha
pasado y que aquí y ahora se nos comunica de manera eficaz.

-Desde un punto de vista litúrgico el memorial es presencia del Sacrificio de Cristo en


Virtud del Espíritu Santo, sin que se repita el sacrificio histórico y la Iglesia a través del
memorial toma parte en aquel sacrificio y, a la vez, lo ofrece Dios

Oblación (ofrenda)

El memorial se culmina en la oblación (ofrenda). La eucaristía es memorial, pero memorial


de un sacrificio que es actualizado en la celebración y que es ofrecido al Padre uniendo en
una única ofrenda el sacrificio de la Iglesia. El sacrificio de la cruz, en la celebración es
ofrecido de nuevo al Padre de una manera sacramental. Al ofrecer este sacrificio al Padre,
la Iglesia también se ofrece uniéndose a Cristo en el Espíritu por la salvación del mundo

Así la eucaristía se convierte en el sacrificio total: de la cabeza (Cristo) y su cuerpo (de sus
miembros, la Iglesia). Como nos dice la IGMR, la Iglesia pretende que los fieles no solo
ofrezcan la victima Inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a si mismos, y que de día en
día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre si, para que,
finalmente, Dios lo sea todo en todos. Esta parte de la plegaria se convierte así en el
verdadero ofertorio de la misa, por eso el misal prefiere no llamar ofertorio al momento de
llevar el pan y el vino al altar sino presentación de dones.

El verdadero ofertorio es ofrecernos con Cristo al Padre. Para que esto sea posible la
Iglesia  invoca al Espíritu Santo sobre la comunidad, porque llegar a ser con Cristo víctima
viva es obra del Espíritu Santo.

Intercesiones y el recuerdo de los santos

Esta parte de la plegaria expresa la unión de la Iglesia de la tierra con la Iglesia del cielo. La
eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia celeste y terrestre y todos sus
miembros, los que peregrinamos en la tierra, los difuntos y los santos del cielo.Por medio
de las intercesiones pedimos a Dios que lo que realizó un día en el misterio pascual de
Cristo siga realizándolo hoy con la humanidad entera, con toda la Iglesia terrestre en todos
sus miembros (Papa, obispos, sacerdotes, fieles) y con la Iglesia de los difuntos de manera
que todos lleguemos a la plenitud de la salvación en el cielo.

El recuerdo de la Virgen y los santos nos recuerdan cual es nuestra meta. Esta parte de la
plegaria manifiesta la solidaridad de la Iglesia y la de todos sus miembros, manifiesta ante
todo que lo que mejor define a la Iglesia: su ser  comunión. La Iglesia es comunión.
También expresa que la Iglesia en Cristo es intercesora, participa de la gran intercesión de
Jesucristo. La intercesión nos sitúa en marcha hacia la plenitud del Reino de Dios. Nuestra
Iglesia, la que celebra la eucaristía camina hacia la meta definitiva, donde contempla que
algunos han llegado ya.

La doxología final

Doxa significa gloria. Es una alabanza dirigida a la Trinidad con la que se concluye la
plegaria eucarística. Se retoma el estilo de alabanza con el que se empezó la plegaria en el
prefacio. Esta alabanza va dirigida al Padre por redención de Cristo en la unidad del
Espíritu Santo. En la doxología expresamos que Dios nos bendice por Cristo y nosotros
por Cristo bendecimos a Dios (carácter descendente y ascendente).

En la eucaristía celebramos la gran bendición de Dios para nosotros ha sido toda la obra
de salvación que llega a su punto culminante en la pascua de Cristo. Pero también en la
eucaristía la Iglesia, nosotros, bendecimos a Dios en Cristo, precisamente, por toda su
obra. Unidos a Cristo podemos bendecir a Dios.

Al elevar el sacerdote la patena y el cáliz el cuerpo y la sangre de Cristo se está


resumiendo toda la creación y toda la historia de salvación tanto en su sentido
descendente, de Dios hacia nosotros, como en su sentido ascendente de nosotros hacia
Dios. Así aparece la gran mediación de Jesucristo tanto en un sentido como en otro. Se
concluye la doxología y toda la plegaria con el Amén de la asamblea, el gran Amén. Es el
asentimiento a toda la plegaria y lo que en ella se expresa. El Amén condensa el sí del
creyente, el sí de la Iglesia. Es el Amén más importante de todos los Amén que pronunció
la Iglesia.

A modo de conclusión.

Quiero terminar esta sencilla exposición con lo que había indicado al principio de la
misma. No se trataba de una profundización teológica novedosa, sino más bien un
recordatorio que nos haga más accesible la gran riqueza que encierra esta gran oración de
la eucaristía. Todavía nos queda por hacer (quizás para otro artículo) el ver como se
desarrolla todo el contenido de la plegaria en las distintas plegarias que contiene nuestro
misal.41 El misal romano de Pablo VI, contiene trece plegarias eucarísticas. Sería
interesante analizar los matices de cada una, así como dar unas pistas para su elección.
No siempre podemos escoger cualquier plegaria,.

Terminemos diciendo que la plegaria es un lugar privilegiado en el que la Iglesia expresa


su fe, su comprensión del misterio cristiano. Conocerla y vivirla es profundizar y vivir
dicho misterio. La plegaria no es solo una oración para la celebración, no es solo para la
consagración de los dones.  En ella descubrimos toda una pedagogía que nos educa e
introduce en el camino del seguimiento de Cristo, en el camino espiritual. De ahí nace la
importancia de celebrarla bien, esto es muy importante.

Cabe preguntarnos si damos toda la importancia que se merece este momento central de
la misa. Sacerdotes y fieles deben tener muy presente cuál su papel y su manera de
participar.

La plegaria nos ayuda a vivir día a día que Cristo es el centro de nuestra fe, que la
eucaristía es el centro y culmen de toda la vida cristiana. Al celebrar la eucaristía
cumplimos el mandato del Señor. Desde la pascua la eucaristía es el alimento que nos da
vida y que un día nos llevará a la vida definitiva. Nosotros por nosotros mismos no
podemos nada, pero con la  fuerza del espíritu podemos transformarnos, no solo en
creaturas nuevas sino en pan que da la vida al mundo.

Los cristianos seguimos necesitando conocer mejor el contenido y riqueza de nuestros


textos litúrgicos, ellos sirven a la celebración y toda celebración es confesión de nuestra
fe. No podemos celebrar bien si desconocemos la forma en que lo hacemos. La verdadera
renovación litúrgica vendrá del esfuerzo por su comprensión y profundización.

También podría gustarte