Juan Carlos Onetti
Juan Carlos Onetti
Juan Carlos Onetti
La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, considera que Onetti es «uno de los pocos
existencialistas en lengua española». Mario Vargas Llosa, quien preparó un ensayo
sobre Onetti, dijo en una entrevista a la agencia AFP en mayo de 2008 que «es uno de
los grandes escritores modernos, y no sólo de América Latina». «No ha obtenido el
reconocimiento que merece como uno de los autores más originales y personales, que
introdujo sobre todo la modernidad en el mundo de la literatura narrativa». «Su mundo
es un mundo más bien pesimista, cargado de negatividad, eso hace que no llegue a un
público muy vasto». Con anterioridad Vargas Llosa había comentado que Onetti «es un
escritor enormemente original, coherente; su mundo es un universo de un pesimismo
que supera gracias a la literatura».
Juan Carlos Onetti nació en Montevideo, el 1 de julio de 1909, a las seis de la mañana.1
Hijo de Carlos Onetti, funcionario de aduanas,2 y Honoria Borges, una descendiente de
una familia aristocrática brasileña, de Río Grande do Sul. Tuvo dos hermanos, uno
mayor que él, Raúl, y una hermana menor, Raquel. Onetti recordó su infancia como una
época feliz, describiendo a sus padres como una pareja muy unida y amorosa con sus
hijos.3 El apellido original de su familia era O'Nety —de origen irlandés o escocés—, el
propio escritor comentó: «el primero que vino acá, o sea mi tatarabuelo, ese hombre era
inglés nacido en Gibraltar. Fue mi abuelo el que italianizó el nombre».4
En 1930, con apenas veintiún años, se casó con su prima, María Amalia Onetti. En
marzo del mismo año la pareja viajó a Buenos Aires, su nueva residencia. El 16 de junio
de 1931 nació su primer hijo: Jorge Onetti Onetti, también escritor, fallecido en 1998.
En 1933 aparece su primer cuento publicado, Avenida de Mayo - Diagonal - Avenida de
Mayo, en La Prensa, después de ganar un concurso convocado por el diario, en el que
hubo diez primeros lugares y cuatrocientos pesos para cada ganador.5 Poco después se
separa de su mujer y un año más tarde, de regreso en Montevideo, vuelve a contraer
matrimonio, esta vez con María Julia Onetti: la hermana de María Amalia. Por esa
época escribe la novela Tiempo de abrazar, que publicará décadas después, en 1974.
Trabaja como secretario de redacción de las revistas Vea y Lea e Ímpetu. En 1943
aparece Para esta noche, cuyo título original fue El perro tendrá su día. En 1945 se casa
con una compañera de trabajo en Reuters, la neerlandesa Elizabeth María Pekelharing.
El 26 de julio de 1949 nace su hija Isabel María (Litti).
En 1950 publica La vida breve (en Editorial Sudamericana), una novela central en su
obra. En ella, y mediante un complejo juego de planos metaficcionales, Onetti funda la
ciudad ficticia de Santa María, en la que, a partir de entonces, situaría la mayoría de sus
novelas y cuentos. A pesar de que en sus primeras ediciones no tuvo mucho éxito, no
tardó en ser reconocida como una de las novelas más innovadoras de su tiempo, y aun
hoy es considerada una de las obras más importantes en lengua española. Poco después
publicó la novela corta Los adioses, que si bien no transcurre en Santa María, alude a un
personaje ya recurrente en la obra de Onetti, el doctor Díaz Grey.
En 1967 Onetti graba un disco para la serie Voz Viva9 de América Latina,10 que
contiene la lectura de fragmentos de la obra en voz del autor.11 En el mismo año
aparece en Buenos Aires la primera edición de sus Cuentos completos por el Centro
Editor de América Latina, y en 1970 la editorial Aguilar de México publica una primera
edición de sus Obras completas, si bien omite algunos relatos de juventud. En 1973
publica la novela corta La muerte y la niña. En 1974 publicó una segunda edición de sus
Cuentos completos y la novela corta Tiempo de abrazar junto con todos sus cuentos
escritos y publicados entre 1933 y 1950, además de ser jurado del Premio Anual de
Narrativa organizado por Marcha, que se otorgó a Nelson Marra por su cuento «El
guardaespaldas». Dado que tanto el relato como su autor fueron censurados por el
dictador Juan María Bordaberry, Onetti fue detenido y encerrado en un hospital
psiquiátrico, de donde logró salir al cabo de tres meses gracias a la intervención del
poeta español Félix Grande, entonces director de Cuadernos Hispanoamericanos, quien
recogió firmas para lograr la liberación del escritor uruguayo, y del diplomático español
Juan Ignacio Tena Ybarra director del Instituto de Cultura Hispánica (a donde había
dictado una serie de conferencias en 1972). Después de una breve estadía en Buenos
Aires, es invitado nuevamente a Madrid por el Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana para participar en un congreso sobre el barroco. Onetti decide instalarse
definitivamente en la capital española, donde residirá durante casi veinte años.
Los años españoles se caracterizaron por una menor producción literaria pero de
muchos premios y participaciones en congresos, participaciones que muchas veces se
vieron afectadas por timidez de Onetti, quien llegó a permanecer encerrado en la
habitación del hotel durante la celebración del Primer Congreso Internacional de
Escritores de Lengua Española en la ciudad de Las Palmas, en Gran Canaria, evento del
cual había sido designado presidente, negándose a participar en ninguna de las
actividades previstas.
En 1979 publica Dejemos hablar al viento, novela con la que concluye la saga de Santa
María, y que está dedicada a su amigo Juan Ignacio Tena Ybarra, en agradecimiento a
las gestiones que emprendió para permitir su liberación.12 Además de esta novela,
continuó escribiendo artículos, muchas veces tratando la problemática de los exiliados
latinoamericanos. En 1981 es anunciado como el ganador del Premio Cervantes de
1980, recibiendo así el galardón más importante de su carrera, el mismo año que fue
propuesto por el Pen Club como candidato al Premio Nobel de Literatura, el cual no
recibió. Cuando en 1985 la democracia regresa a Uruguay, el presidente electo, Julio
María Sanguinetti, lo invita a la ceremonia de instalación del nuevo Gobierno; el
escritor agradece la invitación pero decide permanecer en Madrid.
En 1987 publica Cuando entonces, su primera novela después de ocho años. Para
entonces, Onetti llevaba una vida cada vez más ermitaña: pasó sus últimos doce años
encerrado en su departamento sobre la avenida América, en donde recibía la visita de
lectores y periodistas, sin salir prácticamente de su cama, leyendo, fumando y tomando
whisky. En 1993 publicó su último libro, la novela Cuando ya no importe, en la que
resucita por última vez la ciudad de Santa María.
Es fácil dibujar un mapa del lugar y un plano de Santa María, además de darle nombre;
pero hay que poner una luz especial en cada casa de negocio, en cada zaguán y en cada
esquina. Hay que dar una forma a las nubes bajas que derivan sobre el campanario de la
iglesia y las azoteas con balaustradas cremas y rosas; hay que repartir mobiliarios
disgustantes, hay que aceptar lo que se odia; hay que acarrear gente, de no se sabe
dónde, para que habiten, ensucien, conmuevan, sean felices y malgasten. Y, en el juego,
tengo que darles cuerpos, necesidades de amor y dinero, ambiciones disímiles y
coincidentes, una fe nunca examinada en la inmortalidad y en el merecimiento de la
inmortalidad; tengo que darles capacidad de olvido, entrañas y rostros
inconfundibles.16
Hace un rato me estaba paseando por el cuarto y se me ocurrió de golpe que lo veía por
primera vez. Hay dos catres, sillas despatarradas y sin asiento, diarios tostados de sol,
viejos de meses, clavados en la ventana en el lugar de los vidrios.
Me paseaba con medio cuerpo desnudo, aburrido de estar tirado, desde mediodía,
soplando el maldito calor que junta el techo y que ahora, siempre, en las tardes, derrama
adentro de la pieza. Caminaba con las manos atrás, oyendo golpear las zapatillas en las
baldosas, oliéndome alternativamente cada una de las axilas. Movía la cabeza de un
lado a otro, aspirando, y esto me hacía crecer, yo lo sentía, una mueca de asco en la
cara. La barbilla, sin afeitar, me rozaba los hombros.
Recuerdo que, antes que nada, evoqué una cosa sencilla. Una prostituta me mostraba el
hombro izquierdo, enrojecido, con la piel a punto de rajarse, diciendo: «Date cuenta si
serán hijos de perra. Vienen veinte por día y ninguno se afeita».17
En la novela corta Los adioses (1954) un narrador en primera persona que también es
personaje pero secundario, almacenero del pueblo, se encarga de contarle al narratario
lo que sabe y vio de un exbasquetbolista:18
Quisiera no haber visto del hombre, la primera vez que entró en el almacén, nada más
que las manos; lentas, intimidadas y torpes, moviéndose sin fe, largas y todavía sin
tostar, disculpándose por su actuación desinteresada. Hizo algunas preguntas y tomó
una botella de cerveza, de pie en el extremo sombrío del mostrador, vuelta la cara —
sobre un fondo de alpargatas, el almanaque, embutidos blanqueados por los años—
hacia afuera, hacia el sol del atardecer y la altura violeta de la sierra, mientras esperaba
el ómnibus que lo llevaría a los portones del hotel viejo.19
En Jacob y el otro (novela corta o cuento largo), estamos ante un relato construido por
tres narradores: dos narradores-personaje (uno protagonista y otro secundario) y un
narrador en tercera persona. Jacob y el otro es la historia de la llegada del luchador
Jacob van Oppen y el Comendador Orsini a Santa María, quienes promueven un desafío
(“500 pesos 500 a quien suba al ring y no sea puesto de espaldas en 3 minutos por Jacob
van Oppen”) y una exhibición de lucha grecorromana.
El primer narrador que aparece, el médico, muestra su intervención como personaje y
deja clara la imposibilidad de omnisapiencia como narrador. Este narrador “junto con
sus lectores sabe ahora que no puede poseer «La Verdad»; ya no mira los hechos desde
una altura olímpica que lo libra de ataduras. No hay «Verdad» y los hechos se
contaminan con su persona al momento de escribirlos (así como él sufre influencias,
también, por este contacto). Está inmerso en el universo narrativo –no arriba, ni
enfrente, ni atrás- y, efectivamente, es una de las personas que lo transita":20
Media ciudad debió haber estado anoche en el Cine Apolo, viendo la cosa y
participando también del tumultuoso final. Yo estaba aburriéndome en la mesa de póker
del club y sólo intervine cuando el portero me anunció el llamado urgente del hospital.
El club no tiene más que una línea telefónica; pero cuando salí de la cabina todos
conocían la noticia mucho mejor que yo.
[...]
Antes de tomar las píldoras comprendí que nunca podría conocer la verdad de aquella
historia; con buena suerte y paciencia tal vez llegara a enterarme de la mitad
correspondiente a, nosotros, los habitantes de la ciudad. Pero era necesario resignarse,
aceptar como inalcanzable el conocimiento de la parte que trajeron consigo los dos
forasteros y que se llevarían de manera diversa, incógnita y para siempre.21
Las tarjetas decían Comendador Orsini y el hombre conversador e inquieto las repartió
sin avaricia por toda la ciudad. Se conservan ejemplares, algunos de ellos autografiados
y con adjetivos.
Desde el primer —y último— domingo, Orsini alquiló la sala del Apolo para las
sesiones de entrenamiento, a un peso la entrada durante el lunes y el martes, a la mitad
el miércoles, a dos pesos el jueves y el viernes, cuando el desafío quedó formalizado y
la curiosidad y el patriotismo de los sanmarianos empezó a llenar el Apolo.
[...]
Orsini y el gigante habían entrado al continente por Colombia y ahora bajaban de Perú,
Ecuador y Bolivia. En pocos pueblos fue aceptado el desafío y siempre van Oppen pudo
liquidarlo en un tiempo medido por segundos, con el primer abrazo.22
Influencias
La obra literaria de Onetti, fuera de su poderosa originalidad, debe mucho a dos raíces
distintas. La primera nace en su admiración por la obra de William Faulkner. Como él,
crea un mundo autónomo, cuyo centro es la inexistente ciudad de Santa María. La
segunda raíz es el existencialismo: una angustia profunda se encuentra enterrada en cada
uno de sus escritos, siempre íntimos y desesperanzados.
Premios y distinciones
Juan Carlos Onetti recibió numerosos premios a lo largo de su vida, entre los que
destacan el Premio Nacional de Literatura de Uruguay (lo recibe en 1962 por el bienio
1959/1960), el Premio Cervantes (1980), el Gran Premio Nacional de Literatura de
Uruguay 1985, el Premio de la Unión Latina de Literatura 1990 y el Gran Premio Rodó
a la labor intelectual, de la Intendencia Municipal de Montevideo (1991).
En 1972 fue elegido como el mejor narrador uruguayo de los últimos cincuenta años en
una encuesta realizada por el semanario Marcha, en la que participaron escritores de
distintas generaciones.
En 1980 fue propuesto por el Pen Club Latinoamericano como postulante al Premio
Nobel de Literatura. Ese mismo año Onetti recibía el Premio Cervantes, máximo premio
de la lengua española, siendo totalmente ignorado por las autoridades uruguayas. En esa
oportunidad el ministro de Cultura del gobierno dictatorial de ese momento en Uruguay,
el Dr. Daniel Darracq, dijo desconocer la obra de Onetti, aunque sí había oído hablar de
él.
Obras
Novelas
El pozo (1939)
Tierra de nadie (1941)
El astillero (1961)
Juntacadáveres (1964)
Fragmento
Cuentos
Correspondencia
I. Novelas I (1939-1954) (2005). Contiene El pozo, Tierra de nadie, Para esta noche, La
vida breve y Los adioses, además del fragmento de novela Tiempo de abrazar y otros
apéndices.
II. Novelas II (1959-1993) (2007). Contiene Para una tumba sin nombre, La cara de la
desgracia, Jacob y el otro, El astillero, Tan triste como ella, Juntacadáveres, La muerte y
la niña, Dejemos hablar al viento, Cuando entonces y Cuando ya no importe; y como
apéndice, el relato "La larga historia", base de la novela La cara de la desgracia.
III. Cuentos, artículos y miscelánea (2009). Contiene los cuentos y los artículos
completos de Onetti, así como prólogos, entrevistas, un discurso, dos poemas y otros
textos.