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HITLER, Caudillo

OTTO DIETRICH

Biblioteca WeltanschauungNS
Libros Para Ser Libres

1
2
EL PROCESO DEL PARTIDO NACIONALSOCIALISTA VIVIDO Y
ANALIZADO POR EL JEFE SUPREMO DE LA PRENSA DEL REICH

OTTO DIETRICH

JUNTO AL FÜHRER

APÉNDICE

PLAN CUATRIENAL POR EL PRESIDENTE GENERAL GOERING

PROGRAMA DEL PARTIDO NACIONALSOCIALISTA

MANUEL MARÍN, EDITOR.

DEPOSITARIO GENERAL:

LIBRERIA P. VENTURA TRAVESET

GRANADA 1937

Ediciones EL ÚLTIMO AVATARA AUTORIZA Y RECOMIENDA LA


REPRODUCCIÓN Y DIFUSIÓN POR CUALQUIER MEDIO DEL
SIGUIENTE TEXTO, AGRADECIENDO SEA CITADA SU
PROCEDENCIA.

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ÍNDICE Página
NOTAS DE LA EDICIÓN 2
HITLER, CAUDILLO 2
VISIÓN NOCTURNA 2
EL PODER DE LA PERSONALIDA 3
LA LUCHA DEL NUEVO SENTIDO HEROICO 6
HACIA EL MOMENTO DECISIVO 11
MAESTRO EN EL CAMPO DE LA 13
DIPLOMACIA
LOS CAPITANES DE INDUSTRIA ANTE EL 16
DILEMA
ENTRE MUNICH Y BERLÍN 19
LA HORA SOLEMNE DE ADOLFO HITLER 21
CRUZANDO ALEMANIA EN AVIÓN 24
VIDA NUEVA Y NUEVO ESTILO 27
UN AUDAZ VUELO TORMENTOSO 30
EL PRIMER VUELO NOCTURNO 32
LA GRAN REVELACIÓN DE LA MANSURIA 35
CÓMO CONQUISTAMOS A MECKLENBURGO 37
LA CAÍDA DE BRÜNNING 39
NOCHE INOLVIDABLE 41
TÁCTICA DE TIRA Y AFLOJA 44
EL 13 DE AGOSTO 46
LA CASA EN EL MONTE 49
LA PRUEBA DE FUEGO DEL MOVIMIENTO 52
LA JUVENTUD BAJO EL SIGNO DE LA CRUZ 55
GAMADA
INTERMEZZO 59
EN EL HOTEL KAISERHOF 61
CÓMO DICTA EL FÜHRER 64

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¿DÓNDE ESTÁ HITLER? 66
EL ÚLTIMO “PERSONAJE” 69
PROLEGÓMENOS EN COLONIA 70
INTERMEDIO EN LIPPE 72
LA CONQUISTA DEL ESTADO 75
ESTADO Y PARTIDO 78
ADOLFO HITLER, ARTISTA 81
PUEBLO Y NACIÓN, NUEVA SÍNTESIS 84
APÉNDICE 89
PLAN CUATRIENAL.—DIRECCIÓN 90
RESPONSABLE DE LA ECONOMÍA ALEMANA
PROGRAMA DEL PARTIDO 93
NACIONALSOCIALISTA

NOTAS DE LA EDICIÓN:

Ediciones EL ÚLTIMO AVATARA les ofrece la edición en castellano de la


obra “HITLER, CAUDILLO”, escrita por el que fue Secretario de Estado y
Jefe de Prensa del Reich, Dr. Otto Dietrich, tomando como fuente la edición
que en el año 1937 hiciera el editor Manuel Marín en Granada.

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VISIÓN NOCTURNA

La noche del 23 de Febrero, el avión, suave y seguro, cruza los aires hacia su
destino. Voy arrellanado en un sillón de cuero de alto respaldo. La cabina está
oscura; tan solo, sobre los cristales de las ventanillas se reflejan
intermitentemente, cual, roja sangre, los destellos fulgurantes que lanzan los
tubos de escape. Apenas, cual sombras, se reconocen las siluetas de las quince
cabezas de los pasajeros del “Richthofen”. El trepidar de los motores anula los
sonidos todos.

Ante mí, al lado derecho de la ventanilla, pensativo, la cabeza recostada, está


sentado un pasajero que mira, por encima de las brillantes alas plateadas, la
clara noche, estrellada. Es Adolfo Hitler. Desde hace tres semanas, Canciller
del Imperio Alemán. Media hora antes, caldeado con ardorosos aplausos
hablaba en Frankfurt del Main ante decenas de miles de alemanes, mientras las
ondas del éter transmitían sus palabras, mazazos de persuasión a todas las
ciudades y aldeas, a las mismas sobre las que cruzábamos por el aire a la
velocidad de 280 kilómetros por hora.

En nuestros oídos resonaba, vibrante aún, el júbilo de las masas en el gran


salón de Fiestas de Frankfurt; oímos aún la sinfonía libertadora del Himno
Alemán; aun nos iluminan los miles de antorchas de esa conmovedora hora
solemne de la nación, mientras nosotros, aquí en lo alto, vivimos ya otros
momentos casi cósmicos. No hay palabras para describirlo.

¡Qué pensamientos e inquietudes no serán las del Führer (en esta hora tranquila
de una noche de fantasía y ensueño! Busco en mis pensamientos una
perspectiva, lo bastante amplia y comprensiva para que pueda abarcar este
mundo de visiones casi trascendentales, en el que vibra y cunde la obra de
Adolfo Hitler, día tras día, hora tras hora para Alemania y así poder trazar la
imagen de nuestro tiempo. Pero me falla todo concepto. Se ha hecho realidad,
verdadera sustancia, una nueva forma creadora, insospechada, un nuevo y
fundamental estilo del concepto de la vida alemana que ha impreso ya,
indestructiblemente, el sello de su destino.

No queda, empero, largo tiempo para la meditación. La radio de a bordo


anuncia ya la estación de Nordlingen, sobre el Danubio. Se encienden de nuevo
las luces de la cabina. Adolfo Hitler estudia el mapa. Dentro de breves
minutos, antes de media noche alcanzaremos Munich, donde esperan al
Canciller para importantes conferencias con Berlín. Y mientras nuestro aparato,
con el glorioso nombre de “Richthofen”, meciéndonos en la suave cadencia de
amplias espirales va descendiendo sobre el mar de luces de la metrópoli bávara
y las brillantes antorchas de magnesio colocadas en nuestras alas iluminan bajo

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nosotros la superficie de la tierra con claridad de día, en aquel mismo
momento, tomé la resolución de escribir estas páginas.

No van a ser ninguna biografía de Adolfo Hitler, ni una descripción de su


acción política durante los últimos años, sino un resumen fragmentario
episódico, pero sintético, vivo, de recuerdos personales, de reflejos de los días
de lucha decisiva, para dar a conocer a grandes rasgos lo vívido por el autor
con su Führer, durante los últimos años, hasta la conquista del Poder.

Voy a mostrar el desarrollo histórico de los acontecimientos tal como


personalmente los vi y tal como los sentí.

El lector, a través de las etapas de esta empeñada lucha, podrá formarse por sí
mismo idea clara y precisa de una moderna, fantástica, manera de obrar; lucha
realmente heroica para el advenimiento glorioso y triunfal de la Revolución
Nacional y con ello, el perfil exacto de la personalidad de Adolfo Hitler.
Quizás para más de uno, descubran no sólo al hombre, a Adolfo Hitler, sino
que también el secreto de su éxito.

EL PODER DE LA PERSONALIDAD

Si hubiera milagros en la vida de los pueblos, el alemán podría con razón


considerar como suceso sobrenatural el feliz viraje de su destino. Tanto el
hondo cambio fundamental interior espiritual, como el nuevo ser exterior de
nuestro pueblo, conseguidos por la revolución nacionalsocialista con su audaz
combate, constituyen, incluso para los que la han visto y ayudado a nacer
desde las avanzadas de esta lucha gigantesca, cosa inaudita e imposible casi de
Penetrar. La impresionante y asombrosa convulsión renovadora del carácter y
de la manera de ser interior y exterior del pueblo, es algo que el observador
imparcial no puede llegar a concebir ni aún hoy en día como fenómeno natural.
Los hechos, sin embargo, se imponen al débil poder de comprensión de los
hombres, y la marcha del tiempo no puede ser detenida por quienes se aferran
en un eterno ayer.

El tercer Reich, es una realidad. Existe en sus cimientos. Se apoya en los


valores imperecederos de la raza norteña y en las profundidades del alma
alemana. Dócil sobre las raíces naturales del sentido y del ser germanos.
Delimitado y contenido en las fuerzas vitales de la Personalidad, que nacieron y
acompañaron a nuestro pueblo como encarnación de su voluntad y espíritu. La
generación que emprendió tamaña empresa tiene por obra trazar sus líneas y

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directrices fundamentales y las generaciones venideras son las llamadas a tener
por misión, proseguirla y llevarla a su fin.

Hoy, nosotros, los que nos hallamos en esta labor constructiva, en medio de la
enorme labor creadora emprendida por una nación, lanzamos una mirada sobre
el camino ya andado y delimitamos las etapas de nuestra lucha; pero con ello
no sólo buscamos una corta complacencia en lo conocido, sino que hallaremos,
al revivir los momentos heroicos de nuestra lucha, nueva fuerza y nueva
potencia creadora para la labor venidera.

Las ideas determinan la historia y el destino de los pueblos. Pero en la


Personalidad es donde reside la creación y contenido. Idea y Personalidad, son
también las dos directrices que determinan la creación de la nueva Alemania, y
que cooperan desde un principio a su nuevo ser. Jamás, hasta el presente, estos
elementos formativos y la expresión del ser de un pueblo se han encontrado
con esa nitidez y pureza como ha sucedido para el movimiento nacionalsocialista
en su gigantesca cruzada para la reconstrucción de la Nación alemana.

Así como toda gran verdad se encierra en una gran sencillez, así también el
pensamiento del Estado nacionalsocialista es una de aquellas verdades, de
aquellas magnitudes, ideas llenas de realidad y de estupenda sencillez, que
forman la historia mundial, porque reintroducen las leyes de la vida en la
conciencia de los pueblos y con ello dan el máximo impulso creador a través de
los caminos naturales. Pero en la política existen ideas, que quedarían en el
reino del pensamiento, sólo como deseos, como anhelos idealistas, si no se
hallasen acompañadas por la fuerza viva de la personalidad y si no se hicieran
útiles de contenido para la nación y su vida.

El fenómeno estuvo presente desde principio. Junto a la cuna del tercer Reich,
se halló la potencia de la Personalidad incorporada en Adolfo Hitler. Su
importancia para la grandiosa obra y su trascendencia es extraordinaria. Es
única e incomparable. Cierto, en verdad, que estamos hoy a tan corta distancia
de los acontecimientos de sus primeros días que no podemos verla en
perspectiva universal de historia. A ésta debemos dejar su juicio. Pero, lo que
todos sabemos hoy, es que para el renacimiento de la nación alemana, Adolfo
Hitler lo significa todo.

El movimiento nacionalsocialista penetró en nosotros por ley, por imperio de la


Voluntad año tras año, de los trece heroicos. Desde los siete primeros que junto
a él batallaron para conquistar al pueblo, hasta los ejércitos que hoy le
defienden. Su espíritu es el único que ha fijado y ha responsabilizado esta lucha
gigantesca y quien lo ha conducido, en cada fase de la contienda, hacia el éxito

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final. Llamamos a Adolfo Hitler, el Führer, el Conductor, el Caudillo, porque
lo es. Estado y pueblo, gracias a él, han sido uno en Alemania.

Este Estado popular alemán lleno de realidad no descansa sobre apariencias ni


sobre puntas de bayonetas, sino que radica en lo más profundo del corazón del
pueblo alemán. La personalidad de su creador es para el pueblo esencia y
contenido del nuevo Imperio. Hitler es Alemania, y Alemania es Hitler. En
Adolfo Hitler está hoy incorporado el pueblo alemán, porque el pueblo se
reconoce a sí mismo en su Personalidad.

Hay que haber sentido y vivido, día tras día, al lado del Führer las olas de
amor y de aplauso que hoy fluyen y refluyen de entre todos los ámbitos del
pueblo a través de Adolfo Hitler, para reconocer, que él, en su vida de hombre
de Estado, de realidad tan rara, no es una elucubración, ausente de la realidad,
sino que es la muestra exacta de un fenómeno real.

Los viajes de Hitler –aunque insistentemente exprese su deseo de no dejarlos


trascender al público– constituyen una espontánea vía triunfal. Por doquier, en
las ciudades y en el campo, donde quiera que se dirija, se extiende el
conocimiento de su presencia y se transmite y comunica como la pólvora.
Telegráficamente o de boca en boca. A cientos y millares le forman escolta por
calles y sendas, y corren y saltan hacia su coche. Niños, adultos, hombres y
mujeres, llenos de pasión y gozo, las caras radiantes, contemplan todos a su
Führer, le tienden y estrechan la mano, de él quieren oír consejos, y luego de
tocarle, verle, oírle... su nombre, sus actos, invaden todas sus conversaciones.
¡Dónde ha existido jamás un señor, una cabeza coronada, que haya obtenido
una adhesión tan fuerte y sincera, unas explosiones de júbilo como Adolfo
Hitler!.

Sin haberlo presenciado, nadie puede formarse ni la más remota idea. No hay
en ello nada aparente, nada provocado, nada preparado o incitado. Es un
impulso que surge espontáneo del corazón, de un movimiento poderoso, interior
e irresistible. Las escenas que todos los días vivimos y revivimos son
conmovedoras, verdaderamente emocionantes. No se trata de casos aislados,
hechos sueltos; por doquier brotan inesperadamente. La forma puede variar lo
accesorio, la mayor o menor viveza de expansión; pero el hecho tiene siempre
la misma esencia, igual carácter y dirección.

El pueblo pende del Führer. Le ama y confía en él, sin reserva alguna y sin
límites. Y esta relación extraordinaria y viva con el pueblo es para Adolfo
Hitler, según él mismo confesaba, el goce mayor y lo más bello de su destino.
Me lo repite siempre y en todas formas. De ello se nutre el espíritu del Führer,
allí es donde reside una fuente inagotable de su poder, de su fuerza.

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A menudo he meditado por dónde ha de buscarse el mayor y más hondo
fundamento de su efecto personal sobre el pueblo, sobre las masas. Observado
incluso como hecho simplemente exterior, y también como fenómeno psicológico
me interesa este problema, que hoy, ocupa la atención de millones de alemanes,
porque bien puede afirmarse que nunca se nos había presentado en esa su fuerza
y especial manera.

Difícil sería hallar una explicación fundamental que lo sintetice, para quienes
sólo recuerden los risibles argumentos de nuestros enemigos durante la lucha
por el poder, que pretendían embaucar a su público, presentando a Adolfo
Hitler como simple orador, como demagogo, que actuaba sobre las masas y las
fascinaba. Pero todos esos se habrán convencido ahora que Adolfo Hitler no
discurseaba, sito que convencía. En Adolfo Hitler no es el orador el que actúa,
sino el hombre el que produce esa acción insospechada con los que tan solo se
pongan en contacto con su persona.

A muy numerosas personalidades que circundan o tienen trato con Adolfo


Hitler he inquirido su opinión para saber dónde se halla para ellos, lo más
característico y la razón de la acción de su Personalidad; y no he obtenido aún
respuesta categórica alguna. Quizás, la explicación de esa característica que más
se acerca a la verdad sea el reciente juicio que me dio el Presidente de la
Reichsbank, Schacht:

Hitler se manifiesta a sí mismo en cada una de sus palabras. Hitler cree en sí y


en todo cuanto dice. Hitler es esto que hoy en día es tan raro de encontrar: Es
autenticidad. El pueblo conoce enseguida lo que es auténtico y por esto, lo ase
fuertemente y queda aferrado a ello .

El verdadero porqué de la Personalidad de Adolfo Hitler, incluso para nosotros


los que diariamente admiramos su real ser genial, quedará para siempre en el
misterio. Quien pudiera creer que un milagro, en un suceso de lo alto, que guía
y dirige estas rutas del pueblo alemán, en la posibilidad de fuerzas
sobrenaturales, sólo ese podría conocer la acción secreta de la personalidad de
Adolfo Hitler, Dios ha bendecido a este hombre y sigue su camino porque por
él debe ir. Aquí sí que podemos decir, que la Fe transporta los montes. La fe
de Adolfo Hitler y la fe en Adolfo Hitler.

Explíquese como se quiera este misterio de la Personalidad de Adolfo Hitler, la


fe en él, su hasta inconcebible popularidad, es hoy en Alemania un poder de
fuerza irresistible. Potencia desconocida y sin ejemplo, en el dominio de los
pueblos.

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Sobre esta nueva Alemania de la disciplina y de la autoridad, no reina
Emperador o Rey alguno, tampoco déspota o tirano: el tercer Reich, está
dominado por la Potencia de la Personalidad.

LA LUCHA DEL NUEVO SENTIDO HEROICO

La historia del movimiento nacionalsocialista pasará a la posteridad como la


epopeya heroica del resurgimiento de la nación alemana. El sentido heroico del
pueblo alemán, desarraigado del espíritu del liberalismo y del intelectualismo
carcomido por la ponzoña del pacifismo y hollado de la locura marxista, suicida
de pueblos, ha revivido, en la lucha heroica y por la lucha heroica del
N.S.D.A.P. (partido alemán nacionalsocialista de obreros) un resurgimiento tal,
que leyenda alguna por impetuosa y denodada que fuera, y llena de aventuras
y fantasías pudiera describir.

El 9 de Noviembre de 1918 se desplomó el viejo Reich. En medio de las más


duras luchas por la existencia de la Nación después de cuatro años de
inconcebible heroísmo y de esfuerzo gigantesco, erguido de nuevo el pueblo
alemán y en aquel momento culminante de la embestida –no precisamente
movido por una fuerza interior, racial, sino confiado en su fuerza externa,
material– aparecieron algunos ciudadanos que, seducidos por ideas y sentidos
extranjerizados y por la canallada marxista le hicieron traición y le asestaron un
golpe de muerte, una puñalada trasera. Estos verdugos del pueblo, se llamaron
“Revolución”.

En lugar de un movimiento popular lleno de indignación, que refundiera una


vez más todas las fuerzas del pueblo en un levantamiento nacional, plenamente
decisivo, de un país de 70 millones, Alemania vivió una época de algaradas y
motines de los miserables desertores. No hubo un solo acto de heroísmo; todo
fue vileza, en esos actos ciegos y suicidas. Ese día de la ignominia que llevará
para siempre el estigma de la traición a la nación, produjo, sin embargo, por
reacción natural, y como revulsivo instantáneo, el despertar de las fuerzas
contrarias y facilitó el levantamiento de una nueva generación germana,
vengadora y fundadora de la nueva Alemania.

¡En cuántos corazones de soldados alemanes de las trincheras, fieles


guardadores del honor, que durante los cuatro años y medio de fe en otra
Alemania, se habían mantenido erguidos contra todas las potencias infernales,
no alentaron en ese 9 de Noviembre de 1918, los mismos sentimientos de dolor
y de indignación que los surgidos en Adolfo Hitler, aquel soldado de
vanguardia, dos veces gravemente herido, al desencadenarse la revuelta,

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hallándole allí, en el Lazareto de Pasewalle! En aquella misma hora de
profundísima humillación, en la que miles y miles de soldados del frente como
Adolfo Hitler habrán prestado el secreto juramento de vengar algún día la
ignominia –con odio irreconciliable contra los traidores marxistas– y en ese
mismo instante, nació la revolución alemana y quedó sembrado el espíritu del
nuevo Estado, del cual, con potencia incontenible, surgió el Tercer Reich, el de
la libertad y el de la justicia social.

Quizás muchos le imprecaron. Pero uno hubo que laboraba. En Adolfo Hitler,
residió vivo el heroísmo indestructible de la nación de Nibelungos y él alumbró
el nuevo fuego de las proezas En medio del caos del desmoronamiento alemán,
con visión enfervorizada en su tarea y misión, y animado sólo en amor ardiente
a la nación, empezó la lucha por el alma del pueblo alemán.

Un año de lucha, cada uno en su lugar, y con la confianza ciega en sí mismos.


Año de tanteos y de propios contrastes, hasta hallarse plenamente. Seis
hombres, animados, como Adolfo Hitler, del mismo espíritu y con igual e
incomparable voluntad fueron los que a fines de 1919 se lanzaron, con su
caudillaje y dirección, a la conquista del pueblo alemán. ¡Qué ideas más
atrevidas! se decía entonces... ¿Es milagro que haya sido realidad tamaña
empresa? nos preguntamos hoy. Adolfo Hitler no preguntó jamás, sino que
siguió siempre la voz de su conciencia, de su fuego interior.

Con voluntad inflexible y perseverancia jamás conocida, que fracaso alguno


pudo descorazonar, velaba ese hombre del pueblo hasta entonces desconocido,
velaba con pocos fieles y acechaba la contienda del terror marxista. Creó, sobre
la fuerza sugestiva que se encierra en su propio conocimiento. Prefería siempre
un hombre sano, de carácter entero al más ingenioso de los enfermizos. Sabía
con certeza que al terror no se le vence con las habilidades del espíritu, sino
con terror. Logró ganarse la confianza social de las masas y dar a sus anhelos
nacionales, de nuevo, un contenido, un fin.

En la “Baviera nacionalista” encuentra el joven movimiento campo de expansión


apoyando las quiméricas esperanzas de los blanquiazules reaccionarios y
separatistas. La liberación del Coburgo rojo en Octubre de 1922, la
consagración de los primeros estandartes de las S.A (Secciones de Asalto) en el
campo de Marte en el primer Congreso del Partido en Enero de 1923, la
marcha armada sobre el Oberwiesenfeld del 1º de Mayo de 1923, y los
acuerdos para la formación de la “Liga alemana de combate” el 2 de
Septiembre de 1923, con ocasión del primer Congreso alemán en Nuremberg,
constituyen los hitos de esa expansión.

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1923: Año decisivo: Con viveza y decisión, Hitler confía poder atraerse a la
Baviera de Kahr en favor del resurgimiento alemán. Pero, de nuevo, la traición
frustró esa lucha heroica. El 9 de Noviembre de 1923. fue un joven héroe quien,
por primera vez, selló con la sangre el juramento del 9 de Noviembre de 1918.
El Partido alemán nacionalsocialista de obreros (N.S.D.A.P.) fue exterminado.
Todo pareció perdido. Pero no sólo lo parecía. Estaba escrito. Adolfo Hitler
vivía y con él, el Movimiento.

Pero los disparos en la Feldherrnhalle de Munich, sonaron a diana para


millones de alemanes. Los muertos en la plaza del Odeón, fueron los primeros
mártires de la revolución alemana. Por primera vez, a los cinco años de perdida
toda esperanza y de derrotismo, la nación empezaba a sentir atónita y apercibía
ya, en su pulso, la mano de un nuevo alemán de creciente personalidad, el
resurgimiento de una nueva voluntad nacional, los principios de un proceso
interior de la nación.

El espíritu del sentido heroico de la Nación sepultada entre los escombros del
desastre, despertó a una nueva vida y se incorporó majestuoso como de un
sueño. ¡Quién duda que existieron caminos equivocados que, a espaldas del
querer del Führer, tomaron falsos “mesías populares”, mientras él permanecía
cautivo en la fortaleza de Landsberg! Sabía que el nacionalsocialismo sin su
creador y sin el aglutinante de su Personalidad, no podía mantener puras ni las
ideas y voluntades, ni la dirección de su organización, y que sin ella tampoco
podía ser conducido a su fin.

Recién se habían cerrado las puertas del cautiverio tras de Adolfo Hitler, creaba
él de nuevo y de la nada el Partido, pocos días antes de las Navidades de
1924. Después de años de glorioso crecimiento y luego del brutal
derrumbamiento, volvió a empezar de nuevo. ¡Tan grande era su valor heroico,
tanta su incomparable fe en su misión! Aunque todos nos sean infieles,
nosotros persistiremos en nuestra fe , así se expresaba Hitler, con estas mismas
palabras, cuando en la cervecería “Bürgerbraukeller” desde el mismo lugar
donde en Enero de 1923 había lanzado el levantamiento, proclamaba su nueva
fundación a 27 de Febrero de 1925. En su voluntad inflexible de lucha,
templaba de nuevo los anhelos de sus viejos camaradas. La perseverancia
heroica, la voluntad de hierro y la fe ciega en el porvenir, constituyeron las
fuentes de fuerza interior que alimentaron al naciente Movimiento de las que,
precisamente, debía de nutrirse la nueva lucha.

Con la nueva fundación, el partido entraba en otra época de su lucha. Adolfo


Hitler se reveló como un táctico de visión amplísima. De la suerte deparada al
levantamiento de 1923, y de su experiencia, sacó imperturbable las
consecuencias. La situación política interior, aunque precaria, no aconsejaba la

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acción por medios ilegales y los caminos legales se presentaban como único
medio para conseguir asegurar el éxito.

El Führer vio clarísimo que sólo, mediante una labor constante de propaganda
se podía impregnar al Estado del nuevo sentido y así, hacerlo comprender al
pueblo y hacerlo surgir de sí mismo. Era evidente que este cambio hacia la
táctica parlamentaria no tenía que ver lo más mínimo con una adhesión
fundamental al parlamentarismo. Los fundamentos de su Movimiento, tantas
veces despreciados, que después del triunfo se mantuvieron de manera tan clara
y consecuente, constituían ya entonces, para Adolfo Hitler, principios
inconmovibles. Consciente de su misión aportó de nuevo sus firmes propósitos
en la lucha por el nuevo sentido, lucha sin tregua y dura, durante varios años
que, si bien se planteaba desde otro plano, no desmerecía ni un ápice en
heroísmo de la anterior. Era el combate a la democracia en su propio campo y
con sus mismas armas. Comenzaba la lucha heroica de los caracteres y
confesores.

Se prohibieron los discursos del Führer. El partido no disponía de los más


imprescindibles medios. Su destino, durante aquellos sucesivos años –quizás los
más difíciles del Movimiento– fue una larga cadena de persecuciones,
aprisionamientos y de añagazas.

Quien se confesaba nacionalsocialista o se comportaba como tal, era aniquilado


y expulsado de la vida social del Estado, de aquella sociedad burguesa
corrompida, de la vida de la clase trabajadora, de aquélla que, ¡oh sarcasmo!,
se llamaba “consciente”. A quien era sospechoso de nacionalsocialista, se le
imposibilitaba de todo oficio y de su pan; era boicoteado y exterminado en sus
negocios, expulsado de todo taller y abandonado a la miseria.

Cientos, miles fueron lanzados a las cárceles de aquel Estado novembrino. Por
las calles cundía el sanguinario terror marxista. Contra el joven y tempestuoso
Movimiento vanguardista se alzaron todos los poderes del infierno. La lucha
era cada día más dura y cruel. A cientos de los mejores alcanzó el acero asesino
de los marxistas, pero al mismo tiempo, eran a miles los nuevos adalides de la
libertad que asían las banderas y las enarbolaban y clavaban hasta el último
rincón de la tierra alemana. El cuadro de honor de sus muertos es lo más
grandioso del Movimiento nacionalsocialista; era, lo que atraía, lo que más
llamaba a sus filas a la juventud alemana y a millones de patriotas, con fuerza
magnética. Es, que sentían vivísimamente lo siguiente: Un Movimiento, por
cuya idea se puede morir, como morían nuestros héroes y en el cual, todos
están dispuestos a despreciar la muerte, un Movimiento que encierra el más
firme derecho moral, el derecho a la existencia de Alemania.

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Sangre y lágrimas, pero también orgullo en la lucha, indomable valor de
heroísmo y el más magnífico espíritu de unión y solidaridad, son los signos que
señalan el camino por el que anduvo el movimiento durante esos años épicos.
En ciudades y pueblos, en las casas de vecindad de las grandes ciudades, en
palacios y chozas, en asambleas y en la calle, en las relaciones familiares entre
el hombre y la mujer, entre los padres y los hijos se discutía y misionaba por
el nuevo sentido; y la Idea del nacionalsocialismo invadía y hacía luchar las
almas todas. Se movilizaron las iglesias en su contra, y los combatientes por la
nueva Alemania eran perseguidos hasta en la sepultura para rehusarles hasta la
paz de las almas. Nada, empero, consiguió abatir a los luchadores ni impedir el
progreso del Movimiento. Los entusiastas Congresos del Partido, en Weimar en
1926, en Nuremberg en 1927 y 1929, constituyeron los toques de llamada
general, las grandes conjuras de ese camino.

El mundo no sabe aún hoy lo que fueron realmente esos años en luchas
espirituales entre el pueblo, de otra parte, imposibles, ni tan solo de percibir
por los que no las vivieron. Hay que haber convivido y sentido al unísono con
esa lucha llena de heroísmo, con ese cambio radical lleno de sorpresas
insospechadas, desde la más grande podredumbre al más alto sentimiento de la
fuerza interior, para poderlo comprender en toda su magnífica profundidad.
Será el gran secreto y la gloria interior de aquellos que lucharon en medio de
ese infierno. Sólo a quien le es dado medir el tiempo de nuestros días con la
medida de su propia aventura puede conocer plenamente la grandiosidad de las
conquistas de hoy. El sentido poderoso y la voluntad dinámica del
nacionalsocialismo nos dieron el triunfo, surgido de esa lucha titánica de los
caracteres.

Aunque nunca se hubiera cumplido la sentencia de que el carácter es quien


conduce y crea las realidades, ahora sería verdad. En la lucha por este
Movimiento, el pueblo alemán resucitó por su carácter. En esos años difíciles de
su lucha, el movimiento nacionalsocialista ha provocado la más esplendorosa
solidaridad de la nación. El idealismo de su voluntad de ser y el latir unísono
de sus corazones le soldaron íntimamente en una única gran familia, en una
comunidad de destino en la necesidad y en la muerte.

Uno para todos, todos para uno. Cierto que no faltaron los traidores en esa
lucha heroica; pero no consiguieron conmover lo más mínimo la unidad del
Partido. El cantar de los cantares de la fidelidad y del espíritu de sacrificio
producían entre el pueblo su propio resurgimiento.

En los infiernos de esos años de luchas el partido alemán nacionalsocialista de


obreros (N.S.D.A.P.) se fortaleció para la lucha final y se endureció con el

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temple de acero. El Führer había conducido al Movimiento, contra infinidad de
enemigos, a la situación en que se hallaba a fines de 1931.

HACIA EL MOMENTO DECISIVO

¡14 de Septiembre de 1930! fecha gloriosa en la que el destino otorgó por vez
primera al partido alemán nacionalsocialista de obreros (N.S.D.A.P.), como
premio y estímulo, un gran éxito en sus luchas duras e interminables. ¿Fue
fatalidad o providencia que ese enorme triunfo electoral, que llamó la atención
de todo el mundo, acaeciese en. un periodo político, de la fisonomía de la “era
Brünning”? Si hoy en día contestamos con mirada retrospectiva al problema de
la participación gubernamental del N.S.D.A.P, tal como en aquel entonces se
enjuiciaba, podemos afirmar que incluso Brünning, el presidente del Consejo,
tuvo asignado un papel a desempeñar en ese juego de fuerzas para el porvenir
del pueblo alemán. Y esto, aunque sus razones fueran otras: Brünning
constituyó la galga, el freno, que desde un principio hizo imposible toda
posibilidad de colaboración del Partido, por lo demás rehusado siempre por
temperamento, por Adolfo Hitler.

Brünning ofuscado por la idea de su misión política, no se dirigió ni una sola


vez al Partido Nacionalsocialista de obreros para conocer si apetecía en silencio
la correspondiente participación en el poder para la formación del gobierno. El
pueblo alemán tenía que pagar caro, ciertamente, ese experimento político que
menospreciaba la voluntad popular tan claramente manifestada. Pero la
burguesía, falta de sentido, que seguía inconsciente a Brünning, no deseaba cosa
mejor. Dios ciega a los que quiere perder . Y, a pesar de las hecatombes y
sacrificios que fueron necesarios para apartar del estrecho panorama de la
política menuda a los funestos espejismos de aparente brillantez de Stresemann,
los burgueses bien pronto cayeron de nuevo en las alucinaciones de la “Leyenda
de Brünning”.

Ellos, precisamente, a quienes molestaba y les era odioso todo pensamiento


noble y heroico; ellos, los que sistemáticamente no querían juzgar a los nuevos
estadistas alemanes por su capacidad de rendimiento, de eficiencia, sino sólo y
exclusivamente por el rasero de sus patrioterías, de sus frases vulgares y
gastadas de resurgimiento, para quienes todo su patriotismo se medía por sus
intereses particulares, vieron en el antiguo secretario de los sindicatos cristianos,
por lo demás irreprochable oficial del frente, al hombre más propicio para su
nacionalismo burgués, al dictador burgués que debía resolverles con el articulo
48, la quiebra amenazante de sus propios bolsillos, porque les había prometido

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una reforma radical, de pies a cabeza, de la insostenible situación de Alemania.
Prometido sí; aunque no cumplido.

Aunque hacía ya tiempo que era un axioma la imposibilidad de otra solución del
futuro alemán, sin el contenido del movimiento nacionalsocialista, los seguidores
del sistema de Brünning se mantuvieron siempre ante la opinión pública con una
obsesión de propia suficiencia, manteniendo la falsa opinión de que el enorme
movimiento nacionalsocialista sólo podía considerarse como un periodo álgido de
la curva de la fiebre en que se encontraba Alemania. Pero en realidad lo que
existían eran pequeñeces de espíritu de partido, nacidas del temor al
nacionalsocialismo de parte especialmente de Brünning, el Canciller del Centro
alemán durante los dos años que ocupó el sillón gubernamental. Mientras
tanto, desengañados de esas falsas posturas, despojados de la vanidad de sus
torreones burgueses, hasta nueve millones de hombres alemanes fueron los que
se pasaron al frente de Adolfo Hitler. Y esto, mientras maduraba en el Estado
la mies del Tercer Reich.

Entre tanto el Führer seguía imperturbable su camino. El punto de vista


nacionalsocialista permanecía inmutable: En tanto en cuanto no tuviera en el
Parlamento una mayoría que le diera el poder y la oportunidad de romper
radicalmente los entonces actuales métodos de la política nacional de
sometimiento y de esclavitud, la única política práctica conducente al éxito fue
trabajar para la renovación del pueblo, para arrancarle de su ruina y para
conducirlo de una vez a una íntima compenetración en la idea única de los
sentimientos puramente alemanes. El primer fin práctico del nacionalsocialismo,
el requisito primordial para todos los demás, lo constituía y sigue siendo la
victoria sobre el espíritu alemán, sobre la ponzoña roedora del pueblo y sus
incautos provocadores, los pasteleros de los intereses liberal-burgueses.

Con ello queda patente y puesto de manifiesto de manera absoluta lo infundado


y erróneo de la acusación al Partido (N.S.D.A.P.), de que no quería realizar
una labor positiva y responsable. Que en todo tiempo estuvo dispuesto a esa
labor lo demostró desde el momento en que se dieron los requisitos necesarios
que precisaba. En Coburgo regía, una vez conseguida la mayoría absoluta
nuestro alcalde Schwede. Con la conquista de Coburgo a fines de 1929, el
Führer pudo presentar un modelo de nuestra táctica de cerco político, lo cual
permitió ganar terreno en los círculos municipales y provinciales y así ir
alcanzando posiciones de predominio, mientras el propio Reich no estuviera aun
maduro para el asalto del Partido. En 1930 Turingia y Braunschweig siguieron
a Coburgo, con sus alcaldes Frick y Frantzen que fueron sustituidos más tarde,
a consecuencia de los correspondientes procesos. Prusia fue el subsiguiente gran
objetivo que sin embargo, había de ser al poco tiempo sólo un pálido reflejo de
toda la labor desarrollada en el Reich.

17
A fines de 1931 el Partido (N.S.D.A.P.) lo constituían 800.000 miembros
inscriptos y más de 10.000 Comités locales, reciamente compenetrados en
dirección y disciplina, en lucha y sacrificio y en este estado de su crecimiento
constituía ya la mejor organización política del mundo.

Con ello el Führer, a pesar del despecho de sus adversarios, había conseguido
ya dar a su partido, al Movimiento, un sentido de plenitud. Estaba ya
pertrechado cuando a principios de 1932 al vencer el periodo legal, el Presidente
del Reich le ofrecía la primera gran oportunidad de proceder al asalto directo,
después de la honrosísima guerra de los últimos años, en contra del sistema
existente A los doce años de inmensa y penosa labor, el Partido se encontraba
ya lo suficientemente fuerte para llamar a las puertas del Poder del Reich y
entonces fue cuando Adolfo Hitler vio llegado el momento de someter a los
contrarios a la nueva ley.

A través de la dureza de la lucha, no hubo en el Movimiento ni un solo


momento de vacilación. La oposición supo siempre nuestros objetivos. Claro está
que para la última y desesperada resistencia antes de ser definitivamente
abatidos concentraron sobre nosotros, contra el odiado Movimiento, todas las
fuerzas y todos los poderes de que dispusieron.

Adolfo Hitler, entró pues, en el 1932 con plena conciencia de la importancia


decisiva del período de lucha que así se le presentaba. El destino de Alemania
está en ser rápidamente nacionalsocialista. El mundo marcha hacía un nuevo
destino que sólo se da de siglos en siglos ; esto era lo que escribía, con instinto
profético, en su mensaje de Año Nuevo.

MAESTRO EN EL CAMPO DE LA DIPLOMACIA

El año 1932, decisivo para el nacionalsocialismo, empezó bajo un excelente


auspicio. Desde los primeros días, apenas terminada la tranquilidad política de
principios de año, a 5 de Enero, el Führer fue llamado urgentemente por el
Gobierno del Reich. Un telegrama de Groener, Ministro de la gobernación, en
representación de Brünning, ofreció la ocasión de que Adolfo Hitler marchará el
6 de Enero de Munich a la capital del Imperio para celebrar una conferencia
política. ¡Se llamaba al hombre, aquel que hasta entonces era considerado como
el más acérrimo enemigo del Estado, al que se había perseguido y aniquilado!
Bienvenido sea ese proceso algo extraordinario y ese cambio de opinión rápido y
magnánimo, que demostraba inteligente advertimiento.

18
La causa no era difícil de adivinar. La dictadura de emergencia, odiada por el
pueblo, que hasta entonces no había tenido otro sostén que el reflejo de la
autoridad del Presidente del Reich, no tenía otra posibilidad para mantenerse
que contar con que la decisión popular se pronunciase favorablemente por la
reelección de Hindenburg, cuando el sistema de Brünning hubiese llegado a su
fin. Esta era también la única salida para los partidos nacionales. Brünning se
espantó ante la perspectiva de tener que ofrecer al Presidente del Reich la
ayuda de las tropas marxistas. Se encontró pues forzado ante la solución.

Cuanto más le acuciaba el peligro tanto más se rendía a la evidencia de que sin
la carta del Partido (N.S.D.A.P) tarde o temprano estaría perdido.

En esta situación angustiosa, no vio más que dos probabilidades: eliminar al


“frente pardo”, sin serlo él a su vez; intentando envolver a Adolfo Hitler por
medios diplomático-parlamentarios, mediante concesiones sin trascendencia, o
bien –si se daba cuenta del juego– ponerle en evidencia ante los ojos de la
opinión pública con malas artes, sin miramiento alguno, ayudado de todo el
aparato de propaganda del Gobierno. Poseyendo la prensa y la radio, se sentía
con fuerza suficiente para poder conseguir un triunfo electoral sobre el Partido
(N.S.D.A.P.) He aquí el plan de la campaña de Brünning, mediante la cual
esperaba poderse desembarazar de Hitler. Este plan desempeñó de nuevo un
papel decisivo, en las subsiguientes fases de la lucha contra el Partido.

Hitler se dio cuenta inmediata de lo que se tramaba. Sin titubear marchó a


Berlín, pero no para caer en las redes de Brünning, sino para defenderse,
mediante una reacción táctica, del peligro que amenazaba, no sólo al
Movimiento sino, en fin de cuentas, también, en interés del Mariscal General
von Hindenburg. Rehusar, prescindiendo de su efecto sobre la opinión pública,
hubiera equivalido a una derrota.

Por vez primera pisaba Adolfo Hitler el campo de lucha de la diplomacia y por
primera vez el Führer, el conductor y luchador en miles de batallas, encontró
ocasión de contrastar sus dotes y talentos de estadista.

A las proposiciones de Groener y de Brünning –ampliación del periodo de la


función presidencial del Presidente del Reich mediante un acuerdo del
Parlamento con mayorías de dos tercios, para lo cual se le pidió la aprobación
del Partido (N.S.D.A.P.)– se opuso Hitler inmediatamente aduciendo, con el
agravante de existir el apoyo del General Mariscal sobre la acción prevista, que
era anticonstitucional y que no podía exigirse tamaño sacrificio al Presidente del
Reich. A todos los intentos de persuasión y risibles concesiones, oponía la
dignidad del Presidente del Reich, la cual exigía imperiosamente que fuera el
Pueblo quien decidiera.

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Ya, mientras se iniciaban las negociaciones, la prensa enemiga, seguramente por
indicaciones superiores, había lanzado insidias, mientras que la prensa
nacionalsocialista por expresa orden del Führer se mantuvo en una disciplina
ejemplar y también y al propio tiempo, para no despertar la más leve sospecha
de deslealtad a los ojos del Presidente del Reich, el cual, bien a pesar suyo, se
hallaba colocado en el punto central de esa acción desesperada de intento de
salvamento del propio Brünning.

El Führer pasó pues al ataque abierto sobre Brünning. Su Informe al Presidente


del Reich, que desarrollaba claramente y ponía de manifiesto los fallos
constitucionales de la acción de Brünning, fue una obra maestra política. Con
ello, dio inmediatamente al Presidente del Reich ocasión propicia de contrastarle
con Brünning y de suspender al mismo tiempo, la tortuosa labor, a la vez
fracasada y criminal. Ese ademán del Presidente fue sintomático y
suficientemente claro. Hitler se había apoderado ya del campo de lucha donde
se ventilaba, por medio de habilidades, la suerte del Movimiento
nacionalsocialista, y les había obligado a la retirada. Por medio de dos cartas
abiertas a Brünning, Adolfo Hitler exponía la situación, tanto a él como
también a la opinión pública alemana, en sus términos precisos. Fuertemente
batido, Brünning perdió esta vez la lucha en el campo de la política. Hitler le
había asestado un golpe tal en ese terreno, del que, como más tarde se
demostró con su nada honrosa salida, ya no había de reponerse jamás. La
sombra de Hitler persigue a Brünning , escribía la prensa. En ese ciclo de siete
días de actividad política, el fusilero de la guerra mundial, había mostrado que
también sabía manejarse con las más finas armas de la, diplomacia.

Todos los que se preciaban de conocer fundamentalmente la situación convenían


en que uno de los grandes acontecimientos de la política de ese invierno seria la
aproximación Hitler-Brünning. Adolfo Hitler, sin embargo, no dudó un solo
momento de que el abandono de aquel sistema del que Brünning era su
exponente, constituía el requisito vital de la nación alemana. Sólo luchando y
no con acuerdos, podía obrar; sobre todo y precisamente en esos días en los que
mientras Brünning “negociaba” con Hitler, el periódico “Angriff” era prohibido
por décima vez desde su fundación por el gobierno prusiano y en los que
nuestra manifestación del Palacio de Deportes era disuelta por Grzesinski.

LOS CAPITANES DE INDUSTRIA ANTE EL DILEMA

¡Política es destino! La ideología combativa del Partido alemán nacionalsocialista


de obreros (N.S.D.A.P.) está quizás encerrada de la manera más concisa en
estas palabras y el propio Adolfo Hitler, en sus discursos, ha sido quien quizás

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con el mayor apasionamiento ha propugnado el alcance de esta verdad. Con
ello ha conseguido desterrar, deshacer, al ídolo de la democracia novembrina de
la “Primacía de lo Económico”. ¡Política es destino! Pero, la economía es el
nervio vital de la nación. Adolfo Hitler no desconoció lo más mínimo la
importancia y trascendencia de esta realidad. Actuó en una época, en la cual el
pueblo alemán peligraba de perder por completo los más fundamentales
requisitos de vida política de la nación –sin la cual no puede existir prosperidad
económica–, así es que no es de extrañar que en un principio dedicase poca
atención a los problemas económicos corrientes, sino más bien y principalmente
a la reconquista de la voluntad política de la nación, anhelo y labor, que era
axioma y fundamento de los objetivos de su lucha. Desgraciadamente, lo
económico del país, y en contra de sus propios intereses no le comprendió.

Para poner de manifiesto la profunda falsedad e injusticia del reproche de


presentar la posición del Führer y de su Movimiento, como antieconómico, y
esto durante varios años de verdadera miopía. Basta observar en la actualidad,
que ha llegado la hora de Adolfo Hitler para poder tratar de raíz todos los
males económicos de manera tan enérgica y con éxito sin par en todos los
terrenos, cómo, por todas partes, la gente se da cuenta y se arrepiente de sus
primitivos errores de visión. Pero entonces, en la época de nuestras más duras
luchas, los hombres de la economía, rehusaban –salvo laudables excepciones–
creer en Hitler.

Desde la alta atalaya de su “Política realista” los capitanes de industria tenían


para él, el desprecio compasivo hacia un idealista y fantaseador ausente de toda
realidad. Ellos, precisamente, los que bajó la protección y el amparo de la
economía, habían crecido, los que carecían de toda idea de responsabilidad
política, se habían olvidado que no fue la economía alemana la que había
conquistado al mundo, sino que fue la potencia del Estado la que había creado
en primer lugar; los requisitos necesarios para el esplendor económico. La
Alemania novembrina había caído hasta el absurdo de construir económicamente
la vida sobre los pensamientos del rendimiento, del valor de la personalidad y
con ello prácticamente sobre la autoridad de la personalidad, pero negando
políticamente esa autoridad de la personalidad introduciendo en su lugar la
democracia, la ley del mayor número .

Pensaban en cifras, mientras que la nación luchaba por un destino político, con
sangre y vida. Adolfo Hitler, quien sin par había colocado desde un principio el
valor de la personalidad en el centro de sus pensamientos y de su obrar, se dio
cuenta inmediata de que, al lado de las luchas por las grandes masas, también
debía dedicar al campo de las personalidades de la economía la más aguda
atención por constituir su palanca el más firme sostén del sistema. Ya, en el
transcurso de los últimos años se había hecho bastante labor aislada. En el

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verano de 1931 el Führer en Munich tomó rápida resolución de atraerse
sistemáticamente a muy relevantes personalidades de la economía que se
hallaban en el centro de la resistencia, así como a los partidos medio burgueses
dirigidos por ellos, con el fin de separarlos, piedra tras piedra, del edificio
gubernamental. Quien, como el autor ha vivido la potente acción admirable que
Adolfo Hitler, en acción personalísima ejerció sobre los contrarios de fuerza más
decisiva, puede saber que ese plan de socavamiento del sistema debía de hacer
madurar valiosísimos éxitos. A las rápidas resoluciones, les siguió la labor de
zapa.

Durante los meses siguientes, el Führer cruzó con su Mercedes toda Alemania.
Por todas partes surgían conversaciones confidenciales con relevantes
personalidades. Tenían lugar bajo los más diversos escenarios, sea en la capital
del Reich, o en provincias, sea en el Hotel Kaiserhof, como en plena naturaleza
y aislamiento, en los claros de los bosques.

Se pedía seriamente la más absoluta reserva y confianza, con el fin de no dar a


la prensa materia alguna de insidia o violencia. El armazón del gobierno
empezaba a tambalearse. Su suerte ya no era tranquila; se laboraba
imperceptiblemente, insensiblemente. El Partido Popular alemán, se distanciaba,
el Partido económico sólo se sostenía gracias a enormes dispendios. Adolfo
Hitler se mostraba satisfecho. Pero aun permanecían fuertes focos de resistencia
económica. Sobre ellos se dirigió el ataque desde principios de 1932.

El día 27 de Enero de 1932 constituirá para siempre más, fecha inolvidable para
la historia del Partido (N.S.D.A.P.) En ese día el Führer obtuvo la plena
adhesión de los capitanes de industria para el frente alemán. En aquella noche
del Club Industrial de Dusseldorf, Adolfo Hitler logró un éxito decisivo de
proselitismo.

Aun hoy conservo la visión exacta de esa Asamblea de selectos. Procedíamos de


Godesberg y entrábamos en el hall del Parkhotel en medio de los aullidos de
los marxistas. La sala estaba repleta. Todas las sillas y sillones estaban
ocupados por lo más selecto de la economía del oeste alemán. Caras conocidas y
desconocidas. Los que operaban de manera ostensible a la luz pública, como
aquellos, callados, pero con no menor potencia e influencia, que regían la suerte
de la economía, invisiblemente, y sólo a través de la sordina silenciosa de sus
despachos privados, de aquellos, de los que se ha dicho que, en lugar de
corazón, encierran en sus pechos un Libro Mayor.

Expectación amistosa por los ya conquistados. Fría reserva en los aires


reflexivos de una gran mayoría, la cual –lisonjeada quizás de que Hitler hubiese
encontrado el camino de acercarse a ellos– no traían consigo más que curiosidad

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e interés. Porque querían oír a Hitler, se encontraban allí. En su pensamiento
no había ni el más pequeño asomo de transacción, sino que lo mantenían en un
estado de crítica, para confirmase en la justeza de sus infalibles posiciones.

El Führer, saludado con una grande, fría y cortés reserva, habló desde una
balaustrada poco elevada, las manos ligeramente apoyadas sobre la barandilla
de hierro. Yo me hallaba sentado detrás suyo, mezclado con los oyentes,
tomando notas y observando el efecto de su discurso de más de dos horas. El
Führer, desarrolló ante el auditorio con lógica penetrante y situado ante una
perspectiva de política mundial, las relaciones de la política con la economía, sus
acciones recíprocas y sus efectos sobre Alemania. Qué es lo que nos sucedería y
qué es lo que nos podía acaecer. El efecto sobre este círculo de uno de los
auditorios más fríos, egoístas e impasibles, es sorprendente. Luego de una hora,
se debilitaba la fría reserva y se aviva un interés apasionado. El Führer habla
de la extraordinaria lucha heroica de sus soldados políticos perseguidos por la
miseria y por el odio, pero todos, sin embargo, ofreciendo hasta la vida por su
país. Pone de manifiesto y contrapone el generoso idealismo de la juventud
alemana tal como está incorporada en el nacionalsocialismo y en la nueva
nobleza de acción, de sus trabajadores, a la falta de comprensión, al
materialismo y a la gran responsabilidad y culpa de la burguesía exclusivamente
orientada en la economía. En una sola palabra, su propia conciencia social, sin
herirles lo más mínimo.

Las cabezas empezaron a moverse y a calentarse, los ojos pendían todos de los
labios del Führer y se sentía bullir los corazones. Le seguían y le aprobaban
interiormente y estaban ya prendidos en lo más íntimo. Primero se movieron
tímidamente las manos, luego explotaron en una salva de aplausos. Cuando
Adolfo Hitler terminaba, había ya ganado una batalla...

Federico Thyssen, que desde hacia tiempo era ya nacionalsocialista de corazón,


fue quien dio la nota más expansiva y pública ante este gremio, y la confesión
del anonadamiento de Brünning, al exponer que sólo el Movimiento
nacionalsocialista y el espíritu de su Führer podía cambiar el destino de
Alemania. Los periódicos judíos y marxistas, al día siguiente, lanzaban la insidia
calumniosa de que Hitler se había disipado con champán y langosta con los
industriales. En verdad, a los pocos minutos nos hallábamos de nuevo sobre la
carretera, en viaje nocturno, prosiguiendo nuestra labor.

El efecto sobre los economistas, tal como a sí mismos se llaman, fue realmente
profundo y ello se vio claro durante los siguientes meses de aun dura lucha.

Al día siguiente, Hitler habló con el mismo éxito ante los industriales sederos
de Godesburgo; más tarde, ante el Club Nacional de Hamburgo. Por todas

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partes igual cuadro. Al influjo personal del Führer y a su minuciosa e
infatigable labor se debió indudablemente el fructuoso contacto y plena
adhesión de los elementos económicos. El plan había llegado a feliz término.
Incluso los que permanecieron vacilantes, se desengañaron con motivo del
siguiente discurso radiado de Brünning y se rindieron a la evidencia: el hielo
estaba roto, la Idea nacionalsocialista había ya encontrado un campo abonado
en muy importantes e influyentes círculos del sistema. Sobre Brünning se
acumulaban nubes de tormenta.

ENTRE MUNICH Y BERLÍN

No hubo señor feudal alguno que recorriese tan a menudo todos los rincones
del país por él conquistado, como Adolfo Hitler Alemania. Todas las carreteras
le son familiares. Todas ellas, puede decirse, son arterias de su camino hacia el
corazón del pueblo.

Cuántas horas amargas, cuántas noches en claro pasó Hitler caminando año tras
año y de acá a acullá por Alemania. En medio de un trabajo agotador, sin
preocuparse de sí mismo, hiciese calor sofocante o frío intenso, por polvaredas o
gruesa nieve, sobre sendas buenas o malas.

¡Cuán incontables veces tuvo que emprender el Führer el viaje de Munich a


Berlín y de Berlín a Munich! ¿Puede a nadie extrañar que esa vía,
precisamente, le llegase a ser tan querida?

Quizás pueda hablarse, en esta era del motor, del fin de las “románticas
carreteras” y compararlas con aquel tiempo, citando aún los postillones tocaban
el cuerno a su pintoresca partida. Pero bajo el signo del nacionalsocialismo esa
carretera alemana ha vuelto a conocer, una nueva forma de romanticismo
aventurero...

La emoción nos embarga siempre cuando el Führer se pone a contar sus viajes
de 1923. A toda costa, Adolfo Hitler debía ir de Munich a Berlín. Sin embargo,
en medio del camino se hallaba la roja Sajonia en plena convulsión.

Se trataba de viajes audaces, arriesgados, en medio del territorio de los


déspotas marxistas, que estaban al acecho de su odiado enemigo a muerte.

Pero, no obstante, Adolfo Hitler se infiltraba y los burlaba. La placa del


número del coche, se hacía irreconocible untada de aceite y cubierta de polvo.
Armados de pistolas y dispuestos a manejarlas en todo momento y con gran

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decisión, el Führer iba tranquilo, con sus acompañantes Graf y Weber, sobre
las carreteras de la filial de los soviets.

Patrullas rojas en todos los cruces. A veces el coche era detenido. Descubrirnos
significaba el fin. Pero no se reconocía a Hitler. Ahora en el momento de su
mayor peligro, ponía especialmente de manifiesto su principio de impedir toda
fotografía de su persona.

El caso pasó en Leipzig. En medio de la carretera, un grupo con fusiles


preparados; intimidación a parar. ¿Qué hacer? Imposible darse presos. El
conductor se metió por una callejuela. Luego, sonaron inmediatamente unos
tiros. Despistando nos dirigimos hacia la ciudad vieja. Pronto nos salvamos.
Pero sólo cuando se hallan fuera del límite de Sajonia, los pasajeros respiran
tranquilos.

Poco a poco, al correr de los años, este viaje llegó a dividirse tradicionalmente.
Hubo determinados lugares preferidos, paradas acostumbradas, incluso paradas
de refrigerio en el monte donde el Führer repetía sus altos y solía descansar.
Unas veces en el Jura franco o en los montes de Fichtel, otras en un bosque de
pinos detrás de Plauen o en una tranquila hospedería lugareña ante Wittenberg.

La carretera entre Munich y Berlín, la conoce el Führer palmo a palmo; todas


sus curvas y cualquiera de los árboles y casas del camino le son familiares.

Miles son los recuerdos que le despierta la vía. Pasando por Ingolstadt aparece
pronto Nuremberg, donde le gustaba tanto quedarte. Luego sigue a través de
la hermosísima Franconia. Cual pasajes de música exquisita, Adolfo Hitler se
extasiaba ante los cambios, las modulaciones eternamente distintas de las suaves
colinas y valles, con sus praderas y huertos, de la armonía entre el monte y
los cultivos.

El País Franco cada vez le parecía nuevo al Führer, y sus paisajes, como los
más germanos. No en vano escogió a Nuremberg, la antigua ciudad libre del
Imperio, la de los Maestros Cantores y por largo tiempo el centro espiritual del
primer Reich, cuya joya imperial guarda aún, para que fuera para siempre más
la ciudad de nuestros Congresos y la de las grandes asambleas nacionales del
Partido.

En Hillpoltstein, entre Nuremberg y Bayreuth, Adolfo Hitler solía detenerse


casi siempre. A la. izquierda del camino se halla una colina solitaria cubierta por
completo de bloques rocosos gastados por la erosión, milenarios bloques
erráticos, famoso Thingstätte o lugar de asambleas de la vieja época germánica.

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¡Cuán a menudo el Führer, ligero, escalaba la colina! Desde su cumbre podía
así gozar de una amplia vista sobre el viejo castillo y sobre todo el país franco.

Cuando el tiempo lo permitía, pasábamos la noche en un valle encantador,


tapizado de praderas, por el que cruza rápido un riachuelo. La preciosa
tranquilidad de ese bosque idílico, en el límite de los montes de abetos y la
brisa suave de ese valle tranquilo, le permitían al Führer dormir tan bien y
descansadamente como en parte alguna podía hacerlo.

Y el viaje seguía atravesando Hof y luego Plauen, la vieja fortaleza de Sajonia


del N.S.D.A.P. Había allí cerca del camino un lugar apropiado para el picnic,
que, como todas nuestras paradas manteníamos secreto a los curiosos y rara vez
pasábamos por alto. Una vereda solitaria del bosque nos conducía a él, desde la
carretera. Nadie podía ver el sitio por más cerca que estuviese de su camino.

Extendíamos un mantel sobre el césped. Nos sentábamos a la buena de Dios,


bajo los árboles y sobre la hierba, para tomarnos el frugal almuerzo.

Una rebanadita de pan, un huevo y algo de fruta, era todo lo que tomaba el
Führer. En tiempo lluvioso tomábamos ese tentempié dentro del mismo coche y
al instante regresábamos hacia la carretera.

Atravesábamos Zwickau, ciudad de justo recuerdo para el nacionalsocialismo; en


ella fue consagrada la primera bandera de la cruz gamada. Bien pronto
llegábamos a Gössnitz, Altenburgo y finalmente a Leipzig.

En una de sus calles existe una sencilla casa del “Luisenbund”, que pronto se
señaló por su fidelidad al nacionalsocialismo. Varias veces, cuando no
andábamos cortos de tiempo, hacíamos allí tina corta parada para tomar café.

Por las buenas carreteras de Sajonia y del Brademburgo cruzábamos siempre a


gran velocidad. Llegábamos, casi sin darnos cuenta, a Postdam y poco después
al fin de nuestro viaje, Berlín.

Los innumerables viajes entre esas dos ciudades, con las cuales está tan
íntimamente unida la labor de Hitler, constituyen un símbolo feliz de
superación de la principal arteria de siniestros recuerdos.

Si antes ya se decía que Berlín es la cabeza y Munich el corazón de Alemania,


Hitler se ha ocupado en demostrar que la nueva Alemania tiene bien colocados
la cabeza y el corazón.

26
LA HORA SOLEMNE DE ADOLFO HITLER

Se ha designado al Movimiento nacionalsocialista como la voluntad organizada


de la nación y en fin de cuentas, como la propia encarnación de la voluntad.
Nada más exacto. No hay duda que la Voluntad fue la ley, la norma, con la
que apareció y con la cual y por medio de la cual, creció.

Nosotros, los nacionalsocialistas; sabemos con certeza que sin labor y


perseverancia no puede lograrse éxito alguno real y efectivo en la vida. La
voluntad, sin embargo, es el elemento primario, imprescindible, que promueve
la lucha para la consecución de nuevas formas de vida, es el lucero ardiente que
atrae primero y conduce luego todas las energías vitales.

La voluntad que, cual torrente de luz alumbra al movimiento nacionalsocialista,


brota y tiene su raíz en la Personalidad. Del querer de uno solo, que dio
contenido y expresión a los sentimientos y quereres indefinidos de los
muchachos que del frente regresaban a sus hogares, nació el Movimiento. Una
voluntad, lo creó de la nada. La fuerza volutiva de uno solo consiguió
despertar la misma potencia del querer en millones de corazones.

Lo que hizo Führer a nuestro Führer es su fuerza de voluntad. Una voluntad


de hierro le dio la fuerza de perseverar y no desmayar en lugares y momentos
perdidos. Esta voluntad indoblegable constituye la fuente inagotable de energía
con la que el Movimiento, el Tercer Reich, luchó y fijó su destino. La fuerza,
la potencia de la voluntad que, por decirlo así, se halla incorporada en Adolfo
Hitler, formando como la fuerza centrifuga del Movimiento, es en resumidas
cuentas el secreto del éxito del Partido (N.S.D.A.P.)

De todo lo que es capaz esa voluntad, que es la fuerza que todo lo mueve y
alcanza, esto lo viví yo mismo, de manera sin igual, durante las doce luchas
electorales de 1932, en las que, sin dejarle un solo día, estuve acompañando al
Führer. Durante esas doce elecciones el Führer consiguió derrotar al sistema
hasta en el más recóndito lugar, obteniendo cada vez más adhesiones y en las
cuales puso al Movimiento frente a los contrarios sin dejarles alternativa y así,
por medio de su voluntad dura como el acero, fue golpeándoles hasta tenerles
maduros a la capitulación.

No fue ambición personal el móvil de la decisión de Adolfo Hitler de


presentarse en ese estadio de la lucha, precisamente, como candidato a las
elecciones Presidenciales. Sólo y exclusivamente contaron para él las
consideraciones de oportunidad y conveniencia en atención a la situación
estratégica y psicológica de conjunto, y a las necesidades objetivas, técnicas
indispensables que frente al juego de Brünning, requerían imperiosamente como

27
candidato frente al Mariscal General, la inserción del mejor hombre, del Jefe
indiscutible del N.S.D.A.P. Adolfo Hitler lo hubiera evitado, declinando la
lucha frente al Mariscal General. Hasta el último minuto rehusaba presentar su
candidatura. Pero el movimiento de Brünning hacia el flanco izquierdo, no dejó
posible ninguna otra solución.

El criterio de que Adolfo Hitler, al presentarse candidato a la primera elección


Presidencial, se lo había jugado todo a una carta es injusto y proviene del
desconocimiento de sus amplios planes. Cierto que el Führer, una vez en la
arena frente a Hindenburg, quería el triunfo, pero, personalmente, no contaba
con él. ¡Derrotad a Hitler! era el grito de lucha, en la propaganda del partido
socialdemócrata, para Hindenburg. Y el Führer, reconocía orgullosamente: ¡No
deseo más que ser vencido con vosotros! Vosotros decís: ¡nos mantendremos a
toda costa! Yo os digo: Os venceremos en cualquier posición . Estas eran sus
palabras, cuando el 28 de Febrero, pronunciaba su señal de ataque en el Palacio
de Deportes.

Quien lucha valeroso y entero, quien está resuelto a lo máximo, éste no puede
ser nunca batido. Así, pues, lo que para otros es derrota, en realidad es mil
veces mejor que la exaltación sin lucha, por el destino . Con ello ponía de
manifiesto Adolfo Hitler, aún antes de las elecciones, su propia posición que se
mostraba en la confianza sin límites en su manera de pensar; y en la fuerza de
su Movimiento, sin que esperara su triunfo a en la primera embestida. En esos
momentos fue cuando en realidad ofrendó su persona a la obra.

Se había calificado a la primera elección presidencial, cual derrota de


Kunnersdorf del Movimiento nacionalsocialista y esto, podemos añadir, con
tanta más justificación cuanto al igual que Federico el Grande, sólo y
exclusivamente la posición personal del Führer, luego de esa batalla, que la
masa tuvo por una derrota, fue elemento decisivo para la solución y futuro
desarrollo del combate y con ello, para la victoria final del Movimiento. Nunca
en la vida, Adolfo Hitler fue para mí más extraordinario que en aquella
medianoche del 13 de Marzo en su gabinete de trabajo de la casa parda de
Munich, cuando él mismo, ante la derrota y el abatimiento de muchos, se puso
a dictar inmediatamente y con la mayor habilidad, severo y firme, la orden de
lucha para la nueva acometida.

En cuanto aparecieron los primeros resultados electorales con los que se pudo
presumir el desenlace, se apoderó una gran precipitación de desespero para
aquellos que la habían llegado a desear con un convencimiento sugestionado en
el fragor de la lucha, y con un fin excesivamente orientado en sus propios
deseos. Pronto se dejaron sentir voces que calificaban de estéril la lucha por la
elección presidencial del Imperio y susurraban que en lugar de “desangrarse” en

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una segunda lucha electoral, había que ahorrarse todas las fuerzas y
concentrarlas para las próximas elecciones prusianas. El Führer, que no había
perdido la serenidad ni un solo momento, se dio cuenta inmediata de la
situación y con espíritu a la vez tranquilo y optimista comprobaba satisfecho el
gran éxito que representaba el increíble crecimiento del número de votos
favorables para el N.S.D.A.P. luchando solo contra los once partidos coaligados
del frente contrario, pero al ponerlo de manifiesto, presentía también con su
agudeza, el peligro que la simple observación de un triunfo definitivo no
logrado, podía ocasionar en el estado de ánimo de sus propias filas, y hasta el
peligro de que esa simplista reacción se agrandase y tomase caracteres de
catástrofe si llegaba a influenciar las venideras luchas.

En esos momentos en los cuales el espíritu de adhesión, bajo la carga enorme


de la lucha, amenazaba en debilitarse, en Adolfo Hitler se mostró el verdadero
y supremo Führer y surgió patente su naturaleza de gran conductor, de Führer,
con grandiosidad gigantesca. No se veía a si mismo; su propia debilidad
personal en esa lucha desigual; sólo veía el Movimiento y el porvenir de la
nación y despreciando los propios movimientos interiores que le pudieran
dominar, obró con energía, con rapidez y sin otra preocupación, como Führer.

No podía perderse un segundo. Era media noche. Al mismo tiempo que los
resultados engañosos simplemente numéricos de la elección, la opinión pública,
el Movimiento, debía conocer, debía saber que Adolfo Hitler no era vencido,
sino que por el contrario seguía batiéndose en nuevas batallas, con redoblada,
con férrea voluntad, contra sus enemigos.

El Führer, dictó con visión certera y rápida lo siguiente: El ataque debe


reemprenderse en la forma más aguda posible. El nacionalsocialista, que ha
visto cuales eran sus enemigos, no desmaya lo más mínimo en su ataque, hasta
lograr la completa victoria con su destrucción. ¡Os emplazo, en este mismo
instante, a declarar la lucha abierta de lluevo para la segunda vuelta! Bien sé,
que vosotros, camaradas del alma, habéis trabajado durante las últimas semanas
como titanes. Pero nadie debe ya pensar en ello. La necesidad de la lucha,
viene fortalecida precisamente por los sacrificios aportados.

El trabajo puede y debe intensificarse. Las organizaciones recibirán esta noche


mismo, las disposiciones precisas para la prosecución y el fortalecimiento de la
lucha. La primera elección ha terminado, pero la segunda empieza con el nuevo
día. ¡Os conduciré yo mismo, personalmente! .

Quien convivió esa hora de media noche a su alrededor, bajo el signo de una
voluntad imperiosa y volcánica y en medio de su acción e influjos arrolladores,
se hace cargo inmediatamente que la causa y el efecto que los determinaba,

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residían exclusivamente en la potencia de la personalidad que imponía
inexorablemente la ley de su querer al Movimiento, y esto, tan importante para
el futuro desarrollo, era lo que garantizaba el éxito para la segunda elección
presidencial.

Durante esa noche decisiva del 13 de Marzo, el Führer se superó a sí mismo. Al


viviría, pude conocer y apreciar al mayor y más solemne momento de Adolfo
Hitler.

CRUZANDO ALEMANIA EN AVIÓN

Nunca y en parte alguna del mundo ha existido, hasta el presente, un hombre


como Adolfo Hitler, fue haya estado en contacto personal y haya sido tan
amado por un número tan incontable de paisanos. Ni uno solo de los hombres
de la historia alemana puede vanagloriarse, ni tan solo aproximadamente, de
haber estado en tan íntimo contacto, como él, con un número incontable de
alemanes. En el siglo de los records mundiales, puede reclamar para sí ese
mérito gigantesco y el ser consignado en el libro de la historia.

Millones y millones, durante los últimos años, conocieron al Führer con sus
propios ojos y oyeron con sus mismos oídos la voz del Führer. Lo que ese
hecho extraordinario significó para el triunfo del Movimiento sólo lo puede
medir quizás, de una manera complesiva, quien pudo reconocerlo de manera
inmediata y explicárselo por el valor inconmensurable del influjo personal del
Führer en sus efectos prácticos.

He presenciado a cientos de esos contactos de las masas con el Führer durante


los últimos años y siempre me ha parecido novedad lo que he visto y sentido,
lo grandioso y hondo del efecto de sus discursos maestros, cómo herían y
atraían hasta a los corazones de los oyentes más empedernidos, como se les
caían las vendas de los ojos y al fin, cómo aquellos corazones encontraban su
sosiego y su camino.

Quien haya estado tan solo una vez en contacto con Hitler, como luchador, se
ha transformado a su vez en otro luchador. Las luminosas ideas de la
propaganda del N.S.D.A.P. se han orientado en gran parte teniendo por base
esta sencilla verdad. Fue su norma no escrita; la que mediante el más posible
contacto y multiplicación del Führer con las masas, aseguraba el éxito de la
propaganda y de las elecciones.

30
Además, es evidente que colaboraba en ello la utilización de los más modernos
medios de transporte y las últimas conquistas de la técnica, por el más excelso
arte de la propaganda, conducido por el Dr. Goebbels.

Los nuevos métodos de propaganda que utilizó el Partido luego del 13 de


Marzo, eran completamente desconocidos, hasta entonces, en la vida política.
Adolfo Hitler estaba como siempre a la cabeza y tomó sobre sí el peso mayor
de la lucha. Al utilizar los más modernos aviones, el Führer descubrió el medio
adecuado a la utilización de sus infatigables energías y le ofreció la oportunidad
de utilizar ventajosamente el influjo de su Personalidad, para extenderla y
lograr sus efectos de una forma hasta entonces insospechada. A ello se unió la
ventaja de que el N.S.D.A.P. dispusiera de una organización peculiar en S.A
(secciones de asalto) y en S.S (escuadras de protección, llamadas también
guardia personal de Hitler) y del grupo nacionalsocialista motorizado
(N.S.K.K.); organización que mantenía la tensión a través de todo el territorio
alemán y que por sí sola podía garantizar el más perfecto funcionamiento de la
técnica de los transportes, de aquellos fantásticos planes de asambleas, que
tuvieron a toda Alemania pendiente de un hilo durante las siguientes semanas y
meses.

El imperioso y continuo requerimiento de la persona del Führer a través de esas


continuadas operaciones electorales, pudo efectuarse sin perjuicio alguno para la
dirección del conjunto de la organización del Partido y fue sólo posible porque
él encontró en Rodolfo Hess, uno de sus más fieles y viejos compañeros de
lucha, a un segundo para la dirección del Partido, el más seguro y eminente
colaborador. Rodolfo Hess fue durante esos años el polo silencioso del que
surgían todas las actividades, el que desde Munich garantizaba y en el que se
confiaba el Partido, y a quien el Führer sabia iba a encontrar dispuesto a
conferenciar y a informarle de lo que fuese, desde cualquier parte donde se
hallase. Su labor e influencia en esa lucha fue de inconmensurable valor.

Ya a partir del 19 de Marzo, con motivo de la Asamblea directora nacional en


Munich, se dejaron los fuertes efectos psicológicos del verbo luchador, valiente
y preciso del Führer. Ello le dio ocasión de inflamar al Movimiento de nueva
voluntad de ataque y de nuevos entusiasmos para la lucha. Pero los contrarios,
entre tanto, no habían permanecido ociosos. Brünning había ordenado una
“tregua pascual” y limitado la segunda lucha electoral, a una simple semana.
Severing amordazaba a la prensa nacionalsocialista con medidas draconianas que
suponían una real anulación. El Führer paraba ese golpe, mediante la imposición
de una extraordinaria tensión a su prensa: ordenó la multiplicación de su tirada
hasta hacerla diez veces superior, durante los subsiguientes diez días. Las
mejores plumas de la prensa nacionalsocialista se pusieron en movimiento con el
fin de informar y exponer la grandiosa ofensiva de asambleas que jamás

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hombre alguno ha emprendido. Cuando el 3 de Abril, al terminar de sonar la
última campanada de las doce, al finalizar la cual, empezó el primer día de los
vuelos sobre Alemania toda, con cuatro enormes y sucesivas asambleas ante
250.000 hombres en Sajonia, Adolfo Hitler, a pesar y sobre toda marrullería y
maniobras de sus contrarios, había conseguido ya el atraerse sobre sí las
miradas y hacer que Alemania toda estuviera pendiente de él.

¡Hitler sobre Alemania! ¿A quién no le suena esta frase como cosa fantástica e
insondable, de obra sobrehumana, en relación con los más modernos métodos
de lucha?

¿Quién, en Alemania toda, hombre o mujer, niño o viejo, no la ha leído en el


periódico, y ha seguido su curso con verdadera tensión?

Y los medios con los que se consiguió esa labor de propaganda eran por cierto
bien escasos. La prensa nacionalsocialista, entonces relativamente débil aun, se
hallaba sala en esa lucha. Soportando prohibiciones manifiestas y toda clase de
dificultades, era como puramente vivía. Muchas publicaciones estaban en la
ruina. Los presupuestos de redacción estaban exhaustos. No existía ninguna
organización grande y ordenada de noticias, no se disponía de ninguna oficina
de información. En pocos días se encontró sustitutivo creando un sistema
centralizado de noticias telefónicas de clave, se unificó la información,
haciéndola atractiva, excitante, de potencial de lucha, mediante la oficina
nacional de información de prensa, organizada por el Partido.

Al Führer le acompañaban informadores especiales. Escribían en el avión,


ponían en limpio sus informaciones en el auto, las entregaban –ya fuese al
descender, ya fuese en rápidas detenciones, ya fuese durante las asambleas– a
las oficinas de prensa que se habían instalado en todos los lugares y distritos
del Reich, para su transmisión telefónica inmediata. Las redacciones y las
imprentas nacionalsocialistas se hallaban día y noche en estado de alarma. Las
rotativas lanzaban los periódicos en ediciones de millones, mientras, ante sus
puertas, se agolpaban verdaderos enjambres de propagandistas vendedores
nacionalsocialistas, dispuestos a extenderlos por todo el país, en todas las casas.
Nadie pudo sustraerse a esa ola de propaganda. Despertaba el interés deportivo
y tenía también en cuenta las necesidades sensacionales de la masa, al mismo
tiempo que la conmovía y excitaba políticamente. Durante más de una semana.
Alemania toda estuvo pendiente de Hitler. Era propaganda política, y empleaba
hasta los mismos métodos americanos que utilizan a las nubes como pantallas.
El 10 deAbril se habían obtenido de nuevo 2.100.000 votos más, alcanzando su
numero total a 13.400.000.

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En un total de cinco grandes vuelos sobre Alemania, Adolfo Hitler había
conquistado ya el Reich en ese año decisivo. Fueron 50.000 kilómetros de vuelo
y más de 25.000 kilómetros de auto. En cerca de 200 asambleas se alcanzó a
electrizar a más de diez millones de alemanes. Si se tienen en cuenta, además,
las numerosísimas pequeñas elecciones de los Países alemanes durante ese año,
así como las demás asambleas y grandes reuniones del Partido, debieron ser
más de quince millones de alemanes los que se pusieron en contacto personal
con el Führer durante ese año decisivo. ¡Labor realmente heroica!

VIDA NUEVA Y NUEVO ESTILO

¿Quién duda, a la vista de tales acontecimientos, que en la nueva Alemania se


desarrollaba un nuevo sentido un nuevo estilo de la vida?

Estilo de vida en el que inmediatamente se reconoce al fundador del Tercer


Reich como tipo, perfectamente representativo, perfectamente definido.

A la transformación interna y fundamental que revolución nacionalsocialista ha


impreso inexorablemente en todos los campos y maneras de vivir, seguirá
lógicamente una renovación de las nuevas formas exteriores. El tipo alemán que
ha impreso el naacionalsocialismo, se muestra patente a cualquiera en
contraposición al viejo y se determina, porque va imprescindiblemente unido, de
manera espontánea, axiomática, al apelativo de “tipo nacional”, característico
del Tercer Reich.

Adolfo Hitler, como precursor de una nueva era, es, al propio tiempo, ejemplo
y modelo de este nuevo estilo, que ya nos mostró e hizo vivir prácticamente, y
en su forma más eximía, con ocasión de aquel periodo de intensos y raudos
vuelos por toda Alemania.

La forma de vivir de Adolfo Hitler corresponde todo un concepto, a toda una


interpretación de la vida. Con sólo observar su obra, el Führer se nos presenta
duro, despreocupado de sí mismo, subordinando todas sus necesidades
personales, enteramente; su gran tarea.

La realización del programa diario nos obligaba a todos a un régimen de vida


verdaderamente espartano. Nuestro trabajo, de estilo enteramente moderno,
utilizando los medios técnicos auxiliares más nuevos, nos forzaba a sobrellevar
esfuerzos físicos, morales y espirituales que, sin el enorme influjo y atracción de
Hitler, nadie por sí solo hubiera sido capaz ni hubiera sabido imponerse. Este

33
ritmo intensísimo de trabajo excluye de la colaboración con Adolfo Hitler a
todos los que no tengan su misma juventud, perseverancia y resistencia.

El Führer rehuye al alcohol, al tabaco y a la carne, no precisamente por


principios doctrinales, ajenos a la práctica de la vida, que a otros podrían
obligar, sino, sencillamente, porque esa sobriedad favorece su bien dormir, la
más beneficiosa recuperación de fuerzas.

La distribución diaria del Führer está determinada exclusivamente por su labor


y por los deberes que él mismo se impone. Adolfo Hitler no conoce la
regularidad de las horas de dormir. Casi siempre de pie a medía noche, a
menudo, ya dispuesto y listo al rayar el alba, sólo contados minutos son los
que el Führer puede disponer acá y acullá, en medio de sus viajes, para el
descanso.

¿Qué hacemos durante el día? Cada uno tenía fijada su función. Schaub, desde
que compartió con Hitler su prisión en Landsberg, ya no contó más consigo
mismo y era el responsable de despertarlo a la hora precisa. Varias veces, para
cumplir exactamente su cometido, hasta tuvo que emplear sus propios brazos.
Cuando Hitler profundamente dormido no respondía a la primera llamada, los
fuertes y repetidos golpes sobre la puerta, le hacían despertar de su
amodorramiento.

El Führer es el primero, entre los transformistas. Al cuarto de hora aparece ya


listo. Nosotros, sólo con gran esfuerzo podíamos alcanzarle en esos quehaceres
de vestirse, afeitarse y arreglarse. Todo retraso nuestro era a costa del
desayuno.

Lo primero del Führer era trazar su programa diario con su fiel ayudante en
todas las situaciones, el Jefe de Grupo, Bruckner, junto a los mapas y planos
de las ciudades. Bruckner, de antemano, había ya desarrollado una fructífera
labor preparatoria. Los horarios de salida y de llegada en los diversos
aeródromos, el principio de cada una de las asambleas, así como las necesarias
medidas de seguridad y previsión, se confirmaban de nuevo telefónicamente con
los órganos y personas responsables del Partido, en cada una de las
poblaciones; sin cerciorarse de la exacta realización del programa, el Führer no
empezaba nunca su diaria labor.

En el desayuno, el café estaba rigurosamente prohibido, a causa de su


perturbadora acción en el aire. Habíamos llegado a ser voladores. Nuestros,
cuerpos eran lanzados varias veces al día a través de grandes distancias, de una
ciudad a otra y, por lo tanto, nuestros organismos y nuestra alimentación
debieron de adecuarse lógicamente a esa vida. Ni incluso las más terribles

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tormentas trastornaron jamás al organismo del Führer, ni perturbaron sus
sentidos y capacidades. Nosotros procurábamos en igualarle. La experiencia nos
había escarmentado, así, que lo preferido por la mañana era sólo leche o sopa
de avena con una rebanada de pan.

Lo maravilloso era el equipaje. Durante semanas y semanas, estuvimos


literalmente pendientes de las maletas. Pero largas semanas anduvimos sólo con
el uniforme y un simple maletín. Con rapidez vertiginosa, cada día debíamos
hacer las maletas bajo la práctica dirección de Schaub. Del auto al aeródromo,
del aeródromo al auto, del auto al hotel. Incluso en estos menesteres
alcanzábamos una extraordinaria perfección técnica.

La caravana de autos pilotada por muy experimentados conductores se hallaba


a las puertas del hotel. Otra caravana salía a esperarnos al descender, en otros
aeródromos, que no pudieran alcanzarse ni en todo un día y noche de viaje en
auto.

Viaje veloz a la estación aérea. Por todas la calles, en cada plaza, masas
humanas llenas de entusiasmo. A nuestra llegada, los motores de los aviones
están ya caldeados. Nos. acomodamos en las carlingas. Partida. Vuelo.
Aterrizaje. Partida en auto hacia la asamblea, a menudo a cientos de
kilómetros. A través de un muro de brazos en alto, en medio de decenas de
miles de hombres exaltados de entusiasmo, llegamos al local y a la tribuna de
oradores.

El Führer habla. De nuevo, regreso por entre los muros compactos de hombres
de las grandes salas, por un mar de manos saludando hacia el coche. Y otra
vez al aeródromo, para un nuevo vuelo.

Lo repetimos cuatro, cinco veces, uno y otro día. No sabíamos qué era
almorzar o comer con regularidad. Casi no andábamos por nosotros mismos;
nos llevaban de un sitio a otro, galgo así como los bultos de mano en mano.
Y, ¡ay del que tras de Hitler fuese absorvido por las olas de las masas
humanas! ¡Quien se separaba de su lado estaba perdido! Constituía un
verdaderpo alarde, a menudo no exento de peligros, el abrirse luego camino y
deshacerse del atasco para volverse a reunir con el Jefe.

También es dura y de gran responsabilidad la labor de la prensa. El cierre de


la redacción determina la labor. Es un trabajo a marcha infernalmente forzada,
porque cualquier retraso de minutos, desvalora y hace superflua una
información. Tarde ya, en cuando para los demás empieza por fin el descanso,
es precisamente el momento en que recomienza el trabajo del Jefe de Prensa,

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con sus ayudantes Berchtold, Krause; Seehofer y sus camaradas. Luego, espera
ya todo el mundo los periódicos matutinos.

Hanfstaengl, el representante de la prensa mundial, cuya privilegiada cabeza


nos ha acompañado a menudo en el avión y en el coche, anda siempre con
nosotros desvelándose en su tarea, de asamblea en asamblea.

Hoffmann, el fotógrafo de Hitler, otea por doquier con su ayudante Kling, los
mejores momentos fotográficos. Acecha el punto más apropiado para los
motivos y situaciones de mayor efecto; con rapidez vertiginosa y desplegando
su extraordinaria capacidad de movimientos, los sucesos todos son captados por
sus placas.

Por fin, no podemos pasar por alto el detalle de organización que constituía el
pequeño avión de escolta que al propio tiempo servía de heraldo, para el
servicio de los preparativos de recibimiento, y que llegó a constituir una
verdadera institución. Así como en la guerra los que preparan los
acuartelamientos preceden la marcha de las formaciones, así irrumpían en los
aeródromos, horas antes de nuestro aterrizaje, Dietrich, el enérgico y leal Jefe
de grupo con sus Jefes de S.S. en su rápido avión heraldo, con el fin de
realizar los preparativos de la llegada de nuestra escuadrilla, para tomar todas
las medidas de seguridad, prevenirse de toda sorpresa imprevista de parte de
las hordas comunistas y con el fin de garantizar la más perfecta organización y
la ausencia de toda perturbación en la realización de nuestro programa diario.

UN AUDAZ VUELO TORMENTOSO

El 8 de Abril de 1932, se desencadenó sobre Alemania una tormenta que


sobrepasó a todo lo concebible. El granizo caía crepitando a raudales, de negras
nubes. Las trombas de agua asolaban campos y huertos. Un barro turbio y
espumoso barría y destruía las carreteras y las vías, y el huracán arrancaba de
cuajo los más viejos y corpulentos árboles.

Partimos en auto hacia el aeródromo de Manheim. Nadie debía de arrostrar el


peligro, la peligrosa aventura, exponerse en avión a la furia de los elementos
embravecidos. La misma Lufthansa alemana había suspendido todo servicio
aéreo.

Bajo una lluvia torrencial, nos esperaban sin embargo un compacto grupo de los
más incondicionales de nuestros partidarios. Querían permanecer allí, esperar y

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ver por sus propios ojos al Führer desafiando esa tormenta, cuando se marchase
impertérrito en el avión.

El Führer, sin pensarlo siquiera un momento, ordenó la inmediata partida.


Debíamos cumplir inexorablemente el programa del día puesto que en el oriente
alemán nos esperaban cientos de miles de personas.

La máquina se sacó del hangar. Sólo los fuertes puños de los montadores y de
los hombres de las S.A pudieron ser capaces de sostener firmemente el aparato,
mediante largas pértigas, sujetando las alas con el fin de que el vendaval no se
lo llevara y lo zarandease luego por el suelo.

El gran órgano de los motores se puso en marcha. El piloto estaba, como un


invisible organista sobre los registros, al cuidado de los mandos, y producía los
zumbidos de los motores, ora más fuertes, ora más suaves. Por fin se
calentaron. El avión, semejante a aquel caballo alado con cabeza de ave de
rapiña, cual moderno hipógrifo, aguantó con impaciencia difícilmente refrenada,
hasta que todo estuvo listo y dispuesto para el vuelo. Un pequeño
enarbolamiento y ya nuestro salvaje corcel corre por encima de la verde estepa.
Un par de brincos audaces, un último roce seco de la tierra y ya estamos
lanzados al aire en medio de la caldera hirviente, como embrujada, del espacio.

Aquello no era un vuelo, aquello era un torbellino. Aún hoy en día lo


recordamos como un terrible sueño de pesadilla. Tan pronto salvamos, una
racha de baches, como somos azotados y zarandeados por entre las nubes; tan
pronto nos lanza en una sima una corriente invisible, como somos elevados, cual
si fuésemos asidos y subidos rápidamente por una altísima y potente grúa.

Y, a pesar de todo, ¡qué soberana sensación de seguridad de no perecer en ese


alboroto de los elementos! La completa tranquilidad del Führer nos cautiva a
todos. Cada hora el peligro le enseñoreaba más y le daba mayor certeza de su
fe tan firme como las rocas, en su misión histórica mundial, en la sensación de
confianza imperturbable, de que la providencia le guardaba de todo mal para
que pudiera cumplir su gran obra.

Incluso en esos momentos se mostraba el hombre superior que dominaba el


peligro, el que frente a él, permanecía como si le tuviera lejos de él. En esta
situación de despreocupación entre el hombre y la máquina, siguió el Führer con
el máximo interés la lucha tenaz de nuestro magistral piloto, Bauer; cómo se
pilotaba a través de la tormenta; cómo, con su rápida y certera, nos elevaba de
repente por de una zona de descargas; cómo, en un momento sabía soslayar las
verdaderas paredes de nubes mientras que con la radio de a bordo, celosamente,
captaba los partes de los aeródromos.

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Entre tanto, nuestra caravana de autos se abría camino, lentamente, allá abajo,
en el suelo. Los árboles caídos por la tormenta barraban las carreteras.
Verdaderos diques forzaban a largos rodeos con su obligada pérdida de tiempo.
Pero ellos, camino de nuestra espera, desafiaban también todos los peligros.

Mientras tanto sobre las alas de nuestro, D-1720 crepitaba la nieve y el


granizo, y sus granos como clavos se clavaban y sonaban sobre los cristales de
la carlinga. Varias veces volamos tan bajo que el radiotelegrafista hasta tuvo
que recoger, por precaución, la antena para que no se enredase con las copas de
los árboles o con los hilos telefónicos al cruzar los aires tan junto a ellos.

Los motores rugían a pleno gas, mientras al Führer entre el mapa y el reloj,
sólo le preocupaba una cosa, y era que no perdiéramos la ruta y que no nos
retrasásemos a la asamblea.

Más de una vez, Hans Bauer, el piloto de Hitler, tuvo que volar a ciegas y
pasar como una exhalación por entre las más negras nubes. Pero, con todo,
aquellas bolsas de vitela que, con profusión, teníamos al alcance de cada
asiento, quedaron todas sin tener que ser utilizadas.

Respiramos ya cuando sobre Frankfurt se rasgaron las nubes y pronto pudimos


contemplar al Rhin, deslizándose por entre un suelo mojado por la lluvia pero
brillante ya por los rayos del sol. Emerge Coblenza y luego Bonn y Colonia y
pronto, allá, Dusseldorf, nuestro término ansiado.

Distinguimos el sobrio monumento levantado sobre el erial de Golzheim, sobre


el mismo lugar donde Leo Schlageter fue asesinado por los verdugos
extranjeros, y vemos luego también al velódromo de Dusseldorf donde, lleno a
rebosar, se apretujaban ya los hombres en espera del Führer.

Aterrizamos en el aeródromo de Dusseldorf. El vuelo tormentoso ha terminado.


Pero, camino de la asamblea, en las calles, descarga sobre nosotros el aullido
de los comunistas.

EL PRIMER VUELO NOCTURNO

Los vuelos de Hitler son hoy ya incontables; desde aquel vuelo, primero entre
todos, hacia Berlín y con ocasión del motín de Kapp, hasta los actuales vuelos
semanales del canciller a Munich.

Entonces, cuando Adolfo Hitler necesitó por primera vez un aeroplano, vivía
aún Dietrich Eckhart. En el volante del viejo cacharro se sentaba el luchador

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aéreo Ritter von Graim. No cabían más que dos personas. Pero no había más
remedio que arreglarse para tres, puesto que el Führer quería volar acompañado
de Dietrich Eckhart.

Este vuelo inolvidable constituía en verdad un riesgo loco. Nadie había pensado
entonces en tal cosa. Aun no existía un tráfico aéreo regular y sólo había un
número insuficiente de campos de aterrizaje. Pero Adolfo Hitler, y esto es
significativo, se empeñó en la idea de fletar un avión, él, precisamente, que
jamás había volado.

En el estrecho asiento abierto, apretujado entre algún bidón y latas de esencia


y aceite y zarandeado continuamente, sólo le dominaba un pensamiento:

¿Llegaremos a punto a Berlín? ¿Le saldría bien lo que él suponía y preveía?

En Jüterbog, Graim tuvo entonces que aterrizar.

Todos los campos de aterrizaje estaban vigilados estrechamente por los


marxistas a causa de los sucesos de Berlín. Ni uno solo de los aparatos que
aterrizaba dejaba de ser rodeado por los rojos. ¿Qué debían hacer? ¿Disparar y
en el mismo momento, validos del desconcierto, elevarse de nuevo?

Pero no había porqué llegar a eso. Dietrich Eckhart, con su ingenio marrullero,
pronto consiguió que los comunistas les dejasen en paz. Y llegaron a Berlín,
precisamente cuando terminaban los sucesos provocados por los aventureros
políticos; en aquel momento Trebitsch Linkoln, el jefe de prensa de esa
empresa, era el último que abandonaba el edificio del Gobierno.

Si alguien, alguna vez me pregunta cuál de los vuelos, a mi entender, fue el


que más cautivó al Führer, no puedo más que recordar –al pasar por mi
imaginación la larga lista de los vuelos de estos últimos años– nuestro primer
vuelo nocturno, la noche del 19 de Agosto de 1932.

El viaje aéreo de Gorlitz a Breslau, en sí, no tenía la menor importancia, y


duró sólo media hora. Sin embargo, en nuestros recuerdos conservará siempre el
primer lugar y la más inolvidable y clara de las visiones. Además y como
consecuencia, desde aquel día data la gran predilección de Hitler por los vuelos
nocturnos.

Llevábamos una de las más duras jornadas de lucha sobre nosotros. Cuatro
horas y media de vuelo a través de las nubes y en medio de una gran humedad
y frío atroz de Munich a Gleiwitz; asambleas en Beuthen, Gleiwitz y Gorlitz
ante más de 250.000 hombres.

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Del recuerdo de los vuelos de ese día se destacan la vista de las chimeneas
humeantes y de las chispas centelleantes de los Altos Hornos de la Alta Silesia,
de aquéllos pocos que, a pesar de la crisis, quedaban aún en actividad y
también la encantadora policromía de los cultivos sobre los frescos campos y
huertos del fecundo Lausitz, panoramas que admiramos, desde la moviente
atalaya de nuestro magnifico D-1720. Y por poco que extendiéramos nuestra
vista, podríamos divisar a lo lejos extensas zonas de tierra alemana robada,
cultivadas por la proverbial laboriosidad silesiana, por el mejor trabajo alemán.

Al Führer, por decirlo así, casi podían oírle los polacos. Y luego, en Gorlitz, la
primera asamblea en cual el número de los reunidos sobrepasaba cinco veces
toda previsión. Por todas las carreteras y caminos, grandes masas de hombres a
pie, en bicicleta, en camiones; todos hacia el mismo lugar. Al anochecer,
aterrizamos en Gorlitz.

Hitler, habló mientras las estrellas empezaban a lucir en el cielo, y al mismo


tiempo, empezaron a encenderse las hachas. El ancho campo quedó iluminado
como el día. Y cuando aún no se han apagado los clamores de la multitud
entusiasmada, ya el Führer vuelve veloz al campo de aterrizaje, que yace oscuro
del lugar del gran comicio.

Nuestro gran aparato debe de salir con sólo cinco hombres, con el fin de que,
en la oscuridad, pueda despegar con la necesaria seguridad, teniendo cuenta su
peso y lo reducido del campo. El Führer nos echa una rápida mirada
escrutadora como diciendo: ¿quién debe acompañarme y quiénes deberán correr
tras de nosotros, por carretera, hacia Breslau? Inmediatamente se determina a
los cinco pasajeros. Estoy entre ellos. ¡Es que la prensa debe siempre
acompañarle!

El banderín de salida se inclina rápidamente, los motores rugen y pronto nos


elevamos del suelo hacia la noche. Nuestro piloto hace un viraje hacia el
stadium y se desliza sobre el bosque ardiente de hachas encendidas, sobre la
misma masa que pocos momentos antes escuchaba aún la palabra de Adolfo
Hitler.

Y ese fue el momento que se presentó a nuestros ojos un cuadro de emoción


inolvidable. El Führer hizo encender las luces de la cabina. En este mismo
instante la muchedumbre se dio cuenta de la nave iluminada en el espacio, que
conducía al Führer hacia la nueva asamblea, al mismo que pocos segundos antes
se hallaba entre ellos. Un grito de júbilo fue la gran exclamación que brotó
espontánea y estruendosa, al mismo tiempo, de cientos de miles de gargantas;
tanto, que hasta apagó al mismo zumbido de nuestros motores; y al propio

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tiempo, los hombres movía; hachas encendidas, formando elipses en señal de
supremo y gozoso saludo.

Nunca más olvidaré la impresión que produjo al Führer ese espectáculo hasta
entonces desconocido. Silenciosamente, quedamente, como sobrecogidos,
disfrutamos del raro encantamiento de esa visión. Nos encontrábamos, luego de
las fatigas de esa larga jornada, en una situación en la cual el cuerpo sólo
obedece automáticamente a la voluntad. Nos sobrecogió como un despertar y
despabilamiento increíble, alimentado por la fantasía y ésta hacía que el cuadro
se nos presentase ante nuestros ojos, al mismo tiempo, como visión de
encantamiento.

Mientras andábamos con el Führer suspendidos entre el cielo y la tierra, en


aquellas horas de la noche y corríamos por el espacio sobre la tierra alemana,
vimos cómo el mar de hachas iluminadas de Gorlitz ensanchaba sus orillas del
stadium y desbordándole se extendía hasta los límites todos del Reich; vimos
que todos los alemanes se habían convertido en portadores de hachas y con
ellas todos manifestaban su conversión y adhesión a la gran idea de Adolfo
Hitler. El cuadro se nos representaba como un inmenso fuego glorioso que
indicaba el triunfo de nuestro objetivo, ante nuestros ojos, como una gran
profecía.

La luz de la cabina permaneció apagada por largo rato. La luna subía al


firmamento. Su luz mortecina sombreaba espectralmente los bosques y campos,
pueblos y ciudades, de ese laborioso país. Y ya, pronto alcanzamos a divisar los
haces de luz proyectados por los focos del aeródromo de Breslau.

LA GRAN REVELACIÓN DE LA MANSURIA

Habíamos hecho una experiencia: en los lugares de Alemania donde mayor era
la ruina económica y moral, donde más insoportable se hacia, allí era donde la
confianza en el Führer era más fuerte, allí, donde el pueblo todo, estaba con
él.

En aquella Prusia Oriental, desgarrada de la madre patria por una criminal


separación de fronteras, cruelmente mutilada, que sentía diariamente el
encrispamiento amenazador de los puños cerrados de los polacos, allí donde el
recuerdo de las devastaciones de la invasión rusa es aún vivísimo, fue donde
mostró más concienzudamente por vez primera más firme confianza en Adolfo
Hitler.

41
E1 19 de Abril de 1932, durante el segundo crucero aéreo sobre Alemania,
volamos sobre el Corredor, viniendo de Silesia por encima de aquel lugar
proscrito de Bütow. A la izquierda se levantaba la iglesia de Santa María de
Danzig, la estrella de oriente de la alemanidad indestructible de esta vieja
ciudad Hanseática, surgiendo por entre las nubes; a la derecha se alza el fuerte
de Marienburg sobre el río Nogat, proclamando en tierra robada la más
elocuente muda acusación; allí podía contemplarse, en la orilla, al castillo
orgulloso de la Orden de caballeros teutones, recordando así, que ya 600 años
atrás, la tierra oriental había sido roturada por germanos y colonizada por
labradores alemanes.

Volamos sobre la bahía y sobre el mar del este, hacia Koenigsberg. De allí, en
un pequeño vehículo, marchamos, a Allenstein. Nuestros buenos coches, los
veloces, se habían quedado allá, al otro lado del corredor.

El Führer empezó, pues, su viaje triunfal a través de las tierras mansurianas en


malos autos y sobre peores carreteras. Mucho habíamos vivido en aplausos y
aclamaciones. Pero allí nos encontramos con algo, aún desacostumbrado hasta
entonces.

En nuestros viajes a través del Reich, podíamos apercibir aún, a pesar de toda
la simpatía y adhesión, alguna interior resistencia de los compatriotas
despechados o remolosos, veíamos en algunos saludos de brazo en alto a puños
cerrados y caras descompuestas. Aquí, en cambio, en las regiones mansurianas,
Adolfo Hitler había obtenido ya en la primera elección presidencial la mayoría
absoluta. Pero en ocasión de ese viaje se nos mostró de qué gran manera toda
la Mansuria permanecía fiel a la cruz gamada.

Nos hallábamos ante el hijo más pobre del pueblo, pero también el más fiel.
Cruces gamadas por todos los árboles de la carretera, retratos de Hitler en
todas las casas, y guirnaldas y arcos de triunfo en todas las entradas de los
pueblos; esperanza y dación por doquier.

Por donde fuera que se acercase el Führer, el último de los hombres, la más
sencilla de las mujeres se había puesto en movimiento. Muros de hombres por
toda la carretera. Ancianas viejecitas en cuyas faces hambrientas estaba escrita
la más grande pobreza, nos levantaban los brazos. Donde parábamos, las
madres nos acercaban y nos tendían a los niños. Lágrimas de felicidad y de
emoción.

Este viaje inolvidable a través de la Mansuria en una época en la que el


Movimiento se hallaba aún en medio de las luchas más duras para hacerlo
triunfar, constituyó, al mismo tiempo, un fortalecimiento insospechado de la

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fuerza espiritual y del espíritu de resistencia de esa población fronteriza. Aquí,
en ese país empobrecido, que nunca había visto al Führer, la idea
nacionalsocialista había echado las más profundas raíces.

Recordamos esos días con la más grande alegría. El anonadamiento, lleno de


confianza y sin límites del pueblo nos conmovió a todos. Nos aguijoneó, nos
espoleó a marchar a visitar incluso los lugares más apartados. Pero el día era
corto y las carreteras largas. En carrera salvaje recorrimos kilómetros y
kilómetros. El polvo casi nos asfixiaba.

Tierra santificada, empapada de sangre de nuestros caídos. Restos de trincheras


y de cementerios guerreros aparecen por doquier al lado de las carreteras y
despiertan el recuerdo del Agosto de 1914 en que el país devastado fue
libertado de enemigos.

Ante el monumento de Tannenberg y el cementerio de héroes de Waplitz en el


que todo un regimiento se sacrificó para el logro del gran copo estratégico y
allí tiene su postrer descanso, el Führer para unos momentos. Tuvo un recuerdo
de gratitud a los muertos que habían ofrecido su vida para la grandeza de
Alemania con la fe segura en su resurgimiento. Procurar que su muerte no fuese
en vano, esto era lo que constituía el fin último de su lucha.

En Neidenburgo, destruido y ahora ya de nuevo reconstruido, donde las masas


humanas rompieron el cerco, el Führer habló de pie sobre el auto y en medio
de la plaza del mercado.

Nuestra velocidad iba creciendo cada vez más, las carreteras, a cada momento,
las cruzábamos más velozmente. En el fondo se trataba para nosotros, que
sentíamos vivamente los momentos, de una carrera de vida y muerte.
Alcanzábamos a Willenberg, luego Ortelsburgo, Johannesburgo y finalmente
Lick. Eran las once de la noche cuando entramos en esa población campesina,
donde se habían reunido cinco veces más hombres que habitantes tenía.

No todos los coches de nuestra caravana pudieron sostener esa carrera salvaje;
uno tras otro perdieron nuestro contacto. Sólo nosotros pisábamos los talones al
coche del Führer.

Poco antes de Lick, el coche del Führer dio el alto. Nosotros le seguíamos.
Salté y oí decir al Führer: ¿Dónde está la Prensa?

Conocía su importancia y sabía que no sólo nos interesaban los 60.000 de esa
gran asamblea, sino que también los millones del Reich que debían revivir ese
comicio, al día, siguiente los periódicos. Los poderosos del sistema negro-rojo se

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habían ya reservado para ellos la radio. Contento, pude contestarle: ¿La
Prensa? ¡Presente!

Y seguimos hacia Lick a la asamblea nocturna.

Mansuria, Prusia oriental, no ha confiado en balde en Adolfo Hitler. Hoy, a


los pocos meses de haber alcanzado el Führer la Cancillería del Imperio, la
Prusia oriental es el primer territorio alemán libre del paro obrero.

Pero a nosotros ya se nos puso de manifiesto en Mansuria la situación sin


ejemplo de esa población limítrofe como gozosa seguridad del próximo triunfo.

CÓMO CONQUISTAMOS A MECKLENBURGO

El breve y rítmico zumbido de los potentes cilindros del Mercedes; faros


deslumbrantes sobre la nocturna carretera; peligrosas idas y venidas por entre
nieblas y, en medio de todo, las preciosas horas del descanso “en el gran
cuartel general” en el centro de una finca aislada, son los principales recuerdos
que nos quedan de esa formidable lucha electoral de Mecklenburgo. En
Oldenburgo habíamos alcanzado mayoría absoluta. El 5 de Junio queríamos
obtener el mismo resultado en Mecklenburgo.

Sobre esa lucha electoral se tejía el velo más misterioso. Día tras día se podía
ver a nuestro negro armatoste correr por las carreteras, de una a otra parte;
hacia el mar o hacia el interior, de un cabo a otro del país. Todas las tardes,
en cuanto se hacía noche, salíamos de nuestro castillo feudal, cual modernos
caballeros aventureros, a conquistar el país. Sin embargo, no despertábamos el
más mínimo sobresalto. Por donde fuera que apareciésemos siempre nos recibía
la gente con las mayores muestras de alegría y esperanza; por doquier éramos
agasajados.

El labrador en el campo deja por un momento su arado, los mozos y mozas


abandonan guadañas y rastrillos, el albañil deja su paleta en la obra y todos
corren hacia el borde de la carretera en cuanto se dan cuenta que por allí pasa
nuestra veloz caravana.

Y cada vez, poco antes del amanecer, regresábamos por el país aun durmiente,
hacia nuestro campamento. Desde la vieja ciudad hanseática de Wismar, desde
Schwerin la capital, con su castillo acuático, desde Gustrow o desde cualquier
otra población mecklenburguesa, donde el Führer había hablado.

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La hacienda de Severin, en cuyas torres flameaban banderas con la cruz
gamada, era en verdad un cuartel general muy especial. Durante el día no se
nos veía por el país. El Führer encontró allí, en la mansión de nuestro
Granzow y de su atenta esposa, grande hospitalidad y solaz descanso de sus
trabajos. Solía gustar en comer al aire libre sus sencillos ágapes e irse de paseo
por el viejo parque para meditar y conversar sobre sus planes.

Allí en medio de un bosquecillo de hayas, reposan los restos del postrero de los
Quintzow, último rebelde contra los margraves, condes de la marca de
Branderburgo. ¡De qué manera tan distinta entendíamos la conquista del país!
No inspirábamos aquel temor, sino que el pueblo, donde quiera que fuesemos,
nos acogía con amor. Y es que veía en Adolfo Hitler, no al subyugador, sino
al libertador que le hacía salir de su estado de miseria y desesperación.

Pero no era sólo esa lucha electoral en el país lo que preocupaba al Führer.

Durante nuestra estancia en Mecklenburgo en esa tranquilidad aparentemente


veraniega en la propiedad de Severing, se desarrollaron sucesos decisivos en la
alta política.

Recién llegados, al primer día, el Führer fue llamado a Berlín por el Presidente
del Reich. Brünning cayó, von Papen había subido y Schleicher, sobre quien
empezaron a volverse hipnóticamente los ojos de los demás políticos del mundo,
buscó al Movimiento con su Führer. Y se encontraron en una propiedad
cercana.

Schleicher soñaba en compromisos y acuerdos firmados. Hitler no es amigo de


componendas. Acostumbra a enjuiciar según los hechos, no sobre palabras.
Hitler, por lo tanto, no podía aceptar el caso de que un secretario llegase con
motocicleta y su cartera al lugar de la conferencia precisamente cuando los
señores se habían ya marchado.

Se había acordado la disolución del Reichstag. Desde la misma propiedad de


Severing el Führer pudo aún redactar sus disposiciones para los preparativos de
la propaganda de esa gran lucha electoral. El 5 de Junio se conquistó
Mecklenburgo. Granzow fue el presidente del Consejo.

De la misma manera que Adolfo Hitler amaba la alta montaña, así también
amaba al mar con su grandiosidad infinita. Constituía siempre para el Führer
un placer cuando, con ocasión de asambleas, se le presentaba ocasión de realizar
una corta excursión a las orillas del mar. Las horas nocturnas en las playas del
mar del Este, durante esa lucha electoral de Mecklenburgo son, para el Führer
y para nosotros, verdaderamente inolvidables.

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En las lagunas del mar del norte, existe un solitario pueblecito de pescadores en
el que solía retirarse el Führer algunas veces. Frente a la misma playa hay una
pequeña casona de pescadores que le servía de retiro. En esa adusta costa, entre
esos hombres sencillos, que luchan continuamente con el mar, el Führer se
encontraba a placer, reponía sus fuerzas y tomaba de su contacto los mejores
alientos para su gran obra.

LA CAÍDA DE BRÜNNING

La caída de Brünning el 30 de Mayo, sorprendió a muchos. Sorprendióles


porque Brünning –obrando, digamos, hasta con cierto virtuosismo– había
logrado entorpecer por tanto tiempo las leyes más elementales del lógico
proceso político, hasta el punto de haber conseguido que los burgueses,
desprovistos de la más elemental intuición, llegasen a creer seriamente que esas
leyes, esos procesos de evolución, ya no podían existir, aunque desapareciera
también el famoso artículo 48 de la Constitución alemana, que con las
facultades de excepción y de plenos poderes, las había mantenido en suspenso,
imposibilitando que se diesen las condiciones de la natural evolución
fuertemente, dibujada en la política alemana.

El 30 de Mayo fue el despertar de un letargo. En ese día las fuerzas dinámicas


del país, las que obraban en el Movimiento nacionalsocialista, encontraron por
primera vez una posición decisiva para su avance hacia la misma estructura de
la Alemania oficial.

Brünning no cayó por habilidades, no fue batido por intrigas, aunque éstas,
claro está, no faltaron en esa tormenta de fuerzas políticas conglomeradas que
descargó sobre sus mismas espaldas. Brünning, que hubiera tenido que ceder
ante la presión del Movimiento popular nacionalsocialista, fue arrollado
sencillamente por esa ola que ya no podía ser contenida por más largo tiempo.

La medida estaba hasta el borde. El 13 de Abril, su ministro Groener –


entregado voluntariamente a la voluntad de los poderosos rojo-prusianos– habla
disuelto las S.A, las S.S y a la Juventud Hitleriana con el aplauso del Centro
y del Partido Popular bávaro. El frente exterior se ha roto, la unidad interior
nadie nos la podrá tomar , decía a los cuatro vientos el Jefe del Gabinete, pero
con el convencimiento pleno de la próxima liquidación de sus camaradas. La
respuesta del Führer a esta nueva muestra de intento desesperado del sistema
no fue, por cierto, una parada más, sino un obrar. A los tres días, empezó el
segundo crucero aéreo por Alemania.

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El 24 de Abril Brünning recibió el finiquito en Prusia, Baviera, Wurtenberg,
Hamburgo y Anhalt. Tanto el Centro como la socialdemocracia fueron batidos
fuertemente por todas partes. En Prusia el N.S.D.A.P. sobrepasó con creces en
la elección al Centro y a los socialdemócratas unidos; los partidos de tres de
los ministros del Gabinete Brünning no pudieron obtener ni un solo sitio en el
Parlamento prusiano. En la “negra Baviera” se alcanzó la misma fuerza que el
Partido Popular bávaro y con ello quedó vencida su hegemonía numérica.

Brünning ni en esta ocasión hizo lo que desde hacía tiempo debió hacer. Por el
contrario: mediante sus maniobras taimadas, aprovechándose de manejar las
órdenes del día, su partido engañó en Prusia al pueblo, separándole de su
derecho a un gobierno nacionalsocialista. Lo mismo pasó en Baviera y en todas
partes. Con razón el ministro Frick calificó de criminal el hecho de que
Alemania, por su causa, no pudiese beneficiarse aun del Partido Alemán
nacionalsocialista obrero, manteniéndole alejado del Poder.

El Führer sin pérdida de tiempo, llamó de nuevo a combate para la nueva


lucha para el aniquilamiento de sus contrarios. Reclamamos para nosotros solos
la decisión y el derecho a juzgar nuestra capacidad de gobernar ; estas fueron
las palabras de su declaración al presentarse por primera vez al frente de su
minoría en el Parlamento prusiano poco antes de lanzarse a la lucha electoral
de Oldenburgo.

El 9 de Mayo se presentó Brünning al Parlamento; mientras tanto, y mediante


cambalaches por los pasillos, se había asegurado una mayoría, inestable, en el
Reichstag. Al discurso de Goering sobre la prohibición de las S.A le siguió la
defensa de Groener que, por cierto, más bien constituyó una confesión de parte.
Nunca se oyeron tamañas contradicciones además, la refriega que se armó con
vergas de caucho, dirigida por el judío vicepresidente de la policía de Berlín en
persona, situado precisamente detrás del sitial del Canciller, contra el
N.S.D.A.P. tuvo efectos enteramente contrarios; y, con ese suceso, quedó
confirmada la suerte de Groener. Se había abierto la primera brecha en el
Gabinete de Brünning. Y era él mismo quien decía que se hallaba ¡a cien
metros de la meta! .

Los acontecimientos, nuestros hechos de armas se precipitaron. El 23 de Mayo


en el País de Anhalt se eligió en Alemania por primera vez Presidente de un
Consejo de Ministros nacionalsocialista, al correligionario Freyberg. Dos días
más tarde ascendía al sillón Presidencial del Parlamento prusiano, del cual
fueron expulsados el mismo día los provocadores comunistas, otro
correligionario, Kerrl. El 29 de Mayo el nacionalsocialismo conquistó la mayoría
absoluta en el País de Oldenburgo y fue la causa de la pérdida de un diez por
ciento de votos, al partido del Centro, considerado inatacable. Y el mismo día

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se supo que el Tribunal del Reich había considerado infundada la sospecha
contra el N.S.D.A.P. que motivó la prohibición de las S.A, aduciendo un acto
de alta traición en contra del Gobierno del Reich.

Esto constituyó, por fin, el golpe de gracia. Los hechos ponían en evidencia la
engañosa Constitución representada por Brünning. El convoy del Centro se
había ya atascado. Brünning, que durante años había procurado tener de una
manera permanente la posición clave de su partido, a costa de la nación, se veía
precisado a sincerarse, al día siguiente, ante el propio Presidente del Reich.
¿Qué es lo que piensan informar el Dr. Brünning y su Gabinete al Sr.
Presidente del Reich, mañana a las doce de la mañana? Esto era lo que
preguntaba la oficina de Prensa del Reich del N.S.D.A.P., la noche del 29 de
Mayo. La respuesta era evidente. La “Leyenda de Brünning” se había
desvanecido.

El proceso del Canciller del Centro, había terminado...

NOCHE INOLVIDABLE

Hay una noche que destaca entre todas de entre la larga y tupida cadena de
los grandes acontecimientos del tercer crucero aéreo por Alemania. Viaje
nocturno en avión, en el cual se nos acumularon inesperadamente todos los
obstáculos imaginables, viaje que si bien empezó en Kottbus y tenía que
terminar en Warnemünde, fuimos por fin a parar, allá por Mecklenburgo, en
aterrizaje forzoso.

No es sólo el proceso de la aventura de esa noche del 19 al 20 de Julio lo que


nos liga tan vivamente a su recuerdo, sino que lo que más nos cautiva es la
grandiosidad interior de que el Führer dio pruebas, precisamente en esas
circunstancias de gran peligro; grandiosidad de serenidad y aplomo, con la cual
venció todas las contrariedades.

Era ya bien entrada la tarde cuando, algo retrasados, llegábamos a la


Asamblea de Kottbus, luego de un vuelo lleno de baches, desde Prusia oriental
volando por encima del Corredor polaco y luchando denodadamente contra un
fuerte viento de proa. Mientras tanto Goebbels y Goering llegaron de Berlín,
también en avión, con el fin de informar al Führer sobre el desarrollo de los
acontecimientos en la capital del Reich. Me acuerdo, como si fuese ahora
mismo, de la conversación que el Führer sostuvo en el campo de aterrizaje
asomado fuera del aparato. Los sucesos del día siguiente habían ya proyectado
sus primeros chispazos.

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Salimos retrasados, cuando era ya bien atardecido. Aviones de las escuadrillas
nacionalsocialistas nos dieron escolta durante un rato. Bajo nosotros, penumbra,
lucen tranquilas las aguas del Spree medio de sus bosques.

En aquellos momentos había ya decenas de miles de hombres reunidos en


Stralsund bajo el techo del cielo. Antes de anochecer queríamos aterrizar en
Warnemünde. De allí, teníamos que alcanzar por carretera la asamblea de
Stralsund convocada para las ocho.

La máquina buscó su camino por el mar entre nieblas y espesas nubes. Un


fuertísimo viento del no te retardaba nuestro vuelo y la noche nos sorprendió
antes de lo previsto. En ese mismo momento el mecánico de a bordo entra en
la cabina y nos comunica que Bauer ya, no podrá aterrizar en Warnemünde por
no estar preparado el campo para un aterrizaje nocturno. Asustado, dirige su
mirada al Führer con mudez elocuente. Éste, pide el mapa a su ayudante sobre
el cual, de la forma acostumbrada con ambas manos en el aire con un
movimiento de escuadra, traza un ángulo recto.

El Führer sabe que a bordo no hay esencia más que para pocas horas.
Cualquiera se hubiera preocupado inmediatamente, ante el problema de hacer
descender el aparato, procurando la máxima seguridad, en medio de aquella
noche oscura y tormentosa. Pero por la mente de Adolfo Hitler, no apareció
esa preocupación vulgar. Los pensamientos estaban va en sus fieles de
Stralsund, a quienes no quería hacer esperar en vano. Así es que se limitó a
preguntar: ¿Y ahora, de qué manera podremos llegar a la asamblea de
Stralsund?

Y entre el cielo y la tierra, en medio de la noche y a la altura de 2.000


metros el Führer, frente al mapa, celebró consejo de guerra. Fijó un lugar de
aterrizaje forzoso y lo hizo anunciar por radio. Al mismo tiempo se envió un
radiograma al centro más próximo del partido, ordenando a nuestros autos, que
debían hallarse camino del aeródromo de Warnemünde, que parasen y se
dirigiesen al lugar del aterrizaje forzoso.

Cuando estaba ya todo dispuesto para esa nueva ruta aérea, nos radian de
nuevo para comunicarnos que en aquel lugar tampoco es posible un aterrizaje
nocturno.

¿Qué hacer? Estamos volando a la velocidad de 200 kilómetros sin objetivo


alguno en medio de la noche más oscura que imaginarse pueda. Nadie pudo
prever en ese momento el final de la aventura aérea

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El Führer toma una rápida decisión y ordena al momento: ¡Hacia Berlín! En el
aeródromo de Tempelhof ya veremos .

El viento nos empuja ahora. Pronto nos muestran el camino, las luces de
Königsberg. A las 9,30 de la noche estamos ya encima del campo de cemento.
A los pocos minutos salvamos este nuevo obstáculo mediante unas llamadas
telefónicas. ¡Ya hay posibilidad de aterrizaje forzoso! Se podrá disponer el
aterrizaje aunque sea con medios primitivos.

Son ya más de las diez de la noche cuando partimos elevándonos sobre el mar
de luces de Berlín. Pero la lluvia y la tormenta nos impiden ver luz alguna que
nos oriente en nuestro camino; tampoco vemos ni una sola estrella que nos
pudiera orientar. El Führer escudriña continuamente en medio de la noche.
Todos hacemos por otear: El piloto enciende las luces de señales bajo las alas,
para hacerse así visible. Como un fantasma volamos en medio de una noche
más oscura que la boca de un lobo. Al fin, por fin, descubrimos ya la tenue
iluminación del lugar de aterrizaje forzoso.

Nuestro piloto hace descender cuidadosamente el aparato. Va como en acecho


de la tierra. Las hachas de magnesio instaladas en los extremos de las alas de
nuestro avión la iluminan. Y nuestro aparato se posa entre dos líneas de
simples linternas que delimitan nuestro episódico campo de aterrizaje.

Todo nos había salido a pedir de boca. Pero, pronto aparece un tropiezo.
Nuestros coches no llegaron aun. Nos hicimos rápidamente con los primeros que
encontramos y reemprendimos nuestra marcha. Pero ¡qué alegría cuando al
cuarto de hora los encontramos ya, cegados nuestros ojos con los potentes focos
de nuestros propios autos! Nuestra orden desde los aires les había cogido entre
Stettin y Warnemünde. Descendimos rápidos en medio de la oscura carretera y
desde allí proseguimos velozmente nuestro camino.

Ya todo nos parecía fácil. Aunque avanzábamos rápidamente se nos hizo tarde.
Pero, poco antes de Stralsund, un nuevo retraso. Nos pararon en un pueblecito
y nos previnieron de no continuar. Un bosque próximo, por el que debíamos
cruzar, estaba ocupado por comunistas armados que nos acechaban emboscados.
Esto nos advirtieron unos fieles amigos.

El Führer tampoco preguntó nada sobre ese peligro. Sin más, dispuso la
continuación del viaje. Cuando llegamos al bosque vimos cruzarlo ya por los
guardabosques con las carabinas en guardia. Acababan de lanzar de allí a los
comunistas.

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Luego de dos horas y media de viaje en auto llegamos por fin, a las dos y
media de la noche, a Stralsund. Ya habíamos perdido toda esperanza de que
los hombres nos esperasen en medio de aquella humedad y frío. Pero no, la
tenaz paciencia del Führer fue compensada largamente.

Ante nosotros se nos presentó un cuadro de la más emocionante de las visiones.


Cuando el alba empezaba a romper nos hallábamos en medio de una grandísima
asamblea. Húmedos hasta los huesos, cargados de sueño y de hambre, nos
encontramos a la multitud aguantando impasible la lluvia y la tormenta al aire
libre, aguardando al Führer, reunidos allí desde la tarde.

Larga fue la noche y pesada la marcha hasta llegar a Stralsund. Pero las
dificultades todas se habían salvado. Habló el Führer y los corazones se
caldearon. Y mientras hablaba, durante su oración, el día fue viniendo
lentamente.

¿Puede haber alguien que haya concebido jamás teatralidad semejante? ¡Un
comicio de 40.000 hombres a las cuatro de la madrugada! ¿Puede darse
muestra más bella de adhesión, de amor y de confianza sin límites? Así, de esa
forma, el día vino a nosotros luego de la horrible, la oscura noche de la espera
y... de la esperanza. Y de 40.000 muchachos brotaron potentes y gozosas, en
aquella madrugada, las solemnes notas del himno alemán.

TÁCTICA DE TIRA Y AFLOJA

La capacidad de los hombres de Estado se ha demostrado siempre como signos


distintivos en la firmeza de sus convicciones y en su movilidad política. El
secreto del éxito está en la forma como un político sepa conjugar ambas
cualidades de manera que no se excluyan sino que ambas se completen.

En Adolfo Hitler estas dos cualidades –ambas en grado sumo– están unidas
felizmente. Junto a su intransigencia en lo fundamental y el enorme poderío de
su voluntad, posee la cualidad de una reflexión que sopesa fríamente sus actos,
la inteligencia de hombre de Estado y la elasticidad política, constituyendo uno
de los más destacados atractivos de su personalidad. A pesar de su naturaleza
de hombre férreo, Adolfo Hitler, una vez que tiene la certeza de quedar
inmune y firme el objetivo fundamental, escoge siempre el camino de menor
resistencia.

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Luego de las caídas de Groener y de Brünning, la subida de Papen-Schleicher,
se presentó con nuevas características; para la lucha, había que adoptarse una
verdadera política de tira y afloja.

Nos viene ahora al pensamiento la táctica del cuartel general durante la guerra,
el cual entre los años 1917 y 1918, en lugar de la lucha de trincheras, ineficaz y
costosa en vidas, que tantos sacrificios inútiles había producido en cada
trinchera, en cada pequeño pero mortal ataque, optó por los velos protectores y
los contraataques. La posición del Führer en aquel entonces hay que examinarla
y valorarla desde un punto de vista similar, en lo que se refiere a su actuación
durante las semanas y meses que se sucedieron.

El objetivo de su lucha –obtener la dirección política para el N.S.D.A.P.–


quedaba invariable. Sin embargo, mientras no pudieran divisarse posibilidades
de nuevas elecciones en el Reich que hiciesen posible, incluso
constitucionalmente, la adhesión popular para el N.S.D.A.P. y mientras se
mantuviera la prohibición sobre las S.A, no había otro camino a seguir. Lo que
importaba era todo objetivo inmediato. Al caer Brünning fue cuando se dio esta
ocasión.

Brünning no pudo conseguir “encuadrar al N.S.D.A.P dentro del Estado”. El


Presidente del Reich eligió a von Papen para lograr este resultado, que aparecía
como imperiosamente necesario.

El Führer, que ya el 29 de Mayo se había consagrado, inmediatamente luego


de Oldenburgo, a la lucha electoral de Mecklenburgo, en cuanto se nombró a
Papen fue rogado por Schleicher que sostenía contacto con el Presidente del
Consejo, de trasladarse a Berlín para conferenciar con el Presidente del Reich.

Adolfo Hitler estaba dispuesto a tolerar ese Gabinete, pero esto sólo en tanto
en cuanto sus hechos permitieran reconocerle a su vez tolerante con el
N.S.D.A.P. La labor de ese Gabinete “de la confianza especial” se dirigió, en
primer lugar, hacia la más rápida convocatoria de nuevas elecciones al
Parlamento del Reich, la plena libertad de organización y propaganda para los
nacionalsocialistas y el levantamiento de la prohibición de las S.A Muchos de
nosotros no comprendimos entonces al Führer quien, sin embargo, obró con
certera visión y de amplio alcance. Fue más tarde cuando comprendimos el
porqué era requisito indispensable de fuerza política la nueva organización y
reconstrucción de las S.A y de las S.S.

Al disolver el Reichstag el 4 de Junio, con el fundamento, por lo demás lógico,


de que ya no representaba la voluntad popular, al N.S.D.A.P. le asistía toda la
razón para esperar que se escogiera el más corto plazo para las elecciones,

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fijándose para el 3 de Julio o para una fecha posterior, pero lo más próxima a
dicho día. El consciente aplazamiento hasta el 31 de Julio, dio a los marxistas
ocasión propicia para propagar contra nosotros a los cuatro vientos el tópico
falaz e insidioso de “NaziBarones”, lo cual nos significó, teniendo en cuenta la
situación de las cosas, una pérdida por lo menos de un millón de votos.

Con semejantes intenciones y resultados, fue como anduvo obrando el Ministro


de la Gobernación von Gayl, en lo que respecta al levantamiento de la
prohibición de las S.A, aguardando a realizarlo hasta el 15 de Junio; aparte de
que además fueron saboteadas en Prusia, Baden y Baviera. El Partido
(N.S.D.A.P.) no podía pasar por esta primera disposición del Gabinete de von
Papen que, sobre constituir una nueva ofensa para el pueblo alemán, como
primera medida práctica de los actos de gobierno no ofrecía ni el más mínimo
atisbo de cambio fundamental de la política seguida hasta el presente.

Aunque la lucha electoral se dirigiera exclusivamente contra las izquierdas y el


centro, el N.S.D.A.P. se vio obligado a ponerse en frente de esa tendencia del
Gabinete, a quien el Partido, tal como lo había anunciado, sólo juzgaba por los
hechos. Igual obró por el contrario, al rendir tributo al acto de von Papen
destituyendo a los Ministros marxistas de Prusia el 19 de Julio.

El 31 de Julio dio al N.S.D.A.P. 13.800.000 votos y con ellos 230 diputados.


Exito enorme en verdad, pero aun no decisivo. Este hecho, por la ventaja
conseguida, dio de nuevo al Führer la posibilidad de dar un paso más hacia su
gran objetivo. Sin descanso y sosiego, la misma noche del 31 de Julio llamó una
vez más a proseguir la lucha.

EL 13 DE AGOSTO

Bien pocas son las fechas, en la gloriosa historia del N.S.D.A.P, que hayan
sido de una importancia tan trascendental para la misma Alemania como la del
13 de Agosto de 1932. En esa jornada el Führer salvó al Movimiento por su
gran firmeza y carácter, y le dio, al propio tiempo, por su brillante ejemplo de
fe en el pueblo, la fuerza interior para poder sobrellevar los fuertes vendavales
de los próximos meses, hasta conseguir que por fin el hado del destino le fuese
propicio, para obtener el éxito.

Inmediatamente después del gran triunfo del 31 de Julio, que mostró de manera
tan ostensible e inequívoca la situación preponderante del N.S.D.A.P, exigió ya
de una forma terminante su derecho a la dirección del Estado. En ningún país
parlamentario del mundo se le hubiera negado este derecho. Pero desconociendo

53
una vez más la realidad, la burguesía no fue capaz tampoco de comprender y
de obrar.

El Gobierno cuya misión específica es dar solución y fijar constitucionalmente la


voluntad popular, por de pronto, quedó en silencio.

El Führer se había retirado a los montes bávaros mientras se decidían los


acontecimientos. Los dirigentes responsables del Partido se reunieron también
allí con él.

El 11 de Agosto le llegó al Führer una llamada telefónica desde Berlín


rogándole estuviese el 12 de Agosto en la capital del Imperio para conferenciar
y decidir sobre la formación del nuevo Gobierno. Tanto nosotros, como casi
toda la opinión pública, que no comprendíamos aún la situación, supusimos que
ya no había duda de que la hora de Hitler había sonado. El Führer hizo
contestar que no estaría en Berlín hasta el 13 de Agosto por la mañana. De
antemano sospechaba ya que sin él nada podría hacerse.

Antes de su partida –al detenerse brevemente en el Chiemsee– nos comunicó en


la intimidad, en una conferencia de jefes, su criterio conocido ya por nosotros,
de que él para tomar la responsabilidad total de gobernar no se ablandaría lo
más mínimo y que rehusaría toda clase de compromisos y medias tintas.

Y. mientras tanto, ¿qué pasó en Berlín? Luego de largas conferencias y de idas


y venidas se había llegado al acuerdo de ofrecer a Adolfo Hitler la
Vicepresidencia del Gabinete von Papen y así mostrar al pueblo que se hacía
caso de su voluntad. Se llamó a Hitler a Berlín para obligarle a que la libertad
de movimientos nacionalsocialista quedase sujeta en provecho y ruina, a la
suerte de un gobierno cuya dirección y última instancia no quedaban en sus
manos. En caso de negativa se movilizaría al pueblo en unas elecciones y con
ello contaban que las masas, impacientadas ya y su moral deshecha por tantas
y tantas luchas electorales, se pronunciaran contra el N.S.D.A.P.

El 13 de Agosto a las ocho de la mañana el Führer, procedente en auto de


Munich, se entrevistó en un suburbio de Postdam con el Jefe del Gabinete,
cuyo cuartel general en Berlín era el Savoy Hotel. A las diez se dieron cita en
el Ministerio de la Guerra para, en unión con Schleicher, marchar a conferenciar
junto con von Papen en la Cancillería del Reich.

Allí fue donde se le mostraron los planes del Gobierno. Adolfo Hitler rechazó
inmediatamente las proposiciones. Desechó, al mismo tiempo, como cosa inútil,
el trasladarse a ver al Presidente del Reich mientras no se hubiese llegado a un
acuerdo. Sólo se decidió a realizar esta visita hasta que el Dr. Frick recibió a

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medio día de parte del Secretario de Estado de la Cancillería del Reich una
notificación telefónica por la que se le manifestaba que el Presidente el Reich
no había tomado decisión alguna. No bien regresó el Führer al domicilio del
Dr. Goebbels en la Reichskanzlerplatz inmediatamente después de esa visita al
Presidente del Reich, en la que mantuvo su exigencia de obtener la dirección de
los negocios públicos, cuando ya toda la organización informadora de la Oficina
de Prensa del Reich empezó a moverse, puesto que estaba de antemano
preparada “confidencialmente” para obrar en consecuencia, según el resultado
de las negociaciones. ¡Hitler exige todo el Poder! Pretensión inaudita
¡Reprendido por el Presidente del Reich! Estos eran los tonos que se lanzaban
a los cuatro vientos.

Y la gente lo creyó. E hizo vano todo nuestro esfuerzo de mantenernos firmes


en nuestra posición. No intentamos ni tan solo defendernos con nuestra prensa;
no hay duda que hubieran sido acalladas nuestras voces. Así, pues, la maniobra
triunfó.

Claro está, que sólo por unos momentos. La verdad había encontrado otro
abogado mejor: ¡el Pueblo!

Y el Führer, ante la voluntad del pueblo había, rehusado una oferta que a los
ojos de la mentalidad burguesa y marxista era seductora, y no se había vendido
a ellos ni a su sistema por un par de poltronas ministeriales. Ellos discurrían
así: Con sólo una palabra, que haga acabar los interminables trabajos y
sinsabores, el Partido se salva de la pesadilla de las luchas agotadoras de todos
los nervios. Las S.A libres del mortífero y sanguinario temor de los marxistas.
Todo el mundo intentó influenciarle. Y al Führer no le pasó ni un momento
por la imaginación el ceder. Permaneció fiel al Movimiento y al Pueblo, viniere
lo que viniese.

Su negativa, su ¡No! fue un hecho que debía traer sus frutos. El pueblo, más
tarde, le recompensó ampliamente.

El 13 de Agosto, que el pueblo tuvo por un día de luto para el N.S.D.A.P.,


resultó ser no sólo una manifestación dc triunfo del carácter y de la
personalidad de Adolfo Hitler, sino que él le sintió instintivamente e
inmediatamente como uno de los días más felices del Movimiento. Los que en
aquellas horas de la tarde del 13 de Agosto se encontraban a su lado en casa
del Dr. Goebbels conocen perfectamente la forma tan clara con que se
manifestó esa confianza mientras por el país, los pusilánimes, lo daban todo por
perdido.

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En aquellos momentos no se sintió precisamente vencido, como todo el mundo
creía, sino que por el contrario poseía la alegría de un hombre que se encuentra
liberado felizmente de un gran peligro. Tenía plena conciencia de que había
hecho fracasar fríamente un intento peligroso de poner fuera de juego por
siempre más al N.S.D.A.P. antes que pudiese empezar su misión . Tan solo
nosotros podemos llevar a cabo lo que nosotros mismos hemos empezado . Y
convencía con fuertes argumentos a quienes se mostraban cansados e impotentes
ante elección tras elección, y que hubieran abandonado, hasta con gusto, la
necesidad de nuevas campañas legales. ¡Prefiero antes cercar una fortaleza que
ser su prisionero! El que la burguesía no reconociera la posición de pedir todo
el poder, para el N.S.D.A.P. no iba en contra de él, sino que constituía la
propia perdición de la burguesía. Algún día diremos que esto debía suceder así .

El Führer, a pesar de todos los derrotistas ante las luchas electorales y a pesar
de los argumentos de los que se sentían patriotas “razonables” permaneció en
su convicción de que el momento para el N.S.D.A.P. no estaba aún maduro y
que su hora no había llegado aún. El Movimiento se había engrandecido por la
lucha y sólo luchando podría llegar a conseguir el triunfo sobre sus enemigos
deshechos. He aquí lo que era y siguió siendo la solución del Führer. Brotaba
de la lógica clara, convincente y contundente de su pensamiento, que siempre
me ha parecido ser junto a su grandiosidad característica y el fuego de su
voluntad, la más fuerte atracción de Adolfo Hitler.

Cuando subimos al coche en aquella tarde caldeada del 13 de Agosto en la


Plaza de la Cancillería del Reich en Berlín y regresábamos hacia el sur, en
aquel momento, el pueblo se agolpó alrededor del Führer en medio de la calle,
gritando: ¡Así se hace; no hay que doblegarse; hay que permanecer firmes, sin
ceder!

¡La voz del pueblo coincidía con la decisión del Führer!

LA CASA EN EL MONTE

Los montes del Alto Palatinado hace ya tiempo que ocupan un lugar destacado
en la historia del nacionalsocialismo. Esos montes están pletóricos de recuerdos
para la historia del Movimiento, de los tiempos de sus peores persecuciones, de
sus luchas, de sus triunfos. Innumerables son ya los que, llenos de veneración,
han ascendido por los empinados caminos de Bertchtesgaden al Alto Palatinado.
Cada vez más aumenta la corriente de visitantes desde que saben que el Führer,
ya Canciller, ha permanecido fiel al monte.

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Adolfo Hitler, Dietrich Eckhart, Hermann Esser y Christian Weber,
necesitaban un lugar retirado para sus planes y le hallaron en 1923 en el Alto
Palatinado. Era la época de la ley de defensa de la República. Más de un
nacionalsocialista buscó y halló con amistad sincera en la soledad del Alto
Palatinado, el mejor refugio contra sus perseguidores.

Se le halló sobre Platterhof. Allí fue donde Dietrich Eckhart, propagador y


poeta del tercer Reich, reparó sus escritos de la lucha; desde allí, con nombre
supuesto, bajaba a los valles para sacar de su modorra, de su ceguera, a los
labradores.

Puesto en guardia por Adolfo Hitler, se mantuvo escondido de la policía, en


uno de esos refugios de verano que utilizan los pastores en los más altos y
apartados parajes.

A menudo, Adolfo Hitler marchaba al Platterhof, en medio de la oscuridad y


de las nieblas, para tratar con sus amigos. Con todo, Dietrich Eckhart fue
cogido y aprisionado. Enfermo de muerte, corporalmente desecho por las
persecuciones y la prisión, espiritualmente abatido por la traición del 9 de
Noviembre; así fue como regresó hacia Berchtesgaden. El segundo día de
Navidad de 1923, estando presos en la cárcel de Landsberg el Führer y todos
sus amigos, Dietrich Eckhart murió allí, solitario. Allí fue donde halló su
postrer descanso.

La sencillez del país de Berchtesgaden ha cautivado desde entonces a Adolfo


Hitler, el cual, como siempre ha sucedido para hombres de su acusada
personalidad y voluntad propia, ha encontrado siempre allí en aquella solitud
sosiego y estimulo de su no vivir, de su trabajo agotador. Allí cerca, a sus
espaldas, se hallaba la prisión de Landsberg y durante aquella primera época su
Partido estaba batido y la prohibición de actos públicos hacía imposible toda
propagación pública de su Idea.

Un día, el Führer pudo volver a los montes bávaros. Mientras preparaba la


nueva fundación del Partido, escribió, en una pequeña hospedería de
Berchtesgaden, en la segunda parte de su libro “Mein Kampf” dedicado a
Dietrich Eckhart lo siguiente: Al que mejor supo dedicar su vida al
resurgimiento de nuestro pueblo, con su poesía, sus ideas y por fin con los
hechos .

En lo más hondo del Platterhof, junto al monte cubierto por un bosque de


corpulentos árboles, se halla la “Haus Wachenfeld” (casa de Wachenfeld),
casita montaraz, simpática y sencilla, al estilo de los montes bávaros con una
galería de madera a su alrededor bajo el alero de sus tejados. Unas piedras para

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sostener y proteger el tejado para que la tormenta o la nieve no se lleve a las
tejecitas planas de madera. La arista de su agudo tejado lleva a caballo un
delicado torreón con su campana. Un comerciante de las cercanías de Hamburgo
fue quien hizo construir la casa poco tiempo antes de la guerra.

Una feliz casualidad hizo que “Haus Wachenfeld” estuviera por alquilar,
precisamente, cuando Adolfo Hitler regresaba a los montes de la Alta Baviera
luego de su encarcelamiento. Adolfo Hitler no dejó escapar la ocasión y a los
cuidados de su hermana, la señora de Raubal, se debe que, desde entonces,
“Haus Wachenfeld” y la Alta Baviera hayan constituido para él un todo,
inseparablemente unidos, de hogar y patria.

¡Cuán a menudo el Führer, incluso durante el año 1932, el de las luchas más
empeñadas para la conquista del poder, se ha dirigido desde cualquier parte
para encontrarse allí, en su propio hogar, en medio de los montes, aunque sólo
fuere por pocas horas! La carretera de Munich al Chiemsee, cruza Bad Aibling
y Rosenheim. Los caminantes conocen muy bien la hospedería, admirablemente
situada a las orillas del lago Chiem. Allí se tomaba un corto descanso. Desde
allí se tiene una vista espléndida y se puede admirar al amplio lago a través de
viejos árboles.

Bien cerca ascienden ya las montañas. Por Traunstein y Reichenhall, a través


del desfiladero de Hallturm, antes fortificado, la carretera nos conduce a la
parte más preciosa de los Alpes alemanes, en el rincón más apartado del
sudoeste de Alemania, donde se juntan los montes bávaros con los Alpes de
Salzburgo y la frontera discurre marcada por las aristas y picachos de la
serranía.

Luego de tres o cuatro horas de camino, nos espera allí en lo alto y en “Haus
Wachenfeld”, la casita del Führer, el más familiar bienestar gracias a la
hospitalidad de la hermana del Führer. ¡Qué bien se está en la gran sala del
rincón con sus policromados muebles de estilo aldeano! Por el suelo están
tendidas alegres alfombras, que forman un conjunto agradable en el silencio
montañero. Unos pajarillos cantan alegres en sus jaulas, los preferidos de la
señora de la casa, y en un rincón tintinea cadenciosamente un antiguo reloj de
pie.

La cocina es sencillamente agradable y saludable. La fresca leche, el pan negro


de aldeano y los dulces de cocina casera, que el ama de la casa sabe preparar
tan deliciosamente, son las comidas que más le encantan al Führer. Luego de
las comidas nos retiramos alrededor de la mesa redonda o bien en aquel banco
clásico alrededor de la gran estufa de mayólica en un lado de la habitación.
Allí, en aquel estado de ánimo tranquilo y propicio a la confidencia, el hilo de

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la conversación no se pierde ni un segundo hasta bien entrada la noche, y en
aquel círculo reducido es donde mejor se piensa, se cavila, junto a fieles amigos,
sobre los temas tan queridos del resurgimiento alemán.

En aquella tranquilidad de los montes de la Alta Baviera el Führer muchas


veces ha tomado las más importantes resoluciones, ha hallado las mayores
decisiones y ha preparado las asambleas de mayor trascendencia.

En sus paseos solitarios el Führer se repone de su abrumador trabajo. El


trayecto preferido del Führer va, a través del bosque y de las praderas, hacia
Hochlenzer. Scharitzkehl y Vorderbrand. A la orilla del camino y en la ladera
del monte sobre Platterhof se encuentra un pequeño monumento con
inscripciones de Peter Rosegger y Ricardo Boss; está dedicado al recuerdo de
Judit Platter, la señora del Platterhof, heroína de la famosa novela de Ricardo

Boss “Dos almas”. Por iniciativa del Führer, se levantará dentro de poco y en
la cercana colina entre “Haus Wachenfeld” y Platterhof, un monumento
dedicado a Dietrich Eckhart, cuyo proyecto encargó el Führer a un escultor del
país.

¡Qué amplio panorama se divisa desde esas alturas! De belleza incomparable es


aquel verde oasis formado por la hondonada del valle Berchtesgaden. Le
circundan los grandiosos picachos del País que se elevan imponentes y agudos
formando la serranía de ingentes rocas espadadas, que tanto quiere el Führer.
Luce allí el ventisquero de brillo azulado de Hochkalter; la majestuosa mole de
König-Watzmann, que con sus picachos hijuelos eleva su dorso dentado hacia el
cielo; aquel monte alrededor del cual tantas leyendas se han tejido, soporta
sobré sus cumbres y a pesar suyo la frontera con Austria dividiendo a los dos
pueblos de la misma sangre e idioma; y por fin se distingue también la cima de
los Reiteralpe, que se yergue detrás del lago Hintersee sobre la Ramsau. Hacia
el sur de ese estupendo panorama el camino, por entre las terrazas de praderas
y las montañas empinadas cubiertas de bosques de los montes del Alto
Palatinado, se dirige hacia las abruptas paredes del Alto Göll. Por detrás de la
idílica hospedería de Hochlenzer, brilla a lo lejos la maravilla del lago de
König, con sus verdes márgenes serpenteadas entre las estribaciones de los
montes agudamente y hendidas por las aguas como los fiordos de los países
nórdicos. Más abajo, luego de varias horas de camino, el Führer aparece a
menudo inesperadamente, con sus amigos, en la gran sala-restaurante de la casa
del maestro marino, entre paisanos y forasteros, con el fin de reponerse un
poco para el regreso.

Cuando el Führer llegó a ser Canciller del Imperio, “Haus Wachenfeld”


necesitó de algunos cambios por propia voluntad de Adolfo Hitler. Se

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construyó una entrada para los autos, la terraza se amplió y se edificaron un
garaje, una pequeña hospedería, así como un pequeño edificio para la guardia.
Estas ampliaciones eran precisas a causa de las innumerables visitas oficiales que
el Canciller debía recibir allí, incluso durante sus vacaciones, para celebrar
conversaciones de importancia. Pero el espíritu de la casa ha quedado el mismo
y en la apariencia exterior, a pesar de los cambios, “Haus Wachenfeld”, hasta
encaja más, si cabe, con el paisaje que la circunda.

Frente a la casa, ahora como antes, se oyen los murmullos de la vieja fuente
que baja de los prados empinados del monte y los tres mastines, Muck, Wolf
y Blonda, como buenos amigos del Führer, le dan guardia segura.

LA PRUEBA DE FUEGO DEL MOVIMIENTO

A partir del 13 de Agosto, hasta el gran público llegó a tener la evidencia de


la imposibilidad de todo acuerdo del N.S.D.A.P. con el Gabinete de von Papen,
cuyo espíritu maligno en realidad era Schleicher.

La terrible sentencia de Beuthen, el 22 de Agosto, por la cual, a causa de un


accidente con polacos, se entregaron a la muerte a cinco S.A (policías del
Partido), contribuyó, por si algo faltaba, a esclarecer completamente la
situación. En cuanto el Gobierno, hasta entonces aparentemente inocuo,
integrado por una coalición de uniones simplemente personales, con el ministro
del Interior de Prusia Bracht y junto también con la Stahlhelm y el Partido
alemán nacional popular, transformándose en algo oligárquico se preparó a su
vez a luchar contra “el enemigo aislado”.

Y empezó el período de una táctica de desmoronamiento contra nuestro Partido


y al mismo tiempo de atracción interesada hacia las facciones que suponían
podían separarnos; algo así, como la política de los parientes hacia el rico que
creen va pronto a morir, para captar su herencia. Con ello se presentó, por lo
tanto, una de las más terribles pruebas del Movimiento.

Se amenazaba continuamente con la disolución del Parlamento. Aquellos que


tenían antes la “idea conservadora del Estado” empezaron a usurpar y
apropiarse el acerbo ideológico de nuestro Partido.

Las vetustas momias políticas del pasado, resucitaron y reclamaban para sí sin
pudor alguno, los éxitos logrados por nuestras luchas.

Se había arrastrado al Führer hasta frente a un tribunal y allí hacerle jurar la


constitución. Y cuando se había de suponer que se cumpliría por todos lo que a

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él se le obligó a jurar, se presentaron nuevos proyectos de Constitución contra
“el Parlamentarismo trasnochado”...

El Führer, empero, no se dejó turbar por nada. Mientras se intrigaba en Berlín,


él, lejos de allí, acumulaba nuevas fuerzas en el Movimiento y ante la tumba
de sus héroes. Lejos de allí, por todo el país, fue donde halló aquella honda
comunión espiritual del Movimiento con el pueblo, que siempre había sido la
base de toda su acción constructora.

¿ Disolución? ¡No nos importa, antes bien, cien veces encantados!


Triunfaremos. No pierdo la serenidad. Mi voluntad es inconmovible y mis
ánimos y aliento, resisten más que los de mis contrarios. Día llegará, en el que
no sólo el Parlamento alemán, sino que toda Alemania lucirá el color pardo de
nuestras camisas. ¡Si no lo queréis creer, lo vais a soportar! Así reaccionaba
entonces el Führer.

Mientras tanto la fuerte minoría parlamentaria de 230 diputados emprendió a su


vez la ofensiva. El 30 de Agosto, Löbe, el emboscado de la guerra tuvo que
ceder su sitio a Hermann Goering, soldado del frente. Goering tuvo así, con la
nueva presidencia del Reichstag, ocasión de manifestarse y de presentar
“posibilidades de labor práctica” para oponerse a una prematura anulación del
Reichstag.

Por medio de una estratagema maestra, como si hubiera sido jugada sobre un
tablero de ajedrez, dirigida por el Führer con rapidez y sorpresa máximas desde
el Palacio del Presidente del Reichstag, contiguo al Parlamento, en aquella su
sesión memorable que sólo duró veinte minutos, del 12 de Septiembre, Goering
consiguió parar certeramente un golpe de sorpresa del Canciller. Y saliéndole el
tiro por la culata, el Gobierno fue abatido con una votación de censura por 512
votos, contra sólo 42 a su favor, sin que ni tan siquiera tuviera tiempo, no de
impedirlo, sino de darse cuenta de ello. Voto de censura cuyas consecuencias
formales, aunque no podían preverse, puso plenamente de manifiesto ante el
mundo entero que ese Gabinete era un gobierno sin pueblo, sin masa alguna.

Papen, sin embargo, no dimitió. El Presidente del Reich disolvió al Reichstag.


El 17 de Septiembre el Gabinete acordó fijar la fecha del 6 de Noviembre para
las nuevas elecciones.

Cuando nosotros, el 11 de Octubre empezamos nuestro cuarto crucero aéreo a


través de Alemania, el Führer estaba convencido que se hallaba metido en la
más difícil de las luchas electorales que jamás había soportado el Partido alemán
nacionalsocialista de obreros. La lucha del año 1932 había llegado a su más
decisiva fase estratégica.

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El 31 de Julio el N.S.D.A.P. estuvo en el cenit de su crecimiento. Desde
entonces, desde hacía dos meses y medio, la lucha oscilaba, sin que se llegase a
fase alguna decisiva, y sin que ni tan solo pudiera preverse. La masa de los
electores no podía hacerse cargo de la verdadera situación. Todo el mundo nos
era contrario. La avenida no podía contenerse. Había que recelarse y estar
prevenidos contra la descomposición espiritual y física de los elementos poco
firmes. Las pérdidas en número no tenían que preocuparnos. Sin embargo, si la
falta de valor se extendía podría desembocar en una catástrofe.

Hitler vio con meridiana clarividencia que, en esa fase de la lucha, caracterizada
por el desasosiego y hasta el abandono del espíritu combativo, lo que había de
garantizar el feliz desenlace era, ni más ni menos, como siempre, una gran
perseverancia y el más potente poder de decisión. Contaba con ello de
antemano. Puesto que poseía ese poder de firme decisión previó el resultado
final con seguridad matemática, mientras... el Movimiento aguantase
firmemente.

La fidelidad que el Movimiento conservó hacia su Führer en esos meses


sobrepasa todo querer. Entonces fue cuando el Führer cosechó la recompensa

del 13 de Agosto. ¡Nobleza obliga! En todas las 50 grandes asambleas y


manifestaciones de esa lucha electoral, vimos esa fidelidad reflejada en las
fanáticas aclamaciones de las masas y en los ojos todos llenos de pasión y
entusiasmo. ¡No cabía duda alguna de que el pueblo permanecía fiel a Adolfo
Hitler! Con certeza y convicción íntima pude yo mismo, cuatro días antes del 6
de Noviembre, anunciar públicamente esta realidad.

El 6 de Noviembre esta fidelidad de nibelungos desmoronó por completo todas


las esperanzas electorales de nuestros contrarios. Y lo que entonces pareció a
muchos una derrota, en realidad constituyó un clamoroso éxito. Bajo las
circunstancias más difíciles que concebir se puedan, bajo una presión que
organización política del mundo hubiera podido soportar, el Movimiento se
mantuvo en pie, permaneció inconmovible. De las críticas horas de su lucha
salió más que nunca fortificado interiormente, con sus 196 mandatos.

El N.S.D.A.P., el Partido alemán nacionalsocialista de obreros había pasado ya


por su prueba de fuego. Para el Führer este hecho constituyó la prueba más
inequívoca de que podía contar con él para todo, sucediera lo que sucediese.

Lo que siguió fue ya consecuencia obligada y quedó asegurado bajo la mano


maestra, política y táctica de Adolfo Hitler.

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LA JUVENTUD BAJO EL SIGNO DE LA CRUZ GAMADA

Juventud y nacionalsocialismo están unidos entre sí por esencia y, en fin de


cuentas, no son más que dos expresiones de un mismo concepto. La juventud es
lucha hacia un nuevo y progresivo modo de ser. Nacionalsocialismo es la
voluntad organizada de la juventud. La juventud alemana y el Movimiento
nacionalsocialista son una sola cosa, en lo interior, como la primavera y la
naturaleza surgiendo a nueva vida.

Sobre la juventud alemana de la postguerra se cernía como la mayor de las


cargas la presión espiritual y moral del Estado abúlico novembrino y la pérdida
de todo sentido de esperanza nacional. Así pues, con el nacionalsocialismo esa
juventud alemana, cuya cuna había sido mecida entre el estruendo de la guerra
y a cuyo oscuro porvenir no alumbraba ningún rayo de luz, experimentó la
nueva forma de contenido vital, racial, en la cual se abocó y le proporcionó las
fuerzas que le permitieran su irrupción y expansión hacia nuevos horizontes y
perspectivas. No es de extrañar, por lo tanto, que el grito de diana lanzado
por Adolfo Hitler prendiera en los corazones de la juventud alemana, como en
el campo más abonado, más fructífero, ni tampoco es de extrañar que la
juventud alemana –antes de que la burguesía amodorrada pudiera comprender
de lo que se trataba– se fuera en masas compactas al Frente pardo, para ser
los paladines del honor alemán y de su resurgimiento.

“Quien tiene a la juventud, posee el futuro” dice acertadamente un refrán


político. Y la gente se pregunta, porqué nuestros enemigos liberal-
demomarxistas que tenían continuamente esta sentencia a flor de labio, no
pudieron conquistar ni a la juventud, ni al futuro. La razón es obvia. Y ello es
porque esos eternos retrógrados con la observación superficial de las cosas no
estaban en situación para poder comprender el íntimo concepto de esa frase.
Quien tiene a la juventud posee el futuro. ¡ Cierto! Pero no es menos cierto que
sólo quien posee el futuro puede también tener a la juventud. El futuro del país
está encerrado en la idea nacionalsocialista, en el joven Movimiento del
nacionalsocialismo surgido espontáneamente del pueblo y destructor de todas las
formas caducas de los partidos. Nuestra juventud, con su anhelo hacía lo nuevo
y su sentido instintivo, comprendió rápidamente la importancia decisiva dc
nuestro Movimiento para el futuro, y la grandiosidad del principio de caudillaje
que en sí encierra.

La juventud se fue con Hitler, porque sabía que ella, y con ella nuestro pueblo,
se veían representados, corporizados, en él. Así es que no es de extrañar, que
ostente con tanto orgullo su titulo de “Hitler Jugend”, Juventud hitleriana.

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El propio Führer ya desde un principio consideró a la extraordinaria importancia
de la Juventud como el valor más grande para el Movimiento. Las viejas
generaciones habían caducado, sólo una generación joven, no corrompida por el
ponzoñoso veneno de la ideología y manera de ser de aquellas capas llamadas
superiores era lo que podría cargarse a Alemania sobre sus espaldas y conducirla
hacia un nuevo objetivo. El idealismo, libre de toda ajena presión y sin
deformación alguna, de la juventud alemana, constituyó la corriente de la
fuerza vital que pudo levantar a toda la nación de su letargo y producirle el
resurgimiento general.

La fogosa juventud era el elemento aglutinante en la Idea nacionalsocialista,


mediante la cual era ya posible la nueva existencia, el nuevo ser, de la nueva y
joven Alemania.

El Führer dedicó en todo momento una atención especialísima a la atracción


organizada y a la compenetración de la juventud. Así, pues, para la formación
de la Comunidad del pueblo alemán, que empieza en la niñez y acaba en la
senectud, se atrajo a la Juventud desde ya sus más tiernos años. El Congreso
de la Juventud del Reich, celebrado el 2 de Octubre de 1932 en Postdam, al
que acudieron más de 70.000 muchachos y muchachas hitlerianas, será para
siempre uno de los recuerdos que con mayor orgullo puede conservar la
Juventud nacionalsocialista de la época de las grandes luchas. La jornada
triunfal de la Juventud alemana tuvo lugar en el Estadio de Nuremberg el 2 de
Septiembre de 1933 y constituyó la coronación del trabajo incansable de la
luchadora juventud, la cual, en el porvenir, con la ayuda del Estado, del
Estado que es el de la propia juventud alemana, encontrará su continuidad. La
juventud organizada en “Pueblo juvenil”, “Juventud hitleriana”, “Unión de
muchachos alemanes”, “Unión escolar” y “Unión de estudiantes” hoy en día
reunidos en una “Jefatura de la Juventud del Reich” bajo la autoridad del
benemérito organizador de la juventud Baldur von Schirach, constituyen las
células para la instrucción y la educación política de la juventud alemana en el
ideario y en el espíritu del nacionalsocialismo.

La juventud debe ser conducida por la juventud misma . Esta es la sabia


sentencia que Adolfo Hitler ha visto con justa perspicacia psicológica, por cuyo
desconocimiento nuestra burguesía, con su “instrucción de la juventud” ha
sufrido duramente y justamente las consecuencias.

¿ A qué conducen ahora los gemidos y lamentaciones sobre la “politización de


la juventud” cuando bien sabido es, que su descuido fue una de las razones
principales de la sorda caída, sin pena ni gloria, del Estado pasado? Lo mejor
es educar a la juventud con la nueva ideología dcl Estado, para la nación, desde
su más tierna infancia, que dejarla abandonada y desvalida, sin apoyo alguno

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ideológico y político a influencias y seducciones ajenas al sentido patriótico. El
nacionalsocialismo ve en la educación ideológica y política de la nueva
concepción de las cosas, una necesidad vital para el pueblo alemán, que el
Führer jamás se dejará arrebatar.

Sin embargo, no hay en ello sólo un lógico interés político del Estado, sino que
quizás obra con mayor fuerza aún una inclinación del Führer, de raíz popular
humana, que le lleva a valorar y a querer en muy alto grado a la juventud
alemana. La juventud alemana, y esto puedo deducirlo por mi propia
experiencia, constituye el rayo de luz que anima continuamente la ardua y rica
labor de Adolfo Hitler. Miles y miles de veces he podido observar el goce puro
y la felicidad que experimenta el Führer al presenciar los niños alemanes.
Cuando en las asambleas le dedican sus saludos y le ofrecen flores, cuando
irrumpen sobre nuestro coche con gritos de alegría, en nuestros viajes. ¡Cuánto
me gustan esos niños radiantes y esas rubias niñas! , nos dice a menudo el
Führer cuando nos hallamos en medio de esos, como enjambres, de cabecitas
infantiles.

Si se encuentra por las carreteras a un grupo de jóvenes o de muchachas


hitlerianas, rarísima es la vez que no se detiene para obsequiarlos en algo que
aumente sus provisiones de excursión. Ante la juventud reacciona siempre
gozosamente. Cuando alcanza a los cuadros de la juventud hitleriana que
marchan en formación o cuando nos salen al paso, camino de una
manifestación, la faz del Führer se ilumina y entonces es cuando sus ojos claros
y azules muestran un goce especial. El espíritu de adhesión de la juventud al
Führer es recíproca. Adolfo Hitler quiere a la juventud alemana tanto como la
juventud le venera a él.

El caudillo de nuestro pueblo encuentra en la juventud alemana toda la


esperanza y confianza y en ella ve la continuidad de la vida y la garantía vital
de nuestro futuro y de nuestro pueblo. Y por ello es lógico que la juzgue
también bajo el punto de vista de realidad popular y racial. Hace poco
observaba lo siguiente: No viera el futuro de Alemania tan firme y seguro, si
no tuviéramos una raza que nos da niños tan hermosos . El Führer tiene la
convicción por sus propias observaciones de que racialmente el pueblo alemán se
mejora cada día más.

El nacionalsocialismo se basa en la convicción de que sólo la juventud es la que


lleva consigo el futuro, como expresión clara de la impetuosa voluntad
revolucionaria del Movimiento. Y por esta razón la eterna corriente de juventud
que nuestro Movimiento ha atraído y que de continuo alienta y renueva con su
querer, no debe de pararse nunca. Así es que, si se diera el raro caso de que
algún jefe desmayara en sus energías, otros jóvenes saldrían a la brecha para

65
sustituirle y empuñar de nuevo la bandera. Pero, tengamos bien en cuenta lo
siguiente: Aunque alguien fuera acreedor de servicios imperecederos para el
Movimiento por su comportamiento o su labor de vanguardista en una de sus
épocas decisivas, no por ello tiene derecho a reclamar un premio tal para sí, que
pudiera entorpecer, ni rozar lo más mínimo, la impetuosa marcha hacia
adelante, hacia el gigantesco objetivo nacional del Movimiento. Nunca se ha
dado tal caso en la práctica pero, por principio, este hecho no debe, ni tan solo
una vez, discutirse siquiera.

Las fuerzas jóvenes, de potente fuerza de voluntad, que empujan desde abajo,
que encierran valores, capacidades en ciernes, deben de encontrar siempre y en
todo momento abierta la puerta en cuyo dintel se lea la leyenda: Eficiencia.
Mientras para los demás la inacción no es más que sentido retrógrado,
sensibilidad y muerte, el nacionalsocialismo proclama en cambio, gozoso, a
todos los vientos y en todo momento, los derechos de la Juventud.

Pero, la mujer alemana cuya misión específica está al lado de la juventud


alemana, en el Nuevo Estado tiene que desempeñar una labor especialísima. Las
mujeres alemanas han comprendido perfectamente su nueva misión de la cual
han dado ya muestras inequívocas durante las actuales luchas, con su fidelidad
inconmovible, su abnegación sin límites y su adhesión incomparable para con el
Movimiento libertador de Alemania.

Las mujeres son las mejores propagandistas del Movimiento nacionalsocialista,


especialmente allí donde reside su campo de acción más apropiado y el de
mayor trascendencia e importancia para el Movimiento: en la Juventud y en la
Familia. Hay que repetirlo una vez más. El Führer ha expresado muy a
menudo y con meridiana claridad el especialísimo alto concepto que tiene de las
mujeres. Sabe perfectamente lo que debe el Movimiento, precisamente a las
mujeres, por constituir el elemento contrario, más firme que una roca, no
contagiado lo más mínimo por clase alguna, de aquel intelectualismo movedizo
e insustancial.

Las mujeres han sido las que muy a menudo han sido precisamente las
salvadoras del Movimiento , nos dijo el Führer una vez, cuando, movido su
interior por tanta adhesión y fidelidad como recibía de las mujeres, me habló
de ellas. Y hasta añadió:

Sin la ayuda de las mujeres, en 1924, luego de mi encarcelamiento, no me


hubiera sido posible, en absoluto, organizar de nuevo al Partido . En aquellos
tiempos en los cuales tanto abundaban las defecciones políticas y personales y
en las que el intelecto de los hombres se tambaleaba en crisis de desorientación,

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las mujeres, con sus firmes creencias y su perspicacia innata, dieron al Führer
pruebas inolvidables de su fidelidad a la idea del nacionalsocialismo.

Y cuando ahora, precisamente, en los momentos en que son las mujeres


alemanas en las que mayor aplauso se encuentra para Adolfo Hitler y para el
Movimiento nacionalsocialista a pesar de que, muy injustamente, se les achaque
falta de dirección política, se pone precisamente de manifiesto que las mujeres
alemanas, de acuerdo con su interior manera de ser, no desean en absoluto
tomar parte activa en la política y además, que ellas nunca se han hallado a
gusto en esas actividades políticas. Tanto Adolfo Hitler como el Movimiento
han conquistado el corazón de las mujeres alemanas porque el nacionalsocialismo
ha impuesto de nuevo el heroísmo y la disciplina al pueblo alemán, porque ha
instituido de nuevo el derecho a la vida de la juventud alemana, la libertad y
la dignidad de la Nación. Y así llegamos a la conclusión de que, en realidad, el
porvenir de Alemania está en las manos de la mujer alemana, pues ella es la
que debe cuidar de la educación de sus hijos.

Así, pues, hemos de edificar todos en nuestro interior un monumento a la mujer


alemana desconocida que cree en Hitler y que tan valientemente labora y vela
por su alta misión alemana.

INTERMEZZO

Las consecuencias públicas del 6 de Noviembre no se dejaron esperar. A


consecuencia de la situación cada vez más insostenible política y económicamente
el clamor público hacia Hitler fue cada día más y más potente. El Gobierno
también le llamaba; pero a su manera. Los deseos de negociación que el
Gobierno se apresuró a publicar, dirigidos a todos aquellos que estuvieran
dispuestos a trabajar con él fue algo así como si unos mensajeros con bandera
blanca, al ir a parlamentar, se les ocurriese invitar a los enemigos triunfantes a
ponerse bajo la jefatura o el caudillaje de su general vencido.

El 13 de Noviembre Papen solicitó de nuevo negociaciones habladas con el


Führer. Adolfo Hitler contestó rehusando. Lo que le importaba era salvar a
Alemania, no al Gobierno. ¡ Lo del 13 de Agosto no debía repetirse!

Incluso la retirada de Papen el 17 de Noviembre con lo cual la decisión política


pasaba precisamente sólo a las manos del Presidente del Reich, no engañó lo
más mínimo al Führer sobre la situación real. Cuando el mismo día fue invitado
telegráficamente por el secretario de Estado Meissner a visitar al Presidente del
Reich el 19 de Noviembre, Adolfo Hitler ya estaba pertrechado con la

67
experiencia de los últimos meses. Ordenó, por lo tanto, que todas las
negociaciones se llevasen por escrito.

Los hechos que se sucedieron del 19 al 23 de Noviembre los conoce ya el


público en gran parte por el éxito de la tan oportuna publicación de los
documentos originales. El 19 de Noviembre a las 11,30 de la mañana el Führer
se hallaba con el Presidente del Reich. Cuando, en medio de las aclamaciones
de las masas, abandonaba la vieja cancillería del Imperio, todo el mundo
esperaba un Gobierno Hitler.

El Führer sabía que las cosas debían tomar otro giro. En nuestro cuartel
general del Hotel Kaiserhof nadie dudaba. Y el Dr. Schacht, Presidente de la
Reichsbank, escribía entonces: Si Hitler no es ahora Canciller, lo será dentro
de cuatro meses .

El lunes 21 de Noviembre a las 10,30 de la mañana tuvo lugar la segunda


conferencia con el Presidente del Reich. Goering, Presidente del Reichstag,
regresado apresuradamente en vuelo record de Roma, aprovechó mientras tanto
aquel domingo para tener un esclarecimiento informativo de la situación con los
partidos.

El cambio de cartas que siguió a esas conversaciones entre el Führer y la


Secretaría del Reich, puso de manifiesto la evidente superioridad de Adolfo
Hitler frente al Gobierno. Este cambio de cartas constituye una documentación
histórica.

Puesto que las negociaciones amenazaban degenerar en disquisiciones de los


contrarios llevadas al campo de la juridicidad constitucional, Adolfo Hitler el 23
de Noviembre se decidió a cortar el nudo gordiano por medio de un Memorial
al Presidente del Reich, en el cual le ofrecía con claridad meridiana y con
proposiciones bien delimitadas la formación de un gobierno bajo la
responsabilidad de su Jefatura.

Eran exactamente las mismas razones y fundamentos político-sociales y los


mismos principios jurídico-estatales, con los cuales el Führer formó dos meses
más tarde el gobierno del resurgimiento nacional. Entonces el Presidente del
Reich creyó que debía rehusar aún esas proposiciones.

Esta vez, sin embargo, el juego de la táctica de sus contrarios, cuyo máximo
exponente manifestaba ser cada vez más el general von Schleicher laborando en
la oscuridad, se encontró barrido su paso ante la opinión pública. Cierto que la
oficina de prensa del Gobierno del Reich, intentó hasta los últimos momentos
evitar la publicación del cambio de cartas con taimadas advertencias en el Hotel

68
Kaiserhof invitando a aplazarlas hasta que la prensa estuviese convenientemente
“informada”. Pero todo en vano. Entonces, mediante una convocatoria
rapidísima de la prensa, pudimos poner al Gobierno verdaderamente en el más
terrible aprieto.

Los documentos originales los entregamos a la prensa en el mismo momento en


el que se mandaba la última de las tan concluyentes cartas de Hitler al piso de
Wilhelmstrasse. El mundo pudo sacar por sí mismo las conclusiones. ¡Adolfo
Hitler quedaba justificado ante todo el País!

Y el Führer, con una visión verdaderamente profética, el 26 de Noviembre, al


regresar de Berlín a Munich, predijo lo siguiente:

Se formará un nuevo gobierno muy parecido al anterior, con sólo


modificaciones de su estructura exterior, pero con el mismo espíritu. Y dentro
de pocos meses el desenlace será peor que su mismo principio. Entonces será
venido el momento en el que seremos llamados por tercera vez .

EN EL HOTEL KAISERHOF

El nombre de este hotel de la Wilhelmsplatz de Berlín está ligado


indestructiblemente, tanto a la historia del Partido alemán nacionalsocialista de
obreros (N.S.D.A.P.) como a la lucha decisiva por el poder. Hasta los niños lo
sabían: Aquí fue donde el Führer levantó su “cuartel general”, tantas fueron
las veces durante los últimos años en que fue requerido a trasladarse a la
capital del Reich para conferenciar con los altos departamentos del Reich.

¡Adolfo Hitler en el Hotel Kaiserhof! Cuando los periódicos aparecían con


estos grandes titulares, toda la opinión pública, todo el mundo sostenía su
aliento y no había un momento de tranquilidad a ambos lados de la
Wilhelmstrasse. Y cada vez se reemprendían las duras luchas del Führer con
sus enemigos.

¡Cuánto se ha escrito ya sobre el Hotel Kaiserhof! ¡Y cuántas conclusiones de


la mayor trascendencia se tomaron allí, cuántas no fueron las importantísimas
decisiones que entre sus muros se produjeron!

La prensa nacionalsocialista seguía el desarrollo de los acontecimientos con la


necesaria reserva y con la mayor disciplina, mientras tanto que esos no hubiesen
madurado y entrado a la categoría de publicables.

69
Pero, para la prensa contraria esta Mansión de primera categoria –puesto que
el Führer nunca hizo caso de lo que dijera la prensa del sistema– le dio materia
abundante para sus campañas de escándalo. No bien había llegado el Führer al
Hotel Kaiserhof, cuando ya se ponían en juego intrigas, fantasías y
combinaciones; cuando se inventaban las más burdas mentiras, lanzándolas a la
gran publicidad, con lo cual se esperaba que se podía modificar en contra
nuestra el curso de los acontecimientos.

Los periódicos de aquellos partidos cuyos petulantes poncios pueblan ahora los
más lujosos hoteles internacionales de Suiza y de la costa francesa del
mediterráneo, no se cansaban de repetir como un estribillo: El caudillo de los
trabajadores en el Hotel de lujo .

¿Cuál fue la razón porque el Führer escogió este Hotel para su lugar de trabajo
y de cuyo confort y comodidades modernas, tan poco uso podíamos darnos el
gusto de disfrutar? No es precisamente la atmósfera de un sitio tal la que, ni a
nosotros ni para el mismo Führer era razón. No fueron más que razones de un
orden puramente práctico las que nos movieron a elegir ese cuartel general.

En primer lugar, el Führer, en ese momento de la lucha se debía a su


Movimiento, y por lo tanto tenía que tener en cuenta la mentalidad de las
personas con las cuales tenía que tratar y acomodarse a su constitución
psicológica. El Hotel Kaiserhof, en este sentido, era “representativo”.

Pero además, y esto era una razón muy importante, la situación del Hotel
Kaiserhof, simbolizaba claramente la lucha ideológica de ambas antípodas, la
lucha final de la nueva Alemania contra el sistema decrépito. Desde su
habitación de trabajo, Adolfo Hitler veía, enfrente, al otro lado de la plaza, de
la Wilhelmsplatz, la vieja Cancillería del Reich, en la que se construían las
minas opuestas; en la que, con astucia y perfidia, no se pensaba en otra cosa
que hallar la forma de ver cómo se podían mantener cerradas las puertas del
Poder al impetuoso Movimiento.

Con el mismo clamor con que Roma gritaba, llena de terror y de miedo:
Annibal ante portas , de semejante manera se recibía la noticia de que Hitler
había traspuesto la puerta del Hotel Kaiserhof y se hallaba allí, de nuevo
frente a ellos. El cuadro externo en el que se desarrollaban las negociaciones,
muestra un paralelo extraordinario. Adolfo Hitler estaba ante las puertas –no
de Berlín, al que tiempo hacía que había conquistado interiormente– sino que
ponía cerco a la puerta de la casa, desde la cual Bismarck había regido al Reich
alemán, para tomar posesión de ella.

70
Para la completa tranquilidad de la policía y de todos los elementos del poder
de aquel Estado, existía aún una última razón en favor del Hotel Kaiserhof.
Este estaba situado dentro del casco de la población. El Führer que, dentro de
su Hotel, trabajaba día y noche y que se hallaba batallando frente a las más
abrumadoras y decisivas resoluciones que debían prepararse por medio de muy
importantes conversaciones, no podía ni quería provocar ninguna clase de
demostraciones. Tenía la obligación de procurar no ser perturbado en sus
trabajos, ni por motivos marxistas, ni por los aullidos de cualquiera de las
hordas comunistas.

Ahora podemos ya preguntarnos: ¿Cómo era ese “Cuartel general”, cómo se


desarrollaba ahí nuestra vida, por ejemplo, en una de esas grandes jornadas de
lucha? La podemos comparar a un verdadero campo de combate. Todo llevaba
un sello de provisionalidad. Tal era la sorpresa con que aparecíamos como la
rapidez con que nos marchábamos. Varias veces sólo tomábamos habitación y
parábamos allí sólo unas horas. Muchas veces hubo que hacer las maletas en
contadísimos minutos.

Aún hoy recuerdo perfectamente aquel día en el que, diez minutos antes de la
partida del expreso de Munich, abandonábamos con una prisa enorme el hall
del Hotel y subíamos apresurados a los coches para llegar a coger el tren ya en
marcha.

Durante las estancias en esa casa, el Führer rara vez descendía de sus
habitaciones de trabajo, a la mesa redonda colocada al final del amplio corredor
de la planta en aquel rincón del lado derecho reservado para su
acompañamiento y visitas. Normalmente tenía sus habitaciones en el piso
primero, donde generalmente también comía.

En la habitación de recibo del Führer se sucedían las conferencias sin


interrupción hasta bien entrada la noche. El teléfono, en la habitación contigua,
no paraba un segundo. Sin descanso se llamaba y se recibían llamadas de los
más apartados rincones. La centralilla del Hotel, no conoció nunca actividad
mayor. Su personal rendía una labor extraordinaria y se tomaba el trabajo con
tal interés que rara vez teníamos que esperarnos en balde.

El hall del Hotel, mientras tanto, rebosaba vitalidad. Era un ir y venir


continuo. Las gruesas alfombras amortiguaban los pasos. La gran puerta
giratoria rodaba sin descanso. Los jefes del Movimiento entraban y salían,
mientras los enlaces del gobierno, las visitas de la diplomacia y de la economía
se hacían anunciar. En su habitación, en la planta, el ayudante del Führer, su
jefe de prensa y otros miembros de su secretaría arreglaban las visitas. Se había

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preparado una oficina primitiva, con máquinas de viaje y sus teclados sonaban
sin interrupción.

Los representantes de la prensa extranjera visitaban el Hotel en gran número.


La prensa del sistema había movilizado sus más listos reporteros. En ocasión de
las fases más decisivas de la lucha se convocaban en el Kaiserhof reuniones de
prensa que eran concurridísimas.

A causa de esa labor a alta tensión a menudo se nos pasaban por alto las
comidas y permanecíamos todo un día en ayunas. Estábamos en Berlín y no
veíamos nada de la ciudad. Podía suceder hasta que permaneciéramos una
semana entera sin salir de las entrañas de esa mole de piedra Sólo luego de
media noche y avanzada la madrugada nos podíamos retirar a descansar.

Con superioridad y seguridad de sí mismo, el Führer dominaba con fría


tranquilidad cada hora, teniendo en sus manos todos los hilos. Mientras la
prensa del sistema andaba fantaseando en los momentos críticos sobre supuestos
“graves conflictos”, “escenas turbulentas’’ y ‘‘nerviosismo’’ en el Kaiserhof
pretendiendo hacer ver que Hitler se rompía inútilmente la cabeza, él,
permanecía impasible en su habitación. Permanecía inmutable al servicio y para
el bien del Pueblo y era el único que podía conocer la verdadera situación, el
único que reconocía inmediatamente sus verdaderos y falsos amigos y que se
daba cuenta inmediata, para tomar sus decisiones, de lo que mejor convenía en
interés del pueblo.

Y después de todo, después de tantas estancias, de tantas negociaciones, no se


llega nunca a una plena decisión, hasta que por fin el 30 de Enero de 1933 el
Führer, desde allí, atravesando el corto camino que lo separaba, atravesó la
Wilhelmsplatz hacia la Cancillería del Imperio entre las estruendosas
aclamaciones de la multitud. Se había roto el cerco y rendido la fortaleza. Las
puertas estaban abiertas ya, de par en par.

CÓMO DICTA EL FÜHRER

He convivido con Adolfo Hitler como luchador, como estadista y como hombre
y sin embargo nunca he visto la potencia de su personalidad en su más clara y
característica expresión como en las horas en las cuales concibe y redacta sus
grandiosas y decisivas manifestaciones político-estatales.

Las exposiciones de gobierno y otros manifiestos similares político-estatales de


los predecesores en las funciones de Canciller, desde el Estado novembrino,

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llevaban siempre el sello más o menos claro de todo trabajo confeccionado por
varios departamentos, en los cuales se trasluce la mano de numerosos
colaboradores.

Hoy en día, sin embargo, existen aun muchos alemanes que creen a pie juntillas
que el contenido y la forma de las exposiciones de factura tan real mente
maestra, tanto las programáticas de gobierno como otras importantes, no son
exclusivamente el producto de su propio intelecto, sino que al propio tiempo
contienen también aportaciones de colaboradores oficiales y no oficiales.

Al salir al paso y oponerme a ese erróneo criterio, basándome en mi


personalísimo conocimiento y experiencia sobre la manera de trabajar del
Führer, espero poder aportar una contribución inédita para completar la
exposición de los trazos de la personalidad de Adolfo Hitler, a cuya labor, por
lo demás, están destinadas estas páginas.

Puedo afirmar rotundamente que los manifiestos y las proclamas de Adolfo


Hitler, tanto como Führer como Canciller, son producto y son obra
personalísima suya ¡desde la primera a la última línea!

Adolfo Hitler posee una manera del todo especial, personal, característica de
escribir y de dictar. Corresponde plenamente a la naturaleza creadora de su ser
y queda con impresión imperdurable a todos quienes tienen la suerte de
acompañarle y hallarse junto a él en el círculo reducido con ocasión de la
concepción, del desarrollo y de la formulación de sus conclusiones políticas.

La audacia de la idea y la fuerza penetrante de sus pensamientos, con lo cual el


Führer domina y abarca los más arduos problemas cuya resolución depende de
su responsabilidad, causa siempre admiración renovada. A menudo las ideas le
vienen de pronto, impulsivamente, en el transcurso de cualquier conversación.
Otras veces, lucha alrededor de los problemas, los ataca largamente en su más
hondo, pero siempre sintiéndose seguro y triunfador de si mismo, con la
seguridad moral que posee sobre la solución, que halla irremisiblemente en cosa
de un momento.

Una vez poseída la solución en principio y bien concluida la faceta operativa


táctica, entonces es cuando el Führer se pone a dictar su trabajo a máquina y a
exponerlo y desarrollarlo de un tirón.

Sólo es posible esto, evidentemente, mediante la inconcebible capacidad de


concentración psíquica que posee y que se requiere además para realizar un tal
dictado que, abarcando y teniendo en cuenta todos los factores políticos, tenga

73
por materia la tan delicada de una sintética declaración de problemas de
gobierno.

En aquellas horas durante las cuales el Führer dicta sin ser molestado en sus
habitaciones privadas, es cuando se muestra de manera más patente la fuerza
creadora de su personalidad.

Es entonces cuando surge ante nosotros la expresión de la potencia espiritual de


concentración y de presencia ante lo total. Brotándole y empapado de sus ideas,
asidas todas en su interior, el Führer, mientras dicta, suele cruzar su habitación,
y de esta manera fluyéndole las ideas las convierte, como jugando, en palabras
y frases y las construye en períodos de manera maravillosa, sin herir lo más
mínimo y en un perfecto estilo. Y tal como los dicta, con sólo una corta
revisión, los trabajos del Führer pasan a la publicidad.

Esta pequeña muestra del laboratorio espiritual del Führer es plenamente


característica, típica de la personalidad y de la clase y manera de su trabajo.

Si todo el pueblo alemán, e incluso el mundo entero, admira hoy en día la


manifestación de la obra maestra de Adolfo Hitler como estadista, bien se nos
puede permitir señalar modestamente, que el Führer no empezó a desarrollar
sus facultades y su rendimiento, precisamente, desde que alcanzó la Cancillería
del Imperio, sino que las poseía con anterioridad.

Hoy sigue siendo lo que en todo momento fue durante los años de lucha, como
Führer del N.S.D.A.P.

Los manifiestos y proclamas llevan todos el mismo espíritu desde hace catorce
años y contenían entonces la misma fuerza psicológica de convicción que hoy en
día.

El hecho de que no alcanzaran a ser escuchados durante largo tiempo por los
oídos del pueblo alemán y del mundo entero, no estriba en el cambio operado
en la persona de su creador, sino en la inferioridad de aquellos, que, poseyendo
el poder, impedían que llegasen al pueblo alemán esas manifestaciones de la
voluntad de un político genial y son los que hoy admiran lo que ayer
menospreciaban.

Lo que hoy en día a nosotros, nacionalsocialistas, nos llena de orgullo y


satisfacción constituye para los demás una lección para el futuro.

¿DÓNDE ESTÁ HITLER?

74
En la historia del parlamentarismo podemos observar en seguida que la mentira
política ha desempeñado siempre, en todas las épocas, un papel muy
importante. Sin embargo, hasta el presente nunca se había vivido un período
como el transcurrido durante los trece años de lucha, durante el cual la
acumulación de mentiras y calumnias de nuestros enemigos contra el despertar
de la nueva Alemania fue tan grande como jamás se había conocido.

Y, ¿¡ es que puede existir ni uno solo de nuestros camaradas nacionalsocialistas


a quien aun hoy en día no le hierva la sangre de coraje, al recordar aquel
torrente de mentiras en las informaciones de la prensa, aquel verdadero rugir
de odios que, día tras día se lanzaba como en tormenta de piedra y granizo
sobre el Movimiento nacionalsocialista y sus jefes!?

No ha habido prensa, en el mundo entero, que haya alcanzado lo que llegó a


ser la prensa marxista con su falta absoluta de vergüenza, sus mentiras llenas
de cinismo y bajeza, para azuzar al público en contra del nacionalsocialismo con
ese arte demagógico.

Claro está, que esas campañas sistemáticas de insidias y calumnias de nuestros


enemigos fueron, desde un principio, la mejor prueba de la falta completa de
toda fuerza interior de su posición. Cuanto más desesperada era su situación,
con tanto menos escrúpulos emprendían sus difamaciones. Y, claro está, lo que
para nosotros deseaban con odio ciego, recayó pronto sobre ellos mismos.

La difamación de la prensa judaico-marxista contra el N.S.D.A.P. constituyó en


todo tiempo una parte integrante de la lucha de nuestros enemigos, tan
característica, que caería verdaderamente en responsabilidad como falseador de
los hechos históricos, quien, al describir los acontecimientos, no concediera el
lugar y la extensión que se merece a este fenómeno de difamación y de odiosas
calumnias.

El tono y la forma con los cuales la prensa judaico-marxista acompañó aquel


viaje memorable del Führer de Munich a Weimar del 29 al 30 de Noviembre,
representa quizás el ejemplo más característico de ese fenómeno.

¿ Qué pasó? Pues bien, el caso era que el Gabinete von Papen se hallaba en sus
últimos momentos. Von Schleicher, tendía sus redes. Con suaves silbidos de
sirena, intentó atraerse al Führer a Berlín, para jugarse con él la carta del
Partido nacionalsocialista y para arrebatarle el juego.

Sabíamos que a Schleicher le acariciaba la esperanza de llegar a obtener lo que


no pudo alcanzar von Papen: Hacer que el N.S.D.A.P. se enganchase a su
carro. Con el fin de cogerle entre las redes, el Führer debía marchar a Berlín.

75
Adolfo Hitler no vio motivo para ello y ante las sugestiones dejó la cuestión en
el aire. Sin embargo Schleicher estaba convencido de que el Führer llegaría a
entrevistarse con él. Y la prensa contraria lo lanzó a los cuatro vientos y en
todos los tonos. Hizo ver al público como si no existiera duda alguna de su
disposición a entrevistarse con Schleicher. Con pérfida alegría anunciaba que
Hitler se sometía a Schleicher.

Se venteaba y se difundía la insidia y se especulaba sobre una posible escisión


del Partido, para lo cual Schleicher no descansaba un momento. La prensa de
Schleicher nos seguía hasta nuestros mismos tacones. La noche del 29 de
Noviembre los andenes de la estación de Munich estaban llenos de observadores
al acecho de telegrafiar la salida y el tren que Adolfo Hitler tomaba para
Berlín.

Sin embargo, por la tarde del 29 de Noviembre el Führer no sólo había


tomado la firme resolución de no marchar a Berlín, sino que también la de
propinar a Schleicher el más terrible de los chascos, volviéndole la cara y
dirigiéndose, sin más, a la lucha electoral de Turingia. Se convocó a los jefes
más importantes del Movimiento para una conferencia de jefes que tenía que
tener lugar al día siguiente en Weimar.

Todo el programa se desarrolló según el plan previsto. Dos son los trenes de
noche que salen, casi a la misma hora, de Munich para Berlín. Pero sólo uno de
ellos para en Jena. Descuidadamente el Führer se metió primero en el tren
equivocado que sale a las 9,15 y que no toca en Jena. Nosotros no subimos
hasta el último momento en el otro tren. Schaub, que se cuidó de nuestro
nocturno descanso, no pudo encontrar camas suficientes en este segundo tren de
las 9,20, así es que algunas personas de la comitiva tuvieron que pasar la noche
en los departamentos corrientes.

Así es que, mientras el telégrafo anunciaba por todo el mundo la partida del
Führer con el expreso de Berlín, nosotros descansábamos para descender luego a
las 5,20 de la madrugada en Jena, en aquellas horas en las que todo el mundo
dormía, para proseguir de allí a Weimar. En la estación de Jena, siguiendo
instrucciones, nos esperaba el directivo nacionalsocialista de la policía de
Weimar, para recogernos en su propio coche.

Los periódicos matutinos anunciaron con grandes titulares la llegada de Hitler a


la capital. La gente quedó convencida. Su inminente caída constituiría la
sensación del día...

Sin embargo, a las ocho de la mañana, los reporteros gráficos y los


representantes de la “prensa mundial” de las calles de Jerusalén y de Koch, que

76
habían acudido a la estación de Anhalt, esperaban en vano. Sus caras
denunciaban su perplejidad. Hitler no había llegado. En las redacciones cundió
la desorientación. ¿Qué hacer? Pues, sencillamente, no hubo más remedio que
tratar de sacar partido del suceso, fuese como fuese. Y así, con grandes
titulares, abarcando cuatro columnas, los periódicos de mediodía aparecieron
preguntando al público:

“¿Dónde está Hitler?” Berlín andaba, como vulgarmente se dice, de cabeza.


¿Dónde está Hitler?

Mientras tanto, llegaron noticias de Weimar. Ya no pudo ocultarse por más


tiempo que Hitler no estaba en Berlín sino en Weimar. Y ante un tan evidente
chasco, los apóstoles de la difamación con rabia impotente se lanzaron aún a
inventar las más grotescas mentiras.

Con una frescura sin limites, las hojas marxistas y las gacetas judías, afirmaban
a sus lectores que Goering marchó hacia Jena, despistando a Frick yendo de
noche al encuentro del Führer cuando éste se hallaba camino de Berlín; que con
ademán imperativo había subido al coche de Hitler. Con su puño había
golpeado fuertemente la puerta del departamento. Y que luego, asustando al
Führer, aún amodorrado, lo hizo levantar de su litera y después de unas
rápidas explicaciones, vestido someramente, lo había literalmente sacado del
tren para impedirle su viaje a Berlín.

En realidad, Goering y Frick, tal como unos días antes se había convenido por
el Führer, salieron de Berlín para tener la conferencia de jefes en Weimar,
donde ya se hallaba presente el Dr. Goebbels. El ministro del Gabinete no se
hallaba en absoluto entre la comitiva del Führer y Goering no había salido de
Berlín en dirección a Weimar hasta las 8,50 de la mañana del 30 de
Noviembre.

Así es como se mentía, con falta absoluta de vergüenza. Tanto en prosa como
en verso. Y no sólo una vez, sino día tras día. Y esas hojas no podían ni tan
solo existir sin su mentira diaria sobre Hitler. Sabían que su hora tocaría a su
fin, inmediatamente que tomáramos el poder.

Así eran aquellos “gacetilleros” cuya sola existencia será imposible en la nueva
Alemania y por todo su futuro. La interna labor renovadora del periodismo
alemán, para la cual trabajamos, ha suprimido por completo esa mácula del
pasado y hará que la prensa alemana, regida por unos profesionales llenos de
responsabilidad y de competencia, constituya el arma más noble y eficaz para
la política, para la Nación y para la cultura alemana.

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EL ÚLTIMO “PERSONAJE”

Quince días duró la crisis del Gabinete Papen-Schleicher. Papen o Schleicher,


Schleicher o Papen, así transcurrieron dos semanas de loca inutilidad. La fría
presencia de ánimo de Adolfo Hitler contribuía a aumentar aún más, hasta lo
inconcebible, la desorientación de nuestros contrarios.

En vano Schleicher telefoneaba a Weimar, imploraba a Goering y enviaba al


Führer emisarios con plenos poderes como el oficial de su Gabinete, el capitán
Otte. Por fin llegó a rogarle acudiera a visitar al Presidente del Reich a las
11,30 del de Diciembre.Adolfo Hitler hizo preguntar por medio de Meissner si
la conversación tendría por objeto su oferta de solución de la crisis del
Gobierno. Al comunicarle que no, el Führer declinó cortésmente por escrito. Su
posición era ya clara: O el Poder o la lucha.

Del jugueteo de los pasillos para la formación del nuevo Gabinete Schleicher
aparentó salir triunfador. Se le consultó el 2 de Diciembre y el 3 era ya
Gobierno. “El hombre sin nervios”, “el hombre con máscara de acero”, salió de
la penumbra y apareció en pleno escenario ante las candilejas.

La cosa marchaba bien. Había llegado por fin el momento de poder batirle en
campo abierto. El último hombre del sistema estaba ya maduro para su caída.
Los pasos de sus triunfadores se oían ya en el dintel de su propia puerta. La
sombra de Hitler se proyectaba ya sobre el propio Schleicher.

Hacía tiempo que Schleicher se había mostrado al Führer como hombre


vacilante incapaz de una decisión. Bastó sólo la primera semana de su actividad
de gobernante para que todo el mundo se convenciera de lo mismo.

Schleicher tentó de nuevo su suerte. En contra de las órdenes severísimas del


propio Führer, Strasser había entrado en negociaciones con el Gobierno;
mantenidas en pleno secreto y a espaldas del Führer. Pero, hasta este último
intento de Schleicher para escindir al Partido, fracasó. La fidelidad del
Movimiento era inconmovible. No valían ya las intrigas. Así, pues, Schleicher
no tenía más remedio ¡que intentar gobernar!

La declaración gubernamental de Schleicher radiada el 15 de Diciembre,


constituyó la primera desilución para la gente. ¿Esto es todo?, se preguntaba la
gente extrañada. Su programa contra el paro obrero, ausente de toda idea,
produjo ya hondas disensiones en el seno de su propio Gabinete.

78
Y el Canciller de la “dirección autoritaria del Estado”, desesperado, fue en
busca de la ayuda de los partidos, hasta los marxistas y los sindicatos. Nada
obtuvo. Y el pueblo se mostraba cada día preso de mayor amargura e
indignación.

Con todo esto, el Gobierno de Schleicher degeneró en el gabinete del completo


desconcierto. La falta dc decisión de Schleicher fue ya un axioma. ¡No es un
dictador sino, al contrario, la personificación de la indecisión! Y, queriendo
intentar lo de Brünning, declaró una “tregua política”.

El Führer supo sacar partido de esa tregua político-parlamentaria. Celebró en


pleno campo un recuento e inspección general de su Partido, con el fin de
fortificar y poner en pie de guerra, moral y materialmente, al N.S.D.A.P.,
preparado para el último momento decisivo. ¡El triunfo pertenece a aquel que
mantenga la última leva y el último batallón en el teatro de operaciones! .

La forma tan extraordinaria e inconcebiblemente impresionante con que se


desarrolló esta llamada general de la totalidad de los jefes del Movimiento,
grandes y pequeños fortaleció al Führer en su certeza de que tenía ante él a
una tropa tan aguerrida, con la cual el triunfo era seguro.

Lo que yo vi en ese itinerario por todas las regiones del Reich, fue una Falange
de hombres aguerridos y dispuestos enteramente a vencer, tan íntimamente
poseídos del Movimiento nacionalsocialista que nadie ni nada en el mundo era
capaz de apartarlos de la misión que, libremente, se habían impuesto.

Se presentaba ante nosotros una nueva generación alemana crecida en medio de


la mayor decisión y potencia de obrar; en ella, la ideología heroica de los
alemanes se mostraba de nuevo en todo su esplendor y conciencia patriótica.

El nuevo año nos iba a encontrar bien preparados.

PROLEGÓMENOS EN COLONIA

La cautela es un don que todo político debe poseer. El Führer la posee, en un


grado tan extraordinariamente poco común, como gran auxiliar para la
cuidadosa y secreta preparación de sus actos políticos, que es impenetrable
enteramente hasta para las personas con las que tiene plena confianza.

Nunca se me mostró tan claramente este hecho como en el caso sucedido con
motivo de aquel viaje hacia Colonia que luego resultó tan famoso, del 4 de
Enero de 1933.

79
El 2 de Enero terminó la tregua política de Schleicher. La orden del 3 de
Enero, imponía la partida hacia la lucha electoral de Lippe. El 4 de Enero se
nos comunicó que el Führer quería inaugurar la campaña en Detmold. Sin
embargo, en lugar de tomar el tren hacia Hannover, tomamos el tren del
Rhin. Nadie conocíamos el porqué de ese cambio. El Führer no dio explicación
alguna.

Muy de mañana nos apeamos todos en Bonn. En la estación se encontraba


Schreck con el coche del Führer, para conducirnos al rayar el alba hacia
Godesberg. Nos paramos un instante para desayunar. Ante nosotros marchaba
un auto cerrado. El Führer subió en él. Con él desapareció. Nadie supo su
dirección.

Pero antes, el Führer nos había indicado no seguir viaje a Colonia en su auto,
sin él. Debíamos pararnos y esperarle, a tres kilómetros de Colonia, en la
carretera de Düsseldorf.

Llegamos al lugar convenido cerca de mediodía. El tiempo era frío y nubloso.


Esperamos. Paseamos arriba y abajo sobre la húmeda carretera. Nos pasó el
tiempo entre conversaciones y suposiciones de todas clases sobre dónde estaba o
podía estar el Führer. Nadie tenía referencia alguna; nadie tenía ni la más
remota idea de la importancia de esa espera.

A las dos horas, el auto cerrado nos salió al encuentro desde Bonn. Paró. El
Führer descendió de él y se subió con nosotros en su coche. El auto cerrado
viró y desapareció en dirección a Colonia.

Al proseguir hacia Düsseldorf, el Führer nos dio algo a entender que había
tenido una conversación con una personalidad política. Llegué incluso a observar
que estaba muy satisfecho de su secreta escapatoria.

En el coche sospechamos todos que marchábamos hacia una grande y decisiva


solución. Desde luego estábamos convencidos que de una u otra forma el Año
nuevo nos debía traer la gran sorpresa.

Íbamos retrasados. Atravesamos a toda velocidad la región industrial. Muy


pronto se hizo de noche en ese nubloso día de invierno. La lluvia sonaba sobre
la capota. Nuestros faros lanzaban sus rayos espectrales sobre el húmedo
asfalto. Tiritábamos en nuestros asientos. Nadie osaba preguntar nada. El
Führer callaba, cautelosamente, de nuevo. Nada pudimos saber ni con quién
había estado.

80
A la caída de la tarde pasábamos por Essen. Conduje el coche por el camino
más corto por entre las calles y callejuelas de mi ciudad natal. El cielo era
sanguinolento detrás de Segeroth y sobre las minas y las fundiciones de Krupp.
¡Cuán a menudo había atravesado mi ciudad natal con mi Führer! A miles eran
los recuerdos que cada vez se despertaban en mí al pasar en auto. Allí estaba
mi antigua escuela. En esta casa vive un pariente, en aquélla un buen amigo.
Distingo a conocidos sobre la acera. Van deprisa. Un compañero de estudios me
reconoce e intenta llamarme. Pero ya hemos pasado. No podemos detenernos.
Medimos los segundos y hoy llevamos tanto retraso porque el Führer tuvo que
detenerse por algo muy especial. Y en esa noche el Führer inaugurará aún la
nueva campaña electoral.

Bochum, Dortmund, Unna, Soest. Los Altos Hornos proyectan sus rojas
bocanadas hacia el cielo. El Führer mira el reloj. La Asamblea de Detmold nos
espera. Aparece ya Paderborn y al poco, después de un bien largo viaje,
tocamos felizmente a su fin.

Los participantes en esa Asamblea tampoco tenían como nosotros, ni la más


remota idea de que el Führer hubiese acelerado en Colonia el curso de los
acontecimientos y de que hubiese precipitado tanto el esperado desenlace. Y
quedamos tanto más sorprendidos, cuanto que ya los últimos periódicos de la
noche anunciaban a grandes titulares y con toda clase de detalles, en forma
sensacional, el hecho de la conferencia de Adolfo Hitler con von Papen, en casa
del banquero Schroeder en Colonia. El servicio de información de Schleicher y
sus corre-ve-y-dile, que nos habían perseguido por todas partes, había cumplido
una buena labor. Sin embargo, no consiguieron poder evitar, ni perturbar, la
acción mediadora de Papen.

INTERMEDIO EN LIPPE

La memorable elección de Lippe el 14 de Enero de 1933 estaba destinada a


constituir el impulso para acontecimientos políticos que habían de tener unas
consecuencias de una trascendencia enormemente y diametralmente superior a lo
pequeño de ese hermoso país. El Führer previó la importancia precisamente de
ese destacado triunfo electoral, antes de poderse conocer que el desenlace de
esta elección debía de servir para el definitivo derrumbamiento del sistema
insostenible y de que esa elección, hablando en términos deportivos, significaba
desde un principio el último “sprint” para hacerse con el poder.

Las estúpidas apostillas y las cínicas advertencias con las que la prensa marxista
acompañó a nuestros extraordinarios esfuerzos en Lippe, no consiguieron más

81
que todo lo contrario de lo que se proponían con el menosprecio de la
importancia de esa campaña. Con todo, la opinión pública entera siguió, desde
un principio, con una grande emoción esa campaña electoral “sin importancia”.

Este era, precisamente, nuestro deseo. Queríamos refutar rotundamente con ese
pequeño ejemplo, puesto que entonces no disponíamos de mejor ocasión, la
teoría propalada desde el 6 de Noviembre “del descenso de la ola
nacionalsocialista”. La prensa judía hablaba de la paloma que lanzó Noé, para
saber si la marca subía aún. En este caso se tenía que demostrar plenamente
que la paloma no podía encontrar tierra alguna y que la marea volvía a subir
con incremento arrollador, insostenible, abatiendo cuantas presas artificiales
encontrara a su paso. Seguirían luego Braunschweig y otros Países.

El nuevo y formidable plan de ataque, cuyas primeras notas sonaron en Lippe,


para las elecciones generales al Parlamento del Reich que se esperaban para
Marzo, quedaba ya listo.

Con plena conciencia de su responsabilidad, el Führer puso públicamente su


persona en el primer plano de la línea de combate e hizo concentrar y
emplearse a fondo las primeras figuras oratorias del Movimiento. Con ello
manejó una táctica enteramente nueva. Marchó “hacia los pueblos”, montó sus
grandes tiendas de campaña en pleno campo en los territorios de población
densa y exclusivamente agraria. Y hacia allí, confluyó todo el País.

El Führer, siguiendo esta táctica, consiguió que cada una de las 18 grandes
asambleas de Hermannsland constituyera un verdadero grandioso acontecimiento
local. En las grandes ciudades concurrían a las asambleas sólo los adheridos y
los “interesados” de todas clases. Allí, por el contrario, concurrían todos sin
excepción, sin distinción de partidos. Nadie había visto aún al Führer con sus
propios ojos. Tenían que aprovecharse de esa rara oportunidad, difícil de
volverse a presentar. La población aldeana se consideraba honrada de que el
Führer del Movimiento libertador de Alemania quisiera molestarse de ir hacia
ellos, personalmente, a su pueblo, en medio de su sencillez. ¡Y eran todos,
absolutamente todos, los que iban! Esto era lo que, precisamente, quería el
Führer.

Los efectos fueron insospechados. Adolfo Hitler se dio cuenta inmediatamente


del enorme éxito, vio cómo los más empedernidos contrarios se convertían en
los más entusiastas adheridos, cómo las masas engañadas volvían gozosas sus
corazones hacia nosotros. En esas jornadas de Enero, reinaba primero en las
asambleas la mayor de las frialdades. Nadie, sin embargo, dejaba de asistir y el
ambiente de las asambleas se transformaba inmediatamente desde su fría
reserva a la más incondicional de las adhesiones, creciendo el entusiasmo cuanto

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más hablaba el Führer. Él mismo se mostraba altamente contento de un éxito
tan patente y de tan grandiosos efectos. Ya desde que tuvieron lugar las
primeras asambleas nos predijo el éxito con certeza absoluta.

Nuestras tiendas de reunión, donde celebrábamos las asambleas, se hallaban en


Schwalenberg, al pie de las rocas, sobre las que se yergue el castillo, en
Boesingfeld, en Horn, en Orlingshausen, en pueblos cuyos nombres hasta
entonces ni tan siquiera habíamos oído nombrar. Sin embargo, nuestro cuartel
general lo teníamos, durante esa campaña electoral, en uno de los castillos, casi
rodeados por las aguas, de entre los más antiguos y hermosos del país. Cada
tarde, hacia las seis, salíamos del castillo para adentrarnos por el país,
cruzándolo para asistir a dos o tres asambleas. Hasta hacia media noche y hasta
aún más tarde, no regresábamos a nuestro idilio castellano.

Por cierto que conseguimos mantener enteramente el secreto del lugar de


nuestro fantástico y hermoso cuartel. No hubo averiguación periodística alguna
que pudiera llegar a descubrirnos, ni “reporter” alguno que lograra hallar
nuestro rastro. Salíamos y desaparecíamos; hombre alguno supo de dónde, ni
hacia dónde.

Cuando ya nuestros coches se habían introducido por entre la estrecha entrada


en el romántico patio del castillo, con sus paredes cubiertas profusamente de
hiedra, era cuando podíamos estar ya tranquilos de poder gozar de una quietud
y tranquilidad que se nos hacía por demás agradable con la señorial prestancia
del castellano y de su acogedora esposa, pasando el tiempo en medio de aquel
delicioso ambiente caldeado por las llamas flameantes de la soberbia chimenea.
Esas horas, así transcurridas, en medio de una conversación de placidez y
distracción, constituían una rara suerte en medio de nuestra desasosegada
existencia. Así es que, por estas razones, las apreciábamos grandemente. Era ya
tarde cuando nos separábamos. Con Brückner me subía luego, por la escalera de
caracol, hacia nuestra habitación de una de las torres.

Este castillo en el cual el Führer por vez primera en medio de sus luchas, había
realmente hallado una tranquilidad, tenía una gran tradición. Las figuras de los
cuadros de familia que pendían de las paredes, mostraban la historia de esa
antiquísima familia, cuyo castillo solariego, ya derrumbado, yacía en lo alto del
bosque. Una antigua daga pendía sobre la chimenea. Todo él estaba arreglado
con la más severa sencillez. Siempre lo recordamos con gusto, y hoy mismo
volveríamos con placer.

El Poder en Alemania va sólo hacia aquellos que hayan logrado imprimir con
los caracteres más indelebles ese mismo Poder en el pueblo . Adolfo Hitler
pronunció esta frase en Schwalenberg el 8 de Enero. A los pocos días el 47,8

83
por ciento de los votos se pronunciaron por su bandera. El Movimiento se
mostraba –ante la estupefacción de los enemigos– con un desarrollo de impulso
nuevo y creciente. No bien empezaba el nuevo año que nuestro ataque tomaba
ya enormes proporciones. El mundo estaba estupefacto. Sin embargo, nadie
preveía aún que sólo eran quince días los que nos distanciaban del glorioso 30
de Enero.

LA CONQUISTA DEL ESTADO

La última noche, precisamente, de la campaña electoral, inmediatamente


después de la gran concentración de Bad Salzuflen, nos marchamos en auto, en
medio de un frío atroz que entumecía los huesos, hacia Weimar, pasando por
Cassel. El Führer se hallaba satisfecho de la labor realizada y seguro del
triunfo del día siguiente. En esa jornada del 15 de Enero, pudo ya vérsele de
nuevo al frente de 10.000 hombres de las S.A (Secciones de Asalto) de
Turingia, que se habían congregado en manifestación en la plaza del Mercado
de Weimar. Desde su mismo coche, frente a nuestro Hotel Elefant, anonadado
ya ante el triunfo seguro en el Hermannsland, renovó su divisa de la lucha
para conquistar al Reich, diciendo: El Partido permanece firme en su espíritu
de lucha desafiando toda contingencia. Debemos aprender de la historia que
nuestra suerte no vuelva a repetirse luego de la batalla de Hermannsland. En
el corazón de Alemania prometemos hoy solemnemente, mantenernos
impertérritos en la lucha hasta conseguir plenamente nuestro fin .

En el congreso privado territorial del Partido, en Weimar el Führer afirmó


también rotundamente que, a pesar del triunfo, no dejarían al enemigo un solo
segundo de sosiego, sino que persistirían tenazmente en el ataque. Así, pues,
primero Braunschweig y luego Hassen, habían de constituir los nuevos jalones
de la ofensiva del Partido ante las próximas campañas electorales.

Las consecuencias del triunfo electoral de Lippe se hicieron pronto ostensibles


para los contrarios. Toda la agricultura alemana declaró la guerra a muerte al
gobierno. Todas las noticias que nos llegaban de Berlín nos afirmaban que
Schleicher se hallaba aislado y sin esperanza alguna. Todas sus negociaciones
con los partidos para la formación de un gobierno fracasaban: hasta los
nacional-alemanes pasaron a la oposición. En lugar de negociar, el Führer
organizó una gran manifestación de sus S.A de Berlín, el 21 de Enero en la
Bülowplatz frente a la casa de Karl Liebknecht con ocasión de celebrarse el
aniversario de Horst Wessel. Aquello constituyó una valerosa y brillante
manifestación de potencia que dejó estupefactos a los comunistas, sacándolos de
quicio.

84
Entre tanto, tanto Goering, el plenipotenciario político del Führer, como von
Papen, no permanecían inactivos. La atmósfera política cerca del Palacio
Presidencial se esclarecía por momentos. Las últimas maniobras marrulleras de
la prensa para evitar nuestro triunfo en la dirección del Estado, no hicieron
más que afirmar al Führer en sus decisiones y no fueron para nosotros más que
el termómetro que indicaba el rápido debilitamiento del Gabinete.

De todas formas tenían un fondo político. Como última y desesperada salida de


su atolladero se había ofrecido al Führer, como situación intermedia y
expectante hacia la Cancillería, una especie de cargo de “Tribuno del Pueblo”
que se vestiría con el nombre de “Presidente del Consejo del Reich”. Claro está
que el Führer lo rechazó fríamente. Quería ser Canciller, ni más ni menos.

Su mirada la orientaba hacia una próxima elección general para el Parlamento


del Reich definitivamente decisiva, que la esperaba para Marzo. Sin embargo, el
Gabinete Schleicher daba ya sus últimos suspiros. Los acontecimientos le
precipitaban la muerte. Sin Hitler, la situación era insostenible. Por fin se llamó
al Führer, como la última esperanza para salvar la nación. Von Papen dio
pruebas de ser el más noble mediador. El 27 de Febrero el Führer y Goering
trataron, sin resultado alguno, con Hugenberg en el Palacio de la Presidencia
del Reich y esto porque los nacional-alemanes –por desconocimiento evidente de
la situación– requerían mayor participación en el Gobierno que la que hasta se
les llegaba a poder ofrecer. Luego de la caída definitiva de Schleicher a 28 de
Enero, von Papen emprendió la tarea de formación de un nuevo Gobierno por
encargo de Hindenburg y el mismo día de iniciada llegó con Hitler a un pleno
acuerdo. El domingo 29 de Enero el Führer confeccionaba en el Kaiserhof la
constitución de su Gabinete. Por la mañana del 30 de Enero y entre las
grandiosas ovaciones de las masas, atravesaba la Wilhelmsplatz y se dirigía a
visitar al Presidente del Reich en la vieja Cancillería del Imperio, de la cual
regresaba, al poco rato, ya como Canciller.

En aquel momento cambiaba radicalmente el destino de Alemania. El Führer, el


Conductor, el Caudillo del Movimiento nacionalsocialista, llamado por la
confianza del Presidente del Reich, había cogido el timón del Imperio. Por
medio de ese hecho histórico la gloria del General Mariscal de nuestros Ejércitos
durante la Guerra Mundial, quedaba indeleblemente ligada con el nombre de la
joven Alemania y con ello, el anciano Presidente del Imperio, había colmado
plenamente la voluntad y los anhelos de los millones de almas que constituyen
el pueblo alemán.

Lo que acaeció durante aquella noche del 30 de Enero, tanto en Berlín como
por toda Alemania y por donde quiera que sonara la lengua alemana, no puede
ser descrito con palabras. Aquellos momentos quedarán para siempre

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indeleblemente grabados en los corazones de todos aquellos que pudieron vivir
aquella gloriosa solución y ver realizado ya lo que tan tenazmente propugnaron
durante aquellos catorce años en medio de una verdadera opresión de su
espíritu. La fe de Hitler había transportado los montes. Desde la misma
Cancillería del Reich veíamos a nuestros pies ese mar de luces y quedábamos
maravillados de esa indescriptible sinfonía de júbilo. Allí estaban, con la más
íntima e indestructible emoción, Hindenburg y Hitler, unidos para siempre más.
Ya nadie ni nada les separará. Y el 21 de Marzo en la Iglesia castrense de
Potsdam se selló solemnemente esta unión.

Luego de trece años de luchas el Movimiento nacionalsocialista había logrado la


conquista del Estado. Entonces empezó la campaña del Gobierno de Hitler para
la conquista de todo el pueblo alemán.

La proclama de 1º de Febrero al Pueblo alemán impregnada del espíritu del


Movimiento nacionalsocialista, fue la primera manifestación del Gobierno del
resurgimiento nacional. La inmediata subsiguiente disolución del Reichstag y la
rápida convocatoria a nuevas elecciones generales, en plazo perentorio, fueron la
respuesta de Hitler al primer intento de sabotaje parlamentario y de trabajos de
zapa de los partidos políticos. El 15 de Febrero empezó ya en Stuttgart el
nuevo crucero aéreo por Alemania que finalizó el 4 de Marzo en Koenigsberg
con la jornada de la “Nación renaciente”. Entonces el partido (N.S.D.A.P.) por
primera vez, pudo tener plena libertad de movimiento y de acción para
desarrollar su arte de propaganda bajo la magistral dirección de nuestro Dr.
Goebbels. Esa verdadera oleada de propaganda, no dejó de abarcar ni a una
casa, ni a un caserío, ni dejó de tocar a uno solo de los corazones alemanes.
Como un grandioso repique de campanas, anunciador de la nueva época, se
extendió por todos los ámbitos de la tierra alemana.

El grandioso y sin par triunfo del 5 de Marzo, creó el fundamento


constitucional para la Revolución nacional. Y el 27 de Febrero, el fuego del
Reichstag en llamas, fue como el faro piloto que mostró el camino a seguir
contra los criminales marxistas.

El 8 de Marzo, se izaba sobre la casa de Karl Liebknecht la bandera de la cruz


gamada. El Reich tomó el pleno poder sobre los países. El 9 de Marzo se
destituyó al Gobierno bávaro. El general Epp, entró por segunda vez en
Munich como Comisario del Reich. El 12 Marzo, en Prusia, se conquistaron los
Ayuntamientos marxistas como resultado de las elecciones municipales. El
mismo día, al celebrarse la jornada de duelo, el Canciller del Imperio, Adolfo
Hitler, en la Feldherrnhalle de Munich, en el lugar mismo donde el de
Noviembre de 1923 las balas de la reacción ocasionaron los primeros sacrificios
del Movimiento, depositaba una corona en cuyos lazos se leía la siguiente

86
leyenda: “¡El triunfo es vuestro!” La misma jornada deparó al Führer ocasión
de proclamar por orden del Presidente del Reich, que la Bandera de la Cruz
gamada, la Bandera del Movimiento nacionalsocialista, era la bandera oficial del
Reich alemán junto con la negro-blanco-roja; el documento tiene estampadas
las firmas del Mariscal General von Hindenburg, la del antiguo cabo Adolfo
Hitler y la del oficial del frente von Papen. ¡Qué símbolo más hermoso del
triunfo de la revolución nacionalsocialista!

El 21 de Marzo en la jornada de Potsdam y ante la tumba del gran Rey de


Prusia, la unidad alemana quedó también proclamada pública y solemnemente
en un acto lleno de unción. El 23 de Marzo el Reichstag otorgó a Hitler,
incluso constitucionalmente, el pleno Poder. La genial liquidación de las cuentas
pendientes con los socialistas, el Partido social-demócrata de Alemania (S.P.D.),
desde la tribuna del Reichstag, constituyó la más honda condenación del
marxismo. La ley de plenos poderes votada con una mayoría abrumadora fue la
coronación de la obra de Hitler. Con ello, quedaba libre el camino hacia la
total conquista del Estado.

Durante los cortos meses de sus funciones de Canciller, Adolfo Hitler dio
pruebas sorprendentes de las superiores aptitudes de hombre de Estado que
poseía. La verdadera preeminencia de su personalidad se impuso desde el primer
día en su Gabinete y todo el mundo lo reconoció así. Para muchos, que no le
conocían, constituyó una sorpresa. Para los que con él lucharon, el hecho no era
más que una confirmación. Adolfo Hitler volvió a dar nuevo contenido y brillo
al cargo y a la función del Canciller del Reich alemán y al pueblo nueva fe en
su Personalidad. Sin embargo, no puede admirarse a Adolfo Hitler ni como
luchador y hombre de Estado sin que se conceda el lugar de honor a su
grandeza interior, que es lo que le define y honra como hombre y lo que
califica todo el cuadro de su Personalidad. La sencillez y modestia de su ser,
que es la dádiva que pone realmente de manifiesto el característico valor de
toda gran Personalidad, es lo que ha mantenido a Adolfo Hitler también como
Canciller. Adolfo Hitler siguió siendo lo que siempre fue. Y quizás es esta
profunda grandiosidad humana interior lo que más le hace ser querido del
pueblo, que no el Poder que hoy ha reunido en su mano para el bienestar de la
Nación y para la fama y gloria de que es acreedor como salvador de la Nación.

ESTADO Y PARTIDO

El Partido nacionalsocialista ha conquistado al Estado de dentro a fuera. El


hecho de que también represente estatalmente a la nueva Alemania y el que la
idea del Estado del Partido nacionalsocialista (N.S.D.A.P.) no deba ser sólo el

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contenido ideológico sino que también deba constituir la forma organizada del
nuevo Estado, es sólo una consecuencia lógica.

El Partido nacionalsocialista ha reunido de nuevo, en un todo, a Pueblo y


Estado; ha aportado de nuevo al Pueblo en el Estado y al Estado, al Pueblo.
Él es el que constituye el eslabón, el nervio vivo que abarca en sí a Estado y
Pueblo y con ello garantiza su unidad. El N.S.D.A.P. no es que viva junto al
pueblo, sino que nació creció de su mismo seno y consecuentemente, ha llegado
a ser su natural representante; así es que el N.S.D.A.P. tampoco puede vivir
junto o al lado del Estado, si este Estado debe ser duradero, permanente, y
debe de tener propia existencia.

Para poder comprender certeramente el problema de Partido y Estado, que es


problema tanto político como sociológico, es preciso conocer la formación del
Partido nacionalsocialista, su estructura interna y la ley de su desarrollo.

El Partido nacionalsocialista –y lo que sigue es lo que le distingue


fundamentalmente de todos los partidos, bien muertos y extirpados hasta en
sus raíces más hondas, del Estado liberal-marxista– es el producto de una
creación orgánica, un verdadero cuerpo orgánico. Es un organismo
independiente, perfecto en sí, delimitado, y nacido de una célula, y desde su
mismo fundamento es de donde y desde un principio se desarrollaron las
funciones todas de la vida del Estado.

Así como la Idea del nacionalsocialismo es perfecta y encierra una concepción


totalitaria (Weltannschauung) que no es otra que el pensamiento alemán,
representando su más pura y noble expresión, así también el N.S.D.A.P. como
organización de quienes poseen y llevan la voluntad de esa Idea, es una unidad
política cuya estructura total no puede estar en otra alguna relación con el
Estado que la de la identidad.

El nacimiento y el porvenir del N.S.D.A.P. están dominados desde el primer


día hasta hoy mismo por este requisito natural. Como célula, sanísima y libre
de toda suerte de gérmenes venenosos de descomposición del pueblo, fue
sembrada por el mismo creador y Führer del Movimiento en la vida política
degenerada del pueblo alemán. Y fue sembrada conscientemente como una
comunidad homogénea de lucha contra el espíritu del sistema novembrino, no
por pequeña, incompleta o falta de totalidad.

La semilla fructificó. Y por la ley natural de que lo sano triunfa sobre lo


podrido y enfermizo, esta construcción política creció y con un proceso de
selección natural asimiló y se atrajo a todas aquellas fuerzas que estaban
preparadas y dispuestas a luchar y a convivir desde un principio uniendo su

88
destino y su suerte a ese Movimiento del pueblo alemán que poseía todos los
elementos de la sociedad, de la comunidad social.

Y ese arbolito se fue convirtiendo en árbol acogiendo a su alrededor a todo


alemán, como luchador, uniéndole a su suerte y crecimiento junto a los demás y
formando con esas levas voluntarias, como los árboles, anillo sobre anillo,
señalando las etapas, los años, de su crecimiento. Pero los cuerpos extraños,
aquellos que no se sometían incondicionalmente a las leyes de su crecimiento,
los rechazaba categóricamente, los expulsaba. Con ello consiguió su potente
fuerza interior no sólo inatacable sino que se fortalecía de día en día más. Así,
pues, era un organismo, completo, nacido del propio pueblo y abarcando todas
las funciones de la vida social en medio de aquella masa degenerada y de un
Estado podrido. Sólo así, el N.S.D.A.P. consiguió llegar a ser lo que hoy es:
la nueva fuente de energía de la nación, de la sola de donde únicamente
lograremos con éxito conseguir la regeneración y la educación del nuevo sentido
de la nación. La base criteriológica sobre la que descansa el N.S.D.A.P. es a la
vez evidente, inatacable en su esencia e inconmovible. Quien descanse en ella y
quien haya ya adquirido la ideología, el criterio nacionalsocialista, puede tener
la plena seguridad de encontrar siempre la justa solución y de obrar en todo
momento para bien de nuestro pueblo. El Führer puso ya bien de manifiesto el
2 de Septiembre de 1933 en Nuremberg que todo lo creado, sólo puede
conservarse por la misma fuerza que lo creó .

En esta propia ley sustantiva y exclusiva del N.S.D.A.P. es donde se halla el


secreto de su fuerza. ¡De esa fuerza que tan beneficiosa ha sido para el pueblo
alemán!

Hoy en día, nadie puede ya dudar que todo lo que hasta el presente se ha
conseguido para bien del pueblo alemán no tiene otro origen que el de esa
fuerza que ha crecido de una sola y misma raíz. El Führer, con clara perspicacia
y conocimiento de ese desarrollo político perfeccionándose por esa ley natural,
ha formado, basado en esos cimientos, la estructura de su Movimiento. Si
hubiera hecho caso de las sugerencias de los contrarios y de los consejos de
muchos “amigos”, hoy en día no sólo no estaría derrotado el marxismo, sino
que la nueva Alemania no existiría.

Es preciso tener muy en cuenta estas internas relaciones causales para poder
comprender los problemas actuales y futuros de la constitución de nuestro
Estado alemán, y para hacerse cargo plenamente de sus imprescindibles y
especiales necesidades. Si en la actualidad aparece patente y necesaria la obra
hasta ahora realizada por el N.S.D.A.P. y la verdad de sus principios, el
futuro no dejará desmentir, antes al contrario afirmará aun más, que sólo y

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únicamente la realización y prosecución lógica y consecuente de estos principios
podrá llevar a cabo la terminación, la complementación de esta gran Obra.

Así, pues, queda bien clara una cosa y, por cierto, muy decisiva: quien quizás
creyera que se podría prescindir para la justa constitución y formación del
nuevo Estado alemán del organismo vital y de la estructura desarrollada
orgánicamente por el N.S.D.A.P., como único elemento determinante, debería
renunciar también a la fuerza de este Movimiento. Y esto porque sin la
preponderancia decisiva del Partido nacionalsocialista y de las fuerzas
desarrolladas en él y por él y en consecuencia fuerzas propulsoras y
progresivas, el nuevo Reich se desplomaría como un castillo de naipes y en
poco tiempo quedaría destruido todo lo creado hasta el presente.

Donde la suerte del Estado queda tan estrechamente ligada a un Partido como
en este caso, donde coinciden los intereses del Estado con los del Partido, este
y aquel no pueden desligarse en absoluto. Por ello el velar para que esto no
pueda nunca suceder y para que no suceda, no es intolerancia o deseo de
dominio de un Partido, sino el verdadero sentido de la responsabilidad y santo
deber frente a la Nación. Los únicos pilares del Reich actual son el pueblo
alemán y el Movimiento nacionalsocialista .

El Congreso nacional del Partido en 1933, en Nuremberg, al desarrollarse de


aquella manera insuperable tan llena de firme convicción, hizo surgir este
sentido y este convencimiento en todas las capas del pueblo alemán. En
Nuremberg, el Partido representó ante el mundo entero al Pueblo y al Estado
alemanes, de una forma tal, de manera tan unificada e identificada, como jamás
se había manifestado la representación de Estado y Pueblo en sus elementos
espirituales e ideológicos. La jornada de Nuremberg la experimentó y la vivió
íntimamente el pueblo alemán como la llamada general política de la Nación.
En 1933 en Nuremberg, el Partido hizo patente y aportó la prueba más clara
de no sólo ser el Estado, sino también de poseer el derecho y tener el deber de
ser en el futuro el Estado mismo.

ADOLFO HITLER, ARTISTA

Adolfo Hitler posee en lo más, recóndito de su ser una naturaleza y


temperamento verdaderamente de artista. No hay duda alguna que se hubiera
impuesto como tal si no hubiera sido llamado a la dirección política de la
Nación alemana. Quizás sea este elemento artístico el que encierre precisamente
la más clara explicación de su genialidad política. Y esto porque esa secreta
capacidad de sentir lo artístico en las fuerzas naturales del pueblo sea lo que

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menos posean los que así mismos se llaman estadistas, sin serlo. En cambio,
para los políticos verdaderos esto constituye la característica más decisiva y feliz
de su arte de gobernar.

Habría que ser, de antemano, un verdadero artista para poder escribir sobre las
relaciones de Adolfo Hitler con el arte. Sin embargo, lo artístico aparece con
tanta espontaneidad en todas las manifestaciones vitales de Adolfo Hitler que
es esencial en cualquiera de sus actos. Debo limitarme aquí a trazar sólo algunos
bocetos dentro de la perspectiva de lo político y constreñirme a lo que sea
adecuado al tenor de estas páginas.

Si cada época tiene el arte y los artistas que merece, no puede, pues,
extrañarnos que la época en la que hemos vivido, felizmente ya acabada, haya
sido una época de bajeza cultural y de decadencia artística en todos los terrenos.
Nadie se ha dado tan perfecta cuenta de ello como Adolfo Hitler. Su gran
lucha política constituyó al propio tiempo una campaña contra el espíritu
extranjerizado, ausente de todo sentido artístico y anti-alemán en la vida
cultural de la Nación.

De todos es conocida la grande pasión que atrajo a Adolfo Hitler ya desde su


más tierna infancia hacia la pintura y la arquitectura. Con vibrantes palabras
describe él mismo en los primeros capítulos de su libro “Mi lucha”, cómo luchó
con su padre –que deseaba verle hecho un funcionario– para poder llegar a ser
artista. Quise ser pintor , así se expresa, y añade que no fue pues de extrañar
que a medida que pasaban los años creciera en mí el interés por la arquitectura .
En todas las fases de su desarrollo, desde la más tierna infancia, aparece la
predisposición artística del Führer.

El hombre que cuando muchacho, en ocasión de su primera visita a Viena, se


entusiasma ante las grandes construcciones, el que en los Museos de pintura casi
admiraba más sus edificios que los cuadros, y que luego cuando joven ya,
marchó a Munich, la ciudad de Ricardo Wagner, construida para el placer
artístico real, no es de extrañar que al poseer el Poder piense en grandiosas
masas y que su pensamiento abarque grandes períodos y épocas de tiempo. La
potencia de la voluntad política, para Adolfo Hitler en último término no es
más que la expresión artística de grandiosos monumentos. ¡Cuán a menudo el
Führer expresa este pensamiento y lo comprueba con la historia de la
civilización de los pueblos! El arte alemán celebrará su renacimiento a la par
que el Tercer Reich. De esta revolución de lo espiritual surgirán también las
fuerzas que aseguren la grandiosa obra alemana de la liberación de sus
monumentos artísticos. Esta es la convicción de Adolfo Hitler.

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Adolfo Hitler hará lo indecible para que la nueva Alemania se manifieste
también en las obras de sus artistas que deberán de fijar un sello indeleble para
la obra y la actuación de la Idea nacionalsocialista. Queremos darnos pruebas
documentales de piedra y de hierro de nuestro concepto de la vida y del
poderío de nuestra voluntad política, con el fin de que arraigue de nuevo en
todo cerebro germano el orgullo de ser alemán , así se expresaba ya Adolfo
Hitler el 4 de Abril de 1929 en la sala de fiestas de la cervecería
“Hofbräuhaus” de Munich cuando Max Reinhardt-Goldmann ponía de
manifiesto la plena decadencia del arte durante la república de Weimar.

El Führer no ha dejado escapar ocasión en sus luchas políticas para batallar en


contra de la explotación artística extranjerizable y judía de Alemania que del
arte no hace más que un negocio. Lo cierto es que nunca se ha creado una gran
obra artística por espíritu de lucro. Los verdaderos artistas más bien se han
empobrecido mientras hacían sus obras. Una época, tan miserable y ausente de
caracteres, en la cual rige el poder del dinero, ya no puede decirse que tenga
un arte, sino sólo una improvisación y chabacanería. Con ello se podrán quizás
realizar negocios pasajeros pero no quedará de su especial actividad nada de
perdurable. No es el oro, sino que son la raza y el sentido popular las mejores
fuerzas que pueden dar y realizar un verdadero arte.

Creo que Adlolfo Hitler está convencido de que nos hallamos ya en el umbral
de una época caracterizada por lo arquitectónico, que correspondiendo con la
renovación política, vendrá a traernos un verdadero cambio, una transformación
de los pintorescos impresionistas de un individualismo desenfrenado, una época
heroica, monumental-arquitectónica. Tal como siempre ha sucedido en la
historia mundial, los tiempos de la exaltación de los sentimientos de comunidad,
de compenetración de un pueblo y del lógico orgullo de los países, así como se
caracterizaron por magnificentes construcciones monumentales, así también el
Tercer Reich deberá aportar y aportará sus peculiares construcciones
arquitectónicas.

Como es sabido, en los problemas de la arquitectura el hombre de confianza


del Canciller fue el Profesor Troost de Munich. Una de las primeras visitas que
el Führer hizo en cuanto por primera vez llegó a Munich fue precisamente a su
estudio. Con él conferenciaba sobre los proyectos y problemas de
construcciones, trataba y discutía con él de sus planes, y a él se le deben las
formidables construcciones de los edificios que habían luego de construirse en
Munich: “El palacio del Arte alemán”, los dos grandes cuerpos de edificaciones
monumentales en la calle de Arcis para el Gobierno del Reich y la alta
dirección administrativa del N.S.D.A.P.; el edificio para el Comisario del Reich
en Baviera, así como otras construcciones que se levantaron sin parar. Y cómo
también por otras partes, Adolfo Hitler mira al futuro con su grandioso

92
programa de edificaciones para Munich, prosiguiendo conscientemente la gran
tradición arquitectónica de esta ciudad.

El mismo ímpetu colosal aparece en el gran programa de carreteras emprendido


por Adolfo Hitler. Pero no se trata precisamente de las carreteras que se
construían estos últimos años, que no duraban más que poco tiempo, sino de
trabajos verdaderamente arquitectónicos que deben de permanecer en pie
durante siglos. Al igual que las grandes vías de los romanos o de Napoleón,
que siguen siendo aun hoy en día conceptos imperecederos para nosotros como
símbolos de unas Épocas, así también las grandes obras de construcción de
carreteras del Tercer Reich, que ya han empezado a realizarse, quedarán firmes
y permanentes ante los ojos de las más lejanas generaciones, como expresión de
nuestro tiempo.

Una de las más fuertes manifestaciones de su naturaleza artística es su grande


pasión por la música y ante todo por las obras de Wagner. Cuando era un
muchacho de doce años, Adolfo Hitler vio por vez primera en Linz
“Lohengrin” y el entusiasmo juvenil por el maestro de Bayreuth no tuvo
límites Mi atracción hacia sus obras era cada vez mayor así escribía, y añadía
luego: y hoy experimento un placer especial al haber tenido ocasión de vivir
constatar su progresivo encumbramiento desde la modestia de aquella
representación provinciana . Cuando ya era un joven político Adolfo Hitler
ingresó en el Circulo Cultural de Bayreuth y desde entonces no ha dejado
escapar ocasión de regresar a Bayreuth. Con Houston Stewart Chamberlain, el
yerno de Wagner, le une estrecha amistad. Chamberlain descubrió muy pronto
su genio y depositó en él toda su esperanza política.

Son cientos las veces que Adolfo Hitler ha oído su opera favorita “Los
maestros cantores”. Y recordamos muchos casos en los que el Führer iba a la
ópera en medio de sus campañas políticas e incluso en las vísperas de grandes
decisiones. Y esto no es de extrañar, porque en la música encuentra a la vez
distracción y reparación de sus fuerzas. Luego de conquistar el Poder, Adolfo
Hitler ha querido que las representaciones de Bayreuth volvieran a tener su alta
y noble importancia al concederles la dignidad y la solemnidad de
representaciones alemanas nacionales.

Cuando el Führer con toda unción y con ocasión de las representaciones de


verano de este año, el 30 de Julio rendía homenaje al genio, en Casa
Wahnfried, ante la tumba de Ricardo Wagner, nos vino al recuerdo el mismo
día del año 1932, la víspera de la gran elección de Julio, cuando nos hallábamos
luchando políticamente en Bayreuth. En aquella ocasión Adolfo Hitler fue a
Bayreuth como luchador político. Hoy, en posesión del Poder ¡para rendir

93
tributo al arte alemán! El cruzamiento de ambos caminos simboliza la tan feliz
concordancia de que, en Adolfo Hitler, la Política y el Arte viven al unísono.

PUEBLO Y NACIÓN, NUEVA SÍNTESIS

La relación del nacionalsocialismo con la constitución política del resto del


mundo, la posición que ha de tomar Alemania nacionalsocialista en la
comunidad de los pueblos, roza uno de los problemas internacionales de mayor
trascendencia, que habrán de constituir materia principal de la política mundial
en el próximo futuro.

Tanto el pueblo alemán, como sus dirigentes, han reconocido la enorme


magnitud e importancia de este problema y le han dedicado la máxima
atención. El hecho de que existan aún hoy en día dirigentes de otros países que
“ven un peligro en el hecho de que el Movimiento nacionalsocialista defienda
unos principios que no sólo no admiten sino que llegan a rechazar otros países”,
no excluye en modo alguno el que pueda llegar el día en el cual ese “peligro”
resulte ser para el bien de esos mismos países, cuando surja un cambio
fundamental de posición mental que haga que las razones y fundamentos cuya
aceptación parece hoy imposible, se muestren y aparezcan aceptables y
verdaderas.

Porque ¿dónde está escrito que el desarrollo político mundial deba de apreciarse
desde un punto de vista exclusivamente liberal y que únicamente pueda
contenerse en los principios liberales del último siglo? ¡No es sólo la vida de
los pueblos la que está sujeta a las leyes de la evolución, sino que lo está
también el poder de comprensión de los hombres! Hay que tener en cuenta que
el liberalismo es precisamente el que debiera rechazar los pensamientos fijos,
dogmáticos y que de acuerdo con sus propios principios debería por lo menos
dejar el campo libre donde empiece a florecer una nueva vida que ya no puede
medirse con viejos patrones sino solamente se puede llegar a concebir mediante
un verdadero y nuevo sentido de simpatía y de comprensión.

Claro está que nadie pretende que el mundo mire a Alemania con ojos
nacionalsocialistas. Sin embargo los grandes problemas del futuro, que requieren
la convivencia y el orden internacional, obligan a los pueblos a considerar sin
prevención, precisamente, a aquellos otros que han experimentado un completo
cambio de estructura en su peculiar organización nacional. Así es que sólo
mediante esa perspectiva desde un punto de vista que neutralice
inteligentemente las falsas posiciones es como se podrá alcanzar

94
progresivamente un mutuo reconocimiento que sirva para la convivencia de los
pueblos y con ello para su propio bienestar y riqueza.

Es ya un hecho inconcuso que en Alemania el nacionalsocialismo, partiendo del


mismo pueblo y según su propia voluntad, se ha corporizado en una nueva
concepción del Estado que tiene por fundamento, y como máximo concepto
valorativo, no va al “individuo” o a la “humanidad’’ sino al Pueblo como
única, real y orgánica totalidad que la vida reconoce. En este campo, el
conocimiento ha impuesto de antemano que la potencia de los Estados no
descansa sobre las bayonetas sino sobre las energías y las reservas de fuerzas
raciales. Este desarrollo paralelo en principio es el que el fascismo italiano
realizó ya unos años antes que nosotros. Y en la actualidad empiezan a
aparecer aunque aun esporádicamente, otros Movimientos Renovadores similares,
en otros pueblos. Explíquese como se quiera la existencia de una tendencia
general e internacional hacia esa dirección de desarrollo no puede menos que
reconocerse como evidente.

Este fenómeno se justifica con la afirmación de que todo despertar


nacionalsocialista de los pueblos fuerza a tomar nuevas formas, reconocimiento
de que empieza a abrirse camino entre los pueblos europeos una nueva
valoración de los hombres, valoración “apoyada en la misma naturaleza”, que
constituye al propio tiempo una superación del liberalismo sustituyéndolo por
una nueva constitución de la vida de la comunidad de los pueblos.

Con el proceso de fusión de Pueblo y Nación en una nueva síntesis que vemos
ya en plena vía de realización tanto en Alemania como en Italia, se anuncia ya
ese grandioso proceso de transformación estructural entre los pueblos que no
sólo parece destinado a encerrar un futuro feliz a las naciones capacitadas para
el desarrollo natural de su constitución social y para el sostenimiento de la
vida, sino que también para asegurar la ordenación de estas naciones entre ellas
mediante una delimitación natural de sus necesidades vitales e intereses. Todos
los indicios ponen de manifiesto que el nacionalsocialismo, apoyándose de nuevo
en el pueblo, según sus propias condiciones naturales, está destinado a poder
dominar y resolver aquellos problemas políticos mundiales para cuya solución el
Internacionalismo formal Estatal ha mostrado su plena incapacidad.

Las fuerzas inmanentes de la vida de los pueblos que están obrando y actuando
aquí, se encuentran ya hoy en día de manera universal y patente, tanto en sus
fenómenos interiores como exteriores.

Tenemos como ejemplo de los fenómenos de ordenación interior, a la Alemania


nacionalsocialista. El liberalismo demo-parlamentario pretendió atribuirse
axiomáticamente el ser, en toda época, la forma mejor y la más adecuada de la

95
representación de los derechos vitales. Hoy en día, luego de bien pocos meses
de nacionalsocialismo que el pueblo considera con su instinto infalible como su
propio imperar, este mismo pueblo vuelve compasivamente la vista –sintiéndose
interiormente liberado– hacia aquellos infelices y ya por siempre pasados
tiempos del “dominio popular” de la democracia, durante los cuales no fue más
que el esclavo de la incapacidad organizada de la Nación. Se ha reconocido en
el nacionalsocialismo, hablando por él los resultados obtenidos en los terrenos
de lo social, lo económico, lo administrativo y en la reforma del Reich, y por
fin como muestra especial y característica en la organización de la selección
natural jerárquica, que mediante él, en cuanto se implantó, se pudieron resolver
inmediatamente problemas hasta entonces insolubles, realizaciones todas que
hasta entonces vanamente intentaron realizar con bombos y platillos docenas de
gobiernos parlamentario-democráticos. De ahí que la autoridad de esta nueva
dirección, de esta nueva manera de gobernar esté sentida y se halle asistida por
la confianza y el orgullo de todo el pueblo. El pueblo alemán halló, pues, la
forma de gobierno más adecuada a su íntimo ser.

Sin embargo, desde un punto de vista internacional, no me cabe duda alguna


respecto a lo siguiente:

El concepto de Nación, entendido como sólo una unidad político-estatal, no


hubiera jamás permitido que surgieran con efectividad aquellas fuerzas naturales
como las que para bendición de los pueblos alemán e italiano se han abierto
paso y han ido como ascendiendo de y entre esos mismos pueblos. Su desarrollo
fue sólo posible por ese fenómeno de síntesis de Pueblo y Nación, de
concentración, de fusión dc todas sus fuerzas popular-nacionales.

Esta ley, ya más que social, biológica, sobre el desarrollo de los pueblos, sobre
su devenir, su vida y muerte, quizás encuentre su solución a medida que se
vaya realizando naturalmente ese cambio estructural del propio ambiente que
nos rodea y que así las naciones, hasta ahora organizadas estatalmente en
abstracto, se despojen de su cáscara liberal y se hallen de nuevo a sí mismas
con las condiciones raciales de su ser para poder desarrollar de ellas las fuerzas
de sus principios vitales. De estas experiencias quizás llegarán a sacar la
consecuencia de que bajo una forma de gobierno autoritaria fundada en el
pueblo, todo se soluciona mucho más sencillamente que no con la complicación e
irresolución que pesa sobre sus pueblos. En todo caso, llegarán también a la
conclusión de que el problema social-económico que en los Estados demo-
liberales desemboca en un callejón sin salida, en un nudo gordiano, se puede
solucionar por esencia mucho más fácilmente y con el contento general bajo una
forma de gobierno autoritario radicado plenamente en el pueblo y no en grupos
internacionales prepotentes. Comprenderán, posiblemente, ante el ejemplo de
otros pueblos, que existe un problema de descomposición de razas que puede ser

96
fácilmente solucionado, atajado, por medio de un nacionalismo consciente del
pueblo mismo. Y por fin también llegarán seguramente al convencimiento de
que la faz cultural de los pueblos se destacará precisamente mucho más clara en
todos los terrenos si se basa, se apoya, en el seno de la nación creadora,
produciendo así su más acusado y monumental valor, que si pretende buscar
apoyo en el elemento sin raíces de una nebulosa existencia internacional.

Si esto es así, a medida que vayan madurando los fenómenos presentados, es


evidente que de día en día se irá realizando ese proceso de fusión, de síntesis de
Nación y Pueblo, en los diversos países.

Es evidente que un tal proceso tiene que tener grandes y beneficiosas


consecuencias desde un punto de vista internacional para facilitar la colaboración
de los Pueblos, de la misma manera que en su interior se facilita también la
resolución de sus problemas. Y esto no es de extrañar que así suceda, puesto
que ha de ser esencial en un ordenamiento dinámico de las naciones el que las
relaciones de los Estados entre ellos pueden realizarse de una manera la más
feliz y permanente cuanto más claro y preciso sea el perfil de las naciones, y
cuando su gobierno esté arraigado de forma responsable y autoritaria en el
mismo pueblo. El resurgimiento popular nacional de las naciones se dirigirá
mucho más hacia la consecución de una constitución interna racional y al
aseguramiento de los fundamentos vitales raciales que a una expansión
dilapidadora de fuerzas que no nos conduciría más que a una desorganización
internacional y a un desconcierto económico del mundo. Cuanto más
exactamente coincidan las fronteras de Estado y Pueblo, tanto más se evitarán
las posibilidades de conflictos artificiales en el mundo . Así se expresaba el
Führer en un gran discurso de política exterior del 17 de Mayo en el que se
declaró paladinamente partidario de la paz por la justicia nacional. El principio
de política exterior, de valor universal para el futuro, debe de enunciarse según
nuestro propio convencimiento de la forma siguiente: ¡La paz del mundo sólo
puede mantenerse mediante la existencia de Estados capaces de poder vivir
libres y felices!

No desconocemos la realidad hasta tal punto para creer, con lógica política,
poder ablandar con una tal perspectiva de futuro, por lo demás tan natural y
racional, las tan arduas y duras realidades de la política mundial. Pero esto no
nos impedirá presentar ya desde ahora los problemas y la posibilidad de una
solución, que entendemos que tarde o temprano se impondrá.

Si bien es verdad que nadie es profeta en su tierra, no es menos cierto que aún
se hace menos caso en la vida internacional a las naciones que realmente prevén
el porvenir. Al presentarse como pioneras de una nueva ideología o concepto de
la vida y de un orden mundial nuevo, llegan a conquistarse la antipatía y hasta

97
la enemistad de todas aquellas que ven derrumbarse la vieja y cómoda
“harmonía de los intereses”. Así pasó en un principio, más o menos, con el
fascismo, de manera que la Alemania nacionalsocialista tendrá también que
enfrentarse con esas inevitables resistencias.

Así es que la Alemania de Hitler, sabe bien que el respeto y el reconocimiento


del viejo mundo liberal no le vendrá como el maná, sino que intencionalmente
–al igual que dentro de sus fronteras– sólo podrá obtenerlo mediante una lucha
en los terrenos del espíritu y por la nueva ideología o concepto de la vida. El
nacionalsocialismo está ya pertrechado con sus catorce largos años de su lucha
interior, durante los cuales logró capacitarse para la victoria; así es que en el
terreno internacional sabrá desenvolverse, si hace falta, para luchar
espiritualmente.

Sirvan estas páginas para demostrar, dedicadas como están a poner de


manifiesto la lucha del Movimiento nacionalsocialista, que así como el
nacionalsocialismo halló y siguió imperturbable su camino dentro del Reich,
hallará también en lo exterior el camino justo para conquistar su confianza y
para obtener el reconocimiento y el respeto de los países. Pero sirvan quizás
también para promover el reconocimiento de que en la vida de los pueblos es
mucho mejor y más útil adaptarse a tiempo a lo necesariamente imprescindible
que luego, más tarde, verse sobrepasado por los hechos y quedarse después
inválido sin poderlos ya alcanzar. En todo desarrollo hacia lo nuevo, lo joven y
sano es siempre lo que en fin de cuentas se lleva el triunfo.

Esta síntesis de Nación y Pueblo, habrá de constituir para el futuro la


verdadera fuente o piscina rejuvenecedora, salvadora de los pueblos, de la cual
sacarán las nuevas fuerzas para sus futuros desarrollos y por la cual quedará
asegurada orgánicamente de la mejor manera toda la vida de la comunidad
internacional.

Quizás constituya un fenómeno de justicia conmutativa el que el pueblo alemán,


que tanto ha sufrido a consecuencia de la guerra mundial, sea el llamado a ser
el primero en mostrar a los pueblos este nuevo camino para un futuro mejor.

98
PLAN CUATRIENAL

DIRECCIÓN RESPONSABLE DE LA ECONOMÍA ALEMANA

Notable artículo del Presidente del Consejo de Ministros dc Prusia. el Capitán


General HERMANN GOERING, director del Plan cuatrienal.

(Publicado en “Der Vierjahresplan”, Revista de la Política económica nacional-


socialista, I año, nº 2. Berlín, Febrero de 1937)

Este año la jornada del Resurgimiento Nacional fue a la vez jornada de examen
y de revisión sobre lo ya alcanzado durante los cuatro primeros años del
Gobierno nacional-socialista, es decir, sobre lo que el Führer había fijado en
1933 como primera y más principal labor: terminar con el paro obrero y salvar
y libertar a los labradores alemanes; pero además, y por encima de todo, lo ya
logrado: la reconquista de la libre Defensa de Alemania y de la reconstrucción
de la potencia militar alemana.

Pero el 30 de Enero fue más aún. Fue jornada de la plenitud del triunfo de los
esfuerzos para conseguir para Alemania el trato de igualdad internacional. Y,
en su grandioso discurso del Reichstag, el Führer retiró solemnemente y ante el
mundo entero la firma alemana bajo el Tratado de Versalles. Con ello puso fin
definitivamente a la falacia de las deudas de guerra y por ello, al propio
tiempo, sacó también las últimas consecuencias prácticas de ese documento: el
fundamento dc la justa reclamación de Alemania a poseer colonias y la
restauración de la plena e ilimitada soberanía del Reich sobre el Banco del
Imperio y sobre los Ferrocarriles del Reich. Así, pues, Alemania ha establecido
ya plenamente y definitivamente su plena igualdad de trato y la ha
rehabilitado en todos los aspectos.

Si bien la sesión del Reichstag del 30 de Enero de 1937 aparece como el


glorioso remate del primer período de la dirección estatal nacionalsocialista en
Alemania, no le va en zaga tampoco en cuanto constituye la señal de nuestra
futura labor.

El Führer puso de nuevo de manifiesto una vez más y con claridad meridiana
la voluntad de Alemania a colaborar en la liberación de Europa y del mundo
entero. Y al hacerlo, se refirió tanto a sus anteriores proposiciones constructivas
como a la labor política que corresponde a todo pueblo civilizado la lucha
contra el peligro mundial del bolchevismo.

99
Sólo las naciones fuertes son las que pueden llegar a cumplir esa labor de tan
grande trascendencia política e histórica mundial. No es por lo tanto
chauvinismo, sino la propia expresión de la voluntad de vivir de la nación
alemana, cuando el Führer manifestó nuevamente ante el Reichstag la
indoblegable voluntad de mantener el Plan cuatrienal. Y esto porque el Plan
cuatrienal debe servir para darnos aquella fuerza e independencia nacional que
constituye el requisito indispensable para el propio mantenimiento nacional de
Alemania.

Por lo tanto, el Plan cuatrienal habrá de ser el determinante de la política


alemana económica y social, durante los -próximos años. Su éxito garantizará
la unificación de la dirección suprema y de su voluntad incondicional para el
resurgimiento de la vida y de la libertad de la Nación alemana.

Nuestro más alto derecho se asienta sobre esa voluntad; y sólo este derecho es
el que en casos especiales puede colocarse sobre disposiciones legales particulares
cuando no sean capaces de contribuir a resolver las justas necesidades vitales de
la nación. En esto consiste precisamente la gran tarea del futuro, tal como lo
ha formulado claramente el Führer, la vida real de nuestro pueblo, tal como
de otra parte se ha perfeccionado estatalmente, se confirmará, se sellará para
siempre y eternamente por medio de una Constitución y con ello lograremos
una Ley imperecedera para todos los alemanes .

Pero la economía y con ello la realización práctica del Plan cuatrienal, debe de
conducirse ya hoy en día de acuerdo con la voluntad unificada de la dirección
Suprema, así como de acuerdo con una superior ley fundamental, para. de esta
forma, asegurar permanentemente la justa aplicación de nuestras fuerzas de
trabajo existentes y la plena utilización de la tierra disponible de las riquezas
del suelo. Ante todo –dijo– se trata primordialmente de un problema de
organización .

Ahora bien, la economía para nosotros no constituye ningún proceso mecánico


causal regulado por propias leyes. Puesto que poseemos una dirección económica
suprema, fuerte y unificada, que tiene por objeto crear sus órganos en todos los
campos de vida económica para poner en práctica y realizar sus puntos de vista
objetiva y prácticamente, hoy en día, las hipótesis de la teoría liberal atañen ya
mucho menos que antes a la economía alemana. Por lo tanto, y como ejemplo,
actualmente estamos también en situación de poder tener un control permanente
sobre la estructura de los precios. Los mismos casos de elevaciones de precios,
que pueden justificarse como necesarias, no se convertirán por nuestro control en
“tendencias” hacia la elevación de precios que deban de transmitirse
forzosamente y arraigarse por toda la economía.

100
Lo mismo podemos decir con respecto a la necesidad en ciertos casos de
conceder preferencias en el abastecimiento de materias primas a determinadas
zonas productoras. En todo caso y por todas partes la superior dirección
económica será lo que por medio de sus órganos tendrá en su poder el evitar
“tendencias” perniciosas y su acción. No reconocemos santidad alguna a ninguna
de las leyes económicas. Lo decisivo, es la Voluntad; la economía tiene
asignada una función servidora del pueblo y al capital se le asigna una función
servidora a la economía .

Es evidente que tanto los expertos económicos como los directores de la


economía tienen siempre asignada una función desde su punto de vista y bajo su
responsabilidad con respecto a la objetividad y al campo de su actuación y
además su juicio técnico habrá de constituir siempre un fundamento muy
importante para las decisiones últimas del estadista. Estos, sin embargo,
deberán también considerar y tener en cuenta, para tomar sus decisiones y
medidas, los factores extraeconómicos, políticos, psicológicos y otros múltiples
factores concurrentes para la seguridad del bienestar del pueblo, cuyo
conocimiento y toma en consideración escapa generalmente al juicio total del
economista.

El estadista, con el fin de lograr la mutua comprensión de todo el pueblo y de


ordenar cada actividad económica a su propio fin, deberá apelar y tener en
cuenta la justa relación de la economía, conjugando la totalidad de las
actividades económicas con lo político-nacional y en todo caso, especialmente,
en cuanto afecta a las relaciones entre los empresarios y los trabajadores. Pero,
incluso como hombre de estado, deberá de tener también en cuenta que existen
y que siempre existirán errores entre los hombres. Así es que no deberá de
confiarse sin más en la buena voluntad ni en las justas relaciones de los
individuos, sino que tendrá en cuenta tanto las buenas intenciones como también
la existencia de los deseos egoístas de los hombres, y así ordenar su actividad
directiva y orgánica.

Si hoy en día todo individuo y la colectividad están llamados a adherirse


plenamente al Plan cuatrienal, no por esto los directores están dispensados de
procurar establecer las condiciones para lograr que todo el mundo se halle
dispuesto a esa colaboración en todos los terrenos de la vida económica como
deber esencial, y al propio tiempo, poner de su parte todo su esfuerzo para que
se produzcan los efectos previstos y además evitar cualquier inconveniente que
pueda perjudicar al bien común. Este es su deber, la responsabilidad que se les
ha confiado por la voluntad en la suprema dirección. Colaborando íntimamente
en la suprema dirección para realizar todo cuanto conduzca al aseguramiento de
la vida y a la libertad de la Nación, serán los garantes de la pura economía

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social que es a lo que tiende sin ambages, la consecución de la plena realización
del Plan cuatrienal.

PROGRAMA DEL PARTIDO NACIONALSOCIALISTA

1- Exigimos, en virtud del derecho de todo pueblo a regir su propio destino, la


incorporación de todos los alemanes en una Gran Alemania.

2- Exigimos para el pueblo alemán, la misma igualdad de derechos que las


demás naciones y la anulación de los Tratados de Versalles y Saint Germain.

3- Exigimos zonas territoriales (colonias), para proveer a la subsistencia de


nuestro pueblo y para dar salida a nuestro exceso de población.

4- Serán ciudadanos (Volksgenosse), exclusivamente, quienes sean de sangre


alemana y por lo tanto el vínculo racial será el único determinante de la
ciudadanía alemana, prescindiendo de las ideas religiosas. Por lo tanto, todo
judío queda excluido de la ciudadanía alemana.

5- Quien no sea ciudadano alemán sólo podrá vivir en Alemania como huésped
y quedará sujeto a la legislación especial para extranjeros.

6- El derecho a participar en las funciones legislativas y a ejercer funciones


públicas, es exclusivo de los ciudadanos alemanes. En consecuencia, exigimos que
todos los cargos públicos, de cualquier clase que sean, tanto del Estado, como
de las Regiones o de los Municipios, sean desempeñados exclusivamente por
ciudadanos alemanes.

Luchamos contra el corrompido sistema parlamentario, que adjudica los cargos


públicos de acuerdo sólo con los intereses de partido, prescindiendo de la
moralidad y de la idoneidad.

7- Exigimos de los gobernantes como deber primordial, que velen porque a


nadie falte trabajo o en su defecto, subsistencia, a todo ciudadano alemán. Si
no hubiera posibilidad de proporcionar sustento para toda la población, será
preciso expulsar de las fronteras a quien carezca de ciudadanía alemana.

8- Se impedirá toda nueva inmigración de extranjeros. Exigimos que se obligue


a emigrar inmediatamente del territorio alemán, a todo aquel que haya
inmigrado a partir del 2 de Agosto de 1914.

102
9- Todo ciudadano alemán tendrá iguales derechos y deberes.

10- El deber primordial de todo ciudadano es el del trabajo corporal o


intelectual. La actividad individual no debe de estar en contraposición ni
perjudicar al interés colectivo, y por el contrario deberá desarrollarse como
parte que es de la general y en beneficio del bien común.

11- La abolición de todo ingreso que no proceda del trabajo.

La liberación de la servidumbre del interés.

12- Teniendo en cuenta los inconmensurables sacrificios del pueblo, en bienes y


vidas, que toda guerra exige, debe considerarse y estigmatizarse como crimen
de lesa patria, el enriquecimiento a expensas de la guerra.

13- Exigimos el control estatal de todas las empresas trustificadas.

14- Exigimos la participación en los beneficios de las grandes empresas.

15- Exigimos, mediante una total reorganización, el generoso aumento de las


pensiones a la vejez.

16- Exigimos la creación y el mantenimiento de una sana clase media y la


inmediata municipalización de los grandes almacenes y su arrendamiento a
precios económicos a los pequeños empresarios para los suministros al Estado,
Regiones y Municipios.

17- Exigimos una reforma agraria adecuada a nuestras necesidades nacionales, la


elaboración de una ley que autorice la expropiación de la tierra sin
indemnización para fines de interés común, abolición de los censos y la
imposibilitación de toda especulación sobre solares. (1)

18- Exigimos una lucha irreductible contra aquellos que desarrollen actividades
contrarias al bien común. Quien incurriere en actos de tal criminalidad contra el
pueblo, tales como usureros, traficantes sin conciencia y otros similares villanos,
serán condenados a pena de muerte, sin tener en cuenta su raza o religión.

19- Exigimos la sustitución del derecho romano, que se basa en conceptos


puramente materialistas, por un Derecho común alemán.

20- Para que todo alemán aplicado y capaz pueda alcanzar un alto grado de
cultura que le permita poder desempeñar cualquier cargo preeminente, el Estado

103
tiene la obligación de reorganizar fundamentalmente el sistema educativa
nacional. Los métodos de enseñanza de todo instituto educativo deben
amoldarse a la vida práctica. La educación del espíritu de los alumnos en el
concepto del Estado debe cultivarse ya desde la escuela, mediante una adecuada
educación cívica.

Exigimos la enseñanza gratuita de parte del Estado, para los niños


especialmente capacitados, hijos de padres desvalidos, cualquiera que sea la
condición o profesión de éstos.

21- El Estado debe preocuparse por el mejoramiento de la salud pública


protegiendo a las madres y a los niños, prohibiendo el trabajo de menores,
contribuyendo por medio de disposiciones legales, a la vigorización corporal
estableciendo la obligatoriedad de la gimnasia y el deporte y subvencionando a
las asociaciones consagradas a l educación física de la juventud.

22- Exigimos la abolición del Ejército mercenario y la creación de un Ejército


nacional popular.

23- Exigimos la lucha legal contra el sistema de la mentira política deliberada y


su difusión por la prensa. Con el fin de crear una prensa verdaderamente
alemana, exigimos:

a) Que todos los directores, redactores y


colaboradores de los periódicos publicados en lengua
alemana sean ciudadanos alemanes. (Volksgenosse)

b) Que no pueda publicarse ningún periódico no


alemán sin previa y especial autorización. Dichos
periódicos no podrán redactarse en lengua alemana.

c) Que quede prohibida legalmente toda participación


financiera o influencia de extranjeros en los periódicos
alemanes, castigándose toda contravención con la
supresión del periódico y la expulsión de los
extranjeros culpables.

Queda prohibido todo periódico que perjudique al


interés común. Exigimos la lucha legal contra toda
orientación del arte y de la literatura que tienda a
ejercer influencias perniciosas o disolventes en la vida

104
de nuestro Pueblo y la prohibición, por lo tanto, de
toda institución que contravenga a tales disposiciones.

24- Exigimos dentro de nuestro Estado, la libertad para toda confesión


religiosa, mientras no constituya un peligro para el Estado o perjudique las
buenas costumbres y el sentido moral de la raza germánica.

El Partido, como tal, defiende el punto de vista del cristianismo positivo, pero
sin quedar por ello sujeto a una confesión determinada. Combate el espíritu
materialista judío, dentro y fuera del Partido, y está convencido de que nuestro
Pueblo sólo podrá alcanzar un permanente restablecimiento más que por obra de
sí mismo y de acuerdo con el principio:

El interés común antes que el privado (Gemeinnutz vor Eigennutz)

25- Para la realización de nuestros postulados, exigimos: la creación de un


fuerte poder unitario. La máxima autoridad para el Parlamento central sobre
todas las demás corporaciones públicas del Reich. Creación de Cámaras
Gremiales y profesionales, organizadas para la ejecución en la Regiones de las
leyes dictadas por el Reich.

Los Jefes del Partido prometen luchar por la plena realización de este programa
y en caso necesario hasta el sacrificio de su propia vida.

Munich, 24 de Febrero de 1920

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