Dietrich Otto Hitler Caudillo PDF
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OTTO DIETRICH
Biblioteca WeltanschauungNS
Libros Para Ser Libres
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EL PROCESO DEL PARTIDO NACIONALSOCIALISTA VIVIDO Y
ANALIZADO POR EL JEFE SUPREMO DE LA PRENSA DEL REICH
OTTO DIETRICH
JUNTO AL FÜHRER
APÉNDICE
DEPOSITARIO GENERAL:
GRANADA 1937
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ÍNDICE Página
NOTAS DE LA EDICIÓN 2
HITLER, CAUDILLO 2
VISIÓN NOCTURNA 2
EL PODER DE LA PERSONALIDA 3
LA LUCHA DEL NUEVO SENTIDO HEROICO 6
HACIA EL MOMENTO DECISIVO 11
MAESTRO EN EL CAMPO DE LA 13
DIPLOMACIA
LOS CAPITANES DE INDUSTRIA ANTE EL 16
DILEMA
ENTRE MUNICH Y BERLÍN 19
LA HORA SOLEMNE DE ADOLFO HITLER 21
CRUZANDO ALEMANIA EN AVIÓN 24
VIDA NUEVA Y NUEVO ESTILO 27
UN AUDAZ VUELO TORMENTOSO 30
EL PRIMER VUELO NOCTURNO 32
LA GRAN REVELACIÓN DE LA MANSURIA 35
CÓMO CONQUISTAMOS A MECKLENBURGO 37
LA CAÍDA DE BRÜNNING 39
NOCHE INOLVIDABLE 41
TÁCTICA DE TIRA Y AFLOJA 44
EL 13 DE AGOSTO 46
LA CASA EN EL MONTE 49
LA PRUEBA DE FUEGO DEL MOVIMIENTO 52
LA JUVENTUD BAJO EL SIGNO DE LA CRUZ 55
GAMADA
INTERMEZZO 59
EN EL HOTEL KAISERHOF 61
CÓMO DICTA EL FÜHRER 64
4
¿DÓNDE ESTÁ HITLER? 66
EL ÚLTIMO “PERSONAJE” 69
PROLEGÓMENOS EN COLONIA 70
INTERMEDIO EN LIPPE 72
LA CONQUISTA DEL ESTADO 75
ESTADO Y PARTIDO 78
ADOLFO HITLER, ARTISTA 81
PUEBLO Y NACIÓN, NUEVA SÍNTESIS 84
APÉNDICE 89
PLAN CUATRIENAL.—DIRECCIÓN 90
RESPONSABLE DE LA ECONOMÍA ALEMANA
PROGRAMA DEL PARTIDO 93
NACIONALSOCIALISTA
NOTAS DE LA EDICIÓN:
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VISIÓN NOCTURNA
La noche del 23 de Febrero, el avión, suave y seguro, cruza los aires hacia su
destino. Voy arrellanado en un sillón de cuero de alto respaldo. La cabina está
oscura; tan solo, sobre los cristales de las ventanillas se reflejan
intermitentemente, cual, roja sangre, los destellos fulgurantes que lanzan los
tubos de escape. Apenas, cual sombras, se reconocen las siluetas de las quince
cabezas de los pasajeros del “Richthofen”. El trepidar de los motores anula los
sonidos todos.
¡Qué pensamientos e inquietudes no serán las del Führer (en esta hora tranquila
de una noche de fantasía y ensueño! Busco en mis pensamientos una
perspectiva, lo bastante amplia y comprensiva para que pueda abarcar este
mundo de visiones casi trascendentales, en el que vibra y cunde la obra de
Adolfo Hitler, día tras día, hora tras hora para Alemania y así poder trazar la
imagen de nuestro tiempo. Pero me falla todo concepto. Se ha hecho realidad,
verdadera sustancia, una nueva forma creadora, insospechada, un nuevo y
fundamental estilo del concepto de la vida alemana que ha impreso ya,
indestructiblemente, el sello de su destino.
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nosotros la superficie de la tierra con claridad de día, en aquel mismo
momento, tomé la resolución de escribir estas páginas.
El lector, a través de las etapas de esta empeñada lucha, podrá formarse por sí
mismo idea clara y precisa de una moderna, fantástica, manera de obrar; lucha
realmente heroica para el advenimiento glorioso y triunfal de la Revolución
Nacional y con ello, el perfil exacto de la personalidad de Adolfo Hitler.
Quizás para más de uno, descubran no sólo al hombre, a Adolfo Hitler, sino
que también el secreto de su éxito.
EL PODER DE LA PERSONALIDAD
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directrices fundamentales y las generaciones venideras son las llamadas a tener
por misión, proseguirla y llevarla a su fin.
Hoy, nosotros, los que nos hallamos en esta labor constructiva, en medio de la
enorme labor creadora emprendida por una nación, lanzamos una mirada sobre
el camino ya andado y delimitamos las etapas de nuestra lucha; pero con ello
no sólo buscamos una corta complacencia en lo conocido, sino que hallaremos,
al revivir los momentos heroicos de nuestra lucha, nueva fuerza y nueva
potencia creadora para la labor venidera.
Así como toda gran verdad se encierra en una gran sencillez, así también el
pensamiento del Estado nacionalsocialista es una de aquellas verdades, de
aquellas magnitudes, ideas llenas de realidad y de estupenda sencillez, que
forman la historia mundial, porque reintroducen las leyes de la vida en la
conciencia de los pueblos y con ello dan el máximo impulso creador a través de
los caminos naturales. Pero en la política existen ideas, que quedarían en el
reino del pensamiento, sólo como deseos, como anhelos idealistas, si no se
hallasen acompañadas por la fuerza viva de la personalidad y si no se hicieran
útiles de contenido para la nación y su vida.
El fenómeno estuvo presente desde principio. Junto a la cuna del tercer Reich,
se halló la potencia de la Personalidad incorporada en Adolfo Hitler. Su
importancia para la grandiosa obra y su trascendencia es extraordinaria. Es
única e incomparable. Cierto, en verdad, que estamos hoy a tan corta distancia
de los acontecimientos de sus primeros días que no podemos verla en
perspectiva universal de historia. A ésta debemos dejar su juicio. Pero, lo que
todos sabemos hoy, es que para el renacimiento de la nación alemana, Adolfo
Hitler lo significa todo.
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final. Llamamos a Adolfo Hitler, el Führer, el Conductor, el Caudillo, porque
lo es. Estado y pueblo, gracias a él, han sido uno en Alemania.
Hay que haber sentido y vivido, día tras día, al lado del Führer las olas de
amor y de aplauso que hoy fluyen y refluyen de entre todos los ámbitos del
pueblo a través de Adolfo Hitler, para reconocer, que él, en su vida de hombre
de Estado, de realidad tan rara, no es una elucubración, ausente de la realidad,
sino que es la muestra exacta de un fenómeno real.
Sin haberlo presenciado, nadie puede formarse ni la más remota idea. No hay
en ello nada aparente, nada provocado, nada preparado o incitado. Es un
impulso que surge espontáneo del corazón, de un movimiento poderoso, interior
e irresistible. Las escenas que todos los días vivimos y revivimos son
conmovedoras, verdaderamente emocionantes. No se trata de casos aislados,
hechos sueltos; por doquier brotan inesperadamente. La forma puede variar lo
accesorio, la mayor o menor viveza de expansión; pero el hecho tiene siempre
la misma esencia, igual carácter y dirección.
El pueblo pende del Führer. Le ama y confía en él, sin reserva alguna y sin
límites. Y esta relación extraordinaria y viva con el pueblo es para Adolfo
Hitler, según él mismo confesaba, el goce mayor y lo más bello de su destino.
Me lo repite siempre y en todas formas. De ello se nutre el espíritu del Führer,
allí es donde reside una fuente inagotable de su poder, de su fuerza.
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A menudo he meditado por dónde ha de buscarse el mayor y más hondo
fundamento de su efecto personal sobre el pueblo, sobre las masas. Observado
incluso como hecho simplemente exterior, y también como fenómeno psicológico
me interesa este problema, que hoy, ocupa la atención de millones de alemanes,
porque bien puede afirmarse que nunca se nos había presentado en esa su fuerza
y especial manera.
Difícil sería hallar una explicación fundamental que lo sintetice, para quienes
sólo recuerden los risibles argumentos de nuestros enemigos durante la lucha
por el poder, que pretendían embaucar a su público, presentando a Adolfo
Hitler como simple orador, como demagogo, que actuaba sobre las masas y las
fascinaba. Pero todos esos se habrán convencido ahora que Adolfo Hitler no
discurseaba, sito que convencía. En Adolfo Hitler no es el orador el que actúa,
sino el hombre el que produce esa acción insospechada con los que tan solo se
pongan en contacto con su persona.
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Sobre esta nueva Alemania de la disciplina y de la autoridad, no reina
Emperador o Rey alguno, tampoco déspota o tirano: el tercer Reich, está
dominado por la Potencia de la Personalidad.
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hallándole allí, en el Lazareto de Pasewalle! En aquella misma hora de
profundísima humillación, en la que miles y miles de soldados del frente como
Adolfo Hitler habrán prestado el secreto juramento de vengar algún día la
ignominia –con odio irreconciliable contra los traidores marxistas– y en ese
mismo instante, nació la revolución alemana y quedó sembrado el espíritu del
nuevo Estado, del cual, con potencia incontenible, surgió el Tercer Reich, el de
la libertad y el de la justicia social.
Quizás muchos le imprecaron. Pero uno hubo que laboraba. En Adolfo Hitler,
residió vivo el heroísmo indestructible de la nación de Nibelungos y él alumbró
el nuevo fuego de las proezas En medio del caos del desmoronamiento alemán,
con visión enfervorizada en su tarea y misión, y animado sólo en amor ardiente
a la nación, empezó la lucha por el alma del pueblo alemán.
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1923: Año decisivo: Con viveza y decisión, Hitler confía poder atraerse a la
Baviera de Kahr en favor del resurgimiento alemán. Pero, de nuevo, la traición
frustró esa lucha heroica. El 9 de Noviembre de 1923. fue un joven héroe quien,
por primera vez, selló con la sangre el juramento del 9 de Noviembre de 1918.
El Partido alemán nacionalsocialista de obreros (N.S.D.A.P.) fue exterminado.
Todo pareció perdido. Pero no sólo lo parecía. Estaba escrito. Adolfo Hitler
vivía y con él, el Movimiento.
El espíritu del sentido heroico de la Nación sepultada entre los escombros del
desastre, despertó a una nueva vida y se incorporó majestuoso como de un
sueño. ¡Quién duda que existieron caminos equivocados que, a espaldas del
querer del Führer, tomaron falsos “mesías populares”, mientras él permanecía
cautivo en la fortaleza de Landsberg! Sabía que el nacionalsocialismo sin su
creador y sin el aglutinante de su Personalidad, no podía mantener puras ni las
ideas y voluntades, ni la dirección de su organización, y que sin ella tampoco
podía ser conducido a su fin.
Recién se habían cerrado las puertas del cautiverio tras de Adolfo Hitler, creaba
él de nuevo y de la nada el Partido, pocos días antes de las Navidades de
1924. Después de años de glorioso crecimiento y luego del brutal
derrumbamiento, volvió a empezar de nuevo. ¡Tan grande era su valor heroico,
tanta su incomparable fe en su misión! Aunque todos nos sean infieles,
nosotros persistiremos en nuestra fe , así se expresaba Hitler, con estas mismas
palabras, cuando en la cervecería “Bürgerbraukeller” desde el mismo lugar
donde en Enero de 1923 había lanzado el levantamiento, proclamaba su nueva
fundación a 27 de Febrero de 1925. En su voluntad inflexible de lucha,
templaba de nuevo los anhelos de sus viejos camaradas. La perseverancia
heroica, la voluntad de hierro y la fe ciega en el porvenir, constituyeron las
fuentes de fuerza interior que alimentaron al naciente Movimiento de las que,
precisamente, debía de nutrirse la nueva lucha.
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acción por medios ilegales y los caminos legales se presentaban como único
medio para conseguir asegurar el éxito.
El Führer vio clarísimo que sólo, mediante una labor constante de propaganda
se podía impregnar al Estado del nuevo sentido y así, hacerlo comprender al
pueblo y hacerlo surgir de sí mismo. Era evidente que este cambio hacia la
táctica parlamentaria no tenía que ver lo más mínimo con una adhesión
fundamental al parlamentarismo. Los fundamentos de su Movimiento, tantas
veces despreciados, que después del triunfo se mantuvieron de manera tan clara
y consecuente, constituían ya entonces, para Adolfo Hitler, principios
inconmovibles. Consciente de su misión aportó de nuevo sus firmes propósitos
en la lucha por el nuevo sentido, lucha sin tregua y dura, durante varios años
que, si bien se planteaba desde otro plano, no desmerecía ni un ápice en
heroísmo de la anterior. Era el combate a la democracia en su propio campo y
con sus mismas armas. Comenzaba la lucha heroica de los caracteres y
confesores.
Cientos, miles fueron lanzados a las cárceles de aquel Estado novembrino. Por
las calles cundía el sanguinario terror marxista. Contra el joven y tempestuoso
Movimiento vanguardista se alzaron todos los poderes del infierno. La lucha
era cada día más dura y cruel. A cientos de los mejores alcanzó el acero asesino
de los marxistas, pero al mismo tiempo, eran a miles los nuevos adalides de la
libertad que asían las banderas y las enarbolaban y clavaban hasta el último
rincón de la tierra alemana. El cuadro de honor de sus muertos es lo más
grandioso del Movimiento nacionalsocialista; era, lo que atraía, lo que más
llamaba a sus filas a la juventud alemana y a millones de patriotas, con fuerza
magnética. Es, que sentían vivísimamente lo siguiente: Un Movimiento, por
cuya idea se puede morir, como morían nuestros héroes y en el cual, todos
están dispuestos a despreciar la muerte, un Movimiento que encierra el más
firme derecho moral, el derecho a la existencia de Alemania.
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Sangre y lágrimas, pero también orgullo en la lucha, indomable valor de
heroísmo y el más magnífico espíritu de unión y solidaridad, son los signos que
señalan el camino por el que anduvo el movimiento durante esos años épicos.
En ciudades y pueblos, en las casas de vecindad de las grandes ciudades, en
palacios y chozas, en asambleas y en la calle, en las relaciones familiares entre
el hombre y la mujer, entre los padres y los hijos se discutía y misionaba por
el nuevo sentido; y la Idea del nacionalsocialismo invadía y hacía luchar las
almas todas. Se movilizaron las iglesias en su contra, y los combatientes por la
nueva Alemania eran perseguidos hasta en la sepultura para rehusarles hasta la
paz de las almas. Nada, empero, consiguió abatir a los luchadores ni impedir el
progreso del Movimiento. Los entusiastas Congresos del Partido, en Weimar en
1926, en Nuremberg en 1927 y 1929, constituyeron los toques de llamada
general, las grandes conjuras de ese camino.
El mundo no sabe aún hoy lo que fueron realmente esos años en luchas
espirituales entre el pueblo, de otra parte, imposibles, ni tan solo de percibir
por los que no las vivieron. Hay que haber convivido y sentido al unísono con
esa lucha llena de heroísmo, con ese cambio radical lleno de sorpresas
insospechadas, desde la más grande podredumbre al más alto sentimiento de la
fuerza interior, para poderlo comprender en toda su magnífica profundidad.
Será el gran secreto y la gloria interior de aquellos que lucharon en medio de
ese infierno. Sólo a quien le es dado medir el tiempo de nuestros días con la
medida de su propia aventura puede conocer plenamente la grandiosidad de las
conquistas de hoy. El sentido poderoso y la voluntad dinámica del
nacionalsocialismo nos dieron el triunfo, surgido de esa lucha titánica de los
caracteres.
Uno para todos, todos para uno. Cierto que no faltaron los traidores en esa
lucha heroica; pero no consiguieron conmover lo más mínimo la unidad del
Partido. El cantar de los cantares de la fidelidad y del espíritu de sacrificio
producían entre el pueblo su propio resurgimiento.
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temple de acero. El Führer había conducido al Movimiento, contra infinidad de
enemigos, a la situación en que se hallaba a fines de 1931.
¡14 de Septiembre de 1930! fecha gloriosa en la que el destino otorgó por vez
primera al partido alemán nacionalsocialista de obreros (N.S.D.A.P.), como
premio y estímulo, un gran éxito en sus luchas duras e interminables. ¿Fue
fatalidad o providencia que ese enorme triunfo electoral, que llamó la atención
de todo el mundo, acaeciese en. un periodo político, de la fisonomía de la “era
Brünning”? Si hoy en día contestamos con mirada retrospectiva al problema de
la participación gubernamental del N.S.D.A.P, tal como en aquel entonces se
enjuiciaba, podemos afirmar que incluso Brünning, el presidente del Consejo,
tuvo asignado un papel a desempeñar en ese juego de fuerzas para el porvenir
del pueblo alemán. Y esto, aunque sus razones fueran otras: Brünning
constituyó la galga, el freno, que desde un principio hizo imposible toda
posibilidad de colaboración del Partido, por lo demás rehusado siempre por
temperamento, por Adolfo Hitler.
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una reforma radical, de pies a cabeza, de la insostenible situación de Alemania.
Prometido sí; aunque no cumplido.
Aunque hacía ya tiempo que era un axioma la imposibilidad de otra solución del
futuro alemán, sin el contenido del movimiento nacionalsocialista, los seguidores
del sistema de Brünning se mantuvieron siempre ante la opinión pública con una
obsesión de propia suficiencia, manteniendo la falsa opinión de que el enorme
movimiento nacionalsocialista sólo podía considerarse como un periodo álgido de
la curva de la fiebre en que se encontraba Alemania. Pero en realidad lo que
existían eran pequeñeces de espíritu de partido, nacidas del temor al
nacionalsocialismo de parte especialmente de Brünning, el Canciller del Centro
alemán durante los dos años que ocupó el sillón gubernamental. Mientras
tanto, desengañados de esas falsas posturas, despojados de la vanidad de sus
torreones burgueses, hasta nueve millones de hombres alemanes fueron los que
se pasaron al frente de Adolfo Hitler. Y esto, mientras maduraba en el Estado
la mies del Tercer Reich.
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A fines de 1931 el Partido (N.S.D.A.P.) lo constituían 800.000 miembros
inscriptos y más de 10.000 Comités locales, reciamente compenetrados en
dirección y disciplina, en lucha y sacrificio y en este estado de su crecimiento
constituía ya la mejor organización política del mundo.
Con ello el Führer, a pesar del despecho de sus adversarios, había conseguido
ya dar a su partido, al Movimiento, un sentido de plenitud. Estaba ya
pertrechado cuando a principios de 1932 al vencer el periodo legal, el Presidente
del Reich le ofrecía la primera gran oportunidad de proceder al asalto directo,
después de la honrosísima guerra de los últimos años, en contra del sistema
existente A los doce años de inmensa y penosa labor, el Partido se encontraba
ya lo suficientemente fuerte para llamar a las puertas del Poder del Reich y
entonces fue cuando Adolfo Hitler vio llegado el momento de someter a los
contrarios a la nueva ley.
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La causa no era difícil de adivinar. La dictadura de emergencia, odiada por el
pueblo, que hasta entonces no había tenido otro sostén que el reflejo de la
autoridad del Presidente del Reich, no tenía otra posibilidad para mantenerse
que contar con que la decisión popular se pronunciase favorablemente por la
reelección de Hindenburg, cuando el sistema de Brünning hubiese llegado a su
fin. Esta era también la única salida para los partidos nacionales. Brünning se
espantó ante la perspectiva de tener que ofrecer al Presidente del Reich la
ayuda de las tropas marxistas. Se encontró pues forzado ante la solución.
Cuanto más le acuciaba el peligro tanto más se rendía a la evidencia de que sin
la carta del Partido (N.S.D.A.P) tarde o temprano estaría perdido.
Por vez primera pisaba Adolfo Hitler el campo de lucha de la diplomacia y por
primera vez el Führer, el conductor y luchador en miles de batallas, encontró
ocasión de contrastar sus dotes y talentos de estadista.
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Ya, mientras se iniciaban las negociaciones, la prensa enemiga, seguramente por
indicaciones superiores, había lanzado insidias, mientras que la prensa
nacionalsocialista por expresa orden del Führer se mantuvo en una disciplina
ejemplar y también y al propio tiempo, para no despertar la más leve sospecha
de deslealtad a los ojos del Presidente del Reich, el cual, bien a pesar suyo, se
hallaba colocado en el punto central de esa acción desesperada de intento de
salvamento del propio Brünning.
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con el mayor apasionamiento ha propugnado el alcance de esta verdad. Con
ello ha conseguido desterrar, deshacer, al ídolo de la democracia novembrina de
la “Primacía de lo Económico”. ¡Política es destino! Pero, la economía es el
nervio vital de la nación. Adolfo Hitler no desconoció lo más mínimo la
importancia y trascendencia de esta realidad. Actuó en una época, en la cual el
pueblo alemán peligraba de perder por completo los más fundamentales
requisitos de vida política de la nación –sin la cual no puede existir prosperidad
económica–, así es que no es de extrañar que en un principio dedicase poca
atención a los problemas económicos corrientes, sino más bien y principalmente
a la reconquista de la voluntad política de la nación, anhelo y labor, que era
axioma y fundamento de los objetivos de su lucha. Desgraciadamente, lo
económico del país, y en contra de sus propios intereses no le comprendió.
Pensaban en cifras, mientras que la nación luchaba por un destino político, con
sangre y vida. Adolfo Hitler, quien sin par había colocado desde un principio el
valor de la personalidad en el centro de sus pensamientos y de su obrar, se dio
cuenta inmediata de que, al lado de las luchas por las grandes masas, también
debía dedicar al campo de las personalidades de la economía la más aguda
atención por constituir su palanca el más firme sostén del sistema. Ya, en el
transcurso de los últimos años se había hecho bastante labor aislada. En el
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verano de 1931 el Führer en Munich tomó rápida resolución de atraerse
sistemáticamente a muy relevantes personalidades de la economía que se
hallaban en el centro de la resistencia, así como a los partidos medio burgueses
dirigidos por ellos, con el fin de separarlos, piedra tras piedra, del edificio
gubernamental. Quien, como el autor ha vivido la potente acción admirable que
Adolfo Hitler, en acción personalísima ejerció sobre los contrarios de fuerza más
decisiva, puede saber que ese plan de socavamiento del sistema debía de hacer
madurar valiosísimos éxitos. A las rápidas resoluciones, les siguió la labor de
zapa.
Durante los meses siguientes, el Führer cruzó con su Mercedes toda Alemania.
Por todas partes surgían conversaciones confidenciales con relevantes
personalidades. Tenían lugar bajo los más diversos escenarios, sea en la capital
del Reich, o en provincias, sea en el Hotel Kaiserhof, como en plena naturaleza
y aislamiento, en los claros de los bosques.
El día 27 de Enero de 1932 constituirá para siempre más, fecha inolvidable para
la historia del Partido (N.S.D.A.P.) En ese día el Führer obtuvo la plena
adhesión de los capitanes de industria para el frente alemán. En aquella noche
del Club Industrial de Dusseldorf, Adolfo Hitler logró un éxito decisivo de
proselitismo.
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e interés. Porque querían oír a Hitler, se encontraban allí. En su pensamiento
no había ni el más pequeño asomo de transacción, sino que lo mantenían en un
estado de crítica, para confirmase en la justeza de sus infalibles posiciones.
El Führer, saludado con una grande, fría y cortés reserva, habló desde una
balaustrada poco elevada, las manos ligeramente apoyadas sobre la barandilla
de hierro. Yo me hallaba sentado detrás suyo, mezclado con los oyentes,
tomando notas y observando el efecto de su discurso de más de dos horas. El
Führer, desarrolló ante el auditorio con lógica penetrante y situado ante una
perspectiva de política mundial, las relaciones de la política con la economía, sus
acciones recíprocas y sus efectos sobre Alemania. Qué es lo que nos sucedería y
qué es lo que nos podía acaecer. El efecto sobre este círculo de uno de los
auditorios más fríos, egoístas e impasibles, es sorprendente. Luego de una hora,
se debilitaba la fría reserva y se aviva un interés apasionado. El Führer habla
de la extraordinaria lucha heroica de sus soldados políticos perseguidos por la
miseria y por el odio, pero todos, sin embargo, ofreciendo hasta la vida por su
país. Pone de manifiesto y contrapone el generoso idealismo de la juventud
alemana tal como está incorporada en el nacionalsocialismo y en la nueva
nobleza de acción, de sus trabajadores, a la falta de comprensión, al
materialismo y a la gran responsabilidad y culpa de la burguesía exclusivamente
orientada en la economía. En una sola palabra, su propia conciencia social, sin
herirles lo más mínimo.
Las cabezas empezaron a moverse y a calentarse, los ojos pendían todos de los
labios del Führer y se sentía bullir los corazones. Le seguían y le aprobaban
interiormente y estaban ya prendidos en lo más íntimo. Primero se movieron
tímidamente las manos, luego explotaron en una salva de aplausos. Cuando
Adolfo Hitler terminaba, había ya ganado una batalla...
El efecto sobre los economistas, tal como a sí mismos se llaman, fue realmente
profundo y ello se vio claro durante los siguientes meses de aun dura lucha.
Al día siguiente, Hitler habló con el mismo éxito ante los industriales sederos
de Godesburgo; más tarde, ante el Club Nacional de Hamburgo. Por todas
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partes igual cuadro. Al influjo personal del Führer y a su minuciosa e
infatigable labor se debió indudablemente el fructuoso contacto y plena
adhesión de los elementos económicos. El plan había llegado a feliz término.
Incluso los que permanecieron vacilantes, se desengañaron con motivo del
siguiente discurso radiado de Brünning y se rindieron a la evidencia: el hielo
estaba roto, la Idea nacionalsocialista había ya encontrado un campo abonado
en muy importantes e influyentes círculos del sistema. Sobre Brünning se
acumulaban nubes de tormenta.
No hubo señor feudal alguno que recorriese tan a menudo todos los rincones
del país por él conquistado, como Adolfo Hitler Alemania. Todas las carreteras
le son familiares. Todas ellas, puede decirse, son arterias de su camino hacia el
corazón del pueblo.
Cuántas horas amargas, cuántas noches en claro pasó Hitler caminando año tras
año y de acá a acullá por Alemania. En medio de un trabajo agotador, sin
preocuparse de sí mismo, hiciese calor sofocante o frío intenso, por polvaredas o
gruesa nieve, sobre sendas buenas o malas.
Quizás pueda hablarse, en esta era del motor, del fin de las “románticas
carreteras” y compararlas con aquel tiempo, citando aún los postillones tocaban
el cuerno a su pintoresca partida. Pero bajo el signo del nacionalsocialismo esa
carretera alemana ha vuelto a conocer, una nueva forma de romanticismo
aventurero...
La emoción nos embarga siempre cuando el Führer se pone a contar sus viajes
de 1923. A toda costa, Adolfo Hitler debía ir de Munich a Berlín. Sin embargo,
en medio del camino se hallaba la roja Sajonia en plena convulsión.
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decisión, el Führer iba tranquilo, con sus acompañantes Graf y Weber, sobre
las carreteras de la filial de los soviets.
Patrullas rojas en todos los cruces. A veces el coche era detenido. Descubrirnos
significaba el fin. Pero no se reconocía a Hitler. Ahora en el momento de su
mayor peligro, ponía especialmente de manifiesto su principio de impedir toda
fotografía de su persona.
Poco a poco, al correr de los años, este viaje llegó a dividirse tradicionalmente.
Hubo determinados lugares preferidos, paradas acostumbradas, incluso paradas
de refrigerio en el monte donde el Führer repetía sus altos y solía descansar.
Unas veces en el Jura franco o en los montes de Fichtel, otras en un bosque de
pinos detrás de Plauen o en una tranquila hospedería lugareña ante Wittenberg.
Miles son los recuerdos que le despierta la vía. Pasando por Ingolstadt aparece
pronto Nuremberg, donde le gustaba tanto quedarte. Luego sigue a través de
la hermosísima Franconia. Cual pasajes de música exquisita, Adolfo Hitler se
extasiaba ante los cambios, las modulaciones eternamente distintas de las suaves
colinas y valles, con sus praderas y huertos, de la armonía entre el monte y
los cultivos.
El País Franco cada vez le parecía nuevo al Führer, y sus paisajes, como los
más germanos. No en vano escogió a Nuremberg, la antigua ciudad libre del
Imperio, la de los Maestros Cantores y por largo tiempo el centro espiritual del
primer Reich, cuya joya imperial guarda aún, para que fuera para siempre más
la ciudad de nuestros Congresos y la de las grandes asambleas nacionales del
Partido.
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¡Cuán a menudo el Führer, ligero, escalaba la colina! Desde su cumbre podía
así gozar de una amplia vista sobre el viejo castillo y sobre todo el país franco.
Una rebanadita de pan, un huevo y algo de fruta, era todo lo que tomaba el
Führer. En tiempo lluvioso tomábamos ese tentempié dentro del mismo coche y
al instante regresábamos hacia la carretera.
En una de sus calles existe una sencilla casa del “Luisenbund”, que pronto se
señaló por su fidelidad al nacionalsocialismo. Varias veces, cuando no
andábamos cortos de tiempo, hacíamos allí tina corta parada para tomar café.
Los innumerables viajes entre esas dos ciudades, con las cuales está tan
íntimamente unida la labor de Hitler, constituyen un símbolo feliz de
superación de la principal arteria de siniestros recuerdos.
26
LA HORA SOLEMNE DE ADOLFO HITLER
De todo lo que es capaz esa voluntad, que es la fuerza que todo lo mueve y
alcanza, esto lo viví yo mismo, de manera sin igual, durante las doce luchas
electorales de 1932, en las que, sin dejarle un solo día, estuve acompañando al
Führer. Durante esas doce elecciones el Führer consiguió derrotar al sistema
hasta en el más recóndito lugar, obteniendo cada vez más adhesiones y en las
cuales puso al Movimiento frente a los contrarios sin dejarles alternativa y así,
por medio de su voluntad dura como el acero, fue golpeándoles hasta tenerles
maduros a la capitulación.
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candidato frente al Mariscal General, la inserción del mejor hombre, del Jefe
indiscutible del N.S.D.A.P. Adolfo Hitler lo hubiera evitado, declinando la
lucha frente al Mariscal General. Hasta el último minuto rehusaba presentar su
candidatura. Pero el movimiento de Brünning hacia el flanco izquierdo, no dejó
posible ninguna otra solución.
Quien lucha valeroso y entero, quien está resuelto a lo máximo, éste no puede
ser nunca batido. Así, pues, lo que para otros es derrota, en realidad es mil
veces mejor que la exaltación sin lucha, por el destino . Con ello ponía de
manifiesto Adolfo Hitler, aún antes de las elecciones, su propia posición que se
mostraba en la confianza sin límites en su manera de pensar; y en la fuerza de
su Movimiento, sin que esperara su triunfo a en la primera embestida. En esos
momentos fue cuando en realidad ofrendó su persona a la obra.
En cuanto aparecieron los primeros resultados electorales con los que se pudo
presumir el desenlace, se apoderó una gran precipitación de desespero para
aquellos que la habían llegado a desear con un convencimiento sugestionado en
el fragor de la lucha, y con un fin excesivamente orientado en sus propios
deseos. Pronto se dejaron sentir voces que calificaban de estéril la lucha por la
elección presidencial del Imperio y susurraban que en lugar de “desangrarse” en
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una segunda lucha electoral, había que ahorrarse todas las fuerzas y
concentrarlas para las próximas elecciones prusianas. El Führer, que no había
perdido la serenidad ni un solo momento, se dio cuenta inmediata de la
situación y con espíritu a la vez tranquilo y optimista comprobaba satisfecho el
gran éxito que representaba el increíble crecimiento del número de votos
favorables para el N.S.D.A.P. luchando solo contra los once partidos coaligados
del frente contrario, pero al ponerlo de manifiesto, presentía también con su
agudeza, el peligro que la simple observación de un triunfo definitivo no
logrado, podía ocasionar en el estado de ánimo de sus propias filas, y hasta el
peligro de que esa simplista reacción se agrandase y tomase caracteres de
catástrofe si llegaba a influenciar las venideras luchas.
No podía perderse un segundo. Era media noche. Al mismo tiempo que los
resultados engañosos simplemente numéricos de la elección, la opinión pública,
el Movimiento, debía conocer, debía saber que Adolfo Hitler no era vencido,
sino que por el contrario seguía batiéndose en nuevas batallas, con redoblada,
con férrea voluntad, contra sus enemigos.
Quien convivió esa hora de media noche a su alrededor, bajo el signo de una
voluntad imperiosa y volcánica y en medio de su acción e influjos arrolladores,
se hace cargo inmediatamente que la causa y el efecto que los determinaba,
29
residían exclusivamente en la potencia de la personalidad que imponía
inexorablemente la ley de su querer al Movimiento, y esto, tan importante para
el futuro desarrollo, era lo que garantizaba el éxito para la segunda elección
presidencial.
Millones y millones, durante los últimos años, conocieron al Führer con sus
propios ojos y oyeron con sus mismos oídos la voz del Führer. Lo que ese
hecho extraordinario significó para el triunfo del Movimiento sólo lo puede
medir quizás, de una manera complesiva, quien pudo reconocerlo de manera
inmediata y explicárselo por el valor inconmensurable del influjo personal del
Führer en sus efectos prácticos.
Quien haya estado tan solo una vez en contacto con Hitler, como luchador, se
ha transformado a su vez en otro luchador. Las luminosas ideas de la
propaganda del N.S.D.A.P. se han orientado en gran parte teniendo por base
esta sencilla verdad. Fue su norma no escrita; la que mediante el más posible
contacto y multiplicación del Führer con las masas, aseguraba el éxito de la
propaganda y de las elecciones.
30
Además, es evidente que colaboraba en ello la utilización de los más modernos
medios de transporte y las últimas conquistas de la técnica, por el más excelso
arte de la propaganda, conducido por el Dr. Goebbels.
31
hombre alguno ha emprendido. Cuando el 3 de Abril, al terminar de sonar la
última campanada de las doce, al finalizar la cual, empezó el primer día de los
vuelos sobre Alemania toda, con cuatro enormes y sucesivas asambleas ante
250.000 hombres en Sajonia, Adolfo Hitler, a pesar y sobre toda marrullería y
maniobras de sus contrarios, había conseguido ya el atraerse sobre sí las
miradas y hacer que Alemania toda estuviera pendiente de él.
¡Hitler sobre Alemania! ¿A quién no le suena esta frase como cosa fantástica e
insondable, de obra sobrehumana, en relación con los más modernos métodos
de lucha?
Y los medios con los que se consiguió esa labor de propaganda eran por cierto
bien escasos. La prensa nacionalsocialista, entonces relativamente débil aun, se
hallaba sala en esa lucha. Soportando prohibiciones manifiestas y toda clase de
dificultades, era como puramente vivía. Muchas publicaciones estaban en la
ruina. Los presupuestos de redacción estaban exhaustos. No existía ninguna
organización grande y ordenada de noticias, no se disponía de ninguna oficina
de información. En pocos días se encontró sustitutivo creando un sistema
centralizado de noticias telefónicas de clave, se unificó la información,
haciéndola atractiva, excitante, de potencial de lucha, mediante la oficina
nacional de información de prensa, organizada por el Partido.
32
En un total de cinco grandes vuelos sobre Alemania, Adolfo Hitler había
conquistado ya el Reich en ese año decisivo. Fueron 50.000 kilómetros de vuelo
y más de 25.000 kilómetros de auto. En cerca de 200 asambleas se alcanzó a
electrizar a más de diez millones de alemanes. Si se tienen en cuenta, además,
las numerosísimas pequeñas elecciones de los Países alemanes durante ese año,
así como las demás asambleas y grandes reuniones del Partido, debieron ser
más de quince millones de alemanes los que se pusieron en contacto personal
con el Führer durante ese año decisivo. ¡Labor realmente heroica!
Adolfo Hitler, como precursor de una nueva era, es, al propio tiempo, ejemplo
y modelo de este nuevo estilo, que ya nos mostró e hizo vivir prácticamente, y
en su forma más eximía, con ocasión de aquel periodo de intensos y raudos
vuelos por toda Alemania.
33
ritmo intensísimo de trabajo excluye de la colaboración con Adolfo Hitler a
todos los que no tengan su misma juventud, perseverancia y resistencia.
¿Qué hacemos durante el día? Cada uno tenía fijada su función. Schaub, desde
que compartió con Hitler su prisión en Landsberg, ya no contó más consigo
mismo y era el responsable de despertarlo a la hora precisa. Varias veces, para
cumplir exactamente su cometido, hasta tuvo que emplear sus propios brazos.
Cuando Hitler profundamente dormido no respondía a la primera llamada, los
fuertes y repetidos golpes sobre la puerta, le hacían despertar de su
amodorramiento.
Lo primero del Führer era trazar su programa diario con su fiel ayudante en
todas las situaciones, el Jefe de Grupo, Bruckner, junto a los mapas y planos
de las ciudades. Bruckner, de antemano, había ya desarrollado una fructífera
labor preparatoria. Los horarios de salida y de llegada en los diversos
aeródromos, el principio de cada una de las asambleas, así como las necesarias
medidas de seguridad y previsión, se confirmaban de nuevo telefónicamente con
los órganos y personas responsables del Partido, en cada una de las
poblaciones; sin cerciorarse de la exacta realización del programa, el Führer no
empezaba nunca su diaria labor.
34
tormentas trastornaron jamás al organismo del Führer, ni perturbaron sus
sentidos y capacidades. Nosotros procurábamos en igualarle. La experiencia nos
había escarmentado, así, que lo preferido por la mañana era sólo leche o sopa
de avena con una rebanada de pan.
Viaje veloz a la estación aérea. Por todas la calles, en cada plaza, masas
humanas llenas de entusiasmo. A nuestra llegada, los motores de los aviones
están ya caldeados. Nos. acomodamos en las carlingas. Partida. Vuelo.
Aterrizaje. Partida en auto hacia la asamblea, a menudo a cientos de
kilómetros. A través de un muro de brazos en alto, en medio de decenas de
miles de hombres exaltados de entusiasmo, llegamos al local y a la tribuna de
oradores.
El Führer habla. De nuevo, regreso por entre los muros compactos de hombres
de las grandes salas, por un mar de manos saludando hacia el coche. Y otra
vez al aeródromo, para un nuevo vuelo.
Lo repetimos cuatro, cinco veces, uno y otro día. No sabíamos qué era
almorzar o comer con regularidad. Casi no andábamos por nosotros mismos;
nos llevaban de un sitio a otro, galgo así como los bultos de mano en mano.
Y, ¡ay del que tras de Hitler fuese absorvido por las olas de las masas
humanas! ¡Quien se separaba de su lado estaba perdido! Constituía un
verdaderpo alarde, a menudo no exento de peligros, el abrirse luego camino y
deshacerse del atasco para volverse a reunir con el Jefe.
35
con sus ayudantes Berchtold, Krause; Seehofer y sus camaradas. Luego, espera
ya todo el mundo los periódicos matutinos.
Hoffmann, el fotógrafo de Hitler, otea por doquier con su ayudante Kling, los
mejores momentos fotográficos. Acecha el punto más apropiado para los
motivos y situaciones de mayor efecto; con rapidez vertiginosa y desplegando
su extraordinaria capacidad de movimientos, los sucesos todos son captados por
sus placas.
Por fin, no podemos pasar por alto el detalle de organización que constituía el
pequeño avión de escolta que al propio tiempo servía de heraldo, para el
servicio de los preparativos de recibimiento, y que llegó a constituir una
verdadera institución. Así como en la guerra los que preparan los
acuartelamientos preceden la marcha de las formaciones, así irrumpían en los
aeródromos, horas antes de nuestro aterrizaje, Dietrich, el enérgico y leal Jefe
de grupo con sus Jefes de S.S. en su rápido avión heraldo, con el fin de
realizar los preparativos de la llegada de nuestra escuadrilla, para tomar todas
las medidas de seguridad, prevenirse de toda sorpresa imprevista de parte de
las hordas comunistas y con el fin de garantizar la más perfecta organización y
la ausencia de toda perturbación en la realización de nuestro programa diario.
Bajo una lluvia torrencial, nos esperaban sin embargo un compacto grupo de los
más incondicionales de nuestros partidarios. Querían permanecer allí, esperar y
36
ver por sus propios ojos al Führer desafiando esa tormenta, cuando se marchase
impertérrito en el avión.
La máquina se sacó del hangar. Sólo los fuertes puños de los montadores y de
los hombres de las S.A pudieron ser capaces de sostener firmemente el aparato,
mediante largas pértigas, sujetando las alas con el fin de que el vendaval no se
lo llevara y lo zarandease luego por el suelo.
37
Entre tanto, nuestra caravana de autos se abría camino, lentamente, allá abajo,
en el suelo. Los árboles caídos por la tormenta barraban las carreteras.
Verdaderos diques forzaban a largos rodeos con su obligada pérdida de tiempo.
Pero ellos, camino de nuestra espera, desafiaban también todos los peligros.
Los motores rugían a pleno gas, mientras al Führer entre el mapa y el reloj,
sólo le preocupaba una cosa, y era que no perdiéramos la ruta y que no nos
retrasásemos a la asamblea.
Más de una vez, Hans Bauer, el piloto de Hitler, tuvo que volar a ciegas y
pasar como una exhalación por entre las más negras nubes. Pero, con todo,
aquellas bolsas de vitela que, con profusión, teníamos al alcance de cada
asiento, quedaron todas sin tener que ser utilizadas.
Los vuelos de Hitler son hoy ya incontables; desde aquel vuelo, primero entre
todos, hacia Berlín y con ocasión del motín de Kapp, hasta los actuales vuelos
semanales del canciller a Munich.
Entonces, cuando Adolfo Hitler necesitó por primera vez un aeroplano, vivía
aún Dietrich Eckhart. En el volante del viejo cacharro se sentaba el luchador
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aéreo Ritter von Graim. No cabían más que dos personas. Pero no había más
remedio que arreglarse para tres, puesto que el Führer quería volar acompañado
de Dietrich Eckhart.
Este vuelo inolvidable constituía en verdad un riesgo loco. Nadie había pensado
entonces en tal cosa. Aun no existía un tráfico aéreo regular y sólo había un
número insuficiente de campos de aterrizaje. Pero Adolfo Hitler, y esto es
significativo, se empeñó en la idea de fletar un avión, él, precisamente, que
jamás había volado.
Pero no había porqué llegar a eso. Dietrich Eckhart, con su ingenio marrullero,
pronto consiguió que los comunistas les dejasen en paz. Y llegaron a Berlín,
precisamente cuando terminaban los sucesos provocados por los aventureros
políticos; en aquel momento Trebitsch Linkoln, el jefe de prensa de esa
empresa, era el último que abandonaba el edificio del Gobierno.
Llevábamos una de las más duras jornadas de lucha sobre nosotros. Cuatro
horas y media de vuelo a través de las nubes y en medio de una gran humedad
y frío atroz de Munich a Gleiwitz; asambleas en Beuthen, Gleiwitz y Gorlitz
ante más de 250.000 hombres.
39
Del recuerdo de los vuelos de ese día se destacan la vista de las chimeneas
humeantes y de las chispas centelleantes de los Altos Hornos de la Alta Silesia,
de aquéllos pocos que, a pesar de la crisis, quedaban aún en actividad y
también la encantadora policromía de los cultivos sobre los frescos campos y
huertos del fecundo Lausitz, panoramas que admiramos, desde la moviente
atalaya de nuestro magnifico D-1720. Y por poco que extendiéramos nuestra
vista, podríamos divisar a lo lejos extensas zonas de tierra alemana robada,
cultivadas por la proverbial laboriosidad silesiana, por el mejor trabajo alemán.
Al Führer, por decirlo así, casi podían oírle los polacos. Y luego, en Gorlitz, la
primera asamblea en cual el número de los reunidos sobrepasaba cinco veces
toda previsión. Por todas las carreteras y caminos, grandes masas de hombres a
pie, en bicicleta, en camiones; todos hacia el mismo lugar. Al anochecer,
aterrizamos en Gorlitz.
Nuestro gran aparato debe de salir con sólo cinco hombres, con el fin de que,
en la oscuridad, pueda despegar con la necesaria seguridad, teniendo cuenta su
peso y lo reducido del campo. El Führer nos echa una rápida mirada
escrutadora como diciendo: ¿quién debe acompañarme y quiénes deberán correr
tras de nosotros, por carretera, hacia Breslau? Inmediatamente se determina a
los cinco pasajeros. Estoy entre ellos. ¡Es que la prensa debe siempre
acompañarle!
40
tiempo, los hombres movía; hachas encendidas, formando elipses en señal de
supremo y gozoso saludo.
Nunca más olvidaré la impresión que produjo al Führer ese espectáculo hasta
entonces desconocido. Silenciosamente, quedamente, como sobrecogidos,
disfrutamos del raro encantamiento de esa visión. Nos encontrábamos, luego de
las fatigas de esa larga jornada, en una situación en la cual el cuerpo sólo
obedece automáticamente a la voluntad. Nos sobrecogió como un despertar y
despabilamiento increíble, alimentado por la fantasía y ésta hacía que el cuadro
se nos presentase ante nuestros ojos, al mismo tiempo, como visión de
encantamiento.
Habíamos hecho una experiencia: en los lugares de Alemania donde mayor era
la ruina económica y moral, donde más insoportable se hacia, allí era donde la
confianza en el Führer era más fuerte, allí, donde el pueblo todo, estaba con
él.
41
E1 19 de Abril de 1932, durante el segundo crucero aéreo sobre Alemania,
volamos sobre el Corredor, viniendo de Silesia por encima de aquel lugar
proscrito de Bütow. A la izquierda se levantaba la iglesia de Santa María de
Danzig, la estrella de oriente de la alemanidad indestructible de esta vieja
ciudad Hanseática, surgiendo por entre las nubes; a la derecha se alza el fuerte
de Marienburg sobre el río Nogat, proclamando en tierra robada la más
elocuente muda acusación; allí podía contemplarse, en la orilla, al castillo
orgulloso de la Orden de caballeros teutones, recordando así, que ya 600 años
atrás, la tierra oriental había sido roturada por germanos y colonizada por
labradores alemanes.
Volamos sobre la bahía y sobre el mar del este, hacia Koenigsberg. De allí, en
un pequeño vehículo, marchamos, a Allenstein. Nuestros buenos coches, los
veloces, se habían quedado allá, al otro lado del corredor.
En nuestros viajes a través del Reich, podíamos apercibir aún, a pesar de toda
la simpatía y adhesión, alguna interior resistencia de los compatriotas
despechados o remolosos, veíamos en algunos saludos de brazo en alto a puños
cerrados y caras descompuestas. Aquí, en cambio, en las regiones mansurianas,
Adolfo Hitler había obtenido ya en la primera elección presidencial la mayoría
absoluta. Pero en ocasión de ese viaje se nos mostró de qué gran manera toda
la Mansuria permanecía fiel a la cruz gamada.
Nos hallábamos ante el hijo más pobre del pueblo, pero también el más fiel.
Cruces gamadas por todos los árboles de la carretera, retratos de Hitler en
todas las casas, y guirnaldas y arcos de triunfo en todas las entradas de los
pueblos; esperanza y dación por doquier.
Por donde fuera que se acercase el Führer, el último de los hombres, la más
sencilla de las mujeres se había puesto en movimiento. Muros de hombres por
toda la carretera. Ancianas viejecitas en cuyas faces hambrientas estaba escrita
la más grande pobreza, nos levantaban los brazos. Donde parábamos, las
madres nos acercaban y nos tendían a los niños. Lágrimas de felicidad y de
emoción.
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fuerza espiritual y del espíritu de resistencia de esa población fronteriza. Aquí,
en ese país empobrecido, que nunca había visto al Führer, la idea
nacionalsocialista había echado las más profundas raíces.
Nuestra velocidad iba creciendo cada vez más, las carreteras, a cada momento,
las cruzábamos más velozmente. En el fondo se trataba para nosotros, que
sentíamos vivamente los momentos, de una carrera de vida y muerte.
Alcanzábamos a Willenberg, luego Ortelsburgo, Johannesburgo y finalmente
Lick. Eran las once de la noche cuando entramos en esa población campesina,
donde se habían reunido cinco veces más hombres que habitantes tenía.
No todos los coches de nuestra caravana pudieron sostener esa carrera salvaje;
uno tras otro perdieron nuestro contacto. Sólo nosotros pisábamos los talones al
coche del Führer.
Poco antes de Lick, el coche del Führer dio el alto. Nosotros le seguíamos.
Salté y oí decir al Führer: ¿Dónde está la Prensa?
Conocía su importancia y sabía que no sólo nos interesaban los 60.000 de esa
gran asamblea, sino que también los millones del Reich que debían revivir ese
comicio, al día, siguiente los periódicos. Los poderosos del sistema negro-rojo se
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habían ya reservado para ellos la radio. Contento, pude contestarle: ¿La
Prensa? ¡Presente!
Sobre esa lucha electoral se tejía el velo más misterioso. Día tras día se podía
ver a nuestro negro armatoste correr por las carreteras, de una a otra parte;
hacia el mar o hacia el interior, de un cabo a otro del país. Todas las tardes,
en cuanto se hacía noche, salíamos de nuestro castillo feudal, cual modernos
caballeros aventureros, a conquistar el país. Sin embargo, no despertábamos el
más mínimo sobresalto. Por donde fuera que apareciésemos siempre nos recibía
la gente con las mayores muestras de alegría y esperanza; por doquier éramos
agasajados.
Y cada vez, poco antes del amanecer, regresábamos por el país aun durmiente,
hacia nuestro campamento. Desde la vieja ciudad hanseática de Wismar, desde
Schwerin la capital, con su castillo acuático, desde Gustrow o desde cualquier
otra población mecklenburguesa, donde el Führer había hablado.
44
La hacienda de Severin, en cuyas torres flameaban banderas con la cruz
gamada, era en verdad un cuartel general muy especial. Durante el día no se
nos veía por el país. El Führer encontró allí, en la mansión de nuestro
Granzow y de su atenta esposa, grande hospitalidad y solaz descanso de sus
trabajos. Solía gustar en comer al aire libre sus sencillos ágapes e irse de paseo
por el viejo parque para meditar y conversar sobre sus planes.
Allí en medio de un bosquecillo de hayas, reposan los restos del postrero de los
Quintzow, último rebelde contra los margraves, condes de la marca de
Branderburgo. ¡De qué manera tan distinta entendíamos la conquista del país!
No inspirábamos aquel temor, sino que el pueblo, donde quiera que fuesemos,
nos acogía con amor. Y es que veía en Adolfo Hitler, no al subyugador, sino
al libertador que le hacía salir de su estado de miseria y desesperación.
Pero no era sólo esa lucha electoral en el país lo que preocupaba al Führer.
Recién llegados, al primer día, el Führer fue llamado a Berlín por el Presidente
del Reich. Brünning cayó, von Papen había subido y Schleicher, sobre quien
empezaron a volverse hipnóticamente los ojos de los demás políticos del mundo,
buscó al Movimiento con su Führer. Y se encontraron en una propiedad
cercana.
De la misma manera que Adolfo Hitler amaba la alta montaña, así también
amaba al mar con su grandiosidad infinita. Constituía siempre para el Führer
un placer cuando, con ocasión de asambleas, se le presentaba ocasión de realizar
una corta excursión a las orillas del mar. Las horas nocturnas en las playas del
mar del Este, durante esa lucha electoral de Mecklenburgo son, para el Führer
y para nosotros, verdaderamente inolvidables.
45
En las lagunas del mar del norte, existe un solitario pueblecito de pescadores en
el que solía retirarse el Führer algunas veces. Frente a la misma playa hay una
pequeña casona de pescadores que le servía de retiro. En esa adusta costa, entre
esos hombres sencillos, que luchan continuamente con el mar, el Führer se
encontraba a placer, reponía sus fuerzas y tomaba de su contacto los mejores
alientos para su gran obra.
LA CAÍDA DE BRÜNNING
Brünning no cayó por habilidades, no fue batido por intrigas, aunque éstas,
claro está, no faltaron en esa tormenta de fuerzas políticas conglomeradas que
descargó sobre sus mismas espaldas. Brünning, que hubiera tenido que ceder
ante la presión del Movimiento popular nacionalsocialista, fue arrollado
sencillamente por esa ola que ya no podía ser contenida por más largo tiempo.
46
El 24 de Abril Brünning recibió el finiquito en Prusia, Baviera, Wurtenberg,
Hamburgo y Anhalt. Tanto el Centro como la socialdemocracia fueron batidos
fuertemente por todas partes. En Prusia el N.S.D.A.P. sobrepasó con creces en
la elección al Centro y a los socialdemócratas unidos; los partidos de tres de
los ministros del Gabinete Brünning no pudieron obtener ni un solo sitio en el
Parlamento prusiano. En la “negra Baviera” se alcanzó la misma fuerza que el
Partido Popular bávaro y con ello quedó vencida su hegemonía numérica.
Brünning ni en esta ocasión hizo lo que desde hacía tiempo debió hacer. Por el
contrario: mediante sus maniobras taimadas, aprovechándose de manejar las
órdenes del día, su partido engañó en Prusia al pueblo, separándole de su
derecho a un gobierno nacionalsocialista. Lo mismo pasó en Baviera y en todas
partes. Con razón el ministro Frick calificó de criminal el hecho de que
Alemania, por su causa, no pudiese beneficiarse aun del Partido Alemán
nacionalsocialista obrero, manteniéndole alejado del Poder.
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se supo que el Tribunal del Reich había considerado infundada la sospecha
contra el N.S.D.A.P. que motivó la prohibición de las S.A, aduciendo un acto
de alta traición en contra del Gobierno del Reich.
Esto constituyó, por fin, el golpe de gracia. Los hechos ponían en evidencia la
engañosa Constitución representada por Brünning. El convoy del Centro se
había ya atascado. Brünning, que durante años había procurado tener de una
manera permanente la posición clave de su partido, a costa de la nación, se veía
precisado a sincerarse, al día siguiente, ante el propio Presidente del Reich.
¿Qué es lo que piensan informar el Dr. Brünning y su Gabinete al Sr.
Presidente del Reich, mañana a las doce de la mañana? Esto era lo que
preguntaba la oficina de Prensa del Reich del N.S.D.A.P., la noche del 29 de
Mayo. La respuesta era evidente. La “Leyenda de Brünning” se había
desvanecido.
NOCHE INOLVIDABLE
Hay una noche que destaca entre todas de entre la larga y tupida cadena de
los grandes acontecimientos del tercer crucero aéreo por Alemania. Viaje
nocturno en avión, en el cual se nos acumularon inesperadamente todos los
obstáculos imaginables, viaje que si bien empezó en Kottbus y tenía que
terminar en Warnemünde, fuimos por fin a parar, allá por Mecklenburgo, en
aterrizaje forzoso.
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Salimos retrasados, cuando era ya bien atardecido. Aviones de las escuadrillas
nacionalsocialistas nos dieron escolta durante un rato. Bajo nosotros, penumbra,
lucen tranquilas las aguas del Spree medio de sus bosques.
El Führer sabe que a bordo no hay esencia más que para pocas horas.
Cualquiera se hubiera preocupado inmediatamente, ante el problema de hacer
descender el aparato, procurando la máxima seguridad, en medio de aquella
noche oscura y tormentosa. Pero por la mente de Adolfo Hitler, no apareció
esa preocupación vulgar. Los pensamientos estaban va en sus fieles de
Stralsund, a quienes no quería hacer esperar en vano. Así es que se limitó a
preguntar: ¿Y ahora, de qué manera podremos llegar a la asamblea de
Stralsund?
Cuando estaba ya todo dispuesto para esa nueva ruta aérea, nos radian de
nuevo para comunicarnos que en aquel lugar tampoco es posible un aterrizaje
nocturno.
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El Führer toma una rápida decisión y ordena al momento: ¡Hacia Berlín! En el
aeródromo de Tempelhof ya veremos .
El viento nos empuja ahora. Pronto nos muestran el camino, las luces de
Königsberg. A las 9,30 de la noche estamos ya encima del campo de cemento.
A los pocos minutos salvamos este nuevo obstáculo mediante unas llamadas
telefónicas. ¡Ya hay posibilidad de aterrizaje forzoso! Se podrá disponer el
aterrizaje aunque sea con medios primitivos.
Son ya más de las diez de la noche cuando partimos elevándonos sobre el mar
de luces de Berlín. Pero la lluvia y la tormenta nos impiden ver luz alguna que
nos oriente en nuestro camino; tampoco vemos ni una sola estrella que nos
pudiera orientar. El Führer escudriña continuamente en medio de la noche.
Todos hacemos por otear: El piloto enciende las luces de señales bajo las alas,
para hacerse así visible. Como un fantasma volamos en medio de una noche
más oscura que la boca de un lobo. Al fin, por fin, descubrimos ya la tenue
iluminación del lugar de aterrizaje forzoso.
Todo nos había salido a pedir de boca. Pero, pronto aparece un tropiezo.
Nuestros coches no llegaron aun. Nos hicimos rápidamente con los primeros que
encontramos y reemprendimos nuestra marcha. Pero ¡qué alegría cuando al
cuarto de hora los encontramos ya, cegados nuestros ojos con los potentes focos
de nuestros propios autos! Nuestra orden desde los aires les había cogido entre
Stettin y Warnemünde. Descendimos rápidos en medio de la oscura carretera y
desde allí proseguimos velozmente nuestro camino.
Ya todo nos parecía fácil. Aunque avanzábamos rápidamente se nos hizo tarde.
Pero, poco antes de Stralsund, un nuevo retraso. Nos pararon en un pueblecito
y nos previnieron de no continuar. Un bosque próximo, por el que debíamos
cruzar, estaba ocupado por comunistas armados que nos acechaban emboscados.
Esto nos advirtieron unos fieles amigos.
El Führer tampoco preguntó nada sobre ese peligro. Sin más, dispuso la
continuación del viaje. Cuando llegamos al bosque vimos cruzarlo ya por los
guardabosques con las carabinas en guardia. Acababan de lanzar de allí a los
comunistas.
50
Luego de dos horas y media de viaje en auto llegamos por fin, a las dos y
media de la noche, a Stralsund. Ya habíamos perdido toda esperanza de que
los hombres nos esperasen en medio de aquella humedad y frío. Pero no, la
tenaz paciencia del Führer fue compensada largamente.
Larga fue la noche y pesada la marcha hasta llegar a Stralsund. Pero las
dificultades todas se habían salvado. Habló el Führer y los corazones se
caldearon. Y mientras hablaba, durante su oración, el día fue viniendo
lentamente.
¿Puede haber alguien que haya concebido jamás teatralidad semejante? ¡Un
comicio de 40.000 hombres a las cuatro de la madrugada! ¿Puede darse
muestra más bella de adhesión, de amor y de confianza sin límites? Así, de esa
forma, el día vino a nosotros luego de la horrible, la oscura noche de la espera
y... de la esperanza. Y de 40.000 muchachos brotaron potentes y gozosas, en
aquella madrugada, las solemnes notas del himno alemán.
En Adolfo Hitler estas dos cualidades –ambas en grado sumo– están unidas
felizmente. Junto a su intransigencia en lo fundamental y el enorme poderío de
su voluntad, posee la cualidad de una reflexión que sopesa fríamente sus actos,
la inteligencia de hombre de Estado y la elasticidad política, constituyendo uno
de los más destacados atractivos de su personalidad. A pesar de su naturaleza
de hombre férreo, Adolfo Hitler, una vez que tiene la certeza de quedar
inmune y firme el objetivo fundamental, escoge siempre el camino de menor
resistencia.
51
Luego de las caídas de Groener y de Brünning, la subida de Papen-Schleicher,
se presentó con nuevas características; para la lucha, había que adoptarse una
verdadera política de tira y afloja.
Nos viene ahora al pensamiento la táctica del cuartel general durante la guerra,
el cual entre los años 1917 y 1918, en lugar de la lucha de trincheras, ineficaz y
costosa en vidas, que tantos sacrificios inútiles había producido en cada
trinchera, en cada pequeño pero mortal ataque, optó por los velos protectores y
los contraataques. La posición del Führer en aquel entonces hay que examinarla
y valorarla desde un punto de vista similar, en lo que se refiere a su actuación
durante las semanas y meses que se sucedieron.
Adolfo Hitler estaba dispuesto a tolerar ese Gabinete, pero esto sólo en tanto
en cuanto sus hechos permitieran reconocerle a su vez tolerante con el
N.S.D.A.P. La labor de ese Gabinete “de la confianza especial” se dirigió, en
primer lugar, hacia la más rápida convocatoria de nuevas elecciones al
Parlamento del Reich, la plena libertad de organización y propaganda para los
nacionalsocialistas y el levantamiento de la prohibición de las S.A Muchos de
nosotros no comprendimos entonces al Führer quien, sin embargo, obró con
certera visión y de amplio alcance. Fue más tarde cuando comprendimos el
porqué era requisito indispensable de fuerza política la nueva organización y
reconstrucción de las S.A y de las S.S.
52
fijándose para el 3 de Julio o para una fecha posterior, pero lo más próxima a
dicho día. El consciente aplazamiento hasta el 31 de Julio, dio a los marxistas
ocasión propicia para propagar contra nosotros a los cuatro vientos el tópico
falaz e insidioso de “NaziBarones”, lo cual nos significó, teniendo en cuenta la
situación de las cosas, una pérdida por lo menos de un millón de votos.
EL 13 DE AGOSTO
Bien pocas son las fechas, en la gloriosa historia del N.S.D.A.P, que hayan
sido de una importancia tan trascendental para la misma Alemania como la del
13 de Agosto de 1932. En esa jornada el Führer salvó al Movimiento por su
gran firmeza y carácter, y le dio, al propio tiempo, por su brillante ejemplo de
fe en el pueblo, la fuerza interior para poder sobrellevar los fuertes vendavales
de los próximos meses, hasta conseguir que por fin el hado del destino le fuese
propicio, para obtener el éxito.
Inmediatamente después del gran triunfo del 31 de Julio, que mostró de manera
tan ostensible e inequívoca la situación preponderante del N.S.D.A.P, exigió ya
de una forma terminante su derecho a la dirección del Estado. En ningún país
parlamentario del mundo se le hubiera negado este derecho. Pero desconociendo
53
una vez más la realidad, la burguesía no fue capaz tampoco de comprender y
de obrar.
Allí fue donde se le mostraron los planes del Gobierno. Adolfo Hitler rechazó
inmediatamente las proposiciones. Desechó, al mismo tiempo, como cosa inútil,
el trasladarse a ver al Presidente del Reich mientras no se hubiese llegado a un
acuerdo. Sólo se decidió a realizar esta visita hasta que el Dr. Frick recibió a
54
medio día de parte del Secretario de Estado de la Cancillería del Reich una
notificación telefónica por la que se le manifestaba que el Presidente el Reich
no había tomado decisión alguna. No bien regresó el Führer al domicilio del
Dr. Goebbels en la Reichskanzlerplatz inmediatamente después de esa visita al
Presidente del Reich, en la que mantuvo su exigencia de obtener la dirección de
los negocios públicos, cuando ya toda la organización informadora de la Oficina
de Prensa del Reich empezó a moverse, puesto que estaba de antemano
preparada “confidencialmente” para obrar en consecuencia, según el resultado
de las negociaciones. ¡Hitler exige todo el Poder! Pretensión inaudita
¡Reprendido por el Presidente del Reich! Estos eran los tonos que se lanzaban
a los cuatro vientos.
Claro está, que sólo por unos momentos. La verdad había encontrado otro
abogado mejor: ¡el Pueblo!
Y el Führer, ante la voluntad del pueblo había, rehusado una oferta que a los
ojos de la mentalidad burguesa y marxista era seductora, y no se había vendido
a ellos ni a su sistema por un par de poltronas ministeriales. Ellos discurrían
así: Con sólo una palabra, que haga acabar los interminables trabajos y
sinsabores, el Partido se salva de la pesadilla de las luchas agotadoras de todos
los nervios. Las S.A libres del mortífero y sanguinario temor de los marxistas.
Todo el mundo intentó influenciarle. Y al Führer no le pasó ni un momento
por la imaginación el ceder. Permaneció fiel al Movimiento y al Pueblo, viniere
lo que viniese.
Su negativa, su ¡No! fue un hecho que debía traer sus frutos. El pueblo, más
tarde, le recompensó ampliamente.
55
En aquellos momentos no se sintió precisamente vencido, como todo el mundo
creía, sino que por el contrario poseía la alegría de un hombre que se encuentra
liberado felizmente de un gran peligro. Tenía plena conciencia de que había
hecho fracasar fríamente un intento peligroso de poner fuera de juego por
siempre más al N.S.D.A.P. antes que pudiese empezar su misión . Tan solo
nosotros podemos llevar a cabo lo que nosotros mismos hemos empezado . Y
convencía con fuertes argumentos a quienes se mostraban cansados e impotentes
ante elección tras elección, y que hubieran abandonado, hasta con gusto, la
necesidad de nuevas campañas legales. ¡Prefiero antes cercar una fortaleza que
ser su prisionero! El que la burguesía no reconociera la posición de pedir todo
el poder, para el N.S.D.A.P. no iba en contra de él, sino que constituía la
propia perdición de la burguesía. Algún día diremos que esto debía suceder así .
El Führer, a pesar de todos los derrotistas ante las luchas electorales y a pesar
de los argumentos de los que se sentían patriotas “razonables” permaneció en
su convicción de que el momento para el N.S.D.A.P. no estaba aún maduro y
que su hora no había llegado aún. El Movimiento se había engrandecido por la
lucha y sólo luchando podría llegar a conseguir el triunfo sobre sus enemigos
deshechos. He aquí lo que era y siguió siendo la solución del Führer. Brotaba
de la lógica clara, convincente y contundente de su pensamiento, que siempre
me ha parecido ser junto a su grandiosidad característica y el fuego de su
voluntad, la más fuerte atracción de Adolfo Hitler.
LA CASA EN EL MONTE
Los montes del Alto Palatinado hace ya tiempo que ocupan un lugar destacado
en la historia del nacionalsocialismo. Esos montes están pletóricos de recuerdos
para la historia del Movimiento, de los tiempos de sus peores persecuciones, de
sus luchas, de sus triunfos. Innumerables son ya los que, llenos de veneración,
han ascendido por los empinados caminos de Bertchtesgaden al Alto Palatinado.
Cada vez más aumenta la corriente de visitantes desde que saben que el Führer,
ya Canciller, ha permanecido fiel al monte.
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Adolfo Hitler, Dietrich Eckhart, Hermann Esser y Christian Weber,
necesitaban un lugar retirado para sus planes y le hallaron en 1923 en el Alto
Palatinado. Era la época de la ley de defensa de la República. Más de un
nacionalsocialista buscó y halló con amistad sincera en la soledad del Alto
Palatinado, el mejor refugio contra sus perseguidores.
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sostener y proteger el tejado para que la tormenta o la nieve no se lleve a las
tejecitas planas de madera. La arista de su agudo tejado lleva a caballo un
delicado torreón con su campana. Un comerciante de las cercanías de Hamburgo
fue quien hizo construir la casa poco tiempo antes de la guerra.
Una feliz casualidad hizo que “Haus Wachenfeld” estuviera por alquilar,
precisamente, cuando Adolfo Hitler regresaba a los montes de la Alta Baviera
luego de su encarcelamiento. Adolfo Hitler no dejó escapar la ocasión y a los
cuidados de su hermana, la señora de Raubal, se debe que, desde entonces,
“Haus Wachenfeld” y la Alta Baviera hayan constituido para él un todo,
inseparablemente unidos, de hogar y patria.
¡Cuán a menudo el Führer, incluso durante el año 1932, el de las luchas más
empeñadas para la conquista del poder, se ha dirigido desde cualquier parte
para encontrarse allí, en su propio hogar, en medio de los montes, aunque sólo
fuere por pocas horas! La carretera de Munich al Chiemsee, cruza Bad Aibling
y Rosenheim. Los caminantes conocen muy bien la hospedería, admirablemente
situada a las orillas del lago Chiem. Allí se tomaba un corto descanso. Desde
allí se tiene una vista espléndida y se puede admirar al amplio lago a través de
viejos árboles.
Luego de tres o cuatro horas de camino, nos espera allí en lo alto y en “Haus
Wachenfeld”, la casita del Führer, el más familiar bienestar gracias a la
hospitalidad de la hermana del Führer. ¡Qué bien se está en la gran sala del
rincón con sus policromados muebles de estilo aldeano! Por el suelo están
tendidas alegres alfombras, que forman un conjunto agradable en el silencio
montañero. Unos pajarillos cantan alegres en sus jaulas, los preferidos de la
señora de la casa, y en un rincón tintinea cadenciosamente un antiguo reloj de
pie.
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la conversación no se pierde ni un segundo hasta bien entrada la noche, y en
aquel círculo reducido es donde mejor se piensa, se cavila, junto a fieles amigos,
sobre los temas tan queridos del resurgimiento alemán.
Boss “Dos almas”. Por iniciativa del Führer, se levantará dentro de poco y en
la cercana colina entre “Haus Wachenfeld” y Platterhof, un monumento
dedicado a Dietrich Eckhart, cuyo proyecto encargó el Führer a un escultor del
país.
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construyó una entrada para los autos, la terraza se amplió y se edificaron un
garaje, una pequeña hospedería, así como un pequeño edificio para la guardia.
Estas ampliaciones eran precisas a causa de las innumerables visitas oficiales que
el Canciller debía recibir allí, incluso durante sus vacaciones, para celebrar
conversaciones de importancia. Pero el espíritu de la casa ha quedado el mismo
y en la apariencia exterior, a pesar de los cambios, “Haus Wachenfeld”, hasta
encaja más, si cabe, con el paisaje que la circunda.
Frente a la casa, ahora como antes, se oyen los murmullos de la vieja fuente
que baja de los prados empinados del monte y los tres mastines, Muck, Wolf
y Blonda, como buenos amigos del Führer, le dan guardia segura.
Las vetustas momias políticas del pasado, resucitaron y reclamaban para sí sin
pudor alguno, los éxitos logrados por nuestras luchas.
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él se le obligó a jurar, se presentaron nuevos proyectos de Constitución contra
“el Parlamentarismo trasnochado”...
Por medio de una estratagema maestra, como si hubiera sido jugada sobre un
tablero de ajedrez, dirigida por el Führer con rapidez y sorpresa máximas desde
el Palacio del Presidente del Reichstag, contiguo al Parlamento, en aquella su
sesión memorable que sólo duró veinte minutos, del 12 de Septiembre, Goering
consiguió parar certeramente un golpe de sorpresa del Canciller. Y saliéndole el
tiro por la culata, el Gobierno fue abatido con una votación de censura por 512
votos, contra sólo 42 a su favor, sin que ni tan siquiera tuviera tiempo, no de
impedirlo, sino de darse cuenta de ello. Voto de censura cuyas consecuencias
formales, aunque no podían preverse, puso plenamente de manifiesto ante el
mundo entero que ese Gabinete era un gobierno sin pueblo, sin masa alguna.
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El 31 de Julio el N.S.D.A.P. estuvo en el cenit de su crecimiento. Desde
entonces, desde hacía dos meses y medio, la lucha oscilaba, sin que se llegase a
fase alguna decisiva, y sin que ni tan solo pudiera preverse. La masa de los
electores no podía hacerse cargo de la verdadera situación. Todo el mundo nos
era contrario. La avenida no podía contenerse. Había que recelarse y estar
prevenidos contra la descomposición espiritual y física de los elementos poco
firmes. Las pérdidas en número no tenían que preocuparnos. Sin embargo, si la
falta de valor se extendía podría desembocar en una catástrofe.
Hitler vio con meridiana clarividencia que, en esa fase de la lucha, caracterizada
por el desasosiego y hasta el abandono del espíritu combativo, lo que había de
garantizar el feliz desenlace era, ni más ni menos, como siempre, una gran
perseverancia y el más potente poder de decisión. Contaba con ello de
antemano. Puesto que poseía ese poder de firme decisión previó el resultado
final con seguridad matemática, mientras... el Movimiento aguantase
firmemente.
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LA JUVENTUD BAJO EL SIGNO DE LA CRUZ GAMADA
La juventud se fue con Hitler, porque sabía que ella, y con ella nuestro pueblo,
se veían representados, corporizados, en él. Así es que no es de extrañar, que
ostente con tanto orgullo su titulo de “Hitler Jugend”, Juventud hitleriana.
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El propio Führer ya desde un principio consideró a la extraordinaria importancia
de la Juventud como el valor más grande para el Movimiento. Las viejas
generaciones habían caducado, sólo una generación joven, no corrompida por el
ponzoñoso veneno de la ideología y manera de ser de aquellas capas llamadas
superiores era lo que podría cargarse a Alemania sobre sus espaldas y conducirla
hacia un nuevo objetivo. El idealismo, libre de toda ajena presión y sin
deformación alguna, de la juventud alemana, constituyó la corriente de la
fuerza vital que pudo levantar a toda la nación de su letargo y producirle el
resurgimiento general.
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ideológico y político a influencias y seducciones ajenas al sentido patriótico. El
nacionalsocialismo ve en la educación ideológica y política de la nueva
concepción de las cosas, una necesidad vital para el pueblo alemán, que el
Führer jamás se dejará arrebatar.
Sin embargo, no hay en ello sólo un lógico interés político del Estado, sino que
quizás obra con mayor fuerza aún una inclinación del Führer, de raíz popular
humana, que le lleva a valorar y a querer en muy alto grado a la juventud
alemana. La juventud alemana, y esto puedo deducirlo por mi propia
experiencia, constituye el rayo de luz que anima continuamente la ardua y rica
labor de Adolfo Hitler. Miles y miles de veces he podido observar el goce puro
y la felicidad que experimenta el Führer al presenciar los niños alemanes.
Cuando en las asambleas le dedican sus saludos y le ofrecen flores, cuando
irrumpen sobre nuestro coche con gritos de alegría, en nuestros viajes. ¡Cuánto
me gustan esos niños radiantes y esas rubias niñas! , nos dice a menudo el
Führer cuando nos hallamos en medio de esos, como enjambres, de cabecitas
infantiles.
65
sustituirle y empuñar de nuevo la bandera. Pero, tengamos bien en cuenta lo
siguiente: Aunque alguien fuera acreedor de servicios imperecederos para el
Movimiento por su comportamiento o su labor de vanguardista en una de sus
épocas decisivas, no por ello tiene derecho a reclamar un premio tal para sí, que
pudiera entorpecer, ni rozar lo más mínimo, la impetuosa marcha hacia
adelante, hacia el gigantesco objetivo nacional del Movimiento. Nunca se ha
dado tal caso en la práctica pero, por principio, este hecho no debe, ni tan solo
una vez, discutirse siquiera.
Las fuerzas jóvenes, de potente fuerza de voluntad, que empujan desde abajo,
que encierran valores, capacidades en ciernes, deben de encontrar siempre y en
todo momento abierta la puerta en cuyo dintel se lea la leyenda: Eficiencia.
Mientras para los demás la inacción no es más que sentido retrógrado,
sensibilidad y muerte, el nacionalsocialismo proclama en cambio, gozoso, a
todos los vientos y en todo momento, los derechos de la Juventud.
Las mujeres han sido las que muy a menudo han sido precisamente las
salvadoras del Movimiento , nos dijo el Führer una vez, cuando, movido su
interior por tanta adhesión y fidelidad como recibía de las mujeres, me habló
de ellas. Y hasta añadió:
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las mujeres, con sus firmes creencias y su perspicacia innata, dieron al Führer
pruebas inolvidables de su fidelidad a la idea del nacionalsocialismo.
INTERMEZZO
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experiencia de los últimos meses. Ordenó, por lo tanto, que todas las
negociaciones se llevasen por escrito.
El Führer sabía que las cosas debían tomar otro giro. En nuestro cuartel
general del Hotel Kaiserhof nadie dudaba. Y el Dr. Schacht, Presidente de la
Reichsbank, escribía entonces: Si Hitler no es ahora Canciller, lo será dentro
de cuatro meses .
Esta vez, sin embargo, el juego de la táctica de sus contrarios, cuyo máximo
exponente manifestaba ser cada vez más el general von Schleicher laborando en
la oscuridad, se encontró barrido su paso ante la opinión pública. Cierto que la
oficina de prensa del Gobierno del Reich, intentó hasta los últimos momentos
evitar la publicación del cambio de cartas con taimadas advertencias en el Hotel
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Kaiserhof invitando a aplazarlas hasta que la prensa estuviese convenientemente
“informada”. Pero todo en vano. Entonces, mediante una convocatoria
rapidísima de la prensa, pudimos poner al Gobierno verdaderamente en el más
terrible aprieto.
EN EL HOTEL KAISERHOF
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Pero, para la prensa contraria esta Mansión de primera categoria –puesto que
el Führer nunca hizo caso de lo que dijera la prensa del sistema– le dio materia
abundante para sus campañas de escándalo. No bien había llegado el Führer al
Hotel Kaiserhof, cuando ya se ponían en juego intrigas, fantasías y
combinaciones; cuando se inventaban las más burdas mentiras, lanzándolas a la
gran publicidad, con lo cual se esperaba que se podía modificar en contra
nuestra el curso de los acontecimientos.
Los periódicos de aquellos partidos cuyos petulantes poncios pueblan ahora los
más lujosos hoteles internacionales de Suiza y de la costa francesa del
mediterráneo, no se cansaban de repetir como un estribillo: El caudillo de los
trabajadores en el Hotel de lujo .
¿Cuál fue la razón porque el Führer escogió este Hotel para su lugar de trabajo
y de cuyo confort y comodidades modernas, tan poco uso podíamos darnos el
gusto de disfrutar? No es precisamente la atmósfera de un sitio tal la que, ni a
nosotros ni para el mismo Führer era razón. No fueron más que razones de un
orden puramente práctico las que nos movieron a elegir ese cuartel general.
Pero además, y esto era una razón muy importante, la situación del Hotel
Kaiserhof, simbolizaba claramente la lucha ideológica de ambas antípodas, la
lucha final de la nueva Alemania contra el sistema decrépito. Desde su
habitación de trabajo, Adolfo Hitler veía, enfrente, al otro lado de la plaza, de
la Wilhelmsplatz, la vieja Cancillería del Reich, en la que se construían las
minas opuestas; en la que, con astucia y perfidia, no se pensaba en otra cosa
que hallar la forma de ver cómo se podían mantener cerradas las puertas del
Poder al impetuoso Movimiento.
Con el mismo clamor con que Roma gritaba, llena de terror y de miedo:
Annibal ante portas , de semejante manera se recibía la noticia de que Hitler
había traspuesto la puerta del Hotel Kaiserhof y se hallaba allí, de nuevo
frente a ellos. El cuadro externo en el que se desarrollaban las negociaciones,
muestra un paralelo extraordinario. Adolfo Hitler estaba ante las puertas –no
de Berlín, al que tiempo hacía que había conquistado interiormente– sino que
ponía cerco a la puerta de la casa, desde la cual Bismarck había regido al Reich
alemán, para tomar posesión de ella.
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Para la completa tranquilidad de la policía y de todos los elementos del poder
de aquel Estado, existía aún una última razón en favor del Hotel Kaiserhof.
Este estaba situado dentro del casco de la población. El Führer que, dentro de
su Hotel, trabajaba día y noche y que se hallaba batallando frente a las más
abrumadoras y decisivas resoluciones que debían prepararse por medio de muy
importantes conversaciones, no podía ni quería provocar ninguna clase de
demostraciones. Tenía la obligación de procurar no ser perturbado en sus
trabajos, ni por motivos marxistas, ni por los aullidos de cualquiera de las
hordas comunistas.
Aún hoy recuerdo perfectamente aquel día en el que, diez minutos antes de la
partida del expreso de Munich, abandonábamos con una prisa enorme el hall
del Hotel y subíamos apresurados a los coches para llegar a coger el tren ya en
marcha.
Durante las estancias en esa casa, el Führer rara vez descendía de sus
habitaciones de trabajo, a la mesa redonda colocada al final del amplio corredor
de la planta en aquel rincón del lado derecho reservado para su
acompañamiento y visitas. Normalmente tenía sus habitaciones en el piso
primero, donde generalmente también comía.
71
preparado una oficina primitiva, con máquinas de viaje y sus teclados sonaban
sin interrupción.
A causa de esa labor a alta tensión a menudo se nos pasaban por alto las
comidas y permanecíamos todo un día en ayunas. Estábamos en Berlín y no
veíamos nada de la ciudad. Podía suceder hasta que permaneciéramos una
semana entera sin salir de las entrañas de esa mole de piedra Sólo luego de
media noche y avanzada la madrugada nos podíamos retirar a descansar.
He convivido con Adolfo Hitler como luchador, como estadista y como hombre
y sin embargo nunca he visto la potencia de su personalidad en su más clara y
característica expresión como en las horas en las cuales concibe y redacta sus
grandiosas y decisivas manifestaciones político-estatales.
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llevaban siempre el sello más o menos claro de todo trabajo confeccionado por
varios departamentos, en los cuales se trasluce la mano de numerosos
colaboradores.
Hoy en día, sin embargo, existen aun muchos alemanes que creen a pie juntillas
que el contenido y la forma de las exposiciones de factura tan real mente
maestra, tanto las programáticas de gobierno como otras importantes, no son
exclusivamente el producto de su propio intelecto, sino que al propio tiempo
contienen también aportaciones de colaboradores oficiales y no oficiales.
Adolfo Hitler posee una manera del todo especial, personal, característica de
escribir y de dictar. Corresponde plenamente a la naturaleza creadora de su ser
y queda con impresión imperdurable a todos quienes tienen la suerte de
acompañarle y hallarse junto a él en el círculo reducido con ocasión de la
concepción, del desarrollo y de la formulación de sus conclusiones políticas.
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por materia la tan delicada de una sintética declaración de problemas de
gobierno.
En aquellas horas durante las cuales el Führer dicta sin ser molestado en sus
habitaciones privadas, es cuando se muestra de manera más patente la fuerza
creadora de su personalidad.
Hoy sigue siendo lo que en todo momento fue durante los años de lucha, como
Führer del N.S.D.A.P.
Los manifiestos y proclamas llevan todos el mismo espíritu desde hace catorce
años y contenían entonces la misma fuerza psicológica de convicción que hoy en
día.
El hecho de que no alcanzaran a ser escuchados durante largo tiempo por los
oídos del pueblo alemán y del mundo entero, no estriba en el cambio operado
en la persona de su creador, sino en la inferioridad de aquellos, que, poseyendo
el poder, impedían que llegasen al pueblo alemán esas manifestaciones de la
voluntad de un político genial y son los que hoy admiran lo que ayer
menospreciaban.
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En la historia del parlamentarismo podemos observar en seguida que la mentira
política ha desempeñado siempre, en todas las épocas, un papel muy
importante. Sin embargo, hasta el presente nunca se había vivido un período
como el transcurrido durante los trece años de lucha, durante el cual la
acumulación de mentiras y calumnias de nuestros enemigos contra el despertar
de la nueva Alemania fue tan grande como jamás se había conocido.
¿ Qué pasó? Pues bien, el caso era que el Gabinete von Papen se hallaba en sus
últimos momentos. Von Schleicher, tendía sus redes. Con suaves silbidos de
sirena, intentó atraerse al Führer a Berlín, para jugarse con él la carta del
Partido nacionalsocialista y para arrebatarle el juego.
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Adolfo Hitler no vio motivo para ello y ante las sugestiones dejó la cuestión en
el aire. Sin embargo Schleicher estaba convencido de que el Führer llegaría a
entrevistarse con él. Y la prensa contraria lo lanzó a los cuatro vientos y en
todos los tonos. Hizo ver al público como si no existiera duda alguna de su
disposición a entrevistarse con Schleicher. Con pérfida alegría anunciaba que
Hitler se sometía a Schleicher.
Todo el programa se desarrolló según el plan previsto. Dos son los trenes de
noche que salen, casi a la misma hora, de Munich para Berlín. Pero sólo uno de
ellos para en Jena. Descuidadamente el Führer se metió primero en el tren
equivocado que sale a las 9,15 y que no toca en Jena. Nosotros no subimos
hasta el último momento en el otro tren. Schaub, que se cuidó de nuestro
nocturno descanso, no pudo encontrar camas suficientes en este segundo tren de
las 9,20, así es que algunas personas de la comitiva tuvieron que pasar la noche
en los departamentos corrientes.
Así es que, mientras el telégrafo anunciaba por todo el mundo la partida del
Führer con el expreso de Berlín, nosotros descansábamos para descender luego a
las 5,20 de la madrugada en Jena, en aquellas horas en las que todo el mundo
dormía, para proseguir de allí a Weimar. En la estación de Jena, siguiendo
instrucciones, nos esperaba el directivo nacionalsocialista de la policía de
Weimar, para recogernos en su propio coche.
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habían acudido a la estación de Anhalt, esperaban en vano. Sus caras
denunciaban su perplejidad. Hitler no había llegado. En las redacciones cundió
la desorientación. ¿Qué hacer? Pues, sencillamente, no hubo más remedio que
tratar de sacar partido del suceso, fuese como fuese. Y así, con grandes
titulares, abarcando cuatro columnas, los periódicos de mediodía aparecieron
preguntando al público:
Con una frescura sin limites, las hojas marxistas y las gacetas judías, afirmaban
a sus lectores que Goering marchó hacia Jena, despistando a Frick yendo de
noche al encuentro del Führer cuando éste se hallaba camino de Berlín; que con
ademán imperativo había subido al coche de Hitler. Con su puño había
golpeado fuertemente la puerta del departamento. Y que luego, asustando al
Führer, aún amodorrado, lo hizo levantar de su litera y después de unas
rápidas explicaciones, vestido someramente, lo había literalmente sacado del
tren para impedirle su viaje a Berlín.
En realidad, Goering y Frick, tal como unos días antes se había convenido por
el Führer, salieron de Berlín para tener la conferencia de jefes en Weimar,
donde ya se hallaba presente el Dr. Goebbels. El ministro del Gabinete no se
hallaba en absoluto entre la comitiva del Führer y Goering no había salido de
Berlín en dirección a Weimar hasta las 8,50 de la mañana del 30 de
Noviembre.
Así es como se mentía, con falta absoluta de vergüenza. Tanto en prosa como
en verso. Y no sólo una vez, sino día tras día. Y esas hojas no podían ni tan
solo existir sin su mentira diaria sobre Hitler. Sabían que su hora tocaría a su
fin, inmediatamente que tomáramos el poder.
Así eran aquellos “gacetilleros” cuya sola existencia será imposible en la nueva
Alemania y por todo su futuro. La interna labor renovadora del periodismo
alemán, para la cual trabajamos, ha suprimido por completo esa mácula del
pasado y hará que la prensa alemana, regida por unos profesionales llenos de
responsabilidad y de competencia, constituya el arma más noble y eficaz para
la política, para la Nación y para la cultura alemana.
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EL ÚLTIMO “PERSONAJE”
Del jugueteo de los pasillos para la formación del nuevo Gabinete Schleicher
aparentó salir triunfador. Se le consultó el 2 de Diciembre y el 3 era ya
Gobierno. “El hombre sin nervios”, “el hombre con máscara de acero”, salió de
la penumbra y apareció en pleno escenario ante las candilejas.
La cosa marchaba bien. Había llegado por fin el momento de poder batirle en
campo abierto. El último hombre del sistema estaba ya maduro para su caída.
Los pasos de sus triunfadores se oían ya en el dintel de su propia puerta. La
sombra de Hitler se proyectaba ya sobre el propio Schleicher.
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Y el Canciller de la “dirección autoritaria del Estado”, desesperado, fue en
busca de la ayuda de los partidos, hasta los marxistas y los sindicatos. Nada
obtuvo. Y el pueblo se mostraba cada día preso de mayor amargura e
indignación.
Lo que yo vi en ese itinerario por todas las regiones del Reich, fue una Falange
de hombres aguerridos y dispuestos enteramente a vencer, tan íntimamente
poseídos del Movimiento nacionalsocialista que nadie ni nada en el mundo era
capaz de apartarlos de la misión que, libremente, se habían impuesto.
PROLEGÓMENOS EN COLONIA
Nunca se me mostró tan claramente este hecho como en el caso sucedido con
motivo de aquel viaje hacia Colonia que luego resultó tan famoso, del 4 de
Enero de 1933.
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El 2 de Enero terminó la tregua política de Schleicher. La orden del 3 de
Enero, imponía la partida hacia la lucha electoral de Lippe. El 4 de Enero se
nos comunicó que el Führer quería inaugurar la campaña en Detmold. Sin
embargo, en lugar de tomar el tren hacia Hannover, tomamos el tren del
Rhin. Nadie conocíamos el porqué de ese cambio. El Führer no dio explicación
alguna.
Pero antes, el Führer nos había indicado no seguir viaje a Colonia en su auto,
sin él. Debíamos pararnos y esperarle, a tres kilómetros de Colonia, en la
carretera de Düsseldorf.
A las dos horas, el auto cerrado nos salió al encuentro desde Bonn. Paró. El
Führer descendió de él y se subió con nosotros en su coche. El auto cerrado
viró y desapareció en dirección a Colonia.
Al proseguir hacia Düsseldorf, el Führer nos dio algo a entender que había
tenido una conversación con una personalidad política. Llegué incluso a observar
que estaba muy satisfecho de su secreta escapatoria.
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A la caída de la tarde pasábamos por Essen. Conduje el coche por el camino
más corto por entre las calles y callejuelas de mi ciudad natal. El cielo era
sanguinolento detrás de Segeroth y sobre las minas y las fundiciones de Krupp.
¡Cuán a menudo había atravesado mi ciudad natal con mi Führer! A miles eran
los recuerdos que cada vez se despertaban en mí al pasar en auto. Allí estaba
mi antigua escuela. En esta casa vive un pariente, en aquélla un buen amigo.
Distingo a conocidos sobre la acera. Van deprisa. Un compañero de estudios me
reconoce e intenta llamarme. Pero ya hemos pasado. No podemos detenernos.
Medimos los segundos y hoy llevamos tanto retraso porque el Führer tuvo que
detenerse por algo muy especial. Y en esa noche el Führer inaugurará aún la
nueva campaña electoral.
Bochum, Dortmund, Unna, Soest. Los Altos Hornos proyectan sus rojas
bocanadas hacia el cielo. El Führer mira el reloj. La Asamblea de Detmold nos
espera. Aparece ya Paderborn y al poco, después de un bien largo viaje,
tocamos felizmente a su fin.
INTERMEDIO EN LIPPE
Las estúpidas apostillas y las cínicas advertencias con las que la prensa marxista
acompañó a nuestros extraordinarios esfuerzos en Lippe, no consiguieron más
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que todo lo contrario de lo que se proponían con el menosprecio de la
importancia de esa campaña. Con todo, la opinión pública entera siguió, desde
un principio, con una grande emoción esa campaña electoral “sin importancia”.
Este era, precisamente, nuestro deseo. Queríamos refutar rotundamente con ese
pequeño ejemplo, puesto que entonces no disponíamos de mejor ocasión, la
teoría propalada desde el 6 de Noviembre “del descenso de la ola
nacionalsocialista”. La prensa judía hablaba de la paloma que lanzó Noé, para
saber si la marca subía aún. En este caso se tenía que demostrar plenamente
que la paloma no podía encontrar tierra alguna y que la marea volvía a subir
con incremento arrollador, insostenible, abatiendo cuantas presas artificiales
encontrara a su paso. Seguirían luego Braunschweig y otros Países.
El Führer, siguiendo esta táctica, consiguió que cada una de las 18 grandes
asambleas de Hermannsland constituyera un verdadero grandioso acontecimiento
local. En las grandes ciudades concurrían a las asambleas sólo los adheridos y
los “interesados” de todas clases. Allí, por el contrario, concurrían todos sin
excepción, sin distinción de partidos. Nadie había visto aún al Führer con sus
propios ojos. Tenían que aprovecharse de esa rara oportunidad, difícil de
volverse a presentar. La población aldeana se consideraba honrada de que el
Führer del Movimiento libertador de Alemania quisiera molestarse de ir hacia
ellos, personalmente, a su pueblo, en medio de su sencillez. ¡Y eran todos,
absolutamente todos, los que iban! Esto era lo que, precisamente, quería el
Führer.
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más hablaba el Führer. Él mismo se mostraba altamente contento de un éxito
tan patente y de tan grandiosos efectos. Ya desde que tuvieron lugar las
primeras asambleas nos predijo el éxito con certeza absoluta.
Este castillo en el cual el Führer por vez primera en medio de sus luchas, había
realmente hallado una tranquilidad, tenía una gran tradición. Las figuras de los
cuadros de familia que pendían de las paredes, mostraban la historia de esa
antiquísima familia, cuyo castillo solariego, ya derrumbado, yacía en lo alto del
bosque. Una antigua daga pendía sobre la chimenea. Todo él estaba arreglado
con la más severa sencillez. Siempre lo recordamos con gusto, y hoy mismo
volveríamos con placer.
El Poder en Alemania va sólo hacia aquellos que hayan logrado imprimir con
los caracteres más indelebles ese mismo Poder en el pueblo . Adolfo Hitler
pronunció esta frase en Schwalenberg el 8 de Enero. A los pocos días el 47,8
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por ciento de los votos se pronunciaron por su bandera. El Movimiento se
mostraba –ante la estupefacción de los enemigos– con un desarrollo de impulso
nuevo y creciente. No bien empezaba el nuevo año que nuestro ataque tomaba
ya enormes proporciones. El mundo estaba estupefacto. Sin embargo, nadie
preveía aún que sólo eran quince días los que nos distanciaban del glorioso 30
de Enero.
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Entre tanto, tanto Goering, el plenipotenciario político del Führer, como von
Papen, no permanecían inactivos. La atmósfera política cerca del Palacio
Presidencial se esclarecía por momentos. Las últimas maniobras marrulleras de
la prensa para evitar nuestro triunfo en la dirección del Estado, no hicieron
más que afirmar al Führer en sus decisiones y no fueron para nosotros más que
el termómetro que indicaba el rápido debilitamiento del Gabinete.
Lo que acaeció durante aquella noche del 30 de Enero, tanto en Berlín como
por toda Alemania y por donde quiera que sonara la lengua alemana, no puede
ser descrito con palabras. Aquellos momentos quedarán para siempre
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indeleblemente grabados en los corazones de todos aquellos que pudieron vivir
aquella gloriosa solución y ver realizado ya lo que tan tenazmente propugnaron
durante aquellos catorce años en medio de una verdadera opresión de su
espíritu. La fe de Hitler había transportado los montes. Desde la misma
Cancillería del Reich veíamos a nuestros pies ese mar de luces y quedábamos
maravillados de esa indescriptible sinfonía de júbilo. Allí estaban, con la más
íntima e indestructible emoción, Hindenburg y Hitler, unidos para siempre más.
Ya nadie ni nada les separará. Y el 21 de Marzo en la Iglesia castrense de
Potsdam se selló solemnemente esta unión.
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leyenda: “¡El triunfo es vuestro!” La misma jornada deparó al Führer ocasión
de proclamar por orden del Presidente del Reich, que la Bandera de la Cruz
gamada, la Bandera del Movimiento nacionalsocialista, era la bandera oficial del
Reich alemán junto con la negro-blanco-roja; el documento tiene estampadas
las firmas del Mariscal General von Hindenburg, la del antiguo cabo Adolfo
Hitler y la del oficial del frente von Papen. ¡Qué símbolo más hermoso del
triunfo de la revolución nacionalsocialista!
Durante los cortos meses de sus funciones de Canciller, Adolfo Hitler dio
pruebas sorprendentes de las superiores aptitudes de hombre de Estado que
poseía. La verdadera preeminencia de su personalidad se impuso desde el primer
día en su Gabinete y todo el mundo lo reconoció así. Para muchos, que no le
conocían, constituyó una sorpresa. Para los que con él lucharon, el hecho no era
más que una confirmación. Adolfo Hitler volvió a dar nuevo contenido y brillo
al cargo y a la función del Canciller del Reich alemán y al pueblo nueva fe en
su Personalidad. Sin embargo, no puede admirarse a Adolfo Hitler ni como
luchador y hombre de Estado sin que se conceda el lugar de honor a su
grandeza interior, que es lo que le define y honra como hombre y lo que
califica todo el cuadro de su Personalidad. La sencillez y modestia de su ser,
que es la dádiva que pone realmente de manifiesto el característico valor de
toda gran Personalidad, es lo que ha mantenido a Adolfo Hitler también como
Canciller. Adolfo Hitler siguió siendo lo que siempre fue. Y quizás es esta
profunda grandiosidad humana interior lo que más le hace ser querido del
pueblo, que no el Poder que hoy ha reunido en su mano para el bienestar de la
Nación y para la fama y gloria de que es acreedor como salvador de la Nación.
ESTADO Y PARTIDO
87
contenido ideológico sino que también deba constituir la forma organizada del
nuevo Estado, es sólo una consecuencia lógica.
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destino y su suerte a ese Movimiento del pueblo alemán que poseía todos los
elementos de la sociedad, de la comunidad social.
Hoy en día, nadie puede ya dudar que todo lo que hasta el presente se ha
conseguido para bien del pueblo alemán no tiene otro origen que el de esa
fuerza que ha crecido de una sola y misma raíz. El Führer, con clara perspicacia
y conocimiento de ese desarrollo político perfeccionándose por esa ley natural,
ha formado, basado en esos cimientos, la estructura de su Movimiento. Si
hubiera hecho caso de las sugerencias de los contrarios y de los consejos de
muchos “amigos”, hoy en día no sólo no estaría derrotado el marxismo, sino
que la nueva Alemania no existiría.
Es preciso tener muy en cuenta estas internas relaciones causales para poder
comprender los problemas actuales y futuros de la constitución de nuestro
Estado alemán, y para hacerse cargo plenamente de sus imprescindibles y
especiales necesidades. Si en la actualidad aparece patente y necesaria la obra
hasta ahora realizada por el N.S.D.A.P. y la verdad de sus principios, el
futuro no dejará desmentir, antes al contrario afirmará aun más, que sólo y
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únicamente la realización y prosecución lógica y consecuente de estos principios
podrá llevar a cabo la terminación, la complementación de esta gran Obra.
Así, pues, queda bien clara una cosa y, por cierto, muy decisiva: quien quizás
creyera que se podría prescindir para la justa constitución y formación del
nuevo Estado alemán del organismo vital y de la estructura desarrollada
orgánicamente por el N.S.D.A.P., como único elemento determinante, debería
renunciar también a la fuerza de este Movimiento. Y esto porque sin la
preponderancia decisiva del Partido nacionalsocialista y de las fuerzas
desarrolladas en él y por él y en consecuencia fuerzas propulsoras y
progresivas, el nuevo Reich se desplomaría como un castillo de naipes y en
poco tiempo quedaría destruido todo lo creado hasta el presente.
Donde la suerte del Estado queda tan estrechamente ligada a un Partido como
en este caso, donde coinciden los intereses del Estado con los del Partido, este
y aquel no pueden desligarse en absoluto. Por ello el velar para que esto no
pueda nunca suceder y para que no suceda, no es intolerancia o deseo de
dominio de un Partido, sino el verdadero sentido de la responsabilidad y santo
deber frente a la Nación. Los únicos pilares del Reich actual son el pueblo
alemán y el Movimiento nacionalsocialista .
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menos posean los que así mismos se llaman estadistas, sin serlo. En cambio,
para los políticos verdaderos esto constituye la característica más decisiva y feliz
de su arte de gobernar.
Habría que ser, de antemano, un verdadero artista para poder escribir sobre las
relaciones de Adolfo Hitler con el arte. Sin embargo, lo artístico aparece con
tanta espontaneidad en todas las manifestaciones vitales de Adolfo Hitler que
es esencial en cualquiera de sus actos. Debo limitarme aquí a trazar sólo algunos
bocetos dentro de la perspectiva de lo político y constreñirme a lo que sea
adecuado al tenor de estas páginas.
Si cada época tiene el arte y los artistas que merece, no puede, pues,
extrañarnos que la época en la que hemos vivido, felizmente ya acabada, haya
sido una época de bajeza cultural y de decadencia artística en todos los terrenos.
Nadie se ha dado tan perfecta cuenta de ello como Adolfo Hitler. Su gran
lucha política constituyó al propio tiempo una campaña contra el espíritu
extranjerizado, ausente de todo sentido artístico y anti-alemán en la vida
cultural de la Nación.
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Adolfo Hitler hará lo indecible para que la nueva Alemania se manifieste
también en las obras de sus artistas que deberán de fijar un sello indeleble para
la obra y la actuación de la Idea nacionalsocialista. Queremos darnos pruebas
documentales de piedra y de hierro de nuestro concepto de la vida y del
poderío de nuestra voluntad política, con el fin de que arraigue de nuevo en
todo cerebro germano el orgullo de ser alemán , así se expresaba ya Adolfo
Hitler el 4 de Abril de 1929 en la sala de fiestas de la cervecería
“Hofbräuhaus” de Munich cuando Max Reinhardt-Goldmann ponía de
manifiesto la plena decadencia del arte durante la república de Weimar.
Creo que Adlolfo Hitler está convencido de que nos hallamos ya en el umbral
de una época caracterizada por lo arquitectónico, que correspondiendo con la
renovación política, vendrá a traernos un verdadero cambio, una transformación
de los pintorescos impresionistas de un individualismo desenfrenado, una época
heroica, monumental-arquitectónica. Tal como siempre ha sucedido en la
historia mundial, los tiempos de la exaltación de los sentimientos de comunidad,
de compenetración de un pueblo y del lógico orgullo de los países, así como se
caracterizaron por magnificentes construcciones monumentales, así también el
Tercer Reich deberá aportar y aportará sus peculiares construcciones
arquitectónicas.
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programa de edificaciones para Munich, prosiguiendo conscientemente la gran
tradición arquitectónica de esta ciudad.
Son cientos las veces que Adolfo Hitler ha oído su opera favorita “Los
maestros cantores”. Y recordamos muchos casos en los que el Führer iba a la
ópera en medio de sus campañas políticas e incluso en las vísperas de grandes
decisiones. Y esto no es de extrañar, porque en la música encuentra a la vez
distracción y reparación de sus fuerzas. Luego de conquistar el Poder, Adolfo
Hitler ha querido que las representaciones de Bayreuth volvieran a tener su alta
y noble importancia al concederles la dignidad y la solemnidad de
representaciones alemanas nacionales.
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tributo al arte alemán! El cruzamiento de ambos caminos simboliza la tan feliz
concordancia de que, en Adolfo Hitler, la Política y el Arte viven al unísono.
Porque ¿dónde está escrito que el desarrollo político mundial deba de apreciarse
desde un punto de vista exclusivamente liberal y que únicamente pueda
contenerse en los principios liberales del último siglo? ¡No es sólo la vida de
los pueblos la que está sujeta a las leyes de la evolución, sino que lo está
también el poder de comprensión de los hombres! Hay que tener en cuenta que
el liberalismo es precisamente el que debiera rechazar los pensamientos fijos,
dogmáticos y que de acuerdo con sus propios principios debería por lo menos
dejar el campo libre donde empiece a florecer una nueva vida que ya no puede
medirse con viejos patrones sino solamente se puede llegar a concebir mediante
un verdadero y nuevo sentido de simpatía y de comprensión.
Claro está que nadie pretende que el mundo mire a Alemania con ojos
nacionalsocialistas. Sin embargo los grandes problemas del futuro, que requieren
la convivencia y el orden internacional, obligan a los pueblos a considerar sin
prevención, precisamente, a aquellos otros que han experimentado un completo
cambio de estructura en su peculiar organización nacional. Así es que sólo
mediante esa perspectiva desde un punto de vista que neutralice
inteligentemente las falsas posiciones es como se podrá alcanzar
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progresivamente un mutuo reconocimiento que sirva para la convivencia de los
pueblos y con ello para su propio bienestar y riqueza.
Con el proceso de fusión de Pueblo y Nación en una nueva síntesis que vemos
ya en plena vía de realización tanto en Alemania como en Italia, se anuncia ya
ese grandioso proceso de transformación estructural entre los pueblos que no
sólo parece destinado a encerrar un futuro feliz a las naciones capacitadas para
el desarrollo natural de su constitución social y para el sostenimiento de la
vida, sino que también para asegurar la ordenación de estas naciones entre ellas
mediante una delimitación natural de sus necesidades vitales e intereses. Todos
los indicios ponen de manifiesto que el nacionalsocialismo, apoyándose de nuevo
en el pueblo, según sus propias condiciones naturales, está destinado a poder
dominar y resolver aquellos problemas políticos mundiales para cuya solución el
Internacionalismo formal Estatal ha mostrado su plena incapacidad.
Las fuerzas inmanentes de la vida de los pueblos que están obrando y actuando
aquí, se encuentran ya hoy en día de manera universal y patente, tanto en sus
fenómenos interiores como exteriores.
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representación de los derechos vitales. Hoy en día, luego de bien pocos meses
de nacionalsocialismo que el pueblo considera con su instinto infalible como su
propio imperar, este mismo pueblo vuelve compasivamente la vista –sintiéndose
interiormente liberado– hacia aquellos infelices y ya por siempre pasados
tiempos del “dominio popular” de la democracia, durante los cuales no fue más
que el esclavo de la incapacidad organizada de la Nación. Se ha reconocido en
el nacionalsocialismo, hablando por él los resultados obtenidos en los terrenos
de lo social, lo económico, lo administrativo y en la reforma del Reich, y por
fin como muestra especial y característica en la organización de la selección
natural jerárquica, que mediante él, en cuanto se implantó, se pudieron resolver
inmediatamente problemas hasta entonces insolubles, realizaciones todas que
hasta entonces vanamente intentaron realizar con bombos y platillos docenas de
gobiernos parlamentario-democráticos. De ahí que la autoridad de esta nueva
dirección, de esta nueva manera de gobernar esté sentida y se halle asistida por
la confianza y el orgullo de todo el pueblo. El pueblo alemán halló, pues, la
forma de gobierno más adecuada a su íntimo ser.
Esta ley, ya más que social, biológica, sobre el desarrollo de los pueblos, sobre
su devenir, su vida y muerte, quizás encuentre su solución a medida que se
vaya realizando naturalmente ese cambio estructural del propio ambiente que
nos rodea y que así las naciones, hasta ahora organizadas estatalmente en
abstracto, se despojen de su cáscara liberal y se hallen de nuevo a sí mismas
con las condiciones raciales de su ser para poder desarrollar de ellas las fuerzas
de sus principios vitales. De estas experiencias quizás llegarán a sacar la
consecuencia de que bajo una forma de gobierno autoritaria fundada en el
pueblo, todo se soluciona mucho más sencillamente que no con la complicación e
irresolución que pesa sobre sus pueblos. En todo caso, llegarán también a la
conclusión de que el problema social-económico que en los Estados demo-
liberales desemboca en un callejón sin salida, en un nudo gordiano, se puede
solucionar por esencia mucho más fácilmente y con el contento general bajo una
forma de gobierno autoritario radicado plenamente en el pueblo y no en grupos
internacionales prepotentes. Comprenderán, posiblemente, ante el ejemplo de
otros pueblos, que existe un problema de descomposición de razas que puede ser
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fácilmente solucionado, atajado, por medio de un nacionalismo consciente del
pueblo mismo. Y por fin también llegarán seguramente al convencimiento de
que la faz cultural de los pueblos se destacará precisamente mucho más clara en
todos los terrenos si se basa, se apoya, en el seno de la nación creadora,
produciendo así su más acusado y monumental valor, que si pretende buscar
apoyo en el elemento sin raíces de una nebulosa existencia internacional.
No desconocemos la realidad hasta tal punto para creer, con lógica política,
poder ablandar con una tal perspectiva de futuro, por lo demás tan natural y
racional, las tan arduas y duras realidades de la política mundial. Pero esto no
nos impedirá presentar ya desde ahora los problemas y la posibilidad de una
solución, que entendemos que tarde o temprano se impondrá.
Si bien es verdad que nadie es profeta en su tierra, no es menos cierto que aún
se hace menos caso en la vida internacional a las naciones que realmente prevén
el porvenir. Al presentarse como pioneras de una nueva ideología o concepto de
la vida y de un orden mundial nuevo, llegan a conquistarse la antipatía y hasta
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la enemistad de todas aquellas que ven derrumbarse la vieja y cómoda
“harmonía de los intereses”. Así pasó en un principio, más o menos, con el
fascismo, de manera que la Alemania nacionalsocialista tendrá también que
enfrentarse con esas inevitables resistencias.
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PLAN CUATRIENAL
Este año la jornada del Resurgimiento Nacional fue a la vez jornada de examen
y de revisión sobre lo ya alcanzado durante los cuatro primeros años del
Gobierno nacional-socialista, es decir, sobre lo que el Führer había fijado en
1933 como primera y más principal labor: terminar con el paro obrero y salvar
y libertar a los labradores alemanes; pero además, y por encima de todo, lo ya
logrado: la reconquista de la libre Defensa de Alemania y de la reconstrucción
de la potencia militar alemana.
Pero el 30 de Enero fue más aún. Fue jornada de la plenitud del triunfo de los
esfuerzos para conseguir para Alemania el trato de igualdad internacional. Y,
en su grandioso discurso del Reichstag, el Führer retiró solemnemente y ante el
mundo entero la firma alemana bajo el Tratado de Versalles. Con ello puso fin
definitivamente a la falacia de las deudas de guerra y por ello, al propio
tiempo, sacó también las últimas consecuencias prácticas de ese documento: el
fundamento dc la justa reclamación de Alemania a poseer colonias y la
restauración de la plena e ilimitada soberanía del Reich sobre el Banco del
Imperio y sobre los Ferrocarriles del Reich. Así, pues, Alemania ha establecido
ya plenamente y definitivamente su plena igualdad de trato y la ha
rehabilitado en todos los aspectos.
El Führer puso de nuevo de manifiesto una vez más y con claridad meridiana
la voluntad de Alemania a colaborar en la liberación de Europa y del mundo
entero. Y al hacerlo, se refirió tanto a sus anteriores proposiciones constructivas
como a la labor política que corresponde a todo pueblo civilizado la lucha
contra el peligro mundial del bolchevismo.
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Sólo las naciones fuertes son las que pueden llegar a cumplir esa labor de tan
grande trascendencia política e histórica mundial. No es por lo tanto
chauvinismo, sino la propia expresión de la voluntad de vivir de la nación
alemana, cuando el Führer manifestó nuevamente ante el Reichstag la
indoblegable voluntad de mantener el Plan cuatrienal. Y esto porque el Plan
cuatrienal debe servir para darnos aquella fuerza e independencia nacional que
constituye el requisito indispensable para el propio mantenimiento nacional de
Alemania.
Nuestro más alto derecho se asienta sobre esa voluntad; y sólo este derecho es
el que en casos especiales puede colocarse sobre disposiciones legales particulares
cuando no sean capaces de contribuir a resolver las justas necesidades vitales de
la nación. En esto consiste precisamente la gran tarea del futuro, tal como lo
ha formulado claramente el Führer, la vida real de nuestro pueblo, tal como
de otra parte se ha perfeccionado estatalmente, se confirmará, se sellará para
siempre y eternamente por medio de una Constitución y con ello lograremos
una Ley imperecedera para todos los alemanes .
Pero la economía y con ello la realización práctica del Plan cuatrienal, debe de
conducirse ya hoy en día de acuerdo con la voluntad unificada de la dirección
Suprema, así como de acuerdo con una superior ley fundamental, para. de esta
forma, asegurar permanentemente la justa aplicación de nuestras fuerzas de
trabajo existentes y la plena utilización de la tierra disponible de las riquezas
del suelo. Ante todo –dijo– se trata primordialmente de un problema de
organización .
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Lo mismo podemos decir con respecto a la necesidad en ciertos casos de
conceder preferencias en el abastecimiento de materias primas a determinadas
zonas productoras. En todo caso y por todas partes la superior dirección
económica será lo que por medio de sus órganos tendrá en su poder el evitar
“tendencias” perniciosas y su acción. No reconocemos santidad alguna a ninguna
de las leyes económicas. Lo decisivo, es la Voluntad; la economía tiene
asignada una función servidora del pueblo y al capital se le asigna una función
servidora a la economía .
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social que es a lo que tiende sin ambages, la consecución de la plena realización
del Plan cuatrienal.
5- Quien no sea ciudadano alemán sólo podrá vivir en Alemania como huésped
y quedará sujeto a la legislación especial para extranjeros.
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9- Todo ciudadano alemán tendrá iguales derechos y deberes.
18- Exigimos una lucha irreductible contra aquellos que desarrollen actividades
contrarias al bien común. Quien incurriere en actos de tal criminalidad contra el
pueblo, tales como usureros, traficantes sin conciencia y otros similares villanos,
serán condenados a pena de muerte, sin tener en cuenta su raza o religión.
20- Para que todo alemán aplicado y capaz pueda alcanzar un alto grado de
cultura que le permita poder desempeñar cualquier cargo preeminente, el Estado
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tiene la obligación de reorganizar fundamentalmente el sistema educativa
nacional. Los métodos de enseñanza de todo instituto educativo deben
amoldarse a la vida práctica. La educación del espíritu de los alumnos en el
concepto del Estado debe cultivarse ya desde la escuela, mediante una adecuada
educación cívica.
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de nuestro Pueblo y la prohibición, por lo tanto, de
toda institución que contravenga a tales disposiciones.
El Partido, como tal, defiende el punto de vista del cristianismo positivo, pero
sin quedar por ello sujeto a una confesión determinada. Combate el espíritu
materialista judío, dentro y fuera del Partido, y está convencido de que nuestro
Pueblo sólo podrá alcanzar un permanente restablecimiento más que por obra de
sí mismo y de acuerdo con el principio:
Los Jefes del Partido prometen luchar por la plena realización de este programa
y en caso necesario hasta el sacrificio de su propia vida.
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