Juan Manuel Burgos El Personalismo Ontológico Moderno PDF

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El personalismo ontológico moderno I.

Arquitectónica
Modern ontological personalism. I.
Theoretical Structure
–––––
JUAN MANUEL BURGOS *

Resumen: El presente texto presenta los rasgos teóricos fundamentales de


una nueva corriente de personalismo denominada personalismo ontológico
moderno. Los autores principales de esta corriente serían Karol Wojtyla, por lo
que respecta a la antropología, y Juan Manuel Burgos, por la teoría del perso-
nalismo. El artículo distingue inicialmente a esta corriente de las otras corrien-
tes personalistas como la comunitaria, la dialógica, la fenomenológica, la an-
gloamericana y la ontológica clásica, la más cercana en algunos aspectos. Por
último, se exponen con cierto detalle sus rasgos principales a través de estos
parámetros: escuela específica de filosofía, centralidad de la persona, concepto
moderno de persona, categorías personalistas, metodología, relación con el
pensamiento moderno y con la metafísica y el personalismo como praxis.
Palabras clave: Personalismo, personalismo ontológico moderno, an-
tropología, Wojtyla, Burgos

Abstract: This text presents the fundamental theoretical features of a new


personalistic philosophy called modern ontological personalism. The principal
authors of this current are Karol Wojtyla, regarding to anthropology, and Juan
Manuel Burgos, regarding to the theory of personalism. The article initially
defines this current in relation to other personalists currents such as the com-
munitarian, dialogical, phenomenological, Anglo-American and classical onto-
logical, the closest in some respects. Finally, its main features are discussed in
some detail through these parameters: specific school of philosophy, centrality
of the person, modern concept of person, personalistic categories, methodolo-
gy, relationship to modern thought and metaphysic and personalism as praxis.
Key words: Personalism, modern ontological personalism, philosophy of
man, person, Wojtyla, Burgos
Recibido: 03-03-2015
Aceptado: 05-04-2015

*  Universidad CEU-San Pablo (Madrid). E-mail: [email protected]

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JUAN MANUEL BURGOS

1. Introducción: una nueva propuesta personalista


Existe un buen número de corrientes en el marco de la filosofía
personalista1. Las principales, dentro del personalismo europeo son el
personalismo comunitario, el personalismo dialógico y el personalismo
ontológico. Además, existe el personalismo angloamericano que se carac-
teriza por su matriz idealista y que, si bien tuvo fuerza, en el comienzo
del siglo XX, sobre todo en Estados Unidos, a diferencia de las corrientes
europeas, decayó, hasta casi desaparecer2.
Todas estas corrientes personalistas comparten muchos rasgos comu-
nes (incluyendo a la corriente idealista), rasgos que he procurado sintetizar
en algunos de mis escritos sobre el personalismo3 pues siempre he sosteni-
do que, si el personalismo quiere sobrevivir como corriente viva en el siglo
XXI debe poseer un marco identitario preciso, que lo identifique y defina
frente al resto de filosofías. Sigo sosteniendo esta postura pero, con el paso
del tiempo, he llegado a la conclusión de que debía trabajar también di-
rectamente en presentar y definir mi propia posición. Por un lado, si bien
esos intentos de sistematización han tenido fruto, por su carácter sintético
corren el peligro de la simplicidad. Además, puesto que esa síntesis se hace
desde una perspectiva concreta, está marcada por mi modo de entender el
personalismo, por lo que no todos los filósofos personalistas se identifican
plenamente con ella. Esto, evidentemente, no es ningún problema grave
ya que lo mismo ocurriría con cualquier intento de explicación sistemá-
tica de las características de una corriente, se trate del existencialismo, la
fenomenología u otra. Siempre habría gente en desacuerdo. En definitiva,
aunque entiendo que la tarea de sistematización del personalismo sigue
siendo válida, si se quiere dar un paso más, y avanzar en la construcción
del personalismo del siglo XXI, los trabajos de síntesis, por generales, re-
sultan insuficientes. Es necesario apostar por una variante específica, con
un entramado teórico lo más concreto posible, único modo de elaborar en
profundidad las nociones ya poseídas y construir nuevas, bien en la an-
tropología personalista, bien en áreas que pueden caer bajo su influencia.
Ahora bien, ninguna de las corrientes principales de personalismo
me parece completamente adecuada para esta tarea. El personalismo co-
munitario, con todo lo que ha aportado al personalismo, está demasiado
ligado a la figura de Mounier, que considero teóricamente bastante ago-

Cfr. J. M. Burgos, Introducción al personalismo, Palabra, Madrid 2012.


1 

Cfr. B. P. Bowne, Personalism, The Riverside Press, Cambridge,1908; B. Gacka, Ameri-


2 

can Personalism, Oficiyna Wydawnicza “Czas”, Lublin 1995; J. O. Bengtsson, The worldview
of personalism. Origins and early development, Oxford University Press, Oxford 2006.
3 
Cfr. J. M. Burgos, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, pp. 155 y ss.

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tada; el personalismo fenomenológico es muy rico, pero su perspectiva


ontológica a veces es débil, lo mismo que le ocurre al personalismo dialó-
gico. Y el personalismo ontológico resulta demasiado clásico, demasiado
ligado al tomismo de modo estructural.
Existe, sin embargo, un autor personalista, Karol Wojtyla, que posee
una filosofía muy interesante, porque: a) tiene orientación ontológica; 2)
es un pensador estructuralmente moderno; 3) es un pensador plenamente
personalista. Karol Wojtyla, en efecto, ha desarrollado una antropología
personalista muy original y potente, sobre todo, a través de su obra prin-
cipal Persona y acción4, en la que ha propuesto una antropología perso-
nalista bastante sistemática resultado de una fusión original de fenome-
nología y pensamiento clásico, fundamentalmente tomismo. Y esta es,
justamente, la perspectiva que me parece más adecuada y potente para
promover un personalismo en el siglo XXI que no sea una mera continua-
ción o repetición de lo dicho en el siglo XX. Por eso, Karol Wojtyla consti-
tuye el principal pensador de referencia de la nueva corriente personalista
que propongo y que he dado en llamar Personalismo Ontológico Moderno
(POM), por razones, que, a la luz de las explicaciones anteriores, se pue-
den vislumbrar, pero que serán tratadas con detalle más adelante.
Ahora bien, Karol Wojtyla no ha desarrollado una teoría del persona-
lismo, sino una antropología. Su principal preocupación teórica fue la
persona, que estudió a fondo desde una perspectiva personalista, pero no
se preocupó de mostrar (por falta de tiempo o interés) cómo su posición
se relacionaba, se enmarcaba o se distinguía de otras corrientes filosófi-
cas y, en particular, de otras corrientes personalistas. Por eso, esta teoría
antropológica debe ser completada con una teoría del personalismo ya
que ambas se necesitan y complementan.
Estas son, por tanto, las premisas en las que se basa la propuesta de
una nueva corriente personalista: a) necesidad de una corriente específica
para potenciar el personalismo en el siglo XXI; b) identificación de esta
corriente con la antropología desarrollada por Karol Wojtyla; c) desarrollo
personal de una teoría personalista que encuadre, enmarque y estructure
esta antropología. El objetivo de este artículo es exponer las características
básicas de esta corriente, comenzando por su estructura teórica5.

4 
Cfr. K. Wojtyla, Persona y acción (2ª ed.), Palabra, Madrid 2014 (ed. de J. M. Burgos
y R. Mora).
5 
Los contenidos antropológicos se desarrollarán en un segundo artículo. Una primera
versión de este artículo se presentó en la 12th International Conference on Persons, Lund
(Sweden), 7-VIII-2013, con el título: A new personalistic proposal: modern ontological per-
sonalism.

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2. El personalismo ontológico moderno en el contexto de otras


corrientes personalistas
Como ya he señalado, a mi juicio, es posible distinguir dentro del
personalismo las siguientes corrientes principales:
A. El personalismo comunitario, que se rige fundamentalmente por los
postulados y actitudes de Emmanuel Mounier y se caracteriza por:
1) dar una gran relevancia a la acción y a la transformación social; 2)
no enfatizar el aspecto estrictamente filosófico y académico del per-
sonalismo; 3) tener a Mounier como principal inspirador ideológico.
B. El personalismo dialógico, que remite principalmente a los filósofos
del diálogo y, por tanto, pone especial énfasis en la interpersonalidad
como elemento clave en la construcción y en la interpretación de
la antropología, y cuyos filósofos más emblemáticos serían Martin
Buber y Lévinas.
C. El personalismo americano, cuya característica principal es su raíz
idealista y cuyo representante principal es Border Parker Bowne6.
D. El personalismo ontológico clásico, que es aquella variante del per-
sonalismo que toma numerosos elementos de la filosofía clásica y,
en particular, del tomismo, si bien los modela con las aportaciones
personalistas. Maritain es, sin duda, el filósofo de referencia.
E. Y, en este marco concreto, es en el que propongo una nueva corriente
personalista con la denominación de personalismo ontológico mo-
derno. Esta variante de personalismo entiende que:
1) La construcción de un personalismo contemporáneo adecuado ne-
cesita la integración de los conceptos clásicos y modernos en una nueva
síntesis que supere a ambas. Este es el punto esencial que distingue al
personalismo ontológico clásico y el personalismo ontológico moderno. El
primero, representado idealmente por Maritain, fue capaz de captar que la
modernidad planteaba temáticas nuevas (subjetividad, yo, radicalidad de
la libertad) que debían ser incorporadas en las estructuras clásicas (o, si
ya estaban, como es el caso de la libertad, insistir con fuerza renovada en
ellas). Pero todo ello manteniendo la estructura tomista clásica, ya que Ma-
ritain siempre se consideró (y así lo manifestó sin ambages) esencialmente
un tomista. Pero para el POM, representado idealmente por Wojtyla, esto

6 
Pertenece a la misma línea el británico Pringle-Pattison, que lideró la corriente del
idealismo personal en Inglaterra, y cuyo texto principal es Hegelianism and Personality
(Williamd Blackwood and sons, Edinburgh and London 1887). Sobre Pringle-Pattison se
puede consultar la voz de R. Allen en http://www.britishpersonalistforum.org.uk/.

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no resulta suficiente. Se deben mantener, ciertamente, algunos aspectos


clave del pensamiento clásico (en particular, la perspectiva ontológica),
pero la formulación específica, en particular en el ámbito antropológico,
está obsoleta, y debe ser abandonada y subsumida en una sistematización
nueva que integre de modo profundo las aportaciones filosóficas de la mo-
dernidad. En otros términos, Wojtyla percibió que era necesaria una nue-
va síntesis antropológica que fundiese la filosofía clásica y la moderna, la
filosofía del ser y de la conciencia, y a ello se dedicó con empeño7. Por ello,
si bien en determinadas ocasiones, la formulación más superficial de al-
gunas cuestiones filosóficas desde estas dos posiciones puede ser cercana,
la estructura profunda es diversa pues apela a conceptos diferentes para
construir la antropología o la ética: sustancia, naturaleza, alma en un caso;
identidad, quién, yo, conciencia, psique, espíritu en el otro.
2) El POM apuesta hoy en día por la prioridad de la formulación téc-
nica del personalismo, punto en el que se distinguiría del personalismo
comunitario que aboga más por una influencia del personalismo a través
de la acción social. Compartiendo plenamente la idea de que la filosofía
debe influir en la sociedad y no debe limitarse a un mero juego académi-
co, so pena de perder su relevancia, el POM entiende que esa influencia,
si quiere ser eficaz, debe realizarse principalmente a través del ámbito
intelectual, que es donde la filosofía posee su punto fuerte8. En otros
términos, en nuestra compleja civilización contemporánea solo una filo-
sofía poderosamente articulada y con autoconciencia de sí misma puede
estar en condiciones de aportar a la sociedad la luz que necesita para la
resolución de sus problemas y que solo la filosofía puede dar. Otro tipo de
planteamientos solo puede conducir, de nuevo, a la pérdida de la “batalla
del concepto”9, algo que, como Ricoeur bien describió, ya le sucedió al
personalismo (entendido básicamente como personalismo comunitario)
en torno a los años 60.
3) Uno de los grandes temas de debate dentro del personalismo con-
temporáneo es la relevancia de la relación en la constitución del sujeto.
Después del emblemático trabajo de Buber, Yo y tú, la interpersonalidad ha

7 
“Este planteamiento del problema, completamente nuevo en relación a la filosofía
tradicional (y por filosofía tradicional se entiende aquí la filosofía pre-cartesiana y sobre
todo la herencia de Aristóteles y, en la tradición del pensamiento católico, la de S. Tomás de
Aquino), me ha impulsado a emprender un intento de reinterpretación de algunas formu-
laciones características de toda aquella filosofía” (K. Wojtyła, Prefacio a la edición angloa-
mericana de Persona y acción, en Persona e atto, LEV, Roma 1982, p. 13).
8 
Cfr. J. M. Burgos, De la ética a la pragmática. Reflexiones sobre el futuro del personalis-
mo, “Persona” 19 (2012), pp. 9-11.
9 
Cfr. P. Ricoeur, Meurt le personnalisme, revient la personne, “Esprit” (1983), en P. Ri-
coeur, Amor y justicia, Caparrós, Madrid 1993, pp. 95-103.

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entrado en el pensamiento moderno –y, en particular, en el personalismo–


como uno de los rasgos centrales e insustituibles de la comprensión de la
persona. El yo-ello, prevalente en la filosofía occidental durante centurias,
fue sustituido por el yo-tú como elemento configurador de la identidad
personal. Los hombres nos construimos no en relación a los objetos, sino
en relación y dependencia de las personas, comenzando por la construc-
ción de nuestra identidad básica en el contexto de una familia. Esta tesis la
sostiene cualquier posición personalista pero se diverge en la prioridad de
los factores. ¿Dónde debe situarse la prioridad constitutiva: en la persona o
en la relación? En el marco del pensamiento dialógico (y también de algu-
nos personalistas comunitarios), algunos autores, como Lévinas, han apos-
tado por la prioridad de la relación. Pero para el POM (y también para el
personalismo ontológico clásico) la prioridad debe situarse en la persona.
La persona tiene prioridad sobre la relación. Esta es la tesis soste-
nida por Karol Wojtyla10 y esta es la tesis que sostiene el POM. Esto no
debe entenderse como una infravaloración de la relación por parte del
POM, es decir, como si este no fuera consciente de que la persona solo
puede ser plenamente persona en el marco de la relación interpersonal;
pero sí significa que, en el contexto específico de la persona humana, esta
se sitúa por encima de cualquier tipo de relación. Si esto no fuera así, la
relación asumiría un peso ontológico que debilitaría a la persona indivi-
dual, convirtiéndola en un epifenómeno de la relación que conduciría a
un relacionalismo en vez de a un personalismo11.
4) La cercanía del POM con el personalismo fenomenológico o feno-
menología realista es muy grande, como se puede deducir, por ejemplo, de
que Scheler es una de las principales referencias de Wojtyla, o, del interés

10 
“En la discusión que se publicó en “Analecta Cracoviensia” (…) se presentó una con-
trapropuesta a Persona y acción tanto en su contenido como en su método. Según el plan-
teamiento de esta contrapropuesta, el conocimiento fundamental del hombre en cuanto
persona es el que emerge en su relación con otras personas. El autor aprecia el valor de este
tipo de conocimiento, sin embargo, después de repensar los contraargumentos sigue man-
teniendo la posición de que el conocimiento básico del sujeto en sí mismo (de la persona
mediante la acción) abre un camino para comprender en profundidad la intersubjetividad
humana. Sin categorías como la ‘autoposesión’ y el ‘autodominio’, nunca llegaremos a com-
prender a la persona en su relación con otras personas en la medida adecuada” (K. Wojtyla,
Persona y acción, cit., nota 2, p. 387). Un tratamiento sistemático del tema lo ha realizado
S. Lozano, La interpersonalidad en Karol Wojtyla, tesis doctoral, Universidad Católica de
Valencia, Valencia 2015. Se puede ver también J. M. Burgos (ed.), La filosofía personalista
de Karol Wojtyła, cit.: Parte IV: “Sujeto y comunidad: la estructura de la relación interperso-
nal”, con contribuciones de K. Guzowski, J. M. Coll, C. Ortiz de Landázuri y J. Urabayen.
11 
Esto sucedería en las formulaciones más extremas, pero es un peligro que existe y del
que, a veces, no parecen ser conscientes quienes emplean una terminología que mistifica la
relación con desdoro de la persona individual, cuya reivindicación es el núcleo central de
todo personalismo, como indica su mismo nombre.

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de las tesis sobre la afectividad del mismo Scheler o de Von Hildebrand12.


En este caso, las diferencias, que pueden ser en ocasiones muy sutiles,
pueden derivar de la misma estructura de la fenomenología que, en sus
orígenes fundacionales husserlianos, adoptó una perspectiva de tipo idea-
lista que se situaba en el nivel del fenómeno. Y, si bien, la fenomenología
realista rompió con Husserl justamente por este motivo, manteniendo la
primera inspiración husserliana, la influencia de la configuración estruc-
tural inicial todavía se hace sentir en algunos aspectos, como, por ejemplo,
la metodología, ya que todo fenomenólogo debe partir inicialmente de la
epoché, mientras que el POM rechaza cualquier recurso a la epoché y aboga
por la experiencia como punto de partida radical del conocimiento13.
5) Por último, y por lo que se refiere al personalismo angloamericano
dependiente de Bowne, el rasgo diferenciador general, que en este caso
el POM comparte con el resto de corrientes personalistas, es el rechazo
radical de la posición idealista14. El idealismo de esta corriente (que surgió
anteriormente a Mounier, en torno al comienzo del siglo XX) puede expli-
carse por la gran influencia de Hegel que, en esa época, era un autor cerca-
no que todavía mantenía buena parte de su prestigio. Y también en que de-
terminados personalistas (como Pringle-Pattison) vieron inicialmente en
la posición hegeliana una vía para luchar contra el craso materialismo que
se estaba difundiendo en esa época (como, por ejemplo, el de Spencer).
Pero, sea de ello como fuere, la perspectiva personalista abrumadoramente
mayoritaria es realista, y, en ese sentido, el POM, junto con las demás co-
rrientes, se separa del personalismo angloamericano de una manera mu-
cho más radical y fuerte que los matices que las distinguen entre sí.
Esto no quita para que el personalismo angloamericano sea un au-
téntico personalismo ya que piensa desde la persona y con categorías
personalistas, pero también es cierto que los problemas antropológicos
que se derivan de esta posición son importantes. Bowne, por ejemplo,
sostiene explícitamente la fenomenalidad de la materia de donde se deri-
va una concepción problemática de la corporalidad15, punto, sin embar-

12 
D. von Hildebrand, El corazón (4ª ed.), Palabra, Madrid 2001 y M. Scheler, Ética.
Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001, pp.
444-465.
13 
Cfr. más adelante el epígrafe 3.5.
14 
Cfr. J. M. Burgos, Anglo-American and Continental Personalism: An Investigation of the
Influence of the Idealist and Realist Perspectives on Personalism (conferencia presentada en
el Congreso, “British contributions to personalist philosophy: Duns Scotus to presents days”
Oxford, 19-III-2015, en prensa).
15 
“Personality and corporeality are incommensurable ideas. The essential meaning of
personality is selfhood, self-consciousness, self-control and the power to know. These ele-
ments have no corporeal significance or limitation” (B. P. Bowne, Personalism, cit., p. 266).

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go, en el que todas las demás corrientes personalistas coinciden en forma


y contenido de modo prácticamente unánime.

3. Rasgos estructurales del personalismo ontológico moderno


En este tercer epígrafe voy a exponer los rasgos específicos del POM
tal y como yo los concibo con las siguientes precisiones: 1) se trata de
una teoría personalista, por lo tanto, la fuente de inspiración general es
la del conjunto de pensadores personalistas. Esto significa, por un lado,
que muchos elementos –la mayoría– podrán encontrarse en otras co-
rrientes personalistas, lo cual no supone ninguna dificultad, pues no se
pretende proponer el personalismo como novedad sino un modo especí-
fico de configurar el personalismo que se deriva, tanto del modo concreto
de entender cada una de estas cuestiones como del conjunto; 2) la fuente
principal antropológica es Karol Wojtyla y la construcción de la propues-
ta personalista en cuanto tal es mía. Por lo tanto, entiendo que el POM
como globalidad debe remitir de un modo más o menos equilibrado a
Wojtyla y Burgos como las dos fuentes principales de referencia16. Quede
esto, de todas maneras, a juicio del lector. En lo que sigue me remitiré
a exponer las características centrales del POM tal como yo lo concibo.

3.1. El personalismo como escuela filosófica particular

En primer lugar, hay que precisar que el personalismo, en el marco del


POM, se entiende como una escuela particular de filosofía (del cual el POM
formaría, a su vez, una subcorriente), es decir, una corriente con unos orí-
genes precisos y determinados y unos contenidos concretos, no como una
modalidad contemporánea de una reflexión plurisecular a la que se ha de-
nominado, en ocasiones, philosophia perennis, como sostiene, por ejemplo,
Seifert, para el que “el verdadero personalismo no es una escuela filosófica
de las últimas décadas, restringida a un pequeño número de adeptos, sino
en realidad otra forma de denominar la philosophia perennis, entendida en
el mejor y más amplio sentido del término, que incluye todas las genuinas

16 
En el ámbito bioético, E. Sgreccia, a mi juicio, puede incluirse sin duda en esta
corriente ya que desarrolla una bioética que parte de un personalismo ontológico en el
sentido que se ha descrito. Sin embargo, el cuerpo teórico filosófico desarrollado por Sgrec-
cia es limitado, justamente, por su especialización en bioética. Sobre estas cuestiones cfr.
E. Sgreccia, Manual de Bioética, 2 vol., BAC, Madrid y J. M. Burgos, ¿Qué es la bioética
personalista? Un análisis de su especificidad y de sus fundamentos teóricos, en “Cuadernos
de bioética”, XXIV 2013/1, pp. 17-30. También cabría la posibilidad de incluir a E. Stein,
por su intento, similar al de Wojtyla, de unificar tomismo y fenomenología desde una pers-
pectiva personalista; pero esta tesis, de ser válida, debería confirmarse con estudios sólidos
que personalmente no he realizado.

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contribuciones a la filosofía, pero solo en cuanto son verdaderas. La philo-


sophia perennis y el personalismo adecuado no son, desde luego, escuelas
particulares de la filosofía”17. Sin embargo, a nuestro juicio, esta postura no
es sostenible, ante todo porque el concepto de philosophia perennis es tan
amplio y difuso que resulta, en la práctica, inutilizable. Platón, Aristóteles,
Agustín, Tomás de Aquino, Escoto, los neotomistas, el personalismo con-
temporáneo, etc., concuerdan en muchos asuntos y principales, pero dis-
crepan en muchos otros, y también principales, por lo que si quisiéramos
buscar un mínimo común múltiplo entre todos ellos, a buen seguro nos
encontraríamos con un conjunto de vaguedades incapaz de definir, en un
sentido mínimamente sólido, una corriente o tradición filosófica.
Por eso, en el marco del POM, el personalismo, se concibe como una
escuela particular de filosofía, similar, en cuanto escuela, a muchas otras:
el aristotelismo, el tomismo, el kantismo, el empirismo, con las ventajas e
inconvenientes de esta caracterización. Los inconvenientes o limitaciones
surgen porque toda escuela es necesariamente limitada. Ni trata todos
los temas, ni su perspectiva, aunque muchas lo hayan pretendido, es om-
niabarcante o exhaustiva. Y las ventajas surgen de la misma raíz que los
límites. En la medida en que se apuesta por una perspectiva determinada,
por una temática concreta, por una metodología específica, se posee la
fuerza de lo identificable y de lo nuevo, la potencia para configurar la filo-
sofía de una época dándole una orientación determinada, algo vedado a
las visiones genéricas, incapaces de interactuar y modificar el mundo real.
Que el POM entienda el personalismo como una corriente concreta
de filosofía está ligado, por otra parte, a su origen histórico, ya que nació
en una época muy concreta: el siglo XX18. No es una teoría filosófica que
conecta con los albores de la reflexión humana sobre la persona en los
primeros vagidos del cristianismo19 o incluso con periodos anteriores. Si
bien es cierto que el concepto de persona no es nuevo, puesto que, como

17 
J. Seifert, El concepto de persona en la renovación de la Teología Moral. Personalismo
y personalismos en AA.VV., El primado de la persona en la moral contemporánea, Eunsa,
Pamplona 1997, p. 35. Una interesante valoración de Seifert sobre el POM se puede encon-
trar en J. Seifert, Sobre el libro de Juan Manuel Burgos, Introducción al personalismo, en
“Espíritu”, 72 (2013), pp. 165-183: mi contestación en Respuesta a Josef Seifert, “Persona”,
22 (2013), pp. 22-29.
18 
Por tanto, hablar, por ejemplo, del personalismo medieval (cfr. E. Forment, El perso-
nalismo medieval, Edicep, Valencia 2002), si bien puede entenderse como una reivindica-
ción de que también los medievales concedieron atención a lo específicamente personal, en
sentido estricto constituye un anacronismo.
19 
Sostiene esta tesis J. L. Cañas, ¿Renacimiento del personalismo?, “Anales del Semina-
rio de Historia de la filosofía”, 18 (2001), pp. 151-176.

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es sabido, se trata de una “invención” cristiana20, sí lo es tanto el modo en


que el personalismo lo emplea como los contenidos que le atribuye, como
veremos a continuación.

3.2. Pensar desde la persona: centralidad estructural


del concepto de persona

Uno de los rasgos fundamentales que caracterizan al POM es la cen-


tralidad estructural de la persona en su arquitectura conceptual21. Esto
significa no solo que el concepto de persona está presente en esta filoso-
fía, o, dando un paso más, que es un concepto particularmente impor-
tante, pues este rasgo se puede encontrar en muchas filosofías y, en parti-
cular en las filosofías de la persona. Significa que el concepto de persona
es la clave o quicio de la antropología y de la ética; o, en otros términos,
que es una antropología pensada desde la persona.
Acabamos de recordar que el concepto de persona apareció con el cris-
tianismo ya que la filosofía griega no empleó este concepto sino el más ge-
neral de hombre; pero, siendo esto cierto, también lo es que esta poderosa
aportación permaneció históricamente en el ámbito teológico. Los padres
de la Iglesia la diseñaron y emplearon en el marco de las discusiones tri-
nitarias y cristológicas, pero no fueron más allá porque no estaban inte-
resados en la elaboración de filosofías formales, sino en la presentación
del cristianismo como doctrina global salvadora. Y, cuando las filosofías
formales empezaron a apuntar en la Baja Edad Media, la irrupción de la
filosofía de Aristóteles decantó la balanza en la dirección griega. Tomás de
Aquino, por ejemplo, emplea la noción de persona y la valora, pero, en su
antropología resulta secundaria frente a la potencia del brillante concepto
de sustancia. De ahí que asuma la definición de Boecio para describir al
hombre: “sustancia individual de naturaleza racional”22.

20 
Es una tesis unánime, pero podemos hacer referencia a Zubiri, quien sostiene que la
metafísica griega “tiene una limitación fundamental y gravísima, la ausencia completa del
concepto y del vocablo mismo de persona” (X. Zubiri, El hombre y Dios, Alianza, Madrid
1984, p. 323).
21 
También de acuerdo con el POM este debe ser un rasgo de toda filosofía que quiera
considerarse específicamente personalista.
22 
Tomás proporciona muchas definiciones de persona, algunas originales: “persona es
lo más perfecto en toda la naturaleza, es decir un subsistente en naturaleza racional” (S.
Th., I., q. 29, a. 3, c); “individuo distinto subsistente en la naturaleza intelectual” (In sent.
1 d. 23, q. 1, a. 4); “subsistente distinto en la naturaleza humana” (De potentia, q. 9, a. 4).
Pero cuando desea dar una definición “oficial”, siempre recurre a la de Boecio. En el ámbito
teológico, particularmente en el trinitario, sus posiciones son, sin embargo, más originales.

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Posteriormente se produjo la novedad (o ruptura) cartesiana, lo que


condujo a la filosofía por derroteros diversos de los que habían condu-
cido a la filosofía medieval. Y una de sus consecuencias fue el olvido del
término de persona sustituido por otros más congeniales con el nuevo
espíritu como los de conciencia, sujeto o yo. Hay que esperar al siglo
XX para que se produzca una recuperación del término persona para
la filosofía que, en algunos casos, será usado de modo sistemático y es-
tructural. Este es el momento histórico en el que aparecen las filosofías
de la persona, y el personalismo en sentido estricto: las antropologías
filosóficas (o, más en general, los sistemas filosóficos, como el de Bowne)
que piensan desde la persona y se construyen en torno a este concepto.

3.3. Un concepto moderno de persona

Este concepto, sin embargo, no es una mera repetición de la noción


patrística, entre otras cosas, porque esta era teológica. Es un concepto
renovado con las aportaciones de la modernidad. Este rasgo, presente
en todas las corrientes personalistas, quizás se recalca de modo parti-
cular en el POM sobre todo en relación con el personalismo ontológico
clásico. Si bien este último es consciente de la necesidad de modernizar
y actualizar la antropología (y, con ella, el concepto de persona), afronta
esta tarea con una actitud tímida, que no se despega de las estructuras
centrales del pensamiento clásico. Para el POM, por el contrario, la mo-
dernización del concepto de persona resulta decisiva pues, de otro modo,
no podría construirse una antropología que reflejara, con objetividad, la
realidad personal. Detallaremos los contenidos de esta nueva visión de la
persona en otro artículo pero aquí podemos apuntar, de modo telegráfi-
co, algunas de estas características: la persona como yo y quién, la afec-
tividad y la subjetividad, la interpersonalidad y el carácter comunitario,
la corporalidad, tripartición de la persona en nivel somático, psíquico y
espiritual, la persona como varón y mujer, primacía del amor, libertad
como autodeterminación, carácter narrativo de la existencia humana,
trascendencia como relación con un Tú, etc.23. En particular, la introduc-
ción de la subjetividad en la antropología tradicional, punto que Karol
Wojtyla aborda de modo sistemático en Persona y acción, puede conside-
rarse un elemento decisivo en la configuración moderna de la persona y
una línea de división entre el POM y el personalismo ontológico clásico.

23 
Cfr. J. M. Burgos, Antropología (5ª ed.), Palabra, Madrid 2013.

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JUAN MANUEL BURGOS

3.4. Categorías personalistas

Pensar desde la persona y, en particular, desde un concepto moderno


de persona, solo es posible si se realiza a través de categorías personalistas,
es decir, de estructuras conceptuales específicas para la persona y que, por
eso mismo, superan el grave problema antropológico constituido por el
lastre griego24. Entendemos por lastre griego la tendencia, cuyo origen po-
demos situar en la filosofía griega, de pensar al hombre a través de nocio-
nes filosóficas concebidas para objetos o animales adaptadas a la realidad
humana, como podría ser el caso de los conceptos de naturaleza, sustancia
u otros25. De acuerdo con este procedimiento se diseña una categoría gene-
ral, válida para todos los seres, y después se intenta ver cuáles son los ras-
gos específicos que adopta en el hombre. Ahora bien, este procedimiento
tiene el grave problema de que es muy fácil perder de vista lo específico hu-
mano o, por lo menos, no captarlo en toda su profundidad26. Por ejemplo,
si elaboramos la categoría de apetito o tendencia para explicar el modo en
el que cualquier ente con capacidad dinámica tiende a lo que le convie-
ne y, después, lo aplicamos al hombre, el resultado es que lo específico del
dinamismo humano, a saber, la libertad, queda oscurecido y debilitado,
ya que no puede ser entendida más que como un dinamismo u apetito
particular, pero entonces, sus rasgos propios, los rasgos específicamente
humanos, apenas logran sobresalir sobre un fondo de determinismo, con
lo que la libertad queda limitada a una especie de tendencia indetermina-
da que posibilita la libertad de elección. Sin embargo, como ha mostrado
eficazmente Wojtyla en Persona y acción, la libertad es mucho más que eso:
es una estructura de autodeterminación que, lejos de ser una mera facultad
prácticamente se identifica con la estructura esencial de la persona27.

3.5. La experiencia integral: el método del personalismo

La elaboración de categorías personalistas solo es posible a partir


de una metodología específica que, abandonando la perspectiva abstrac-
tiva de la metafísica tradicional, opte por un análisis directo de la ex-

24 
Cfr. J. M. Burgos, Repensar la naturaleza humana, cit., pp. 58-64: “El lastre griego y
el problema de la ampliación”.
25 
Wojtyla ha denominado a esta perspectiva cosmológica. Cfr. K. Wojtyla, La subjeti-
vidad y lo irreductible en el hombre, en K. Wojtyla, El hombre y su destino (4ª ed.), Palabra,
Madrid 2005, pp. 27-28.
26 
Cfr. J. M. Burgos, Los límites de la analogía, en J. M. Burgos, Reconstruir la persona,
Palabra, Madrid 2009, pp. 133-159.
27 
Ya en escritos tan tempranos como las Lecciones de Lublin (1954-1957), Wojtyla afir-
ma que “Kant describe de una manera tan tradicional la voluntad que la entiende como una
facultad” (K. Wojtyla, Lecciones de Lublin I, Palabra, Madrid 2014, p. 64).

20 QUIÉN • Nº 1 (2015): 9-27


El personalismo ontológico moderno I. Arquitectónica

periencia. Es cierto que la metafísica aristotélico-tomista es realista y,


por tanto, su punto de partida es la realidad, pero, el modo concreto en
que trata con ella genera dos problemas muy importantes. El primero
es que, apenas la metafísica ha hecho profesión de realismo, apostando
por el ente concreto, se eleva hacia las alturas metafísicas, buscando los
conceptos más generales posibles que den una interpretación global de
la realidad. Y así, esta realidad, será posteriormente interpretada a través
de estos conceptos cuya generalidad –como ya hemos apuntado– los hace
difícilmente utilizables en una antropología (y ética) que quieran ir más
allá de las abstracciones. El segundo problema básico que presenta esta
perspectiva es que, incluso en el mismo comienzo metodológico, la di-
mensión subjetiva del hombre, de la persona, no está presente. La mirada
metafísica es objetivante y no logra captar el mundo interior del sujeto28.
Y, aquello que no está en el comienzo, difícilmente puede ser recuperado,
especialmente si lo que se ha olvidado es la subjetividad y lo que se reco-
rre es un camino abstractivo.
Wojtyla fue perfectamente consciente de este hecho y, por eso, al
comienzo de Persona y acción propuso una nueva vía metodológica que,
inspirándose en la fenomenología debía partir de la experiencia, pero
que, al mismo tiempo, reteniendo lo válido de la intuición clásica, debía
ser capaz de generar una perspectiva ontológica29. Diseñó así los rudi-
mentos de una metodología personalista (la propia del POM) que pone
su fundamento en la experiencia, entendida de un modo muy particular.
Se trata, en concreto, de una experiencia integral que comprende, al mis-
mo tiempo, elementos subjetivos (lo que Wojtyla denomina experiencia
del yo, y que da razón de la subjetividad de la persona) y de elementos
objetivos (lo que Wojtyla denomina experiencia del hombre y que dan ra-
zón del mundo externo a la subjetividad humana, lo que incluye la propia
corporalidad). Con el añadido de que ambas dimensiones son solo dos
aspectos de la misma y única experiencia: “la experiencia de cualquier
cosa que se encuentre fuera del hombre, afirma Wojtyla, siempre con-
lleva una cierta experiencia del propio hombre. Pues el hombre nunca

28 
Wojtyla apuntó sabiamente este hecho en relación a la ética. “A este respecto se pue-
de observar que la concepción de la persona que encontramos en S. Tomás es objetivista.
Casi da la impresión de que en ella no hay lugar para el análisis de la conciencia y de la
autoconciencia como síntomas verdaderamente específicos de la persona-sujeto” (K. Woj-
tyla, El personalismo tomista, en Mi visión del hombre (5ª ed.), Madrid 2004, pp. 311-312).
29 
Una comparación de la metodología wojtyliana con la fenomenológica y la tomista
se puede encontrar en J. M. Burgos, Wojtyla y Husserl: una comparación metodológica,
“Acta Philosophica”, 2-23 (2014), pp. 263-288 y J. M. Burgos, La gnoseología de K. Wojtyla
y la gnoseología tomistas: una comparación, en “Pensamiento” (pendiente de publicación).

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JUAN MANUEL BURGOS

experimenta nada externo a él sin que, de alguna manera, se experimente


simultáneamente a sí mismo”30.
Pues bien, la experiencia, entendida de este modo particular, es la
vía que el POM postula como el método adecuado para acceder no solo
a la realidad personal sino a todo tipo de realidad. En otros términos, la
vía de la experiencia es la vía originaria de todo conocimiento humano
incluido el científico y el metafísico31.

3.6. Personalismo y modernidad

Otro de los rasgos específicos del POM es que se sitúa ante la mo-
dernidad desde su condición de filosofía contemporánea y, por lo tanto,
cronológicamente posterior, lo cual se traduce en una actitud diversa de
la que se mantuvo en la tradición tomista durante algún tiempo. Esta,
particularmente en algunas variantes neotomistas de los siglos XIX y
XX, desarrolló una actitud muy cerrada ante la filosofía moderna que
solo se modificó prácticamente con Maritain32. El núcleo de esta actitud
consistía en sostener que la filosofía de Descartes supuso una brusca rup-
tura con la tradición medieval que situó a la filosofía moderna en un con-
texto erróneo básico del que nunca lograría zafarse y cuyos resultados se
podían constatar en el idealismo y en el ateísmo del siglo XX. De hecho,
se entendía que esta contextualización negativa había sido de tal intensi-
dad que apenas podía derivarse alguna verdad interesante, en el caso de
que esta pudiera ser desprendida del entramado teórico (negativo) en el
que estuviera integrada.
Cabe decir que la mayoría de los filósofos personalistas (si exceptua-
mos a la corriente anglosajona) comparten la perspectiva básica del neo-
tomismo por lo que se refiere a la epistemología post-cartesiana, es de-
cir, rechazan la ruptura radical entre mundo y conciencia, ya que, como
hemos dicho, el personalismo europeo (y con ellos el POM) apuesta con
nitidez por un realismo radical aunque crítico, en la línea tan profun-
da y agudamente desarrollada por Gilson y Maritain. Pero, sentado este
punto, hay que señalar una diferenciación sustantiva en torno al interés

K. Wojtyła, Persona y acción, cit., p. 51.


30 

Este tema lo he desarrollado ampliamente en J. M. Burgos, La experiencia integral: un


31 

método para el personalismo, Palabra, Madrid 2015 (en prensa).


32 
Este, inicialmente, participó de esa perspectiva, fácilmente reconocible en su libro
Antimoderno, pero luego la modificó derivando a una posición notablemente abierta. Cfr.
J. M. Burgos, Para comprender a Jacques Maritain. Un ensayo histórico-crítico, Ediciones
Mounier, Salamanca 2006.

22 QUIÉN • Nº 1 (2015): 9-27


El personalismo ontológico moderno I. Arquitectónica

y valor de la filosofía moderna33. Para el personalismo en general y, en


particular, para el POM, la filosofía moderna realizó innovaciones muy
profundas y radicales en la filosofía que contienen elementos verdaderos
tan profundos que no pueden desatenderse sin correr el peligro no solo
de no hacer una filosofía suficientemente profunda y autocrítica, sino de
dejar fuera de la mirada filosófica elementos esenciales de la realidad y,
en particular, de la persona que la mirada objetivista de la escolástica no
había sido capaz de percibir.
Baste como botón de muestra la tematización de la conciencia y de la
subjetividad personal. Aunque Agustín adoptó esta perspectiva, el mérito
de introducirla sistemáticamente en la reflexión filosófica corresponde sin
duda a Descartes, y, aunque esa novedad derivara epistemológicamente
en el idealismo (algo nunca buscado por Descartes, por otra parte), eso no
quita que suponga un enriquecimiento notable de la antropología hasta
el punto de que, hoy en día, no es factible sostener una filosofía que no dé
cuenta de la subjetividad ya que tal filosofía (o antropología) no estaría
dando cuenta de lo más esencial de la persona34. Al fin y al cabo, en efecto,
somos personas más por nuestro yo que por nuestra corporalidad. Por otro
lado, como apunta Wojtyla con cierto espíritu paradójico: lo subjetivo es
objetivo; o, en otros términos, una antropología que desee ser plenamente
realista no puede eludir el hecho objetivo de la subjetividad personal (asun-
to muy diferente del subjetivismo).
No nos extendemos más porque las consecuencias son claras. El
POM, a diferencia de una cierta interpretación vigente durante décadas
en el neotomismo35, apuesta con decisión por la asunción de algunos de
los conceptos antropológicos modernos más importantes en su propia
antropología, una vez que se hayan “desactivado” los elementos idealis-
tas en el caso de que los posean. De ese modo se busca lograr “la fusión
de la filosofía del ser” y de la conciencia deseada por Wojtyla o, con nues-
tra terminología, un personalismo ontológico moderno.

33 
Somos conscientes de la amplitud del término, pero, por el carácter introductorio de
estas páginas, nos parece el más adecuado.
34 
“Es necesario siempre dejar en este esfuerzo cognoscitivo más lugar para lo irre-
ductible, es necesario conferirle un peso mayor, que prevalezca en el pensamiento sobre el
hombre, en la teoría y en la práctica. Irreductible significa también, en efecto, todo lo que
en el hombre es invisible que es totalmente interior y por lo que todo hombre es como el
testimonio de sí mismo, de la propia humanidad y de la propia persona” (K. Wojtyla, La
subjetividad y lo irreductible en el hombre, en K. Wojtyla, El hombre y su destino, cit., p. 34).
35 
Una ampliación del tema en J. M. Burgos, La actualidad de la neoescolástica, en
I. Murillo (ed.), Actualidad de la tradición filosófica, Ediciones Diálogo filosófico, Madrid
2010, pp. 195-208.

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JUAN MANUEL BURGOS

3.7. Personalismo y metafísica

A diferencia de otros personalismos, la relación con la metafísica es


particularmente importante para el POM, ya que este apuesta progra-
máticamente por una perspectiva ontológica, cosa que otros personalis-
mos no hacen (lo que no significa que no la posean de hecho). Pero la
tematización de esta relación resulta particularmente compleja por la
ambigüedad de este término. Metafísica puede significar, en primer lu-
gar, la búsqueda de un saber último, radical y fundante sobre el mundo y
sobre el hombre, un saber cuya posibilidad fue negada, por ejemplo, por
Hume o Kant por distintos motivos y razones. En este sentido, el POM
es, sin duda, un saber metafísico ya que rechaza tanto el empirismo de
Hume como la imposibilidad kantiana de acceder al noúmeno. La vía de
la experiencia –simultáneamente objetiva y subjetiva– no solo busca la
comprensión en profundidad de la realidad (más allá de toda posición
estrictamente fenoménica), sino que posee los instrumentos gnoseológi-
cos para lograrlo36.
Pero la cuestión cambia significativamente si, por metafísica, enten-
demos la filosofía del ser o la metafísica aristotélico-tomista37. En este
caso, hay que distinguir. En el nivel más profundo, esta metafísica ofrece
una configuración esencial de la realidad a través de las categorías de
acto de ser, esencia y participación que el POM asume pues obtiene una
estructuración básica de la realidad que permite contextualizar ontológi-
camente a la persona en relación con los demás seres y con Dios. La falta
de esta configuración, por el contrario, situaría a la antropología en una
especie de vacío ontológico. Pero, en un segundo nivel, el de categorías
metafísicas menos fundamentales, como el acto y la potencia, y, sobre
todo, la sustancia y los accidentes o las cuatro causas, la situación cam-
bia radicalmente. Como ya se ha ido señalando, el POM considera que
estas categorías no son adecuadas para el desarrollo de la antropología y,
por tanto, con plena conciencia de ello, las desestima38.

Cfr. J. M. Burgos, La vía de la experiencia: un método para el personalismo, cit.


36 

No entramos ahora en las distinciones –profundas– que pueden apuntarse entre la


37 

posición de Aristóteles y la de Tomás de Aquino.


38 
En concreto, el POM desestima el intento de entender los procesos causales como
una combinación siempre necesaria de las cuatro causas. Y, además, señala la necesidad
de elaborar un tipo específico de causalidad personal. El problema ha sido advertido por
muchos, entre ellos Bowne (Personalism, cit., cap. IV: Mechanical or volitional causality) y
Zubiri: “La célebre teoría aristotélica de la causalidad está rigurosamente plasmada sobre
las realidades ‘naturales’. La teoría aristotélica de la causalidad es una teoría de la causali-
dad natural. A mi modo de ver junto a ella debe introducirse temáticamente con todo rigor
una teoría de la causalidad personal. (…) La causalidad personal es de tipo muy diferente
al de la causalidad natural. Con lo cual los dos tipos de causalidad no son unívocos sino a
lo sumo análogos” (X. Zubiri, Inteligencia y razón, Alianza Editorial, Madrid 2008, p. 238).

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El personalismo ontológico moderno I. Arquitectónica

Para resolver este problema, algunos autores, como Zubiri, Polo,


Seifert y otros, han propuesto un repensamiento de estas categorías,
incluyendo la del ser, a partir de la persona, lo que podría entenderse
o denominarse como una metafísica personalista39. Este tema es, sin
duda, de gran interés, pero en el POM no es prioritario pues, teniendo
en cuenta que no pretende elaborar una teoría global de la realidad
(como es el caso de Bowne o Bartnik) sino que busca, principalmen-
te, el desarrollo de una antropología integral y adecuada a través de
categorías personalistas derivadas de la experiencia, el diseño de cate-
gorías metafísicas capaces de aplicarse a toda la realidad sin interferir
negativamente con la comprensión de la persona, en el caso de que
efectivamente fuera posible, se presenta como un objetivo claramente
secundario40.

3.8. Praxis personalista y el personalismo como praxis

Por último queremos remarcar que el POM entiende la actividad


filosófica como una praxis, es decir, como una acción de toda la perso-
na. Las consecuencias de esta perspectiva son grandes, ya que implican
toda una renovada teoría de la acción que, entre otros aspectos, aboga
por una superación de la tripartición aristotélica de la acción (praxis,
teoría y contemplación) en un doble sentido: 1) análisis global de toda
acción humana a partir de sus dimensiones objetiva y subjetiva41; y
2) análisis específico-fenomenológico de cada tipo de acción humana
(trabajo, juego, lenguaje, etc.) de modo que se logre una categorización
sectorial que permita comprender en profundidad lo peculiar de este

39 
En este sentido afirma Stefanini que “el ser es personal y todo lo que no es personal
en el ser es el resultado de la productividad de la persona, como medio de manifestación
de la persona y de comunicación entre las personas” (L. Stefanini, Personalismo sociale (2ª
ed.), Studium, Roma 1979, p. 7). Por persona, lógicamente, no debe entenderse aquí exclu-
sivamente la persona humana.
40 
En este sentido puede entenderse la afirmación de Wojtyla, al final de Persona y
acción, en la que sostiene que: “este trabajo ha intentado que emerja desde la experiencia
de la acción aquello que demuestra que el hombre es una persona, lo que desvela a esta
persona; en cambio no se ha pretendido construir una teoría de la persona como ente, es
decir, una concepción metafísica de la persona” (K. Wojtyla, Persona y acción, cit., p. 425).
Randall Auxier sostiene una perspectiva similar: “Personalist ontologies seek general (and
sometimes universal) concepts that do not claim to exhaust ‘what is’ but which answer to
practical and spiritual requirements of making philosophical sense of finite experience.
What relation our general ontological concepts, once we have framed a few, may have to
‘being qua being’ is the metaphysical aspect of personalist ontology” (R. E Auxier, A plu-
rality of Persons in Relation: Bengtsson on Pluralism, “The Pluralist”, 3 (2), 2008, p. 114).
41 
Cfr. K. Wojtyla, Persona y acción, cit. y Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens. Wojtyla
sostiene una prioridad metafísica y praxeológica de la persona sobre su acción. Cfr. K. Wo-
jtyla, El problema del constituirse de la cultura a través de la “praxis” humana, en El hombre
y su destino, (4ª ed.), Palabra, Madrid 2005, pp. 187-203.

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JUAN MANUEL BURGOS

modo de acción, algo que no resulta posible si se aborda desde la tri-


partición aristotélica42. Limitándonos ahora a las repercusiones en el
ámbito filosófico esto significa, entre otras cosas, que entender la filo-
sofía como una actividad exclusivamente intelectual es un grave error
del que se derivan problemas teóricos y prácticos. En el ámbito teórico
conduce con facilidad a una hipervaloración de la inteligencia que se
traduce en un intelectualismo que deforma la comprensión no solo del
resto de dimensiones antropológicas, sino de la misma inteligencia que
queda reducida a una especie de luz autónoma independientemente
del sujeto que conoce. Justo en este sentido denuncia Guardini que
“la facultad cognoscitiva no es un ingenio mecánico, sino una poten-
cia viva. Conocer no es equivalente a lo que ocurre cuando se carga
una máquina fotográfica, que fotografía mecánicamente todo lo que
se pone delante de la lente. Esto sucede con el pensamiento abstracto,
con el pensar en general, del sujeto general, dirigido a un objeto gene-
ral. Pero todo esto en realidad no existe; es un esquema vacío. Lo que
existe es el pensamiento concreto de este hombre viviente dirigido a
esta cosa precisa. Y esto es un acto concreto, vivo, que puede realizarse
bien o mal y depende de presupuestos muy precisos el que se realice
correctamente” 43.
Y, por lo que respecta a la práctica, puede derivar en una concep-
ción de la filosofía excesivamente contemplativa, en la que el filósofo
juega un papel pasivo, que se limita a describir lo ya acontecido, como
la lechuza hegeliana. El POM, sin embargo, entiende que, siendo la fi-
losofía acción personal del filósofo, este debe emplearla para modificar
la realidad (dando, en este concreto sentido, la razón a Marx) ya que,
como hombre en el mundo, debe estar comprometido con él y tratar
de modificarlo y mejorarlo44. El filósofo, en efecto, no es más que un
hombre entre otros hombres y, por lo tanto, tiene su carga, su misión y
su responsabilidad. Como hombre puede intentar responder a esa tarea
de múltiples modos ligados a su sensibilidad o cualidades, pero como
filósofo, el POM entiende que la mejor manera de hacerlo es ofrecer los

42 
En el fondo, se trata de un problema similar al de las cuatro causas. Tanto esta teo-
ría como la de la tripartición de la acción contienen elementos muy valiosos. El problema
radica en intentar entender todo proceso casual o toda acción a partir de ellas. Cfr. J. M.
Burgos, Praxis personalista y el personalismo como praxis, en J. M. Burgos, Reconstruir la
persona, cit., pp. 97-133 y J. M. Burgos Antropología: una guía para la existencia, cit., parte
III: “Ámbitos del obrar humano”, pp. 221-275.
43 
R. Guardini, Persona e libertà. Saggi di fondazione della teoria pedagogica, La Scuola,
Brescia 1987, p. 95. La idea está presente en numerosos personalistas como Marías Polan-
yi, Sorley y otros.
44 
Cfr. P. Landsberg, Reflexiones sobre el compromiso personal, en P. Landsberg, Proble-
mas del personalismo, Mounier, Salamanca 2006, pp. 23-35.

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El personalismo ontológico moderno I. Arquitectónica

criterios de comprensión del mundo y de la persona propios del perso-


nalismo. Particularmente, en nuestro contexto posmoderno fragmen-
tado y desorientado por el exceso de información, la visión integral,
sofisticada y profunda de la persona de la que dispone el personalismo
tiene un valor y repercusión social incalculable.

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