Psicologia Moral
Psicologia Moral
Psicologia Moral
Para Delton y Krasnow las teorías del desarrollo moral como las de Piaget o
Kohlberg asumen implícitamente que las sucesivas adaptaciones evolutivas han
dado lugar a la moral y que esta depende de procesos cognitivos genéricos
(razonamiento, deducción, inducción...). Citan otros trabajos que en cambio
apuntan a que la evolución ha equipado a la mente con conceptos
específicamente morales como “bueno” y “malo” (Greene, Sommerville, Nystrom,
Darley, y Cohen, 2001; Hamlin, Wynn y Bloom, 2007; van Leeuwen, Park, y
Penton-Voak, 2012), o estudios que apuestan por la idea de la existencia de
estructuras más específicas que posibilitan el sentido de comunidad, del daño y de
la justicia (Haidt y Bjorklund, 2008). Este último enfoque es su planteamiento: la
selección natural ha favorecido el desarrollo de conceptos concretos y habilidades
morales específicas que van más allá del sentido de lo que es correcto o
incorrecto. A continuación exponen tres ejemplos de conducta que consideran son
posibles gracias a la sofisticación mental a la que acabamos de aludir: la
cooperación, el intercambio y la condena social.
Los autores comienzan recordándonos cómo los seres humanos han desarrollado
un sistema para compartir los recursos de la comunidad que les ha posibilitado
adaptarse a las constantes contingencias a las que se ven expuestos. Nos
explican cómo en sus orígenes cualquier recolector podía ser víctima de la mala
suerte, sufrir un accidente o caer enfermo, y cómo otros recolectores en cambio
podían obtener más de lo que consumían; así fue como descubrieron que
compartir protegía contra la escasez y la privación, lo cual redundaba en beneficio
de todos. Pero, añaden, este sistema solidario es vulnerable a los individuos que
se aprovechan de él sin contribuir en absoluto. En principio estos individuos
insolidarios serían más eficientes, ya que se beneficiarían con coste cero, sin
embargo son la excepción, no la norma, por ello se preguntan: ¿por qué la
selección natural no ha favorecido su desarrollo?, y se plantean la hipótesis de
que debe de existir algún mecanismo compensatorio para que esto no se haya
producido: ¿habrá generado la selección natural un mecanismo destinado a
identificar y responder negativamente a estos individuos “oportunistas”? Delton y
Krasnow continúan reflexionando que de ser así la mente necesitaría estar dotada
de la capacidad de ver más allá de la conducta y hacer inferencias sobre las
motivaciones que subyacen a la misma (Delton y Robertson, 2012), los
experimentos han corroborado esta hipótesis (Delton, Cosmides, Guemo,
Robertson, y Tobby, 2012): los individuos “oportunistas” son rápidamente
identificados e incluso cuando contribuyen de forma similar a los “cooperadores”
provocan una respuesta moral negativa (el castigo o la exclusión). La evidencia
apunta a que la mente posee conceptos específicos, como el del “oportunismo”, y
también parece poseer esquemas que facilitan identificar al compañero que
resulta más valioso a nivel cooperativo (Delton y Robertson, 2012).
El segundo ejemplo que nos brindan los autores viene dado por la cooperación
dentro de una relación: cuando ambas partes tienen algo que es valioso para el
otro el intercambio reporta un beneficio mutuo, es un universal cultural que junto a
la especialización y la división del trabajo ha sido responsable de gran parte del
desarrollo humano. Pero también señalan que negociar es arriesgado, siempre
existe la posibilidad de ser estafado, lo cual invalida la confianza indiscriminada.
Argumentan que parte del riesgo puede reducirse eligiendo el compañero
adecuado, alguien que por su reputación haya demostrado ser confiable, pero
además es necesario castigar estos comportamientos para asegurarse de que las
transacciones estén sujetas a la moral y puedan por lo tanto resultar beneficiosas.
Delton y Krasnow subrayan nuestra capacidad de hacer discriminaciones morales
en una transacción: aprovecharse de una ganga es moralmente correcto, estafar
no. Consideran que los mecanismos psicológicos que posibilitan este tipo de
distinciones deben apoyarse en funciones altamente especializadas, y
comprueban la validez de esta hipótesis realizando una serie de experimentos
(Krasnow, Cosmides, Pedersen, y Tooby, 2012), en los que miden la
predisposición hacia la cooperación y el engaño de los participantes
exponiéndolos a escenarios de supervivencia y a otros juegos de confianza. Estos
fueron los resultados:
o
Los participantes por defecto estaban abiertos al intercambio y
confiaban en su compañero.
o
Los participantes se veían influidos por la reputación de su
compañero, usando estos datos para predecir su conducta.
o
Los participantes invertían más dinero en castigar a su compañero
si pensaban seguir colaborando con él.
De ello dedujeron que la arquitectura moral que interpreta la violación del las
normas del intercambio parece haber sido diseñada para discriminar los
compañeros que resultan más rentables y no meramente para atribuir errores
morales en general. Así mismo concluyen que la principal función del castigo es
regular las relaciones de intercambio, no dependiendo tanto de la falla moral que
lo causa como de si la relación en la que sucede va a seguir existiendo. Para
Delton y Krasnow las estructuras cognitivas que son responsables de nuestras
respuestas morales no parecen estar diseñadas para hacer una evaluación
desapasionada de las transgresiones y tampoco parecen provenir de un sistema
moral general sobre lo que es correcto o no, en su lugar, el sistema parece
caracterizarse por generar la aprobación y la desaprobación, la confianza y los
castigos necesarios para gestionar los riesgos del intercambio social y maximizar
sus beneficios.
Los autores exponen el hecho de que todas las sociedades tienen su propio
elenco de comportamientos reprobables, y se preguntan cómo se coordinan las
personas para ello. Citan a Descioli y Kurzban (2009, 2013) los cuales
investigaron los motivos de la diferencia en el grado de castigo otorgado a las
“faltas” por acción y por omisión. Tras diversos experimentos llegaron a la
conclusión de que las “faltas por omisión” debido a su “invisibilidad” hacen más
difícil la coordinación en el juicio moral (ya que no causan directamente el daño) y
por ello generan un menor castigo. Comprobaron que cuando las “faltas por
omisión” son públicamente evidentes sufren la misma condena, con lo que
concluyen que las dificultades para coordinarnos afectan a nuestros juicios
morales. Basándose en esto Delton y Krasnow sostienen que una de las funciones
de las reacciones morales es ayudar a coordinar el juicio entre múltiples personas.
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