Juan Manuel Burgos El Personalismo Ontológico Moderno PDF
Juan Manuel Burgos El Personalismo Ontológico Moderno PDF
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Arquitectónica
Modern ontological personalism. I.
Theoretical Structure
–––––
JUAN MANUEL BURGOS *
can Personalism, Oficiyna Wydawnicza “Czas”, Lublin 1995; J. O. Bengtsson, The worldview
of personalism. Origins and early development, Oxford University Press, Oxford 2006.
3
Cfr. J. M. Burgos, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, pp. 155 y ss.
4
Cfr. K. Wojtyla, Persona y acción (2ª ed.), Palabra, Madrid 2014 (ed. de J. M. Burgos
y R. Mora).
5
Los contenidos antropológicos se desarrollarán en un segundo artículo. Una primera
versión de este artículo se presentó en la 12th International Conference on Persons, Lund
(Sweden), 7-VIII-2013, con el título: A new personalistic proposal: modern ontological per-
sonalism.
6
Pertenece a la misma línea el británico Pringle-Pattison, que lideró la corriente del
idealismo personal en Inglaterra, y cuyo texto principal es Hegelianism and Personality
(Williamd Blackwood and sons, Edinburgh and London 1887). Sobre Pringle-Pattison se
puede consultar la voz de R. Allen en http://www.britishpersonalistforum.org.uk/.
7
“Este planteamiento del problema, completamente nuevo en relación a la filosofía
tradicional (y por filosofía tradicional se entiende aquí la filosofía pre-cartesiana y sobre
todo la herencia de Aristóteles y, en la tradición del pensamiento católico, la de S. Tomás de
Aquino), me ha impulsado a emprender un intento de reinterpretación de algunas formu-
laciones características de toda aquella filosofía” (K. Wojtyła, Prefacio a la edición angloa-
mericana de Persona y acción, en Persona e atto, LEV, Roma 1982, p. 13).
8
Cfr. J. M. Burgos, De la ética a la pragmática. Reflexiones sobre el futuro del personalis-
mo, “Persona” 19 (2012), pp. 9-11.
9
Cfr. P. Ricoeur, Meurt le personnalisme, revient la personne, “Esprit” (1983), en P. Ri-
coeur, Amor y justicia, Caparrós, Madrid 1993, pp. 95-103.
10
“En la discusión que se publicó en “Analecta Cracoviensia” (…) se presentó una con-
trapropuesta a Persona y acción tanto en su contenido como en su método. Según el plan-
teamiento de esta contrapropuesta, el conocimiento fundamental del hombre en cuanto
persona es el que emerge en su relación con otras personas. El autor aprecia el valor de este
tipo de conocimiento, sin embargo, después de repensar los contraargumentos sigue man-
teniendo la posición de que el conocimiento básico del sujeto en sí mismo (de la persona
mediante la acción) abre un camino para comprender en profundidad la intersubjetividad
humana. Sin categorías como la ‘autoposesión’ y el ‘autodominio’, nunca llegaremos a com-
prender a la persona en su relación con otras personas en la medida adecuada” (K. Wojtyla,
Persona y acción, cit., nota 2, p. 387). Un tratamiento sistemático del tema lo ha realizado
S. Lozano, La interpersonalidad en Karol Wojtyla, tesis doctoral, Universidad Católica de
Valencia, Valencia 2015. Se puede ver también J. M. Burgos (ed.), La filosofía personalista
de Karol Wojtyła, cit.: Parte IV: “Sujeto y comunidad: la estructura de la relación interperso-
nal”, con contribuciones de K. Guzowski, J. M. Coll, C. Ortiz de Landázuri y J. Urabayen.
11
Esto sucedería en las formulaciones más extremas, pero es un peligro que existe y del
que, a veces, no parecen ser conscientes quienes emplean una terminología que mistifica la
relación con desdoro de la persona individual, cuya reivindicación es el núcleo central de
todo personalismo, como indica su mismo nombre.
12
D. von Hildebrand, El corazón (4ª ed.), Palabra, Madrid 2001 y M. Scheler, Ética.
Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, Caparrós, Madrid 2001, pp.
444-465.
13
Cfr. más adelante el epígrafe 3.5.
14
Cfr. J. M. Burgos, Anglo-American and Continental Personalism: An Investigation of the
Influence of the Idealist and Realist Perspectives on Personalism (conferencia presentada en
el Congreso, “British contributions to personalist philosophy: Duns Scotus to presents days”
Oxford, 19-III-2015, en prensa).
15
“Personality and corporeality are incommensurable ideas. The essential meaning of
personality is selfhood, self-consciousness, self-control and the power to know. These ele-
ments have no corporeal significance or limitation” (B. P. Bowne, Personalism, cit., p. 266).
16
En el ámbito bioético, E. Sgreccia, a mi juicio, puede incluirse sin duda en esta
corriente ya que desarrolla una bioética que parte de un personalismo ontológico en el
sentido que se ha descrito. Sin embargo, el cuerpo teórico filosófico desarrollado por Sgrec-
cia es limitado, justamente, por su especialización en bioética. Sobre estas cuestiones cfr.
E. Sgreccia, Manual de Bioética, 2 vol., BAC, Madrid y J. M. Burgos, ¿Qué es la bioética
personalista? Un análisis de su especificidad y de sus fundamentos teóricos, en “Cuadernos
de bioética”, XXIV 2013/1, pp. 17-30. También cabría la posibilidad de incluir a E. Stein,
por su intento, similar al de Wojtyla, de unificar tomismo y fenomenología desde una pers-
pectiva personalista; pero esta tesis, de ser válida, debería confirmarse con estudios sólidos
que personalmente no he realizado.
17
J. Seifert, El concepto de persona en la renovación de la Teología Moral. Personalismo
y personalismos en AA.VV., El primado de la persona en la moral contemporánea, Eunsa,
Pamplona 1997, p. 35. Una interesante valoración de Seifert sobre el POM se puede encon-
trar en J. Seifert, Sobre el libro de Juan Manuel Burgos, Introducción al personalismo, en
“Espíritu”, 72 (2013), pp. 165-183: mi contestación en Respuesta a Josef Seifert, “Persona”,
22 (2013), pp. 22-29.
18
Por tanto, hablar, por ejemplo, del personalismo medieval (cfr. E. Forment, El perso-
nalismo medieval, Edicep, Valencia 2002), si bien puede entenderse como una reivindica-
ción de que también los medievales concedieron atención a lo específicamente personal, en
sentido estricto constituye un anacronismo.
19
Sostiene esta tesis J. L. Cañas, ¿Renacimiento del personalismo?, “Anales del Semina-
rio de Historia de la filosofía”, 18 (2001), pp. 151-176.
20
Es una tesis unánime, pero podemos hacer referencia a Zubiri, quien sostiene que la
metafísica griega “tiene una limitación fundamental y gravísima, la ausencia completa del
concepto y del vocablo mismo de persona” (X. Zubiri, El hombre y Dios, Alianza, Madrid
1984, p. 323).
21
También de acuerdo con el POM este debe ser un rasgo de toda filosofía que quiera
considerarse específicamente personalista.
22
Tomás proporciona muchas definiciones de persona, algunas originales: “persona es
lo más perfecto en toda la naturaleza, es decir un subsistente en naturaleza racional” (S.
Th., I., q. 29, a. 3, c); “individuo distinto subsistente en la naturaleza intelectual” (In sent.
1 d. 23, q. 1, a. 4); “subsistente distinto en la naturaleza humana” (De potentia, q. 9, a. 4).
Pero cuando desea dar una definición “oficial”, siempre recurre a la de Boecio. En el ámbito
teológico, particularmente en el trinitario, sus posiciones son, sin embargo, más originales.
23
Cfr. J. M. Burgos, Antropología (5ª ed.), Palabra, Madrid 2013.
24
Cfr. J. M. Burgos, Repensar la naturaleza humana, cit., pp. 58-64: “El lastre griego y
el problema de la ampliación”.
25
Wojtyla ha denominado a esta perspectiva cosmológica. Cfr. K. Wojtyla, La subjeti-
vidad y lo irreductible en el hombre, en K. Wojtyla, El hombre y su destino (4ª ed.), Palabra,
Madrid 2005, pp. 27-28.
26
Cfr. J. M. Burgos, Los límites de la analogía, en J. M. Burgos, Reconstruir la persona,
Palabra, Madrid 2009, pp. 133-159.
27
Ya en escritos tan tempranos como las Lecciones de Lublin (1954-1957), Wojtyla afir-
ma que “Kant describe de una manera tan tradicional la voluntad que la entiende como una
facultad” (K. Wojtyla, Lecciones de Lublin I, Palabra, Madrid 2014, p. 64).
28
Wojtyla apuntó sabiamente este hecho en relación a la ética. “A este respecto se pue-
de observar que la concepción de la persona que encontramos en S. Tomás es objetivista.
Casi da la impresión de que en ella no hay lugar para el análisis de la conciencia y de la
autoconciencia como síntomas verdaderamente específicos de la persona-sujeto” (K. Woj-
tyla, El personalismo tomista, en Mi visión del hombre (5ª ed.), Madrid 2004, pp. 311-312).
29
Una comparación de la metodología wojtyliana con la fenomenológica y la tomista
se puede encontrar en J. M. Burgos, Wojtyla y Husserl: una comparación metodológica,
“Acta Philosophica”, 2-23 (2014), pp. 263-288 y J. M. Burgos, La gnoseología de K. Wojtyla
y la gnoseología tomistas: una comparación, en “Pensamiento” (pendiente de publicación).
Otro de los rasgos específicos del POM es que se sitúa ante la mo-
dernidad desde su condición de filosofía contemporánea y, por lo tanto,
cronológicamente posterior, lo cual se traduce en una actitud diversa de
la que se mantuvo en la tradición tomista durante algún tiempo. Esta,
particularmente en algunas variantes neotomistas de los siglos XIX y
XX, desarrolló una actitud muy cerrada ante la filosofía moderna que
solo se modificó prácticamente con Maritain32. El núcleo de esta actitud
consistía en sostener que la filosofía de Descartes supuso una brusca rup-
tura con la tradición medieval que situó a la filosofía moderna en un con-
texto erróneo básico del que nunca lograría zafarse y cuyos resultados se
podían constatar en el idealismo y en el ateísmo del siglo XX. De hecho,
se entendía que esta contextualización negativa había sido de tal intensi-
dad que apenas podía derivarse alguna verdad interesante, en el caso de
que esta pudiera ser desprendida del entramado teórico (negativo) en el
que estuviera integrada.
Cabe decir que la mayoría de los filósofos personalistas (si exceptua-
mos a la corriente anglosajona) comparten la perspectiva básica del neo-
tomismo por lo que se refiere a la epistemología post-cartesiana, es de-
cir, rechazan la ruptura radical entre mundo y conciencia, ya que, como
hemos dicho, el personalismo europeo (y con ellos el POM) apuesta con
nitidez por un realismo radical aunque crítico, en la línea tan profun-
da y agudamente desarrollada por Gilson y Maritain. Pero, sentado este
punto, hay que señalar una diferenciación sustantiva en torno al interés
33
Somos conscientes de la amplitud del término, pero, por el carácter introductorio de
estas páginas, nos parece el más adecuado.
34
“Es necesario siempre dejar en este esfuerzo cognoscitivo más lugar para lo irre-
ductible, es necesario conferirle un peso mayor, que prevalezca en el pensamiento sobre el
hombre, en la teoría y en la práctica. Irreductible significa también, en efecto, todo lo que
en el hombre es invisible que es totalmente interior y por lo que todo hombre es como el
testimonio de sí mismo, de la propia humanidad y de la propia persona” (K. Wojtyla, La
subjetividad y lo irreductible en el hombre, en K. Wojtyla, El hombre y su destino, cit., p. 34).
35
Una ampliación del tema en J. M. Burgos, La actualidad de la neoescolástica, en
I. Murillo (ed.), Actualidad de la tradición filosófica, Ediciones Diálogo filosófico, Madrid
2010, pp. 195-208.
39
En este sentido afirma Stefanini que “el ser es personal y todo lo que no es personal
en el ser es el resultado de la productividad de la persona, como medio de manifestación
de la persona y de comunicación entre las personas” (L. Stefanini, Personalismo sociale (2ª
ed.), Studium, Roma 1979, p. 7). Por persona, lógicamente, no debe entenderse aquí exclu-
sivamente la persona humana.
40
En este sentido puede entenderse la afirmación de Wojtyla, al final de Persona y
acción, en la que sostiene que: “este trabajo ha intentado que emerja desde la experiencia
de la acción aquello que demuestra que el hombre es una persona, lo que desvela a esta
persona; en cambio no se ha pretendido construir una teoría de la persona como ente, es
decir, una concepción metafísica de la persona” (K. Wojtyla, Persona y acción, cit., p. 425).
Randall Auxier sostiene una perspectiva similar: “Personalist ontologies seek general (and
sometimes universal) concepts that do not claim to exhaust ‘what is’ but which answer to
practical and spiritual requirements of making philosophical sense of finite experience.
What relation our general ontological concepts, once we have framed a few, may have to
‘being qua being’ is the metaphysical aspect of personalist ontology” (R. E Auxier, A plu-
rality of Persons in Relation: Bengtsson on Pluralism, “The Pluralist”, 3 (2), 2008, p. 114).
41
Cfr. K. Wojtyla, Persona y acción, cit. y Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens. Wojtyla
sostiene una prioridad metafísica y praxeológica de la persona sobre su acción. Cfr. K. Wo-
jtyla, El problema del constituirse de la cultura a través de la “praxis” humana, en El hombre
y su destino, (4ª ed.), Palabra, Madrid 2005, pp. 187-203.
42
En el fondo, se trata de un problema similar al de las cuatro causas. Tanto esta teo-
ría como la de la tripartición de la acción contienen elementos muy valiosos. El problema
radica en intentar entender todo proceso casual o toda acción a partir de ellas. Cfr. J. M.
Burgos, Praxis personalista y el personalismo como praxis, en J. M. Burgos, Reconstruir la
persona, cit., pp. 97-133 y J. M. Burgos Antropología: una guía para la existencia, cit., parte
III: “Ámbitos del obrar humano”, pp. 221-275.
43
R. Guardini, Persona e libertà. Saggi di fondazione della teoria pedagogica, La Scuola,
Brescia 1987, p. 95. La idea está presente en numerosos personalistas como Marías Polan-
yi, Sorley y otros.
44
Cfr. P. Landsberg, Reflexiones sobre el compromiso personal, en P. Landsberg, Proble-
mas del personalismo, Mounier, Salamanca 2006, pp. 23-35.