Soy Adicto A Las Drogas

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

Soy adicto a las drogas: una

historia verdadera
Te presentamos la historia de Luis, un desgarrador testimonio de su
descenso a los infiernos de la droga.

"Me llamo Luis y soy adicto a las drogas". Apenas las palabras salieron de mi
boca y me di cuenta que, después de tantos años, al fin acepté mi problema, un
problema que, además de acabar con mi vida social, familiar y laboral, casi me
causa la muerte, y lo peor de todo es que no me daba cuenta.
Yo no empecé a consumir drogas desde muy joven, de hecho, fue hasta pasados
los treinta años cuando me ofrecieron mi primer cigarro de marihuana que
acepté porque quería socializar con la gente de mi nuevo trabajo que era mucho
más joven que yo, no quería que pensaran que era un fresa o un mocho.
Cuando llegué a mi casa le conté a mi esposa lo que había hecho y se sorprendió
mucho, me dijo que le parecía una estupidez que a estas alturas haya empezado a
experimentar con las drogas, la verdad yo pensé lo mismo, pero lo hecho, hecho
estaba.

En ese tiempo, cuando me inicié en las drogas, me sentía como un adolescente


tratando de hacer "nuevos amigos", pero la verdad es que resultó. Mis "nuevos
amigos" me invitaban a todos lados, me llamaban, en fin, me incluían en todos
los planes que hacían, aunque todo estaba relacionado con el consumo, pero no
creí que fuera un gran problema.
Yo siempre había sido un solitario, pero esto tenía una explicación, mis papás
nunca me dejaban hacer nada, no podía salir y esto me limitaba en mi vida social
porque aunque me invitaran a fiestas o salidas nunca podía porque no me daban
permiso, aunque esto no lo decía porque me daba pena, ¿cómo un hombre tenía
que avisar sobre cada uno de sus movimientos? Pues yo sí. Mi mamá era
sobreprotectora conmigo y mis hermanos. Casi puedo afirmar que me casé para
poder salir del yugo familiar.

En la prepa, por más que me esforzaba en pertenecer a un grupo, nunca me salía,


me consideraban el "raro" y, aunque no me rechazaban abiertamente, nunca me
incluían en planes, salidas ni nada. Y ahora, a mis treinta años, era la primera vez
que me pasaba, me sentía libre.

Tan solo pasaron dos meses cuando pasé de la marihuana, que debo aceptar que
no me encantaba, a la cocaína. Fue increíble lo que me provocó desde la primera
vez, me sentía poderoso, capaz de hacer cualquier cosa. Creía tener una claridad
mental como nunca antes y, claro, me sentía ansioso.
Yo pensaba que las personas que consumían cocaína solo les hacía falta una
"raya" para experimentar los grandiosos efectos, pero no, cada hora de esa fiesta
donde la probé tenía que volver a consumirla para notar la sensación tan
agradable que me provocaba.

El día siguiente fue un infierno, tenía una especie de cruda, me dolía la cabeza, la
nariz y tenía un gusto amargo en la boca. Me juré a mi mismo no volver a
consumir jamás. No lo cumplí ni de lejos, todo lo contrario.
En el inicio de mi adicción era consumidor "social", solo me metía coca en las
fiestas, reuniones o cuando iba de antro. Pasados seis meses empecé a necesitar
la droga casi todos los días porque los efectos se pasaban cada vez más rápido.
Luego me pasé al "speed", porque, al tratarse de anfetaminas puras, me duraba
más tiempo la sensación, más de cuatro horas.
Las primeras consecuencias las viví en mi casa. Al principio mi esposa no se
dio cuenta, pero me reclamaba el hecho de que todos los fines de semana saliera
de fiesta y ya no hiciera cosas con ella. Mis papás también se quejaron de que ya
no iba a comer con ellos los domingos. La verdad es que me sentía tan "crudo"
que me era imposible moverme de la cama.
Aunque físicamente no se me notaban los efectos de tantos meses de consumir
coca y "speed", lo cierto es que estaba con un humor de los mil demonios
cuando no consumía y mi entorno lo notaba, pero no me decía nada porque no
tenían idea de lo que pasaba en realidad.
Luego vinieron los problemas de dinero. Mi esposa, que trabajaba, se dio cuenta
de que me acababa mi sueldo muy rápido y no veía que comprara nada. Entonces
se empezó a preocupar. Un día, cuando volvía de trabajar, me estaba esperando
en el sillón para hablar. Me preguntó qué es lo que estaba pasando y yo le mentí,
le dije que cuando salía con mis compañeros de trabajo íbamos a lugares
carísimos y que a mí me daba pena decir que no iba por cuestiones económicas.
No me creyó pero no me dijo nada. La verdad es que mi explicación resultaba
ridícula. Me preguntó si consumía drogas y yo lo negué categóricamente.
La verdad es que ella aguantó muchísimo antes de decidirse a dejarme, mis malos
humores, mis ataques de ira, mi carácter explosivo, sobre todo porque nunca
antes me había comportado así. Antes de que me corriera de la casa me preguntó
por última vez si me estaba metiendo algo, nunca lo acepté y me tuve que ir a
casa de mis papás. Como nunca me había llevado bien con ellos, al principio no
notaron nada raro.

Las repercusiones de mi excesivo consumo de drogas empezó a reflejarse en mi


trabajo. Ya no era la persona creativa y responsable del principio, me convertí en
un tipo malhumorado y que aprovechaba el menor descuido para evitar cumplir
con mis obligaciones. Mi jefe se hartó y me corrió.

Como ya no tenía ingresos empecé a robarles dinero a mis padres, sin ningún
reparo, incluso de forma descarada, pero es que no podía estar sin consumir ni un
solo día.
Un día, al volver de una juerga en la madrugada, empecé a sentir que me
aprisionaban el pecho y de pronto caí desmayado. Me había dado un pre infarto,
¡a mis treinta y cuatro años! Mis papás me llevaron de urgencia al hospital y fue
cuando les confirmaron sus terribles sospechas, su hijo tenía un grave problema
de adicción. Cuando desperté y me confrontaron aún lo seguía negando. Les dije
que me metía coca ocasionalmente.
En este punto me di cuenta lo que me había estado pasado en los últimos años,
todo era horrible. No voy a decir que acabé con los indigentes, ni que me
enfrenté a una situación de riesgo, no hizo falta, sin llegar a tanto había destruido
mi vida. Fue cuando toqué fondo.

Mi familia me llevó a un centro de desintoxicación donde espero poder


recuperarme y, sobre todo, no recaer en este infierno de las drogas. Mi esposa no
regresó conmigo, no pudo perdonarme. La entiendo perfectamente. Me lo
merezco.
No voy a soltar un discurso sobre las consecuencias que tiene consumir drogas,
solo les pido que se vean reflejados en mi historia y se pregunten si es que vale la
pena sacrificar tu vida por el consumo. Yo creo que no.

También podría gustarte