Comentarios de Paisajes Naturales
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PAISAJES NATURALES
Imágenes de las Islas Cíes, archipiélago situado a tres millas de la costa frente a la Ría de
Vigo e integrante del Parque Nacional marítimo-terrestre de las Islas Atlánticas. La figura
1 muestra una vista de conjunto de la Isla de San Martín, y permite apreciar su carácter
escarpado y la discontinuidad de la cubierta vegetal. La figura 2 muestra un sector del
litoral frecuentado por gaviotas y cormoranes, las aves más abundantes del archipiélago.
El archipiélago de las Cíes está compuesto por tres islas principales y algunos islotes
menores. Situado frente a la Ría de Vigo y de disposición N-S, es de constitución granítica
y debe su origen a la tectónica de bloques que conformó este sector de las Rías Bajas en
el alpino.
El relieve es muy escarpado, lo que permite alcanzar alturas de 200 metros. Sin embargo,
muestra una fuerte disimetría entre ambas vertientes. La occidental (a la derecha en la
figura 1) está expuesta a la acción erosiva del viento y del océano, por lo que es mucho
más abrupta y acantilada. La oriental, en cambio, está más resguardada, y presenta un
perfil más suave y alberga playas y campos dunares de cierta extensión (destacando la
de Rodas que une las islas del Norte y del Faro).
Ligados al sustrato y a la topografía, los suelos están poco desarrollados, son ácidos y
pobres lo que, unido al efecto del viento y a una acusada sequía estival, limita el
desarrollo de la vegetación. No obstante, ésta presenta una cierta diversidad: las zonas
más expuestas son el dominio de las plantas rupícolas adaptadas a la elevada salinidad y
a los nitratos procedentes de las deyecciones de las aves. En las posiciones más
resguardadas el suelo es mejor, y permite una cubierta de matorral a base de toxo (Ulex
europaeus) y carpaza (Cistus salvifolius) o, incluso, plantaciones de eucaliptos y pinos,
introducidos a partir de la década de 1940, y que implicaron la práctica destrucción de las
masas originarias de cerquiño (Quercus pyrenaica). Por fin, los arenales conservan
interesantes comunidades exclusivas.
Finalmente, hay que destacar la gran productividad biológica del mar gracias a un
fenómeno de afloramiento de aguas profundas, ricas en nutrientes, y a su elevada
transparencia. Gracias a ello, se encuentran en las Cíes sobresalientes ecosistemas
marinos, como los grandes campos de algas pardas de los géneros Laminaria y
Sacorhiza, incluidos en el ámbito del Parque Nacional.
Sin embargo, las islas Cíes son muy pequeñas y, en consecuencia, resultan muy
vulnerables. Accidentes como la marea negra causada por el hundimiento del “Prestige”
en el año 2002 producen impactos cuyas secuelas pueden resultar prácticamente
irreversibles a corto plazo, mientras que la simple presión involuntaria de los millares de
turistas que visitan las islas puede resultar incompatible con la presencia, o el
mantenimiento, de las pautas de comportamiento de un buen número de especies.
Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria
Figura 1. Isla de San Martín desde la Isla del Faro
Figura 2. Sector rocoso del litoral de la Isla del Faro con gaviotas y cormoranes
LAGOS DE COVADONGA
Entorno del valle de La Ercina (1100 metros de altitud) en el Macizo Occidental de los
Picos de Europa. Fotos obtenidas desde la margen septentrional del lago, junto a las
minas de Bufarrera. En la figura 1 se puede observar el lago, alojado en una depresión
glaciokárstica y dominado por la cumbre de Peña Santa (2596 m). La figura 2 muestra la
depresión contigua de la Vega de Comella ocupada por pastos.
El elemento más destacado de este paisaje es el relieve que, por su vigor, determina
absolutamente los rasgos de la hidrografía, del manto vegetal y de los aprovechamientos
humanos tradicionales.
La proximidad del mar Cantábrico, que se encuentra a poco más de 20 km en línea recta,
favorece la llegada constante de masas de aire húmedo que, obligadas a ascender
bruscamente, descargan abundantes precipitaciones y dan lugar a frecuentes nieblas. Por
otra parte, la altitud refresca el ambiente y permite la presencia de nieve hasta el principio
del verano. Todo ello contribuye a generar un ambiente muy húmedo que explica la
presencia de extensos hayedos (figura 1) o, allí donde el karst no es capaz de absorber
eficazmente el agua, de lagos o humedales. No obstante, en los lugares en los que la
roca aparece desnuda, el agua escurre o se infiltra muy deprisa y la vegetación no es
capaz de instalarse.
Sin embargo, a pesar de constituir un entorno muy duro, los Picos de Europa han sido
frecuentados desde la prehistoria y la vegetación original ha sido muy alterada por las
actividades humanas, en particular, por la ganadería y la minería.
Por otra parte, las actividades extractivas que se han desarrollado aquí hasta hace
algunas décadas han exigido grandes cantidades de madera, que se obtenían en los
bosques locales, para entibar las galerías o como simple combustible.
Con todo, la riqueza natural de la montaña cantábrica debe mucho a este complejo
mosaico de ambientes y la desaparición de ciertas actividades humanas supondría un
rápido empobrecimiento.
Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria
Figura 1. Lago de la Ercina
VALLE DE CABEZÓN
Valle de Cabezón, correspondiente al curso bajo del río Saja en el centro de Cantabria. La
figura 1, obtenida desde la sierra de Cos, permite observar el contraste entre las laderas,
abruptas y ocupadas por arbolado, y el fondo aluvial, resultado de los aportes
sedimentarios del río, donde se concentran las poblaciones y principales actividades
humanas. En la figura 2, se observa un detalle de las terrazas que ocupan el fondo del
valle.
El valle de Cabezón se encuentra cerca del mar y, por tanto, de la desembocadura del
Saja, al tiempo que coincide con el afloramiento de un diapiro en el que predominan rocas
muy fáciles de erosionar.
Durante las fases frías del Cuaternario el nivel del mar descendió un centenar de metros.
En estas circunstancias, la fácil erosionabilidad de las rocas permitió al Saja excavar un
amplio valle, cuyo fondo se situaba varias decenas de metros por debajo del nivel actual
del lecho.
Sin embargo, al aumentar las temperaturas y subir el nivel marino, la pendiente del cauce
disminuyó, el río perdió capacidad de transporte y el valle anterior fue rellenándose con
los acarreos de las crecidas. Eso explica el contraste existente entre las laderas del valle,
resultado de la erosión y relativamente inclinadas, y el fondo del mismo, consecuencia de
un relleno producido por el río y, por tanto, plano (figura 1).
Como a lo largo del Cuaternario las fases frías y cálidas han ido alternándose sin
interrupción, las etapas erosivas o sedimentarias se han repetido generando todo un
sistema de terrazas (figura 2).
El valle posee excelentes suelos, está rodeado de montes que han proporcionado madera
y pastos, y ha disfrutado de una gran prosperidad gracias a sus minas de sal. Sin
embargo, el corredor fluvial está expuesto a devastadoras inundaciones. Cada avenida
aporta importantes volúmenes de sedimentos que, aún hoy, van rellenando el valle poco a
poco, y produciendo frecuentes cambios en el trazado del lecho (veáse el aspecto del
mismo en la fotografía aérea de 1956). Por esta razón, los asentamientos tradicionales
han tenido que alejarse del río situándose sobre las terrazas más altas (figura 2), dejando
el fondo del valle reservado a los usos agrarios.
Desde el punto de vista geológico, este sector de la isla de Mallorca constituyó una
cuenca que facilitó la acumulación de una secuencia de calizas arrecifales, calcarenitas y
otros depósitos de plataforma carbonatada a lo largo del Tortoniense-Messiniense (final
del Mioceno). Dada su cronología postalpina, la estratificación conserva una disposición
horizontal, que explica el carácter tabular del relieve actual (figura 1).
La existencia, a lo largo de gran parte del Plioceno y del Cuaternario, de un clima mucho
más lluvioso que el actual permitió la aparición de una red de drenaje superficial sobre
esta plataforma. Sus cauces tendieron rápidamente al encajamiento aprovechando las
principales líneas de fracturación de los estratos calizos. Sin embargo, esta evolución
quedó abortada por efecto de la carstificación y, posteriormente, de una fuerte
disminución de las precipitaciones.
Al mismo tiempo, la acción erosiva del mar ha sido la causante de un progresivo retroceso
de la línea de costa y del predominio de los acantilados (figura 1). Sin embargo, la altura
de éstos está condicionada por el vigor del relieve interior y, en el área de Cala Pi, es
siempre moderada.
Las condiciones locales no son favorables al desarrollo de los suelos y la fuerte aridez
estival, agravada por la exposición al viento y a la salinidad, limitan las posibilidades de la
vegetación. Sobre la plataforma caliza predomina el pinar (Pinus halepensis, en su
variedad endémica, ceciliae), y una maquia de acebuche (Olea silvestris), con mata
(Pistacia lentiscus), y numerosas jaras y labiadas (fotos 1 y aérea). En los acantilados y
fondo de las calas esta vegetación da paso a otra a base de plantas adaptadas a los
hábitats rocosos y a la salinidad, con presencia de varios endemismos y rarezas
botánicas (figura 2).
Cala Pi ofrece un fondeadero natural que desempeñó un importante papel histórico, pero
que resulta peligroso en caso de temporal y excesivamente pequeño para las
necesidades actuales (tal vez como consecuencia de un progresivo relleno y pérdida de
calado). Sin embargo, forma parte de un entorno aceptablemente conservado de gran
interés paisajístico y recreativo, por lo que soporta una frecuentación importante. Por otra
parte, tiene una notable riqueza faunística y, en particular ornitológica, que ha justificado
su conversión en un Espacio Natural Protegido.
SIERRA DE AITANA
De un modo general, y obviando las variaciones a una escala de mayor detalle, existe una
acusada disimetría en las precipitaciones entre la vertiente septentrional y la meridional.
Respecto a las temperaturas se observan diferencias entre mitad oriental (por su
proximidad a la costa y por los valles abiertos al E y al SE) y occidental (con presencia de
heladas e inversiones térmicas en los valles más encajados).
La estructuración del relieve, y una variada litología en la que predominan las calizas en
los escarpes y en los sectores más elevados, mientras que las margas lo hacen en los
taludes y fondos de valle, determinan:
• un modelado cárstico (figura 3) y procesos en la evolución de los escarpes
con desprendimientos de grandes bloques, deslizamientos y fenómenos de
clima frío (sobre todo en el pasado) que han generado derrubios estratificados
y canchales.
• Los dominios potenciales de vegetación se ciñen a los pisos bioclimáticos:
• termomediterráneo: coscojar
• mesomediterráneo: carrascal sublitoral
• supramediterráneo: carrascal supramediterráneo
Autores: Ascensión Padilla Blanco. Juan Antonio Marco Molina. Universidad de Alicante
Figura 1. Vertiente septentrional de la Sierra de Aitana
Valle del Andarax en Santa Fe de Mondújar (Almería). Fotos obtenidas desde el borde del
rellano ocupado por el poblado y necrópolis prehistóricos de Los Millares. La figura 1
permite observar el fuerte contraste que existe entre las laderas, descarnadas y cubiertas
por una vegetación xerófila de porte herbáceo (detalle en la figura 2) y el fondo del valle,
densamente poblado y cultivado gracias a su mayor humedad.
El relieve del área descrita está modelado sobre sedimentos postectónicos, básicamente
miocenos, y se relaciona principalmente con la acción de las aguas de escorrentía. La
incisión es muy eficaz en las laderas, en las que el predominio de litologías deleznables y
la escasa cubierta vegetal favorecen las acciones erosivas, mientras que en los fondos de
los valles se acumulan grandes espesores de depósitos aportados por las sucesivas
avenidas. Estas circunstancias explican la presencia de un relieve áspero, aunque sin
grandes desniveles, surcado por amplios corredores aluviales planos y, en algunos
lugares, de gran anchura.
Dada la escasez de las lluvias, la red de drenaje está constituida por cursos de carácter
intermitente que han generado amplias ramblas (figura 1). Éstas permanecen secas
durante la mayor parte del tiempo, mostrando su fondo pedregoso y autorizando incluso
algunos tipos de usos. No obstante, los episodios de lluvias más intensas generan
violentas crecidas que, en unas horas, son capaces de alterar completamente la
fisonomía del fondo aluvial y poner en peligro cualquier tipo de creación humana.
Pero, además, este contraste natural se ha visto acentuado por efecto de las actividades
humanas. El poblado de Los Millares, desde el que están obtenidas las imágenes,
demuestra que este tipo de presión remonta, al menos, hasta el Calcolítico (final del tercer
milenio antes de nuestra era). Durante todo este tiempo, la cubierta vegetal de los
interfluvios ha debido empobrecerse por efecto del pastoreo y de la colecta de
combustible, mientras que los fondos de los valles han permitido la instalación de una
agricultura intensiva que ha dado lugar a ricos vergeles, en este caso de cítricos, sólo
limitados por el riesgo de las esporádicas avenidas (véase el contraste en la fotografía
aérea).
Amplios sectores de la Cuenca del Tajo presentan una topografía de formas planas
relacionada con la presencia de estructuras tabulares. El área comentada se localiza en la
margen septentrional de uno de los más característicos, La Alcarria, que abarca gran
parte de la provincia de Guadalajara y sectores de las de Cuenca y Madrid.
Las principales unidades de éste han quedado individualizadas por efecto de la incisión
fluvial. Una vez atravesada la capa de caliza, los cursos de agua se encajan rápidamente
en los materiales situados en niveles inferiores, mucho más fáciles de erosionar. Diversos
procesos de vertiente, favorecidos por la plasticidad de las arcillas y margas, contribuyen
a ensanchar los valles y permiten una acumulación de materiales en sus fondos que, en
ocasiones, los ríos no son capaces de evacuar
Los páramos que enmarcan el valle del Badiel son calizos, tienen suelos pobres y
presentan una marcada aridez bioclimática al ser el agua rápidamente absorbida por el
karst. Ello, unido a la dureza del clima, limita sus posibilidades agrarias de forma que los
tradicionales cultivos de cereales tienden a desaparecer, favoreciendo la recuperación del
arbolado. De este modo, la vegetación está dominada por masas de encinas o quejigos, o
por plantaciones de pinos junto a extensas áreas de matorral de sustitución en el que
abundan plantas aromáticas (tomillo, romero, ajedrea, mejorana, espliego...) que permiten
a la comarca producir su renombrada miel.
Las laderas de los valles presentan una fuerte inclinación, con frecuentes rupturas de
pendiente asociadas al afloramiento de los sucesivos estratos. Sus zonas bajas, sobre
todo en las laderas solanas, están ocupadas por olivar y por algunos cultivos de secano
(hoy en abandono, véase la figura 2) aunque en su mayor parte, y sobre todo en las
umbrías, resultan poco aptas para la agricultura; lo que les ha permitido conservar su
cubierta vegetal, o permanecer con la roca desnuda (figura 1). No obstante, han aportado
su contribución a la economía tradicional, ya que en ellas es muy fácil la extracción de
piedra o de arcilla para fabricar los adobes con que se construían las casas.
El fondo del valle, por fin, se beneficia de buenos suelos, de recursos hídricos y de una
topografía plana (figura 2). Ofrece los mejores emplazamientos para los asentamientos y
actividades humanas y, por ello, es la zona más transformada. Su vegetación original
incluía árboles caducifolios, y aunque éstos han sido sustituidos por cultivos, primero de
secano y hoy también de regadío, aún quedan retazos de bosque de ribera con algunas
mimbreras que, hasta hace algunas décadas, también fueron objeto de explotación.
Figura 2. Detalle del fondo plano del Valle del Badiel en Almadrones
ISTMO DE JANDÍA
Este istmo, también denominado El Jable (término utilizado en Canarias como sinónimo
de arena), sirve de nexo de unión entre el resto de la isla y la Península de Jandía.
Constituye una franja de unos 54 km² que, en su parte más estrecha, posee una anchura
comprendida entre 4 y 5 km. El relieve es poco accidentado, con formas alomadas y
algunos barrancos levemente incididos, siendo la altitud máxima de tan sólo 322 m. El
sustrato de rocas volcánicas se encuentra, en la mayor parte de la superficie, cubierto por
arenas, aunque en algunos sectores aparecen llanuras pedregosas y, ocasionalmente,
afloramientos rocosos.
Por su parte, la costa presenta una clara disimetría: la de barlovento (figura 2) tiene
acantilados activos labrados sobre una formación dunar fósil y está sometida a intenso
oleaje, mientras que en la de sotavento los acantilados ya no son funcionales, y se
localizan las denominadas “Playas de Sotavento”. Se trata de una extensa playa, de unos
15 km de largo, y una anchura próxima a los 700 m en las zonas más amplias. Durante la
mayor parte del año, y especialmente en verano, los sedimentos circulan impulsados por
el viento a través del istmo hasta la costa de sotavento. Sin embargo, el flujo eólico se ve
interrumpido actualmente por urbanizaciones turísticas (figura 3), carreteras y
extracciones, por lo que se ha alterado la alimentación natural de las Playas de Sotavento
que, en las últimas décadas, están experimentando una considerable erosión.
Autores: Emma Pérez-Chacón Espino. Ignacio Alonso Bilbao. Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria
Figura 1. Matorral alterado por el pastoreo extensivo de ganado caprino
Muchos de los paisajes naturales que observamos son el resultado de largos periodos
temporales. Sin embargo, algunos procesos volcánicos nos dan la oportunidad de asistir,
en tiempo histórico, al nacimiento de un paisaje natural donde la roca, los productos y
estructuras volcánicos constituyen los elementos esenciales de su organización. Así
ocurre con el ejemplo de los volcanes de Teneguía, que se sitúan en el extremo sur de la
isla de La Palma (Archipiélago Canario), en el municipio de Fuencaliente, y están
protegidos por la legislación canaria con la categoría de “Monumento Natural”.
La isla de La Palma, al igual que las restantes del Archipiélago Canario, tiene un origen
volcánico. Pero presenta la peculiaridad de contar con la última erupción de Canarias y, a
su vez, de toda España. La parte emergida del edificio insular tiene una extensión de 708
km², y una historia geológica con edades pliocenas comprendidas entre los 3 y 4 millones
de años de sus materiales más antiguos, formados en la fase de crecimiento insular
submarino (Complejo Basal), y la actualidad.
La mitad norte de la isla se corresponde con la parte subaérea más antigua, formada
durante el Pleistoceno Inferior y Medio; mientras que hacia el sur se ha concentrado la
actividad volcánica más reciente, dando lugar a la Dorsal de Cumbre Vieja (Figura 1).
Esta dorsal presenta una dirección N-S y, sobre una superficie de apenas 12 km, se eleva
hasta una altitud próxima a los 2000 m, dando lugar a vertientes con pendientes muy
elevadas. Las dorsales volcánicas son estructuras formadas a partir de una secuencia
amplia de erupciones concentradas en torno a una alineación de fisuras: desde ella se
derraman, por ambos flancos, lavas y piroclastos de sucesivas erupciones y, a modo de
un tejado a dos aguas, se va elevando la dorsal.
La colonización vegetal sobre estos jóvenes materiales es todavía incipiente, siendo los
líquenes unos de los pioneros en ocupar las rocas. No obstante, en algunos sectores
donde predominan los piroclastos (Figura 4), o aflora el sustrato preexistente, aparecen
matorrales dispersos de salados (Schizogyne sericea) y vinagreras (Rumex lunaria).
Aunque no se trata de una zona densamente poblada, si existe una actividad agrícola
significativa en algunos sectores, como los cultivos de plataneras en la isla baja, sobre los
terrenos ganados al mar por la lava, o las viñas en las vertientes orientales, de las que se
extrae un vino malvasía de excelente calidad. En la costa, y cerca del faro que indica el
extremo sur de la isla, se localizan las Salinas de Fuencaliente (Figura 6), que a su interés
patrimonial añade su catalogación como sitio de interés científico por la avifauna limícola
que a ellas se asocia.