Inclusion y Discapacidad

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TEMA 1: INCLUSION Y DISCAPACIDAD.

1.1 Antecedentes históricos sobre la discapacidad

A lo largo de la historia, las personas con discapacidad (PCD) han vivido en situación de desventaja y han sido
discriminadas, excluidas socialmente y despreciadas por su condición. Se les han negado derechos fundamentales y el
acceso a oportunidades de desarrollo (educación, trabajo, seguridad social, entre otros) y a derechos que son esenciales
para garantizar una vida digna. Esto se debe, en buena medida, a los prejuicios que durante mucho tiempo se han tenido
sobre la discapacidad y los estigmas sociales que se les han impuesto a las personas que están en esta situación.

Los estudios sobre discriminación por discapacidad plantean la existencia de tres paradigmas sobre el fenómeno, es
decir, un conjunto de creencias cuyo núcleo central es socialmente aceptado o no es cuestionado en un tiempo y
espacio determinados y que sirve para resolver problemas, afrontar situaciones y avanzar en el camino del
conocimiento. En el caso de la discapacidad, los paradigmas han marcado la pauta en la manera en cómo se trata a las
personas que pertenecen a este grupo.

Al día de hoy, es posible encontrar, en una misma comunidad, situaciones y actitudes que reflejan la atención y trato
hacia las PCD, desde las tres perspectivas que explicaremos a continuación:

a) Paradigma tradicional o de prescindencia (exclusión social)

La prescindencia es la acción y efecto de evitar la participación en una disputa, lucha o competencia entre otras
personas o grupos de personas. Siguiendo esta definición, el paradigma tradicional o de prescindencia considera a la
discapacidad como una forma de castigo divino del cual la familia y la persona con discapacidad deben sentirse
avergonzados. Este paradigma genera actitudes de rechazo, marginación, abandono y aislamiento.

Lo podemos ubicar desde la antigüedad greco-romana, este paradigma asume como innecesarias a las personas con
discapacidad en virtud de haber recibido castigos divinos; mensajes diabólicos, derivados de los errores o faltas
cometidos por las madres y padres; este grupo de creencias asume que las personas con discapacidad en nada
contribuyen a la sociedad, o que, simplemente, no vale la pena vivir con discapacidad.

Desde la Edad Media, principalmente en Francia, se construyeron fortalezas y ciudades amuralladas en donde se
escondían a centenares de personas con algún tipo de discapacidad.

La sociedad, como consecuencia de lo anterior, busca prescindir de las personas con discapacidad a través de acciones
como el infanticidio de niños y niñas con discapacidad o por medio de la marginación o exclusión.

A continuación se ofrecen algunos ejemplos de la permanencia de este paradigma en el presente:

 Giovanna es una niña con una discapacidad muy severa. Tiene madre y un hermano. Su discapacidad mental afectó
a toda su familia. No tenían suficiente dinero para comprar comida y medicamentos. La madre estaba desesperada,
así que intentó matar a la hija. (DRI y CMDPDH, 2010: p.23)
 Tenemos a un niño aquí de nombre Israel. Vivió en un bote para basura hasta los doce. Perdió un ojo. Fue enviado
aquí, a esta institución, cuando las autoridades lo encontraron. Ahora es autista (DRI y CMDPDH, 2010:p. 23).
 Rosa es una joven con síndrome de Down. Fue sometida por su familia a la esterilización para protegerla de un
embarazo no deseado. Esta situación incapacita legalmente a Laura, quien quiere ser madre. (Relatora por México
de la Convención de la ONU sobre Derechos de Personas con Discapacidad, Ana Peláez, 2013).

b) Paradigma médico asistencial o de rehabilitación (integración social)

Este modelo médico asistencial sitúa a la discapacidad como un "problema" que radica en la persona, quien requiere
tratamientos médicos para ser rehabilitada; asimismo, entiende a la persona con discapacidad como objeto de análisis
clínico, de seguridad social, de cuidado médico o de caridad, alejándose de la idea de la persona como un sujeto titular
de derechos.

El modelo médico asistencial considera que las causas de la discapacidad son, como su nombre lo indica, médicas, por lo
tanto, deja de asumir las creencias tradicionalistas o de prescindencia, bajo este paradigma, las personas con
discapacidad (PCD) no son innecesarias, ni el resultado de la ira o el castigo divino. El paradigma médico sostiene que las
PCD se pueden integrar a la sociedad, siempre y cuando estas personas sean rehabilitadas o “curadas”.

Su abordaje se basa principalmente en las opiniones y prácticas científicas del conocimiento médico y de la salud que ve
a la discapacidad como una enfermedad causada directamente por una deficiencia, trauma u otra condición de salud,
que por lo tanto requiere de la asistencia médica. El “problema” es ubicado en la condición física de las personas con
discapacidad y no en la sociedad, por lo que las alternativas de solución son médicas y el rol de las personas con
discapacidad es de pacientes.

Bajo el paradigma asistencialista, se cree que las PCD deben hacer un esfuerzo titánico para normalizar su situación e
integrarse como puedan a la sociedad. Nunca se considera que la sociedad y el entorno constituyan un obstáculo que
limita las capacidades y los planes de vida independientes de las PCD. Muchos programas encaminados a este sector de
la población siguen el paradigma asistencialista que centra sus esfuerzos en el empoderamiento y “normalización” de la
PCD, pero deja de lado y sin atender a la sociedad que permanece incapaz de cambiar su entorno y hacerlo más
incluyente.

El paradigma asistencialista logra atender a las PCD y las ayuda a lograr una vida medianamente independiente, esto
representa un gran avance; sin embargo, no logra integrar la perspectiva de Derechos Humanos que se expondrá a
continuación y que es la clave para la inclusión y la igualdad real de oportunidades.

En este sentido, las demandas de atención de las personas con discapacidad se enfocan principalmente a dotar de
servicios de rehabilitación, acercar ventajas tecnológicas y desarrollar mejores conocimientos clínicos para explicar y dar
respuesta de adaptación a deficiencias biológicas y anatómicas que alteran el funcionamiento normal de la persona. En
consecuencia, el tratamiento de la discapacidad se encuentra encaminado a conseguir la cura o una mejor adaptación
de la persona.

La discapacidad de una persona es vista como una dificultad, que la medicina no ha podido vencer, una anormalidad que
no le permite a la persona integrarse de manera plena a la sociedad. Por lo tanto la persona debe luchar sola contra la
deficiencia para adaptarse a un mundo que no está hecho para él.

c) Paradigma de Derechos Humanos (inclusión social)

El modelo de Derechos Humanos, se enfoca en la dignidad de la persona humana, entendiendo a la dignidad humana
como: El sentimiento de deferencia con respecto a las personas. Reconocimiento adecuado de los derechos y
responsabilidades de los individuos como agentes o sujetos morales dotados de dignidad, al ser considerados (al menos
potencialmente) el "origen" racional de exigencias morales y que son personas sujetas a su cumplimiento y en un
segundo plano, en la discapacidad. La discapacidad es la deficiencia física, mental o sensorial, ya sea de naturaleza
permanente o temporal, progresiva o regresiva, grave o leve, congénita o adquirida, determinante o continua; que limita
la capacidad de ejercer una o más actividades esenciales de la vida diaria, que puede ser causada o agravada por el
entorno económico y social.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el término discapacidad es un término general que abarca las
deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son complicaciones
que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o
tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales.

El paradigma de Derechos Humanos localiza la condición de la discapacidad fuera de la persona y lo ubica en la sociedad
que no ha sido capaz de adaptarse a las necesidades de todas las personas que la conforman.

Ilustración 6. Paradigma de Derechos Humanos del concepto de discapacidad

El Estado mexicano, al firmar y ratificar la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad que entró en
vigor el 3 de mayo del 2008, se erige como el responsable de eliminar las barreras creadas socialmente que impiden a
las PCD gozar de un igual respeto y disfrute de sus Derechos Humanos.
El modelo de Derechos Humanos en lugar de buscar la rehabilitación de la persona con discapacidad, busca la
rehabilitación de la sociedad; es decir, una sociedad preparada para hacer frente a las necesidades de todas las personas
sin importar su condición. Busca rescatar las capacidades en lugar de acentuar las discapacidades de las personas.

Por lo anterior, el modelo aboga por las mismas oportunidades de desarrollo para niños/as con discapacidad que la de
niños/as sin discapacidad; es decir, educación inclusiva, adaptada a las necesidades de todos/as, dejando la educación
especial como última medida. Asimismo, se plantea la inclusión de las personas con discapacidad en el mercado laboral
ordinario.

El modelo de Derechos Humanos nace a finales de la década de los años setenta del siglo XX en los Estados Unidos e
Inglaterra, época en que las personas con discapacidad y las organizaciones de personas con discapacidad hacen notar
su situación de “ciudadanos de segunda clase” y comienzan a hablar de las barreras sociales y ambientales; así como de
las actitudes discriminatorias como las medidas que incapacitan a las personas.

Se comienzan a distinguir, entonces, los conceptos de deficiencia y discapacidad señalando que la primera es una
pérdida o limitación total o parcial de un miembro, órgano o mecanismo del cuerpo, mientras que la segunda es la
desventaja causada por la organización social que no considera a las personas con deficiencias y las excluye de las
actividades cotidianas de la sociedad.

De acuerdo con este paradigma, no se trata de que las personas con discapacidad se adapten al medio social buscando
la normalización, sino que la sociedad logre comprender que la discapacidad es parte de las diferencias propias de la
naturaleza humana y que por lo tanto, es necesario que se adopten medidas que tiendan a garantizar su plena inclusión.

1.2 El concepto de la discapacidad

De acuerdo con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad "la discapacidad es un concepto
que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y
al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.

Analicemos por partes la fracción anterior de la Convención:

 “La discapacidad es un concepto que evoluciona”, como se ha visto en los tres paradigmas, la visión y el concepto
de discapacidad y de PCD ha cambiado de una época a otra, de un país a otro, de un gobierno a otro y de una
familia a otra. Se ha visto a la discapacidad como castigo divino, como enfermedad que hay que curar y como una
barrera que pone la sociedad y el entorno.

 “…y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al
entorno”, es decir, la discapacidad no está en la sordera, la ceguera o en la motricidad de las personas sino en las
barreras que el entorno y las actitudes de la sociedad: discriminación, paternalismo, ignorancia, etc.)

 “…que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones”, las PCD pueden
realizar diversos trabajos, asistir a diversos eventos sociales y culturales, realizar miles de trámites y otras tantas
actividades, si no las hacen es porque el entorno (ausencia de rampas, transporte público inaccesible, etc.) y las
actitudes de discriminación se lo impiden, no así la discapacidad que tengan.

Como se puede observar, la nueva definición de la discapacidad permea el paradigma de los Derechos Humanos. Esto no
significa que los programas asistenciales y el enfoque médico de la discapacidad deban desaparecer por completo.
Varios tipos de discapacidad son el resultado de enfermedades como la diabetes o la arterioesclerosis múltiple; sin
embargo, esta atención médica de la discapacidad se verá muy favorecida si se plantea desde la perspectiva de los
Derechos Humanos.

A continuación te ofrecemos recomendaciones para el uso del lenguaje, partiendo del nuevo concepto de discapacidad.
Criterios básicos para un lenguaje incluyente

Término incorrecto ¿Por qué es incorrecto? Término Correcto

Hace ver y percibir a la persona como total y absolutamente


Discapacitado/a incapaz para todo. En cambio, una persona con discapacidad
tiene limitaciones para realizar algún tipo de actividades.

Inválido Este término expresa una disminución o ausencia de valor en


Minusválido la persona.

Expresión ambigua que puede aplicarse a todas las personas Persona con discapacidad
Personas con capacidades del mundo. Todos y todas tenemos capacidades diferentes. Al
diferentes ser tan vaga y general, invisibilidad y mantiene en la
indefinición a las PCD.

Centra la atención en la característica negativa, deficiente o


Lisiado, tullido, deficiente,
no funcional de una persona. Lo anterior le otorga una carga
defectuoso, etc.
peyorativa a esta expresión.

Persona ciega, sorda, muda, con


Infantiliza a las PCD y las victimiza. Este tipo de expresiones
Cieguito, sordito, mudito, discapacidad motriz, auditiva o
puede revelar que la discapacidad es algo malo y vergonzoso
cojito, chuequito, etc. visual; débil visual, ciego o
que debe suavizarse con diminutivos.
sordo.

Persona con síndrome de Down,


Mongol, mongolito, loco, Centra la atención en características que han sido devaluadas Persona con discapacidad
tontito, retrasado. y estigmatizadas por la sociedad. intelectual, Persona con
discapacidad psicosocial.

TEMA 2: INCLUSIÓN IGUALDAD Y NO DISCRIMINACIÓN

2.1 ¿Qué se entiende por discriminación?

La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (LFPED), promulgada el 9 de junio del 2003, reglamenta la
cláusula constitucional contra la discriminación. De acuerdo con esta ley:

“Se entenderá por discriminación toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional,
sexo, edad, discapacidad, talla pequeña, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua,
religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el
reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”

La discriminación es una limitación injusta de las libertades y derechos fundamentales de las personas que anula la
autonomía y aumenta la desigualdad (Rodríguez; 2011: p. 183).

Analicemos:

1. Es una limitación injusta porque está basada en situaciones (nacionalidad, edad, condición social, género, etc.) y
rasgos (moreno, bello, feo, tener alguna discapacidad, etc.) de los cuales la persona no es responsable o bien, no
justifican la negación de un derecho. La gran mayoría de las veces, se trata de una característica que la sociedad
entiende como desventaja y que coloca a las personas en una situación de discriminación.

 Nadie es responsable de nacer hombre o mujer, en una familia indígena o de clase media, de tener una
discapacidad física o intelectual, de tener 15 o 38 años, de tener tez morena o blanca, etc.
2. Limita las libertades y derechos fundamentales: En el caso de las personas con discapacidad, uno de los derechos más
restringidos es el derecho a vivir de una forma independiente y a ser incluido en la comunidad (CDPC; 2006: Art 19). La
restricción de este derecho se puede advertir de múltiples maneras:

 Ausencia de semáforos con sonido para ciegos.


 Ausencia de señalamientos públicos en braille.
 Ausencia de intérpretes de Lengua de Señas Mexicana en programas de televisión.
 Automóviles estacionados en las rampas de las banquetas.
 Ausencia de páginas web accesibles en México y en otros países.
 Ausencia de rampas en una gran cantidad de edificios que brindan servicios a la ciudadanía: Registro civil,
delegaciones, oficinas de pasaportes, deportivos, escuelas, juzgados, transporte público, etc.
 Escasez de oportunidades laborales.
 Ausencia de escuelas incluyentes.

Es importante señalar que todo acto de discriminación tiene como consecuencia la negación o restricción de libertades o
derechos; si esta condición no se cumple, se puede decir que no existe una conducta discriminatoria, por ejemplo:

 Si no te invitan a una fiesta de cumpleaños porque tienes alguna discapacidad, no te están discriminando, pues las
personas tienen la opción de decidir a quiénes invitar a sus fiestas y a quiénes no.
 Un empleador abre una convocatoria para un puesto de abogado/a; entre los aspirantes se encuentra una persona
ciega que no tiene la licenciatura en derecho; el empleador decide contratar al aspirante que tienen la licenciatura y
no a la persona ciega. El empleador no está discriminando al candidato ciego porque la negativa de su contratación
no obedeció a su discapacidad, sino a su falta de conocimiento y de licencia que el puesto requiere.

3. Anula la autonomía y aumenta las desigualdades. La autonomía de una persona implica su capacidad de autogobierno
y decisión sobre aspectos fundamentales de su vida. La discriminación anula la autonomía de las personas al imponer un
solo modelo de vida a seguir, para garantizar el acceso a derechos, libertades y bienes. Culturalmente, en nuestro país,
se perciben como características positivas y buenas: ser heterosexual, católico, “con apariencia europea”, sin
discapacidad, de clase media o alta, etc.; todo aquel que no cumpla con estos requisitos verá reducido y limitado su
acceso a derechos, es decir, que se pone de manifiesto que el acceso a los derechos y libertades más fundamentales no
se da de la misma manera para una persona ciega que para una que puede ver, para una persona heterosexual que para
una persona homosexual, para una persona de 35 años que para una de 78, etc.

En la Encuesta Nacional sobre la Discriminación en México 2010 podemos encontrar que de cada 100 personas con
discapacidad, 95 viven con su familia, 64 colaboran en las tareas de la casa, 32 tienen un trabajo que realizan dentro de
su domicilio y 46 asisten o asistieron a la escuela. Además de esto:

Más de la mitad de las personas con discapacidad en el país considera que sus ingresos no son suficientes para cubrir
sus necesidades.

La población con discapacidad considera que el desempleo es el principal problema que las personas con esa condición
enfrentan hoy en día en el país. En segundo lugar opinan que es la discriminación, seguida de las dificultades que
enfrentan para ser autosuficientes.

Cuando se habla de la cultura de un pueblo o sociedad, se hace referencia a bienes materiales, ideas, creencias, valores,
instituciones (canales por donde circula el poder: escuela, familia, gobierno), costumbres (saludar con un beso,
reverencia o con la mano), hábitos, leyes y poder (ya que este también es parte de la cultura) creadas por las personas y
que son trasmitidos de generación en generación. Toda sociedad tiene como base la cultura, y toda cultura se manifiesta
en una sociedad, al ser puesta en práctica por las personas que se interrelacionan. Teniendo esto en mente, varios
factores pueden responder la pregunta ¿Qué lleva a los seres humanos a tratarse como desiguales, inferiores, objetos de
desprecio y de odio?

Una primera respuesta son los prejuicios y su proceso de formación:

Etapa 1: En primer lugar se genera una supuesta comprobación de una diferencia que distingue a un nosotros/as de
los/as otros/as y que está basada en un rasgo físico y cultural, ejemplo:

 Nosotros/as hablamos español, ellos/as lengua de señas mexicana.


 Nosotros/as nos movemos con silla de ruedas, ellos/ellas con las piernas.
 Nosotras/os escuchamos, ellos/as no.
 Nosotras/os leemos con los ojos, ellos/as con las manos.

Etapa 2: Posteriormente en esta nueva etapa se genera un sistema de evaluación positiva de un rasgo considerado
como “superior” y la consecuente consideración de que es un rasgo esencial y valioso para ser una persona
supuestamente “verdadera y superior”. Esta fase también implica la evaluación negativa de quienes carecen de él (son
“inferiores”).

 Las personas que vemos y escuchamos somos mejores, quienes no pueden ver o escuchar son inferiores.

En esta etapa la diferencia normaliza conductas donde comienzan a existir jerarquías como una forma de interpretar la
diversidad humana.

Etapa 3: El juicio de inferioridad-superioridad se transforma en legitimación del derecho de los “superiores” a dominar,
anular, ignorar, utilizar y maltratar a los/las pretendidamente inferiores. El supuesto de que hay “gente superior e
inferior” promueve la justificación de acciones discriminatorias. En esta etapa se van estableciendo los parámetros de lo
que se considera “normal” y por tanto, bueno y deseable.

El prejuicio, estigma o estereotipo se convierten en elementos que identifican a las personas y les otorga una identidad
colectiva como “superiores o inferiores”, sin embargo, este tipo de posturas no pueden o podrán pasar la prueba de la
validez lógica y/o científica, es decir, resulta insostenible e indemostrable asegurar que, por ejemplo:

 Ninguna persona con discapacidad motriz puede ser presidenta de un país.


 Ninguna persona sorda puede lograr el mismo desempeño de una que sí puede oír.
 Una maestra sin discapacidad obtiene mejores resultados.

Es este nivel cuando las jerarquías finalmente se normalizan a un grado en el que de manera personal, institución o
estructural se genera la discriminación como un acto “presuntamente necesario” para la defensa de los valores, los
derechos o las vidas de las personas.

Los prejuicios, estereotipos y estigmas resultan muy difíciles de combatir porque éstos dan orden el mundo social,
proporciona certidumbre y sitúan a las personas y acontecimientos en un esquema cultural que da sentido y
orientación, por ejemplo:

Otros ejemplos podrían ser:

 Una persona con discapacidad debe demostrar constantemente que su ceguera, parálisis, sordera, etcétera, no
influyen en sus demás capacidades: ser un buen abogado, una buena psicóloga, un buen educador y/o una buena
administradora. Los prejuicios en su contra los ubican en una situación de dependencia familiar; el único lugar en el
que pueden y deben estar es en sus casas y/o escuelas especiales y bajo un trato paternalista.

En concreto podemos señalar que desde pequeños/as nuestros padres, madres, hermanos/as, amigas/os, diversas
instituciones como los medios de comunicación nos enseñan que hay grupos de personas que podemos tratar mejor o
peor de manera directa o “entre líneas”. Muchas veces, este trato coincide con el nivel socio-económico de la persona,
con la edad, con el aspecto físico, con la pertenencia o no a un grupo religioso, étnico, etc.

Analizando a mayor detalle, nos damos cuenta que estas diferencias de trato también están basadas en relaciones de
dominio y abuso de poder que unos grupos de personas tienen sobre otros, así por ejemplo:

 Las personas pobres aprenden a respetar a las ricas, pero sólo algunas personas ricas aprenden a respetar a las
pobres.
 Los hijos/as aprenden a respetar a su papá y mamá, pero sólo algunos papás y mamás aprenden a respetar a sus
hijos/as.
 Las alumnas/os aprenden a respetar a sus maestros/as, pero no todos las maestras/os aprende a respetar a sus
alumnas/os.

Todos estos tratos diferenciados y relaciones de poder tienen como base y sustento un estereotipo, prejuicio o estigma
hacia el “dominado”, mientras que un trato preferencial, exclusivo o de favoritismo a los “dominadores”. En este
contexto, una persona joven se sitúa socialmente en una condición de desventaja que, en algunos casos, puede orientar
su conducta a la autoexclusión, a la dependencia y al aislamiento social.

TEMA 3: SOCIEDAD INCLUSIVA.

3.1 La inclusión social como meta

Te has preguntado alguna vez…

Cuando hablamos de discapacidad,

¿Sabes cuál es la diferencia entre integración e inclusión?

En el marco de transformaciones que se han experimentado respecto a las formas en que se entiende la discapacidad y
el reconocimiento de las personas con discapacidad como sujetas de derecho y protagonistas de su propio desarrollo, la
transición del concepto de integración al de inclusión marca otro de los cambios radicales.

Integración

El paradigma médico-asistencialista parte del enfoque de la integración, el cual supone que las PCD (Personas Con
Discapacidad) tienen un problema que les impide acceder a las oportunidades y ejercer plenamente sus derechos. Por
ejemplo:

 El problema de una persona sorda es, precisamente, que su limitación para escuchar no le permite comunicarse con
los demás como lo hace una “persona normal”, es decir, mediante el lenguaje oral o escrito.

En consecuencia, es preciso brindar a la persona los apoyos y herramientas necesarias para que desarrolle habilidades
que le permitan integrarse a la sociedad, siguiendo con el ejemplo, para poder desenvolverse prácticamente como una
persona que escucha, desarrollando la lectura de labios, el lenguaje oral y la escritura para poderse comunicarse con el
resto de las personas.

La integración supone entonces que en nuestra sociedad hay personas que se consideran “normales” o “competentes” y
que existen otras que por su condición (discapacidad, edad, origen étnico, preferencia sexual, etc.) no pueden participar
en la sociedad al mismo nivel que las demás y, por tanto, están excluidas, en mayor o menor medida, de las
oportunidades. Por este motivo, debían entonces tratar de ser lo más “normales” que les fuera posible para poder ser
partícipes de la sociedad tal como está organizada.
La exclusión social no se deriva de la condición particular de la persona, sino del orden social que asume una
“normalidad” excluyente de por sí, ya que sólo posibilita el ejercicio de los derechos y el acceso a las oportunidades para
las personas que cumplen con sus estándares y exige esfuerzos extraordinarios para quienes no los cumplen, a fin de
que puedan participar de alguna forma en la sociedad.

De esta forma, las instituciones, la infraestructura, el transporte, la información, los medios de comunicación, la
educación, el empleo, los eventos culturales, entre otras muchas actividades de la vida social, no están pensadas para
que las PCD gocen de ellas de manera independiente. El principal problema radica entonces, no en las limitaciones
estructurales o funcionales que pueda tener una persona; el problema radica en que la sociedad, la cultura, la forma en
que concebimos el mundo no da cabida a las personas con discapacidad.

La integración, por otro parte, procura los medios para que las PCD y otros grupos sociales excluidos del ejercicio de los
derechos y las oportunidades, logren participar en la sociedad tal como es, como lo muestra la siguiente imagen:

En este sentido, sólo las personas que consiguen parecerse más a la población “normal” o desarrollar habilidades
excepcionales de adaptación, son las que consiguen una “integración exitosa”. En el caso de la población con
discapacidad, se han escuchado historias de personas que logran acceder a aspectos tan fundamentales como la
educación, el trabajo o el deporte, porque han generado recursos personales que les permiten interactuar y
posicionarse en el marco social imperante. Por ejemplo:

 Personas en sillas de ruedas que aprenden a subir y bajar escaleras por sí mismas, para sortear la falta de rampas y
transitar libremente por los espacios a los que todo el mundo debería tener acceso.

La pregunta es: ¿Qué pasa en la sociedad que las PCD tienen que realizar cosas “heroicas” para conseguir lo que a
cualquier persona le corresponde por derecho?

Inclusión

El nuevo paradigma de Derechos Humanos de la discapacidad parte de un enfoque totalmente diferente: la inclusión.
Significa partir del hecho innegable de que las personas podemos tener condiciones diferentes como el género, la edad,
la discapacidad, el origen étnico, la preferencia sexual, el estado de salud, la situación económica o cualquier otra, sin
que ello tenga que ser un impedimento para que nos sean garantizados el ejercicio de los derechos y el acceso a las
oportunidades en condiciones de igualdad.

Es por ello que la inclusión consiste en transformar el entorno social: la cultura, las instituciones, los procesos, la
infraestructura, los servicios, las formas de comunicarnos, los mecanismos para acceder a la información, las calles, los
señalamientos, el marco legal, las alternativas de participación política, los criterios para la selección de personal, la
educación, los instrumentos de impartición de justicia, entre otros muchos aspectos, para poder ser realmente una
sociedad incluyente.

Y cuando hablamos de transformación, nos referimos a realizar las modificaciones necesarias para que todas las
personas podamos gozar de igualdad de condiciones para buscar y obtener un empleo, acceder a la educación, realizar
un deporte, votar, recorrer el camino a casa, decidir por nosotros /as mismos/as, recibir un crédito, disfrutar una obra
de teatro, tener una atención médica con calidad y calidez, conocer información de interés público, etcétera. La mayoría
de las PCD tienen que sortear una infinidad de obstáculos para poder acceder a estas y otras muchas cosas, si es que lo
logran, porque ni siquiera se considera que se tenga derecho a ello. Por ejemplo:

 Cuando una persona o una empresa está planeando su negocio, no piensa que podrá tener entre sus clientes a PCD
que podrán requerir condiciones específicas para usar las instalaciones, o conocer la información sobre el producto
o servicio por medios alternativos de comunicación.

Cuando una institución pública de cualquier nivel de gobierno desarrolla un programa dirigido a la “toda la población”,
generalmente no considera que potencialmente pueda haber PCD que quieran acceder a sus beneficios, ocasionando
que se encuentren limitadas si se prevén requisitos que les son imposibles de cumplir, o simplemente porque la forma
en que se difunde no es clara y accesible para ellas. Incluso, se llega a considerar que las PCD sólo pueden ser sujetas de
asistencia social, de caridad, curiosidad, miedo, compasión o lástima.
La inclusión plantea un escenario totalmente distinto en el que todas y todos tienen mucho que hacer para cambiar sus
concepciones, sus actitudes, su forma de ver y tratar a las PCD desde los diferentes ámbitos en los cuales se
desenvuelven (la familia, la escuela, el trabajo, etc.) con miras a erradicar esa idea de “normalidad” que las lleva a la
exclusión y comenzar a construir una sociedad en la que todas las personas sean sujetas de los mismos derechos.

En la siguiente imagen se muestra que desde el enfoque de la inclusión:

La sociedad no permanece inmutable ante las exclusiones, sino que modifica los límites establecidos para poder
incorporar a todas las personas. Es por ello que en lugar de hacer que las personas diversas se metan al rectángulo que
representa la sociedad, el rectángulo modifica sus líneas y, sin importar que cambie su figura, amplía sus límites para
darles cabida.

3.2 Toma de conciencia

Un elemento fundamental para lograr la inclusión es lo que el artículo 8 de la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad (CDPCD) llama toma de conciencia. Esto implica propiciar un cambio de cultura en el cual se
eliminen los prejuicios, las actitudes negativas y los estereotipos asociados a las PCD que contribuyen a conductas
discriminatorias, asistencialistas y/o paternalistas.

Como se explicó en la unidad II, los prejuicios y/o estereotipos nos llevan a pensar automáticamente que las personas
con discapacidad son menos capaces que el común de la población, sufren por su condición, deben ser protegidas, no
pueden valerse por sí mismas, no podrán tener un desarrollo profesional o laboral, son personas enfermas, están
condenadas a la indigencia, la caridad o la explotación, entre otras concepciones profundamente arraigadas en la
cultura. Por eso, uno de los obstáculos más difíciles de derribar para la plena inclusión de las PCD en todas las esferas de
la vida social, son las barreras culturales y de actitudes.

En virtud de ello, la creación de un entorno favorable, la sensibilización y toma de conciencia respecto a las capacidades,
la dignidad y los derechos de las PCD constituyen un proceso urgente e irrenunciable para convertirse en una sociedad
incluyente. Para ir avanzando en ello, se requiere comenzar por entender la discapacidad como una condición de vida
que alimenta la diversidad social y asumir la necesidad de adecuar el mundo para que dé cabida a las necesidades y
características de las PCD.

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece que los Estados (entendidos como
gobierno y sociedad) deben tomar medidas tales como: campañas efectivas de sensibilización pública; fomentar una
actitud de respeto de los derechos de las PCD en todos los niveles del sistema educativo, así como en el ámbito laboral;
alentar a todos los órganos de los medios de comunicación para difundir una imagen de las PCD congruente con este
instrumento del derecho internacional; y promover programas de formación sobre sensibilización en la materia.

El artículo 8 de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece:

- La sensibilización de la sociedad, incluyendo las familias, para que tomen conciencia sobre las PCD, respetando sus
derechos y dignidad.

- La erradicación de los estereotipos, prejuicios y prácticas nocivas en torno a las PCD en cualquier ámbito de la vida.

- La toma de conciencia sobre las capacidades, aportaciones, méritos y habilidades de este sector de la población.

Si no se transforma la cultura para que sea receptiva a la diversidad, si no se toma conciencia sobre la importancia del
respeto a los Derechos Humanos y a los principios fundamentales de la igualdad y la inclusión, difícilmente se podrá
consolidar sociedades democráticas y justas.
3.3 Autonomía e independencia

Durante mucho tiempo se ha pensado que las PCD no son capaces de valerse por sí mismas ni de tomar decisiones sobre
su vida y su persona, lo cual ha implicado la restricción de sus libertades, de sus oportunidades de desarrollo y el
menoscabo de su autonomía.

Esto se ha traducido en sobreprotección, aislamiento de las PCD de la vida social, restricciones para su acceso a la
educación, al empleo, a la cultura, mismas que han sido motivadas por un afán de sobreprotección o simplemente por
considerarse que las PCD no pueden desarrollar estas actividades “hechas para las personas normales”.

De igual modo, los juicios de interdicción y la figura de la tutela han despojado a las PCD, particularmente intelectual, de
su personalidad jurídica, asumiendo que son incapaces de tomar decisiones y, por lo tanto, requieren que una tercera
persona les proteja y administre sus bienes.

Ante este escenario, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece como parte de sus
principios generales, el respeto de la dignidad inherente, la autonomía individual, incluida la libertad de tomar las
propias decisiones, y la independencia de las personas; así como su participación e inclusión plenas y efectivas en la
sociedad (CDPCD, Art. 3). En este sentido, los Estados (gobierno y sociedad), están obligados a:

- Asegurar que las personas con discapacidad disfruten del derecho a la libertad y la seguridad, en igualdad de
condiciones con el resto de las demás (CDPCD, Art. 14);

- Reconocer el derecho de las personas con discapacidad a la libertad de desplazamiento, así como a la libertad para
elegir su residencia y a una nacionalidad (CDPCD, Art. 14);

- Garantizar que las personas con discapacidad vivan en comunidad, teniendo la oportunidad de elegir su lugar de
residencia, dónde y con quién vivir, sin que sean obligadas a vivir con arreglo a un sistema de vida específico, contando
con los servicios de apoyo y asistencia que les sean precisos para ello, así como con el acceso a las instalaciones y
servicios comunitarios (CDPCD, Art. 19);

- Asegurar que las personas con discapacidad gocen de movilidad personal con la mayor independencia posible (CDPCD,
Art. 20).

- De igual forma, las personas con discapacidad tienen derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica y podrán
ejercer su capacidad jurídica con las salvaguardias que sean precisas para evitar que se cometan abusos y garantizar que
se respeten sus derechos, voluntad y preferencias (CDPCD, Art. 12).

Procurar la autonomía y la independencia de las PCD es parte del avance hacia una sociedad incluyente que se apoye en
la erradicación paulatina de una imagen de las PCD como personas indefensas y dependientes. Con los apoyos
adecuados y las garantías de igualdad y no discriminación, este sector de la sociedad dispone de las condiciones para ser
productiva, tomar sus decisiones autónomas y desarrollar una vida personal independiente.

3.4 Ajustes razonables

Las dimensiones del reto que implica alcanzar la inclusión son enormes. Por ello, la propia CDPCD habla de ajustes
razonables, entendiendo con ello “las modificaciones y adaptaciones necesarias y adecuadas que no impongan una
carga desproporcionada o indebida, cuando se requieran en un caso particular, para garantizar a las PCD el goce o
ejercicio, en igualdad de condiciones con las demás, de todos los Derechos Humanos y libertades fundamentales.”
(CDPCD, Art. 2)

Los ajustes razonables tienen entonces una doble dimensión: por una parte señalan la obligación de realizar todas las
modificaciones o adaptaciones que se requieran para garantizar a las PCD el ejercicio de todos los Derechos Humanos y
las libertades fundamentales, en condiciones de igualdad; por la otra, asume que las transformaciones pueden ser
progresivas, de acuerdo con los recursos disponibles.

De esta forma se reconoce que en la sociedad existen obstáculos de diversa naturaleza que restringen a las PCD, por lo
cual es imperativo modificar esos aspectos de la vida social para asegurar su inclusión. Se reconoce también dentro de
esta obligación la gradualidad, de manera que no implique para los gobiernos, los particulares y las sociedades en su
conjunto una carga desproporcionada.
Existen modificaciones o adaptaciones sencillas o de bajo costo que pueden significar avances importantes para la plena
participación de las PCD. Por ejemplo:

 Reservar lugares de estacionamiento específicos para personas con discapacidad y respetarlos;

 Permitir a las personas ciegas o débiles visuales la entrada con sus perros guía en hoteles, transportes y otros
espacios públicos o privados;

 Utilizar la interpretación de lengua de señas mexicana para difundir la información de interés público (noticias,
informes sobre contingencias sanitarias o desastres naturales);

 Realizar eventos públicos, culturales o deportivos en espacios accesibles para que puedan acudir las personas con
discapacidad;

 Hacer publicaciones de fácil lectura y comprensión para las personas con discapacidad intelectual;

 Instrumentar un servicio de taxi a domicilio para personas con discapacidad a través de personal capacitado y
sensible.

Acciones como éstas pueden contribuir a que las personas con alguna limitación física, sensorial, intelectual o mental
puedan acceder cada vez más a los espacios, la información y la participación en la vida social.

3.5 Accesibilidad y diseño universal

La accesibilidad está asociada con la eliminación de las barreras físicas, con la posibilidad de que todas las personas,
puedan ingresar, transitar y permanecer en un lugar de forma confortable, autónoma y segura, lo cual incluye no sólo
los espacios públicos o privados, sino el transporte y las vías públicas; pero también que tengan las condiciones para
poder acceder a la información por los medios que les sean más propicios, así como a las tecnologías de las
comunicaciones y la información (CDPCD, Art. 9).

Garantizar este derecho es central; como se mencionó anteriormente, las PCD estuvieron confinadas en sus hogares, en
instituciones de salud o centros de asistencia, sin poder vivir en comunidad, desplazarse, expresarse y comunicarse de
manera libre e independiente. Por tanto, la accesibilidad es un derecho que puede abrir las puertas para el disfrute de
otros derechos y de la propia inclusión social.

Piensa por un momento en las dificultades que puede enfrentar una persona ciega para ubicar los sanitarios y hacer uso
de ellos de manera independiente si se encuentra en un lugar donde no existen señalizaciones en Braille o guías táctiles.
De igual forma, imagina a una persona sorda que tiene una entrevista de trabajo y que, a pesar de contar con las
competencias laborales, no disponga de la interpretación de lengua de señas mexicana. Finalmente, imagina una
persona que usa silla de ruedas y quiere interponer una denuncia en una oficina del ministerio público que se encuentra
en un tercer piso y no cuenta con elevador.

De esta manera se puede ver que la accesibilidad es un derecho que al verse violentado genera un efecto en cadena que
impide el ejercicio de otros derechos como la justicia, el empleo, la educación, la cultura o el deporte y en general para
el respeto a la dignidad de las PCD.

No se trata de ayudar a una persona ciega a cruzar una calle, a falta de un semáforo auditivo; de cargar a una persona
con discapacidad física para subir las escaleras a falta de rampa o elevador; de excluir a una persona sorda de una obra
de teatro por no disponer de interpretación de lengua de señas; o de menospreciar a una persona con discapacidad
intelectual porque “no entiende” una instrucción que no ha sido diseñada en un formato de fácil lectura y comprensión.

El objetivo de la accesibilidad es, como se decía en un principio, contar con las condiciones que permitan a una PCD
realizar éstas y otras actividades por sí misma, en condiciones cómodas, seguras y dignas.

Por su parte, el diseño universal se refiere al “diseño de productos, entornos, programas y servicios que puedan utilizar
todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de adaptación ni diseño especializado. El ‘diseño
universal´ no excluirá las ayudas técnicas para grupos particulares de PCD, cuando se necesiten.”(CDPCD Art. 2)
Este concepto se posiciona en una vertiente más de las transformaciones que es preciso promover hasta llegar a un
punto en que los espacios, los productos, servicios, programas y procesos, desde su origen, sean útiles y funcionales
para cualquier persona, con o sin discapacidad. En este sentido, el diseño universal es un elemento más que permitirá
reducir las exclusiones e incluso evitar en lo posible la existencia de entornos o productos específicos para PCD,
contando en cambio con un mundo hecho en lo esencial para todas las personas.

Actualmente, la mayoría de los espacios, productos y servicios no están concebidos con los criterios del diseño universal,
por lo cual es preciso ir realizando adaptaciones con el objeto de incrementar su accesibilidad para que puedan ser
usados por las PCD, así como por las personas adultas mayores o cualquier otra que se vea limitada estructural o
funcional de manera temporal por alguna enfermedad, accidente o cualquier otra circunstancia.

No obstante, en la medida en que se introduzca este tipo de diseño en las nuevas construcciones públicas y privadas, así
como en los productos, los servicios, los sistemas de información y los medios de comunicación, el grado de
accesibilidad de nuestro entorno será mucho mayor y nuestra sociedad más incluyente.

Ejemplos del diseño universal son:

 El diseño de lavabos para los baños con mecanismos sencillos que permitan sin mucho esfuerzo hacer uso del agua
corriente, como aquellos en los que sólo es necesario colocar las manos debajo de la llave para que el sensor active
la caída del agua.
 La instalación de alarmas que no sólo sean sonoras, sino luminosas, para que las personas con limitaciones
auditivas puedan saber de posibles peligros.
 La consideración en casas, edificios, centros comerciales y cualquier otro espacio público o privado de puertas,
pasillos o entradas con la suficiente amplitud para permitir el acceso y tránsito de personas que usen sillas de
ruedas, andaderas, o cualquier otro auxiliar.
 El desarrollo de páginas web que no se basen sólo en imágenes para su navegación, sino que contengan texto
asociado a las imágenes, la posibilidad de aumentar la letra, alto contraste entre el fondo y las letras, así como una
programación adecuada para que una persona ciega pueda navegar por ellas con la ayuda de un lector de pantalla
o para facilitar su lectura y navegación por parte de una persona débil visual.

En conclusión, la sociedad incluyente a la que aspiramos es aquella que tiene como fundamento la diversidad y adopta
todas las medidas necesarias para propiciar que todas las personas accedan a los derechos, las libertades y las
oportunidades de manera independiente y en condiciones de igualdad; es aquella que promueve una cultura de
reconocimiento a las capacidades y dignidad de las personas con discapacidad, y realiza modificaciones en cada esfera
de la vida social para garantizar su plena participación.

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