Nacionalismo, Patriotismo y Cuarta T
Nacionalismo, Patriotismo y Cuarta T
Nacionalismo, Patriotismo y Cuarta T
patriotismo y cuarta
transformación*
* Ensayo.
Tla-Melaua, Revista de Ciencias Sociales. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México / e-issn: 2594-0716 / Nueva Época,
año 13, núm. 46, abril-septiembre 2019, pp. 266-288.
1
Profesor investigador en el Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, México. ([email protected]) orcid.org/0000-0001-6565-7175
2
Agulhon, Maurice, Historia Vagabunda, México, Instituto Mora, 1994.
3
Pollak, Michael, Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite, Argentina,
Ediciones Al Margen, 2006.
4
Morales Moreno, Luis Gerardo, Tendencias de la Museología en América Latina, México, inah - Encrym, 2015,
p. 127.
5
Pollock, John, “The Origins of Study of the Past: A Comparative Approach”, Comparative Studies in Society
and History, núm. 4, pp. 209-246.
6
Guerra, François-Xavier, Los espacios públicos en Iberoamérica: Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix, México,
Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 6.
7
Campos, Marco Antonio, “La Academia de Letrán”, Literatura Mexicana, México, unam, 1997, p. 572.
8
En este contexto de efervescencia de la opinión pública en México, véase a Vicente Rocafuerte, Ideas
necesarias a todo pueblo americano independiente, que quiera ser libre. Editado en Puebla desde 1823, y mi ensayo
“Tolerancia y Libertad de cultos en México. Historia de la doctrina constitucional de los derechos humanos
fundamentales en México”, en Rafael Estrada y Pablo Hernández (eds.), Historia Jurídica. Estudios en Honor
al Profesor Francisco de Icaza, México, Tirant lo Blanch, 2013, pp. 433-455.
9
Otero, Mariano, “Consideraciones sobre la situación política y social de la república mexicana en el año
1847”, en Mariano Otero, Obras, vol. 1, México, Porrúa, 1995, p. 102.
10
Florescano, Enrique, La bandera mexicana: breve historia de su formación y simbolismo, México, Fondo de Cultura
Económica, 2014, p. 120.
A pesar de varios intentos, fue hasta la segunda mitad del siglo xix cuando
se consolidó la iniciativa para crear un himno. En 1849, Henri Hers sugirió
la idea de hacer una convocatoria con tal objeto, aprovechando el despertar
del sentimiento patriótico con la invasión. El premio se otorgó a Andrés
Davis y al mismo Hers, quien compuso la música, pero curiosamente no
llegó a imponerse de manera oficial. Fue en el último gobierno de Santa
Anna cuando se realizó una nueva convocatoria, el 12 de noviembre de 1853:
“deseando [...] que haya un canto verdaderamente patriótico, que adoptado
por el Supremo Gobierno sea constantemente el Himno Nacional”.11 El 3 de
febrero de 1854 se declaró el nombre de los ganadores, Francisco González
Bocanegra y Jaime Nunó. De todas las iniciativas realizadas en el régimen
de Santa Anna, el himno nacional fue lo único que se salvó de ser relegado
por la historia patria y, con el trascurrir de los años, se consolidó como uno de
los símbolos patrios de nuestro país. ¡Ironías de la primera transformación!
11
Vázquez de Knauth, Josefina, Nacionalismo y educación en México, México, El Colegio de México, 1970, p. 35.
12
Ya Will Fowler y Humberto Morales habían señalado la ambigüedad de la dicotomía falsa entre liberales
y conservadores en el México del siglo xix en Fowler, Will y Morales, Humberto, El conservadurismo mexicano
en el siglo xix (1810-1910), Puebla, buap, 1999.
dio paso a una narración que exaltaba a los vencedores en su lucha por la
defensa de la legalidad, el constitucionalismo y, sobre todo, como los hijos
predilectos de la nación.
Para este fin, Ignacio Manuel Altamirano explicaba su inclinación por
“lograr en el espíritu popular la afirmación de una conciencia y un orgullo
nacional”13 a través de la literatura, la educación y el cultivo a las lenguas
indígenas. Consideró indispensable lograr que las letras se convirtieran en un
elemento de integración. Esta idea se vio plasmada en las principales novelas
de Altamirano: Clemencia (1868), Julia (1870) y La Navidad en las montañas (1871),
que actualmente son consideradas como pilares de la narrativa mexicana.
No menos importante fue la producción literaria de Vicente Riva Palacio,
por ejemplo, en Monja y casada, virgen y mártir, pues acude al pasado colonial
con el fin de borrar del imaginario popular las simpatías y los lazos que aún
se guardaban con el virreinato.
Pero los libros de historia tuvieron un papel fundamental en la búsqueda
de un relato unificador. En ese sentido, resulta representativo el texto de
Miguel Galindo y Galindo, La gran década nacional, 1857-1867 (1904), donde se
pueden ubicar dos ideas centrales. La primera, es demostrar cómo la guerra
de Reforma cambió radicalmente el modo de ser de la nación y emancipó
a México de la tutela que ejercía el clero. La segunda idea fue exponer las
acciones del gobierno liberal para conducir a la auténtica independencia del
país, liberándose del invasor francés. Así, propone que México pudo “entrar
desde luego al goce de los derechos y prerrogativas inherentes a todo pueblo
culto y civilizado”.14
El texto liberal más importante fue México a través de los siglos, en el cual se
fusionan la doctrina liberal sistematizada, el liberalismo como sinónimo de
nacionalismo, una escritura romántica, una historia concebida como maes-
tra de los tiempos y la legitimación del régimen. Dirigida por Vicente Riva
Palacio, estuvo compuesta de cinco volúmenes en los que colaboraron Juan
de Dios Arias, Alfredo Chavero, Julio Zárate y José María Vigil.
El valor de México a través de los siglos fue crear un relato coherente que dotó de
unidad a tres pasados hasta entonces irreconciliables: la época prehispánica, el
pasado colonial y la era republicana; concluía en el “próspero presente porfirista”.
Además, mostró a la historia mexicana como un proceso tan antiguo como el
de las viejas naciones de Europa. De este modo, el relato histórico “sembró
en el imaginario colectivo la idea de que los mexicanos estaban ligados a un
proyecto histórico cuyos orígenes se hundían en los tiempos más antiguos, y la
convicción de que, a pesar de sus notorias diferencias, formaban parte de una
Galindo y Galindo, Miguel, La gran década nacional, 1857-1867, México, Instituto Nacional de Estudios
14
15
Florescano, Enrique, Etnia, estado y nación: ensayo sobre las identidades colectivas en México, México, Taurus,
2001, p. 440.
16
Florescano, Enrique, Memoria Mexicana, México, Taurus, 2008, p. 563.
17
Tenorio-Trillo, Mauricio, Artilugio de la nación moderna: México en las exposiciones universales, 1880-1930, México,
Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 65.
18
Ortega y Medina, Juan, Polémicas y ensayos mexicanos en torno a la historia, México, unam, 2001, p. 311.
Pérez Vejo, Tomás, “Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes”, Historia y Grafía,
19
En el alba del siglo xx, el nacionalismo cultural se tejió con los hilos de
conceptos darwinianos de “atavismo” —cruce de variedades de una especie
en busca de reproducir el tipo específico ancestral; la de dos especies de un
género, el tipo genérico— y “correlación”. Desde autores como Ernst Renan
hasta Joseph de Maistre, y obras como las del boliviano Alcides Arguedas,
Pueblo enfermo (1909) o Enfermedades sociales (1905), del argentino Manuel Ugarte,
sustentaban “científicamente” sus teorías sobre el mestizaje.
Los estudios de Cesare Lombroso sobre etnología criminal y el Ensayo de
psicología social (1903), de Antonio Bunge, alimentaron el espíritu de Ricado
García Granados en México. Ello marcó la pauta discursiva de la primera
mitad del siglo xx en la región: el estudio de casos clínicos de la cultura,
la medicalización del saber social, la sociedad como organismo funcional
susceptible de patologías y tratamientos antidegenerativos. Con afán de un
espíritu de regeneración, la inmigración o la educación eran las propedéuticas
más socorridas por los intelectuales para sanear el cuerpo social y purificar
su verdadera esencia.20
La patria se encontraba en disputa, mientras sucedían el centenario del
natalicio de Juárez en 1906 y las suntuosas celebraciones previstas para el de
la Independencia. Entre tanto, las élites se hallaban en autopoiesis optimistas
sazonadas con el higienismo urbanista de Oswald Spengler. Así, en medio de
fisuras sociales, operó un cambio sustantivo en los discursos identitarios.21 De
la repulsa contra los resquicios de lo indio y su vindicación como elemento
figurativo del romanticismo decimonónico, se pasó a la terapéutica del mes-
tizaje y el fervoroso indigenismo posrevolucionario.
Por ejemplo, en 1921, Gerardo Murillo publicó un libro ricamente ilus-
trado con fotografías y pinturas, intitulado Artes populares en México. Este fue
el primer rescate de esa tradición, hasta ese momento poco valorada como
engranaje de la maquinaria nacionalista. Entre las décadas de 1920 y 1930,
se registra lo que Florescano llama “una explosión de tradiciones populares
que proponen canciones, bailes y atuendos como espejo de lo típicamente
20
Spíndola Zago, Octavio, Chipilo, entre la tierra y la sangre. Aproximaciones transmodernas al fascismo como fenómeno
transnacional y su recepción en la memoria de los chipileños, Tesis de licenciatura en Historia, México, buap, 2018.
21
Esto se puede observar claramente en la polémica entre Francisco Bulnes y Porfirio Parra, Ricardo García
Granados junto con Andrés Molina Enríquez.
22
Florescano, Enrique, Imágenes de la Patria a través de los siglos, México, Taurus, 2006, pp. 316 y ss.
23
Con José Vasconcelos llegaron a la Secretaría de Educación Pública pintores (Jean Charlot, Xavier
Guerrero, Fernando Leal, Ramón Alva de la Canal, Roberto Montenegro, Jorge Enciso, José Clemente
Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Fermín Revueltas, Carlos Mérida, Adolfo y Fernando Best
Maugard, Gabriel Fernández Ledesma, Manuel Rodríguez Galván), escultores (Ignacio Asúnculo), músicos
(Julián Carrillo, Joaquín Beristáin) y una pléyade de profesionistas que se avocaron a la confección del
nacionalismo cultural posrevolucionario (Eduardo Villaseñor, Ezequiel Chávez, Roberto Medellín, Eulalia
Guzmán, Agustín Loera y Chávez, Federico Méndez Rivas, Miguel Othón de Mendizábal), por mencionar
algunos. Véase Florescano, Enrique, Imágenes de la Patria a través de los siglos, México, Taurus, 2006, p. 311.
24
Funes, Patricia, Las ideas políticas en América Latina, México, Colmex, 2014, p. 102.
25
Morales, Humberto y Spíndola, Octavio, “Mariano Otero y la Soberanía Nacional: 1842-1850”, en Luis
Efrén Ríos Vega e Irene Spigno (dirs.), Mariano Otero, el diplomático: dos lecturas del derecho a la asistencia consular,
México, Universidad Autónoma de Coahuila - Tirant Lo Blanch, pp. 57-76.
Véase también el papel de la figura del general Zaragoza como arquetipo fundador del nuevo patriotismo
mexicano después de la “Gran Década Nacional” en Morales Moreno, Humberto y Castrillo, Fernando,
“Zaragoza y el nacimiento de la identidad nacional”, en Patricia Galeana (coord.), El Imperio Napoléonico y
la Monarquía en México, Siglo xxi, México, 2012.
26
Pani, Erika, “Cosas del siglo pasado”, en María Luna Argudín y María José Rhi Sausi (coords.), Repensar
el siglo xix, México, uam - fce, 2015, p. 35.
27
Mijangos y González, Pablo, “Tres momentos en la historiografía sobre el conflicto religioso de la Reforma”,
en María Luna Argudín y María José Rhi Sausi (coords.), Repensar el siglo xix, México, uam - fce, 2015, p. 66.
28
Spíndola Zago, Octavio, “Derechos políticos, hegemonía y la arquitectura del constitucionalismo mexi-
cano desde 1917”, inédito, 2018. Este texto se puede leer acompañado por lo que E. P. Thompson llamó
“economía moral de las multitudes” junto con lo “político en lo local” que Peter Guardino describe. El
nacionalismo jurídico declarado por el pnr cambió con la incorporación del principio de convencionalidad
en la Constitución en 2011, como consecuencia de los efectos derivados de las sentencias que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos dictó a México, ¿por antecedentes de la nueva república?
29
Carmona Dávila, Doralicia, “México 2013. Los vuelcos de la historia. Del nacionalismo revolucionario
al neoliberalismo”, Valenciana, vol. 7, núm. 13, 2014, p. 236.
30
Véase “El historiador en la historia. Entrevista a Juan Carlos Grosso, historiador argentino en la
Universidad Autónoma de Puebla. Realizada en abril de 1979 por Humberto Morales Moreno, Alfonso
Basaldua y Alejandro Marcovich, (Estudio crítico de Octavio Spíndola Zago) Buenos Aires, iis - Universidad
de Tandil, (en prensa) 2019.
31
Giménez, Gilberto, Identidades sociales, México, Conaculta, 2009, p. 117.
32
De la Peña, Guillermo, “Los estudios regionales y la antropología social en México”, Relaciones, núm. 8,
1981, pp. 43-93.
33
Santos Ruiz, Ana, Los hijos de los dioses. El Grupo Filosófico Hiperión y la filosofía de lo mexicano, México, Bonillas,
Artigas, 2015.
34
Morales Moreno, Luis Gerardo, “Museológicas. Problemas y vertientes de investigación en México”,
Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. 27, núm. 111.
35
No obstante, con Sergei Eisenstein, Fernando de Fuentes, Salvador Toscano, Arcady Boytler, Gabriel
Figueroa, Juan Bustillo Oro, Gilberto Martínez Solares, Emilio “El Indio” Fernández y Luis Buñuel,
México ya registraba una producción sensiblemente fructífera en torno a la cotidianidad mexicana y su
cultura popular. Los mexicanos también eran vistos desde la lente de los hermanos Casasola, Hugo Brehme,
Guillermo Kahlo, Manuel Álvarez Bravo, Tina Modotti, Edward Weston, Dolores Álvarez Bravo, Juan
Rulfo e Ignacio López. Véase Pérez Montfort, Ricardo, Expresiones populares y estereotipos culturales en México.
Siglos xix y xx. Diez ensayos, México, ciesas, 2007.